Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
I. INTRODUCCIÓN
V. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
2
I. INTRODUCCIÓN
3
dependencia histórica y política y, muy particularmente, asumiendo la
incertidumbre como variable de cualquier estrategia de intervención.
4
A pesar de estas distinciones, la capacidad institucional ha sido
mayoritariamente percibida como un “factor residual no explicado”
(Hirschman, 1967). El desarrollo era concebido más como una función de la
acumulación de capital, asumiéndose de manera implícita que las
capacidades institucionales seguirían a la dotación de recursos. La atención
recaía en la función de asignación y con este fin, en la planificación, las
políticas y las inversiones, pero no en la implantación, ni en la gestión. El
desarrollo institucional era el componente “blando” de los proyectos, que
podía ser asumido por cualquier profesional cuyo conocimiento estaba
asociado a la parte “dura” (inversiones en infraestructuras y actividades
productivas de diverso tipo). Como señala Arturo Israel (1987), el desarrollo
institucional era el problema de todos, pero no era el problema de nadie.
Tampoco contribuía a la reivindicación de su importancia el hecho de que
las disciplinas que se ocupaban del mismo, como la Administración para el
Desarrollo, eran consideradas menores y tuvieran una orientación formalista,
contribuyendo poco a la comprensión y tratamiento de la realidad
institucional.
5
desequilibrios macroeconómicos de las economías en desarrollo, como
presupuesto del crecimiento económico. Su capacidad de producir desarrollo
por sí solas pronto se revela muy insuficiente (Stiglitz, 1999)
6
economía de mercado, superando las formas más limitadas y primitivas de
intercambio. Se establece de este modo el fundamento económico de la
seguridad jurídica, bandera del Estado liberal de Derecho.
7
(Putnam, 1993), capaz de explicar el diferente rendimiento de las mismas
instituciones formales sobre del grado de desarrollo de la cultura cívica y la
cooperación informal entre actores públicos y privados.
8
que cuesta reconocer los atributos esenciales de la estatalidad (Oszlak,
1997). Desde este punto de vista, numerosos de los requisitos institucionales
del desarrollo, no sólo fueron ignorados, sino debilitados hasta la inanidad.
Esta evolución teórica y práctica marca el retorno del Estado a la agenda del
desarrollo (Jarquín, 2001). Este retorno, sin embargo, no constituye una
9
vuelta al pasado. En primer lugar, la idea del Estado necesario es diferente y
expresa una apreciación mucho más matizada de su papel y forma de
actuación: “Estado moderno, Estado modesto”, que diría Crozier (1989). Se
da por terminada la confianza sin reservas en el Estado como motor del
desarrollo económico y social; se pone fin a la vieja interpretación dualista
de las relaciones entre Estado y mercado como juego de suma cero entre sus
respectivas funciones; también forma parte del pasado la idea del Estado
como portador exclusivo y excluyente del interés público, debiendo
compartir este papel con la sociedad civil. En segundo lugar, desde una
perspectiva más analítica y estratégica, el Estado deja de ser percibido como
un conjunto de políticas, leyes, inversiones y recursos, adquiriendo
relevancia la lectura institucional. Esta, a su vez, adquiere nuevos matices,
buscando el entramado valores, culturas e incentivos en los que se
fundamentan las pautas de comportamiento y relación de actores estatales,
sociales y de mercado.
10
de una matriz institucional común que necesita considerarse en su conjunto.
En esta lógica, tiene más sentido la identificación de categorías analíticas
que cortan horizontalmente la institucionalidad, como la vieja clasificación
que nos permite distinguir entre instituciones políticas y administrativas. Las
instituciones políticas serían aquellas que legitiman el ejercicio del poder
público, incluyendo las reglas que regulan la representación, la división de
poderes, la distribución territorial del poder y la observancia del principio de
legalidad. Las instituciones administrativas son, como agentes de las
anteriores, el aparato instrumental en el que descansan los sistemas de
ejecución material de las funciones del Estado, es decir, la provisión y
prestación de bienes y servicios públicos.
11
impedimentos para abordar reformas (falta de competencia,
transparencia y rendición de cuentas). La competencia política, de
hecho, es un arma de doble filo: por un lado, mina la posibilidad de
que los políticos puedan emprender reformas; pero, por otro lado, les
proporciona el incentivo de realizarlas, ya que la competencia les
obliga a suministrar a los ciudadanos los bienes públicos y privados
que necesitan.
12
(como argumenta Sen, ningún país democrático con prensa libre ha
padecido una gran hambruna, Dreze y Sen, 1989). El tercero es un
valor constructivo de la democracia como sistema más adecuado para
la formación de una cultura cívica y el mejor entendimiento de las
necesidades, derechos y obligaciones de los ciudadanos. En este
mismo sentido, Rodrik (1999) argumenta sobre el valor de la
democracia como “meta-institución”, en cuyo seno emergen otras
instituciones capaces de movilizar la participación y la capacidad
local para resolver los problemas del desarrollo.
13
“¿Por qué no voy a nombrar a los míos?” “¿Por qué no beneficiar a mi
familia si al mismo tiempo trabajo para interés común?” No hablamos
sólo de corrupción en sus manifestaciones más graves, sino
comportamientos, aparentemente más banales, aunque también más
frecuentes, que corroen el componente republicano indispensable para
la legitimación y verdadera eficacia del sistema democrático.
14
potencial de desarrollar capacidades endógenas de participación y
respuesta a los problemas, coherentes con la función constructiva o
metainstitucional de la democracia. Sin embargo, en Estados
debilitados desde el punto de vista político, administrativo y fiscal, la
descentralización puede hacer crecer exponencialmente los problemas
de favoritismo y agregación de la democracia, reduciendo la
gobernabilidad del sistema político en su conjunto. La
corresponsabilidad fiscal y el establecimiento de mecanismos eficaces
de corresponsabilización de los gobiernos subnacionales en la
definición de las políticas nacionales sirven de contrapeso a una
eventual centrifugación de Estado (Banco Interamericano de
Desarrollo, 2001), pero su implantación resulta muy costosa en
términos de cultura política.
15
1998), pudiendo aparecer dispositivos diferentes que cumplan la
misma finalidad y se adapta mejor a las condiciones locales.
16
público” y amparadas por nuevos paradigmas de mercado y gestión
empresarial, numerosos países, con un evidente liderazgo anglosajón, han
transformado profundamente sus instituciones administrativas (ver OECD,
1995). La reforma administrativa ha sido, en este sentido, la auténtica
reforma del Estado de las democracias avanzadas en los últimos años. No lo
han sido obviamente, ni la democratización, ni la transición al mercado, pero
tampoco lo ha sido el desmantelamiento del Estado del bienestar (limitado a
recortes periféricos y a cambios administrativos en el modo de prestar
servicios). Tampoco la privatización ha supuesto desvinculación del Estado
de los sectores estratégicos o de servicio público, más allá de un cambio en
la forma de involucración (de la producción a la regulación).
17
instituciones (ver Rauch y Evans, 2000). Ni siquiera otros rasgos
asociados a una buena gestión del empleo público, como
remuneraciones adecuadas o sistemas de carrera profesional, alcanzan
una validación tan sólida como el sistema de mérito.
18
se expresa Batley (1999: 763) en las conclusiones de un estudio
comparado de la aplicación de la nueva gestión pública a los países en
desarrollo: “reformas más simples y menos ambiciosas que eviten la
creación de dispositivos organizativos complejos e interdependientes
es más probable que tengan efectos más beneficiosos”.
19
proximidad y neutralidad. No se trata de contradicciones, sino de
tensiones entre valores que, o se resuelven estratégicamente
definiendo un punto de equilibrio, o las fuerzas internas o externas
dominantes resolverán por sí solas.
Estas cuatro advertencias solas nos obligan a ser muy modestos en el plano
prescriptivo, debiendo permanecer atentos a las circunstancias particulares
de cada caso para hablar de modelos. Al igual que hemos hecho en el
apartado anterior, vamos a expresar algunas orientaciones institucionales
básicas que no prejuzgan posibles modelos: a) desarrollar sistemas de mérito
en el acceso y carrera en el empleo público, junto a mecanismos modernos y
flexibles de gestión de recursos humanos; b) fortalecer la institucionalidad
administrativa relacionada con la protección de la seguridad jurídica en el
ejercicio de funciones de autoridad y gestión fiscal, incluyendo estándares
organizativos, procedimentales y de control externo que formalicen
razonablemente la regularidad; c) reforzar las instituciones gubernamentales
que velan por la coherencia de la acción administrativa, bien por desempeñar
funciones horizontales de administración de recursos (por ejemplo,
fortalecer la autoridad presupuestaria en sus capacidades de planificación,
negociación, asignación, control y evaluación del gasto) o funciones
estratégicas de definición de prioridades y políticas; d) promover el
desarrollo paralelo de capacidades e incentivos profesionales en los núcleos
permanentes y ordinarios de prestación de bienes y servicios, empezando por
los cimientos (es un contrasentido, por ejemplo, proponer sofisticados
modelos de contractualización de servicios en los sectores sociales, cuando
los profesionales carecen de estabilidad y tienen sueldos por debajo de la
canasta básica); e) favorecer a los usuarios las opciones de “salida” y “voz”
en la prestación de servicios siempre que existan posibilidades; y, f)
promover el despliegue de instituciones administrativas en el territorio, por
desconcentración o descentralización, que aproximen la capacidad de
respuesta al lugar en el que se plantean las necesidades.
20
nos planteamos. Carecemos de teorías con la suficiente amplitud y fiabilidad
para presentar la cadena de relaciones causa-efecto a través de la cual se
produce el desarrollo institucional. Nuestras evidencias empíricas se limitan
a la comprobación de determinadas variables bajo modelos de racionalidad
limitada o a la evidencia casuística, que, como advierte Caiden (1992), suele
ser más provechosa en los errores que en los éxitos, porque los primeros no
se copian y los segundos sí.
21
instituciones y los procesos de cambio en los que se insertan. Se ha
privilegiado el contenido de las reformas (las propuestas como solución
intelectual), frente al proceso, que pone en primer plano las percepciones,
capacidades e intereses de los actores de los que depende que el cambio
suceda. En este sentido, es imprescindible profundizar en el significado de la
reforma institucional, descubriendo algunos de los que podemos llamar sus
presupuestos conceptuales.
22
cerrados, en los que la racionalidad técnica de nuevos métodos de trabajo
puede legitimarse por sí misma. En los países en desarrollo, las
organizaciones tienen por lo general menos autonomía como sistemas
técnicos y guardan una fuerte dependencia con respecto al entorno político,
económico y social. Las organizaciones públicas, por ejemplo, son “una
parte integral del sistema político y su funcionamiento depende, aunque de
modo variable, de estructuras y procedimientos altamente politizados”
(Heredia y Schneider, 1998: 7).
23
posibilidades de cambio se derivan del encuentro entre una demanda difusa
de reforma expresada por la sociedad y la oferta que realizan los
emprendedores para capturar en su beneficio el mercado político. Se
observa, en este sentido, la diferencia de incentivos que guían a diferentes
generaciones de políticos, al calcular sus oportunidades de alcanzar o
permanecer en el poder; no es extraño que importantes transiciones hayan
sido obra de políticos relativamente jóvenes salidos del sistema, pero
conscientes de que su supervivencia está asociada a una transformación del
mismo.
24
materiales, que rebajen los costes de cumplimiento. El fortalecimiento de
culturas profesionales alrededor de nuevas técnicas e instrumentos, la mejora
de las condiciones básicas de empleo y la eliminación de las restricciones
políticas y burocráticas a la internalización de la responsabilidad, son
estrategias coherentes con la reducción de costes de vigilancia; todo lo
contrario ocurre con el diseño de sistemas formales internos de planificación
y control en culturas informales ajenas a su cumplimiento. Las reformas
gerenciales que externalizan el control de los servicios a través de la
competencia, también proporcionan estrategias útiles de reducción de los
costes de cumplimiento, siempre que el mercado funcione de forma efectiva.
La participación de los ciudadanos y de la sociedad civil mediante opciones
de “voz” también puede proveer dispositivos de control indirecto, aunque de
forma menos constante que el mercado.
25
requerido de los afectados para resolver conflictos de valores que sólo ellos
pueden dilucidar.
26
dedican a operaciones de reforma sectorial de apoyo a la balanza de pagos
(sometidas al cumplimiento de condiciones) y sólo una décima parte está
dedicada a cooperación técnica e inversión propiamente dicha
27
estratégicas de la reformas, verificando la secuencia de sus
actuaciones y extrayendo lecciones sobre aciertos y errores. Tampoco
es abundante, ni fiable, la información estadística y casuística
comparada sobre las instituciones públicas en los países en desarrollo,
resultando más accesible el referente de las economías desarrolladas.
Finalmente, la coordinación entre agencias de desarrollo, tanto
bilaterales como multilaterales, carece de cauces estructurados y bien
definidos de colaboración profesional que permitan reunir la
información y el conocimiento disponibles.
28
operaciones de diferente naturaleza, de carácter financiero y no
financiero. Las reformas de la institucionalidad política, por ejemplo,
dependen más de voluntades que de capacidades, pudiendo asociarse a
créditos sectoriales, bien entendido que el objetivo de la
condicionalidad debería limitarse a profundizar en el reconocimiento
de derechos políticos o el perfeccionamiento de los contrapesos y
equilibrios, en lugar de forzar la adopción de modelos concretos. Las
reformas administrativas, como mezcla de voluntad y capacidad, se
prestan mejor a cooperaciones técnicas, singulares o asociadas
préstamos sectoriales de medio plazo, condicionados a la consecución
de resultados tangibles de eficacia y eficiencia.
29
de capacitación. De nuevo, las exigencias de proyectización del
desarrollo institucional para darle un contenido específico, “duro”,
perjudican la utilización de instrumentos de cambio más coherentes
con las disfunciones profundas de las organizaciones.
III. CONCLUSIONES
30
son suficientes para identificar prioridades coherentes para la cooperación
internacional. El problema radica en rebasar los límites de nuestro
conocimiento, pretendiendo implantar modelos institucionales al margen de
la evidencia disponible. El coste que muchos países han pagado por ello es
demasiado alto y está demasiado próximo como para no reparar en ello.
En cierto modo gracias a estos excesos, ahora podemos demostrar con más
fundamento (no es que antes no lo supiéramos) que las instituciones públicas
son importantes, que la democracia liberal es el único régimen político que
promueve al mismo tiempo el desarrollo económico y político y que no hay
una buena administración pública que ignore el sistema de mérito en el
reclutamiento de sus funcionarios. Más allá de estas prescripciones, hay que
estar a la evidencia que proporcionan las circunstancias de cada país, su
trayectoria histórica, su contexto económico y social y las ideas y valores
que quieran hacer prevalecer sus ciudadanos.
31
esencial para producir la lógica de acción colectiva, especialmente en la
realidad débilmente institucionalizada de los países en desarrollo. Como se
ha encargado de resaltar en numerosas ocasiones Enrique Iglesias,
Presidente del Banco interamericano de Desarrollo, “no sólo importan las
instituciones, también la política importa para el desarrollo”.
32
BIBLIOGRAFIA
33
CAIDEN, G. (1991): Administrative Reform Comes of Age. Berlin: de
Gruyter.
34
GUEDES, B. (1994): The Politician´s Dilemma. Berkeley: University of
California Press.
35
KIGGUNDU, M, JORGENSEN, J. y HAFSI, T. (1983): “Administrative
Theory and Practice in Developing Countries: A Synthesis”, en
Administrative Science Quarterly, Vol. 28, (66-84)
36
NAIM, M. (1995): “Latinoamérica: La segunda fase de la reforma”, en
Revista Occidental Estudios Latinoamericanos, año 12, No. 2.
OLSON, M. (1965): The Logic of Collective Action: Public Goods and the
Theory of Groups. Cambridge: Harvard University Press.
37
POWELL, W. y DIMAGGIO, P. (Eds.) (1991): The New Institutionalism in
Organizational Analysis. Chicago: University of Chicago Press.
38
SELZNICK, P. (1957): Leadership in Administration. Berkeley: University
of California Press.
WORLD BANK (1993): The Asian Miracle: Economic Growth and Public
Policy. London: Oxford.
39