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Defectos de carácter

El sentimiento de culpa

¿De dónde proviene el sentimiento de culpa? ¿Es simplemente el residuo de un


acondicionamiento mental y puntos de vista pasados de moda, o es un resultado natural de
una vida irresponsable y desorganizada?

Un volumen cada vez más importante de opinión responsable da respuestas tajantes a


estas preguntas. Se argumenta convincentemente que si

la religión hubiera hecho el trabajo que debía hacer, la psiquiatría no se hubiera


desarrollado como profesión. Los defensores de esta posición afirman que generalmente
el problema no es de complejo de culpa. El problema es de sentimiento de culpa. El
mentir, robar, engañar y demás variedades de conducta irresponsable cobran un
precio inevitable en forma de depresión, miedo, tensión, ansiedad y otras
“enfermedades de la conciencia”. Según el escritor científico Paul Korzybski “Dios
perdona tus pecados, pero tu sistema nervioso no los perdona”.

Con esta premisa, la única manera de tener buena vida es viviendo en el bien. La conducta
errónea genera un sentimiento de culpa, que a su vez origina penosos estados internos. La
respuesta sería no esconderse detrás de las píldoras o negar la voz de la conciencia, sino
limpiarse totalmente y renovarse. El legado de nuestras religiones tradicionales nos
suministra herramientas específicas y poderosas para restaurar a la persona que las utiliza,
hacia la salud y la vida en comunidad. Infortunadamente las religiones mismas han ido
dejando sus métodos y abdicando sus responsabilidades en beneficio de la siquiatría.

Hace poco, el jefe de la mayor agrupación siquiátrica norteamericana, el doctor Carl


Menniger, escribió un libro titulado “¿Qué pasó con el pecado”. Hablando sobre este tema
dice: “Las primeras agrupaciones de cristianos se componían de pequeñas células que se
reunían frecuentemente, a veces en forma secreta. Su culto esta orientado básicamente
hacia la confesión y auto des-velamiento, llamado exomologesis. A esto seguía un anuncio
de penitencia, solicitud de perdón y propósitos de reparación de las ofensas cometidas.
Finalmente un período de amistosa camaradería, llamado Koinonia, cerraba la reunión”.

El doctor Menninger, baluarte del freudianismo durante muchos años, ha dado un viraje de
180 grados y concluye ahora que la salud mental y la salud moral son inseparables.

La aguda investigación por medio del bisturí verbal de la siquiatría ha sido tema para
muchas teorías, filosofías y hasta sátiras. Si bien los pacientes van adquiriendo un mejor
conocimiento de las causas que los hacen sentir mal nunca parecen recobrarse totalmente.
Es muy confortante, entonces, ver a un hombre de la talla y reputación del doctor Menninger
abrazar principios que conllevan una recuperación real.

Tardíamente Menninger reconoce una condición que otros investigadores habían


encontrado hace varios años. Entre ellos el doctor Hobart Mowrer, sicólogo de la
Universidad de Illinois, quien se mostró desencantado con los pobres resultados clínicos del
enfoque tradicional en el tratamiento de la mente y de los desórdenes emocionales. En vez
de creer que tales problemas eran resultantes de conciencias demasiado estrictas, empezó
a ayudar a sus pacientes a mejorar sus actitudes y a tratar de vivir de acuerdo con sus
conciencias. Los resultados fueron espectaculares. Una y otra vez la vida honesta y
responsable ha mejorado el cuadro de salud emocional y mental. Como afirma Mowrer, las
palabras “integración” e “integridad” provienen de una misma raíz etimológica. No puede
haber integración dentro de un ser humano mientas no busque una vida de integridad.

La honestidad, la sinceridad, la restitución y la buena voluntad son las piedras angulares de


este proceso. La sinceridad significa permitir a “los otros que realmente importan” que nos
conozcan tal como somos. Esto significa tomar al pie de la letra el mandato de Santiago,
5:16 “confesaos vuestras faltas unos a otros”. Sobre el mismo tema, los autores del Antiguo
Testamento escribieron en Proverbios, 28:13, “El que encubre sus pecados no prosperará,
más el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”. Esta receta simple y poderosa
se encuentra en el judaísmo y en el cristianismo; pero, ¿con cuánta frecuencia se utiliza?

Invariablemente alguien preguntará ¿hay realmente alguna ventaja en contar a otras


personas toda la verdad sobre nosotros mismos, incluyendo aquellas cosas de las que nos
sentimos avergonzados? La respuesta de aquellas personas que lo han intentado es una
rotunda afirmativa.

El doctor Mowrer, antiguo admirador de AA, enfatiza la necesidad de restitución por el daño
causado a otras personas. Aquí también encontramos herramientas específicas que han
sido descartadas por nuestra sociedad. Por ejemplo los versículos 23 y 24 del capítulo 5º de
San Mateo expresan con claridad: “Si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que
tu hermano tiene algo contra ti, deja tu presente delante del altar y vete, reconcíliate con tu
hermano y entonces ven y ofrece tu presente. Como queda ilustrado bellamente con estas
frases, mis relaciones con los otros seres humanos me dan una medida acertada del estado
de mis relaciones con Dios. Aquí como en Santiago y los Proverbios, la receta es simple y
efectiva. El Dios de expiación de los judíos es un ejemplo de un tiempo dedicado a reparar
el daño que se ha causado a los demás.

El pecado, esa palabra pasada de moda, expulsa al pecador de la Comunidad. Solitario,


alienado, temeroso, el pecador todavía tiene una solución: dejar que los demás conozcan
su condición y reparar el daño causado. Este enfoque ha sido extraordinariamente exitoso.
Rechaza las teorías determinísticas que pregonan que el hombre es una víctima de la
herencia o el medio ambiente. Por el contrario, proclama la responsabilidad del individuo por
su propia vida.

Esto nos suena familiar en AA, porque los Doce Pasos ilustran el método con lúcida
sencillez. Las comunidades terapéuticas para drogadictos, como el Gateway House de
Chicago y el DayTop Village de New York, usan estos principios para obtener la salud y
reintegración de hombre y mujeres desesperados. Allí también se acata el mandato:
“confesaos vuestras faltas unos a otros”. La honestidad, la sinceridad y la responsabilidad
son los fundamentos de estas instituciones, que ofrecen una de las escasas muestras
alentadoras en el panorama total de la droga en la nación.

Monseñor William O`brien es el presidente de la Junta Directiva del Daytop Village. Hace
año y medio me narró una historia impresionante acerca del papel que juega la honestidad
en su programa de rehabilitación.

Un padre de familia acababa de visitar, por primera vez en los nueve meses de
internamiento, a su hijo. Hablando con Monseñor O`brien, le decía: “Es sorprendente,
ustedes me han devuelto a mi hijo. Cuando salió a saludarme, yo quise estrecharle la mano,
pero el en cambio me abrazó y me dijo que me amaba. Durante muchos años no había
hecho eso. Pero hay una cosa que me preocupa. Me dijo que no quiere trabajar conmigo
porque yo hago picardías y engaños en mi negocio. Me dijo que aquí le han enseñado a ser
totalmente honrado, pues de lo contrario no podría sobrevivir”. Este señor era carnicero y
tenía su propio negocio en Nueva York. Había alterado las balanzas porque creía que ésta
era la única forma en que podía competir con los grandes supermercados. “no se que
hacer” agregó.

¿Por qué no cuenta esta situación en la próxima reunión del grupo de padres de familia?—
le sugirió Monseñor O`brien. Como indica su nombre, estos grupos están compuestos por
los padres de los pacientes de Daytop, y se han organizado para ayudar a los padres a
cambiar las actitudes interiores que han deteriorado la relación con sus hijos. El carnicero
newyorquino siguió la indicación de O`brien y contó en su grupo que había vendido la carne
con un peso distinto durante muchos años. De esta reunión salió con dos propósitos: 1) que
prefería cerrar su negocio antes que volver a engañar a sus clientes, 2) que durante tres
días les contaría a todos los clientes que entraran a su carnicería, que los había estado
engañando. Además pensaba explicarles que no quería seguirlo haciendo, y que para poder
suplir los costos, tendría que incrementar el precio de venta.

Dos semanas después de aquella reunión, Monseñor se encontró nuevamente con el


hombre y le preguntó “¿Cómo le fue con sus clientes cuando les contó la verdad? ​— “¡me
encanta que me lo pregunte! Muchos me abrazaron. Algunos inclusive lloraron conmigo. Me
dijeron que nunca habían conocido una persona tan honrada en New York. Hoy en día mi
negocio está mejor que nunca. Este es un ejemplo sorprendente del papel primordial de la
honestidad, para permitir a las personas afectadas por las drogas, liberarse de sus hábitos
destructivos. Nos permite llegar al interior de la manera como esta fuerza se refleja en
círculos cada vez más amplios en las vidas de los demás. La experiencia extensiva muestra
con arrolladora claridad que los principios de honestidad, sinceridad, responsabilidad e
integridad son igualmente eficaces para hombre y mujeres cuyos síntomas mentales y
emocionales no han tomado todavía la forma de adicción al alcohol o drogas fuertes.

Yo me formé en el seno de una de las religiones cristianas tradicionales. Se me enseñó la


importancia de la fe, pero no me indicaron un método para vivir. No hubo herramientas para
mantenerme en el buen camino, o para retornarme a él cuando me extraviaba. Con
apabullante humildad, mis correligionarios sostenían ser poseedores de la única vía hacia
Dios. En la época de mi ingreso a AA yo ya no creía en nada. Mirándolo desde ahora, me
parece que mi problema no era de falta de voluntad para creer en Dios sino que era incapaz
de creer en ese concepto totalmente inoperante de Dios, y no conocía ninguna otra manera
de llegar a Él.

Cuando los compañeros de AA empezaron a hablarme de “Dios como nosotros lo


entendemos”, la confusión y el antagonismo de los años anteriores empezaron a diluirse, al
verme contagiado por su fe sincera y obviamente real. Era, sin embargo, una clase distinta
de fe, que incluía un programa específico y eficaz para el cambio personal.

Si yo me estoy ahogando, todo lo que necesito es un salvavidas, y no una mezcla


dulzarrona de filosofía, teología y sicocibernética. Los miembros de AA me dieron un
salvavidas, en los Doce Pasos. Me hablaron por experiencia, no por teorías. “Trate de
cumplir estos Pasos y tu vida cambiará”, me dijeron. Y así sucedió exactamente.

Me entregaron una manera de manejar el sentimiento de culpa, con los Pasos Cuarto,
Quinto, Octavo y Noveno. El primer intento de Quinto Paso me dio un alivio considerable de
los defectos de carácter. El trabajo continuado con este Paso, abriéndome más y más a la
gente, en círculos cada vez mayores de transparencia personal, me hizo ver que este era el
camino hacia la liberación de mis defectos. Las reparaciones directas me clarificaron
muchos puntos oscuros de mi interior. El trabajo diario con los Pasos Décimo y Undécimo
me mantiene alerta sobre el estado general de mi vida y sobre las áreas de problema. La
práctica constante de los demás Pasos me vuelve flexible y dúctil a la voluntad de Dios, lo
cual es la clave para la liberación creciente.

La religión de mi niñez me hablaba frecuentemente sobre la misericordia de Dios pero no


me proporcionó ningún método para hacerme sentir que mi culpa había sido perdonada. Ha
sido muy significativo para mí que por ninguna parte de los Pasos se diga algo acerca del
perdón, Divino o humano. En su lugar, nos muestran cómo sentir ese perdón. El programa
nos dice: Utiliza estos principios y despierta espiritualmente; después, estarás en
condiciones para vivir libre, alegre y útilmente, ya que son estas las cualidades de un alma
despertada al espíritu. Este es el mensaje que podemos llevar a otros alcohólicos.

El sentimiento de culpa consume nuestra energía y rebaja nuestra vitalidad. No se irá con
el solo deseo de que desaparezca, o culpando a los demás. Para esta remoción hacen falta
acciones determinadas. Mientras más y más personas nos conozcan realmente, más libres
nos veremos del molesto temor de ser descubiertos. Podemos cambiar el pasado
manejándolo conscientemente en el presente, o gastar el resto de nuestras vidas
reaccionando inconscientemente a su presión. El trabajo positivo con los Doce Pasos nos
quita el sentimiento de culpa y libera en nosotros una increíble cantidad de energía. Cuando
logramos que el presente no sea un rehén del pasado, empezamos a vivir efectivamente en
el mundo actual.

La realidad nunca es neutra éticamente. Si golpeamos al universo, el universo nos golpeará


a nosotros. Si un hombre salta de una ventana en el décimo piso, no violará la ley de la
gravedad, sino que comprobará su existencia. Nunca he tenido en mi vida el complejo de
culpa, pero el sentimiento de culpa si me ha acarreado dificultades sustanciales en aquellas
ocasiones por desgracia muy frecuentes, en que no he actuado conforme a los dictados de
mi conciencia. Aunque pude ser cierto que “la moralidad es una cuestión de geografía”,
estamos atados a la ética de la sociedad que nos rodea y nos sentiremos culpables, a
menos que observemos esa ética. Para mí, la restauración del sano juicio, de que nos habla
el Segundo Paso, depende la honestidad. Cada vez que actúo en forma deshonesta, me
estoy desviando de la ruta hacia la salud y la integración.

Hoy creo en Dios, en el programa de AA y en la Comunidad de AA. No podría separar


ninguno de estos tres elementos, porque son mis compañeros, hombres y mujeres de AA,
quienes me han enseñado las verdades que transformaron mi vida. En todas las ocasiones
en que me he desviado de mi curso, ustedes me han vuelto a mi lugar mostrándome lo que
necesito hacer, a través de los Pasos. Hoy es obvio para mí que la única manera de
sentirme bien es viviendo bien. Pero ese conocimiento por sí solo no es suficiente, si no
contarà permanentemente con su ayuda para vivir como me han enseñado.

Con poder ilimitado y aparente simplicidad, los Doce Pasos me señalan el rumbo que hay
que seguir para encontrar la liberación del sentimiento de culpa y de las acciones que crean
dicho sentimiento. En este proceso, el programa trae consigo una vida de unificación,
equilibrio y sentido. En él encuentro aquellas cosas que siempre deseé, pero que no había
podido encontrar en ninguna otra parte.

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