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Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina
Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina
Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina
Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que
reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no
logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Se trata, sin duda, de una más de las paradojas que reflejan nuestra realidad. En efecto, todavía no logramos vencer la desnutrición y sus consecuencias que causan más de 8 000 defunciones al año, y sin embargo ya nos asfixian el sobrepeso y la obesidad que causan la muerte de decenas de miles de individuos cada año. En el mismo sentido habría que decir que conocemos mucho sobre la enfermedad y no obstante su frecuencia aumenta cada año, además de que muchas de las muertes que origina se podrían evitar o al menos retardar. Todavía más, se tiene conciencia de la gravedad que conlleva, pero es poco lo que se hace en la práctica para combatirla. El problema que nos ocupa es muy grave desde cualquier punto de vista. Según sostienen los expertos, por ejemplo, el impacto económico se estimó en 2008 en más de 40 000 millones de pesos y se calcula que dentro de cinco años esta cifra prácticamente se habrá duplicado. Esto es delicado. Sin embargo, todavía es más delicado reconocer que una de cada cuatro defunciones que se registran en el país tiene relación con el peso excesivo y que casi tres cuartas partes de las defunciones totales, que se acercan a 600 000 este año, entran en la clasificación de aquellas debidas a las enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas con la nutrición. Adicionalmente, se puede afirmar que se trata de un problema creciente que tiene en la diabetes, en las enfermedades cardiovasculares y en las cerebrovasculares, una de sus más fatídicas consecuencias. Sólo para enfatizar el caso de la diabetes, habría que recordar que esta patología es responsable de más de 80 000 defunciones anuales en el país, además de que representa la causa de uno de cada siete fallecimientos o 14% del total, y de que no existe otra enfermedad que haya aumentado tanto su impacto en la estructura de la mortalidad durante las últimas tres décadas. Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003). Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003).Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003).Las universidades del país y del extranjero comparten la preocupación de diseñar programas profesionales de estudio que permitan la producción continua de nuevos conocimientos, que faciliten la incorporación de sus egresados en el mercado laboral nacional e internacional, que preparen a sus egresados para ser competitivos ante los cambios futuros del mercado laboral y que logren que estos ofrezcan respuestas laborales a los nuevos problemas sociales. De esta manera, hay un creciente interés en diseñar e implementar programas de formación profesional cuyo perfil sea competitivo y cubra con los estándares de calidad internacional. Lo anterior ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de investigaciones relacionadas con la tecnología educativa, la evaluación curricular, los modelos educativos y demás, así como con el análisis, estructuración, diseño y pertinencia del perfil profesional de diversas licenciaturas (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004; Peiró, 2003; Valle, 2003). Aun cuando las instituciones de educación superior –sobre todo las universidades– se han considerado con la misión primordial de producir y transmitir conocimientos, también han tenido a su cargo la función de formar recursos humanos con las habilidades y conocimientos que requiere la actividad económica, de tal manera que deben mantenerse a la vanguardia en la calidad de los servicios que prestan (Grediaga y cols., 2004; Valle, 2003). Por lo tanto, la formación universitaria no puede limitarse a la transmisión y adquisición del conocimiento, sino que debe considerar la adquisición y desarrollo de competencias científicas y profesionales; esto es, debe ser un instrumento fundamental para la más alta calificación de los profesionales que forma, la cual debe estar acorde al desarrollo y el progreso económico y social (Peiró, 2003). En este contexto, ha recibido especial atención la relación existente entre la actividad económica y las habilidades y conocimientos que los profesionistas deben poseer, dado que la formación de recursos humanos cualificados constituye uno de los retos más importantes ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 15, NUM. 2: 257-271 JULIO-DICIEMBRE, 2010 259 de las instituciones de educación superior (Barrón e Ysunza, 2003; Muñoz- Izquierdo, 1997; Reynaga y Ruiz, 2003). Dado lo anterior, el trabajo de las universidades públicas es en extremo complicado ya que deben proveer un capital intelectual que, por un lado, esté más allá de las demandas inmediatas del mercado y que, por otro lado, se encuentre articulado con las necesidades sociales de largo plazo (Reynaga y Ruiz, 2003). Así, la formación de recursos humanos cualificados es uno de los grandes retos que enfrentan las universidades públicas de México, pues de ello depende su ingreso y pertenencia a las sociedades del conocimiento y su mayor competitividad en un mercado de trabajo globalizado, con las implicaciones que conlleva. Por ello, las instituciones públicas mexicanas han sido estudiadas con mayor profundidad que en otros momentos, particularmente en la última década del siglo pasado; este interés por analizar de manera cuidadosa diversos aspectos del quehacer cotidiano de estas instituciones ha obedecido, entre otras cosas, a una exigencia social, política y económica de reformular las directrices generales de las carreras profesionales que imparten, de los posgrados que ofrecen, de la investigación que financian y de la relación docencia-investigación. Al respecto, Muñoz Izquierdo (1997) señala que debe haber una vinculación de la educación superior con el aparato productivo. Otros autores proponen asimismo que la educación superior tiene que asumir una posición participativa y responsable como coordinadora de las necesidades de los distintos mercados profesionales (Marzo, Pedraga y Rivera, 2006; Mungaray, Ocegueda y Moctezuma, 2006). Los cambios socioeconómicos, demográficos y culturales inciden en el cambio de las ocupaciones (Mungaray y cols., 2006; Peiró, 2003). Por ejemplo, los proyectos de expansión económica y comercial de las corporaciones globales requieren desempeños profesionales más calificados (Villamil, 2005). Tal proceso de cambios socioeconómicos tiene que verse reflejado en los planes de estudio profesionales, e incluso en los de posgrado y en los programas de investigación financiados. Por lo tanto, la formación universitaria debe dar respuesta a las demandas globales, nacionales y locales (Díaz-Barriga, Hernández, Rigo, Saad y Delgado, 2006; Roe, 2003).Este estudio identificó diferentes características del perfil profesional que solicitan los empleadores de psicólogos en entidades federativas con diferentes niveles de bienestar socioeconómico. Los datos se obtuvieron consultando periódicamente bolsas de trabajo publicadas en la red y analizando sus características de acuerdo a los siguientes indicadores: profesiones requeridas por los empleadores, áreas de inserción profesional y actividades a realizar. Una gran proporción de los empleos solicitaron psicólogos y otros profesionistas de manera simultánea; el área de inserción profesional predominante fueron diversas organizaciones, y las actividades a desempeñar con mayor frecuencia, las relacionadas a reclutamiento y selección de personal. Los datos se discuten en términos del nivel de similitud o diferencia entre las diversas profesiones consideradas por los empleadores como afines, así como del entrenamiento profesional que deben recibir los estudiantes para desempeñar las actividades por las cuales serán contratados. Este estudio identificó diferentes características del perfil profesional que solicitan los empleadores de psicólogos en entidades federativas con diferentes niveles de bienestar socioeconómico. Los datos se obtuvieron consultando periódicamente bolsas de trabajo publicadas en la red y analizando sus características de acuerdo a los siguientes indicadores: profesiones requeridas por los empleadores, áreas de inserción profesional y actividades a realizar. Una gran proporción de los empleos solicitaron psicólogos y otros profesionistas de manera simultánea; el área de inserción profesional predominante fueron diversas organizaciones, y las actividades a desempeñar con mayor frecuencia, las relacionadas a reclutamiento y selección de personal. Los datos se discuten en términos del nivel de similitud o diferencia entre las diversas profesiones consideradas por los empleadores como afines, así como del entrenamiento profesional que deben recibir los estudiantes para desempeñar las actividades por las cuales serán contratados. Este estudio identificó diferentes características del perfil profesional que solicitan los empleadores de psicólogos en entidades federativas con diferentes niveles de bienestar socioeconómico. Los datos se obtuvieron consultando periódicamente bolsas de trabajo publicadas en la red y analizando sus características de acuerdo a los siguientes indicadores: profesiones requeridas por los empleadores, áreas de inserción profesional y actividades a realizar. Una gran proporción de los empleos solicitaron psicólogos y otros profesionistas de manera simultánea; el área de inserción profesional predominante fueron diversas organizaciones, y las actividades a desempeñar con mayor frecuencia, las relacionadas a reclutamiento y selección de personal. Los datos se discuten en términos del nivel de similitud o diferencia entre las diversas profesiones consideradas por los empleadores como afines, así como del entrenamiento profesional que deben recibir los estudiantes para desempeñar las actividades por las cuales serán contratados. Este estudio identificó diferentes características del perfil profesional que solicitan los empleadores de psicólogos en entidades federativas con diferentes niveles de bienestar socioeconómico. Los datos se obtuvieron consultando periódicamente bolsas de trabajo publicadas en la red y analizando sus características de acuerdo a los siguientes indicadores: profesiones requeridas por los empleadores, áreas de inserción profesional y actividades a realizar. Una gran proporción de los empleos solicitaron psicólogos y otros profesionistas de manera simultánea; el área de inserción profesional predominante fueron diversas organizaciones, y las actividades a desempeñar con mayor frecuencia, las relacionadas a reclutamiento y selección de personal. Los datos se discuten en términos del nivel de similitud o diferencia entre las diversas profesiones consideradas por los empleadores como afines, así como del entrenamiento profesional que deben recibir los estudiantes para desempeñar las actividades por las cuales serán contratados.El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de ánimo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer.
El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es
seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. 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Es importante destacar que desde el enfoque profesional, el psicologo realiza una cantidad importante de intervenciones que demandan el dominio de competencias en el campo de las metodologias de investigación y, de manera particular, en la descripción, análisis e interpretación de datos lo cual le permite contribuir a mejorar el conocimiento existente y, en consecuencia, ampliar y hacer mas eficaces los procesos de intervención y ayuda. El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. Las contribuciones que con esto se han realizado a la ciencia psicológica son innumerables y han fortalecido diversos procesos, métodos, técnicas y procedimientos en todas las areas del campo profesional y disciplinar de la Psicología. Es importante destacar que desde el enfoque profesional, el psicologo realiza una cantidad importante de intervenciones que demandan el dominio de competencias en el campo de las metodologias de investigación y, de manera particular, en la descripción, análisis e interpretación de datos lo cual le permite contribuir a mejorar el conocimiento existente y, en consecuencia, ampliar y hacer mas eficaces los procesos de intervención y ayuda. El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. Las contribuciones que con esto se han realizado a la ciencia psicológica son innumerables y han fortalecido diversos procesos, métodos, técnicas y procedimientos en todas las areas del campo profesional y disciplinar de la Psicología. Es importante destacar que desde el enfoque profesional, el psicologo realiza una cantidad importante de intervenciones que demandan el dominio de competencias en el campo de las metodologias de investigación y, de manera particular, en la descripción, análisis e interpretación de datos lo cual le permite contribuir a mejorar el conocimiento existente y, en consecuencia, ampliar y hacer mas eficaces los procesos de intervención y ayuda. El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. Las contribuciones que con esto se han realizado a la ciencia psicológica son innumerables y han fortalecido diversos procesos, métodos, técnicas y procedimientos en todas las areas del campo profesional y disciplinar de la Psicología. 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El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. Las contribuciones que con esto se han realizado a la ciencia psicológica son innumerables y han fortalecido diversos procesos, métodos, técnicas y procedimientos en todas las areas del campo profesional y disciplinar de la Psicología. Es importante destacar que desde el enfoque profesional, el psicologo realiza una cantidad importante de intervenciones que demandan el dominio de competencias en el campo de las metodologias de investigación y, de manera particular, en la descripción, análisis e interpretación de datos lo cual le permite contribuir a mejorar el conocimiento existente y, en consecuencia, ampliar y hacer mas eficaces los procesos de intervención y ayuda. El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. 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Es importante destacar que desde el enfoque profesional, el psicologo realiza una cantidad importante de intervenciones que demandan el dominio de competencias en el campo de las metodologias de investigación y, de manera particular, en la descripción, análisis e interpretación de datos lo cual le permite contribuir a mejorar el conocimiento existente y, en consecuencia, ampliar y hacer mas eficaces los procesos de intervención y ayuda. El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo En el presente existe un número importante de grupos de investigacion dedicados a la generación y aplicación del conocimiento psicológico en el mundo y en México. 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El curso de Estadistica Avanzada contribuye a desarrollar las competencias necesarias para que el futuro profesional de la psicologia realice procesos de recolección, descripción y analisis de datos y lo que estos signfican. El curso es parte de la formación obligatoria y se relaciona con otras unidades de aprendizaje tales como Métodos de investigación cuantitativa y desarrollo Se trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoSe trata de un instrumento que ha pasado las pruebas: a) del tiempo y, por tanto, de los avances del conocimiento sobre la p s i cología humana y su evaluación, fue elaborado en 1939 y se sigue usando; b) de las revisiones, en 1982 l a primera versión deL MMPI fue revisada en forma sustancial, se buscaba modernizar los reactivos e incluir nuevas escalas para evaluar problemas no incor¬ porados en la primera versión, se modificaron alrededor de una quinta parte de los reactivos originales pero la prueba c o n s e r v ó su estructura básica convirtiéndose en el M M P I - 2 ; c) de la cultura, se ha empleado en muchos países del mundo, en culturas tan dife¬ rentes a la estadounidense —de donde surge—, como la China en donde se u s ó una t r a d u c c i ó n del instrumentoEl trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. 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