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ACEPTACIÓN Y RENUNCIA DE LA HERENCIA

LA ACEPTACIÓN:
Consiste bien en la realización de actos a los que la Ley atribuye las consecuencias
de ser heredero (tácita), bien en la declaración unilateral de voluntad de quien sea
llamado a serlo (expresa), suele hacerse en el mismo acto en que se realiza la
partición por todos los herederos, teniendo en cuenta que la simple liquidación del
impuesto sucesorio no implica por si solo aceptación de herencia.
Es muy frecuente confundir la aceptación de la herencia con la partición (reparto) de
los bienes hereditarios. Sin embargo son actos totalmente diferentes, aunque estén
relacionados entre sí.
La aceptación de la herencia es el acto voluntario y libre por el cual una persona
llamada a una herencia manifiesta su voluntad de aceptarla. Es un acto individual y
no precisa de la intervención de los demás coherederos.
Una vez aceptada la herencia, el llamado a la misma adquiere la condición de
heredero, pero no de titular de bienes concretos del caudal hereditario.
A partir de la aceptación, el heredero entra a formar parte del patrimonio hereditario
que está integrado por los bienes, derechos y deudas del causante.
La aceptación de la herencia no podrá hacerse en parte, a plazo, ni
condicionalmente. Es decir, no puedes aceptar una parte de la herencia y rechazar
otra (las deudas, por ejemplo).
La partición de la herencia es el acto en virtud del cual los herederos que han
aceptado la herencia se reparten los bienes del caudal hereditario, adquiriendo su
propiedad. Es un acto que requiere de la intervención de todos los herederos, a
diferencia de la aceptación.
En definitiva, para realizar el reparto de los bienes hereditarios (partición) es
requisito indispensable que todos los herederos hayan aceptado la herencia.
Generalmente, la aceptación y la partición de la herencia se realizan conjuntamente,
pero no es imprescindible. Este sería el caso de la escritura pública de aceptación y
partición hereditaria.
DOS FORMAS DE ACEPTACIÓN DE LA HERENCIA
La herencia podrá ser aceptada pura y simplemente, o a beneficio de inventario.
ACEPTACIÓN PURA Y SIMPLE
La aceptación pura y simple tiene efectos ilimitados, ya que se aceptan los bienes del
causante y también todas sus deudas y responsabilidades.
El heredero responde de todas las deudas del causante, no solo con los bienes de la
herencia, sino también con sus propios bienes.
LA ACEPTACIÓN PURA Y SIMPLE PUEDE SER:
Expresa: la aceptación expresa se podrá hacer de forma verbal o por escrito, en
documento público o privado.
Tácita: es la que se hace mediante actos que suponen necesariamente la voluntad
de aceptar, o que no se podrían hacer sino con la cualidad de heredero.
Por ejemplo se entiende aceptada tácitamente la herencia cuando el llamado a la
misma paga deudas de la herencia con bienes hereditarios. Otros casos serían el
cobro de créditos de la herencia, la venta de bienes hereditarios… Es decir, la
realización de actos que sólo pueden llevarse a cabo por quien tenga la cualidad de
heredero.
Aceptación a beneficio de inventario
La aceptación a beneficio de inventario tiene efectos limitados ya que el heredero
responde de las deudas del causante hasta donde alcance el patrimonio hereditario.
Es decir, no responderá con sus propios bienes.

¿Qué ocurre si un heredero se niega a aceptar la herencia?


Como hemos expuesto anteriormente, para poder repartir los bienes de la herencia
es preciso que los herederos acepten o renuncien a la misma.
Puede darse el caso de que uno de los herederos no manifieste, en forma alguna, su
voluntad de aceptar o repudiar la herencia, impidiendo con ello al resto de
coherederos llevar a cabo la partición de los bienes hereditarios.
La solución la encontramos en el artículo 1005 del Código Civil: Transcurridos 9 días
después de la muerte del causante, cualquier interesado en la herencia podrá
requerir notarialmente al heredero para que acepte o repudie la herencia en un
plazo breve.
Concretamente dicho artículo permite a cualquiera que acredite tener un interés en
que el heredero acepte acudir al Notario para que éste comunique al heredero que
tiene un plazo de treinta días naturales para aceptar pura o simplemente, o a
beneficio de inventario, o repudiar la herencia. El Notario le indicará, además, que si
no manifiesta su voluntad en dicho plazo se entenderá aceptada la herencia pura y
simplemente.
Por interesado en la herencia se entiende cualquiera a quien pueda afectar la
aceptación o renuncia de la herencia, como puede ser un coheredero, un acreedor
(tanto del testador como del propio heredero) o un posible heredero abintestato,
entre otros.
LA RENUNCIA DE LA HERENCIA
La renuncia o repudiación de la herencia se da cuando el heredero o beneficiario de
una herencia manifiesta su voluntad de no adquirir los bienes que la herencia le
asigna, es decir, que renuncia a ser heredero. Este caso suele darse, por ejemplo,
cuando la herencia conlleva una serie de deudas a las que no se puede hacer frente.
Vamos a ver cuáles son los requisitos para poder renunciar.
Requisitos para poder Renunciar
La renuncia debe ser siempre expresa y es necesario hacerlo en escritura pública
ante notario o mediante un escrito en el juzgado si hay un procedimiento judicial
abierto por la herencia. Es decir que no son válidas las renuncias a la herencia hechas
en documento privado.
Además, la renuncia debe ser total, no se puede renunciar a una parte sí y a otra no.
Tampoco es válida la renuncia realizada antes de la defunción de la persona que deja
la herencia.
La parte de la herencia que le corresponde a la persona que ha renunciado se reparte
entre los herederos que sí la hayan aceptado. A esto se le llama “derecho de acrecer”
porque la parte del que renuncia acrece a los que aceptan.
La persona que renuncia a la herencia pierde todos los derechos sobre ella y se
desvincula también de todas las deudas que haya en el patrimonio del fallecido.
Además es irrevocable (salvo que se demuestre que cuando se otorgó había alguna
causa de nulidad).
La persona que renuncia debe tener la libre disposición de sus bienes (es decir, no
tener limitada la capacidad de disponer) y no debe haber hecho ningún acto previo
por el que se pueda entender que ha aceptado la herencia tácitamente.
Si se trata de un menor de edad o una persona incapacitada judicialmente, el tutor
legal de esa persona debe pedir autorización al juzgado, que será el que valore si
permite o no que el tutor realice la renuncia en nombre del menor o incapaz.
El problema puede plantearse cuando se renuncia a una herencia para evitar que los
acreedores del que renuncia puedan cobrar sus deudas. En ese caso los acreedores
pueden solicitar al juzgado que se les autorice a aceptarla en nombre del que
renunció hasta cubrir el importe de las deudas. Si hay más herencia que deudas, lo
que sobre una vez cubiertas las deudas se seguirá repartiendo entre el resto de los
herederos porque el que ha renunciado ya no tiene derecho a nada.
LA INDIGNIDAD :
La indignidad sucesoria se mueve en el ámbito de este tercer requisito que es la
capacidad para suceder y que puede ser definida como la aptitud legal de una
persona para ser heredera de otra.

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