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EL BIG BANG DEL UNIVERSO SOCIAL DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA

Emiliano Exposto y Gabriel Rodríguez Varela

―Es lógico que el primer germen de la modernidad, o el «big bang» de su dinámica, tuviese que surgir
de un medio en buena parte aún premoderno, pues de otro modo no podría ser un «origen» en el
sentido estricto de la palabra‖ (Kurz, 1997).

Estructuración política del Universo social: Singularización.

A los efectos de atender al problema que delimita la Estructuración política del Universo social, la Crítica
clínico-política desarrolla inicialmente lo que denomina proceso de singularización. La denotación de dicho proceso
se justifica en la medida que examina la génesis de la singularidad capitalista. En ese marco, establece un complejo
de elaboraciones decididamente teóricas en torno a la institución necesariamente contingente y contingentemente
necesaria de lo real capitalista en tanto ex-sistencia singular de la modernidad capitalista.

Proceso de singularización: Big Bang de la modernidad capitalista (BB).

En virtud de establecer un cálculo conjetural relativo al proceso de singularización, la Crítica clínico-política


desarrolla entonces un modelo especulativo al que denomina Big Bang de la modernidad capitalista1 (BB). Esto es, un
modelo a través del cual se dispone examinar el conjunto de campos problemáticos que, en tanto
determinaciones fundamentales y eventos aleatorios, involucra la génesis de la singularidad capitalista.

En ese sentido, la elaboración del modelo BB se propone analizar el problema general en cuestión, es decir la
singularidad irreductible del Universo social de la modernidad capitalista, desde la perspectiva de una crítica
radical de la ―sociedad productora de mercancías‖ (Marx). Por esto mismo, se justifica, sí y sólo si, logra aportar a
la posibilidad de sortear dos sesgo que, no obstante los obstáculos que habitualmente introducen, no dejan de
oficiar cual perspectivas paradigmáticas en el campo de la crítica del proceso de modernización inherente a la
racionalidad capitalista de la sociedad burguesa2. A saber: a) los límites de cualesquiera punto de vista de la crítica
que tribute a un visión afirmativa ―racionalista, universalista y abstracta‖ (Postone, 2006: 45); b) en tanto reverso
de la anterior, el sesgo que introduce cualesquiera visión ―romántica, antiracionalista y antimoderna‖ (Postone,
2006: 45).

BB1. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: SINGULARIDAD CAPITALISTA.

En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política, el Big Bang de la modernidad
capitalista (BB) desarrolla entonces un primer campo problemático al que denomina singularidad capitalista (BB1).
Este comprende un conjunto de desarrollos que gravitan en torno al problema de la institución de lo real
capitalista en tanto ex-sistencia singular de la sociedad moderna.

Lo real capitalista, entendido como punto nodal de densidad infinita irreductible, se instituye históricamente
en el ―archi-origen‖ del Universo social. Sobre telón de fondo del ―Corte Mayor‖ (Milner, 2006) que opera
respecto a las determinaciones simbólicas e imaginarias del Antiguo Régimen, un tal real constituye el límite del
Universo social (límite indeterminado). Y en el mismo movimiento de constituirse como tal, establece las

1
Cf. Alfredo Eidelsztein en El Bing Bang del lenguaje (2018).
2
Para una breve crítica de la modernidad y la modernización desde el punto de vista de una crítica radical del capitalismo,
ver ―Luces de progreso‖ de Robert Kurz en El absurdo mercado de los hombres sin cualidades (2014).
categorías reales del Capital (valor, mercancía, trabajo abstracto, dinero, etc.) en tanto relaciones sociales determinantes
del capitalismo. Así las cosas, lo real capitalista no remite sino a una imposibilidad objetiva bifacética que matriza los
límites de la moderna sociedad burguesa: a) imposibilidad objetiva de sortear la eficacia objetiva/subjetiva de las
categorías reales del capital; b) imposibilidad objetiva por parte de tales categorías para realizarse plenamente.

Lo real capitalista es entonces la única ex-sistencia singular en la modernidad. Resultando a cuenta de la


institución de un tal real que las categorías del Capital se establecen en tanto formas sociales límites del Universo
social, al determinar su irreductibilidad respecto a la voluntad de los actores particulares y la deliberación de los
agentes colectivos. Es cierto, el Capital llega al mundo ―chorreando sangre y lodo, por todos sus poros, desde la
cabeza hasta los pies‖, como bien describe Marx en el ―Capítulo XXIV‖ de El capital. No obstante, el problema
filosófico fundamental no podría agotarse en destacar la violencia ―originaria‖ inherente a la moderna sociedad
burguesa. Sin denegar su realidad histórica ni su eficacia socio-política actual, el desafío filosófico para la Crítica
clínico-política estriba en examinar los límites lógicos, dinámicos y dialécticos que se han instituido
históricamente a partir de tal fundación violenta.

La génesis de la singularidad capitalista resulta entonces co-extensiva a la génesis de las categorías reales del
capitalismo. Es decir, la configuración de lo real capitalista introduce la imposibilidad de evitar la eficacia relativa
a la dominación impersonal (inconciente capitalista), la mediación objetiva (trabajo inconciente-abstracto), la
sujeción anónima (goce del Capital), la explotación sistemática (fuerzas de trabajo deseante-energía libidinal y
fuerzas de trabajo gozante-energía pulsional). Y esto, al mismo tiempo que imposibilita sortear la subsunción
formal-material-real tendencialmente totalista (deseo del Valor) de todas las relaciones sociales bajo la
dominancia históricamente específica de tales categorías.

A los fines de especificidad histórica de tales categorías en tanto límites de la socialización capitalista,
seguiremos entonces a la letra del siguiente fragmento de Karl Marx en los Grundrisse (1853):

―El capital mismo –cuya contrafigura abstracta es su concepto– es la base de la sociedad burguesa. De la
concepción certera del supuesto fundamental de la relación, tienen que derivar todas las contradicciones de
la producción burguesa, así como el límite ante el cual ella misma tiende a superarse (Marx, 1853: 273;
énfasis añadido).

BB1. Singularidad capitalista: presupuestos.

En virtud proseguir entonces con el cálculo conjetural en cuestión, la Crítica clínico-política desarrolla lo
que denomina Presupuestos de lo real capitalista. Lo cual se justifica a los fines de cernir las condiciones de toda
conjetura relativa a los presupuestos de lo real capitalista en tanto que punto nodal de densidad infinita irreductible
del Universo social. A este respecto, la Crítica clínico-política sostiene que la posibilidad de formular cualesquiera
presupuesto de lo real capitalista tiene por condición el doble principio metodológico de auto-crítica y contingencia
formulado por Karl Marx en los Grundrisse.

Sobre este punto, escriben Deleuze y Guattari en El Anti Edipo (1972): ―es correcto comprender
retrospectivamente toda la historia a la luz del capitalismo, con la condición de seguir exactamente las reglas
formuladas por Marx: en primer lugar, la historia universal es la de las contingencias y no de la necesidad (…) la
historia universal no es tan solo retrospectiva, es contingente, singular, irónica y crítica‖ (Deleuze y Guattari,
1972: 145). Aunque salte a la vista con la cita, es necesario remarcar que sólo bajo la forma de la conjetura
retrospectiva resulta posible (de otro modo resulta no difícil, ni dificilísimo, sino imposible) realizar una crítica auto-
reflexiva de los presupuestos involucrados en la institución necesariamente contingente y contingente necesaria de
lo real capitalista.

BB1. Presupuestos de lo real capitalista: Limitología.


En virtud de ceñir los presupuestos auto-críticos y contingentes que se presentan en tanto exigencia del
cálculo conjetural en cuestión, la Crítica clínico-política elabora lo que denomina Limitología de lo real capitalista. Así
pues, se sostiene que es posible presuponer retrospectivamente que la génesis misma del Universo social
involucra la institución de lo real capitalista en tanto ex-sistencia singular de la moderna sociedad burguesa. Sobre
el fondo del ―Corte Mayor‖ que opera respecto a las determinaciones simbólicas e imaginarias del Antiguo
Régimen, una tal singularización no resulta sino de los límites históricamente específica que involucra la
institución de lo real. La institución de lo real capitalista implica entonces una operatoria históricamente
específica de limitación originaria. A través de la misma, es que se instituyen los límites históricos que hacen al
Universo social de la modernidad capitalista. A saber:

a) límite real exterior de cualesquiera temporoespacialidad de longue duree retrospectivamente presupuesta


como precedente al Big Bang del Universo social de la modernidad capitalista: "Si el capitalismo es el límite
exterior de toda sociedad, es porque para su provecho no tiene límite exterior, sino sólo un límite interior que es
el capital mismo, al que no encuentra, pero que reproduce desplazándolo siempre‖ (Deleuze y Guattari, 1972);
b) límite real interior de la temporoespacialidad social capitalista propiamente dicho: "El capitalismo no
cesa de rechazar el límite, al punto que habría que decir que no tiene límite exterior sino que sólo tiene límites
internos, que son los del capitalismo. Y esos límites internos siempre son reproducidos a una escala más amplia"
(Deleuze, 2018: 103-104).
En tanto límite real exterior e interior de la sociedad moderna, es posible conjeturar que lo real
capitalista no cesa de instituirse asimismo como límite inmanente del Universo social: ―La producción capitalista
tiende constantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero sólo lo consigue en virtud de medios
que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites, en una escala aún más formidable‖ (Marx, 1867: 340). Estos
límites inmanentes, que cada vez vuelven a alzarse de manera más formidable, constituyen precisamente los
límites tendencialmente totalistas (lógicos, dinámicos y dialécticos) del capitalismo: ―la tendencia [de lo real capitalista]
no tiene término, no tiene límite exterior al que podría llegar o incluso aproximarse. La tendencia sólo tiene
límite interno y no cesa de pasarlo, pero desplazándolo, es decir, reconstituyéndolo, recobrándolo como límite
interno a pasar de nuevo por desplazamiento‖ (Deleuze y Guattari, 1972).

Atendiendo a los presupuestos establecidos hasta el momento, la Crítica clínico-política conjetura que lo
real capitalista, en cuanto tal, no se objetiva sino en la finitud de límites históricos que hacen al Universo social una
temporoespacialidad de valorización del Capital. A saber:

a) el límite interior absoluto del Universo social refiere a la propia inmanencia tendencialmente totalista de
las categorías reales del Capital en tanto valor-que-se-auto-valoriza-y-produce-más-valor. ―Límite absoluto: la
conquista de la sociedad por las relaciones sociales ha concluido cuando estas se han totalizado como forma
social inmediata del One World de la producción de mercancías‖ (Kurz, 2014: 50);
b) el límite interior relativo del Universo social remite a la abolición revolucionaria de la modernidad
capitalista;
c) el límite exterior del Universo social reside en la destrucción ecológica y/o la extinción de la vida sin
más. El colapso masivo, ese apocalipsis no sustentable, es el límite exterior del capitalismo3.
La Crítica clínico-política sostiene entonces que la institución de lo real capitalista es co-extensiva a la
génesis de los límites históricamente específicos del Universo social de la modernidad capitalista. En ese sentido,
la institución de una tal ex-sistencia singular irreductible asimismo introduce una imposibilidad objetiva bifacética: a)
imposibilidad relativa a sortear la eficacia objetivo/subjetiva de las categorías reales del Capital; b) imposibilidad
de realización plena de tales categorías. Atendiendo a esta segunda faceta de imposibilidad se entiende que Das
Kapital, en la medida que constituye la crítica implacable de la totalización tendencial que involucra los límites
inmanentes del denominado ―modo de producción capitalista‖, no se termina realmente, ni tampoco podría

3
Cf. La ―sustentabilidad de la vida‖ en el capitalismo, tal como es tramitado por Amaia Pérez Orozco en Subversión feminista
de la economía (2014)
hacerlo. Es realmente imposible que así suceda porque la misma valorización del Capital, en su finitud
históricamente específica, no es sino ―interminable‖ (Del Barco, 2018: 65).

BB1. Singularidad capitalista: límite real interior del Universo social.

Sirviéndose del examen que ofrece la limitología, la Crítica clínico-política establece entonces como
correlato de la institución de lo real capitalista la siguiente determinación histórica que rige en tanto imposibilidad
de la modernidad capitalista. A saber: conforme a la producción genérica y singular de los límites reales del
Universo social, resulta objetivamente imposible (límite históricamente específico) sortear en nuestras propias
vidas la eficacia inconciente de las categorías reales del Capital. En ese sentido, la universalización de tales categorías
en tanto límite real interior del capitalismo conlleva asimismo la imposibilidad de postular una instancia
cualesquiera (―ser‖, ―ente‖, ―nada‖, ―no ser‖, ―resto‖, ―vacío‖, ―excedente‖, etc.) en estado de excepción respecto a
la eficacia históricamente específica de lo real capitalista4.
Ruptura.
―Singularidad: punto donde la estructura del espacio-tiempo sufre una ruptura devastadora‖ (Greene, 2006:
595; énfasis añadido). En cuanto límite real interior del Universo social, lo real capitalista se instituye en el ―archi-
origen‖ del ―moderno modo productor de mercancías‖ (Kurz) sobre telón de fondo del ―Corte Mayor‖ que
opera respecto a las determinaciones simbólicas e imaginarias del Antiguo Régimen. Ese Corte Mayor no es sino
una ruptura devastadora del espacio-tiempo. Precisamente, es la institución de un tal real históricamente
específico la que establece, al mismo tiempo y en el mismo espacio, el hecho de que las categorías del Capital se
establezcan, a partir de una ruptura devastadora, en tanto única singularidad universal verdaderamente irreductible en el
Universo social de la modernidad capitalista. A los fines de proseguir la conjetura en cuestión, interesa destacar el
siguiente fragmento de Moishe Postone en Marx Reloaded (2017):
―Las estructuras cuasi-objetivas comprendidas en las categorías de la crítica de la Economía política del
Marx no velan las relaciones sociales reales del capitalismo, es decir, las relaciones de clase, al igual que no
ocultan al sujeto histórico real, esto es, al proletariado. Por el contrario, dichas estructuras lógicas [goce del
Capital] – que, además, no son estables, sino históricamente dinámicas [deseo del Valor] – constituyen las
relaciones básicas de la sociedad capitalista‖ (Postone, 2007: 78; énfasis añadido).
Se patentiza entonces que las relaciones básicas de la producción capitalista materializan el límite real
interior del Universo social, en tanto que las mismas no son sino relaciones ―prosaicamente reales‖ (Marx). Y
esto, en la medida en que constituyen y no podrían ser constituir relaciones sociales universales que, asimismo,
organizan: a) la lógica real del ser social dictaminada por el goce autonomizado del Capital; b) la dinámica real del
devenir social regida por el automatismo del deseo del Valor. Por el momento, basta con decir que el concepto de
―goce del Capital‖ refiere, en cuanto relación social global, al Sujeto de todo goce socialmente producido hacia el
interior de la totalidad contradictoria del capitalismo. Y por su parte, el ―deseo del Valor‖ refiere al trabajo
inconsciente que involucra el proceso de producción social de la modernidad capitalista.
En inmanencia a la historicidad específica de la modernidad capitalista, las categorías reales del Capital
comportan el a priori político-material de las relaciones sociales que producen y hacia el interior de las cuales
resultan producidas. No refieren a realidades neutrales, sustanciales, positivas, supra-históricas, u ontológicas
presentes en cualquier ―formación social‖ y/o ―modo de producción‖ pretendidamente anteriores a la sociedad
moderna. Constituyen formas sociales totalistas que (auto) determinan los límites históricamente específicos de las
prácticas elementales de la dialéctica capitalista universalizada, conformando entonces una ―relación social que
engloba a todos los miembros de la sociedad‖ (Jappe, 2016: 110).

Forma-límite.

4
A este respecto, ver ―La vana búsqueda por el resto no cosificado o: ¿Por qué el pensamiento que parte del sujeto como
categoría a priori tiene que acabar en el callejón sin salida del pesimismo cultural‖ (1991) de Norbert Trenkle en Revista Krisis
n° 10.
―Singularidad: un punto en el espacio-tiempo en el cual la curvatura del espacio-tiempo se hace infinita‖
(Hawking, 2017: 274). La singularidad irreductible que introduce co-extensivamente lo real capitalista estriba en
el hecho de (auto) instituirse como forma-límite del Universo social. Esto es: el límite histórico a partir del cual la
curvatura social de la temporoespacialidad de valorización capitalista, en su carácter ilimitado, se constituye como
finitud potencialmente infinita (aceleración intensiva y crecimiento extensivo de los límites inmanentes de la
valorización del Capital).
En tanto punto nodal de densidad infinita irreductible producido en el ―archi-origen‖ del Big Bang del
Universo social, resulta objetivamente imposible que el punto real del Capital no se configure sino como ―forma
social total que genera por sí misma las diferentes esferas de la sociedad burguesa‖ (Jappe, 2016: 24). Entiéndase,
lo real capitalista, en la medida en que establece la imposibilidad objetiva de sortear la 5eficacia objetiva de los
límites sociales históricamente determinados del Universo social, constituye asimismo la ―forma básica de la
sociedad moderna, que existe antes de toda distinción entre la economía, la política, la sociedad y la cultura‖
(Jappe, 2016: 24). Siguiendo a Michael Heinrich en Crítica de la economía política (1998), es posible conjeturar que la
―forma social‖ de las categorías reales del Capital (valor y trabajo abstracto, por caso), opuesta a su faceta en
tanto ―contenido material‖ o ―forma natural‖ (valor de uso y trabajo concreto, por ejemplo), radica
fundamentalmente en el hecho de que confeccionan ―abstracciones sociales‖ (Acha, 2018). Es en ese sentido
que, por citar algunos ejemplos determinantes, la forma social comprendida en la categoría de valor es lo
contrario al valor de uso, el trabajo abstracto es lo opuesto al trabajo concreto, el trabajo social global se
encuentra enfrentado al trabajo privado. Y esto, aunque tales dimensiones no sean sino indisociables e interiores
al carácter bifacético de las categorías reales del Capital.
Atendamos a las palabras Marx: ―La forma de valor asumida por el producto del trabajo es la forma más
abstracta, pero también la forma más general, del modo de producción burgués, que de tal manera queda
caracterizado como tipo particular de producción social y con esto, a la vez, como algo histórico y, por tanto,
transitorio. Luego, si caemos en el error de tratar la forma-valor como la forma natural de la producción social,
necesariamente ignoramos la especificidad de ésta (Marx, 1860: 98-99). Las categorías reales del Capital, en tanto
determinantes de las relaciones sociales, no son sino formas-límites de mediación abstracta que dominan de manera
impersonal las conductas, decires, afecciones y pensamientos de los actores particulares y agentes colectivos, a
través de una indiferencia desigual y combinada respecto del contenido diferencial de las prácticas cualitativamente
diversas que las (re)producen. Esto mismo es lo que tematiza Adorno en Teoría estética como ―forma con
contenido social‖. Se trata de límites cuya forma política de ser, precisamente, es la abstracción objetivada. Una
enajenación auto-propulsada que se desarrolla a expensas de los contenidos que las constituyen en tanto tales.
Hay una larga tradición del marxismo crítico de la lógica del Capital que explora la temática de la ―forma
social‖ como límite real interior de singulares mecanismos de estructuración política del Universo social. En esa
tradición, la forma-social es inseparable del contenido específicamente político implicado en la mediación
configuradora del mundo del Capital. Por caso: el ―secreto‖ de la forma-límite de la mercancía, en tanto que
categoría real, es la forma fetichista de la misma. Puesto que en tanto límite, resulta objetivamente imposible para
los actores particulares ser ajenos a la eficacia de la forma fetichista de la mercancía: esa ―vieja enemiga‖
(Debord, 1967). Las categorías capitalistas, en su conjunto, constituyen entonces formas sociales objetivadas, en
cuanto se despliegan como mediaciones estructuradas por y estructurantes de las prácticas materiales de la
sociedad, orientándose con arreglo a la satisfacción compulsiva de goce fetichista del Capital como fin-en-sí-
mismo de la modernidad.

5 A pesar de sus diferentes periodizaciones históricas, ―capitalismo temprano‖, ―capitalismo maduro‖ y ―capitalismo tardío‖
(Sombart), ―capitalismo de libre mercado‖ y ―capitalismo de Estado‖ (Pollock), o ―capitalismo democrático‖ y ―capitalismo
neoliberal‖ (Streeck), las formas elementales del capitalismo (valor, trabajo, mercancía) constituyen la temporoespacialidad
de valorización inmanente a la materialidad social capitalista en todas las etapas del desarrollo, crisis y re-estructuración del
Universo social. Es decir, todas las formas societales en la sociedad moderna (economía, cultura, subjetividad, etc.) se derivan
de las formas sociales originarias relativas a las categorías del Capital.
Un tal fin-en-sí-mismo que hace al sentido unívoco del Universo social, en su intransferible historicidad, no
estriba en la satisfacción de las necesidades particulares. Al contrario, estas son mero medio para la satisfacción
compulsiva de las necesidades contradictorias y potencialmente conflictivas del goce del Capital. He aquí ―el
modo capitalista de goce que nos hace reproducir el capitalismo en el inconsciente‖ (Tomsic, 2017: 123). Por esta
razón, los actores particulares, en cierta forma y hasta cierto punto, no somos sino residuos superfluos, o agentes
inconcientes del desmesurado ciclo global que motoriza las exigencias de la sustancia gozante capitalista en tanto
Sujeto de la totalidad social. Esto responde al hecho según el cual ―este proceso no conoce otro fin que la
valorización y el constante perfeccionamiento de la valorización, ya que el hombre y la naturaleza son
simplemente medios para la valorización, este proceso tiene un potencial destructivo inmanente frente al hombre
y la naturaleza, y siguiendo reproduciendo siempre en formas nuevas las condiciones de vida miserables, incluso
en un nivel de vida creciente‖ (Heinrich, 2008: 136).
Lo inconciente es capitalista; el capitalismo es inconciente. A este respecto, escribe Oscar del Barco que ―el
valor es el inconciente del sistema capitalista‖ (2018). En ese sentido, el deseo del Valor no remite sino a la
configuración de una relación social bifacética (abstracta y concreta) que se patentiza en la universalización de
una dinámica social de producción y destrucción automática. Un dinamismo que atraviesa transversalmente toda la
sociedad de acuerdo a un doble eje diferencial-equivalencial dirigido a la satisfacción de goce del Capital, a través del
principio funcional de mediación objetiva en la modernidad capitalista: el ―trabajo inconciente‖. A partir de ello,
la Crítica clínico-política destaca que el trabajo inconciente implicado en las formaciones del deseo del Valor
comporta un proceso social tendiente a la producción de valor y más valor, que es la resultante y el presupuesto
de un determinado régimen de relaciones sociales y de un determinante proceso de producción genérica de tales
relaciones.

Nada es ―más real‖ entonces en este Universo social (de allí la invalidez de la concepción de una base-real
opuesta a una súper-estructura-ideal) que las formas sociales límites configuradas por lo real capitalista. Las
categorías reales del Capital constituyen la Barrera Caósmica que determina la imposibilidad objetiva de sortear el
horizonte de sucesos de la modernidad capitalista. Esto es, el hecho de resultar objetivamente imposible sortear la
eficacia objetivo/subjetiva del goce del Capital que se satisface en la autonomización de la dinámica automática
del deseo del valor a través de la mediación objetiva del trabajo inconciente que lo produce, sin miramiento
alguno por el sufrimiento informado que conlleva desigualmente en los actores particulares y agentes colectivos.

BB1. Singularidad capitalista: cuádruple principio de razón insuficiente6.


Atendiendo a lo examinado hasta el momento en torno al cálculo conjetural en cuestión, la Crítica
clínico-política desprende entonces lo que denomina Cuádruple raíz del principio de razón insuficiente. Circunscripto a
la especificidad de las relaciones sociales en la modernidad capitalista, un tal principio es posible de explanarse en
las siguientes determinaciones que rigen el Universo social en tanto que concomitantes a la institución de lo real
capitalista. A saber:
a) lo determinante: las categorías reales del Capital operan en tanto determinante histórica de la dialéctica
del Universo social;
b) lo indeterminado: las categorías reales del Capital real operan en tanto indeterminación potencial de la
dinámica del Universo social;
c) la determinación: las categorías reales del Capital operan en tanto determinación material de la dinámica
del Universo social;
y d) la determinabilidad: las categorías reales del Capital operan en tanto determinabilidad formal de la
lógica del Universo social.

6
La noción de cuádruple principio de razón insuficiente retoma y reformula los desarrollos de Quentin Meillassoux en
torno al ―principio de irrazón‖ en Después de la finitud (2017).
Sobre telón de fondo del ―Corte Mayor‖ que opera respecto a las determinaciones simbólicas e imaginarias
del Antiguo Régimen, se establece la institución de lo real capitalista en los albores del Universo social de la
modernidad capitalista, configurando los límites de una forma objetiva de racionalidad históricamente específica
que se encuentra determinada, en última instancia, como una sujeción categorial anónima tendencialmente totalista e
incontrolable que opera de espaldas a la voluntad y los intereses concientes. Por esto mismo, la cuádruple raíz del
principio de razón insuficiente no remite entonces sino a la especificidad histórica de la racionalidad capitalista.
Precisamente, en tanto que la misma subtiende a subsumir las relaciones sociales por debajo de la
autonomización de una lógica semoviente (goce del Capital) que se dinamiza automáticamente (deseo del Valor),
de acuerdo a la producción de un principio de mediación objetiva (trabajo inconciente), el cual asimismo
conduce a constricciones cada vez más férreas que dominan de forma impersonal y abstracta (inconciente
capitalista) las prácticas sociales concretas.

Una tal cuádruple raíz remite al hecho según el cual las categorías reales del Capital se comportan entonces
como ―síntesis social total‖ (Postone, 1993). Dada institución de lo real capitalista, entendido como ―forma de lo
real histórico‖ (Del Barco, 2018: 90), la (i)racionalidad de tales categorías deviene determinación objetiva de la
existencia social en la sociedad moderna. Aquel principio funciona por lo tanto como matriz respecto a la
imposibilidad objetiva de esquivar (he aquí su racionalidad) y clausurar definitivamente (de allí su insuficiencia) la
eficacia de las categorías reales del Capital en el Universo social de la modernidad capitalista. A este respecto, se
atiende a la letra del siguiente fragmento de Anselm Jappe en Crédito a muerte (2011):

―Si el capital lograse alguna vez transformar todo en valor, ese triunfo sería al mismo tiempo su fin. El
valor no es la totalidad, una realidad que lo engloba todo y del que se trataría de apoderarse, sino que él
mismo es totalitario, en el sentido de que tiende a reducirlo todo así mismo, pero sin poder lograrlo. La
totalidad no existe sino en cuanto totalidad quebrada‖ (Jappe, 2011: 155).
La imposibilidad de una totalización total y última de las categorías reales del Capital, en su especificidad
histórica como límites interiores del capitalismo, responde al hecho según el cual la realización realmente definitiva
del Capital como ―Absoluto-absoluto‖ (Rozitchner) de la sociedad moderna supondría, en el mismo movimiento
de producirse en tanto que tal, una crítica (auto) destrucción terminada del Universo social. En ese sentido se entiende
el estatuto de real que adquieren las categorías del Capital en la modernidad capitalista. A saber: a) por el hecho
de resultar objetivamente imposible que no resistan toda determinación imaginaria y simbólica producida hacia el
interior de la temporoespacialidad de valorización capitalista; y b) por el hecho de resulta objetivamente
imposible eludir su eficacia objetiva/subjetiva nunca realizada plenamente en la inmanencia de aquellas relaciones
sociales asimismo dominadas por dichas categorías.

BB1. Singularidad capitalista: Ley de inversión originaria.


A los fines de proseguir con el cálculo conjetural en cuestión, la Crítica clínico-política tematiza una
operatoria fundamental en el advenimiento del Universo social de la modernidad capitalista denominada Ley de
inversión originaria. A través de la misma, se dispone examinar la inversión suscitada, en el seno de la moderna
sociedad burguesa, entre la génesis histórica de las categorías sociales y la génesis lógica de las categorías reales
del Capital.

La Crítica clínico-política parte de afirmar que la posteridad de la génesis histórica de las categorías del Capital
(límite real interior), en tanto que establecidas con la institución de lo real capitalista sobre fondo del ―Corte
Mayor‖, no coincide con la anterioridad de su dominancia lógica en la dinámica de las relaciones sociales propias de la
dialéctica del Universo social. A este respecto, en lo que atañe puntualmente al problema de la dominación de
clase en relación a la dominación abstracta del valor, Mariano Alberto Repossi analiza de manera paradigmática
esa inversión genética que sintetiza las formas sociales de la modernidad capitalista en los siguientes términos:

―La violencia histórica engendró al capital y, una vez en marcha la lógica automática del capital, esa
historia se volvió prehistoria. Por eso en los tres primeros capítulos de El Capital no hay lucha de clases
sino igualdad de los poseedores en el intercambio mercantil: las categorías elementales del capitalismo
(valor, trabajo, dinero, fetichismo) son históricamente posteriores a las clases sociales y son, también,
lógicamente anteriores. La génesis histórica de las categorías no coincide necesariamente con su génesis
lógica: la milenaria mercancía generó al moderno capital, pero únicamente el capitalismo transformó al
mundo en sociedad mercantil. Desde entonces, trabajo y capital existen en oposición recíproca como
realizaciones del sujeto automático, no como la contradicción principal del capitalismo‖ (Repossi, 2018)

La inversión en cuestión es entonces decisiva en la historicidad capitalista7. La totalidad de las relaciones


sociales capitalistas se encuentran férreamente administradas ―por la ley de la inversión: las formas en que se
presenta o aparece el proceso de producción capitalista están rigurosamente invertidas respecto de su
determinación interna‖ (Rancière, 1974: 106). Es decir, en este Universo social, el consecuente lógico determina,
mediante una cierta operación dinámica, a su respectivo antecedente histórico. Siendo entonces que lo fundado-
fundamentado (el Capital) se vuelve fundamento de lo fundante-fundamentador (las clases sociales). En el seno
mismo de la ―dialéctica de la modernidad‖ (Martín, 2014), el Capital se auto-pone entonces como principio de
articulación inmanente de sus propios presupuestos históricos. Tal es el sentido de la afirmación de Marx según
la cual la ―anatomía del hombre‖ es la clave de comprensión retroactiva de la ―anotomía del mono‖. En el
―mundo invertido del capital‖ (Reichelt), por esto mismo: ―lo que está invertido no es nuestra percepción de la
sociedad. Es la sociedad misma‖ (Repossi, 2017: 91). La misma producción genérica de los límites de la
racionalidad objetiva del proceso global capitalista, es aquella que se presenta a través de una inversión decididamente
real. Sobre esto último, se entiende que la ―revolución teórica de Marx‖, para decirlo con Louis Althusser, implica
una auténtica revolución copernicana en la forma social de la crítica de la sociedad, cifrada precisamente en la
estructura-de-escisión/inversión que atraviesa la modernidad capitalista.

Oscar Del Barco en Escencia y apariencia en El capital describe esa inversión objetiva de manera interna a una
operación de escisión entre sujeto y objeto, forma y contenido, teoría y práctica, abstracto y concreto, conciencia
y cuerpo, etc. Esto supone en lo fundamental una inversión entre génesis histórica y génesis lógica. Precisamente,
no es sino a través de una tal inversión/escisión genética que las categorías reales del Capital se auto-ponen en
tanto Sujeto de cualesquiera ―predicado‖ socialmente producido. El valor deviene Capital, pasa de ser una
categoría analítica a convertirse en una categoría histórica, allí donde se presenta como una relación lógicamente
auto-reflexiva y tautológica, una verdadera contradicción dinámica. El Capital no podría valorizarse, en un
proceso de auto-crecimiento, sino apropiándose de toda producción social en virtud de la propia ganancia,
concentración, centralización y acumulación ampliada de su propio goce fetichista.

Hay que repetirlo: ―la génesis histórica de las categorías no coincide con su génesis lógica‖ (Jappe, 2016).
Hacia el interior de la moderna dialéctica del Universo social no existe una correspondencia necesaria entre el
orden de sucesión histórica de las determinaciones sociales, imaginarias y simbólicas del Antiguo Régimen, y el orden
lógico de dominancia dinámica de las categorías reales del Capital. Entiéndase, la lógica de las categorías reales del
Capital no remite a una mera cuestión cronológica. Ni tampoco el orden histórico de su materialización
categorial coincide necesariamente con el orden de eficacia mediante el cual operan en la modernidad capitalista,
en la medida en que es sólo a través de esto segundo que se desarrollan hasta el punto tal de universalizarse como
categorías fundamentales de la modernidad.

7
A lo largo de este capítulo se demostrará que una tal operación de inversión es válida, por ejemplo, tanto para la eficacia de
las dinámicas abstractivas de dominación relativa a la precedencia pre-capitalista de las temporoespacialidades de longue duree
del patriarcado, el monoteísmo y el lenguaje, como también para la formación histórica de las clases sociales. La
temporoespacialidad de valorización capitalista, empero, re-funcionaliza todo aquello que le antecede en miras a su
reproducción ampliada. Incluso con las categorías de goce, deseo, o trabajo sucede lo mismo que con las categorías de las
clases sociales descriptas en el análisis de Repossi. Suponiendo (erróneamente) que esas categorías analizadas en las
respectivas obras de Lacan, Deleuze-Guattari, o Marx, por citar algunos ejemplos, hacen referencia a la génesis (trans)
histórica de una presunta antropología humana, una ontología supra-histórica, o una estructura invariante, sea cual sea el
caso, se deniega que las mismas una vez instituido lo real capitalista no podrían ser sino ―realizaciones lógicas‖ y/o
―ejecutores dinámicos‖ inmanentes a las categorías elementales del Capital en la modernidad.
Esto no implica una teleología necesaria propia de una filosofía evolutiva y especulativa de la Historia. La
inversión objetiva establecida con la institución de lo real capitalista en el ―archi-origen‖ del Universo social no es
inevitable en un sentido determinista. Al contrario, es necesariamente contingente, pero una vez instituida como
tal, se torna contingentemente necesaria. De este modo, en la línea de lo que se viene desarrollando, es posible
argumentar que, por ejemplo, las investigaciones históricas explanadas por Karl Marx en El capital no
―fundamentan‖, sino que ―complementan y complejizan‖ la exposición lógica de las categorías fundamentales del
capitalismo8. No obstante, ―las categorías que describen el modo de producción capitalista son históricas, y en
ningún caso supra históricas; valen sólo para la fase histórica en la que el capitalismo es el modo de producción
dominante‖ (Heinrich, 2008: 49). La producción genérica de las formas sociales de las categorías reales del
Capital resultar ser, de cabo a rabo, históricamente específica. Su génesis lógica posterior no coincide entonces
con su dominancia dinámica, determinante y articuladora respecto a la génesis histórica de las que categorías
sociales que las preceden. En palabras de Marx en la Introducción de 1857:

―En todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su
correspondiente rango [de] influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras el rango y la
influencia. Es una iluminación general en la que se bañan todos los colores y modifica las particularidades
de éstos. Es como un éter particular que determina el peso específico de todas las formas de existencia
que allí toman relieve. (...) El capital es la potencia económica de la sociedad burguesa que lo domina todo.
Debe constituir el punto de partida y el punto de llegada, y debe ser considerado antes que la propiedad
territorial. Una vez que ambos hayan sido considerados separadamente, deberá examinarse su relación
recíproca. En consecuencia, sería impracticable y erróneo alinear las categorías económicas en el orden en
que fueron históricamente determinantes. Su orden de sucesión está, en cambio, determinado por las
relaciones que existen entre ellas en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el inverso del
que parece ser su orden natural o del que correspondería a su orden de sucesión en el curso del desarrollo
histórico. No se trata de la posición que las relaciones económicas asumen históricamente en la sucesión
de las distintas formas de sociedades. Mucho menos de su orden de sucesión "en la Idea" (Proudhon) (una
representación nebulosa del movimiento histórico). Se trata de su articulación en el interior de la moderna
sociedad burguesa‖ (Marx, 1857).

BB1. Singularidad capitalista: forma límite de la dominación.


―El capitalismo domina a través de formas reales abstractas, en particular la forma de valor en sus distintas
metamorfosis (la mercancía, el dinero, el capital, el Estado, la nación…)‖ (Vázquez, 2017: 10; énfasis añadido).
La racionalidad de lo real capitalista, la forma social límite que instituye como tal, es una verdadera ―jaula de
hierro‖. Atendiendo a la configuración histórica de la singularidad capitalista, es posible conjeturar que en la
llamada ―sociedad de la mercancía‖ (Kurz), los ―sujetos‖ no son los actores particulares, sino sus prácticas
concretas socialmente independizadas, las cuales se repiten reificadamente hasta menoscabar todo control social
conciente sobre las mismas. En palabras de Anselm Jappe en La sociedad autofaga (2018): ―en una sociedad en la
que domina el fetichismo de la mercancía, no puede haber un verdadero sujeto humano: es el valor, en sus
metamorfosis (mercancía y dinero), el que constituye el verdadero sujeto. Los sujetos humanos van a remolque
suyo, son sus ejecutores y sus funcionarios, los súbditos del sujeto automático‖ (Jappe, 2018).

En el capitalismo, los particulares no podríamos ser sino ―personificaciones‖, ―máscaras‖, ―engranajes‖,


―soportes‖, ―apéndices‖, etc., del valor-que-se-auto-pone-como-deseo-y-desea-más-valor. Ese automatismo ciego
al que hemos llamado deseo del Valor, por la mediación del trabajo inconciente que lo produce, gobierna la
sujeción anónima de la sociedad bajo el Capital. La sustancia gozante capitalista se apodera, para sus propios
fines autonomizados, de la entera actividad social. El ―metamorfismo social‖ (Marx), en la medida en que está
regido por el circuito recursivo del goce social del Capital, se encuentra íntimamente ligado al movimiento autotélico
del deseo del Valor (dV-M-dV´). ―Si el goce es producido, y es producido como excedente y como posible fuente
de ganancia, entonces el inconsciente parece tener la misma estructura que el modo de producción capitalista.

8
En torno a los problemas de una ―lectura historicista‖ (en cierto punto, engelsiana) del pensamiento marxiano, consultar
Crítica de la economía política. Introducción a El Capital de Marx (1998) de Michael Heinrich.
Pero también a la inversa, la estructura capitalista está inscrita en el inconsciente. Lo que nos lleva aquí a discernir
una tesis: El capitalismo es inconsciente‖ (Tomsic, 2017: 107). En rigor, no es sino con el proceso de
singularización relativo a la institución de lo real capitalista, que asimismo se establece la ―co-pertenencia‖ (Del
Barco, 2018) entre las formas sociales límites comprendidas en las categorías reales del Capital. Siendo a partir de
esto que ―el capital se erige como sujeto global de la vida en común de las personas, impostando su propia
dinámica ciega y autonomizada por sobre las decisiones y los conflictos contingentes de los particulares. Lo que
constituye al capital en una forma de dominación es su lógica de auto-mediación o auto-posición ciegas,
autonomizadas de los particulares‖ (Gonzales Rúa y Martín, 2018).

Es posible sostener entonces que en el ―modo de producción basado en el valor‖ (Kurz), la dominación
inconciente del sistema capitalista no se define sino por su carácter impersonal y abstracto. La dominación real por
parte del Capital, entendido como ―relación social total‖ (Iñigo Carrera), resulta ser inescindible de la explotación
de la clase burguesa de los capitalistas por sobre la clase proletaria de los trabajadores basada en la propiedad
privada de los medios de producción. Sin embargo, en lo fundamental, en el capitalismo ―los individuos son
dominados por abstracciones‖, ―mientras que antes dependían unos de otros‖ (Marx, 1859: 92). Las categorías
reales del Capital son el suelo de la dominación en la modernidad. En el mismo movimiento de constituirse
como tal, esta ―inédita‖ forma-límite de dominación supone un cese de la coincidencia entre la coacción política
directa y la explotación económica inmediata (Postone, 1993). Una coincidencia que sería propia de una sociedad donde
el deseo del Valor y el trabajo inconciente productor de mercancías no median contradictoriamente todas las
relaciones sociales.

Así las cosas, la creciente complejización y diferenciación que caracteriza al proceso social de
modernización en la formación social capitalista es el reverso de la creciente integración abstracta implicada en la
racionalización de la modernidad del Capital. Ahora bien, la peculiaridad de la socialización capitalista conlleva
entonces un retroceso de los vínculos personales de dominación concreta directamente dictados por la ―matriz
de relaciones tradicionales‖ (Postone, 1993). Aún sin desaparecer, y retornando bajo funcionamientos siempre
renovados cada vez más complejos, en el seno de la modernidad capitalista los lazos inter-personales abiertos, las
relaciones clásicas de poder, las formas tradicionales de legitimación, los modos directos de opresión, etc., son
―refuncionalizadas‖. Esto es, resultan puestos bajo dominancia del proceso social de satisfacción genérica y singular del
Capital. Sobre esta refuncionalización, comenta Alfredo Macías Vázquez en El colapso del capitalismo tecnológico
(2017):

―A diferencia de otras formas de dominación social, el capitalismo es un sistema que domina mediante la
abstracción. Por eso es tan difícil superarlo: su lógica devastadora no terminará por quitar del poder
político a los ´malos´ y poner a los ´buenos´, ni tampoco cambiando las relaciones jurídicas de propiedad
o acabando con el mercado (…) No basta con denunciar el capitalismo en sus manifestaciones
fenoménicas (como la pobreza o las desigualdades), ni tampoco con condenar el capital en sus
personificaciones concretas (como, por ejemplo, a los banqueros avariciosos o a los especuladores
desalmados). Para superar el capitalismo es de crucial importancia comprender que el capital es una
relación social abstracta, que funciona bajo una lógica impersonal y automática que más vas allá de la
voluntad de las personas concretas que la encarnan‖ (Vázquez, 2017: 19).

En la ―sociedad de la mercancía‖ (Kurz), el trabajo inconciente deviene el elemento socialmente


mediador de la objetividad. Esto implica una operatoria histórica mediante la cual las relaciones sociales ya no
aparecen ―como tales‖, es decir no se organizan fundamentalmente en virtud de dominaciones manifiestas entre
grupos, sectores, o personas. ―La dominación social en el capitalismo viene dada por la forma de trabajo
dominante en esta sociedad antes que por la dominación de clase‖ (Martín, 2018). Prescindiendo de la voluntad
de los particulares que lo realizan, no es sino el mismo trabajo inconciente el que se auto-media en el proceso de
producción socio-libidinal del Valor, adquiriendo el carácter de organizador sintético del nexo social.

Por esto mismo, la universalización de las categorías del Capital tiende a destruir, integrar y/o re-dirigir la
persistente eficacia de aquellas relaciones que las preceden como tal (el monoteísmo, por ejemplo). En cualquier
caso, es posible conjeturar retrospectivamente que, al contrario de las ―relaciones directas de poder y
dependencia personal‖ (Heinrich, 1998) propias de una sociedad pre-capitalista, los límites de las relaciones de
dominación en el capitalismo se manifiestan de manera tal que los individuos están sometidos estructuralmente
por relaciones impersonales que asimismo producen. Como bien explica Jean-Paul Sartre en la Crítica de la razón
dialéctica (1960), los ―sujetos‖ son productos y productores de aquellas relaciones sociales reificadas que los
dominan. Así las cosas, la inercia-práctica de las categorías del Capital se impone realmente como una fuerza ciega
que gira sobre sí misma, sustrayéndose a las intenciones subjetivas y a los intereses colectivos.

La abstracción domina entonces la forma del nexo social capitalista. ―La sociedad mercantil es la primera
sociedad en la que el vínculo social se vuelve abstracto, separado del resto, y donde esta abstracción, en cuanto
abstracción, se hace realidad. El aspecto concreto de las cosas se subordina a la abstracción, y por eso la
abstracción genera consecuencias destructivas‖ (Jappe, 2016: 65; énfasis añadido). De modo que el establecimiento de
las categorías del deseo abstracto del Valor implica una profunda indiferenciación del trabajo inconciente que lo
produce, devenido puro gasto indistinto (cantidad sin cualidad) de gelatina impersonal de energía libidinal-
pulsional ―puesta a trabajar‖ socialmente para la producción general del ―valor que se auto-pone como deseo y
produce plus-valor‖.

La abstracción capitalista transforma la materialidad misma de las relaciones y cuerpos sociales en meros
medios del fin-en-sí y para-sí del goce del Capital. En cierto sentido y de cierta forma: no somos sino vehículos
funcionales de la pulsión tanática de la sustancia gozante capitalista. Es menester poner de relieve, de acuerdo a la re-
escritura categorial realizada por la Crítica clínico-política, que en la modernidad capitalista el goce no se define
en tanto goce del Otro (simbólico), o goce del cuerpo (imaginario). Al contrario, afirmamos: hay goce de lo real. Así
las cosas, somos aquello que se goza y es gozado en la satisfacción de los límites históricamente específicos de las
categorías realmente intransferibles del Capital. La sujeción anónima de la sociedad bajo el Capital se realiza allí
donde lo concreto, en tanto forma material, se transforma en mero soporte gozante de lo abstracto como límite real
interior o forma social del capitalismo: ―lo concreto-sensible cuenta únicamente como forma en que se
manifiesta lo general-abstracto, y no, a la inversa, lo general-abstracto como propiedad de lo concreto‖.

Sobre fondo de lo que venimos examinando, es posible afirmar entonces que las categorías reales del
Capital se universalizan de manera tal que comandan la vida social a través de operaciones autotélicas
desplegadas por medio de una dinámica tautológica: dinero-mercancía-más-dinero. Así las cosas, las diversas
―esferas del mundo de la vida‖ (interacción comunicativa, inter-subjetividad, placeres, etc.) resultan
tendencialmente subsumidas bajo automatismos inconcientes y autonomizados que son singularmente
irreductibles a la decisión particular y/o colectiva. La objetividad de las categorías reales de la sociedad capitalista,
en virtud de su universalización, tiende a realizar una subsunción totalista de las relaciones sociales en miras a su
propia reproducción ampliada. ―Desde el punto de vista del proceso de valorización, el trabajo vivo se encuentra
completamente subordinado, subsumido, a la lógica del capital como relación social abstracta‖ (Vázquez, 2017:
201).

La indiferencia universal de las categorías reales del Capital, en tanto cantidades abstractas equivalenciales
independientes de todo contenido diferencial concreto, limitan objetivamente la experiencia subjetiva dominando
las prácticas societales de manera tendencialmente totalista. En el capitalismo, en efecto, la inter-dependencia material
entre los particulares y su respectiva independencia, libertad e igualdad formal, se producen sobre fondo de la
dependencia general respecto a la producción del valor-y-más-valor. Ahora bien, la Crítica clínico-política destaca
que la irreductibilidad de las categorías del Capital se encuentra íntimamente ligada al hecho de que la
singularidad de las mismas se encuentra en el límite de su realidad bifacética: objetivas-abstractas-cuantitativas-
equivalenciales y, de manera radicalmente opuesta, subjetivas-concretas-cualitativas-diferenciales.

En tanto relaciones sociales duales específicamente modernas, la dominación de las categorías del Capital se
comporta de acuerdo a la ―eficacia mediadora de un principio cuantificador de todas las cosas, según el cual son
instituidas en un doble eje equivalencial/diferencial‖ (Acha, 2018; énfasis añadido). En la misma inmanencia de ese
doble eje reside tanto la eficacia inconciente de la dominación abstracta de tales categorías, como también la
posibilidad concreta de su contestación crítica. En torno a esta hipótesis (ambi-valencia: dominación
impersonal/potencial crítica) es preciso atender a la letra del siguiente fragmento de Facundo Nahuel Martín en
La soledad de Marx (2019:

―El [deseo del] valor, por su complexión abstracta, admite una diversidad radical de instanciaciones
concretas, o produce una riqueza social no solo en constante crecimiento cuantitativo, sino también en
constante diversificación cualitativa (…) El carácter contradictorio de la riqueza social supone el
despliegue multifacético y socialmente determinado de las capacidades humanas y su subordinación a la
universalidad abstracta del valor de cambio (…) La superación posible del capitalismo profundizaría sus
lógicas abstractivas y multilaterales, ampliando la creación de riqueza social más allá de los límites de la
producción para el valor. En ello consiste la dialéctica de la modernidad, que es a la vez una forma de
dominación y un conjunto de posibilidades liberadoras‖ (Martín, 2019: 49-51; énfasis añadido).
La Crítica clínico política procura entonces sortear la ―infértil unilateralización del pensamiento‖ (Hegel).
Eso que llamamos ―deseo del Valor‖ no es sino un campo de posibilidades que, en los límites del Universo social de
la modernidad capitalista, tienden a ser inhibidas materialmente, obturadas en su realización. En ese sentido,
destacamos que la misma dinámica del deseo del Valor conlleva: a) una productiva heterogeneidad de riquezas
materiales-libidinales cualitativamente plurificadas en tanto potencialidades sociales (Grundrisse); y b) una
destructiva homogeneidad de acuerdo a la fijación pulsional de tales posibilidades sociales bajo la unilateralidad
de la forma valor de la mercancía (El capital). Por eso mismo, es preciso destacar que el deseo impersonal del
Valor, en tanto mediación abstracta y dominación impersonal, comprende ―un arma de doble filo (…) los
procesos de abstracción son la precondición y el obstáculo para el proyecto emancipatorio‖ (Acha, 2018).
Entendida como forma social límite de la modernidad, el deseo del Valor, en cuanto tal, comporta una dinámica
contradictoria: pluralismo ontogenético y monismo histórico, continuidad y discontinuidad, positividad y
negatividad, producción y destrucción, indeterminación potencial y determinación sistémica, etc. Tales ―polos de
oscilación‖ (Deleuze y Guattari, 1972) convergen genéticamente en el proceso de producción y destrucción del
deseo del Valor9.

La experiencia concreta de la dominación y la impugnación de la misma, en la sociedad capitalista, se


desarrolla merced a ese carácter bifacético del valor-que-desea-valor. No son sino composiciones ―ambi-
valentes‖ radicalmente inmanentes al deseo del Valor10. Así las cosas, la construcción de la lucha de clases no
podría sino ser también una realidad interior al campo de la producción socio-deseante del Valor y, por lo tanto,
un componente dinámico de la satisfacción gozante del Capital. Tal es así que hacia el interior de la dinámica
diferencial-equivalencial del deseo del Valor: a) se producen las potencialidades diferenciales suscitadas en los
antagonismos sociales11; y b) se destruyen relativamente tales posibilidades, en virtud de fijaciones equivalenciales
(autoritarias, reaccionarias, represivas, etc.) que obturan pulsionalmente la eficacia amplificada de aquellas
riquezas materiales-libidinales en el llamado campo social12.

9
La estructura bifacética de la forma valor de la mercancía es la clave de aquellas descripciones del campo afectivo
capitalista que usualmente se analizan mediante términos tales como ―ambigüedad‖, ―oscilación‖, ―equivocidad‖, etc.
10
La cuestión no pasar por trazar una cierta exterioridad resultante de una distinción analítica entre ―inconciente
conservador‖ y ―anhelo revolucionario‖, o entre ―deseo inconciente de grupo‖ e ―interés pre-conciente de clase‖, etc. Al
contrario, tanto el llamado ―devenir-revolucionario‖ como el denominado ―devenir contra-revolucionario‖, el ―deseo
revolucionario‖ y el ―deseo fascista‖ constituyen dos facetas contradictorias de la autoproducción inconciente de la dinámica
del deseo del Valor en cuanto tal.
11
Referimos a la producción de riquezas materiales-libidinales en lo que hace a nuevas cualidades del nexo social, apertura
de futuros, espacios concretos en tensión, renovadas capacidades, habilidades, resistencias, técnicas, lenguajes, ―formas de
vida‖, uso de los cuerpos, devenires, etc.
12
Referimos a la fijación pulsional de la forma abstracta del valor en lo que atañe a los ―modos de vida‖, a la producción de
―identificaciones inconcientes‖ con el valor en tanto dimensión hetero-cis patriarcal del capitalismo racializante, a la pulsión
Por último, cabe destacar que la Crítica clínico-política sostiene entonces un inmanentismo radical en lo que
hace a la politicidad de la dominación en el capitalismo. Es en inmanencia a las relaciones sociales capitalista que
se producen las posibilidades inmanentes de la crítica de la sociedad, habilitadas asimismo por los propios límites
de la dominación impersonal del deseo del Valor en su proceso ambivalente de satisfacción del goce del Capital.
Posibilidad y límite, por tanto, se hallan signados por la contradicción genérica fundamental del Universo social de la
modernidad capitalista dada entre riqueza material-libidinal y fijación pulsional del valor abstracto. En efecto, la
dinámica diferencial y la lógica integracional no son sino inherentes al trabajo inconciente de la valorización del Capital
que se desea a sí misma. El movimiento abstractivo que hace al deseo objetivo del valor constituye, en el mismo
movimiento, la condición de posibilidad y la condición de imposibilidad de todo proyecto político emancipatorio en la
modernidad capitalista.

BB1. Singularidad capitalista: límites interiores del Universo social.


Atendiendo a lo examinado con la llamada limitología, la Crítica clínico-política establece lo que denomina
Producción genérica del límite real interior. A este respecto, se explicita que producción genérica ―es el término que
designa el sentido mismo del ser (…) «producción» es un término que sobrepasa la dimensión de la producción
industrial, porque, en tanto que «producción de la vida», es esa «producción del Mundo entero», que comprende
en sí igualmente a la «producción de la consciencia», y que inaugura una historia cuya historicidad misma consiste
en ser «historia mundial»‖ (Granel, 1969): 60).
El proceso de singularización de las categorías reales del Capital no es sino presupuesto y resultado de la
producción genérica del límite real interior históricamente específico de la modernidad capitalista. Es por esto
mismo que las categorías reales de la socialización capitalista, por ejemplo, el deseo de Valor y el trabajo
inconciente que satisfacen el goce del Capital, según la re-escritura categorial de la Crítica clínico-política, no
podrían ser sino un apriorismo social determinante del contenido concreto de aquellas prácticas transversales al
moderno ―nexo social reificado‖ (Sohn-Rethel). En otras palabras, la singularidad de las determinaciones
categoriales del capitalismo se constituye de modo irreductible, (sobre) determinando todos los ―registros‖,
―procesos‖, ―órdenes de determinación‖, etc., de la materialidad social. Por esto mismo, las categorías reales del
Capital operativizan el límite interior involucrado en la misma producción genérica de la escencia social del Universo y
la esencia universal de lo social en la especificidad histórica de la modernidad capitalista. Esto configura socialmente
la co-producción genérica, o la ―unidad de la unidad y de la diferencia‖, entre las relaciones de producción,
intercambio, distribución, consumo y reproducción del Universo social de la modernidad capitalista. A este
respecto, argumenta Marx en la Introducción de 1857:
―El resultado al que llegamos no es que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo sean
idénticos, sino que constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad.
La producción [genérica] trasciende tanto más allá de sí misma en la determinación opuesta de la
producción, como más allá de los otros momentos. A partir de ella, el proceso recomienza siempre
nuevamente. Se comprende que el intercambio y el consumo no puedan ser lo trascendente. Y lo mismo
puede decirse de la distribución en cuanto distribución de los productos. Pero como distribución de los
agentes de la producción, constituye un momento de la producción. Una producción determinada, por lo
tanto, determina un consumo, una distribución, un intercambio determinados y relaciones recíprocas
determinadas de estos diferentes momentos‖ (Marx, 1857; énfasis añadido).

Lo real capitalista conforma entonces aquella ex-sistencia singular que establece la producción genérica de
los límites interiores de tales formas sociales implicadas en la historicidad finita, transitoria y superable del nexo social
de la moderna sociedad burguesa. La producción genérica de las relaciones de producción, intercambio,
distribución y consumo, se reproducen compulsivamente sin cesar con arreglo a satisfacer el goce del Capital. ―El
Capital se ha desarrollado hasta convertirse en forma total de la reproducción social‖ (Kurz, 2014: 67).

Límites interiores: materialidad social.

autoritaria, o a la destrucción de aquellas riquezas libidinales en torno a la cancelación de futuros, espacios mercantilizados,
satisfacción compulsiva de una misma constelación valorativa, devenir-mercancía, etc.
Hacia el interior de la singularidad irreductible de las categorías reales del Capital, se produce el
anudamiento de registros, la inmixión procesual, la co-pertenencia entre órdenes de determinación y la
producción genérica de las relaciones sociales en la inmanencia misma de la materialidad social capitalista. Entonces,
la institución de lo capitalista es concomitante a la implicación particular y entrelazamiento general que produce
la estructuración política de los límites del Universo social, suscitada entre:

a) las categorías reales del goce del Capital y el deseo del Valor, en tanto límites del registro real de la
materialidad social que opera la determinación infra-física del proceso pre-individual y de individuación
involucrado en las relaciones capitalistas de producción (crítica del valor);
b) las categorías reales de la mercancía y el dinero, en tanto límite del registro simbólico de la materialidad
social que opera la determinación micro-física del proceso de subjetivación involucrado en las relaciones
capitalistas de intercambio (crítica del fetichismo)
c) las categorías reales del Estado, en tanto límite del registro imaginario de la materialidad social que opera
la determinación macro-física del proceso de particularización involucrado en las relaciones capitalistas de
distribución y consumo (crítica del Estado).
Así las cosas, por ―necesidad del objeto‖ (Adorno), es decir por la especificidad histórica que asume la
materialidad social la modernidad capitalista, es que la crítica del valor, la crítica del fetichismo de la mercancía y
la crítica del Estado convergen desde el punto de vista de una Crítica clínico-política del sufrimiento informado
en la modernidad capitalista.

Límites interiores: Capitaloceno.

La institución de lo real capitalista, en sí misma, establece la imposibilidad objetiva que signa los límites
interiores de la auto-producción genérica de la naturaleza real de la universalidad social en la sociedad de la mercancía.
Por esta razón, en la modernidad capitalista, incluso la naturaleza comprendida como ―cuerpo inorgánico de la
producción humana‖ (Marx, 1844), ha devenido un verdadero ―Capitaloceno‖ (Haraway, 2018). Esto es, las
patologías de la (i)racionalidad de lo real capitalista, parafraseando a Axel Honneth, producen un devenir-Capital de la
naturaleza misma del Universo en cuanto tal. El Capital, como relación social total, es la forma límite del
―metabolismo social‖ (Marx). Un tal devenir social, en la medida en que se encuentra signado por las categorías
reales del Capital, no podría ser sino bifacético y ambivalente puesto que se produce habilitando y obturando
simultáneamente ―potencialidades post-humanas‖ (Martín, 2019).

En resumidas cuentas, la producción genérica de las formas sociales que materializan los límites interiores
establecidos con la institución histórica de lo real capitalista, conduce al hecho según el cual resulta objetivamente
imposible que el devenir universal de las categorías reales del Capital no implique asimismo un devenir Capital del Universo
social.

BB1. Singularidad capitalista: límite inmanente del Universo social.


Atendiendo a lo examinado con la llamada limitología, la Crítica clínico-política establece entonces lo que
denomina límite inmanente históricamente específico del Universo social. A este respecto, sostiene que lo real
capitalista, en tanto se resiste a toda determinación imaginaria y simbólica producida hacia el interior de la
temporoespacialidad de valorización capitalista, no es sino Ello que no cesa de condensarse y desplazarse siempre
más allá (Jenseits), en una huida irrefrenable contra su propia des-valorización. En su historicidad, los
mecanismos de condensación y desplazamiento del trabajo inconciente productor del deseo del Valor no podría
ser sino una realidad de mediación objetiva específica de la moderna sociedad capitalista.
La institución de lo real capitalista es co-extensible a la génesis misma de las categorías del Capital en tanto
que límites inmanentes de la modernidad capitalista. Sobre este punto, conviene seguir a la letra del siguiente
fragmento de Marx en El Capital (1860):
"El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital; es éste: que el capital (y su auto-
valorización) aparece como punto de partida y meta, como motivo y objetivo de la producción; que la
producción sólo es producción para el capital. [Pero] el medio (el desarrollo incondicional de las fuerzas
productivas sociales) entra en constante conflicto con el objetivo limitado (la valorización del capital
existente)" (Marx, 1860: 321).
Las categorías reales del Capital son el límite inmanente de la sociedad capitalista. La especificidad histórica
de la inmanencia social se encuentra definitivamente limitada por las categorías implicadas en la valorización
tendencialmente ilimitada del Capital como fin-en-sí-mismo de la modernidad capitalista. Esto es: ―el
movimiento del capital tiene en sí mismo su propio fin, es inconmensurable e ilimitado (…) no está dirigida a la
satisfacción de necesidades sino a la valorización del valor‖ (Heinrich, 2008: 99). En ese sentido, tales categorías,
allende todo ―modelo de realización‖ de sí-mismas (―turbo-capitalismo‖ versus ―economía popular‖,
―neoliberalismo‖ versus ―neokeynesianismo‖), y antes de cualesquiera de sus derivaciones fenoménicas
(―mercado de las finanzas‖ versus ―estatismo distribucionista‖, por caso), configuran la infinita finitud
históricamente inmanente de una potencia incontrolable que domina de cabo a rabo la materialidad social. A saber: el
Capital en tanto causa-sui del Universo social: ―solo con la relación capitalista existe un automovimiento
automático del valor, que de esta manera se convierte en una causa sui‖ (Krahl: 82).
Las categorías del Capital son relaciones sociales que constituyen ―abstracciones reales‖ (Sohn-Rethel). Las
mismas funcionan socialmente condensando y desplazando los límites del Universo social, en una inercia
productiva lanzada contra su propia auto-destrucción. ―El valor no puede contener la realidad sino que la
subordina a su propia forma y la destruye, destruyéndose en el mismo acto a sí mismo‖ (Lohoff, 1998). Por
tanto, el ―movimiento real‖ (Marx, 1867) de las relaciones capitalistas en la llamada sociedad occidental responde,
efectivamente, a la tendencial ―puesta en valor‖ de todo lo existente bajo la dominación de las categorías del
Capital13. Este instinto o pulsión totalista de la valorización del valor, en tanto categoría real del Capital,
comporta un proceso inmanente que, inducida por fugarse de su propia des-valorización, no podría sino
condensar y desplazar los límites de la producción social siempre en nuevo nivel de (plus) goce del Capital. Y
esto, inducido por medio del único impulso vital de la modernidad capitalista: ―un solo impulso vital: el impulso de
valorizarse, de crear plus-valor, de absorber la mayor masa posible de plus-trabajo‖ (Marx, 1860).
En tanto ―proceso vital del Capital‖ (Marx, 1860), la valorización abstracta y sin atributos del valor conduce
necesariamente a una tendencial ―colonización‖ inmanente de aquellas dimensiones que se presentan, de manera
parcial y contingente, como ―esferas de no-valor‖ (Jappe, 2016). La dinámica inconciente del deseo del Valor, en
su doble faceta productiva y destructiva, es aquello que motoriza los límites del Universo social, conforme al
autotelismo del valor-que-destruye-valor-para-producir-más-valor. Por consiguiente, una tal dinámica es la forma
relacional de un proceso social que, en su inmanencia radical, no podría ser sino contradictorio consigo mismo.
Precisamente, es sobre ese telón de fondo que la Crítica clínico-política señala que la imposibilidad de realización
definitiva de las categorías reales del Capital no responde a un real-exterior (el antagonismo social como lucha de
clases, o el trabajo vivo sustancializado, por caso) que se resistiría a toda determinación simbólica e imaginaria.
Una tal imposibilidad objetiva se debe a uno y el mismo límite-real interior al Universo social: la auto-
valorización del Capital. ―Para el valor que se mantiene en sí como valor, el acrecentamiento y la conservación de
sí mismo coinciden, y el valor solo se conserva tendiendo constantemente a sobrepasar su límite‖ (Marx, 1857:
267).
Son las categorías reales del Capital, de hecho y por derecho, en cuanto límites de la socialización capitalista,
las que asimismo imposibilitan la totalización plena de la sociedad sobre-sí-misma. Según la re-escritura categorial

13
―La reproducción de los límites interiores del capitalismo a una escala siempre más amplia tiene varias consecuencias:
permitir al centro los aumentos y mejoras de nivel, desplazar las formas más duras de explotación del centro a la periferia,
pero también multiplicar en el centro mismo los enclaves de sobreexplotación, soportar fácilmente las formaciones llamadas
socialistas (no es el socialismo al modo kibbutz lo que molesta al Estado sionista, como tampoco el socialismo ruso molesta
al capitalismo mundial). No es a través de una metáfora que lo constatamos: las fábricas son prisiones, no se parecen a
prisiones, lo son‖ (Deleuze y Guattari, 1972: 384).
de la Crítica clínico-política: la transformación del deseo del Valor en plus-valor destinado a la ganancia,
acumulación y concentración del goce del Capital, se moviliza según una producción exponencial de valor para
reproducirse (neguentropía) y una auto-destrucción exponencial (entropía) de valor para reproducirse y no auto-
destruirse14. ―Al capitalismo le es inmanente un enorme potencial destructivo que se activa de manera constante‖
(Heinrich, 2998: 52).
La dinámica inconciente de la producción social y deseante del Valor es ―la potencia económica de la
sociedad burguesa que lo domina todo‖ (Marx, 1867). Y esto, en tanto que la insatisfacción sistémico-estructural
del deseo del Valor se encuentra a la base del hecho que, una vez satisfecho el goce del Capital, siempre se
―vuelve a poner en marcha de inmediato en nuevo ciclo ampliado‖ (Jappe, 2018). Según la crítica marxiana de la
economía política, el Dinero se convierte en Capital luego de traspasar cierto devenir cualitativo. En esa línea,
afirmamos que la acumulación cuantitativa de valor y más valor se transforma entonces en una nueva cualidad:
plus-de goce del Capital y plus-deseo del Valor. Es en ese sentido, y no en otro, que la totalidad social es y no podría
sino ser ―no todo‖ (Lacan). Precisamente, en tanto que el movimiento del deseo de Valor orientado a la
satisfacción del Capital no cesa de estar siendo una revolución permanente. A saber: ―el capital, conforme a esta
tendencia suya, pasa también por encima de las barreras y los prejuicios nacionales, así como sobre la
divinización de la naturaleza: liquida la satisfacción tradicional, encerrada dentro de determinados límites y
pagada de sí misma, de las necesidades existentes y la reproducción del viejo modo de vida. Opera
destructivamente contra todo esto, es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan
el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la
explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales‖ (Marx).

El goce del Capital es el Sujeto semoviente de una totalidad inconsistente, incompleta, indecidible, aunque
también cuasi-omnipotente respecto al influjo deliberado de los actores particulares y las agencias colectivas. Por
esto mismo, resulta objetivamente imposible que el deseo del Valor, en tanto límite inmanente del Universo
social mediado por la producción del trabajo inconciente, no sea sino el connatus universal del capitalismo. El deseo
del Valor persevera en su ser deviniendo dinámicamente, es decir expandiéndose para conservarse y auto-
destruyéndose para expandirse. Ser o no ser, en la ―sociedad basada en el valor‖ (Kurz), se reduce
indistintamente al hecho según el cual actuar y padecer se resuelve en la producción de un valor: valorización
absolutamente constante y relativamente variable del Capital.

El Universo social de la modernidad capitalista es una ―verdadera contradicción en proceso‖ (Marx,


1867). Y esto, en tanto resulta objetivamente imposible que los límites inmanentes del Capital se realizan
plenamente. La imposibilidad de clausura inherente a las categorías reales del Capital, en la medida en que se
resisten a toda mediación imaginaria y simbólica ajena-así-mismas, estriba precisamente en que el ―todo social‖
no es sino una totalidad negativa, dialécticamente contradictoria y conflictiva. Entiéndase, el socius capitalista es
realmente imposible de totalizar acabadamente15. A fin de cuentas, la misma imposibilidad de sortear la eficacia
de la autonomización de la dinámica automática del deseo del Valor en su proceso de satisfacción del goce del
Capital, es aquella que imputa realmente el cierre de la totalidad sobre si: habilitando e inhibiendo posibilidades
inmanentes de contestación crítica, sobre fondo de una destrucción generalizada del Universo social

14
―Las reacciones de quienes se ven excluidos de los beneficios materiales o simbólicos del nuevo orden mundial, y sobre
todo las víctimas del apartheid global, tienden a reproducir los mismos mecanismos de destrucción ciega y de
autodestrucción, consecuencia de un odio profundo hacia sí mismos que la sociedad de la competición generalizada logra
instalar tarde o temprano en una parte de sus miembros‖ (Kurz, 2015).
15
La ontologización de la contingencia imaginaria de lo político y la transhistorización de la estructura simbólica de la
sociedad de Mercado, explicaciones infértiles de un tal imposibilismo, constituyen las dos facetas del fetichismo categorial de la
metafísica burguesa. Como forma social de la dominación capitalista, el llamado ―fetichismo de la mercancía‖ se encuentra a
la base de una tal inversión en el orden de determinaciones. Ante la inversión subjetivista: ―prioridad del objeto‖ (Adorno,
1960). La crítica de los límites inherentes a las categorías objetivadas de las relaciones sociales cosificadas resulta
convergente, por consiguiente, con la crítica de las categorías intelectuales de la producción de conocimiento inmanente a la
conciencia fetichiza.
directamente proporcional a la indiferencia radical respecto del sufrimiento informado que desigualmente
produce.

En conclusión, la Crítica clínico-política sostiene que con la institución de lo real capitalista, las
categorías reales del Capital se establecen en tanto límite inmanente del capitalismo, desplazándose siempre más
allá en su huida de la des-valorización y condensado (acumulando) cada vez más la autonomización automática de la
dominación impersonal del goce del Capital y el trabajo inconciente del deseo del Valor.

BB1. Singularidad capitalista: límites tendenciales.

Atendiendo a lo examinado hasta el momento en torno a la institución de lo real capitalista, la Crítica


clínico-política delimita entonces lo que denomina límites tendenciales de lo real capitalista. Esto es, un complejo de
postulados relativos a las tendencias objetivas que limitan el devenir del ser social en la modernidad capitalista. Y
esto, en tanto que tendencias orientadas por el más allá (Jenseits) de lo real capitalista16. A este respecto, la Crítica
clínico-política establece entonces las siguientes determinaciones:

a) Lo real capitalista no es sino ello que introduce el límite lógico que rige internamente el conjunto del
Universo social de la modernidad capitalista. Esto es, límite que se (auto) instituye entonces de una vez y para
todas las veces en la medida que resulta objetivamente imposible que no cese de retornar siempre al mismo lugar. En
última instancia, no es sino la lógica formal totalista y material semoviente del Capital (valor-que-se-auto-valoriza) aquello
que no cesa de retornar siempre al mismo lugar, condensando y desplazando los límites de lo real capitalista
siempre más allá.
b) Lo real capitalista no es sino ello que introduce el límite dinámico que rige la meta-estabilidad del Universo
social de la modernidad capitalista. Esto es, límite que se (auto) constituye cada vez y todas las veces, en la medida
en que resulta objetivamente imposible que no cese de diferirse y repetirse. En última instancia, no son sino las
dinámicas tendenciales del Capital (baja tendencial de la tasa de ganancia) aquellas que no cesan de diferirse y
repetirse, condensando y desplazando los límites de lo real capitalista siempre más allá.
c) Lo real capitalista no es sino ello que introduce el límite dialéctico de las contradicciones potencialmente
conflictivas del Universo social de la modernidad capitalista. Esto es, límite que se (auto) produce entonces en cada
vez y en todas las veces, en la medida en que resulta objetivamente imposible que no cese de universalizarse
contradictoria y conflictivamente. En última instancia, no son sino las contradicciones de la dialéctica del Capital
(contradicción entre riqueza material y valor abstracto, etc.) aquellas que no cesan de universalizarse de manera
potencialmente conflictiva, condensando y desplazando los límites de lo real capitalista siempre más allá.

BB1. Singularidad capitalista: crisis y crítica.


Atendiendo a la postulación de los límites del Universo social, la Crítica clínico-política pone de manifiesto
que la posibilidad de una crítica de la modernidad capitalista se realiza allí donde lo real capitalista, en su
especificidad histórica, tiende hacia el límite crítico de su propia auto-reflexividad. Es decir, la materialidad de la
crítica inmanente del Universo social se encuentra posibilitada por la imposibilidad objetiva de sortear la eficacia
y realizar plenamente las categorías reales del Capital17.

16
La eficacia fetichista de la forma-mercancía nos insta, digámoslo, en desmedro del sobre-entendido, a realizar una
aclaración respecto al sentido del genitivo involucrado en la postulación de un ―más allá de lo real capitalista‖. En sentido
estricto, hacemos recurso de lo que se suele denominar genitivo subjetivo: lo real capitalista es el más allá. No debe leerse
entonces que nos referimos a algo que estuviese en una relación de ―más allá exterior‖ de lo real capitalista (genitivo
objetivo). Esto último responde a un fenómeno estrictamente moderno y capitalista, en tanto que resultante del fetichismo
mercantil que signa la escisión puntual en lo que hace a la cuestión del genitivo, tanto en un sentido subjetivo como en uno
objetivo.
17
―La crítica es en verdad el análisis de los límites y la reflexión sobre ellos. Pero si la cuestión kantiana era saber qué límites
debe renunciar a franquear el conocimiento, me parece que la cuestión crítica hoy debe ser invertida como cuestión positiva:
La Crítica clínico-política sostiene entonces que la crítica comprehensiva no se erige en función de lo que
debería-ser (idealismo), sino a partir de aquello que ya-está-siendo (materialismo). ―En esto consiste la teoría
crítica: comprender lo que es desde el punto de vista de lo que puede llegar a ser, que ya se anuncia en lo que es.
De esta manera, el cambio social no es para la crítica una eventualidad histórica a constatar, sino la condición de
posibilidad para la comprensión de la realidad‖ (Repossi, 2010). Combatir para comprender, diría León Rozitchner.
Por esto mismo, la validez de la crítica es habilitada por las mismas posibilidades inmanentes producidas y
obturadas por las categoriales realmente contradictorias del Capital, debido la tendencia de lo real capitalista de
conducirse hacia el límite de su propia ―auto-crítica‖ (Hegel, 1806). La escisión material de la teoría y la práctica
en la modernidad capitalista conlleva al hecho según el cual, en principio, la Crítica clínico-política se asuma
como decididamente teórica. En este punto, se atiende a la letra del siguiente fragmento de Anselm Jappe en Crédito a
muerte (2014):
―[la crítica] No tiene como propósito ofrecer indicaciones para actuar en lo inmediato (…) Es preciso que
la crítica se sustraiga a la exigencia permanente de señalar soluciones sobre el terreno. Aunque sea legítimo
esperar que una crítica de la sociedad capitalista muestra igualmente una praxis posible de superación, hay
buenas razones para insistir en la necesaria autonomía de la teoría. En efecto, si no estuviese permitido
pensar o decir más que lo que puede traducirse aquí y ahora en una forma de acción, ya no sería posible
formular un pensamiento radical (…) [la crítica] No puede convertirse de inmediato en estrategia política,
como es el caso, por ejemplo, de las teorías sobre la multitud o del altermundismo; ni permite tampoco
una aplicación instantánea a la vida personal‖ (Jappe, 2014: 16).
La Crítica clínico-política tiene el objetivo prioritario de elaborar, teóricamente, una crítica categorial contra las
formas reales de mediación objetiva/subjetiva en la sociedad del Capital (valor, mercancía, trabajo, etc.). Así
pues, la cuestión pasa por concertar una crítica global de las determinaciones inconcientes de la existencia
(psicoanálisis) de acuerdo a la eficacia de las relaciones básicas de la producción capitalista (marxismo), y no
solamente cuestionar su ―injusta‖ aplicación (moralismo), derivaciones fenomenológicas (autonomismo),
distribución general (populismo), o consumo particular (liberalismo). En este punto, interesa desatacar que: a)
―las denuncias de las injusticias distributivas están, por supuesto, justificadas; sin embargo, por lo general sirven
para eludir la necesidad de una «ruptura categorial» con el valor y el dinero, el mercado y el Estado, el capital y el
trabajo‖ (Jappe, 2014: 15: énfasis añadido); y b) ―son, pues, estas categorías básicas las que hay que criticar, y no
solamente la existencia de las clases sociales, de la ganancia, del plusvalor, del mercado y de las relaciones
jurídicas de propiedad, que son esencialmente las formas de distribución del valor, es decir, fenómenos
derivados‖ (Jappe, 2011: 141-42).
Por caso, el régimen jurídico de la propiedad privada, la democratización de la renta, la función del
Mercado, la circulación desigual de la riqueza social, la expropiación ―parasitaria‖ del plus-valor, etc., si bien son
cuestiones imprescindibles, no comportan el centro categorial de una ―crítica implacable de todo lo existente‖
(Marx). De igual modo, no se trata entonces sólo de oponerse dicotómicamente a la dominación directa de un
grupo social sobre otro (sociologismo), o denunciar la dependencia personal entre los actores particulares
(individualismo psicologista). La dominación impersonal bajo las categorías reales del Capital son las que
constituyen, en líneas generales, el objeto teórico fundamental de la crítica del Universo social.
El tipo de práctica teórica específico de la moderna sociedad burguesa se encuentra mediado por la forma
abstracta de las categorías del nexo social capitalista. Las categorías del Capital son anteriores lógicamente y
dominantes dinámicamente respecto a las categorías históricas de la racionalidad moderna y sus modos
ambivalentes de modernización. En ese sentido, la posibilidad normativa de la crítica no se sostiene en una
―exterioridad‖ resistente per se. En cambio, es la propia dinámica inmanente de la lógica del Capital, sus

en lo que nos es dado como universal, necesario, obligatorio, cuál es la parte de lo que es singular, contingente y debido a
coacciones arbitrarias. Se trata en suma de transformar la crítica ejercida en la forma de la
limitación necesaria en una crítica práctica en la forma del franqueamiento
posible‖ (Foucault, 1996: 104).
posibilidades sociales inhibidas e imposibilitadas de realizarse dentro de los límites históricos del Universo social,
la que constituyen entonces el fundamento normativo de la Crítica clínico-política de la modernidad capitalista.
La presunta inactualidad del diálogo teórico entre marxismo y psicoanálisis freudiano es inversamente
proporcional a la urgente actualidad de la crítica de la sociedad capitalista. Así como es posible trazar una
distinción analítica entre un ―Marx exotérico‖ (crítico humanista del capitalismo y teórico ilustrado de la
modernización) y un ―Marx exotérico‖ (crítico radical de las categorías de la modernidad del Capital), también
resulta necesario explorar un ―Freud esotérico‖ en virtud de hacer del psicoanálisis una teoría crítica del
inconciente capitalista en una sociedad donde el capitalismo ha devenido realmente inconciente. Tal es así que en
la ―posteridad de la Revolución Rusa‖ (Acha, 2018), es preciso resaltar que el sujeto de lo inconciente, otrora
reenviado al ―sujeto de la ciencia‖ (Lacan), o al ―sujeto del individualismo burgués‖ (Rozitchner), no podría ser
otro que el Capital. Por consiguiente, la Crítica clínico-política hace converger la analítica freudiana de la
producción libidinal-pulsional y la crítica marxiana de la producción social desde el punto de vista de una crítica
de la producción del goce del Capital y el trabajo inconciente del deseo del Valor en la ―sociedad del sufrimiento
(informado)‖18. Por ende, se pone de manifiesto que Marx y Freud elaboran teorías críticas de la dominación
impersonal por abstracción, relativas a la complejidad de la experiencia concreta afectada de inconciente en la
moderna sociedad burguesa.
El problema de la dominación impersonal por abstracción es el interrogante meta-teórico en torno al cual
gravitan las indagaciones de la Crítica clínico-política. Partiendo de ese punto de vista, las categorías de la crítica
marxiana de la economía política y de la analítica freudiana del sujeto burgués afectado de inconciente, en la
―heterogeneidad específica de sus lenguajes‖ (Gruner, 2016), se presentan como categorías intelectuales formuladas a
los efectos de examinar críticamente las categorías reales, imaginarias y simbólicas que, de acuerdo a ciertas formas de
dominación impersonal en la moderna sociedad burguesa, configuran ciegamente la práctica concreta de las
relaciones sociales capitalistas. En otros términos, en tanto abstracciones intelectuales históricamente generadas, los
conceptos freudianos y marxianos responden críticamente a la eficacia inconciente de la dominación impersonal
que comportan las abstracciones sociales y las abstracciones simbólico-imaginarias que estructuran y son estructuradas por
el nexo social reificado de la moderna sociedad productora de mercancías. Entonces, entendidas como dinámicas
abstractivas globalmente generalizadas y particularmente encarnadas, la lógica del Capital y la lógica de lo
inconciente comandan la constitución objetiva y subjetiva de la modernidad capitalista, de espaldas a la
conciencia de los actores particulares y a la voluntad de las agentes colectivos.
La convergencia crítica entre el archivo marxiano y el archivo freudiano es una necesidad inmanente al objeto
mismo puesto en cuestión: la materialidad social de la moderna sociedad capitalista. Como bien argumenta
Jacques Rancière en El concepto de crítica y la crítica de la economía política de los “Manuscritos de 1844” a “El Capital”, la
crítica materialista elaborada por Karl Marx inaugura una nueva compresión del objetos teórico de la crítica
social. En ese marco, se pone de relieve que el objeto del psicoanálisis y del marxismo no es sino la lógica
inconciente del Capital y de la lógica capitalista de lo inconciente, en tanto abstracciones concretas de dominación
diferenciadas y derivadas de una misma dinámica reificada de mediación del nexo social19. Es decir: ―más allá de

18 Entre marxismo y psicoanálisis no existe un intercambio auto-evidente en el orden del concepto y en el plano de las
prácticas. La historia intelectual y la historiografía especializada argumentan que la Revolución Rusa fue el acontecimiento que
habilito una ―inquietud‖ (Foucault, 1984) inédita hasta el momento (Acha, 2018). Los ―obstáculos reales‖ (Rozitchner, 1972)
que enfrentó la Insurrección Rusa para transformar tanto el llamado campo objetivo como el subjetivo, abrieron
el interrogante teórico y político sobre la relación entre ―cura individual y revolución social‖ (Rozitchner, 1985).
19
La conversación entre las formaciones discursivas fundadas por Marx y Freud durante el siglo pasado, según comenta
Louis Althusser en el intitulado texto Freud y Lacan (1964), adolece de variadas ―confusiones‖, ―reducciones‖ y
―desviaciones‖. Podríamos resumir tales cuestiones en lo que denominados: a) Obstáculos-Freud: desde el psicoanálisis, el
diálogo con la crítica de la economía política estuvo signado por una visión transhistorica, sustancialista, personalista, o
irracionalista de lo inconciente freudiano, remitiendo a un dualismo pulsional naturalista, una visión represiva de la cultura,
un familiarismo patriarcal, una perspectiva des-historizada de la sexualidad y una energética reduccionista de la economía
libidinal; y b) Obstáculos-Marx: desde el marxismo, el diálogo con la invención freudiana estuvo signado por una crítica al
capitalismo ―desde el punto de vista‖ de una ontología del trabajo, nucleada en una filosofía de la historia, un funcionalismo
sus intenciones concientes, los individuos ejecutan los imperativos de un sistema social anónimo e impersonal.
Marx llama al valor sujeto automático. El psicoanálisis, es otro modo de comprender ese lado inconciente de la
vida social‖ (Jappe, 2019). La sujeción anónima ejercida por el Capital como sujeto contradictorio de la totalidad
social, converge críticamente con la dominación impersonal ejercida por lo inconciente como sujeto de la
conflictividad subjetiva. O en otros términos, la dominación impersonal de la totalidad social por parte del
Capital, es convergente críticamente con la dominación impersonal de la subjetividad por parte de lo inconciente;
crítica del Capital como sujeto automático de lo social y analítica de lo inconciente como sujeto autonómico de la
vida psíquica.
En cualquier caso, en su especificidad histórica, la crítica no podría ser sino negativa (teoría crítica). Puesto que
prescinde de afirmarse en categorías positivas, ontológicas, a-históricas, meta-históricas, o trans-históricas
(estructuralismo y pos-modernismo). Por caso, los conceptos marxianos y freudianos, en nuestra re-lectura
categorial, no remiten a nociones positivas que buscarían captar una realidad exterior autosuficiente y/o pre-
constituida (el trabajo vivo, lo pulsional, el deseo inconciente, etc.), sino que son conceptos negativos que
constituyen la forma de los objetos mismos, al tiempo que motorizan su (auto) crítica partiendo de las
contradicciones que los configuran. Las categorías intelectuales son intrínsecamente problematicas, puesto que se
elaboran en función de concertar una crítica inmanente y auto-reflexiva respecto a las categorías sociales que los
atraviesan. En ese sentido, al menos en lo que hace a la Crítica clínico-política, goce del Capital, deseo del Valor,
o trabajo inconciente no constituyen cifras de inteligibilidad antropológicas válidas para el análisis de cualquier
sociedad; tampoco refieren a una mera realidad ―psíquica‖ o estructura transhistórica20. Son categorías
históricamente específicas producidas en virtud de examinar críticamente las relaciones históricamente
determinadas del capitalismo universalizado. Son producto de las relaciones capitalistas que ellas mismas
producen y que asimismo se disponen criticar.
La crítica tiene condiciones sociales de emergencia histórica y condiciones concretas de proyección política.
―En la medida en que tal crítica representa, en general, a una clase, no puede representar sino a la clase cuya
misión histórica consiste en trastocar el modo de producción capitalista y finalmente abolir las clases: el
proletariado‖ (Marx, 1867). Por eso, la Crítica clínico-política de la modernidad capitalista se constituye, desde el
vamos, como una crítica anti-capitalista históricamente determinada de la totalidad social gobernada por las categorías
reales del Capital. En su peculiaridad, procura encarnar la ―forma-teórica de clase‖, o la ―forma-teórica del
proletariado‖ (Del Barco, 2018). Lucha de clases en la teoría, como cierta vez escribió Louis Althusser. En otros
términos, la Crítica concibe ―la teoría como forma del movimiento, el concepto como concepción de lo real, el
marxismo como logos del pathos proletario‖ (Repossi, 2018).
En este punto, es preciso revisar entonces lo que escribe Moishe Postone respecto a la especificidad de la
crítica marxiana: ―las categorías de la crítica madura de Marx son históricamente específicas a la sociedad
moderna o capitalista. Este giro hacia una noción de especificidad histórica supone, implícitamente, un giro hacia
una noción de especificidad histórica para la propia teoría de Marx. Ninguna teoría – incluida la de Marx –

economicista, un sociología centrada en el conflicto utilitarista de los intereses de la clase, una antropología humanista de la
conciencia, o en una teoría de la lucha de clases como sujetos sociales supra-históricos producto de una ―metafísica del
proletariado‖ (Kurz, 1991).
20
La reducción subjetivista, con su pulsión constructivismo-historicista, y la reducción estructural, con su tentación trans y des
historizante, son el fetichismo epistemológico que obtura el diálogo teórico entre psicoanálisis y marxismo. Una re-escritura
categorial del psicoanálisis y el marxismo, en su convergencia crítico-genética como teorías críticas de la dominación
impersonal por abstracción, es esquiva a esa infértil unilateralización del pensamiento. En ese sentido, Karl Marx puede ser
reinterpretado categorialmente como aquel que elabora una ―crítica radical de la modernidad capitalista‖ (Kurz, 1991),
convergente con una relectura categorial de Sigmund Freud como aquel que realiza la ―crítica más dramática e irrefutable del
individualismo burgués‖ (Rozitchner, 1972). Lo cual llevaría a no denegar la eficacia interna entre las siguientes afirmaciones:
a) la lógica subjetiva de lo inconciente resulta incomprensible sin atender a las mediaciones constitutivas de la lógica objetiva
del Capital; b) la historicidad social de las categorías reales del Capital resulta incomprensible sin examinar la configuración
históricamente específica de las determinaciones simbólicas e imaginarias de la materialidad subjetiva en el capitalismo; y c)
no hay cura individual sin revolución social, y viceversa.
tiende, dentro de este marco conceptual, una validez absoluta y transhistorica‖ (Postone, 2000: 37). Y a esto,
agregando las palabras del mismo Moishe Postone en Tiempo, trabajo y dominación social (1993):
―Se debería entender la teoría marxiana no como una teoría de aplicación universal, sino como una teoría
crítica específica de la sociedad capitalista. Analiza la especificidad histórica del capitalismo y la posibilidad
de su superación mediante categorías que comprendan sus específicas formas de trabajo, riqueza y tiempo.
Más aún, la teoría marxiana, según este enfoque, es autorreflexiva y, por lo tanto, es, ella misma,
históricamente específica: su análisis de la relación entre teoría y sociedad puede, de una manera
epistemológicamente consistente, ubicarse históricamente a sí mismo por medio de las mismas categorías
con las que analiza su contexto social‖ (Postone, 1993: 28).
Por consiguiente, ante el denominado ―marxismo tradicional‖ (Postone), ―marxismo del movimiento
obrero‖ (Kurz), o ―marxismo ideológico‖ (Heinrich), la Crítica clínico-política busca contribuir al ―archipiélago
de los mil y un marxismo‖ (Bensaid) mediante un aporte específico en el proyecto de una re-construcción
intergeneracional de la crítica radical de la sociedad capitalista. En términos generales, adherimos a la propuesta que
manifiesta Santiago Roggerone en ¿Alguien dijo crisis del marxismo? (2018): ―los marxistas se han limitado a
interpretar a Marx de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo‖.
Así las cosas, el horizonte normativo de una Crítica clínico-política no responde sólo a un criterio cuantitativo
de reconocimiento y/o representación imprescindible de las diferencias (―crítica artista‖), sino que refiere
fundamentalmente a un criterio cualitativo (―crítica social‖): la abolición revolucionaria de la modernidad capitalista21.
En ese marco, resulta objetivamente imposible que no sean sino las crisis de los límites históricamente específicos
del Capital aquellas que posibilitan materialmente la crítica auto-reflexiva del Universo social. Crisis, empero, no
es sinónimo de emancipación: las crisis de las categorías capitalistas que posibilitan una crítica radical sobre las
mismas, no dejan más que a las ―puertas‖ de una acción política emancipatoria. He aquí entonces el ―espacio-tiempo
teórico‖ de la lucha de clases, realizada desde la perspectiva de una forma social crítica relativa a la construcción
interseccional e internacionalista de un proceso de transformación, supresión y superación práctica de la sociedad
capitalista.
Por último, interesa a la Crítica clínico-política explicitar las siguientes operaciones teóricas elaboradas
contra, en y por las crisis auto-crítica de lo real capitalista en cuanto tal. A saber: a) una crítica inmanente de los
límites históricamente específicos de la sociedad capitalista; b) una crítica radical de la fetichización de tales
límites; y c) una crítica auto-reflexiva de las tendencias (dinámicas históricas de producción, reproducción,
transformación y auto-destrucción) del Universo social concomitante a la fetichización de los propios límites de
la modernidad capitalista22.

BB2. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: BARRERA EPISTÉMICA.

En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política el Big Bang de la modernidad
capitalista (BB) desarrolla entonces un segundo campo problemático al que denomina Barrera epistémica (BB2).
Este comprende un conjunto de desarrollos cernidos a los efectos de examinar la barrera epistémica23establecida
con la institución de lo real capitalista en tanto ex-sistencia singular del Universo social de la modernidad
capitalista.

21
Cf. El nuevo espíritu del capitalismo de Boltanski y Chiapello.
22
A este respecto, ver el campo de problemas relativo a la crítica de los ―límites‖, el ―fetichismo‖ y la ―crisis‖ de la sociedad
capitalista en Las aventuras de la mercancía de Anselm Jappe.
23
La noción de barrera epistémica retoma y reformula las categorías de ―episteme‖ y ―a priori histórico‖ que desarrolla
Michel Foucault en Las palabras y las cosas (1966).
BB2. Big Bang de la modernidad capitalista: ley general de la Abstracción Social24.

A los efectos de operar un cálculo conjetural relativo a la barrera epistémica establecida con la institución
de lo real capitalista, la Crítica clínico-política postula entonces lo que denomina Ley general de la Abstracción Social.
La postulación de la misma es posible de sintetizarse en los siguientes términos. A saber: resulta objetivamente
imposible (límite históricamente específico), dado la institución de lo real capitalista, para cualesquiera
abstracción intelectual, imaginaria y simbólica, así como para toda afección concreta que ataña empíricamente a
cualesquiera registro corporal, no responder sino a una relación de derivación contingente relativa a las ―abstracciones
sociales‖ (Acha, 2018) históricamente específicas (mercancía, valor, trabajo, etc.) del Universo social de la
modernidad capitalista.

BB2. Ley general de la Abstracción Social: implicación nocional diferencial.

Sobre fondo del giro malestarista que se registra actualmente en el campo de la crítica de la sociedad25, y en
virtud de sortear la ―infértil unilateralización del pensamiento‖ en lo que hace a dicho giro, la Crítica clínico-
política establece lo que denomina implicación nocional diferencial de la ley general de la Abstracción Social.

Abstracción social y abstracción real.

La ley general de la Abstracción social ―hace estallar las delimitaciones empiristas del pensamiento
moderno occidental que oponen lo abstracto a lo concreto, lo universal a lo particular, lo pensado a lo actuado;
en síntesis, el idealismo y el materialismo. Se derrumban también las interrogaciones del materialismo vulgar
respecto de cómo afecta lo material (sea que se lo entienda como cuerpo, clases sociales, economía o sociedad) a
las operaciones ideológicas, culturales o políticas‖ (Acha, 2018: 17). Atendiendo a lo planteado por Omar Acha
en Encrucijadas de marxismo y psicoanálisis (2018), es preciso comprender entonces el decisivo carácter bifacético de
las abstracciones sociales en la modernidad capitalista (―objetivas‖ y ―subjetivas‖) en tanto base de una crítica
inmanente del Universo social.

La dominación por abstracción se encuentra expresada, ejemplarmente, en ese fractal totalista que es la
mercancía. Por caso, allí se suscita una peculiar dominancia abstracta que consiste en la indiferencia de la forma
equivalencia y cuantitativa del valor (objetivado en valor de cambio) respecto del contenido diferencial y
cuantitativo de los valores de uso. La realidad de las abstracciones sociales capitalistas, empero, es indisociable de
la eficacia impersonal de las abstracciones intelectuales, imaginarias y simbólicas, producidas en las duraciones de
larga, mediana y corta duración que hacen a las encrucijadas temporoespaciales de la modernidad del Capital (longue
duree del patriarcado, el lenguaje y el monoteísmo, por ejemplo).

Sobre este punto, es necesario demorarse en la conceptualidad distintiva que porta la noción de
―abstracción social‖ respecto a la ―abstracción real‖ formulado por Alfred Sohn-Rethel en Trabajo intelectual y
trabajo manual: una crítica de la epistemología (1977). Escribe Acha:

―La abstracción real supera las escisiones propias de la filosofía trascendental (sujeto/objeto,
fenómeno/noúmeno, representación/cosa, etc.) al remitir su genealogía a una lógica de dominación social.

24
La ley general de la Abstracción Social retoma y reformula el problema de la abstracción social que desarrolla Omar Acha
en Encrucijadas de marxismo y psicoanálisis (2018). El concepto de ―abstracción social‖ desarrollado por el autor, se dispone a
los efectos de realizar una crítica de las categorías básicas de la moderna sociedad capitalista (valor, trabajo abstracto, dinero,
mercancía).
25 El ―giro malestaristas‖ de las ―nuevas teorías críticas de la sociedad‖ (Keucheyan) hace referencia a la centralidad que

adquieren en el pensamiento contemporáneo términos tales como ―malestar‖, ―dolor‖, ―padecimiento‖, etc., escotomizando
la importancia de nociones clásicas como ―explotación‖, ―dominación‖, ―alienación‖, etc. A pesar de su heterogeneidad,
incluimos en dicho giro a autorxs tales como Franco ―Bifo‖ Berardi, Mark Fisher, Sarah Ahmed, Santiago López Petit, etc.
Más allá de las potencialidades críticas que podrían viabilizar, con la cuestión del giro llamamos la atención
fundamentalmente sobre los obstáculos teóricos en los cuales incurren estxs autorxs cuando abonan sin mediaciones a cierto
sobreentendido sensualista/afectivista, pseudo-empirista y descriptivista que, en cierto punto, recorre sus elaboraciones.
El concepto de abstracción social posee dos rasgos que lo distinguen del concepto emparentado forjado
por Sohn-Rethel. En primer lugar no se dirige a revelar las deudas históricas de la abstracción solo en el
piano de la epistemología, sino de la experiencia social como tal. En segundo lugar, al extenderse a lo
social revela las restricciones históricas de su validez como concepto crítico: mientras la abstracción de
Sohn-Rethel, al explicarse por la generalización del intercambio mercantil se prolongaba en los ámbitos
históricos donde existe la moneda, la abstracción social es exclusiva de la sociedad capitalista. Por otra
parte, la abstracción social no es una potencia solo inhibidora de capacidades humanas. Es sobre todo, en
tanto principio constitutivo en lo material e ideal, la precondición de toda posibilidad emancipatoria. La
abstracción domina pero también libera‖ (Acha, 2019).

Definiciones Generales.

La Ley general de la Abstracción social implica las siguientes definiciones nocionales que ofrece Omar
Acha al momento de formular un programa metodológico de investigación orientada a la elaboración de una
Teoría General de la Abstracción Social en la moderna sociedad capitalista. A saber: a) la abstracción social
emerge en la inmanencia ―de los procesos inconscientes de la experiencia práctica cotidiana‖; b) ―la abstracción
social como operador de la realidad totalizada es una condición que, si bien es comparable con fenómenos
abstractivos de otras épocas, es específicamente moderna‖; c) la abstracción social ―no es una propiedad
inherente a las cosas‖, sino que es la forma material históricamente específica de las ―relaciones sociales de
dominación impersonal‖ en la modernidad capitalista.

Vida y abstracción.

La Ley general de la Abstracción social no sólo hace estallar las delimitaciones empiristas (y/o
meramente racionalistas) del pensamiento moderno occidental, sino que asimismo establece que en el Universo
social de la modernidad capitalista ―la vida misma se vuelve abstracta. Este tipo de abstracción no es un mal
hábito mental que se pueda curar reemplazando las ideas falsas por ideas justas. Es más bien la subordinación
bien real del contenido concreto a la forma abstracta‖ (Jappe, 2016: 66). Entiéndase, la vida se vuelve indistinta,
socavada e indiferente para el valor que se desea a sí mismo. Asistimos, por tanto, a una reducción de la
materialidad concreta de las vidas bajo la abstracción del valor. En inmanencia a la dialéctica del Universo social,
la misma vida cotidiana se encuentra contradictoriamente estructurada y comandada por el Capital (valor que se
auto-valoriza), en tanto sujeto semoviente de una lógica global tendencialmente totalista entendida en términos
de una relación social abstracta históricamente específica de mediación objetiva, dinámica automática y
dominación impersonal desplegada ciegamente de espaldas a la voluntad, conciencia y afección corporal
(pasiones, afectos, anhelos, etc.) de los actores particulares y colectivos26.

Categorías y abstracción.

La Ley general de la Abstracción social no sólo radicaliza sino que acentúa la universalidad de las
abstracciones sociales en el Universo social de la modernidad capitalista. En términos estrictamente
epistemológicos, es preciso señalar que en la sociedad de la mercancía hay imposibilidades concretas que delimitan las
contingentes configuraciones epistémicas sobre fondo del necesario cambio histórico de las relaciones sociales
limitadas las categorías reales del Capital. De esta manera, en la medida en que funcionan como formas de
existencia y determinaciones de la materialidad social, las abstracciones sociales capitalista operan sobre-
determinando: a) la génesis de las categorías relativas a la generalización social (gigantismo del mercado mundial,
necesidad universal, continua expansión global del espacio, aceleración planetaria del tiempo mercantil,
simplicidad lógica, generalismo del ciudadano, equivalencia abstracta, igualdad formal, homo politicus, etc.); y b) la
génesis de las categorías relativas a la particularización social (minimalismo de la mercancía, contingencia situada,

26
―Al igual que las teorías estructuralistas y postestructuralistas, los posmodernos comprenden el carácter automático,
autorreferencial e inconsciente de la sociedad de la mercancía, pero solo para convertirlo en un dato ontológico, en lugar de
reconocer en ello el aspecto históricamente determinado, escandaloso y superable de la sociedad de la mercancía‖ (Jappe, 2014:
76; énfasis añadido).
discontinua contracción regional del espacio, ralentización situacional del tiempo histórico, complejidad
dinámica, particularismo del burgués, diferencia concreta, desigualdad material, homo economicus, etc.).

Sobre este punto, es preciso atender a la letra del siguiente fragmento de Enrique Dussel en La producción
teórica de Marx (2016):

―No se trata de que las categorías o el orden del pensar produzcan la realidad (Hegel). No se trata de
pensar que la realidad se manifiesta ya claramente en la representación plena (empirismo). No se trata
tampoco de confundir el orden del pensar (categorías) con el de la realidad (en esto tiene razón Proudhon
cuando distingue ambos órdenes). Pero tampoco debe pensarse que ambos órdenes están absolutamente
separados, lo que determinaría que el orden de la sucesión o movimiento de las categorías es efecto del
puro orden del pensar (idealismo, al fin). Pero tampoco puede pensarse que el orden de las categorías está
determinado por su aparición en la historia (primero las categorías más antiguas y posteriormente las más
modernas). No. El orden de las categorías (orden del pensar teórico, que surge de la realidad pero no se
confunde con la realidad) debe estar determinado por su posición sincrónica y esencial en la moderna
sociedad capitalista. De esta manera el orden de las categorías (aunque sea un orden teórico) reconstituye la
realidad en un orden abstracto, surgiendo desde la misma realidad (no desde las ideas). Pero la realidad a la
cual el orden de las categorías hace referencia es la totalidad concreta, con múltiples determinaciones, que
es la moderna sociedad burguesa‖ (Dussel, 2016: 56).

Concreto y abstracción.

La Ley general de la Abstracción social establece que la multiplicidad de producciones y productos que se
especulan como provenientes de los denominados ―cinco sentidos‖ (―el cuerpo‖)27, no son sino consecuencias
observacionales empíricamente verificables que remiten a la eficacia inconciente que adquiere la sobre-
determinación de las abstracciones sociales (valor, mercancía, trabajo, dinero, etc.) históricamente específicas del
Universo social de la modernidad capitalista. La universalización de las relaciones sociales objetivadas del Capital
―invirtió la relación entre lo abstracto y lo concreto: la abstracción deja de ser la expresión de un mundo concreto
y sensible, y todos los nexos concretos y todos los objetos sensibles cuentan tan sólo como expresión de una
abstracción social [el valor] que domina la sociedad‖ (Kurz, 1999). Es decir, la dominación anónima, ciega y
abstracta de las categorías del Capital se produce y funciona de manera inconciente en la inmanencia de la
práctica concreta de aquellas relaciones sociales invertidamente estructuradas, constriñendo la contingencia de las
decisiones particulares y reproduciéndose allende las deliberaciones colectivas.

―La contradicción entre lo abstracto y lo concreto que constituye en cierto modo la contradicción
fundamental de la formación social capitalista‖ (Jappe, 2016: 44). Las abstracciones sociales no son sino las categorías
reales del Capital. La universalización de la dinámica automática del deseo del Valor, en tanto categoría bifacética
que gobierna la producción de la sensorialidad supra-sensible de la mercancía en la sociedad capitalista, se
particulariza produciendo cualidades sensibles y concretas diferencialmente encarnadas que, contradictoriamente, no
podrían ser sino los apéndices ―de-sensibilizados‖ (Kurz, 1991) involucrados en el proceso de la satisfacción del
goce del Capital. La producción de mercancías-de-goce del Capital conduce a la destrucción ampliada de la
materialidad misma del Universo social28. En otras palabras, se destaca que de modo contingentemente necesario
el valor-que-desea-valor moviliza las producciones sensoriales, perceptivas, sensitivas, afectivas, pasionales, etc.,
mediante los cuales se afectan y son afectados los cuerpos sociales en sus encuentros necesariamente
contingentes.

27
Retrospectivamente es posible afirmar, en efecto, que ―los sentidos se han hecho así inmediatamente teóricos en su
práctica (…) La formación de los cincos sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta nuestros días‖ (Marx, 1844:
152-54).
28
El deseo del Valor, productor de mercancía-de-goce, es el ―enigma‖ de aquello que usualmente se denomina
―precarización‖, ―vulnerabilidad‖, ―fragilidad‖, etc. en condiciones capitalista. Una indiferencia abstracta independizada, un
mero gasto de trabajo inconciente ―a secas‖, un automatismo en principio desigualmente indiferente respecto a la presunta
consistencia concreta de los cuerpos y sus sufrimientos…Eso es valor que desea más valor.
Dada la institución de lo real capitalista, resulta imposible que la experiencia subjetiva inmediata en el
Universo social no se encuentre objetivamente mediada por relaciones dominadas por aquellas categorías reales que
se han independizado del control de los actores particulares. Su dominación por parte de las categorías reales del
Capital, hace de los cuerpos un órgano viviente injerto en-medio del maquinismo automático y auto-propulsado
llamado deseo del Valor. En tanto produzcan, intercambien, distribuyan, o consuman valor, y en su defecto, en
cuanto reproduzcan la fuerza-productora de valor, no importa lo que piensen, quieran, o sientan los cuerpos. Lo
único concretamente relevante para el Universo social capitalista, es la aceleración intensiva y el crecimiento
extensivo relativo al proceso de cuantificación del valor que se desea a sí mismo.

Tanto la materialidad concreta del cuerpo, como así también los llamados ―modos de vida‖, ―prácticas
performativas‖, ―valores de uso‖, etc., no deberían ser el punto de partida de una crítica de la dominación
abstracta en la sociedad de la mercancía. El subjetivismo es consustancial a la metafísica burguesa. El empirismo
descriptivistas y la exterioridad formalista también. Una inversión fetichista en el orden de las determinaciones
que no cesa nunca de retornar, siempre, al mismo lugar. Como si de sombras del goce del Capital se tratase. Por tal
motivo: ―la disolución de todo pensamiento en el «sentir» no quebranta la forma-mercancía (pues es ella la que
produce la separación entre «cuerpo» y «espíritu», entre «sentir» y «pensar»)‖ (Ortlieb, 2014: 180). En fin: no se
sabe lo que puede un cuerpo en su estar objetivamente determinado por las categorías reales del capital. Se sabe
sí que no puede cualquiera cosa. Por caso, dejar de ser mercancía-de-goce-del Capital; engranaje en el
maquinismo automático y autonómico del deseo del Valor. Parafraseando a Marx, no lo saben pero no podrían
dejar de hacerlo.

Dominación y abstracción.

La práctica concreta de las relaciones sociales en la modernidad capitalista se encuentra estructurada por y
es estructurante de formas abstractas de dominación impersonal que median objetivamente la auto-producción
inconciente de la sociedad. El Universo social se halla realmente organizado según la subordinación de la
heterogeneidad concreta bajo la homogeneidad abstracta, de la particularidad bajo la generalidad, del contenido
material bajo la forma equivalencial, de los medios cualitativos bajo los fines cuantitativos, de la multilateralidad
diferencial bajo la unilateralidad integracional, etc. Las producciones sujetan a sus productores. La dominación
por abstracción es, por definición, indiferente respecto al sufrimiento informado que la misma produce. Esa
inversión gobierna de modo anónimo las relaciones capitalistas.

En conclusión, como corolario de la Ley general de la Abstracción social es necesario atender a la letra del
siguiente fragmento de Alfredo Macías Vázquez en El colapso del capitalismo tecnológico (2017):

[Por lo general] se considera que la dinámica socioeconómica obedece estrictamente a una cuestión de
voluntades (…) los problemas obedecen a una lógica más profunda, estructural, donde si bien las personas
parecen actuar según su voluntad, en realidad están condicionadas por categorías abstractas que pautan su
comportamiento (…) En el fondo, solo podremos construir una alternativa al sistema si comprendemos el
capitalismo en términos categoriales, es decir, si realizamos una crítica de las categorías de valor, mercancía
y dinero. Para ello es fundamental entender que el valor se despliega como una lógica abstracta,
automática e impersonal. Vázquez, 2017: 7).

BB2. Ley general de la Abstracción Social: Fundamentación.

Precisamente a los efectos de establecer las condiciones de una fundamentación racional de la Ley
general de la Abstracción social, en tanto que barrera epistémica que rige por derecho y de hecho en el Universo social
de la modernidad capitalista, la Crítica clínico-política delimita y atiende inicialmente los siguientes principios
histórico-epistemológicos. A saber:
a) Principio Antrópico Recursivo del Capital29: cualesquiera abstracción intelectual, imaginaria y simbólica, así
como toda afección concreta que ataña empíricamente a cualesquiera registro corporal, no se encuentran sino
sobre-determinadas por ciertas abstracciones sociales históricamente específica.
b) Principio de Relatividad Especial del Capital: la ley general de la Abstracción Social es una y la misma para
todo observador30 independientemente de su movimiento, posición o velocidad en la temporoespacial social
capitalista propiamente dicha.

BB2. Ley general de la Abstracción Social: axiomática.

A los efectos de establecer las condiciones de una fundamentación racional de tales principios histórico-
epistemológicos, la Crítica clínico-política desarrolla entonces a lo que denomina Axiomática meta-teórica de la ley
general de la Abstracción Social. La misma es posible de explanarse en los siguientes términos.

I. Axioma Foucault: ―hay‖ abstracciones sociales en el Universo social de la modernidad capitalista.

II. Axioma Lacan: las abstracciones sociales de la modernidad capitalista ―siempre ya están allí‖.

III. Axioma Adorno: en el Universo social existe, respecto a toda abstracción intelectual, imaginaria y
simbólica, una precedencia universal de las abstracciones sociales en tanto prácticas concretas objetivadas en
relaciones sociales de mediación abstracta históricamente determinada.

IV: Axioma Rubín: toda abstracción social es una forma apriorística históricamente específica que antecede
y constituye a las abstracciones intelectuales, imaginarias y simbólicas.

V: Axioma Acha: toda abstracción intelectual, imaginaria y simbólica encuentra sus condiciones de
realidad en la mediación universalizada y la dominación impersonal de las abstracciones sociales propias de la
modernidad capitalista.

VI: Axioma Kurz: en el Universo social, no hay sino irreversibilidad autotélica y auto-referencialidad
tautológica de las abstracciones sociales históricamente específicas.

VII: Axioma Wittgenstein: los límites de las abstracciones sociales no son sino los límites de toda
abstracción intelectual, imaginaria y simbólica.

VIII: Axioma Spinoza: los ilimitados modos de abstracción intelectual, imaginaria y simbólica, en tanto
que abstracciones sociales, no son sino expresión de un limitado atributo inextenso delimitado extensivamente
desde, por y para el Universo social (causa-sui).

IX: Axioma Freud: cualesquiera abstracción intelectual, imaginaria y simbólica no podría remitir sino,
condensación y desplazamiento (metáfora y metonimia) mediante, a la eficacia sobre-determinante de las
abstracciones sociales históricamente específicas de la modernidad capitalista.

X: Axioma Marx: cualesquiera abstracción no podría ser sino una personificación en sí y para sí
históricamente determinada del Universo social de la modernidad capitalista.

BB2. Axiomática meta-teórica: Propedéutica.

29
El Principio Antrópico Recursivo del Capital retoma y reformula las elaboraciones en torno al ―principio antrópico‖ en el
campo de problemas de la física moderna.
30
La noción de observador, a pesar de retomar estrictamente la terminología utilizada en el campo de la física teórica de la
relatividad, entabla vecindades con: a) la noción de régimen de enunciación y visibilidad en Michel Foucault; b) la cuestión
del perspectivismo en Friedrich Nietzsche; c) el concepto de inconciente óptico en Walter Benjamín; y d) el tratamiento de
la perspectiva arquitectónica en Lacan.
Con finalidad eminentemente propedéutica y sin ánimos de exhaustividad, atendiendo a lo establecido
por una tal axiomática meta-teórica, la Crítica clínico-política comparte dos razonamientos conjeturales a los
efectos de compartir un insumo propedéutico mínimo relativo a los posibles usos críticos que dispensa la Ley general
de la Abstracción social.

Insumo I.

Por apelar a un ejemplo emblemático, y estando informados de la Ley general de la Abstracción social,
es posible conjeturar31 que la crítica del valor y el fetichismo de la mercancía en Marx, la crítica de los ídolos y la
genealogía del valor de todos los valores occidentales en Nietzsche, y la crítica del sentido en el análisis de la
dominación del sujeto burgués afectado de inconciente en Freud, convergen desde el punto de vista comprehensivo
de una crítica inmanente, radical y auto-reflexiva respecto a sus propias condiciones genéticas de emergencia y
realización.32Esto es: la materialidad misma del Universo social de la modernidad capitalista.

La conjetura atiende a la letra del siguiente fragmento de León Rozitchner en Freud y los límites del
individualismo burgués (1972): ―las enseñanzas de Freud (…) convergen ratificando, en el análisis del sujeto extendido
hasta mostrar las determinaciones del sistema en su más profunda subjetividad, las verdades que Marx analizó en
las estructuras objetivas del sistema de producción‖ (1972: 29; énfasis añadido). En efecto, Marx, Nietzsche y
Freud convergen en tanto críticos de la dominación por abstracción en la moderna sociedad capitalista.

La Crítica clínico-política, informada entonces por la axiomática meta-teórica la Ley general de la


Abstracción social, hace converger la crítica marxiana de la economía política, la genealogía nietzscheana del valor de valores
de la moral occidental y la analítica freudiana de lo inconciente en la sociedad burguesa, desde el punto de vista de una crítica
radical y abolicionista de la sociedad del Capital. Puesto que ―sin desencadenar el movimiento de la materialidad
para dar lugar a una sociedad absolutamente libre, tanto de la crítica de la economía política como de la
deconstrucción gramatológica, nietzscheana o freudiana, quedarán inscriptas, con toda la fuerza liberadora que
encierran, en la instancia teórica. Pero sin éstos es difícil prever, actualmente, la posibilidad de una
transformación radical de la sociedad‖ (Del Barco, citado en Repossi 2018).

Si de lo que se trata es de contribuir a una crítica inmanente del Capital, es realmente necesario en tanto
especificidad histórica de la materialidad misma que pretendemos transformar hacer converger a Marx, Freud y
Nietzsche desde el punto de vista de una crítica de la dominación impersonal bajo aquellas abstracciones
(simbólicas, imaginarias, intelectuales) derivadas y sobre-determinadas por las abstracciones sociales del Capital,
en la medida en que estructuran las prácticas concretas producidas materialmente en inmanencia a las relaciones
del Universo social de la modernidad capitalista.

Insumo II.

31
Sobre la siguiente conjetura, ver Crítica de la economía política del signo (1974) de Jean Baudrillard. Cf. Nietzsche, Freud, Marx
(1969) de Michel Foucault.
32
En Sobre Nietzsche y la imagen del pensamiento (1967), Gilles Deleuze establece una relación entre la categorización marxiana
del valor, la perspectiva nietzscheana del sentido y el valor de los valores morales, y la concepción freudiana del sentido. Allí,
Deleuze escribe que el Universo social de la modernidad capitalista se introduce ―una concepción radicalmente nueva del
pensamiento y el lenguaje, porque el sentido y el valor, las significaciones y las valoraciones hacen intervenir ante todo
mecanismos inconcientes (…) Para Nietzsche, como para Marx, la noción de valor es estrictamente inseparable 1°) de una
crítica completa y radical del mundo y de la sociedad, como lo prueban el tema del fetichismo en Marx y el de los ídolos en
Nietzsche; 2°) de una creación no menos radical, la transvalorización de Nietzsche, la acción revolucionaria en Marx (…) En
Nietzsche o en Freud la noción de sentido es el instrumento de una recusación absoluta, de una crítica absoluta, y también
de una creación determinada; el sentido no es de ningún modo una reserva, ni un principio o un origen, ni siquiera un fin: es
un efecto, un efecto producido cuyas leyes de producción hay que descubrir‖. Cf. Freud: una interpretación de la cultura (1964)
de Paul Ricoeur.
Por apelar a un ejemplo emblemático, y estando informados de la Ley general de la Abstracción social,
es posible conjeturar que la topografía del psiquismo freudiano de la segunda tópica no patentiza sino, en lo que
hace a la constitución y el devenir potencialmente conflicto de los actores particulares en el capitalismo, la
resultante de un individuación de las categorías reales del Capital. Sobre ese fondo, es preciso demorarse en el siguiente
fragmento de Anselm Jappe en La sociedad autofaga (2019):

―¿Elaboró Freud su concepción de las pulsiones y el inconciente tomando como modelo la economía
capitalista, y de forma más precisa el valor, esa cantidad sin cualidad, que puede pasar fácilmente de una
forma a otra manteniéndose la misma? Sería un buen ejemplo del hecho de que incluso el inconciente de
Freud, sin que él se diera cuenta, fue conformado por las abstracciones reales y la síntesis social regulada
por el valor y de que también las consideraba evidentes y naturales‖ (Jappe, 2019: 88).

Sobre esta conjetura, explicitamos las siguientes hipótesis.

Hipótesis I: Ello es la riqueza material-libidinal producida en inmanencia al proceso diferencial del deseo
del Valor. Esto es: es posible conjeturar que la plurificación contingente de las relaciones sociales en el
capitalismo, es decir la heterogénea producción concreta de riquezas materiales-libidinales cualificadas (saberes,
habilidades, capacidades, modos de vida, cuerpos, etc.), es condición objetiva para la realización subjetiva de la
dinámica parcial y polimórfica de las pulsiones.

Hipótesis II: Ello inviste el ―valor psíquico‖ (Freud) de los valores producidos en inmanencia al deseo del
Valor. Esto es: es posible conjeturar que la multilateralización de los objetos y modos de producción en el
capitalismo, es decir el pluralismo diferenciante involucrado en la producción de infinitas riquezas materiales-
libidinales (valores de uso, técnicas, tecnologías, placeres, ―identidades‖, etc.), es condición objetiva para la
realización subjetiva de la multiplicidad de objetos-de-investimento libidinal.

Hipótesis III: El Súper-Yo opera, en tanto imperativo impersonal de la valorización (¡Valorizate!), mediante la
fijación pulsional de las riquezas materiales-libidinales en la forma abstracta del valor, según el movimiento
integracional del deseo del Valor. Esto es: la unilateralización indiferente de la dinámica social bajo la cantidad sin
cualidad de la unidad mínima de la Ley del valor, es decir el encorsetamiento anónima de la riqueza material en la
forma abstracta del Capital en cuanto valor-que-se-valoriza, es condición de posibilidad objetiva para la
realización subjetiva de una dominación impersonal de los particulares bajo el mandato anónimo de la
valorización.

Hipótesis IV: El Yo responde a un paralogismo fetichista de la extrapolación. Esto es: la mercancía,


fetichizada en el dinero como instancia particular devenida equivalente general del capitalismo, es condición de
posibilidad objetiva para la realización subjetiva del Yo moderna en tanto que capitalista bajo la forma material
de una parte que se presenta como el todo.

Hipótesis V: La concepción freudiana de lo inconciente es posible sobre fondo del carácter bifacético de las
categorías reales del Capital. Esto es: la ruptura históricamente específica entre la ―producción y representación
de las palabras‖ y la ―producción y representación de las cosas‖ en el capitalismo, es condición de posibilidad
objetiva para la realización subjetiva de una ―articulación de la grieta‖ (Rozitchner, 1972) del sujeto burgués
afectado de inconciente que, sin ser una peculiaridad inédita de la modernidad, se constituye en la encrucijada de
las abstracciones sociales capitalistas, la llamada ―biografía personal‖ y la eficacia de la dominación anónima
propia de las dinámicas abstractivas simbólicas e imaginarias de ciertas temporoespacialidades de longue duree
(lenguaje, patriarcado, dominación masculina, monoteísmo, etc.).

Hipótesis VI: Lo inconciente freudiano es una categoría de la dominación impersonal por abstracción. Esto
es: la dominación impersonal bajo las categorías reales del Capital, es condición de posibilidad objetiva para la
realización subjetiva de la dominación impersonal de los particulares bajo las abstracciones sociales, simbólicas e
imaginarias de lo inconciente estrictamente capitalista, en tanto sujeto del ―inconciente sin cualidades ni
atributos‖ (Milner, 1996).

BB2. Ley general de la Abstracción Social: teoremática de la abstracción intelectual capitalista.

Atendiendo a lo establecido hasta el momento en torno a la Ley general de la Abstracción Social, en


tanto que caso particular de la misma, la Crítica clínico-política establece asimismo las condiciones de un cálculo
conjetural estrictamente cernido a la barrera epistémica históricamente específica que establece el Universo social
de la modernidad capitalista respecto a las abstracciones intelectuales (proposiciones, enunciados, etc.). A tales fines,
establece entonces lo que denomina teoremática de la abstracción intelectual capitalista. La Crítica clínico-política
elabora una tal teoremática partiendo de la siguiente definición otorgada por Omar Acha:

―En el vocabulario filosófico tradicional, en el que no se encuentran usos siempre técnicos del término, la
abstracción [intelectual] posee dos significados que es oportuno recordar. El primero concierne a la
generalización conceptual que establece una relación compartida entre dos o más elementos
empíricamente diversos. El segundo refiere a la separación arbitraria entre elementos considerados
indisociables. Un ejemplo del primero es la determinación de una común ―humanidad‖ entre dos o más
individuos humanos. Un ejemplo del segundo es la escisión entre un orden espiritual autónomo y una
extensión corporal‖ (Acha, 2018: 11).

En esas coordenadas, entonces, la Crítica clínico-política desarrolla un conjunto de Teoremas que hacen
precisamente a la teoremática de la Abstracción Social. A saber:

1er. Teorema: toda proposición, enunciado, discurso, etc., en tanto abstracción intelectual, encuentra sus
valores de verdad/falsedad y/o sentido/sin-sentido en su adecuación, correlación y/o consistencia con una
determinada abstracción social históricamente específica del Universo social de la modernidad capitalista33.

2do. Teorema: toda abstracción intelectual orientada a un objeto cualquiera ―x‖ (horizontalidad epistémica)
no se realiza sino sobre fondo de una determinada abstracción social históricamente específica del Universo
social de la modernidad capitalista (verticalidad sistémica).

3er. Teorema: toda abstracción intelectual orientada a un objeto cualquiera ―x‖ con pretensiones de
universalidad encuentra sus condiciones de realización en la ―generalización absolutizada‖ de una determinada
abstracción social del Universo social de la modernidad capitalista.

4to. Teorema: toda abstracción intelectual orientada a un objeto cualquiera ―x‖ con pretensiones de
transhistoricidad encuentra sus condiciones de realización en la ―hipóstasis des-historizada y/o escencialización
absolutizada‖ de una determinada abstracción social del Universo social de la modernidad capitalista.

5to. Teorema: toda abstracción intelectual orientada a un objeto cualquiera ―x‖ con pretensiones de
singularidad irreductible encuentra sus condiciones de realización en la ―particularización absolutizada‖ de una
determinada abstracción social del Universo social de la modernidad capitalista.

6to. Teorema: toda abstracción intelectual orientada a un objeto cualquiera ―x‖ con pretensiones de
universalidad, transhistoricidad y/o singularidad irreductible, en tanto que postule cualesquiera condición de

33
Una tal teoremática retoma y reformula los desarrollos de Quentin Meillassoux en Después de la finitud (2017) en torno al
realismo y/o el materialismo especulativo. Interesa destacar que, sirviéndose de tales aportes, la Crítica clínico-política asume
un posicionamiento de crítica inmanente al ―correlacionismo‖ y el ―principio de factualidad‖ establecido por Meillassoux, en
el marco de una Onto-epistemología Orientada por la ley general de la Abstracción Social. Esto último, sirviéndose de lo
propuesto por Graham Harman respecto a una Ontología Orientada a Objetos en Realismo especulativo (2014).
expresión externa a una determina abstracción social históricamente específica, no redunda sino en el ejercicio de
una fetichización capitalogocentrica de una determinada abstracción social históricamente específica34.

7to. Teorema: tanto las determinaciones escindidas (ideal y material, sujeto y objeto, sensible y espiritual,
etc.) como los cambios epistémicos suscitados en las abstracciones intelectuales, no podrían sino derivar de la
causalidad inmanente y contingente del movimiento real bifacético y contradictorio de las abstracciones sociales
históricamente específicas del Universo social de la modernidad capitalista.

8vo. Teorema: toda abstracción intelectual, por ejemplo las leyes de la termodinámica, no podría sino
describir, explicar, comprender y/o criticar la eficacia de una abstracción social, para este caso en particular el
trabajo abstracto, en una región delimitada del Universo social de la modernidad capitalista (modelización débil del
Principio Antrópico Recursivo del capital).

9vo. Teorema: toda abstracción intelectual, por caso la teoría del significante en Jacques Lacan, no podría
sino referir, metáfora y metonimia mediante, al funcionamiento mismo del Universo social de la modernidad
capitalista (Modelización fuerte del Principio Antrópico Recursivo del Capital).

En conclusión, la Crítica clínico-política constituye asimismo ella también, por caso, una abstracción
intelectual determinada por las posibilidades de auto-reflexividad inmanente a las categorías reales o
abstracciones sociales históricamente específicas e intransferibles del Universo social de la modernidad
capitalista. En definitiva es cierto aquello que escribe Oscar del Barco en El Otro Marx: ―la posibilidad de
enunciar el concepto de trabajo abstracto, por ejemplo, encuentra su fundamento en una realidad social que ha
convertido el trabajo en algo abstracto‖ (2018: 90).

BB2. Teoremática de la abstracción intelectual: Propedéutica.

Atendiendo a lo establecido por una tal teoremática de la abstracción intelectual, la Crítica clínico-política,
sin ánimos de exhaustividad y con finalidad eminentemente propedéutica, se dispone a presentar el siguiente
razonamiento conjetural a los efectos de compartir un insumo propedéutico mínimo de los posibles usos críticos de lo
que se ha establecido en tanto fetichización capitalogocentrica.

En tanto caso emblemático de abstracción intelectual, es posible conjeturar que aquello se denomina
―lógica global de la moderna sociedad burguesa productora de mercancías‖ no sólo es la ―consumación del
nihilismo de la metafísica en tanto que onto-teo-logía‖ (Heidegger). Está segunda no es sino una abstracción
intelectual sobre-determinada por las abstracciones sociales o categorías reales históricamente específicas del
Universo social de la modernidad capitalista. La afirmación heideggeriana conlleva una inversión fetichista en el
orden de las determinaciones reales y, en ese sentido, incurre sin más fetichización capitalogocéntrica. Pone
como determinación trans-histórica del Ser lo que no es sino una realidad ―onto-teo-lógica‖ históricamente
relativa a la materialidad social del nihilismo inherente a la metafísica del Capital.

Es cierto: ―el nihilismo es ese automatismo de la producción social que desplaza lo humano y se vuelve así
lo social sin-hombre‖ (Del Barco, 2018). El ―hilo conductor‖ para examinar la estrecha relación entre goce del
Capital y metafísica, entre dinámica destructiva del deseo del Valor y nihilismo consumado de la sociedad

34
Interesa destacar que el sexto teorema, atendiendo a la prevalencia actual de posiciones formalistas-reproductivista tanto
como descriptivistas-pseudoempiristas en el campo de la crítica de la sociedad, pone de manifiesto que la modernidad
capitalista es asimismo la ―era de las abstracciones y los universales‖ (Héller) como así también la ―época de la contingencia‖
(Žižek). En ese marco, es la necesidad determinada de la dominación impersonal bajo las universalidades abstractas
inherentes a las relaciones sociales capitalistas, contradictorias y potencialmente conflictivas, es aquella que habilita
posibilidades inmanentes y contingentes de contestación crítica particularmente situadas. A este respecto, consultar Marx de
vuelta (2014) de Facundo Nahuel Martín.
occidental, no podría ser otro que aquella hipótesis según la cual la fetichización capitalogocéntrica de las abstracciones
intelectuales es posible derivarla de las categorías reales involucradas en aquella abstracción social denominada
fetichismo de la mercancía. Por esto mismo, la pregunta fundamental de una Crítica de la Metafísica del Capital, al
contrario de lo planteado por el pensamiento occidental desde Leibniz en adelante (―¿por hay ser y no mas bien
la nada?‖), no podría ser otra: ―por qué vivimos en una sociedad dominada por la mercancía, por qué existe el
valor como forma social apriorística que regula nuestras vidas‖ (Vázquez, 2017: 32).

La Crítica clínico-política pone de manifiesto que lo real, en la modernidad capitalista, es aparentemente la


―cosa misma‖. En su repetición tendencialmente infinita, la mercancía se apodera de la vida social. Antes que un
objeto autoevidente, un bien trivial, o una cosa meramente intercambiable, la mercancía es el fantasma global de la
sociabilidad del Capital. La ―objetividad espectral‖ (Marx) del valor constituye el entrelazamiento generalizado de
las partículas sociales como tal. En lo esencial, la cuestión responde a las precisas palabras de Pablo Lovizio: ―el
capitalismo solamente produce cosas en tanto sustrato material primero – y residuo material después – del
proceso de valorización/reproducción ampliada. La forma-mercancía liberada desde su génesis productiva es una
batalla continua contra las cosas mismas. Porque su única finalidad es que sigan siendo medios cualitativos de un fin
cuantitativo‖. Es eso lo realmente siniestro en la modernidad del Capital.
La mercancía, ese sublime objeto del deseo capitalista, constituye un hecho social total. Comporta una relación
social universal. En cualquier caso, la mercancía ―es tanto un modo de subjetividad como de objetividad social‖
(Postone, 38). La especificidad histórica de la mercancía, en tanto ―forma problemática‖ (Backhaus, 1963), reside
en la idea según la cual constituye una ―relación social total y apriorística, que imprime una lógica abstracta,
impersonal y automática sobre el conjunto de las relaciones sociales‖ (Vázquez, 2017: 61). Allí donde la fuerza de
trabajo ―doblemente independiente‖ se encuentra con el ―capital libre‖, la objetualidad fantasmática de la
mercancía penetra, ―bien sin parar, bien discontinua‖, en todos los poros de la sociedad. El valor, en tanto que
categoría históricamente real, coincide entonces con su propio concepto.

Comprendida como ―categoría universal del ser social total‖ (Lukács, 1922), la mercancía configura la
totalidad de las prácticas sociales por lo cual es imposible reducirla a los elementos que articula relacionalmente. Es
por ello que la mercancía, en tanto ―tipo de práctica, estructurada y estructurante‖, es la forma material ―general y
totalizante‖ (Postone, 2006) del Universo social. Las acciones y las ideas, las relaciones sociales y la metafísica,
son ―dos caras de la misma moneda‖. Así las cosas, se trata de cuestionar entonces la convergencia problemática
entre la fetichización de las categorías sociales y la fetichización de las categorías intelectuales. El desafío estriba en hacer la
―crítica al sistema criticando el sistema de categorías del sistema‖ (Del Barco, 2017: 17).
―El devenir-mundo de la mercancía, es también el devenir-mercancía del mundo (…) la economía
transforma el mundo en mundo de la economía (…) se cumple absolutamente el principio del fetichismo de la
mercancía (…) [y la mercancía accede a la] ocupación total de la vida social‖ (Debord, 1967: 63). El devenir
mercancía del Universo social es directamente proporcional a la consumación nihilista de las categorías de longue
duree de la metafísica occidental. Esto es: ―la existencia de una conciencia metafísica y superior a los hombres es
una apariencia, pero una apariencia real: el capital. El capital es la fenomenología existente del espíritu, es la
metafísica real. Es una apariencia porque no tiene verdadera estructura de cosa, y sin embargo, domina a los
hombres" (Krahl, citado por Jappe). Sin embargo, la culminación del reinado supra-sensible de la mercancía
sobre el mundo sensible de la vida no responde a una historia evolutiva-cuantitativa, sino que implica una ―salto
cualitativo‖, una ruptura en el espacio-tiempo: un verdadero Big Bang.

El capitalismo, es cierto, tiene profundas raíces metafísicas. Hay una onto-teo-logía del Capital. De allí la
expresión de Enrique Dussel, la cual titula uno de sus libros, referida a las ―metáforas teológicas de Marx‖. Las
sutilezas metafísicas y las reticencias teológicas de la mercancía se ubican a la base de la metafísica circularis del
modo de producción capitalista35. Las diversas variantes de lo Uno (ousía, Ser, energía potencial, Sustancia, Yo,

35
Cf. Borges y el anillo del ser (2018) de Rubén H. Ríos.
Poder, monada, Vida, perceptio, E=mc2, ratio, materia, Otro, mathemata, Lenguaje, Heráclito, etc.) se transfiguran
en la circularidad fetichista del goce del Capital, en tanto Sujeto de la totalidad social en la modernidad. Lo
concreto se torna accidente de lo abstracto. En ese circuito auto-referencial y cíclico, eminentemente recursivo
como el goce del Capital, e irreversible como el deseo del Valor, se confecciona la ―ley de la inversión‖ que
gobierna los desarrollos, las crisis y las re-estructuraciones de la acumulación gozante capitalista.

La inversión objetiva que implica la institución del moderno modo productor de mercancías, conlleva al
hecho según el cual lo condicionado (la dinámica enajenada del valor) se auto-ponga como condición
incondicionada de lo condicionante (la práctica concreta de los seres humanos, enfrentados a sus producciones
autonomizadas). Lo fundado es inseparable de una operación de inversión-escisión respecto a lo fundante: la
fuerza humana de trabajo deseante-gozante devenida mercancía-de-goce-del-Capital. Entonces, el valor se
presente como el fundamento sin fundamento de la producción socio-deseante de la modernidad capitalista.
Parafraseando y reformulando a Nietzsche es posible sostener que el devenir del Universo social de la
modernidad capitalista se encuentra regido por un eterno retorno de la Diferencia (valor-de-uso), pero bajo la
forma social de lo Mismo (valor).

Tal es así que la sociedad productora de mercancías conduce inexorablemente, en-medio de crisis cada
vez más profundas, a una indiferente destrucción material del Universo social que es inversamente proporcional
a la compulsiva satisfacción ampliada del goce del Capital. El deseo del Valor produce cualidades distintivas
objetualizadas en mercancías-de-goce-del-Capital, pero en el mismo movimiento avanza ―destruyendo cada vez más, y
el momento de su triunfo sobre el ´socialismo real´ está seguido, ahora, por el momento en que se ven todas las
pulsiones de muerte que actúan en su interior‖ (Jean-Marie Vincent, 2007: 9). Es por ello que ―la pulsión de
muerte del proceso inercial de valorización del capital‖ constituye ―la violencia de la metafísica real del capital. El
nihilismo como consumación de la metafísica no es sino el absurdo autotelismo del capital‖ (García, 2018: 26).
Una tal pulsión patentiza, en su huida de la des-valorización (crédito a muerte, endeudamiento, etc.), la tendencia
colapsista relativa la fijación del devenir social en cuanto instinto del Capital. Esto mismo, empero, no podría ser
sino inmanente a las tendencias mismas de la valorización y producción de más valor (plus-valor). En ese
sentido, durante el capitalismo la violencia nihilista de la metafísica remite, en último término, a la violencia fetichista
de la dinámica del deseo del Valor en su proceso de satisfacción del goce del Capital, desplegada sin miramientos
por el sufrimiento informado que produce en los particulares.
Martín Heidegger, en Ser y tiempo (1927), sostiene que el sentido del ser no podría sino determinarse en el
horizonte del tiempo. El mismo Heidegger, pero en Tiempo y ser (1962), afirma que la metafísica occidental
determina la ―presencialidad‖ del ser como presencia mediante el tiempo. El Capital, en la medida en que se
apropia de la multiplicidad de lo ente bajo la forma social de la valorización, es la Metafísica Coronada. En el
capitalismo, el trabajo abstracto socialmente necesario para la producción de la forma valor de la mercancía hace
del tiempo abstracto cuantificado la magnitud equivalencial que gobierna la sociabilidad capitalista. Por esta
razón, el Valor es la medida de todas las cosas en el capitalismo. Es en ese marco, entonces, que la mercancía se
presenta como el fractal que contiene, en sí mismo, la totalidad de la moderna sociedad burguesa. Constituyendo
por eso el ―secreto‖ fundamental del capitalismo. La metafísica de la mercancía es decididamente aquella Cosa
supra-sensible que aplasta las cosas sensibles. Por ello, ―sólo una versión superficial puede concebir el capitalismo
como un proceso de acumulación ininterrumpido. Se trata, más bien, de un proceso de destrucción generalizada
en el que cualquier alto, cualquier conservación, cualquier duración limita el incremento de capital (…) El
capitalismo es una guerra total – permanente – contra las cosas, librada en la forma misma de la mercancía‖
(Rico, 2017).

En la modernidad capitalista, el fetichismo capitalogocéntrico no podría sino responder a la inversión real del
Universo social producto de la totalización de la mercancía. La mediación material de las relaciones sociales por
la mercancía no solo engendra una dominación impersonal convergente con la dominación de clase, sino que
también produce el fetichismo inherente a las formas escindidas de pensamiento-invertido al que están
sometidos todos los individuos de la sociedad, independientemente de la clase a la que pertenezcan. La
producción material de la sociedad es inseparable de la producción ideal del conocimiento fetichista de la
conciencia cosificada. Por lo cual, ―la crítica del fetichismo, no sólo de la mercancía, sino el fetichismo de la
teoría en cuanto tal, el fetichismo como inversión general de lo real y lo ideal, como realización de la abstracción
del valor, como violenta concreción de la escisión encarnada en la estructura de la mercancía‖ (García, 2018: 25).
No obstante, una tal fetichización intelectual no es una ―representación invertida de la realidad, sino una
inversión de la realidad misma‖ (Jappe, 2015: 40).

La fetichización capitalogocentrica, en tanto que relación social inmanente a las prácticas y categorías
intelectuales en la modernidad capitalista, ―no es una propiedad exclusiva de la mente, sino que se genera
también en el intercambio de mercancías. Dicha abstracción no tiene su origen en el pensamiento de los seres
humanos, sino en sus actos‖ (Vázquez, 2017: 25). Por lo tanto, el fetichismo capitalogocentrico no refiere a un
conjunto de representaciones intelectuales falsas, sino que remite al conjunto relacional de las formas verdaderas
de representación mediante las cuales se desenvuelve realmente el Universo social de la modernidad capitalista. Es
decir: ―Marx desarrolló un trabajo analítico que necesariamente tenía que constituirse en una teoría crítica
(categorial) de las relaciones sociales, ya que en el capitalismo lo particular de la materialidad social es que está
compuesta de formas de representación‖ (Vázquez, 2017: 80).

La producción de las acciones y la producción de los pensamientos son dos facetas fetichizadas relativas a la
organización histórica de las relaciones sociales inherentes a la dialéctica contradictoria del Universo social. Las
abstracciones sociales e intelectuales, en efecto, son formas bifacéticas de existencia que dominan de manera
anónima las vidas en la sociedad de la mercancía. Y esto porque existe una ―co-pertenencia‖ entre ―forma-
mercancía y forma-pensamiento‖ (Sohn-Rethel, 1980). Las categorías intelectuales son ―determinaciones del ser
social bajo el capitalismo‖ (Postone, 1993: 37). La práctica de la destruktion de la metafísica será una práctica
decididamente anti-capitalista, o no será.

La especificidad de las categorías intelectuales estriba en que refieren asimismo al tipo de relación social
funcional a la fetichización de la mediación objetiva (trabajo inconciente) involucrada en la dominación
impersonal de la mercancía en el capitalismo. Una crítica de la estructura fetichista de inversión y escisión inherente a la
sociabilidad de la mercancía parte de la premisa según la cual: ―las estructuras no son mentales, están en las cosas,
en las formas de producción y reproducción sociales‖ (Deleuze y Guattari, 1972: 180). Por ende, las categorías
intelectuales constituyen formas de estructuración política del Universo social que, en tanto tales, no son sino
inmanentes a las formas sociales de existencia inherentes a las categorías de la modernidad capitalista.

Las categorías de las abstracciones intelectuales se encuentran complejamente derivadas de las categorías de las
abstracciones sociales propiamente capitalistas, en tanto que formas sociales producidas verdaderamente sobre
fondo de la universalización histórica de las relaciones capitalistas en la sociedad moderna. Esto es: a) ―no es la
conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina
su conciencia‖ (Marx, 2008: 5); y b) ―No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la
conciencia‖ (Marx y Engels, 1970. 26). La crítica de una tal fetichización capitalogocentrica relativa a las
abstracciones intelectuales no podría entonces responder sino a ―una teoría general de las relaciones de
producción en la economía capitalista mercantil‖ (Rubín, 1974: 50).

Las abstracciones intelectuales son ciertamente materiales. En la modernidad capitalista, la fetichización


capitalogocentrica de las abstracciones intelectuales, en tanto ―formas objetivas de pensamiento‖ (Heinrich),
antes que responder a una mistificación imaginaria de la realidad, una simbolización fallida, una percepción
distorsionada, una falsa conciencia, un efecto ideológico, o un epifenómeno súper-estructural, etc., es una
relación social ―prosaicamente real‖ (Marx, 1859: 33), independiente de la voluntad y conciencia de los actores
particulares. ―El fetichismo de la mercancía no es una falsa conciencia, una mistificación, sino una forma de
existencia social total, que se sitúa por encima de toda separación entre reproducción material y factores mentales
porque determina las propias formas de actuar y pensar‖ (Jappe, 2011: 175).

La crítica inmanente de la fetichización capitalogocentrica, en tanto forma a priori históricamente


intransferible del plexo categorial de las prácticas intelectuales en la sociedad de la mercancía, no se reduce a la
elaboración de una crítica idealista de los presuntos contenidos representacionales falsos de las abstracciones intelectuales,
sino que la cuestión radica en concertar una crítica materialista respecto a sus formas prácticas históricamente verdaderas,
en tanto categorías de pensamiento y conocimiento de la ―conciencia enajenada‖ (Iñigo Carrera). La crítica del
fetichismo de las abstracciones intelectuales y la crítica del fetichismo de las abstracciones sociales constituyen el
anverso y el reverso de la crítica anti-metafísica del fetichismo categorial del Capital. En resumidas cuentas, ―la verdadera
crítica es la crítica de las formas verdaderas, y no la de los contenidos falsos‖ (Deleuze y Guattari, 1972).

Por último, la Crítica clínico-política conjetura entonces que sea cual sea el caso, según la Ley general de la
Abstracción social, la cuestión estriba en examinar la especificidad histórica, la inmanencia, la fetichización, la
sobre-determinación y la derivación compleja de las abstracciones intelectuales en su convergencia crítica con las
formas sociales de la dominación impersonal relativas a las abstracciones sociales contingentemente generalizadas
y necesariamente particularizadas en el Universo social de la modernidad capitalista. A modo conclusión, interesa
seguir a la letra el siguiente fragmento de Luis Ignacio García en el prólogo a El Otro Marx de Oscar del Barco
(2018):

―El valor no es un concepto, es la estructura real de una máquina salvaje de sometimiento (…) Enfatizar la
ruptura radical de Marx con toda forma de pensamiento burgués, es decir, con la escisión entre teoría y
praxis, entre ciencia e ideología, entre partido y clase, entre trabajo intelectual y trabajo manual, entre
espíritu y materia, entre un principio activo determinante y un principio pasivo determinado (…) La
deconstrucción de la metafísica debe ser anticapitalista si no quiere devenir en mero ejercicio teórico, del
mismo modo que la crítica de la economía política debe incluir una deconstrucción del entramado
categorial del pensamiento burgués‖ (García, 2018: 16-26)36.

BB3. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: NÚCLEO SÍNTESIS-PRIMORDIAL.

En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política a los efectos de examinar las
configuraciones aleatorias y determinaciones fundamentales que involucra la ontogénesis histórica de la
singularidad capitalista, el modelo especulativo del Big Bang de la modernidad capitalista delimita y atiende un
tercer problemático al que denomina Núcleo síntesis-primordial (BB4). Esto comprende un conjunto de desarrollos
que remiten al problema de la refuncionalización temporoespacial (núcleo-síntesis primordial) históricamente específica
que involucra el advenimiento del Universo social. En este punto, se examina entonces el campo de problemas
que establece la Crítica clínico-política respecto a las continuidades diacrónicas y discontinuidades sincrónicas involucradas
en el ―Corte Mayor‖ (Milner, 2006) que, respecto a las determinaciones imaginarias y simbólicas (abstracciones)
del Antiguo Régimen, opera como telón de fondo de la institución generalizada de las abstracciones sociales o
categoriales reales del Capital en la inmanencia de la temporoespacialidad de valorización capitalista propiamente
dicha.

BB3. Núcleo síntesis-primordial: procedimiento Friedman.

36
En términos ―estrictamente políticos‖, el problema de la revolución política y la cuestión de la emancipación social es
preciso re-plantearlo desde el punto de vista de una crítica categorial radical. Y esto, a los efectos de operar una ruptura con la
―estructura-de-escisión‖ (Del Barco, 1970) que matriza la forma-fetichista-de-la-política-moderna, esto es: la ―cruenta dicotomía‖
(Viñas) entre centralismo y espontaneismo, organización y autonomía, unidad y multiplicidad, determinismo y voluntarismo,
economía y política, mercado y Estado, capitalistas y trabajadores, imperialismo y pueblo, finanzas y precariado, ―ellos
contra nosotros, los necrófilos dueños del mundo contra nuestra voluntad de vivir‖ (Jappe, 2011: 33).
A los efectos de operar un cálculo conjetural en torno a la refuncionalización temporoespacial (núcleo
síntesis-primordial) en cuestión, la Crítica clínico-política se sirve de los conceptos físico-matemáticos de
―historias del universo‖, ―tiempo imaginario‖37 y del problema lógico-matemático de √-1 (raíz cuadrada de
menos uno) para elaborar entonces lo que denomina procedimiento Friedman. Este se justifica en virtud de
operativizar el cálculo conjetural en cuestión sin asimismo desatender a la barrera epistémica que, con el
advenimiento del Universo social de la modernidad capitalista, establece la ley general de la Abstracción Social.
El procedimiento Friedman es posible de explanarse en los siguientes términos:

I. Es posible conjeturar que todo acceso con pretensiones de inmediatez respecto a cualesquiera objeto
temporal y/o espacial presupuesto como preexistente al establecimiento del Universo social de la modernidad
capitalista, por ley general de la Abstracción social, no podría sino estar mediado por la eficacia históricamente
específica de ciertas abstracciones sociales o categorías reales capitalistas históricamente determinadas. Por
consiguiente, todo acceso pretendidamente ―inmediato‖ a cualesquiera de tales realidades ―preexistentes‖ a la
sociedad de la mercancía no podría sino adquirir el estatuto real de √-1 (raíz cuadrada de menos uno).

II. La asignación de un tal estatuto real para todo acceso con pretensiones de inmediatez respecto a
cualesquiera objeto temporal y/o espacial presupuesto como preexistente al establecimiento del Universo social,
no conlleva desconocer que el ―grado‖ de abstracción alcanzado por las categorías reales del Capital (o
abstracciones sociales) en la modernidad capitalista, posibilita la concreción de una crítica retrospectiva, auto-
crítica y contingente respecto a las temporoespacialidades de longue duree que anteceden al capitalismo (por caso,
el lenguaje, el monoteísmo, el patriarcado y la dominación masculina, etc.). Se sostiene entonces que solamente
ateniéndose a esos criterios resulta posible formular una crítica sobre las llamadas ―formaciones sociales y modos
de producción pre-capitalistas‖.

III. Ateniéndonos entonces a los términos recientemente establecidos (estatuto √-1 y retrospección
conjetural auto-reflexiva en tanto condición de la crítica), dado el establecimiento de la Barrera Caósmica y el
horizonte de sucesos establecido co-extensivamente a la institución de lo real capitalista con el advenimiento del
Universo social, es posible conjeturar lo siguiente: las condiciones de probabilidad de un cálculo racional
respecto a la precedencia, insistencia y persistencia (―continuidad diacrónica‖) relativa a la eficacia de las
dinámicas abstractivas de mediación y dominación de ciertas temporoespacialidades de longue duree (―duración
histórica‖) no es posible sino en tanto que conjetura retrospectiva (―historiografía après coup”)38.

IV. Con el advenimiento del Universo social capitalista, la precedencia, insistencia y persistencia relativa a la
eficacia de ciertas temporoespacialidades de longue duree no podrían disponer en tanto tiempo y espacio de
realización sino en una y la misma temporoespacialidad social. A saber: la temporoespacialidad social
históricamente específica de la modernidad capitalista. En tales condiciones, las temporoespacialidades de longue
duree se realizan bajo dominancia de la temporoespacialidad social de valorización capitalista propiamente dicha.

VI. Teniendo en cuenta lo que hemos establecido con la ―Ley de inversión originaria‖, es posible conjeturar
que la llamada ―génesis transhistorica‖ no coincide con lo decisivo que es la dominancia enfáticamente histórica.

37
En este punto, se retoma y reformula el campo de problemas establecido por Hawking y Penrose relativo a la discusión
de la hipótesis de la ―singularidad‖ en el modelo teórico del Big Bang a partir del concepto de ―historias del universo‖ de
Friedman y el problema del ―tiempo imaginario‖ en la física teórica. A este respecto, ver Historia del tiempo (2001) de Stephen
Hawking.
38
El carácter après coup comprendido en cualesquiera ―narrativa conjetural‖ relativa al campo de problemas del saber
historiográfico, desfonda el sostenimiento de la crítica de la sociedad en una filosofía de la Historia, o en un presupuestos
sustancialistas, evolucionistas, extra-históricos, meramente culturalista e historicistas, etc. Interesa destacar la operatoria
crítica que, en Inconciente e historia después de Freud (2007), realiza Omar Acha retomando la Nachträglichkeit freudiana en
discusión con el archivo foucaultiano y el après coup lacaniano, al momento de tramitar el problema de la temporoespacialidad
social de la modernidad capitalista a la luz de la eficacia específica del lenguaje, el monoteísmo, el patriarcado y la
dominación masculina, entre otras temporoespacialidades de longue duree.
Es decir, la anterioridad histórica de las temporoespacialidades del lenguaje, el monoteísmo y el patriarcado (larga y
mediana duración), no coindice necesariamente con la dominancia lógica de la temporoespacialidad de valorización
capitalista (corta duración), hacia el interior de la dinámica históricamente determinada de la dialéctica del Universo
social. En pocas palabras: la precedencia histórica no equivale en la modernidad capitalista a dominancia en el
orden de determinaciones sociales.

V. Una tal puesta en dominancia no resulta sino de una refuncionalización temporoespacial (núcleo síntesis-
primordial) concomitante al ―Corte Mayor‖ que, respecto a las determinaciones imaginarias y simbólicas del
Antiguo Régimen, establece el advenimiento histórico de las categorías reales del Universo social.

VI. Esa refuncionalización temporoespacial, no obstante la puesta en dominancia que opera respecto de las
dinámicas abstractivas de las dominaciones impersonales de mediana y larga duración, asimismo no
supera/suprime la heterogeneidad relativa y la sincronización asintótica de las temporoespacialidades de longue duree en la
temporoespacialidad social históricamente específica de la modernidad capitalista39.

VII. La refuncionalización temporoespacial históricamente específica es condición de realización sine que non
para la actualización o realización de la eficacia de toda temporoespacialidad de longue duree en el seno mismo de
la modernidad del Capital. La eficacia inconciente de las dinámicas abstractivas de dominación de tales
temporoespacialidades de longue duree, en última instancia, resultan históricamente re-funcionalizada en
inmanencia a la dominación inconciente relativa al carácter intransferible del moderno tiempo-espacio funcional a la
valorización del Capital.

VIII. Sobre fondo de una tal síntesis núcleo-primordial, entonces es posible conjeturar que las
temporoespacialidades de longue duree y la temporoespacialidad capitalista resultan convergente en la eficacia
anónima de la dominación impersonal por abstracción que hace a lo inconciente capitalista.40 En otros términos: en
lo inconciente capitalista, en tanto orden objetivo de determinaciones que opera de espaldas la conciencia de los
actores particulares y agentes colectivos convergen: a) la eficacia abstractiva de la dominación impersonal de
larga y mediana duración propia del patriarcado, el monoteísmo y el lenguaje; b) la eficacia abstracta de la
dominación impersonal de la temporoespacialidad propiamente capitalista. Esta segunda, como hemos dicho,
ejerciendo la dominancia respecto a las primeras.

IX. La eficacia de las abstracciones (sociales, imaginarias y simbólicas) involucradas en la dominación


impersonal operada por lo inconciente capitalista, se produce en una encrucijada de temporoespacialidades contradictorias
potencialmente conflictivas.

X. En conclusión, es posible conjeturar que el Big Bang de la modernidad capitalista supone una re-
funcionalización temporoespacial que, en cuanto tal, produce históricamente la convergencia genética que
produce la especificidad de lo inconciente capitalista, y cuyo fin-en-sí-mismo no es otro que la institución de una
lógica inconciente de dominación impersonal orientada a la compulsiva satisfacción ampliada del goce del Capital
sin miramientos por el sufrimiento informado que ello produce en los actores particulares. A fin de cuentas, la
Crítica clínico-política atiende a la letra del siguiente fragmento de Omar Acha en Encrucijadas de marxismo y
psicoanálisis (2018):

39
La heterogeneidad relativa y sincronización asintótica de las temporoespacialidad de longue duree, atiende al campo de
problemas de los ―entre tiempos‖, ―contra-tiempos‖ y ―des-tiempos‖, etc., o los ―entre-lugares‖, ―no lugares‖, etc.,
implicados global y situacionalmente en la temporoespacialidad social capitalista. En ese sentido, remite al meollo de lo que
tradicionalmente se tramita en los términos de la ―no contemporaneidad de lo contemporáneo‖ en el Universo social de la
modernidad capitalista.
40 Freud afirma que lo inconciente no tiene temporalidad. Y si bien esto fue interpretado como una presunta afirmación a-

temporal de lo inconciente, tal como sucede en la afirmación althusseriana de la ―Ideología no tiene historia‖, o en la tesis
lacaniana relativa a la transhistoricidad de lo inconciente, la cuestión estriba en afirmar que lo inconciente no tiene una y la
misma temporalidad sino que, al contrario, se encuentra constituido por una encrucijada de temporalidades conflictivas y
contradictorias de corte, mediana y larga duración.
―El capital no es monológico incluso en el terreno de las relaciones sociales de producción. Así como es
compatible con la coexistencia de múltiples formas de trabajo y composición de clases sociales, de
organizaciones estatales y discursos legitimadores, su reproducción ampliada es viable con distintos modos
de religión monoteísta, de dominación masculina sostenida en la figura paterna y con diferentes prácticas
estructuradas de la representación simbólica. Lo importante es que no las deja como están. Las incorpora,
modifica y utiliza a través de su inscripción en la forma dineraria. Así lo hizo, sin que existiera un sujeto
conciente que diseñara un plan maligno de dominación, con la división sexual del trabajo para el desarrollo
productivo asalariado, para la reproducción de los cuerpos requeridos por la generación de plus-valor, para
la mercantilización del lenguaje y el pensamiento, en beneficio de la expansión de la acumulación‖ (Acha,
2018: 101).

BB4. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: CONDICIÓN DE FRONTERA.

En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política a los efectos de examinar las
configuraciones aleatorias y determinaciones fundamentales que involucra la ontogénesis histórica de la
singularidad capitalista, el Big Bang de la modernidad capitalista (BB) delimita y atiende un cuarto campo
problemático al que denomina Condición de frontera (BB3). Esto comprende un conjunto de desarrollos relativos al
problema de la producción necesariamente contingente y contingentemente necesaria de la temporoespacialidad
funcional a la valorización del Capital históricamente específica del Universo social de la modernidad capitalista.

BB4. Condición de frontera: archi-origen del tiempo social y el espacio social.

A los efectos de operar un cálculo conjetural relativo al problema de la producción históricamente


específica de la temporoespacialidad social capitalista, la Crítica clínico-política establece entonces lo que
denomina Postulado del archi-origen del tiempo social y el espacio social41. A saber: No hay y no podría sino haber un
archi-origen de la temporoespacialidad social capitalista propiamente dicha, en tanto producción concomitante al
―Corte Mayor‖ (Milner, 2006) respecto a las determinaciones simbólicas e imaginarias del Antiguo Régimen que
oficia como telón del advenimiento histórico del Universo social.

BB4. Condición de frontera: Hipótesis.

Sirviéndose de lo postulado respecto al archi-origen del tiempo y el espacio social, la Crítica clínico-
política examina entonces la producción histórica de la temporoespacialidad social capitalista en tanto que
tiempo-espacio funcional a la valorización del Capital. En sentido estricto, la producción de una temporoespacialidad
de valorización cuyo fin-en-sí-mismo no es otro sino la satisfacción del goce del Capital sin miramientos por el
sufrimiento informado que eso produce en los actores particulares. Precisamente, a tales fines delimitamos
entonces las siguientes hipótesis.

Hipótesis Postone.

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, no es posible
establecer racionalmente (imposibilidad objetiva) sino un archi-origen contingentemente finito, una lógica irreversible y
autotelica, una dinámica intensiva enajenada y una dialéctica totalista tendencialmente contradictoria y potencialmente conflictiva
relativa a la dimensión del tiempo social.

La producción de un tiempo social bifacético, globalmente generalizado (tiempo abstracto) y


situacionalmente particularizado (tiempo concreto), es una peculiaridad intransferible e indisoluble de la
dominación en la modernidad capitalista. En efecto, el tiempo social universalizado no es una dimensión
sustancial, neutral, formal, natural, antropológica, meta-histórica, transhistórica, a-histórica, etc., inherente a la

41
El postulado del archi-origen del tiempo y el espacio social retoma y reformula los desarrollos de Jaques Derrida respecto
al problema filosófico del ―origen‖ en De la gramatología (1967).
naturaleza humana de cualesquiera formación y modo de producción material de la sociedad, sino que es una
dimensión procesual-relacional históricamente producida en la inmanencia del Universo social de la modernidad
capitalista. El Capital produjo, en efecto, el tiempo social en cuanto tal.

Las dimensiones del tiempo social son categorías históricamente determinadas del capitalismo. En un tal
Universo social, la indiferente medida abstracta de la valorización del Capital produce, en efecto, la realidad de las
categorías temporales. Las dimensiones del Pasado, el Presente y el Futuro son un producto histórico de la
temporalidad capitalista. Y esto así porque, en este Universo social, la duración real del pasado, el presente y del
futuro se encuentran estructuradas como dimensiones concretas de la temporalidad abstracta, cuantitativa y
equivalencial propia de la sociedad capitalista. En tanto que relación universal objetivada en prácticas
situacionales específicas, la mediación social del tiempo opera como dimensión funcional a la valorización del Capital.
Estrictamente hablando, el Big Bang de la modernidad capitalista supone la producción de un tiempo social de
valorización cuyo fin-en-sí-mismo no es otro que la satisfacción del goce del Capital sin miramientos por el
sufrimiento informado que ello produce en los actores particulares. En ese punto, la Crítica clínico-política
denomina Ultra-temporalidad enajenada del deseo del Valor a la síntesis del tiempo social involucrado en la valorización
acelerada del Capital. Sobre esta cuestión, es menester atender a la letra del siguiente fragmento de Moishe
Postone en Tiempo, trabajo y dominación social (1993):

―El centro del análisis de Marx [es] la temática de la temporalidad, así como una crítica a la producción, y
pone los cimientos para un análisis de la sociedad capitalista moderna como una sociedad con una
dinámica direccional, estructurada por una clase de mediación social históricamente inédita que, aunque
socialmente constituida, presenta un carácter abstracto, impersonal y cuasi-objetivo. Esta clase de
mediación (el trabajo en el capitalismo) está estructurada por una práctica social históricamente
determinada, al tiempo que estructura las acciones, visiones del mundo y disposiciones de la gente‖
(Postone, 1993: 29; énfasis añadido).

Es posible conjeturar entonces que hay temporalidad social porque hay Universo social de la
modernidad capitalista42. Si se prefiere, siguiendo a Karl Marx en los Grundrisse: hay Historia por la
universalización de la dimensión temporal tendencialmente totalista de la relación social capitalista (―historia
universal‖). En ese sentido, se destaca: a) ―[el pensamiento de Marx] no consiste en la explicación transhistórica
de la historia sino en la crítica de la historia universal como ficción necesaria de una dominación social específica:
la de una lógica capitalista cuya forma fenoménica es, por el momento, la del mercado mundial (…) La historia es
una forma necesaria de representación de la universalidad capitalista. En ese sentido es propiamente ideológica,
esto es, no un error o una ilusión, sino una producción conceptual funcional: la forma historia del capital. No es
solo una fantasía o una equivocación del pensamiento ´occidental´. Es el artefacto conceptual inherente a la
constitución de un mercado mundial. De allí que su eficacia subsista a toda deconstrucción literaria o
cuestionamiento teórico. La historia es una figura derivada de la generalización de los procesos de abstracción
eficaces en la vida social. Marx sugiere pensar que la disolución de la historia solo será posible a través de una
mutación radical del modo capitalista de producción‖ (Acha, 2019: 88-90); y b) ―La historia como proceso global,
totalizante y que posee una dinámica, entonces, aparece únicamente bajo las formas sociales capitalistas. Marx,
dice Postone, no es un continuador de las filosofías de la historia modernas sino su crítico. Sin embargo, a
diferencia de otros críticos de la idea de historia como los posestructuralistas, Postone (y su Marx) no desconoce

42
Sobre la relación históricamente específica entre la onto-génesis de las categorías del tiempo social y el advenimiento del
Universo social de la modernidad capitalista, ver Futuridades (2018) de Ezequiel Gatto. Por caso, respecto al campo de
problemas relativos a la categoría de ―futuro‖, en tanto vector de la dimensión del tiempo social en la modernidad
capitalista, el autor señala que ―La categoría de futuro tiene un valor político y cultural decisivo para la modernidad, es decir,
es una categoría articuladora de ese momento social. Pensada en el registro de una línea de tiempo en el cual ese futuro
siempre está por delante y dotado de una figura visualizable (…) Esa categoría conlleva un juego ambiguo y confuso: postula
como un universal antropológico lo que en realidad es una construcción histórica muy situada en la modernidad. Futuro puede ser
una palabra que puede servir para cualquier estructura de tiempo social y sin embargo es una categoría que tiene una
inscripción histórica muy definida‖ (2019; énfasis añadido).
que, en las condiciones peculiares del capitalismo, existe efectivamente algo como una dinámica histórica
objetiva, independiente de la voluntad de las personas y totalizante‖ (Martín, 2019: 33).

Hipótesis Lefebvre

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, no es posible
establecer racionalmente (imposibilidad objetiva) sino un archi-origen contingentemente finito, una lógica incontenible y
autoreferencial, una dinámica extensiva alienada y una dialéctica totalista tendencialmente contradictoria y potencialmente conflictiva
relativa a las dimensiones del espacio social.

La producción de un espacio social bifacético, globalmente generalizado (espacio abstracto) y


situacionalmente particularizado (espacio concreto), es una peculiaridad intransferible e indisoluble de la
dominación en la modernidad capitalista. En efecto, el espacio social universalizado no es una dimensión
sustancial, neutral, formal, natural, antropológica, meta-histórica, transhistórica, a-histórica, etc., inherente a la
naturaleza humana de cualesquiera formación y modo de producción material de la sociedad, sino que es una
dimensión procesual-relacional históricamente producida en la inmanencia del Universo social de la modernidad
capitalista. El Capital produjo, en efecto, el espacio social en cuanto tal.

Las dimensiones del espacio social son categorías históricamente determinadas del capitalismo. En un tal
Universo social, la diferencial unidad de valorización concreta del Capital, en efecto, produce la realidad de las
categorías espaciales. Como bien demuestra Henri Lefebvre en La producción del espacio, las dimensiones del Centro
y la Periferia, del espacio diferencial y el espacio unitario, lo compacto y lo extensivo, lo plano y lo profundo, lo
particular-local y lo general-global, son productos históricos y dimensiones concretas dominadas por la
espacialidad abstracta, cuantificante y equivalencial propia de la sociedad capitalista. En tanto que relación
universal objetivada en prácticas situacionales específicas, la mediación social del espacio opera como dimensión
funcional a la valorización del Capital. Estrictamente hablando, el Big Bang de la modernidad capitalista supone la
producción de un espacio social de valorización cuyo fin-en-sí-mismo no es otro que la satisfacción del goce del
Capital sin miramientos por el sufrimiento informado que ello produce en los actores particulares. En ese punto,
la Crítica clínico-política denomina Hiper-espacialidad alienada del deseo del Valor a la síntesis del espacio social
involucrado en la valorización expansiva del Capital. Sobre esta cuestión, es menester atender a la letra del siguiente
fragmento de Jean-Marie Vincent:

―Este acompasamiento lineal abstracto del tiempo produce evidentemente muchos efectos por fuera del
dominación estricto de la temporalidad. El espacio, en particular, en muchos aspectos está estructurado
por la producción de valor y por tanto por el trabajo abstracto. Los flujos de valor se imprimen en el
espacio como zonas de habitación, zonas de producción y lugares de esparcimiento, pero también como
circulación de mercancías, de hombres y de informaciones. De cierta manera el espacio deviene él mismo
abstracto y cautivo de la producción de valor‖ (Vincent, 2008).

En otros términos es posible conjeturar que hay espacialidad social porque hay Universo social de la
modernidad capitalista43. Si se prefiere, siguiendo a Karl Marx en los Grundrisse, lisa y llanamente: hay Mundo por
la universalización de la dimensión espacial tendencialmente totalista de la relación social capitalista (―mercado
mundial‖). En ese sentido, se destaca que: a) ―El valor no está, pues, limitado a una esfera particular de la vida
social (…) La transformación en valor se plantea como mediación universal entre el hombre y el mundo (…) El
valor es el principio de síntesis de la sociedad basada en él‖ (Jappe, 2011: 150); b) ―El mundo global nace con el

43
En torno a la relación históricamente específica entre la onto-génesis histórica de las categorías del espacio social
(espacialidad mundial del centro y la periferia, por caso) y el advenimiento del ―mundo de las mercancías‖ en el Universo
social de la modernidad capitalista, en Filosofía de la liberación (1976) Enrique Dussel escribe: ―El espacio de un mundo dentro
del horizonte ontológico es el espacio del centro, del estado orgánico y autoconsciente sin contradicciones porque es el estado
imperial. No hablamos del espacio del claustrófobo o del agorófobo. Hablamos del espacio político, el que comprende
todos los espacios, los físicos existenciales, dentro de las fronteras del mercado económico, en el cual se ejerce el poder bajo
el control de los ejércitos‖ (1976: 13).
mercado mundial (…) Después de todo, sin mercado mundial no habría proletarios del mundo‖ (Campos, 2019:
55); y c) ―De acuerdo con Kurz, la génesis histórica de estas dos esferas [economía nacional y el mercado
mundial] no es, como supone por ejemplo Immanuel Wallerstein, un paso paulatino y progresivo de mercados
locales y regionales a mercados interiores a nivel nacional, y solo desde allí a un mercado mundial, sino al revés:
el capitalismo nace como mercado mundial. Los procesos de expansión a ultramar y la conquista del nuevo
mundo dan lugar a unos flujos de intercambio de mercancías a nivel planetario que irrumpieron con gran fuerza
sobre las estructuras sociales agrarias y sus mercados limitados, desbordándolas y erosionando sus estructuras
sociales. En el principio del capitalismo está por tanto el mercado mundial‖ (Maiso, 2017: 136).

Hipótesis Einstein (historicidad).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, no es posible
establecer racionalmente (imposibilidad objetiva) sino una co-producción históricamente finita del tiempo social y el
espacio social en la inmanencia de una y la misma objetividad universal denominada temporoespacialidad social
capitalista propiamente dicha, en tanto que dimensión totalista y crecientemente acelerada funcional a la valorización del
Capital. En este punto, la Crítica clínico-política atiende a la letra de los siguientes fragmentos:

―Esta dictadura del tiempo abstracto, llevado a cabo por el mecanismo de la competencia anónima, creó
para sí el correspondiente espacio abstracto, el espacio funcional del capital, separado del resto de la vida.
Surgió así un tiempo-espacio capitalista, sin alma ni rostro cultural, que comenzó a corroer el cuerpo de la
sociedad‖ (Kurz, 1999).

Hipótesis Bergson I (lógica).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de la Abstracción Social, es posible
establecer racionalmente una diferenciación de hecho (diferencia de grado/actual) entre las formas materiales
relativas a lógica temporal irreversible y la lógica espacial incontenible en tanto dimensiones involucradas en la práctica
concreta de las relaciones sociales inmanentes a la temporoespacialidad social capitalista funcional a la
valorización del Capital. En este punto, la Crítica clínico-política destaca que ―la cooperación [de hecho] es
estructurada por el propio espacio-tiempo abstracto, funcional al proceso de valorización‖ (Vázquez, 2017: 46).
Y esto, puesto que ―el trabajo, forma de actividad abstracta y encerrada en ese tiempo-espacio específico, [de
hecho] tuvo que ser depurado de todos los elementos disfuncionales de la vida‖ (Kurz, 1999).

Hipótesis Bergson II (lógica).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de la Abstracción Social, es posible
establecer racionalmente una diferenciación de derecho (diferencia de naturaleza/virtual) entre las formas
materiales de la lógica temporal autotelica y la lógica espacial autoreferencial en tanto dimensiones involucradas en la
práctica concreta de las relaciones sociales inmanentes a la temporoespacialidad social capitalista funcional a la
valorización del Capital. En este punto, la Crítica clínico-política destaca que la temporoespacialidad social
capitalista ―funciona [de derecho] como un apriorismo social destinado a involucrar estructuralmente el mundo de
la vida en el proceso de valorización del valor‖ (Vázquez, 2017: 48).

Hipótesis Hawking (dinámica).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, dados los límites
inmanentes-tendenciales del Capital concomitantes a la institución de lo real capitalista, no es posible establecer
racionalmente (imposibilidad objetiva) sino una dinámica sistémica meta-estable de la temporoespacialidad social
capitalista. En el Universo social, una tal dinámica meta-estable no podría sino responder a las siguientes
determinaciones históricamente específicas:

a) una dinámica relativa a la contracción limitada relativamente variable de la espacialidad capitalista, tendiente al
incremento de los espacios sociales funcionales a la valorización del Capital; y
b) una dinámica relativa a la expansión ilimitada absolutamente constante de la temporalidad capitalista, tendiente a
la radicalización de la incertidumbre acelerada del tiempo social funcional a la valorización del Capital44.

Hipótesis Reimann (dialéctica tendencial).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de la Abstracción Social, es posible
delimitar racionalmente las siguientes determinaciones históricamente específicas relativas a la tendencia
contradictoria potencialmente conflictiva de la temporoespacialidad social capitalista funcional a la valorización del
Capital. A saber:

a) una univocidad héterogenizante del tiempo social capitalista, en tanto multiplicidad intensiva (continua y discreta)
que remite a una dimensión contradictoria potencialmente conflictiva que, tanto más sucesiva que
simultáneamente, conduce a una tendencia concretamente multilateralizante (tiempo concreto cualitativo) y
abstractamente unilateralizante (tiempo abstracto cuantitativo) relativa a constitución, estructuración y
dominación de las relaciones y prácticas sociales en la modernidad capitalista. A partir de esto: ―toda medida del
tiempo de vida se ve sometida a un proceso de abstracción que lo hace funcional al proceso de valorización del
valor‖ (Vázquez, 2017: 45);
y b) una plurivocidad homogenizante del espacio social capitalista, en tanto multiplicidad extensiva (discreta y
continua) que remite a una dimensión contradictoria potencialmente conflictiva que, tanto más simultanea que
sucesivamente, conduce a una tendencia concretamente multilateralizante (espacio concreto diferencial) y
abstractamente unilateralizante (espacio abstracto equivalencial) relativa a la constitución, estructuración y
dominación de las relaciones y prácticas sociales en la modernidad capitalista. En virtud de lo cual: ―la lógica del
espacio funcional a la valorización del valor se va imponiendo en todos los ámbitos‖ (Vázquez, 2017: 44).

Hipótesis Vázquez (totalidad contradictoria).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, es posible
establecer que la dimensión social del espacio contradictorio de valorización del Capital y la dimensión social del tiempo
contradictorio de valorización del Capital, en tanto objetividades tendencialmente totalistas de la temporoespacialidad
social capitalista propiamente dicha, no podrían ser sino las dimensiones inherentes a la práctica concreta de las
relaciones sociales de mediación abstracta que dominan de manera impersonal y ciega a los actores particulares
de espaldas a sus trayectorias temporoespacialmente situadas.

Hipótesis Jappe (tendencia histórica).

Atendiendo a la barrera epistémica que establece la ley general de Abstracción social, es posible
establecer que la temporoespacialidad de valorización del Capital se sostiene, en efecto, sobre fondo de una
tendencia totalista y contradictoria históricamente específica consistente en la valorización colonizante de aquellas
dimensiones temporales y espaciales del Universo social que se presentan como ―no-valor‖. Las patologías de la
temporoespacialidad capitalista comportan un doble movimiento: a) autonomización automática del tiempo-espacio
abstracto de valorización del Capital; y b) velocidad crecientemente acelerada y extensivamente ampliada del
proceso de colonización capitalista de aquellas dimensiones temporales y espaciales concretas devaluadas como
―no valor‖.

Ahora bien, en la modernidad capitalista la llamada ―esfera del no valor‖ no es sino presupuesto y resultado de
la denominada ―esfera del valor‖. Ambas dimensiones, por lo tanto, ―forman de manera conjunta la sociedad del
valor (…) El valor no funciona salvo porque hay no valor (…) Cada una de las dos esferas es condición de

44
―A lo largo del siglo XX, el capitalismo englobó, con el fin de extender la esfera de la valorización, sectores cada vez más
amplios de la vida: de la educación de los niños al cuidado de los ancianos, de la cocina a la cultura, de la calefacción a los
transportes‖ (Jappe, 2011: 118).
existencia de la otra‖ (Jappe, 2011: 157). El carácter materialmente concreto de todas aquellas dimensiones
temporales (tiempo diferencial de lo político, por ejemplo) y espaciales (espacio cualitativo de la política, por
caso) que aún no resultan subsumidas a la temporoespacialidad abstracta y cuantitativa de la valorización del
Capital se encuentran, ciertamente, acechadas por una tendencial colonización del valor sobre todo lo existente.

Es por ello que, en inmanencia a la dinámica del deseo del Valor, las dimensiones temporoespaciales de
valorización operan de manera general y particular porque históricamente hay dimensiones de ―no valor‖, las
cuales resultan ―puestas en valor‖ de manera cada vez más acelerada y expansiva. Por la misma tendencia de la
Ultra-temporalidad enajenada y la Hiper-espacialidad alienada del deseo del Valor, las ―dimensiones de no-valor‖
son re-funcionalizadas en miras a la compulsiva satisfacción ampliada del goce del Capital. Sobre esta cuestión, la
Crítica clínico-política atiende a la letra del siguiente fragmento de Anselm Jappe en Crédito a muerte (2011):

―El valor no existe, y no puede existir, más que en una relación dialéctica con el no-valor, y está relación es
necesariamente antagonista. La necesidad bulímica del capital de encontrar siempre esferas (dimensiones)
siempre nuevas de valorización del valor le empuja a poner en valor esferas vitales que, hasta ese
momento, eran sin valor. Esta colonización interior de la sociedad ha desempeñado un papel al menos
igual de grande que la colonización exterior para contrarrestar la tendencia endémica de la producción de
valor a agotarse, a causa de la menor cantidad de valor contenida en cada mercancía particular. El proceso
de la puesta en valor de lo que todavía no está sometido a la lógica del valor no ha terminado, ni podrá
terminar jamás. Al ocupar y arruinar las esferas no mercantiles, el valor resuelve a corto plazo sus
problemas de valorización en el plano económico. Pero mina sus propias bases en el plano social (…) La
lógica mercantil, para poder funcionar, para disponer de una sociedad en cuyo seno pueda evolucionar,
necesita que una parte de la vida social se desarrolle conforma a criterios no mercantiles. Aunque, al
mismo tiempo, su lógica ciega y fetichista (y no la estrategia de un mega-sujeto llamado clase capitalista) le
impulse a corroer esos mismos espacios (…) Desde el punto de vista de la primera, la esfera no-mercantil
no es una lógica alternativa que discurre por debajo de la lógica mercantil triunfante y que, en cuanto tal,
puede ser movilizada para constituir el punto de partida de una sociedad no-mercantil, o para situarse en
los márgenes del sector mercantil. En una sociedad mercantil, la esfera no-mercantil no existe más que
como esfera subordinada y mutilada. No es una esfera de libertad, sino la servidora despreciado, y sin
embargo necesaria, del esplendor mercantil (…) No constituyen, pues, en cuanto tales una realidad
diferente; no representan, en su forma actual, el punto de apoyo de una resistencia a la mercantilización.
No son el resto no alienado (Theodor W. Adorno), ni lo que ha escapado a mercantilización. También
ellas portan las marcas de una sociedad fetichista‖ (Jappe, 2011: 155-57).

BB5. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: CONDICIONES INICIALES.

En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política a los efectos de examinar las
configuraciones aleatorias y determinaciones fundamentales que involucra la ontogénesis histórica de la
singularidad capitalista, el Big Bang de la modernidad capitalista (BB) delimita y atiende un quinto campo
problemático al que denomina Condiciones iniciales (BB5). Esto comprende un conjunto de desarrollos relativos al
problema de la mutación y reificación exponencial del nexo social45que involucra el advenimiento del Universo social de
la modernidad capitalista, en tanto forma social civilizatoria cuyo fin-en-sí-mismo no es otro que la satisfacción del
goce del Capital sin miramientos por el sufrimiento informado que ello produce en los actores particulares.

BB5. Condiciones iniciales: mutación exponencial.

45
Una tal mutación y reificación exponencial del nexo social retoma y reformula los siguientes aportes: a) el campo de
problemas relativo a la mutación del nexo social que involucra el advenimiento de la modernidad capitalista tal como es
analizado por Moishe Postone en Tiempo, trabajo y dominación social (1993); d) las consideraciones de Gilles Deleuze respecto a
la emergencia de la modernidad capitalista tal como es tematizada en Derrames II. Aparatos de Estado y Axiomática capitalista
(2017); y c) el problema del discurso en tanto que lazo social tal como se tramita en el marco del Otro Lacan (2015) de
Alfredo Eidelsztein.
A los efectos de establecer las condiciones de un cálculo conjetural relativo a una tal mutación y
reificación exponencial del nexo social, la Crítica clínico-política tematiza la eficacia histórica de tres
procedimientos formales y materiales históricamente específicos:

a) Procedimiento de traslación exponencial: el advenimiento de la modernidad capitalista, en lo que hace al


nexo social, involucra un procedimiento de traslación exponencial de las conjunciones tradicionales de interacción social
abierta a favor de las conexiones transversales de mediación social generalizada. En otros términos, hay mutación del nexo
social en tanto que el Universo social no se define por ―relaciones interpersonales abiertas, sino como un
conjunto de estructuras cuasi-independientes‖ (Postone, 1993).

b) Procedimiento de rotación exponencial: el advenimiento de la modernidad capitalista, en lo que atañe al nexo


social, involucra un procedimiento de rotación exponencial de las disyunciones coactivas de sujeción personal y
servidumbre directa en torno a conjugaciones anónimas de explotación impersonal y dominación abstracta. En otros
términos, hay mutación del nexo social porque el Universo social ―no consiste, en este nivel fundamental, en la
dominación de la gente por otra gente sino en la dominación de la gente por estructuras sociales abstractas que la
misma gente constituye (…) en la dominación bajo imperativos y fuerzas estructurales e impersonales‖ (Postone,
2006).

c) Procedimiento de gravitación exponencial del nexo social: el advenimiento de la modernidad capitalista, en lo


que atañe al nexo social, involucra una gravitación exponencial de las conjugaciones sociales en torno a la dominancia
ejercida por el Capital en tanto ―valor que se auto-pone como valor y produce más valor‖46. El procedimiento de
gravitación exponencial del nexo social conduce, en último término, a la transformación del Universo social en el
restringido Universo mercantil de la economía capitalista. En otros términos, hay mutación del nexo social
porque ―el capitalismo no es solamente el pase de mando de una clase dominante a otra, sino un nuevo tipo de
dominación que, sin carecer de un carácter de clase, se estructura a través de compulsiones anónimas, abstractas
y objetivadas. En esta forma de dominación aparece el moderno individuo libre e independiente, que ha roto con
los lazos de dominación personal y padece ahora la dominación objetivada del valor y la mercancía‖ (Martín,
2019: 52).

BB5. Condiciones iníciales: Principios de reificación exponencial.

En virtud de proseguir con el establecimiento de las condiciones de un cálculo conjetural relativo a tal
mutación y reificación exponencial del nexo social, la Crítica clínico-política atiende a lo que delimita como
principios de reificación exponencial del nexo social. A este respecto desarrolla lo que denomina: a) principio lógico de
reificación exponencial del nexo social; y b) principio dinámico de reificación exponencial del nexo social.

Principio lógico de reificación exponencial del nexo social.

Un tal principio atañe a la mutación exponencial del nexo social en torno a la gravitación del valor desde
un punto de la lógica del Universo social. En ese marco, es posible conjeturar que en tanto ―forma social total‖
(Jappe, 2016) el valor motoriza una operación lógica históricamente específica de reificación exponencial del nexo
social.

Esta operación lógica estriba en que el valor, en tanto organizador social de las relaciones capitalistas, no
responde a la voluntad de los particulares ni a la relación abierta entre los mismos, sino que resulta de conexiones

46
En el marco de esa dominación real de las categorías estrictamente económicas del Capital es que adquieren importancia,
por caso, las elaboraciones de Louis Althusser en Para leer El capital (1963). Sólo en la llamada ―sociedad del valor‖ existe una
dominancia que opera la llamada instancia económica por sobre el resto de las instancias, niveles y prácticas denominados
extra-económicos; produciendo y reproduciendo entonces la sobre-determinación y ―determinación en última instancia‖
inmanente a la tópica social compleja jerárquicamente estructurada de la modernidad capitalista.
transversales ciegas y semovientes. La forma social del valor no implica un tipo de interacción entre los
particulares de manera conciente, sino que, como motivo de su objetivación invertida en el valor, conlleva una
reificación exponencial del nexo social.

La Crítica clínica-clínico política conjetura entonces que es precisamente en una tal objetivación
invertida de la sociedad en el valor en la que estriba la dominación inconciente de los particulares por parte de
funcionamientos independizados y constricciones estructurales autonomizadas. Esto es: ―el capitalismo es, de
manera cada vez más visible, una sociedad gobernada por los mecanismos anónimos y ciegos, automáticos e
incontrolables, de la producción de valor‖ (Jappe, 2012: 397).

Principio dinámico de reificación exponencial del nexo social.

Atendiendo a la dinámica del Universo social, es posible conjeturar que la mutación exponencial del
nexo social en torno a la gravitación del valor, en tanto ―síntesis social‖ (Sohn-Rethel, 1980), motoriza una
operación dinámica históricamente específica de reificación exponencial del nexo social.

Esta operación dinámica motorizada asimismo por la mutación exponencial del nexo social en torno a la
gravitación del valor, estriba en que el valor, en tanto que historicidad social de las relaciones capitalistas, subsume
tendencialmente las disyunciones tradicionales de sujeción personal y subordinación directa. Una tal subsunción
tendencial supone asimismo la producción histórica de un ―individuo como ser social‖ doblemente independiente y
formalmente libres e iguales (independiente en tanto que desposeído de los medios de producción y libre de vender
su fuerza de trabajo).

La relación social del valor, en tanto que historicidad de las relaciones capitalistas, no implica la
coexistencia cooperativa de los particulares inter-dependientes y auto-organizados de manera autónoma sino que
conlleva a una mutación del nexo social como motivo de su objetivación alienada en la sociabilidad capitalista del
valor-que-produce-más-valor. Entonces, la realización objetivada del valor como principio auto-mediador de
síntesis social, en su forma pura actuante en la fenomenología de la socialización capitalista, conlleva a la
dominación de la ―economía‖ como dimensión restringida que se separa subordinado, fragmentando y re-
funcionalizando el resto de las dimensiones de la vida social en virtud de la (re)producción de valor y más valor.

La Crítica clínico-política conjetura entonces que es precisamente en una tal objetivación alienada en el
valor que estriba la dependencia material de los particulares bajo conjugaciones abstractas universalizadas derivadas de las
condiciones históricas de reificación exponencial del nexo social. Aquí, empero, la palabra economía no designa
meramente la cooperación colectiva involucrada en la actividad social relativa a la producción material de la
sociedad, la cual retroactivamente podríamos decir que es inmanente a cualquiera formación social en todo
momento histórico, sino que hace referencia al devenir mundo de la economía capitalista. El goce fetichista del Capital,
en tales condiciones históricas, convierte en predicado de sí a toda la sociedad. Remitimos, por tanto, a la
economía capitalista en tanto y cuanto se ha autonomizado, automatizado e independizado de la voluntad de los
actores particulares, al sustraerse a las deliberaciones colectivas concientes. Es decir: ―es el propio desarrollo
capitalista el que efectivamente ha sometido la totalidad de la existencia humana a los imperativos económicos
abstractos‖ (Jappe, 2014: 151).

BB5. Condiciones iniciales: convergencia histórico-genética.

Atendiendo en términos generales a lo explanado hasta el momento respecto una tal mutación exponencial
del nexo social, la Crítica clínico-política establece lo que denomina Principio de convergencia genética del nexo social
capitalista. Para comenzar es preciso atender a la letra del siguiente fragmento de Facundo Nahuel Martín en La
soledad de Marx (2019):

―La génesis histórica del capitalismo presupone la disolución de las formas comunitarias del nexo social,
que hacían de la comunidad de trabajadores los propietarios de sus condiciones naturales de existencia,
pero solo bajo la mediación de su pertenencia a la entidad colectiva. El surgimiento de una clase social de
trabajadores separados de los medios de producción, pero libres de lazos de dependencia personales, exige
la autonomía del individuo frente a los lazos de autoridad directa bajo las formas preexistentes de
coexistencia comunitaria. Hay, por lo tanto, una vinculación interna entre la independencia de las personas
en la modernidad y el surgimiento de la clase trabajadora desposeída. La libertad del individuo moderno
capitalista se paga, históricamente, con una doble opresión: la dominación de todos los particulares por la
lógica anónima-objetivada del capital y la desposesión de las comunidades donde el trabajo aparecía como
propietario, que funda la dominación de clase de la burguesía‖ (Martín, 2019: 36).

Atendiendo entonces a una tal afirmación del intelectual argentino, es posible conjeturar que la mutación
exponencial del nexo social involucrado en la génesis histórica de las categorías sociales de la modernidad
capitalista, converge críticamente con la génesis lógica y dinámica de las categorías fundamentales históricamente
específicas del Universo social47. Es decir, la destrucción de los lazos tradicionales converge con la producción del
nexo social moderno propiamente capitalista. La expropiación colectiva y la desposesión individual de los productores
sociales comunitariamente enlazados convergen con la apropiación privada de los medios de producción.

La separación de los productores sociales respecto a los medios de producción converge asimismo con: a) la
separación de esos mismos productores sociales respecto la producción genérica/particular de sus condiciones
sociales, simbólicas e imaginarias de existencia; b) la separación entre los productores sociales entre sí; c) la
separación de los productores sociales respecto a sus condiciones naturales de existencia; y d) la separación de los
productores sociales respecto de sí: división de los actores particulares en objetos-de-goce del Capital, agentes-
causa del deseo del Valor y sujetos de la acción/pasión. He aquí ―la grieta‖ constitutiva del ―individuo burgués‖
(Rozitchner); la ―cesura constitutiva‖ que constituye la barradura del ―individuo moderno afectado de
inconciente‖ (Lacan).

La disolución de las formas de dependencia personal converge con la propia independencia de los productores
sociales como presupuesto de la interdependencia mutua en las relaciones de producción (intercambio, distribución
y consumo). La autonomía del individuo frente a los lazos de autoridad comunitarias converge con
su heteronomía respecto a las relaciones sociales capitalistas. La independencia de los productores sociales respecto
a las formas comunitarias de dominación tradicional converge con su dependencia general respecto al proceso de
producción social capitalista. La liberación de los productores sociales respecto a las formas directas de
subordinación personal converge con su opresión colectiva respecto a la dominación de clase.

El sometimiento de los productores sociales respecto a la dominación de clase converge con su opresión
individual implicada en la obligación general de vender libremente su particular fuerza de trabajo. La libertad de los
productores sociales en la venta de su fuerza de trabajo converge con su explotación en las relaciones de
producción capitalistas. Esa libertad de los productores sociales respecto a los lazos sociales pre-modernos
converge con su esclavitud libidinal-pulsional bajo las formas abstractas de dominación impersonal en la modernidad
capitalista48.

47
Interesa destacar que si bien es cierto que la génesis histórica de las categorías sociales (las clases sociales, por caso) no
coincide necesariamente con la génesis lógica y la dominancia dinámica de las categorías fundamentales del Universo social (el
valor y la mercancía, por caso), no obstante, la Crítica clínico-política postula una convergencia crítica de las categorías
históricas, lógicas y dinámicas desde el punto de vista de una crítica auto-reflexiva respecto a sus propias condiciones
genéticas de realización en la inmanencia de la dialéctica de la modernidad capitalista.
48
―El capital vuelve esclavos a los hombres en el nombre mismo de los hombres, ya que se ha antropomorfizado. Es
claramente la dominación de la muerte, puesto que es siempre el ser transformado de éstos el que domina y que ellos
contemplan. Es un proceso siempre recomenzado: el capital penetra en el pensamiento, la conciencia, y de esta manera
destruye a los hombres tal como habían sido producidos por siglos de sociedad de clases‖ (Camatte, 1973).
La esclavitud libidinal-pulsional de los productores sociales converge con su producción como sujetos
independientes, libres y autónomos de la acción/pasión en la modernidad capitalista49. La producción de sujetos
independientes, libres y autónomos de la acción/pasión en la modernidad capitalista converge con la producción
de los productores sociales como objetos agentes de las categorías reales del Capital. La independencia, libertad y
autonomía particular de los productores sociales respecto a los lazos sociales pre-modernos converge con
su dependencia, esclavitud libidinal-pulsional y heteronomía respecto a la dominación general de las relaciones
sociales de la modernidad capitalista. He aquí ―la articulación de la grieta‖ constitutiva del ―individualismo
burgués‖ (Rozitchner); el ―fantasma‖ en tanto que forma del lazo social en la modernidad (Lacan).

La determinabilidad formal de los productores sociales bajo la denominación general de las relaciones sociales
de la modernidad capitalista converge con la determinación material de las categorías reales del Capital, establecidas
con la institución de lo real capitalista en tanto singular indeterminación del Universo social de la modernidad
capitalista. La determinante universal de las categorías reales del Capital converge con las posibilidades
inmanentes de auto-determinación (individual y colectiva) de los productores sociales. Así las cosas,
la necesariamente contingente producción de posibilidades inmanentes de auto-determinación de los productores
sociales, en el Universo social de la modernidad capitalista, converge asimismo con la contingentemente
necesaria obturación de las mismas en los límites históricamente específicos (imposibilidad objetiva) del Universo
social de la modernidad capitalista.

En conclusión, la Crítica clínico-política postula una convergencia crítica entre la dominación concreta-directa de
clase y la dominación abstracta-impersonal de las categorías reales del Capital. En ese sentido, se explicita finalmente que
―no cabe contraponer el análisis de [la dominación] clase con el despliegue [de la dominación] del valor como
lógica abstracta, automática e impersonal. En el fondo, el movimiento de las categorías económicas (…) es la
expresión cosificada de la lucha de clases, pues dichas categorías son formas mediadas del conflicto entre capital
y trabajo (…) Si bien la valorización del valor se basa en la explotación del trabajo, en el plano abstracto el
antagonismo entre capital y trabajo está mediado por categorías más complejas‖ (Vázquez, 2017: 19-20).

BB6. BIG BANG DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA: SENTIDO Y SIN-SENTIDO DEL


UNIVERSO SOCIAL.
En tanto modelo especulativo elaborado por la Crítica clínico-política a los efectos de examinar las
configuraciones aleatorias y determinaciones fundamentales que involucra la ontogénesis histórica de la
singularidad capitalista, el Big Bang de la modernidad capitalista (BB) delimita y atiende un sexto campo
problemático al que denomina sentido y sin-sentido del Universo social (BB6). Esto comprende un conjunto de
desarrollos relativos al sentido y el sin-sentido que involucra la producción, destrucción y organización del Universo social
de la modernidad capitalista.

Atendiendo a lo explanado hasta el momento respecto a la génesis de la ex-sistencia singular de la


modernidad capitalista, la Crítica clínico-política postula que en la misma operación de institución de lo real
capitalista se establece entonces el sentido y el sin-sentido del Universo social en tanto que límites reales de la
modernidad capitalista. La ―Institución [de lo real capitalista] significa entonces establecimiento en una
experiencia (o en un aparato construido) de dimensiones (en el sentido general, cartesiano: sistema de
referencias) en relación con las cuales toda una serie de otras experiencias tendrán sentido y formarán una

49
―El sistema monetario, es en los hechos el sistema de la igualdad y la libertad; las perturbaciones que se presentan en el
desarrollo reciente del sistema son perturbaciones inmanentes al mismo, precisamente la realización de la igualdad y la
libertad, que se acreditan como desigualdad y carencia de libertad (Marx, 1953: 187).
continuación, una historia‖ (Merleau-Ponty; énfasis añadido)50. En ese marco, se destaca que: a) el sentido del
Universo social, es decir la orientación general del proceso de producción capitalista, no podría ser sino la
satisfacción de la lógica autonómica del goce del Capital; y b) el sin-sentido del Universo social, es decir la dirección
autotelica y tautológica del proceso de destrucción capitalista, no podría ser sino la dinámica automática del
deseo del Valor. Por esta razón, la Crítica clínico-política postula que: a) el sentido del Universo social se produce
en el proceso genérico de producción inmanente a la dinámica sin-sentido del deseo del Valor, desplegado de
espaldas a las voluntades particulares y decisiones colectivas; y b) el sentido del Universo social se organiza hacia
el interior de las relaciones genéricas de producción, más allá de la conciencia de los particulares respecto a la
eficacia inconciente de la dominación impersonal que una tal organización implica.
Sentido del Universo social.
En el Universo social de la modernidad capitalista el sentido (tendencia/orientación) general del proceso
social capitalista, mediado por la dinámica del trabajo inconsciente del deseo del Valor, no es y no podría ser sino
unívoco. No hay múltiples sentidos en el Universo social. Hay un solo y mismo sentido, a saber: la satisfacción de
la lógica autonómica del goce del Capital sin miramientos por el sufrimiento informado que ello produce en la
sociedad.
Sin-sentido del Universo social.
En el Universo social de la modernidad capitalista el sin-sentido (dirección) del proceso social de la
producción capitalista, estriba en una tendencia indiferenciada y abstracta que signa la dinámica autotélica y
tautológica del deseo del Valor. Precisamente, en la medida en que el movimiento del deseo del Valor se
desarrolla sin miramientos por la cualidad material de los objetos, de forma indistinta respecto a las necesidades
concretas, y sin importar las consecuencias que conlleva para los actores particulares y agentes colectivos,
entonces en el capitalismo el proceso de producción social comandado por el fin-en-sí de la valorización del
Capital y su huida contra la propia des-valorización, porta en última instancia un carácter tendencialmente
destructivo que hace al momento nihilista del deseo del Valor en cuanto tal.
Organización inconciente del sentido y el sin-sentido.
Para la Crítica clínico-política el sentido del Universo social se produce en el proceso genérico de
producción social en tanto que inmanente a la dinámica sin-sentido del deseo del Valor. Tanto el sentido como el
sin-sentido de la modernidad capitalista, se organizan en virtud del trabajo inconciente como principio objetivo
de mediación social que, hacia el interior de las relaciones genéricas de producción, adquiere en las prácticas
sociales concretas una eficacia inconsciente que opera más allá de la voluntad y los intereses concientes de los
actores y agentes particulares, sin miramientos por las necesidades vitales de los mismos.
BB2. Sentido y sin-sentido del Universo social: causa formal, eficiente, material y final.
Atendiendo a lo recientemente examinado, la Crítica clínico-política establece las siguientes determinaciones
que haces a la casuística del sentido y el sin-sentido en el Universo social de la modernidad capitalista. A saber:

a) La mercancía es la causa formal del sentido del Universo social. La mercancía, ese aleph sensible y supra-
sensible, es el secreto del sentido social del goce fetichista del Capital; el Mercado es su superficie competitiva de
registro; el dinero su forma de inscripción equivalencial; el Estado y la propiedad privada, sus formas particulares
de regulación51.

50
Una aclaración necesaria en torno al término sentido: ―Con esta palabra nos referimos exclusivamente a la intención a que
dicho proceso [de producción] sirve y a su posición dentro de una serie psíquica (...) podemos, por tanto, sustituir el término
―sentido‖ por los de ―intención‖ o ―tendencia‖ (Freud, 2012: 2141)

51
―El problema no estriba en que compremos y vendamos. Estriba en que produzcamos para la compra y la venta.
Producimos —socialmente, mundialmente— para el mercado, no para la satisfacción de necesidades. Vivimos (y morimos)
b) El deseo del Valor es la causa eficiente involucrada en la producción del sentido del Universo social. El
valor se auto-pone como deseo y produce más valor, en el mismo movimiento de auto-valorizarse como tal,
satisface el Capital. Ese deseo inconciente, abstracto, objetivo, cantidad sin cualidad, puro gasto de energía
libidinal-pulsional ―puesta a trabajar‖, comporta la causalidad eficiente del goce social del Capital. La indiferente
producción de un objeto-de-valor-deseante cualesquiera=X, en tanto este último constituye una mercancía-de-
goce-del-Capital, conlleva una gobernanza totalista del sentido social de la moderna sociedad burguesa en virtud
de la satisfacción ampliada del Capital.

c) El trabajo inconciente es la causa material entrelazada en la organización del sentido del Universo social. El
trabajo es móvil mediador de la producción deseante de valor. No hay uno sin el otro. El trabajo inconciente
conforma el principio de síntesis social del deseo del Valor. El trabajo inconciente es la sustancia materialmente
abstracta, la magnitud de medida que produce el valor-que-desea-valor. Antes que un ―animismo cosificante‖ de
las categorías históricas, el trabajo inconciente del deseo del Valor, en tanto una relación social global, constituye
la consumición de aquel puro gasto indiferenciado de energía libidinal-pulsional abstraída en la producción y
reproducción del deseo del Valor en función de la ganancia compulsiva del Capital.

d) El goce del Capital es la causa final del sentido en el Universo social de la modernidad capitalista52. Las
relaciones sociales están orientadas de manera anónima a la gozosa repetición del circuito del Capital. La sed de
goce del Capital es decididamente ilimitada, pues no cuenta con otro límite más que su propia auto-
determinación ciega. La lógica integracional de la Sustancia gozante autonomizada no tiene como función colmar una
necesidad determinada, sino satisfacerse a sí mismo en un ciclo imposible de colmar, el cual se desarrolla a
cuestas de la sustentabilidad de las vidas, sin miramientos por el sufrimiento informado que conlleva para los
actores particulares y colectivos. Ese es el sentido de Universo social. Y por eso, es necesario abolirlo.

BB2. Sentido y sin-sentido del Universo social: producción y destrucción.


La Crítica clínico-política establece que el sentido del Universo social, en la medida en que tiende hacia la
satisfacción del goce del Capital, no podría sino producirse históricamente en la dirección inmanente del
movimiento autotélico y tautológico del deseo del Valor. La producción deseante del valor es propia de una
―sociedad que es direccionalmente dinámica‖ (Postone, 1993: 244). A este respecto, la Crítica clínico-política
destaca que el deseo del Valor, en tanto dinámica ciega de la dominación capitalista, en su proceso auto-
referencial orientado a la satisfacción del goce del Capital, ―está presente en todos los planos de la existencia
social, hasta en los recovecos más íntimos de quienes viven en una sociedad mercantil‖ (Jappe, 2011: 152).
Es preciso explicitar que ―el deseo [del Valor] pertenece al orden de la producción, toda producción es a la
vez deseante y social‖ (Deleuze y Guattari, 1972: 306), puesto que ―la producción social es la producción
deseante misma en condiciones determinadas‖ (Deleuze y Guattari, 1972: 354). El sentido y el sin-sentido del
Universo social se encuentran producidos en la inmanencia del deseo del Valor, en tanto que dinámica
históricamente determinada que rige el proceso relacional de satisfacción de la sustancia gozante autonomizada,
en una huida indiferentemente desenfrenada contra su propia desvalorización.

bajo la mediación mercantil. Todo lo cual no se resuelve con resistencias a la mercantilización y esfuerzos por defender el
valor de uso de las cosas. Se puede reprobar la mercantilización, es decir, se puede pedir que la mercancía no invada ciertos
territorios: «la comunicación no es una mercancía», «la sangre derramada no será negociada», «todo no se compra, todo no
se vende»... También se pueden crear pequeños circuitos de trueque y ejercitar la permacultura... Pero son respuestas
bienintencionadas que atacan a tal o cual cabeza de «la hidra capitalista» pero no ponen en cuestión la raíz del mito: la
estructura de la mercancía‖ (Repossi, 2018).
52
Respecto a las hipótesis de la ―causa final, material, formal y eficiente‖ del sentido del Universo social, esto es el goce del
Capital, confrontar con la videoconferencia de Alfredo Eldezstein titulada ―El goce en Lacan‖ en la cual trabaja
detenidamente los conceptos lacanianos de goce del Otro y sustancia gozante.
El Acontecimiento que implica la institución de lo real capitalista establece, en el mismo movimiento, la
orientación del sentido y la dirección del sin-sentido en el Universo social. Así pues, la valorización del Capital se
introduce en la materialidad del campo deseante53 (o si se prefiere, es la materialidad misma de un tal campo
procesual-relacional). En la modernidad capitalista, la palabra deseo no refiere a otra cosa que aquella dinámica
de (auto) producción inconciente de la sociedad en condiciones históricamente determinadas. El valor es el inconciente del
capitalismo. Por esta razón, el deseo en tanto que deseo del Valor no es un principio ontológico transhistórico, o
una naturaleza espontánea inherente a una presunta antropología humana. Menos aún se trata de una realidad
psíquica. El deseo del Valor, es preciso aclararlo, ―no es un dato ontológico, positivo, neutro, en el que la
humanidad se realiza‖, y el cual sería ―apropiado externamente por el capital‖ (Vázquez, 2017: 143). El deseo es
una relación social históricamente específica.

No hay sino una primacía real de la objetividad de las categorías del Capital por sobre las determinaciones
imaginarias y simbólicas en la temporoespacialidad capitalista propiamente dicha. Por esto mismo, resulta
objetivamente imposible (límite históricamente específico) que las categorías del Capital, en tanto que reales, no
sean sino el irreductible determinante respecto a las mediaciones simbólicas-imaginarias elaboradas en la práctica
concreta de las relaciones sociales. Así las cosas, el deseo en el capitalismo no es ―deseo del gran Otro‖
(simbólico). Muchos menos ―deseo del otro‖ (imaginario). Por el contrario: el deseo es deseo de lo real.

Si el deseo produce y desea, en realidad, es en tanto que produce y desea lo real. La producción deseante,
como dinámica inmanente a la producción y reproducción social, no tiene sino la forma social de las categorías
reales del Capital. Es cierto, ―La Ley” constituye al deseo. Pero ―La Ley‖ en el Universo social de la modernidad
capitalista, es y no podría sino ser La Ley del Valor. Es el valor, en tanto relación fundamental de la socialización
capitalista, el que configura desde-el-vamos la realidad históricamente determinada del deseo en cuanto tal. La
alienación heteronomica del deseo en el Valor es constitutiva de la producción libidinal. El deseo del Valor, en efecto,
es la ―forma social de la alienación inherente a la forma-valor‖ (Kurz, 2014: 45).

La ―pérdida del sentido‖ (Weber) en la modernidad del Capital es un fenómeno derivado del sin-sentido de
la valorización incesante del Valor. El deseo abstracto del Valor se convierte objetivamente en una potencia
destructiva, en la medida en que la satisfacción del Capital no le importa otra cosa que satisfacer su propio
incremento cuantitativo, y por eso domina la sociedad desarrollándose sin miramientos respecto de aquella
cualidad concreta que realiza materialmente la compulsión anónima del Capital. Estrictamente hablando, el deseo
del Valor satisface el goce del Capital allí donde se transforma en un proceso auto-referencial que comporta una
relación paradójica consigo mismo: sentido y sin-sentido. Sí el movimiento sin-sentido del deseo del Valor produce
y destruye efectivamente, entonces no podría hacer otra cosa que producir materialmente la realidad histórica del
valor y el sentido en la sociedad capitalista. Sobre esta cuestión, conviene atender a la letra del siguiente
fragmento de Deleuze y Guattari en El Anti Edipo (1972):
―De acuerdo con la terminología de Nietzsche, hay que decir: cualquier fenómeno remite a un tipo que
constituye su sentido y su valor, pero también a la voluntad de poder [el deseo del Valor] como al elemento
del que derivan la significación de su sentido y el valor de su valor. Por eso la voluntad de poder es esencialmente
creadora y donadora: no aspira, no busca, no desea, sobre todo no desea el poder. Da: el poder, en la
voluntad, es algo inexpresable (móvil, variable, plástico); el poder, en la voluntad, es como «la virtud que
da»; la voluntad por el poder es en sí mismo donadora de sentido y de valor‖ (Deleuze, 1967: 121; énfasis
añadido).
El carácter autofago de la sociedad capitalista, según el decir de Anselm Jappe, se sostiene en la
abstracción objetivada que motoriza el movimiento del deseo del Valor conforme a las desmesuradas exigencias

53
Al contrario de los postulados referidos a un presunto ―fin del trabajo‖, se señala que el sentido del Universo social
conduce a una ampliación de la llamada ―racionalidad instrumental del trabajo-productor de valor‖ (calculo medio-fines)
hasta ―colonizar dimensiones subjetivas‖ (acción comunicativa, afectividad, cognición, ―energía psíquica‖, etc.)
objetivamente subsumidas cada vez más a la producción social del valor. La valorización del campo del deseo es el elemento
central de tal subsunción ampliada del campo de la vida al Capital
de satisfacción del Capital. Para que la producción social de sentido del deseo del Valor devenga un sin-sentido
destructivo, el deseo tiene que reducirse a una cantidad sin cualidad, deseo cualesquiera=X, mero gasto
impersonal de energía libidinal-pulsional, producción indiferente e intercambiable, en el cual ya no interesa la
cualidad concreta producida y la diferencia sensible movilizada, sino más bien la cantidad de valor supra-sensible
producido. Mariano Alberto Repossi describe con detalle una hipótesis de partida para la conceptualidad del deseo en
la Crítica clínico-política. A saber: ―la experiencia social se desarrolla merced a una abstracción concreta: la
relación fortuita de los seres humanos con lo que hacemos. Deseo impersonal por un objeto = X. Deseo puro,
abstracto. El dinero es su superficie. La mercancía, su secreto. Y esta indiferencia nos mata‖ (Repossi, 2017: 94;
énfasis añadido).
La máquina abstracta del deseo del Valor se comporta como una tecno-materialidad destructiva, la cual
se levanta sobre el suelo sin fundamento de las vidas convertidas en monedas vivientes del goce del Capital. En
cuanto tal, el deseo del Valor constituye ―una relación social, y no una cosa, no una entidad previamente
constituida‖ (Vázquez, 2017: 54). Se desea valor y más valor. Deseo ―a secas‖. El deseo del Valor, o deseo
general objetivo y abstracto, por definición remite al puro gasto social de fuerzas de trabajo deseante-gozante
globalmente invertido en la satisfacción del goce del Capital. Por ende, la autoreferencial del valor-que-desea-
más-valor, por la mediación del trabajo inconciente que lo produce, conduce a una tendencial subordinación bien
real de lo particular bajo lo general, de lo concreto bajo lo abstracto, de la diferencia cualitativa bajo la
equivalencia cuantitativa, de lo simbólico-imaginario bajo las categorías reales de la objetividad del Capital.
Las categorías reales del Capital, en tanto se universalizan, tienden a una acelerada intensificación y una
ilimitada extensión del campo de valorización deseante. La operatoria consiste en ―despsicologizar‖, ―des-
antropologizar‖ y ―desindividualizar‖ el trabajo inconciente del deseo en la producción socio-libidinal del Valor,
en virtud de examinar el deseo como deseo anónimo, abstracto y objetivo irreductible a la faceta de realización
de sí mismo como deseo concreto y subjetivo. Con la universalización de la estructura de la mercancía, los fines
pulsionales y representaciones objetuales de la libido se encuentran abstraídos de las ―personas‖ que
presuntamente los portarían, en la medida en que el nexo social capitalista se heterogeniza y objetiviza en la
producción impersonal de Valor. El motivo de tal proceso no es sino la enajenación del deseo en la dominación
por abstracción del valor que produce más valor. Así pues, la indiferencia respecto de todo deseo ―particular‖
corresponde una forma de sociedad donde los individuos puedan pasar de un deseo-a-otro, de un objeto-de-
deseo hacia otro, sin importar la representación personologica de los mismos.
Entonces, el deseo impersonal, como determinación fundamental de la producción inconciente de la
sociedad, se sustrae a las personas empíricas, deja de adherirse al individuo como una particularidad y/o
propiedad suya. No somos propietarios del deseo. El desarrollo del deseo capitalista del valor en sentido estricto, con
la disolución de todas las cualidades que parecían indisolublemente ligadas a los ―sujetos de deseo‖, tiende a
desvincular las funciones, las catexis, los investimentos, etc., que otrora se pensaron como ―propiedad‖ o
―atributo‖ de los particulares. El deseo no es el valor, sino que es el vehículo real del valor. Por ende, el deseo no
desea el valor en tanto que objeto deseable pre-existente. Pues sí el valor es una relación social históricamente
determinada, y no una propiedad inherente a las cosas (sustancialismo), entonces la producción deseante no
refiere a la adquisición o la búsqueda de un objeto exterior en tanto valor específicamente deseado
(hilemorfismo). El deseo es la materialidad real del Valor auto-poniéndose como deseo y produciendo más valor.
Los llamados ―sujetos‖ no son sino los servidores de la valorización del valor. En ese sentido, desde el punto de
vista del Valor, los individuos son los esclavos libidinales-pulsionales del mecanismo del trabajo inconciente de un
Deseo Universal históricamente específico.
Entonces, el deseo deviene realmente producción social de sentido para y por el valor en la medida en
que la valorización del Capital subsume de forma tendencialmente totalista los diversos niveles, pliegues,
instancias, etc., de la experiencia humana concreta (afectos, erotismo, sexualidad, lenguaje, etc.) en condiciones
históricas determinadas. Ahora bien, el movimiento autoreferencial del deseo del Valor es inseparable del
―cuádruple atolladero‖ que organiza el sentido social. Esto involucra tanto la opresión sexo-genérica inherente a
la mediación familiarista de las relaciones patriarcales de reproducción, como también la dominación política
inherente a la mediación estatista de las relaciones de distribución, sobre fondo de la competición generalizada que
implica la mediación mercantil de las relaciones de intercambio y la explotación económica que supone la mediación
privatista de las relaciones de consumo. ―El trabajo subjetivo abstracto tal como es representado en la propiedad
privada tiene por correlato al Deseo subjetivo abstracto, tal como es representado en la familia privatizada‖
(Deleuze y Guattari, 1972: 313).
Dada la predominancia de la mediación objetiva de las categorías reales del Capital por sobre la práctica
concreta, el deseo es el deseo del Valor. Aquí, pues, la abstracción de la categoría deseo, o el deseo sans phrase, se
realiza materialmente en la sociedad. Puro gasto humano de energía libidinal-pulsional global sin importar ni el
producto producido ni el sufrimiento informado de los productores. El deseo anónimo involucrado en la
producción del valor es una dinámica de objetivación indistinta. Una reducción de todo a meros medios del fin-
en-sí mismo de la sustancia gozante capitalista. El proceso de producción del sentido social regula, gobierna y los
mismos productores sociales, ya que no se encuentra direccionado por sus concretas necesidades de consumo
sino por el imperativo impersonal de la valorización del deseo-que-desea-más-valor. El deseo del Valor no es una
categoría positiva y neutral, sino una categoría crítico-negativa de la dominación capitalista. Para el entendimiento
contemporáneo parecería ser una categoría simple y privada. Cuando por el contrario es una realidad compleja y
social, la cual constituye una relación social históricamente peculiar e intransferible del capitalismo: la dinámica
inconsciente involucrada en la estructuración política de la producción social en la modernidad capitalista.
Los individuos devienen agentes del deseo del Valor como resultado de un determinado proceso histórico54.
Una tal operación de primacía de la objetividad es constitutiva de la producción libidinal en el capitalismo. Las
categorías reales del Universo social, el deseo del Valor en este caso, no refieren a una realidad sustancia supra-
histórica válida para el análisis de cualquiera sociedad en todo momento histórico, sino que comportan una
relación social universalmente singular de la modernidad capitalista. Así pues, la producción deseante del valor que se
desea a sí mismo, conforma una categoría social límite, constituyen ―formas negativas, destructivas, que aprisionan a
las fuerzas productivas sociales hasta el punto de convertir a buena parte de la humanidad en algo superfluo,
innecesario desde el punto de vista del proceso de valorización del valor (Vázquez, 2017: 211; énfasis añadido).

Entonces, el Capital se vuelve autónomo y el Valor se convierte en el maquinismo automático de la


producción deseante, en tanto que la forma social y el contenido material de todo deseo quedan bajo el dominio
sin atributos de la abstracción indiferenciada de la socialización por y para la ―valorización del Capital en la auto-
valorización del valor‖ (Backhaus, 1967). Así pues, el valor se convierte en la forma social apriorística del deseo en
las condiciones sociales específicas de una sociedad cuyo sentido social está direccionada a la producción
incesante de mercancías-de-goce-del Capital. Es en ese marco que la producción deseante se configura como un
proceso tautológico enlazado en la forma límite de las relaciones sociales capitalistas: valor-que-desea-valor. En
cualquier caso, el deseo del Valor es la dinámica inconciente (infra-física, temporoespacial, productiva, objetiva,
no-sustancial, no-representacional, multi-dimensional, interseccional, etc.) que rige el devenir del sistema meta-
estable de las relaciones sociales en el Universo social de la modernidad. En ese punto, se retoma y reformula la
hipótesis de Omar Acha en Encrucijadas de psicoanálisis y marxismo (2018) respecto al carácter destructivo del deseo del
Valor
―[La dinámica del deseo del Valor implica] por un lado, un incesante desarrollo de las fuerzas productivas.
Por otro lado, una destrucción del valor sedimentado del capital, destrucción que solo puede ser
neutralizada por la extracción continua de plusvalor y por la apropiación del plusvalor de capitales de
mejor productividad (…) el despliegue abstractivo y dinámico del capital obedece a una muerte que lo
acosa incansablemente: la desvalorización de todo capital, una entropía que lo insta a reproducirse para no
ser destruido. O, más exactamente, para no autodestruirse‖ (Acha, 2018: 20).

54
No se trata de hacer una historia universal de los diversos conceptos de deseo, ―sino más de analizar las prácticas
mediante las cuales los individuos se vieron llevados a prestarse atención a ellos mismos, a descubrirse, a reconocerse y a
declararse como sujetos de deseo‖ (Foucault, 1985:13).
El deseo del Valor, en su inercia ciega, no es sino indiferente a la configuración concreta, las cualidades
distintivas, la adquisición particular y la representación personológica de los llamados ―objetos-de-deseo. En la
modernidad capitalista, el sin-sentido general del proceso de producción socio-deseante estriba en una tendencia
indiferenciada que signa la plurificación concreta de los objetos investidos (producción) y desinvestidos
(destrucción), sobre fondo de la unilateralización abstracta de la dinámica autotélica y tautológica del deseo del
Valor. Esa esa flexibilidad y esa absurda rigidez, esa fluidez de la riqueza material-libidinal fijada pulsionalmente
en el valor de la mercancía, en cuanto tal, constituye la producción social global de cantidades abstractas
objetivadas en una ganancia-de-goce-del Capital que, inmediatamente, conduce a una acumulación-de-goce-del-
Capital. Y así sucesivamente, en un círculo de sentido y sin-sentido verdaderamente insoportable. Entonces, el
deseo del Valor constituye la unidad inmanente del sentido y el sin-sentido en la moderna sociedad burguesa.
En cuanto categoría elemental de la sociabilidad capitalista, el deseo impersonal del valor abstracto es la
verdadera ―Mega-Máquina‖ (Murdoff) de la modernidad capitalista. El sentido autonomizado del Universo social se
produce en el mismo movimiento en que el deseo del Valor se dinamiza como un automatismo indiferente orientado
al crecimiento de la productividad conducida a su propio aumento cuantitativo. Un sin-sentido tendencialmente
destructivo. El funcionamiento del deseo del Valor, cuyo modo de ser concreto es precisamente la abstracción,
responde a un ―dinámica absurda‖ (Heinrich, 2008: 98). Es un movimiento irreversible y sin-sentido que
conduce a la satisfacción compulsivamente ampliada de la lógica del sentido del goce del Capital, de manera
indiferente respecto de la destrucción que produce su propia des-valorización tendencial, la cual es reproducida
de modo cada vez más condensado y desplazado pero sin miramientos por el sufrimiento informado que
conlleva para los particulares.
En conclusión, la Crítica clínico-política postula que la institución de lo real capitalista, en cuanto tal, es co-
extensible al establecimiento de la dialéctica del Universo social, en cuanto límite real históricamente específico
involucrado en la producción del sentido y el sin-sentido del Universo social de la modernidad capitalista. A
saber: la dialéctica dada entre la lógica de goce del Capital y la dinámica del deseo del Valor que lo satisface sin
miramiento alguno más allá de las necesidades del ―valor-que-se-auto-valoriza‖.

BB1. Sentido y sin-sentido del Universo social: organización y destrucción.


La Crítica clínico-política sostiene que el sentido del Universo social, en la medida en que remite a la
tendencia anónima orientada hacia la satisfacción del goce del Capital, no podría sino organizarse históricamente
en la inmanencia de las relaciones genéricas de producción inherentes al movimiento sin-sentido del deseo del
Valor. Esto último, empero, no depende de las voluntades concientes, o de los anhelos pre-concientes, sino del
modo de organización histórica del trabajo inconciente propiamente dicho. Precisamente, el mecanismo capitalista
del trabajo inconciente del deseo del Valor direcciona el movimiento real de la sociedad burguesa en cuanto tal.
De este modo, resulta objetivamente imposible que el sentido del Universo social, es decir la tendencial
satisfacción de goce del Capital, no se encuentre organizado de acuerdo a la mediación objetiva del trabajo inconciente
funcional a la dinámica del deseo del Valor. Entonces, las relaciones sociales se organizan en virtud de la
implicación particular y el entrelazamiento general de la sociedad en el trabajo inconciente involucrado en la
satisfacción del goce del Capital.
Sigmund Freud, en la Interpretación de los sueños (1900), deja asentado el vínculo categorial indisoluble y
bifacético entre la ―realización de deseo‖ y el mecanismo del ―trabajo de lo inconciente‖, y la ―realización del
valor‖ y la mediación del ―trabajo abstracto‖. Por su parte, en El sublime objeto de la Ideología (1989) Slavoj Žižek
señala que Marx inventa el ―síntoma‖ cuando examina la forma fetichista de la mercancía. Ahora bien, esto
mismo no podría ser sino convergente crítica y genéticamente con aquello que Freud analiza en los términos de
la forma sintomática del trabajo de lo inconciente en la especificidad de la experiencia concreta de la modernidad
capitalista. En efecto, es Freud mismo quien relaciona el proceso del deseo (y, con ello, la dinámica de las
pulsiones y la libido) con el mecanismo del trabajo inconciente. Por caso: Traumarbeit, trabajo de sueño;
Witzarbeit, trabajo del chiste55. A este respecto, es posible leer en la escritura freudiana:
―La fuerza motora que el sueño [la forma valor de la mercancía] requiere debe ser proporcionada por un
deseo; se trataba del preocupante negocio de apoderarse del deseo de actuar como motivo principal de la
fuerza del sueño. Esta posición puede ser explicada mediante una analogía. Un pensamiento diurno puede
desempeñar muy bien el papel del empresario para un sueño; pero el empresario, quien, como dice la
gente, tiene la idea y la iniciativa de llevarla a cabo no puede hacer nada sin el capital; necesita de un
capitalista que pueda permitirse el desembolso. Es el trabajador quien proporciona el gasto psíquico para el
sueño, y es invariable e indiscutiblemente, cualesquiera que sean los pensamientos del día anterior, un
deseo inconsciente‖ (Freud, 1900: 560-561; intervención textual: allí donde Freud escribió ―es el
capitalista‖, nosotros injertamos ―es el trabajador‖).
En su especificidad histórica, el trabajo no es entonces una categoría ontológica, sino una relación social
bifacética involucrada en la dominación de las categorías reales del Capital56. Los valores de las mercancías son
―coágulos‖ de trabajo productor-de-valor. Ahora bien, la doble faz de la mercancía (valor de uso y valor) implica
asimismo la doble faz del trabajo que la produce: trabajo conciente-concreto y trabajo inconciente-abstracto, los cuales no son
dos tipos de trabajo diversos sino dos dimensiones necesarias del trabajo en condiciones capitalistas.
a) trabajo concreto-conciente. Es el privado gasto humano de energía libidinal-pulsional de una manera
particular y orientada a un fin determinado. Producción individual conciente de valor-de-uso.
b) trabajo abstracto-inconciente. Es la reducción efectiva de toda actividad humana a un puro gasto de
energía libidinal-pulsional, sin importar en qué se gastó específicamente esa energía. Producción social
inconciente de valor-objetivado-en-valor-de-cambio.
La transformación ―del trabajo concreto en abstracto no es un acto teórico de abstracción orientado a
calcular una unidad general de medida, sino un hecho social real y contradictorio‖ (Vázquez, 2017: 200). En ese
marco, la Crítica clínico-política postula que el trabajo inconciente es el principio de mediación productor de sentido
y valor. Constituye una categoría organizadora fundamental del sentido del nexo social capitalista. La satisfacción del
Capital, en tanto que refiere a un tipo de relación social, representa una ―forma social dinámica, totalista y
contradictoria que es constituida por el trabajo‖ (Postone, 1993: 349).
El trabajo inconciente no es sino el ―mediador impersonal del nexo social reificado‖ (Martin, 2014, p.
45). En el capitalismo todo trabajo es, a la vez, conciente e inconciente, concreto y abstracto, privado y social.
Pero más allá de la distinción analítica entre trabajo productivo, trabajo improductivo o trabajo reproductivo, en
su especificidad como forma social límite, la categoría real del trabajo inconciente establece la imposibilidad de
sortear su eficacia relativa a la producción inconciente de la sustancia gozante capitalista. Es decir, allende la
especificidad de la actividad productiva, improductiva o reproductiva que los actores particulares realizan
conciente y privadamente, el carácter social global del trabajo inconciente siempre-ya-está allí, funcionando como
principio de mediación objetiva que conduce a la subsunción tendencial de la sociabilidad capitalista debajo del
deseo del Valor. El mecanismo del trabajo inconciente de la valorización medial del deseo del Valor opera
entonces objetivamente, más allá de la voluntad, los intereses, o trabajos concientes que los particulares realicen
subjetivamente. Sobre esta cuestión, es preciso estar advertido de las siguientes palabras de Robert Kurz:
―El trabajo [inconciente] no es, de ningún modo, idéntico al hecho de que los hombres transforman la
naturaleza y se relacionan a través de sus actividades. En tanto haya hombres, construirán casas,
producirán vestimentas, alimentos, así como criaran hijos, escribirán libros, discutirán, cultivarán huertas,
harán música, etc. Esto es banal y se entiende por sí mismo. Lo que no es obvio es que la actividad

55
Líricamente dicho: el sueño de Calderón de la Barca produce ―monstruos‖; la vida no es sueño, es la pesadilla del deseo
transformado en máquina abstracta productora de valor.
56
Un tal carácter bifacético conduce al hecho según el cual, en el capitalismo, ―el trabajo escinde al individuo humano.
Separa al sujeto económico del ciudadano, al animal de trabajo del hombre de tiempo libre, la esfera pública abstracta de la
esfera privada concreta, la masculinidad producida de la feminidad producida, oponiendo así al individuo aislado su propia
relación social como un poder extraño y dominador‖ (Manifiesto contra el trabajo).
humana en sí, el puro «gasto de fuerza de trabajo», sin tener en cuenta ningún contenido e independiente
de las necesidades y de la voluntad de los implicados, se volvió un principio abstracto, que domina las
relaciones sociales‖ (Kurz, 1993)
El trabajo inconciente es el operador de síntesis social elemental de la producción y reproducción de las
relaciones de organización social en torno a la auto-valorización del deseo que desea más valor. Entendido como
función y principio de mediación objetiva involucrado en la producción diferencial y equivalencial del deseo del Valor, el
trabajo inconciente resulta ser el componente productor de la organización del sentido del Universo social en la
modernidad capitalista. Es decir:
―En la modernidad del capital el trabajo [inconciente] deviene el elemento socialmente mediador. Esto
significa que las relaciones sociales ya no aparecen como tales porque no se organizan en torno a
relaciones de dominación manifiestas entre personas o grupos. La dominación social en el capitalismo
viene dada por la forma de trabajo dominante en esta sociedad antes que por la dominación de clase. El
trabajo se automedia en el capitalismo, dándose a sí mismo carácter social y organizando el proceso de
conjunto con prescindencia de los particulares‖ (Martín, 2019).
El valor del Valor (la valorización del Valor), en efecto, preexiste como forma apriorística de la
organización del sentido social, adquiriendo por ello una dinámica automática que precisa, siempre, de la
explotación de las fuerzas de trabajo deseante-gozante para producirse y reproducirse siempre a una escala de
productividad y destructividad más amplia. Empero, la fuente generatriz del sentido social no es el trabajo concreto-
conciente-privado, sino el trabajo abstracto-inconciente-social. Es decir, el trabajo en tanto que ―función de
mediación objetiva‖ (Adorno, 1960). El trabajo como mediación real del proceso y la relación social de
valorización de valor.
No obstante, la organización del sentido se realiza en-medio-de las relaciones de producción mediadas
por el trabajo inconciente, pero también en la medida en las mismas se encuentran socialmente distribuidas de
modo co-extensivo tanto en el proceso de consumo de las energías libidinales-pulsionales como también en las
relaciones de intercambio entre las fuerzas activas de trabajo concreto deseante y las fuerzas reactivas de trabajo
abstracto gozante57. Por esto mismo, cabe destacar que la energía libidinal y pulsional, de igual modo que las
fuerzas de trabajo deseante y gozante, no remiten a una positividad sustancial transhistorica y neutral, sino que se
patentizan como categorías crítico-negativas de la dominación capitalista. Al igual las categorías reales del Capital no
constituyen una naturaleza espontanea, una realidad psíquica a-histórica, o una mera característica antropológica.
Son determinaciones sociales históricamente peculiares e intransferibles del capitalismo; producto de relaciones
sociales que ellas mismas producen.
La cantidad sin cualidad de la energía libidinal y pulsional deviene realmente trabajo inconciente
productor de sentido y valor (por y para el deseo del Valor) en la medida en que la ―mercancía fuerza de trabajo‖,
en su doble faceta de fuerza activa de trabajo deseante y fuerza reactiva de trabajo gozante, resulta explotada como
un engranaje del maquinismo del valor que desea valor y más y más y más valor…, hasta convertirse en un apéndice
indiferenciado de la satisfacción del Capital.
La lógica del sentido relativa al goce del Capital conduce a una totalización tendencial de la llamada
―sociedad productora de mercancías‖ (Marx, 1867). No hay afuera del goce del Capital. Los actores particulares no
estamos al margen del Capital. En la organización del sentido del Universo social, resulta objetivamente
imposible para la individualidad capitalista, en cierta forma y hasta cierto punto, no ser sino una mercancía-de-goce
del Capital. Estrictamente hablando, los particulares somos una unidad bifacética contradictoria y potencialmente conflictiva
involucrada en la organización del sentido y el sin-sentido del Universo social. Esto es, una unidad bifacética
constituida en torno a dos imposibilidades objetivas:
a) La imposibilidad objetiva de no ser sino objetos-de-goce del Capital y agentes-causa del deseo del Valor. En
tanto que resultante real del proceso de individuación capitalista en torno a la objetividad de las fuerzas de trabajo
57
―De suyo se comprende que, como decía Lucrecio, nihil posse creari de nihilo, nada puede salir de la nada. Creación de valor
es conversión de fuerza de trabajo en trabajo‖ (Marx, 1860: 289).
deseante/gozante, las energías libidinal-pulsionales y el trabajo abstracto inconciente involucrados en la exigencia
de la producción social y deseante del Valor: ¡Valoriza!
b) La imposibilidad objetiva de no poder sino experimentarse en tanto sujetos de la acción/pasión en la
práctica concreta de las relaciones sociales. En tanto que resultante simbólico-imaginaria del proceso de
individuación capitalista en torno a la objetividad del trabajo conciente-concreto, la propiedad privada de los
medios de producción, la forma mercancía y el Estado capitalista implicados en las exigencias del intercambio,
distribución y consumo del Valor: ¡Valorizate!
El trabajo inconciente, en tanto principio de mediación transversal a las relaciones genéricas de producción,
conduce objetivamente a la organización del sentido y el sin-sentido del Universo social según una servidumbre
involuntaria58 de los particulares respecto a las imposiciones coactivas de la ganancia de goce del Capital. La cual es
co-extensiva con la sujeción anónima de toda la sociedad bajo la compulsiva satisfacción ampliada de un tal goce. El
sentido de las ―formas más represivas y más mortíferas de la reproducción social‖ (Deleuze y Guattari, 1972: 36)
se encuentran organizadas por la mediación del trabajo inconciente entrelazado en el movimiento sin-sentido del
deseo del Valor.
En conclusión, la Crítica clínico-política postula que la institución de lo real capitalista, en cuanto tal, es
co-extensible al establecimiento de la dialéctica del Universo social, en cuanto límite real históricamente específico
involucrado en la organización del sentido y el sin-sentido del Universo social de la modernidad capitalista. Esto
es, la dialéctica entre lógica de goce del Capital y dinámica del deseo del Valor que lo satisface por la mediación
objetiva del trabajo inconciente que no podrían sino realizar los actores particulares.

58
Servidumbre involuntaria a la ganancia de goce capitalista que, en efecto, es inescindible de una servidumbre de sí. Al
respecto, escribe Michel Foucault comentando a Séneca en La hermenéutica del sujeto: ―Uno se impone [habría que re-escribir,
tal vez, el Uno-Capital impone…] una cantidad de obligaciones y trata de obtener con ellas cierta cantidad de ganancias
(ganancia financiera, ganancia de gloria, ganancia de reputación, ganancia en lo tocante a los placeres del cuerpo y de la vida,
etc.). Vivimos dentro de ese sistema obligación-recompensa, ese sistema endeudamiento-actividad-placer. Eso constituye la
relación consigo mismo de la que debemos liberarnos (…) Ahora bien –en el texto de Séneca es perfectamente claro–, la
servidumbre de sí, la servidumbre con respecto a sí mismo, se define aquí como aquello contra lo cual debemos luchar. Al
desarrollar esta proposición –ser libre es huir de la servidumbre de sí mismo, dice lo siguiente: ser esclavo de sí mismo (sive
serviré) es la más grave, la más pesada (gravissima) de todas las servidumbres. En segundo lugar, es una servidumbre asidua,
es decir que pesa sobre nosotros sin descanso. Día y noche, dice Séneca, sin interrupción ni tregua [intervallum,
commeatus]. Tercero, es ineluctable. Y cuando dice ‗ineluctable‘, ya van a verlo, no se refiere a que es completamente
insuperable. Dice, en todo caso, que es inevitable, que nadie está exento de ella: es siempre nuestro punto de partida.‖

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