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Ave María

Extracto del libro:

“EL SECRETO DEL MANDO”

De G. Courtois
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CAPITULO I: VIDA INTERIOR

I. VER CLARO

1. El Divino Maestro aconseja que imitemos a aquel buen hombre que, antes de construir una
torre, se puso a reflexionar para ver claro. Sigamos su enseñanza, y cuando vayamos a
emprender un negocio, precisemos bien el fin, examinemos los medios.
2. El gran peligro para muchos educadores es olvidar prácticamente, durante el ardor de la
acción, el objeto supremo de su actividad1.
3. ¿Queremos guardar una visión clara y exacta de las cosas? Considerémoslas no desde
nuestro punto de vista, sino desde el punto de vista de Dios.
4. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es lo que Dios espera de mí? ¿Qué es lo que busco en las almas
que me han sido confiadas, mi gloria o la de Dios, mi éxito o el éxito de Dios?

II. UNIÓN CON DIOS

5. Varios medios se os ofrecen para conseguir vuestro fin: medios de acción individual,
medios de acción colectiva. Desde el juego hasta los avisos, desde las proyecciones hasta la
visita al Santísimo, todo puede servir para la formación cristiana y apostólica de vuestros
niños.
Pero hay una condición de fecundidad espiritual que no pude suplirse con nada: vuestra
unión con Dios.
6. Sólo Dios es el maestro de las almas. Sólo Dios es el autor de todo bien. Sólo Dios puede
iluminar los espíritus, sólo Dios puede tocar los corazones. Nosotros no somos más que
causas secundarias. Y Dios no puede hacer bien por nosotros más que en la medida en que
estamos unidos a Él. Estas son verdades conocidas, pero hay que repetirlas para que no se nos
olviden... y las verdades pronto se olvidan cuando no se las vive.
7. El momento en que se está menos dispuesto para recogerse es cuando es más necesario.
“Cuando me inquieto ante trabajos urgentes y no veo claro, me detengo y digo: “Nuestro
Señor no desea que continúe con esta fiebre”. Después rezo. Hago un poco de oración.
Cuando la calma vuelve, examino mi labor y, es bien curioso, me da la impresión entonces de
que va a resolverse todo” (P. Poppe)
8. El religioso que se encarga de una obra educativa que no tenga el deseo de vivir
plenamente su vocación, podrá ser un brillante orador, un excelente director de escena, un
prestigioso organizador de fiestas, pero su influencia será superficial y no llegará al fondo de
las almas.
Algunos textos para meditar a menudo: Jn. 15, 16 / Jn. 15, 4-5 / 1ª Cor. 3, 7 / Jn. 17, 19.
9. Se trata ante todo de formar cristianos. Entre vuestros niños unos han recibido cinco
talentos, otros dos; otros, uno. Lo esencial es que cada uno haga fructificar lo que ha recibido,
hasta el máximum. Lo que Dios reclama de ellos no es el 3% o el 5%, es el 100%. Vivimos en
un tiempo en el que no se puede permitir el ser cristiano a medias. ¿Quién sabe si algunos de
vuestros niños están destinados a dar a Dios el testimonio de su sangre? Al menos todos
tendrán que dar el testimonio de su vida. Si queremos formar cristiano 100% es preciso que
seamos religiosos 100%.

1
Es necesario al acabar una actividad verificar y evaluar si se logró lo que esperábamos. A veces obtenemos buenos
resultados pero no lo esperados y no cumplimos el fin.
10. La misma palabra dicha a la misma alma por dos personas diferentes produce efectos
diferentes. ¿Por qué? En uno es Cristo el que ha hablado; en el otro, es el hombre.
11. Dios no nos pide una unión forzada y siempre consciente, sino una adhesión afectuosa y
profunda a sus divinos deseos. Nos pide, además, que no olvidemos nunca nuestro papel de
causa instrumental, y que jamás nos atribuyamos el bien que hace por nosotros.
12. Confiáos frecuentemente al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen. Por la acción conjunta
del Espíritu Santo y de María produciréis a Jesús en las almas, puesto que por la acción
conjunta del Espíritu Santo y de María vino Jesús a la tierra. Y el Espíritu Santo y María
obrarán tanto más por medio de vosotros cuanto más acudáis a ellos y seáis más dóciles a su
influencia.
13. Afortunadamente, si el alma del niño escapa a nuestra vigilancia humana, permanece en
las manos de Dios. ¿Qué sé yo de la vida espiritual de un alma... de su piedad sincera... de su
atracción por la pureza y de su odio al pecado? Ese fondo en el que se representa el drama de
su eternidad... se nos escapa. Nos es tan oscuro como un misterio de fe. El secreto de la
pedagogía espiritual está en la alianza con el Maestro interior.

III. ESPÍRITU DE FE

14. El mundo en el que viven vuestros niños está impregnado de materialismo. Hoy son
muchos los que sólo aprecian lo que se ve, lo que se toca, lo que se palpa. Vuestra misión es
revelar a esos niños el mundo de lo sobrenatural.
15. La fe es esencialmente contagiosa. Los niños deben sentir a vuestro contacto que
Jesucristo no es para vosotros cualquier cosa, sino Alguien. Que no es un ser indefinido y
lejano, sino el Gran Amigo con el que tenéis relaciones íntimas.
16. Demostrad con vuestro modo de hablar de las cosas religiosas que la fe es fuente de
alegría, de dicha y de entusiasmo. No hay derecho a tener un aire hastiado y desagradable
cuando se habla de Dios.2
17. Tened el hábito de ver a través de las fisonomías de los niños sus almas y, a través de esas
almas, a Cristo que quiere vivir y crecer en ellas.
18. A través de todo, a través de todos, ver a Dios. Pero para ver a Dios hay que purificar
frecuentemente las intenciones y los afectos. Cuando nos buscamos en algo, por poco que
sea, una niebla nos oculta a Dios, pero en cambio si nos damos cuenta de nuestro egoísmo y
reaccionamos limpiamente, el horizonte se aclara y Dios se deja ver de nuevo.
19. Infundid en todos los que se os acerquen deseos de amar lo que amáis y de creer lo que
creéis.

IV. ESPÍRITU DE ORACIÓN

20. Tened el convencimiento de la necesidad y eficacia de la oración... persuadíos de que el


tiempo de la Santa Misa, del rezo del Oficio Divino, de la oración, de la visita al Santísimo
Sacramento nunca es tiempo perdido para el apostolado; antes al contrario, ganado.
21. La oración perseverante todo lo consigue. Si tenéis fe como un grano de mostaza,
trasladaréis las montañas. Hay gracias que vuestros niños no obtendrán si no las pedís para
ellos.

2
Debemos tener mucho cuidado con no quejarnos en voz alta ni mostrar nuestro disgusto o cansancio por las cosas
religiosas. Por ejemplo: “¡Ay, tengo que rezar el Rosario! O ¡ahora la Misa! Ya que es causa de influencias
negativas en los demás.

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22. Figuraos que sois mediadores; debéis, pues, adquirir el hábito de pluralizar vuestra
oración. Por ejemplo: el rezo del Oficio Divino será más perfecto, y tendrá un alcance más
eficaz, si con el pensamiento acercáis a vosotros todas las almas que os han sido confiadas,
para rogar por ellas.
23. Otro método de oración apostólica. Pensad que Cristo habita en vosotros y en todas las
almas y pide sin cesar por las necesidades actuales de todos aquellos que están confiados a
vuestro cargo.
24. No olvidéis tampoco que de Jesús Hostia se escapa un fluido misterioso... por el
pensamiento podemos exponer a estos rayos divinos las almas ciegas, sordas, mudas,
leprosas, paralíticas.
25. No comencéis nunca un catecismo... o cualquier ocupación que os ponga en contacto con
un grupo de niños sin presentar interiormente sus almas a la bendición del Salvador.
26. No temáis buscar auxiliares espirituales. (Confiad vuestras intenciones a las oraciones de
otras personas de unión con Dios)
27. Creed en la eficacia de la oración de los enfermos. Hacedles comprender y utilizar, en bien
de las almas que os han sido confiadas, su fuerza redentora.

V. INFLUENCIA DEL EJEMPLO

28. El ejemplo es uno de los más poderosos medios de educación. Nuestro Señor comenzó por
obrar antes de enseñar.
29. Nuestra actitud en la oración, nuestro modo de hacer el signo de la cruz... tienen, sin
darnos cuenta, más influencia sobre las almas que los más bellos discursos.3
30. “Se hace más bien por lo que se es o por lo que se hace, que por lo que se dice” (Ollé-
Laprune)
31. Lo mejor que podemos hacer para despertar o afirmar la fe de los que nos rodean es
probarles con toda nuestra vida – al obrar conforme a lo que afirmamos – que creemos
verdaderamente lo que decimos.
32. Se causará un grave daño al niño si se le habitúa a considerar las virtudes del cristianismo
como cosas que se dicen, pero que no se hacen.
33. “En el niño crece la independencia al mismo tiempo que la afirmación de su
personalidad... por un instinto sutil, distingue claramente lo que debe a otro y lo que se debe
a sí mismo. Deseoso de sacudir toda influencia extraña, guarda celosamente lo que ha
adquirido por propia elección. Desde entonces es cuando hay que empezar a conceder a la
influencia indirecta, y por así decir, involuntaria y anónima, una eficacia mucho más
profunda y tenaz, que a la influencia directa que se ejerce por voluntad, por presión o por
violencia. El espíritu de contradicción no es sólo un juego con el que se goza el humor
juvenil; es algo que está en su misma naturaleza... por eso importa tanto que la formación
espiritual se derive no de un mandato, al que uno está tentado a oponerse, sino de la estima y
del amor secreto de la virtud, que todo ejemplo vivo produce” (P. Charmot)

VI. HUMILDAD

3
Es conveniente al bendecir o dar gracias volverse hacia la imagen, cuidar las posturas en la Santa Misa, el modo
en que uno trata los ornamentos, la Biblia, el mantel del altar. Los niños y jóvenes captan más rápido lo que nos ven
hacer que por las palabras que les digamos.

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34. Tendremos tanta más autoridad e influencia beneficiosa sobre las almas, cuanto menos
busquemos la visible satisfacción de nuestro amor propio.
35. Las obras a las que estamos consagrados nos son “nuestras”, sino las obras de Cristo.
Debemos hacerlas, no según nuestras ideas, sino según el espíritu de Cristo que es un espíritu
de servicio.
36. “La fecundidad divina se promete a la abnegación suprema, y ésta la posee el que se
esfuerza por renunciarse de tal modo, que abandona todo provecho personal, y no quiere
levantar un pedestal con el bien realizado, ni as sí mismo, ni a los suyos” (P. Thellier de
Poncheville)
37. Hay que evitar el hacerse centro del mundo o centro de una obra. Hay que aceptar
alegremente que otros trabajen mejor que nosotros. Lo esencial es que Dios sea más
conocido, más amado, más bien servido.4
38. Cuando una cosa no marcha bien, cuando alguna falta ha sido cometida, buscad al
momento la parte que tengáis de responsabilidad, antes de buscar la de otros. Y al contrario,
cuando tengáis éxito, no os atribuyáis el mérito: “no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a
tu Nombre da la gloria” El orgullo ciega y esteriliza.
¡Jesús concédeme la gracia de hacer el máximum de bien, con el máximum de oscuridad
compatible con ese bien!

VII. DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS5

39. El educador que tenga una devoción intensa y práctica al Corazón de Jesús tendrá el 100%
de probabilidades de éxito. (Cf. Promesas del Corazón de Jesús a Santa Margarita María)
40. Inculcad a los niños esta devoción. Descubridles el valor inmenso de las oraciones, los
sacrificios... repartid estampas, hojas, folletos...6
41. Procurad que los niños se acostumbren a decir jaculatorias. Esas oraciones cortas, hechas
durante el día, atraerán una lluvia de bendiciones.7
42. Enseñad siempre que el camino del amor y de la confianza es mucho más fácil y seguro
que el camino del temor.
43. “Sagrado Corazón de Jesús, concédeme que todo lo que haga o padezca, reciba o dé, sea
por esto: porque Tú me amas, porque te amo. Eso me hará santo” (D. Manuel González)

CAPITULO II: CUALIDADES DEL DIRECTOR

I. COMPETENCIA

1. Se trata de poner al servicio de Dios y de las almas nuestros talentos, sin excepción, tanto
los de orden natural como los de orden sobrenatural.

4
Es importante que hagamos comentarios positivos y que quitemos el protagonismo. Aprovechar las situaciones
para que todos hagamos algo por Dios y no importa quien lo haga, sino que Dios sea alabado y glorificado. Si un
niño quiere hacer algo y otro se le adelantó enseñarle que no se enfade que él puede ofrecer otra cosa y Dios estará
también muy contento con él y así podemos ofrecerle más cosas.
5
Se debe desarrollar junto con la devoción al Corazón de María.
6
Recordarles la promesa de la Virgen de la Medalla Milagrosa y la protección de llevar imágenes benditas.
7
A los niños y jóvenes les ayuda la competencia con otros y con ellos mismos. Por ejemplo a ver quién hace más
jaculatorias esta semana y luego premiarles. También es muy útil poner una intención. Por ejemplo si el papá de un
niño está enfermo animarlos a ofrecerlas por él.

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2. La gracia es superior a la naturaleza, pero no prescinde de ella. Cuando Dios pide la
colaboración de un ser humano, la pide conforme a su naturaleza de ser inteligente, dotado de
una voluntad libre. “Dios nos ha puesto una cabeza sobre los hombros para servirnos de ella.”
3. El educador que quiera tener éxito, debe comenzar por conocer su oficio. Ninguno de hace
de pronto educador, esto es un arte y una ciencia. Se necesitan principios y reglas,
conocimientos precisos y habilidad.8
4. Para ser buen educador es necesario:
 Si no intuición, al menos comprensión rápida de los deseos, de las necesidades, de las
relaciones de los niños.
 Saber reaccionar con palabras, actos y decisiones apropiadas.9
 Conocer los métodos apropiados para crear una atmósfera clara, luminosa, simpática.
 Poseer un bagaje abundante y práctico de cosas que mandar hacer.
 Manejar con viveza y alegría las diversas actividades educadoras.
5. Para adquirir esta competencia es absolutamente preciso juzgar, comparar, reflexionar,
leer, estudiar, consultar y adaptarse a las almas confiadas a uno.
6. La pedagogía es una ciencia que no se adquiere en los libros.10 Hay cosas que no se
comprenderán más que a fuerza de experiencia. Sin embargo sería necio y peligroso querer
encontrar por sí todas las leyes de la psicología infantil. ¿Por qué no aprovecharnos las
observaciones y experiencias de los otros?
7. Nunca se ha prometido Dios hacer milagros para suplir nuestras insuficiencias.

II. CONOCIMIENTO DEL NIÑO

8. Conocer al niño es saber el ambiente que influye sobre él: ambiente de familia, de
escuela, de vivienda. Es también saber discernir a través de cada uno de sus actos, los
motivos que consciente o inconscientemente han inspirado aquellos.11
9. El niño es un compuesto muy complicado de energías que tienden a expansionarse y a
satisfacerse. Una misma tendencia puede encontrar su satisfacción en actos diferentes.
Cuando una tendencia encuentra su expresión en actos buenos, es preciso reforzar la
asociación entre la tendencia y estos actos, volviéndolos cada vez más fáciles y agradables.
Pero al contrario, cuando una tendencia se dirige hacia un acto malo, es preciso sugerir una
actividad derivada, que reemplace la acción mala, dejando, sin embargo, a la energía vital la
posibilidad de exteriorizarse. (Por ejemplo: si los niños arrojan piedras sobre los coches que
pasan no debemos contentarnos con impedir esa acción mala, sino organizar un juego con el
que puedan satisfacer la necesidad que experimentan de arrojar algo sobre un objeto móvil,
como un juego con pelota)

8
El primer paso es la observación. Ver cómo se comportan, cómo reaccionan, qué intereses tienen, qué dificultades
y necesidades.
9
En esto es necesario tener equilibrio y no dejarse llevar de los impulsos. Ni dejarnos llevar de la blandenguería ni
del rigorismo. Por una reacción desacertada podemos alejar un alma. Es preferible ante un hecho que merece
castigo esperar un poco y tener todos los datos antes de tomar medidas o hacer comentarios.
10
Un principio básico de la pedagogía es no dar nada por supuesto sino verificarlo. Por ejemplo no dar por hecho
que todos saben lo mismo.
11
Es necesario para esto no sólo conocer las características psicológicas del niño y el adolescente en general sino
también la entrevista personal y en privado, aunque sea breve. Hay que dedicar tiempo para escucharlos. Muchas
veces son varias las personas que les dan recomendaciones pero no los escuchan. El trato personal es fundamental,
a veces una palabra o un consejo breve basta para orientar un alma.

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10. El niño es niño, no porque es pequeño, sino porque aún no se ha hecho grande. Es un
hombre en formación. Con todas sus fuerzas tiende a crecer, a aparentar, a sobresalir. No le
gusta que lo traten como a pequeño, ni que le llamen “pequeño”.
11. El niño quiere que se le tome en serio; quiere ser uno y no una cosa. Al educador le
importa conocer, lo más pronto posible, los apellidos y, sobre todo, los nombres de los niños.
Cuando se tiene a los niños por poco tiempo, como ocurre en las colonias de verano
(campamentos), sería un grave error psicológico llamarlos por el número de matrícula.
12. El niño experimenta necesidad de afirmase en todos los dominios. Para hacer valer su
personalidad, tiende a luchar contra todo lo que se oponga a ella. Por ejemplo: niño que
contradice y critica todo lo que se hace, es porque no se le ha preguntado su parecer o porque
no se ha tenido en cuenta lo que dijo: niño vuelto un revoltoso, un cabecilla. No se supo
utilizar sus cualidades de conductor.12
Conclusión: no tratar al niño como a un inferior o como adversario, sino como a un
colaborador.
13. Tratad al niño como ser dotado de inteligencia y libertad, que tiene un papel activo que
llenar: el de trabajar para su formación y en bien de los otros.
14. El niño quiere vivir. De ahí la necesidad de crear alrededor del niño una atmósfera de
alegría y de entusiasmo.
15. El niño es todo movilidad. Tiene necesidad de movimiento. Lo que es inmóvil le interesa
menos que lo que se mueve. De ahí la necesidad de comprender su exuberancia, de no dejarlo
mucho tiempo inmóvil con los brazos cruzados, de orientarlo hacia un juego de conjunto.
16. Para el niño, vivir es jugar. El niño aprecia al que organiza con facilidad los juegos en su
imaginación, sus fuerzas nuevas, su necesidad física de actividad y de pruebas, su inclinación
natural hacia la competencia pueden darse libre curso. No olvidéis utilizar este amor al juego
para su propia formación.13
17. El niño es mucho más impresionable que el adulto, y esta sugestibilidad es proporcional al
prestigio que poseen sobre él las personas mayores. El educador debe cuidar - aunque
manteniendo siempre la autoridad necesaria para el bien del niño - de no emplear nunca
medios de intimidación, y evitar siempre lo que pueda paralizar su desarrollo y ahogar su
espontaneidad.
18. El niño atribuye a las cosas el valor y la importancia que sus educadores les dan. De ahí la
necesidad de poseer el sentido de las proporciones, de no atribuir a lo accesorio una
importancia desmesurada.
19. Teniendo el niño el sentimiento instintivo de su debilidad, experimenta la necesidad de
apoyarse sobre otros; está más sometido que el adulto al instinto gregario, al espíritu de
banda. De ahí la importancia que tienen los equipos.14
20. Todas las leyes de la psicología de las muchedumbres se encuentran con mayor motivo en
el niño:
 Una cosa es tenida por verdadera en la medida en que muchos la tienen por verdadera.
12
Es necesario conocer a sus padres o con quienes vive el niño. Suele coincidir que si en la casa tienen costumbre
de criticar el niño también lo haga así. Es necesario hacerle ver lo positivo y enseñarle a valorar el esfuerzo y el
trabajo de los demás.
13
Es decir que aprende más rápido si lo hace jugando. Por ejemplo: hacer un repaso de preguntas y respuestas en
que se le pasa una pelota, al que contesta bien. Para el niño o joven lo principal será tirar la pelota y atajarla y lo
secundario contestar para que se la pasen. Pensará que está jugando y no estudiando.
14
Es importante tener cuidado al dirigirse al grupo saber quién es el líder y los gustos e intereses que tienen para
ganarlos y atraerlos a Dios.

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 Un sentimiento experimentado al mismo tiempo por muchos, se refuerza en cada uno
proporcionalmente al número de los que lo experimentan.
 Una convicción afirmada al mismo tiempo por varios, adquiere en cada uno una nueva
fuerza.
 En consecuencia: no temáis proclamar colectivamente el bien y vituperar colectivamente
el mal. Ejemplos: lanzar palabras de menosprecio sobre lo que está mal, sobre las malas
conversaciones, sobre las mentiras... aplaudir todo lo que ha exigido un esfuerzo para el
bien.
21. Como el niño da mucha importancia a la opinión que de él se tenga, está dispuesto a
realizar con prontitud la idea que su educador o la opinión se ha forjado de él. Ejemplo: si un
niño pasa en su grupo por valiente, se hará el valiente aunque tenga miedo.
Conclusiones prácticas:
 Suponer siempre en el niño la cualidad que se desea ver en él. Cuando tengáis que
aconsejar al niño, o reprochar su conducta, figuraos que tiene, al menos en germen,
aquellas cualidades que deseáis ver en él. En lugar de decirle: “Eres un perezoso...”,
decidle: “Si tú quisieras, sorprenderías a todos con tu buena conducta”)
 No considerar sus faltas más que como accidentes y no como la expresión de un estado
permanente.
 Animarle y no perder ninguna ocasión de comprometerle para el bien.
22. Es sensible a los estímulos y a los reproches en proporción al prestigio que sobre él tiene
la persona que los hace. Estos estímulos y reproches pierden toda su eficacia si son
demasiados frecuentes e ilógicos.15
23. El niño desea agradar, dar gusto a los demás y volverse útil.
24. En cada niño hay cuerdas vibratorias que es preciso descubrir y utilizar para el bien. (El
amor hacia la madre, el pensamiento del Niño Jesús, el deseo de agradar; incluso poner de
nuestro lado su amor propio: “ya sabía que eras animoso... ¡Qué habilidoso serías si hicieses
esto!”)
25. El niño tiene una facilidad prodigiosa de imaginación, la imaginación tiene en él entrada
en la voluntad... toda idea que pasa por su espíritu tiende a traducirse en acto, de ahí la
importancia de la elección de historias, temas, etc.
26. Al niño no le interesan los juegos demasiado perfeccionados en que la imaginación apenas
trabaja. (Un juego que ha inventado le interesa más que uno hecho)
27. Para él nada es inverosímil. Encuentra naturales los cuentos de hadas, las historias
fantásticas... Con la edad este atractivo evoluciona y se transforma en el gusto por las
aventuras, en las cuales se cree con facilidad el héroe principal. De ahí la importancia que
tiene la elección de libros y la necesidad de que los héroes de aventuras se comporten
moralmente.
28. La emulación es natural en el niño. Tiene deseo de sobresalir y vencer. Es capaz de hacer
cosas fastidiosas por ganar. Se puede utilizar este atractivo en bien de su propia formación,

15
Debemos tener cuidado con no etiquetar. como sería decir de un niño o joven: “ya sabía que tú eras el que
comenzaría el desorden” o bien, “tú eres un desordenado”. Si bien eso puede ser verdad, no es el modo de ganarlo
para Dios. Mejor sería darle una actividad o tenerlo como ayudante de disciplina y animarlo diciéndole, por
ejemplo: esto no está bien pero como Dios te ama, tendrás otra oportunidad. A ver si ahora me ayudas con esto. Es
fundamental cumplir lo prometido. Para eso es necesario pensar antes que sanciones o premios se van a dar y que
ellos lo sepan. Puede ser salir antes al recreo, jugar un partido de fútbol, algo que les guste.

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pero es preciso vigilar para que el orgullo no le ciegue. Más vale orientarlo a la superación de
sí mismo que a la de otros.
29. Este atractivo por la competencia se refuerza si ésta es colectiva: equipo contra equipo...
pero hay peligro de egocentrismo, de orgullo colectivo; por lo tanto, es necesario engendrar
el verdadero espíritu deportivo y recordar a cada uno el deber de trabajar en bien del
conjunto.
30. El niño está hundido en lo sensible, es refractario a las abstracciones; las ideas no penetran
en él más que cuando van envueltas en una imagen o mejor aún, en una acción.
Conclusiones prácticas:
 Hablad a los niños en lenguaje concreto.
 Emplead la imagen en las palabras.
 Utilizad la mímica y el juego.
 Mostrad con ejemplos el modo de realizar en la vida cotidiana lo que se ha enseñado.
31. El poder de atención del niño es limitado. Se cansa muy pronto. Tiene necesidad de
cambio, y gusta de cosas imprevistas. De ahí la necesidad de variar ocupaciones.16
32. El niño examina actos con dificultad, y cuando lo hace, realiza un esfuerzo que no puede
sostener largo tiempo. Por consiguiente, no hay que imponerle un trabajo prolongado de
reflexión.
33. El niño vive enteramente del presente; no ve las consecuencias de sus actos ni de sus
palabras. De ahí la necesidad de inspirarle el sentimiento de su responsabilidad, pues ignora
la palabra y aún más la cosa.
34. El niño carece de experiencia y del sentido relativo de las cosas. Se cree el centro del
mundo. Limita el mundo a lo que él es, a lo que ve, a lo que toca. El egoísmo, o al menos el
egocentrismo, en él es cosa natural.
Conclusiones:
 Desenvolver y educar en él la caridad, el pensamiento y el servicio de los otros. “Los
otros antes que yo.”
 Apelad frecuentemente al “buen corazón”.
35. El niño tiene, por naturaleza, el deseo de atraer la atención sobre sí:
 No seáis cómplices de esta tendencia.
 Evitad los elogios en público.17
 No demostréis interesaros por un niño más que por otro.
 Desconfiad de la adulación.
36. El niño tiene un claro sentido de la justicia y aún más de la injusticia, sobre todo cuando se
cree la víctima.18

16
La capacidad de atención en un niño de unos 5 años es de unos 5 minutos. Alrededor de los 8 puede llegar a unos
10 ó 15 minutos. A medida que es más grande puede aumentar si está en lo que le interesa. Pero no es conveniente
extenderse más de veinte minutos dado que externamente pueden aparentar atención pero piensan en otra cosa. De
allí la importancia de cambiar de actividad cada veinte minutos aproximadamente.
17
En caso de niños tímidos o con problemas de conducta, es bueno el elogio en público cuando ha hecho algo bien
para ayudarlo a superarse y hacerle ver que Dios y la Virgen están más contentos con él ahora y nosotros también.

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37. El niño no posee el sentido de la medida ni de los matices. No comprende la broma; si
bromeáis con él, os faltará al respeto fácilmente.
38. No basta conocer al niño en general, es preciso conocer a cada niño en particular.
39. El niño no se descifra como un libro. Para conocer al niño es preciso prestarse a él,
comunicarse con él por una constante simpatía, sentir lo que él siente, experimentar todas sus
disposiciones, adivinar todas sus tendencias, entrar en el movimiento de su vida.
40. Antes de pedir o decir cualquier cosa a los niños, poneos en su lugar, y acordaos de
vosotros cuando erais también niños; después preguntaos cuál sería vuestra reacción si os
mandasen lo que vais a mandar, si os dijesen lo que vais a decir. Esto es lo que se llama,
según Pascal, “ensayar sobre su corazón”.19

III. ACCIÓN COLECTIVA Y ACCIÓN INDIVIDUAL

41. Hay una enseñanza, una formación general que puede y debe ser dada a todos, no
solamente por razón de comodidad y de tiempo, sino por razón de orden psicológico, pues
como dijimos, “los sentimientos experimentados al mismo tiempo por varios son reforzados
en cada uno en razón directa del número de los que lo experimentan”.
42. Lo que constituye la colectividad no es la yuxtaposición de individuos, es la comunidad de
intereses individuales y de necesidades que se procurará dar a conocer a todos.
43. Esta formación colectiva no es sólo la obra de uno sobre todos, sino la obra de todos sobre
cada uno. Exigiendo la colaboración consciente y activa de todos los miembros, se consigue
una mayor asimilación de ideas, y unas actividades mucho más importantes. “Cada uno se
encariña tanto más con una idea, cuanto más obligado se encuentra a examinarla por sí
mismo, a propagarla y a comprometerse por ella”.
44. Nosotros debemos sostener que la persona humana no desaparece en el grupo, debe ser
respetada en sí misma y por sí misma, cuidando de armonizarla y adaptarla al conjunto. Pues
no todos tienen la misma función, la misma vocación, la misma cantidad de talentos.
45. Es preciso adaptar la formación general dada a todos, a las condiciones del alma
individual... éste tiene necesidad de ser estimulado, aquél de ser refrenado, tal de ser
alentado, tal otro de ser tranquilizado, etc. Cada uno tiene sus dificultades especiales, su
carácter particular, oscuridades o luces que le son propias.
46. Hay cosas que no pueden decirse a todos reunidos. Hay cosas tan personales que no
pueden tratarse más que cara a cara con el interesado. (Cf. Jn. 10, 14 / Jn. 10, 3)20
47. Dios no ha creado las almas en serie. Nuestro deber consiste en inclinarnos sobre las almas
con una atención llena de simpatía y de respeto, para intentar comprender su viva
complejidad y para ayudarlas a realizar lo que Dios espera de cada una de ellas.

IV. BONDAD Y SACRIFICIO

48. Los niños se dan a la persona que los quiere. Amar al niño y hacerse amar de él será
siempre el gran secreto de la educación.

18
De allí la necesidad de tomar medidas justas con ellos y que sepan antes las sanciones. Al cometer una falta es
muy útil preguntarle si lo que hizo está bien o mal, por qué y qué se debe hacer entonces. Esto les ayuda a la
reflexión, a tomar las cosas en serio y ver que se actúa con justicia.
19
A veces corregimos a los niños por cosas que son naturales a ellos y esto los desconcierta. Por ejemplo llamarles
la atención porque sólo piensan en jugar, cuando el juego es su mundo.
20
Cuando se trata de faltas que no fueron conocidas por el grupo sino por algunos, no debemos hacerlas públicas,
por no faltar a la fama de la persona.

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49. Que con nuestro tono de voz, con nuestras actitudes, con nuestro modo de ser y de obrar,
no demos que pensar lo contrario de esta verdad fundamental: somos los ministros de la
caridad divina.
50. La frialdad hiela, la ofensa hiere, la maldad irrita, la desconfianza cierra las almas. Si se
quiere ganar el corazón de un niño es necesario demostrarle confianza e interés.
51. Debemos amar a las almas con el mismo amor con que Jesús las ama. Estad dispuesto a
dar el tiempo, las fuerzas, la vida y, si fuera preciso, toda la sangre por cada uno de los
pequeños.21
52. Es preciso que los niños sientan que les amáis por ellos mismos y no por vosotros. Eso
exige de vuestra parte una cierta dosis de abnegación que os impela a salir de vosotros
mismos con el fin de interesaros por todo aquello que interesa al niño.
53. No tengáis miedo a ser amado, cuando sólo consentís serlo para hacer amar más a Dios.
54. Si no os habéis sabido captar la simpatía y el afecto de los niños, podréis hacer que os
obedezcan, podréis obtener una cierta disciplina..., pero no podréis suscitar un gran arranque
hacia el bien.
55. La confianza, la estima y el afecto no son cosas que se exigen, sino que se merecen.
56. El gran secreto para amarlos sobrenaturalmente: a través de cada uno de ellos, ver a Jesús.
57. Sacrificaos desinteresadamente. No esperéis recompensa. No os admiréis de la ingratitud...
es precisamente ese desinterés, caracterizado por el más total desapego, el que constituye
vuestra fuerza y os da un cierto derecho a la confianza, a la estima y al afecto.

V. JUSTICIA Y PRUDENCIA

58. El niño tiene un claro sentido de la justicia.


59. El niño desconoce el verdadero sentido de las cosas, juzga conforme a lo que ve. Ser justo,
pues, no es suficiente, es preciso parecerlo.
60. No engañéis nunca a un niño, ni con promesas que no tenéis intención de cumplir, ni con
amenazas que no tenéis ni gusto ni posibilidad de ejecutar. Promesa es cosa sagrada, y el
niño, que tiene claro sentido de la justicia, se desconcertará y escandalizará si aprecia en
vosotros el menor síntoma de informalidad, aunque obréis por buen motivo.
61. El niño cree, por inclinación natural, en la lealtad del maestro, con más razón en la del
sacerdote y la del religioso. La más escrupulosa sinceridad es de rigor.
62. No se engaña impunemente al niño... quien lo engaña puede estar bien seguro de haberse
cerrado para siempre el corazón de aquel niño.
63. Evitad dar señales de preferencia a un niño. Sólo hay una preferencia que acepten los
niños, aquella que concedéis a los enfermos, a los pobres, a los desgraciados.
64. Evitad el dar la menor muestra de antipatía a un niño.
65. No deis nunca a un niño una señal de afecto sensible. No acariciéis, no abracéis bajo
ningún pretexto a un niño.
66. Las señales de afecto son, por lo menos inútiles. Muchas veces son perjudiciales, si no
para el educador, al menos para el niño.

21
Si el niño o joven se acerca a uno porque necesita comentarnos algo debemos ver el modo de atenderlo o darlo
una hora en la que lo podamos hacer. Deben experimentar que queremos atenderlos y no importa cuántas cosas
tengamos porque son muy importantes para nosotros.

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67. Si tenéis a vuestro cargo una colonia de vacaciones (campamento) no os detengáis por la
noche junto al lecho de los niños.
68. No olvidemos nunca que debemos ser educadores antes que ser consoladores.
69. El educador debe ser prudente siempre, cualquiera que sea su virtud y su edad, aunque no
debe ser exagerado, ni convertir la prudencia en obsesión.
70. En internados, campamentos, etc., siempre que sea posible, tened un despacho. No
recibáis a los niños en vuestra habitación.
71. Que vuestra actitud general, recta y enérgica, desarme anticipadamente a los que estás
dispuestos a lanzar en el momento menos pensado las peores calumnias.
72. No os extrañe experimentar de vez en cuando una viva simpatía por tal o cual niño, pero
procurad no dar señal de ello ni exteriorizar de ninguna manera vuestro afecto.
73. Una regla de oro: darse, pero nunca dejarse coger.

VI. PACIENCIA Y TIEMPO

74. No procuréis tener resultados demasiado rápidos. “No se gana tiempo cuando se prescinde
de él.”
75. Tirar de una planta para hacerla crecer más deprisa es un mal método... la educación es
obra de paciencia. No os desaniméis ante las dificultades del comienzo. Vuestro papel
consiste en inculcar costumbres buenas y hábitos saludables.
76. Es un arte elaborado con una onza de buen sentido y dos onzas de paciencia el saber
esperar para elegir el momento psicológico de hacer una advertencia, una observación, una
reprimenda.
77. Dios os pide la siembra del buen grano. El mismo se encargará de hacerlo germinar. (Cf.
Parábola del sembrador)
78. No os desaniméis cuando los resultados se hagan esperar. Se necesitan, a veces, varios
años para apreciar los progresos de un alma o de un grupo.
79. Un educador que da muestras de impaciencia delante de los niños, que se permite decir
palabras duras o de señales de genio, da clara prueba de que, no sabiendo educarse a sí
mismo, no puede pretender ser educador de los otros.

VII. VOLUNTAD FIRME

80. El más pequeño resultado exige cierta firmeza y cierta tenacidad.


81. Los niños tienen necesidad de apoyarse sobre alguien que sea fuerte; es indispensable que
puedan estar orgullosos de su maestro, y que se encuentren seguros bajo su autoridad. “El
niño y el joven no buscan la satisfacción que pudiera producirles una autoridad débil; se
gozan cuando encuentran alguien fuerte sobre el que puedan apoyarse. La firmeza viril los
tranquiliza, la debilidad complaciente les produce desconfianza y, finalmente, disgusto”.
(Lacordaire)
82. Sed siempre dueños de vosotros mismo. Obtendréis de los niños fácilmente lo que
quisiereis sin tener necesidad de multiplicar vuestras órdenes, pues de una voluntad fuerte se
desprende una corriente de energía que obtiene la adhesión más rápida, y fácilmente la
ejecución.
83. No digáis a cada instante: “Quiero hacer esto o aquello.” “Si quisiese podría hacer esto o
aquello”. Hacedlo.

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84. No toméis decisiones a la ligera. Procuraos tiempo para reflexionar según la importancia
de los asuntos; pero aprended a tomar decisiones.
85. Estudiad, consultad... haced pruebas. Pero no os perdáis en teorías... es preciso pasar a la
acción. Lo que vale es lo que hayáis producido. Sed realizadores.
86. La acción es la lucha cotidiana entre nuestro ideal y la realidad. Es el punto fijo donde
nuestro esfuerzo viene a insertarse en la duración, donde nos ensayamos a costa de un gran
esfuerzo, el modo de introducir en la realidad aquello que soñamos, si tiene posibilidad de
realización. Es conformarse a no ir más lejos, precisamente para que aquello sea viable, para
que se hagan verdaderos progresos y para que otros puedan ir más lejos un día. (R. Garric)
87. Vale más tener pocas ideas y realizarlas que tener muchas y no realizar ninguna. 22
88. Escoger es sacrificar alguna cosa. Una buena decisión, aunque sea imperfecta, seguida de
una firme ejecución, vale más que la espera prolongada de una resolución ideal, que no se
realizará nunca o se ejecutará quizá demasiado tarde. Decisión vale más que precisión.
89. A no ser que ocurran hechos nuevos o razones graves, no debéis cambiar nunca el plan
que habéis fijado, después de madura reflexión, o después de haberos aconsejado por
autoridad competente. Si cambiáis de método a cada instante vendréis a parar en la
confusión.
90. Lo que caracteriza a un jefe: arranque, equilibrio y dominio de sí mismo.

VIII. VOLUNTAD SOSEGADA

91. La intranquilidad es contagiosa, la calma también. Es necesario que deis la impresión de


tener serenidad.
92. Si en vuestra cara sorprenden la intranquilidad, la fatiga, el desánimo, esta impresión se
refleja inmediatamente sobre la colectividad. (Todas las actitudes y casi todos los
pensamientos – aún los más íntimos- repercuten en la conducta y en los sentimientos de los
niños)
93. Supongamos que os habéis extraviado en un bosque. Si perdéis la tranquilidad lo perdéis
todo... cantad entonces; todos los niños cantarán y vosotros experimentaréis más ánimo y
sangre fría para encontrar la decisión más adecuada y el camino.
94. No digáis nunca que estáis agobiado... terminaríais por creer en eso y sería la puerta
abierta para todas las impaciencias y todas las negligencias.
95. Sabed reservar las fuerzas y graduar los fines. Tened el sentido de las proporciones; no
hagáis ninguna reconvención severa por una falta de poca importancia... las intervenciones
demasiado frecuentes o por cosas pequeñas, terminan por cansar a los niños y gastar la
autoridad.
96. Evitad los aplausos y silbidos persistentes.
97. Si una palabra basta para dar una orden, no digáis dos. Si basta un gesto, no digáis palabra.
No gritéis, ni deis la impresión de estar agitado.
98. “No tomemos por lo trágico las cosas sencillas, hagamos sencillas las cosas trágicas”.
(Foch)

22
Es importante planificar con los niños y jóvenes actividades que sean de su agrado pero toca a los adultos ver la
posibilidad de su realización y razonarlo con ellos. Fijar fechas posibles y reales. Una vez decidido se debe hacer.
De lo contrario se desaniman mucho y consideran que les hemos fallado.

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99. Para guardar la serenidad acostumbraos a sufrir alegremente las contradicciones pequeñas.
No rumiéis vuestras inquietudes. No dejéis que las ocupaciones se conviertan en
preocupaciones.

IX. OPTIMISMO Y BUEN HUMOR

100. El educador que quiera tener una gran influencia sobre los niños debe aparecer siempre
lleno de animación y buen humor. (Una actitud sonriente y optimista atrae la simpatía y la
confianza. Si mostráis disgusto a la vida y a las gentes, seréis igualmente correspondido)
101. Tened por regla entusiasmar a los niños con aquello que tengan que hacer. Hay que
persuadir igualmente a los niños de que son capaces de hacer lo que deban hacer.
102. No presentéis nunca un contratiempo bajo el aspecto de una mala noticia. (Por ejemplo: si
en un campamento preparamos una fogata para la tarde y comienza a llover y hay que aplazar
eso que tanto esperaban los niños, en lugar de anunciar la cosa con aire triste, decidles: “¡Qué
suerte! Vamos a tener veinticuatro horas de lluvia para preparar bien los cantos de la hoguera,
y vais a conseguir que os refiera esta tarde una bonita historia que no esperabais”.)
103. Ni ver sólo dificultades, ni ignorarlas. Lo mejor es ver las posibilidades pensando en las
dificultades y encontrar en las primeras la fuerza para vencer las segundas. Reconoced que
todas las cosas tienen su parte buena y que hay que sacar partido de ellas.
104. Enseñad a los niños:
 Que la virtud encierra el secreto de la dicha verdadera.
 Que la religión no es nunca amiga de la tristeza.
 Que ella fomenta y bendice toda alegría pura.
 Que la risa verdadera es cristiana.
 Que la alegría es un don de Dios.
105. Exigid a los niños que “tomen todo por el lado bueno” y que estén “siempre sonrientes.”
106. El método de “sonreír siempre”, en la mayoría de los casos es eficaz: dos niños están
peleando; los compañeros acuden y en torno de ellos se ponen a gritar: “¡Qué se rían!, ¡Qué
se rían!”...el enfado de ambos desaparece. Un niño viene a quejarse llorando, comezad por
decirle que no le atenderéis hasta que no se haya sonreído. La queja siempre será menos
amarga.
107. “Tendremos tanta más alegría cuanto más la procuremos a los otros.” Si llegáis a
conseguir que en el grupo encomendado cada uno procure alegrar a los otros con su propia
alegría habréis creado el mejor clima para el florecimiento de las más bellas virtudes
cristianas.
108. “La alegría se adquiere, se cultiva, se conserva, se perfecciona... ser jovial no es una
facilidad, es una voluntad, una fuerza; representa un constante triunfo, una actitud de victoria,
una mentalidad de marcha. Para mantener la alegría es preciso, a veces, empezar de nuevo...
Muchas veces la monotonía y la rutina serán los principales factores de la tristeza y del
descontento... Porque es vigorosa es caritativa... no es egoísta. El que tiene alegría se da a los
otros, los atrae, no se queda solo, crea fraternidad... no ignora el sentido crítico, sabe
reprender con valor y oportunidad, pero mira con tan decidido optimismo y tal confianza las
virtualidades y probabilidades de progreso, que se podría decir que ella casi las ha hecho
nacer. Su optimismo no es pasivo, sino creador... La alegría es una confianza = fe, es decir: la
confianza = fe en el bien; la confianza = fe en la ayuda de Dios. La alegría encuentra su
optimismo en la Redención, que lo hace todo posible, porque todo es santificable... Es la

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mejor prueba de reconocimiento. No se trata de dar gracias verbalmente con la boca, sino de
darlas completamente con la actitud, con la fisonomía. Se trata de irradiar reconocimiento.”
(Pierre Deffontaines)

X. AUTORIDAD

109. La autoridad es un conjunto de cualidades con las que el educador conduce fácilmente los
niños al amor y cariño de cuanto estima serles de mayor provecho.
110. Siempre que el educador haga uso de la autoridad ha de ser para el mayor bien de los
niños. “Mandar es servir.”
111. No confundáis autoridad con autoritarismo. Lo esencial no está en mandar, sino en
conseguir, y lo ideal es conseguir mandando lo menos posible.
112. Es regla general: cuando los niños no obedecen, la falta está en quien manda. Si no hay
autoridad, entra pronto la confusión.23
113. Los niños necesitan ayuda para rechazar las malas inclinaciones, para adquirir poco a poco
las cualidades buenas que no poseen y para desarrollar las que sólo tienen en germen... todo
el problema de la educación cristiana está en esto... por eso es necesario que el educador
tenga autoridad y la use.24
114. Algunas veces la autoridad puede provenir de temperamento... no obstante, puede
adquirirse, desarrollarse y perderse.
115. Si queréis que el niño os respete, respetaos. Nunca digáis palabras destempladas... nunca
una familiaridad. Evitad todo descuido o negligencia en vuestra persona.25

CAPITULO III: DIRECCIÓN

I. EL ARTE DE MANDAR

1. Debéis tener la norma de saber con exactitud lo que vais a mandar; después dad las
órdenes consiguientes con la firme intención de hacerlas ejecutar. No deis nunca una orden
en tono suplicante. Hacedlo con tranquila firmeza y verdadera seguridad de ser obedecidos.
2. Es necesario procurar que la misma orden no se repita varias veces. Para eso no hay más
que darla en tales condiciones que los que deban ponerla en práctica la entiendan y puedan
realizarla inmediatamente.
3. Para estar bien seguros de haber sido entendidos y comprendidos haced que los niños
repitan lo que les habéis dicho.
4. No exijáis más que cosas razonables.
5. Igualmente sería una imprudencia la prolongación excesiva de una actividad en la que el
niño comienza a experimentar cansancio. (Incluso en el juego).
6. No multipliquéis prohibiciones. Elegid anticipadamente unas cuantas órdenes claras y
razonables. Hacedlas cumplir después, con el fin de obtener una disciplina absoluta.
23
Al dar una indicación debemos ser precisos, decir con claridad lo que queremos que se haga con los detalles
necesarios y para cuándo queremos que esté listo. Es el qué, cómo y cuándo. Una vez decidido no dar una
contraorden, ni cambiarlo. Esto produce confusión.
24
La autoridad debe tener clara las normas y recoger todos los datos para actuar y hacerlas cumplir. Debe saber
cuándo debe decir sí o no y mantenerse firme en lo dicho.
25
Una virtud que debe conseguir toda autoridad es la serenidad y la acogibilidad. No deben temer acercarse, sea
para exponer o solicitar algo.

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7. Si al principio hay más o menos tolerancia, no tardará en llegar el desorden.
8. Evitad, siempre que podáis, las órdenes negativas, la prohibición de hacer una cosa hace
nacer la idea y el deseo de la cosa prohibida. Por ejemplo, en lugar de decir: “no seáis sucios”
o “no lleguéis tarde”; decid: “sed limpios y seréis dichosos” o “llegad cinco minutos antes de
la hora”.
9. Otro método. Procurad que vuestras órdenes tengan más bien un aspecto restrictivo que
prohibitivo. Mandad con gracia. Por ejemplo, en lugar de decir: “Se prohibe subir a los
árboles y trepar por los muros”, decid: “Sólo puede subir a los árboles el que traiga un
permiso escrito de su mamá”. O en lugar de decir: “No permito que se juegue en la
carretera”, decid: “Podéis correr o jugar hasta la carretera. No digo sobre la carretera, pues
por ella pasan coches y, la verdad, no me gustaría ver a un hombrecillo hecho pedazos y tener
que presentárselo así a su madre.” Lo que facilita la alegría en un grupo es el sentimiento de
la libertad individual unido al del orden colectivo.
10. Para conseguir que los niños ejecuten lo que mandáis, suponed el problema resuelto.
Avivad su imaginación con el retrato de lo que ellos llegarán a ser si trabajan por superarse.
11. Si deseáis que el niño ejecute vuestra voluntad, haced nacer en él ideas sanas.
Entusiasmadlo con ese ideal.
12. Hay en el fondo de todo niño un heroísmo latente, al que conviene recurrir con frecuencia
para ayudarle en su formación.
13. Incluíos frecuentemente en la colectividad. Por ejemplo, en lugar de decir: “Haréis esto”,
decid: “Haremos...”
14. No debéis dejar que el niño haga todo lo que quiere, pero debéis procurar que quiera todo
lo que hace.
15. No humilléis nunca a un niño después de haber obedecido. No digáis nunca: “¡Ah! Ya me
figuraba que terminarías sometiéndote.”
16. Poned en práctica el sistema de afirmaciones colectiva: “Aquí jugamos sin trampa, somos
disciplinados, sabemos callar cuando es necesario, somos ordenados, nos amamos unos a
otros como Jesús nos ha amado, llegamos siempre a la hora, etc.”
17. Para obtener silencio. En lugar de decir: “silencio”, lanzad una frase que todos tengan la
costumbre de responder, por una suerte de reflejo espontáneo, como “Ave María Purísima...”
Otro medio: Poned un dedo sobre la boca, y con la otra mano contad los segundos para ver
cuánto tiempo se tarda en hacerse silencio. Cuando éste se consiga, decidles: “Hemos tardado
15 segundos... la próxima vez seréis capaces de conseguirlo en tres.” Se puede conseguir el
silencio diciendo: “Aquí todos sabemos callarnos”, pero no basta eso; hay que captar
inmediatamente la atención de los niños, empezando alguna historia o aquello que tengáis
que decirles, y el silencio aumentará.
18. Siempre que os sea posible, poned la ejecución de una orden en concurso. (Por ejemplo
quiénes son más silencios, si los de la derecha o los de la izquierda...)
19. Para reunir a los niños debemos obrar siempre con el mismo orden y procurar colocarlos
en el mismo sitio, obrando de este modo:
 La reunión debe hacerse preceder de un primer toque de silbato. Este indica el fin del
juego y atrae la atención de todos. Un segundo toque ordena la marcha.
 Para que el acto resulte ameno, lo mejor es considerarlo como un juego:
a) Al primer toque todos deben dejar lo que estaban haciendo y quedar como estatuas
silenciosas.

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b) Al segundo toque, cada uno se ha de dirigir a su puesto, pero sin correr y en silencio.
 Agrupad a los niños formando equipos, en fila y con un jefe; procurando que cada grupo
se coloque en el lugar designado.
 Colocaos en el lugar más apropiado para tener de frente a los niños cuando se reúnan.
 Los niños deben colocarse uno detrás de otro, de modo que cada uno pueda, al extender el
brazo, tocar la espalda del que está delante.
20. No permitáis nunca que se discutan en público las órdenes dadas. Dejad que os hablen con
franqueza, pero en particular. Cuando se presenten varios juntos, debéis procurar que vayan
pasando de a uno.
21. Nuestra fuerza educativa no está en las reglas y procedimientos que se emplean, sino en la
vida y en los recursos vitales de su alma. No hay que trabajar al niño, sino inclinarlo a que
trabaje y a que se trabaje, para que realice alegremente lo que Dios espera de él.

II. EL ARTE DE ENSEÑAR A ORAR

22. La misión que tenéis encomendada es la de llevar los niños a Nuestro Señor. Jesús debe
ser para ellos el Amigo Divino con el que pueden hablar, que conoce a todos, que ama
particularmente a cada uno. Insistid mucho en esta definición de la oración: “Orar es hablar
con Dios.” Para hablar con alguno es necesario comenzar por mirarle. Debéis, pues, poner es
presencia del interlocutor divino a los niños que van a rezar.
23. Cuidad la compostura externa. “Atención, vamos a hablar con Dios... Dios nos mira...
juntemos las manos... miremos al Sagrario... cerremos los ojos... ”
24. Cuando mandéis rezar en alta voz, procurad que se haga sin gritar, ni muy deprisa ni muy
despacio, marcando con claridad un pequeño segundo de descanso en cada período de la
frase. Recalcad al principio esta parada y no temáis volver a comenzar si la oración no se ha
dicho perfectamente. Nunca hagáis rezar una oración sin antes haberla explicado.
25. Enseñad oraciones cortas, pues las que son demasiado largas pueden fatigar al niño y
quitarle el gusto de la oración. Un buen método es que repitan en alta voz invocaciones
sencillas, cortas y bonitas. (Ejemplos: Jesús, te adoramos. Jesús, creemos en ti. Jesús,
sabemos que estás ahí realmente presente. Jesús, te amamos. Jesús, queremos amarte cada
vez más. Jesús, haznos más obedientes. Jesús, haznos más generosos. Jesús, haznos apóstoles
tuyos. Jesús, bendice a nuestros padres. Jesús, bendice a nuestros maestros. Jesús, bendice a
todos los que nos hacen bien, etc.)
26. Para que el niño se acostumbre a la oración privada se puede utilizar el método siguiente:
primero ponerlos en presencia de Dios (que cierren los ojos, etc.), luego que repitan bajito
algunas oraciones haciendo alguna pausa, para que todos las puedan seguir y empleando el
singular. Por ejemplo: “Jesús mío, Tú sabes que te amo, pero quisiera amarte más...” Luego
que hablen en silencio, cada uno al Señor. Si les habéis hecho decir: “Señor, yo quiero
agradarte...” añadid: “Pensad unos instantes en lo que podréis hacer hoy bien para agradar a
Jesús...” Y luego: “Ahora prometedle a Jesús que lo vais a hacer”.
27. Insistid en la oración que han de hacer por las noches, mejor arrodillados, antes de
acostarse. Que se convierta en un hábito arraigado.
28. Tiene importancia capital que los niños tengan un sentido exacto de lo que debe ser para
ellos la Santa Misa. Está bien que se les explique el sentido de las diferentes partes, es
indispensable poner más relieve en el Ofertorio, la Consagración y la Comunión. La
explicación no deben durar todo el tiempo de la Misa. Se debe colocar a los niños de modo
que todos vean el altar. En el Ofertorio procurad que los niños digan una oración personal, la

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cual consista en un ofrecimiento. En el Canon dad importancia al “Memento de vivos”: que
se acuerden de rezar por sus padres, etc. Enseñadles una oración para que la digan
privadamente en el momento de la Elevación. Que en la Consagración haya recogimiento. En
la Comunión que los que no comulguen sacramentalmente hagan la Comunión espiritual.
Que luego hagan un tiempo de acción de gracias personal y luego oraciones o cantos en
común. Que todas las oraciones tengan espíritu litúrgico.
29. Es bueno que hagan la Visita al Santísimo y asistan a la Bendición con el Santísimo,
vigilando para evitar la rutina.
30. El Vía Crucis puede ser una oración que haga mucho bien al niño si se adapta a los
mismos:
 No dejéis a los niños inmóviles
 Decid claramente el título de la estación, explicándola brevemente (evitando
exageraciones y palabras anticuadas) Debéis sacar conclusiones sencillas como éstas:
“Vamos a pedir a Jesús, que ha sufrido tanto por nosotros, que sepamos sufrir nosotros
también” o “Vamos a prometerle hacer tal esfuerzo”
 Haced algunos segundos de silencio y repetid con ellos dos o tres invocaciones variadas.

III. EL ARTE DE HABLAR A LOS NIÑOS

31. Hablad a los niños con sencillez; no busquéis la elocuencia.


32. El vocabulario del niño es muy restringido: no uséis más que palabras que ellos puedan
entender. Si empleáis una palabra nueva, explicadla antes.
33. Sed vivos en la expresión. Variad la entonación... hablad con la fisonomía, con los gestos
tanto como con los labios. (Los niños escuchan lo mismo con los ojos que con los labios)
Pero evitad las excentricidades.
34. Mirad hacia el auditorio. Colocaos de modo que veáis a todos y que seáis visto por todos.
Que entre la primera fila y vosotros haya algunos metros de separación, si no tendrán que
tener la cabeza constantemente levantada, se cansarán, bajarán la cabeza y no os escucharán
más.
35. Cuando los niños vuelven la cabeza y se distraen... dais prueba de que no habéis sabido
interesarles.
36. Los niños comprenden muchas más cosas serias y profundas de las que podemos
figurarnos, siempre que les hablemos en términos claros y de modo inteligible.
37. Los niños toman siempre al pie de la letra aquello que se les dice.
38. El niño no es capaz de asimilar al mismo tiempo muchas ideas abstractas. La idea repetida
de diferentes modos, envuelta en hechos concretos, tomados de la vida real le hará más
efecto. En lugar de perderos en consejos de moral abstracta, contad sencillamente la Historia
Sagrada y el Evangelio.
39. Exigid la atención está bien, suscitarla está mucho mejor. No hay nada mejor para
despertar la atención del niño, como principiar contando un hecho cualquiera; de ese modo se
agudizará su atención.
40. Hay que habituarse a improvisar – no decir de memoria – y sobretodo a hacer
improvisación preparada.
41. Para los niños, la religión no ha de consistir solamente en un conjunto de verdades
abstractas, Mandamientos, etc.; sino en lo que deber ser prácticamente. La formación del

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niño será tanto más cristiana cuanto más lo pongamos en contacto con Cristo y procuremos
hacerle vivir de Él.

IV. EL ARTE DE HACER JUGAR

42. El niño juzga a las personas mayores según el interés que ve en ellas hacia aquello que a él
mismo le interesa. Mostrad interés por sus juegos, tomadlos en serio. Que vuestros
colaboradores y jefes de equipo tomen el juego en serio, pero sin llegar nunca a lo trágico.
43. Obrad de modo que los niños estén contentos. Creed en el valor educativo del juego. Si
una ocupación perfecciona tanto más a uno cuanto más le absorbe, se puede decir que el
juego- que es la ocupación capital del niño y la que más le absorbe- puede tener una
influencia considerable sobre su formación.
44. Un juego organizado hace nacer en el niño las preciosas cualidades de disciplina, atención,
presencia de espíritu, dominio sobre sí, resistencia.
45. Generalmente, el niño se da con todas sus fuerzas al juego que más le interesa, y cuando
juega a civiles y a ladrones, toma voluntariamente el espíritu de civil o ladrón como los ve a
la luz de ciertos recuerdos.
46. ¿Por qué no utilizar el juego como medio de hacer revivir los hechos cristianos? Un juego
bien preparado, bien ejecutado, seguido de una critica juiciosa, constituye una lección de
cosas que el niño se asimila tanto más cuánto más la haya vivido por medio de su
imaginación. Pero tened cuidado de que el juego siga siendo juego.
47. Conoced un buen número de juegos para las diferentes circunstancias que se presenten:
juegos para interior, patio, de movimiento, generales, con equipos, para el campo, etc.
48. Un juego interesará grandemente si todos los que participan: conocen bien las reglas, si
todos los equipos tienen las mismas probabilidades de ganar, si el árbitro es competente y
tiene equidad.
49. Cuando existan disputas, haced que resuelvan con caridad y buen espíritu deportivo las
reclamaciones legítimas de sus bandos.
50. Enseñad el arte de ganar y el arte de perder; animad a los que han luchado con bríos y
haced que feliciten colectivamente a los que hayan vencido.
51. Favoreced los deportes amistosos, no los espectaculares en los que los niños pierden el
gusto del juego, con grave daño para ellos y para vuestra obra educadora.
52. Una modalidad de juego muy atrayente, y que puede servir de medio para formar su gusto
y el carácter del niño, es la representación teatral.
53. Algunos criterios sobre la representación teatral:
 Muy importante es la elección de obras teatrales: suprimid lo trivial y de mal gusto.
 Muy importante es el modo en que se haga actuar a los niños.
 Se pueden representar comedias de buen gusto y en que los niños busquen, más que
aplausos, proporcionar a sus compañeros y familiares una buena distracción.
 Los niños darán a las cosas la importancia que vosotros les deis. Si demostráis demasiada
preocupación por la cuestión teatral, creerán voluntariamente que no hay nada tan
importante como eso.
 Sed prudentes en todo lo concerniente al teatro y no os dejéis arrastrar por gastos
exagerados.

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V. EL ARTE DE HACER CANTAR

54. El canto tiene un alto valor educativo.


55. Nada hay tan a propósito como el canto para crear un alma común en una colectividad.
56. Otros criterios: no dejar que los niños griten cuando cantan, que pronuncien bien las
palabras y que sepan un número suficiente de canciones. A los niños les gustan los cantos
polifónicos. No hagáis repeticiones demasiado largas ni frecuentes. Evitad que los niños se
fatiguen haciéndoles cantar sin descanso. Cuando vayáis a elegir cantos fijaos en la letra y
esforzaos porque los niños entiendan su sentido.
57. No hagáis cantar nada sin antes explicarlo. Sobre todo los cantos religiosos. Con más
razón si son en latín (u otro idioma). Los niños se entusiasman cuando entienden el
significado de algunas palabras latinas.

VI. EL ARTE DE ANIMAR

58. Sed animadores. Engendrad confianza en los niños.


59. Creed en las buenas disposiciones de los niños: el bien debe ser supuesto, el mal debe ser
probado.
60. La confianza obra como una sugestión: “Se me cree bueno, luego debo tener algo bueno,
luego puedo ser completamente bueno.”
61. Tomad a los niños como son; después, educadlos, guiadlos, mejoradlos, perfecionadlos.
Descubrid sus aptitudes y cualidades y dadles valor.
62. Decir a un niño, por ejemplo, que es perezoso, equivale a crear en él defectos que no
existen más que en estado embrionario. Hay que hablarle de la cualidad contraria. El acto
mental que influye puede traducirse por esta frase: “Estoy contento de tu modo de ser, pero
puedes perfeccionarte y te voy a decir cómo...”
63. No dejéis nunca a los niños bajo la impresión de un fracaso.
64. Realzad deliberadamente el menor acto de buena voluntad del niño; hacedle palpar las
cualidades que debe adquirir, hacedle comprobar sus progresos para que consiga otros
nuevos.
65. Al niño presentadle siempre como modelo, no a vosotros, ni a otro niño, sino a él mismo
en los días de mejor conducta.
66. El niño que ha hecho esfuerzos y progresos debe saber que los habéis visto y que estáis
contentos de él.
67. Cuanto más ponderéis las buenas cualidades de alguno, en su concepto seréis más amante.
Buscad, que ya encontraréis, algo bueno, aun en los más desgraciados seres humanos.

VII. EL ARTE DE REPRENDER

68. Hay que saber guardar un justo medio en las reprensiones. Una reprensión violenta puede
falsear la conciencia del niño, haciéndole creer que hay falta donde no la hay o, si el niño
tiene sentido de la realidad, llegará a dudar del talento de aquél que le riñe, con detrimento de
su autoridad.

69. Cuando en niño comete una falta, debéis procurar que la considere como una debilidad
pasajera, y no como la expresión de un estado o de su mala inclinación.

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70. Hay que saber elegir el momento para hacer una observación. El niño no es razonable,
esperad a que se calme. Habladle a parte, que todos vuestros esfuerzos vayan encaminados a
conseguir que diga que no se ha portado como debía y terminad siempre con alguna palabra
de ánimo. La reprensión debe ser como un eco de reproche que el niño se haga a sí mismo en
su interior. Si no se consigue esto, nada se hará. So pena de asegurar la impunidad de ciertas
faltas, hay que enseñar al niño que una falta declarada está casi perdonada.
71. Evitad las reprensiones colectivas. Que el número de niños alcanzados por la reprensión
sea el menor posible. Cuando varios niños han sido alcanzados por un mismo castigo, se
establece una solidaridad entre unos y otros, se consuelan mutuamente y, cuando se presenta
la ocasión, fomentan la resistencia y el desorden.
72. Si hacéis una observación general, añadid que todos no tienen necesidad de ella y
terminad siempre con algunas palabras de aliento.
73. Otro método: si todos han sido culpables, incluíos en la colectividad y como si hicierais un
examen de conciencia, decid en alta voz: “Hoy no hemos sido todo lo buenos que debíamos
ser.” Podéis terminar con palabras de ánimo, con el fin de orientar todas las tendencias
dinámicas de los niños hacia un fin positivo, hacia algo que deberán ejecutar al día siguiente
para reparar cuanto antes la falta.
74. Evitad las reprensiones en la capilla o en la iglesia, sobretodo en alta voz. Una mirada es
suficiente. Llamad al revoltoso aparte a la salida de la iglesia.
75. Para llamar a un niño que corre, no hagáis el ridículo de correr tras él; llamadle por medio
de otro compañero.
76. Distribuid elogios y censuras con discernimiento, teniendo en cuenta más las presuntas
intenciones que la materialidad de los hechos.
77. Es necesario que el niño comprenda, al recibir una reprensión, que verdaderamente uno se
pone en su lugar y que uno siente el daño que él se hace con su mal comportamiento.

VIII. EL ARTE DE CASTIGAR

78. No peguéis nunca a un niño. Un educador no tiene el derecho de irritarse ni de perder el


dominio de sí. Si él no ha obedecido, es porque no habéis sabido tratarle, comprenderle o
haceros comprender.
79. Evitad:
 Poner a los niños de pie o en un rincón, castigados.
 Castigarlos en la capilla o que el castigo sea algo piadoso, sí puede ser para reflexionar o
prometer ser mejor.
80. Antes de castigar a un niño
 Debéis hacerle comprender que no lo hacéis por mal humor o coraje, sino que lo castigáis
a pesar vuestro, porque perjudica a su propio bien y al general.
 Cercioraos de si el niño es verdaderamente culpable.
 Desechad sospechas injustas.
81. Que el castigo sea:
 Según la gravedad de la falta.
 Que se consideren desde el punto del bien del niño o de la colectividad, más que del punto
de vista del desagrado personal.

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 Que sean educativos y tengan relación con las faltas cometidas.
82. Cuando encontréis oposición, averiguad si ella se debe a cualquier torpeza cometida o si
proviene de la imprudencia de lo que habéis mandado. Si os encontráis ante una dificultad de
la que no tenéis culpa alguna, estudiad el modo de libraros de ella. Si un niño se obstina y no
hace caso a pesar de lo mucho que hacéis por él, proceded con energía, pero con habilidad,
apartándolo de sus compañeros, sin humillarlo.
83. Guardaos de toda sanción prematura y dejad al niño la posibilidad de reparar, al menos
parcialmente, por la confesión y el esfuerzo.
84. No olvidéis que la sanción irrevocable quita el deseo de reparación.
85. Si verdaderamente tenéis autoridad, no tendréis necesidad de castigar: un simple fruncido
de cejas o una mirada un poco severa será suficiente para llamar al orden, y si el niño os tiene
cariño, el sentimiento de haberos dado pesar le hará comprender que ha faltado a su deber y
ése será el más eficaz de los castigos.

IX. EDUCACIÓN DE LA CARIDAD

86. La caridad es la virtud esencial del cristianismo. Insistid en ella. Que ella llegue a ser el
punto hacia el que tiendan todos los esfuerzos. Cread un ambiente de caridad. Haced aclamar
colectivamente la caridad: “Aquí nos amamos los unos a los otros, como Jesús nos ha
amado.”
87. Hay en el niño ciertas disposiciones íntimas que le inclinan a practicar la caridad, pero con
frecuencia, esas buenas disposiciones son ahogadas por afectos paganos de egoísmo, de odio,
de violencia. A vosotros pertenece el procurarle afectos cristianos de bondad, de dulzura, de
perdón.
88. Repetidles que el mejor medio para divertirse es hacer que los otros se diviertan.
89. Que poco a poco las disputas violentas, los puñetazos y patadas se consideren como una
vergüenza y un escándalo. Prohibid todo apodo, todo insulto, toda palabra de odio, aunque
sea contra los enemigos de la religión. Procurad que los niños tengan aversión hacia el
fanatismo y el sectarismo. Cuidad que la emulación no se convierta en rivalidad.
90. Recordadles que para ser caritativos hay que principiar respetando al prójimo y sus bienes.
91. La indiferencia es frecuentemente la causa del egoísmo del niño. Haced que piensen en los
que sufren, en los pobres o enfermos. Haced nacer en ellos la caridad misionera.

X. EDUCACIÓN DE LA LEALTAD

92. Exigid a vuestros niños una perfecta lealtad en las palabras y acciones. No temáis atacar la
hipocresía, no temáis hacer repudiar todo lo que siembra y produce deslealtad; por ejemplo
las trampas en los juegos.
93. Dad ejemplo de escrupulosa lealtad. Por ejemplo en el cumplimiento de normas y leyes.
94. Inculcad a los niños la idea de que si se puede engañar a los hombres, no se puede engañar
a Dios. (El episodio de Ananías y Safira les impresiona siempre)
95. Decidles que el mentiroso es digno de compasión porque ha perdido todo derecho a la
confianza.
96. Si os percatáis de que un niño no ha dicho la verdad no lo califiquéis demasiado pronto de
mentiroso. (Hay niños que pueden decir cosas que no son verdad, pero sin intención de
engañar sino por timidez, no saber expresarse bien o por ligereza.)

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97. Si os dais cuenta de que el niño abusa de vuestra confianza, entonces y sólo entonces, le
diréis que ya no tenéis confianza en él, y que os veréis obligados a comprobar en adelante
todo lo que os diga.

98. Infundid menosprecio de la exageración. Enseñadles a ver las cosas tal como son, para que
puedan decir la verdad.
99. Un excelente medio para acostumbrar a los niños ya un poco formados a decir la verdad,
es el de procurar que hagan en común, y por grupos, un examen de conciencia, en el que cada
uno se acuse lealmente de las faltas exteriores contra el reglamento. Esta lealtad colectiva es
siempre muy impresionante, y puede ser el punto de partida para le verdadera ascensión
espiritual y moral de un grupo.

XI. EDUCACIÓN DEL VALOR

100. Tened la preocupación de formar caracteres, muchachos valientes y enérgicos.


101. Procurad que los niños se acostumbren a no quejarse.
102. Fomentad en ellos el amor y la grandeza de las cosas duras. Vosotros mismos debéis dar
ejemplo de animación y buen humor ante imprevistos, etc. (Por ejemplo: empieza a llover.
“Vamos a ver, ¿Quién tiene miedo de la lluvia? ¿Nadie? ¡Bravo! No me extraña ver eso en
vosotros; pero vamos a empezar a cantar para demostrar que no tenemos miedo.)26
103. Haced que los niños lleguen a sentir el gozo del esfuerzo; para conseguir eso no hay nada
mejor que acudir a los sentimientos generosos de amistad, honor y aún de amor propio:
Amistad: ¿Quién es el que quiere agradar a sus compañeros?... El que quiera a agradar a
sus compañeros tiene que proceder de este modo.
Honor: ¿Puede uno ser bueno al tiempo que abusa de la confianza que se tiene puesta en
él?... Yo tengo confianza en vosotros, luego todos os portaréis bien.
Amor propio: Si os portáis bien, vosotros, los mayores, podré poneros por ejemplo a los
más pequeños.27
104. Cuando tengáis que pedir alguna cosa difícil a un niño, mandadle unos minutos a la capilla
y decidle que os traiga enseguida la respuesta: “vas a reflexionar sólo dos minutos junto a
Jesús sobre lo que Él te pide, después te vienes otra vez”.28
105. Haced saborear a los niños la alegría de haber vencido las dificultades.2930

CAPITULO IV: ORGANIZACIÓN Y COLABORACIÓN

26
Debemos poner el sentido sobrenatural. Es decir que no sólo para demostrar que no tenemos miedo sino para
ofrecerlo a Jesús y a la Virgen. Además se debe tener en cuenta la acción de la gracia sino corremos el riesgo que
sólo lo vean de un modo humano.
27
Se debe tener cuidado con lo del amor propio porque puede favorecerse la vanidad y no la importancia de dar
buen ejemplo a los demás.
28
En estos casos es conveniente hacerles ver que Jesús sólo pide el esfuerzo y se contenta con que al menos lo
intentemos.
29
Esto es delicado porque en ese saborear los estamos impulsando a quedarse en la satisfacción de sí mismos y no
les ayuda a ir a Dios y que si lo lograron fue porque Dios les ayudó con su gracia. En vez de alegría por vencer las
dificultades debería ser la de agradecerle a Dios habernos ayudado con su gracia y el poder hacer algo por su gloria.
Tiene que ser un estímulo para arriesgarse a hacer más por Dios y de crecer en la confianza que no dejará de
asistirnos.
Enseñarles que también tengan alegría cuando no venzan las dificultades y enseñarles a conformarse con la
voluntad de Dios y analizar si fue por descuido para que no vuelva a ocurrir

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I. PREVER

1. Frecuentemente nuestra imprevisión es la causa de los males que sufrimos o que hacemos
sufrir a los otros. Gobernar es prever. Prevenir los desórdenes vale más que reprimirlos.31
2. Antes de entrar en una clase debéis procurar que las sillas o bancos estén bien colocados
(sin “ondulaciones”)
Antes de salir y de volver de un paseo, contad a los niños.
Preved cuidadosamente el itinerario. Señalad el horario teniendo en cuanta los posibles
atrasos (dificultades en las carreteras, etc.) pensad con anticipación en la sucesión de las
actividades.
Pensad de antemano en los cantos, avisos, historias a contar, visita al Santísimo, juegos...
Para no ser cogidos de improviso, debéis llevar siempre una lista de juegos, cantos, fábulas,
historias y narraciones, etc.
Preved detalles como agua para beber, algo de comer, acabar con tiempo un juego para
que puedan lavarse y acomodarse para estar bien presentados a la siguiente actividad, etc.
3. Prever es además adivinar las reacciones psicológicas de los niños ante tal noticia o
decisión. (Si es mala, suavizarla para que no se cree un clima de descontento; si es buena,
procurar que la alegría no degenere en desorden.)
4. En el caso de organizar un acto (velada, función): preved el programa, su duración, los
entreactos, las actividades anexas (colectas, etc.), calefacción, ventilación, alumbrado,
ubicación de los niños, etc.
5. Prever el comienzo de un acto está bien; pero está mucho mejor prever el final. El
desorden a la salida de la iglesia o de una clase puede destruir en minutos el buen efecto de
una reunión hasta entonces excelente.
6. No dejéis para última hora la preparación de unos avisos, de una charla, el programa de
una reunión, el orden de un día de junta.
7. Llevad siempre o tened sobre la mesa una libreta en la que anotéis, a medida que se os
venga a la memoria, lo que tengáis que decir o hacer.
8. Cuando os llegue una contrariedad, no digáis: “¡Ah, no había previsto eso!” O era
imprevisible o era previsible. Si era imprevisible no teníais que preverlo y la excusa es inútil.
Si era previsible, deberíais haberlo previsto y vuestra excusa os condena. Tomaos el trabajo
de reflexionar y os evitaréis bastantes trabajos. Buscaos tiempo para prever y ganaréis
tiempo.

II. ORDEN Y ORGANIZACIÓN

9. El orden es necesario en todo e imprescindible en vida tan ocupada como la vuestra. El


orden ahorra búsquedas superfluas y pérdidas de tiempo.
10. Disponed todo lo que hayáis de necesitar de manera que lo halléis fácilmente.
11. A medida que trabajáis o al concluir, dejad todo en orden, cada cosa en su sitio. Cosa es
ésta para la que se tiene más o menos aptitud por temperamento, pero se puede y debe
adquirir, si se quiere ganar tiempo.
12. Exigid a vuestros colaboradores orden: poner las cosas en su sitio, etc. Sed severos es esto.

31
Hay que dejar un margen para los imprevistos y tener cierta flexibilidad.

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13. Enseñad a los niños a tener orden, por ejemplo en sus cosas, juegos, etc. Entre los puntos
de posibles concursos poned el orden.
14. Si dejáis que se amontonen menudencias esperando el día que tengáis tiempo, jamás
conseguiréis dar fin a lo que habéis retrasado. Nunca dejéis para luego lo que podéis hacer
enseguida.
15. Acostumbraos a contestar al momento cartas, notas, etc. Pero si requiere más desarrollo y
no podéis en ese momento, dad aviso de recibo y tenedlo en cuenta.
16. Anunciad y repetid hasta la saciedad: “un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”, “a
cada cosa su tiempo y cada cosa en su tiempo”. Aunque necesitéis años para conseguirlo.
17. Cuanto más trabajo tenéis, más importa no malgastar tiempo por errores de organización.
Daos cuenta de la jerarquía de los valores. Diariamente trazaos el programa de ocupaciones y
en cuanto sea posible, terminadlas en el tiempo señalado. Sin horario fijo y concreto, la vida
se desperdicia.
18. Cuando hayáis de hacer alguna cosa enojosa, hacedla enseguida, si es posible, o en el
momento preciso en que se ha de hacer; cortad de raíz, dejando así la inquietud, las
tergiversaciones y las preocupaciones inútiles.
19. Cuando una necesidad perentoria es corta, atendedla al punto, siempre que no estorbe la
buena marcha de lo que se hace; de otro modo, anótese en la agenda y decídase al instante el
tiempo de atenderla, y ejecútese en el día y hora señalados, de una sola vez y totalmente.
20. Cuando os veáis abrumados, sentaos, tomad un lápiz y papel, escribid una lista de todas
las cosas que debéis hacer; clasificadlas por orden de importancia y de urgencia; luego
poneos a trabajar por el orden marcado y consagraos del todo a la ocupación que tenéis entre
manos, pero sin pensar en lo demás.
21. Nunca digáis: “Estoy abrumado”. Acabarías por creerlo y por no hacer nada con paz.32
22. Trabajar no es bracear, remar, agitarse y menos mariposear... es producir. No todo está en
decir: “Tengo mucho trabajo”. Hay que preguntarse: ¿Mi trabajo es útil y conforme con mi
actual ministerio?
23. Los minutos perdidos cuestan caro. El tiempo ya no es oro, sino eternidad.

III. PRESUPUESTOS

24. No seáis como los hombres que confían demasiado en el dinero. El dinero es un buen
servidor, pero un mal señor.
25. Sin duda ninguna el dinero es necesario... el mejor medio para que no os falte:
 No hacer gastos inútiles, para eso no crearse necesidades ficticias.
 Hacer un presupuesto de gastos e ingresos.
 Llevar las cuentas al día.
 No ser tacaño cuando se trata de un gasto necesario para el bien de las almas y la gloria de
Dios.
26. El dinero no falta nunca al religioso sobrenatural, prudente, devoto y desprendido.

32
Es necesario encomendarse a Dios y tener confianza que con la ayuda de la Virgen podremos salir adelante.
Aprovechar esos momentos para que adquieran el hábito de acudir a Dios.

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27. Si tenéis que pedir: no multipliquéis las peticiones de modo indiscreto; indicad con
precisión la razón; pedid sólo cosas de utilidad.
28. Es corriente organizar actividades para recoger fondos... no multipliquéis estos actos, ni os
dejéis absorber por la preparación ellos, poned en marcha sólo lo que razonablemente se
pueda emprender.
29. Sed muy delicado en materia de dinero: nunca pidáis prestado sin conocimiento de los
Superiores; respetad la intención de los donantes, nunca dejéis factura sin pagar antes de
trasladaros a otro sitio y si es materialmente imposible arreglar la deuda, advertídselo
lealmente al Superior y al que os suceda.

IV. CAPITAL SALUD

30. La salud es un don de Dios. No tenemos derecho a menospreciarla, pero no debemos


preocuparnos excesivamente de ella, ni cuidarla demasiado.
31. Dios no nos pide un trabajo superior a nuestras fuerzas, un trabajo que nos deprima o agite
inútilmente.
32. El agotamiento producido por un excesivo trabajo es una grave imprudencia que, al menos
en parte, podemos evitar. Para evitar el agotamiento: atengámonos fielmente a lo necesario
de tiempo para atender nuestra vida espiritual; conocer las propias fuerzas, reservarse el
tiempo de sueño que nos es indispensable.
33. El agotamiento proviene a veces, más bien de la mala organización de las ocupaciones que
del exceso de éstas. Lo que se hace mal, fatiga. Lo que se hace bien, aunque exija cierto gasto
de energías, confiere un nuevo vigor.
34. Si pensáis constantemente en los asuntos de apostolado o trabajo, llegaréis a fatigaros.
Despejad de vez en cuando el espíritu.
35. Sabed tomad descanso a tiempo. El descanso es legítimo, pero con sobriedad.
36. Comprometerse a una obra, cuando no se encuentra uno en disposición de dirigirla, es el
peor servicio que se le puede prestar.

V. SENTIDO DE LA ADAPTACIÓN

37. Adaptaos a las gentes y a las cosas. Cuando os destinen a un sitio, cuando sucedáis a
alguno, no deseéis hacer enseguida las cosas mejor de lo que se hacen, sino haced lo que se
hace lo mejor posible.
38. Para adaptarse, si es preciso, cambiad hábitos vuestros adquiridos, prescindid de gustos y
deseos propios.
39. Adaptándoos al medio llegaréis a ser parte integrante de él. Aceptándolo tal cual es
llegaréis a conocerlo bajo su verdadero aspecto y os haréis conocer del modo más favorable.
Si se desea cambiar sin conocer la verdadera situación se trastornarán costumbres, se creará
oposición, os haréis digno de recibir reproches y llegaréis al fracaso.
40. No critiquéis nunca a los que os han precedido, no publiquéis sus equivocaciones. Es un
error creer que la autoridad de un educador pueda establecerse sobre las ruinas de la
autoridad de los otros. Lo que importa es que no disminuya el respeto de los niños a los
demás educadores.
41. Si tenéis que trabajar con otros, tened el cuidado de mantener la unión de los espíritus y de
los corazones. Infundid en vuestros colaboradores espíritu de caridad, que busquen siempre
lo que une y no lo que desune.

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42. Cuidad que no haya oposición entre las obras de una misma Parroquia, Colegio, etc. Y de
que el espíritu de cada obra no perjudique al espíritu de la familia religiosa.

VI. SENTIDO DE LA JERARQUÍA

43. Tened el sentido de la jerarquía. Dad ejemplo de afecto y obediencia a vuestros superiores.
Adheríos plenamente a las direcciones de la Santa Sede, a la Autoridad diocesana y al
párroco. Tened a vuestros superiores al corriente de vuestros proyectos e iniciativas, pedidles
con frecuencia sus consejos y recurrid a su experiencia. No deis nunca la impresión de estar
distanciados del Superior.
44. No perdáis de vista los otros campos de apostolado. Somos interdependientes unos de
otros y trabajamos cada uno, en nuestro sitio, para la Iglesia.
45. A veces hay que saber sacrificar lo mejor, cuando sólo es una idea; por lo bueno, cuando
es una realidad.
46. “Todas las cualidades deben ponerse al servicio de la obediencia, pues ella no suprime ni
entorpece nada, sino al contrario, rejuvenece y da nuevas energías a todas las cosas.” (P.
Mersch) Los que ponen su inteligencia y su corazón al servicio de la obediencia, pueden
tener la confianza puesta en el Señor.

VII. NO DESANIMARSE NUNCA

47. El educador no debe desanimarse nunca, pues el verdadero bien que se hace no es siempre
aquel que se ve, y no se sabe nunca todo el bien que uno hace cuando se pone a realizarlo.
48. Desanimarse no es otra cosa que arrancarse el poco ánimo que queda, bajo el pretexto de
que uno tiene poco ánimo. Es, pues, una salida absurda y peligrosa... Cuando estéis tentado
de desaliento, pensad en las palabras del Maestro: “Tened confianza; yo he vencido al
mundo” (Jn. 16,33) Ante una contrariedad debéis pensar que de todo se puede sacar partido.
49. Dios no nos pide el éxito, sino el esfuerzo. El esfuerzo que se realiza con un fin
sobrenatural no se pierde nunca.
50. No hay que desanimarse: si se ve que se trabaja mucho y se recoge poco o nada de fruto,
ante las derrotas o ante la ingratitud humana. “No hay derrotas irremediables para aquellos
que saben descubrir las causas de ellas y las tienen en cuenta para otra vez” (Foch)
Con frecuencia, cuando una cosa va mal es cuando va mejor, pues entonces es cuando se
merece la gracia de la victoria. No esperemos recompensas terrenas.33
51. He aquí un principio que apenas tiene excepción. Dios no quiere que el bien se haga
fácilmente. Si queremos, pues, hacer el bien, hemos de tener dificultades.
52. Jesús ha salvado al mundo por medio del más ruidoso fracaso. El Viernes Santo, a la hora
en que todo parecía perdido, todo era ganado.
53. La Iglesia es una “perpetua comenzadora”. Nosotros, que somos de la Iglesia, no debemos
cansarnos nunca, pues la obra que hacemos o comenzamos es la misma obra de Dios.
54. Jesús, enséñame a gastarme en tu servicio sin esperar otra recompensa que la de saber que
hago tu voluntad.

33
Son los momentos en que podemos aprovechar a renovar la esperanza que Dios sabe porque nos pasa eso y de
esa manera. Ayudar a los demás a ver las cosas del lado de Dios y primero aprender a hacerlo uno. Además el
desánimo crea mal ambiente y se contagia. Por otra parte el animar y sembrar esperanza da nuevas fuerzas y
empuja a salir adelante.

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VIII. CONFIAD EN VUESTRAS OBRAS, SIN SER EXCLUSIVISTAS

55. Estimad las obras de la Iglesia: cofradías, movimientos. Y estimad las vuestras propias.
Dadles impulso y confiad en ellas: “Hay que tener fe en lo que se hace y hacerlo con
entusiasmo” (R. Garric). Pero no seáis sectarios ni exclusivistas ni con vuestro apostolado
específico ni con vuestras obras propias como Asociación.
IX. HACERSE AYUDAR

56. Si todo lo queréis hacer sin que nadie os ayude, si queréis estar en todas partes al mismo
tiempo, resolver vosotros solos todas las cuestiones, os cansaréis enseguida y os encontraréis
ante una acumulación de ocupaciones tal que no sabréis adónde ir. Permitiréis que lo
secundario os robe un tiempo precioso, no teniendo tiempo ni para pensar, ni para prever,
dejaréis todo para última hora, os hallaréis casi siempre rezagados, faltos de sosiego y
tranquilidad, improvisaréis decisiones, defraudaréis a los vuestros y paralizaréis las buenas
voluntades.
57. Si os hacéis ayudar tendréis más libertad de espíritu, reservaréis energías para estar
siempre dispuestos a un esfuerzo generoso e importante y sobretodo tendréis tiempo para
hacer aquello en lo que no podéis ser reemplazado: la atención a las almas.
58. Vuestro papel es armonizar, crear ambiente, estimular, favorecer, ordenar y coordinar.
Ordenar no sólo es “dar órdenes”, sino poner a cada uno en su lugar. El ojo del jefe hace más
que sus manos.
59. Con vuestros colaboradores:
 La primera condición para encontrarlos y formarlos es la de saberles dar trabajos
interesantes para que se entusiasmen, teniendo en cuenta que al principio lo harán peor
que vosotros.
 No esperar que hagan las cosas exactamente igual que vosotros.
 Aceptadlos como son, no como se les soñó. Y sacad de sus cualidades y defectos el mejor
partido posible.
 Un colaborador no debe ser simplemente un ejecutor. Colaboración supone: “trabajar
con”, “pensar con”.
 No aceptéis nunca el mote ni para vosotros mismos ni para los colaboradores. Cuidad que
a cada uno le den el tratamiento que corresponde.
 Hay varias maneras de paralizar y desanimar a un colaborador: interviniendo a cada
instante en lo que se le confió, juzgando sin cesar lo que le compete, no autorizándole
ninguna iniciativa, encontrando ridícula o absurda toda idea que él proponga,
intimidándolos.
 Alentad a vuestros colaboradores.
 No dejéis de decir – sobretodo en público- el gran descanso que tenéis con su ayuda.
 Si tenéis que dar una buena noticia, tened la delicadeza de darla por medio de ellos.
 Si tenéis que reprenderlos, esperad a que estén solos y hacedlo con tacto y delicadeza.
Nunca inflijáis a un colaborador una reprensión o una humillación pública.
 Tened cuidado de no disminuir su autoridad, no los sustituyáis. Sin embargo no renunciéis
nunca a vuestra autoridad. En último caso sois los responsables.
 Permitid que os digan las deficiencias que observen, pero en privado. No permitáis que os
hagan oposición pública. Estimad a aquellos que os digan la verdad, aunque os duela.
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 Cuando tengáis que decir alguna cosa que pueda contrariar, decidla con la benevolencia
unida a la sinceridad, al tacto, a la amabilidad.
Si tratáis con uno que es poco amable, sed con mayor razón amables. El buen proceder se
contagia lo mismo que el malo, aunque aquél haga menos ruido.
Si hay mayor amistad, tanto más necesario será el tacto, la amabilidad y la deferencia.
Tened por regla el no decir nunca sin necesidad aquellas cosas que puedan desagradar.
 La crítica de las gentes y de las cosas es vana, la apreciación de las cualidades es fecunda.
 Nunca decir mal de los ausentes.
 Procurad que vuestros colaboradores se entiendan unos con otros. Por eso importa mucho
desenvolver en ellos el espíritu sobrenatural. El Superior que siembra la discordia y los
celos entre sus colaboradores recogerá la desconfianza y el menosprecio.
 Que conozcan y aprecien los diferentes servicios de la obra.
 Comprended que un colaborador no podrá poseer todas las bellas cualidades imaginables.
Sin embargo tenéis derecho a exigirle que sea leal.
60. Si un niño viene a quejarse de un colaborador vuestro, tened cuidado de amparar los
derechos de la autoridad. Que el niño vea en vosotros mucha bondad, pero que no vea una
secreta complicidad que le aliente a dar fuerzas a su queja. Dejad que refiera lo ocurrido, pero
no permitáis que exagere o mienta. Que el niño vea que compromete su causa cuando se sale
de la verdad. Sobretodo no le confiéis el secreto de vuestros pensamientos y juicios acerca de
aquello de que se queja.
61. Con los padres de vuestros educandos:
 Procurad conocerlos personalmente
 Con frecuencia los padres están muy lejos de ser lo que deberían ser. Hacen – a veces –
una contra educación y no saben hacerse respetar. Pero poco a poco pueden convertirse,
insensiblemente, en vuestros propios colaboradores en la obra educativa.
 Lejos de disminuir la autoridad paterna, debemos reforzarla procurando que los niños no
juzguen nunca a sus padres. Debemos hacerles comprender, por ejemplo, que si no
practican es porque no conocieron, quizá no tuvieron un buen colegio como ellos tienen.
Haced que los niños utilicen sus oraciones, sus sacrificios y su buena conducta para la
conversión de sus padres. Enseñadles que deben obedecerles siempre, excepto cuando
manden cosas contrarias a los mandamientos de Dios.
 Cuando obréis en colaboración con los padres de los niños reforzaréis vuestra autoridad.
 Muchos padres se consideran dichosos cuando se les dan, en privado, algunos consejos
para hacerse obedecer y respetar de sus hijos.
62. Con los demás educadores:
 Haced que los niños oren por sus maestros.
 No permitáis que les traten con falta de respeto y que les digan apodos.
 Habladles con cariño de sus profesores.
 Procurad tener con éstos un trato verdadero, que no se reduzca a muestras exteriores de
cortesía.
 Tened por regla que todo lo que refuerza la unión entre educadores contribuye al bien del
niño.
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 La división entre los educadores termina por quitar en el niño el respeto a toda autoridad.
63. Buscad colaboradores entre vuestros niños.
 Estos serán los primeros en beneficiarse del bien que hagan, pues uno de los mejores
medios para hacer bien a un niño es procurar que éste lo haga a otros.
 El hecho mismo de tener cierta responsabilidad les obligará a tener una más estrecha
vigilancia sobre sí mismos.
 El sentimiento de la propia debilidad harán que tengan una mayor indulgencia con los
otros.
 Palparán las dificultades que tiene el arte de mandar.
 La insuficiencia de medios humanos, junto con el deseo de hacer el bien, les estimulará a
recurrir más intensamente a los medios sobrenaturales de la oración y el sacrificio.
 Un principio: “Un niño se apega tanto más a una obra cuanto más se da a ella.”
 Debéis orar frecuentemente para que Dios os haga discernir quiénes son aquellos niños
que han de continuar vuestra acción. Jesús a los que llamó les exigió tres cosas: rectitud,
generosidad, buen espíritu. Imitad a Jesús. Él no se apresuró.
 Observad a los niños en el juego, en los paseos, en los menores incidentes de la vida
cotidiana, pues en ellos se revelan las almas mucho mejor que, por ejemplo, en el rato de
charla que tengáis en el despacho.34 No pongáis los ojos en el niño de aspecto más
esmerado o en el de piedad sentimental o en el que siempre está apegado a vosotros.
Elegid más bien al niño sencillo, pero de alma ardiente y generosa, de risa fácil y voluntad
alegre, amado de sus compañeros y siempre dispuesto a hacer algún servicio.
 Releed con este espíritu los pasajes del Evangelio donde se trata de la vocación de los
Apóstoles:
Nuestro Señor nos les hace grandes declaraciones. Les dice sencillamente que le sigan.
No les promete recompensa terrena. No les ofrece dinero ni medallas. Les dice que la mies
es abundante y los obreros pocos. Les comunica el amor de la oveja perdida, y comparte
con ellos el celo que tiene por la salvación de las almas. Les toma aparte, siembra en ellos
el espíritu de unidad, insiste en la caridad fraterna. Se guardará de desanimarlos. Poco a
poco les revelará la gran ley del sacrificio. Nunca les pedirá cosas por encima de sus
fuerzas. Poco a poco Él les irá enseñando con el ejemplo, más bien que con las palabras.
Les dio muestras de mucha paciencia. Nunca dejó de ser bondadoso con ellos. Les hizo
advertencias, pero no les humilló en público, y, si bien cuando la tempestad les reprochó
su falta de fe, fue una vez que les sacó del peligro en que se encontraban. Siempre los
sostuvo y defendió. Siempre que le fue posible, les encargó misiones de confianza,
enviándoles de dos en dos, delante de Él, dejándoles siempre cierta iniciativa en la
realización de las normas que les daba. Al final les pedía cuentas de su actuación. Cuidaba
de que el celo no les llevase más allá de los límites razonables. Les obligaba a descansar.
Les hace reflexionar sobre lo que han visto y entendido. Se reúne con ellos, les pide sus
opiniones, escucha las sugerencias y preguntas, llega su delicadeza hasta prometerles que
tendrán más éxito que Él, y poco a poco les confía sus poderes.

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No basta con observar a los niños es necesario aprovechar las distintas circunstancias o encuentros para decirles
una palabrita, interesarnos por lo que les pasa, como hacía San Juan Bosco. Esto ayudará a crear una atmósfera
sobrenatural y será un gran estímulo. Muchas veces puede pasar que no se tenga tiempo para dedicarles una hora,
pero sí unos breves momentos.

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 A ejemplo del Maestro, debéis comenzar por hacer partícipes de vuestras preocupaciones
apostólicas a aquellos niños que queráis tener por auxiliares. Habituadles a ver almas.
Inyectad en ellos el espíritu de fe. Acostumbradles a que obren unidos. Que se alegren del
bien hecho por otros. No os extrañéis de sus imperfecciones. Sabed reprender con dulzura
y paciencia, con firmeza si es preciso. Habladles en particular. Sostenedlos, animadlos. No
les hagáis reproches en público. No los fatiguéis. Dadles ocupaciones según sus fuerzas.
Dadles ejemplo de entusiasmo, de confianza, de espiritualidad
 Cuando le deis a un niño el cuidado de un grupo de niños, debéis hacerlo delante de éstos.
Explicad que ese niño cuando manda en realidad obedece. Esta autoridad debe ser sin
cesar protegida y fomentada. Cuando el niño deba organizar un trabajo, investigad antes si
ha comprendido de lo que se trataba y si confía en que podrá ejecutarlo.
 Decid a los niños que el Colegio lo forman ellos mismos, y que el Padre es el que les
ayuda, más bien que ellos ayudan al Padre.
 Procurad que los niños se den a sí mismos las reglas de vida colectiva, de urbanidad y de
buena conducta. Una decisión tomada por los niños tendrá mucha más importancia para
ellos que la que haya sido impuesta por el educador.
 No temáis entusiasmar a los niños por medio de grandes objetivos que conseguir, pero no
caigáis en la utopía; engendraría desengaño y desánimo.
 Que los niños no se desanimen cuando no palpen los resultados. Acostumbradlos a tener
espíritu de fe.
 Pensad que si formáis selectos contribuiréis mucho a la perseverancia de vuestros niños y
fundamentaréis vuestra obra de tal modo que eso será para vosotros, el día que partáis, la
mayor garantía de estabilidad. Habrá que partir algún día. Habrá que dejar en manos de
otros lo mejor de vosotros mismos. “Si el grano de trigo, no muere...” (Jn. 12, 24)
X. SABER PARTIR35
64. Tenéis deberes para con vuestros sucesores: Desde luego debéis ayudarles, preparándoles
la venida, creándoles un ambiente de simpatía entre los niños, poniéndoles al corriente de
todo lo que tengan necesidad de saber. Pensad en todo lo que os dijeron cuando llegasteis, y
pensad también en todo lo que habéis lamentado no saber más tarde. No entorpezcáis su
acción queriendo conservar demasiada influencia en la obra donde ya no debéis estar, o
dando crédito a las críticas que os hagan sobre su actuación.
65. Procurad desaparecer pronto de la obra. En ella no tenéis ya más gracia de estado, ni más
obligaciones, ni responsabilidad. No deseéis tener la menor influencia.
66. Desapareced sin rozamiento alguno, transmitiendo vuestra autoridad e influencia a los que
os sigan.
67. ientras tanto, daos de tal modo a la obra, que después de vosotros, otros puedan
continuarla. Desead que vuestros sucesores hagan las cosas mejor que vosotros mismos.
Lo esencial no es que seamos “nosotros” los que hagamos el bien, sino que el bien, el más
grande bien, sea hecho. “Con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado.”
O. T. G. D.

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Desde el comienzo es necesario evitar que se apeguen a nosotros y ayudarlos a que tomen cariño con Jesús y la
Virgen para esto es conveniente aprovechar las circunstancias que se presenten para hacerles ver cuánto Dios los
quiere y que siempre está con nosotros. Es fundamental favorecer la unión y no hacer diferencias ni comparaciones
entre los que se van y los que vienen. Todos tenemos cualidades que Dios nos ha dado y defectos para vencer. Lo
que importa es que Dios esté contento.

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