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Los miembros que formaron la directiva a través de sus 49 años de existencia, eran
elegidos por los asociados en juntas generales cada dos años, con derecho a optar por
la reelección. Sin embargo, después de los enormes cambios establecidos en la nación
caribeña a partir de 1959, el camino seguro que la institución había llevado desde su
fundación, cambió por completo, y por la partida en masa de mucha población al
extranjero, comenzando en esa fecha, una valiente mujer cubana, Dulce Ma. Blanco de
Cárdenas, tendría que tomar las riendas de la institución en dos períodos diferentes. En
el último, no obstante, presenciaría la disolución de Pro-Arte, aplastado definitivamente
en el otoño de 1967.
Cada una de las seis mujeres que a la cabeza de la directiva gobernaron la Sociedad
hasta su deceso, dejaron huellas individuales en sus períodos. Entre los numerosos
logros de la fundadora puede contarse la publicación de la Revista, que aparecería
mensualmente, gratis para los socios; sin embargp, su éxito mayor — además de haber
contratado a los mejores concertistas de la era, tan famosos como Rachmanioff,
Paderewsky, Prokofieff, Casals, Segovia, etc. etc. — sería la construcción del magnífico
teatro Auditórium, situado en la calle Calzada No. 512 esq. a la calle D, en el barrio de
El Vedado, que contaba con capacidad para 2,500 espectadores y una de las mejores
acústicas de los teatros de América Latina. La presidencia de la Sra. Giberga duraría
hasta su fallecimiento, ocurrido en octubre 10 de 1930.
Al terminar su período presidencial, la señora de Oña optó por marcharse del país,
como tantos otros habitantes hicieron. Los últimos meses de su mandato fueron muy
difíciles, debido a las reglas monetarias establecidas en la isla, que hacía imposible
abonar la labor de los artistas extranjeros en dólares, por una nueva regulación,
impuesta históricamente por el tristemente célebre Ché Guevara. Llamo difícil su
presidencia, ya que ningún artista aceptaba ser abonado por sus servicios en moneda
nacional. La última presidenta electa en 1960, Mercedes Dora Mestre de Hanaberg,
nunca tomó el poder, por decidir súbitamente seguir el camino del exilio.
Los últimos artistas extranjeros en ofrecer conciertos en el teatro Auditórium para los
asociados, serían Giulietta Simionato, en 1960, y el Coro de Niños de Obernkirchen, en
1961; el último de todos, no obstante, sería el de la soprano cubana Iris Burguet,
también en 1961, después de éste. Pro-Arte se vería prohibido de usar su teatro nunca
más. Para realizar estos tres últimos en el teatro, fue necesario obtener permiso del
estado; ya el hermoso inmueble había sido incautado por el régimen, y la casona
colonial, que correría la misma suerte, fue entregada al Ballet Nacional de Cuba, que
según noticias, continúa siendo su sede.
El teatro, llamado ahora El Amadeo, sufriría un enorme fuego en 1977 que destruiría su
interior. Su reconstrucción tomó 22 años, pero donde antes había cabida para 2,500
espectadores, ahora solo sienta a 800. Según noticias recientes de los periódicos de
Cuba, el teatro ha tenido que ser cerrado de nuevo por su mala reedificación, y no hay
noticias que haya ningún plan para abrirlo de nuevo.
Alberto Alonso en Príncipe Igor (ca. 1943). Foto del archivo de Célida P. Villalón
LAS ESCUELAS:
Sobre las tres escuelas instituidas en 1931, es justo mencionar por separado a cada
una de ellas, aunque, sin duda alguna, la de mayor éxito y larga existencia fue la de
ballet.
La escuela de guitarra tuvo una corta duración, si bien sus siete representaciones entre
1931 y 1937 dieron buena muestra del adelanto de los alumnos, bajo la dirección de la
profesora Clara Romero de Nicola, quien después de la última, renunció al cargo por
motivos de salud. No obstante, hubo una presentación adicional en 1941, bajo la
dirección de su hijo, Isaac Nicola. El saldo total arrojaría una alumna que obtuvo fama
como compositora. Su nombre: Margarita Lecuona, autora de “Babalú”, y “Tabú”,
piezas conocidas en todo el mundo.
Desde 1945 a 1952, la escuela de declamación tendría otro período bajo la dirección de
Hortensia Gelabert, distinguida artista de la escena española. En esos años subirían a
la escena del Auditórium, veinte obras representadas por los alumnos, todas de
importantes escritores.
LA ESCUELA DE BALLET
El primer profesor sería Nicolai Yavorsky, quien como miembro de la Ópera Privé de
París, llegaría a Cuba en 1930, donde el espectáculo, contratado por Pro-Arte, ofreció
una representación a los asociados. No obstante, en esos momentos, la Sociedad,
pasando por los difíciles momentos de la llamada “gran recesión”, necesitaba levantar
fondos y para lograrlo, surgirían las tres escuelas. Buscando un profesor para la escuela
de ballet, Yavorsky presentó sus credenciales y fue el escogido.
La labor de Yavorsky duraría desde 1931 hasta 1938. Obras con su coreografía original
se presentarían cada año, y muy pronto comenzarían a destacarse en el escenario dos
alumnas, entre otras más: Delfina Pérez Gurri y Alicia Martínez del Hoyo. En 1933,
aparecería en las clases un alumno varón, Alberto Alonso, quien tomaría parte en la
presentación de los alumnos ese año, y pronto sus aptitudes para la danza,
especialmente para el baile de carácter, se harían notar.
En 1935 pasaría por la isla el afamado Cor. W. De Basil, director artístico del Ballet
Russe de Montecarlo antes de que este se dividiera en dos compañías (de la que
nacería el Original Ballet Russe de De Basil), y fue Invitado por Yavorsky a presenciar
una clase. De Basil ofrecería al joven Alonso un contrato de prueba de seis meses para
unirse al Ballet Russe en París, y de ser exitosa su labor, quedaría aceptado como
miembro de la compañía. Igual oportunidad le fue ofrecida a Delfina Pérez Gurri.
Alberto pasaría exitosamente el periodo de prueba, y su estancia en la compañía se
extendería por cinco años. Delfina procedería por otros caminos teatrales. Para evitar
confusiones, he decidido llamar a los Alonso por sus nombres propios.
Alicia y Fernando regresaron también a Cuba ese año, obligados por los problemas que
Alicia había comenzado a padecer en la vista (desprendimiento de la retina). En Nueva
York había sufrido dos operaciones y una vez en La Habana, se puso en manos del Dr.
Gustavo Alamilla, que la operó dos veces más y le recomendó reposo absoluto durante
el verano de 1941.
Para los bailables de la ópera “Aida”, que Pro-Arte presentaría ese año en los
comienzos de la primavera, Alicia, ya fuera de la cama, escenificó los bailables. En
junio de 1942, Alicia reapareció en la escena junto a Denisova y Fernando, para
interpretar “Las Sílfides”, en función de ayuda a la candidatura de Guadalupe Artidiello
para Miss Victoria, que Pro-Arte patrocinaba para ayudar el conflicto bélico mundial.
Las ganancias recaudadas en la función serían traspasadas al Fondo Cubano-
Americano de Socorro a los Aliados.
El primer intento de ballet cubano de Alberto sucedió ese año con “Forma”, que llevaba
música original del músico español radicado en Cuba, José Ardévol. Alicia y Denisova
compartieron la escena con Fernando. El tema, abstracto, basado en un poema de
Lezama Lima, fue más bien un intento o estudio de ballet cubano; no obstante, no
mostraba referencia alguna a los baile afro-cubanos, típicos del país.
En septiembre de 1943, Alicia, ya restablecida de la dolencia ocular que la aquejaba, se
reintegró con Fernando a las filas del Ballet Theatre, y pronto comenzó su vertiginoso
ascenso al estrellato, al sustituir a Alicia Markova en “Giselle”, su rol preferido, gracias
a los buenos comentarios que recibió del crítico del NY Times, John Martin, cuya opinión
escrita, en esa época, elevaba o destruía a los bailarines. Aquí cabe repetir el famoso
dicho “…y lo demás es historia”…
Cuando llegó el descanso anual del curso, que duraba hasta septiembre, Alberto y
Denisova marcharon con licencia de un año a Nueva York, a probar nuevos horizontes.
Antes de partir y realizar una corta gira con los alumnos a otras provincias de la isla,
Denisova bailó con la escuela (sería la última vez) en el Auditórium, el preludio de “Las
Silfides”, realización inolvidable por su suavidad y balance, que motivó estruendosos y
largos aplausos del público. Denisova no regresó nunca más a Cuba, y pasó a residir en
California, donde además de aparecer en el cine, fue ayudante de Jack Cole, Gene Kelly
y Fred Astaire. Su matrimonio con Alberto terminó en divorcio en 1946; Alberto, por su
parte, se unió al Ballet Theatre por unos meses, obteniendo grandes éxitos en su
famosa interpretación del muñeco titular de “Petrouchka”. Después partió hacia
Hollywood, donde vivió aproximadamente año y medio.
En 1947, la actuación del Ballet Theatre para Pro-Arte significó muy importante para
dos alumnos, a los que fueron ofrecidos contratos de la compañía. Ellos fueron Dulce
(Dolly) Wohner (Dulce Anaya) y Enrique Martínez. Este último sería Director Artístico
Asociado del BT hasta 1980. Por su parte, Alberto proseguió ese año en sus intentos de
crear un nuevo ballet cubano, tanto en su tema como en el sincretismo de los pasos, al
mezclar la escuela clásica con el folklore afro-cubano popular. Los diseños de vestuario
y escenografía estuvieron a cargo del afamado pintor Carlos Enríquez, la música era
original de Hilario González Íñiguez, pero el argumento del español Francisco Martínez
Allende, resultó anticuado y ridículo. Sus intérpretes serían los tres Alonso, así como
Elena del Cueto, segunda esposa de Alberto, y Dulce Wohner. Sin embargo, la crítica no
aplaudió la obra, y el público mucho menos.
En 1948, Alberto, continuando en su interés por los bailables cubanos, creó un pequeño
grupo para trabajar en shows de teatro, igualmente que en las pistas de los cabarets,
con coreografías mayormente folclóricas. Todo esto sucedía sin que relegara su
posición de director de la Escuela de Pro-Arte. La presentación usual de la Escuela ese
año incluyó “La Valse”, con coreografía del director, igualmente que su actuación, que
sería compartida por Silvia Mediavilla, alumna adelantada que mucho prometía.
Por su parte, Alicia y Fernando regresaron a Cuba ese año, con un grupo de bailarines
del Ballet Theatre. La compañía estadounidense confrontaba una crisis que está muy
bien explicada en el libro “American Ballet Theatre”, publicado por Alfred E. Knopf en
1977, del que es autor Charles Payne. En las páginas 164-166, aparece redactado el
problema con lujo de detalles: Lucia Chase, directora artística de Ballet Theatre (BT) —
cargo que ocuparía hasta 1980 –, tenía que entrevistar a cada bailarín, a quienes
ofreciera contratos para la siguiente temporada.
Cuando comenzó esa tarea, el primero en dar su firma sería John Kriza, pero cuando
llegó el momento para que Alicia y Fernando dieran las suyas, surgió un desagradable
incidente que Payne explica ampliamente, y aquí traduzco libremente, con algunos
recortes para acortar su larga exposición: ….”Los siguientes en la línea de contactos
eran Alicia Alonso y Nora Kaye, las cuales, en 1948, eran objeto de sentimientos
(amistosos) por parte de Chase. Chase encontró un problema entre las bailarinas:
Alonso se negó a firmar contrato, si su nombre no se colocaba antes que el de Kaye en
la programación, y por su parte, Kaye exigía que el orden siguiera como antes, debido
a su antigüedad y haber obtenido el rango de primera figura antes que Alicia.” Creo
necesario aclarar aquí que en aquella época, los nombres no ocupaban el orden
alfabético como se hace actualmente, sino aparecían de acuerdo con su categoría o
antigüedad en la compañía.
El resultado fue que los bailarines quedaron sin trabajo al Chase decidir cerrar las
puertas del BT por nueve meses, o sea, hasta el año próximo (1949). Alicia y Fernando
regresaron a Cuba ese verano con seis bailarines en la misma situación que ellos, sin
trabajo ni oferta alguna de contrato para el futuro próximo. Pronto decidieron preparar
dos funciones, bajo el título de “Estrellas de Ballet”, que Pro-Arte, como madre
benévola y compasiva, contrató para sus asociados y fueron presentadas en el
Auditorium, en Junio 28 y 29, 1948.
Por el éxito obtenido con dichas funciones, tres meses después se fundaba “Ballet
Alicia Alonso” (BAA) — que llevaba a Fernando de Director Artístico, y Alberto como
coreógrafo residente –, que haría su debut en el mismo teatro, con un programa que
incluía “L´Apres-Midi d´un Faune” de Debussy, con coreografía de Nijinsky, “Pas de
Quatre” de Pugni, y coreografía de Keith Lester, y el Acto II de “Lago de Cisnes”, con
Alicia e Igor Youskevitch (sus estrellas principales), Fernando y Michael Maule, y un coro
integrado por varios bailarines del BT y cuatro alumnas de la Escuela de Pro-Arte.
En la primera gira artística del BAA, que comenzó en enero de 1949 y duró unos
meses, Alberto y Elena marcharon con ellos. La dirección de la escuela de Pro-Arte
quedó en manos de Leon Fokine, no obstante, la estancia de Alberto y su esposa con la
nueva compañía, solo duraría hasta el verano. Fokine terminó las clases y partió de
Cuba con su flamante esposa Gloria González Negreira, alumna de la escuela. Alberto y
Elena se reintegraron a sus posiciones en Pro-Arte.
En 1955, el BAA cambiaría su nombre para Ballet de Cuba, y en 1959, bajo el nombre
de Ballet Nacional de Cuba (BNC) ha continuado hasta el presente, contando con la
ayuda del nuevo régimen, aún bajo la pésima situación económica que reina en el país.
La última estrella invitada a bailar junto a los alumnos de la escuela de Pro-Arte, sería
Alicia Markova, con Michael Maule de compañero, en el Acto II de “EL Lago de los
Cisnes”, en febrero de 1958, sustituyendo a Margot Fonteyn, contratada por Pro-Arte
para esa función. La Fonteyn, sin embargo, alegó estar enferma, a solo unas pocas
semanas de venir a Cuba, y canceló su compromiso. Por suerte, Markova se encontraba
libre de contratos en esos momentos y accedió a la sustitución rápidamente. El
programa abrió con “Arabescos” de Debussy con coreografía de Alberto, y terminó con
“Petit Ballet”, sobre música de Glazunov, estreno con coreografía original de Alberto,
que iba protagonizado por Elena y Víctor Álvarez, bailarín uruguayo. Alberto finalizaría
su trabajo en Pro-Arte, cuando terminó el curso de 1959.
Partí de Cuba en ese fatídico año 1959, y nunca más he regresado a mi país natal, ni
pienso hacerlo mientras la situación política de la isla no cambie, por ello mi relato
termina en esa fecha. Solo me entero de lo que pasa en la danza en Cuba, por lo que
me cuentan los exiliados, o lo que leo a través del internet en los periódicos que allá se
publican, bajo el estricto control del régimen. No obstante, ví al BNC en España y
Canadá, en 1971, y después, en todas las presentaciones que ha hecho en Nueva York.
Aquí me guardo de repetir lo que he escrito sobre la compañía, en distintas
publicaciones hasta el presente. Las últimas han aparecido ampliamente en el internet.
El futuro está por escribirse, y hasta ahora no parece haber surgido ningún sustituto
para asumir la dirección de la compañía nacional, que bajo la dirección de Alicia,
languidece en una antigüedad que motiva las deserciones constantes de sus
miembros. ¿Habrá cambios de dirección en un futuro próximo? Sólo Dios lo sabe… “el
que espera desespera”, dice un antiguo dicho, que no es nunca más real que ahora. ©
Danza Ballet
Entre bastidores, el día del debut, Alicia Alonso con su señora madre, Ernestina del Hoyo vda. de
Martínez. Foto del archivo de Célida P. Villalón
Programa del debut del Ballet Alicia Alonso en el Auditórium, octubre 28 de 1948.
Del archivo de Célida P. Villalón
El repertorio de la compañía es amplio y cuenta con los mejores ballets y coreografías del
mundo. Entre los más gustados están:
Apolo
Cenicienta
Cascanueces
Carmen
Coppelia
Giselle
Antares