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Bienvenidos hermanos a la casa de Dios, la liturgia de este día nos invita a estar
confiados en las promesas de Dios, ya que es él quien da la paz verdadera y sus
promesas siempre se cumplen. De pie iniciemos nuestra celebración cantando.
Salmo: 104
Agradezcamos a Dios por cada milagro hecho en nuestras vidas, las promesas que
Cristo hace a su pueblo, son siempre cumplidas de acuerdo a su palabra, con el
salmo, alabemos a Dios diciendo: El Señor nunca olvida sus promesas.
Aleluya, aleluya.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré
alivio, dice el Señor.
Aleluya.
Oración de los fieles: Dirijamos, hermanos, nuestras súplicas confiadas al
Señor, que siempre escucha nuestras oraciones. Juntos oremos diciendo: Escúchanos
Padre
1. Por la Iglesia; para que se signo de paz y reconciliación entre los hombres.
Roguemos al Señor.
2. Por los jóvenes; para que el Señor les dé generosidad para seguirlo en la vida
sacerdotal y religiosa. Roguemos al Señor.
3. Por los pueblos de toda la tierra; para que vivan en concordia y paz verdadera.
Roguemos al Señor.
4. Por los hambrientos y por los enfermos, por todos los que sufren por cualquier
motivo; para que sean aliviados en su necesidad. Roguemos al Señor.
5. Por todos los que estamos aquí reunidos; para que perseveremos en la
verdadera fe y crezcamos siempre en la caridad. Roguemos al Señor.
Dios y Padre bueno, que con inmensa paciencia refuerzas la caña cascada de
nuestra pobreza; escucha las peticiones que te hemos presentado y alienta el
pábilo vacilante de nuestra pobre fe. Por Jesucristo nuestro Señor.