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LOS CARTUJOS

Monjes del desierto

Cartuja San José

A la Santísima Virgen María, llamada por nuestros Padres:


¡Madre Singular de los Cartujos!

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La Orden Cartujana recibió como herencia de sus Fundadores una vida separada del
mundo y unida a Dios. A toda la Iglesia importa que tenga su vitalidad, es decir, que
sus miembros deseosos de dar a Dios lo que se debe, no cesen de consagrar todas las
fuerzas en adorarlo. Mediante tal culto, puro y sin menoscabo, la Cartuja aporta al
pueblo cristiano una insigne y manifiesta ayuda, y auxilia a todos los hombres, pues
todos buscan el camino de la vida y necesitan la gracia de Dios. La contemplación y
la constante oración deben ser tenidas por funciones primordiales, realizadas en
beneficio del mundo entero.

Pablo VI
18 de abril de 1971

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1. SAN BRUNO

San Bruno nació en Colonia (Alemania), probablemente en 1027. Siendo joven aún, fue a Reims
cuya escuela catedralicia (universidad) era muy célebre entonces. Después de brillantes estudios,
fue nombrado rector de esta prestigiosa universidad. Nombrado canónigo de la catedral de Reims,
más tarde rehusó ser el obispo de esta diócesis. Fue expulsado por un obispo indigno y, cuando
éste fue condenado, volvió a Reims, pero con la idea de realizar el proyecto en el que pensaba
desde hacía algún tiempo: retirarse al desierto y vivir para Dios solo en la soledad. Con dos
compañeros, estuvo primero en un bosque cercano a la abadía de Molesmes. Pero deseando más
soledad, con otro grupo de seis compañeros fue a Grenoble en donde encontró al obispo del lugar,
el futuro san Hugo. Éste confesó a los ermitaños haber visto en sueños que siete estrellas
brillaban encima del macizo de la Chartreuse situado a 30 Km. de Grenoble. Esta señal del cielo
fue confirmada por el entusiasmo que san Bruno y sus compañeros experimentaron al considerar
la soledad de aquel lugar cuya austeridad en ningún modo los desalentó.

La construcción del pequeño eremitorio comenzó el 24 de junio de 1084, en la fiesta de san Juan
Bautista. Pero la felicidad de los monjes no duró mucho. En efecto, seis años más tarde, el Papa
Urbano II, que fue alumno de san Bruno en Reims, llamó a su antiguo maestro a Roma para
ayudarse con sus consejos. Pese al desgarrón de la separación, prevaleció la obediencia y Bruno
se puso a las órdenes del Papa. Pero no permaneció mucho tiempo en Roma ya que el antipapa
Clemente III expulsó de la ciudad santa a Urbano II. La obediencia obligó al ermitaño a seguir a
la corte pontificia en Calabria, en donde encontró refugio en las tierras que pertenecían al conde
Roger de Normandía. Bruno obtuvo el permiso del Soberano Pontífice de, aun quedándose en
Calabria, poderse retirar a un lugar relativamente solitario: el nuevo eremitorio tomó el nombre
de Santa María de la Torre. San Bruno no olvidó a sus hermanos de Chartreuse. En 1099, con
ocasión de la visita de Landuino, su sucesor al frente de la Comunidad de la Grande Chartreuse,
les escribió una preciosa carta para animarlos a perseverar en su vocación. El seis de octubre de
1101 falleció. Siguiendo la costumbre de su tiempo, un rollo fúnebre recorrió los caminos de
Europa, recogiendo los numerosos testimonios, a veces emocionantes, de personajes importantes
que habían apreciado las eminentes cualidades del maestro Bruno. Uno de los mensajes dice:
«Era de humor siempre igual. Este rasgo llamaba la atención. Su rostro siempre estaba alegre y
sus palabras eran ponderadas. A la autoridad de un padre, se juntaba la ternura de una madre. No
era en absoluto orgulloso, sino manso como un cordero».

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2. LA HERENCIA DE SAN BRUNO

A diferencia de numerosos grupos de ermitaños que pasaron de la soledad a la vida comunitaria,


admitiendo en su Regla una amplia abertura hacia la gente, la familia cartujana siempre conservó
el carácter solitario y retirado de la vida en el desierto, sólidamente establecido por su Fundador y
sus compañeros. La fidelidad de los Cartujos a esta forma de vida no radica en un sentido
pesimista respecto del mundo o en una misantropía que los haría huir de la comunidad humana,
sino en una inclinación irresistible hacia la adoración y contemplación de Dios, buscado por sí
mismo en la soledad, amado porque sólo Él es Dios, sin otra ocupación que la de vivir de su
intimidad, en la medida en que lo permite la flaqueza humana. La intimidad con Dios no se vive
fácilmente en un ambiente agitado y ruidoso. Por ello es bueno que en la Iglesia existan Órdenes
monásticas que faciliten a sus miembros espacios de silencios y de paz que favorecen el
acercamiento al misterio de Dios. Entre ellas, la Orden de los Cartujos está especialmente
dedicada a la soledad porque ve en ella la mejor manera de realizar lo que la Regla expresa con
estas palabras:

«Que nuestras observancias nos ayuden a buscar en nuestro interior al mismo Dios con mayor
fervor, a hallarlo con más prontitud y a poseerlo más perfectamente» (E.C. 1.4).

Después de nueve siglos los Cartujos siguen saboreando las palabras que san Bruno escribió a su
amigo Raúl Le Verd, desde su soledad de Calabria: «Ardiendo en amor divino, prometimos,
hicimos voto y decidimos dejar las fugaces apariencias del mundo para conquistar las realidades
definitivas» (carta a Raúl, 13).

Así pues, deseando conservar intacto el carisma del Fundador, los Cartujos no se dan a ningún
ministerio apostólico. No reciben ejercitantes, salvo en los casos de discernimiento vocacional.
No dan retiros y no celebran Misas en las parroquias vecinas para paliar la escasez de sacerdotes.
Esta exigencia de fidelidad al carisma de los orígenes forma parte de la ascética de los cartujos,
pero tiene un carácter totalmente positivo al expresar un don total a Dios que es Amor y que llena
todas las necesidades de la vida humana. Es muy importante que otras Órdenes monásticas
practiquen la hospitalidad que san Benito, el Patriarca de occidente, previó en su Regla, pero es
igualmente importante para la vida de la Iglesia que una Orden siga, como decían los antiguos, la
luz del Oriente, confiando la vida de sus miembros a la sola contemplación de Dios. El Código de
Derecho Canónico reconoce oficialmente la legitimidad de esta elección:

«Los institutos de vida exclusivamente contemplativa tienen siempre una parte relevante en el
Cuerpo Místico de Cristo, pues ofrecen a Dios un sacrificio eximio de alabanza, enriquecen al
pueblo de Dios con frutos abundantísimos de santidad, lo mueven con su ejemplo y lo acrecientan
con su oculta fecundidad apostólica. Por lo que aun cuando sea urgente la necesidad de un
apostolado de acción, los miembros de estos institutos no pueden ser llamados para que presten
colaboración en los distintos ministerios pastorales» (C.I.C. c. 674).

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3. PADRES Y HERMANOS

DEsde siempre, dentro de la misma vocación cartujana, han existido dos modos
complementarios de vivirla: la de Padres y la de Hermanos. Son dos formas diferentes, según la
llamada recibida de Dios, pero que siguen exactamente el mismo ideal: la búsqueda de Dios en la
soledad. Se complementan y se enriquecen mutuamente. Una no es más perfecta que otra y, en el
curso de la historia, las dos han producido frutos de santidad. Animadas por un diferente ritmo de
vida, ambas poseen los medios que permiten a los monjes entregarse totalmente a Dios.

Los Padres pasan más tiempo en sus eremitorios llamados «celdas». Sólo salen de ellas para los
ejercicios de la vida común: liturgia, vida fraterna. Por lo tanto, deben encontrar su equilibrio en
un gran respeto a su soledad en la celda. Oración, trabajo, almuerzo (salvo los Domingos y días
festivos), sueño: toda su vida debe pasar en el marco restringido, pero favorable, de la celda. La
Regla define claramente la vocación específica del Padre con estas palabras:

«El empeño y propósito nuestros son principalmente vacar al silencio y soledad de la celda. Ésta
es, pues, la tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo como entre
amigos» (E.C. 4.1).

El trabajo de los Padres tiene dos aspectos: el intelectual y el manual. Durante el tiempo de
formación, los novicios siguen un programa de estudios fijado previamente por el responsable de
los estudios. Una vez ordenados sacerdotes, los monjes prosiguen su «formación permanente»,
según la capacidad y las necesidades de cada uno. Para el trabajo manual, los Padres deben
encontrar una actividad que les sea apropiada, sin salir de la celda. La encuadernación, la
sastrería, la carpintería, el torno, etc. son excelentes actividades que relajan al solitario y, al
mismo tiempo, pueden prestar servicio a la comunidad. El cuidado del jardincillo puede procurar
las mismas ventajas.

Los Padres son sacerdotes o llamados a serlo. En consecuencia, quienes entran en la Cartuja sin
ser sacerdotes, deben hacer los estudios previstos para poder ser ordenados. Y lo son cuando han
alcanzado la madurez y la ciencia suficientes para poder recibir esta dignidad. El sacerdocio de
los Cartujos tiene la misma naturaleza que el vivido por los sacerdotes seculares. Es, antes que
nada, una configuración con Cristo-Sacerdote. Pero se ejerce de modo diferente. Su principal
ejercicio es la celebración de la Eucaristía en soledad. El Papa Pablo VI, en 1966, subrayó la
armonía existente entre la consagración monástica y la consagración sacerdotal. Cuando no está
designado para oficiar en comunidad, el monje sacerdote celebra la Misa en solitario en una
capilla. Esta Misa nunca es un acto de devoción privada. Hace presente al único sacrificio de la
cruz, al misterio pascual, y por tanto posee un valor universal, con provecho de toda la Iglesia y
de todo el género humano. Los Domingos y días de fiesta, y en algunas otras ocasiones, los
sacerdotes pueden concelebrar la Misa de Comunidad para subrayar la unión entre ellos y el
principio de la unidad de la Iglesia. Los sacerdotes designados por el Prior pueden confesar a
quien se lo pidan y dar alguna plática a los Hermanos, según las necesidades. También pueden
asistir espiritualmente a los Hermanos que así lo requieran.

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Los Hermanos son enteramente monjes. Ante todo, son contemplativos que vienen a buscar a
Dios en la soledad. Su vida se caracteriza por dedicar más tiempo al trabajo manual fuera de la
celda. Aseguran la vida material de la casa y, para ello, están encargados de los diversos servicios
indispensables en toda vida de comunidad: cocina, talleres, carpintería, lavandería, huerta, campo,
hospedería (la cual, ordinariamente, está reservada únicamente a los familiares de los monjes,
quienes tienen derecho a una o dos visitas al año), etc.

Gracias a los Hermanos, los Padres pueden observar las características de su vocación: la guarda
de la celda. La Regla define bellamente la vocación de los Hermanos:

«Imitando la vida escondida de Jesús de Nazaret, mientras realizan los trabajos diarios de la Casa,
alaban al Señor en sus obras, consagrando el mundo a la gloria del Creador y ordenando las
ocupaciones manuales al servicio de la vida contemplativa» (E.C. 11.3).

Cuando no trabajan en sus «Obediencias» (lugares de trabajo), van a sus celdas y se dan a la
oración, cada uno según sus aspiraciones espirituales. Gracias a los progresos de la técnica, los
Hermanos están ahora en sus Obediencias equipados con máquinas adecuadas, lo que les permite
rendir muchos servicios, estando solos. De esta forma, pueden gozar la mayor parte del tiempo de
los beneficios de una verdadera soledad, pudiendo vivir así el carisma cartujano en toda su
pureza.

La Regla precisa que, a lo largo de los siglos, se añadió a los primeros Hermanos, llamados
«Conversos», otra clase de Hermanos, llamados «Donados» que, sin hacer votos, se entregan a
Dios y a la Orden, mediante un contrato recíproco. Al vivir la vida monástica, son llamados
monjes como los Conversos (E.C. 11.1). Una reciente disposición permite a quienes no se
sentirían llamados a comprometerse definitivamente, después de su tiempo de formación, renovar
su contrato cada tres años. Las observancias de los Donados están un poco mitigadas con respecto
a las de los Conversos.

Padres y Hermanos son igualmente hijos de san Bruno y enteramente miembros de la única
familia cartujana. Se hacen servicios recíprocos según su vocación particular. Esta
complementariedad de los dos géneros de vida existe desde los orígenes, ya que san Bruno se
retiró al desierto de Chartreuse con seis compañeros de los que dos eran monjes Conversos,
llamados Andrés y Guérin. A pesar de las vicisitudes de la historia, estas dos modalidades de la
vocación cartujana siempre se han mantenido estable hasta el día de hoy. Y ella permite una
estrecha comunión en un intercambio de bienes espirituales, en el marco solitario del Monasterio
alejado de la agitación del mundo.

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4. VIDA DE ORACIÓN

LA oración es, por así decirlo, la respiración del Cartujo. Toda la vida del contemplativo está
impregnada por la oración. Ya san Pablo decía a los cristianos de su tiempo: «Orad
constantemente» (1. Tes 5,17). Esta exhortación vale aún más para los monjes que hacen
profesión de consagrar su vida entera a Dios. Pero es evidente que no se puede expresar la
oración, durante todo el día, con palabras o gestos exteriores de devoción. Ante esta realidad, san
Agustín decía que la oración ininterrumpida era posible a nivel del deseo: a lo largo del día
mantiene el deseo de Dios en el fondo de su corazón. Exteriormente, su oración se expresa de
varias maneras:

Oración solitaria y oración comunitaria. La primera comprende la oración personal y la oración


litúrgica solitaria. La segunda se vive, en la iglesia del monasterio, en el marco de la liturgia
comunitaria.

En la celda, los Padres y Hermanos consagran varias horas del día a orar a Dios, ya sea en
silencio, por la oración, la meditación, la lectura (sobre todo de la Biblia), ya sea recitando el
Oficio divino, en horas determinadas, cuando suena la campana del monasterio. Aunque
solitarios, los monjes están así unidos al orar en los mismos tiempos. Este aspecto de su vida
justifica la definición que se ha dado de la Cartuja:

«Una comunión de solitarios para Dios».

En la iglesia, se juntan tres veces al día: en la Misa de la mañana, en el Oficio de Vísperas por la
tarde y para el Oficio de Maitines y Laudes en la noche.

Gracias a la guarda de la celda, los Padres viven continuamente en un ambiente de silencio que
favorece el recogimiento, sean cuales fueren sus actividades. En el corazón de su trabajo, los
Hermanos pueden unirse a Dios de una manera muy sencilla y recogida, y la Regla los anima a
elevar brevemente el corazón a Dios, interrumpiendo sus trabajos -por ejemplo con jaculatorias-
pudiendo de este modo mantenerse constantemente en presencia del Señor.

La Cartuja no es una escuela de espiritualidad. El marco de la vida cartujana es rígido, pero en el


interior de ese marco, el monje puede desarrollar su oración de manera totalmente libre. Cada
cartujo expresa su relación con Dios de manera totalmente personal. De todas maneras, es
necesario que todos sigan la enseñanza del Evangelio que dice:

«Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).

Así pues, el seguimiento de Cristo forma parte esencial de la oración de todos los monjes. Cristo,
cuya vida fue una oración continua, conoció también la penitencia y la pobreza. En consecuencia,
los Cartujos siguen a Cristo por medio de la ascesis espiritual y corporal. La primera radica sobre
todo en las pruebas de la vida espiritual, la renuncia a la propia voluntad, la austeridad de la
soledad, la lejanía de los seres queridos. La segunda se basa principalmente en el ayuno y en una
razonable reducción del sueño. Éste está dividido en dos partes por el hecho de que el Oficio de
Maitines tiene lugar en plena noche. Pero no es necesario gozar de una salud excepcional para

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llevar fácilmente esta ascesis, y la mayoría de los monjes se acostumbra sin dificultad a los
ayunos previstos por la Regla y a la interrupción del sueño.

El ayuno consiste en esto: desde la Santa Cruz (14 de septiembre) hasta Pascua, los Padres tienen
sólo una comida tomada al mediodía. Por la tarde se contentan con pan y una bebida fría o
caliente. Los Hermanos Conversos sólo siguen esta observancia del ayuno monástico en Adviento
y en Cuaresma. Una vez por semana, generalmente el viernes, los Padres y los Hermanos
Conversos están invitados a hacer la «abstinencia», que consiste en contentarse con pan y agua al
mediodía y a la tarde.

La penitencia de los Cartujos no es excesiva. De ningún modo la penitencia es el fin de la vida


contemplativa. Es un medio para seguir a Cristo, despojándose del egoísmo, siempre pronto a
manifestarse. Sabiamente, la Regla prevé excepciones en el caso en que el monje no pueda seguir
estas prácticas penitenciales. Se le pide que hable con su Superior para mitigar, llegado el caso, el
rigor de la observancia. Porque todo debe hacerse bajo el sello de la obediencia, en virtud del
voto emitido en el momento de la Profesión.

5. LA LITURGIA
DEsde los orígenes, la Liturgia ha ocupado un puesto importante en la vida de los Cartujos.
Guigo, el quinto Prior de la Cartuja, autor de las «Costumbres», primer esbozo de los Estatutos de
la Orden, definió la Liturgia como la parte más digna de las observancias monásticas. Por ella, los
solitarios se constituyen en «Iglesia cartujana» para cantar juntos al Señor el canto de alabanza,
guardando al mismo tiempo «la fuerza de la institución eremítica» (E.C. 21.2). En efecto, la
Liturgia de los Cartujos tiene una marca de sencillez y sobriedad en armonía con su vida
contemplativa y solitaria.

La Liturgia cartujana pertenece al rito romano, pero tiene particularidades que están aprobadas
por la Santa Sede. Da buen espacio al latín, sobre todo cuando se trata de piezas cantadas. Sólo se
permite el canto gregoriano. Para las lecturas, el uso de las lenguas vernáculas ha sido adaptado
en todas partes, bien que para los Salmos, que constituyen una parte importante de la oración
comunitaria, cada Comunidad tiene libertad para emplear el latín o la lengua del país. En San José
los salmos son cantados en castellano.

La Misa sigue el rito del Papa Pablo VI, con algunas particularidades que son el reflejo de
tradiciones muy antiguas. Las partes cantadas lo son en gregoriano. La Plegaria eucarística es
leída en voz baja por el celebrante, lo que permite a la Comunidad participar en la acción
eucarística con gran silencio y recogimiento.

El Domingo, los días de grandes solemnidades y en algunas ocasiones de la vida comunitaria, la


Misa es concelebrada. Esta forma de celebración no es obligatoria: los sacerdotes de la
Comunidad quedan en libertad para preferir la celebración solitaria. Cuando la Misa es
concelebrada, se canta toda la Plegaria Eucarística.

En la semana, por la mañana, la Comunidad se reúne para la Misa «conventual». Ésta es


celebrada por el sacerdote de semana. Los otros sacerdotes celebran su Misa en solitario, en
pequeñas capillas, a la hora que prefieran.

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Las Vísperas son cantadas por la tarde. A mitad de la noche tenemos el Oficio de Maitines y
Laudes que dura unas dos horas en la semana y unas tres horas los Domingos y días de fiesta.

La Liturgia cartujana forma un importante conjunto de oraciones vocales ricas en textos bíblicos
y patrísticos. Aunque ha experimentado reformas en el curso de los siglos, ha conservado desde
los orígenes un carácter de austeridad y simplicidad que predispone a la contemplación. En
efecto, el Cartujo que ora en comunidad debe unificar su vida de oración para expresar, mediante
la voz, lo que vive en el silencio de la soledad y manifestar corporalmente un poco de la
abundancia de la que vive su corazón.

6. LA JORNADA DEL CARTUJO

NO existe un horario fijo para todas las Cartujas. Cada una adapta su horario según las
costumbres de la Casa. Pero las diferencias son poco importantes. En San José, el horario
adoptado es el siguiente:

23.45 hs. -Levantarse. Maitines de Beata (es decir, de la Santísima Virgen).


00.15 hs.-Maitines en la iglesia, seguidos de Laudes.
02.30-03.00 hs. -Vuelta a la celda. Laudes de Beata. Acostarse.
06.30 hs.-Levantarse. Prima de Beata y del día (es decir, Oficio Canónico). Oración.
07.30 hs. -Ángelus.
08.00 hs. -Misa Conventual.
09.00 hs. -Vuelta a la celda. Tercia de Beata y del día. Hasta el mediodía, los Padres realizan las
diferentes actividades de la celda: meditación, estudio, trabajo manual. Los Hermanos van a sus
trabajos en las Obediencias.
12.00 hs. -Ángelus. Sexta de Beata y del día en la celda. Almuerzo. Tiempo libre.
14.00 hs. -Nona de Beata y del día en la celda. Actividades diversas. Los Hermanos van al
trabajo.
16.45 hs. -Vísperas de Beata.
17.00 hs. -Vísperas del día en la iglesia.
17.30 hs. -Vuelta a la celda. Tiempo para lectura espiritual, oración, etc. Cena o colación.
19.00 hs. -Ángelus. Completas del día y de Beata. Acostarse hacia las 20.00 hs.

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7. LA FORMACIÓN

EL monje no puede comprometerse en el servicio del Señor sin un largo tiempo de formación
que le permita asimilar progresivamente el espíritu de la vocación cartujana expuesto en la Regla,
y encarnado en el día a día en el marco de la soledad y de la vida fraterna. El candidato que llega
es confiado por el P. Prior al Maestro de Novicios cuya función es guiar al joven monje,
ayudándolo a desarrollar su vocación.

El candidato ha debido hacer previamente un retiro de, al menos, 15 días. Después de un tiempo
de reflexión con su familia, puede comenzar el Postulantado. Durante este tiempo de probación,
participa en los ejercicios de la Comunidad con ropa de seglar cubierto con una capa negra. Si
esta prueba es positiva, el Postulante pide entrar en el Noviciado. La Comunidad vota sobre su
admisión, después de haber escuchado la opinión del Maestro de Novicios. Si el voto es positivo,
se procede a la ceremonia de la toma de hábito. El Novicio lleva el hábito blanco de los Cartujos,
recubierto con una capa negra durante las ceremonias comunitarias. El Noviciado dura dos años.
Si persevera, el Novicio pide hacer su Profesión temporal. Si la Comunidad lo aprueba, el
Novicio se consagra a Dios por los votos monásticos, comprometiéndose por tres años y
permaneciendo en el Noviciado bajo la autoridad del Maestro de Novicios. Al cabo de estos años,
renueva su Profesión por otros dos. Entonces deja el Noviciado y pasa a vivir con los Padres bajo
la autoridad del P. Prior. Así pues, al cabo de siete años el joven monje se presenta ante la
Comunidad para comprometerse definitivamente por medio de la Profesión Solemne. Si es
aceptado ya no tendrá que recorrer más etapas hasta su muerte, pidiendo a Dios la gracia de la
perseverancia.

Para ingresar al Noviciado se requiere haber cumplido los 20 años, y para los que tienen más de
45 años es necesario un permiso especial del P. General de la Orden. En efecto, la experiencia
muestra que las personas de edad avanzada se adaptan más difícilmente a nuestro estilo de vida.
El permiso del P. General es igualmente necesario para candidatos que son Profesos de otro
Instituto.

8. LA VIDA FRATERNA

EL Cartujo no es un puro ermitaño (anacoreta). Vive en el desierto con hermanos que comparten
con él su búsqueda de Dios y con quienes se encuentra varias veces al día, así como en algunas
ocasiones de la vida comunitaria. San Bruno ha sabido evitar los peligros inherentes a la vida
solitaria, incorporando a la soledad elementos de vida comunitaria: de esta manera ha dado a la
vida cartujana un equilibrio que ha tenido un papel importante en la conservación de la Orden
durante nueve siglos. En esto consiste la originalidad de la Orden cartujana: la riqueza
proveniente de la oración solitaria y personal se comparte entre hermanos, gracias a los
intercambios previstos por la Regla en el marco de la vida comunitaria.

El encuentro más importante se sitúa, evidentemente, en el plano litúrgico: el hecho de celebrar


juntos la Eucaristía todas las mañanas, de orar largo tiempo juntos en el corazón de la noche, de
volverse a encontrar de nuevo por la tarde para cantar juntos las Vísperas del Señor, une a los

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Hermanos a un nivel profundo en donde se percibe el misterio de la Iglesia. En estos momentos
de Comunión, la pequeña Comunidad se hace verdaderamente una porción de la Iglesia universal
que alaba y adora al Señor uniéndose a la oración de Cristo-Sacerdote, en la fuerza del Espíritu
Santo. Entonces de verdad puede ser llamada «iglesia cartujana», según la expresión de Guigo
(E.C. 3.6).

El Capítulo es una pieza contigua a la iglesia en la que los monjes se reúnen el Domingo para
escuchar una lectura del Evangelio o de la Regla. Aproximadamente una vez por mes, el Prior da
un sermón a la Comunidad y, en algunas ocasiones, se delibera sobre asuntos que conciernen al
bien de la Comunidad.

El almuerzo se toma en el Refectorio a mediodía los Domingos y días de fiesta. Se guarda


silencio, mientras un monje, encargado en esa semana, hace una lectura.

Todos los Domingos para los Padres y una vez al mes para los Hermanos, tiene lugar la
«recreación» que consiste en una reunión fraterna en donde se puede charlar alegremente y, así,
distenderse. Dura alrededor de hora y media. El Prior puede aprovechar la recreación para
comunicar a la Comunidad noticias importantes referentes a la vida de la Iglesia o del mundo. En
la celda, los monjes no tienen ni periódicos, ni radio, ni televisión ni internet. Algunas revistas de
tipo espiritual o eclesial circulan entre los miembros de la Comunidad.

Todas las semanas para los Padres y, una vez al mes para los Hermanos, tiene lugar el
«espaciamiento» (del latín spatiamentum = paseo). Su duración es de unas cuatro horas. Su fin es
procurar una cierta distensión física y psíquica que permite al alma elevarse ante las bellezas de la
naturaleza, al mismo tiempo que se conversa con los Hermanos. Por eso, el espaciamiento
proporciona a los monjes una preciosa ayuda para un mayor conocimiento mutuo y un
crecimiento en la práctica del amor fraterno. Es una excelente escuela para el aprendizaje de la
escucha de los otros, la aceptación de puntos de vista diferentes, la unión de espíritus.

El ambiente general de una Comunidad será dado principalmente por la calidad de los encuentros
fraternos, como nos dice el Señor:

«La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros»
(Jn 13,35).

9. MISIÓN ECLESIAL DEL CARTUJO

AL abrazar la vida escondida, el Cartujo no abandona por ello la familia humana. Al


consagrarse únicamente a Dios, cumple una misión esencial en la Iglesia en la que:

«Lo humano está ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la


contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos» (SC 2).

Retirarse al desierto no es una huida del mundo o una forma de replegarse sobre sí mismo. Al
contrario, este retiro abre el espíritu y dilata el corazón, abarcando al universo entero porque
permite al monje unirse al misterio de Cristo redentor venido para salvar al mundo. Un autor
antiguo decía:

«Separados de todos, estamos unidos a todos».

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La vida en el desierto constituye un testimonio, humilde sí, pero verdadero, que expresa algo del
misterio de lo Absoluto de Dios, al decir al mundo demasiado implicado en múltiples asuntos
que, fuera del verdadero Dios, no hay cosa alguna que pueda dar un sentido a la existencia
humana.

La fecundidad de la vida escondida no se mide cuantitativamente. El Cartujo no ve el resultado de


su oración, el bien que ésta procura a la Iglesia y al mundo. Esta ausencia de comprobación forma
parte de la austeridad de su vida. Todo es una cuestión de fe, es decir, de un acto de confianza en
Dios a quien debemos adorar y alabar, y en la Iglesia que recuerda, a menudo, por la voz de los
soberanos Pontífices, la necesidad de la oración. El Papa Pablo VI escribía a los Cartujos:

«La contemplación y la oración continuas deben ser consideradas como funciones primordiales,
realizadas en beneficio del mundo entero» (carta del 18 de abril de 1971).

Por su parte, el Papa Juan Pablo II escribía con ocasión del IX Centenario de la muerte de San
Bruno:

«El desprendimiento del mundo implica una ruptura radical, que no es desprecio del mundo, sino
una orientación asumida para toda la existencia en una búsqueda asidua del único Bien: “Me
has seducido, Señor, y me dejé seducir” (Jr 20, 7). ¡Feliz la Iglesia, que puede contar con el
testimonio cartujano de disponibilidad total al Espíritu y de una vida entregada totalmente a
Cristo!»

La oración es esencial en la vida del Cuerpo Místico de Cristo. Sin ella, todo el cuerpo se
atrofiaría, sería separado de su Cabeza, que es Cristo. El solitario, que ora en su celda o en su
lugar de trabajo, se une a Jesús que vivió escondido en Nazaret o retirándose al desierto para orar
a su Padre en lo secreto. Gracias al misterio de la Comunión de los Santos, la fe cristiana asegura
que, por su unión a Cristo y a todos los bienaventurados del cielo, el hombre de oración llega a la
humanidad entera, desacreditando a quienes pretenden que su vida es inútil. Al contrario, esta
vida contemplativa es tan útil que la Iglesia nunca podrá prescindir de los contemplativos en sus
variadas formas de vida.

El modelo insuperable para los hombres de oración es la Virgen María. Es el modelo de todos los
cristianos, pero especialmente de los Cartujos porque pasó su vida en el silencio y en el secreto.
Los Evangelios hablan de ella, pero poco, de un modo muy sobrio. Nunca hizo nada llamativo,
pero todo lo que sabemos de ella nos la muestra como una Mujer de una insondable profundidad
de alma, porque estaba totalmente orientada hacia Dios que es espíritu. Ha engendrado al Verbo
de Dios según la carne, ha acompañado a su Hijo hasta su muerte de cruz, ha estado en medio de
los Apóstoles después de la Resurrección para orar con ellos y proporcionar a la Iglesia naciente
un modelo de vida cristiana, bajo la acción del Espíritu Santo. Los Cartujos no pueden hacer otra
cosa que expresarle su devoción y su gratitud. Lo hacen recitando a diario su Oficio: cada Hora
del Oficio del día está precedida por la correspondiente del Oficio de la Virgen María, como
homenaje a quien la Regla llama: «Madre singular de los Cartujos». Su presencia viva y actual en
nuestros corazones es una ayuda inestimable para nuestra perseverancia en el desierto.

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“Los hombres,
Desean alcanzar lo absoluto, palparlo y verlo,
Comprobado por un testimonio viviente.
Y es obra vuestra mostrárselo.

La Iglesia está con vosotros,


Queridos hijos e hijas de San Bruno,
Y espera gran provecho espiritual de vuestras oraciones
Y de las asperezas que soportáis para gloria de Dios.

Los hombres os ofrecen la inquietud de la humanidad.


Vosotros les hacéis descubrir, que Dios,
Es la fuente de la Verdadera Paz”.

Juan Pablo II
En el IX centenario de la Orden Cartujana, 1984.

CARTUJA SAN JOSÉ

EL Capítulo General de la Orden Cartujana, celebrado en 1995, recibe y acepta un pedido de la


Conferencia Episcopal Argentina para fundar un Monasterio en el país, que sería el tercero de
América (hay uno en USA y otro en Brasil) y el primero en Hispanoamérica.

En 1997 llegan a nuestro país cuatro monjes fundadores: dos Padres y dos Hermanos. Son
recibidos por la Conferencia Episcopal, presidida por Mons. Estanislao Esteban Karlic.

Puestos a recorrer el país para encontrar un sitio donde instaurar nuestro género de vida eremítica,
por diversas razones -no exentas de una disposición entrañable de la divina Providencia- deciden
instalarse en la falda de la sierra de Sauce Punco, a unos 7 Km de la ciudad de Deán Funes, en el
norte cordobés, en un terreno donado por Mons. Lucas Donnelly, que nosotros consideramos
como co-fundador de la Cartuja San José.

El lugar es ideal para la vida monástica contemplativa: soledad, tierra semiárida, entorno humano
y eclesial muy amigable. El entorno natural es de una austera belleza, con un clima benigno y
sano. Se optó por construir un eremitorio amplio, seguro, sólido, antisísmico.

El día 15 de octubre de 1998, el Card. Raúl Francisco Primatesta bendijo las primeras
instalaciones en el campo y el comienzo formal de nuestro singular género de vida. La presencia
de la Virgen peregrina de Fátima junto al altar impregnó toda la ceremonia de ese clima mariano
que acompañó a nuestros primeros Padres desde la Fundación de la Orden, el 24 de junio de
1084.

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Siendo Obispo de la Prelatura Mons. Aurelio J. Kühn, el 15 de marzo de 2004 el Sr. Nuncio
Apostólico, Mons. Adriano Bernardini, dedicó el altar y consagró la Iglesia definitiva del
Monasterio. Desde entonces nuestra peregrinación por tierra americana se inserta de lleno en la
Nueva Evangelización que el Siervo de Dios Juan Pablo II inaugurara en Santo Domingo, en la
perspectiva del Tercer Milenio cristiano y del segundo milenio de nuestra Orden que comenzamos
a recorrer el 24 de junio de 1984, año de fundación de la Cartuja Maria Medianeira, en Santa
María, (RS) Brasil.

Monjas Cartujas.
En el siglo XII, una Comunidad de monjas que residía en Prébayon (Francia), vivía bajo la regla
de San Cesáreo de Arlés. Pidieron unirse a la Orden cartujana y San Antelmo, Prior de la Gran
Cartuja, les dio las Costumbres de Guigo. La unión se produjo en 1145. Hoy día existen seis
cartujas femeninas. Dos en Francia, dos en Italia, una en España y una en Corea del Sur (en
Fundación). La vida es similar a la de los monjes y su formación también. En cada Casa de
monjas, un Padre cartujo (Vicario) preside los actos litúrgicos y les proporciona su ayuda en la
dirección espiritual, conforme a la especial vocación de la Orden.

CARTUJAS DE MONJES
• LA GRANDE CHARTREUSE
F-38380 -Saint Pierre de Chartreuse. FRANCIA
• Cartuja SAN JOSÉ
X 5200 Deán Funes (Cba) ARGENTINA
• Cartuxa Nossa Senhora MEDIANEIRA
Boca da Picada, s/n - 98 160-000 - Ivorá - RS - BRASIL
• Cartuja de Santa María de MIRAFLORES
Apartado 43
E-09080 Burgos - ESPAÑA
• Cartuja Santa María PORTA CŒLI
E-46117 Porta Cœli (Valencia) - ESPAÑA
• Cartoixa de Santa Mª de MONTALEGRE
Apartado 5
E-08391 Tiana (Barcelona) - ESPAÑA
• Charterhouse of the TRANSFIGURATION
1800 Beartown Road
Arlington, Vermont 05 250 USA
• Chartreuse de PORTES
F-01470 Bénonces - FRANCIA
• LA CERTOSA
I-89822 Serra San Bruno VV - ITALIA
• Certosa di FARNETA
I-55050 Maggiano LU - ITALIA
• St. HUGH’S Charterhouse
Partridge Green
Horsham, West Sussex RH13 8EB
INGLATERRA

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• Kartause MARIENAU
D-88410 -Bad Wurzach - ALEMANIA
• Chartreuse de MONTRIEUX
F-83136 Méounes lès Montrieux – FRANCIA

• Nuestra Señora de COREA


742-912 KyeongBuk Sangjushi
Modongmyeon Bankyaeri 641
Corea del Sur
• Cartuxa Santa María SCALA CŒLI
P-7000-744 Évora - PORTUGAL
• Chartreuse de LA VALSAINTE
CH-1654 Cerniat - SUIZA
• Kartuzija PLETERJE
SLO-8310 Suentjernej ESLOVENIA

CARTUJAS DE MONJAS
• Cartuja Santa María de BENIFAÇÀ
E-12599 -Puebla de Benifasar por Vinaroz
(Castellón de la Plana) - ESPAÑA
• Chartreuse de NONENQUE (Monjas)
F-12540 Marnhagues et Latour - FRANCIA
• Chartreuse NOTRE-DAME (Monjas)
F-04110 Reillanne - FRANCIA
• Certosa della TRINITÀ
I-17058 Dego (SV) - ITALIA
• Monjas en Corea
742-912 KyeongBuk Sangjushi
Modongmyeon Bankyaeri 641-5
COREA DEL SUR

Laus Deo Virginique Matri

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