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Breve lectura de por qué Macri eligió a Pichetto

Introducción

“Es el peronismo, estúpido” titulaba Fernando Iglesias casi como una profecía autocumplida, como
un mensaje futuro a sí mismo. Con la decisión de Macri, nuevamente se confirma el peso histórico
del Peronismo a más de 75 años del 17 de octubre de 1943, fecha de nacimiento del movimiento
social que se convirtió en símbolo de trabajo, prosperidad y esperanza para lxs más humildes.

Ellos desearían que no fuera así. De hecho, probaron más de un plan para “desperonizar” al país.
Primero, en 1955 tras hacer un Golpe de Estado, prohibieron por ley que se hable de Perón y hasta
que se silbe la marcha. O sea, ibas preso por silbar una melodía en la calle. Mirá el nivel de locura y
odio que tenían. Pero también, el miedo.

Y, aun así, tuvieron su primer fracaso. La gente quería seguir votando a Perón. La idea de su
regreso al país se había convertido en un mito que volvía despertar esperanza y energía en miles
de jóvenes de todo el país. El peronismo comenzaba su ósmosis generacional y era más riesgoso
que creciera. Querían darles una lección. Aguantaron lo máximo que pudieron y tuvieron la
inteligente decisión de preferir que Perón muera en el Gobierno, y no en el exilio.

Y así fue. Perón retornó, pero ya no era el mismo. El mito había desbordado la realidad. El Dios no
era más que un viejo, y el peronismo chocó por primera vez con una de sus mayores debilidades:
su posición mesiánica. Esa espera eterna de que otra persona sea la que solucione los problemas
desde una posición digna de reyes.

Ellos lo tenían claro: habían pasado 18 años de exilio, la muerte de evita y la gente de la que
estaba rodeado ya no era la misma. Pasó poco tiempo de su gobierno hasta su muerte. El
suficiente como para pelearse con montoneros, pero no para volver a persuadirlos. Esa herida
histórica sangró mucho, e incluso me animaría a decir que sigue cicatrizando.

La decepción que generó la falta de cumplimiento de las expectativas que había sobre ese
momento histórico, condujo a muchos sectores a radicalizarse y a otros a abandonar la lucha e
incluso el país. El peronismo recibía un golpe muy duro en su identidad: habían logrado difuminar
sus límites éticos y políticos. Empezaba a no quedar claro qué era ser peronista.
Ahora ya con el tirano muerto, ante un gobierno débil y una militancia descentrada, lograron
instalar en la sociedad la necesidad de un nuevo Golpe de Estado, primera vez en la historia en la
que una interrupción de la democracia fue esperada y hasta pedida por gran parte del pueblo.
Convencieron a la gente de que quienes no pensaban como ellos eran “subversivos”, eran
enemigos del país y había que matarlos. Ni siquiera pretendían llevarlos presos. Era una “guerra
contra terroristas internos”. Desde el Estado. Y la gente lo permitió. Por no decir que lo apoyó.

Ese poder desmedido les permitió desatar una carnicería feroz en el país, desapareciendo miles de
personas y armando campos de concentración, como si fuéramos la Alemania nazi. Una locura
absoluta, un nivel de crueldad y desenfreno nunca antes visto en nuestra historia. Un derroche de
cinismo, psicopatía e hipocresía, que aún seguimos registrando en síntomas en nuestra sociedad.

Y aun así, después de tantos años de terror, fracasaron. La gente quería seguir votando al
peronismo.
Línea

Así que esta vez, cambiaron de estrategia y pactaron con un peronista. Es el origen de la línea
histórica que hoy conduce a la decisión de Pichetto como vicepresidente de Macri. Ítalo luder
representaba el pacto entre la dictadura saliente y el neoperonismo sin Perón. Pero fue tan burdo,
tan obsceno y violento (con la famosa quema del cajón) que la gente se rescató de la jugada, del
pacto espurio, y votó a Alfonsín. Primer gobierno radical elegido de forma limpia y
democráticamente plena, después de Irigoyen. Nadie se lo esperaba.

Después de 4 años, insistieron con su estrategia, pero mejoraron el candidato. Encontraron un


tipo del interior, pintón y muy carismático, lo suficientemente morocho como para no parecer
tanto del establishment y capaz de ponerse la gorrita peronista para ganar elecciones. Allí
conocimos uno de los mejores inventos que el poder tuvo en el siglo pasado: el peronismo
neoliberal. Champán, divas y ferraris, relaciones carnales con estados unidos y un presidente
versión influencer barato, dominado por los medios y las empresas. Creo que fue la versión
noventista de un Ricardo Fort presidente.

En 2001, plagiaron la estrategia, pero les fue más fácil: esta vez había que copar la UCR.
Encontraron a De la Rúa, usaron marketing contrario al que venían haciendo con Menem, y
ganaron hasta con el apoyo de sectores muy progresistas que representaba entre otros, chacho
Álvarez.

Sinceramente, no sé si lo hicieron a propósito o no se dieron cuenta, pero ocurrió algo obvio. Si


vos vas y destruís en mil pedazos la legitimidad de los 2 partidos más importantes del sistema,
explota todo. Así llegó el 2001 y el “que se vayan todos” los terminó incluyendo a varios de ellos.
Muchos, se reciclaron con Macri. Otros ya no pudieron aparecer más.

Tras el retorno inevitable del peronismo, Duhalde destapó lo que el sistema necesitaba para volver
a respirar: así llegó Nestor Kirchner al gobierno, por una ventanita que la historia abrió y que él
supo encontrar. Menos del 23% de los votos, una desocupación galopante, una deuda que no
podíamos pagar y nos arrastró al default, y la mitad del país sumergido en la pobreza. Fue la única
manera que ese tipo tuvo para que le den poder: que le entreguen gestiones destrozadas
económica y moralmente. Desde la intendencia, pasando por la Gobernación y hasta llegar a la
Presidencia. Y aquí, el gran problema que ellos siguen teniendo: cuando las papas queman,
terminan cediendo ante el peronismo con tal de evitar el descontrol, que es algo a lo que le temen
más que a Perón y a Evita, más que a Néstor y a Cristina.

En fin, daba igual ser peronista, radical, de izquierda o de derecha. Estábamos en la ruina. Kirchner
hizo algo parecido a lo que trata de hacer Alberto ahora: son de la misma escuela. Agarró las
mismas piezas que estaban y les dio otro sentido, otro rol.
Por si no quedo claro, lo explicito: Luder y Menem ocuparon el mismo puesto laboral, que ahora le
toca a Pichetto. Cumplen históricamente el mismo rol, su función es igual. Su estética y forma de
ser es distinta, pero su trabajo es el mismo.

2015

Luego de 12 de años de kirchnerismo y de continuas derrotas electorales, incluso a veces sin


quiera presentar candidato propio, apareció la chance. Cristina no tenía reelección y el peronismo
sangraba por su histórica herida: no había sucesor/a. Macri lo vió y se lanzó a demostrarle a su
padre que no era un inútil. Sin siquiera pensarlo un poco, decidió convertirse en un producto del
marketing y repitió durante meses lo que sus asesores extranjeros muy bien pagos, una suerte de
nuevos sofistas, le decían. Obviamente, ganó las elecciones.

Pero una cosa es convencer a lxs argentinxs y otra es al mundo. Creyó que su poder era mucho
mayor al que verdaderamente tenía. Pensó que alcanzaba con ser rubio y de ojos claros, pero se
olvidó de que también era argentino. Y gobernar es otra cosa. Lo único que hizo bien fue lo que ya
sabía hacer: vaciar el estado en beneficio de sus empresas y sus amigos. Todo el resto, lo superó
ampliamente, por eso se fue debilitando tanto. Por eso, volvió la política y tuvo que abandonar el
markenting. Eso es la llegada de Pichetto, no al gobierno al que ya pertenecía hace rato, sino a la
cima del poder. Nuevamente, cuando las papas queman, confían en que el peronismo los salve del
descontrol.

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