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Universidad Mariano Gálvez de Guatemala

Escuela de Ciencias Criminológicas y Criminalísticas

Jutiapa

Lic. Norman Ruano


Criminología

“CASO YULIANA SAMBONI”

Kevin Campos
Emely Hernández
Marielena Hernández
Criminología y Política Criminal
Sección “D”

20 de octubre de 2018
CASO YULIANA SAMBONÍ

SECUESTRADA Y ASESINADA

En la mañana del domingo 4 de diciembre de 2016, Rafael Uribe Noguera salió en


su camioneta de su residencia en el barrio de Chapinero Alto en dirección a Bosque
Calderón, una humilde barriada de construcciones informales situada a unos pocos
kilómetros de distancia.

Al llegar allí, aparcó, abrió la puerta de su auto y entabló conversación con Yuliana
Samboní, quien estaba jugando en la calle junto a su primo.
La niña de 7 años vivía en ese lugar con su hermana pequeña y sus padres -
Juvencio y Nelly-, quienes meses atrás habían decidido mudarse a la gran ciudad
desde el empobrecido Departamento del Cauca -en el oeste del país- en busca de
una vida mejor.

Tras intercambiar unas palabras, Uribe Noguera agarró a la Yuliana por el brazo y
la introdujo a la fuerza en su camioneta, abandonando el lugar a toda velocidad.
Nada más producirse el rapto, los familiares de la pequeña contactaron a la policía,
que inició una extensa operación de búsqueda.

Gracias a las descripciones de vecinos de Bosque Calderón y a las grabaciones de


unas cámaras de seguridad, se pudo identificar al dueño del automóvil en el que la
niña había sido secuestrada.

Las indagaciones que se realizaron en las horas posteriores llevaron a la policía


hasta un apartamento propiedad de Rafael Uribe Noguera en el edificio Equus 66,
situado en Chapinero Alto.

No se trataba de la vivienda habitual del arquitecto, que quedaba a unas pocas


cuadras, sino de un departamento dúplex de su familia que se encontraba vacío y
en proceso de arriendo, en el que en la noche del domingo 4 de diciembre se halló
el cuerpo sin vida de Yuliana.

Según reveló la autopsia, había sido violada, torturada y asfixiada hasta la muerte.

Pero Rafael Uribe Noguera, quien no contaba con antecedentes penales, no estaba
en la escena del crimen.

INTERNADO EN UNA CLÍNICA

Horas antes se había trasladado en un taxi junto a su hermano Francisco -abogado


que trabajaba en uno de los bufetes más conocidos de Bogotá- a una clínica privada
por sufrir una aparente sobredosis de drogas.
Fue en esa clínica en la que dos días después, postrado en su cama y llevándose
las manos a la cabeza, Uribe Noguera oyó los cargos que las autoridades
presentaron en su contra: secuestro simple, acceso carnal violento, tortura y
feminicidio agravado.

Las pruebas eran contundentes. Además de las grabaciones de las cámaras de


seguridad que mostraban a la pequeña Yuliana con vida en el interior del vehículo
del arquitecto, se hallaron en el auto de este y en su departamento prendas de la
víctima y restos de su ADN en el cuerpo de la pequeña.

Con el paso de los días se fueron conociendo otros detalles del caso, que apuntaban
a que Francisco y Catalina Uribe podían haber ayudado a su hermano a alterar la
escena del crimen y a eliminar pruebas -como los mensajes de texto del celular del
sospechoso-, lo que hizo aumentar la indignación popular.

También se hicieron públicos detalles de la vida personal de Rafael Uribe, quien,


según algunos relatos, era dado a los excesos con el alcohol, las drogas y las
mujeres.
Tras ofrecer diferentes versiones de lo ocurrido, a mediados de enero de 2017
Rafael Uribe Noguera se declaró culpable y tres meses después fue condenado a
51 años de cárcel, pena que a principios de noviembre le fue aumentada hasta los
58 años.

Un año después de la muerte de Yuliana, sus padres, quienes hace meses


regresaron al Departamento del Cauca, esperan todavía recibir una compensación
económica de parte de la familia Uribe Noguera.

Los hermanos del asesino están a la espera de ser enjuiciados por presunto
encubrimiento.

DOS PAÍSES

"En este caso, por los detalles que se conocen, parece que la familia de Uribe
Noguera pensaba que estaba en la vieja Colombia", me cuenta el periodista
colombiano de BBC Mundo Juan Carlos Pérez Salazar.

"Colombia es un país muy clasista. En grandes ciudades como Bogotá el poder se


acumula en unas pocas familias y la gente que pertenece a esas familias está
acostumbrada a manipular la ley", asegura.

"Hay un dicho muy viejo en el país que dice que 'la justicia es para los de ruana',
que son los campesinos. O sea, que solo se aplica la justicia a la gente pobre".
Según Pérez Salazar, "en este caso había detalles que apuntaban a que podía
haber impunidad y que hacían pensar que la familia del asesino creía que estaba
por encima de la ley".
"Hace 20 o 30 años posiblemente hubieran logrado que el acusado saliese libre.
(…) Pero este fue un asesinato muy simbólico y muchos ciudadanos y medios lo
siguieron con atención, lo que hizo que hubiera un escrutinio importante sobre la
justicia y que esta finalmente terminara condenando a Uribe Noguera".

"Yo no recuerdo un caso parecido, resuelto con esta rapidez y contundencia".

Pérez Salazar cree que esto demuestra que "pese a los grandes problemas de
desigualdad, violencia y clasismo que todavía existen, Colombia es de alguna
manera un país nuevo que está en proceso de cambio".

Para el periodista de BBC Mundo, este caso también es un reflejo de dos de los
grandes males que todavía aquejan a Colombia, como son el racismo y el
machismo.

NIÑOS DESPROTEGIDOS

La muerte de Yuliana Samboní vino a engrosar la larga lista de feminicidios que se


producen cada año en Colombia, la mayoría de los cuales -hasta un 90%, según
cifras oficiales- quedan impunes.

El hecho de que la víctima de Rafael Uribe Noguera fuera una niña de tan solo 7
años también puso de relieve otro grave problema al que tienen que hacer frente
las autoridades: el de la violencia contra los menores.
"Alrededor del 2,5% de asesinatos en el país tiene a los niños como víctimas. Eso
significa que hay muchas más Yulianas de las que no se habla", explica Luz Alcira
Granada, responsable de derechos de la niñez en Colombia de la organización Save
the Children.

"Hay muchos casos que lamentablemente quedan en el anonimato y no son


juzgados como indica el Código de la Infancia y la Adolescencia que se aprobó hace
una década. A veces porque no hay denuncias y en otras ocasiones porque el
sistema es lento, no opera con la celeridad necesaria".
Para la representante de Save The Children, en el caso de Yuliana se logró hacer
justicia "gracias a la presión de los ciudadanos, los medios y las organizaciones
sociales".

"Lo triste es que se perdiera una vida como la de Yuliana, una vida sesgada por un
hombre que creía que podía hacer lo que quería porque era una niña pobre e
indígena. Pero su caso sentó precedente y esperamos que sirva para que haya
justicia para otras niñas".

HERMANOS A JUICIO
La atención está ahora centrada en el juicio al que se someterán los dos hermanos
del asesino, quienes están acusados de ocultamiento de material probatorio y
favorecimiento de secuestro.

Según la fiscalía, el día del crimen, Francisco y Catalina Uribe en un principio, no


alertaron a la policía de que su hermano podía encontrarse en el departamento
familiar en el que se halló el cuerpo de Yuliana.

Además, estuvieron en ese departamento durante cerca de dos horas junto al


arquitecto mientras la policía intentaba localizarlo, hasta que lo trasladaron a una
clínica privada, momento en el que informaron a las autoridades de su paradero.

El hecho de que se borraran del teléfono del sospechoso aplicaciones de


mensajería y cuentas de redes sociales es, según la fiscalía, una evidencia de que
los hermanos Uribe Noguera trataron de eliminar pruebas de lo sucedido.

Su defensa niega estos señalamientos y asegura que en el momento en el que su


hermano Rafael les confesó lo que había hecho, lo pusieron en conocimiento de la
policía.

"No hay duda de que la forma de actuar los hermanos generó y sigue generando
muchas sospechas", explica Ernesto Cortés, editor del diario colombiano El Tiempo.

"Ambos son abogados y conocen el mundillo que se mueve tras los estrados
judiciales y eso generó mucha inquina", señala.
Según Cortés, en este caso todavía hay un eslabón perdido, que es saber "qué
sucedió con el vigilante del edificio que se suicidó una semana después del crimen".

"Las circunstancias en las que murió son extrañas, sobre todo porque era un testigo
clave", explica el periodista. "La familia (del vigilante) ha dicho que estuvo muy
presionado, que hubo amenazas de implicarlo y mandarlo a la cárcel si no contaba
la verdad".

Sobre el impacto que el caso de Yuliana tuvo en la sociedad colombiana, Cortés


reconoce que la presión ciudadana contribuyó a que se hiciera justicia, aunque
señala que esa presión no existe en muchos casos similares que no reciben la
atención de los medios.
"Este caso también se volvió mediático porque es la típica historia de novela, del
niño rico que se aprovecha de una niña pobre y la asesina, y después se hace
justicia y ese es el cuento perfecto. Ha habido casos más aberrantes en el país,
pero de esos no se dice nada, porque ocurren en zonas remotas y con protagonistas
que no son tan atractivos", apunta el periodista de El Tiempo.

"Creo que Yuliana, como otras mujeres y niñas que han sido violentadas en el
pasado, pasará a convertirse en un símbolo, en una figura a la que vamos a recurrir
cuando hablemos de crímenes emblemáticos, pero no creo que (su caso) haya
producido un cambio, excepto por la rapidez con la que se condenó al asesino".

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