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Valeria Moya
Administración de empresas
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Español y comunicación
5 de marzo, 2019

Por lo general hay que tener huevos para tener un buen salario.

Es común escuchar que la gente niega las diferencias salariales existentes entre hombres y
mujeres. Unos dicen que es producto de la imaginación de las feministas extremistas, que odian a
los hombres y que solo están buscando ganar más que ellos, otros dicen que los estudios sobre el
tema están basados en cifras inventadas y no describen la realidad, algunos otros afirman que a
pesar de que la diferencia existe, no es un tema relevante y es algo normal, mientras otros tantos
culpan de la brecha a las decisiones profesionales de las llamadas víctimas.

Se entiende por brecha salarial aquella medida que indica la diferencia entre el salario de un
hombre y una mujer en el mercado laboral por medio de porcentaje. “De acuerdo a Naciones
Unidas, por término medio, las mujeres siguen ganando en todo el mundo un 23 % menos que
los hombres en el mercado de trabajo por el mismo empleo o, dicho de otro modo, las mujeres
cobran 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres” (Sostenibilidad, 2018) Lo que nos
hace ver la magnitud del asunto. A pesar de que Colombia es comúnmente reconocido como un
país desigual, no se exime al resto del mundo de la brecha salarial, pues como lo revelan las
cifras oficiales, es una cuestión mundial.

A través de la historia, el papel que ha jugado la mujer en múltiples espacios ha cambiado.


Antes, las mujeres cuidaban a los niños y se dedicaban a los quehaceres del hogar. Era, ante la
sociedad, mal visto aquella que realizara alguna “actividad de hombres” y basta con echar un
vistazo a la historia para confirmarlo. La participación de la mujer en el mercado laboral, en la
vida política e incluso en la educación era mínima, y poco a poco esto fue cambiando. A pesar de
que en los últimos años ha existido una creciente participación de las mujeres en el mercado
mencionado, aún faltan muchas cosas por cambiar, pues las condiciones para hombres y mujeres
no son las mismas. Isaza (2003, citado por Chávez 2014) considera que la mujer en Colombia es
explotada a manera de proletariado disfrazado, pues en las organizaciones son las mujeres
quienes más participación tienen en los cargos medios y bajos.

El hecho de que, en promedio, un hombre tenga un salario mayor al de una mujer, por el
simple hecho de ser mujer, no es algo que deba normalizarse. Múltiples estudios que se
mencionarán más adelante, así lo han revelado y, en efecto, en promedio son más los que lo
afirman que los que lo niegan, y para comprobarlo basta con indagar un poco en internet. Un
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caso de un estudio particular es el del realizado por Luis Armando Galvis en el año 2010 en la
ciudad de Cartagena, en el que afirma que en Colombia, así como en muchos países, esta brecha
está presente en el mercado laboral. Sería normal si los estudios del hombre sobresalieran sobre
los de la mujer, o viceversa, o incluso si el perfil para el empleo fuera más adecuado para uno
que para el otro, pero las razones por las que esto ocurre no son netamente profesionales, de
hecho, se puede llegar a decir que tiene un carácter más social. Así algunos se nieguen a
aceptarlo, el simple hecho de ser mujer en ocasiones es razón suficiente para no contratar a
alguien, o pagarle menos.

La mayoría de factores que llevan a que lo mencionado anteriormente ocurra, son de carácter
sociocultural, comportamientos tan intrínsecos en la sociedad, que hacen que el tiempo para
poder cambiarlos sea más largo de lo que se quisiera. González (2018) menciona dos ejemplos
de estudios realizados en donde la discriminación solo por ser mujeres es notaria. El primero de
ellos, fue realizado en Estados Unidos en unas audiciones para seleccionar los músicos de las
orquestas. Se mostró por medio de experimentos que las mujeres tenían una probabilidad mucho
menor de ser elegidas, salvo en los casos en los que los aspirantes se escondían detrás de una
pantalla. El segundo estudio mencionado fue realizado en Perú y en Francia, en donde se
enviaron hojas de vida cambiando el sexo de los candidatos, y se encontró que la probabilidad de
respuesta por parte del empleador era mayor cuando se trataba de un hombre.

En este punto, se puede llegar a relacionar al tema con la teoría clásica de la administración
científica de Fayol, pues gran parte de la culpa de este problema recae sobre las personas que
establecen los contratos, es decir, los administradores, que son el centro del estudio y del análisis
realizado en la teoría. Henri Fayol (1841-1925) en su obra principal “Administración científica e
industrial” (1916) establece seis funciones esenciales en la empresa. Así como en una pirámide,
en la parte inferior se encuentran las funciones técnicas, donde hay muchos más trabajadores, y
en la parte superior las funciones jerárquicas, donde hay menos trabajadores. Él menciona en su
teoría que mientras más arriba se esté en la pirámide, las habilidades técnicas disminuyen y
mientras más abajo se esté, éstas aumentan. No es de negar que dentro de las técnicas se
destacan las labores que requieren de mucha fuerza física y mucho trabajo manual, más acorde a
las habilidades que por naturaleza, son mejor desarrolladas por hombres.

En ningún momento se piensa insinuar la idea que las mujeres son más inteligentes que los
hombres, puesto que no es una cualidad ligada al sexo, y por lo mismo no quiere decir que si los
hombres se encuentran en la parte inferior de la pirámide, entonces las mujeres deben ubicarse
arriba. Sin embargo, según la teoría clásica, lo normal sería que los cargos bajos y medios
estuvieran más ocupados por hombres que por mujeres. ¿Por qué en Colombia estos cargos son
en su mayoría para mujeres si se supone, según la biología, la teoría y la anatomía, que son más
ideales para los hombres? La respuesta tiene un carácter netamente cultural y social. Tampoco se
pretende establecer una supremacía de un género sobre otro como muchos piensan sobre el
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feminismo. Simplemente se habla sobre una teoría que, aunque no esté vigente al 100% hoy en
día, es la base del pensamiento administrativo actual. Es importante recordar que la teoría de
Fayol se contextualiza en las empresas industriales, pues en la época eran las predominantes.

En Colombia se han realizado múltiples estudios sobre el tema. El marco metodológico, sin
duda, tiene efectos correspondientes en los resultados de cada uno de estos. Por ejemplo, uno
realizado por la Revista dimensión Empresarial, en siete áreas metropolitanas de Colombia,
arrojó que dicha brecha sí existe, y afirma que “en el mercado de trabajo existen empleadores
que prefieren contratar a hombres para ocupar los cargos más altos, entonces la mujer se ve
excluida y por lo tanto discriminada(…)” (Chávez & Ríos, 2014, p.15). Otro, realizado en Cali
por un analista económico del DANE, Nazly González, declaró que dicha brecha existe incluso
entre mujeres afrocolombianas y no afrocolombianas, este estudio coincide con uno realizado en
Estados Unidos que fue dirigido bajo los mismos parámetros (González, 2012). En contraste a
estos dos estudios, Abadía (2005), de la Pontificia Universidad Javeriana, realizó un estudio del
tema en el que afirma que las mujeres no son discriminadas estadísticamente, bajo una
metodología que ella considera apropiada.

Con lo anterior se evidencia que es común que, en estudios estadísticos, pequeños factores
tengan grandes repercusiones en las conclusiones que arrojan los mismos. Dependen en su
mayoría de la muestra poblacional que se tome, qué tan homogénea o heterogénea sea dicha
muestra, también del año y del contexto en el que se realicen. Se tiene otro ejemplo de un estudio
realizado por un economista del Centro de Económicos Regionales del Banco de la República en
2010 mediante la descomposición de Blinder-Oaxaca, que afirmó que dichas brechas no son
homogéneas, pero que existen en su mayoría en las ciudades periféricas el país (Galvis, 2010).

De acuerdo a lo anteriormente mencionado, es evidente que la mayoría son estudios que


admiten la existencia de la brecha salarial en Colombia. Sin embargo, como ya se dijo, los
resultados de estos dependen de múltiples factores. Muchos autores, como Alexandra Cortés
Aguilar, profesora de la Escuela de Economía y Administración en la Universidad Industrial de
Santander, o María Alejandra Díaz, egresada de la Universidad de la Sabana, o incluso algunos
corporativos como la CEPAL, afirman y reconocen que incluso cuando el nivel de escolaridad de
la mujer es mayor que el del hombre, este último recibe un mejor salario. Así como los
resultados de los estudios dependen de múltiples variables, pasa lo mismo con las razones de la
brecha salarial: dependen de múltiples factores. Entre ellas se destacan las morales, las
económicas y las socioculturales.

Mientras unos defienden la existencia de la brecha y luchan de alguna manera por reducirla,
otros se respaldan en argumentos poco fuertes para desmentirla. Por ejemplo, en Estados Unidos,
Europa y Reino Unido existen empleos en los que a las mujeres les pagan más que a los hombres
por realizar el mismo trabajo, la industria de modelaje y la de producción y dirección
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cinematográfica son claros ejemplos de ese efecto poco visible. Sin embargo, cabe mencionar
que según datos del censo estadounidense, en 2015 estas actividades son tan solo nueve de las
trescientas cuarenta y dos clasificadas en las que ocurre esto, esto quiere decir, tan solo el 2,6%
de las actividades según la red de difusión BBC mundo (2016). Otro argumento planteado, es
que es posible que las mujeres prefieran no ocupar puestos tan altos por el estrés que estos
causan, además porque según dicen, suelen dedicar su tiempo a facetas de su vida diferente a la
profesional. Se ha demostrado que incluso en los casos en los que logran ocupar cargos altos, la
remuneración es menor y la diferencia es notoria. Aquí cabe mencionar que la imagen de la
mujer empresaria y joven es cada vez más visible, aquella que sacrifica gran parte de su vida
personal para poder dedicarse al trabajo.

Una de las características principales de Crepes & Waffles es que las mujeres cabeza de
familia son las protagonistas en la empresa. Fue fundada en 1980, y desde entonces una de sus
más grandes misiones ha sido ayudar a aquellas mujeres que deben mantener un hogar . Han
recibido críticas porque se dice que lo que se presenta aquí es una discriminación hacia el género
masculino, pues el 90% de la organización está compuesta por mujeres (Guevara, 2018), pero ha
de tenerse en cuenta que es tan solo un ejemplo contra miles otros en los que benefician a los
hombres. Lo que se pretende demostrar aquí, es que aunque la diferencia que se ha mencionado
es de carácter mundial, no es algo que se vea en todas las empresas ni en todas las industrias.
Aunque existan empresas que beneficien a las mujeres, aquellas que lo hacen con lo hombres son
mayoría.

Uno de muchos ejemplos que existen que evidencia dicha desigualdad, es el de la


presentadora Hoda Kotb en el programa Today Show que, por reemplazar a Matt Lauer tras un
episodio de acoso sexual, recibirá 7 millones de dólares, mientras que él recibía 25. La periodista
estrella de la cadena rival ABC, ni siquiera iguala la cifra de Lauer, pese a ser la presentadora
mejor pagada (SModa, 2018). Otro ejemplo famoso, fue el caso presentado dentro del elenco de
la serie de Netflix House of Cards, en donde la protagonista, Robin Wright, ganaba 80.000
dólares menos por episodio que su colega Kevin Spacey, teniendo ambos un papel protagónico
en la serie.

Como consecuencia de todo lo mencionado anteriormente, hay una corriente que ha decidido
tomar cartas en el asunto: el feminismo. Durante los últimos años ha sido un movimiento que ha
causado mucho revuelo, esto debido en muchos casos a la mala interpretación de los principales
planteamientos del mismo. Chimamanda Ngozi Adichie es una escritora nigeriana que ha escrito
sobre el feminismo, el sexismo, el racismo y demás temas relacionados. En uno de sus libros,
“Todos deberíamos ser feministas” afirma que “feminista es todo aquel hombre o mujer que
dice: 'Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo,
tenemos que mejorar las cosas'. Y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres.”
(Adichie, 2014). A pesar de que Chimamanda no habla ampliamente de la brecha salarial en
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ninguno de sus libros, el feminismo por sí solo sí lo hace. De hecho, uno de los puntos clave de
los que hablan los y las feministas es el de la brecha salarial.

La relación entre el feminismo y la brecha salarial es tal como la que existe entre el
combustible y el motor de un carro, teniendo en cuenta que la una impulsa a la otra. Con esta
analogía, se permite afirmar que por medio del feminismo, la lucha en contra de la brecha
salarial existente entre hombres y mujeres toma mucha más fuerza. Pues, en efecto, como se
había mencionado antes, uno de los principales temas debatibles sobre el feminismo es esta
brecha. Así como Adichie (2017) lo sostiene, la invitación a rechazar estereotipos, a abrazar al
fracaso y luchar por una sociedad más justa, es tan necesaria hoy como cualquier otro tipo de
educación o enseñanza.

De esta manera, se cierra reflexionando sobre la idea de que hay connotaciones erróneas de
que algunas actividades vienen ligadas al útero. Y no es así. Por ejemplo, no existe ninguna
cualidad física o biológica que permita que la mujer barra o trapee mejor que un hombre, por lo
cual decir que “barrer es cosa de mujeres” es solo una afirmación cargada de machismo. Lo
mismo pasa con la gerencia de una empresa: no hay ninguna cualidad biológica que permita que
los hombres, o las mujeres, desarrollen esta tarea mejor que el sexo opuesto. Defender la idea de
que una enfermera tiene que ser mujer y el presidente de un país tiene que ser un hombre, resulta
tras todo esto, simplemente absurdo.

Para finalizar, es importante recalcar la idea de que la brecha salarial no es ni invento de las
cifras, ni de las mujeres. Es un hecho que además de ser bastante contundente, no debe
normalizarse. El factor histórico es importantísimo, pues si bien es cierto que en los últimos años
esta brecha ha disminuido, sigue existiendo. Respaldado por múltiples estudios, pruebas
empíricas e incluso una ideología, la brecha salarial es un hecho que ha estado presente a través
de la historia, y a pesar de que actualmente se lucha contra estigmas socioculturales para
combatirlo, es bastante difícil acabar con esta desigualdad de un día para otro. Lo importante
aquí es reconocer que existe, y empezar a cambiar la mentalidad de que la pertenencia a un
género es razón para justificar hechos que no se relacionan de manera directa con él.
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Referencias bibliográficas

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estadística.Bogotá, Colombia. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia.

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Adichie, C.N., 2014. Todos deberíamos ser feministas. Literatura Random House.

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