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2
Créditos
TRADUCCIÓN

Clau
Kath

CORRECCIÓN/REVISIÓN

Mir

3 DISEÑO

Cecilia
Índice
Dedicatoria Once
Nota del autor Doce
Sinopsis Trece
Uno Catorce
Dos Quince
Tres Dieciséis
Cuatro Diecisiete
Cinco Dieciocho
4
Seis Diecinueve
Siete Veinte
Ocho Próximo Libro
Nueve Sobre los Autores
Diez
Dedicatoria
Ojalá obtuviera un centavo por un chico que me jodió. Si lo hubiera hecho,
no estaría tratando de escribir libros para vivir. Este libro está dedicado a todas las
chicas que deseen poder tener una segunda oportunidad para encontrar su
verdadero amor.
Yo la tuve.

5
Nota del autor
Este es el primer libro de una serie de seis libros. Disfrútalo, recuerda, donde
sea que creas que se dirige esta serie, no lo hará.
Sí, soy así de complicada.

6
Sinopsis
Recién salida de la universidad, en bancarrota, sin trabajo y sin novio, Lou Whitson
es abordada por un cazatalentos en un juego de fútbol que le ofrece la oportunidad
de su vida.

Ser la estrella de un reality show de televisión. Junto con esto, el premio de


$500,000 en efectivo.

Hay una trampa, pero no es mucho. Especialmente teniendo en cuenta la falta de


amor en su vida.

Vivir con seis hombres diferentes, uno por mes, durante seis meses. Luego, elegir
uno para casarse por $500,000 adicionales.

Un SEAL de la marina, un motociclista, un atleta, un surfista, un hombre de negocios


7 y un multimillonario. Ella acepta sin dudarlo.

Esta es su historia. Es caliente, sexy y divertida, y tendrá lugar al ritmo de un libro al


mes durante seis meses. Cada libro tiene un final satisfactorio (nunca un suspenso)
que te dejará sonriendo por más.
Uno
Lanzó el contrato sobre la mesa con un rápido movimiento de su muñeca. Éste
se deslizó sin esfuerzo a lo largo de la superficie de granito, llegando a detenerse
unos centímetros delante de mí. Miré el acuerdo de dos centímetros y medio de
grosor y consideré cuánto podría cambiar mi vida si lo firmaba.
Alcancé los documentos y encontré su mirada.
Ella no se parecía en absoluto a lo que me esperaba de un productor de
Hollywood. Me imaginaba a un hombre de cincuenta años, con el cabello
entrecano y gruesas gafas negras, usando un par de jeans Diesel bien gastados y una
camiseta vintage del concierto de Jane´s Addiction. Con una marcada afición a las
bebidas energéticas y una imaginación hiperactiva, haría sus demandas a través de
un megáfono con la inscripción Vete a la Mierda garabateada con marcador
permanente a un costado.
Pero Kelli Karsten, la productora de todos los programas de reality exitosos
existentes, era el polo opuesto. Parecía una costosa acompañante de pago. Vestida
con un vestido naranja tostado que se ajustaba a ella como una capa de pintura, se
sentó frente a mí con esos senos que desafiaban la gravedad y un cálido bronceado
8 del sur de California. Su cabello rubio estaba retorcido en un impecable moño bajo.
Me dio una sonrisa superficial.
—Echa un vistazo rápido a eso, Lou. Es bastante básico. Los puntos resaltados
son los espacios en los que tienes que firmar.
Era asquerosamente atractiva.
Avancé a través de las páginas mientras alternaba miradas entre su cabello
perfecto y sus increíbles tetas.
—¿Quieres decir ahora, o te lo traigo en unos días?
Sus ojos se estrecharon ligeramente. Probablemente tanto como sus inyecciones
de Botox se lo permitían, pero lo suficiente como para que hiciera su punto.
—¿En unos días? Dentro de unos días, estaremos en producción. Está escrito en
el lenguaje básico de los contratos. Échale un vistazo y firma. —Se levantó, tiró su
pluma sobre la mesa frente a mí y se quitó las arrugas del vestido—. ¿Ya viste las
fotos de los hombres?
—Yo... uhhm. —Me preguntaba quién pensaba que podría habérmelas
mostrado. Le lancé una mirada—. No.
—Firma el contrato y te dejaré echar un vistazo.
Levanté una ceja.
—¿No me las puedes mostrar hasta que firme?
—Hasta que no estés abordo, son confidenciales. — Se encogió de hombros y
buscó algo debajo la mesa—. Nada de revelaciones.
Extrajo una laptop, la colocó sobre la mesa frente a ella y comenzó a teclear.
Después de un momento, miró por encima de la pantalla y me lanzó una pequeña
sonrisa maliciosa.
—¿Ya firmaste?
El bolígrafo todavía estaba a un metro de mí. Sabía que no había firmado.
Negué.
—Aún no.
—Les pusimos números —dijo, sus ojos cayendo de vuelta a la pantalla—. Estoy
viendo al número tres.
Abrió la boca como si fuera a hablar, y la volvió a cerrar.
Me incliné sobre el borde de la mesa, deseando estar sentada a su lado y no
frente a ella.
—¿Qué? ¿Es lindo?
Se aclaró la garganta.
—De Nebraska. Ex futbolista universitario. Se fracturó el tobillo en su último año
o habría jugado a nivel profesional. Ahora administra una tienda de herramientas
propiedad de su familia. Es ummmm. —Dejó salir un suspiro y comenzó a abanicar
9 su rostro con la mano—. Simplemente está…
Me levanté y caminé alrededor de la mesa, esperando que citara algún párrafo
del contrato que me impidiera legalmente echarle un vistazo al vendedor de
martillos con el tobillo débil.
Ella no dijo nada.
Me coloqué detrás de ella y miré la pantalla.
Vistiendo pantalones vaqueros, botas y una camiseta blanca de cuello V que se
aferraba a su pecho muy ancho, un chico extremadamente atractivo de veintitantos
me miró. De bíceps abultados, cabello rubio aclarado por el sol y un rostro que
parecía cincelado en piedra, consiguió cada onza de mi interés. Había muchas
palabras que podría usar para describirlo, pero precioso fue la única que se me
ocurrió de forma inmediata.
Sus ojos aguamarina estaban fijos en los míos. Apartar la vista no era una
opción. Al menos, no aún. Lo miré fijamente con admiración por su perfección.
—En verdad no debería dejarte ver esto, pero si ayuda… —Presionó la tecla de
la flecha hacia la derecha. La foto desapareció y una nueva la reemplazó.
Dios. Santo. Querido.
Mi garganta se cerró. Presioné la lengua contra el paladar y tragué con fuerza.
—Ese es…
Soltó una carcajada.
—De seguro parece, ¿no es así?
—Tiene que ser la iluminación. Tal vez es… tal vez es uhmm —tartamudeé—.
Sus pantalones vaqueros deben haberse arrugado de una manera extraña.
Incliné la cabeza a un lado y lo miré fijamente. Eso lo hizo parecer peor. La foto
era del mismo hombre, sin camisa, pero usando unos pantalones vaqueros
diferentes. Su piel bronceada le daba a sus músculos abultados y a sus abdominales
aún más definición, pero fue algo más lo que atrapó mi atención. A lo largo del
lado interno del tercio superior de su muslo había lo que parecía ser un bulto muy
prominente.
Me incliné sobre su hombro y presioné las yemas de mis dedos contra el panel
táctil. A falta de objeción por su parte, hice un acercamiento a la foto.
No era la iluminación. O el jean fuera de lugar.
Era su polla. La línea bien definida no dejaba absolutamente nada a la
imaginación.
Sacó una carpeta de su bolso y pasó algunas páginas.
—Eric. Se llama Eric.
Tragué con fuerza.
—Vaya.
10
Tecleó repetidas veces la flecha derecha, pasando rápidamente por cada una de
las fotos, permitiéndome inspeccionar cada una por un nano segundo. Mi mente
intentaba procesar cómo serían los próximos seis meses.
Desempleada, sin éxito en mi búsqueda laboral y demasiado orgullosa como
para volver a casa, había sido notada por un cazatalentos en un juego de fútbol.
Después de varias llamadas telefónicas y fotos enviadas por mensaje de texto, había
sido elegida para protagonizar un nuevo programa de reality, Reality Blows.
Después de descubrir que me proporcionarían comida gratis y un lugar dónde
vivir, me convencí de que al menos necesitaba escuchar su precio inicial. Los seis
magníficos hombres y la posibilidad de ganar un mínimo de quinientos mil dólares
me convencieron para ir de viaje de fin de semana con todos los gastos pagos a
Hollywood.
Ver al ferretero con una polla de un kilo era suficiente para sellar el trato.
Caminé hacia el otro lado de la mesa y tomé la pluma. Después de firmar en los
cuatro puntos destacados, dejé caer el contrato al lado de su computadora portátil
y tomé el control del panel táctil.
—Volvamos al tipo del barco.
—Creo que es inversionista —dijo—. Si lo recuerdo bien, tiene una casa en La
Jolla y otra en Nápoles.
—¿Italia?
Asintió.
—Con vista al Mar Tirreno.
Tal vez era mi destino.
¿Qué tan malos podrían ser seis meses, de todos modos?

11
Dos
Durante los próximos seis meses, lo único que tenía que hacer era pasar un mes
con cada hombre. Sólo había seis.
Parecía bastante simple.
Arrastré mi maleta de treinta y dos kilos por los enormes escalones de piedra. Mi
nuevo hogar durante la duración del programa no era un hogar en absoluto.
Ubicada en el borde de un acantilado con vistas al Océano Pacífico, era una
mansión si alguna vez hubo una. Según Kelli, el lugar le pertenecía a un famoso
actor que prefería permanecer en el anonimato.
—¿Puedes darme un poco de espacio? —pregunté por encima de mi hombro—.
¿Es posible?
El camarógrafo -el chico de la cámara, sería más apropiado- estaba a metro y
medio detrás de mí, filmando cada uno de mis movimientos. No pude evitar
preguntarme cuántas de las imágenes de mí caminando desde el taxi hasta la puerta
resultarían lo suficientemente interesantes para que el público las viera realmente.
Se alejó unos metros. Eso no me brindó ni un poco del alivio que esperaba.
12 Empujé mi llave en la cerradura y alcancé la manija de la puerta. Antes de girar
el pomo, la puerta se abrió de golpe. Doce ojos estaban fijos en mí. Dos de ellos
obtuvieron mi atención.
SantísimoJesucristo.
Al verme, los ojos azules del inversionista cayeron a mis pies, y subieron
lentamente por toda la longitud de mi cuerpo. Encontré su mirada y me perdí.
Completamente perdida.
Se estiró por mi maleta.
—Déjame hacerme cargo de eso por ti.
—Está bien. —Me dije que no lo mirara fijamente, pero por alguna razón mis
ojos se negaron a cumplir.
Era más que guapo. Parado, era fácilmente unos quince centímetros más alto que
yo, y su mera presencia era suficiente para hacer que mis rodillas se debilitaran.
Vestido con pantalones azul marino y una camisa de botones azul claro, todo acerca
de él sugería riqueza. No era necesariamente lo que llevaba, sino cómo lo llevaba.
Su ropa encajaba perfectamente. De hecho, parecía ser hecha para él.
Después de comérmelo con los ojos y con la boca abierta, decidí que era hecha a
medida sólo para él.
Unos cuantos mechones su de cabello café tratado con productos de belleza
cayeron sobre sus ojos cuando se inclinó para alcanzar mi maleta. Mientras
guardaba cuidadosamente mi equipaje en la casa, me quedé boquiabierta como una
completa tonta. Era mucho más atractivo en persona que en las fotos. No tenía idea
de que hombres como él realmente existieran.
Aparte de en mi imaginación.
—Tanner. —Extendió la mano—. Encantado de conocerte.
Limpié mi palma sudorosa contra mis pantalones cortos y tragué con dificultad.
Después de lo que pareció una eternidad allí con nuestros ojos clavados, alcancé su
enorme mano.
—Lou.
El argumento del programa era que me presentarían a seis hombres. Después de
pasar un día con todos ellos, elegiría a un hombre del grupo. Los otros cinco se
marcharían, y pasaría un mes entero conociendo al primer hombre que había
escogido. Las actividades del mes serían compiladas en cuatro programas de
televisión de una hora.
El próximo mes, seleccionaría a otro. El proceso continuaría hasta que pasara un
mes con cada hombre. Al final, si decidía estar en una relación con uno de ellos,
serían míos $500.000 en efectivo. Si decidíamos casarnos, se añadiría un extra de
$500,000.
Me advirtieron que lanzarían algunos obstáculos en el camino para mantener las
cosas interesantes, pero no tenía idea de qué podría ser. Aunque me dije que no
13 tendría relaciones sexuales con ninguno de los hombres, ahora que el inversionista
capitán de barco estaba a un metro de distancia y me follaba con los ojos,
comenzaba a preguntarme cuánta disciplina sería capaz de tener.
Una voz a mi izquierda me hizo mover mi enfoque.
—Tú debes ser Lou.
Solté la mano de Tanner y miré a la izquierda.
Eric.
Vestido con una sudadera gris, sandalias y una camiseta azul de Under Armour,
se interpuso entre Tanner y yo. Los músculos de su pecho se expendieron al abrir los
brazos.
Era enorme. Incluso sus músculos parecían tener músculos.
—¿Qué tal un abrazo?
No vi ningún daño en eso.
—Por mí está bien.
Me incliné hacia adelante y lo abracé. Esperando que presionara sus caderas
contra mí, sólo para hacerme consciente de su masiva virilidad, esperé el contacto
de su polla. En su lugar, me apretó en sus brazos ligeramente y me levantó del
suelo. No mucho, y no como diciendo Oye mira lo que puedo hacer, sino sólo un
poco. Era casi como si ni siquiera conociera su propia fuerza. No pude recordar
haber sido alzada por un hombre, pero me gustó.
Mucho.
Cuando me soltó me sentí pequeña.
Mis ojos cayeron a su entrepierna. Él movió su peso de un pie al otro,
probablemente para aliviar la tensión en su tobillo dañado. Cuando lo hizo, pareció
como si alguien hubiese balanceado un péndulo desde el interior del muslo derecho
de su chándal.
Dos veces.
Cambié mi atención de su carne balanceándose a sus ojos.
—¿Y tú eres? —Conocía la respuesta, pero no estaba muy segura si se suponía
que debía hacerlo.
—Eric.
Asentí.
—Encantada de conocerte.
—Igualmente.
Miré a Tanner, que estaba parado a la izquierda de Eric. Detrás de él, había
cuatro hombres. Cuatro hombres aparentemente muy ansiosos. Ansiosos y calientes.
14 No había pasado mucho tiempo considerando cómo me haría sentir estar en una
casa con seis hombres, porque sabía que el grupo entero no estaría allí por mucho
tiempo. Un día, según lo que dijo Kelli.
Pero con dos hombres respirando en mi cuello, cuatro más esperando, y tres
camarógrafos tratando de captar todos los ángulos de la debacle, ya no tenía que
preguntarme cómo me sentiría.
Por mucho que me molestara su presencia, el equipo de filmación me hacía
sentir segura en lo que seguramente sería una situación de lo contrario incómoda.
Ser desnudada por una docena de ojos al mismo tiempo era una experiencia
extrañamente sensual, y me costaba aceptar que no me sentía incómoda al respecto.
De ningún modo.
Escudriñé a los hombres de izquierda a derecha.
Pantalones vaqueros, camiseta blanca ajustada, sin mangas; y cubierto de
tatuajes. Magro y musculoso con el cabello oscuro corto y una leve barba. El
aspirante a motociclista levantó su barbilla muy ligeramente.
Moví mis ojos al siguiente hombre. Cabello rubio oscuro y corto, barbilla
hendida, pómulos altos y un rostro fino y atractivo. Ojos azules llamativos. Vestido
con un traje carbón a rayas con una corbata roja ligeramente floja. El empresario
estresado asintió con la cabeza.
A continuación, el surfista con pantalones cortos azul marino y camiseta sin
mangas azul claro. Estaba descalzo y llevaba una coleta. Apoyado contra la escalera
de madera adornada, su magro cuerpo musculoso estaba tonificado y bronceado de
la cabeza a los pies. Tenía los rasgos muy juveniles a pesar de su edad. Aparentando
preocuparse menos por las cámaras que los otros hombres, o yo para el caso, no era
otra cosa que adorable.
Y, por último, un hombre escandalosamente atractivo vistiendo vaqueros
oscuros, una camiseta con cuello en V de color vino y botas de vestir negras con
punta cuadrada.
Parado al pie de la escalera, no parecía desinteresado, pero definitivamente no
se oponía a esperar su turno para conocerme. Parecía paciente, amable y...
Nuestros ojos se encontraron. Se pasó los dedos por su cabello castaño,
apartándolo de su frente. Su boca se torció en una leve sonrisa y luego su mirada
cayó al suelo. Después de un momento, miró hacia arriba. Tenía los ojos grises. Las
imágenes del capitán del barco desaparecieron inmediatamente.
Dios. Querido.
Mirar hacia otro lado, al menos por mi parte, era imposible. Había algo en él.
Algo genuino.
Nuestros ojos se encontraron otra vez.
Comencé a hormiguear. El tipo de hormigueo que recorre todo el cuerpo.
15 Tanner ya no era el hombre más atractivo que jamás había visto. El tipo tímido
junto a las escaleras con el cabello precioso había tomado su lugar. Me di cuenta de
que no estaba en las fotos de la oficina de Kelli, o al menos no lo reconocí.
Había planeado presentarme de izquierda a derecha.
Los planes cambiaron rápidamente.
Con los ojos aún pegados en el ejemplo más perfecto de la especie masculina
que jamás haya existido, me abrí camino entre Eric y Tanner.
—Hola, soy Lou.
Se separó de la escalera y se colocó el cabello detrás de las orejas con los
pulgares.
—Rhett.
—Encantado de conocerte, Brett.
Sacudió la cabeza.
—No, Rhett.
Entrecerré los ojos.
—¿Rhett?
Sonrió ligeramente y asintió.
—Rhett.
—Me gusta.
Su leve sonrisa se transformó en una sonrisa completa, revelando una boca llena
de dientes blancos perfectamente moldeados.
—A mí también.
Ding, ding, ding.
Decisión tomada.
—Yo uhhm... es... yo —tartamudeé.
Quería que el equipo de cámaras se fuera, se llevaran a los otros cinco hombres,
y comenzara mi primer mes con Rhett.
El motorista caminó a mi lado.
—Soy Les.
Vete, Les.
Le ofrecí al motociclista mi saludo.
—Hola. —Mis ojos, sin embargo, permanecieron fijos en Rhett.
—Randy —dijo el hombre de negocios.
Sí, lo que sea. Adiós, Randy. Estoy ocupada.
El ruido de pasos rápidos pero silenciosos me hizo mover mis ojos hacia la
16 escalera. A medio camino, el surfista se detuvo y miró por encima del hombro.
Levantó ligeramente la barbilla.
—Logan. Podemos conversar luego.
Asentí.
Él desapareció.
Bien, Rhett, Tanner, Eric y Logan.
No, espera.
Rhett, Logan, Tanner y Eric.
No quería pasar un mes con Eric, sólo quería ver su polla.
Miré a Rhett. Él sonrió.
Mi coño comenzó a hormiguear.
—¿Podrías, uhhm…? ¿Quieres mostrarme los alrededores? —pregunté.
Se encogió de hombros.
—Por supuesto.
Mi visión se estrechó. Todo el mundo, y todo, se convirtió en algo distante.
—Sígueme. —Se volvió hacia el pasillo a la izquierda de la escalera—. Hay un
patio enorme aquí donde podemos ver la playa.
Lo seguí con entusiasmo por el largo corredor, pasando por un comedor, por la
cocina y por un grupo de puertas francesas. Abrió las puertas y señaló hacia el patio
de piedra y hormigón. Era casi el atardecer. Pasé por delante de él y permití que mis
ojos se ajustaran.
Más allá del patio, estaba el más azul de los océanos azules por lo que podía
ver. Después de tomar un momento para admirar la vista, lo miré. Parecía nervioso.
Yo estaba nerviosa.
—No soy un fanático de... —Inclinó la cabeza hacia el chico con la cámara—.
Las cámaras.
Me había olvidado por completo de ellos.
Le disparé al chico de la cámara una mirada malvada.
—¿Puedes irte por unos minutos?
No se movió. Ni respondió.
—Vete —gruñí.
—Lo siento, no puedo hacer eso.
Rhett se encogió de hombros y luego se volvió hacia un sillón situado junto a él.
—¿Quieres ver la puesta de sol?
¿Contigo?
17
Mierda, sí.
Traté de contener mi emoción y me encogí de hombros.
—Por supuesto.
Se sentó, tomó la silla junto a él y la ubicó a su lado.
—Entonces, ¿Lou es un apodo?
—No. Es mi nombre. —Me reí y me senté.
Miró por encima del hombro.
—Es lindo.
Una vez más me perdí admirándolo. Su cabello, cuando lo dejaba libre,
probablemente llegaría a su barbilla. Lo mantenía recogido, pero no tenía ningún
producto en él, por lo que naturalmente caía a menudo sobre su rostro. Él
constantemente, y probablemente sin pensar, lo alejaba. Cada vez que lo hacía,
ofrecía una sonrisa de disculpa que añadía algo a su personalidad aparentemente
tímida.
Me sentí mal por pasar un rato con él a solas inmediatamente antes de conocer
a los otros hombres, pero no sentarme con él parecía completamente imposible.
Era así de atractivo.
Estiró los pliegues de sus vaqueros y miró hacia el océano.
—Hermoso, ¿no?
La manga de su camisa se subió por su brazo, revelando un tatuaje. Lo estudié
mientras él se concentraba en el sol poniente. Un águila, encaramada y anclada, con
los pies en una pistola y lo que parecía ser un tridente de Neptuno. Parecía una
opción extraña para un tatuaje.
Mi curiosidad sacó lo mejor de mí.
—¿Qué significa el tatuaje?
Tiró de la manga para cubrirlo.
—Estaba en el ejército.
—Oh, ¿en serio? ¿Qué rama?
—La Marina.
No lo habría imaginado como un marinero.
—¿Eras marinero?
—Un SEAL —dijo con aplomo.
¿UN SEAL? Vaya. ¿Muy modesto?
—Tú fuiste uhhm. —Mi corazón se saltó un latido—. ¿Fuiste un SEAL de la
Marina?
Se encontró con mi mirada, asintió y luego se volvió hacia el horizonte.
18
—Sí, lo fui.
No jodas a este tipo. No jodas a este tipo. No jodas a este tipo.
Mi decisión estaba tomada. No tenía que esperar otro día. Estaba preparada
para decirle a Kelli cuáles eran mis planes.
Estaba lista para pasar un mes con Rhett el tímido, pero oh-tan-magnífico SEAL
de la Marina.
Tres
Técnicamente, probablemente todavía era tarde en la mañana. Estaba sentada
sola en el bar, y una camarera estaba sirviéndole a los pocos que todavía estaban en
la zona de comedor.
Levanté mi dedo índice y me concentré en mi uña recién arreglada. El esmalte
rojo de realmente no soy una mesera entraba y salía de foco. Estaba mentalmente
preparada para que comenzara mi mes con Rhett, pero físicamente, estaba
ligeramente alterada.
—Uno más —le dije en un tono exigente pero juguetón.
Mirando hacia otro lado, el encargado del bar tosió una risa.
—¿Estás segura?
Me encogí de hombros.
—¿Por qué no?
La compañía de producción estaba enviando a los cinco hombres fuera de la
casa, y filmando cada una de sus salidas. Después de una entrevista con Rhett, iban
a situar todo en casa, acomodando unos cuantos micrófonos y cámaras, y luego
19 debía comenzar nuestro tiempo juntos.
Dio la vuelta.
—Te vas caminando, ¿verdad?
Arrugué la nariz y le devolví una mirada ligeramente ebria.
—Sí, ¿por qué?
Se encontró con mi mirada.
—Si no lo hicieras, no te serviría.
Era alto y delgado, con el cabello largo y oscuro que se disparaba por todas
partes y una larga barba. Lucía como cualquier otro hipster tatuado que había visto
en la universidad, pero parecía un poco más maduro. Sus brazos estaban
completamente cubiertos de tatuajes al azar, incluyendo la parte posterior de su
mano derecha. Incluso sus nudillos estaban tatuados. A pesar de que toda la tinta te
distraía, seguía siendo un hombre bastante atractivo, especialmente después de tres
margaritas.
—¿No me servirías? —Me di cuenta de que mi dedo índice todavía estaba alto
en el aire. Bajé la mano a mi regazo—. ¿Quién eres? ¿El policía de las margaritas?
—Tengo responsabilidades —dijo—. ¿Sal o azúcar? Has tomado ambas cosas.
—Sal.
Se dio la vuelta. Después de un momento, puso mi bebida delante de mí.
—Entonces, ¿estás haciendo un programa de reality?
Empujé mi bebida a un lado y le lancé una mirada.
—¿Cómo lo supiste?
—Para lo único que se ha usado esa casa durante los últimos diez años es para
filmar. Al menos eso es lo que todos dicen.
Me sentí sorprendida y un poco confundida.
—¿Cómo sabes dónde me quedo?
—Te vi salir del taxi anoche.
—Oh. —No parecía de la clase de gente que vivía en el vecindario, así que tuve
que preguntar—. ¿Vives cerca?
—La puerta principal del lugar en el que estás filmando queda en frente de la de
mi vecino de al lado. Yo estoy al otro lado de la calle. —Se rio—. No podía
perderme el vivir en la playa.
—Oh, vaya.
Busqué la copa.
—Entonces tú... —iba a preguntarle qué hacía para ganarse la vida, pero me di
cuenta de que ya lo sabía. Era camarero. No tenía idea de lo que costaba una casa
en la zona, pero estaba bastante segura de que no había manera de que pudiera
20 permitirse comprar una casa con el salario de un encargado de bar.
Antes de que pudiera recuperarme de mi juicio a medio terminar, leyó mi
mente.
—No, no vivo con mis padres. Compré el lugar hace tres años, para el mismo
momento que compré este bar. Despedí al camarero el verano pasado. Después
decidí que me gustaba trabajar el bar. He estado aquí desde entonces.
Tomé un trago de mi margarita y me pregunté de dónde sacaría el dinero para
comprar la casa y el bar.
—¿Cuántos años tienes?
—Adivina —dijo.
Lo estudié durante un largo rato. Con el bar a sólo unas pocas cuadras de la
casa, decidí que necesitábamos ser amigos durante los próximos seis meses. Después
de un mes con Rhett, estaba segura de que necesitaría unas cuantas bebidas para
poder pasar por los cinco hombres restantes. El hombre margarita podría ser mi
sabio consejero ante todas las complicaciones que estaba segura que se
desarrollarían.
—Veintiséis —solté abruptamente.
Sacudió la cabeza.
—Treinta y tres.
—Seguro que no los aparentas —dije—. Por cierto, soy Lou.
—¿Sólo Lou?
Asentí.
—Sí.
Asintió.
—Franky.
—¿Franklin? ¿Frank?
Bajó la mirada, apretó las palmas de las manos en su cuero cabelludo y se cepilló
el pelo hacia atrás. Cuando levantó la vista, sonrió.
—Franky.
—Encantada de conocerte Franky. Voy a estar aquí por seis meses. Esta no será
la última vez que me veas.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Seis meses?
—Mmhhmm.
—¿Seis malditos meses? ¿De qué se trata el espectáculo?
—Es nuevo. Reality Blows. O alguna mierda por el estilo. No lo recuerdo. Vivo
21 con seis tipos diferentes. Lo filman. Cuando termine, me pagan.
—¿Tú y seis tipos desconocidos?
Asentí.
Sus ojos se estrecharon a rendijas.
—¿Por qué?
Sacudí la cabeza.
—Todo el mundo quiere ver a la gente enamorarse. Este es un nuevo giro al
respecto, supongo. Escojo a un tipo, vivimos juntos por un mes, y luego a otro, y
vivo con él durante un mes. Después de seis, me pagan mucho dinero.
—¿Así que se trata de dinero? ¿Lo estás haciendo por dinero?
—No. —Suspiré—. No exactamente.
Me miró un momento, meneó la cabeza y se giró.
—¿Qué?
—Nada. Ve a hacer tu pequeño espectáculo.
Levanté la bebida a mis labios.
—No actúes todo herido por eso.
Se volvió y me lanzó una mirada.
—Eres hermosa. Así como, jodidamente hermosa. Podrías tener la atención de
casi cualquier hombre si quisieras. ¿Realmente piensas que la chica que hace esos
shows seleccionará tu alma gemela?
Pensé en Rhett y me encogí de hombros.
—Es difícil decirlo, podría.
Rodó los ojos de forma dramática.
—Y gracias por decirme bonita.
Se apoyó en el borde interior de la barra, me miró a los ojos y se quedó así. Él
estaba a treinta centímetros de mí, directamente frente a mi rostro.
—No dije que fueras bonita. —Sus ojos se entrecerraron ligeramente. Su goma
de mascar de menta infundió un grueso aliento en mis labios—. Dije que eras
hermosa.
Luché para tragar una bocanada de saliva.
—Jodidamente hermosa —dijo.
Y se dio la vuelta y se alejó.

22
Cuatro
Era el primer día de rodaje con Rhett. Habíamos pasado todo el día juntos, y
estábamos relajándonos en el patio trasero. No pude evitar preguntarme si habría
manera alguna de que pudiera llegar al episodio final del programa sin ahogar a
alguien o simplemente salir del plató.
Tener cámaras remotas colocadas en toda la casa era una cosa, pero ser
asaltados por un equipo de filmación mientras intentabas tener una conversación
privada era otra. Por mucho que creyera que me había preparado para renunciar a
mi privacidad, estaba equivocada. Estar sentada junto a la piscina mirando el
océano debería haber sido una experiencia impresionante, especialmente con Rhett,
pero no lo era.
Sentía como si estuviera siendo acosada por los paparazzi. Giré la cabeza hacia
un lado y miré al chico de la cámara.
—¿Puedes darnos un poco de espacio por favor? En serio. Esto es ridículo.
Con su cámara todavía enfocada hacia nosotros, actuó como si no hubiera oído
nada de lo que le había dicho. Me aclaré la garganta, le disparé mi mejor mirada de
vete a la mierda, y dejé que brillara sólo un poco de mi crianza rural.
23
—Retrocede, idiota.
No se movió.
A pesar de que se había mantenido relativamente tranquilo respecto a todo
hasta ahora, Rhett se levantó de su asiento, se volvió hacia la cámara y cruzó los
brazos frente a su enorme pecho. La mirada que siguió fue de todo menos
acogedora.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó. El tono de su voz era en un cien por ciento
la de un veterano de combate SEAL de la Marina. Parecía como si estuviera
interrogando a un prisionero de guerra.
El camarógrafo se tambaleó hacia atrás, y luego se estabilizó.
—Bobby —balbuceó.
—Voy a necesitar que retrocedas un poco, Bobby. Estás haciendo que Lou se
sienta incómoda.
Me retorcí en mi asiento y esperé a ver cómo el cineasta de corazón de
veintitantos años reaccionaría ante la demanda de Rhett. La cámara bajó
ligeramente, revelando sus ojos ensanchados y una mirada de auténtica
preocupación, pero no se movió.
Rhett inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado y dio un paso adelante.
—No voy a volver a pedírtelo.
Bobby tomó una media docena de atemorizados pasos hacia atrás y luego
levantó la cámara hacia su hombro.
Rhett fijó sus ojos en mí.
—¿Mejor?
Le contesté con una sonrisa.
—Mucho.
Se sentó y apartó el cabello de su cara.
—¿Dónde estábamos?
Mi frustración por el camarógrafo se convirtió rápidamente en vertiginosa
excitación. Un hormigueo me atravesó mientras me encontraba admirando la buena
apariencia de Rhett y su disposición a defenderme. Como una chica de secundaria
enamorada del mariscal de campo después de un partido de fútbol ganador, me
comí con los ojos cada detalle de su rostro y di mi respuesta en forma de un susurro
plano.
—No lo recuerdo.
—Estabas comparando el Medio Oeste con la costa.
Sacudí la cabeza.
—Oh. Cierto. —Mis pensamientos volvieron rápidamente a mi casa temporal en
24 el sur de California, y el tiempo que iba a pasar con Rhett—. Es muy diferente de lo
que pensé. Realmente no sé qué esperaba, pero estar aquí... —Sacudí mi mano
señalando la línea costera—. Simplemente... me encanta.
Sonrió.
—Es difícil estar en un lugar como este y estar enojado, ¿no?
Era fácil perderse en su sonrisa, y eso era precisamente lo que estaba haciendo.
Esperaba poder pasar por lo menos el primer día sin hacer el ridículo, pero
comenzaba a preguntarme si era siquiera posible.
—Sí —respondí.
Estaba frente al océano, pero encontraba mucho más interesante la hermosa
apariencia y cuerpo atlético de Rhett. Después de mirar hacia el horizonte por un
momento, se giró y encontró mi mirada. Sentí que me habían atrapado con las
manos en el frasco de galletas, y miré la mesa que nos separaba.
—¿Qué te hizo elegir esto? ¿Este programa?
—Realmente no lo sé —dije, aunque lo sabía. Era el dinero.
—¿No tienes idea? —preguntó—. ¿Simplemente lo hiciste?
Comencé a responder, pero antes de que pudiera, continuó: —¿Qué esperabas...
no, qué esperas ganar?
—No lo sé. Viví en el Medio Oeste toda mi vida, y una noche alguien me notó
en un partido de fútbol universitario. La idea de vivir aquí durante seis meses fue
bastante emocionante. Antes de que lo supiera, estaba en la oficina de un productor
firmando un contrato. ¿Qué hay de ti?
—¿Yo? —Se rio entre dientes como si fuera divertido—. Cuando salí de la
Marina, abrí una tienda de sándwiches en San Diego. Hace unos seis meses, alguien
de la compañía de producción vino a comer. Después de que hablamos por un rato,
me pidió que hiciera una audición para un show. Dije que no estaba interesado. Era
algo ridículo acerca de antiguos miembros de las Fuerzas Militares Especiales. Luego,
me llamaron para este, y después de ver una foto tuya, dije que sí.
Me sorprendió su respuesta. Ser dueño de una tienda de sándwiches no era en
absoluto la que esperaba que fuera su profesión. Además, me pareció extraño que le
mostraran fotos mías, cuando Kelli se mostró tan renuente a revelar las de alguno
de los hombres en nuestra reunión inicial.
—¿Te mostraron una foto mía?
—Claro.
Decidí que debió haber sido cuando me estaban llamando para el papel. Me reí.
—¿Era una buena?
—Eso creí. —Sonrió—. Estabas vestida con vaqueros y unas botas de montar.
25 —¿Estaba junto a un árbol?
Sonrió.
—Esa es.
La foto era una de una serie que había tomado inmediatamente después de que
me abordaran para el programa. Había contratado a un fotógrafo para que me
hiciera tomas profesionales que transmitieran mi encanto juvenil, con la esperanza
de vencer a las otras mujeres concursantes por el papel en el show. El sostén
Bombshell de Victoria's Secret que elegí usar para la sesión de fotos me hacía parecer
una promiscua graduada universitaria buscando una cita, no la encantadora chica
campesina que esperaba. Sin embargo, hice uso de las fotos.
—Tomé esas fotos para tratar de obtener este papel —le expliqué.
Se encogió de hombros.
—Bueno, la que vi me obligó a venir aquí, así que funcionaron.
Estaba en lo cierto. Y ahora que estaba sentada frente a él, tenía muy pocas
ganas de conocer a los otros hombres. Él era el único que me interesaba, y estaba
convencida de que era el único en el que me interesaría.
—Me alegro —dije.
—Pero no respondiste a mi pregunta —dijo.
—¿Qué quieres decir?
—Te pregunté qué esperabas ganar al estar aquí. No me respondiste.
Todavía un poco enamorada de su musculatura, e incapaz de sacar mis ojos de
su físico perfecto, opté por responder mientras seguía mirando. Considerando mi
respuesta, me pareció apropiado.
—Supongo que esperaba encontrarme con alguien que fuera compatible
conmigo. No espero enamorarme de mi alma gemela, pero espero encontrar a
alguien con quien pueda pasar tiempo y divertirme. Ya sabes, sin sentir que tengo
que esconder quién soy. Así que aquí estoy. Esperando.
Se apartó el cabello de los ojos y sonrió.
—¿Esperando qué?
—A ese tipo, supongo —le dije—. La mayoría de las chicas esperan que llegue el
Sr. Correcto. Yo sólo espero al Sr. Compatibilidad. Sin embargo, parece que lo único
disponible son los cretinos y los pendejos. Así que, la misma pregunta para ti. ¿Qué
esperabas ganar con esto?
—Cretinos y pendejos, ¿eh? —se rio—. No creo que caiga en ninguna de esas
categorías.
—No, no lo haces —le dije—. En realidad, eres todo lo contrario.
Sonrió otra vez.
—Gracias.
26 Realmente necesitaba parar de sonreír. Sus características alfa-masculinas
naturales combinadas con su sonrisa infantil eran casi demasiado. Asentí y le devolví
la sonrisa.
—Ahora, si pudieras tocar la guitarra, cantar y...
Me detuve. Me había negado a beber en nuestro primer día juntos, sabiendo
que, si lo hacía, ciertamente haría -o diría- algo ridículo. Estaba a media frase de
hacer el ridículo.
—¿Y qué? —preguntó.
—Nada.
Tosió una carcajada, luego pasó los dedos por su cabello.
—Ambos somos adultos aquí. Di lo que sea que ibas a decir.
—Probablemente no sea una buena idea —dije—. Me meto en problemas
cuando digo lo que estoy pensando. Mi único filtro es un poco de sentido común, y
parece desaparecer cuando bebo. Así que, supongo que es bueno que no esté
bebiendo.
—Sabes, la gente dice eso. No tengo filtro. Si filtramos nuestros pensamientos,
realmente no estamos siendo honestos. Di lo que ibas a decir.
Escuchar su explicación me hizo sentir un poco culpable por no continuar. La
idea de hablar de mis pensamientos me hizo sonreír.
—¿En serio?
Asintió.
—En serio.
Me tapé la boca con la mano. Mis ojos cayeron a la mesa mientras tomaba un
respiro superficial.
—Si pudieras tocar la guitarra, cantar, y estuvieras dotado como una estrella
porno. Eso es lo que iba a decir —dije a través del espacio entre mis dedos—. Fue
más una broma que...
Se rio.
Levanté la vista.
Se levantó.
—Lo hago, puedo, y lo estoy.
Quedé sin palabras, pero me las arreglé para permitir que una sencilla escapara
de mis labios: —¿Ah?
—Toco la guitarra, canto, pero no bien. —Extendió su mano hacia mí—. ¿Y la
otra cosa?
Mi garganta se tensó. Busqué su mano y asentí, incapaz de hablar.
—Lo estoy —dijo.
27
Se giró volvió hacia la casa y tiró de mi mano, llevándome con él. Se acercó a la
puerta y miró por encima del hombro. El camarógrafo, siguiéndonos muy de cerca,
se detuvo en seco.
—Ni siquiera pienses en seguirnos —dijo Rhett.
¿SEAL de la Marina?
¿Cortés, pero protector?
¿Canta, toca la guitarra, y está dotado como una estrella porno?
Mientras me tropezaba hacia la escalera de la mano con él, de repente, el dinero
no me importó.
De ninguna manera.
Cinco
Tener sexo o no tenerlo. Hasta el momento no había pensado mucho en eso,
pero ahora que estaba en la habitación con Rhett, decidir qué haría no era tan
sencillo como quería.
Si tenía sexo con Rhett, y luego tenía que terminar el programa, existía la fuerte
posibilidad de que perdiera el interés en mí durante los cinco meses restantes de
rodaje. Estaba el punto obvio de que no lo conocía desde hacía mucho tiempo, y
eso me molestaba un poco.
En realidad, mucho.
Además, existía la probabilidad de que luego me enamorara de alguno de los
otros hombres, especialmente después de conocer a cada uno de ellos íntimamente.
Si decidía tener relaciones sexuales con Rhett, y luego con alguno de los otros
hombres en las etapas siguientes de filmación, Rhett se enteraría -igual que la otra
persona- tan pronto como se emitiera el programa.
Mi cabeza giraba con las posibilidades de lo que podría suceder. No había
manera de saber qué me depararía el futuro, pero proceder de una manera
moralmente aceptable para el público era importante para mí.
28
No quería ser etiquetada de promiscua, fácil, o puta. Fotos mías teniendo
relaciones con varios hombres en un corto período de tiempo, desplegadas en
Instagram, Twitter y todas las otras plataformas sociales, tampoco era algo que me
emocionara.
Parada al pie de la cama, eché un vistazo a Rhett, con la esperanza de tomar una
decisión antes de hacer el ridículo por completo. Mientras le daba una mirada en
blanco, y esperaba por al menos unos segundos de claridad mental, se sacó la
camisa por encima de la cabeza.
Su abdomen cincelado me devolvió la mirada. Después de demorarme unos
segundos más de lo necesario, mis ojos se movieron hacia su pecho. Dos gruesos
bloques de carne, perfectamente proporcionados y bronceados, daban a su torso la
forma de "v" que todos los hombres buscaban, pero muy pocos conseguían.
Con los ojos clavados en los míos, tomó su cinturón, lo desabrochó y se bajó los
pantalones cortos por sus muslos magros y musculosos. Mientras el material
avanzaba más allá de la ligera protuberancia que parecía estar causando la única
obstrucción, su polla salió libre.
Dios. Santo. Querido.
Y, justo así, mi decisión fue tomada.
Iba a follarme a Rhett. O dejar que Rhett me follara.
Tal vez un poco de ambos.
No estaba viviendo la vida perfecta de una heroína en una novela romántica.
Esta era la vida real. Y, por la situación en la que me había metido, tenía el
potencial de convertirse en algo feo mientras el rodaje del programa progresara de
un hombre a otro.
Pero, mi decisión de follar a Rhett estaba tomada y fue fácil de hacer.
Especialmente con él de pie delante de mí completamente desnudo. Demonios,
cualquier mujer soltera delante de un ex SEAL de la Marina semi-desnudo tan guapo
como Rhett viviría el momento y trataría con las repercusiones más tarde.
Decir lo contrario sería una completa y absoluta mentira.
Tiré mi camisa a un lado, me quité el sostén con un nivel de experiencia que no
tenía ni idea que poseía, y presioné mis pulgares en la cintura de mis pantalones
cortos. Mientras luchaba por liberarme del apretado tejido de algodón, comenzó a
caminar hacia mí.
Obsesionada con la circunferencia, y la longitud de su polla, mis ojos
permanecieron bloqueados en su grueso eje.
Con mis pantalones cortos alrededor de los tobillos, y mis rodillas ligeramente
dobladas, mis ojos permanecieron fijos en su polla balanceándose. Se detuvo a unos
metros de mí y colocó sus manos contra su cintura. Tiré mis pantalones cortos a un
lado y me arrodillé delante de él.
29
Con los ojos a la altura de su polla, debatí sobre cuál debía ser mi siguiente
movimiento. A regañadientes moví mis ojos hacia arriba, con la esperanza de
encontrar las respuestas en su mirada. En vez de eso, miré directamente a la cámara
montada en el techo encima de él.
La realidad de todo me golpeó como una tonelada de ladrillos. Me estaba
preparando para tener sexo con alguien que realmente no conocía mientras las
cámaras remotas lo filmaban. Potencialmente, en pocos meses, millones de personas
verían una versión editada de lo sucedido.
Debería haberme alejado.
Pero en vez de eso, por cualquier razón, eso me excitó.
Había visto episodios de Real World de MTV, The Bachelorette y The Bachelor.
Cuando los participantes del programa follaban, por lo general se escondían bajo las
sábanas en un dormitorio oscurecido. Las cámaras infrarrojas filmaban una escena
granulada en blanco y negro que dejaba gran parte a la imaginación del espectador.
Pero íbamos a tener sexo a plena luz del día.
—Hay una uhhm. Una cámara —balbuceé, señalando por encima de él y hacia
el aparato en forma de globo en la esquina de la habitación.
—Lo sé —dijo inexpresivamente.
—¿No te molesta? —pregunté.
Su polla se sacudió.
—En absoluto.
—Como que me excita —susurré.
Su boca se curvó en una sonrisa traviesa.
—A mí también.
Sin pensar ni un momento, tomé su rígido vástago. Después de algunas caricias
ligeras con mi mano ahuecada, lo guié a mi boca. La idea de que el equipo de
producción observara atentamente mientras le daba una mamada me impulsó a
ejecutar lo mejor de mi habilidad en chupar penes.
Sesenta segundos después, estaba tan duro como un diamante. Todo, su polla en
mi boca, su físico musculoso y la idea de ser vigilada por una habitación llena de
hombres, me había empapado más allá de la comprensión.
Hice que mi boca subiera y bajara por su asta, ejerciendo prudencia y cuidado
con cada estocada. Los gemidos de placer que siguieron dejaron poco a la
imaginación con respecto a su satisfacción, y yo continué ansiosamente.
Sus gemidos aumentaron. Después de un momento, sin previo aviso, se salió de
mi boca. Miré hacia arriba, más que dispuesta a chuparlo hasta que acabara, pero
también con la esperanza de que nuestro primer encuentro fuese mínimamente más
satisfactorio para ambos.
30 Su mentón se elevó ligeramente.
—Levántate.
Limpié mi boca con el dorso de mi mano y cumplí con su petición. Ahora de pie
frente a él, mis ojos danzaban nerviosamente por la habitación. Era evidente que los
besos y los manoseos que a menudo se producían con el sexo basado en relaciones,
no iban a suceder.
Éramos simplemente dos personas satisfaciendo nuestros deseos sexuales.
En resumen, íbamos a follar.
Y, aunque realmente, realmente me gustaba que me besaran, decidí que estaba
bien con eso.
Hizo un gesto hacia la cama.
—Date la vuelta.
Hice lo que me pidió con entusiasmo, completamente preparada para lo que
viniese luego. Después de esperar unos segundos, miré por encima de mi hombro,
sólo para encontrarlo extendiendo un condón sobre su polla palpitante.
Se me escapó un suspiro inaudible mientras me volvía hacia la cama.
Se apoyó en mí y presionó su boca contra mi oído.
—Buscando al Sr. Compatibilidad, ¿ah?
Su torso musculoso presionado contra mi espalda hizo que mis piernas se
debilitaran. Su cálido aliento contra mi oreja hizo el resto. Me desmoroné en la
cama. Con mis tetas abajo y mi culo levantado, estaba lista para que me tomara.
Sentí su polla bailando entre las entrañas de mis muslos.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó.
Levanté levemente la cabeza y ensanché mi postura.
—Ajá.
Antes de que se pronunciara otra palabra, se guio hacia mí.
—Santa... —sentí como si estuviera siendo empalada. Inhalé una respiración
entrecortada—… mierda.
Mis ojos se abrieron de par en par. Se empujó unos centímetros más profundo.
Parpadeé repetidamente e intenté conservar mi sensatez, pero su enorme
circunferencia era mucho más de lo que estaba acostumbrada. Sin embargo, era
exactamente lo que había soñado que encontraría algún día.
Después de varios golpes poco entusiastas, comenzó a quedarme como un
guante. Con mis caderas en sus manos y mi rostro enterrado en el edredón,
comenzó a follarme como si estuviera tratando de enseñarme una lección.
Todo sin decir una palabra.
Me pareció raro que no dijera nada durante nuestro juego sexual. El sonido de
31 sus caderas golpeando contra mi culo llenaba la habitación, y su gruesa polla me
extendía a un límite completamente nuevo...
Pero yo quería más.
Anhelaba que él me hablara. Incluso si era sólo una línea de mierda loca,
diciéndome que era una fulana que amaba pollas. Cualquier cosa.
Sin embargo. Nada salió.
Y esa falta de comunicación se convirtió en un asesino para mi ánimo. Justo en
el borde de un orgasmo de los que sacuden la tierra, perdí el interés que tenía en
encontrar alivio sexual. Continuó golpeándose contra mí mientras yo seguía
aplastada contra el extremo de la cama con la cabeza enterrada en el edredón.
Un grito llenó la habitación silenciosa, un anuncio de su inminente clímax. Fingí
la misma emoción e hice mi mejor esfuerzo en fingir un orgasmo. No podía saber si
me creía... porque no dijo nada.
Se derrumbó a mi lado, su cuerpo musculoso tenso y cubierto de sudor.
Yo no estaba enojada, ni descontenta con él.
Sin embargo.
Estudié su rostro sonriente y lentamente lleno de pesar.
Seis
Era el día seis, y mientras Rhett estaba en el gimnasio, me apresuré a buscar una
margarita. Sin embargo, mi viaje por un rápido remedio para la sed, se convirtió en
una aventura de toda la tarde en el ambiente relajante del establecimiento de
Franky. Al parecer, el bar se convertiría en mi lugar de refugio.
Franky limpió las manchas de agua de la encimera, luego volteó el trapo sobre
su hombro.
—¿Y cómo va eso?
—¿Cómo va qué? —pregunté por encima del borde salado de mi vaso.
—Que filmen cada momento de tu vida.
Tomé un sorbo de la mezcla de mango y rodé los ojos con dramatismo.
—Es estúpido.
Se apoyó en el borde del bar y sonrió.
—¿De verdad creías que sería de otra manera?
—Esperaba que lo fuera.
32 Torció su boca hacia un lado. Sus ojos pronto siguieron su ejemplo.
—No tengo idea de por qué alguien querría exponerse al escrutinio del público.
—Suspiró, y luego me miró directamente—. ¿De verdad pensabas que sería algo
más que un desastre? En serio. Ellos te van a poner ahí para que todos te critiquen.
¿Y esos chicos? ¿Realmente piensas que les importas un carajo?
Dejé a un lado mi vaso, encontré su mirada y luego me encogí de hombros.
Estaba empezando a preguntármelo, especialmente después de la silenciosa
exposición sexual de Rhett.
—No lo sé.
—Dame tu opinión —replicó él, jocoso.
—¿Respecto a qué?
Se rio entre dientes y sacudió la cabeza.
—¿Realmente crees que esos a chicos les importas una mierda? ¿Crees que el
productor, o quien sea, escogió qué, seis...? —Levantó una ceja
Asentí.
—¿Seis chicos, que están verdaderamente interesados en ti?
—No lo sé.
Tosió una carcajada.
—Lo sabes, pero no lo quieres admitir. Escogieron a seis tipos que ofrecen
diferentes niveles de drama, diferentes apariencias y una personalidad distintiva.
Algo para aumentar la audiencia. Pero ninguno de ellos te va a ofrecer nada a ti.
Alcancé mi copa.
—Tal vez lo logre con...
Tomó el paño de su hombro y lo hizo girar en un amplio círculo.
—Y tal vez me eleve y malditamente vuele si sacudo esto lo suficientemente
rápido.
—¿Por qué eres tan…?
—¿Tan poco dispuesto a creer que vas a conocer a tu alma gemela?
No me gustaba la palabra alma gemela, pero asentí de todos modos.
—Sí.
—Porque no lo harás. Podrías decirte que sí, pero ¿en verdad? Escogen a seis
tipos y se supone que tienes que vivir un mes con cada uno de ellos. Al final,
escogerás uno, sin duda. Te sentirás obligada a hacerlo por tu contrato, por el éxito
del programa, por cuánto te están pagando o algo así.
Se inclinó sobre el borde del bar y me miró a los ojos.
—Pero no porque ames a uno de ellos.
33 Todavía reservaba algo de esperanza. A pesar de que era una pequeña cantidad,
me aferré a ella como mierda en un zapato.
—Podría.
Al oírme, mi respuesta no sonó muy persuasiva.
—Hay 320 millones de personas en los Estados Unidos —dijo—. Seleccionaron
aleatoriamente a seis de ellos para estar en el programa. Los escogieron por los
ratings, no basados en tus gustos o disgustos.
Me sentí ofendida.
—¿Cómo lo sabes? —espeté.
—¿Completaste un cuestionario? ¿Les diste alguna idea de lo que te gustaba en
cuanto a personalidades? ¿Rasgos de carácter, defectos inaceptables, altura, peso,
color de pelo, demonios, cualquier cosa?
No lo había hecho, ni lo había pensado mucho. Ahora que lo mencionaba, me
sentía tonta. Quería mentir y decirle que lo había hecho, pero opté por decir la
verdad.
—No.
Se rio.
—Imagínate.
Tomé otra copa y miré alrededor del bar vacío. Era evidente que nadie en La
Jolla estaba interesado en beber margaritas a las 10:30 de la mañana, excepto yo.
Después de buscar respuestas y no encontrar ninguna, me volví hacia Franky.
—Entonces, ¿qué voy a hacer?
Se encogió de hombros.
—Grabarás el programa, conseguirás tu dinero, e irás a casa un poco más rica y
mucho más sabia, supongo.
Me había dicho desde mi primera conversación con Kelli que estaba en esto por
el dinero. En el fondo, sin embargo, esperaba encontrar a alguien a quien amar y
que me amara. Después de unos momentos de silencio, decidí que no debía dejar
que el silencio sexual de Rhett arruinara mi opinión sobre él, ni sobre los otros
hombres.
—Supongo que tienes razón —suspiré.
Asintió y luego miró alrededor del establecimiento vacío. Lo siguió una ligera
risa, y sacó un pequeño taburete de madera de detrás de la barra. Se sentó
cuidadosamente en el desvencijado asiento, luego pasó las manos por su grueso
cabello rizado.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—¿Niño o niña? ¿Si sólo pudieras tener uno?
34 Terminé mi bebida y coloqué el vaso a un lado.
—¿Eh?
—Bebés. ¿Quieres un niño o una niña?
Encontré linda la pregunta, y aunque luché por no hacerlo, sonreí abiertamente.
—No lo sé. No lo he pensado mucho. ¿Tú?
—Niña. Y luego espero que ella tenga una docena de niños para poder tener
una casa llena de nietos.
—¿Por qué una niña, y no un niño? —le pregunté—. Creía que todos los
hombres querían un niño.
Entrelazó sus dedos y tronó sus nudillos tatuados.
—¿La verdad?
Asentí.
—Por supuesto.
—Los varones crecen para ser hombres, y los hombres son idiotas. A pesar de la
diversidad de los padres que los educan, y sus mejores esfuerzos por evitar que sean
así, los hombres son mentirosos, tramposos e inadaptados sexuales. ¿Las chicas? Las
chicas sólo quieren una cosa. Ser amadas. Son inocentes y simples. Así que, quiero
una chica. Sin embargo, voy a filtrar a los chicos que traten de hacerla su interés
amoroso. Cualquier cabeza de mierda se va por la puerta.
Su respuesta fue rápida, casi como si estuviera ensayada, aunque dudaba que lo
fuera. Siempre hablaba rápidamente, y parecía del tipo que no podía sacar sus
pensamientos de su boca lo suficientemente rápido.
Estudié sus tatuajes, y luego cambié mi atención a su rostro. Era la segunda vez
que había estado en su bar, pero sentí que era la primera vez que realmente lo
había visto. Tal vez era su personalidad brillando a través de todos los tatuajes de
colores. Muy bien pudo haber sido que, bajo la actitud, los tatuajes y el pelo
ridículamente desordenado, se estaba convirtiendo en alguien en quien sentía que
podía confiar verdaderamente.
—Mientras esté aquí, y sólo estemos hablando, ya sabes, de mierda, ¿qué está
fuera de los límites? —pregunté.
Se rio.
—Soy camarero. Nada está fuera de los límites.
Ofrecí mi mejor versión de una sonrisa seductora.
—¿Hablas durante el sexo?
Frunció el ceño.
—¿Qué?
35 —Durante el sexo. ¿Hablas?
Su boca se retorció en una sonrisa.
—¿Qué quieres decir? ¿Hablar sucio?
Asentí.
—Sí.
—Personalmente, me encanta. Me gusta hablarlo y escucharlo. No hay nada
mejor que dos personas hablándose sucio mientras están follando.
—Bien, ¿qué hay de hablar? Ya sabes, durante el sexo. No es como tener una
conversación, sino cosas simples como, oh sí, eso se siente bien. O probemos esto, o
levanta un poco la pierna.
Su respuesta fue sin expresión.
—Supongo que depende.
Necesitaba más.
—¿De…?
Se sentó en el taburete, apoyó la barbilla en su mano y se encontró con mi
mirada.
—¿Hablar sucio durante el sexo? Creo que es excitante. Pero. Debe haber
momentos durante el sexo, especialmente si es fornicación, en los que ambas partes
disfruten del sonido de nada más que el sexo en sí.
Mis ojos se estrecharon.
—¿Fornicación?
Asintió con naturalidad.
—Sexo prematrimonial.
—Sé lo que es, pero ¿en qué cambia eso las cosas? Dijiste especialmente si es
fornicación.
Se levantó y llenó un vaso de agua con la pistola de soda.
—¿Otro trago?
Sacudí la cabeza.
—Estoy bien por ahora.
Tomó un trago y luego otro. No lo había notado antes, pero los tatuajes en los
nudillos de su mano derecha deletreaban la palabra VIVIR.
—Cuando dos personas están teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio,
por lo general lo dan todo —dijo—. Después del matrimonio, se relajan. El sexo
después del matrimonio está siempre por debajo del estándar, especialmente si se
36 compara con el de antes del matrimonio.
—¿Has estado casado alguna vez?
Tomó una copa rápida.
—No exactamente.
—Explícate por favor. Y tomaré otro mango. Borde salado.
Asintió, preparó mi bebida y volvió rápidamente, con una sonrisa traviesa.
Empujó la copa al otro lado de la barra.
—Me casé y obtuve una anulación a las tres semanas.
—¡Tres semanas! —jadeé.
Asintió.
—Dieciséis días, para ser exactos.
—Vaya. ¿Puedo preguntar?
—Claro. —Terminó su agua y colocó el vaso en el fregadero—. La encontré
engañándome.
—¿Después de dieciséis días?
Sacudió la cabeza.
—Quince. La atrapé el día quince, y solicité la anulación el día dieciséis.
—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos antes del matrimonio?
Se encogió de hombros.
—Tres años.
—Vaya. Lo siento.
—Yo no. Me alegro de haberlo descubierto cuando lo hice. Así que,
técnicamente, nunca estuve casado. Pero sí. Lo estuve.
Mis ojos cayeron al suelo. Su pulgar izquierdo estaba enganchado en el borde de
su cinturón, y su mano colgaba flojamente de su bolsillo. La palabra AMAR estaba
tatuada en sus nudillos izquierdos.
VIVIR. AMAR.
Me gustaba.
Levanté la vista.
—¿Eres religioso?
Su rostro se contorsionó, luego su boca se torció hacia un lado. Parecía
incómodo. No tenía ni idea de dónde venía la pregunta, y realmente no me
importaba cuál fuera su respuesta. Ojalá no hubiera preguntado, incluso quería
retirar la pregunta.
—Religión y política. Dos temas que no discuto, especialmente aquí. Pero, como
he dicho que nada está fuera de límites, supongo que responderé.
37 Se sentó en el taburete.
—No. En mis 84 kilos, no hay un gramo religioso.
Por mucho que lamentara hacer la pregunta, su respuesta despertó mi interés.
—¿Crees en Dios?
—Claro que sí.
—¿Cómo puedes creer en Dios y no ser religioso?
—La religión es un sistema organizado de creencias. Creo en lo que creo, y no
necesito que alguien en una iglesia me diga cómo necesito vivir mi vida basada en
su percepción de la Biblia. Todos podemos interpretarla de manera diferente, y
probablemente deberíamos tener nuestra propia comprensión del mensaje que
transmite. Pero, ¿que yo le permita a alguien que no es diferente a mí, decirme que
debo hacer esto y tengo que hacer aquello? Lo siento, pero eso no va a suceder.
—Interesante.
—¿Qué hay de ti? —preguntó—. ¿Eres religiosa?
Era una pregunta difícil de responder. Cuando era niña, iba a la iglesia con mis
padres regularmente. Durante, y desde, la universidad, elegí no hacerlo.
Me encogí de hombros.
—Más o menos. Iba cuando era niña. Ya sabes, a la iglesia. Ahora no tanto, sin
embargo.
—Todos fuimos cuando éramos niños. —Rodó sus ojos y sonrió—. Después de
escapar de la mano de nuestros padres, nos convertimos en individuos.
Asentí estando de acuerdo y tomé algunos sorbos de mi bebida. El reloj detrás
de él me llamó la atención, y me di cuenta de que iba a llegar tarde a la próxima
grabación programada. Tenía poco, si acaso, interés en ir. Me estaba divirtiendo.
—¿El momento más agravante de toda tu vida? —pregunté.
—¿De toda la jodida vida? —Se rio—. ¿Desde el nacimiento hasta ahora?
Tomé otro trago.
—Ajá.
Se puso de pie, se pasó los dedos por el grueso cabello y miró el suelo.
—Mierda, no sé... Oh, mierda. —Levantó la vista—. ¿Frustrante?
Asentí ansiosamente, esperando que su respuesta fuera tan interesante como él
se estaba volviendo.
—Sí, frustrante.
—Todd Masterson y yo compramos scooters hace unos años, lo que me hace
pensar en otra pregunta, pero llegaré a eso en un minuto. Entonces, como sea,
estábamos montándolos juntos, y una señora hizo una vuelta a la izquierda en una
luz roja justo delante de nosotros. Yo estaba a la derecha y él a la izquierda.
38 Estiró los brazos y su tono cambió de cómico a molesto.
—Ella estaba conduciendo un maldito utilitario, y el gran hijo de puta ocupó
toda la intersección. De todos modos, choqué contra la parte trasera y Todd golpeó
el frente. Volteé el manillar y me estrellé contra la ventana trasera, y Todd golpeó
el guardabarros y saltó sobre la capota. Aterrizó en la calle al otro lado, en medio
de la intersección. Antes de que pudiera ponerse de pie, la luz roja se había vuelto
verde, y otro auto se precipitó. El idiota que tenía prisa por atravesar la intersección
pasó por encima de la pierna de Todd y se la rompió en dos partes.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Oh Dios mío.
—Espera, se pone mejor.
—Los policías llegaron. En ese momento, la marihuana medicinal era legal. Todd
tenía dolor crónico de espalda, y había fumado legalmente antes de salir, pero no
estaba drogado. De todos modos, mientras la ambulancia lo está cargando en una
camilla con una pierna rota, los policías le dieron un ticket por montar la moto bajo
influencia. Y no le dijeron nada a la señora que se saltó la luz, ni al tipo que pasó
por su pierna y se fueron de la escena.
—Oh vaya. Apuesto a que estabas frustrado.
—Sí, lo suficientemente frustrado como para ser llevado a la cárcel por discutir
con los policías.
—¿Te llevaron a la cárcel?
Se sentó en el taburete, cruzó los brazos y asintió.
—Obstrucción a la justicia. Interferencia con una investigación. Hubo algo más,
no lo recuerdo. Gasté diez mil dólares peleándolo. El tribunal me declaró inocente
de todos los cargos. Pero, sí, estaba bastante frustrado.
—Maldición, no tengo historias tan buenas como esa. ¿Tu amigo está bien
ahora?
—Está bien, sí —respondió—. La mayoría no hubiera preguntado por él, gracias.
—¿Qué quieres decir?
—La mayoría de la gente habría tomado la historia por su valor nominal, y
nunca preguntaría por mi amigo. Eres dulce. —Miró su reloj—. Ya es hora de que el
equipo llegue corriendo para almorzar. ¿A qué hora tienes que regresar?
—Que se jodan —dije—. Me estoy divirtiendo. Me quedaré hasta que quieras
que me vaya.
En ese instante, entró un grupo de personas. Él sonrió, se puso de pie, y miró
hacia la puerta.
—Estoy corto de camareras, muchachos. Si no les importa, ¿pueden ordenar en
el bar?
Inclinó la cabeza hacia mi bolso.
39
—¿Tienes una muda de ropa allí?
Me reí.
—No, ¿por qué?
Se acercó a mi lado, se inclinó sobre la barra y me colocó el cabello detrás de la
oreja con el dedo índice. Su mejilla rozó la mía mientras colocaba sus labios contra
el lóbulo de mi oreja.
—Si te quedas hasta cuando yo quiera que te vayas, necesitarás un cambio de
ropa. Y, sólo para que lo sepas, ¿esa cosa de hablar sucio? —susurró—. Soy muy
bueno en eso.
Una sensación de hormigueo me recorrió desde el cuello hasta los dedos de los
pies. Luché contra mi garganta seca, con la esperanza de decir algo, pero no llegó
nada.
Enderezó su postura, me miró a los ojos y sonrió. Crucé las piernas y aunque
luché contra eso, le sonreí en respuesta.
—¿Qué puedo servirles colegas? —preguntó mientras se volvía.
Ligeramente avergonzada, me quedé sentada en el taburete y terminé en un
incómodo estado de calentura. Considerando dónde se suponía que debía estar, y
quién sin duda me estaba esperando, no pude dejar de preguntarme:
¿En dónde diablos me metí?
Siete
Me había apresurado a casa desde el bar y ahora estaba junto a la piscina con
Rhett, relajándonos al sol. La vida en la mansión del sur de California era muy
diferente a la vida que había estado viviendo, pero sería fácil acostumbrarse.
Exhaló pesadamente.
—Este sol es brutal.
Me giré a la izquierda y abrí los ojos. Se limpió la frente con la mano, y luego
inclinó la cabeza hacia mí.
—Estoy acostumbrada al sol en el Oeste Medio. 26 grados no es tan caluroso —
dije—. En Kansas, la temperatura llega hasta 46 grados en verano. Esto es relajante.
—No, este sol es una perra —se quejó—. Voy a entrar.
Sus músculos eran largos y delgados, dándole la apariencia de un triatleta o un
modelo de fitness, pero no el de un levantador de pesas. En una tumbona junto a la
piscina vistiendo bañadores, parecía nada menos que fenomenal.
A pesar de las hermosas apariencias de Rhett y su físico atlético, mi mente seguía
pensando en la afirmación anterior de Franky sobre ser bueno hablando sucio. No
40 fue algo constante, pero sucedió.
Repetidamente.
Rhett se sentó erguido, haciendo que sus músculos del estómago se flexionaran
mientras lo hacía. Después de una larga sesión de admiración, arranqué mis ojos y
miré más allá de él, hacia la piscina.
—Está bien, yo también entraré.
Saltó de su asiento y se zambulló en el agua cristalina, casi sin salpicar. Su
impecable buceo inspirado en los SEAL de la Marina de los Estados Unidos me dio
envidia.
Me puse de pie, y mientras Rhett nadaba a lo largo de la piscina, saqué la parte
inferior de mi traje de baño de la raja de mi culo, y luego de mi entrepierna. Al
levantar la vista, me di cuenta de que Bobby estaba filmando cada segundo,
mientras me sacaba la ropa de mis grietas y pliegues.
En el corto tiempo que había estado viviendo en la casa, me había
acostumbrado tanto a las cámaras que a menudo olvidaba que nos estaban
filmando. Pero, lo filmaban todo.
Le mostré mi dedo medio y me dirigí hacia la piscina en mi mejor interpretación
de supermodelo de pasarela. Mientras el objetivo de la cámara seguía cada paso
bien colocado, me pregunté si incluirían el acto desafiante en la versión al aire del
show, y si no, decidí que lo usaría como mi ventaja.
Quería que mi zambullida fuera tan buena como la de Rhett, pero dudaba que
poseyera la gracia de un nadador entrenado de la Marina. Me sumergí de todas
formas.
Cuando salí a la superficie, Rhett estaba a mi lado, húmedo, musculoso y
bronceado. Sacudió la cabeza y luego barrió su cabello hacia atrás. Sus ojos, una vez
grises, parecían azules, y era la primera vez que los veía como un conjunto de
manchas grises translúcidas.
Sonreí, y él sonrió en respuesta.
Era un hombre extremadamente atractivo, y aunque nuestra aventura sexual
todavía estaba en la cima de mis pensamientos, me di cuenta de que tenía que darle
una segunda oportunidad.
Sentía que todo el mundo merecía una. De hecho, cualquier sentencia a prisión
que no fuera a cadena perpetua le proporcionaba al criminal en cuestión una
oportunidad para un tiro más en la vida.
Y, si a un criminal se le permitía una revancha, ¿por qué no permitirle a Rhett
una segunda oportunidad de tener relaciones sexuales?
Decidí que se la daría.
Me abrazó por los hombros y me miró a los ojos.
—Quiero follar.
41 Sentí que debía decir algo sobre su falta de intimidad, pero en su lugar, busqué
su polla. Parcialmente protegidos de la vista de la cámara por el movimiento del
agua, amasé su polla en mi mano. En cuestión de segundos, pasó de fláccido a
rígido. De pie en el agua que nos llegaba hasta el pecho, con los ojos fijos en los del
otro, empecé a acariciar toda su longitud.
Inclinó la cabeza hacia delante.
Yo hice lo mismo.
Nuestras frentes se tocaron.
—Deberíamos follar aquí —susurró.
La idea era emocionante, pero inmediatamente la deseché como una tarea
imposible.
—Dios, suena excitante —susurré—. Pero no hay manera.
Se apartó y levantó ligeramente la barbilla.
—¿Por qué no?
—Bobby está a diez metros de nosotros. —Suspiré—. Y siempre nos está
filmando.
Asintió.
—Ese es exactamente mi punto. Siempre está a diez metros de nosotros. Y, si
vamos a follar a la habitación, de todas maneras, lo estarán filmando. Nadie puede
vernos aquí, excepto el equipo de cámara. Démosles un espectáculo.
A mi coño le gustaba la idea. Mucho. Sin embargo, el poco sentido común que
tenía parecía prevalecer.
—Pero…
—Pero ¿qué? —respondió—. Si no estuvieran aquí, ¿lo harías?
Me di cuenta de que todavía estaba acariciando su polla a través del fino
material de sus pantalones cortos. Asentí.
—Sí.
—¿De verdad?
—Demonios, sí, lo haría —susurré.
—No podemos dejar que nos impidan ser nosotros mismos. Firmamos por esta
mierda, así que actuemos como si no estuvieran aquí.
No podía creer que lo estuviera considerando, pero tenía un punto. Me
concentré en sus brillantes ojos azules.
—¿En serio?
Se alejó, llevándose su polla con él.
42 —Sí, en serio.
Se dirigió al borde de la piscina, y luego salió. Su polla rígida se hizo evidente,
estirando sus shorts hasta su límite. Mientras lo observaba mover el cordón de sus
bañadores, me di cuenta de que planeaba quitárselos. O por lo menos pareció ser el
caso. Sus ojos se encontraron con los míos.
Sonrió.
Y sus pantalones cortos bajaron.
De pie en el borde de la piscina, desnudo como el día que nació, comenzó a
acariciar su polla.
Vi cómo Bobby avanzaba lentamente por la cubierta de concreto,
eventualmente llegando a detenerse detrás de una de las muchas mesas junto a la
piscina. Al parecer, no era la primera vez que había visto la polla rígida de un
hombre. Era eso, o verdaderamente era un profesional. Con la lente fija en Rhett, se
quedó inmóvil y siguió grabando imágenes de Rhett acariciando su enorme polla
bajo el calor del sol de California.
Luché entre lo correcto y lo incorrecto. Mi compás moral giraba en círculos.
Después de unos segundos de sentir mi corazón latiendo entre mis piernas, sucumbí
al deseo de ser follada mientras Bobby miraba ansiosamente.
Me dirigí al borde de la piscina. El camarógrafo y yo aparentemente
compartíamos la misma pasión, ya que ambos teníamos nuestros ojos pegados a la
mano llena de polla de Rhett. Después de elevarme sobre el agua, me dirigí con
gracia a mi sillón y agarré mi toalla.
Tiré la toalla sobre el hormigón frente a Rhett y me arrodillé. Parecía ridículo, y
aunque era algo que habría asegurado que nunca haría, ciertamente estaba metida
en medio.
El sol golpeaba mis hombros, Bobby seguía filmando, y yo empecé a chupar la
polla de Rhett como una estrella porno. Supongo que, para ese momento, al
menos, estaba bastante cerca. Aplasté mi lengua contra la parte inferior del tallo
hinchado, tomé la mayor parte de su longitud en mi garganta como pude, y moví
mis ojos hacia la cámara.
Estaba a metro y medio o más cerca de lo que estaba cuando me puse de
rodillas, y la cámara estaba fija en la acción. Probablemente nunca lo admitiré, más
que probable que ni siquiera a Rhett, pero ser filmada mientras chupaba su polla fue
enorme, y quiero decir enormemente, excitante.
Golpeé la punta de su polla contra la parte posterior de mi garganta mientras
masajeaba sus bolas con mi mano derecha y apretaba su culo musculoso con mi
izquierda. Mientras daba la mamada de mi vida, la tensión sexual se acumulaba
dentro de mí como una bomba de tiempo. Pronto, solté su culo, me empujé la
mano en la parte inferior de mi bikini, y comencé a tocarme.
Después de unos minutos, seguí chupando con verdadera sinceridad mientras
43 empujaba otro dedo en mi coño mojado. Tan pronto como el segundo dígito
estuvo hundido hasta los nudillos, la cámara, mi clítoris palpitante y la polla de
Rhett golpeando contra la parte posterior de mi garganta resultó ser demasiado.
Un orgasmo me atravesó como una onda eléctrica. Abrí la boca y dejé salir una
respiración larga y profunda alrededor del eje de la polla hinchada de Rhett,
incapaz de recordar cuándo fue la última vez que me pasó algo tan satisfactorio.
Seguía penetrándome como una mujer poseída por demonios sexuales, ansiosa
por otro orgasmo de proporción épica. Miré a Bobby. La cámara estaba fija en mi
entrepierna.
¡Oh,Diosmíoestoestanexcitante!
Mi entusiasmo debe haber sido contagioso. Rhett se sacó de mi boca y me
levantó de las rodillas.
Hizo un gesto con la cabeza hacia mi cintura.
—Quítatelo.
Sin reservas, me quité la parte de abajo del bikini y lo tiré a un lado.
Me alzó en el aire. Para estabilizarme, me aferré alrededor de su cuello y
entrelacé mis dedos, luego presioné el interior de mis piernas en sus costados. Me
agarró el culo firmemente en sus manos, acunó mis muslos con sus musculosos
antebrazos, y bajó mi coño palpitante hacia su polla.
Aunque era algo que no había hecho nunca, había soñado con tener a un
hombre que me follara mientras estuviera suspendida en el aire. No necesité más
instrucciones. Estiré mi brazo entre mis piernas y guie su polla dentro de mí.
Mientras sentía la presión de su circunferencia penetrando mis húmedos pliegues,
envolví mis muslos alrededor de su cintura y cerré los ojos.
Me mordí los labios mientras él se empujaba hacia adelante y hacia atrás con
precisión. El movimiento de sus caderas le hacía parecer mucho más como arte y
mucho menos como sexo, pero mi coño excesivamente satisfecho no estaba de
acuerdo.
Definitivamente era sexo.
Comencé a hormiguear por todas partes, y una extraña presión se construyó
dentro de mí. Insegura si estaba al borde de otro orgasmo monumental, o si un
ataque al corazón era inminente, abrí los ojos.
Bobby estaba a pocos centímetros de nosotros. La lente de la cámara se
desplazaba de mi cintura hacia nuestras caras muy satisfechas. Miré entre sus piernas.
Sus pantalones cortos tipo cargo hacían poco por ocultar su nivel de excitación.
Mi gemido hizo poco para ocultar el mío.
Convencida de que había encontrado mi vocación en la vida, me relajé
momentáneamente, y esa pequeña relajación al parecer era lo único que necesitaba.
44 La presión que se había estado construyendo dentro de mí se liberó,
enviándome a un estado de felicidad orgásmica que nunca había conocido.
Arqueé la espalda y grité, liberando mi satisfacción para que todo el sur de
California escuchara. La respiración de Rhett se hizo irregular, y después de aspirar
un hálito, siguió con un profundo gemido propio.
Su polla se hinchó hasta doblar su circunferencia, y con un último empuje,
irrumpió profundamente dentro de mí.
Mis ojos se abrieron.
—Oh mi…
Me devolvió la mirada.
—Dios —suspiré.
Mi cuerpo tembló durante varios segundos, igual que el de Rhett. Cuando mis
oídos finalmente dejaron de sonar y mi respiración se redujo a un rugido sordo, él
me bajó sobre mis piernas temblorosas. Lo miré inexpresivamente, apoyando mis
manos contra mis muslos, sólo para evitar caer.
Aunque no miré, sentí la presencia de Bobby a nuestro lado. Había filmado
todo, sin duda, llevando la experiencia a un nivel completamente diferente.
—¿Qué diablos me hiciste? —le pregunté.
No dijo una palabra, pero me devolvió una sonrisa maliciosa.
Eso era todo lo que podía hacer para estar de pie. Sacudí la cabeza y me dejé
caer sobre la toalla.
—Eso fue muy caliente —dijo—. Me alegra que lo hicieras.
Miré hacia arriba y sonreí, sosteniendo un vaso imaginario alto en el aire
haciendo un brindis.
Un brindis por las segundas oportunidades.

45
Ocho
Habían transcurrido dos días desde nuestra exposición de mutua satisfacción
junto a la piscina. Rhett estaba en el extremo de la isla de la cocina. Su camiseta de
color azul oscuro estaba cubierta de huellas de harina, y su rostro expresaba su
naturaleza contenida. No habíamos tenido sexo desde ese día en la piscina, pero no
parecía que lo necesitáramos.
Estábamos demasiado ocupados simplemente divirtiéndonos.
Colocó la salsa sobre la masa y alcanzó el queso.
—Esto va a estar bueno.
Preparar una comida juntos era una experiencia íntima, algo que no habría
adivinado, y lo estaba disfrutando inmensamente. Después de esparcir la salsa
uniformemente, comenzó a rociar el queso encima.
—Aquí tienes —dije mientras deslizaba la tabla de cortar hacia él.
Pepperoni, salchichas cocidas, cebollas en rodajas, pimientos, albahaca fresca, y
champiñones eran mi ofrenda, todo fresco y rebanado a la perfección.
Miró la tabla de cortar, me miró y luego frunció el ceño.
46
—No voy a poner esa mierda allí.
Al principio pensé que estaba bromeando, pero después de un rápido estudio de
su rostro, seguro que no se veía así.
—¿Qué quieres decir? —pregunté inocentemente.
Tomó un puñado de salchicha.
—Los jodidos vegetales. La arruinarán.
¿Arruinarla?
Me encantaban las cebollas y los pimientos en las pizzas. Podría renunciar a los
champiñones, pero no a los otros.
—Creo que la mejoran —dije con una sonrisa—. La hacen más sabrosa.
Tomó un puñado de pepperoni y sacudió la cabeza.
—No en mi pizza.
¿“Tu” pizza?
Pensé que era “nuestra” pizza.
Lo miré con incredulidad, haciendo todo lo posible por no mostrar mi
decepción.
—Ponlos sólo en la mitad entonces.
Él estaba colocando metódicamente las rebanadas de pepperoni en la pizza, y
cuando hablé, se detuvo y me miró directamente.
—No va a pasar. La arruinarán.
—Sólo en la mitad —le dije, asegurándome de que supiera que sólo los quería
en la porción que tenía la intención de comer.
—Dije que no —dijo severamente—. Arroja esa mierda en la basura.
Oh vaya.
Su reacción pudo haber parecido insignificante para muchas mujeres, pero no
para mí. Mi incapacidad para aceptar el hecho de que podría convertirse fácilmente
en un gran cretino fue probablemente por qué nunca había estado en una relación a
largo plazo. Tenía la intención de hacer lo que debía para complacer a mi pareja,
pero no era un felpudo, y nunca lo sería.
Yo era una mujer, pero no era esa mujer.
Si él podía actuar como un idiota desconsiderado con tal facilidad, respecto a
algo tan simple como cocinar la cena, sospechaba que sería natural que lo hiciera en
cualquier otro momento en que sintiera la necesidad.
—Hazlo como quieras —le dije—. Pondré las cebollas y los pimientos en ella
cuando termines.
Me fulminó con la mirada.
47 —No vas a poner esa mierda en mi pizza.
—Después que la cocines —gruñí—. Voy a cortar a la hija de puta por la mitad,
y pondré mi mierda en mi mitad.
Me miró de arriba abajo, y luego el rincón de su boca se arrugó.
—No tienes por qué ser un dolor en el culo por eso.
—¿Dolor en el culo? ¿En serio? Estábamos haciendo una pizza juntos. Debería ser
divertido, pero decidiste ser un idiota. Vete a la mierda. Voy a buscar otra cosa para
comer.
Se encogió de hombros y alcanzó la pizza cubierta de carne.
—Sírvete.
Crucé los brazos y me giré, sólo para encontrar a Bobby a unos metros de
distancia, filmando toda la discusión. Busqué la lente de la cámara, apreté el puño y
levanté el dedo medio.
—Apaga esa mierda, en serio.
Bajó la cámara y dio unos pasos hacia atrás.
—Entonces, ¿realmente te vas? —preguntó Rhett.
—Sí. De verdad —dije por encima del hombro.
Nueve
Levanté mi vaso y miré a Franky a través de uno de mis ojos borrachos. Era
apenas medio difícil mantener uno abierto y el otro cerrado.
—Entonces, ¿qué tienes para comer? Tengo hambre.
Se inclinó y apoyó el codo en el borde de la barra, luego levantó la mano hasta
su barbilla. Su boca se curvó en una sonrisa muy leve.
Traté de devolverle una sonrisa, pero fallé miserablemente. Sin embargo, logré
forzar un poco de baba por la esquina de mi boca. La limpié con el dorso de mi
mano y lo miré con mi único ojo disponible.
—Eres linda. —Asintió hacia mí—. ¿Qué te pasa en el ojo?
—Linda y hambrienta. Y creo que está cansado. Es eso, o está borracho.
—Probablemente un poco de ambos. Deberías haber comido antes de empezar
el festival de margaritas.
Me reí.
—Y ahora me lo dices.
48 Se levantó y tocó su pecho con el dedo índice.
—Camarero, no niñera. Puedo traerte un menú, ¿puedes leerlo?
Intenté tomar otro trago, pero la mayor me cayó en el rostro.
—Dime los más destacados. Los favoritos de las masas.
—Comida de bar en su mayoría, nada de lo cual es muy bueno. Pero tenemos
algunas pizzas mortales. Las hacemos frescas. Sólo vienen en un tamaño, que es
enorme, pero son nuestra especialidad.
Traté de limpiar la pegajosa mezcla de mango de mi barbilla.
—Maldita pizza.
Arqueó una ceja.
—Oh, ¿eres anti-pizzas?
—Por lo general no. Pero... —vacilé y luego continué—. Tuve una mala noche
con las pizzas. Larga historia. ¿Qué puedo ponerle?
Se encogió de hombros.
—Lo que quieras.
—¿Cebollas, pimientos, pepperoni, salchichas y albahaca fresca?
—Por supuesto. ¿Así es como te gusta?
Asentí.
—Ajá. Pero, ¿me pueden poner los vegetales cortados en trozos finos y largos en
lugar de en pedacitos?
Se aclaró la garganta y sonrió.
—¿Alguna manera especial en que quieras cortado el pepperoni?
—No.
—Bien —dijo—. Porque es pre-cortado. Sin embargo, las verduras no.
Golpeó su dedo contra la pantalla del iPad montado en la encimera. Después de
lo que pareció una eternidad, se dio la vuelta y agarró su taburete desvencijado.
Sus ojos escudriñaron el bar, y después de quedar satisfecho con que todo estaba
en orden, se sentó.
—¿Qué es una mala noche con las pizzas?
Cerré el ojo abierto y abrí el cerrado. Su imagen cambió de clara a borrosa.
—¿Ah?
—Una mala noche con las pizzas. Dijiste que tuviste una mala noche con las
pizzas.
—Oh. Sí. El imbécil con quien se supone que debo estar este mes es un pendejo
de las pizzas.
—¿Un pendejo de las pizzas? —Se rio—. ¿Cómo es que un hombre consigue ese
49 título?
—Realmente, sólo es un pendejo.
—¿Te importaría explicarte?
—Estábamos cocinando una pizza juntos, y se negó a dejarme poner cebollas y
pimientos en ella.
Se rascó la nariz.
—¿Qué quieres decir con, se negó?
Me encogí de hombros.
—Se negó. Dijo que no.
—Quizá sea enemigo de lo bueno.
—Lo fue. —Me incliné hacia adelante—. Así que, entiende esto. Le dije que
podíamos ponerlo sólo en mi mitad y dijo que no. Dijo que la arruinaría. Así que le
dije que lo pondría en mi mitad después de que terminara de cocinarla. Entonces, el
pendejo dijo que no me pusiera como un dolor en el culo.
—Vaya. ¿Supongo que no va a ser el elegido? —Alzó el dedo índice en el aire—.
Traigan al concursante número dos.
—No es gracioso.
—En realidad, lo es.
—No, no lo es —discutí.
—Ya hemos hablado al respecto. Tienes que vivir con seis hijos de puta que
escogieron para ti. —Levantó su dedo índice extendido como para hacer un
punto—. No seis que eligieras tú de un grupo. Mientras los conoces, salen sus
verdaderas intenciones. Este tipo suena como un pendejo maniático del control.
—Eso creo. Era un SEAL de la Marina.
—Sí, apuesto a que lo era —dijo con sarcasmo—. Cuando se trata de conectar
con las mujeres, todo el mundo es un ex SEAL de la Marina.
—No. Realmente lo era.
—Bueno. —Extendió los brazos—. Ahí está tu problema. Siempre será a su
manera o de ninguna manera.
—Ya no voy a tener que preocuparme por eso. —Empujé mi bebida a un lado—
. ¿Puedo conseguir un vaso de agua?
—Por supuesto.
Me sirvió un vaso de agua y lo deslizó por la barra.
—¿Por qué no tienes que preocuparte más por eso? ¿Renunciaste?
—No. No renunciaré. Pero ya he terminado con él. Tal vez podamos rescatar
una amistad de esto.
50 —¿Por qué todas las mujeres quieren tratar de ser amigas de un chico después de
que la cagan? Es como que no pueden aceptar que algunas personas simplemente
no merecen tener amigos. Este tipo suena como un pendejo de clase "A".
Simplemente patéalo a un lado.
Tomé un trago de agua. Sabía horrible.
—No sé si será así de fácil.
—Jesús. Ustedes dos ya han tenido sexo, ¿verdad?
Lo miré fijamente.
—¿Por qué dices eso?
—La forma en que dijiste, no sé si será tan fácil. Suena como que están follando.
No respondí.
—¿Cuánto tiempo llevas allí? —preguntó.
Traté de contar en silencio los días, pero mi mente borracha no parecía poder
hacerlo. Iba a adivinar, entonces antes de que pudiera preparar una respuesta,
continuó: —Mierda, sólo ha pasado una semana, ¿no?
La respuesta me llegó. Era martes. Suspiré.
—Ocho.
—¿Han follado ocho veces, o han pasado ocho días?
—Ocho días, hemos follado dos.
—Bueno, al menos ya quedan veinte —dijo.
—¿Veinte qué?
—Días.
Enterré la cabeza en mis manos.
—Probablemente pasaré más tiempo aquí, eso es seguro.
—Está bien por mí. —Se puso de pie—. Aquí viene tu pizza.
Olí la pizza mucho antes de verla, y aunque realmente quería comerla, fui lenta
para levantar la cabeza. Para cuando lo hice, estaba delante de mí en un plato. Abrí
los dos ojos y admiré la mezcla de verduras en lo que era la pizza más grande que
había visto.
—Bloquea la puerta, ¿puedes, Pete? —Franky sacó un anillo de llaves de su
bolsillo y las lanzó en el aire.
Miré por encima de mi hombro. Un hombre hispano de mediana edad la tomó
en el aire y asintió.
—Por supuesto.
—¿Es el cocinero?
—Juan. Venía con el bar. Un chico estupendo.
51
—¿Pensé que lo llamaste Pete?
—Sí.
Alcancé una rebanada de pizza y sacudí la cabeza.
—¿Por qué?
—Demasiados Juanes en el condado de San Diego. Lo llamo Pete para evitar
confusiones.
—Oh.
Llevé la rebanada de pizza a mi boca y tomé un bocado. Franky tenía razón, la
pizza era genial.
—Esto es realmente bueno.
—Son realmente buenas cuando estás borracho. Sobrio, son un sólido 7 de 10.
Tomé otro bocado y sacudí la cabeza.
—Esto es un diez.
—Tienes poca experiencia en pizza, o estás más borracha de lo que pensaba.
¿Cuándo llegaste aquí?
—A la hora de la cena.
—¿Cuándo es la hora de la cena para ustedes tortolitos?
—Detente —gemí—. No lo sé, seis o algo así.
—Vaya. Ocho horas de margaritas.
Devoré el resto del trozo y tomé otro.
—¿Ocho horas?
—Son las dos en punto. Es mañana. Estamos cerrando.
No podía creer que hubiera estado allí durante ocho horas.
—Santo cielo. ¿Puedo terminar esto?
—Como dije el otro día. Las estrellas de cine tienen privilegios especiales. Puedes
quedarte todo el tiempo que quieras.
—Gracias. —Doblé la pizza y la llevé a mi boca—. ¿Quieres una porción?
Estrechó los ojos y arrugó la nariz.
—¿Con cebollas y pimientos?
Me encogí de hombros.
—Tú te la pierdes.
—Sólo bromeaba. —Se estiró sobre la barra y agarró una rebanada—. Esta es la
única manera que me gusta.
Lo estudié mientras comía mi trozo de pizza. Vestido como de costumbre,
52 pantalones vaqueros, camiseta azul y zapatillas de deporte, se veía lindo.
—Puedo quedarme todo el tiempo que quiera, ¿ah?
Levantó la cabeza y asintió.
—Sí.
—Quiero quedarme aquí hasta que esto se haya terminado. ¿Me ayudarías a
terminarlo?
—¿Compartir una pizza con una mujer hermosa? Déjame pensar en eso por un
minuto —dijo. Alcanzó otra rebanada—. Creo que sí.
—Bien —dije—. Porque realmente no quiero irme a casa.
—¿Nunca? —preguntó.
—No lo sé, pero al menos no por ahora —dije, aunque temía que nunca fuera
más apropiado.
Diez
Abrí los ojos en pequeñas rendijas, dándome cuenta de que era de día, y tiré la
almohada sobre mi cabeza. El sol de la mañana era un poco demasiado para mi
estado, necesité un momento para ajustarme. Aunque no tenía ni idea de cuántas
margaritas había bebido, mi cabeza me decía que habían sido demasiadas.
Recordé vagamente devorar la mitad de una pizza gigantesca.
Inhalé una respiración larga y lenta, y sonreí ante el aroma fresco de la funda de
almohada. Después de un momento de recobrar los sentidos, deslicé la almohada
de mi cara y miré hacia el techo.
¿Blanco?
¿Desde cuándo el techo del dormitorio es blanco?
Me giré hacia un lado.
La habitación no era un lugar familiar. Aunque había muchas, había estado en
todas las habitaciones de la mansión en la que vivía, o por lo menos eso pensaba.
Miré alrededor de la habitación por cualquier cosa que me despertara un recuerdo.
No vi nada.
53
La habitación tenía paredes de color crema, techo blanco y molduras blancas con
forma de corona. La cómoda, la mesita de noche y la cabecera eran de un diseño
moderno y contemporáneo. Las paredes estaban adornadas con un moderno arte
abstracto, y la esquina de la habitación tenía dos esculturas de formas extrañas, pero
de muy buen gusto. En la esquina, un gran vestidor que obviamente estaba
completamente vacío.
Nada parecía familiar.
Para nada.
Me levanté de golpe y noté que, a excepción de mis zapatos, estaba en la cama
completamente vestida. Otra mirada rápida alrededor de la habitación reveló una
nota manuscrita encima del tocador.
Lou,
Te he comprobado algunas veces esta mañana, pero estabas durmiendo. Lo
siento. Tenía que ir al trabajo. Simplemente bloquea la puerta y ciérrala detrás de ti.
Lo pasamos muy bien hablando.
No puedo esperar a hacerlo de nuevo.
Franky
Cerré los ojos e intenté recordar qué había pasado. Como una película editada
por una ardilla esquizofrénica, pedazos y piezas de la noche anterior se
reprodujeron en mi cabeza. Había ido a casa con Franky. En un jeep. Comimos
pizza. Me hizo un batido.
Recordé las escaleras.
Muchas escaleras.
Y declarar mi odio hacia Rhett por ser un pendejo egoísta, ser un pendejo come
pizza, y ser un pendejo en general.
Mierda.
Caminé hasta la ventana y tiré de las persianas. Efectivamente, la casa en la que
vivía estaba al otro lado de la calle.
Mierda.
Apreté las manos contra mis bolsillos y luego recordé que había renunciado a mi
teléfono por cumplir con las reglas y requisitos del programa. Nerviosa, mis ojos
dieron vueltas por la habitación de nuevo. Colocados al lado de la puerta estaban
mis zapatos y calcetines, que no recordaba haberme quitado. Como dejar los
zapatos en la puerta de mi dormitorio era un hábito mío desde la infancia, pareció
una simple prueba más de que estaba mucho más borracha de lo que me había
dado cuenta. Seguramente no recordaba haberlos dejado allí.
54 Encontré una ligera satisfacción al saber que dormí en lo que parecía ser un
dormitorio extra. Me pareció más satisfactorio que todavía estaba vestida.
Gracias.
Ahora, todo lo que tenía que hacer era averiguar cómo volver a casa sin que
Rhett, el equipo de cámara, o cualquier persona en la producción supiera dónde
había estado. Para ellos encontrar a Franky sería desastroso.
Me puse los zapatos, me paseé por el enorme pero muy cálido hogar, y
encontré el camino a la puerta de atrás. Miré a través del cristal y hacia el enorme
espacio. Igual de impresionante que la terraza y piscina en la casa donde yo estaba
viviendo, si no más, la zona estaba exquisitamente ajardinada, amoblada y
decorada no muy diferente a la casa en la que vivía temporalmente.
Limpia y con buen gusto.
Abrí la puerta, la bloqueé y la cerré detrás de mí. Mientras caminaba hacia la
esquina del patio, decidí que necesitaba saber mucho menos sobre Rhett, y mucho
más sobre Franky.
Pero primero, necesitaba volver a casa sin levantar ninguna ceja.
Y, no tenía tanta resaca como para no darme cuenta que hacerlo, en sí mismo,
iba a ser complicado.
Muy complicado.
Once
Abrí la puerta con cuidado, esperando que todos excepto Bobby se hubieran
ido. Para mi sorpresa, la casa estaba llena de gente.
Kelli incluida.
Vestida en un traje de pantalón negro con su cabello retorcido en un perfecto
moño, de verdad era bonita.
Y estaba enojada.
Mierda.
Tan pronto como atravesé la puerta, su mirada me encontró.
—¿Dónde demonios has estado? —espetó.
—Yo, mmm. —Me encogí de hombros disculpándome—. Me emborraché y me
desmayé. Lo siento.
—Tonterías —siseó.
—No —respondí—. De verdad lo hice.
Su mirada laser continuó.
55
—¿Dónde?
—Calle abajo. —Apunté sobre mi hombro, en dirección opuesta a la casa de
Franky—. Acabo de despertar.
—De verdad estás tentando tu suerte conmigo, Lou. ¿Dónde estuviste?
—No, en serio. Rhett y yo nos pusimos a pelear anoche, y salí hecha una furia.
Yo, mmm. La verdad es que no recuerdo mucho de anoche, pero sé que me
emborraché y acabo de despertar. En serio. Y, no es mucho. Pero lo siento.
Esperaba que encontrara una forma de entender. Se giró a un lado y se aclaró la
garganta. Un hombre que no reconocí la miró.
—¿Dónde está el SEAL?
—Salió a correr, y después al gimnasio —respondió el hombre.
Kelli se giró a mí.
—¿Quién era él?
—¿Quién era quién?
—El tipo con el que estabas anoche.
—De verdad, no estaba con nadie.
Resopló un suspiro forzado.
—Descubriremos quién es.
Intenté actuar como si no la escuchara, y me preguntaba si funcionó.
—Será mejor que esto no suceda de nuevo —gruñó—. ¿Entiendes?
Asentí.
—Entendido. Sólo que… Rhett fue un imbécil anoche y me molestó.
Inclinó su cadera a un lado y me disparó una mirada.
—Sólo chúpale la polla en la piscina de nuevo, y todo estará bien.
Esperaba que no hubiera visto el video del incidente de la piscina. En realidad,
esperaba que nadie lo hubiera visto, y lo lamenté sinceramente. De nuevo, actué
como si no me interesara su comentario.
—Eso sí que fue una primera vez, por cierto —dijo—. Sexo a un lado de la
piscina a plena luz del día. Pensaba que eras una puritana. Supongo que me
equivoqué.
Muy bien, eso es suficiente.
—No sucederá de nuevo —espeté en respuesta—. Nunca.
Inhaló con fuerza, y luego lo dejó salir lentamente.
—Tiene que suceder.
Negué con la cabeza.
—No sucederá.
56
Me miró de arriba abajo.
—Atalo a tu cama o fóllatelo en la playa, o algo así.
Le disparé una mirada malvada, y no me molesté en responder.
—Esa escena nos va hacer superar los tres millones de espectadores —dijo.
El hombre misterioso se inclinó y susurró en su oído. Ella asintió y dio unos
pasos hacia mí.
—No te lo folles en la playa. La arena se mete en todas partes, y no necesitamos
una demanda porque terminaste con el coño raspado. Y, de ahora en adelante, si
debes ir a alguna parte, haces que el chofer te lleve. Sin excepciones. ¿Entendido?
—¿A todas partes?
Asintió.
—A todas partes.
Forcé una sonrisa.
—Está bien.
—Ahora. —Puso una mano en mi hombro—. Arréglate con el chico SEAL.
Tenemos veinte días más de filmación con él, y pelear no ayuda con nuestros
espectadores, o con los índices de audiencia. Esto no es Springer1.
—Dieciocho —dijo el otro hombre.
Ella lo fulminó con la mirada.
—Dieciocho, veinte, ¿a quién carajos le importa?
A mí me importa.
Desearía que fueran ocho.
O ninguno.
—Tú y el SEAL devastado por la guerra deben tener un desayuno tranquilo
mañana. Café. Bagels. Algo. Lo haremos parecer como si fuera el día después de la
pequeña discusión vegetariana. Una pequeña edición, y nadie se dará cuenta de tu
pequeña desaparición ebria.
—Bien —dije—. Tomaré café con él.
Me miró a los ojos.
—Será mejor que hagas más que eso.
—No me gusta —logré decir—. Para nada.
—Ese video de la piscina dice lo contrario.
57
—Bueno —dije—. Puede que necesites cortarlo y ponerlo al final de este
episodio o como sea que lo llames. No va a suceder de nuevo.
—Dije en serio lo del chofer. Y, no más eso de irse enojada.
—Bieeeen.
Su sequito la siguió, dejando dos camarógrafos detrás. Después de que la puerta
se cerrara, miré a Bobby.
—Debes ayudarme.
—¿Ayudarte con qué? —susurró.
—Odio a Rhett —dije—. ¿Puedes hacer que parezca que no?
Se encogió de hombros.
—¿Tú y yo juntos? Probablemente.
—Bien —dije—. Debemos intentarlo.
Sonrió.
—Estaré aquí por lo próximos seis meses sin importar qué.
Y, por mucho que odiara admitirlo, sabía que yo también lo estaba.

1Springer: Editorial que publica libros o textos relacionados con la ciencia, tecnología y
medicina.
Doce
Vivía la vida sin arrepentimientos. Hasta Reality Sucks, esa declaración era cierta.
¿Ahora? Ahora no podía decir eso.
Al menos no acertadamente.
Cuatro días habían pasado desde mi acto de desaparición, durante los cuales
había hecho un completo inventario moral de mí misma. No fue una sorpresa que
me arrepintiera de haber tenido sexo con Rhett. No odiaba el hecho de que hubiera
elegido hacerlo, pero no estaba nada orgullosa de mi decisión.
En los días posteriores a pasar la noche en casa de Franky, Rhett lanzó algunas
indirectas de que quería sexo, un par de veces. Aunque no lo volvió algo
importante, no podía evitar pensar que mis negaciones a sus peticiones lo hacían
preguntarse dónde habían salido mal las cosas.
No muy diferente de cualquier otra mujer que conocía, no tenía problemas en
expresarme a mí misma cuando se me preguntaba, pero me faltaba la habilidad
para expresarme sin que se me solicitara; en especial cuando se trataba de criticar a
alguien más. Así que, aunque Rhett daba a entender el hecho de que algo estaba
mal, no se preocupaba por intentar descubrir qué era.
58
Sentada en la mesa del desayuno bebiendo café, deseé estar en el bar hablando
con Franky. Por el bien del programa, necesitaba encontrar satisfacción en el tiempo
que pasaba con Rhett; al menos por el momento, pero no era así.
—¿Cómo vas a prepararte para esto? ¿Todos los chicos? —preguntó.
—¿Qué quieres decir?
—Después de que nuestro tiempo se termine, tú y yo, otro de los chicos vendrá
aquí. Estarás haciendo con él, las mismas cosas que hemos hecho nosotros. —Se
encogió de hombros—. No lo sé. A una parte de mí no le gusta la idea de que fuera
elegido primero. Para cuando el último tipo este aquí, te olvidarás de todas las cosas
que te gustaban de mí.
No te preocupes. Ya lo hice.
Pero. Tenía un punto válido. Después de que los seis meses pasaran; y cinco
hombres más me fueran presentados; Rhett seguro no estaría en la cima de mis
pensamientos. Y, con cada uno de los hombres, olvidaría pedazos y trozos sobre el
anterior. O al menos los haría a un lado basada en lo que estuviera frente a mí.
—Eso no es cierto —dije, aunque de verdad lo era.
—Es cierto —dijo. Después de tomar café, sus ojos cayeron a la mesa—. No
tengo idea cómo vas a hacerlo y cómo vas a mantener alguna clase de idea de
quién es quién en tu cabeza.
Por el bien del programa, y porque no era una persona cruel, hice un esfuerzo
por ser amable. Mis respuestas, aunque vagas, expresaban mi falta de interés en él
sin siquiera ser odiosa.
—Concentrémonos en el presente —dije con una sonrisa superficial—. De
verdad no quiero pensar en lo que pueda suceder después.
Alzó la mirada.
—Es difícil para mí concentrarnos en nosotros, en especial cuando sé que muy
pronto estarás concentrada en alguien más.
Parecía que estaba derrotado. Para un ex SEAL de la Marina, sí que se rendía
fácilmente. Hasta donde sabía, era una prueba más de que mi decisión de hacerlo a
un lado era la correcta. Medio me encogí de hombros y tomé un sorbo de mi café
tibio.
Nunca había sido de las que se preocupaba por lo que todavía debía suceder, así
que intentar planear mi futuro con Rhett; o con cualquiera para el caso; basada en
problemas que no existían, parecía ridículo.
En especial cuando consideraba el hecho de que ya no me importaba tener un
futuro con él. Dejé mi taza en la mesa y suspiré.
—No estoy preocupada por ellos…
—Yo sí —interrumpió.
59 Ni siquiera me dejaste terminar.
Por cualquier razón, el poco interés que tenía en intentar ser simplemente amiga
de Rhett pareció desvanecerse de repente. Pasar dos semanas más con él no sería
sencillo, en especial si él esperaba que cualquier momento que pasáramos juntos
fuera importante.
Agarré mi taza y me levanté.
—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó.
Ir al bar.
—No lo sé —respondí por encima de mi hombro.
Lavé mi taza y abrí el lavaplatos.
—¿Vas a hacer ejercicio? —pregunté, esperando que tuviera ganas de correr unos
cuarenta kilómetros y unas horas en la sala de pesas fueran necesarias.
Se levantó, se estiró y tomó su taza.
—Debería.
—¿Por qué no vas a hacer ejercicio? —dije con una sonrisa falsa—. Iré a comer
algo ligero, y luego podemos vernos en la tarde. ¿Qué tal eso?
—Suena bien.
Era muy fácil terminar víctima de la apariencia, la profesión y la actitud de un
hombre, y Rhett parado ante mí era la prueba. Lo había elegido basada en su
apariencia, y debería haber pasado más tiempo descubriendo qué había bajo la
superficie.
Mi enfoque con el resto de los cinco hombres sería muy diferente, eso era
seguro.
—Muy bien. —Me volteé para mirarlo—. Voy a cambiarme y le diré al chofer
que me lleve a comer a alguna parte.
—Suena bien —dijo de nuevo.
Una comida ligera sonaba bien.
Y, sabía exactamente a dónde le pediría al chofer que me llevara.

60
Trece
Abrí la puerta ligeramente, dudando, luego miré su reflejo en el espejo
retrovisor.
—Sólo espérame aquí.
Negó.
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—No puedo dejarla en un barrio residencial.
—Me dijeron que me llevarías a donde quisiera ir. Y, cuándo acabara, se supone
que me llevarás a casa. Aquí es donde quiero ir.
—Esto no es un restaurante.
—¿Kelli dijo que sólo podías llevarme a restaurantes?
—No, pero…
Abrí la puerta y salí. A propósito había hecho que el chofer me llevará unas
cuadras más allá del bar de Franky, esperando que no tuviera ni idea de donde
61 podría ir.
—Regresaré en una hora y media. No vayas a ninguna parte.
Cerré la puerta y salí corriendo. Después de que la camioneta estuvo fuera de mi
vista, miré sobre mi hombro cada pocos pasos. Convencida de que nadie me estaba
siguiendo, desaceleré el paso, y giré en la esquina. Una rápida mirada por la cuadra
en cada dirección me aseguró que nadie estaba siguiéndome, y entré por la puerta
del bar.
No había visto a Franky desde la noche que me quedé dormida en su casa, y
odiaba que no pudiera hablar con él cuando quería. Era el precio que pagaba por
ser parte del programa de televisión que estaba filmando, y no me gustaba.
Como era el caso tarde en las mañanas, el bar estaba vacío.
Gracias a Dios.
Con el sonido de In Bloom de Sturgill Simpson llenando el aire, entré al bar
sonriendo de oreja a oreja. Franky se giró hacia mí tan pronto como la puerta se
abrió y dejó entrar una pequeña luz, advirtiéndole de mi llegada.
—Tengo una pregunta —dije, mientras me acercaba a la barra.
—Bella durmiente. Qué bueno verte de nuevo. —Se apartó el cabello de los
ojos—. Pregunta, seguramente tengo una respuesta.
Fui hasta el borde del bar y saqué un taburete.
—¿Por qué no estás ocupado? Buena ubicación, junto a la playa, buen ambiente,
buena compañía. Pero, nunca estás muy ocupado, en especial temprano.
—Temporada baja —dijo.
Me senté.
—¿Eh?
—Es verano —explicó—. Estás en una ciudad playera. Todo está muy muerto
hasta el otoño e invierno. El precio de los hoteles junto a la costa se triplica o
cuadruplica en octubre. ¿Ahora? Mierda, ahora no hay ni uno.
—Oh. Entonces el verano es como el invierno en cualquier otra parte.
—Algo así. ¿Qué te sirvo?
—Agua.
Me miró confundido.
—¿Nada de margaritas?
—No, sólo agua. ¿Tienes hambre?
—¿Si yo tengo hambre?
—No. —Me reí y apunté al bar vacío—. Estoy preguntándole a los demás.
—Qué graciosa. No he comido desde el desayuno, si es lo que estás
preguntando.
62
Abrí los ojos dramáticamente e incliné mi cabeza a un lado.
—¿Compartimos una pizza?
Deslizó el vaso con agua frente a mí.
—Sólo si está cubierta de vegetales finamente cortados.
—Suena divertido. Hagámoslo.
Se giró hacia su iPad e hizo la orden. Tan pronto como terminó, agarró el
desvencijado taburete, luego se sentó y sonrió.
—Entonces, ¿cómo tomaron tu desaparición por una noche?
—Oh, Dios. Fue horrible. Kelli me dio un sermón, y me dijo que no podía ir a
ninguna parte sin un chofer. No huyas de nuevo, me dijo. Puede ser una perra.
—¿Y Kelli es?
—La productora.
Se enderezó.
—¿Kelli Karsten?
—Sí. ¿La conoces?
—Sé de ella. Demonios, todo el mundo sabe. Produce todos los reality shows
populares. Pateando con las Kadella, La Vida Simple, ese con las luchadoras enanas,
Failing in Florida. Mierda, todo el mundo la conoce. Supongo que no me di cuenta
que estabas en contacto con ella.
—No lo estaba. Quiero decir, la conocí cuando estábamos negociando el
contrato, pero no la había visto desde entonces. No hasta que me quedé dormida
en tu casa, eso es.
—¿Entonces, tu chofer está afuera en una limo?
—No, está a cuatro manzanas. —Me reí—. Estacionado frente a una casa en un
Escalade.
—Qué gracioso. Gracias por mantener el drama a raya.
Me incliné en la barra y admiré su cabello ridículamente despeinado, pero tan
perfecto.
—Me imaginé que no serías alguien al que le gustan las cámaras y esas cosas.
—Seguro que no me gustan. Trato y vuelo bajo el radar. Personalmente, no sé
cómo lo haces.
—No es fácil, créeme.
—Entonces, ¿el SEAL y tú todavía están en esas?
—¿Peleando?
—No —dijo—. Follando.
63 —¿Quién dijo que hemos estado follando?
—Tú. —Se rio—. La otra noche. Dijiste que habían estado follando, pero estabas
enojada con él por el tema de la pizza, y te arrepentías.
—Oh, mierda. —Me enderecé—. ¿Dije eso?
—Seguro. Dijiste que habían follado dos veces, para ser exactos. Así que,
¿todavía en el dos, o ha subido la cuenta?
—Dos y fin.
—Oh vaya. ¿Fin, eh?
Asentí.
—Fin.
—¿Segura?
—Ajá. Fin.
—Supongo que eso es bueno. Pero, esa falta de química hará que el programa
sea una mierda —dijo—. Tal vez puedan editarlo para que salga lo del final al
principio. Comenzar con las conversaciones triviales y terminar con los fuegos
artificiales.
—Eso fue más o menos lo que le dije a ella.
Tomé un sorbo de mi agua y puse el vaso a un lado.
—¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Claro que puedes. Y, en el futuro, no pidas permiso, sólo haz la pregunta.
—Me has dicho cosas. Como, que soy bonita y…
—Hermosa —interrumpió.
Estaba mirándome fijamente. No pude evitar sonreír.
—Hermosa. Lo siento.
Sonrió.
Y empecé a sonrojarme.
Suspiré y aparté la mirada.
—Y luego hablaste sobre las conversaciones sucias. Lo bueno que eres en eso. Y
has susurrado en mi oído, y dicho cosas sexis. ¿Cómo es que cuando estuve en tu
casa la otra noche no hiciste nada? ¿O intentaste algo?
—No soy así.
Lo miré.
—¿Cómo?
—Te molestaré cuándo estés aquí. Ya sabes, te haré pasar momentos difíciles.
Pero, no voy a joderte sexualmente mientras estés haciendo ese programa. No sería
correcto.
64
—¿Por qué?
—Haz tu programa, y cuando acabes, podemos hablar más de eso.
No me gustó su respuesta. Quería más de él. Mucho más.
—¿Te gusto?
Mierda.
Eso sonó bastante juvenil.
Muy juvenil.
Se rascó la cabeza frenéticamente, desordenando más su desastroso; pero lindo,
cabello. Bajó sus manos a su regazo y me miró a los ojos.
—¿Si me gustas? —Se rio—. Por el amor de Dios, ¿en serio? Creo que eres
preciosa. E interesante. E inteligente. Y bonita. Como te comportas no oculta el
hecho de que eres de Oeste Medio, y es divertido ver. Voy a suponer que has
montado a caballo antes, y eso me gusta de ti. Probablemente vienes de un hogar
de un montón de hermanos y ninguna hermana, y no estás feliz por eso. Pero, estás
esforzándote para mostrarte como una mujer, y no un marimacho. Me gusta la
forma en que tus shorts son lo suficientemente cortos para revelar toda tu pierna sin
dejar que tu nalga se asome. Tu cabello siempre está perfecto, pero no es porque
pases mucho tiempo arreglándolo, es porque así es como es. ¿La forma en que
lames la sal del borde de tu trago cuando no estoy mirando, pero nunca lo haces
cuando miro? También me gusta eso. ¿Y los vegetales en la pizza? Sí, eso también.
Se levantó, me miró a los ojos.
—Sí, Lou. Me gustas.
Vaya.
Con la boca abierta y mi mente vagando, lo miré. Estaba sin palabras.
Me sentía caliente.
Caliente por todas partes.
Como cuando Benny Wilson me invitó al baile de graduación.
Tomé mi vaso con agua, esperando que la bebida me enfriara. Me tomé medio
vaso, pero logró poco, si es que algo, de alivio.
—Oh —dije, en un tono casi inaudible.
Se rio.
—Te estás poniendo roja.
Me limpié la frente.
—Hago eso a veces.
Caminó al borde de la barra, se paró a mi lado y se inclinó.
65 No…
Apartó mi cabello a un lado, y luego presionó sus labios contra mi oído. Su
cálido aliento me produjo escalofríos.
—Añade eso a la lista de cosas que me gustan de ti —susurró.
Escalofríos recorrieron mi brazo. Y luego, mi pierna.
Se enderezó y se alejó.
Hijo de puta.
También me gustas.
En unos minutos, regresó, con la pizza. El aroma trajo recuerdos de mi noche
ebria en el bar, y dormir en su casa.
—¿Es del mismo tamaño que la que comimos la otra noche?
Asintió.
—El único tamaño que ofrecemos.
—¿Tienes soda zarzaparrilla? —pregunté.
Sus ojos se iluminaron.
—Oh. Buena idea. ¿Quieres una?
Asentí.
—Pizza y soda de zarzaparrilla —dijo—. No he comido eso en un tiempo.
Tampoco yo. Me recordaba a mi infancia.
—Yo tampoco.
Sirvió dos sodas, se sentó, y luego empezamos a comer. Después de terminar la
primera rebanada, lo miré un momento. Decidí, mientras lo miraba comer, que de
verdad era una buena persona.
—Tanía tres hermanos, ninguna hermana, y fui educada por mi padre en una
granja justo en la frontera entre Kansas y Nebraska, del lado de Kansas. Mi mamá y
mi papá se divorciaron, y ella se mudó lejos después de casarse con alguien más.
Nunca la vimos después de eso, pero por alguna razón, no me importó. Mi papá
fue un buen padre. Y sí, puedo montar a caballo, arreglar una cerca, construir un
granero, pelear; y no pelear como niña, y hacer la cena. Bastante bien resumido. —
Tomé un trozo de pizza—. ¿Crees que puedes conseguirme un teléfono prepago?
¿Un mechero?
—¿Planeas asesinar al SEAL? —preguntó sin expresión.
—¡No! Dios.
Se rio y luego tomó un sorbo de su bebida.
Mientras limpiaba los restos de su barda, continué.
—Parte del trato es que se llevan nuestros teléfonos. Ningún contacto con el
66 exterior más que un teléfono fijo en la cocina. Pero si te llamo, grabaran todo.
Pensé que podríamos escribirnos si pudiera conseguir un teléfono. Me volvió loca
no haber podido hablar contigo desde esa noche.
—Sí, puedo conseguirte un teléfono. Tienen de esos baratos en el paseo
marítimo.
—Perfecto.
—Entonces, ¿cuál es tu plan por las próximas, qué? ¿Dos semanas? —preguntó.
Asentí.
—Catorce días. Sólo voy a portarme bien y seré amable con él, pero eso es
todo.
—¿Sabe que no tiene oportunidad? ¿Qué se acabó?
—Nop.
—Deberías decirle.
—No quiero.
—Dudo que quieras, pero deberías. Es lo correcto. No dejes que crea nada que
no es.
—No me gusta —dije—. No me importa.
—Siempre trata a los otros como te gustaría que te traten a ti. Así que, ponlo del
otro lado. ¿Y si todo entre ustedes fuera perfecto, y cuando se acabara el tiempo,
pensaras que podrían estar juntos después de todo? Y luego, cuando el programa se
acaba, hablas con él sólo para enterarte que tiene una novia. ¿Cómo te sentirías?
—Terrible.
—Entonces, dile.
Suspiré.
—No soy nada polémica.
—No es ser polémica. Es ser humana. Sólo explícale, honestamente, por qué no
están funcionando las cosas. Y, mientras más pronto mejor. Tal vez fuera de
cámaras.
Lo consideré un rato, y luego tomé un sorbo de mi bebida.
—Suena fácil.
—Es fácil. —Frotó sus palmas juntas—. ¿Cómo se llama?
—Rhett.
—¿Rhett? Santa mierda. Su madre era una romántica sin remedio.
—¿Por qué lo dices?
—¿Lo que el viento se llevó? ¿El libro, de Margaret Mitchell? Rhett Butler era el
67 héroe. Qué nombre. Bueno, si eres un idiota.
—Me gusta. O, al menos me gustaba.
Puso sus ojos en blanco.
—Rhett, el incidente de la pizza reveló suficiente sobre ti para decidir que lo
mejor para nosotros es que no continuemos recorriendo ningún camino romántico
juntos. No intentes explicar o poner excusas, mi decisión está tomada. Vine aquí
para encontrar a quien amar, y…
—Encontrar a alguien compatible —interrumpí—. No un amante,
compatibilidad.
Suspiró.
—Vine aquí esperando encontrar a alguien con quien fuera compatible… luego,
puedes mencionar cualquier otra razón que se te ocurra. —Se levantó y comenzó a
caminar detrás de la barra—. Después de que enumeres tus razones, dile que quieres
intentar que se lleven bien durante el resto del programa, y eso es todo.
—¿De verdad debo hacerlo?
—Deberías.
—¿Por qué?
—Porque si no lo haces, será incómodo. Y, es lo correcto.
—¿Siempre haces lo correcto?
—Intento.
¿Por qué Kelli no te eligió para el programa?
—Desearía que Kelli te hubiera elegido para el programa.
Se detuvo y se giró a mirarme.
—El hecho de que no estoy en el programa, y nunca lo estaré, es lo que me
separa de esos idiotas. Puedes decirte a ti misma lo que quieras, pero no estás
buscando compatibilidad. Estás buscando amor. Está bien. Pero no vas a encontrarlo
ahí. Simplemente no lo harás.
Lo miré, convencida de que tenía razón.
Sobre ambas cosas.
Él no era uno de los idiotas.
Y, estaba buscando amor.
Mi problema; al menos unos de mis problemas, era que me temía que no iba a
encontrarlo.
Al menos no donde estaba siendo obligada a hacerlo.

68
Catorce
Había llegado un punto que en lugar de contar el número de días que pasaba
con Rhett; contaba el número de días hasta que se fuera.
Once.
Once tortuosos días faltaban, y sentía que el tiempo se había detenido.
Correcto o incorrecto, hablar con Rhett sobre cómo me sentía no iba a ser fácil.
Aunque decirle no a los hombres no era algo que hiciera seguido, decidí que Franky
tenía razón. Implementar mi plan y hacerlo, sin embargo, requirió de tres días.
Estábamos en la sala de estar. Rhett estaba mirando distraídamente un juego de
baloncesto. Estaba observándolo ver el juego, y preguntándome cómo pensé;
siquiera por un minuto, que él podría ser el indicado.
Me sentí como una tonta demasiado entusiasta.
—Debemos hablar.
Mientras continuaba mirando la televisión, respondió:
—¿Sobre qué? ¿Estás lista para follar?
69 Encontraba difícil de creer que fuera tan diferente de lo que pareció la primera
noche que nos conocimos. Habíamos pasado de ver el atardecer juntos a no tener
ni una cosa en común en los últimos diecisiete días.
—No —espeté—. No vamos a follar de nuevo. Nunca.
Continuó mirando la televisión.
—Sí. Lo supuse. Todavía molesta por esa pizza, ¿eh? Dios, eres terca.
—No estoy molesta por la pizza.
Con el control remoto colgando flojo en su mano, permaneció recostado contra
un brazo del sofá con sus ojos fijos en el juego de baloncesto. Después de unos
largos minutos de silencio, tomé una nota mental de preguntarle a Franky si era
fanático de los deportes.
Me aclaré la garganta.
—¿Hora de cenar? —preguntó.
—No —gruñí—. Todavía no.
Continuó mirando el juego.
—Debemos hablar.
—¿De qué?
—De nosotros.
—Estoy escuchando.
—No lo estás. Estás mirando el juego.
—Pero estoy escuchando.
—¿Puedes prestarme atención?
—Estoy prestándote atención. Soy multitareas. Los hombres son buenos en eso.
Maldito imbécil.
Tenía toda la intención de ser amable, pero él lo hacía difícil. Mis
preocupaciones por intentar cuidar sus sentimientos se fueron.
—Bien. —Me levanté—. Si estás prestando atención; y eres bueno en eso, esto
no tomará mucho tiempo. He decidido que no me gustas. Para nada. No habrá
ninguna oportunidad de que terminemos juntos, ni ahora ni nunca. Así que,
podemos descubrir una forma de ser amigables por los próximos once días, o
podemos olvidarnos de que nos hemos conocido, la verdad no me importa.
—Vaya. —Se sentó derecho, me miró y parpadeó un par de veces—. ¿Qué
demonios pasó? ¿Tienes el periodo? ¿La Tía Flujo bajó?
—Vete a la mierda.
Sus ojos se entrecerraron.
—No me hables así.
70 Incliné mi cadera y lo fulminé con la mirada.
—No me hables tú así.
Se cruzó de brazos e infló su pecho.
—Nadie me dice que me vaya.
—No te dije que te fueras. Dije que te fueras a la mierda.
Me fulminó con la mirada.
—Es lo mismo hasta donde sé.
—Si ese es el caso, estás equivocado, entonces. Alguien sí te dijo que te fueras. Y,
ese alguien fui yo. Terminé de hablar contigo. Viniste aquí por una razón y sólo una
razón: a follar. Ya conseguiste lo que querías. Regodéate con eso, porque nunca lo
conseguirás de nuevo.
—Estuviste con alguien más la otra noche, ¿verdad?
Negué con incredulidad.
—¿De verdad crees que esto es por eso? Fuiste un imbécil desconsiderado.
Pensaste que mis vegetales iban a arruinar tu pizza. Las relaciones son sobre
sacrificios, y si no puedes sacrificar media pizza, no hay posibilidad de que tengamos
un futuro. Fallaste. Supéralo.
Me volteé hacia la cocina y empecé a alejarme.
—No fallé —gruñó.
Me detuve y me volteé.
—Vaya, ¿toqué un punto sensible?
—No fallé.
Tosí y me reí.
—De hecho, sí lo hiciste.
—Nunca he fallado en nada en mi vida.
—Bueno. —Volví a voltearme—. Fallaste en esto. Miserable. Y, repetidamente.
—Tonterías. Tú te rendiste.
Alcé mi puño apretado en el aire.
—Fallaste en el sexo. Ni siquiera te preocupó si tuve un orgasmo la primera vez.
Sólo querías conseguir lo tuyo. —Extendí mi dedo índice—. Fallaste en la piscina.
Podrías haber lamido mi coño, pero esperaste por otra mamada. Eres egoísta. —
Extendí otro dedo—. Fallaste con la pizza, porque eres un bastardo egoísta, y no
me dejaste poner algo en la mitad de mi pizza que realmente me gustara. —Extendí
otro dedo—. Y, luego fallaste de nuevo cuando no te disculpaste…
—Maldita perra —dijo furioso.
¿Perra?
71
Me di vuelta.
Venía pisoteando fuerte en mi dirección. Mientras mentalmente me preparaba
para patearlo en las pelotas, dos grandes gorilas; que no había visto antes, vinieron
corriendo por el pasillo, pasaron a mi lado y entraron al cuarto.
—Tranquilo, señor. Sólo tranquilícese —dijo uno de ellos mientras agarraba a
Rhett. El otro se quedó parado cerca.
Aparentemente eran de la seguridad del plató. Me di cuenta que había una
habitación para la producción en uno de los cuartos de sobra, pero no tenía idea de
que había personal de seguridad disponible. Si lo hubiera sabido, probablemente
hubiera elegido un par de palabras más fuertes en mis comentarios de retirada.
—Maldito imbécil —dije enojada—. Me largo de aquí.
Abrí la puerta principal y caminé a hacia la Suburban, que estaba estacionada en
el círculo del camino de entrada. Al crecer en una granja, siempre había esperado el
día en que tuviera un camino de entrada en forma de círculo. Ahora que tenía uno,
deseaba volver a la granja.
El chofer estaba apoyado en el guardabarros delantero fumando un cigarro.
—Oye, nos vamos —dije.
—¿A dónde?
—Al mismo lugar que me llevaste el otro día, pero esta vez, no me molestes —
dije—. No estoy de humor.
—Muy bien. —Se inclinó y apagó su cigarro—. ¿Cuánto tiempo se quedará?
—Hasta que tenga ganas de volver —dije—. Y eso podría tomar un rato.

72
Quince
—Lo único que debo hacer es poner una nota en la puerta —dijo Franky—.
Créeme, no tengo problema con eso. —Su boca suavemente se curvó en una sonrisa
mientras hablaba, revelando su interés de seguir adelante con su oferta.
Sonreí ante la idea.
—¿Y luego qué?
—¿Qué quieres decir con, luego qué? Luego, salimos por la puerta trasera,
subimos al Jeep, y vamos a la playa. Cuando regresemos, sólo te dejaré a una
cuadra y podrás caminar hasta tu chofer como si nada hubiera pasado.
Un viaje a la playa sonaba agradable; el sol no se había puesto todavía. Verlo
desde la playa sería agradable para variar.
—Tu casa tiene vistas a la playa. Estoy seguro de que has visto la puesta del sol
unas cien veces desde la piscina, ¿verdad?
—No —mentí.
Quería olvidarme de Rhett, lo que habíamos hecho juntos, las pocas cosas que
habíamos compartido, y sin duda el atardecer que vi con él la primera noche que
73 nos conocimos.
—¿En serio? ¿No has disfrutado del atardecer?
La manera en que hizo la pregunta hizo más fácil responder. ¿Lo había
disfrutado? La respuesta era en definitiva un no.
Negué.
—Todavía no.
—Jen se fue hace una hora porque no teníamos mucho que hacer. Lo único que
tenemos que hacer es mandar a Pete a casa y luego cerrar esta mierda —dijo.
Intenté ocultar mi emoción, pero estoy segura de que me quedé corta
haciéndolo. Estaba empezando a encontrar un extraño confort en pasar tiempo con
Franky, incluso aunque no íbamos a ser íntimos. Estar en su presencia me hacía
sentir cálida, a salvo y relajada.
Era muy posible que me sintiera de esa forma por la falta de intimidad. Tal vez
eso, por sí solo, me permitía relajarme, y junto con la relajación venía el confort.
Me mecí de atrás adelante en mis talones con anticipación.
—Hagámoslo.
Aplaudió.
—Regreso en un minuto.
—Bien.
En unos minutos, regresó con un delgado pedazo de cartón. Lo sostuvo en sus
brazos.

CERRADO TEMPRANO POR EMERGENCIA FAMILIAR


MAÑANA A ABRIMOS A LA MISMA HORA
LAMENTAMOS LOS INCONVENIENTES

—Se ve bien —dijo sonriendo.


Pegó la nota en la puerta, cerró, y comenzó a caminar hacia mí.
—Pete se fue. El lugar está oficialmente cerrado. La puerta cerrada. ¿Lista?
Estaba más que lista. Comparar mis momentos con Franky con mis momentos
con Rhett era como comparar una sentencia a prisión con la libertad. No había
comparación.
Salté del taburete.
—Ajá.
El viaje a la playa pasó sin novedades, y tomó tres minutos. Después de
estacionar, salimos y empezamos a caminar hacia la playa. Para mi sorpresa, no
74
había nadie. Me fascinaba que un área tan hermosa; y pacífica, no fuera un lugar de
interés para los habitantes, ni siquiera en temporada baja.
Aunque estaba bastante segura de que nadie estaba siguiéndonos, aun así,
miraba sobre mi hombro ocasionalmente, sólo para estar segura.
—¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó.
Me reí.
—Sólo no quiero paparazis siguiéndonos.
—Somos dos.
Tomó mi mano, y al principio no me di cuenta qué estaba haciendo. Entonces se
inclinó al lado con su brazo estirado y me disparó una mirada juguetona con los
ojos abiertos como platos.
—¿Qué?
—Tu mano —dije.
En ese instante me di cuenta qué quería, y empecé a cosquillear. La oferta de
sostener mi mano no era un avance sexual de su parte, ni era sensual, pero para mí,
era especial.
Mientras tomaba su mano en la mía, moví mis ojos al horizonte, y la experiencia
se volvió casi trascendental.
El sol, bajo en el horizonte, comenzó a iluminar las pocas nubes que lo
rodeaban. Rosas, morados, naranjas, y azules lentamente cambiaron, y tomados de
la mano caminamos hacia la orilla.
Me quedé en silencio, así como él, hasta que llegamos al agua.
A regañadientes solté su mano y me quité los zapatos. A cambio, él se quitó los
suyos y se subió la bota de sus pantalones. Dejamos nuestros zapatos en la playa
vacía, y aunque no la ofreció, me estiré por su mano; esperando que todavía
estuviera la oferta.
Tomó mi mano, y caminamos por la orilla. Posicionados junto al océano lo
suficiente que la marea mojaba mis pies de cuando en cuando, el paseo a lo largo
de la playa, al menos para mí, era de esos que te cambiaban la vida.
Nunca había tomado un paseo a lo largo de la playa y nos perdimos haciendo
eso por un rato. Tomados de la mano caminamos por lo que esperaba fueran
kilómetros, sin decir una palabra. Para alguien que no había visto personalmente
algo tan arrebatador como el océano Pacifico durante el atardecer, probaba que
valía la pena el silencio que ambos proveíamos.
Continuamos nuestra caminata, mientras mis ojos estaban pegados al horizonte.
Eventualmente, el sol empezó a derretirse en el agua, y él se detuvo. Con un tirón
en mi mano me animó a seguirlo unos metros lejos de la corriente, y nos sentamos
en la arena lado a lado.
75 Me giré hacia la pintoresca escena, y encontré un velero solitario en la distancia.
Mientras alternaba miradas hacia él y el atardecer, descansé mi cabeza en el hombro
de Franky.
Cuando todos los colores desaparecieron, y el cielo empezó a oscurecerse, me
giré hacia él. Me miró con alegría y sonrió.
Sonreí en respuesta, y, en ese momento, decidí que ni las mandíbulas cinceladas,
ni los abdominales como piedras, ni una polla de estrella porno, ni ningún bulto
importaba. Lo que sí importaba era la habilidad de un hombre para ser considerado
y humano; dos cosas que Franky ciertamente poseía.
Levanté la cabeza.
—¿Ahora qué?
Me rodeó con una mano y me acercó.
—Sólo cierra los ojos y escucha —dijo—. Vengo aquí todo el tiempo y lo hago.
Hice lo que pidió.
Uno a uno, los sonidos distantes desaparecieron. Con mis ojos cerrados con
fuerza, continué escuchando. Todo lo que quedaba era el sonido del océano y
nuestra respiración poco profunda. Bajé la cabeza, pero esta vez a su pecho, y sus
latidos llenaron mi oído. Me di cuenta que más allá de sus atractivas cualidades
había un hombre sencillo.
Y considerado.
Y bastante cortés.
Aun así.
No podía tenerlo.

76
Dieciséis
Kelli estaba a los pies del sofá con sus manos en sus caderas y me miraba con el
ceño fruncido. Los músculos de su cuello estaban tensos y una vena palpitaba con
cada latido de su corazón.
—¿Te das cuenta que las condiciones de tu contrato nos dan la posibilidad de
demandarte si arruinas esto?
La idea de ser demandada por la compañía productora me aterraba. Pronto
pasaría de estar en quiebra a ser una indigente. Presioné mi lengua contra el paladar
y esperé a responder. Necesitaba decir algo.
—Viniste a casa a las tres de la mañana —espetó—. El turno del chofer terminó a
medianoche. Y, así como todos aquí, es un empleado.
—Lo siento.
Era lo único que podía decir.
—Ha habido muchos de esos últimamente. Lo sientes. Bueno, eso lo arregla, ¿no
es cierto?
Sabía que no, pero desearía que sí. Froté mis ojos cansados e intenté
77 despertarme.
—Nunca me dijiste que tenía un toque de queda.
—Todo está en tu contrato. ¿Te molestaste en leerlo?
No lo había hecho. No sentí que fuera necesario. La miré preguntándome en
cuántos problemas; financieros, y de otra clase; podría meterme si continuaba
enojándola.
—Lo revisé rápidamente —mentí.
—La premisa de este programa es que interactúes con seis hombres, y que lo
filmemos. Tú, Lou, eres la estrella del programa. Eres lo que atrae a los
espectadores. Tu cara bonita, el encanto del oeste medio, y esas piernas geniales. Si
no estás aquí, no podemos grabarte. Si no podemos grabarte, no tenemos
programa. Si no tenemos programa, no tenemos espectadores. Si no tenemos
espectadores. —Alzó sus manos al aire—. ¿Quién crees que va a querer pagar por
un espacio publicitario?
—¿Nadie? —chillé.
Asintió.
—Nadie.
—Esta cosa de treinta días va a cambiar. Debí haber sabido que no iba a
funcionar. Después de que este imbécil del SEAL se vaya, los hombres restantes se
quedarán por catorce días. Eso es todo. Lo haremos parecer un mes, mierda, no lo
sé. Y, de aquí en adelante, no puedes elegir al siguiente, yo lo haré.
No iba a discutir con ella. Dos semanas, hasta donde me concernía, era mejor
que cuatro. Quería que este desastre terminara tan pronto como fuera posible para
poder recoger mi paga.
—Bien.
—¿Bien qué? —espetó.
—Bien a lo que digas. Las dos semanas y que elijas los chicos.
—Bueno, pues claro que está bien —gritó—. ¿Crees que estaba pidiéndote una
opinión?
Hice el almohadón a un lado, me levanté y doblé la manta que había usado
durante las pocas horas que había estado durmiendo. Después de ponerla sobre el
brazo del sofá, me giré hacia ella y me aclaré la garganta.
—Escucha. ¿Este chico? ¿Rhett? Es un jodido imbécil. Anoche, vino detrás de mí
como si fuera a golpearme. Ya terminé con él, y ya terminé con que me grites. Si
tuvieras a alguien aquí que no fuera un completo imbécil, no estaríamos hablando
sobre que me hubiera ido toda la noche…
—Escucha —interrumpió.
—No me interrumpas —dije—. No es educado.
78 Su boca se curvó en una sonrisa fría.
—Sigue.
—No soy una mala persona, y no quiero sabotear tu programa. Pero no puedes
esperar que esté con ese imbécil y pretenda que nos estamos llevando bien, porque
odio a ese tipo. ¿Y, eso en la piscina? No he estado con un hombre desde mi primer
año de la universidad, y de verdad pensé que este tipo era el indicado. Me dejé
llevar. No soy así, así que… sólo… sólo recuérdalo. Me gusta el sexo, pero no soy
una zorra. Oh, y apreciaría si no me gritaras.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿No habías tenido sexo en dos años?
—Lo juro.
Empezó a frotarse las sienes con las yemas de los dedos, y sus ojos cayeron al
suelo.
—Dame un minuto.
Ella alzó la mirada.
—Necesitamos una escena más. Una escena sobre la salida. Podemos arreglar el
resto.
—¿Cuándo se irá?
—¿Después de su explosión de anoche? Puedo hacer que se vaya esta noche.
—¿Sólo algo así como No puedo esperar a verte, y abrazarlo e irme?
—Algo así —dijo—. Te guiaré.
—¿Y, luego se va?
—Nunca lo verás de nuevo —dijo.
—Bien —suspiré—. Hagámoslo.
—Tengo otra pregunta —dijo.
La miré a los ojos.
—¿Sí?
—¿Hay alguien más?
Niego.
—No estoy enredándome con nadie, de verdad.
—Bien. —Sonrió y asintió—. Ahora, lo único que debemos hacer es arreglar este
jodido desastre.

79
Diecisiete
Después de una larga discusión, Kelli decidió que sólo tenía que pasar una noche
más con Rhett. Al día siguiente se iría del plató, para nunca ser visto de nuevo. No
podría haber sido más feliz. Deshacerme de él y su actitud de mierda me permitiría
seguir con el programa; y con mi vida, como si nunca hubiera existido.
Me di cuenta que sólo habían pasado unas semanas, pero sentía que el progreso
que había hecho era monumental. Conducida principalmente por el dinero, y
parcialmente por el hecho de que yo; como cualquier otra mujer soltera, quería
encontrar a alguien que me amara, me aferré al primer tipo que era caliente y tenía
una linda sonrisa.
Qué gran error.
Aprendí rápidamente; pero sólo después de que tuvimos sexo, que los
abdominales cincelados, los pectorales abultados, y las tendencias de macho alfa no
tenían importancia. Lo que ahora encontraba crucial para elegir una pareja era
quién era un hombre, no qué era.
—Bien, aquí están los vegetales. —Deslicé la tabla de picar por la encimera y
sonreí ante la idea del odio de Rhett por todas las cosas con vegetales.
80
—Gracias —dijo Rhett.
Empezó a tomar los pimientos, las cebollas, la albahaca de la tabla y luego los
dejó caer sobre la pizza. Mirarlo era molesto por muchas razones.
Los vegetales no están extendidos equitativamente; estaban en montones. Y,
todo era una gran mentira.
Me sonrió mientras levantaba la pizza de la encimera.
—Déjame poner esto en el horno, y podremos disfrutarla.
Tomé un sorbo de mi vino y miré a Kelli. Ella sonrió en respuesta y apuntó a un
botón de su camisa.
Arrugué la nariz.
Lo desabotonó y luego me apuntó a mí.
Vestida mucho más diferente de lo normal, estaba usando pantalones, una blusa
de botones, y tenía mi cabello en un moño. Aunque normalmente no tendría mi
blusa abotonada hasta el cuello, cenar con alguien que odiaba no era típico para mí.
Me bebí el vino y desabotoné un botón.
Ella gesticuló las palabras uno más.
A regañadientes, solté otro, y mientras la cámara estaba fija en el horno, llené mi
copa de nuevo.
Él metió la pizza en el horno y tomó su cerveza. Mientras la cámara me
enfocaba, se bebió una lata de cerveza. Después de un momento, y sólo debido a la
insistencia de Kelli, él levantó su copa de vino.
—Por el destino —dijo, alzando su copa.
¿Hablas jodidamente en serio?
Miré a Kelli, y luego a Rhett. La idea de él me enfermaba. Levanté mi copa en
un falso brindis.
—¡Brindo por eso!
Miré a Kelli hasta que miró en mi dirección, y puse los ojos en blanco. Me
disparó una mirada y se dio vuelta. Tomé un sorbo de mi vino para la cámara, y
miré a Rhett.
—Va a tomar un tiempo, vamos a sentarnos.
Pasé a su lado, hacia la puerta que llevaba a la sala. Mientras pasaba, me dio una
palmada en el trasero.
Hijo de puta.
No me molesté en girarme, o lanzarle una mirada furiosa. Sólo provocaría tener
que volver a filmar la escena, y eso requeriría que pasara más tiempo con él. En
cambio, caminé a la sala de estar y me senté donde decidí que estaría durmiendo
hasta que él fuera acompañado hasta la salida.
81 El sofá.
—Esa pizza será buena. Fue divertido cocinarla juntos —dijo cuando entramos al
cuarto.
Imbécil.
No puedo esperar a verte ahogarte con un pedazo, odia vegetales.
—Sí. No puedo esperar a verte comerla. —Mi boca se torció en una sonrisa, y
luego me aclaré la garganta—. Digo que no puedo esperar a comerla.
Después de lo que pareció una eternidad, el temporizador del horno sonó. Salté,
corrí a la cocina y agarré los guantes de horno. Ansiosa por ver a Rhett comer lo
que este imbécil consideraba repulsivo, saqué la pizza del horno, caminé hasta la
encimera, y soplé el aroma hacia la puerta.
Rhett estaba justo detrás de mí, y al entrar en la cocina y oler la pizza de
vegetales, se llevó una mano a la boca y pareció tener una arcada.
Hazlo.
Vomita, maricón.
Fingió vomitar un momento, y luego tomó un sorbo de su vino. Después de su
bebida, sus ojos se abrieron como platos. Aparentemente no bebía mucho vino, y
luchó por tragar el dulce moscatel.
—Cortemos este bebé. No puedo esperar —dije.
Corté la pizza. Mientras el equipo nos filmaba desde cada ángulo disponible,
puse la pizza en un plato y me senté en la barra de desayuno. Rhett pronto me
siguió, con una cerveza al lado de su plato y su copa de vino al otro.
Después de sacarle todos los vegetales a la pizza, tomó un bocado con cuidado.
Yo, por otra parte, mordí un tercio de la porción de una vez. Después de su
mordisco inicial, una mirada de sorpresa cubrió su cara, y comenzó a comer la pizza
con vigor.
La cámara grabó de un lado a otro mientras comíamos y bebíamos nuestro vino.
Me di cuenta de que mi tiempo con Rhett era limitado, y por mucho que quería
que él desapareciera, sentí que necesitaba vengarme por su falso comportamiento la
noche que nos conocimos, y por ser un imbécil controlador.
Con cuidado elegí el pedazo de pizza con un montón de vegetales, y luego me
estiré sobre el borde de la mesa. Descansando mis codos con la pizza sostenida
firmemente en mi mano, sonreí para la cámara y mostré mi escote para la cámara.
Algo que seguramente querrían usar.
—Es nuestra última noche juntos —dije—. Vamos a divertirnos. Quiero
alimentarte, bebé.
Sus ojos se dispararon a Kelli. Ella asintió una vez. Observé su manzana de Adán
subir y bajar mientras seguramente tragaba la bilis que subía por su garganta.
Se inclinó hacia adelante y abrió su boca un poco.
82 Metí casi la mitad de la pizza cargada de vegetales en su boca.
Con ambas cámaras fijas en él, mordió la pizza. Tomé lo que quedaba la
rebanada, me incliné hacia adelante, y lo besé en la mejilla.
Espero te ahogues con eso.
Masticó lentamente, y empezó a tener aradas. Miré hacia Kelli, quien estaba
sonriendo de oreja a oreja. Con ambas cámaras todavía enfocadas en sus
movimientos, me bajé sobre la silla y luego me levanté.
Me serví otra copa de vino, tomé un sorbo, y luego lo miré. Con mi mano libre,
cubrí mi boca y empecé a actuar como si estuviera vomitando.
Se levantó, y su cuerpo empezó a convulsionar. Sin duda en parte debido a su
odio por los vegetales, pero más que nada porque no se tomó el tiempo para
extenderlos en la pizza apropiadamente, estaba teniendo arcadas por un gran
puñado de cebollas medio cocidas.
Con Kelli casi llorando de la risa, y los camarógrafos de pie esperando, se giró
hacia el lavabo, pero no lo llegó del todo.
No del todo.
Y, vomitó.
Tomé mi copa de vino, la bebí, y me giré hacia Kelli.
Su rostro lleno de disgusto, me miró y me disparó una mirada que decía qué
demonios. Alcé mi copa vacía, guiñé un ojo, y me volteé.
Mi trabajo aquí ha terminado.

83
Dieciocho
—Que jodido desastre —espetó Kelli—. ¿Dormiste mientras empacaba sus
maletas, y ni siquiera saliste de la cama cuando se fue?
Bajé la rizadora y me encogí de hombros.
—Estaba dormida, no sabía.
Me alegraba que se hubiera ido. Finalmente se terminó. Muy probablemente
tendría unos días antes de que la siguiente persona llegara, y podría pasar más
tiempo en el bar con Franky.
—Es muy tarde para cambiarlo —dijo—. Pero necesitamos que bajes para unos
minutos de filmación.
—¿De qué?
—Del adiós. Un par de miradas solemnes. Tal vez una lágrima. Es el primero.
Tienes que tener un apego especial, y estás triste de verlo irse.
He visto The Bachelorette, y lo vi con la creencia de que lo que veía era verdad,
la mayor parte. No tenía ni idea de que las escenas eran ensambladas fuera de
secuencia, y que todo el programa era producto de un productor, no de lo que en
84 realidad pasaba en las grabaciones.
La idea de lo que sería la opinión pública sobre Rhett y yo; después de que el
show saliera al aire; casi me enfermó.
—Bien —dije—. Terminemos con esto.
La seguí abajo, y luego al patio.
Con Bobby filmando la completa mentira, me despedí hacia una camioneta
inexistente.
—Gírate hacia la casa, duda, y luego gira de nuevo a la camioneta —dijo Kelli—.
Haz una pausa larga, vuelve hacia la casa y alza tu mano derecha como si estuvieras
limpiándote una lágrima.
Incliné mi cadera a un lado y le disparé una mirada.
—¿En serio?
—Sí —dijo—. En serio.
Miré hacia la calle, me despedí de nuevo, y luego me giré hacia la casa.
Uno, dos, tres.
Me volteé, puse mi mejor mirada acongojada, y mientras enfrentaba la casa de
nuevo, alcé mi mano a mi mejilla.
—Corten —gritó Kelli.
Metió la mano en su bolso, y extendió su mano.
—Toma.
—¿Qué es?
—Gotas para los ojos. Colócate una o dos gotas en tus ojos, vamos a filmarla
cayendo por tu mejilla. Siéntate en los escalones.
Estaba atónita.
—¿Hablas en serio?
Asintió.
—Dos gotas.
Caminé hacia los escalones, me senté, e incliné mi cabeza hacia atrás. Después de
dos gotas del líquido, bajé mi barbilla.
Y, mientras una falsa lágrima caía por mi mejilla, la idea de mentirle a los
espectadores sobre cómo me sentía empezó a hacerme sentir enferma.
—Corten —dijo Kelli—. Eso fue perfecto.
—Fue una tontería —espeté.
—Bienvenida a Hollywood, querida —dijo con una risa—. Los reality de
televisión son tonterías. La emoción vende. Los sentimientos consiguen reacciones.
Las reacciones causan rumores, y los rumores llevan a que más gente lo vea.
85
—Así que, básicamente, me contrataste para contar una gran mentira —dije.
—No —respondió—. Seis.
Limpié las gotas de mi mejilla y negué.
—Entonces, ¿quién sigue?
—El motociclista. Les Ketterman.
Puse los ojos en blanco.
—¿Es un motociclista de verdad, o un aspirante a?
—Es de verdad —dijo—. Ya verás.
—¿Cuándo vendrá?
—Esta noche —dijo—. Alrededor de la siete.
El fondo de mi estómago se sentía pesado. La sensación de triunfo se desvaneció
y la miseria empezó a reemplazarla.
—¿Tiene que ser tan pronto?
—El tiempo es oro —dijo—. Muy bien. Debo ir a Anaheim, tengo a una
preadolescente postrada por el cáncer en Disneyland.
De repente mis problemas parecieron insignificantes.
—Oh Dios mío, ¿en serio?
—No, no en serio —dijo—. Pero nunca lo admitiría a la cámara.
Negué y subí los escalones. Mientras llegaba a la puerta, gritó.
—Nada de problemas con este, Lou —dijo.
Abrí la puerta ligeramente y suspiré.
—Ninguno en absoluto.
—Creo que vamos a cambiar el nombre del programa —dijo.
Me di vuelta.
—¿A qué?
—Reality Girl —dijo.
Genial, soy una contradicción andante.
—Suena jodidamente genial —mentí.
Y me di vuelta y me alejé.

86
Diecinueve
Franky tomó mi vaso vacío y lo reemplazó con otro.
—¿Entonces, toda tu actitud ha cambiado?
—Completamente —dije asintiendo. Lamí el borde, tomé un sorbo del tequila
con mango, y suspiré—. El siguiente chico es un motociclista. Pero esta vez será
diferente. Muy diferente.
—Para decirte la verdad, me alegra oírlo.
—Todo el programa es simplemente una gran mentira.
—Nunca he sido de los que crea mucho lo que veo en la televisión de todos
modos —dijo.
—Soy una chica —dije riendo—. Vivimos en un mundo de fantasía. Televisión,
películas, libros; todo es verdad para nosotras. Nos llenan de esperanza.
—Tal vez deberías volverte una Reality Girl de verdad y empezar a vivir en tu
realidad.
Me reí.
87 —Veo el mundo por un par de ojos diferente ahora, puedo asegurarte eso.
—Nos hemos conocido desde hace casi un mes —dijo—. He visto el cambio en
ti, sin duda.
—¿Tú crees?
Se inclinó sobre el borde de la barra y me miró a los ojos. Parecía diferente. Muy
diferente al día en que nos conocimos. Su cabello estaba igual de despeinado, estaba
vestido igual, pero algo en él era diferente.
Tal vez era que confiaba en él y, en ese momento, en realidad no confiaba en
nadie en el sur de California.
Sus ojos permanecieron fijos en los míos por un tiempo, entonces, respondió:
—Sí.
Me moví nerviosamente de un lado a otro sobre el taburete, deseando que el
programa se acabara, y que no tuviera más lazos con Hollywood, Kelli o la serie del
Reality Girl. Lo único que quería eran mis $500.000 y mi libertad.
—Oh —dijo—. Casi lo olvido.
Rebuscó alrededor bajo la barra un momento, y luego me pasó una pequeña
caja.
—Toma.
Claramente marcada con un Samsung Galaxy, era el teléfono que le había
pedido.
—Oh, vaya. Gracias. ¿Cuánto te debo?
—Es un regalo.
—Gracias.
—Hay dos números programados dentro. Uno es Bar, y el otro es Casa. No
quise poner mi nombre, en caso de que lo encontraran.
Abrí la caja, saqué el teléfono, y lo encendí.
—Está bien.
—Nunca te enviaré un mensaje de texto primero. Y, sólo responderé si me lo
pides, ¿está bien?
No era mucho, pero me hizo sentir como que al menos tenía una porción de mi
vida de regreso. Ser capaz de comunicarme con Franky cuando sintiera la necesidad
me permitiría mantener un poco de cordura, al menos.
Alcé mi vaso.
—Mejor me termino este y me voy.
—¿Cuándo llega el motociclista?
—En una hora más o menos —dije.
88
Tosió y se rio.
—¿Vas con poco tiempo, no?
—Me gusta pasar tiempo contigo —dije—. Preferiría mucho más estar aquí que
allá.
Metió sus manos a sus bolsillos y giró sus caderas de un lado a otro
juguetonamente.
—También me gusta verte.
—Tonto.
Se encogió de hombros.
—A veces.
Considerando todas las cosas, Franky era genial. Por mucho que quisiera
apegarme a alguien, en realidad él no era el indicado para mí. Prefería el macho
alfa, el protector, y el hombre que me hiciera sentir que nada en el mundo podría
lastimarme.
Si no había aprendido otra cosa de mis errores durante la primera parte de la
filmación, necesitaba aprender que esperar que el hombre perfecto entrara en mi
vida era crítico. Conformarme con algo menos que perfecto sería hacer un sacrificio.
Y, no estaba lista para sacrificar nada.
Terminé medio trago y deslicé el vaso por la barra.
—No puedo acabarlo. Necesito irme.
—Mantén oculto el teléfono —dijo.
—Lo haré. —Me deslicé del taburete dejé caer el teléfono en mi bolso—.
Hablamos después.
Tomó mi margarita a medio terminar y asintió.
Me volteé hacia la puerta, y decidí dejar claras mis intenciones recién
encontradas. Necesitaba no tener más ilusiones, más mentiras, y más errores. Saqué
el teléfono de mi bolso, y mientras caminaba, escribí un mensaje.
Gracias por ser tan buen amigo.
Seleccioné Casa como el receptor y presioné enviar.

89
Veinte
Estoy sentada nerviosa en la sala esperando la llamada del chofer. Se ha ido
durante media hora, y de acuerdo con Bobby, debería volver en cualquier
momento. Llamaría cuando estuviera a diez minutos de distancia para advertirnos
de su llegada, para poder preparar la escena de llegada.
Después de juguetear en mi asiento por quince minutos, tomé mi bolso, caminé
al baño, y le envié un mensaje a Franky.
Creo que voy a vomitar.
Casi inmediatamente respondió el mensaje.
Estoy afuera.
Escribí una respuesta rápida.
¿Qué?
Estoy afuera, respondió.
Oh Dios mío, ¿hace cuánto estás ahí?
Veinte minutos.
90 ¿Por qué?
Quiero verte rápidamente antes de que él llegue.
¿Afuera? ¿Cómo afuera de la puerta?
Sí, más o menos.
Dame un segundo.
Salí del baño, y entré en la cocina. Bobby estaba sentado en la mesa jugando
con su teléfono.
—¿Nada todavía? —pregunté.
Actuó desinteresado, y ni siquiera alzó la mirada.
—Nop.
—Está bien —dije sonriendo—. Voy a respirar un poco de aire fresco. Ya
regreso.
Asintió.
—Está bien.
Caminé hacia la puerta, la abrí, y salí al porche.
—¡Psss!
Me giré hacia el sonido. Escondido entre los arbustos y el borde de la casa,
Franky estaba bastante bien oculto.
—¿Qué estás haciendo? —susurré.
—Necesitaba verte —dijo.
—¿Para qué?
Metido entre dos grandes arbustos, se veía tonto. Tonto y adorable.
—Ven aquí —dijo.
Miré sobre mis hombros, no vi a nadie, y bajé del porche y entré a la zona del
paisaje.
De pie directamente frente a él, negué.
—Eres un tonto —susurré—. ¿Qué?
Frunció los labios, inhaló profundamente por la nariz, y tomó mi cara entre sus
dos manos.
En el instante en que las palmas de sus manos hicieron contacto con mis mejillas,
me sentí sonrojar. Se inclinó hacia mí, con sus labios ligeramente abiertos, y luego su
boca se conectó con la mía.
Sus labios gruesos se pegaron a los míos perfectamente. Nuestras lenguas se
entrelazaron, y entonces mi cabeza empezó a dar vueltas. No había sido besada en
años, y que me sorprendiera con tal pasión rápidamente me llevó a un lugar que
había olvidado que existía.
91 Me presionó contra la piedra, sostuvo mi mandíbula con firmeza en su mano, y
empezó a moverse contra mí, moviendo sus caderas contra las mías rítmicamente.
Mis piernas se volvieron débiles, pero me sostuvo presionando sus brazos contra
mí.
El beso duró hasta que estuve mentalmente exhausta, pero justo antes de que en
verdad quisiera que acabara.
No tenía ni idea de cuáles eran sus intenciones, pero sabía lo que había logrado.
Estaba claramente confundida sobre mis deseos.
En ese preciso momento, lo deseaba tanto que dolía.
Todavía sosteniendo mi mandíbula con firmeza en una mano, se apartó y me
miró a los ojos.
—¿Ese beso? —susurró.
Lo miré sin expresión, todavía perdida en el beso.
—Sí —suspiré.
Se aclaró la garganta y limpió su boca con el dorso de su mano libre.
—Eso no fue amigable. No soy tu amigo, Lou. Quiero dejar eso en claro.
Tragué con fuerza.
—Está bien.
Bajó su mano a mi garganta, me presionó contra la pared, y me sostuvo.
Temporalmente envuelta por una dicha carnal, mis ojos se cerraron, y exhalé el
poco aire que me quedaba en los pulmones.
Una vez más, su boca encontró la mía.
Lo besé en respuesta, y aunque el beso estaba lleno de pasión, lo interrumpió.
Soltó mi garganta.
Abrí mis ojos.
Se quedó de pie a unos tres metros de mí, en el camino de entrada.
Estaba estremeciéndome de la cabeza a los pies y mi coño estaba empapado.
—¿Lou? —susurró.
Luché contra la tensión en mi garganta y logré soltar una débil respuesta.
—¿Sí?
—Hablaremos pronto —dijo.
Y, con eso, se fue.

92
Próximo Libro
La búsqueda del amor de Lou continúa mientras
el agresivo motociclista, Les, aparece en el plató.
Inmediatamente, descubre que Les no obedece las
reglas y que va a extender hasta el límite su sistema
de creencias y su fuerza de voluntad.

El nivel de calor en la casa aumenta a


“abrasador”, Lou se confunde sobre lo que
realmente quiere, y Les guía a Lou en una dirección
sexual que nunca soñó que estaría enfrentando.

¿Vale la pena por el premio de $500,000?

93
De acuerdo con Lou, ¡demonios sí!

El episodio II de Reality Girl lleva al lector a un


viaje sexual que algunos lectores podrían considerar
ofensivo. Mantén la mente abierta (sexualmente)
mientras disfrutas de este segmento de la serie. Si no
eres capaz de eso, no lo elijas.

Cada libro puede leerse como independiente, y tiene un final satisfactorio


(nunca un suspenso) que te dejará sonriendo por más.
Sobre los Autores
Scott y Jessica se conocieron hace mucho,
mucho tiempo, en una romántica tienda de
rosquillas en Wichita, Kansas. Han sido
inseparables desde ese fatídico día y ahora están
felizmente casados y residen en Naples, Florida.

Tienen 6 hijos y Scott planea tener uno más,


aunque Jessica no está muy convencida. En su
tiempo libre, disfrutan tomando café, haciendo
comidas ridículas en vivo y cuando pueden,
escapando a dar un paseo en la motocicleta de
Scott.

94 Scott siempre ha sido el escritor y Jessica


siempre ha sido la artista gráfica, pero ahora
combinan fuerzas e intentan escribir en
colaboración.
95

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