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Módulo Tres: La Relación Con Mi Carácter

Serie Administradores de la Gracia:


Santificación

Como cristianos hemos generado la tendencia a minimizar muchos pecados y catalogar


algunos entre aquellos que son mayores y otros que son menores, y si bien todos conocemos
la frase “para Dios no hay pecado grande ni chico”, no solemos llevarlo a la praxis en el
arrepentimiento y en la santidad. Esta tendencia se vuelve sumamente peligrosa cuando
dejamos que muchos de estos inocentes pecados se acumulen generando hábitos
pecaminosos que no agradan a Dios. Permitiendo entonces que en nuestra vida haya cosas
que si bien no son moralmente malas o en otras palabras son neutrales entre lo bueno y lo
malo, no nos edifican ni tienen la intención de glorificar a Dios.

La santidad
En la Biblia el concepto de santidad es tan importante que Dios se hace llamar a sí mismo
Tres Veces Santo. La palabra santo significa apartado o diferente; Dios apartó desde un
principio al pueblo de Israel de los demás, lo santificó, y a su vez, en Cristo, todos los hijos de
Dios somos llamados santos. Pero hay dos posiciones en cuanto a la santidad, la primera es
por parte de Dios y nos coloca en una perspectiva pasiva; Él nos separa para Sí, nos aleja del
mundo, o sea nos santifica, no hay merito nuestro en este acto, lo hace por pura gracia a
través de la Cruz: “…pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados
en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.” 1 Corintios 6:11 RVR1960.
Y: “Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por
su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo
del tiempo.” 2 Timoteo 1:9 NVI
La segunda es responsabilidad nuestra, la acción de ser santos, nuestra decisión día a día de
apartarme del Sistema Babilónico el mundo, para dedicarme solamente a Dios, entregarme
a Dios, consagrarme a Dios. La Biblia dice que debemos ser un sacrificio vivo, santo y
agradable. Esto es colocarse en el altar de sacrificios constantemente, la parte activa de la
santidad que depende de nuestra decisión “sino como aquel que os llamó es santo, sed
también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos,
porque yo soy santo.” 1 Pedro 1:15-16 RVR1960
El hacerse santos para Dios lleva un proceso de consagración de toda la vida “Vístanse con
la nueva naturaleza y se renovarán a medida que aprendan a conocer a su Creador y se
parezcan más a él.” Colosenses 3:10 NTV. Donde cada vez vamos entregando a Dios nuevas
cosas que estorban, que no son provechosas o que simplemente nos hacen perder el tiempo
para completar su santificación en nosotros: “Como tenemos estas promesas, queridos
hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar
en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.” 2 Corintios 7:1 NVI. La Palabra de Dios
dice que debemos ser transformados bajo la renovación de la mente, en otras palabras
cambiar de pensamientos, y como consecuencia cambiar los hábitos para entonces ser
progresivamente santificados. Lo que significa que siempre que Dios te revele su voluntad
será para dejar algo, para apartarte, para que santifiques tu mente y todo tu ser.

Un llamado a consagrarse:
Un ejemplo de este nivel de consagración se halla en un ritual que se hacía en Israel y se
llamaba el Voto del Nazareo. El Nazareo era alguien que por voluntad propia o de un familiar
era consagrado exclusivamente para Dios, el nazareo no se cortaba el cabello y no probaba
ni vivo ni sidra. El vino en la Biblia representa entre otras cosas la felicidad, el consuelo, la
medicina y la abundancia (Sal. 104:15). Era infaltable en las fiestas ya que representaba la
fiesta en sí. Hablar de vino era hablar de fiestas, conllevaba, más que la práctica de tomar la
bebida, el rito detrás de la bebida. Un ejemplo claro sucede en nuestro país cuando le
decimos a alguien “tomemos unos mates” y esto produce en uno una cierta sensación de
calidez, de alegría, no por la bebida en sí nuevamente, sino por lo que ella representa, el rito
de juntarse a tomar mates.
El nazareo decidía dejar de lado este acto, ¿por qué? No era malo, al contrario era bueno.
Justamente es por eso mismo que él lo ofrendaba a Dios. Su ofrenda era algo que le costaba.
No tomar vino era un sacrificio porque significaba no ser parte de ese rito. No es que Dios no
quiera que tengamos gozo, solo que Dios pide todo de nosotros, aún aquello que más nos
da placer. El nazareo decidía dejar de lado el vino terrenal porque entendía que existía un
mejor vino espiritual. Era una decisión personal, o sea, un nivel mayor de consagración.
Por ende no se trata de discernir solamente qué está bien o qué está mal, sino de darlo todo
por Dios, alguien dijo una vez que si algo que tenés te cuesta darlo entonces te domina y si
te domina ya no es bueno, mejor es entregarlo a Dios; Pablo decía: “«Todo me está
permitido», pero no dejaré que nada me domine.” 1 Corintios 6:12 NVI. Debemos entonces
analizarnos cada día detenidamente para discernir con sinceridad y cuidado qué no nos
edifica, qué no nos conviene, qué nos hace perder el tiempo, qué estamos permitiendo de
este mundo que nos domine; tal vez son amistades, pecados ocultos, buenas acciones que
no estamos haciendo; tal vez no podemos perdonar a alguien, no sabemos pedir perdón; tal
vez escuchamos o vemos algo que no glorifica a Dios. Cada uno es consciente de sí mismo y
si no lo es haga como David que decía: “Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, y pon a
prueba mis pensamientos.” Salmo 139: 23 TLA.
Un poco de levadura:
El estancamiento, la pasividad y la inmadurez espiritual se producen cuando detenemos este
proceso de consagración a Dios, esto sucede cuando nos dejamos seducir por el pecado y
convertimos Su gracia en libertinaje. En otras palabras, transamos con las pasiones humanas
en nosotros y no tenemos una actitud correcta frente al pecado. No pecamos, pero
transitamos los caminos que nos llevan a ello, lo miramos de reojo y, sutilmente, vamos
profanando Su templo.
Muchas veces nos preguntamos por qué nos comportamos de tal manera o por qué no
podemos cambiar, esto se debe a que por mucho tiempo jugamos con las tentaciones y así
permitimos que nuestro corazón vaya llenándose de malos deseos los cuales luego no
podemos controlar, Jesús dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias.” Mateo 15:19 RVR1960.
Estas son las pequeñas grietas de las que más debemos cuidarnos: “Un poco de levadura
leuda toda la masa.” Gálatas 5:9 RVR1960. De las que más debemos estar alertas, si dejamos
que aquellas pequeñas tentaciones trancen con nuestra vida tarde o temprano leudará hasta
que se vuela propio de nuestro corazón. No debemos confiarnos, error muy común es creer
estar lo suficientemente firmes y bajar la guardia, esta actitud solo demuestra lo insensato
que somos y la confianza que tenemos en nosotros mismos: «Por lo tanto, si alguien piensa
que está firme, tenga cuidado de no caer. Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no
sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados
más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también
una salida a fin de que puedan resistir.» 1 Corintios 10:12-14

El quebrantamiento:
Aquello que creemos que Dios es completamente tolerante nos engañamos a nosotros
mismos, su palabra dice que Dios es tardo para la ira, sin embargo también nos dice que es un
Padre amoroso que corrige a sus hijos y muchas veces podremos ser humillados a causa de
que no fuimos nosotros quienes lo hicimos primero.
Para explicarlo mejor, quebrantarse es humillarse y Dios espera que sus hijos se humillen
ante Él en arrepentimiento cuando hayan cometido algo que no sea bueno a sus ojos, y
espera que busquemos la santidad a toda costa. Pero aquellos que no anhelan la integridad,
aquellos que pretenden vivir con solo un poco de consagración, están desechando el
llamamiento santo de Dios, si no nos quebrantamos y seguimos viviendo en nuestros
pecados como si nada pasara su corrección llegará sobre nosotros tarde o temprano. Es sabio
temer a Dios porque el quebrantamiento en lo secreto evita que muchas veces seamos
quebrantados en público: “Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.” Mateo 23:12 RVR1960. Muchas veces no podremos evitar pecar o caernos, pero
sí podemos quebrantarnos y seguir adelante luego de eso. La clave para vivir una vida integra
no es no pecar jamás, sino poder humillarse ante su presencia cada vez que lo hacemos. Pero
aquellos que solo transan con el pecado, que juegan con las tentaciones sin deseo de cambio
solo están acumulando para sí quebranto de parte de Dios.
Vemos como David encubrió por mucho tiempo su transgresión, seguramente Dios lo habrá
llamado al arrepentimiento muchas veces pero decidió seguir viviendo en su pecado y por
causa de eso Dios lo expuso frente a todos: “Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré
esto delante de todo Israel y a pleno sol.” 2 Samuel 12:12 RVR1960. Ese fue el momento en
que David se arrepintió, donde escribió su tan conocido salmo 51. Dios lo perdonó, pero no
redimió las consecuencias, su hijo murió y sus mujeres fueron violadas en público. No
pretendemos con esto demostrar que todos recibiremos desgracias aun siendo perdonados,
sino más bien demostrar hasta qué punto a veces Dios está dispuesta a disciplinar a sus hijos
para que abran sus ojos. Este no es el deseo de Dios, no espera Él que seamos condenados,
sino que seamos redimidos y exaltados, pero para eso debemos primero ser nosotros quienes
nos quebrantemos, santifiquemos y vivamos en integridad.

Buscando una gloria mayor:


La santificación a través del quebrantamiento logra ver el rostro de Dios, cada vez que
desechamos las obras de la carne, cada vez que hacemos de nosotros un sacrificio
consagrándonos más a Él, una parte de Sí se manifiesta en nosotros, en otras palabras Dios
permite que veamos un poco más de su gloria: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria
en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” 2 Corintios 3:18 RVR1960.
Pero aquellos que no están dispuestos a entregar más de lo que ya entregaron jamás podrán
experimentar la gloria postrera, de este modo solo nos estancamos en las glorias pasadas.
Muchas veces decimos “Señor quiero ver tu rostro” pero no estamos dispuestos a
entregarnos por completo, pero Dios no va a mostrar su rostro a aquellos que no buscan vivir
una vida santa.
Por esto es que es tan importante la santificación, ella permite que Cristo se manifieste cara
a cara en nosotros una y otra vez, llevándonos así de gloria en gloria. Si queremos disfrutar
de las glorias postreras en necesario consagrarnos quitando de nosotros todo aquello que
nos aleja de Él, debemos santificarnos, buscar ser íntegros en toda nuestra manera de vivir.

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