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¿QUÉ ES LA HISTORIA?

Geovanny Alonso Palomec

La historia es una asignatura perenne en los programas escolares de los sistemas educativos de
países de todo el mundo, qué sentido tiene la investigación, la enseñanza y el aprendizaje en este
campo del conocimiento. Es importante ordenar la discusión a través de las siguientes preguntas
guía:
1) ¿Qué es Historia?
2) ¿Qué funciones tiene la Historia?
3) ¿De qué sirve aprenderla?
4) ¿Cómo influye en la transmisión de la cultura?
5) ¿Qué puede aportar a los docentes trabajar en sus clases de manera análoga a los
historiadores para enseñar a los alumnos a pensar críticamente?
Dichas interrogantes serán el hilo conductor de este análisis, que tuvo por insumos el conjunto de
textos sugeridos por el profesor del curso, sumando además dos entregas de la lectura Los usos de la
Historia desde el poder, elegidas por el autor del presente ensayo.
¿QUÉ ES LA HISTORIA?
Las referencias a la palabra Historia, datan de hace más de dos milenios. A pesar de ello, el
concepto no goza de una precisión absoluta; puede aludir al estudio, el arte, la disciplina o a la
ciencia que indaga los hechos del pasado.
La Historia puede adquirir diversa fisionomía a partir de la lente de la perspectiva histórica que
pretenda acotarla, desde la escuela de los Annales hasta la cliométrica de origen estadounidense.
En otras palabras, la metodología puede cambiar dramáticamente los resultados del ejercicio
histórico, mientras que la delgada línea con las ciencias sociales, le imprimirá un matiz aún
mayormente particular.
A pesar de la diversidad de historias, el objeto de estudio es invariable, el hombre o la humanidad; y
la tarea principal, la investigación. Pese a que tradicionalmente la historia se ha definido como la
ciencia, disciplina o arte que estudia el pasado, aún existe poca claridad entre los límites del campo
de su interés. Por ello podemos limitarnos a sintetizar las ideas en una sola, esta podría ser el
conjunto conocimientos basados entendimiento o la explicación de la huella del hombre en un
tiempo que ya se ha ido.
La historia puede adquirir además la figura de instrumento, cuyo objeto se encuentra en recuperar,
reconstruir o fabricar, la identidad de una comunidad humana, es decir, la edificación del relato
histórico oficial o alternativo, saturado generalmente de crónicas representativas de un pasado
idealizado y mítico que apelan a la búsqueda de la unidad nacional para sostener proyectos y metas
comunes.
Perspectivas críticas, pueden señalar a la historia como un vehículo autorizado del discurso
hegemónico sobre el pasado. Esta construcción gira de manera abierta o velada alrededor de los
intereses de las clases poderosas o gobernantes.
Collingwood, consideró a la Historia como una disciplina del autonocimiento humano. El pasado
como un catálogo de acontecimientos encadenados que pueden iluminar el presente y proyectar
escenarios a futuro, analizados bajo el tamiz de metodologías históricas cada vez más rigurosas,
fundadas en evidencias y cada vez más alejadas del discurso autocomplaciente de quienes ejercen el
poder en una sociedad.
¿QUÉ FUNCIONES TIENE LA HISTORIA?
La historia tiene por función la investigación del pasado, el remitirse a los orígenes, a las causas de
los fenómenos en los que los hombres están involucrados; actores de un tiempo y un espacio
determinado, pues además de que el ser humano se encuentra indisolublemente ligado a un
momento histórico, lo está además a un espacio geográfico determinado: los hombres son más
parecidos a su tiempo que a sus padres señalaba Bloch retomando un conocido proverbio árabe.
Enrique Florescano rescata numerosas referencias acerca de la funciones de la Historia. En este
sentido como dotadora de cohesión y sentido colectivo; fuente de solidaridad entre los miembros de
un grupo; aparato de difusión de la identidad nacional y de comprensión del sentido de civilización.
En México, las funciones de la Historia están bien documentadas, las culturas mesoamericanas se
valían de estelas de piedra y de códigos pictográficos para el registro de eventos históricos. Fue así
que en un afán de reinvención, los aztecas destruyeron evidencias de su pasado para fabricar un
mito fundacional más conveniente a los intereses expansionistas de México-Tenochtitlan.
A la caída de la hegemonía de las culturas originarias, la escritura de la historia de la conquista, se
realizó en consonancia a los intereses de los capitanes, tropa y evangelizadores, pues se ponían en
juego la obtención de encomiendas y la administración de territorios abarrotados de población
indígena. Ello por tanto, explica las diferencias entre las obras históricas de Hernán Cortés, Bernal
Díaz del Castillo y Fray Bartolomé de las Casas, entre otros.
En el siglo XIX, tras el desmonte del colonialismo de la metrópoli española sobre la mayor parte de
Iberoamérica, se inauguran las grandes historias generales, mismas que por decreto acotan el
panteón de héroes y valores patrios, a la par que vilipendiaban a otros personajes y procederes.
Las funciones de la Historia están íntimamente ligadas a la manera en qué, cómo y a quién se
enseña. Tanto en México como en Argentina y otros países del mundo, la historia canaliza a la
sociedad un conjunto de valores avalados por el Estado-nación. Durante la dictadura en este último
país, a través de la educación y el realce de ciertos personajes históricos, el régimen buscó la
legitimidad de su discurso y de sus acciones.
¿DE QUÉ SIRVE APRENDER LA HISTORIA?
Aprender Historia es un ejercicio fundamental para cada formación social o nacional, todo país
tiene un relato histórico que procura la identificación entre sus miembros. Debido a la amplia
diversidad de los hechos del pasado, se impone la selectividad de ciertos acontecimientos y la
censura de otros. No obstante, aprender Historia es una oportunidad para el estudio crítico de los
episodios pasados de los pueblos.
Se ha acusado, un sostenido contraste, anacronía e incluso tendencia contradictoria entre la
investigación histórica y la historia que se enseña en las escuelas. Persiste un aparente divorcio
entre la mesura de la investigación y la práctica maniquea y reduccionista de la enseñanza de la
Historia, sobre todo en los niveles básicos.
La relevancia de la Historia no está en cuestión, sino la forma en que ésta se enseña. Es importante
diseminar el aprendizaje de la Historia desde una perspectiva significativa, reformarse para no ser
como afirma Florescano, aburrida, pedagógicamente obsoleta y aborrecida.
INFLUENCIA EN LA TRANSMISIÓN DE LA CULTURA
La Historia ejerce una condición de puente entre las generaciones actuales y aquellas que se han
extinguido físicamente o las que perduran y que son relevadas en determinadas áreas de nuestra
sociedad. Pese a esta incesante renovación, el flujo de valores que manan del pasado, a pesar de sus
matices o ciertos ajustes, se refrendan a cada momento.
“La enseñanza de la historia es uno de los conductos más adecuados para conocer los valores
universales que han guiado a la humanidad y un transmisor eficaz de los valores e identidades
nacionales” (Florescano, 2002, 145).
No hay que ir tan lejos para contemplar la evidencia de esta aseveración. El siglo XX tan abundante
en avances tecnológicos, fue sede de terribles retrocesos que deben ser recordados, transmitidos y
retransmitidos en la memoria histórica de la sociedad como indicadores de aquello que no debe ser
replicado bajo ninguna forma.
La Historia convive con dos fenómenos a considerar, la globalización y la expansión de los
regímenes y los valores democráticos alrededor del mundo. Cada vez existen más repúblicas y los
territorios nacionales se encuentran más interconectados sobre todo a través de sus economías. Sin
embargo, ello no excluye la existencia ciertos polos de poder que irradian elementos de hegemonía
a los países.
A través de la educación, los ciudadanos, súbditos o demás habitantes, adquieren idea de las
implicaciones de la convivencia con otros, dentro y fuera de las fronteras. Se transmiten patrones de
conducta al igual que criterios de juicio y crítica. La historia es un escenario convergente de un
sinfín de prácticas humanas, en su enseñanza se encuentra la transmisión de usos y costumbres
humanos que dan por resultado la cultura.
¿QUÉ PUEDE APORTAR A LOS DOCENTES TRABAJAR EN SUS CLASES DE
MANERA ANÁLOGA A LOS HISTORIADORES PARA ENSEÑAR A LOS ALUMNOS A
PENSAR CRÍTICAMENTE?
La historia que se enseña en México está mal enseñada, así Florescano sentencia de manera cruda
una realidad que se extiende con seguridad a otras asignaturas del conocimiento.
Independientemente de si este diagnóstico tiene mayor incidencia en escuelas públicas o privadas,
cabe destacar una dificultad del profesorado sobre todo de los niveles básicos de la educación, para
encabezar un proceso de enseñanza-aprendizaje, significativo, crítico y entretenido.
Si bien los juicios que puedan hacerse la situación requieren de un sustento cuantitativo y
cualitativo más acabado, podemos atrevernos a realizar ciertas preguntas que desde la experiencia
docente, ilustran los retos para enseñar una disciplina que se puede considerarse como distante de
las herramientas que el mercado laboral exige, desvinculada de la realidad presente, así como
enseñada bajo instrumentos didácticos de bajo o nulo impacto.
¿Ha sido el aprendizaje de la historia, una prioridad para el Estado mexicano? ¿Resulta importante
aprender historia en la realidad actual? ¿Son pertinentes el material y las estrategias didácticos para
enseñar historia en la actualidad? ¿Qué contenidos de la historia son más atractivos para los
alumnos y por qué? ¿Cómo han aprendido la historia de México los alumnos en niveles anteriores
de educación? ¿Resulta funcional al Estado mexicano en su etapa neoliberal, que los estudiantes
desplacen de su imaginario a la historia como asignatura de relevancia?
Enseñar historia de México, puede resultar una empresa más desafiante que aprenderla. La
disciplina goza de una complejidad mayúscula por no descartar la búsqueda de elementos de diversa
naturaleza que pueden influir en cierto acontecimiento, coyuntura o período histórico. Es así como
aspectos económicos, sociológicos, psicológicos, filosóficos, jurídicos, antropológicos, etc. Pueden
ser respuestas que el historiador se ve obligado a traducir o a comprender.
Por otra parte, la débil formación en ciencias sociales y humanidades de numerosos docentes,
impactan en la simplificación de la historia a grados preocupantes, donde no deben ser poco
frecuentes la tergiversación y la falsedad. La historia puede devenir en un relato mal orientado que
sumado a una práctica didáctica poco innovadora en donde abunda la tradicional memorización de
fechas y nombres para dar respuesta a enunciados acartonados, que impiden el entendimiento de los
fenómenos históricos en su rica complejidad.
El docente que enseña historia puede reconocer un área de oportunidad para explotarla en su favor y
en beneficio de los estudiantes, para ello, debe cultivar sus competencias en la construcción de
ambientes de aprendizaje que no generen en el estudiante aversión y por otro lado, debe ser capaz
de interpretar los fenómenos históricos en sus vertientes económica, política, social, cultural, etc.
Esta empresa si bien se observa difícil puede resultar el comienzo de un ejercicio serio y
comprometido por rescatar el legado histórico y cultural que se ha perdido en varias generaciones.
REFERENCIAS:
Bloch, M. (1982). La Historia, los hombres y el tiempo (fragmentos). Introducción a la Historia.
México: Breviarios del Fondo de Cultura Económica.
Florescano, E. (2002). Para qué estudiar y enseñar la historia. Tzintzun, Revista de estudios
históricos, (35), 135-146.
Plá, S. (2014). Ciudadanía y competitividad en la enseñanza de la historia. Los casos de México,
Argentina y Uruguay. México: Universidad Iberoamericana.
Fabián, G. (2015). Notas y comentarios a: De Amézola G. (2008). Esquizohistoria. La Historia que
se enseña en la escuela, la que preocupa a los historiadores y una renovación posible de la historia
escolar. Buenos Aires: Libros del Zorzal.
Ávila A. (2019) Los usos de la historia desde el poder. Las primeras historias de la Nueva España.
Relatos e historias de México (129) 28-35.
Ávila, A. (2019). Los usos de la historia desde el poder. Una historia para una monarquía y su
virreinato. Relatos e historias en México (130) 34-41.

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