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Sobre la geografía crítica que se ha descrito es necesario hacer algunas consideraciones adicionales. Los
críticos situados en el positivismo le enrostran su poca utilidad práctica. A esto se puede responder que su
inutilidad se debe a que no tiene interés técnico sino crítico, y de ahí su énfasis en la comprensión del
espacio y de las estructuras espaciales, más que en el espacio o en las estructuras en sí mismas. La
geografía crítica no está interesada en producir conocimiento sobre la geometría de las formas espaciales,
sino sobre los procesos que generan las formas; de ahí su inclinación por la geohistoria de dichas formas.
Un marxista convencido dirá que el conocimiento geográfico crítico es útil para cambiar el mundo, pero no
para mantener el estado de las cosas, afirmando así el carácter revolucionario de su teoría.
Tampoco se pasa por alto el hecho de que el espacio mismo, cuando no se soslayó por completo, se
concibió como un derivado social que no explica nada ni se explica por sí mismo. Todavía muchos
geógrafos marxistas tienen dudas sobre si la geografía tiene sentido como ciencia del espacio, o si en el
futuro está llamada a formar parte de una teoría social que no reconoce fronteras disciplinarias.
De otro lado, los geógrafos humanistas han criticado el discurso geográfico marxista por su tendencia
mecanicista y objetivista, que al igual que el positivismo, excluye a los actores individuales y hace una
"geografía sin hombres".
El marxismo, como el positivismo, desestima con frecuencia este tipo de observaciones críticas, y tilda a la
geografía humanística de anticientífica y reaccionaria.
Sobre la geografía humanística se trata en el capítulo que sigue y se presentan en detalle estas discusiones.