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I.

SEGUNDA TRANSICIÓN: UNIDAD NACIONAL Y MODERNIDAD1

1.1 Momento de oportunidad

La sociedad contemporánea vive una etapa de sustanciales cambios en los más diversos planos. Atrás
quedaron los ideologismos totalizantes que se disputaron ferozmente el mundo hasta hace pocos años. Se
avecina un nuevo orden social e internacional que, en rigor, está por crearse. La cuarta revolución industrial
llegó y nos plantea un desafio crucial: unidad nacional y modernidad. Como siempre en las disyuntivas de la
historia, adelante hay un camino que se bifurca: una ruta supone aprovechar la oportunidad; la otra dilapidarla.
La diferencia radica en que hoy tal oportunidad no está a la mano sólo de un grupo hermético y pequeño de
países: los antaño titulares del “primer mundo”, considerando que el fracaso tanto de los socialismos reales
(URSS, Cuba y Korea del Norte), democraticos (Francia, Italia y Alemania, donde sus partidos ya no se
encuentran entre los tres más votados) y populistas (Venezuela y Nicaragua) los ha dejado fuera de carrera.
Muchos países -Chile- tienen mucho que decir. Si actúan bien, la transición hacia el desarrollo democratico
pleno los conducirá efectivamente a un mundo mejor, los introducirá definitivamente en la modernidad,
incorporándolos oportuna y fructíferamente a la interdependencia, tan necesaria como inevitable, entre países y
sistemas económicos y políticos. Hoy es posible indagar en la correcta dirección de los objetivos comunes que
se requieren para una coexistencia pacífica y armónica: tal comunidad de objetivos debe hacerse con la
convicción de que sólo ella torna viable al desarrollo general. Estamos a meses de incorporarnos al 5G y la
cuarta revolución industrial ya se hace sentir en las negociaciones de las super potencias. No sólo el futuro de
Google, Huawei, Facebook, Ali Baba y Uber, depende de las negociaciones entre los gobiernos de Estados
Unidos y China, el nuestro también.

Hace apenas unas décadas habría sido utópico pensar que tan breve plazo el mundo enfrentaría la
oportunidad única que hoy se le presenta. La confrontación ideológica, el autarquismo económico, la Guerra
Fría, las divisiones de los pueblos, la pobreza y la desesperanza, eran obstáculos que parecían inamovibles y que
impedían imaginar siquiera la posibilidad de un futuro abierto a la más plena expansión de las capacidades de
las personas y de las naciones. El futuro que hoy se presenta, ofreciendo un potencial acceso a la felicidad
individual y colectiva como pocas veces ha conocido la historia del hombre, corresponde por cierto a una
conjunción de factores que difícilmente llega a darse y que, si se desaprovecha, puede no repetirse hasta dentro
de muchas generaciones.

Los pueblos poseen hoy más libertades que la que han disfrutado desde hace siglos, las personas han
accedido a niveles de conciencia de su propia dignidad y derechos que las hacen más exigentes y a la vez más
responsables frente a su propio destino, el mundo está más cerca que nunca de integrarse en términos de
ventajosa confraternidad y cooperación mutua entre las diversas comunidades que lo componen, la sociedad
incluso en los países de menor desarrollo, cuenta con grados de articulación institucional que posibilitan su
proyección en el tiempo y su progresivo perfeccionamiento; en fin, la calidad de la vida se vislumbra promisoria
y creciente no sólo respecto del bienestar material sino, asimismo, respecto de la satisfacción de los intereses
intelectuales, espirituales y culturales que cada cual abrigue en la intimidad de su pensamiento y que resulta
indispensable para una existencia integral.

Chile está capacitado para participar de este proceso e incorporarse económica, política y culturalmente a
una comunidad cada vez más moderna, independiente y de beneficios recíprocos. Sin embargo, nuestra
1
Preparado por Francisco Chahuán, senador Renovación Nacional y miembros de la Fundación Libertad Valparaíso y equipos
técnicos, para la candidatura presidencial 2021. Sólo para su discusión, no citar, ni difundir sin permiso de sus autores.

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incorporación plena a la modernidad, requiere dejar atrás las disputas entre ricos y pobres, jovenes y viejos,
centralistas y regionalistas, élites y contra élites: a la modernidad entraremos juntos o no entraremos.

1.2 Los riesgos de esta nueva oportunidad

Al mismo tiempo, y por los mismos motivos, la época actual es audaz en sus desafíos y no está exenta de
riesgos. Entre los desafíos, el económico es un terreno en el que hemos obtenido significativos avances, pero
donde cualquier desaceleración o titubeo equivale a graves retrocesos. Entre los riesgos, la aparición en lo
político de nuevas formas de populismos debe recordarnos que la historia no siempre evoluciona hacia mejores
formas de sociedad. La historia la hacen los hombres, quienes en determinadas circunstancias pueden
equivocarse y volver atrás en la búsqueda de peligrosas ilusiones. El desmoronamiento de las ideologías y el
desconcierto que ello ha producido en muchos de nuestros contemporáneos suele traducirse a actitudes que no
podemos compartir: un escepticismo paralizante frente a toda clase de ideales, en algunos; en otros, un
pragmatismo banal y miope que no trasciende las demandas inmediatas del entorno; por último, una adhesión
irracional a cualquier creencia que se les ofrezca con visos de sistemática, por disparatada que sea.

Sin ideales ni el individuo ni la sociedad adelantan su camino, puesto que carecer de ideales, o de
aspiraciones, es carecer de motivos; no tener metas a las cuales dirigirse equivale, en definitiva, a una
obstrucción en el cauce de la existencia , no menor que esos aparatosos diques de las ideologías.

Nuestro ideal de sociedad es aquélla que componen personas responsables de sus actos, capaces de optar
por sí mismos entre una gama más amplia posible de bienes materiales e intangibles- culturales o espirituales-,
dueños, en suma, de su propio destino. Lo cual supone personas educadas y de resistente formación valórica, así
como una sociedad en la que las restricciones y limitaciones de las leyes se hayan reducido al núcleo central
mínimo indispensable para salvaguardar justamente los derechos de las personas.

En tanto ideal, es posible que una sociedad semejante tarde en llegar; es posible incluso que el camino hacia
ella no termine nunca de recorrerse, y que siempre se pueda avanzar otro poco en su dirección. Pero es nuestro
ideal, el que proponemos a Chile: seres humanos plenos, enteros, de pie frente a la vida; un Estado ni
paternalista ni intruso, sino concentrado en sus deberes normativos, de justicia, defensa y estímulo para que los
individuos resuelvan por sí mismos; una sociedad segura para todos los vientos del saber histórico y presente, en
la que cada persona cuente con un espacio cómodo, legítimo e indisputado entre las demás.

1.3 Modernidad y pérdida de valores: una falsa disyuntiva

El debilitamiento del sentido ético de un modernismo mal entendido y mal asumido, en el que a menudo la
pérdida de valores tradicionales no se ve compensada por ninguna adhesión a sólidas formulaciones de
principios tan imprescindibles y consustanciales a la naturaleza humana como los de la honestidad, la lealtad, la
responsabilidad, el respeto por el prójimo, el mejoramiento de las relaciones personales y familiares, no debe
construirse en motivo que frene nuestras convicciones.

Debemos ser extremadamente cautelosos frente a la degradación valórica, a la total ausencia de valores, o a
la adopción de antivalores como la ambición desmedida y el desprecio por la irremplazable singularidad de cada
persona. No debe inducir a engaño, sin embargo, esa disyuntiva falsa entre modernidad y riqueza valórica,
puesto que es evidente que el único progreso auténtico de la modernidad es el que se traduce ante todo en un
mejoramiento personal, en ser justamente mejores personas. En dos palabras: una modernidad deshumanizada
no es tal modernidad. Si el ascenso material de los pueblos implicara su empobrecimiento ético, la modernidad
no sería lo que és y debe ser: una aproximación a estados superiores de evolución espiritual y material. Era
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propio de las ideologías socialistas y de los populismos igualitarios desconfiar de los individuos, creer que
debían se arreados con rigor e inflexibilidad policial en pos de un bien que les era impuesto aún en contra de sus
propios deseos y que por cierto, jamás llegó a concretarse ni remotamente. En cambio, si confiamos en las
personas educadas y asistidas por los valores de la convivencia y el respeto de sí mismas y de los demás, lo que
se impone es dejarlas en libertad de acción. Así lo exige la dignidad humana. Así lo exigimos las propias
personas. Eso orienta esta propuesta de unidad nacional: sin desdén, ni resentimientos.

Si creemos que la iniciativa individual se gesta y desarrolla mejor en un marco de sana competencia donde
existe transparencia y reglas uniformes, no lo hacemos simplemente porque estos valores han probado ser
exitosos en el campo de la economía. Al contrario, creemos que ellos constituyen el abono para el progreso en
su más amplio sentido. Y es porque creemos tan firmemente en estos valores que pretendemos aplicarlos en
todos los ámbitos del que hacer humano. Quienes pretenden reducir la aplicabilidad de estos principios sólo a la
esfera económica adolecen de inconsistencia e incoherencia e incluso pueden ser acusados de economicismo,
arbitrariedad o de defender intereses particulares. ¿Cómo es posible sostener que las personas saben usar su
libertad sólo en lo económico y no en las demás facetas de su existencia? ¿Cómo es posible sostener que las
mayorias pueden ejercer la democracia sólo en lo nacional y no en las regiones y comunas?

Tanto la dignidad de las personas, como la fe en sus capacidades y la creencia doctrinal de nuestras ideas,
hacen necesario asumir con fuerza la vieja bandera de la libertad que la centro derecha supo mantener en alto
aún cuando todos los demás proclamaban la conveniencia de instaurar a perpetuidad múltiples
intervencionismos, estatismos y dictaduras proletarias. El hombre se construye a sí mismo en un incesante
aproximarse a la libertad; la sociedad es un lugar en el que los hijos deben ir haciéndose progresivamente
adultos y donde todos tienen su espacio; el Estado es un servidor de las personas y no su guardia ni su gendarme
ni su niñera.

II. ¿EN QUE ESTA CHILE? A MEDIO CAMINO

Es indudable que Chile ha avanzado en áreas importantes y que se han llevado a cabo varias de las
necesarias grandes reformas, las que nos proporcionan una buena base para seguir trabajando, pero Chile hoy se
encuentra a medio camino del trayecto que debe recorrer y lo que nos falta es una segunda transición: a la
democracia plena, descentralizada y en unidad nacional.

Así como el mundo enfrenta hoy un desafío único, a Chile se le ofrece también una incomparable
oportunidad. Dejarla pasar, no aprovecharla con plenitud y el empuje que demanda, sería un colosal error
histórico por el que con toda razón la posterioridad habría de culparnos y condenarnos.

II.1 A medio camino... en lo económico

En las últimas décadas nuestra economía ha crecido y el sistema que lo ha permitido ha echado raíces y
es hoy aceptado por grandes mayorías. Pero a pesar de los exitosos avances en la economía, Chile aún se
encuentra a medio camino. No somos todavía un país plenamente desarrollado. No hemos superado totalmente
la pobreza. El ritmo de crecimiento aún no es suficiente y tiende a decrecer. Nuestras tasas de ahorro están por
debajo de las de los países que han dejado atrás el subdesarrollo. La convicción para implementar las iniciativas
económicas que se requieren para dar un gran salto hacia el futuro se ha erosionado. La convicción que se
requiere no puede ser sólo de algunos, ni por unos años.

II.2 A medio camino... en lo político

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En lo político, Chile ha dado grandes pasos. Hemos completado con éxito nuestra transición a la
democracia, pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Aun tenemos un Estado centralizado, burocrático e
ineficiente. Nuestro poder legislativo tiene serias limitaciones para desarrollar iniciativas y cumplir cabalmente
con su indispensable rol fiscalizador. Las autoridades regionales que recién el próximo año (2020) serán electas
directamente no tendrán facultades adecuadas de decisión y de participación de la ciudadanía. Muchos de los
partidos políticos no están preparados para mantenerse acordes a los requerimientos de la hora que corre y no
logran sintonizarse adecuadamente con las aspiraciones y necesidades de la población. Es imprescindible que la
clase media cuente con el acceso a la participación politica en partidos democráticos, descentralizados y
transparentes. No hay un solo país que esté entrando a la modernidad plena, que no cuente con uno o más
partidos donde los grupos medios, las mayorías, dirigen sus destinos en todos los niveles, desde el cuidado del
barrio, hasta la política exterior.

II.3 A medio camino... en lo social

En lo social nuestro país ha tenido una transformación sustancial. Dejamos atrás lo modelos económicos
que por décadas impidieron el progreso y nuestros programas sociales han avanzado hacia su focalización en
aquellos que más requieren. Los indicadores sociales y de calidad de vida nos sitúan a la cabeza de América
Latina. Hoy contamos con una clase media más amplia, más optimista frente a sus posibilidades de ascenso.
Disfrutamos de crecientes niveles de paz social. Hoy es impensable la violencia que nos azotó en el siglo
diecinueve o los quiebres institucionales del siglo veinte. Pero estamos lejos de haber superado los graves
problemas que aún afectan a amplios sectores de chilenos. Nuestros niveles de crecimiento y la calidad de
nuestra educación no son todavía suficientes para beneficiar a todos los chilenos. La existencia de un importante
número de personas que viven en condiciones de pobreza sigue siendo nuestro principal desafío. Una buena
calidad en la atención de salud sigue estando al alcance de unos pocos. Los chilenos aún no cuentan con una
verdadera igualdad de oportunidades que les permita desplegar todo su potencial humano. El mercado, que tanto
ha ayudado no es suficiente. La democracia, a la que llegamos en una transición reconocida internacionalmente,
tampoco lo es. Aun persiste el clasismo propio de una sociedad formada en una experiencia colonial muy
reciente y desigual entre conquistadores y conquistados. Sin unidad nacional, sin sentirnos todos parte de un
futuro común, no lo lograremos. Ese es el desafío de Renovación Nacional, ser el resorte de las clases medias
emergentes. Buscando la cooperación con todos los que compartan nuestras convicciones y usando la
competencia democrática como mecanismo básico de resolución de diferencias, sin prejuicios, desdén, ni
resentimientos.

2.4 A medio camino... en lo cultural

En lo cultural, muchas veces los cambios no son claramente aprehensibles por cuanto nos influyen tan
directamente, a nosotros mismos y en nuestra forma de percibir la realidad, que pocas veces tomamos plena
conciencia de ellos. Las condiciones económicas y políticas que Chile ha logrado han producido un notable
efecto en la manera de ser y de pensar de los chilenos. Hoy nuestra convivencia social es más armónica. Hoy
nuestras divisiones ya no son tan profundas. Hace cincuenta años atrás, un padre soñaba para su hijo un puesto
seguro en la administración pública. Hoy, ese mismo padre, aspira a darle a su hijo las herramientas necesarias
para que responsablemente ejerza su autonomía. Esto comienza a manifestarse, en lo económico, en una nueva
generación de empresarios; en lo social, en un mayor respeto por los demás y en lo político, se avanza hacia
formas más realistas y armónicas. Pero tanto la integración social como la integración nacional de Chile se
encuentran todavía a medio camino.
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Aún no se ha logrado unir a la gran familia chilena en pos de objetivos nacionales comunes: mientras la
percepción de que todos nos beneficiamos del progreso patrio y de que éste no es sólo para algunos no sea una
realidad, la construcción de una sólida identidad nacional estará pendiente.

2.5 ¿Qué quieren y necesitan los chilenos?

A los chilenos ya no les basta de sus representantes floridos discursos o promesas utópicas. Es mucho más
lo que esperan de ellos. En una sociedad cada vez más informada-lo que se incrementará exponencialmente con
la 5G- los ciudadanos evalúan a sus políticos por su capacidad de realización efectiva, y por eso valoran no sólo
sus posiciones políticas, sino la calidad de sus propuestas. Al mismo tiempo no son indiferentes a sus
características personales, particularmente a su honestidad. En el mundo de hoy no hay políticos diestros “en
servirse de los demás haciendo a muchos creer que se sirve al resto”.

Las aspiraciones de los chilenos se han afinado: ya no basta lo que antes era suficiente. Hoy todos buscan
vivir una vida más digna en un entorno grato y más humanizado, valorando el proporcionar a sus hijos una
educación más integral y profunda. Todas esas aspiraciones provienen y están en la idiosincrasia e identidad de
nuestra clase media, la auténtica columna vertebral de la sociedad chilena.

Hoy Chile demanda progreso material, pero espera al mismo tiempo que se produzca en comunidad, en
democracia, con equilibrio social y en un clima de armonía política. Cada vez son menos los que aspiran a una
utópica “igualdad en los resultados” que termina por matar la iniciativa, esterilizar el esfuerzo, anular el mérito,
pero todos aspiran a una razonable “igualdad en el punto de partida”, sin la cual la justicia social es además una
aspiración hueca. Todos saben que es la diversidad la que nos enriquece. Nadie pretende una homogeneidad que,
aparte de imposible, volvería a todos grises, inhibiendo de paso las creatividades y libertades personales y
limitando la inagotable riqueza humana que constituye uno de los mayores atractivos de la vida.

III.- NUESTRA PROPUESTA

3.1 Un proyecto Político de carácter Nacional

Sólo se obtendrá el avance nacional si se actúa bajo un ideal compartido que refleje y recoja las diversas
aspiraciones de los chilenos. La primera obligación es plantear un proyecto de sociedad que motive y aúne
voluntades. No otro es el rol de la política en la sociedad moderna. Proponer con creatividad y realismo
principios que guíen, metas que orienten y caminos que conduzcan a satisfacer las aspiraciones y necesidades de
las personas.

Nuestra visión de sociedad está cimentada por ideales de la libertad, bien común e igualdad de
oportunidades y por una firme creencia en el ser humano. Los objetivos inmediatos de nuestro proyecto se
derivan precisamente de nuestros ideales. Buscamos EDUCAR porque las capacidades humanas sólo florecen a
través de la formación personal, y sólo así es posible alcanzar la igualdad de oportunidades. CRECER, porque
nos libera en lo material, eleva nuestra calidad de vida y potencia las libertades individuales.
DESCENTRALIZAR EL ESTADO, requisito indispensable para que la DEMOCRACIA esté verdaderamente al
servicio del bien común. INTEGRAR porque esto le abrirá a Chile un horizonte nuevo y distinto, basado en un
sentido de pertenencia patrio característico de los chilenos y en especial de nuestras amplias capas medias que
promoverá el empuje, la capacidad y el entusiasmo, necesarios para lograr metas comunes: La realización de
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este proyecto de sociedad y la fe en el futuro abrirán las puertas hacia mejores equilibrios sociales hacia
mayores integraciones y harán realidad el que cuenten con las mismas oportunidades para intentar que su vida
sea como la sueñan. Ese es el desafío que nos permitirá aprovechar la modernidad y la revolución tecnologica
que cada vez es más rapida y comprehensiva. Y, que requiere actuar de consuno, con equilibrio entre individuo y
comunidad, entre centro y regiones, entre generaciones. La modernidad no distingue entre ricos y pobres, sólo
entre los que están preparados y aquellos que no están.

Ya en pleno siglo XXI, el país está ante una oportunidad única que puede ser irrepetible. Se debe recoger
este desafío: es hora de hacer realidad este proyecto de sociedad, lo que exige constituirse en una alternativa de
Gobierno con una clara visión de futuro, mucho más allá que una administración, no sólo en el Ejecutivo, con
las mayorías parlamentarias necesarias que permiten hacer de esta propuesta un mandato. Sin quedarnos en el
economicismo o en ser sólo una alternativa para que no gobiernen los populistas igualitarios e irresponsables.
Este proyecto de sociedad es articulado, coherente y nos identifica sin ambigüedades. En el país y las regiones
existe el capital intelectual y humano, político y técnico necesario para conducir a Chile a la modernidad. El
aporte que se debe hacer, no lo harán otros. ¡Y ese es el que requiere Chile!

Esta visión es la que define las prioridades y la naturaleza del desafío que se proyecta hacia el futuro. El
proyecto de sociedad que se les ofrece a los chilenos está inspirado en una concepción del hombre y de la
sociedad cuyos ejes rectores son la búsqueda del bien común en comunidad, la libertad de las personas y la
igualdad de oportunidades. Los chilenos queremos ser libres para estructurar nuestros proyectos personales,
queremos un ancho campo abierto a las infinitas posibilidades de la iniciativa privada, queremos ser los
verdaderos artífices de nuestro destino, y esperamos que el Estado y las instituciones políticas nos cedan el paso
para conseguirlo, nos brinden facilidades para ello, y no que nos traben y obstaculicen. Ese es en lo fundamental
el proyecto de sociedad que compartimos.

Educar, crecer, descentralizar el Estado e integrar a los chilenos permite hacer realidad nuestro proyecto
de sociedad. No seremos un país moderno en tanto nuestra educación muestre tan ostensibles vacíos, nuestros
resultados económicos no sean suficientes, nuestro Estado sufra tantas imperfecciones y nuestra integración
tantas postergaciones. Las sociedades verdaderamente modernas-es decir, a la vanguardia del desarrollo
humano-son las que han llegado a tener no sólo más bienes, servicios y comodidades materiales, sino que
además, más libertades individuales, una democracia más participativa en todos los niveles, más integración en
torno a grandes objetivos comunes, más satisfacción de los intereses intelectuales y culturales.

La modernidad nos abre la posibilidad de vivir una sociedad con bienestar material y espiritual. Por ello
el concepto de “modernidad” no sólo alude a una sociedad tecnológicamente avanzada, sino que adquiere un
sentido más integral que incluye todos los aspectos relevantes para acceder a niveles de vida superiores. La
modernización requiere que el Estado se centre cada vez más en las funciones que le son propias, deshaciéndose
de las otras. ¿Cuáles? Aquellas que atañen a los individuos, agrupaciones, sociedades intermedias, comunas y
regiones. Todo ello resultará en una estructura pública funcional, eficiente y desburocratizada. ¿No es acaso
obvio que la revolución tecnologica emergió en las sociedades más descentralizadas? Y: ¿que la tecnología les
ha ayudado a descentralizar aun más? ¿No es obvio que la tecnología que permite y potencia las asociaciones
público-privadas, debe ser aprovechada en nuestro necesariamente urgente proceso de descentralización?

Es de la esencia de una verdadera modernización el que las personas y comunidades vayan siendo
progresivamente más responsables de su propia existencia, más libres. Una sociedad se acerca tanto más a su
propia perfección cuanto más se acerquen los individuos a la de ellos mismos. Aquellos que aún no comparten
estas ideas, en el fondo lo hacen porque tienen una concepción negativa del hombre que los hace aprensivos
respecto de las consecuencias que mayores grados de libertad puedan acarrear. Al propiciar la confianza en el
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ser humano y en su perfectibilidad se hace con la convicción de que las personas buscan instintivamente su
propio bien y el de los suyos, y que en la medida en que hayan recibido la educación que el mundo moderno les
exige, podrán afrontar con éxito su destino. La tarea de los servidores públicos, es trabajar por brindarles esa
posibilidad abandonando el gastado paternalismo de pensar que son las estructuras públicas las llamadas a hacer
y resolver aquellas cosas que las personas hacen y resuelven mejor por sí mismas. Pero recordemos que la
modernidad-y sobre todo la tecnología-trae más demandas: nuestro desafio político ineludible es prepararnos,
descentralizar el Estado y aprovechar la tecnología que trae la cuarta revolución industrial para potenciar la
democracia a todos los niveles y la cooperación público-privada.

Modernizar Chile significa que deje de ir a la zaga. Chile puede convertirse en un país moderno, y no
creer en ello es sacarse patente de mediocre, es resignarse a que millares de compatriotas nuestros no superen
sus estrecheses, su pobreza, su ignorancia y aislamiento. El ejemplo de países que a partir de situaciones
similares a la nuestra y en algunos casos menos ventajoso, han alcanzado su modernización o se encaminan a
ella con paso firme debe inspirarnos y servirnos de enseñanza. Nuestro país ha conseguido, no sin esfuerzo, una
posición promisoria, que lo habilita para cifrar grandes esperanzas en su porvenir. Chile debe atreverse a dar un
gran salto al futuro.

3.2 Una redefinición del Estado y del rol del gobierno

De este proyecto de sociedad se desprende la necesidad de perfeccionar el Estado, no sólo porque es


evidente que hoy ha perdido su eficacia, sino porque creemos en la política como intrumento al servicio de las
personas: es a través de ella que es posible actuar colectivamente para solucionar aquellos problemas que
escapan del ámbito individual y son de beneficio común. Ciertas decisiones importantes que afectan a la
comunidad, como lograr generaciones cada vez más creativas de chilenos, liberar las energías productivas para
generar un mayor progreso económico, incentivar la participación ciudadana, integrándola al mundo y a un
concepto de nación, requieren de la acción colectiva que es la propia del ámbito político.

Creemos también que ello sólo es posible con gobiernos eficaces, que abandonando sus grandes
estructuras centralizadas y burocráticas, estén a la altura de los desafíos de la modernidad. Lo fundamental en un
gobierno eficaz no radica solamente en la calidad de los funcionarios públicos, depende de la calidad y
orientación del sistema en que ellos operan y que hoy desincentiva y limita la capacidad de servicio público.

Tal como Peter Drucker dijo “nos enfrentamos a una opción entre un gobierno de gran tamaño pero
impotente o un gobierno cuya fuerza en que se mantiene en los límites de la decisión y de la dirección y deja
para los demás el hacer. Necesitamos un gobierno que pueda gobernar y gobierne, no un gobierno que haga, ni
un gobierno que administre, sino un gobierno que gobierne”. Queremos para Chile un gobierno descentralizado,
desburocratizado, orientado a resolver los problemas de los ciudadanos y motivado por la excelencia en el
servicio público.

Los desafios de la modernidad nos recuerdan las sabias palabras de Keynes: “la dificultad no estriba
tanto en desarrollar nuevas ideas, sino en desprenderse de las viejas”. También describen perfectamente lo que
hoy vive la centro izquierda, sea Frente Amplio, Nueva Mayoria o ex Concertación: intentó gobernar y para ello
hizo como que adoptadaba algunas de nuestras ideas, pero eso demostró no ser suficiente. Porque al no
comprender ni compartir los valores en que éstas se inspiran, no logra implementarlas ni expandirlas a los
nuevos desafíos de la modernidad. En consecuencia, en nuestros valores es donde radica nuestra fortaleza y
nuestra capacidad de traducirlos en medidas beneficiosas para Chile.

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Semejante tarea exige el esfuerzo mancomunado de todos los chilenos y un mayor compromiso de cada
uno de nosotros. Más que nunca, necesitamos compartir ahora un objetivo y una voluntad comunes. Y eso le
demanda al país armonizar convicciones y definir sus prioridades como nación. Esto exige una redefinición del
gobierno. Un gobierno que pretende hacerlo todo no realiza nada. Sin un proyecto preciso, un relato convocante
y de unidad, sin la capacidad de contener a los grupos de presión en desmedro de las demandas nacionales y
frágiles y condescendientes frente a las presiones partidistas de sus aliados, la acción del Estado detiene a Chile
a medio camino.

Mientras la izquierda actúe con nuestras ideas sólo con ambigüedad y movido por un sentido de
conveniencia, sin haber comprendido las ideas, sin los valores que las sustentan, quizás no retrocederemos pero,
sin duda, tampoco avanzaremos hacia lo que Chile se merece. Más aún, fue la ambigüedad de sus líderes
respecto al modelo político, económico y social lo que los tiene hoy en una crisis profunda y a merced de
extremismos decimonónicos o liderazgos simplemente de inmaduros.

3.3 El liderazgo en las ideas

Los partidos políticos cuyos objetivos están inspirados en valores son más eficaces, innovadores,
flexibles y tienen más mística. En la implementación de nuestro proyecto de sociedad, se deben concentrar los
esfuerzos en expresar clara y eficazmente estas convicciones al electorado, de forma tal de ir incorporando cada
vez más y más intensamente a los chilenos en la consecución de estos objetivos. Esta doble tarea nos permitirá
concretar, como un sello distintivo, el liderazgo en las ideas y la resiliencia en las convicciones.

Sólo la calidad de nuestro proyecto podrá cohesionar las distintas voluntades en Renovación Nacional, al
interior de los partidos de Chile Vamos y obtener la unidad de la centro derecha, convocando además el
indispensable apoyo de las mayorías independientes y aún de simpatizantes de otras corrientes. No sólo en las
dirigencias nacionales, sino que en todas y cada una de las regiones y comunas del país. Sólo así creceremos
como opción política y superaremos todo aquello que debilita la unidad indispensable para el triunfo de nuestro
proyecto. Esto nos exige ser propositivos y no reactivos. Nos exige firmeza en la conducción. Nos exige
propuestas imaginativas y a la vez realistas, concretas, que expresen por sobre todo prioridades y no sólo
diagnósticos. En sintesis, con mayoría y relato, si habrá mandato!

Debemos prohibirnos la atención del pesimismo que ha sido tan característico de la derecha. No
podemos dejarnos deslizar por la cuesta fácil del derrotismo suponiendo de antemano que los demás serán
incapaces de compartir nuestros ideales y principios. Debemos ser firmes en la conducción y atender a fondo
por qué nuestras ideas son más sustanciosas, más válidas,- mejores, en suma –que las de quienes persisten en
posiciones ambivalentes y desfasadas de la realidad o contaminadas de anacronismo. Nuestras ideas, expuestas
con persuasión, claridad y lucidez, convencerán a las mayorías para incorporarse y compartir nuestro proyecto.

Uno de los más gigantescos triunfos del pensamiento de centro derecha, difícilmente imaginable hace
apenas un par de décadas, es que hoy en día sean unánimemente aceptados y practicados en los más diversos
lugares del planeta y por las principales corrientes políticas la economía social de mercado y el sistema
democrático representativo. Hemos logrado que la dictadura del proletariado y otras formulaciones ideológicas
tales como el igualitarismo o la planificación central hayan pasado a formar parte del museo de la política.

Estos mismos hechos son los que renuevan nuestro compromiso con el liderazgo en las ideas:
precisamente porque son nuestras ideas-las que nacieron en nuestro sector y en cuya difusión fuimos pioneros-
las que hoy comparte la generalidad de los ciudadanos del mundo, es que no hemos de permitir que nos
arrebaten el derecho a ser sus más idóneos y legítimos representantes, ni que otros, que han llegado a ellas tarde
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y obligados por evidencias, las manipulen, desfiguren o hagan pasar por propias. Que hoy nuestras ideas sean de
todos es algo que nos reconforta, pero que a la vez no obliga a redoblar el esfuerzo de ser quienes mejor las
sustenten, quienes mejor las apliquen, y las lideren y, en definitiva, quienes continúen perfeccionándolas.

Pero eso debemos exigirnos más. El que la izquierda haya adoptado algunas de nuestras ideas, pero no
los valores que las inspiran, sólo les permitió administrar mientras mantenía la ambiguedad, finalmente
intentaron destruir lo avanzado, con populismo, arrogancia y aun más ambiguedad. Detuvieron la economia,
exacerbaron el divisionismo, y; finalmente, destruyeron al centro político como eje.

3.4 Una nueva Política

Otro desafío ineludible es la modernización de la actividad política. En un mundo que ha cambiado y


cambia vertiginosamente, las instituciones políticas deben hacer el esfuerzo de no perder el tranco, de
mantenerse acordes a los requerimientos de la hora que corre, puesto que lo contrario las convierte en frenos que
entorpecen y atascan el desenvolvimiento de los fenómenos sociales: se vuelven obsoletas y terminan de
espaldas a la realidad. Debemos terminar con el verticalismo y el centralismo en la politica. A Renovación
Nacional no puede bastarle con ser el partido más votado a nivel nacional. Debemos ser la opción para la gran
clase media, familia a familia, comuna a comuna, región a región.

Las antiguas banderas de lucha ya no movilizan las voluntades de los ciudadanos, hoy distanciados de
las instituciones políticas en la misma medida en que estas se han distanciado, quedándose atrás las nuevas
demandas que le hace el mundo moderno y las nuevas características que necesita de ellas. Los enormes
cambios ideológicos que han tenido lugar no han traído el remozamiento de las instituciones políticas, de las
que cabe decir en consecuencia, que no están a la altura de los tiempos, ni eficiencia, ni en operatividad, ni
funcionalidad, ni en conexión con la realidad ni en una verdadera sintonía con el presente y menos aún con el
futuro. Es obvio que los ciudadanos perciben perfectamente esta falta de sintonía, y que ella los aleja
peligrosamente de la esfera política; es obvio, asimismo, que esa falta de sintonía ha llevado a las instituciones
políticas a una crisis de identidad y a deterioros severos de su credibilidad: crisis de identidad porque la pérdida
de los dogmas como referencia ideológica, imperantes hasta ayer o anteayer, les dificulta la propuesta de
proyectos novedosos, con los cuales la gente pueda identificarse; deterioro en su credibilidad porque sus
promesas no sólo eran vacías y no se han cumplido, sino que a menudo se han visto brutalmente desmentidas
por los hechos.

Consecuencia de esto es que los centros de poder han sufrido un desplazamiento desde la esfera política
hacia aquellas áreas donde sí es posible percibir logros concretos: la empresa, los medios de comunicación, el
ámbito de las finanzas, las redes sociales, incluso los deportes masivos y eventos musicales.

La modernización del país requiere de la modernización de la política. Así como una sociedad sana
requiere de un Estado sano, una sociedad moderna requiere de partidos políticos modernos, capaces de
transmitir y motivar con sus convicciones, principios e ideales y de recoger y sintonizar con las prioridades y
aspiraciones de la ciudadanía. Y eso no puede hacerse sólo en algunas comunas privilegiadas o desde las
cúpulas centralistas. Debemos liderar con vigor y mística una centroderecha moderna, capacitada para conciliar
objetivos, convocar adhesiones, provocar entusiasmo y contribuir-desde el Gobierno Nacional y las
Gobernaciones Regionales y Comunas- brindar al país las soluciones que éste requiere en cada instancia.

Planteamos al país, en suma, un proyecto de sociedad expresado en cuatro grandes objetivos que nos
permitirán avanzar, con decisión y fuerza en aquello que Chile requiere: Educar, Crecer, Descentralizar el
Estado e Integrar.
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III. HACIA UNA MEJOR EDUCACIÓN

4.1 ¿Por qué hay que cambiar el sistema de educación?

La mayor riqueza con la que puede contar un país radica en la calidad de las actividades que desarrolle su
gente: en la imaginación, creatividad e iniciativa de sus individuos; cualidades estas que sólo se despliegan en
virtud de la educación. Los pueblos educados, como las personas educadas, son capaces; un pueblo sin
educación es un pueblo incapaz. De ahí que en la sociedad actual no haya tarea más trascendente que la de
EDUCAR. Y ésa es una tarea que nuestro país cumple con deficiencias tales, que prácticamente cabe decir que
no está cumpliendo: si concebimos la educación que un joven necesita hoy como para el conjunto de
conocimientos que le permitirán desarrollarse personalmente y desenvolverse con mínimo acierto en la vida
moderna. Debemos admitir que esa educación no se imparte entre nosotros salvo en círculos muy minoritarios,
inaccesibles para el grueso de la población. Lo que se imparte en la más amplia mayoría de los casos es una
educación desconectada tanto de la realidad de los conocimientos actuales como de los alumnos a los que se
dirige.

Objetivamente, hoy, en Chile la evaluación en esta materia arroja un resultado desolador: nuestro sistema
educacional está colapsado y obsoleto.

En cuarto año básico, tres de cada cuatro niños todavía no saben leer. En octavo año básico los niños se
quedan sin aprender alrededor del 40 por ciento de los contenidos programáticos. Más de dos tercios de los
niños y adolescentes pobres reciben una educación que sólo se puede calificar de pésima, lo que ello condena
casi con seguridad a perpetuar su situación.

Y es que, entre otros grandes males, el sistema educacional chileno padece de un anacronismo severo y
generalizado: no puede abordar el torrente de conocimientos de la actualidad ni para transmitirlo a los alumnos
en una medida esencial ni, por ende, para dejarlos en situación de enfrentar el mundo en el que deberán intentar
vivir y sobrevivir. Han sido tan enormes las transformaciones de la sociedad durante las últimas decadas, y se
aceleran en forma tan vertiginosa, que nuestro sistema educativo tradicional, ya inútil para el presente, mucho
menos ha de servir mañana: un mañana que, a la velocidad de los tiempos, ya casi es un hoy. Seguir
considerando, como antaño que los envases a ser llenados con conocimientos, es perseverar en la inoficiosa
tarea de intentar meter el océano en un balde. Las colosales magnitudes a las que llega la acumulación de
conocimientos volvió absolutamente inalcanzable el antiguo ideal enciclopédico hace ya mucho tiempo. La
modernidad requiere otra cosa de nuestra mentes: flexibilidad frente al cambio; en fin, capacidad adaptativa,
más que aprender “cosas”, aprender a aprender; más que atiborrar el cerebro de “contenidos”, entrenarlo para
que efectúe sus operaciones con ductilidad, para que expanda su capacidad de maniobra, para que cultive sus
potencias, para que pueda “aprehender” y reaccionar ágilmente ante la variedad infinita de desafíos que la
modernidad plantea.Esto último, máxime que se prospecta que en el año 2.050, la mitad de los empleos que hoy
se conocen podría desaparecer

Desde siempre ha sido una verdad indiscutible para cualquier padre el que la educación es el principal
legado que puede dejar a sus hijos, pero hoy esto es más cierto que nunca. Sabe que ella depende su futuro, y
aunque no pueda legarles nada más, se sentirá tranquilo si al menos ha podido darle: el instrumento gracias al
cual la vida les resultará transitable. La calidad de vida de que disponga el chileno del siglo XXI dependerá de la
educación que sepamos concebir, estructurar y proporcionar de ahora en adelante.
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El mayor desafío del Chile actual es adecuar sustancialmente la educación. La humanidad no posee
capital más precioso que el de su inteligencia y sólo a través de la educación puede llegar a valerse de ella. Es
nuestra confianza en el ser humano, en el potencial que encierra su espíritu, en su capacidad para ser mejor en lo
que radica nuestra convicción que esta es la tarea más trascendente y prioritaria que tenemos por delante.

Chile está en condiciones de aprovechar hoy en día la experiencia de países como Japón, que lograron
modernizar su estructura económica, política y cultural porque ante todo creyeron en la capacidad de la mente
humana y en la posibilidad de desarrollarle, porque creyeron que pensar puede ser enseñado y la cultura
ensanchada y enriquecida: porque creyeron en la perfectibilidad del hombre. Japón, Korea del Sur y Singapur
no habrían alcanzado los niveles en que se encuentran si no hubieran abierto cauce resueltamente al poder de la
inteligencia y la innovación, educando a sus pueblos para que pudieran usarla, aplicarla y exigirla hasta hacerla
florecer.

Pobres en la adquisición de significados, perdidos en medio de una creciente proliferación de estímulos


disímiles que plantea la vida moderna, que no pueden coordinar ni reducir a síntesis, se diría que nuestros niños
y jóvenes se encuentran en el mundo, más que perplejos, maniatados. No saben qué hacer, ni cómo; ignoran
donde están las respuestas e ignoran incluso cuáles pueden ser las preguntas: los abruma la inmensidad del saber
en cualquier área, cuando llegan a vislumbrarla. Y dado que la toma de decisiones es cada vez más importante
en la vida moderna, ¿qué pasará con ellos si no los capacitamos para identificar problemas, establecer
comparaciones, explorar diferentes alternativas, analizar con criterio personal, enjuiciar desapasionadamente,
resolver con prontitud y prudencia de acuerdo a parámetros legitimados por su pensar propio?

Si no queremos que los chilenos del futuro sean sujetos pasivos del acontecer social y de su propia
historia, lastres en vez de impulsores, resignados a ser registradores de estímulos que podrían enriquecerlos si
tuvieran cómo aprehenderlos, reducidos a captar apenas chispazos de la realidad debemos educarlos, ahora ,
adecuada y eficazmente: enseñarles a usar la mente, prepararlos para el mundo que los espera y para que
obtengan lo que esperan del mundo.

4.2 ¿Qué es educar?

¿Para qué debe servir la educación? Para entender y resolver los problemas que plantea la vida. Así nuestra
educación tiene que centrarse en capacitar niños y jóvenes para que sepan enfrentar el mundo e, interactuando
con él, puedan enriquecerse y enriquecerlo; para que junto con haber sido altamente adiestrados en las
disciplinas en las que hayan de especializarse, dispongan, como complemento indispensable, de la cultura y de
la humanización que requieren para sociabilizarse, para ser miembros de su comunidad, para que discriminen
entre lo bueno y lo malo, para que sepan valorar la verdad y la belleza y tiendan a ellas, para que reconozcan y
ejerzan los afectos y sentimientos nobles que caracterizan al ser humano integral y cabal.

La cultura equivale al cultivo del alma, así como la agricultura al cultivo del agro: culto es quien ha
trabajado su espíritu, ha removido las malezas, ha quitado las piedras y ha arado, sembrado y regado la tierra.

Si una sola especialidad de hoy comprende más conocimientos que todo el saber de hace sólo tres décadas,
la vida entera puede ser corta para llegar a dominarla: por eso es que para nuestros jóvenes resulta obligatorio
aplicarse con ahínco a dominar en profundidad cuanto competa a las disciplinas que hayan de ser las de su
profesión u oficio. Pero eso no puede justificar que se conviertan en bárbaros especializados, que sepan mucho
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de algo y que ignoren todo lo demás. Hoy los jóvenes deben poder acceder a una percepción del mundo; debe
enseñárseles la apreciación de lo bello, la valoración de lo bueno, lo honesto y lo real mediante la reflexión
ética, el sentido de la verdad mediante la filosofía, y el conocimiento de nuestros orígenes mediante la
historia.

Nuestro sistema educacional debe proyectarse al futuro sin descuidar el pasado, y hoy día no está
ocurriendo ni una cosa ni otra. Las generaciones actuales han perdido vinculación con nuestro patrimonio
cultural. El pasado es al futuro como arco a la flecha: mientras más atrás se tiende el arco, más lejos se proyecta
la flecha. Una mayor compenetración con el pasado brinda una mejor sustentación al futuro, del mismo modo
que una mayor familiaridad con las obras de arte-poesía, cine música, de Donizetti a Bob Marley, del gregoriano
a la cumbia-posibilita una sensibilidad más afinada.

Como nada de esto consigue hoy nuestro deplorable sistema educativo, se hace evidente la necesidad de
modificarlo profundamente, partiendo por sus objetivos. El primero de los cuales: que los jóvenes puedan
aprender a aprender.

Clarificando el objetivo, se facilita determinar la dirección de los cambios necesarios. Hasta el momento
en nuestro país solo se han planteado soluciones parciales, centrándose la discusión en aspectos secundarios: en
los “cómo”, esto es, en las herramientas del cambio (problemas de gestión, financiamiento, propiedad de los
inmuebles, sin patines, etcétera), y no en lo fundamental: qué es educar, cuál es la educación que demanda la
época moderna. En un momento no muy lejano, la discusión de la educación se transformó en un debate
respecto a la propiedad de los inmuebles educativos.

El planteamiento de soluciones sintomáticas puede constituirse en una vía para eludir las soluciones
fundamentales. No debemos incurrir en ese error y sí abocarnos a lo fundamental- qué es educar-, sin prejuicio
de analizar en hondura los instrumentos del cambio que permitan el mejor acceso al cumplimiento de una meta
que urge alcanzar, so pena de que los chilenos no quedemos irrecuperablemente atrás en la carrera del
conocimiento, obligados a recoger las migajas que caigan de la mesa de las naciones educadas y cultas.

4.3 ¿Qué necesitamos para mejorar la educación?

4.3.1 Más recursos

La forma en que hoy está estructurada la educación en Chile permite que sólo una pequeña minoría
pueda decidir la clase de educación que proporcionará a su descendencia, y es necesario que eso lo pueda
decidir cada familia: esa es la meta a la que hay que llegar.

En estos momentos el Estado gasta setenta mil pesos mensuales en nueve de cada diez niños (Tabla de
Valores Vigentes Factores USE, Mineduc, marzo 2.019), lo que redunda en un sistema de muy baja calidad para
más del noventa por ciento de los chilenos; sólo el nueve por ciento restante, que financia enteramente su
educación, accede a una mejor calidad.

Destinamos a educación menos recursos que otros países de similar nivel de desarrollo económico, y de
esa forma nos estamos imponiendo un auto limitación suicida. ¿Cómo aumentar significativamente los recursos
destinados a educación? Sólo lo lograremos a través de un esfuerzo compartido y comandado desde las
regiones, comunas y familias. La modernidad es prolífica en la plasticidad de una institucionalidad
descentralizada. En una en que se potencien las asociaciones público-privadas en las que la tecnología incide tan
positivamente. Liberemos de una vez la creatividad de nuestras regiones.
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El Estado, que distribuye los aportes de los ciudadanos, debe aumentar los recursos públicos destinados a
educación, los cuales deben ser canalizados a través de la subvención escolar-y a futuro a través de los
gobiernos regionales-y no por medio de “fondos especiales” que hasta ahora no han servido sino para
distorsionar el sistema, otorgándole al Estado el control de la educación, con los consiguientes peligros.
Hagamos de la descentralización y empoderamiento ciudadano el trampolín del progreso educativo.

Es fundamental, asimismo, permitir y estimular la colaboración y participación de los padres y otras


personas en la marcha del proceso educativo. Una provechosa manera de lograrlo es la corrección y
potenciamiento del “sistema de financiamiento compartido”, que la izquierda demonizó, pero que no por ello
abandonaremos. Con ese sistema involucra a los padres capaces de complementar la subvención estatal de los
establecimientos en los que estudian sus hijos, obteniéndose así mejoras en la educación de éstos. Tal sistema
permite, además, focalizar los escasos recursos fiscales en los establecimientos que atienden a alumnos más
pobres y elevar la calidad de la educación que éstos reciben, que es justamente la más requerida de asistencia
económica.

Por último, también se debe fomentar la inversión de personas y empresas en el sistema educacional
introduciendo ajustes al sistema de franquicias tributarias, acelerando las modificaciones institucionales que le
permitan a los gobiernos regionales ser los conductores del mejoramiento educacional.

4.3.2 Mejorar la gestión

La mejor gestión educativa es la que permite a cada familia decidir libremente la educación de sus hijos.
Eso implica asegurar la libertad de elección y la diversidad de ofertas educacionales.

Es hora de que los colegios sean liberados de las excesivas intromisiones del Ministerio y adquieran una
real flexibilidad para crear y para asumir la responsabilidad de sus decisiones, en concordancia con el medio
social, económico y geográfico , e incluso étnico ( por ejemplo, la preservación de la lengua de los pueblos
originarios) en que se encuentren. Ello pasa por mejorar la gestión municipal descentralizándola efectivamente,
lo que no sólo significa darle más recursos sino que también brindarle autonomía y permitirle real flexibilidad
en el uso de sus recursos y de sus planteles.

Para avanzar aún más, como es indispensable se debe fortalecer la educación pública, pero
descentralizada, dándole a las propias autoridades regionales y comunales la posibilidad de permitir el traspaso
de la administración de los colegios a los sectores intermedios de la sociedad en la medida que nos permita
mejorar la calidad de la educación (agrupaciones de apoderados, de profesores, instituciones religiosas,
entidades empresariales, etcétera), lo que hace posible personalizar la educación y ganar en flexibilidad y
calidad al interior de cada establecimiento. Otra facultad que debe ser puesta a disposición de las mayorías
regionales.

Es evidente, por otra parte, que los profesores y su motivación son claves en la calidad de la enseñanza.
Ellos, como responsables centrales del proceso educativo, deben convertirse en efectivos agentes del proceso a
través del cual se despierta, se entrenan y se preparan las mentes de los alumnos. Esto obliga a vincular su
salario con eficiencia de su desempeño. Vinculación que resulta imposible si los colegios se ven obligados a
gastar casi la totalidad de la subvención en remuneraciones, quedando impedidos de premiar el rendimiento o de
introducir incentivos para mejorar la educación.

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Los fondos destinados a programas de apoyo a la educación (como desayunos y almuerzos, MECE y
textos escolares) también deben ser descentralizados de tal manera que cada establecimiento pueda postular a la
modalidad de ayuda que más requiera. Esto supone modificar el criterio con que hoy operan dichos programas,
puesto que, siendo nacionales y uniformes, hacen caso omiso de las diferentes realidades regionales y de las
aspiraciones de los padres, perdiendo así su razón de ser.

Finalmente, para que tenga verdadera consistencia la opción de los padres a una mejor educación de sus
hijos, es necesario que unos y otros tengan adecuadamente informados sobre las diversas alternativas a su
alcance; sin ello no podrán ejercer su derecho a elegir entre las opciones disponibles y a premiar, de esa manera,
a aquellas que entregan una educación de mayor calidad.

4.4 Jóvenes que saben a dónde van

Si logramos las mejorías educacionales aquí expuestas, las generaciones futuras contarán con los
conocimientos, los valores, las habilidades y la voluntad para poder contribuir a un mundo que evoluciona y
para poder insertarse en él. Para eso, los caminos que los jóvenes escojan deben estar abiertos y despejados.
Semejante crisis educativa proviene de currículos escasamente sintonizados con la realidad y que, por ende, no
pueden sino traducirse en bajos rendimientos escolares.

La rapidez y complejidad del avance científico y tecnológico cada vez más nos obliga a una permanente
renovación del conocimiento práctico: más que orientar los currículos hacia tal o cual clase de formación, es
preciso entregar herramientas útiles para el mundo laboral, como son el dominio de los elementos esenciales de
una especialidad o disciplina, el manejo de conceptos abstractos y la capacidad de integrar conocimientos y de
aplicar principios a distintas realidades, al mismo tiempo que proporcionar una sólida formación Ética en los
valores básicos de una cultura del trabajo, como son la responsabilidad individual, el trabajo en equipo, la
disciplina, la lealtad, el espíritu de superación.

Los caminos para una juventud que sabe a dónde va deben ser ricos en diversidad y fecundos en
resultados. Y no deben ser caminos sin retorno: hay que terminar con la arbitraria separación entre lo técnico y
lo profesional, lo científico y lo humanista. Las alternativas post enseñanza media tienen que estar disponibles
para todos quienes se motiven en continuar su formación. Debe replantearse, en consecuencia, el sistema de
becas para la educación de adultos, para que el proceso sea continuo.

El problema de fondo de nuestra educación, que es el no educar para que los jóvenes puedan hacer frente
al mundo moderno y logren valerse dignamente por su propio quehacer, debe ser abordado de manera radical.
Todo ajuste parcial no hará sino las veces de parche ante la magnitud del reenfoque necesario. Para estos
efectos, cada día que pasa representa un costo altísimo: por la preparación que deberíamos estar dando a
nuestros jóvenes y que no les damos, y por la reforma que deberíamos acometer y que no acometemos.

IV. CRECER

5.1 ¿Por qué crecer?

Nadie suele preguntarse “por qué crecer”, quizás porque se considera que la respuesta es obvia. Pero es
útil reflexionar acerca de esta pregunta porque sólo cuando se comprenden en profundidad las razones por las

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cuales un país como Chile requiere crecer económicamente, lograremos movilizarnos con convicción y esfuerzo
común en pos de ese objetivo.

En países como Japón o Alemania el crecimiento no tiene la misma prioridad que en Chile, y bien podría
decirse que ni siquiera es una prioridad: otros problemas demandan allí solución, precisamente porque el
crecimiento ya dejó de ser para ellos un problema tan prioritario como lo es para nosotros.

Por cierto el “crecimiento” no es un concepto meramente material, sino mucho más amplio, ya que el
crecimiento al generar más bienes y servicios, permite que todos puedan tener acceso a éstos y así hacer realidad
un mayor desarrollo humano.

Por eso es necesario para Chile crecer: porque la mayoría de los chilenos todavía no tiene suficiente
acceso a las oportunidades que quiere, en muchos casos ni siquiera a las que necesita. Y la única forma de que
haya acceso generalizado a todo ello, es produciendo el crecimiento.

Sin embargo, aún hay una razón anterior, más importante: Sin crecimiento económico no es posible
erradicar la pobreza, ni conseguir la unidad nacional entre chilenos que quieran sentirse chilenos y no miembros
de una clase privilegiada o de reivindicaciones rupturistas que sólo exacerban el odio. Esta verdad es algo que
ya no se discute: hacerlo sería desconocer la experiencia de tantos países y nuestra propia historia. Si uno revisa
el crecimiento de Chile llega rápidamente a la conclusión de que es en el crecimiento económico y el empleo
formal donde se encuentran las soluciones más efectivas para superar la pobreza.

¿Y esto que significa? Significa que si un país crece a un promedio del 3%, se demora en doblar su
riqueza aproximadamente cuarenta años; pero si este mismo país crece a un ritmo del 7%, se demora en doblar
su riqueza un poco más de diez años. Este hecho indesmentible es argumento suficiente para priorizar como
meta el crecimiento económico de Chile. Sólo así superaremos la pobreza, el resto es demagogia. Ahora lo
entendemos no como el chorreo del que alguna vez demonizó la izquierda, y que por cierto, tampoco
compartimos, sino más bien, como la necesaria condición para contruir desarrollo integral para todos y cada uno
de los miembros de una comunidad y donde el Estado pueda asegurar la igualdad de oportunidades de las que
hemos señalado.

5.2 Cómo crecer

Chile no alcanza los niveles de crecimiento económico que le son necesarios para dar satisfacción a las
aspiraciones de su gente en tanto no promueva y efectúe, en ciertas áreas, vastos ajustes estructurales. Seguir en
el camino trazado durante la última década del siglo pasado y la primera del actual, como lo hicieron los
gobiernos de izquierda sin sobredosis de creatividad ni vuelo, sin aplicarle otra cosa que ligeros retoques, es
olvidar que ese camino resultó exitoso precisamente porque implantarlo significó en su momento considerables
dosis de audacia, coraje y tesón. Más aun, aplicarlo con niveles crecientes de ambigüedad o con intentos de
regresión a fórmulas anacrónicas como lo intentó la Nueva Mayoría, resultó en la mayor caída en la inversión en
la historia de Chile. Creer que bajo el sistema democrático no se puede avanzar del mismo modo ni deben
practicarse esas virtudes, que la democracia obliga a frenar o paralizar los grandes cambios iniciados el siglo
pasado, es no creer en las posibilidades de crecimiento que brinda la democracia ni en la capacidad de los
chilenos de acometer desafíos de envergadura, a la vez que implica privar de dinamismo a nuestra economía,
reduciéndola a permanecer estática: es decir, obligándola a no crecer. Por el contrario, se propone como tarea
indispensable para el país mantener el dinamismo de la construcción de nuestra economía y no permitir su
anquilosamiento antes de que alcance siquiera la madurez de su desarrollo. Pero para ello debemos reformar el
Estado, es urgente adecuar nuestra institucionalidad y lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Qué Estado
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necesitamos?. Pero, también pasa por cambiar el modelo de desarrollo económico meramente extractivista por
uno que genere espacios para la agregación de valor, que incentive e incrementar la innovación, que
descentralice y permita el desarrollo de todo el potencial de sus regiones y que entrege las capacidades a sus
trabajadores a través de procesos de capacitación y mejora continua.

5.2.1 Redefinir el Rol del Estado

Es nuestra convicción que crecer, para Chile, pasa por definir el concepto de Estado, aplicándole ajustes
de fondo respecto de los cuales, por lo demás, el consenso es hoy bastante amplio, faltando tan sólo la capacidad
y voluntad políticas de aplicarlos. Nuestro país aún está lejos de alcanzar un Estado de configuración tal, que las
opciones y decisiones de crecer estén básicamente en manos de sus habitantes: distamos todavía de haber
entregado a las personas todas la herramientas que les permitan aprender la tarea de su propia prosperidad y por
ende la tarea conjuntos de la prosperidad nacional; distamos de haberlos librado de todas aquellas que aún
entorpecen su iniciativa y su ingenio; nuestro Estado sigue traduciéndose, desde muchas perspectivas, en una
limitación para el pleno desenvolvimiento de las capacidades individuales y, finalmente, en una limitación para
el crecimiento.

Sabemos que hay roles y actividades que competen al Estado y otros de los que debe deshacerse porque
sólo los particulares y las instancias intermedias, especialmente las regiones y comunas, pueden afrontarlos
exitosamente. Aspiramos a que estas verdades por todos sabidas sean llevadas a la realidad de una buena vez;
eso implica que en, lo que atañe al crecimiento, la redefinición del Estado se exprese por la doble vía de aquello
que a él compete y, por otra parte, de aquello que compete a los particulares y las instancias intermedias.

A los particulares queda entregado el ancho mundo de la creatividad personal y de la iniciativa privada:
el crecimiento depende en primer lugar de que cada uno haga todo lo posible por sí mismo, en el campo y rubro
que prefiera, y de la manera que más le acomode y sirva. A las regiones les compete todo lo que no sea
estrictamente normativo o de bien público nacional. No basta con elegir a los gobernadores regionales, debemos
traspasar las facultades y recursos en forma paulatina, pero sin dudas ni falsas partidas. Con creciente
descentralización, transparencia y un nuevo estandar de responsabilidad fiscal lo lograremos.

Al Estado le compete ante todo velar por el desarrollo de una economía vigorosa, en función del bien
común, que sólo se logra a través de una sana competencia, para lo cual debe convertir en normas legales el
progreso del conocimiento relativo a las actividades socialmente relevantes. Hasta el momento no se sabe de
ninguna economía capaz de autorregularse y la razón de fondo por la cual ello no es posible, por la cual el
Estado resulta imprescindible en ese proceso, es que el Estado sigue siendo el único ente capaz de encargarse de
ir convirtiendo en normas jurídicamente válidas y aplicables los avances del saber. Un conocimiento en
incesante evolución y avance, como el de hoy requiere de una ajustabilidad de las normas en que se expresa para
los campos socialmente relevantes de la actividad humana que deben ser normados: ni la economía, ni la
educación, para dar dos ejemplos, son disciplinas o saberes ya completos que hayan llegado a su total
despliegue, ni mucho menos: en ambos terrenos, como en muchos otros, el conocimiento se profundiza día tras
día , y aquellos de sus aspectos que por requerimientos sociales tienen que proyectarse al país en calidad de
leyes, estatutos o reglamentos, han de estar siendo atentamente vigilados para que, con la mayor ductilidad
posible, el aparato jurídico pueda reflejarlos con fidelidad. El Estado así es responsable de posibilitar el cambio,
e impedir que el país y sus estructuras, principalmente las jurídicas, se desfasen de las transformaciones e
innovaciones que el país requiere para su crecimiento.
Nuestra concepción del Estado es uno de carácter Unitario Descentralizado, para ello se requiere
voluntad política, responsabilidad fiscal y capacidad de desplegar el potencial de los territorios.

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5.22 Avanzar hacia mejores condiciones de trabajo

Si bien nos encontramos en un momento de revisión del sistema impositivo liderados por el gobierno del
Presidente Piñera, creemos que lo realmente necesario para el país es un cambio sustantivo que permita generar
incentivos al trabajo y a las actividades productivas. Nos referimos a la implementación una estructura
impositiva moderna: el sistema de impuesto plano. No hay otra manera realmente enérgica de encarar la
necesidad de crecer. Tenemos que premiar la inversión y la puesta en marcha de la economía, aumentar el
ahorro y, en consecuencia la creación de nuevas fuentes de trabajo, de las que se beneficia el país entero. Como
lo ha venido planteando el economista Leonidas Montes desde 2006, discutamos el sistema de impuestos en su
totalidad, aunque luego lo implementemos en forma paulatina. Cada vez más países adoptan sistemas de
impuesto plano y los resultados ya están a la vista: ¿Por qué no podemos a comenzar a transitar hacia un sistema
impositivo moderno sólo por el ideologismo de algunos?

El conocimiento económico y la experiencia internacional muestran hoy que hay considerables ventajas
de extraer los fondos para el gasto del Estado no de la renta sino que del gasto de los particulares. El gasto del
Estado deben pagarlo quienes consumen más. Obviamente esto no será tarea de una administración y mucho
menos sin mayorias parlamentarias. Por eso es que planteamos este esfuerzo como meta de largo plazo, a ser
implementada en conjunto con la reforma del Estado y la descentralización del país.

Uno de los efectos más beneficiosos que tendrá una reforma tributaria como la que proponemos
acontecerá, naturalmente, en el área del empleo: es ahí donde se produce al gran aumento de las posibilidades
laborales que necesitamos para que ninguno de nuestros compatriotas carezca de la posibilidad de progresar
mediante el trabajo. Más gente con ingresos y más gente con mayores ingresos y más trabajos que se aproximen
a sus gustos y vocaciones.

Para lograr más y mejores empleos, debe flexibilizarse la regulación de los mercados de trabajo y de
salario mínimo, pues no es posible que muchos de nuestros compatriotas, especialmente los más jóvenes y los
menos capacitados, estén impedidos de efectuar un trabajo que necesitan, y que los necesita a ellos, sólo porque
la actual legislación los condena a tener que optar entre un mínimo arbitrario o nada. Por eso apludimos el
acuerdo nacional que nos permitió sacar adente el estatuto joven en el parlamento aprobado en forma unánime.
Se debiera establecer salarios mínimos diferenciados considerando el tamaño de la empresa y las realidades
regionales generando acuerdos en el futuro entre los gobiernos regionales y el central sobre este efecto.
Respecto del salario mínimo debiermos apuntar a uno plurianual y que tenga como antecedente técnico los datos
del crecimiento económico del país entre otras variables. Lo mismo hemos propuesto con un proyecto de
nuestra autoría en el caso de personas mayores, que pudieran tener la opción de un contrato o jornada especial,
donde se genera la eventualidad de mayores ingresos, sin afectar el aporte previsional solidario que hoy
pudieren recibir y que ya fue aprobado en general por la Sala del Senado; tenemos 600 mil adultos mayores que
están en la más completa informalidad y debemos hacernos cargo de ello. Finalmente, los cambios tecnológicos
también nos demandan cambios para estimular el trabajo a distancia, y compatibilizar la competitividad del país
con más tiempo de los trabajadores con sus familias.

5.2.3 Abrirnos al Mundo

Hoy la autarquía se bate en retirada. Ya no es posible desconocer la necesidad de integrarse a los


mercados internacionales para avanzar hacia mejores y sostenidos niveles de crecimiento. Es por eso que no
debe bastarnos lo ya logrado. Aún menos cuando los partidos de centro izquierda votan contra los acuerdos de
comercio internacional negociados por su propia administración. Incluso cuando esto fue hecho por el
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presidente de su partido, como aconteció con el ex canciller Heraldo Muñoz (presidente del PPD), topda vez que
los temas sensibles ya fueron clarificados. Para crecer es necesario aún mayores niveles de integración, lo que
requiere eliminar y corregir todas aquellas formas mediante las cuales el Estado distorsiona la economía e
impide mayores niveles de apertura y competitividad; nuestra actividades productivas sólo podrían cambiar en
el sentido positivo requerido por el crecimiento y la integración internacional, permitiéndonos a más bienes y
servicios, si el Estado introduce modificaciones tan fundamentales y drásticas como las siguientes:

- ante todo, terminar con el flagelo de la centralización; no todos los bienes públicos son nacionales como
son la justicia y la defensa. La mayor parte de las actividades del Estado hoy son descentralizables y por
ello democratizables. Cálculos realizados acerca del costo de la ineficiencia de tener excesiva
centralización y por ende excesivos costos de transacción, los sitúan a los niveles de treinta por ciento (o
más), que fue lo que llevó a Joan Prats a decir: Chile será descentralizado o no será desarrollado.

- reducir sustancialmente las restricciones a las alianzas público-privadas en los niveles sub nacionales.
Regiones y comunas empoderadas, liberadas las energías e iniciativas de empresarios privados, por
dirigentes democráticos regionales, podremos integrarnos al mundo sin pasar por Santiago.

5.2.4 Mayor Incorporación de los Privados

En materia de infraestructura, aspecto indispensable para acelerar el crecimiento económico, debemos


aprovechar la experiencia obtenida en las concesiones del sector energía y la normativa que la permitió en los
caminos, carreteras y puertos del país. Debemos ir más allá y hacer de la descentralización el nuevo trampolín
para el salto en infraestructura que requieren las regiones.

En materia de la participación del sector privado, la más firme convicción de que al Estado no le
corresponde producir ni administrar la producción nos conduce a la necesidad de descentralizar todas las
empresas y activos públicos, estimando que es en aquellas empresas de especial importancia para el país, donde
con mayor urgencia deben concretarse nuestras convicciones; tiene que convertirse en una realidad el que tales
empresas sean de todos los chilenos, estudiándose fórmulas para que desde las regiones se puedan adoptar
decisiones para que parte importante de la propiedad sea traspasado a ellas y a sus trabajadores, y abriendo la
posibilidad de aportes puntuales que las nuevas necesidades de capital y tecnología requiere a una asociación
con privados.

Los problemas tienen solución, y así lo entendemos todos. Es posible un mayor crecimiento para nuestro
país, y contamos con posibilidades ciertas de lograrlo, pero para hallar las soluciones a estos problemas y
adoptar las medidas de fondo que demanda el progreso es necesario la voluntad, la capacidad y la unidad para
crear propuestas precisas orientadas a subsanar la raíz de los problemas.

V. MODERNIZAR EL ESTADO

6.1 ¿Por qué modernizar el Estado?

Hay dos razones poderosas que nos mueven a plantear como prioridad nacional la modernización del
Estado: por un problema de principios y porque Chile no se puede dar el lujo de la ineficiencia ad portas de la
cuarta revolución tecnológica.

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El principio que apoya la modernización del Estado apunta a que aquello que compete a cada persona-
partiendo por su vida privada-, no puede ser resuelto por el Estado: debe ser resuelto con plena libertad por los
propios interesados. Y por eso es necesario ampliar la libertad y los márgenes de autonomía individual y reducir
la presencia estatal, puesto que cuando el Estado se excede de lo que le es propio su presencia no es operante ni
fructífera y limita la capacidad de desarrollo de las personas, causando apatía y resentimiento.

Un Estado ineficiente actúa como freno para el progreso. Hoy no tenemos el Estado que Chile requiere.
No es posible resolver eficazmente los desafios del país con un Estado burocrático, centralizado e ineficiente. La
modernidad que pretendemos alcanzar no exige una administración pública eficiente, ágil, dinámica, que esté
capacitada para prever y dar soluciones concretas y oportunas, a los problemas y desafíos que enfrentamos en el
siglo XXI.

Chile tiene un vigésimo de la población de Estados Unidos, pero tiene el doble de ministerios que ese
país para manejar un presupuesto cien veces menor. El Estado de Chile está compuesto por más veinte
ministerios, treinta subsecretarias y más de ciento treinta servicios públicos, además de dieciseis intendencias y
trescientos cuarenta y cinco municipalidades, además de las innumerables comisiones, comités y consejos que la
centralización ha creado, pretendiendo gobernar haciendo uso paralelo de una administración pública visible.

Este gigantismo que hoy caracteriza a nuestro Estado ha pasado a ser sinónimo de centralismo,
descoordinación, burocracia, falta de organicidad, todo lo cual acarrea ineficiencia.

6.2 Terminar con el Estado Productivo

El crecimiento económico requiere que el Estado se enfoque en las funciones que le son propias, Y
tengamos cuanto Estado como sea necesario. Hoy vemos como este crece inorgánicamente, sin criterios de
lagitimidad ni de eficiencia alguna, mientras en algunas áreas tenemos Estado ausente o mermado, mientras en
otras tenemos un Estado completamente abultado y excesivo. Mientras la izquierda se oponga a la
modernización del Estado, exigimos que al menos que se imponga la obligación de dar la cuenta pública de los
resultados de las empresas que nos pertenecen a todos, obligándolas a adoptar la normativa para cualquier
sociedad anónima. Y terminaremos con la práctica de hacer uso de los directorios de las empresas públicas para
el cuoteo político y el tráfico de influencias.

6.3 Disminuir la burocracia del Estado

La igualdad de oportunidades no será realidad mientras el Estado de Chile no se decida a ser un Estado
al servicio de los chilenos, lo cual requiere eliminar todo trámite prescindible, todo papeleo que no sea
estrictamente necesario. Es un escándalo la cantidad y lentitud de los trámites necesarios para iniciar
formalmente una actividad económica. ¿Cuánto progreso se ha evitado debido a la burocracia del Estado? Con
la 5G ad portas: ¿no es hora que sigamos el ejemplo de las democracias avanzadas e implementemos el Estado
digital en todos los niveles?

Es urgente terminar con la burocracia no sólo porque hace al Estado lento, caro e ineficiente, sino porque
es arbitrario e injusto, lo que menoscaba la soberanía de los chilenos. La burocracia es un acto de autoritarismo
que no podemos tolerar. Para ello contamos con la promesa de la tecnología, que con tan buenos resultados se
ha incorporado en otras naciones.

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Para terminar con la burocracia, debemos reducir al tamaño del Estado. Estamos ciertos que el
Presidente de la República puede perfectamente cumplir sus funciones de Gobierno asesorado sólo por por
macro Ministerios como lo hacen países como Ecuador, y con dieciseis Gobiernos Regionales empoderados con
las herramientas, las facultades y los recursos adecuados.

También se requiere modernizar la Administración Pública, tomando todas las medidas tendientes a la
profesionalización de la actividad pública y perfeccionamiento de sus funcionarios. Sólo así haremos realidad el
que los más capaces y los que posean una verdadera vocación de servicio ocupen los cargos del Estado para
beneficio de los chilenos. Sólo así detendremos los vergonzosos escándalos y la corrupción que nuestro sistema
tiende a generar y que amenaza con expandirse. Y sólo así daremos continuidad a la tarea de la función pública
velando por la generación de carrera funcionaria basada en la expertis y no sujeta a los vaivenes de cambios de
administración. Pero también debemos hacernos cargo de la precarización de la función pública a través del
abuso de los contratos a honorarios y que generan un daño previsional de proporciones a los trabajadores en esa
condición en el sector público. Hoy el Estado es por lejos el peor empleador de Chile para estos trabajadores y
sus derechos previsionales y, adicionalmente, genera dificultades desde el punto de vista de la responsabilidad
administrativa.

6.4 Descentralizar el Estado

Mientras la mitad del Producto Interno Bruto se siga generando en Santiago, en tanto en la capital haya
un médico por cada quinientos habitantes, mientras que en el resto del país el promedio es de un médico por
cada ochocientas personas; mientras casi el sesenta por ciento de los metros edificados estén edificados en
Santiago, Chile no tendrá un Estado eficiente ni los ciudadanos una plena autonomía ni igualdad de
oportunidades.

No seremos un país verdaderamente descentralizado mientras la mayoría de las decisiones que afectan a
los chilenos desde Arica a Magallanes sean impuestas desde el nivel central y mientras en el centro de Santiago
se decida más del ochenta por ciento de las inversiones para obras públicas.

Chile no progresará al ritmo que podría, en tanto no se le permita a las regiones no sólo la elección
directa de sus gobernadores, sino que también contar con las facultades para manejar en propiedad sus recursos
y decidir acerca de la mejor solución para sus problemas. Es necesario ajustar los sistemas de financiamiento y
control de la educación y la salud dotando a los gobiernos regionales de espacio para influir en la recaudación y
en su base presupuestaria: la descentralización democratiza porque las mejores decisiones se toman cuando
existe el conocimiento que otorga la cercanía de las personas y los problemas.

Descentralizar significa que todo aquello que no atañe a la nación en su conjunto debe ser transferido a
la instancia apropiada, ya sea ésta regional o comunal, de forma que a cada nivel las autoridades cuenten con el
poder para resolver los problemas que atañen a esos chilenos específicamente, con estrictos estandares de
responsabilidad fiscal.

6.4 Menos Estado y Más Democracia para las Personas

La democracia no es una especie de azotea a la que una sociedad llega y en la cual se instala de una vez
para siempre: es una escalera donde siempre se podrá subir un peldaño más, un camino en el que por mucho que
se avance, siempre se podrá avanzar otro poco. Tampoco es la democracia un concepto que se agote en la
generación de autoridades y leyes por voto mayoritario. Aunque eso está en la esencia de su significado,
20
también implica el respeto por la diversidad y las minorías, la igual legitimidad de todas las personas y por
último, el asegurar que la misma legitimidad que tiene cada persona para decidir con su voto la configuración de
mayorías y minorías, la tenga para decidir por sí sola su propio destino.

La democracia, en el plano de los individuos, significa libertad para que la vida misma florezca en toda
su multiforme riqueza, desembarazada de las distorsiones que pretenda infringirle un Estado que desconfía de
las personas y que se inmiscuye en lo que no le corresponde y las constriñe.

Una democracia efectiva requiere, asimismo, la igualdad de oportunidades que tanto ha propiciado
nuestro sector como uno de sus principios doctrinarios básicos, a la vez que la igualdad en derechos y
obligaciones. Igualdades estas que deben constituirse en una realidad palpable para todos los ciudadanos, de
extremo a extremo del país. Debemos hacer una segunda transición y alcanzar lo que ya han hecho todas las
democracias avanzadas: imperio absoluto del Estado de Derecho con el respaldo de toda la población unida e
integrada en ese predicamento. Chile se encuentra a medio camino, ya emergió una clase media empoderada,
pero aun persiste la presencia de élites radicales anti sistema y consecuentemente no hemos erradicado la
explotación del desdén y el resentimiento entre los chilenos.

Los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, es decir, con más soberanía
ciudadana. Chile todavía necesita dar pasos importantes para avanzar hacia una sociedad más sana y
participativa y es un reduccionismo sin amplitud de miras pretender, como hace la izquierda, que democratizar
el país consista simplemente en modificar tales o cuales artículos de la Constitución de lo importantes que ellos
sean y de la conveniencia de modificarlos-. Por el contrario, para nosotros lo que el país requiere en la presente
etapa de su evolución histórica debe mantenerse, más allá del plano meramente constitucional, en el plano
regional, comunal y en el plano individual, lo cual no es posible si no emprendemos la modernización del
Estado.

Una mejor democracia también exige una mejor justicia. Las sociedades que han alcanzado niveles de
democracia mayores han logrado implementar sistemas judiciales eficaces en el resguardo de los derechos
individuales. Esto requiere que introduzcamos, de una vez por todas, los cambios necesarios para dotar a nuestro
sistema judicial de recursos y facultades que se necesitan para garantizar este aspecto fundamental sin el cual el
ordenamiento social y a igualdad de oportunidades no son completas.

Justicia y defensa son responsabilidades ineludibles de los gobiernos nacionales. Es mucho lo que han
aportado nuestras fuerzas armadas, no sólo en las guerras del siglo diecinueve, sino que también en la paz
alcanzada en el siglo veinte. ¿Cuantos chilenos se han beneficiado de sus capacidades en casos de desastres y
momentos de angustias? ¿Cuánto orgullo nos han dado nuestros carabineros? Ya sea en Los Patos o en Laguna
del Desierto: ¿Quién cuida de los chilenos? No podemos seguir permitiendo las penosas situaciones que han
afectado a las dirigencias de nuestro Ejército y Carabineros a consecuencia del contagio de malas
prácticas.Respecto de aquelñlas hay que proceder con el mayor rigor. La pérdida de confianza en las
instituciones armadas y de orden, como cualquier otra, es un cáncer que hay que extirpar a tiempo.

Como cualquier institución humana, reconocemos que nuestra Constitución Política es perfectible. Sin
embargo, atenta contra esta posibilidad de perfeccionamiento la estrategia adoptada por la izquierda de utilizar
las reformas constitucionales como un instrumento político destinado a intentar cohesionar a los distintos
sectores –desde el marxismo clásico, pasando por las variantes juveniles y las explotadores de la ambigüedad y
el populismo igualitario, aún a costa de introducir en la agenda pública asuntos que no corresponden a las
verdaderas prioridades de la ciudadanía.

21
Nuestra convicción democrática nos lleva a creer que la opinión pública es nuestro deber patriótico el
plantear las verdaderas prioridades que Chile tiene hoy: Educar, Crecer, Modernizar el Estado e Integrar. El
perfeccionamiento democrático debe ser alcanzado por la vía del debate y la búsqueda de acuerdos. Sin
embargo, se debe asumir esta tarea responsablemente. Y esto quiere decir que no se debe atentar contra la
estabilidad institucional hasta no haber logrado la más profunda convicción de que los cambios institucionales
serán realmente positivos para Chile.

VII.- INTEGRAR

7.1 ¿Por qué integrar?

Una nación es más que un Estado, más que un territorio, más que una historia, y más que también que la
suma de sus habitantes: es además un sentimiento que unifica y compromete en una comunidad de destino, que
identifica y que brinda satisfacción y orgullo de pertenecer a éste y no a otro país. La posesión de un carácter
específico, que lo diferencia de los demás, es por sí un aporte enriquecedor dentro de la variedad de culturas y
pueblos. Somos un pueblo mestizo. Mas del ochenta por ciento de los chilenos estamos en esa condición.
Picunches, changos y mapuches aportaron tanto al pueblo chileno como castellanos, extremeños y vascos. Lo
mismo podemos decir de los llegados despues de la independencia. ¿O se nos olvidó que los apellidos Prat y
Condell son catalanes? ¿O el aporte que han hecho a la economía y cultura nacional los alemanes, italianos,
croatas y palestinos llegados en el último siglo y medio?

Una comunidad nacional empapada de ese sentimiento de pertenencia común a una patria que
enorgullece y “promete futuro esplendor”, es una comunidad integrada; y tal integración aporta no sólo a una
mejor acción pública sino que ciertamente contribuye al desarrollo humano. Chile no será un país integrado
mientras existan las fronteras interiores, mientras en nuestro territorio haya zonas desvinculadas del desarrollo y
el progreso nacional.

Otra cosa distinto, es reconocer el aporte de los pueblos originarios y de las lenguas, es por ello que lo
hamos promovido en virtud de la presentación de proyectos de ley de nuestra autoría. Pero, una cosa es la
pluriculturalidad del país y, otra muy distinta, y que rechazamos de plano, es erosionar el concepto de Nación.
La Nación chilena es una sola.

7.2 ¿Qué es integrar?

La integración supone el interactuar de una pluralidad, cuyos miembros obtienen juntos más que por
separado. Conlleva, entonces, la vigencia del principio de reciprocidad y del principio de respeto a la diversidad.

La reciprocidad implica mancomunar los esfuerzos, lo cual no sólo fomenta nuestra identidad sino que
nos involucra como individuos en una tarea compartida.

El respeto a la diversidad, el otro gran principio integrador, debe asentarse en la conciencia de que es
justamente la diversidad lo único que permite el desarrollo de una creatividad constante y el surgimiento de
iniciativas nuevas e insospechadas.

La integración de un país depende de una variedad de factores que no sólo incluyen las instituciones
políticas: se haya especialmente en la esfera de los valores, de las creencias, de los modos de vida, en suma, de
la cultura.
22
Una mayor integración nacional nos permitirá enriquecer nuestra cultura. Asumiendo nuestro pasado y,
sin restringirnos por él, al contrario, impulsándonos por él, engrandeceremos nuestro futuro. Para esto no
debemos considerar como definitivo nuestro acervo nacional, antes bien, debemos mantenernos abiertos y
dispuestos a incorporar nuevos logros, avances y beneficios, aspirando siempre a que nuestra cultura sea
valorada por los demás así como nosotros hemos de saber valorar lo ajeno. Lo natural es que “todo lo humano
nos pertenezca”: sin temores de que nuestro ser nacional se desdibuje porque se enriquezca, tal como una
persona no se desdibuja porque sea cada vez más culta.

7.3 ¿Cómo integrar?

El Estado debe asumir en forma decidida el rol de promotor de la integración nacional. Una sociedad
que brinda niveles crecientes de independencia y libertades a sus individuos, requiere de un Estado que estimule
a las personas a multiplicar su capacidad de decisión y que, simultáneamente, resguarde la vigencia de los
ideales comunes impidiendo que los actores sociales se atomicen y pierdan su fuerza de conjunto: éste es su rol
integrador.

El Estado debe diseñar y ofrecer políticas orientadoras en áreas que no corresponden propiamente ni a lo
político, ni a lo económico ni tampoco a la tarea educacional, sino a la tarea integradora, en materias tales como
comercio exterior, relaciones exteriores, fronteras interiores, defensa, potenciales áreas productivas, estímulo a
las creatividad y artística, buscando educar más allá de la mera instrucción.

La integración de Chile debe lograrse en tres planos principales. Nacional, internacional y social.

La integración también se produce con el aumento de la participación ciudadana en la generción de los


planes desarrollo regional y comunal, como también en la consulta con o sin efecto vinculante a los ciudadnos
de una comuna o una región en asuntos de interés y dentro de sus atruciones o facultades. Sentido de
pertenencia produce integración. Hemos propuesto además de consultas con efecto vinculante a través de
proyectos de ley de nuestra autoría, la posibilidad de generar iniciativa popular de ley, que permita armonizar la
discusión parlamentria con temas de interés iudadano.

7.4 Integración nacional

Nuestra integración será parcial y defectuosa en tanto en nuestro territorio existen zonas desvinculadas
de resto del país y de su desarrollo. A estas zonas se les debe permitir insertarse libremente en los mercados,
como también un mejor acceso a los servicios de salud y educación, y una presencia eficiente de la justicia. Las
universidades regionales deben ser un elemento activo en lo cultural y en el desarrollo de sus propias
localidades y áreas.

Chile no está verdaderamente integrado si las regiones no cuentan con gobiernos regionales autónomos
dentro del esquema de un Esrado Unitario, que estén al servicio de sus habitantes, ni mientras las comunas no
dispongan de las facultades y medios para responder a las necesidades de las personas. Chile no estará
verdaderamente integrado mientras sus zonas extremas sean consideradas meros apéndices de nuestro territorio
o mientras ciertas formas de vida, como por ejemplo la ligada a la agricultura, no puedan expresarse
debidamente. Debemos desarrollar con fuerza el reforamiento del concepto de límites interiores que permitan
desarrollo y soberanía de nuestros territorios extremos e insulares.

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La integración nacional no consiste en integrar las regiones y comunas en torno a un centro común, sino
a un plano común: el de la igualdad de oportunidades con respeto a las legítimas diversidades propias de cada
lugar. Iquique, Punta Arenas o Quillota no tienen que pretender integrarse a Santiago, deben aspirar a integrarse
a la modernidad que les sea propia.

Para la integración nacional debemos hacernos cargo de cerrar las divisiones y heridas del pasado en
vistas a un futuro común. El uso electoral del odio y el desdén debe terminar. No es posible que se exploten
hechos de hace casi medio siglo por conveniencia de unos pocos. Y mucho menos que mantengamos en cárceles
a ancianos y enfermos terminales para seguir explotando el resentimiento.

Debemos emular al gran Cacique Picunche Michimalonco, quien una vez derrotado en el campo de
batalla, solicitó a los vencedores que integraran a sus mujeres y su pueblo. Mas aun, debemos celebrarlo como
uno de los padres de nuestra patria, toda vez que a menos de un siglo de su gesta, el pueblo mestizo -picunche
español- ya era la base de lo que hoy somos los chilenos.

Nuestra integración nacional debe privilegiar la conservación y renovación de los recursos naturales,
buscando mantener nuestras riquezas y medio ambiente para que las personas puedan incorporarlos a su vida,
para lo cual hay que favorecer el conocimiento de nuestra historia y geografía y una mayor interacción con la
naturaleza. Pero tambien debemos liberar a las regiones a hacerse cargo de sus propias historias y geografias e
integrarlas a la modernidad plena. A eso apuntamos con la descentralización. Considerese por ejemplo las
posibilidades de cooperación público-privada, donde para paliar los efectos de la vejez empresas_AFPs-puedan
aliarse con gobiernos comunales o regionales para garantizarle a cualquier miembro de la tercera edad que no
haya podido lograr una jubilación apropiada, tenga la posibilidad de acceder a un hogar-establecimiento donde
pueda vivir en paz y protegido de las vicisitudes del tiempo.

Consideramos oportuno producir una discusión nacional respecto al sistema político, que no
profundizaremos en este documento, pero si nos matriculamos con un sistema semi presidencial, con mayor
equilibrio entre los distintos poderes del Estado, terminando con el Hiper Presidencialismo que ahoga,con
flexibilidad de sistemas de alianzas, que permitan a través del diálogo y la persuación, y las mayorías
parlamentarias generar amplios acuerdos y consensos respecto del país que queremos construir en el futuro.

7.5 Integración internacional

La integración de todos los chilenos, en torno a ideales comunes y a una idiosincrasia propia es
indispensable, a su vez para la integración del país a la comunidad internacional, a la que obviamente no
tendríamos mucho que aportar sin contribuir con un matiz propio. Esto debe reflejarse, en lo económico, en
productos que se singularicen por su calidad, su novedad, o su valor, de tal forma que Chile pase a ser una
marca valorada internacionalmente. Debemos aspirar a proyectar una imagen que exprese los atractivos de
nuestra naturaleza, el temperamento de nuestra gente, las características únicas y propias de nuestra cultura
mestiza.

La integración internacional de Chile debe consistir en insertar al país en los términos más convenientes
posibles dentro de la comunidad mundial. Ello requiere, además de un nítido perfilamiento el dinamismo de
nuestra idiosincrasia, mayor liderazgo de nuestras ideas y su extensión a nuevos campos. Así como en los
ochenta nuestra reforma previsional sorprendió en el mundo a muchos que después no copiaron, hoy la
extensión de estas mismas ideas a nuevas áreas nos permite estar en la avanzada de las energías no
convencionales. Los mismos principios que han inspirado desde la reforma previsional hasta la elección de los

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gobernadores regionales debemos extenderlos hacia nuevas áreas y campos del quehacer humano. Y porque son
nuestros principios, sólo nosotros podemos hacerlo.

Con fuerza y convicción, debemos insistir en nuestro camino: ello implica traspasar a las instancias
regionales en forma paulatina, pero exhaustiva, todas las facultades y recursos que no sean estrictamente
necesarios para la provisión de bienes públicos nacionales. Las posibilidades de contar con el apoyo de los
gobiernos regionales y las asociaciones público-privadas permitirán una oferta eficiente de nuestros productos,
su mejor comercialización, el conocimiento confiable de las condiciones de los mercados internacionales y la
incorporación a las tecnologías de punta en informática, telefonía, televisión satelital y supercarreteras del
conocimiento, son otros tantos requisitos de la integración al mundo moderno. Esa es el desafío al que nos
enfrenta la modernidad en su cuarta revolución tecnológica.

Es por lo anterior, que necesitamos que el proceso de vinculación internacional también se radique con
fuerza en las regiones y comunas. Fue parte de nuestra lucha en el proyecto de modernización de la Cancillería,
e incluso, escribimos un libro sobre el particular. Pero, este proceso también debe alcanzar a las Universidades e
Intituciones de Educación Superior, para imitar el ejercicio de otros países afines, como Australia y Nueva
Zelanda, con altas tasas de estudiantes de pre y post grado extranjeros, que han enteniddo que no basta con
exportar minerales sino dieron el paso para exportar minería y Know How.

7.6 Integración social

Una mayor integración social produce sociedades más sanas, más armónicas. En los países divididos por
rencores, antagonistas, envidias y prejuicios no es posible la integración. Es por ello que debemos terminar de
una vez con la lacra del divisionismo. Seremos el primer pueblo netamente mestizo en América en alcanzar la
democracia plena si nos integramos en la chilenidad y no en el desdén y la explotación del rencor entre
nosotros. El clasismo, racismo, discriminación, desdén y resentimiento entre los chilenos debe terminar. El
ascenso de la clase media nos permite aspirar a erradicar de una buena vez estas lacras!

Las sociedades integradas son aquellas en donde cada persona ha llegado a ser lo que es en base a su
propio esfuerzo y a sus propias capacidades. En aquellos lugares en que se ha avanzado hacia una mayor
igualdad de oportunidades, el mayor beneficio que esto conlleva, más allá incluso que el proceso material en
base a sus méritos. Este sentimiento es, además, el antídoto para el resentimiento, el odio y el desprecio. La
meritocracia, cuando ha sido posible, humaniza al hombre.

¿Cómo se logra la integración social? ¿Cómo avanzar hacia una sociedad más meritocrática? Es
necesario educar, crecer y sobre todo, creer profundamente en que ello es posible. Las grandes naciones han
llegado a serlo porque han perseguido este sueño. La educación no sólo permite la igualdad de oportunidades
sino que brinda las herramientas necesarias para que las personas se integren a la sociedad, además de permitir
el desarrollo de un acervo cultural común, respetuoso de la diversidad.

El crecimiento económico, que generalmente es sustento por una buena educación, permite la movilidad
social de aquellos grupos que antes estaban marginados y que al pasar a formar parte de una amplia clase media,
se les abre el acceso a bienes y servicios que antes les estaban vedados, y les permite identificarse y enriquecer
la idiosincrasia que caracteriza nuestra alma nacional.

La democracia también es fundamental para una mayor integración social, puesto que a través de ella los
chilenos participan en las decisiones públicas y en el forjamiento de nuestro destino colectivo. Lograr la unión
de la gran familia chilena en pos de objetivos nacionales comunes es la meta. Con ello pretendemos aportar a la
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gran tarea de consolidar nuestra identidad nacional y a la percepción de que todos nos estamos beneficiando del
progreso patrio, y de que ese progreso no es sólo para algunos, sino para cada uno de nosotros.

Debemos estar conscientes de que en nuestro país aún existen individuos y grupos a quienes ni la
educación ni el crecimiento económico, ni la democracia los lleva a integrarse, básicamente porque no se
sienten parte de un “proyecto país”. Esta realidad debe ser asumida como un desafió en el cual todos tenemos
algo que aportar y por eso nuestro esfuerzo y organización debe ser una casa abierta para toda persona, sea
joven o anciano, hombre o mujer, rico o pobre, donde encuentre un canal receptivo a sus aspiraciones y
motivaciones.

Este proyecto colectivo de Nación involucra una visión prospectiva del país para los próximos 30 años.
Sólo así podremos generar unidad de propósitos, co responsabilidad y setido de pertenencia. Chile nos pertenece
a todos.

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INDICE

Página

I.- LA SEGUNDA TRANSICIÓN: CAMBIO DE UNIDAD NACIONAL ... 1


1.1 Momento de oportunidad............................................................................................... 1
1.2 Los riesgos de esta nueva oportunidad.......................................................................... 1
1.3 Modernidad y pérdida de valores: una falsa disyuntiva................................................ 2

II.- ¿EN QUE ESTA CHILE? A MEDIO CAMINO........................................................ 2


2.1 A medio camino...en lo económico................................................................................ 3
2.2 A medio camino... en lo político.................................................................................... 3
2.3 A medio camino... en lo social....................................................................................... 4
2.4 A medio camino en lo cultural....................................................................................... 4
2.5 ¿Qué quieren y necesitan los chilenos? ........................................................................... 4

III.- LA HORA DE LAS RESPUESTAS........................................................................... 5


3.1 Un Proyecto Político de carácter nacional....................................................................... 5
3.2 Una redefinición del Estado y del rol del gobierno......................................................... 6
3.3 El liderazgo en las ideas................................................................................................... 7
3.4 Una nueva Política........................................................................................................... 9

IV.- HACIA UNA MEJOR EDUCACION.......................................................................... 9


4.1 ¿Por qué hay que cambiar el sistema de educación? ....................................................... 9
4.2 ¿Qué es educar? ............................................................................................................... 10
4.3 ¿Qué necesitamos para mejorar la educación? ................................................................. 11
4.3.1 Más recursos....................................................................................................... 11
4.3.2 Mejorar la gestión............................................................................................... 12
4.4 Jóvenes que saben a dónde van........................................................................................ 13

V.- CRECER........................................................................................................................ 13
5.1 ¿Por qué crecer? ............................................................................................................... 13
5.2 Cómo crecer.................................................................................................................... 14
5.2.1 Redefinir el Rol del Estado................................................................................ 15
5.2.2 Avanzar hacia mejores condiciones de trabajo................................................. 15
5.2.3 Abrirnos al Mundo............................................................................................. 16
5.2.4 Mayor Incorporación de los Privados................................................................ 16

VI.- MODERNIZAR EL ESTADO....................................................................................... 17


6.1 ¿Por qué modernizar el Estado? ........................................................................................ 17
6.2 Terminar con el Estado Productivo................................................................................... 18
6.3 Disminuir la burocracia del Estado.................................................................................... 18
6.4 Descentralizar el Estado.................................................................................................... 19
6.5 Menos Estado y Más Democracia para las Personas......................................................... 19

VII.- INTEGRAR....................................................................................................................... 20
7.1 ¿Por qué integrar? .............................................................................................................. 20
7.2 ¿Qué es integrar?................................................................................................................ 20
7.3 ¿Cómo integrar? ................................................................................................................. 21
7.4 Integración nacional.......................................................................................................... 21
7.5 Integración internacional.................................................................................................... 22
7.6 Integración social............................................................................................................... 22

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