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IDENTIFICACIÓN DE IMPACTOS EN LA
EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL
Año 2005 / N° 1 / Pag. 347 /
Autor
I. El fallo
II. El comentario
I. El fallo
1. Que se inició la presente acción de amparo contra el GCBA y contra las disposiciones que los
actores calificaron de manifiestamente inconstitucionales, ilegales y arbitrarias al disponer la
construcción de viviendas en espacios verdes del predio conocido como "Casa Amarilla", Barrio
de La Boca, considerados irreemplazables y cuya construcción surge de las licitaciones públicas
individualizadas con los números 64/04, 65/04 y 72/04.
En la misma presentación, solicitaron como "primera etapa cautelar" la suspensión de la apertura
de sobres inaudita parte (fs. 10).
2. Que el señor juez de grado hizo lugar a la medida cautelar solicitada y, en consecuencia,
ordenó al Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires la suspensión de los actos de
apertura de sobres de ofertas correspondientes a las licitaciones públicas N° 64/04, 66/04 y 72/04
previstos para el día 29 de diciembre de 2004 a las 11, 13 y 15 horas, respectivamente, hasta tanto
existiera resolución definitiva.
Para así decidir, el sentenciante anterior en grado tuvo en cuenta que la categorización
administrativa de las obras como de "sin relevante efecto" se encontraba controvertida por los
actores, quienes detallaron una serie de circunstancias que justificarían -según su entender-
calificar al proyecto como de "relevante efecto" desde el punto de vista ambiental.
Asimismo, recordó lo dispuesto en el artículo 12 de la ley 123 donde se establecen los factores
que deben considerarse a fin de determinar la categorización administrativa de los programas o
emprendimientos. Consideró acreditada la verosimilitud en el derecho, en atención a que no se
acompañaron antecedentes que permitieran establecer que efectivamente esos factores habían
sido evaluados para decidir que la obra no tenía impacto ambiental y en consecuencia se tornara
innecesaria la gestión del certificado de impacto correspondiente. Agregó que lo informado por el
Instituto de la Vivienda -que fuera solicitado como medida para mejor proveer-, parte de la
premisa de que los edificios de viviendas colectivas -como los de las obras a licitar- no deben ser
categorizados como de relevante efecto. Sin embargo, destacó que no obran los antecedentes que
permitan establecer si se tomaron en consideraciones los factores mencionados por el artículo 12,
ley 123. Ponderó, además, el número de viviendas a construir (1.211) y el reconocimiento de la
propia Administración de que las tierras donde se emplazarían las obras están categorizadas como
de "alta densidad" poblacional.
Finalmente, consideró que la medida cautelar se presentaba como una forma necesaria para
compatibilizar ambos intereses (el público, por un lado, y el colectivo de los actores, por otro)
hasta tanto el tribunal pudiera evaluar la procedencia de la demanda interpuesta.
3. Que al apelar la decisión reseñada los representantes del GCBA sostuvieron la inexistencia de
verosimilitud en el derecho, por considerar que en la ley 123 que reglamenta la cláusula
constitucional, la actividad en cuestión (construcción de edificios) se califica con o sin relevante
efecto. A su vez, el artículo 13 de la ley enumera programas, actividades, proyectos y/o
emprendimientos que se presumen como de Impacto Ambiental con relevante efecto, sin que allí
se encuentre mencionada la construcción de edificios. Por el contrario "en el artículo 14, la Ley
expresamente califica a la construcción de edificios como una actividad que se presume como de
Mediano Impacto Ambiental" (fs. 150).
Agregó que la medida cautelar recurrida evidencia una omisión de toda consideración a las
normas vigentes que resultan de aplicación directa en autos. Consideró que por aplicación del
artículo 14 de la ley no resulta necesaria una investigación para lograr discernir la categorización
del emprendimiento. Asimismo, afirmó que del análisis de las normas surge que no corresponde
en el caso la realización del procedimiento completo de impacto ambiental ni de la audiencia
pública requerida por los amparistas.
4. Que a fs. 271/292 los amparistas contestaron el traslado de la apelación. Solicitaron que se
declarara desierto el recurso y en forma subsidiaria plantearon su rechazo.
5. Que a fs. 296/8 intervino la Fiscalía de Cámara y emitió su dictamen propiciando que se
hiciera lugar a la apelación deducida y, en consecuencia, se revocara la medida cautelar otorgada.
7. Que reseñadas de esta forma las constancias relevantes de la causa, corresponde analizar si se
verifican los dos extremos de procedencia de las medidas cautelares, es decir, la verosimilitud en
el derecho invocado y el peligro en la demora.
A tales efectos, cabe recordar que el dictado de las medidas precautorias no exige un examen de
certeza sobre la existencia del derecho pretendido, sino sólo su verosimilitud; el juicio de verdad
en esta materia se encuentra en oposición a la finalidad del instituto cautelar (conf. esta sala in re
"Romero, Roberto Daniel c/GCBA s/Otros procesos incidentales", expte. 5510/1, 13-12-2002).
8. Que a fin de analizar la verosimilitud del derecho de los actores cabe recordar que el artículo
30 de la CCABA establece la obligatoriedad de realizar la evaluación de impacto ambiental con
carácter previo a todo emprendimiento público o privado susceptible de relevante efecto y "su
discusión en audiencia pública". En forma concordante con esta previsión constitucional, la ley
123, estableció como ámbito de aplicación a "todas las actividades, proyectos, programas o
emprendimientos susceptibles de producir un impacto ambiental de relevante efecto, que realicen
o proyecten realizar personas físicas o jurídicas, públicas o privadas" (art. 4°). A su vez, dentro de
las etapas de procedimiento técnico-administrativo de la evaluación de impacto ambiental se
incluyó la "audiencia pública de los interesados y potenciales afectados" (art. 9°, inc. e).
El artículo 13 de la mencionada ley, enuncia una serie de actividades, proyectos, programas y/o
emprendimientos que se presumen como de Impacto Ambiental con relevante efecto. Es acertada
la afirmación del GCBA en cuanto a que en esta nómina no se encuentra la construcción de
edificios, pero no respecto del encuadre que efectúa de esta actividad como de "Mediano Impacto
Ambiental".
En efecto, la ley 452 entre las modificaciones que introdujo a la ley 123, derogó el artículo 14
invocado por la demandada. Es así que en la actual redacción de la ley, la clasificación se reduce
a dos tipos de actividades, las susceptibles de producir relevante efecto y las que carecen de él.
De esta forma se hace coincidir de manera exacta la categorización con las exigencias y la
terminología contenidas en la CCABA.
Ahora bien, la enumeración del artículo 13 reviste carácter meramente enunciativo, es decir, que
las actividades allí mencionadas no son las únicas que pueden requerir la realización de la
totalidad del procedimiento, ya que esto también podría ser exigido para los emprendimientos
que de conformidad con el artículo 12 de la ley resultarán categorizados como de relevante
efecto. De la interpretación armónica de los artículos 12 y 13 surge que una actividad que esté
expresamente mencionada en este último deberá presumiblemente realizar el procedimiento de
estudio de Impacto Ambiental (EIA), pero si no lo está debería realizar con carácter previo su
categorización en los términos del artículo 12, para saber si debe efectuarlo o no.
Establecido ello, no puede sostenerse como pretende la demandada "que el artículo 14 de la ley
123 excluyó la construcción de edificios de la nómina de actividades con relevante efecto", ya
que esto dependerá de la categorización que se realice en forma previa.
Es cierto que ninguna construcción puede autorizarse sino en el sitio permitido por el Código de
Planeamiento Urbano. Para que la edificación sea aprobada, debe resultar conforme a las normas
del Código de Edificación Urbana, de acuerdo a las normas técnicas pertinentes y contemplando
todas las normas aplicables. Pero tampoco es menos cierto que actualmente, las modificaciones
introducidas por la ley 452 y de conformidad con lo dispuesto en los artículos 10 a 12, la
construcción edilicia deberá ser categorizada por su rubro, localización, riesgo potencial,
dimensión, infraestructura de servicios públicos a utilizar y potenciales alteraciones urbanas y
ambientales.
Ante este nuevo marco, la categorización como de "Sin Relevante Efecto" para las "Viviendas
Colectivas" conforme el Anexo VI, del decreto reglamentario 1352/02, podría resultar, tal vez,
razonable para el caso de tratarse de -a modo de ejemplo- un edificio de propiedad horizontal
destinado a vivienda multifamiliar, con el debido cumplimiento -tal como se expresara
precedentemente- de toda la legislación aplicable, también protectora del medio ambiente. Sin
embargo, no parece viable prima facie y sin otra mención que la inclusión en la grilla del decreto
reglamentario indicado, considerar que un complejo de varias viviendas de ese tipo se encuadren
en ese ítem (9 edificios con un total de 1.231 viviendas [ver fs. 109] sobre un lote de 32.779,96
m2 de superficie sólo para el destino de viviendas [ver fs. 110] en un terreno original de
120.945,49 metros de superficie [ver fs. 113]). Ello, sin perjuicio de que luego de los estudios
pertinentes pueda determinarse que efectivamente se encuadra bajo esa categorización (sin
relevante efecto). Máxime, cuando el artículo 13 de la ley 123 y modificatorias incluye algunos
supuestos que la autoridad de aplicación, en principio, debería considerar. Sin embargo, según
surge de lo informado por el Presidente del Instituto de la Vivienda "el Formulario de
Categorización a que alude la Autoridad de Aplicación, se presentará conjuntamente con la
solicitud de permiso de obra, cuya gestión se encuentra en cabeza de la Empresa Constructora
que resulte adjudicataria de la Correspondiente Licitación Pública, siendo exigible dicha
documentación recién en oportunidad en que la Contratista hace presentación ante la Dirección
de Fiscalización de Obras y Catastro, de los planos para su registro" (fs. 132 vta. y 133). Es decir
que, a priori, la categorización no se efectuaría con carácter previo sino que, como afirma el juez
de primera instancia, se parte de la premisa que la obra carece de relevante efecto.
Es por estas circunstancias y la ausencia de constancias que permitan tener por acreditado el
cumplimiento del procedimiento técnico ambiental previsto en el artículo 12 de la ley 123 (modif.
por ley 452) que cabe tener por acreditada prima facie la verosimilitud en el derecho invocado
por los actores, sin que ello implique pronunciarse respecto de la obligatoriedad de la realización
de audiencia pública ni del estudio de impacto ambiental, como acertadamente aclaró el señor
juez a quo.
A ello cabe agregar, que según el informe de fs. 123/4 ya citado, el formulario de categorización
sería presentado, luego del proceso de selección del contratista, por la empresa constructora que
resultare adjudicataria. De esta forma, si se permitiera el avance del proceso licitatorio sin
efectuar el análisis de los factores indicados en el artículo 12, ley 123, para determinar el efecto
de las obras y la consecuente necesidad o no de EIA y audiencia pública, los perjuicios de tener
que detener un proceso cuando ya existe una empresa adjudicada y las consecuencias que podría
tener sobre el proyecto originario el cumplimiento de los restantes recaudos no tenidos en mira
hasta ese momento, resultan suficientes para tener por acreditado el peligro en la demora. De lo
contrario, los derechos de los aquí actores podrían verse vulnerados ante la imposibilidad de, en
caso de que se determine la exigencia de audiencia pública, manifestar allí sus opiniones a fin de
defender sus derechos.
Por otra parte, cabe recordar que existe consenso doctrinario y jurisprudencial en que cuanto
mayor es la verosimilitud en el derecho, la exigencia del peligro en la demora se atenúa. Y en
atención a análisis efectuado con relación a la verosimilitud del derecho invocado, el requisito del
peligro en la demora se ubica en un plano inferior haciendo aconsejable que el tribunal se
pronuncie a favor del mantenimiento de la medida cautelar otorgada.
10. Que el GCBA alega la falta de contemplación del interés público, ya que considera que la
sentencia recurrida no contempla la crisis habitacional y mandato constitucional ni la eventual
pérdida de la financiación.
Sin embargo, a contrario de lo expresado por el GCBA no se advierte que de esta suspensión
preventiva resultare un grave daño para el interés público (en los términos del art. 189, inc. 1°) y,
por el contrario, su no suspensión podría en principio acarrear graves perjuicios a los actores -en
su mayoría vecinos de la zona- ya que el ejercicio de sus eventuales derechos podrían verse
afectados con la continuidad del proceso licitatorio.
A ello cabe agregar que, en atención a la etapa inicial en que se encuentra la licitación y los
breves plazos que rigen la acción de amparo, el mantenimiento de la cautelar otorgada no parece
arrojar perjuicios a la crisis habitacional ni a la hipotética pérdida de financiación alegadas.
A mayor abundamiento, no resulta ocioso mencionar que las consideraciones que se efectúan en
el escrito de expresión de agravios en particular a fs. 157 y siguientes resultan ser las cuestiones
propias a debatir en un eventual Estudio de Impacto Ambiental y en el ámbito de una Audiencia
Pública y no en esta etapa judicial de carácter preliminar.
Por las razones expuestas, y habiendo dictaminado la señora fiscal ante la Cámara el tribunal
resuelve:
Confirmar la sentencia apelada.
II. El comentario
1. Introducción
Como veremos, la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) es un procedimiento administrativo -
ambiental- en el que confluyen normas, principios y derechos, de jerarquía e importancia de
primer orden.
Pero todo ese andamiaje, toda esa estructura, que conforma el EIA, se desmorona si la autoridad
pública evita realizarlo.
2.1. Los hechos: Un grupo de vecinos de la Ciudad de Buenos Aires inicia una acción de amparo
contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y contra las disposiciones que disponen la
construcción de viviendas en espacios verdes; solicitan además como "primera etapa cautelar" la
suspensión de la apertura de los sobres licitatorios para la construcción de esas viviendas.
Se destaca que esa apertura de sobres pretende ser realizada sin haberse llevado a cabo la EIA por
no tratarse, a criterio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la construcción de edificios de
una actividad o emprendimiento susceptible de producir relevante efecto ambiental.
2.2. Resolución del juez: El juez hace lugar a la medida cautelar teniendo en cuenta, entre otros
argumentos, que la categorización administrativa de las obras como de "sin relevante efecto" se
hallaba controvertida.
3.1. La EIA es un instrumento multidisciplinario que persigue, primero, contar con una
identificación de los intereses ambientales en juego y los impactos sobre los mismos para, luego,
cumplir ciertas etapas que habrán de concluir en un acto administrativo, que se ha denominado de
revisión, en el que el poder público aprueba, modifica o rechaza el proyecto o actividad
propuesto.
Es menester concluir, entonces, que la EIA, además de un principio autónomo [1], ha de quedar
definido como un procedimiento administrativo [2] y, de esta manera, terminar con las
confusiones conceptuales [3] que asimilan el EIA al "estudio de impacto ambiental" (eia) [4] o
aquellas que lo reducen a la revisión que de ese "eia" haga la autoridad de aplicación.
Aclarado ello, nos parece apropiado aproximarnos a la definición del EIA precisando los motivos
que le han dado origen, las circunstancias que lo han justificado. Y allí encontramos la idea de
que toda actividad humana produce impactos sobre el ambiente y el EIA se presenta como una
respuesta jurídicoinstitucional a esa realidad con el fin de prevenir e impedir el daño que de esos
impactos pueda derivar, tanto al ambiente como a la salud de la población.
Esos impactos, que los seres humanos producen al desarrollar sus actividades, son de la más
variada tipología y de las más diversas características: los habrá directos o indirectos, inmediatos
o retardados en el tiempo, reversibles o irreversibles, de contenido positivo o negativo, de corto o
largo plazo.
La EIA aparece, en definitiva, como una manera de prevenir esos impactos [5], pero, a la vez,
como un presupuesto para el otorgamiento del acto habilitante para realizar la actividad o el
emprendimiento propuestos [6].
El EIA queda así enmarcado y definido como un instrumento que representa "una de las más
importantes aplicaciones del principio de la acción preventiva" [7], lo que ha de implicar que se
trata de un procedimiento administrativo que debe iniciarse lo antes posible, extremo, éste, básico
y definitorio, pues, de esta manera, contribuye al proceso de toma de decisiones y no se
transforma en un medio para justificar decisiones ya tomadas [8].
A esta altura podemos ya definir a la EIA como el análisis de posibilidades de impacto ambiental
que presenta un determinado proyecto o actividad que se pretende llevar adelante, a los fines de
prevenir, de manera temprana [9], y debidamente, sus efectos perjudiciales y riesgosos para el
ambiente y, de esa forma, permitir modificar o impedir su concreción.
Se trata de una evaluación previa al inicio del proyecto, imprescindible para que éste se pueda
llevar adelante.
De esa forma se posibilita la identificación, oportuna, de los impactos posibles sobre el entorno,
con el fin de que el poder público, en el acto administrativo final de revisión de todo el
procedimiento, termine aprobando, sujetando a modificaciones o desaprobando el proyecto o
actividad.
b) las medidas de mitigación de los posibles impactos ambientales negativos del concreto
proyecto o actividad propuestos; c) los planes de monitoreo a que el proyecto o emprendimiento
estará sujeto una vez realizado.
3.2. Al adentrarnos algo más en las características del EIA podemos destacar que, ciertamente, el
EIA no se circunscribe a una mera recopilación de información, sino que además la misma debe
ser debida, y ampliamente, discutida y puesta en crisis tanto por el poder público como también,
necesariamente, por el público en general. Recién una vez cumplidas todas y cada una de las
etapas del procedimiento administrativo EIA, el poder público podrá realizar la revisión de todos
los antecedentes colectados.
Será allí el turno del dictado de un acto administrativo que apruebe, modifique o bien desapruebe
el proyecto o actividad [11].
La implementación del procedimiento administrativo EIA es, en verdad, una operación no sólo
compleja, sino también costosa, pero los costos que irrogue -afrontados por el proponente-
siempre serán mucho menores a los costos ambientales que la colectividad deberá soportar en el
caso de que se realicen proyectos o actividades ecológicamente incorrectos o que comprometan el
ambiente [12].
El EIA, como se ha dicho, se origina ante la posibilidad de que existan impactos ambientales
derivados de un proyecto o actividad y, al mismo tiempo, persigue que dichos impactos
ambientales, o bien no se produzcan en absoluto, o bien, para el caso de que ello resulte
imposible, sean debidamente mitigados para no causar daño al ambiente ni a la colectividad.
Resulta por lo tanto imprescindible brindar un concepto de "impacto ambiental".
Algunos autores [14] suman los impactos que tengan como origen o causa la acción de la
naturaleza, extremo que no compartimos, ya que los que tienen dicha causa quedan fuera de la
temática aquí tratada que se circunscribe a los que resultan, directa o indirectamente, de
actividades humanas [15].
Como es el "ambiente" aquello que sería alterado o modificado, se hace necesario, para
completar el concepto de "impacto ambiental", definir con qué amplitud ha de ser interpretado.
Para el tema que se viene tratando aparece como muy pertinente la definición que hace el Banco
Mundial en una publicación referida concretamente al tema.
La misma no circunscribe el ambiente o medio ambiente a las condiciones naturales -si bien las
incluye-, sino que lo expande, lo amplía a las condiciones sociales que circundan a toda la
humanidad, incluyendo a las generaciones futuras.
En ese sentido la Directiva Operacional de Evaluación de Impacto Ambiental del Banco Mundial
refleja ese amplio alcance al establecer procedimientos para evaluar los impactos en la salud, el
patrimonio cultural, y los pueblos indígenas, así como en el medio ambiente natural [16]. A ello
deben agregarse los aspectos ecológicos, estéticos, históricos, sociales y relativos a la salud
pública, sean éstos directos, indirectos o acumulativos [17].
A su vez, dichos impactos pueden ser positivos o negativos (beneficiosos o adversos); es común
que las leyes se circunscriban exclusivamente a los del tipo negativo, dejando fuera del EIA la
evaluación de los impactos de signo positivo o beneficioso, extremo que no es del todo errado, en
la medida en que se pretende evaluar la posible incidencia de un proyecto sobre el derecho al
ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano, además de proteger los derechos de
las futuras generaciones -tanto como el de las actuales- a usufructuar el mismo en esas mismas
condiciones.
El fallo hace un muy acertado análisis de las características y requisitos de esta previa
categorización o identificación de impactos al ambiente, y es allí donde funda, principal y
acertadamente, el fundamento de su decisión, lo que nos permite realizar algunas referencias a
tan importante cuestión.
Antes que nada, y como idea general, debe ser aclarado que no cualquier impacto ambiental
requerirá un EIA, sino que el mismo debe ser, como se suele denominar, "significativo" (o "con
relevante efecto" para la ley 123 de la Ciudad de Buenos Aires, modificada por ley 452): El EIA
se realiza sólo ante ese supuesto.
Sirva de ejemplo la Ley Nacional de Política Ambiental de Estados Unidos (NEPA), en tanto
requiere un EIA ante "toda acción federal importante que afecte de modo significativo la calidad
del ambiente humano".
Ello implica necesariamente que existe un prerrequisito para que cobre plena operatividad el EIA
en toda su extensión y efectos. Ese prerrequisito es una evaluación previa, una "categorización"
para el artículo 12 de la ley 123, que debe realizar la autoridad de aplicación a los fines de
determinar si la propuesta amerita un EIA.
Es en esta etapa previa de categorización que han de ser analizados técnicamente todos y cada
uno de los impactos posibles del proyecto y determinar, luego, si son o no significativos (o "con
relevante efecto" para la ley 123).
¿Cuáles impactos serán significativos (o "con relevante efecto" para la ley 123) y cuáles no? Ésa
es la cuestión a enmarcar teóricamente en el punto siguiente.
A primera vista perecería que precisar cuáles efectos o impactos pueden ser significativos (o "con
relevante efecto" para la ley 123) involucraría algún margen de discrecionalidad para la autoridad
de aplicación.
Pero ello no es así: que una actividad o emprendimiento o proyecto sea "significativo" o "no
significativo" (tenga "revelantes efectos" y se trate de un supuesto "sin relevante efecto") tiene
una sola solución, pues se trata de conceptos jurídicos indeterminados. Esto determina que hay
una sola solución posible que cumpla con ese concepto, quedando fuera de la posibilidad
discrecional de la autoridad de aplicación.
Se ha afirmado que constituye un error de penosas consecuencias para la historia de las garantías
jurídicas confundir la presencia de conceptos jurídicos indeterminados en las normas que ha de
aplicar la administración, con la existencia de facultades discrecionales a favor de ésta [20].
Lo esencial del concepto jurídico indeterminado está, entonces, en que la indeterminación del
enunciado no se traduce en una indeterminación de sus aplicaciones, las cuales sólo habilitan una
"unidad de solución justa" en cada caso [22], a diferencia de la discrecionalidad.
La decisión final habrá de hallar su motivación en el derecho al ambiente tal como lo tiene
previsto la Constitución Nacional y, para este caso, complementado por la Norma Constitucional
de la Ciudad de Buenos Aires, a lo que se suman las leyes ambientales nacionales de
presupuestos mínimos [23], y normas locales que superan los presupuestos mínimos de
protección nacional. Además, esa decisión administrativa requiere, como antecedente
imprescindible, un procedimiento administrativo técnico ambiental [24] que justifique su dictado.
A todo ello debemos agregar una pauta básica de interpretación tanto para enfocar todo el iter
administrativo como para definir la categorización. Esa pauta es la siguiente: debe prevalecer una
interpretación expansiva, amplia, no restrictiva, al momento de determinar si una actividad o
emprendimiento es del tipo "significativo" (posee "relevante efecto" en los términos de la ley
123). Única interpretación coherente con el principio in dubio pro ambiente [25], que exige, ante
la duda, proteger el ambiente, que en este caso significa: llevar a cabo el procedimiento
administrativo EIA.
A igual conclusión arribamos si, partiendo de que pesan, sobre el Estado, diferentes obligaciones,
y entre ellas las de la especie "obligación de hacer" [26], incluimos como una de estas
"obligaciones de hacer" estatales, surgidas de las normas tanto constitucionales como legales, la
de realizar todas las actividades razonablemente necesarias para prevenir, e impedir, el daño
ambiental. De esta manera, llevar adelante y completar un procedimiento administrativo de EIA
previo es entonces la regla, mientras la excepción será no hacerlo; lo que significa, concretamente
en el tema tratado, que deberá ser considerado "significativo" todo impacto ambiental que no
pueda identificarse -jurídica o técnicamente- como claramente no significativo.
Precisando aún más las características de esta categorización, encontramos que la autoridad
competente habrá de decidir, motivadamente, luego de realizado ese procedimiento técnico-
jurídico-ambiental, primero cuáles impactos han sido analizados y, luego, cómo y de qué manera
los califica o categoriza y por qué razón.
7. Conclusión
Tal como queda descripto en el fallo analizado, de más está decir que la discrecionalidad ha
primado en el actuar de los funcionarios y ello implica un claro incumplimiento de las normas
ambientales -constitucionales y legales- como una violación de los fundamentos, fines y
objetivos del EIA que la Cámara, en su resolución, ha logrado impedir, haciendo plenamente
operativos tanto aquellas normas como esos fundamentos, fines y objetivos.