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CARÁTULA DEL FALLO: “Montalvo, Ernesto Alfredo p.s.a. inf. Ley 20.771”.

Año: 11/12/1990

Hechos: el 8 de junio de 1986, en la provincia de Córdoba, Montalvo fue detenido por la policía
por ser sospechoso del delito de hurto. Al llegar a la dependencia policial y bajar del auto en el que
era transportado tira una bolsita que contenía 2,7 gramos de marihuana.

Cuestiones presentadas:

Primera instancia: es condenado a la pena de un año de prisión condicional y a apagar una multa
de mil australes, conforme con el art. 6 de la ley 20.771.

Segunda instancia: ya vigente la ley 23.737, la Cámara aplica el art. 2 del Código penal y disminuye
la pena a tres meses de prisión condicional, conforme con el art.14 segunda parte de dicha ley.

Vía de jurisdicción invocada para acceder a la Corte Suprema: apelación mediante recurso
extraordinario.

Tipo de Recurso: recurso extraordinario.

Opinión del Procurador General: confirmar la sentencia apelada.

Principios elaborados: la protección de ciertos valores jurídicos justifica extender la protección


penal hasta conductas que, sin provocar un daño concreto o una situación efectiva de peligro,
puedan eventualmente derivar en ese resultado; tanto el art. 6 (20.771) como el art. 14 (23.737)
se sustentan en el juicio de valor efectuado por el Poder Legislativo y resultan, en principio,
irrevisables desde ese punto de vista.

Razonamiento: el procurador considera que no puede sostenerse la inexistencia de un nexo


razonable entre la incriminación de la tenencia de estupefacientes para uso personal y la
protección de la salud pública teniendo en cuenta su mayor o menor eficacia como medio para
amparar ese bien jurídico ya que ello conduce al análisis de cuestiones de oportunidad, mérito o
conveniencia, las cuales están reservadas a los órganos encargados de la sanción de la ley.

Toma los fundamentos para la sanción de la ley 23.737 para concluir que no puede afirmarse que
la incriminación de la tenencia de estupefacientes, aun cuando fuere para consumo personal, no
constituya un medio razonable para amparar la salud pública, y que por ello no puede decirse que
no exista un nexo razonable entre ellas.

Finalmente sostiene que la sumisión del hombre a situaciones que lo conducen al vicio y a la
autodegradación no puede ser entendida como un derecho fundamental no susceptible de ceder
ante el interés general. No se trata de sancionar al tenedor de estupefacientes por consumirlos ni
por su posible condición de adicto, ni de imponerle una forma de vida que responda a ideales de
terceros, sino de amparar a estos últimos de las consecuencias nocivas que a conducta de aquel
pueda provocar.

Decisión de la Corte Suprema: confirma la sentencia apelada.

Principios elaborados: la incriminación de la tenencia de estupefacientes para uso personal


responde a la necesidad de proteger a la sociedad ante un peligro que atenta contra la salud
pública; los jueces solo pueden formular juicios de validez constitucional, pero les está vedado
hacer juicios de conveniencia; el art. 19 de la CN queda excluido si las acciones privadas ofenden al
orden y a la moral pública o perjudican a terceros en algunos casos; no es la cantidad de droga lo
que debe ponderarse sino la naturaleza y efectos de la misma.

Razonamiento: la Corte sostuvo que no se trata de reprimir al tenedor de estupefacientes para uso
personal que no cometió ningún delito contra las personas, sino de reprimir el delito contra la
salud pública; lo que se busca proteger no es el interés particular del adicto sino el interés general
que está por encima de él y que aquél trata de resquebrajar con su conducta.

Afirma que los motivos por los cuales el legislador incrimina esta conducta remiten a cuestiones de
política criminal que involucran razones de oportunidad, mérito o conveniencia, sobre las cuales
está vedado a esta Corte inmiscuirse, y que la razonabilidad de una ley no puede llevar a que la
Corte tenga que examinar la mayor o menor utilidad real que una pena pueda proporcionar (salvo
que las razones atenten contra garantías constitucionales o que mediare una manifiesta
desproporción entre los fines perseguidos y los medios empleados).

El art. 19 de la CN expresa que las acciones privadas están exentas de la autoridad de los
magistrados cuando de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a
terceros, es decir, basta con que de algún modo generen esos efectos para que la conducta esté
sujeta a la autoridad de los magistrados, no es necesario que sean ofensivas o perjudiciales en
todos los casos; y la Corte entiende que entre las acciones que ofenden el orden, la moral y la
salud pública se encuentra la tenencia de estupefacientes para uso personal (menciona
principalmente el efecto “contagioso” que tiene la drogadicción).

También señala que, al tratarse de un delito de peligro abstracto, cualquier actividad relacionada
con el consumo de drogas pone en peligro la moral, salud pública y hasta la misma supervivencia
de la nación. El legislador quiso abarcar todos los casos, independientemente de la cantidad o de
la finalidad de la tenencia, ya que la teoría de la insignificancia atenta contra el fin de la norma, el
cual es proteger a la comunidad del flagelo de la droga y terminar con el traficante.

Concurrencia o Disidencia: Levene, Cavagna Martinez, Fayt, Barra, Nazareno, Oyhanartey


Mollineé O´Connor a favor de confirmar la sentencia apelada; Belluscio y Petracchi en disidencia.

Principios elaborados: (Belluscio y Petracchi) tanto el art. 6 (20.771) como el art. 14 (23.737) son
inconstitucionales, pues castigan la tenencia de estupefacientes para uso personal aun cuando
ésta no constituya ningún daño o peligro concreto para derechos o bienes de terceros.

Razonamiento: según la disidencia la incriminación de la mera tenencia de estupefacientes, al


crear una presunción genérica y absoluta de peligro abstracto, no satisface los requisitos del art.
19 de la CN, la cual exige como condición del reproche penal, el daño o el peligro concreto a
derechos de terceros o al orden o a la moral pública.

Sostienen que la sanción penal de la mera tenencia de estupefacientes para uso personal, no es
una forma idónea para combatir el terrible azote que constituye la drogadicción en la sociedad
contemporánea.

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