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Este recorrido por algunas ideas sobre lo que es la filosofía nos muestra que todas son, en

cierto modo, parciales y limitadas. La filosofía no puede ser exclusivament~ una reflexión
Fotocopia de:Gonzalez,A.(2010).Introducción a la práctica de la filosofia.

sobre la moral o sobre el deber porque esta reflexión moral necesita de una idea del hombre y
del mundo. Pero la filosofía no puede ser tampoco, de modo exclusivo, una meditación sobre
el mundo o sobre la totalidad. Es imposible separar y aislar todas las concepciones de la
filosofía a las que nos hemos referido. Una reflexión sobre la totalidad, por ejemplo, es ab-
surda si en esa totalidad no tiene un papel el hombre. Y una reflexión sobre el hombre no
puede carecer de algún tipo de consideraciones morales. Podemos decir, por tanto, que la
filosofía no es exclusivamente una reflexión sobre la totalidad, ni sobre el hombre o sobre la
moral, sino las tres cosas a un tiempo. La filosofía ha de reflexionar sobre la actividad
humana, sobre el hombre mismo y sobre el mundo real en el que vive. En una primera
aproximación podemos decir lo siguiente: la filosofía consiste en una reflexión sobre la
actividad de los hombres en el mundo.
Pero esta definición provisional es aún insuficiente para caracterizar la filosofía. La
filosofía no es solamente una reflexión sobre la actividad humana, sobre su praxis, sino que el
mismo filosofar consiste en una actividad real, aunque teórica, que los hombres llevan a cabo
Texto de iniciación. El Salvador: UCA editores.

en su vida social e histórica. Hemos de considerar también, por tanto, el tipo de actividad
especial en que la filosoffa consiste: ¿en qué se diferencia la actividad del filósofo de otras
actividades humanas?

2. La filosofía como actividad


Contra lo que en ocasiones suele pensarse, incluso contra lo que algunos filósofos han
pensado de sí mismos, hay que decir que este tipo de reflexión que llamamos filosofía no es
algo que se ejercite de un modo abstracto en cualquier momento de la historia, ni es. tampoco
un conjunto de pensamientos caído de las nubes o recibido de una vez para siempre. Hacer
filosofía es una opción y una actividad concreta que realizan los hombres de carne y hueso en
un momento detclminado de la historia y en unas circunstancias sociales muy precisas. No
cualquier sociedad, cualquier cultura o cualquier momento de la historia es apto para que se
haga filosofía, y la filosofía que de hecho se hace está directamente vinculada al mundo socio-
histórico concreto del que surge. Por esto hemos de referimos ahora a las coordenadas his-
tóricas en las que surge la filosoffa para poder así situar la tarea del filósofo junto a otro Lipo
de actividades que se llcvan a cabo en las sociedades humanas.

2.1. La filosofía como actividad histórica


La filosofía tiene un carácter rigurosamente histórico, y no advertir esto puede conducir
fácilmente al dogmatismo. La filosofía es histórica, en primer lugar porque, al observar el

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modo de proceder de los mósofos, pronto caemos en la cuenta de la im¡x>nancia que la misma
historia de la filosofta precedente tiene y ha tenido siempre en todo intento de un auténtico
filosofar. Ningún filósofo ha hecho su filosofía de espaldas a los que pensaron antes que él.
La filosofía neces ita de su misma historia, de su propio pasado, para llevar a cabo su tarea.
Esto no quiere decir que la fi losofía consista en una repetic ión de 10 que ya se ha dicho y de lo
que ya se ha pensado en el pasado. No: toda mosoffa que pretenda serlo verdaderamente su-
pone una ruptura y una novedad respecto al pasado. Lo que sucede es que, por muy nueva y
original que sea la re nex ión de un filósofo, ésta no seria posible si no paniese de lo que otros
filósofos han pensado antes que él. La historia de la filosofía le proporciona al fiJósofo los
problemas fundamentales a los que tiene que enfrentarse y las soluciones que se han intentado
dar a los mismos. El fi lóso fo intentará su propio camino teniendo en cuenta lo que otros han
pensado antes , cri ticándolo, mejorándolo o superándolo. Ningún filósofo se puede entender
fuera de la hi storia de la mosofia: no seria comprensible un Aristóteles sin todo el pen-
samiento que le precede, ni tampoco la filosofía marxista de la praxis se podria entender sin
Hegel y Feuerbach, por ejemplo. No hay filosofía que surja de las nubes, fuera de la misma
historia- de la masona; en esto consiste uno de los aspectos de ese carácter histórico de toda
mosoffa.
Pero esta dependencia de toda filosona repecto a la historia del pensamiento filosófi co
no es su ficientemente radica1. La filosofía es histórica no sólo por depender de lo que los
filósofos del pasado han rcnexionado, sino sobre todo por pcnenecer a la misma historia real
de los hombres. La fi losofía, la historia de la masona no es una especie de saber absoluto
que se vaya desarrollando al margen de la historia política, económka, social y cultural de los
pueblos. Es más, la fil osofía no es algo que hayan elaborado todos los pueblos, sino
solamente algunos y s610 a panir de un momento determinado de su historia. Y cada pueblo
que ha hecho mosona la ha marcado con el sello de la época y del momento hi stórico que
estaba viviendo. Por supuesto, esto no quiere decir, como a veces pretenden los simplifica-
dores, que la filosofía sea un mero "reflejo" mecánico del momento histórico en el que surge.
Aunque las circunstancias históricas y sociales tengan una impronta enorme en la filosona.
también los intereses y la psicología personal de un filós'ofo, su discusión con otros autores.
dete rminados problemas de ciencia, elC., condicionan fu ert emente el estilo y los contenidos
mi smos de una filosofía.
La impronta de la historia humana en la filosona se hace patente si consideramos, por
ejemplo, las condiciones mismas del surgimiento histórico de la ftlosoffa. En primer lugar,
para que la filo soffa aparezca en la cultu ra de un pueblo tiene que haberse logrado un mínimo
avance en las condiciones sociales y económicas que perm ita a un grupo de hombres
privi legiados (los filósofos) dedicarse a la renexión. Es decir, la filo sofía no puede surgir
Cuando 110 hay todavía sociedades divididas en clases; sólo la div isión de clases podía ga·
rantizar en la antigüedad la posibilidad de que hubiese individuos dedicados a la teoria, es
deci r, apanados de los trabajos manuales y productivos. Una activ idad teórica como la fi-
losorra solamente puede surgir en una cicn'a distancia respecto de las actividades más in·
mediatas de los hombros que luchan por satisfacer sus necesidades básicas. La dura lucha por
la Superv ivencia no perm ite espacios para la rcfleltión leÓrica. Por eso no es de extraftar que
la filosoffa no aparezca en la hi Stori a más que cuando se desarrollan las sociedades esclavistas.
los primeros filósofos griegos penenecieron sin eltcepción a las minotias privi legiadas de
aquellicmpo, es deci r, a las clases sociales que gracias al tmbajo esclavizado de otros podían
apanarsc de las tareas manuales. Por supuesto, esto no quiere decir que todos los fil ósofos

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hayan de pertenecer a las clases altas ni que la mosona deba de estar de acuerdo con la
división de la sociedad en clases. Por el contrario, los filósofos se cuentan entre los primeros
críticos de la esclavitud y una tarea propia de la filosofía de todos los tiempos ha sido la de
luchar por la justicia y la humanización de las sociedades humanas. Pero conviene no perder
de vista que la posibilidad misma de que existan hombres dedicados a la actividad teórica
descansa sobre un hecho histórico: el de la división social del trabajo. Sin esta división de las
tareas en el interior de una sociedad no podría haber nunca un lugar para una reflexión
sistemática como la del filósofo.
No basta con la división social del trabajo para que sea posible el surgimiento his-
tórico de la filosofía. También se necesita una cierta insatisfacción con las e~plicaciones tra-
dicionales del mundo, es decir, con la teoría que en una sociedad elabora el grupo o casta
sacerdotal. Para que surja la fIlosofía es preciso que junto a los intelectuales tradicionales,
frente a las explicaciones religiosas del mundo, aparezca un nuevo tipo de intelectuales que
reclame una interpretación nueva de la realidad. Las explicaciones tradicionales del mundo que
encontramos en las primeras sociedades recurren, por lo general, a los relatos mitológicos co-
mo explicaciones del mundo y de la vida humana. El sol, la tierra, los ríos, las montañas, el
hombre, las estaciones, los cultivos, las cosechas, las relaciones de parentesco, el matrimo-
nio, etc., son entendidos mediante un mito o un conjunto de mitos. Los mitos ponen en
conexión cada una de estas realidades que se encuentra el hombre en su vida práctica con un
mundo de divinidades que son las responsables del orden que el hombre descubre y crea en el
mundo. Mediante este orden, mitológicamente creado y justificado -pensemos por ejemplo
en el Popol-Vuh-, los miembros de una determinada sociedad pueden orientarse en la vida y
pueden dar sentido a 10 que hacen. La vida entera de una sociedad puede organizarse satisfac-
toriamente recurriendo a este tipo de interpretaciones de la realidad, normalmente salvaguarda-
das por un grupo de sacerdotes o especialistas sagrados.
Puede llegar un momento en que aparezca un grupo de hombres insatisfechos con estas
explicaciones, es decir, un grupo social que reclame una interpretación distinta del mundo y
con ello también una organización distinta de la sociedad y de la vida humana. Es entonces
cuando puede surgir el pensamiento filosófico. En realidad, la filosofía tiene mucho en co-
mún, en su origen, con las ciencias. El surgimiento histórico de las ciencias puede contribuir
de un modo decisivo a la insatisfacción con las explicaciones tradicionales de la realidad. La
ciencia pone de manifiesto que muchas cosas pueden ser explicadas sin necesidad de mitos:
las interpretaciones tradicionales de la realidad comienzan a ser desmentidas. Así, por ejem-
plo, en el momento en que aparecen los primeros filósofos griegos, este pueblo contaba ya
con conocimientos matemáticos y físicos relativamente avanzados. Es más, muchos de los
primeros filósofos son también científicos. Los mitos dejan de ser interpretaciones convin-
centes del mundo y comienza a buscarse un saber puramente lógico o racional. Es lo que
suele llamarse el "paso del mito al logos." Las cosas ya no tienen su explicación en la ac-
tuación arbitraria de los dioses invisibles, sino en la organización racional de los datos
sensibles. El mundo es arrancado de las manos de los seres mitológicos y pasa a convertirse
en un orden puramente natural, que la razón humana ha de ordenar independientemente de los
dioses . De este modo, frente a las interpretaciones clásicas del mundo aparecen en la historia
las primeras teorías racionales y críticas, aparecen los primeros filósofos.

2.2. La filosofía como actividad social


Hemos visto en el apartado anterior cómo las actividades teóricas que se desarrollan en las

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primeras sociedades tienen mucho que ver con la organización de la vida humana en el in-
terior de las mismas. Un mito no es una pura especulación fantástica, sino que consiste más
bien en el establecimiento de un orden o unas pautas de organización social. Por ejemplo, un
relato mitológico de la creación de los hombres a partir del maíz tiene mucho que ver con la
organización de la actividad económica de una sociedad determinada. Un mito que nos hable
de la prohibición del incesto por los dioses sirve para organizar la vida sexual en la~ comuni-
dades humanas reales. En general, puede decirse que toda actividad teórica tiene algún tipo de
ligazón más o menos directa con las actividades reales y concretas que se desarrollan en una
sociedad. Por eso, si queremos preguntamos qué tipo de actividad teórica es la filosofía y qué
relación tiene con otras actividades humanas tenemos que comenzar por preguntamos cuáles
son las actividades fundamentales que se realizan en las sociedades humanas.
En toda sociedad humana nos encontramos, en principio, con dos tipos o modos fun-
damentales de actividad. En primer lugar, tenemos todas aquellas actividades que están orien-
tadas al dominio y a la transformación de la naturaleza. En todo grupo humano una actividad
fundamental es la que va dirigida al sometimiento de la naturaleza en orden a la sobrevivencia
y al desarrollo del ser humano. La caza, la pesca, la agricultura, etc., son formas en las cuales
el trabajo humano se organiza para someter el mundo natural a los intereses del hombre. El
trabajo es, ante todo, una forma de actividad dirigida a la transformación y a la apropiación
humana de las cosas naturales. Esta actividad laboral, por supuesto, se organiza de modos
muy distintos en cada sociedad humana y va evolucionando a lo largo de la historia.
En segundo lugar, estas actividades dirigidas al dominio_de la naturaleza son inseparables
de otro tipo de actividades: las actividades sociales. En ellas los hombres no se relacionan con
el mundo natural, sino que se relacionan entre sí. Las relaciones sexuales, familiares, las rela-
ciones de dominio, de parentesco, de sometimiento, de explotación, etc., son formas distintas
de configurarse la actividad social de los hombres. Evidentemente, el modo de organizarse es-
tas actividades varía también enormemente a lo largo de la historia humana: hay relaciones
sociales de tipo esclavista, feudal, etc. Es más, el modo de estructurarse las relaciones socia-
les no es independiente de la forma que adopten las relaciones del hombre con la naturaleza:
unas relaciones sociales esclavistas están directamente vinculadas a un modo humano de
relacionarse laboralmente con la naturaleza; igualmente, unas relaciones sociales como las
que vivimos en nuestra sociedad (relaciones de clases, sometimiento de la mujer, familia,
etc.) tienen mucho que ver con el modo como el hombre desarrolla aquí su dominio de la
naturaleza.
Sin embargo, lo que nos interesa subrayar aquí es que las actividades de tipo teórico que el
hombre realiza en cualquier sociedad humana están directamente relacionadas con estos dos
tipos fundamentales de actividad a los cuales nos hemos referido. Hay actividades teóricas que
están directamente al servicio del dominio humano sobre el mundo natural. Desde la técnica
más rudimentaria desarrollada por la civilización más antigua hasta el desarrollo contem-
poráneo de la tecnología más sofisticada nos encontramos con la necesidad de algún tipo de
teoría que indique cómo someter la naturaleza. En realidad, todas las ciencias naturales tienen
una función social muy precisa: la de servir al dominio humano sobre la naturaleza externa.
Sin las ciencias, al menos sin algún tipo de conocimiento racional sobre el mundo, no sería
posible que la especie humana llegase a liberarse de las inclemencias de la naturaleza para
dcsanollar una vida cada vez más segura y digna. Por eso, la ciencia y sus aplicaciones tec-
nol6gicas constituyen juslamCnLe esa rama del saber que sirve al primer tipo de actividades a
las que nos hemos referido.

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En segundo lugar, a las actividades que relacionan a los hombres entre sí corresponde tam-
bién un tipo distinto de teorla. En todas las sociedades humanas nos encontramos con algún
tipo de teóricos que reflexionan sobre cómo se estructuran y cómo deben de estructurarse las
relaciones sociales. Como ya dijimos, en las primeras sociedades el tipo de teorla que elabo-
ran los estamentos sacerdotales sirve para organizar de un modo determinado los vínculos
entre los hombres. También en las sociedades actuales la religión juega un importante papel
en la configuración de las sociedades, sancionando determinados comportamientos y actitudes
como positivas o negativas. Pero no sólo los religiosos, sino también otros muchos in-
telectuales y científicos estudian la convivencia social y tratan de organizarla de un modo
correcto. Todas las llamadas ciencias hwnanas, como la psicología, la sociología, la lingüís-
tica, etc., cumplen en la actualidad una función importantísima en 10 que respecta al estudio y
a la estructuración de las relaciones entre los hombres. Es decir, la actividad teórica de las
ciencias humanas y sociales está directamente vinculada a la praxis que relaciona a los hom-
bres entre sí.
Alguno podrla entonces preguntarse: "bueno, ¿y entonces a qué tipo de actividad está li-
gada la fllosona?" Parece que la filosoffa no sirve demasiado ni como estudio útil para trans-
formar la naturaleza ni como estudio de las relaciones sociales: eso ya lo hacen las ciencias
naturales y las sociales, respectivamente. Yen buena medida esto es así. Lo que sucede es que
hablando de actividades técnicas o laborales (transformadoras de la naturaleza) y de actividades
sociales no hemos agotado todos los tipos posibles de actividad humana. Hay un aspecto más
de la actividad de los hombres que no hemos considerado todavía: se trata de su aspecto eman-
cipador o liberador. En realidad, tanto las actividades laborales como las sociales tienen una
dimensión liberadora, o al menos pueden tenerla. Cuando el hombre transforma la naturaleza
10 hace persiguiendo su propia liberación: al transformar el mundo natural el hombre se
hace más duefio de su destino, dejando de estar sometido a los caprichos e inclemencias del
ambiente que lo rodea. Del mismo modo, en las actividades que relacionan a los hombres
entre sí puede haber también un aspecto liberador: los hombres buscan a lo largo de su
historia estructurar sus relaciones de un modo más justo y reconciliado. En las actividades
sociales puede haber también una búsqueda de liberación, no del yugo de la naturaleza, sino
del yugo que unos hombres se ponen a otros. Decimos "puede haber" porque, evidentemente,
no todas las actividades que relacionan a los hombres van dirigidas a esta emancipación
progresiva de las ataduras que ellos mismos se imponen. Evidentemente, quienes se be-
nefician de las relaciones de dependencia y de dominación más bien dirigen su actividad hacia
el mantenimiento de esas ataduras. Por eso, aunque no toda actividad humana va nece-
sariamente dirigida a la emancipación, sí podemos decir que la actividad humana puede tener,
además de un carácter laboral o social, un carácter liberador.
Ahora bien, esto nos lleva a hablar de un nuevo tipo de teorla. Las ciencias naturales pue-
den estar al servicio de la liberaci6n del hombre de la esclavitud de la naturaleza, pero no
siempre lo están: pueden utilizarse también para el sometimiento y la destrucci6n del hombre
(piénsese en la industria militar). Del mismo modo, las ciencias sociales no están tampoco
necesariamente al servicio de la liberaci6n del hombre. Un buen conocimiento de la sociedad
y de las relaciones humanas puede ser utilizado también para mantener situaciones de
opresi6n y de injusticia. Por eso es por lo que, junto con las ciencias positivas, tanto na-
turales como sociales, puede aparecer un nuevo tipo de saber guiado de un modo explícito por
el interés emancipador o liberador: se trata de las llamadas ciencias críticas. Es decir, son
reflexiones que, apoyadas en los datos que les proporcionan las ciencias positivas, tratan de

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poner estos datos al servicio de la liberaci6n del hombre, y no al servicio de su explotaci6n o
destrucci6n. Las ciencias críticas nacen ligadas, por lo tanto, a las actividades humanas que
buscan esa emancipaci6n. Toda actividad social, política, cultural, etc., que vaya dirigida a la
emancipaci6n del hombre necesita de su apoyo y fundamentaci6n en una ciencia crítica. La
psicología crítica, la economía crítica, la sociología crítica, etc., son justamente intentos de
poner los conocimientos científicos positivos al servicio de una praxis liberadora de los
hombres y de los pueblos.
Pues bien, justamente aquí es donde aparece la fllosoffa. La fllosoffa es una ciencia crítica
o, mejor dicho, es una reflexi6n que trata de coordinar y de fundamentar la tarea de las
ciencias críticas. De este modo, ya podemos precisar más a que tipo de actividades sociales
está ligada la actividad te6rica del fll6sofo: a todas aquellas que, en una sociedad determinada,
persiguen la liberaci6n plena del hombre, tanto del yugo de la naturaleza exterior como del
yugo que otros hombres le imponen. Desde los inicios mismos de la filosofía en Grecia nos
encontramos que todos los filósofos, de un modo u otro, han tratado de orientar su reflexión
te6rica justamente hacia esa emancipación humana. En este sentido hay que decir que la
fllosoffa es una actividad crítica.

2.3. La filosofía como actividad crítica


La vinculación de la filosofía con las tareas humanas de liberación y su carácter crítico
ha sido fuente de conflicto permanente entre los filósofos y sus respectivas sociedades.
Ninguna sociedad admite fácilmente a un hombre que, dotado de un profundo sentido crítico,
pretende reformar más o menos radicalmente la vida humana. Bástenos con pensar en S6-
crates, uno de los grandes fil6sofos griegos, condenado por las autoridades a beber la cicuta
por su falta de respeto a los dioses y a la "democracia" ateniense. Otros muchos filósofos han
pagado con la cárcel, el destierro o la marginación su crítica y su desacuerdo con las so-
ciedades en las que les ha tocado vivir. El filósofo es hombre que lleva a cabo una actividad
que, aunque aparezca con frecuencia como abstracta y desligada de los intereses inmediatos de
los hombres, suele ser bastante molesta para las autoridades políticas y culturales de una
sociedad determinada.
Una característica propia del filósofo es, en este sentido, su ruptura con la ideología do-
minante. Como ya hemos señalado anteriormente, para organizar cualquier sociedad es nece-
sario recurrir a un conjunto más o menos armónico de ideas que justifiquen y expliquen lo
que los hombres hacen y deben hacer en su vida individual y pública. Ya vimos anterior-
mente c6mo en las primeras sociedades los mitos daban sentido a la vida de la comunidad.
Pero no solamente los mitos cumplen esta función. También las ideas de origen racional o
cienl(fico pueden servir para ju lificar o legitimar las estructuras concretas de una determinada
sociedad. Una teoría obre la desigualdad de las razas humanas puede servir, por mucho que
use argumentos científicos, para legilimar el dominio de unos hombres sobre otros.
Normalmente, cualquier ideologfa es elaborada por la clase dominante y sirve para mantener
a las demás clases y grupos sociale en estado de sometimiento. Las ideologías explican por
~Ué el orden social e asf y por qué debe seguir siendo así. Las clases subalternas, de un modo
~nc~nsCiente, uclen aceptar las idcolog(a de la clase dominante y son llevadas de este modo
"a.cla el consentimienlo de la desigualdad y de la injusticia: "unos son los que deben mandar;"
. lempre ha habid.o pobres'" "no . c puede poner a un indio a repartir chilate," etc. Las
IdeOlogías, en la medida en que son acepLadas y difundidas entre el pueblo, forman el sentido
cOml~n de una dctenninada cullura: aquello que todo el mundo toma por obvio y verdadero,

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aquello que nadie pone en duda ...
La filosofía, justamente por su carácter critico, se enfrenta a este sentido común o ideo-
logía dominante. Lo que nos interesa considerar en este momento son los distintos aspectos
de este enfrentamiento; en otras palabras: en qué sentidos diversos ejerce la filosofía su ca-
rácter constitutivamente crítico
a) Radicalización. Toda filosofía, por supuesto, surge a partir del saber y de la ideologfa
dominante en un determinado momento de la historia. Ningún filósofo ha comenzado a fi-
losofar desde un mundo de ideas celestiales, sino desde la cultura imperante en la sociedad de
su tiempo. No podemos, por ejemplo, entender plenamente a Platón prescindiendo de las
creencias y de la mentalidad de la antigua Grecia, ni a Kant sin una idea de 'la religiosidad
protestante en la cual se formó. Pero aunque los filósofos se incardinen en el saber y en la
ideología de su tiempo, es característica de ellos "hacerse problema" de ese saber y de esa
ideología. La filosofía es siempre problematizadora de lo que el "sentido común" considera
como evidente. Así, por ejemplo, la sabiduría popular y la religión misma nos señalan que
matar a otro hombre es un acto reprobable. Se trata de algo obvio y evidente para casi todos
y esta indicación es suficiente para que muchas personas se abstengan de cometer asesinatos o
para que los condenen cuando se producen. Y puede ser muy verdadera y muy valiosa esta idea
del sentido común. Sin embargo, al filósofo no le basta con saber esto. Y lo que hace es
preguntarse el porqué de esta prohibición: ¿por qué es malo matar? ¿Es malo porque la reli-
gión lo prohíbe? ¿O las religiones lo prohíben porque, sencillamente, antes de que lo prohí-
ban es ya malo en sí mismo? Pero, ¿por qué es malo en sí mismo? ¿Es siempre malo malar
o depende de las circunstancias? etc. Como vemos, lo propio de la filosofía es ir más allá de
las explicaciones del sentido común: no basta con saber que algo es malo, sino que hay que
profundizar, radicalizar las explicaciones que nos da la cultura o ideología de una sociedad. La
filosofía es radicalización; es un saber radical porque pretende llegar al fundamento, a la raíz
última de las afirmaciones que nos encontramos en la sabiduría popular y en el sentido
común.
b) Desenmascaramiento. Por ello, el filósofo es, en una u otra medida, alguien que toma
distancia, que se aleja de los modos habituales de pensar para elaborar una reflexión propia,
un modo de ver las cosas distinto del que le ha proporcionado la sociedad en la cual ha nacido.
Por esto ya decían los griegos que la filosofía nace de la admiración, es decir, de la extrañeza,
del hecho de descubrir un problema en algo que los demás consideran como evidente por sí
mismo. Para un pueblo puede resultar obvio, por ejemplo, que "siempre ha habido propiedad
privada," pero el filósofo quien no toma esta afirmación y la acepla sin más, sino que trata de
decir porqué, trata de hallar un fundamento último; en este caso un fundamento de la pro-
piedad privada. Lo que sucede entonces es que, por lo general, la filosofía se encontrará con
que no es fácil hallar tal fundamento. Y lo que parecía obvio deja ya de serlo: ¿será verdad que
siempre ha habido propiedad privada? ¿No sucederá que la propiedad privada no es en realidad
más que una institución humana, que podría perfectamente desaparecer?
Esto lleva al filósofo a adoptar una actitud de duda. Las cosas no son tan evidentes como
parecen; hay que dudar, hay que poner en tela de juicio lo que todos admiten. La duda es una
actitud típicamente filosófica. Descartes, por ejemplo, comienza poniendo en duda nada más
y nada menos que la totalidad de las ideas entre las cuales se desarrolla la actividad cotidiana
de cualquier hombre, incluyendo la creencia en un mundo exterior a nuestra conciencia:
¿existen en realidad cosas exteriores o son una pura ilusión, un sueño? Evidentemente, no

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todos los filósofos han llevado la duda a tal extremo. pero sr es caracLcrlsitico de lodos ellos
la ruptura y 1" puesta "entre paróntcsis" de muchas afinnaciones que la tradición da por
ciertas. Puede ser que los hombres crean en la ciguanuba o en l as brujas; el filósofo pondrá en
tela de juicio estas creencias y sólo creerá en ellas cuando de un modo racional pueda obtener
algún motivo para aceplarlas. Mientras lanto. el filósofo se manlCndrá en la duda y a la
cspccLutiva.
Pero no es la duda la úni ca caracterfstica del pensar clÍlico; además de dudar. el filósofo es
alguien que so.~pecha . La filoso ria se caracteriza por una actitud de sospecha ante lo que dice
el sentido común o la idcologra. Y se pregunta para qué sirve esta idea, para qu~ sirve un de-
lcmlinado pensamiento o crccncia que todos consideran acertado. Además de dudar, por ejcm·
plo. de que la propiedad privada sea un rasgo eterno de la naturaleza humana, el fil ósofo se
tiene que preguntar si esta creencia no está quizás sirviendo a un determinado orden social . a
un determinado estado de cosas. La filosofía sospecha que las ideas pueden servir para ocull ar
grandes verdades o para mantener los intereses de los poderosos. Y cuando, gracias a su acti·
tud sospechosa, la filo sofía descubre al sev icio de qué están la... ideas y las creencias, el
filó sofo, se convierte en un desenmascarador de la ideología. La fil osona tiene, por tanto,
ademtis de una función radicalizadora, una función desenmascaradora de las ideas o de las
leorias aparentemente "puras," "neutrales" y "verdaderas."
Todo esto no significa que el liIósofo tenga que declarar, sin más, que todo el pensa-
miento tmdicional y que toda la sabiduria popular es fal sa o está al serv icio de imereses
ocullos. Esto sena una pedantería intolerable. El pensamiento popular puede contener ve r-
dades muy hondas sobre la vida del hombre y puede ser incluso fuente de importantes enti cas
del sistema dominante. Antes de criticar la cuhura popular es preciso conocerla y descubrir su
potencial critico. Además, el pensamiento ciemffico , racionalista y aparentemente muy
"progresista" y avanzado puede estar -y ha estado con frecuencia- al servicio de sistemas
inj ustos. Pil.':nsese cuántas veces el dominio sobre las naciones supuestamente "no civi-
lizadas" se hizo en nombre de la ciencia , de la cultura y del progreso de los países supues·
tamente "avanzados" y "civili zados." Muchos criticas superficiales suelen rechazar todo el sa·
bcr IXJpular en bloque para después caer en un dogmatismo yen una cerrazón mayor de la que
erilican. La verdadera filosofía está muy lejos de esto. El filósofo. si toma distancia respectO
al saber popular, 10 hace porque no se siente cómodo hasta que logre justificar el sentido de
las afinnaciones que ese saber hace. La filosofía consiste en una contJnua actitud de búsqueda,
algo muy distinto de todo rechazo apresurado de lo que ni siquiera se ha intentado com-
prender. El filósofo, si es radi cal y crílieo. ha de estar siempre abierto a encontrar verdades en
el lugar menos esperado y también a detectar fa lsedades e idcologizaciones en lo que todo el
mundo, incluyendo los "progresistas" de luma o cafetín, considem como obvio e indubita·
ble.
e) Voluntud emancipadora. Pero estas tareas de radicalización y de desenmascaram iento a
las que nos hen)os referido en los apartados a) y b) no son realizadas po r pura curiosidad o por
depone. El filósofo lleva a cabo esta labor por estar mov ido por algo que va más allá del
mero ¡meres cicOlffico: la filo sofía, como hemos dicho, actúa en última inStancia por inle-
~eses emancipadores o liberadores de los hombres. Es verdad que sin una gran curiosidad
~nlelectu al, sin un verdadem gusto o afición IX'r el sabe r. nunca hubi era habido filo sofía. El
tlósofo está dirigido ciertamente por un afán de verdad. por un "fmpelu divino" -como diria
Platón- por alcanzar el fondo de las cosas, su vcrdadera realidad . Pero la filosofía no se
agota Cn esto: ademtis de un conocimiento más radical y además de un desenmascaramiento de
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las ideologfas, el ftl6sofo quiere poner sus conocimientos al servicio de la l.ibcraci6n de los
hombres. Pensemos, sin ir más lejos, en Platón. Su doctrina de las ideas. fonnulada en el
libro VII de la República, es inseparable de su proyecto politico: la construcción de un E tado
perfecto según el modelo ideal que el fil6sofo puede descubrir mediante el ejercicio de la
reflexjón. Platón quiere saber cómo son las esencias de las cosas para que los hombres
puedan orgaruzar mejor su vida y su sociedad. Del mismo modo. cuando Marx reconstruye en
la ldeologla alemana las distintas fases que ha atravesado la humanidad en su historia. no lo
hace movido por un puro interés científico en conocer mejor el pasado, sino en la convicci6n
de que este conocimiento del pasado puede aportar luz sobre el futuro y sobre la actividad que
los hombres han de realizar en el presente para que ese futuro, la sociedad sip clases, sea
alcanzado. Esta voluntad emancipadora de la filosofía la convierte en una disciplina incómoda
para todos los poderes establecidos o para los "bienpensantes" de cualquier ociedad. Ya
hemos mencionado el "martirio" fIlosófico de Sócrates. pero podemos también pensar en la
perseoución experimentada por otros muchos filósofos como Antonio Gramsci. de quien el
fiscal del tribunal de la Italia fascista decfa "hay que eviLar que este cerebro funcione" para
enviarlo a la cárcel donde escribiría, antes de morir. lo mejor de su obra.
Evidentemente, puede suceder que una determinada filosofía se convielta en ocasiones en
un arma ideológica al ser.'icio de las clases poderosas. Pero esto sucede justamente cuando la
filosofía comienza a no ser ya tal. El pensamiento filo Mico puede perder su aliento de
radicalidad y de cntica para convertirse en una pura repetición mecánica de lo que otros ya han
dicho en el pasado: el "gran filósofo" es endiosado y convenido en criterio último de verdad.
Pero esto sólo puede hacerse a despecho de la intención original del pensador verdadero.
Marx, por ejemplo, decía que él no era "marxista" oponiéndose asf a toda veneración es-
coLástica de sus ideas. Y es que toda verdadera filosofía. lejos de ser una adoración repetitiva
del pasado, consiste en un intento de mdicalización y de desenmascaramiento de las ideas que
ocultan a los hombres su verdadera realidad, con el fin de hacerlos conscientes de la misma y
de poner esta verdad al servicio de su emancipación defmiLiva. De este modo. tenemos ya ante
nosotros los tres caracteres que definen la actividad filosófica en el conjunto de la actividades
teóricas de los hom bres: radicalidad cntica. sospecha desenmascaradora y voluntad práctica de
emancipación.

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