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Sembrando para servir

Cien voces hechas realidad

15 años
Copyright
© 2011 Fundació n Mahatma Gandhi, Edició n 1
© 2017 Fundació n Mahatma Gandhi, Edició n 2
La edició n de esta publicació n fue posible
gracias al apoyo brindado por
el Area Metropolitana del Valle de Aburrá

La Fundació n Mahatma Gandhi agradece ademá s


la donació n de las siguientes personas:
Manuela Correa Upegui, diseñ adora y coordinadora editorial
Eva Zimerman de Aguirre, correctora de estilo
Nicolá s Restrepo Henao, colaborador especial

Este libro es de distribució n gratuita.


Señor

Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes


y a no decir mentiras para ganar el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la razón.


Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad no me quites la dignidad.

Ayúdame a ver siempre la otra cara de la medalla,


no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismo


y a no juzgarme como a los demás.

No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.


Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.

Enséñame que perdonar es un signo de grandeza


y que la venganza es una señal de bajeza.

Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.

Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme,


y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.

¡Señor, si me olvido de ti, nunca te olvides de mí!

Mahatma Gandhi
Solo una vida puesta al servicio de los demá s da frutos”.
Mahatma Gandhi
Contenido

Prólogo edición 2 6
Cien voces sembrando para servir
Prólogo edición 1
Cien voces sembrando para servir 7
Fundación Mahatma Gandhi, verdad y noviolencia 9

Lo que me motivó a mí y a mi familia 10

Lo que vio un Embajador de la India


cuando visitó Medellín 11

Historias de vida 15

Agradecimientos 155
Cien voces hechas realidad

Prólogo

Cien voces
sembrando para servir

L a primera edición de este libro fue hace exactamente 5 años, cuando


quisimos reconocer a quienes por su propia voluntad tomaron la decisión de abrir
sus corazones y mostrar con transparencia la realidad de sus vidas, y tratar de
sensibilizar a quienes desconocen de una u otra manera las diferencias y
paradójicamente las igualdades que nos separan, aun estando bajo el mismo
cielo.

El solo hecho de correr el riesgo de compartir mi historia de vida,


demuestra la capacidad de liderazgo que se ha formado en todas y cada una de
las personas que así lo han decidido. La noviolencia empieza en cada uno de
nosotros cuando voluntariamente acepto mi realidad de vida y quiero que otros la
conozcan. Así contribuyo con una paz esquiva y decidida, en todos los ámbitos
sociales.

Cada reseña autobiográfica relatada en ese entonces, se ve enriquecida


hoy por la experiencia, grata y/o insatisfecha de los vaivenes de la vida. Los
testimonios humanos, emotivos, dolorosos, fugaces, profundos, cómicos, fueron
y son parte ahora de una edición que fortalece y acrecienta el sentimiento
profundo que nos invita a participar y contar orgullosamente los logros que con
esfuerzo, entrega y pasión se han cosechado y no se dejan de cultivar.

En definitiva, no es posible pensar en abandonar el camino que hace 15


años inició una pareja de la India, Harivadan y Hasita Shah, pues sembraron la
semilla de la igualdad, equidad, paz y educación, aportando a los que en su propia
tierra defienden ideales y propósitos claros de “Noviolencia”.

Sandra Arenas J.
Voluntaria Fundación Gandhi

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Sembrando para servir

Prólogo edición 1

L as historias de vida son una manera de acercarnos a la realidad de cada uno.


Es una sencilla herramienta etnográfica para contar la propia vida, para compartir
con otros las lecciones aprendidas, para oír la voz propia y original de cada uno. Los
sentimientos, las emociones, los recuerdos, las anécdotas, los personajes de
nuestras vidas, las experiencias, van tomando forma y reconstruyendo lo que nos
ha marcado. La MEMORIA se vuelve entonces el principal instrumento para el
recuento de lo vital y relevante de la existencia. En el relato autobiográfico
reunimos lo más significativo para llenar de sentido nuestros particulares
trayectos vitales.
Se dice popularmente que cuando decidimos sentarnos a escribir nuestra
historia de vida hemos optado por abrir una mirada al futuro, desde el sonido del
pasado, para responder de alguna manera a la pregunta esencial: ¿quiénes
somos? Cuando nos escribimos a nosotros mismos, cuando reflexionamos sobre
la propia existencia, estamos también adelantando un bello ejercicio de
“ordenarnos” en la historia, para poder a su vez arrimarnos al orden en nuestros
trayectos por venir.
El único mérito que tengo para presentar el prólogo a las historias de vida
de los becarios de nuestra Fundación Mahatma Gandhi de Medellín, Colombia, es
ser testigo excepcional del proceso formativo en el liderazgo de la noviolencia que
estos jóvenes recibieron, de manera simultánea, mientras adelantaban sus
estudios universitarios.
Cada uno de ellos irá tomando la palabra, regalándonos su testimonio y la
manera particular en que la Fundación “tocó” su vida e hizo girar el camino que
llevaba. Quienes hemos estado cerca de ellos mantenemos la firme convicción de
que cada una de esas maravillosas vidas se fundamenta hoy en los valores
esenciales y no negociables que dan sentido misional a la Fundación Gandhi. Si es
cierto que la palabra puede con casi todo, sabemos que lo verdaderamente
significativo es la coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Por tanto,
cada uno de ellos sabe que lo verdaderamente aleccionador es el ejemplo de vida y
es por eso que no deben ceder en el esfuerzo diario por depurar su criterio,
carácter y voluntad, para enfrentar cualquiera sea el mundo que elijan crear y
protagonizar.
Todos ellos comparten un compromiso serio y sincero: la pasión por lo que
hacen, una alegre actitud de servicio, y la fe y confianza inquebrantables en sí
mismos y en los demás.
Aquí están entonces estas primeras historias de vida llenas de
humanidad. Las presentamos con sincera emoción. Oigamos sus voces, a capella,
que a manera de coral, van agregándose y acoplándose como una composición

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Cien voces hechas realidad

polifónica que busca ir de lo vicioso a lo virtuoso, al hablar de sana convivencia y


tolerancia a la diferencia.
Todas y cada una de las reseñas autobiográficas son valiosas por sí solas.
Unas más poéticas, otras concentradas en circunstancias dolorosas, la mayoría
llenas de amor y agradecimiento, otras salpicadas de buen humor; para que el
conjunto sea lo más variopinto y cercano al mestizaje maravilloso de nuestra rica
cultura verbal.
Aunque suene un tanto pretenciosa la declaración, quienes hacemos
parte de la Fundación Mahatma Gandhi, bien sea como beneficiarios,
benefactores, voluntarios, empleados y colaboradores, nos sentimos hoy mejores
personas, gracias al efecto generoso y bondadoso de esta hermosa causa.
El más grande y profundo deseo de este esfuerzo editorial es que cada ser
humano que tenga en sus manos esta publicación se deje emocionar por la causa
de la noviolencia, se permita ser tocado por los sueños que acompañan estas
páginas y nos acompañe en el esfuerzo por multiplicar el sembrar para servir.
Si el 2 de octubre del año 2002, una pareja de extranjeros generosos,
venidos de la India, Harivadan y Hasita Shah, asumieron un compromiso de
responsabilidad social con Colombia, a los nativos nos corresponde, por mínima
dignidad y agradecimiento, colaborar y asociarnos de cualquier forma para que el
beneficio del liderazgo para la noviolencia impacte de manera contundente a
nuestra Colombia.

Luz Gabriela Gómez Restrepo


Voluntaria Fundación Gandhi

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Sembrando para servir

Fundación Mahatma Gandhi


Verdad y noviolencia

P ara responder a una de las grandes necesidades del país: la equidad en el


acceso a la formación y bajo la filosofía de la noviolencia, se crea la Fundación
Mahatma Gandhi, como una iniciativa desde la sociedad civil.
Con domicilio en la ciudad de Medellín y constituida mediante escritura
pública número 68 del 16 de enero de 2002, esta entidad sin ánimo de lucro
pretende crear una cadena humana para regalar vida y dar a conocer la filosofía de
Mahatma Gandhi.
La mejor estrategia social para hacerle frente de manera democrática y
racional a la situación estructural de exclusión de nuestra sociedad colombiana,
es constituir a la educación en una oportunidad real para que todos puedan
acceder a la sociedad en condiciones de igualdad. “Sin educación nos
imposibilitamos de humanidad”.
Identidad: la Fundación Mahatma Gandhi es una institución sin ánimo de
lucro, sin filiación política ni religiosa, dedicada a la promoción de los principios de
Mahatma Gandhi, verdad y noviolencia, por medio del desarrollo de líderes para la
convivencia pacífica en Medellín, Colombia.
Visión: una sociedad que promueve verdad y noviolencia como forma de
vida permanente
Misión: promover la práctica de verdad y noviolencia, y los principios de
Mahatma Gandhi para alcanzar la convivencia pacífica y una sociedad más
equitativa. Por medio de:
Ÿ Campañas sociales en verdad y noviolencia.
Ÿ Formación y práctica en verdad y noviolencia, con énfasis en niños,
adolescentes y líderes sociales.
Ÿ Estudiar las causas y consecuencias de la violencia.

Los becarios son mis estrellas, ellos son mi orgullo


y siempre voy a estar ahí para ayudarlos a ellos”.
Harivadan Shah.
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Cien voces hechas realidad

Lo que me motivó a mí
y a mi familia
S oy originario de la India y gracias a mis estudios en Alemania como Ingeniero
de Procesos con especialización en Galvanoplastia, vine a Medellín por una oferta
de trabajo hace 36 años, acompañado de mi esposa Hasita y mis dos pequeñas
hijas Claudia y Mansi. Gracias a la gran acogida que recibimos en estas bellas
tierras antioqueñas decidimos quedarnos definitivamente en Medellín.
Convencidos de “quien solo el que da recibe”, y reconociendo los
beneficios que habíamos recibido, decidimos apostarle a una propuesta de
carácter social en aras de contribuir con la paz de la ciudad.
Luego de buscar entre muchas alternativas encontramos que la educación
tiene un estrecho vínculo con la equidad y la justicia social y, por tanto, es una
herramienta fundamental para la construcción de convivencia pacífica. Es así
como nace la Fundación Mahatma Gandhi, que desde el año 2002 está becando
estudiantes universitarios y además los está formando como líderes
multiplicadores de la noviolencia.
El trabajo no ha sido fácil, pero con una gran satisfacción puedo decir que
durante los diez primeros años de la fundación hemos becado 115 estudiantes
universitarios de los cuales 39 ya están graduados. Ellos son las semillas que
estamos sembrando en Colombia y que esperamos en un futuro no muy lejano,
germinen y se vuelvan multiplicadores de todos los valores que estamos
introyectando en ellos y que necesitamos recuperar para que haya una verdadera y
sana convivencia pacífica en nuestra ciudad.
Mi mayor satisfacción está más en dar que en recibir y ello me trae al
recuerdo esta máxima de R. Tagore: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría,
Desperté y vi que la vida era servicio, Serví y vi que el servicio era alegría”. Por eso
“yo no me considero benefactor de esta obra, me considero el mayor beneficiado”.
Para mí es muy importante que estos estudiantes sobresalgan en su vida,
pero que nunca olviden sus orígenes y que cada vez que puedan ayudar a alguien
no lo duden un instante. Que en la vida ni la plata ni la fama se les vaya a subir a la
cabeza, y que siempre mantengan firmes los pies sobre la tierra.
Harivadan Shah

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Sembrando para servir

Lo que vio un Embajador de la India


cuando visitó Medellín
Julio de 2011

T enga cuidado... me aconsejaron algunos amigos cuando les dije que


iba a visitar a Medellín, una ciudad conocida por secuestros, asesinatos y tráfico de
drogas. Otro grupo de amigos también me dio el mismo consejo, pero por razones
diferentes. Ellos estaban celosos... las mujeres de Medellín tienen fama de ser las
más bellas de América Latina. Así que se podrán imaginar mi equipaje lleno,
acompañado de temores, expectativas y fantasías con las que llegué a la ciudad el
7 de julio. Pero me llevé una sorpresa totalmente diferente. Me encontré la
Fundación Mahatma Gandhi que celebra el Festival de la Noviolencia, fundada por
un Gujarati (departamento de la India)... el Sr. Harivadan Shah.
Así que mi primera visita en la ciudad fue a la Fundación Mahatma Gandhi.
Shah la describió como “una organización que busca recuperar la vida para
reconstruir la esperanza en una ciudad que ya no quiere ver a sus hijos morir en las
calles, ya sea por una bala o en las manos de un asesino”. El objetivo de la
Fundación es “enseñar a todos que, de hecho es posible restaurar la esperanza
que la violencia nos ha robado. Esto sólo comienza cuando cada ciudadano decide
conscientemente: no contribuir más a la cultura de la violencia que nos rodea y en
su lugar hacer algo para construir una convivencia pacífica, no sólo con los demás,
sino también dentro de uno mismo”.
La Fundación Mahatma Gandhi cuenta con un auditorio para las
reuniones. Hay dos empleados de tiempo completo en la oficina de la Fundación
que está ubicada en la planta superior de la fábrica del Sr. Shah. Las autoridades
locales, ONG's, y algunas compañías apoyan a la Fundación y sus actividades con
el treinta por ciento de la financiación, mientras que el setenta por ciento restante
de los fondos son del mismo señor Shah. Los medios de comunicación local han
dado amplia publicidad para elogiar el trabajo de la Fundación.
La Fundación celebra Gandhi Jayanti (natalicio de Mahatma Gandhi) cada
año, con seminarios, talleres (10 talleres de liderazgo y varios talleres de
crecimiento personal), marcha con velas y eventos en escuelas y colegios. Invitan
a las personas “para encontrar soluciones al problema de la violencia en la ciudad -
inicialmente dentro de sí mismos y luego replicando estas soluciones con la gente
alrededor de ellos”. La Fundación enseña yoga y meditación para ayudar a las
personas a lograr la armonía y paz interior.
La Fundación no predica su enseñanza solo dentro de las cuatro paredes
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Cien voces hechas realidad

de sus instalaciones, sino que también organiza campañas en las estaciones del
Metro de Medellín y las calles, incluso en los barrios peligrosos como las comunas
populares que están plagadas de crímenes y narcotráfico. La Fundación lleva a
cabo reuniones de solidaridad con las víctimas de la violencia. Los voluntarios de la
Fundación trabajan en el Metro y en las calles llevando pancartas que dicen:
“Si tu estás en paz contigo mismo, hay al menos un lugar pacífico en el
mundo”.
“No hay un camino para la paz, la paz es el camino”.
“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”.
La Fundación distribuye mascaras de Gandhi y monturas de gafas a los
marchantes. Algunos colombianos se visten como Gandhi durante las marchas.
Shah fue víctima de la violencia de Medellín. Una vez, una banda de
ladrones armados, apuntando con una pistola atacaron su empresa y se llevaron
todo lo que pudieron. La segunda vez los ladrones trataron de dispararle, pero el
tomó el riesgo de desviar su atención, logrando escapar. Luego de esto, una banda
de delincuentes puso su nombre en la lista de personas a eliminar, lo que lo hizo
pensar en salir de Colombia. Pero sus dos hijas, quienes fueron criadas como
paisas (habitantes de Medellín), no querían irse. Ellas eran firmes y convencieron a
Shah de que el debería vivir y morir allí.
La Fundación Mahatma Gandhi se centra en los jóvenes, quienes son los
potenciales reclutas de las bandas criminales. La Fundación trabaja con escuelas
y colegios, enseñando a los estudiantes tolerancia, compasión y la necesidad de
respetar a otros con diferentes creencias. Les dicen a los jóvenes que ellos deben
cambiar antes de esperar que el mundo cambie. Su programa más importante es
desarrollar, fomentar y multiplicar los jóvenes líderes. Ellos seleccionan los líderes
de las escuelas a través de una serie de entrevistas. Los jóvenes líderes reciben
becas para continuar sus estudios superiores. Estos líderes llevan a cabo
campañas de Noviolencia y participan activamente en todos los eventos de
Gandhi. Cuando estos líderes jóvenes de Medellín cuentan a otros jóvenes sobre la
Noviolencia, causan un gran impacto, más que si el propio Shah fuera quien diera
la conferencia. La única condición que la Fundación establece a los jóvenes
líderes, es que cuando consigan un trabajo y estén establecidos en la vida, deben
ayudar al menos a otros dos candidatos y ser sus mentores. Uno de los miembros
del comité tenía una duda y le preguntó a Shah, que es un pragmático e idealista,
¿cuál es la garantía de que después ellos ayuden a los demás?, él respondió:
¿buscamos una garantía de nuestros propios hijos cuando invertimos en su
educación para que ellos ayuden a sus padres?
Sara es una de las becarias de la Fundación Mahatma Gandhi. Ella estudia
administración de empresas. A mi pregunta de en qué clase de empresa le
gustaría trabajar, ella respondió con rapidez y sin vacilaciones, “yo quiero crear mi
propio negocio”. Yo le pregunté acerca de la respuesta del público a la campaña
por la Noviolencia en la que participa. Dijo que los niños en los barrios pobres
fueron inicialmente curiosos. Más tarde, algunos de ellos se mostraron positivos y
querían saber más acerca de Gandhi. Ella me dijo que la campaña de la
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Sembrando para servir

Noviolencia ha hecho reflexionar a algunos de los jóvenes sobre la situación de


Medellín en una nueva luz con un diferente acercamiento”.
Shah ha vivido en Medellín durante los últimos 36 años. Fue a trabajar allí
como ingeniero químico en una empresa local después de completar seis años de
estudios universitarios en Alemania. Él se enamoró de la bella ciudad, con un clima
agradable (ellos la llaman la ciudad de la eterna primavera ya que la temperatura
promedio es de 21 grados). Después de algunos años, comenzó su propia fábrica
para producir los productos químicos.
Shah, Hasita, su esposa Gujarati (departamento de la India) y sus dos
hijas, se comunican entre sí en español todo el tiempo. Tienen una casa de campo
de diseño creativo donde se realizan retiros para los becarios de la Fundación
Mahatma Gandhi.
Shah es a demás el mentor, tutor y el gurú de la mayoría de los 80 indios
que han llegado a la ciudad para los proyectos de IT (Tecnología Informática). Él y su
esposa son ávidos y competitivos jugadores de bridge; participan en los torneos
nacionales y regionales. Shah baila salsa y tango, realiza fiestas con pequeñas
excusas y vive con la filosofía latina. “No dejamos de divertirnos cuando somos
viejos. Nos volvemos viejos cuando nos dejamos de divertir”.
Con esa mente amplia de Gujarati (Hindú), Shah de corazón latino ha
hecho de Mahatma Gandhi algo significativo para Medellín, de una manera
práctica y pragmática.
Medellín no es el único en el redescubrimiento de Mahatma Gandhi. Hay
un resurgimiento de interés en el concepto de Gandhi y la práctica de la noviolencia
en América Latina, que se enfrenta a un desafío cada vez mayor de la delincuencia
urbana y la violencia. La política, los medios de opinión y los intelectuales se dan
cuenta de que esto solamente podría resolver el problema superficialmente. Ellos
quieren ir a las raíces y cultivar una nueva cultura de la No-violencia en los
corazones y las mentes de los jóvenes. Es en esta tarea que encuentran en Gandhi
una fuente de inspiración, y sus ideas pertinentes a la situación de América Latina.
Sr. R. Viswanathan
Traducción blog Latin American Affairs www.latinamericanaffairs.blogspot.com del
Embajador de la India en Argentina, Uruguay y Paraguay “Sr. R. Viswanathan”.

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Historias de vida

La tarea que enfrentan los devotos de la noviolencia


es muy difícil, pero ninguna dificultad puede abatir a
los hombres que tienen fe en su misión”.
Mahatma Gandhi
Sembrando para servir

S oy Erika Acevedo, nací en Medellín


an agosto de 1987 y soy la hija mayor de
Luzmila David y Edison Acevedo. Juntos
se dieron a la tarea de darme un hogar
lleno de amor. Mi hermana Daniela tiene
19 años y estudia Negocios
Internacionales. Mi hermana menor,
Vanesa, tiene 17 años y estudia
Contaduría Pública. Así está conformada
mi linda familia de 5 integrantes. El
sostenimiento del hogar siempre le ha
correspondido a mi papá, quien lleva
trabajando como tejedor en las fábricas Erika Marıá Acevedo David
textileras 13 años. Le ha tocado pasar Psicologıá Social
por muchas empresas a través de
Corporació n Universitaria Luis Amigó
contratos, y el tiempo que no trabajaba
ajustaba el presupuesto familiar con ventas de trapeadores y arreglos de zapatos. A
mis hermanas y a mí nos fascinaba jugar con las tiras y telas porque toda la casa
estaba llena de estos materiales. Mi papá hacía las trapeadoras en la jornada
contraria a su trabajo en la casa en donde pagábamos arriendo, que era carísimo.
Mi mamá andaba siempre de lado a lado con nosotras porque estudiábamos la
primaria en distintas jornadas e instituciones. Cuando yo tenía 12 años y cursaba
quinto de primaria, recuerdo que mi padre se quedó sin empleo. En la tienda de
Yolanda ya se debían cinco mercados, nos cortaron los servicios, debíamos 3
meses de arriendo y la dueña nos pidió la casa. En ese momento no pude ser
indiferente a los problemas y mi reacción fue una crisis de asma. Veía el llanto de mi
madre y la desesperación de mi padre. Un vecino le había hablado a mi padre de un
barrio en la comuna 9, denominado Candamo donde vendían lotes muy baratos,
pero que no tenían escrituras sino un papel de compraventa y que nos conseguiría
uno, pero no había dinero para comprarlo. Llegó un momento en que los arreglos de
zapatos y 2 ó 3 trapeadores que vendía cada semana no eran suficientes para
pagar las deudas, pagar el arriendo y tener luz y agua en todo momento. Un día llegó
el vecino y le dijo a mi papá que le diera el equipo de sonido que teníamos y le daba
$500.000 por el lote. Mis padres aceptaron con tal de tener una casa, así fuera de
madera. Mi papá empezó a visitar este barrio y por el afán de salirnos de la casa
donde estábamos, con un primo empezaron a sacar tierra de aquel lote para
montar la casa en unos palos muy delgados y a improvisar un techo de lata.
Cuando llegamos, mis primeras palabras fueron: ¿mamá, aquí vamos a
vivir? Me sentía jugando en una casita de pájaros; mi madre no pronunciaba ni una
sola palabra y mi papá solo decía: Hijas aquí ya no se puede jugar. Los vecinos del
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Cien voces hechas realidad

sector nos llamaban las niñas de la palomera. Yo no lo entendía; más tarde


comprendí que lo decían porque la casa no tenía ni puerta ni ventanas. Teníamos
un tubito por donde bajaba el agua y donde poníamos a llenar las canecas para
bañarnos y hacer la comida. Cuando iba a la capilla cerca de donde vivíamos le
preguntaba a Dios por qué vivíamos en una casa de tablas si yo me había portado
bien. No fue fácil adaptarnos a la vida en la palomera. Sufríamos mucho porque mi
madre, mis hermanas y yo nos caíamos y nos aporreábamos con alguna tabla que
estaba floja. También nos acostumbramos a recoger el techo al otro lado de la casa
cuando llovía muy fuerte.
En la parroquia Nuestra Señora del Encuentro empecé desde muy niña y
después como catequista y a los 14 años junto con el padre iniciamos un grupo
juvenil llamado SINAÍ que en este año cumplimos 9 años de estar activos. Ese
mismo año conocí a una líder que tenía mucho interés de crear un restaurante
comunitario. Ella pondría su casa y con la ayuda mía sacaríamos adelante la obra. Y
así fue. Terminé el bachillerato y fundamos el restaurante comunitario La Casita de
la Comida, donde atendíamos 85 niños y niñas del mismo sector en donde yo vivo,
que habían llegado allí con sus familias desplazadas por la violencia en sus
pueblos. Nuestro trabajo empezó priorizando las necesidades de las familias y
pidiendo productos en la plaza minoritaria y mayoritaria para garantizarles a estos
niños el desayuno y el almuerzo de lunes a sábado. Al ver este inmenso amor de los
niños, compartir con ellos, rezar juntos cada mañana, verlos reír, llorar y dar gracias
a Dios porque quedaron llenos, comprendí la riqueza que tiene uno como ser
humano y lo desagradecidos que somos con lo que cada día tenemos. Me enamoré
de los niños y las niñas, de los jóvenes, de las mamás cabeza de familia, de los
desplazados, de toda la gente a los que les podía regalar mi alegría y gran sonrisa.
Así no sentía tristeza de vivir en las condiciones precarias de mi casa, la palomera.
Recuerdo las palabras de un sacerdote que me dijo un día: “agradece a Dios que no
te dio una casa, pero que te regaló un hogar”. Para qué una casa donde no hay
hogar y yo sí tenía un hogar. Cuando terminé el bachillerato, a los 18 años, empecé
a trabajar en la Corporación Caminos de Solidaridad donde me hablaron de un
concurso de Mujeres Talento que hacía la Alcaldía de Medellín para premiar los
valores y capacidades de las mujeres de 16 a 25 años de edad.

Me inscribí en el concurso en la modalidad de Desarrollo Social. Aún


recuerdo mi rostro caliente y rojo de la vergüenza de que los jurados y las cámaras
de televisión llegaran a mi casa de tablas, a la palomera. No podía creer cuando me
avisaron que era finalista. Yo no sabía ni qué ponerme para la noche de la
premiación. Con el dinero que gané en el concurso y el subsidio de vivienda de
COMFAMA de mi padre tuvimos la cuota inicial para nuestra casa. Al empezar el
año 2007 mi sueño se convirtió en realidad. Pronto tendré una casa de verdad, de
adobes, con escrituras de verdad. Gracias a muchas personas y a la fe que siempre
nos ha tenido juntos en mi familia, ya no seremos más las niñas de la palomera.
Mi familia y yo hemos sido bendecidos, mis hermanas y yo siempre

16
Sembrando para servir

teníamos en mente que queríamos ser profesionales y que nuestra situación


económica no iba a ser obstáculo para conseguir nuestros sueños.
Otra bendición que recibí fue ser becaria de la Fundación Mahatma
Gandhi, gracias a don Hari, a su familia y a muchas personas que le apuestan a la
educación superior; estoy aquí en la Fundación y ahora puedo decir que soy
psicóloga profesional, igual creo que como soy bendecida.
Estoy orgullosa de pertenecer a una Fun-dación una de cuyas principales
consignas es “Sembrando para Servir” pues me identifico totalmente con ella
porque servir es mi vocación.

No hay un camino para la paz, la paz es el camino”.


Mahatma Gandhi
17
Cien voces hechas realidad

L a vida es bella y mucho más cuando


encontramos personas que nos ayudan a
cumplir el sueño más preciado: ser
profesionales integrales para la sociedad.
Soy la tercera de cuatro
hermanas, hija de Luz Marina Góez y
Horacio Góez Arias. Nací en Cañasgordas,
Antioquia, y desde mi concepción he
tenido una lucha fuerte por salir adelante
por las condiciones socioeconómicas de
mis padres, situación que los llevó a
entregarme a mis abuelos maternos
cuando solo tenía diez meses. En este Astrid Gó ez Gó ez
nuevo hogar recibí mucho afecto, no me Trabajadora Social
faltaba lo necesario para vivir Universidad Minuto de Dios
cómodamente, pero sí me hacía falta mi
mamá, a la cual veía pocas veces.
Fui víctima de los conflictos de pareja que tenían mis padres hasta el punto
de que me separaron de mis abuelos cuando apenas tenía cuatro años. Me
internaron en una casa-cuna en Santa fe de Antioquia. Estuve a punto de ser
adoptada por una señora llamada Nelly, de quien aún tengo buenos recuerdos.
Pero como el amor de mi papá hacia mí era muy grande, este no permitió que se
llevara a cabo el proceso de adopción y de nuevo volví al hogar de mis abuelos,
donde empecé a estudiar la primaria.
Los años en la escuela fueron maravillosos y aunque tenía muchos vacíos
por la ausencia de mi mamá, me iba muy bien en el estudio. Tenía muchos amigos y
participaba en todos los eventos que hacían en el pueblo y que estaban acorde con
la edad en que me encontraba. La vida en el colegio me fue enseñando a madurar
y a despertar mis habilidades para trabajar con la gente; hice parte de grupos
juveniles que impulsaban el deporte, participé en la banda marcial, lideraba los
grupos para hacer el aseo en las calles, era catequista, era integrante del equipo
de voleibol que representaba al municipio de Cañasgordas en los juegos
intercolegiados departamentales, y me gustaba estar en las reuniones que
tuvieran que ver con el progreso del pueblo. Todas estas actividades me llevaron a
pensar que quería ser una persona profesional y que trabajaría por sacar adelante
el lugar donde nací.
Cuando cursaba el grado once empecé a soñar con una carrera
universitaria, pero cuando miraba a mi alrededor veía ese sueño muy lejano,
porque mi familia no tenía cómo cubrir los gastos sobre todo porque tenía que
desplazarme de Cañasgordas a la ciudad de Medellín. Mi papá me decía que él
18
Sembrando para servir

había hecho todo lo posible para que yo terminara el bachillerato y que si quería
seguir estudiando tendría que ponerme a trabajar y ahorrar para hacerlo.
Separarme de mi familia no fue fácil; llegar a Medellín implicó muchos
cambios: tenía que hacerme responsable de mis gastos, los familiares que me
ofrecieron hospedaje decían que debía trabajar en lo que resultara porque la vida
en la ciudad no era tan fácil, pero aún así no renuncié a mi sueño de estudiar en la
Universidad. El primer trabajo que conseguí fue de niñera y con lo poco que ganaba
cubría mis gastos básicos. Ya me había presentado a la Universidad de Antioquia y
no había pasado, así que tenía que postergar el deseo de estudiar.
Otros de los trabajos que tuve fue con una tía en un supermercado en el
Chocó. La estadía en aquel pueblo tan pobre me llevó a reflexionar y a pensar que
había muchas cosas por hacer en este país, donde la indiferencia y la corrupción
han frustrado el sueño de muchas personas y con ello la de sus pueblos.
De regreso a la ciudad, me empeñé en salir adelante; me volví a encontrar
sin empleo y me vi en la necesidad de trabajar en una casa de familia, en la que
duré dos años. No puedo dejar de agradecer a aquella familia que me apoyó en mi
deseo de salir adelante y permitirme trabajar y estudiar. Fue una etapa muy difícil
de mi carrera, puesto que el agotamiento físico y mental era demasiado, razón por
la que renuncié y por un tiempo me dediqué solo a estudiar. Logré costearme los
pasajes con liquidación y con lo que mis hermanos me podían dar.
Posteriormente, la situación se fue poniendo más difícil ya que solo
contaba con la estadía en la casa de mi mamá y lo que ganaba en las casas donde
trabajaba era suficiente para ayudarme. Muchas veces tuve miedo de no terminar
la carrera por la situación económica, pero afortunadamente apareció en mi
camino la Fundación Mahatma Gandhi, que ha contribuido para que yo haga
realidad mi sueño de ser Trabajadora Social, que trabaje en pro de la sociedad,
pues la ayuda que nos dan no es solo económica, sino una formación integral, y a
través de la enseñanza de la filosofía de la noviolencia que impulsó Mahatma
Gandhi, mi vida y mi forma de verla se ha transformado para bien de todos los que
me rodean.
Quiero agradecer a la Fundación y a sus directivas, en especial al doctor
Hari, por su empeño, por su lucha y por creer que otro mundo mejor es posible. A
Ana Lucía, por su entrega y por su paciencia, y la doctora Gloria Pérez por su
acompañamiento en la mentoría.
Ser parte de la Fundación es todo un honor, por eso invito a todos los
becarios a que queramos y la hagamos parte de nuestras vidas, porque es lo mejor
que nos ha podido pasar.

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Cien voces hechas realidad

D iever Ferney Cañas Jamioy, es el


quinto y último hijo, fruto de la unión
entre Lola Jamioy López y Luis Alberto
Cañas Builes, la primera originaria de un
pequeño poblado, Puer to Limón,
u b i c a d o a l s u ro c c i d e n te d e l r í o
Putumayo. El segundo, proveniente de
una numerosa familia, originaria de
Liborina, una región cercana al municipio
de Segovia, Antioquia. Los hermanos, en
su respectivo orden de nacimiento son:
Luis, Carlos, Arley, Fabián y Diever.
La tarde del día jueves 9 de abril Diever Ferney Cañas Jamioy
de 1987, a orillas de río Putumayo, en Derecho
jurisdicción del depar tamento del
Universidad de Antioquia
Amazonas, nació Diever Cañas. Para la época de su nacimiento, estaba prevista la
visita de la sabia abuela, una señora de avanzada edad, que con el paso de los
años se había ganado la confianza de los ribereños, en lo que hacía relación a la
atención de partos. No obstante, el cálculo fue un tanto infortunado y Diever se
adelantaría 5 días a la fecha prevista, por lo que su forzado nacimiento se dio en
medio de urgencias no previstas, nervios y tensiones, propios de este tipo de
situaciones, que su padre y sus hermanos se vieron obligados a atender con
diligencia y delicadeza.
El lugar, habitado por la familia Cañas, consistía en unos terrenos baldíos,
al que sus padres llegaron por primera vez, buscando un lugar adecuado para
establecer su vivienda, y donde pasarían largos años de sus vidas. En aquel
recóndito y lejano lugar, los cantos de los pájaros se adelantaban a la aurora, y el
sonido fuerte de las aguas al golpear la vereda del río avizoraba la mañana, unas
veces soleada, otras veces fría y oscura. Los atardeceres eran paradisíacos, el
brillo de las aguas del río se confundía con el resplandor del feneciente sol,
combinado con la leve sombra de las montañas, cuando ya se despedía el día para
recibir el alba; la naturaleza siempre atenta cumplía con el movimiento brusco de
sus aguas, y un viento gigantesco, a veces ensordecedor, parecía que se iba llevar
lo que había sido construido por el hombre.
La economía doméstica giraba en torno a la pesca, la caza y la agricultura.
Hasta la edad de ocho años, Diever no haría otra cosa que no fuera correr por los
bosques y praderas, recolectar frutas, perseguir mariposas entre los pastos,
clasificar piedras, jugar fútbol en la playa, cuando esta asomaba en temporada de
verano, cortar caña con el resto de sus hermanos para obtener azúcar, ayudar en

20
Sembrando para servir

la alimentación de las gallinas, los canes y uno que otro cerdo.


Cuando cumplió 4 años, después de observar que algunos de sus
hermanos se iban de casa por un buen tiempo, empezó a preguntarse: ¿Qué había
más allá del río, y el espesor de la selva? ¿A dónde se habían ido sus hermanos?
¿Qué estarían haciendo?
Solo 2 años más tarde lo entendería, cuando sus padres, en una ocasión,
lo llevaron al poblado más cercano, a tres días por vía fluvial, a recibir las
calificaciones de sus hermanos. Después de descubrir tal situación, le dijo a sus
padres que también quería quedarse para ir a la escuela, pero no contaría con
buena suerte. Los pequeños estudiantes solo eran admitidos a la edad de 8 años,
pues se trataba de un internado con orientación militar, donde el giro ordinario de
las actividades propio de estas instituciones, exigía cierto grado de
autosuficiencia, autonomía e independencia, y su escasa edad para entonces era
su máximo impedimento.
Solo tres años más tarde lograría entrar a la escuela, y en los tres años
subsiguientes se graduaría de 5 de primaria, junto con su hermano Fabián, al que
había alcanzado, tras ser promovido de grados por su rendimiento académico. La
época del colegio fue bastante difícil, aunque para entonces toda la familia ya
estaba ubicada en Tarapacá, una pequeña localidad corregimental, ubicada al sur
del Amazonas colombiano, en la frontera con la hermana república del Brasil. La
carencia de recursos económicos suficientes obligó a los tres últimos hermanos
Cañas a trabajar desde corta edad para sufragar los gastos del colegio; los dos
hermanos mayores habían optado por dedicarse exclusivamente al trabajo, para
el sostenimiento de las nuevas familias, que ya habían conformado.
Diever, por su parte, desde que comenzó su bachillerato, consciente de la
apremiante situación, trabajó 4 años en un almacén vecino como empacador,
labor que le permitía sufragar los gastos de la escuela, y en ocasiones satisfacer
necesidades de la casa. Mientras avanzaba en el colegio y ya siendo un
adolescente, se preguntaba qué tanto valía la pena esforzarse, si después de todo
al terminar el colegio, eran casi nulas las oportunidades para continuar
estudiando.
Pese a estos constantes auto-cuestionamientos, se graduó de 11, a los 17
años, en el Colegio Departamental Villa Carmen de Tarapacá, Amazonas. Tras
obtener uno de los dos puntajes más altos en las pruebas ICFES, lo que lo hizo
merecedor de una beca universitaria para salir a estudiar a la ciudad de Bogotá, se
encontró con un nuevo dilema: ahora que tenía la oportunidad de su vida, sentía
nervios y nostalgia por dejar a sus padres y en especial a su madre, con quien la
relación era muy estrecha. Después de meditarlo por varios días y hablar con su
madre, llegaron a la conclusión de que continuar estudiando era la elección más
sensata, pese a que ello implicara una separación temporal.
Estando en la ciudad de Bogotá las cosas no se dieron como estaban
previstas. La Universidad del Rosario, le comunicó que la beca le sería asignada
para estudiar Historia, dado que en esta área había obtenido la calificación más
alta en las pruebas de Estado, y no para que estudiara Gobierno y Relaciones
21
Cien voces hechas realidad

Internacionales, programa que inicialmente había elegido.


Debido a este impasse, un poco desanimado, no aceptó la beca, y viajó a la
ciudad de Medellín, con un viejo amigo de la familia, que apreciaba mucho a sus
padres, pues había estado por largos años en Tarapacá, compartiendo la misma
casa. Entró a trabajar en un restaurante que le permitía sufragar sus gastos más
urgentes, pasó a la Universidad de Antioquia, siguió trabajando en los dos años
subsiguientes, curso varios niveles de Ciencias Políticas y optó por cambiarse de
programa.
Actualmente es abogado de la Universidad de Antioquia y aspirante
Magíster; a pesar de que ha pasado temporadas muy difíciles en la ciudad, se
encuentra muy agradecido con la vida; en Medellín y en otros lugares a los que ha
ido se ha encontrado con gente maravillosa; siempre hace todo lo posible por no
lastimar con palabras ni con hechos a quienes lo rodean. Hoy, cuenta con la
fortuna de pertenecer a la Fundación Mahatma Gandhi, y espera contribuir con
todo lo que este a su alcance, anhela que el mensaje de la Fundación se proyecte a
futuro a todos los lugares de Colombia, de tal forma que el sueño de un país más
justo y pacífico se haga realidad.

El deseo serio y puro de corazón siempre se cumple”.


Mahatma Gandhi
22
Sembrando para servir

M e llamo Sorany y nací en Itagüí el


22 de junio de 1981. Soy la hija mayor de
María Elcy Morales. Nunca conocí a mi
papá pero mi figura paterna estuvo
representada por mi abuela materna
Georgina, ya fallecida y a quien siempre
llevaré en mi corazón. Tengo otros 2
hermanos medios, de 26 y 10 años, con
los cuales tuve poco contacto durante mi
infancia.
El sostenimiento del hogar se
lograba gracias a la pensión de mi
abuela y lo poco que mi mamá podía Lina Sorany Morales
traer por los trabajos temporales que
Enfermera
conseguía, como oficios varios. Cuando
Polité cnico Marco Fidel Suá rez
falleció mi abuela la situación económica de la familia empeoró y mi madre no fue
capaz de afrontarla por lo que se desorientó y algunas veces buscó refugio en el
licor. A raíz de estas situaciones, Ruth, esposa de un hermano de mi abuela, se
conmueve y decide llevarme para su casa a estudiar, inicialmente por un año. A
partir de este momento mi vida dio un giro extraordinario porque llegué al seno de
una familia que me acogió como su hija; de hecho, yo llamo y considero a Ruth y
Gonzalo mis papás y a Lissete y Carlos, mis hermanos.
Gracias a esta otra familia tuve la oportunidad de estudiar y tener un mejor
futuro. Cuando llegué allí tenía más o menos 11 años y apenas estaba en 3º de
primaria ya que tenía problemas de aprendizaje, no sé si por la situación de mi
familia biológica o por traumas de la infancia; lo mejor de todo es que Ruth fue un
apoyo tan grande que buscó todos los medios e inicialmente encontró un colegio
privado muy exigente en el cual no pude responder como debía; allí estuve hasta
8º. Luego decidí no seguir estudiando por lo pesado de la carga académica. Me
convencieron de que validara el bachillerato y gracias a ello pude superar estas
limitaciones.
En los tiempos libres, que eran muchos, me dediqué a estudiar belleza:
manicure, pedicure, corte y cepillado, etc., y empecé a hacer domicilios para
adquirir algunos ingresos económicos y ayudar un poco con mis gastos
personales. Desempeñándome en esta labor conocí a don Hari, el cual fue como
otro ángel de la guarda que se cruzó en mi camino y que por ese entonces estaba
pensando en crear la Fundación Gandhi. En alguna de los domicilios que le hice él
me preguntó qué aspiraciones tenía hacia el futuro con respecto al estudio y yo le
dije que en el momento no veía posibilidades ya que tenía otros dos hermanos que
23
Cien voces hechas realidad

estaban estudiando y mis papás adoptivos no contaban con los recursos para
darnos el estudio universitario a Carlos y a mí al mismo tiempo, además de que
Lissete ya estaba próxima a terminar el bachillerato. Don Hari y su esposa doña
Hasita me dijeron que ellos querían ayudarme, que llevara a mi mamá para
contarle y que ella viera que era algo serio.
Cuando don Hari me dijo que quería ayudarme y que pensara qué carrera
quería seguir, inmediatamente me pasaron por la cabeza mil pensamientos, como
por ejemplo estudiar Psicología o Medicina; en fin, no desperdiciar la oportunidad
que me habían ofrecido para estudiar, pero luego que averigüé cuanto costaba la
matrícula de esas carreras me pareció que era mucho y que no era justo abusar de
la generosidad de ellos. Me puse a analizar qué era lo que realmente quería y decidí
que era algo que tuviera que ver con humanidades y donde tuviera un contacto
directo con las personas, así que opté por Enfermería; me presenté y pasé al
Politécnico Marco Fidel Suárez. Esta fue la mejor opción que pude haber tomado,
me siento feliz y realizada con mi carrera; es lo que me gusta y lo que quería hacer.
Nació la Fundación y me enviaron a una entrevista con el psicólogo; así se
inició mi proceso en la institución donde fui la primera becaria. Este ha sido otro de
mis grandes logros y regalos que la vida me ha dado; los talleres de liderazgo no
solo me hicieron crecer como persona sino que han sido pilares fundamentales
para el desarrollo de mi carrera, donde a diario tengo contacto directo con tanta
gente que está en situaciones tan difíciles.
La Fundación me ha abierto grandes posibilidades de cre-cer ya que cada
día; aun a pesar de estar graduada, sigo recibiendo conocimientos importantes
para mi formación integral. Acabo de termi-nar un couching, que me dejó una gran
experiencia y me ayudó a cambiar formas y paradigmas que no me dejaban tener
otras aspiraciones.
Actualmente me desempeño como enfermera en el Hospital Pablo Tobón
Uribe y gracias a ello hoy puedo estar aportando una semilla para continuar la
cadena multiplicadora de becar a otros jóvenes que están pasando por dificultades
económicas como las que en un momento yo tuve. Ahora estoy viviendo sola y
tengo una excelente relación con mis dos familias; inclusive ahora tengo más
contacto con mi mamá y mis hermanos biológicos y mi meta inmediata es ahorrar
para ayudarles a conseguir una casa propia.
Me siento muy agradecida con don Hari y doña Hasita por la oportunidad
que me dieron para salir adelante con mis estudios y para ser una mejor persona.

24
Sembrando para servir

N ací el 29 de enero de 1982 en


Cisneros Antioquia; soy la última de tres
hermanas. Nací en el seno de una
familia que en cabeza de mi madre, Luz
Alba Isaza, siempre fue muy
disciplinada. De mi padre, Eduardo
Hoyos, tengo el recuerdo de que estuvo
de viaje a menudo y muy poco lo
veíamos: cada mes y medio o dos meses
más o menos. Viví en Cisneros hasta la
edad de los 5 años, cuando le dieron
traslado a Medellín. Llegamos a un
barrio en Bello llamado Playa Rica, en Alba Lorena Hoyos Isaza
aquel tiempo plagado de una atroz Derecho
violencia, bandas sicariales y toques de
Universidad Autó noma Latinoamericana
queda, razón por la cual vivíamos siempre con miedo, y nos mantenían encerradas
para proteger nuestra vida, debido a que se presentaba mucho fuego cruzado
entre bandas de distintos barrios; en aquel momento no nos daba la capacidad
económica para vivir en otra parte, porque solo era mi papá el que tenía la
manutención de nosotras cuatro.
Cuando yo tenía 12 años, nos trasladamos para otro barrio en el mismo
municipio, donde terminé mis estudios secundarios de manera satisfactoria
gracias al apoyo de mi familia, y sobre todo de mi mamá, que siempre quiso que
estudiáramos. Cuando salí del bachillerato, en 1998, no sabía qué camino coger,
porque realmente en aquel entonces no les ayudaban a los jóvenes a saber lo que
querían con su vida, ni había realmente en mí un proyecto de vida formalizado.
Después de salir del colegio realizaba obras en la parroquia del parque de
Bello, Nuestra señora del Rosario; pertenecí al grupo de catequistas, para la
formación de niños en primera comunión, lo que fue una experiencia muy bonita en
aquel tiempo, y trabajé con jóvenes en formación espiritual, llamado MVC -
Movimiento de Vida Cristiana-; después de estas experiencias tan maravillosas,
me presenté al Politécnico y estudié Procedimientos Judiciales, pero realmente mi
pasión había sido estudiar Derecho, después de que me dí cuenta en este mismo
camino que esa era mi verdadera vocación.
En el año 2002 ingresé a la Corporación Universitaria Rémington, donde
hice un semestre de mi tan anhelada aspiración a Derecho, pero por
circunstancias de índole personal, que fueron haber quedado en embarazo, me
tuve que retirar, ya que por esta situación no tuve apoyo de mi familia para seguir
cursando la carrera, debido tal vez a la profunda decepción que había causado en
25
Cien voces hechas realidad

ellos, ya que tenían muchas esperanzas puestas en mí.


En este tiempo tuve que empezar a trabajar para poder sostener a mi hija
Mariana, debido a que el padre de esta no se hizo cargo de su manutención. Se me
fueron pasando los años, y con dolor veía que las oportunidades de seguir
estudiando se me escapaban de las manos, ya que por la edad te van aislando y es
muy duro, porque durante aproximadamente 8 años estuve tocando puertas para
poder realizar mi sueño de seguir estudiando, pero lamentablemente mi condición
económica no me permitía hacerlo, porque estaba en una situación de que
estudiaba o trabajaba, pero no podía estudiar porque mis obligaciones con
Mariana eran numerosas, ya que tristemente mi hija nació un poco débil de salud y
me tocó doblar mis esfuerzos, y trabajar en una empresa; pero aparte de eso
también vendía platería, sánduches con gaseosa y otras cosas, para poder
sufragar los gastos que de la situación de Mariana en aquel momento se
derivaban.
Yo soy una verdadera convencida que en las situaciones más difíciles de la
vida no se debe perder la esperanza, porque a pesar de ser madre soltera siempre
creí ver la luz, aquella luz que me ayudaría a formalizar mi proyecto de vida. En mi
camino laboral, me encontré a una persona muy especial, que reforzó en mí ese
sentir apasionado de mi meta, que siempre creyó en mí y que actualmente es mi
esposo, Pablo. Él me animó a seguir, a perseverar.
Dios ha bendecido mi vida -y de que manera-; en otra situación me
encontré en una charla con la becaria Kelly Blandón, que me contó que estaba
estudiando, y recuerdo muy bien que yo le dije que muy bueno, excelente, que yo
también quisiera, pero dentro de mí me cuestionaba cómo hacerlo, si también
sabía que era una mujer muy luchadora y que trabajaba para poder sufragar sus
gastos; ella me comentó sobre la Fundación Gandhi y fue también una gran
alentadora en mi proceso de presentación a la misma.
Cuando inicié el proceso de selección sentí que ya era parte de la gran
familia Gandhi; pero de pronto me sentía un poco frustrada, porque en otras
convocatorias uno ve cómo las personas que vamos llegando a cierta edad, vamos
siendo descartadas automáticamente; es el temor de ser rechazado, de que no
crean en uno, bueno… pues todas aquellas inquietudes que le dan al ser humano.
Ahora que pertenezco a la Fundación Mahatma Gandhi, me enorgullece saber que
estoy relacionada con un sinnúmero de personas que vieron en mí la verdad, el
anhelo y las ganas de seguir en un proceso no solo de formación, sino de
multiplicación positiva a todo nivel.
Al ingresar al proceso de formación en noviolencia, mi mentora fue la
señora Margarita Bernal, quien siempre estuvo al tanto y pendiente de todo mi
desempeño, no solo a nivel académico, sino personal y formativo; mis más
sinceros agradecimientos por todos los aportes que me brindó, y por la gran
persona que es.
Actualmente adelanto mis estudios en el programa de Derecho en la
Universidad Autónoma Latinoamericana; sigo trabajando pero esta vez con la

26
Sembrando para servir

posibilidad de seguir estudiando, y estoy desarrollando el proyecto Soñando en


Grande, donde trabajamos para niños entre 4 a 12 años, con talleres de
noviolencia, matemáticas, español y otros, en la comuna 1 de Medellín, barrio
Bello Oriente, y con la esperanza de que este proyecto se multiplique y sea
reforzada nuestra labor.
Estoy muy agradecida con Dios por el premio de estar en la Fundación
Mahatma Gandhi, gracias al doctor Harivadan Shah, a Ana Lucía, el doctor Diego
Naranjo y todos los miembros que de alguna u otra manera se me escapan en este
escrito, pero que hacen que este sueño se esté ejecutando y que me permiten a la
vez transmitir y multiplicar todo lo bueno que he aprendido durante este tiempo
que he permanecido en la Fundación.

El camino recto es tan duro como sencillo,


si no fuera así, todos seguirían el camino recto”.
Mahatma Gandhi

27
Cien voces hechas realidad

C on este breve escrito pretendo


contarles mi experiencia antes y
después de ser beneficiado por la
Fundación, además de los significativos
cambios y progresos de mi vida hasta la
actualidad. Veamos.
Mi historia comienza en el
Municipio de La Ceja, donde nací y
culminé mis estudios secundarios. Mi
núcleo familiar está compuesto por mi
madre, Lucero, y mi hermano, Daniel; mi
padre se fue de la casa cuando yo tenía
diez años. Por esos días mi madre estaba John Alejandro Bedoya Villegas
en embarazo de mi hermano, quien Ingenierıá Administrativa
actualmente tiene quince años. Cuando Universidad de Antioquia
mi hermano nació yo cursaba el sexto grado. Mi madre pocos días después del
parto comenzó a trabajaren un cultivo de flores para sostener el hogar. Así pues, y
sin pensarlo, yo ya tenía nuevas responsabilidades; me hacía cargo de mi hermano
y de la casa en las mañanas; en las tardes yo estudiaba y a mi hermano lo cuidaba
una vecina. Así transcurrió hasta la finalización de mis estudios secundarios.
En las circunstancias que me puso la vida y viendo el esfuerzo de mi madre
porque estuviéramos bien, lo menos que podía hacer era entrar a formar parte de
la solución y vino la cuestión ¿cómo puedo ayudar? ¡No tuve que pensarlo
demasiado! pues aparte de cuidar a mi hermano necesitamos dinero, así que tome
la decisión de comenzar a trabajar los fines de semana a la edad de 14 años en un
autoservicio del municipio llamado Mercados y Más; esto lo hice desde séptimo
grado hasta finalizar mis estudios secundarios.
En décimo grado definí que quería continuar estudiando algo relacionado
con los sistemas informáticos (programación), lo que me llevo a diseñar un
proyecto de vida, cuyos principales objetivos eran: terminar mi secundaria,
continuar con mis estudios universitarios, brindarle una buena calidad de vida a mi
familia, tener mi casa propia y viajar. Este proyecto de vida todavía existe, con unas
modificaciones por las situaciones cambiantes pero en esencia es el mismo.
Una vez finalizados mis estudios secundarios y ya habiendo cumplido mi primer
objetivo, me dispuse a seguir adelante con el plan trazado; me ocupé de mi
segundo objetivo, el cual implicaba definir la carrera y buscar los medios de
financiación para tal actividad; además, no tenía tiempo para continuar
estudiando porque el trabajo en el autoservicio me demandaba todo el día,
incluyendo los fines de semana. Decidí cambiar de trabajo; buscaba uno que me

28
Sembrando para servir

brindara facilidades de estudio, ¡difícil de encontrar!, pero conseguí en ese tiempo


trabajo en una ebanistería que me ocupaba 8 horas diarias, menos fines de
semana; en este último trabajé durante un año, y con el dinero obtenido ayudaba
en mi casa y pagué mi primer examen de la Universidad Nacional Sede Medellín, al
programa de Ingeniería Administrativa.
Los resultados obtenidos no fueron muy satisfactorios; tomando cartas en
el asunto, empecé a prepararme para la próxima temporada, me pagué un
preuniversitario para el segundo examen, y en esta oportunidad fui aceptado a la
Universidad Nacional. Esto representaba en lo personal un nuevo reto, porque no
contaba con el dinero ni el apoyo financiero de nadie, así que tendría que hacerlo
solo.
Por otro lado, en mi núcleo familiar esto representaba un problema, porque
mi madre se oponía a que yo continuara estudiando con el argumento de que
“usted es el mayor y yo estoy sola; es necesario que me colabore a sostener el
hogar”. Para mí esto fue un dilema bastante grande, porque en cierta medida tenía
razón, pero la familia no era mi responsabilidad, yo no fui el que me casé, yo no fui
el que decidí tener hijos; además, mi padre y mi madre bien que mal ya habían
decidido qué querían hacer con sus vidas y yo apenas estaba en el proceso; era
consciente de que yo tenía que asumir mi nuevo reto solo, pero sus motivos no eran
suficientes para mí. Así fue como planeé el ingreso a la universidad con recursos
propios. Al inicio aplacé el semestre y conseguí un mejor trabajo en el cultivo de
flores donde trabajaba mi madre; esto lo hice solo para percibir más ingresos; de
estos ingresos ahorraba el cincuenta por ciento quincenal y solo para no tener que
trabajar en mi primer semestre de universidad.
Una vez en la universidad, el primer semestre me dediqué a estudiar y a
acoplarme al nuevo ritmo de vida; luego, para los semestres posteriores conseguí
trabajo en otro autoservicio que me daba la facilidad de trabajar cuatro días,
permitiéndome así estudiar el resto de la semana; lo que ganaba apenas era
suficiente para los pasajes desde el pueblo hasta la universidad y las fotocopias;
sin embargo, siempre me embargaba un buen sentimiento porque a la larga hacía
lo que quería y era responsable de mis resultados. Luego conseguí un trabajo
mejor con las mismas características en un café Internet. El único inconveniente de
este modus operandi era que no podía tomar toda la carga académica requerida
por semestre, pues máximo podía coger cuatro materias; esto fue un gran retraso
pero no tenía opción: o lo hacía así o no lo hacía, pues no había otro modo de
hacerlo.
Después de tres años con este ritmo de vida y un avance en mis estudios
no muy significativo, pero muy constante, ingresé a la Fundación Mahatma Gandhi.
El cambio fue radical, la Fundación no solo me brindaba el apoyo financiero para
continuar con mis estudios, sino que además me acompañaba en un proceso de
formación personal y profesional, con una orientación en la noviolencia basada en
la filosofía gandhiana; esto se reforzaba con actividades de mentoría que me
permitían conocerme mejor y comprender de manera más clara el mundo que me

29
Cien voces hechas realidad

rodeaba; sobre todo, estas dos actividades combinadas me dotaron de


conocimientos y herramientas valiosas para un desempeño personal y
profesional, herramientas necesarias y eficaces para un éxito seguro.
En lo personal estoy muy agradecido con la Fundación, la que, gracias a su
apoyo integral, me permitió estudiar Ingeniería Administrativa, además de
desarrollar actividades paralelas como pertenecer a un grupo de investigación en
Ingeniería Financiera y Gestión Empresarial, del cual hago parte hace 6 meses, y
trabajar en un proyecto que consiste en la Estructuración Técnica, Legal y
Financiera Bello-Sabaneta.
Mil gracias, Fundación Mahatma Gandhi.

Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia


y la bondad de los demás, también he de tolerar
los defectos del mundo hasta que pueda encontrar
el secreto que me permita ponerles remedio”.
Mahatma Gandhi

30
Sembrando para servir

Con un acto protocolario nace la Fundación Mahatma Gandhi en el 2002. Hoy, 15 años después,
115 estudiantes han sido becados y formados como líderes multiplicadores de la noviolencia.
En la foto del medio, celebración del tercer aniversario. Abajo, los señores Harivadan y Hasita
Shah con algunos becarios.

31
Los becarios en los talleres de liderazgo.
Sembrando para servir

M i nombre es Mónica Marcela


Betancur Jaramillo; nací el 29 de
noviembre de 1977; soy hija de María
Eugenia Jaramillo y Álvaro Jaime
Betancur Ríos. Los dos tenían 19 años
cuando yo nací; para ellos fue un poco
difícil asumirlo porque a pesar que se
querían mucho no se comprendían; por
eso mi madre y yo vivíamos con cuatro
tíos en la casa de mi abuela materna en
el barrio Castilla. Mi abuela, a quien
tengo tanto que agradecerle, se ocupó
de mi crianza mientras mi madre Mó nica Marcela Betancur Jaramillo
trabajaba como mesera en un Licenciatura en Lenguas Extranjeras
restaurante y mi padre como conductor
Universidad de Antioquia
de un bus que le pertenecía a mis abuelos paternos; este fue asesinado por la
policía cuando yo tenía 5 años de edad; para mí fue un poco traumático pero lo
superé pronto porque no tenía bien claro cuál era su papel en mi vida, y además la
figura paterna la encontré en mi tío Orlando, quien siempre me brindó su cariño y
acompañamiento.
En general puedo decir que tuve una infancia tranquila y muy feliz, rodeada
de afecto y estabilidad económica. Me he caracterizado por ser una buena
estudiante; la primaria la terminé en la escuela Urbana Integrada El Picachito;
luego comencé el bachillerato en el Colegio IDEM 12 de Octubre; en ese entonces
vivía en el barrio El Picacho, en el cual se iniciaba una temporada muy dura de
violencia, protagonizada por las Milicias Populares, quienes se apoderaron del
barrio y asesinaron a muchos jóvenes y personas inocentes que no hacían parte
del conflicto armado. Un día, cuando cursaba segundo de bachillerato iba para mi
casa después de salir del colegio y en el camino me encontré en medio de un
enfrentamiento a bala entre los jóvenes del barrio que estaban cansados de
soportar tantas injusticias, y las Milicias Populares. Hasta aquí tengo claros mis
recuerdos; después solo sé que desperté en el hospital muy grave y rodeada por mi
familia; además, ya no veía; la luz de mis ojos se había apagado para siempre.
Luego mi familia me contó lo que había sucedido mientras estuve en coma: yo
había llegado al hospital debatiéndome entre la vida y la muerte y el médico pidió a
mi tío que firmara la autorización para una cirugía urgente; fue muy claro al
explicarle que no habían garantías, que podía quedar en estado vegetativo, con
problemas mentales, o morir durante la cirugía; todo este mal panorama lo dejó
muy triste y pensativo, pero después de mucho pensar firmó y la cirugía fue un
33
Cien voces hechas realidad

éxito.
Cuando pasó esta tragedia yo apenas contaba 15 años y una vida por
construir; estar ciega era muy doloroso para mí, teniendo en cuenta que me
gustaba mucho leer, pintar y sobre todo me apasionaba el baloncesto, cosas que
ya no podría volver a hacer. En ese momento me sentí como una marioneta cuando
le cortan los hilos, como si el mundo se me hubiera venido encima, y hasta pensé
en suicidarme, pero me acordé de Dios y le pedí que me diera fuerzas para afrontar
esta nueva vida, que no dejara que la tristeza agobiara mi corazón y que me
enseñara a perdonar. A partir de esta situación comencé el proceso de elaboración
del duelo y superación. Mi familia jugó un papel importante en mi rehabilitación, y
yo hice mi parte; comencé a estudiar en el INCI (Instituto Nacional Para Ciegos) el
braille, orientación y movilidad, habilidades de la vida diaria, encuadernación,
entre otras cosas. Después reinicié mi bachillerato en el ITM, Campus Castilla, y a
la vez estudiaba inglés en la Escuela de Ciegos y Sordos; luego me presenté a la
convocatoria de la Universidad de Antioquia y no pasé, pero no me desanimé; volví
a presentarme a Licenciatura en Lenguas Extranjeras en la misma Universidad y
esta vez si pasé. Entonces empezó a preocuparme de dónde iba a conseguir el
dinero para poder estudiar, porque mi familia, aunque tenía buena voluntad y
deseaba que yo saliera adelante, no contaba con los recursos económicos.
Empecé, pues, a trabajar con El SENA como Promotora Comunitaria y Líder en
Discapacidad; yo estaba muy feliz porque pensé que podía trabajar y estudiar a la
vez, pero no fue así; la Universidad era muy demandante y mi trabajo mucho más,
por lo que me vi obligada a renunciar a una de los dos cosas. Así que nuevamente
volvió a mí la preocupación; pero Dios, que siempre está ahí para levantarme, puso
en mi camino la Fundación Mahatma Gandhi. Un primo me habló de ella y me dio
los datos. Me presenté y me dieron la oportunidad de pertenecer a esta bonita
familia encabezada por don Harivadan y doña Hasita.
En la actualidad estoy terminando el tercer semestre de Licenciatura en
Lenguas Extranjeras y vivo muy agradecida con la Fundación Gandhi, no solo por el
apoyo económico, sino también por la formación que nos brinda a mí y a mis
compañeros. Estoy muy agradecida con Ana Lucía y con todos los miembros de la
Fundación que ahora hacen parte de mi vida.
Deseo continuar con mis estudios, ser una excelente profesional y cumplir
todas mis metas, entre las cuales está continuar con la misión de la Fundación,
Sembrando para Servir y también buscar un mejor futuro para mi mamá, mi
hermana y mi sobrino.

34
Sembrando para servir

N ací el 4 de junio de 1985, en


Caracas, Venezuela. Allí vivía con mi
mamá y mi papá, quienes trabajaban
para poder suplir los gastos del hogar y
de ese nuevo integrante que había
llegado a llenar de alegría el hogar. Todo
transcurría con normalidad, sin mayores
contratiempos.
Cuando cumplí 5 años de edad,
mis padres tuvieron algunas diferencias
entre ellos, las cuales no se pudieron
solucionar de la forma más adecuada, lo
cual ocasionó que se separaran; por tal Diexcell Valera Herná ndez
motivo mi mamá decidió regresar Trabajo Social
nuevamente a Colombia para continuar Universidad de Antioquia
su vida junto conmigo en este país.
A pesar de la distancia siempre tuve una relación muy cercana con mi
papá; a menudo nos comunicábamos telefónicamente y cada diciembre yo
viajaba para pasar vacaciones junto a mis tías, primas y él. Durante ese tiempo la
situación económica era buena, ya que la economía de Venezuela no había
decaído tanto y a mi papá le iba muy bien como publicista.
Por razones políticas la economía venezolana empezó a caer y con ella
muchas empresas y negocios en el país se fueron a la quiebra, entre ellos el de mi
papá; sumado a esto, él empezó a enfermarse y esto, sumado a las deudas, fueron
agotando el capital de mi papá hasta el punto de que ya no tenía la capacidad de
enviar dinero; por el contrario, mi mamá le ayudaba cuando se podía. La tristeza de
mi papá de encontrarse en esta situación y la enfermedad no le dieron muchas
fuerzas para seguir adelante y murió.
Para este tiempo yo acababa de terminar el colegio y estaba empezando la
universidad; la situación económica en mi casa era un poco difícil y trabajaba por
temporadas para disminuirle en cierta medida los gastos de la casa. Sin embargo,
las cosas cada vez se ponían un poco más difíciles, ya que los pasajes, las copias,
los libros, la alimentación, etc. subían cada día pero el sueldo de un empleado no,
por lo que cada vez se hacía más necesario que yo trabajara, ya no por temporadas
sino de tiempo completo.
En la universidad ya estaba muy adelante para suspenderla por tiempo
indefinido y la verdad es que el horario de una universidad pública no se acomoda
a cualquier horario laboral; la única solución que tenía, a primera vista, era coger
dos o tres materias en la universidad y buscar un trabajo en el día para poder
35
Cien voces hechas realidad

estudiar por la noche, corriendo el riesgo de no poder combinar ninguna de las dos
actividades y tenerme que decidir por alguna de las dos que obviamente sería
continuar trabajando y suspender la carrera.
En ese momento me doy cuenta de la convocatoria que estaba realizando
la Fundación Mahatma Gandhi. Realicé todo el proceso para la selección y tuve la
fortuna de poder hacer parte de la Fundación. Ser parte de ella es algo realmente
gratificante ya que aparte de recibir ayuda para continuar estudiando, tengo el
acompañamiento de una mentora, que me ayuda con el proceso que se lleva en la
Fundación, y se ha convertido en una amiga más. Cómo si esto fuera poco,
asistimos a unos talleres que no solo nos ayudan en nuestra vida profesional, sino
también en nuestra vida personal, que nos enriquecen y nos hacen crecer cada día
más.
Hoy pienso que afortunadamente hay oportunidades que se presentan en
la vida que le hacen ver a uno otros caminos diferentes a los que tiene
estandarizados en la cabeza; este fue un nuevo camino que se me presentó con el
cual no contaba y tuve la capacidad de ver una nueva oportunidad y de no
desaprovecharla. Gracias.

Sin amor la verdadera vida humana no existe.


Solo vivimos realmente al contemplar con amor
una rosa, un ave, una estrella, una obra de arte.
Cuando anhelamos la felicidad de alguien,
mientras buscamos amorosamente la justicia.
Por amor existimos y para amar vivimos,
aprender a vivir es aprender a amar, solo quien ama vive”.
Mahatma Gandhi

36
Sembrando para servir

N ací en Medellín el 23 de febrero


de 1983; mis primeros pasos tuvieron
como escenario el piso en tierra de un
rancho de tabla construido por mis
padres, en un lote ubicado en una
invasión de la comuna centro-oriental de
esta ciudad. Rosalba y Guillermo, mamá
y papá, llegaron a Medellín en la década
del setenta, procedentes de Pueblo Rico,
Antioquia, cargados con un humilde
equipaje, con mi único hermano
Alejandro en brazos, y con las
esperanzas puestas en las promesas de Flor Marıá Vargas Henao
la creciente ciudad.
Licenciatura en Educació n
Papá siempre se dedicó –y aún
lo hace bajo otra modalidad– al de Ciencias Sociales
rebusque. Crecí escuchando hablar de Universidad de Antioquia
cacharros, lo que vendía el viejo, durante la semana en el centro de la ciudad, y los
domingos en los pueblos del departamento. Mamá se dedicaba hasta el
cansancio a los cuidados que demandábamos mi hermano y yo, y a los demás
quehaceres domésticos. Su esmero era tal, que en el sector corría el rumor de que
éramos unos ricos quebrados, pues como desafortunadamente los sectores más
pobres suelen caracterizarse por las precarias condiciones de higiene y el desaliño
de sus habitantes, el hecho que mi madre quebrantara esa regla, al parecer
sugería que pertenecíamos a otro estrato.
Cuando tenía ocho años, nos mudamos, al igual que centenares de
familias de la invasión, a un barrio construido por la administración municipal para
reubicar familias habitantes de diferentes zonas de alto riesgo de la ciudad. Desde
entonces el escenario de mi historia fue el barrio El Limonar, ubicado en el
corregimiento de San Antonio de Prado.
A los nueve años, mi vida, y posteriormente la de mi familia, tomó un rumbo
diferente; un cambio de mentalidad se avecinaba, pues todo el sistema de
creencias católicas que hasta el momento determinaban nuestras vidas, fue
reemplazado paulatinamente por la doctrina de los testigos de Jehová, religión a la
que pertenecí durante más de seis años, es decir, a la que renuncié a los quince
años, época en la que inicié un nuevo ciclo.
Ese nuevo ciclo se tradujo en una incesante búsqueda de sentido para mi
vida, que encontré en el trabajo comunitario, pues empecé a vincularme a
iniciativas de participación juvenil, perfilándome como dinamizadora de
propuestas, apuestas y proyectos sociales y comunitarios con énfasis en lo
37
Cien voces hechas realidad

ambiental, lo cultural y lo socioeconómico bajo un enfoque de género y de


economía solidaria, orientando mi apuesta social y cultural al trabajo con infancia y
juventud, desde la promoción de la creación artística, el trabajo ambiental, la
reivindicación de la recreación y el ocio como derecho, y la equidad entre géneros y
entre generaciones.
Al terminar el bachillerato, ingreso a la Universidad de Antioquia al
programa de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en ciencias sociales, y
logro sostenerme con muchas dificultades y avan-zando a un ritmo lento ya que
debía cumplir con otros compromisos comunitarios y aportar a la economía
familiar. A mediados del 2000 suspendí mis estudios para asumir la
responsabilidad económica de mi familia, ya que mi padre perdió totalmente su
visión. Un año después me presenté al concurso Mujeres Talento de Medellín, y
quedé como ganadora en la modalidad de desarrollo social; desde entonces estoy
vinculada a la red de Mujeres Talento, organización en la que participo
activamente.
En el 2007 regreso a la Universidad tras la parcial recuperación de papá,
luego de que se le practicaran varias cirugías, lo que le permitió retomar sus
actividades laborales. A finales del mismo año, me presenté como aspirante a
becaria en la Fundación Mahatma Gandhi y quedé seleccionada, de tal manera
que a partir del primer semestre de 2008 empecé a recibir un valioso apoyo para
sufragar los gastos de mis estudios. El acceso a dicho subsidio me ha garantizado
la tranquilidad para continuar estudiando y la confianza en que pronto podré
terminar la carrera. Además, gracias a este vínculo con la Fundación, he tenido la
posibilidad de participar en un proceso de formación de liderazgo en noviolencia,
que me ha brindado valiosas herramientas para fortalecer mi proyección social, y
para convertirme en multiplicadora de la filosofía promovida por Gandhi.
Actualmente avanzo en la construcción de mi proyecto de vida en
compañía de mi consorte, Julián, con quien he compartido durante más de cuatro
años, curso el noveno semestre de mi carrera y continúo soñando con un mundo
en el que los hombres y las mujeres de todas las edades, razas e ideologías
accedan a los recursos y las oportunidades de manera equitativa; en un mundo en
el que la cooperación desplace la competencia y en el que finalmente, podamos
trascender de la condición de sobrevivir a la posibilidad de vivir.

38
Sembrando para servir

E l 14 de octubre de 1984 nació en la


ciudad de Medellín Juan Camilo, el
segundo hijo, primer varón, de José
Alberto Orrego y Ligia Esther Monsalve
quienes se casaron un 18 de noviembre
de 1978.
Los primeros años de mi infancia
estuve bajo el cuidado de mi madre
qu i e n s e e n c a r g ó d e g u i a r m e y
enseñarme muchas cosas. En 1990,
año que marcó mi vida, comencé una
etapa donde aprendí cosas nuevas y sin
darme cuenta tuve el primer contacto Juan Camilo Orrego Monsalve
con el trabajo. Un día cualquiera no Administració n de Empresas
había con que comprar mi merienda, y Corporació n Universitaria Luis Amigó
entonces mamá decidió ponerse a trabajar en las manualidades que había
aprendido de joven. Yo, que era y sigo siendo un poco inquieto, quise saber lo que
hacía mi mami, así que ella me enseñó cómo hacerlo. Eran balacas tejidas a mano
para niñas, las cuales comercializábamos y el dinero que recibíamos los
destinábamos a comprar más material y para la merienda de la escuela.
La primaria la cursé en la Escuela Juan XXIII del Municipio de Bello, en el
barrio El Paraíso de la comuna 5. Allí empecé a formarme y a destacarme por buen
comportamiento y rendimiento académico. La secundaria la hice en el Liceo
Antioqueño.
Como los ingresos por las balacas no alcanzaban para los gastos que
acarreaba la secundaria, busqué de inmediato otras fuentes de ingreso como
venta de dulces, fabricación y comercialización de chocolates y venta de libros,
entre otras. Al ingresar al 9º grado empecé a colaborar en las ya
institucionalizadas vacaciones recreativas llevadas a cabo en el Municipio de
Bello y, un año después, me dieron el título de líder recreativo, con lo que entré en
un mundo nuevo, desconocido hasta el momento, pero que me llenaba de
satisfacción. Fue entonces cuando el interés por el bienestar colectivo comenzó a
meterse en mi cabeza.
Pasando por algunas instituciones sociales del municipio como son la
corporación artística Gestos Nemes, la casa de la cultura, combinada con
actividades de participación juvenil y varios años de trabajo, tomé la decisión de
continuar los estudios superiores, y me incliné por el programa de Administración
de Empresas con énfasis en Economía Solidaria. Soy un convencido de que la
unión hace la fuerza, crea conciencia y apunta a un norte de soluciones desde
39
Cien voces hechas realidad

nosotros.
Empecé a estudiar en la Universidad en el 2006, y debí renunciar a los
trabajos sociales porque en el momento no contaba con ningún ingreso económico
que me permitiera pagar y sustentar mis estudios, así que tuve que trabajar por las
noches en un bar, llamado San Petersburgo. Cuando terminé el 4º semestre no
sabía qué hacer, no tenía dinero para continuar estudiando; fue cuando hablé con
una de mis mejores amigas de infancia, Diana Patricia Torres Gutiérrez, quien
había apostado también a su educación superior comenzando con las uñas y en el
camino encontró la Fundación Mahatma Gandhi, de quien me contó cómo
funcionaba y me llevó a ella.
Con todo el empeño puesto en esta oportunidad comencé con la gestión
para participar en el proceso de selección por las ayudas económicas ofrecidas
para poder continuar con mis estudios. Fue un proceso largo y estresante porque
apenas en los últimos días de matrículas salieron por fin los resultados en los
cuales fui seleccionado para recibir una de las becas de la institución.
Mi participación activa en la Fundación se ha visto reflejada en las
diferentes actividades llevadas a cabo, como encuentros, talleres, obras de teatro,
subastas, el proyecto comunitario, etc., que engalanan mi satisfacción personal.
Pertenecer a ella ha marcado una etapa de transición y crecimiento en mi vida: el
hecho de conocer nuevas personas, recibir el acompañamiento de una mentora y
asesorías en temas de diversa índole, enmarcadas en la ideología de Mahatma
Gandhi y encaminadas a mi fortalecimiento como persona y líder, me llenan de
orgullo y me motivan para continuar con la idea que inicialmente me llevó a la
Universidad y seguirá vigente en mi cabeza: la unión hace la fuerza.
En la actualidad continúo mis estudios y en compañía de otros amigos del
barrio estructuramos un proyecto que nos permitió conformar la corporación
TANKASH donde trabajamos por la participación democrática de la comunidad que
nos vio crecer y nos dio tanto; allí proyectamos nuestros sueños y contribuimos al
desarrollo de la comuna 5 del municipio.

Lo que se obtiene con violencia,


solamente se puede mantener con violencia”.
Mahatma Gandhi
40
Sembrando para servir

S oy Juliana Vinasco Moreno; nací en


Bogotá el 13 de diciembre de 1990 y
tengo 20 años. Pertenezco a una
hermosa familia de la que estoy muy
orgullosa y a la que amo con todo el
corazón, conformada por mi padre,
Carlos Vinasco; mi madre, Carmenza
Moreno, y mi hermana, Paula Andrea
Vinasco Moreno, de 22 años, estudiante
de Trabajo Social.
Tuve una infancia llena de amor y
felicidad; crecí al lado de mis padres y mi
abuelo materno, compartiendo juegos y Bertha Juliana Vinasco Moreno
sonrisas con mi hermana Paula y
Medicina Veterinaria
Xiomara una gran amiga que tuve la
Universidad de Antioquia
fortuna de conocer cuando a mis 6 años llegamos a vivir a un barrio donde mi
abuelo José Hernando construyó una casa para toda la familia. Cuando éramos
pequeñas mis padres trabajaban y mi abuelo nos llevaba todas las mañanas a las
tres al colegio y en las tardes nos recogía. En las noches llegaba mi madre,
compartía con nosotras y preparaba la comida para el siguiente día; luego llegaba
mi padre y si estábamos dormidas entraba al cuarto y nos daba un beso a cada
una. En las vacaciones del colegio mi hermana y yo nos íbamos a Quinchía,
Risaralda, el pueblo de mi padre, a compartir con mis abuelos, tíos y mis primos.
Cuando entré a la adolescencia se quedaron atrás los juegos de niña, pero
a mi lado siguieron Paula y Xiomara. Juntas conocimos a un grupo de muchachos
de otro barrio de Bogotá y decidimos hacer un grupo juvenil para ayudar en
nuestros barrios a las personas de bajos recursos. Recogíamos ropa en buen
estado y hacíamos eventos para recoger mercados que repartirlos en los
comedores comunitarios que no tenían ayuda del bienestar familiar, y en nuestro
colegio a las familias de compañeros que tenían mayores dificultades económicas.
Lamentablemente el grupo duró un año y se fue acabando por el poco tiempo que
nos quedaba.
A mis 16 años pasamos por un momento muy difícil en la familia. A mi
abuelo le dio una enfermedad que acabó con su fortaleza y lo llevó a la muerte. Fue
muy duro ver irse a una persona tan importante en nuestras vidas, y dejó un vacío
muy grande. En este mismo año me encontraba a punto de terminar el colegio y
tenía muy claro que el siguiente paso era entrar a la universidad y estudiar
Medicina Veterinaria, una carrera de la que estoy enamorada por el trabajo en el
campo, con su gente y con los animales. Como la situación económica no les
41
Cien voces hechas realidad

permitía a mis padres pagarme una universidad privada y yo quería estudiar en una
universidad pública, apenas me gradué me presenté en la Universidad Nacional de
Bogotá pero no pasé; igual, mi sueño no decayó y al semestre siguiente volví a
intentarlo y fallé de nuevo; mi decepción fue tan grande que me deprimí mucho.
Luego, mis primos mayores me mostraron la opción de presentarme a la
Universidad de Antioquia; una tía, hermana de mi padre, me dijo que ella con
mucho gusto me recibía en su casa, así que no lo dudé y empecé ahorrar para
poderme ir; al siguiente semestre hice un preuniversitario gratis de unos
muchachos estudiantes de la Universidad de Antioquia y de la Nacional de
Medellín y me presenté, con la fortuna de que en el año 2009 pasé a la Universidad
de Antioquia. Fue un momento muy alegre cuando me enteré y mi madre, mi
hermana y mi mejor amiga, quienes me apoyaron desde el principio compartieron
mi alegría. Mi padre, aunque nunca se opuso, tardó más en aceptar que su niña se
fuera a los 18 años de la casa. Llegó el día de despedirme de mi familia y comenzar
un nuevo camino viviendo con mi tía Doris, su esposo Raúl y mi primo Daniel,
también de 18 años, quienes me han brindado su apoyo y su compañía. Al principio
era como si me fuera de paseo, pero a medida que pasa el tiempo me van haciendo
más falta mis seres queridos.
Debido a que la situación económica de mi familia se agravó cuando a mi
padre, monitor de seguridad de un supermercado, fue despedido de su trabajo por
la venta del supermercado, me vi en la necesidad de buscar una forma económica
de sostenimiento para quitarle a mi madre ese gasto y que mi hermana también
pudiera estudiar. En ese momento el novio de mi prima mayor me habló de la
Fundación Mahatma Gandhi y leyendo sobre ella decidí presentarme. Fue un
camino duro pero que me llevó a ser parte de ella, a conocer un proceso que me
ayudará en mi formación como persona y como profesional, y a conocer personas
valiosas como mis compañeros y mi mentora Margarita María, que me aconseja,
me guía y me ha enseñado que todo lo que quiero lo puedo conseguir con esfuerzo,
dedicación, paz y amor. A todos ellos, a sus directivos, al equipo de trabajo, gracias
par la oportunidad; espero llenar sus expectativas y mi compromiso es participar
activamente de todas las actividades y difundir sus enseñanzas.

Mi vida es mi mensaje”.
Mahatma Gandhi
42
Sembrando para servir

M i nombre es Marinela Zapata;


nací el 17 de septiembre de 1980. Mi
familia está conformada por mi mamá y
mi hermana Estefanía, de 14 años, quien
está en octavo. Soy enfermera y egresé
de la Universidad de Antioquia el 30 de
abril del 2005. Actualmente estoy
realizando el servicio social obligatorio
en la ESE Envisalud, entidad de primer
nivel de atención, donde me desempeño
como enfermera del ser vicio de
Urgencias y de los programas de
promoción y prevención. Marinela Zapata
Per tenezco a la Fundación Enfermera
Mahatma Gandhi desde la tercera Universidad de Antioquia

promoción. La Fundación fue un apoyo fundamental para poder continuar mis


estudios universitarios. He tenido la oportunidad de participar activamente en los
diferentes eventos y talleres organizados allí, los cuales han contribuído a mi
crecimiento personal y a mi formación como líder en noviolencia.
Ingresé a la Fundación con la visión de mejorar mis relaciones familiares,
apropiándome de la cultura no violenta. No ha sido un proceso fácil, pero
definitivamente no es solo cuestión de predicar sino de adueñarse de dicha
filosofía y vivirla. Con el ánimo de darle trascendencia y visibilidad a la misión de la
Fundación, realicé, junto con mis compañeros de la tercera promoción, un proyecto
de educación en noviolencia llamado Convivir en Familia es Vivir en el Afecto, en el
Colegio Popular Eucarístico Julio C. Hernández, ubicado en el barrio Popular N° 1;
dicho proyecto se llevó a cabo con padres de familia durante 8 semanas, donde nos
reunimos una vez por semana durante dos horas. El diseño y realización de este
proyecto social buscó contribuir al mejoramiento de la convivencia intrafamiliar,
como componente del bienestar y el desarrollo integral, empleando la filosofía de
la noviolencia como alternativa de solución a los conflictos familiares.
Por medio de un diagnóstico participativo, en la etapa inicial de este
proyecto, se pudieron identificar las características del colectivo, y precisar las
necesidades y los problemas que les afectaban, para de esta manera realizar una
intervención más asertiva.
Mi visión:
Hacer una especialización y aprender a tocar organeta. Dentro de la
Fundación, aportar económicamente con el objeto de que otros jóvenes tengan la
oportunidad de estudiar, capacitarse y salir adelante así como yo lo estoy
43
Cien voces hechas realidad

haciendo, además de continuar llevando a los diferentes ámbitos en los que me


desenvuelvo la filosofía de la noviolencia, pero sobre todo tenerla como filosofía de
vida y aportar desde mis conocimientos y disposición para trabajar por el
crecimiento y avance de la fundación.

Lo importante es la acción, no el resultado


de la acción. Debes hacer lo correcto. Tal vez no esté
dentro de tu capacidad, tal vez no esté dentro
de tu tiempo que haya algún resultado.
Pero eso no significa que debas dejar de hacer lo correcto.
Tal vez nunca sepas cuál es el resultado de tu acción.
Mas si no haces nada, no habrá ningún resultado”.
Mahatma Gandhi

44
Sembrando para servir

La Fundación también le brinda a los becarios la posibilidad de asistir a talleres de liderazgo y


crecimiento personal, este aprendizaje impacta de manera positiva los proyectos que desarro -
llan y su vida diaria.

45
Sembrando para servir

L a vida es dura”, fue la respuesta


que la maestra cooperadora me dio esa
mañana de marzo de 1995 cuando traté
de excusarme por no haber podido dictar
la clase el día anterior. Con rabia e
impotencia, me fui a caminar por la
escuela en la que no podía volver a
enseñar hasta que no solucionara ese
impasse.
Mientras caminaba y pensaba
en las palabras de la profesora Berta,
recordé a mi madre trabajando en casas
de familia por días para sacar adelante Jorge David Zuluaga Angulo
sus cuatro hijos, a mi padre llegando Comunicador Social y Periodista
borracho y drogado a altas horas de la Universidad de Antioquia
noche, a mis hermanos rebuscándose la vida en los buses.
A mi mente llegaron esos momentos difíciles de la infancia, cuando
vivíamos todos hacinados en una habitación en el barrio Aranjuez, o cuando nos
tocó vivir el rigor de la violencia en el barrio San Blas, o cuando mi madre, tratando
de evitar que nosotros ingresáramos al mundo de las armas, nos llevó a vivir al
barrio Salvador, bastante lejos de donde habíamos vivido hasta ese entonces.
Esos y otros recuerdos me hicieron creer que la profe tenía razón. Esa mañana
decidí dejarlo todo. Trasladarme de colegio para uno más cercano, pues
Copacabana estaba bastante retirada y a veces no tenía plata para los pasajes,
como el día anterior, cuando dejé a la profe y a los chicos de la escuela esperando
mi clase de español.
Con el cambio de colegio también se iba el sueño de ser docente, pero la
vida no es siempre como uno quiere, pensé. Dejé de ir a estudiar algunos días,
mientras se resolvía lo del traslado, hasta que una mañana, en clase de
Pedagogía, la profesora Teresita Álvarez llevó un ejercicio que marcó mi vida. Entró
al aula con una grabadora y un casete de Joan Manuel Serrat, un cantante español
que jamás había escuchado.
“Hoy vamos a analizar una canción que estoy segura les va a dejar un
bonito mensaje”, dijo la profe. Al menos no nos va a poner a leer más de esos textos
malucos, pensé. Escuchamos la canción en dos oportunidades. Luego escribió en
el tablero algunos fragmentos, pero fue la frase “Caminante no hay camino, se
hace camino al andar” la que ese día me quedó dando vueltas en la cabeza.
Entendí que la vida no era lo que uno se encontraba cuando llegaba a ella,
sino lo que uno construía. Comprendí que mi vida no estaba escrita como creí
47
Cien voces hechas realidad

entenderlo con el incidente en la escuela. Ese día decidí seguir adelante con mis
proyectos, terminar mi bachillerato pedagógico en Copacabana y convertirme en
ese profesor creativo y cariñoso que siempre había soñado ser. En 1996 me
gradué como bachiller pedagógico. Mi madre estaba feliz y orgullosa. Mucha gente
le había dicho que sus hijos no tenían futuro, pero ella, con templanza y sabiduría,
se las arregló para que esto no fuera así.
Esta canción la volví a escuchar en un bar en 1997 cuando prestaba
servicio militar. En un procedimiento rutinario, recordé lo que suscitó su letra y
confirmé lo que quería y lo que no quería para mi vida. Quería enseñar, ayudar a
otros a crecer y a desarrollarse como personas. No quería permitir que mi vida se
limitara a lo que había encontrado en ella. Quería cambiar eso y demostrarme a mí
mismo que era capaz de caminar y hacer camino. Me presenté a la Licenciatura en
Idiomas en 1999 y comencé estudios en el año 2000.
Cuando uno emprende un camino, hay momentos en los que es necesario
detenerse un momento, mirar atrás, mirar hacia adelante, evaluar cosas y
visualizar posibles desvíos; o, simplemente, hay momentos en los que algo nos
hace cambiar el rumbo de forma inesperada. Algo así me pasó en el 2001, año en
el que me vinculé en los ratos libres a un canal de televisión comunitaria en el
barrio el Salvador.
Me cambié de carrera y emprendí un nuevo camino, ahora en el área de la
comunicación social y el trabajo comunitario. La televisión fue la plataforma que
estaba esperando para mostrar lo que era capaz de hacer. Me enamoré del trabajo
social y descubrí un don muy valioso en este nuevo camino; por alguna razón, veía
que la gente confiaba en mí, me creían y me seguían en muchas de los proyectos
que emprendía.
Entrar a la Fundación fue todo un privilegio, pero también un gran reto.
Todo lo que había vivido hasta ese momento me había enseñado que sí era posible
transformar algunas realidades adversas que se presentan en la vida, que sí se
podía hacerle el quite a esa vida dura que tanto se reproduce en la cotidianidad y
lograr lo que uno ha soñado ser. Y este pensamiento lo corroboré con una frase que
el señor Harivadan Shah me explicó en la entrevista: “Uno es responsable de las
cosas que le suceden”.
Comprendí entonces que las oportunidades para crecer y progresar están
en todas partes y que cada persona decide si las toma o no. Que lo bueno o lo malo
que a uno le pasa en la vida, casi siempre es por decisiones y acciones que uno ha
realizado. Decidí, entonces, poner en el camino de mi vida unos nuevos retos, ser
un gran multiplicador de la filosofía de la noviolencia y brindar a otros
oportunidades de reconocer sus cualidades y trabajar por hacer realidad sus
sueños.
Me propuse entonces motivar a unos amigos para crear una corporación
en la comuna 9, a través de la cual promoviéramos la filosofía de la noviolencia y
generáramos la procesos de desarrollo para los jóvenes del sector, desde la
comunicación, el arte, la participación y el emprendimiento. Hoy, cuando miro
48
Sembrando para servir

hacia atrás, puedo ver las huellas de ese camino. Veo logros y fracasos, pero veo
una vida propia construida con cada pisada.
Hoy sigo haciendo camino al lado de mucha gente noble, y convencida que
solo una vida puesta al servicio de los demás da frutos.

Quien sigue el camino de la verdad no tropieza”.


Mahatma Gandhi

49
Cien voces hechas realidad

S oy Isabel Cristina Marín. Nací en


Sonsón el 1 de septiembre de 1990 y soy
la mayor de 4 hermanos nacidos en un
hogar humilde y con grandes
dificultades, pues los primeros años de
mi vida fueron al lado de mi padre quien
tenía problemas con el alcohol y que
debido a esto sufrió un accidente en el
que quedó parapléjico y postrado en una
cama casi por 2 años; desde entonces mi
mamá comenzó a trabajar y mis
hermanos y yo quedamos al cuidado de
mi abuela. Isabel Cristina Marın
́ Orozco
Mi padre murió y para entonces Medicina
yo tenía 7 años; a pesar de la edad era Universidad de Antioquia
muy consciente de las situaciones de la vida pues mi mamá se quedó sin empleo y
atravesábamos por la temporada más dura por la que habíamos pasado. Sin
embargo, mientras mi mamá (quien siempre se ha caracterizado por el
emprendimiento, la esperanza inagotable y la perseverancia) conseguía empleo,
hacía empanadas para vender en la esquina de la casa.
Mi mamá consiguió trabajo como temporal; razón por la cual la
trasladaban cada cierto tiempo de lugar de trabajo. Por esto, pasaron varios años
sin que yo la viera de nuevo. A pesar de vivir sin mamá y sin papá aprovechaba cada
oportunidad que tenía para salir adelante, para demostrar lo que había aprendido
de mi mamá mientras estuvo conmigo, pues me dedicaba tiempo, me enseñó a
leer y a ver la vida con actitud de esperanza y agradecimiento hacia lo que se nos
ha dado.
En el colegio siempre me destaqué por unas excelentes calificaciones,
participaba en el grupo de baile y para ocupar mi tiempo libre me interesé por la
escuela de música del municipio, en la que aprendí a tocar clarinete.
Cuando tenía 10 años mis hermanos y yo nos fuimos a vivir a Santa
Bárbara de nuevo con mi mamá y aunque fue un cambio inesperado, no dejé de
interesarme por las actividades culturales y deportivas: pertenecí a la selección
juvenil de baloncesto donde aprendí valores importantísimos como el trabajo en
equipo, la tolerancia, la solidaridad, la dedicación y comenzaba a vivir de cerca el
liderazgo. Dos años más tarde nos fuimos a vivir a Sabaneta y aunque me
rehusaba a más cambios, no imaginé que en ese lugar fuera donde tuviera la
oportunidad de interesarme y trabajar por las demás personas.
Adaptarme a ese lugar siempre me costó tiempo, pero en ningún momento
50
Sembrando para servir

dejé de soñar, pues estar en la ciudad me abría el panorama y yo ya soñaba con


ingresar a la universidad. Ingresé a la Banda Sinfónica de Sabaneta, donde conocí
a muchas personas y muchos lugares que me hacían ser consciente del mundo y
reflexionar sobre la realidad. Aprendí que todos los sueños se hacen realidad si
trabajamos con esfuerzo y dedicación, que no hay nada imposible y que los límites
se los pone uno mismo. Trabajamos juntos más de 2 años para poder participar en
un concurso internacional de bandas en Valencia, España, y con esto rompimos
paradigmas y vencimos miedos, demostramos que todo lo que uno se propone
puede lograrse.
En el colegio me destaqué por el liderazgo, el sentido de pertenencia y la
responsabilidad, por lo que fui representante de grupo hasta el grado 11. Con esto
tuve la oportunidad de hacer cambios, mejorar actividades y crear otras en el
colegio, pues me alegró mucho cuando me aprobaron la creación de grupos de
apoyo para los que tuvieran dificultades académicas.
Estos logros me sirvieron para convencerme de que podía hacer cosas para
cambiar y mejorar la realidad de muchas personas, así que me vinculé en
proyectos educativos y sociales existentes en el municipio, apoyando a personas
con escasos recursos y con dificultades sociales.
Me gradué como una de las mejores bachilleres del colegio y no tuve
dificultades para ingresar a la universidad; realmente fue una sorpresa para todos,
incluyendo para mi madre quien me visualizaba en la universidad pero no en una
de las carreras más exigentes y comprometidas que hay como lo es la Medicina; sin
embargo, aún tenía mucho por aprender, como a manejar el tiempo y a mantener
la calma en los momentos más difíciles. Al principio no fue difícil estar en la
Universidad; sin embargo, los costos del transporte y mantenimiento implicaban
desbalances en la economía familiar y ver al resto de mi familia hacer sacrificios
para poder darme lo necesario me impulsó a conseguir empleos temporales, los
fines de semana y vacacionales para poder asegurar mi permanencia en la
universidad.
Paulatinamente me fui alejando de las actividades que realizaba, la
música y el deporte, pero no pude dejar a un lado el trabajo comunitario. En el
programa Voz a Vos de Sabaneta tuve la oportunidad de realizar incontables
actividades y proyectos con la comunidad de las veredas, para ayudar a
transformar poco a poco una realidad que nadie quería asumir.
A medida que avanzaba en los semestres de la universidad cada vez se me hacía
más difícil sacar el tiempo para trabajar, pues el nivel de exigencia académica se
hace mayor conforme avanzan los semestres y, además, como mi hermana estaba
próxima a graduarse; tendrían que hacer el doble de esfuerzos para que ella
también tuviera la oportunidad de estar en la Universidad.
Gracias a una amiga de mi mamá me enteré de la existencia de la
Fundación y me llené de esperanza y alegría porque tendría la oportunidad de
continuar con mi estudio sin interrupciones y sin tener que desgastarme
trabajando. No tengo palabras para expresar toda la gratitud que siento hacia la

51
Cien voces hechas realidad

Fundación Mahatma Gandhi y con ella a todas las personas que conocí y de las
cuales tuve incalculables aprendizajes: don Hari, doña Ana, don Diego, Sandra, mi
mentora, por permitir concentrarme y disfrutar de mi carrera, por hacer de mí una
persona íntegra llena de enseñanzas, valores y experiencias inolvidables que sin
duda llevo a cada lugar en el que me encuentro.
Hoy curso el octavo semestre de Medicina en la Universidad de Antioquia;
gracias a la Fundación he podido retomar algunas actividades que realizaba antes
y he obtenido varios reconocimientos por mi participación en escenarios
culturales con la Banda Sinfónica de la facultad y por mi rendimiento académico,
teniendo la oportunidad de realizar estudios y prácticas fuera de la ciudad.
Por fin me siento parte de la solución a la problemática que vive hoy el país;
por medio de la Fundación he adquirido conciencia y responsabilidad social,
herramientas para pensar en el bienestar de los demás y contribuir al cambio y
mejoramiento del medio que nos rodea. Sin duda, con el apoyo de la Fundación
hoy tengo fortaleza y entusiasmo para soñar y hacer de esos sueños, una realidad.

Si tengo fe en que soy capaz de realizar tal obra,


adquiriré en consecuencia la capacidad de realizarla,
aún si no poseía esa capacidad al comenzar.
Esto significa que la proyección optimista de nuestras
posibilidades aumenta dramáticamente
a las mencionadas posibilidades y capacidades.
La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla
fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con
violencia con enemigos exteriores”.
Mahatma Gandhi

52
Sembrando para servir

S oy Héctor Andrés Múnera Sánchez;


nací el 17 de diciembre de 1991 en
Medellín, Antioquia, hijo de dos
grandiosos seres humanos que Dios y la
vida quisieron para mí; ellos son Héctor
Darío Múnera Cardona, y Gloria Stella
Sánchez Vargas, pues pese a no crecer
en las mejores situaciones económicas
ni en las mayores comodidades, me
brindaron mucho amor durante toda mi
infancia y me apoyaban mucho para que
pudiera ir a la escuela a formarme y a
culminar la tarea que ellos no pudieron Hé ctor André s Mú nera Sá nchez
completar. Para mí ellos han sido Administració n de Empresas
inspiración y todos los días de mi vida
Universidad Minuto de Dios
pienso en retribuirles así sea en lo más mínimo todo lo que me han brindado pues
como hijo estoy totalmente agradecido.
Ellos se encargaron de pintarme un mundo lleno de oportunidades; fue
imposible para ellos ocultarme los putrefactos alrededores en que crecí, pues
cuando niño los índices de violencia y maldad eran magnos; crecí en un barrio
llamado La Isla, ubicado en el sector popular número dos de la ciudad de Medellín,
la Comuna Dos. Sin embargo, eso no me impidió empezar a luchar por mis sueños,
asistir a una escuela e intentar ser el mejor; un bonito recuerdo que llevo en mi
corazón fue que cuando estaba en quinto de primaria en la Escuela San Agustín
ocupé el primer puesto de la sección primaria y me regalaron un trofeíto, el cual
conservé durante todo mi bachillerato para fortalecer mis aspiraciones de ser un
gran profesional; siempre imaginé ser un gran hombre y nunca quise seguir los
malos caminos, ni las andanzas de quienes algún día fueron mis amigos.
Nunca me gustaron las esquinas y aunque vivo rodeado de ellas, no quise
probar los vicios ni tampoco trasnochar. En cambio, me enamore de la lectura,
empecé a practicar diferentes artes y deportes, y asistí a un sinnúmero de
actividades que me enriquecían como persona; me parecía extraño que no me
aburriera estar encerrado en una biblioteca antes de entrar a clases, mientras mis
demás compañeros de clase jugaban o simplemente charlaban sobre nuestros
días en el colegio.
Siempre he sido una persona muy guerrera; aprendí a trabajar desde muy
pequeño para ayudar a mis padres, quienes siempre han estado orgullosos de mí;
por eso lucho hasta más no poder, porque para ser sincero no quisiera
defraudarlos, y mucho menos a mí mismo. Crecí con mi hermana mayor Deicy
53
Cien voces hechas realidad

Liliana Múnera Sánchez; ella siempre estaba muy pendiente de mí y me ayudaba


con las tareas en la escuela; luego vino al mundo nuestra hermana menor,
Valentina Múnera Sánchez, quien hoy tiene 8 años, y cursa tercer grado.
Me considero una persona muy noble y muy tranquila; me gusta mucho
ayudar a los demás y siempre trato de sacar los mejores resultados en todo lo que
hago. Desde séptimo de bachillerato empezaron mis deseos de asistir a una
universidad; tenía una profesora que me quería mucho, que era la encargada del
restaurante escolar, y dictaba clase de ética y valores, o sea, religión; se llama
Astrid Elena. Ella se interesó por lo que a mí me gustaba, y notó que me encantaba
leer y que mi nivel académicamente era muy bueno; ella me dijo que algún día yo
iba a asistir a la universidad.
Jamás se me olvidará cuando me dijo que me iba a ayudar a conseguir una
beca, que si seguía en el colegio ella me iba a ayudar mucho; fue entonces cuando
mi motivación se elevó, y siempre luché por obtener los mejores resultados en el
colegio. Cuando terminé 11, en el 2008, estaba muy triste porque pensé que a ella
se le había olvidado lo que me había prometido en ese entonces, cuatro años
atrás.
Fue en ese momento cuando me invitó a participar del proceso de
selección de la Fundación Gandhi; yo estaba muy contento y esperanzado ya que
conocía mucho sobre Gandhi y su estilo de vida, que era muy similar al mío; él fue
una persona muy pacífica tal como muchos de mis pensamientos y acciones. Mis
sueños en ese momento se reducían a que me aceptaran en la Fundación; fue un
proceso largo, pero valió la pena; hoy hago parte de ésta, la que considero una gran
familia.
Hoy curso tercer semestre de Administración de Empresas en la
Universidad Minuto de Dios. Allí me preparo día a día para ser un gran profesional
al servicio del mundo. Soy una hombre con un gran sentido de responsabilidad
social, y quisiera algún día ayudar a miles de personas para que entiendan que
para ser una gran persona, y un gran profesional lo más importante es tener ganas,
“Verraquera”, como en mi léxico lo llamo.
Soy un afortunado en conocer grandiosas personas como lo son el doctor
Harivadan, Ana Lucía, mi mentora Mónica Espinal, entre otros grandes líderes de
la Fundación. Trato de aprenderles mucho, para fortalecerme como líder, ya que en
mi comuna tengo varios proyectos, como una escuela de futbol con dos
compañeros más, y hago parte de la comunidad parroquial de la iglesia San Luis
Gonzaga, donde preparo niños para la primera comunión.
Quiero hacer parte de la familia Gandhi por mucho tiempo y ayudar a
muchos jóvenes a que empiecen a construir sus sueños como hoy los construyo yo.

54
Sembrando para servir

H abía una vez una familia bastante


numerosa que vivía en el occidente de
una hermosa ciudad, en una casita en
ese entonces bastante humilde donde
no hacía falta lo necesario pero tampoco
contaban con muchas comodidades; en
este lugar vivían la abuela Filomena; dos
hijos, Alfonso y Juan; mis tíos; la hija
menor; Olga, mi madre; su hijo, Carlos
Mario y el marido de Olga, mi padre.
Olga Luz se encontraba en
embarazo pero pasaba muy enferma
puesto que tenía pre-eclampsia; a los 7 Jessica Tatiana Silva Jimé nez
meses de estar encinta no sabía que iba Ingenierıá de Comunicaciones - I.T.M.
a tener un niño o una niña, no contaban Ingenierıá Mecá nica - Universidad
con ropita, pañales, leche ni mucho
de Antioquia
menos lujos pero todos esperaban con
gran ilusión a esa pequeña criatura que llegaría un mes después; cuando se dieron
cuenta de que iba a tener una mujercita, la felicidad inundó esta casita; empezaron
a pensar en el nombre de la pequeña y después de unas cuantas discusiones y
peleas les tocó aceptar que la niña se llamaría Jessica Tatiana, puesto que su padre
era bastante machista y dijo que si no le ponían ese nombre no le daría su apellido.
Olga vivía decaída puesto que su último mes lo pasó en el hospital, bastante grave y
con riesgo de perder su vida y la del bebé. Pero gracias a Dios esa pequeñita logró
nacer y llenar de alegría a este hogar.

Su infancia
Los primeros años de su vida fueron bastante complicados ya que por ser
prematura nació con un pulmón y un riñón más pequeños que el otro por lo cual
empezó a sufrir de asma, lo que le trajo grandes complicaciones; su padre era
bastante bebedor y un poco irresponsable pero a pesar de todo esta pequeña era
muy apegada a él; algo que no se le olvida es el recuerdo de comer frijoles con coles
en sus piernas a las 3 de la mañana cuando muchas veces estaba borracho; su
primer día de escuela fue traumático pues estuvo bañado de lagrimas y lloriqueos
pero con el paso del tiempo se fue adaptando hasta tal punto que este sitio se
convirtió en uno de sus preferidos; cuando tenía 4 años de edad ocurrió uno de los
sucesos que marcaron su vida: su padre dejó a su madre por otra mujer, a causa de
lo cual esta niña tuvo grandes problemas; estuvo con el psicólogo hasta los 10
años, y le dio mucha dificultad adaptarse a estar sin él, pero gracias a Dios contaba
con una familia que no tenía dinero pero tenía mucho amor por dar; desde el
55
Cien voces hechas realidad

momento en que se fue su padre a su madre le tocó trabajar para sostener a sus
hijos. Para cuidar a su madre y brindarles lo mejor posible, su tío Alfonso se
convirtió en su padre y en el hombre que más ama, su tío Juan se convirtió en el
compañero de risas y juegos junto con su prima Andrea, su hermano se volvió su
compañero incondicional y su abuela su otra mamá, aquella que la cuidaba
cuando su madre trabajaba, quien iba por ella a la guardería y le hacía sus teteros
muy cargados de leche y milo como tanto le gustaban.
Era una niña muy aplicada, responsable y buena estudiante; era muy
eficiente y nadie le tenía que ayudar a hacer sus tareas. Su infancia estuvo llena de
risas y felicidad, acompañada de quienes tanto la querían, de aquellas personas
que le enseñaron todos sus principios y sus valores, de todos aquellos que con tan
solo una sonrisa o un beso dibujaban en su rostro una gran felicidad; cómo olvidar
a esa viejita que iba por ella a la escuela hasta que estaba en quinto de primaria,
cómo olvidar aquella crema de mango a la que la invitaba cuando iba de camino a
casa, cómo olvidar su sazón, sus regaños con mucha educación, los paseítos de la
tercera edad e infinidad de buenos momentos lindos; pero lastimosamente su
abuela sufría de cáncer y cuando esta niña tenía 9 años falleció; esto es algo que
aún no ha podido superar porque ha sido uno de los golpes más duros en su vida;
en este momento sintió que su pequeño mundo se venía encima pero después de
un tiempo logró reponerse y seguir con su vida.

Su juventud
Su madre es la gran protagonista en esta etapa de su vida, pues se
convirtió en su motor, en su apoyo, en su compañía, su gran confidente y su única
amiga, siempre con su amor le brindaba fuerza para seguir y nunca desistir; la
motivaba no con dinero pero sí con cariño para que se superara en la vida y sembró
en ella unas ganas inmensas de salir adelante y un gran sentido de cooperación.
La juventud es una época de grandes cambios en todos los aspectos de la
vida pero una característica de esta joven es que no se dejó deslumbrar por
aquellas cosas superficiales, siempre miró un poquitico más allá, luchó por sus
sueños y, como su madre le decía, pase lo que pase nunca pierdas la humildad,
pasó por muchas dificultades pero gracias al apoyo de su familia, de la Fundación y
de la gente que la quiere ha logrado salir adelante.
Los estudios de secundaria los acabó en el año 2007 como una de las mejores
alumnas del salón; al salir del colegio tenía la gran incertidumbre de cómo pagar la
universidad, cómo cumplir sus sueños, pero gracias a la Fundación pudo empezar
a estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones en el ITM y ahora va para el séptimo
semestre de esta carrera; es increíble ver cómo ha cambiado esa jovencita en
estos últimos 3 años porque gracias a los talleres de la Fundación y a su apoyo se
ha convertido en una mejor persona, ha cambiado muchísimo más su manera de
ver la vida y de actuar, ha aprendido a respetar las diferencias y valorar las
similitudes, se ha vuelto una mejor persona; sinceramente para ella a sido como
volver a nacer. En estos momentos esa jovencita tiene 18 años, no ha cambiado

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Sembrando para servir

mucho, sigue siendo la misma niña metida en un cuerpo de grande, se siente muy
orgullosa de haber logrado sus metas a corto plazo, se siente feliz por estar
haciendo su segunda carrera: Ingeniería Mecánica en la Universidad de Antioquia,
se siente afortunada de pertenecer a la familia Gandhi porque por su apoyo y el de
su familia es que va, como ella dice, rumbo al cielo, lento pero seguro; por ustedes
es que le da alegría levantarse porque se da cuenta de que hay manera de hacer
un mundo mejor y de que hay personas muy valiosas con las cuales lograrlo,
hombres y mujeres llenos de cualidades que se están encargando de multiplicar
la filosofía de la noviolencia, y lo más maravilloso es que en esta pequeña familia
se le llena el corazón de ganas de ayudar a los demás, de buscar un mundo mejor y
de actuar para conseguirlo.
Después de una narración un poco extensa con mucho gusto les presento
a la protagonista del cuento: Jessica Tatiana Silva Jiménez, pero este cuento aún
no termina porque los sueños, aspiraciones y deseos de esta joven son muchos y
debe de luchar para que no se queden en palabras bonitas sino en hechos, con la
ayuda de todos ustedes. Esto continuará. Los llevo en mí.

El mar no pierde su calma


por muy violenta que sea la tempestad”.
Mahatma Gandhi

57
Cien voces hechas realidad

E sta historia comienza en Belén


Rincón, en el año 1985, desde que
recuerdo ser consciente de mi
existencia; en esta época tenía 5 años y
empecé a entender que hacía parte de
una familia numerosa, conformada por
una madre y 12 hijos, incluyéndome a
mí. Recuerdo que en ese entonces mi
mamá y mis 2 hermanos mayores
trabajaban para sostener a toda la
familia, ya que desde que yo nací carecí
de figura paterna pues mi padre huyó de
sus responsabilidades. Bertha Emma Correa Henao
Uno de los acontecimientos que Psicologıá
cambiaron el buen curso de la familia fue
Fundació n Universitaria Marıá Cano
la muerte de mi hermano mayor, el 31 de octubre del año 1987. Mientras mi hermano
menor, que tenía 3 años, y yo, que tenía 7, nos disfrazábamos para salir a pedir confites,
llegó la mala noticia, con su tremendo impacto de tristeza en toda la familia.
Finalizando el año 1987 me traslade con mi familia al barrio Santa Cruz, donde
continúe con mis estudios de primaria; para esta época varios de mis hermanos ya no
vivían con nosotros porque tomaron diferentes rumbos; 2 de mis hermanos se fueron
para el ejército, a tres de mis hermanas se las llevaron para un internado de niñas, los 4
hermanos mayores y mi mamá continuaban trabajando para sostener a la familia, mi
hermano menor y yo, nos quedábamos todo el día acompañados de mi hermana
Marcia, quien se encargaba de prepararnos la comida y mantener limpia la casa.
En el año 1992 me fui con mi mamá, con mi hermana Marcia y con mi hermano
Hugo a vivir a San Carlos, Antioquia, porque la situación de orden público se puso
pesada en Santa Cruz,; El resto de mis hermanos se quedaron en Medellín trabajando.
Este año ingresé a mis estudios de bachillerato en el Liceo Joaquín Cárdenas Gómez.
Recuerdo que me hacían mucha falta mis otros hermanos y la ciudad, porque no estaba
acostumbrada a vivir en el campo; sin embargo, al poco tiempo me fui acoplando ya que
no tardo mucho adquirir nuevos amigos y empezar a participar de los grupos de danza
que tenían en el colegio; pasaban los años, y cada vez me sentía más cómoda en el
pueblo, era amiga de muchas personas en el colegio y participaba de varias actividades
a nivel juvenil tanto en el colegio como en el municipio y eso me gustaba bastante.
Llegó el momento de la graduación, en el año 1998, y con una mezcla de
tristeza y alegría participamos con todos mis compañeros, nuestros padres, profesores
y amigos de la ceremonia; tres meses después de dicho acontecimiento regresé a
Medellín a buscar nuevos rumbos. Mi propósito era ingresar inmediatamente a la
58
Sembrando para servir

Universidad pero conocía de antemano que mi familia no contaba con los recursos
para costearme el estudio, por lo cual yo debía trabajar para cumplir esa meta.
Cuando llegué a Medellín, en el año 1999, a la casa de mi hermana Gloria,
empecé a trabajar en una casa de familia, donde laboré por un periodo de un mes;
luego trabajé en otra casa por 3 meses, luego en otra, en otra y en otra, hasta que
quise ponerle fin a esta labor; en el año 2000, empecé a trabajar en un restaurante
como mesera; allí laboré por tres años. Mientras trabajaba en las tardes estudiaba
Diseño Grafico en las mañanas en el Censa; aunque no era la carrera que quería
estudiar, por lo menos sentía que ya no me quedaría estancada en actividades
laborales que tal vez no eran de mi total agrado; cuando tenía 23 años, inicie
labores en una relojería, y me tracé la meta de no pasar de los 27 años sin iniciar
una carrera universitaria; pasaron 3 años y yo aún no veía al alcance mi meta, pues
todavía continuaba trabajando en la relojería, no había terminado mis estudios en
el Censa y no tenía ninguna luz que me indicara el camino a seguir para llegar a
donde quería llegar.
Un día, estaba hablando con mi hermana Edid, quien en ese momento
tenía una buena estabilidad económica y le conté mi mayor deseo en ese momento
de la vida, que era poder recibir un titulo de profesional y poder ejercerlo; al verme
tan convencida de mi meta, ella me impulso a cumplirlo y me costeó la Tecnología
en Salud Ocupacional durante el casi todo el curso de la misma; ya me sentía más
cerca de lo que quería en la vida y feliz por lo que estaba haciendo.
En el año 2009 me gradué como tecnóloga en Seguridad, Higiene y Salud
Ocupacional y aún sentía que debía complementar mis estudios; con mayores
aspiraciones, pensé en iniciar los estudios de Psicología, creyendo ya que tanto
para complementar la tecnología como para la aplicación en mi vida diaria sería
una carrera importante.
Aunque no sabía de qué manera conseguiría el recurso económico para
concretar la idea que me taladraba la cabeza, sabía que debía hacerlo, que debía
ingresar a estudiar psicología. Cuando estaba estudiando en el Poli, un amigo me
había hablado de la Fundación Mahatma Gandhi, de toda su filosofía y del apoyo
que los becarios reciben de ella; mientras maduraba la idea de seguir estudiando
Psicología también surgió el pensamiento de inscribirme en la Fundación,
creyendo fervientemente que allí estaba la oportunidad para lograr mi propósito.
Con la fe puesta en Dios, en la Fundación y en mí, finalizando el año 2009
me inscribí en la Fundación Universitaria María Cano y cuando me enteré de que ya
tenía el cupo, inmediatamente me inscribí a la Fundación Mahatma Gandhi, donde
inicié mi proceso de selección; después de varias entrevistas, en la última reunión
grupal con don Hari, nos enteramos nuestros compañeros y yo de que éramos
admitidos a la gran familia de la Fundación; personalmente me sentí feliz ya que
tenía más cerca que nunca la posibilidad de cumplir con ese sueño que nació
desde antes de salir del colegio, ya que aunque en este momento soy tecnóloga,
mis aspiraciones son mucho más amplias, y mi deseo es poder adquirir nuevos
conocimientos que me sigan orientando a un bien común.

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Cien voces hechas realidad

Hoy, 17 de Diciembre de 2010, gracias a la Fundación Mahatma Gandhi,


siento que estoy dando grandes pasos, que estoy caminando por el camino que
siempre he querido recorrer, siento que hago parte de un maravilloso proyecto,
donde los conocimientos que estoy aprendiendo tanto en la Universidad como en
la Fundación, los podré aplicar en este mismo escenario que me está viendo y
ayudando a crecer; gracias a la oportunidad que me brinda la Fundación de
formarme como líder, siento que seré una profesional con mucho más talento
humano para prestar un excelente servicio como persona y como profesional a la
sociedad

Mal podemos invocar en nuestras preces diarias


las bendiciones de Dios, el compasivo,
si a nuestra vez no practicamos la compasión
hacia las criaturas de órdenes inferiores de la creación,
cuyo llamamiento debemos sentir con más fuerza
precisamente porque son mudas”.
Mahatma Gandhi

60
Sembrando para servir

M i historia no es muy larga que


digamos, pues ha sido muy constante.
Tengo 22 años y mi grupo familiar está
conformado por mi papá, Félix, quien se
desempeña como conductor distribuidor
de alimentos, mi mamá, Nohelia, que es
ama de casa y mi hermano menor (19
años), Juan Camilo, quien estudió una
Técnica en Sistemas y en este momento
trabaja. Aunque nuestra familia tiene
muy poco tiempo para verse y compartir
y prácticamente el único momento que
tenemos para estar juntos y conversar es Alejandro Alvarez Garcıá
a la hora de la comida, somos muy Ingeniero Electró nico
unidos y siempre afrontamos las
Universidad de Antioquia
dificultades juntos y celebramos los
aciertos juntos. La fecha del año que siempre celebramos sin falta es la Navidad.
Me gusta ir al gimnasio, leer todo lo que encuentre acerca de mi carrera y
los animales. Desde que estaba en 10º había decidido lo que quería estudiar y
gracias a Dios pasé a la Universidad en el primer intento. Al iniciar la carrera, en el
tiempo libre, hice un curso de mantenimiento y reparación de electrodomésticos
para ayudar a cubrir mis gastos de estudio ya que a mi papá le estaba quedando
muy pesada la carga económica. También me ayudaba con mi trabajo los fines de
semana como caddie en el Club Campestre de Medellín, donde estoy desde el
2001.
Luego de pasados los primeros semestres, la carrera se fue poniendo muy
difícil y me di cuenta de que no era fácil trabajar y estudiar al mismo tiempo; ante
esta situación tuve que contemplar la posibilidad de parar los estudios para
dedicarme al trabajo; de esta manera podría sostenerme y aliviar la carga para mi
padre, y, de paso, ahorraría lo que más pudiera para recoger la plata para más
adelante poder continuar mis estudios. Afortunadamente no tuve que retirarme de
la Universidad, pues en la Fundación del Club Campestre me hablaron de las becas
de la Fundación Gandhi donde presenté la solicitud y afortunadamente pasé el
proceso de selección.
Ahora mi vida ha dejado de ser la misma constante, pues la Fundación
Mahatma Gandhi juega un papel muy importante; ya no soy el mismo. Antes de
pertenecer a ella yo era un joven que no me preocupaba demasiado por los
problemas del mundo en general; es más, no me mantenía muy informado de lo
que sucedía fuera de mi ciudad.

61
Cien voces hechas realidad

Desde que llegué a la Fundación, las cosas han cambiado mucho, pues
considero que ya soy una persona más preocupada por los demás. Me interesa
mucho lo que pasa en el país y en el mundo y he contribuido de una u otra forma a
dejar un poco la idea de la noviolencia en las personas que me rodean, ya que
gracias a todos los talleres que he recibido en la Fundación, he aprendido muchas
cosas valiosas como el respeto a los demás, el saber comunicarme, el saber
delegar y confiar en los demás, y sobre todo he aprendido a sembrar la idea de la
noviolencia con el ejemplo, cosa que me hace muy feliz, pues las personas que me
rodean lo notan y me lo han hecho saber.
En definitiva, la Fundación Mahatma Gandhi ha sembrado en mí muchos
valores, cosas positivas y muchos conceptos que me han ayudado a ser una mejor
persona y un ejemplo de noviolencia.
Fuera de toda esta formación como líder en noviolencia, también tengo
muchísimo que agradecer a la Fundación respecto a mi estudio, pues gracias a la
ayuda de la beca semestral que me brinda, puedo llevar a cabo los estudios de una
forma más integral, pudiendo obtener las guías necesarias y las copias que me
piden para que las clases sean más entendibles y eficientes.
Muchas gracias Fundación Mahatma Gandhi.

La felicidad es cuando lo que uno piensa,


lo que uno siente, lo que uno dice
y lo que uno hace están en armonía”.
Mahatma Gandhi

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Sembrando para servir

Desde el 2010 la Fundació n Mahatma Gandhi viene celebrando cada añ o el Festival de la No -
violencia en el que por medio de seminarios, talleres, marchas y mensajes ubicados en sitios
estraté gicos, como el Metro de Medellın
́ , se busca sensibilizar a toda la comunidad.

63
Sembrando para servir

M i Nombre es Ángela Cristina


Chamorro Revelo; nací en la ciudad de
Pasto, Nariño, parte de una familia de
siete integrantes: mi mamá, papá y 5
hermanos, de los cuales soy la mayor, la
primera hija, la primera nieta en la casa
de mis abuelos paternos y la primera
nieta mujer en la casa de mis abuelos
maternos. A primera vista se podría
pensar que fui la más consentida, pero
tuve la suerte de crecer en una familia
muy peculiar, que si bien nos dio todo lo
que ellos no tuvieron, exigió mucho de Ángela Cristina Chamorro Revelo
nuestra parte. Contaduría Pública
Crecí ligada al colegio de la familia de mi
Universidad de Antioquia
mamá, Conchita, mi abuela y mis ocho
tías. Aún recuerdo cuando Conchita nos contaba cómo llegó a Pasto con el deseo
de ver a sus nueve hijas ser alguien en la vida, y la preocupación cuando una tras
otra se fueron graduando del colegio, y que las oportunidades para darles estudios
universitarios escaseaban; entonces, una tía se había dedicado a cuidar niños en
la casa, y se les ocurrió montar un jardín no sólo para cuidar a los niños sino
también para enseñarles. Así nació el colegio, en la sala de la casa de mi abuela,
que luego se convirtió en un jardín, luego en preescolar, luego en primaria y por
ultimo en un colegio con todos los niveles, sostenido con el esfuerzo de todos:
grandes y pequeños trabajábamos en y por el colegio. Y la alegría de todos unas
vacaciones, cuando el banco les prestó para comprar la casa del colegio, una casa
vieja a medio caerse, que entre todos reconstruimos y adecuamos para el nuevo
año escolar. En esas vacaciones tumbamos muros, abrimos puertas, pintamos,
incluso adecuamos, un huerto que estaba lleno de maleza como cancha que por
falta de plata quedó en tierra, pero los niños lo adorábamos así. Esas vacaciones,
trabajamos hasta la noche antes del primer día de clases para recibir al día
siguiente un nuevo año escolar, que fue el mejor año del colegio; se tenía casi 400
estudiantes y doble jornada; mis tías trabajaban de sol a sol para pagar el
préstamo. La crisis vino después, cuando, con la reforma educativa los cupos de
los colegios oficiales casi que se regalaban; de 400 estudiantes se pasó a menos
de la mitad; aparte de la deuda de la casa, se había construido la nueva planta del
colegio y se había invertido en los primeros computadores; entonces los gastos
comenzaron a superar los ingresos, porque mis tías nunca subieron las pensiones;
el colegio se mantenía y se sigue manteniendo por el trabajo de la familia, que no
se cobra.
65
Cien voces hechas realidad

Con el tiempo comenzamos a graduarnos del colegio. Mi primo Diego se


graduó en la primera promoción y yo en la segunda. Ahora la preocupación era lo
que toda la vida nos inculcaron: estudiar en la Universidad, cuando la familia
apenas soportaba las deudas del colegio. Pero eso no nos detuvo. Diego consiguió
financiación del ICETEX y por mi parte mi papá y la abuela me financiaban la
carrera. El esfuerzo de mi familia para darme el estudio merecía toda mi
dedicación y creo que en ese sentido he sabido retribuirles con grandes honores,
pues fui la mejor estudiante de mi promoción en la Universidad Autónoma, donde
estudie Tecnología en Mercadeo y Publicidad. Por esos tiempos, ya finalizando la
tecnología, hacía parte del colegio como docente, dictaba informática a la primaria
y dibujo técnico de sexto a octavo de bachillerato; fui profesora de dos de mis
hermanos, Felipe y Gavi, los más pequeños. Más tarde, el colegio fue embargado y
perdió la planta física, y yo me preguntaba y me sigo preguntando: ¿cómo, después
de años de esfuerzo, de entregarlo todo, perdíamos lo único que teníamos para
vivir? ¿Qué iban a hacer mis tías si toda la vida habían sido profesoras? ¿Cómo se
iba a mantener la familia, si no teníamos ningún otro ingreso? Entonces me vi
estancada en el colegio; ¿acaso lo que había estudiado no me había servido para
nada? Entonces comprendí que tenía que buscar un camino diferente al Colegio
para ayudar a solventar por lo menos mi casa; mi hermano menor, Camilo, estaba
en grado once y sentía rabia con el mundo porque ese discurso de seguir
estudiando en la Universidad y salir adelante se limitaba por los recursos
económicos que en mi casa no había; sentía rabia, que subsanaba ocupando al
máximo mi tiempo con mis estudios, el trabajo del colegio, la Fundación Cultural
(donde enseñábamos el arte como estilo de vida y salida de los problemas) e
infinidad de actividades. Entonces comencé a buscar trabajo por fuera del colegio,
pero ninguna puerta se abrió en Pasto; estaba finalizando el año escolar y
definitivamente no quería continuar en la misma situación el año siguiente y el
siguiente… indefinidamente, como les sucedió a mis tías.
Entonces se dio la oportunidad de salir de Pasto a Medellín, donde
comencé trabajando como vendedora de cursos de inglés y teleoperadora.
Comprendí que para poder ayudar a los demás, primero tenía que estar bien
conmigo misma; me sentí vacía, ignorante, y decidí estudiar nuevamente, pero
esta vez tenía que ser por mis propios medios y tenía que ser una carrera
profesional; entonces me presenté a la Universidad de Antioquia, y sin importar el
resultado tenía claro lo que quería hacer, no importaba dónde; me reconcilié con la
vida, sané muchos dolores con mi familia, en especial con mi mamá, y después de
un año y medio volví a Pasto, sin nada pero con mucho por hacer. Cuando me
enteré de que había pasado a la Universidad, por primera vez sentí lo que es
conseguir algo por mis propios medios; entonces regresé a esta ciudad para
comenzar de nuevo.
Inicié el primer semestre, y los gastos no se hicieron esperar. Me enfrenté a
una difícil situación económica que mi novio me ha ayudado a financiar, pero que
con el transcurso de la carrera se fue incrementando. Por otra parte, la exigencia

66
Sembrando para servir

de la Universidad no permite asumir un trabajo de tiempo completo, situación que


me llevó a buscar alternativas para continuar estudiando. Y en el camino tuve la
fortuna de cruzarme con la Fundación Gandhi; había leído un aviso en la
Universidad que me llevó a buscar la información en Internet; inmediatamente me
identifiqué con la filosofía de la Fundación. Recuerdo que la primera entrevista con
Ana Lucía me hizo sentir afortunada y agradecida por lo que había tenido en mi
vida y que era una semilla que solo falta regar para que germine y dé frutos.
Actualmente, estoy finalizando quinto semestre de Contaduría en la
Universidad de Antioquia, amo mi carrera, soy becaria de la Fundación Mahatma
Gandhi de la promoción 2010 y espero germinar pronto para repartir mis frutos. No
puedo predecir el futuro del Colegio. Por lo pronto la nueva generación, es decir mis
primos y hermanos como solía llamarnos Conchita a sus nietos, estamos a la tarea
de construir nuestro propio futuro para poder retribuir a mis tías, a mis padres todo
el esfuerzo que hacen por nosotros. Agradezco a la Fundación el haber visto en mí
un líder por formar, dándome la oportunidad de hacer parte de esa construcción
colectiva que es la familia Fundación Mahatma Gandhi.
Finalizo con la siguiente frase:

La alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento


que supone la lucha, no en la victoria misma.
Porque hoy entiendo que cada vez que escale una montaña,
me daré cuenta de que hay cien montañas más por escalar,
y que las dificultades del camino se presentan
con la única intención de hacerme cada vez más fuerte”.
Mahatma Gandhi

67
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Yesenia Montoya


Restrepo, tengo 17 años y estoy en el
primer semestre de Licenciatura en
educación básica con énfasis en
Ciencias Naturales pertenecer a esta
Fundación le ha dado un giro casi de
180º a mi vida. El cambio radical que
menciono se puede analizar desde dos
puntos de vista: por un lado me ha
aportado más conciencia social frente al
mundo que me rodea y, por otro, ha
ayudado a mí y a mis padres en cuanto a
la condición económica. Yesenia Montoya Restrepo
Refiriéndome a la primera Enfermerıá
situación, aquí juega un papel muy Universidad de Antioquia
importante mi mentora, puesto que ella me ha ayudado a fortalecerme como un ser
pluridimensional (espiritual, corporal, social y cultural), lo que me lleva a ser una
persona más equilibrada en lo personal y con el mundo que me rodea; además, los
talleres que dicta la Fundación son de gran ayuda para hacer conciencia de que el
mundo necesita verdaderos lideres que sepan afrontar los retos que la sociedad
propone, puesto que actualmente cuando se habla de trabajo en equipo, líderes
positivos, noviolencia, comunicación y otros temas ya tratados en los talleres, las
personas están predispuestas al aburrimiento y a la negación de estos por
considerarlos innecesarios. Unido a esto me parece que los proyectos que se están
llevando a cabo por los beneficiarios de la Fundación son una oportunidad de poner
en práctica las enseñanzas que nos transmiten en las conferencias-talleres;
además, es aquí donde se evidencia el grado de compromiso que se tiene hacia la
Fundación, sobretodo en el objetivo de transmitir la sabiduría de Mahatma Gandhi.
En cuanto al segundo aspecto de mi cambio, si bien no es el primordial, sí
juega un papel importante, ya que cuando pasé a la Universidad lo primero que
pasó por mi mente fueron los innumerables gastos que tendría, como matrícula,
pasajes, fotocopias, alimentación, puesto que mi papá gana un poco más del
mínimo y responde por sus cuatro hijos, todos estudiando, y como aún soy menor
de edad no conseguiría un trabajo fácil, así que cuando me enteré de la Fundación,
fue muy gratificante saber que personas ajenas a mi familia me ayudarían a
cumplir con mis sueños.

68
Sembrando para servir

S oy Laura Zapata Arias; nací en


Envigado el 3 de noviembre de 1988. No
conocí a mi padre porque murió cuando
yo tenía apenas 6 meses. A pesar de ser
una niña huérfana de padre, gocé como
ninguna otra de una madre, Diana, con
u n c o r a z ó n g i g a n te , d e f u e r z a s
autorrenovables y una ternura ilimitada.
Ella se encargó de llenar de pequeños
detalles ese mundo fantásticamente
perfecto en el que con frecuencia solía
refugiarme, un mundo lleno de sueños,
expectativas y de sabias enseñanzas, Laura Zapata Arias
como el respeto hacia cada ser vivo. Con Ingenierıá Sanitaria
ella siempre me sentí como en una Universidad de Antioquia
familia completa y a pesar de que hemos pasado momentos difíciles, su amor
siempre ha hecho que cualquier dificultad sea menos importante que nuestra
unión.
Por razones económicas y la inestabilidad laboral de mi mamá, cuando
tenía 4 años tuvimos que mudarnos de Envigado a un pequeño apartamento en el
barrio El Salvador, y así sucesivamente a otros barrios como Campo Valdés, San
Antonio de Prado, Castilla, etc. En Castilla aconteció uno de los momentos más
memorables de mi vida: en quinto de primaria fui elegida personera de la escuela
urbana Los Comuneros y a partir de ese día me di cuenta de que me gustaba
compartir con la gente, hacer propuestas de desarrollo y tratar de que todo a mi
alrededor fuese mejor. Fue muy gratificante saber que habían aceptado mi
propuesta de implementar el uso de microscopios en las clases de ciencias
naturales, como un primer acercamiento al mundo de lo invisible; así como
también que hubiesen aprobado la construcción de un parquecito para divertirnos
en horas de descanso.
Considero mi etapa de adolescencia muy productiva en cuanto a aspectos
del arte popular: había conformado un grupo de rap en cuyas letras trataba de
plasmar tanto mis deseos, sentimientos y cotidianidades, como también la
inconformidad frente al modo de organización social, y en ocasiones, como esta,
con la ayuda de todos podía mejorar. Hacíamos conciertos callejeros, tertulias,
reuniones y además pudimos grabar un demo con siete canciones. También hice
parte de grupos de poesía y cuenteros, donde mezclábamos letras e inspiración
entre sonidos de cuerdas.
Durante mi estadía en san Antonio de Prado tuve la oportunidad de
69
Cien voces hechas realidad

vincularme a actividades culturales y pertenecer a la Red de Bandas Musicales de


Medellín, donde aprendí un poco de saxofón, técnica vocal y cello, actividades a las
que me dedicaba en el tiempo libre hasta el grado 11.
Con la ayuda de un profesor, conseguí trabajo de medio tiempo y además
conocí a Héctor, mi jefe, que más tarde se convertiría en un gran amigo. Gracias a él
supe de las ventajas del deporte y fue una de las personas que más me motivó a
continuar mis estudios. Me brindó también apoyo económico y académico durante
el primer semestre en la universidad, antes de emprender su viaje a Australia.
Entrar a la universidad representó para mí grandes cambios; fue como
ascender al escalón que me mostraba como una persona madura y responsable.
Debí empezar a reducir gradualmente las actividades que solía hacer
cotidianamente para dedicarme a la carga académica, sin dejar de invertir algo de
tiempo en los espacios deportivos, como el grupo de gimnasia artística. Cabe
anotar que durante el primer semestre conocí a 2 compañeros muy dedicados y,
entre los tres, conformamos un eficiente grupo de estudio.
Luego de no tener más apoyo económico y que mi madre perdiera el
empleo, me vi en la obligación de conseguir un trabajo los fines de semana en una
licorera, además de realizar diferentes oficios entre semana, como vender
confitería, productos de belleza, etc., todo con el fin de conseguir los pasajes y el
material académico que necesitaba. Debido a tantas dificultades económicas y a
las múltiples funciones alternas al estudio que me veía obligada a cumplir, fue
decayendo mi nivel académico así como mi estado de ánimo. Afortunadamente
uno de mis compañeros de estudio me contó sobre la Fundación Mahatma Gandhi.
Fue así como apliqué a la beca y fui una de las seleccionadas. Ahora logro
comprender por qué mi compañero se sentía tan feliz de ser becario de la
Fundación. Siempre que hablo de la Fundación Gandhi me refiero a algo muy
grandioso, porque además creen en mí y me hacen sentir valiosa.
Estando en el séptimo semestre par ticipé del programa de
internacionalización de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia y el
Servicio de Intercambio Estudiantil Alemán (DAAD). Durante el largo proceso de
selección recibí todo el apoyo tanto por parte de la Fundación como del mentor
Juan Fernando Rojas, que estimularon mi autoconfianza y me motivaron a luchar
inalcanzablemente hasta cumplir mi sueño de ser una estudiante de intercambio.
Ahora que me espera una nueva vida y que conoceré una nueva cultura no tengo
temor alguno; por el contrario, tengo grandes expectativas y ansias de ser mejor,
pues siento que en la Fundación Gandhi logré convertirme en una líder y ahora
puedo afrontar cualquier reto.
Conocer personas tan valiosas intelectual y espiritualmente como el doctor
Harivadan, don Diego y doña Ana Lucía, me ha hecho ver que realmente podemos
ser semillas de cambio y transformadores sociales. Me han hecho crear un gran
sentido de responsabilidad social y de liderazgo al pensar que puedo contribuir al
mejoramiento de mi entorno y al bienestar de quienes me rodean. Es hermoso
conocer personas tan grandes y altruistas que te hacen sentir valiosa y te enseñan

70
Sembrando para servir

a valorar a los demás.


Algo que siempre tendré presente es que muchas de las virtudes no están
en los individuos por naturaleza, sino que tienen que ser cultivadas. Tal es el caso
de la paciencia, el autocontrol y el liderazgo. Para mí sería muy satisfactorio y
gratificante poder ayudar a más personas que, como yo, quieren continuar con sus
estudios y quieren hacer parte de esta labor multiplicadora de la noviolencia. A la
Fundación le debo no solo la oportunidad de poder continuar mis estudios de
forma ininterrumpida y eficiente, sino además aquellas cosas que no se estudian
en la universidad: los valores, el ser persona consciente y semilla de cambio.

La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.


Mahatma Gandhi

71
Cien voces hechas realidad

E l 27 de septiembre de1991 nació


una niña que cambiaría la vida de sus
padres y de su familia, a la que le
pusieron por nombre Heidy Johanna
Vargas García, y esa soy yo; durante
mucho tiempo fui la única nieta, sobrina
y por cierto la única hija, lo que quiere
decir que durante mi infancia fui muy
consentida por todos mis familiares y
amistades cercanas.
Entré a estudiar a los 6 años de
edad en la escuela A.S.I.A. Ignaciana; en
aquel lugar en el transcurso de la Heidy Johanna Vargas Garcıá
primaria empecé a dar los primeros Contadurıá Pú blica
pasos que me encaminaron a soñar y
Corporació n Universitaria Luis Amigó
que ayudaron a que yo pudiera mirar el mundo de las dos caras de la moneda,
teniendo en cuenta que mis decisiones repercutirían en un futuro.
Cuando empecé a cursar el bachillerato reafirmé mis ideas que me
ayudarían en lo que ahora está reflejando en mis actitudes, aptitudes y cualidades;
durante la estadía en el colegio me destaqué como una de las mejores estudiantes
pues tengo grandes aptitudes en el área de matemáticas, lo que me sirvió para
ayudar a mis amigas y a los que lo necesitaran; pasé momentos increíbles, conocí
personas muy valiosas que aportaron al fortalecimiento de mi personalidad y que
le dieron un valor agregado a mi vida; las decisiones tomadas eran más maduras y
empecé a mirar la vida desde otras perspectivas. Cuando me encontraba en 11,
precisamente en los últimos meses, me puse a pensar a qué me dedicaría cuando
saliera del colegio; las primeras oportunidades eran estudiar en el SENA ya que soy
bachiller Técnico en Administración en Salud y podía salir a terminarla. Mis
destrezas en matemáticas me ayudaron a definir en qué áreas me destacaría
mejor para estudiar; entonces me entusiasmé con las siguientes carreras:
Administración de Empresas, Contaduría Pública y Economía, y más adelante pude
presentarme a la Universidad de Antioquia, a las dos últimas carreras
mencionadas; después supe que no había pasado y pensé que ya se había
acabado la única oportunidad que yo tenía de estudiar en una universidad pública
ya que en una privada no tenía los recursos suficientes para pagarla. Días después
fui selecciona por ser una de las diez mejores estudiantes de esa promoción y por
este motivo me enteré de que existía una Fundación llamada Mahatma Gandhi que
ayuda a los jóvenes líderes con las características de que se identificaran con la
noviolencia, que les gustara la labor social y que quisieran estudiar, con una
72
Sembrando para servir

finalidad de multiplicadores.
Desde este momento comencé a visitar la Universidad Luis Amigó, la cual
elegí para estudiar Contaduría Pública e inmediatamente participé en las
convocatorias de la Fundación Mahatma Gandhi, Ahora soy elemento de esta gran
familia, que le abre los brazos a sus visitantes; todos sus integrantes son personas
incondicionales, como Ana Lucía, que hace el papel de madre, el doctor Harivadan,
mis compañeros de 2009, mi mentora, Sandra Milena Duque y todas aquella
personas de la Fundación que he tenido la oportunidad de conocer. Es grandioso
compartir con gente que no solo se preocupa por su bienestar sino por el bienestar
común, que lucha por una ciudad nueva sin violencia, con ganas de salir adelante,
con jóvenes que además de tener talentos los compartan; debido a esto mi vida ha
cambiado; sé que mi alegría puede ser la desdicha de otro, sé que un paso en falso
puede perjudicar a los demás, qué lindo es soñar con una ciudad donde no haya
violencia, pero más lindo ha sido luchar por hacer este sueño realidad.

La grandeza de una nación y su progreso moral


pueden ser juzgados por la manera en que sus animales
están tratados. Mantengo que cuanto más indefensa
está una criatura, más derecho tiene a que el hombre
la proteja de la crueldad del hombre”.
Mahatma Gandhi

73
Cien voces hechas realidad

N ací al inicio de la década de los 80


del siglo pasado en Medellín. Mi familia
la componíamos entonces mi mamá, mis
tíos y mis primos. Comencé mi formación
académica a los siete años de edad, en
una escuela del centro de la ciudad que
quedaba muy cerca de la casa en donde
mi mamá trabajaba como empleada
doméstica interna. Aprendí a leer muy
rápido; con cada letra que me
enseñaban en la escuela, llegaba a mi
casa y practicaba mirando las páginas
de cómics del periódico, juntando Liliana Serna
sonidos e inventándome lo que aún no Antropologıá
sabía leer, pero bueno, aprendí muy Universidad de Antioquia
pronto y descubrí uno de los mejores y más encantadores placeres de la vida: la
literatura; para entonces yo tenía muy seguro que en la vida yo lo que quería era
estudiar.
Todos mis años escolares los estudié en escuelas diferentes, dado que mi
mamá tenía dificultades para encontrar personas que se hicieran cargo de mí;
pero eso no fue un impedimento para continuar con mis estudios, ni siquiera que
en algunos años tuviera que caminar kilómetros para ir a estudiar. En el colegio
siempre sentí que tenía un talento para que la gente me siguiera, para liderar
procesos, pero pocas veces usaba esa cualidad, ya que los papeles de personera y
asuntos por el estilo no me llamaban mucho la atención.
Cuando cumplí 16 años quedé embarazada y tuve que dejar mis estudios
por un largo tiempo mientras me acomodaba a mi vida de mamá y además porque
la situación económica no me daba para estudiar. Un par de años después, ingresé
a estudiar en una nocturna que me quedaba muy lejos de la casa, pero igual yo
asistía caminando, siempre con muchas ganas de aprender, hasta que al final de
año no tuve con que pagar la matrícula y no me pudieron reconocer ese tiempo de
estudio. Años después ingresé a estudiar los sábados en otro colegio para el cual
era imprescindible tomar dos buses; yo me conseguía lo del bus lavando ropa y lo
de los materiales lo conseguía haciendo tareas a compañeros y cuando ya se iba a
terminar el periodo escolar, un fin de semana antes de la fecha límite para el pago
de matrícula, justo conseguí trabajo como empleada doméstica interna en una
casa; allí pude negociar con mi patrón que me permitiera salir en las noches para ir
a clase y volver en cuanto terminara. Fue muy difícil y duro para mí, para mi niña,
pero lo logré, y al final del año 2002 me pude graduar del bachillerato y cambié de
74
Sembrando para servir

empleo.
Ya en el inicio del año 2007, ingresé a un programa que desarrollaba una
joven brillante del barrio El Limonar, Flor Vargas. Allí conocí un montón de mujeres
que como yo nos adentrábamos en el conocimiento y el vivir del empoderamiento y
del movimiento feminista. Allí me sentí como si despertara al mundo; aprendí
rápido e incorporé a mi vida la filosofía de este movimiento y pronto fui aceptada
como una de las talleristas del Grupo de Mujeres Crisálidas, que brindaba
formación a otras mujeres, niñas, jóvenes y adultas. Fui invitada a participar en
otros procesos de formación que tenían que ver con el tema, hice parte del grupo
de danza oriental que tenía el grupo y presentamos la danza al final del proyecto
para toda la comunidad. También cofundé el grupo de danza oriental de la Casa de
la Cultura de Itagüí. En ese mismo periodo comencé a ser consciente de mis
potencialidades, y gracias en gran parte a Flor reuní valor para juntar algunos de
mis poemas y escritos y presentarme al concurso de Mujeres Jóvenes Talento de
Medellín en la modalidad de Arte-Literatura en donde quedé como finalista.
Me dediqué entonces a asistir a talleres de poesía, en la Casa de la Cultura
de Itagüí y en la Casa de la Cultura de San Antonio de Prado. En los talleres conocí
gente a la cual le gustaron mis escritos y fui invitada varias veces, en diversos
estamentos culturales de estos dos municipio y además de Envigado, a hacer
lecturas, por lo cual recibía un reconocimiento económico, además de las
presentaciones de danza, con las cuales ayudaba bastante a solventar deudas, ya
que vivía sola con mi hija y tenía que hacerme cargo de ambas. Ese mismo año
tuve también valor para presentarme a la Universidad de Antioquia al pregrado de
Antropología y afortunadamente pasé.
El primer año en la Universidad fue tremendamente duro, pero no me rendí
ya que mi objetivo era claro: estudiar. También ingresé a hacer parte de un grupo
llamado Piki-Rojas, un grupo de mujeres que tenía como objetivo hacer incidencia
política a través del arte. Ya para mi cuarto semestre Flor me habló de la Fundación
Mahatma Gandhi, una Fundación que me ha enriquecido la vida de varias
maneras, en las cuales la ayuda económica cumple una gran función, pero no al
nivel de su función emocional y de formación en mi vida, pues primero, el haber
creído en mí para hacerme parte como becaria, es un gran obsequio que valoro
mucho. El otro elemento, de vital importancia, son las formaciones que he recibido
en los talleres, pues con ellos he aprendido técnicas para resolver mejor algunos
conflictos de mi vida y para buscar en mí misma ese espacio de paz que promulgó
Gandhi. Por estos regalos, me siento muy agradecida con la Fundación y espero
que construyamos en común espacios de noviolencia en mi sociedad.

75
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Deicy Elena


Bermúdez Hurtado, hija de Elelis
Hurtado Murillo y Nicolás Bermúdez
Rentería; nací en Istmina, un pequeño
pueblo ubicado en el departamento del
Chocó.
Mi familia es grande; por parte
de padre tengo 13 hermanos y de
madre 3, y con estos últimos he
construido una verdadera relación en
familia; soy la menor de todos ellos.
Mis hermanos más cercanos son
Deicy Elena Bermú dez Hurtado
Nallyth Sánchez Hurtado, James
Sánchez Hurtado, Nicolás Bermúdez Derecho
Hur tado y Alexander Bermúdez Universidad de Antioquia

Asprilla.
Además de estar rodeada de mi familia próxima, crecí con mis sobrinos,
los hijos de mi hermana Nallyth, quienes también hacen parte del núcleo
familiar.
Sin embargo, crecí en un contexto sano y con una excelente formación en
valores como el respeto, la honestidad, la solidaridad, etc., esto con la
orientación, principalmente, de mi abuela, pues mi madre y padre viajaban
continuamente por sus trabajos. Ella se dedicaba a la docencia y él a la política.
Las condiciones económicas de mi familia cambiaron cuando yo tenía
aproximadamente 14 años, debido a que tanto mi madre como mi padre
empezaron a tener dificultades de salud y a la edad de 15 años, cuando
terminé mi escuela secundaria, en un colegio técnico comercial, decidí trabajar
para generar ingresos que permitieran ayudar al sostenimiento de mi familia.
A la edad de 15 años también tuve el privilegio de hacerme cristiana,
experiencia que cambió mi vida y le dio un giro muy significativo a mi
crecimiento personal y profesional.
Gracias a Dios y a mis logros en la secundaria, se me abrieron muchas
puertas laborales donde era recomendada por mis profesores de bachillerato y
debido a ello obtuve una amplia experiencia laboral trabajando como docente,
secretaria y coordinadora de la oficina de atención al cliente de la Empresa de
Servicios Públicos del Chocó, en Istmina.
Además de trabajar, decidí continuar formándome, razón por la que
inicié mis estudios universitarios en Idiomas, en el Extramuro de la Universidad
76
Sembrando para servir

Tecnológica del Chocó localizado en Istmina; etapa muy complicada y difícil


porque tuve que asumir cargas económicas familiares y el reto de estudiar y
trabajar al mismo tiempo. He sido la primera de mi familia que ha logrado ir a la
Universidad hasta el momento.
En el año 2002 mi padre murió y la salud de mi madre se complicó un
poco más, lo que me obligó a continuar trabajando para ayudar al
sostenimiento de mi familia y en este tiempo pude acceder a un empleo en el
que se abrieron puertas también para mis hermanos James, Nallyth y Nicolás,
lo que me trajo algo de tranquilidad porque esto me daba la oportunidad de
disponer más de mi tiempo y mis ingresos.
Culminé mis estudios universitarios, sin poder graduarme hasta el
momento, por problemas presentados en la Universidad y a pesar de la
oposición de algunos miembros de mi familia, decidí empezar Derecho en la
Universidad de Antioquia, con la pretensión de, una vez graduada, poder
trascender en el cambio del estado de cosas de mi región, especialmente mi
departamento, Chocó. En el año 2007 fui designada para representar a mi
iglesia en un Intercambio cultural con la organización Comité Central Menonita
durante un año, en el que pude servir y recibir algo de entrenamiento en
liderazgo y noviolencia o educación para la paz.
Posteriormente, a mi regreso al país, decidí reingresar a la Universidad
de Antioquia, para continuar con mis estudios en derecho y con la idea de
trabajar, pero encontré algunas dificultades para ello; además, volví con todas
las energías y las ganas de continuar formándome y trabajando en torno a la
noviolencia y participando en las actividades y proyectos de la Iglesia. Entonces
fue cuando, en mi búsqueda, leí un aviso de convocatoria de la Fundación Gan-
dhi, lo que llamó poderosamente e ipso facto mi atención e inmediatamente
ingresé a la página Web con el propósito de conocer un poco más. Procedí a
hacer las llamadas respectivas y presentarme al proceso de selección, el cual,
gracias a Dios logré pasar y por lo que me siento privilegiada.
Actualmente, soy becaria de la Fundación Mahatma Gandhi y gestiono
algunos recursos para poder pagar los gastos de sostenimiento que requiero
mientras termino mi carrera. Además, estoy en séptimo semestre de Derecho
en la Universidad de Antioquia, en la que he recibido la matrícula de honor en
varias oportunidades y la distinción de mejor estudiante por nivel. Por otro lado,
procuro estar involucrada en proyectos y movimientos sociales al interior y por
fuera de la Universidad, tales como Afroudea, que trabaja en temas de
empoderamiento y educación de la población afro-descendiente en Medellín y
desde los espacios en los que me encuentro multiplico y enseño sobre
noviolencia.
Soy una mujer muy bendecida por Dios y creo firmemente que todo lo
que tengo se lo debo a Él y a las personas que me ha permitido conocer y espero

77
Cien voces hechas realidad

poder devolver lo que he recibido hasta ahora, pues de gracia recibisteis, dad
de gracia. Agradezco altamente a la Fundación, al doctor Hari, a su esposa y la
señora Ana Lucía por el apoyo que he recibido, tanto económico como moral y
la formación en liderazgo y noviolencia, pues ha sido una ayuda poderosa para
que pueda continuar mis estudios en derecho y para mi crecimiento personal y
como líder.

Por amor existimos y para amar vivimos,


aprender a vivir es aprender a amar,
solo quien ama vive”.
Mahatma Gandhi

78
Sembrando para servir

Durante el Festival de la Noviolencia los becarios y colaboradores de la Fundación se visten


como Mahatma Gandhi para llevar su mensaje de la noviolencia a todos los rincones de la
ciudad.

79
Sembrando para servir

S oy hija de José Alonso Zapata y


Dolly del Socorro Jiménez, nací en
Barbosa, Antioquia, y fui la cuarta de
siete hijas. Cuando tenía 7 años mi
madre se enfermó de gravedad y
tuvieron que hospitalizarla. Desde
entonces empezó la dura tarea de existir
sola y sin el apoyo de ella porque mi papá
era un hombre temperamental, agresivo
y con muchos problemas de conducta.
Yo tenía 10 años cuando mi mamá murió
y a pesar de que era una niña alegre fue
como si se hubiese ido mi vida también. Yudicelly Zapata Jimé nez
Mi papá nunca quiso tener hijas Trabajo Social
mujeres porque eran un encarte para él y Universidad Minuto de Dios

sin saber qué hacer con tantas hijas y tan pequeñas las repartió en casas
diferentes. A mí me enviaron a Bello con una tía, hermana del papá, quién me puso
como empleada del servicio para que de esta manera le pagara el cuarto año, que
estaba cursando. La convivencia en este lugar no fue fácil y antes de terminar el
año me devolvió al pueblo con mi papá, bajo el pretexto de que no respondía bien
en los estudios, en los cuales me volví a atrasar, a pesar de que en la escuela que
estaba me dieron el año ganado por las excelentes calificaciones que tenía.
Debido al maltrato físico y psicológico por parte de mi padre, a los 12 años
huí y me oculté en casa de un vecino. Quince días después me fui para la casa de
una compañera; la mamá de ella me aceptó y luego me consiguió trabajo interna
en una casa de familia en donde comenzó una nueva, difícil y a la vez linda vida.
Trabajé durante 2 años con esa familia sin devengar salario alguno, pero me
proporcionaron cuidados, educación, principios morales, entre otras muchas
cosas. Empecé a crecer y los hombres me miraban con otros ojos, así que me tocó
desistir de estar allí. Empecé a rodar de casa en casa. En muchas ocasiones me
sentaba a llorar y a reprocharme; no entendía por qué las cosas eran así sabiendo
que no era una niña mala; también me preguntaba por qué estaba sola sin mi
mamá y no había respuestas, pero esto me daba también fuerzas para seguir
adelante y continuar mi propósito de terminar los estudios.
A los 16 años me fui a vivir con el primer hombre que me prometió una
familia feliz, y yo necesitaba sentir que podía ser parte de una familia, así que
pensé que era la oportunidad y mi mejor opción. Durante 5 años se repitió la
historia de mi madre. Tuve 2 hermosos hijos, pero lamentablemente el segundo

81
Cien voces hechas realidad

falleció debido a un maltrato físico de que fui objeto cuando estaba en embarazo
del niño, motivo por el cual terminé con esta relación.
Decidí volver a empezar porque quería ser una gran profesional, así que
busqué a mi hermana mayor en Armenia, Quindío, y me fui a vivir allá. Me sentía
muy orgullosa de ser una bachiller y poder trabajar por un salario; además, ahora
tenía una personita más en quien pensar, así que el sueño no era para mí sola, ya
que éramos dos. Las cosas fueron duras, pero le agradecía a todas las personas
que me enseñaron a confiar en Dios y a conocer de él pues si no me hubiesen
hablado de Dios no sería lo que soy en este momento.
A los 23 años regresé a Medellín a reconciliarme con las personas que me
hicieron tanto daño, en especial con el padre de mis hijos y mi papá, aunque este
último cuando yo tenía 15 años lo había llamado y le había dicho que lo amaba a
pesar de todo. En Medellín seguí trabajando algún tiempo con la empresa de
seguridad con la que trabajaba en Armenia; me presenté a la Universidad y con un
crédito en la cooperativa, las primas y las vacaciones costeaba estos gastos. La
situación a veces se tornaba difícil porque también tenía que pagar arriendo,
servicios, etc., pero la gente que me rodeaba me motivaba bastante,
especialmente la profesora de Psicología, por la que supe de la Fundación Gandhi y
de toda su gente, la cual amo mucho. Pasé el proceso de selección y ya llevo 3 años
gozando de los beneficios que la familia Gandhi me ha ofrecido para poder
continuar mis estudios sin tantos tropiezos.
Conocí a Leonardo Vergara P., con quien me casé en 2005. Mi hijo Kevin
cumplió 10 años y Estefany 2. Tengo un hogar bajo la filosofía de la noviolencia,
poniendo en práctica todo lo aprendido en la Fundación. Actualmente tengo 27
años y estoy próxima a ser una excelente trabajadora social.
Doy gracias a la Fundación y a todos los que hacen parte de ella, por ser
parte de mi vida, por darle luz a mis metas, por enseñarme el valor de las pequeñas
cosas, por acompañarme en ese hermoso proceso de formación académica y
personal, y por todas las bendiciones que ha traído a mi existencia.
De don Harivadan admiro su valentía y respetuosamente digo que me
encanta su forma de ser porque cree en los demás, en que hay un mañana y que se
puede transformar. Recuerdo las palabras que usted un día nos dijo en su casa de
El Retiro: no hay estrellas en el suelo, pero usted las baja para nosotros. Lo admiro
mucho. Muchas gracias. Doña Hasita, gracias por apoyar esta hermosa labor,
gracias por haber soñado en grande y haberse decidido por nosotros los jóvenes.
Don Diego, gracias por su tolerancia, por su humildad para dar el conocimiento,
porque sus enseñanzas son replicadas en mi vida y en la de muchos jóvenes.
Gracias por permitirme estar en sus talleres con mis hijos. Doña Ana, qué linda
eres, siempre sonriente y fresca, ese esplendor de amor, de paciencia, de
neutralidad, gracias porque siempre has estado ahí para atenderme, para
escucharme.

82
Sembrando para servir

N ací en Medellín el 13 de
octubre de 1986; desde entonces
tuve la desdicha de que apenas mi
papá se dio cuenta de que mi mamá
estaba embarazada lo único que hizo
fue darle la espalda y dejarla sola.
Gracias a Dios ella es una mujer muy
emprendedora y desde ese momento
hemos podido salir adelante. Ahora
vivo con mi mamá, Bertha Edilia
Hurtado, quien trabaja en oficios
varios en un edificio, y con mi Sergio André s Sierra Hurtado
padrastro José Ómar Sierra, Ingenierıá Civil
trabajador independiente de una Polité cnico Colombiano
cerrajería, y quien acompañó a mi Jaime Isaza Cadavid

mamá desde que yo tenía dos años; además de hacerse cargo de la familia
me dio su apellido.
He vivido toda mi vida en el barrio Santo Domingo Sabio, en la
comuna nororiental de la ciudad, donde me ha tocado presenciar muchas
situaciones de conflicto, pues como saben fue uno de los barrios más
violentos de Medellín. Estudié mi primaria en el colegio Aldea Pablo VI, una
escuela cuyas profesoras son monjas, donde se exigía un buen rendimiento
académico al tiempo que nos enseñaban buenos principios morales; en
1997, después de haberme graduado de primaria, inicié mis estudios
secundarios en el liceo Santo Domingo Sabio, donde me destaqué por mi
buen rendimiento académico, además de mi capacidad de liderazgo; fui
representante de grupo en los grados 10 y 11, debido a lo cual tuve la
oportunidad de estar en el grupo de formación en liderazgo del Club Rotario
Nuevo Medellín; también trabajé con un párroco del barrio a quien le
colaboraba en un programa de obras sociales donde en Navidad
repartíamos regalos y mercados a las familias menos favorecidas del barrio
La Cruz y algunos otros.
El 7 de octubre del 2004 nació mi hijo Andrés Felipe Sierra; fue un
año complejo ya que era el mismo en el que me graduaba de bachillerato; la
situación en mi casa no era muy alentadora ya que a causa del problema
que mi papá tiene con el alcohol teníamos muchos conflictos; en ese
83
Cien voces hechas realidad

entonces solo pensaba en salir a trabajar para poder responder por mi hijo y
ayudar también en mi casa. Empecé con trabajos de poca estabilidad como
fue en contratos de instalaciones de electricidad, en un contact center
donde mi función era vender tarjetas de crédito vía telefónica; al ver que no
encontraba algo estable decidí trabajar con mi padrastro con quien he
podido aprender mucho sobre el oficio de la cerrajería.
En el año 2006 tuve la iniciativa de empezar un proceso becario con
el Presupuesto Participativo de Medellín, en el cual no pude salir favorecido,
ya que entre el Municipio y el Politécnico no se pudo hacer ninguna
negociación; para no perder el cupo en la Universidad, con unos ahorros
pude pagar el primer semestre. Un amigo de la Universidad, al enterarse de
mi situación, me puso en contacto con la Fundación Mahatma Gandhi
donde inicié un proceso de selección y salí favorecido; allí he tenido la
fortuna de conocer gente maravillosa, como lo son ustedes, los becarios, la
parte administrativa y el doctor Hari, con los cuales he podido compartir
muchas experiencias que han enriquecido mi vida. Además con todos los
talleres a los que he asistido he podido desarrollar más habilidades como
líder y más como un líder pacífico; he aprendido también mucho sobre la
ideología de Mahatma Gandhi, la cual he podido compartir con otras
personas. He podido aprender mucho de las mentorías, porque también he
podido compartir gratas experiencias con mi mentor, Juan José Malma;
todas esas charlas que tenemos después de cada taller y las experiencias
que él ha tenido a lo largo de su formación me han hecho crecer.
Quiero expresar mis más sinceros agradecimientos a las personas
que han hecho que mi vida tome un rumbo hacia el éxito; a mis padres por
todo lo que han podido brindarme, a la Fundación, en especial al doctor
Harivadan, al doctor Diego Naranjo y a Ana Lucía, quienes han creído en
nosotros y nos han apoyado, a mi mentor y a todos los que están haciendo
posible una de mis metas. Mil y mil gracias.

Por la libertad de mi pueblo estoy dispuesto


a dar gustosamente mi vida, pero por nada,
estoy dispuesto a quitarle la vida a otro”.
Mahatma Gandhi

84
Sembrando para servir

E l viernes 9 de agosto de 1985, a las


3:30 am, nace una niña a la cual le
ponen por nombre Sulay Andrea, hija de
Dalila María Tobón y Omar Livid Yepes
Cardona; mi nacimiento fue de forma
prematura, motivo por el cual el tiempo
que me faltaba lo viví en la incubadora.
Este proceso trajo consecuencias en mí,
es decir quedé invidente debido al
oxígeno y la luz que trasmite, y me quemó
la retina de mis ojos.
Tres años después nace mi
hermano; eso representó una compañía Sulay A ndrea Yepes Tobó n
y además ya tenía con quien jugar. Filosofıá
Cuando yo tenía cinco años, un martes Universidad de Antioquia
21 de mayo de 1990, mi papá en la
mañana me vistió de blanco y me dijo que nos cambiaríamos de casa y se fue para
donde mi abuela paterna; llegó la noche y mi padre no regresaba a casa; a eso de
las 8:30 pm llamaron a la puerta y le informaron a mi madre que mi padre había
fallecido. Lo que le sucedió fue que le dio un coma diabético; debido a esta
situación mi madre se fue a vivir donde mi abuela materna. Allí vivimos dos años;
luego, mi mamá se fue a vivir con otra persona y yo me quedé a cargo de mi abuela.
A mi madre la veía cada ocho días y en vacaciones me iba para la casa de ella.
A los siete años empecé mis estudios en un colegio llamado Francisco Luis
Hernández Betancur, donde me enseñaron a escribir y leer en braille; en este
colegio estudié hasta segundo de primaria; luego terminé la primaria en el colegio
Centro Educativo Carmelita por una beca que me dejó mi papá antes de morir, ya
que la ilusión de él era que yo estudiara en este colegio y la rectora le cumplió su
deseo. El bachillerato lo cursé en el colegio Santos Ángeles Custodios, donde me
caracterizaba por ser una niña alegre, servicial, estudiosa, entregada, tierna,
ordenada; siempre estudiaba con fotocopias, con los libros de los profesores, que
me leían mis compañeras, mis primos y mi hermano. Después de finalizar el
bachillerato una amiga me invitó a participar en una convivencia dirigida en el
Verbumdei (Palabra de Dios); esta comunidad católica está ubicada cerca de las
torres de Bomboná y me ha apoyado en mi crecimiento personal; actualmente
participo en ella, no solo como integrante sino como una de las catequistas, y como
apoyo para la escuela de niños. Además, estudio Filosofía en la Universidad de
Antioquia, vivo en Guayabal con mi mamá, mis hermanos Alejandro, Juan Carlos,
Harold, Viviana y Laura.
Conocí la Fundación Mahatma Gandhi por medio del colegio donde estudié
85
Cien voces hechas realidad

bachillerato, ya que esta fue a dar una conferencia y uno de los profesores me
invitó como asistente. A Dios le doy muchas gracias de todo corazón porque me dio
la vida, y cada día me da medios para que yo me conozca y a la vez me descubra
como persona; algunos de estos medios son amigos, la comunidad, la Fundación,
entre otros.
Una experiencia hermosa para reflejar lo anterior es el dictar los talleres de
noviolencia con la Fundación, ya que esta nos incentiva a dar lo que recibimos y
tenemos; cada día cuando dicto el taller aprendo, hago algo con las personas con
que me relaciono; lo que más me gusta es enseñarles a los sordos, pues ellos son
unas personas muy aisladas por la parte del lenguaje pero cuando se establece
una forma de comunicación con ellos estos son seres sensacionales, de
sensibilidad profunda y de gran percepción.
Con la Fundación no solo me he sentido apoyada económicamente, sino
que por medio de los talleres que nos ofrecen, me han enseñado a integrar los
pequeños detalles que se pueden convertir en grandes conflictos al pasar el
tiempo. Este proceso se hace más personal con el apoyo de mentorías, dado que
mi mentor y yo asistíamos juntos a los talleres y, luego, por correo, por teléfono y en
citas concretas; lo aprendido no se queda en palabras sino que se aplica en
hechos determinados, es decir, en situaciones personales que se están viviendo
en el momento o se vivieron en el pasado. Y aprovechábamos las reuniones en la
Fundación para saber cómo estábamos. Este comportamiento me pareció muy
adecuado dado que uno no encuentra personas que aprovechen espacios
concretos para compartir. Él me enseñó que hay que estar dispuestos siempre,
aprovechar las oportunidades y estar abiertos a los cambios; gracias por esto, ya
que permite descubrir cómo es que se acompaña a una persona. La vida es un
constante reto para afrontar, una oportunidad para vencer los obstáculos que se
presentan; estos son medios para aprender y descubrirse a sí mismo.

He tomado sobre mis espaldas el monopolio


de mejorar sólo a una persona, esa persona soy yo mismo
y sé cuán difícil es conseguirlo”.
Mahatma Gandhi

86
Sembrando para servir

N ací en Medellín el 24 de octubre


de 1986. Mi familia es una de esas
familias antioqueñas normales, católica,
humilde y muy unida, conformada por mi
papá, Darío, quien se desempeña como
oficial de construcción; mi mamá,
Amparo, que es ama de casa, y mi
hermano, Alexander, que está en 11.
Siempre hemos vivido en el barrio
Popular de la Comuna 1 de Medellín.
Mis primeros estudios los realicé
en la Escuela Popular Eucarística Julio C.
Hernández de la cual fui personera Susana Yepes Cardona
cuando estaba en quinto de primaria. Al Licenciatura en Filosofıá
finalizar la primaria y gracias a la Universidad de Antioquia
profesora Luz Elena, quien siempre me
brindó sus consejos y acompañamiento, supe de la institución Santa Teresa,
dirigida por hermanas Salesianas, que se acercaba mucho a lo que mi madre y yo
queríamos para realizar mis estudios secundarios. Participé en el concejo
estudiantil en varias oportunidades y fui personera estudiantil. Allí formé parte del
grupo de teatro Ajedrez con quien he participado en varios de los montajes, entre
los que se encuentra Testimonios, una obra de creación colectiva que parte de la
realidad que viven muchos de los colombianos que sufren el desplazamiento
forzado por el conflicto armado, el desempleo, la violencia contra los niños, entre
otras situaciones que denunciamos por medio del teatro. Hemos presentado esta
obra en el Teatro Pablo Tobón Uribe, en la Corporación Cultural Nuestra Gente, en
la Casa del Teatro TECOC en Bello, y en la Institución Educativa Santa Teresa,
nuestra sede actual. Además, el grupo pertenece al programa de Clubes Juveniles
de la Alcaldía.
Terminando 11 me presenté y pasé a la Universidad de Antioquia, a
Licenciatura en Filosofía y a la Nacional, a Ingeniería Agrícola; opté por estudiar
Licenciatura en Filosofía porque lo mío definitivamente son las humanidades.
Debido a limitantes económicos para continuar los estudios y gracias a la
rectora del Santa Teresa, tuve conocimiento de la Fundación Mahatma Gandhi, y
me di cuenta de que becaban universitarios y los formaban como líderes de la
filosofía de la noviolencia propuesta por Gandhi, y que de ellos esperaban que
fueran multiplicadores de esta. Al parecer todo es una cadena; ha habido personas
claves en mi vida que me han mostrado buenos caminos. Estoy en la Fundación
desde el primer semestre en la Universidad. El primer año me alimenté de los
talleres de liderazgo, los cuales recalcan la labor e integridad del líder, el trabajo en
87
Cien voces hechas realidad

equipo, y la resolución de los percances o conflictos por vías pacíficas dentro de los
diferentes grupos sociales a los que pertenecemos, siempre guiados por las
enseñanzas de Mahatma Gandhi. Los talleres han pulido la concepción que tenía
sobre el liderazgo. Además de que ahora soy más abierta, más segura, menos
tímida, tengo claro que liderar un equipo, un proyecto, un grupo de personas
requiere del trabajo en equipo y de luchar por los mejores medios para un objetivo
común. A su vez los talleres nos prepararon para la realización del proyecto
comunitario que propusimos mis compañeros y yo, llamado Convivir en Familia es
Vivir en el Afecto, el cual desarrollamos en la escuela Julio C. Hernández de mi
barrio, ya que este ha sido muy afectado por la violencia provocada por sus mismos
habitantes. Decidimos trabajar la violencia intrafamiliar considerando después de
investigaciones que una de las posibles causas de que los jóvenes del barrio
llevaran una vida violenta y se mataran entre sí, era porque en sus hogares había
un ambiente conflictivo. De tal forma, fue muy interesante trabajar con los padres
de familia de los niños de cuarto de primaria de dicha escuela, y explicarles por
medio de diferentes talleres y actividades la importancia de buscar la solución a
los pequeños conflictos por vías pacíficas haciendo uso del diálogo, la negociación,
la comunicación y todos aquellos medios que conocimos y afianzamos por medio
de los talleres que nos ofrece la Fundación. Hubo un grupo de padres al que
sentimos que les llegamos porque demostraban su interés con la participación y
asistencia. La directora de la escuela quedó al igual que nosotros muy contenta
con las sesiones.
Sigo asistiendo a los talleres de la Fundación cada vez que me es posible
para retroalimentar lo aprendido, además de que cada año tienen cosas nuevas y
porque es la forma de integrarme con los nuevos beneficiarios que están
empezando este proceso de formación y de intercambiar experiencias, además de
relacionarme con las demás personas que hacen parte de la Fundación.
Cabe mencionar que durante este proceso las mentorías han sido
excelentes; siento que es importante tener a alguien que te haga ese
acompañamiento y que pueda terminar siendo un nuevo amigo que contribuye a tu
crecimiento y formación. Estoy comenzando el séptimo semestre y estoy muy
contenta por todos los logros que he obtenido hasta el momento y por todas las
oportunidades que la vida me ha brindado. ¡Gracias, Fundación Gandhi!

La violencia es el arma del débil;


la noviolencia lo es del fuerte”.
Mahatma Gandhi

88
Sembrando para servir

E l único verdadero tesoro que


posee el ser humano en la vida es el
amor del prójimo. Qué difícil es
despertarse un día y saber que por un
error tuyo se perdió un gran amigo, un
amigó como ningún otro, un amigo de
los que difícilmente existen; qué difícil
vivir con esos recuerdos de aquellos
momentos que se compartieron junto a
él.
En aquel tiempo culminaba el
año académico y todo transcurría de
Wilton Gó mez Henao
manera normal, corriendo a de aquí
Quım ́ ica Pura
para allá y de allá para acá, realizando
trabajos, evaluaciones y en algunas Universidad de Antioquia

ocasiones exámenes de habilitación; en aquel entonces tenía yo un grupo de


amigos, uno como ningún otro, uno de esos que están con vos en las buenas y
en las malas, esos que te soplan la respuesta cuando estas bloqueado en un
examen, un grupo de esos que te hacen ver la vida de forma diferente, que te
llaman la atención pero de una forma muy sutil cuando estas haciendo algo
indebido, un grupo de amigos inolvidable; es más, no eran solo mis amigos,
eran también mis panas, parceros, bacanes, compinches, eran mis hermanos
de pensamiento y juventud; ellos y yo planeábamos realizar una despedida ese
año como ninguna otra, pues ese tenía algo en particular, era nuestro último
año escolar; en los próximos días estaríamos recibiendo nuestro diploma de
bachillerato, por lo cual estábamos planeando realizar una fiesta de
graduación que nunca jamás ninguno de nosotros olvidaríamos, una fiesta en
la cual lloraríamos no solo de alegría por haber culminado nuestros estudios
básicos sino también añorando y recordando anticipadamente aquellos
momentos que nunca volveríamos a vivir (esa es para mí la mejor etapa del ser
humano); todo fue planeado con sumo detalle, se rumoraba entre los pasillos
del colegio que esa sería la fiesta del año pues el grupo de amigos míos y yo
gozábamos de gran popularidad entre los alumnos del colegio. Ya todo estaba
listo el lugar donde se realizaría la fiesta, la hora, los invitado; es más, algunos
teníamos ya planeada la ropa que nos pondríamos esa día pues sería muy
especial; nuestro padres estaban de acuerdo con esa fiesta pues consideraban
que era lo mínimo (el permiso) que podían darnos de regalo por haber
culminado tantos años de esfuerzo académico; en fin, todos desde alumnos,
89
Sembrando para servir

padres y profesores esperábamos el gran día.


Pasaron un par de semanas y llegó el día de la graduación; no sabíamos
por qué estábamos más ansiosos si por recibir nuestro diploma o por el baile
que se llevaría cabo en la noche; después de la ceremonia y del pomposo acto
protocolario cada uno se despidió y se fue a su casa a cambiarse y a alistarse
para la ocasión; la noche llegó, la fiesta empezó, todos se encontraban
departiendo de una forma muy alegre y amena, todos la pasaban bien excepto
unos persona: yo. Esa persona se estaba sintiendo muy mal pues sabía que
tenía una deuda pendiente por saldar, tenía un secreto guardado y que por
respeto a un amigo lo debía decir, y no solo decir sino también pedirle disculpas
por aquel error que había cometido meses atrás, por haberse dejado llevar por
un momento de debilidad y tentación traicionando así la amistad, sentía que
debía decirla solo por respeto a ese amigo y que además tenía que estar en paz
conmigo mismo. Tomó valor pues y se dirigió hacia él a decirle la verdad.
Primero le digo cuánto tanto lo estimaba y que pasara lo que pasara siempre lo
llevaría en el corazón como un amigo sin igual y que por más enojados o
distanciados que estuviéramos siempre lo recordaría como una persona
especial; luego tomo aire y le digo: lo que pasa es que algunos meses atrás
traicioné la amistad que vos me brindaste, traicioné la confianza y tuve algo con
aquella persona a la que amas mucho. Aquella noticia le cayó como un baldado
de agua fría, se quedó inmóvil y perplejo ante aquella confesión; yo por mi parte
esperaba una reacción violenta y eso lo entendería, le dije que lo sentía mucho
y que me arrepentía toda la vida de aquello que sucedió, me arrepentía de
haber sido tan débil y dejarme llevar por la ocasión y la situación. Él empezó a
llorar y a decirme que cómo lo había traicionado de esa manera. Después de
unos momentos en silencio me dijo algo que me quitó el aliento, que por un lado
me dio tranquilidad pero a su vez causó en mí una agonía que aún no se calma;
de su boca escuché las siguientes palabras: “Entiendo tu debilidad y no te
juzgaré por ello, pero solo espero que el tiempo logre sanar esta herida que ha
lacerado mi espíritu y mi corazón y cuando ese momento llegue espero estas
ahí para poder volver a ser esos amigos que hasta el día de hoy fuimos”.
Solo él y yo supimos de esa situación durante la noche pero obviamente
era inevitable ocultar la razón por la cual dos muy grandes amigos dejaron de
conversar y compartir buenos momentos y así los murmullos no se hicieron
esperar entre las demás personas, pero creo que ese es uno de los precios que
tengo que pagar por lo que hice.
Esa noche verdaderamente fue inolvidable para todas los asistentes a
la fiesta y en especial para mi amigo y para mí; aún cuando lo veo pasar por las
calles de mi barrio recuerdo aquellos momentos que juntos vivimos y es
inevitable que se me inunden los ojos de lagrimas añorando aquellos tiempos
que no volverán, pero solo le pido a Dios que algún día no muy lejano no sea

90
Sembrando para servir

demasiado tarde para poder yo volver a estrechar la mano de ese viejo amigo
que aún lo llevo en mi alma y en mi corazón.
Después de mucho reflexionar y de compartir momentos vivencias y
experiencias que la vida me ha puesto en el camino solo llego a una conclusión
de que afortunadamente la verdadera amistad no muere por errores
terrenales; es más, la verdadera amistad perdura por encima de la muerte
misma.

Con el puño cerrado


no se puede intercambiar un apretón de manos”.
Mahatma Gandhi

91
Cien voces hechas realidad

N ací en Medellín el 6 de octubre de


1984 y he vivido toda mi vida en el barrio
Villa Hermosa, al lado del batallón de
infantería de marina. Desde mi infancia
he vivido en una casa familiar con mis
papás, mis hermanas, mi abuelo y mi
abuela. Debido a que mi papá y mi mamá
quedaron en embarazo a muy temprana
edad, mi papá tenía 19 y mi mamá 18,
ninguno de los dos había terminado el
colegio porque se habían salido de
estudiar; sin embargo, mi mamá
pensaba volver al colegio; por eso Xiomara Alexandra Mejıá Garcıá
vivimos con los abuelos desde hace Medicina Veterinaria
mucho tiempo pero bueno, en medio de Universidad de Antioquia
todo no nos ha faltado nada.
En mi infancia teníamos una perra que se llamaba Llorca, con la cual yo
compartí gran parte de mis juegos y que cuando tuve 11 años murió de cáncer de
mama después de hacer metástasis; eso, recuerdo, fue uno de los golpes más
duros de mi infancia pues perdí mi amiga y compañera de juegos; en gran medida
ella influenció la selección de mi carrera en este momento.
Mi infancia no la recuerdo con mucha gratitud porque los niños de afuera
no me aceptaban y no jugaban conmigo pues desde pequeña he tenido problemas
visuales y tenía estrabismo; era bizca y de gafas y era muy flaquita; parecía una
caricatura. Entonces los niños se burlaban de mi apariencia poniéndome apodos.
Cuando entré a la escuela nada cambió en ese sentido; estudié en la escuela
Francisco Antonio Uribe, que queda en el parque de Villa Hermosa; mi profesora del
preescolar se llamaba Alcira; era una señora muy agradable y fue muy bonito
tenerla como profesora; de ahí en adelante tuve a Blanca Duque Villegas de
primero a tercero, quien me castigaba por todo y me llegó a decir que no iba a hacer
nada en la vida, que yo no servía para nada, teniendo apenas 7 y 8 años; es curioso
porque ahora estoy en la Universidad para ser una gran médica; en cuarto estudié
con una profesora muy buena que se llamaba Dillian y en quinto regresó mi
tormento con Blanca; en esa época mi papá trabajaba para un banco que se llama
el Citibank como conductor, en el cual trabajó por 11 años; a él le gustaba mucho
pues tenía muchas garantías y cosas chéveres para la familia. Yo entré a estudiar
en un colegio de monjas llamado La Presentación Santa Inés. Estudié hasta octavo
cuando en un recorte de personal de 60 personas despidieron a mi papá. Me tocó
salirme del colegio y entré a estudiar en uno llamado Alfonso López Pumarejo
ubicado en Boston, donde terminé en el año de 2002. Mi papá empezó a trabajar
92
Sembrando para servir

como conductor de taxi y hasta hoy trabaja en eso; él mantiene a toda la familia y mi
hermana mayor colabora un poquito porque ella se paga la Universidad; ella
estudia psicología en la Luis Amigó.
Luego del 2002 entré a estudiar Licenciatura en Ciencias Naturales en la
Universidad de Antioquia pero ya sabía desde los 11 años que lo mío era estudiar
medicina veterinaria; sin embargo, pasé como segunda opción; me presenté otras
tres veces y esa fue la vencida: pasé a Medicina Veterinaria. En segundo semestre
conocí a un amigo que me habló de la Fundación Mahatma Gan-dhi. Él se llama
Eduar y fue becario en algún momento. Yo pasé a Veterinaria en el oriente
antioqueño y siendo mi familia de Medellín hicieron todo lo posible por ayudarme
para estudiar allí, pero era muy difícil. Entonces decidí aplicar para la Fundación.
Conocí su filosofía y su gente aparte de que necesitaba la ayuda me enamoré de la
gente y de la filosofía de la Fundación, por lo tanto entré muy gustosa y cuando pasé
me sentí muy bien; fue un logro para mí, porque tenía la oportunidad de conocer
personas que son bastante especiales y aprender muchísimo; en la Fundación he
conocido personas bastante interesantes, inteligentes profesionales y he hecho
muy buenas amigas y amigos; he encontrado un gran apoyo para mi vida personal y
financiera, fuera de que he aprendido a mejorar en otros aspectos de mi vida
diferentes a mi profesión como es mi vocación por ayudar a otros y mis
capacidades de liderazgo; un año después de haber ingresado a la Fundación
comencé mi labor como líder multiplicador, y empecé a entrenarme en diversos
talleres para jóvenes líderes de la ciudad, en colegios, en la misma Fundación y
otros lugares; esa ha sido la parte que más me ha gustado de todas: el contacto
con jóvenes. También inicié un proyecto con varios becarios llamado grupo NOVHA
con el cual estuvimos dictando talleres en diferentes colegios de Medellín al
respecto del trato adecuado con los animales, puesto que uno de los pilares de la
noviolencia es que la violencia no se da solo entre humanos sino también hacia
otras criaturas. Mi camino con la fundación es muy largo y lo seguirá siendo.

La paz exterior no sirve de nada sin la paz interior”.


Mahatma Gandhi

93
Cien voces hechas realidad

A través de tomas pacíficas y el trabajo en conjunto con jóvenes y niños, la Fundación lleva el
mensaje de la noviolencia de Mahatma Gandhi a otros municipios.
En las fotos se ven tomas pacíficas en los municipios de El Retiro y Copacabana.

94
Cien voces hechas realidad

N ací en 1982, cuando mi mamá


tenía 18 años y mi papá 24. Mi mamá no
contaba con los estudios primarios ni
experiencia laboral. Mi papá conducía
una buseta para el barrio Santo Domingo
Sabio de la comuna nororiental de
Medellín. Mi infancia fue en general muy
feliz, pues era un niño muy perspicaz,
contaba con la aceptación de mis
compañeros y un inmenso cariño por
parte de todos los adultos,
especialmente mis profesoras de la
primaria. Esporádicamente esa infancia Jhoanny Duque M.
estaba salpicada por episodios de Ingenierıá de Petró leos
violencia intrafamiliar protagonizados Universidad Nacional
por mi padre, que comenzaba a
consumir bebidas alcohólicas y a frecuentar amigos a quienes no les agradaba el
trabajo honesto, además de que en el barrio comenzaba a gestarse un período de
violencia entre pandillas que duraría largos años y que regaría con abundantes
torrentes de sangre sus calles.
Comencé la primaria en una escuela del municipio de Puerto Valdivia,
Antioquia, donde mi papá conducía una volqueta en una mina de explotación de
minerales. Allí mi vida estuvo llena de experiencias maravillosas ya que estaba en
continuo contacto con la naturaleza, cosa que aún hoy me fascina, y además
conseguí muchos amigos. La profesora de primero de primaria me cogió mucho
aprecio porque estaba muy adelantado ya que cuando comencé el curso ya sabía
leer, escribir y las operaciones aritméticas fundamentales, pues en los ratos libres
en mi casa cogía los libros y estudiaba por mi cuenta, comenzando así a formar el
hábito del estudio que me ha servido durante toda mi vida para formarme una
concepción objetiva del mundo y de la realidad.
Un día tuvimos que salir repentinamente de esta casa ya que mi padre
había tenido algunos problemas de los cuales nunca conocí concretamente su
naturaleza. Volvimos a Medellín y nos instalamos en el barrio Castilla de la comuna
noroccidental de Medellín, frente a una cancha llamada la Maracaná; allí los
problemas del alcohol de mi padre se agudizaron y las peleas entre él y mi madre se
hicieron mucho más frecuentes, acompañadas de mucha violencia física, maltrato
psicológico y amenazas con armas de fuego; para entonces cursaba segundo de
primaria y en mi niñez no comprendía muy bien la problemática por la que pasaba
mi hogar. Para ese entonces tenía dos hermanas, una de 4 años y otra de 6. Un día
en la noche recibimos una llamada telefónica en la cual se le anunció a mi madre
96
Sembrando para servir

que mi padre había sido asesinado por desconocidos que le habían propinado
cinco impactos de bala en la cabeza y que su cuerpo sin vida se encontraba en
policlínica; ella comenzó a llorar y a delirar, me comunicó la noticia con las
siguientes palabras textuales que aún hoy recuerdo vívidamente: “hijo, mataron a
su papá”. Fue el primer shock de mi vida; recuerdo que entré en pánico y comencé
a tirar todas las cosas que encontraba a la mano en mi casa. Esto sucedió el 21 de
septiembre de 1991 cuando yo contaba nueve años de edad. Vivíamos en una
casa alquilada; mi madre, abandonada con tres hijos, encontró empleo como
cobradora en un peaje, con lo que nos pudimos sostener bien durante un año al
cabo del cual fue despedida. Por carencias económicas nos trasladamos
nuevamente al barrio Santo Domingo, donde mi madre comenzó a trabajar en un
bar y también comenzó a tener problemas con el alcohol; no contábamos con
ningún tipo de apoyo económico y comenzaron tiempos muy duros, pues vivimos
en muchísimas piezas alquiladas (en condiciones casi de hacinamiento) y de las
cuales éramos echados por falta de pago.
Los años tercero, cuarto y quinto de primaria los cursé en la escuela María
de los Ángeles Cano Márquez, y conté con una gran aprobación por parte de mis
profesoras, las cuales me tomaban un gran aprecio y me impulsaban a que
siguiera adelante librando los obstáculos del camino. Por esa época era muy
popular entre mis amigos y me iba muy bien académicamente. Comencé a ser
acólito en la parroquia, labor que me ayudó mucho en mi formación religiosa, ya
que hasta entonces había sido nula y mi interés fue creciendo hasta hacerse muy
grande y ser notorio ante el párroco, por entonces el presbítero Roberto Hugo
Múnera Restrepo, muy carismático e interesado en las personas, quien me
incorporó en un grupo de orientación vocacional hacia la vida religiosa, en el cual
participé activamente. En esos días mataron un acólito en un fuego cruzado entre
pandillas y todos nos sobrecogimos de espanto ante ese hecho. Fueron días muy
felices de mi vida a pesar de las dificultades porque me gustaba mucho ayudar en
la iglesia y contaba con gran aprobación de la comunidad.
Comencé primero de bachillerato y fui promovido a segundo de
bachillerato a causa de mi rendimiento académico, lo cual me motivó mucho ya
que podía aspirar al seminario para el siguiente año, el cual comenzaba en tercero
de bachillerato. Comencé a asistir a los cursillos vocacionales pero me desanimé
cuando me confronté con los costos, los cuales eran imposibles de pagar para mi
condición. Alguien me recomendó que dirigiera una carta a la lamentablemente ya
disuelta Corporación Santo Domingo Sabio, liderada por la señora Gloria Villegas
de Molina pidiendo auxilio para la financiación de mis estudios en el seminario y
recibí la respuesta afirmativa en la cual se me informaba que la Corporación
correría con todos los gastos en el caso de que fuese recibido en cualquier
seminario. En esos días conocí un reclutador vocacional de la congregación
religiosa Legionarios de Cristo y me gustó mucho el carisma y el estilo de vida de su
seminario, ya que transcurría entre la oración, el deporte, la formación humana y la
formación intelectual en medio de un clima de silencio muy apropiado para la

97
Cien voces hechas realidad

reflexión y el conocimiento interior. Ingresé a este seminario y la verdad fueron casi


los tres mejores años de mi vida, pues acompañábamos los momentos de oración
con una intensa formación intelectual y humana.
Un día me sentí melancólico porque nunca podía dejar de pensar en mi
familia y las múltiples carencias que sufrían, así que decidí retirarme y mejor tratar
de ser un sacerdote diocesano para de esa forma estar más cerca de ellos. Volví al
barrio y en ese tiempo atravesaba por la peor oleada de violencia de toda su
historia; algunas bandas se disputaban sangrientamente el control territorial del
barrio apoyados por organizaciones narcotraficantes que les proporcionaban
armamento y motocicletas. Terminé mi bachillerato a la edad de 19 años y
comencé a trabajar y responder por mi familia; tuve muchísimos empleos tales
como auxiliar contable, profesor de inglés, de matemáticas, oficial de electricidad,
vendedor de mostrador, programador de bases de datos, asesor de propiedad raíz,
mensajero, entre otros. Durante mis ratos libres cultivaba el estudio de las
matemáticas y el inglés. El ideal de ser sacerdote se fue viendo un poco frustrado
por las múltiples responsabilidades que adquiría para el sostenimiento de mi
familia. Como no había presentado el examen del ICFES lo hice en el año 2003 y
me fue muy bien: quedé en el puesto número once en la ciudad de Medellín, lo cual
me dio una gran satisfacción y me hizo pensar que debería seguir una carrera
universitaria para no desperdiciar mí tiempo. La que más me gustaba era
Ingeniería Eléctrica por razón de mi amplia experiencia en empresas del sector
electromecánico. Sin embargo, una amiga me hizo algunos comentarios sobre
Ingeniería de Petróleos y me interesé inmediatamente; busqué en Internet el
pensum y me fascinó debido a la mezcla de ciencias exactas y conocimientos
científicos que incluía el plan de estudios. Me presenté a la Universidad con un
dinero que me prestaron y afortunadamente pasé. Para comenzar el primer
semestre me vi obligado a abandonar mi trabajo, quedando sin ninguna clase de
sustento económico para mi familia y para mí, cosa que estuvo a punto de hacerme
desistir; sin embargo me abandoné a la voluntad de Dios y justo antes de comenzar
el semestre encontré un empleo como profesor de inglés y matemáticas en un
instituto de validación del bachillerato por horas, el cual me daba tiempo para
estudiar, aunque poquísimo, y me proporcionaba dinero escasamente suficiente
para llevar los alimentos a la casa, en la cual estaba una de mis hermanas con dos
hijos sin padre, mi madre y un hermano de 9 años que mi madre tuvo durante mi
estancia en el seminario.
Nos tocó vivir en ranchitos en el barrio Carpinelo (parte alta de la comuna
nororiental), pero aún así seguimos adelante. Un día un amigo llamado Wilton me
comentó su experiencia en la Fundación y me dio el número telefónico; esto me
interesó muchísimo, pues si me aceptaban también a mí podría distraerme menos
trabajando y dedicarle un poco más de tiempo al estudio para obtener un mejor
promedio. Gracias a Dios pasé y la ayuda de la Fundación ha sido invaluable para
mí; le doy gracias a Dios por mandar al mundo personas que incluyan en su plan de
vida ayudar a los demás, creo que una gran recompensa espera en el cielo a

98
Sembrando para servir

personas como don Harivadan Shah, que desinteresadamente donan parte de su


dinero para que otras personas puedan realizar sus sueños y convertirse en líderes
de la sociedad; más ejemplos como este son los que necesita el mundo de hoy. En
este momento mi ideal es culminar mis estudios, crear una Fundación que ayude a
las personas de las partes altas de la comuna nororiental y luego ordenarme como
sacerdote para continuar multiplicando la labor que entidades como la Fundación
Mahatma Gandhi vienen realizando.

Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.


Mahatma Gandhi

99
Cien voces hechas realidad

H ago par te de una familia


compuesta por 3 hermanitas, mi padre y
mi madre. Crecí en un ambiente muy
humilde; mis padres se conocieron y
después de un año se casaron sin tener
ninguna estabilidad económica; me
cuenta mi mamá que mi padre trabajaba
en vigilancia, y que pagaron arriendo en
varias partes, no en casas, si no piezas.
Yo soy la menor de mis hermanas, nacida
gracias a un regalo de Dios, creo yo, para
mi hermana mayor, Erika Acevedo.
Porque el día que ella cumplía sus 4 Cindy Vanessa Acevedo David
años, yo nací. Nadie de mi familia sabía Contadurıá Pú blica
de mi nacimiento, pues criticaban a mi Corporació n Universitaria Luis Amigó
madre por tener varios hijos, siendo tan
pobres, pero ellos se alegraron mucho por mi gran salud; no conté con muchos
recursos, solo con un vestido, el cual a mi nacimiento no me sirvió; a medida del
tiempo mi madre notó en mí una capacidad de atención y de escucha, entre
muchas otras cosas, así que con todo lo que le implicaba tomar esta decisión, hizo
lo posible por pagarme una escuela particular; hice el kínder allí, luego en una
escuela pública, La Miranda, donde comencé mis estudios; mi primera profesora
vio tantas capacidades en mí, que quiso pasarme de primero a segundo, pero yo no
quise, porque quería mucho a mi profesora; ella siempre me quiso, me protegía, y
aliviaba todos los problemas que surgían en mi casa; luego, la misma profesora
intentó pasarme de segundo a tercero, sin ningún logro, porque tampoco lo permití.
Mi mamá es ama de casa, y siempre hacía los mayores esfuerzos para que
lográramos nuestro objetivo, que era terminar los estudios; poco sabía yo, por ser
la menor, de todos los problemas y dificultades que mis padres tenían para que yo
estudiara; si los hubiera comprendido, en su tiempo, no me habría negado para
que me promovieran, ya que habría sido un ahorro inmenso para ellos. Fui
creciendo, cursé tercer año, más iba comprendiendo las tristezas de mi madre;
todo marchaba, para mi mundo normalmente, hasta que mi padre se quedó sin
trabajo; pasaron 6 meses en la misma situación; no había forma de seguir
cumpliendo con la cuenta de los arriendos, los mercados, el estudio y muchas más;
como era tan pequeña no podía comprender por qué mi papá si no tenía trabajo,
iba y venía de un lado a otro sin saber qué hacer; luego llegó la noticia que nos
pasábamos de casa, y que todas cambiaríamos de colegio inmediatamente. Hasta
la casa de mis muñecas era más cómoda y habitable que la nueva casa que mi
padre consiguió, pero era de nosotros, era propia, eso era lo único que importaba.
100
Sembrando para servir

Las cosas parecían ir bien, pero no, todo andaba mal, mi madre tenía lesiones a
cada rato, en la casa no cabíamos con tantos agujeros, nos tocaba dormir con
plásticos, porque más llovía adentro que afuera, todo era muy triste; mi hermana
Daniela tuvo una enfermedad que todavía recuerdo con mucho dolor; no pasaba
noche que no llorara por un fuerte dolor de cabeza que duró mucho más de un año,
y yo sin estar ahí, sin poder acompañar a mi madre en todos esos dolores que
sentía, porque para mí no había cupo en el colegio, y mi madre me dejó en la casa
de una amiga, para que terminara mis estudios en el anterior barrio. La vida fuera
de mi casa fue una dura decisión; para mi familia no era nada fácil dejarme allí; me
enteraba de que mi madre lloraba a cada rato, pero era un esfuerzo que debía
hacer si quería que llegáramos a ser alguien en la vida; solo el estudio, decía ella,
nos podía dejar de herencia. En la casa donde cursé el cuarto año solo había una
niña, hija única, y comprenderán que todas las comodidades eran para ella, así
que creo yo que fui como una amenaza constante, porque ella sentía que podía
perder todo lo que tenía, así que no me dejaba tocar sus muñecas, no me dejaba
salir, lloraba y lloraba para que yo me fuera, y así me fui cansando poco a poco de
esa situación, pero escuchaba a mi madre lo orgullosa que se sentía porque mis
notas no bajan de excelente y porque podía ayudarle a mis compañeros de otros
grados sin ninguna dificultad. Terminé ese glorioso cuarto año, gracias a Dios;
podía volver a mi casa, a estar con mi familia, porque apenas abrieron cupos en el
nuevo barrio, mi mamá no hizo más que buscar un colegio para mí, y lo encontró.
Volví a mi hogar, a vivir en carne propia los inconvenientes de una casa, si podría
llamarse así. Poco a poco mi papá fue mejorando nuestra casa; yo no defraudaba
con mi estudio: cada vez más menciones de honor, reconocimientos de
responsabilidad, puntualidad. Mi esfuerzo hacia el estudio solo tenía una razón de
ser, y era ver cómo no decepcionar a mis padres, que se mataban; logré entrar a un
muy buen colegio de mujeres cuando terminé la primaria, pero el problema sería
otro: como llegar hasta allí, si había que coger dos colectivos, pero yo no fui
indiferente a la situación de mi casa, así que camine 6 años de mi vida hacia mi
colegio, y de vuelta a mi casa; el recorrido era bastante arduo, pero no había otra
forma; además, estaba en un colegio bueno y donde los profesores que tuve
siempre admiraban todos mis esfuerzos, me regalaban mercaditos para mi casa,
muchos, y yo los cargaba, así estuviera cansada, hasta mi hogar, y gozaba viendo la
felicidad de mi mamá; la situación seguía muy dura; cada vez se volaban las tejas
de mi casa a las de los vecinos; cuando estaba en 10° una fuerte lluvia calló sobre
nuestro barrio; mi hermana Daniela y yo estábamos solas en la casa, y sabíamos
que algo duro estaba por pasar; rezamos pero no fue suficiente para que nuestro
techo no se cayera; fueron los días más duros de nuestra vida; no podíamos dormir,
porque toda la noche llovía y nos tocaba escamparnos con plásticos; el techo tardó
en ser reconstruido, con las tejas que quedaron bien. Muchas personas se
solidarizaron con nosotros, y nos regalaron unas tejas, que inmediatamente mi
papá montó; eran unas tejas tan lindas que no podía creer que fuera nuestra casa.
Más tarde mi mamá trabajo varios meses en una casa de familia, y todo el dinero

101
Cien voces hechas realidad

que recogió lo invirtió en montar media plancha a nuestra casa; no imaginan la


felicidad de nosotros al ver media casa construida. Fue un logro inmenso,
invaluable.
Cuando me gradué, mis objetivos y los de muchos de mis compañeras era
terminar la media técnica de comercio en el SENA pero nunca entendí por qué no
me aceptaron; fue una decepción muy grande, porque mis compañeras podrían
cumplir sus sueños y yo no; vi que todas mis metas se estaban cayendo frente a mí,
ese medio año 2008; no estudié, y nunca pasé tanto tiempo sin estudiar; mi madre
vio la frustración en mi rostro; todos sabían que lo más importante para mí era
estudiar, porque era la oportunidad de ayudar a mi familia y muchos otros más que
tuvieron las misma condiciones para salir adelante; pero acá no acababa la
historia de mi vida; iba a ser duro pero no había más remedio, mis padres tomaron
la decisión de hacer un préstamo para entrar a la Universidad Luis Amigó, porque
era allí donde estudiaba mi hermana mayor, gracias a la bendición que llegó a
nuestra vida, por medio de la Fundación Mahatma Gandhi, y la cual cambiaría en
mucho el rumbo de mi vida; mi otra hermana estudia allí, gracias a la beca que le
otorgó la Universidad; el primer semestre veía cómo mi familia debía dejar de
comer para pagar la cuota de mi Universidad, pero yo estaba feliz; conocí nueva
gente, aparte de que escogí la carrera que más me gusta y disfruto en el mundo, la
Contaduría Pública; para el segundo semestre las cosas mejoraban más; hice el
proceso de selección para entrar a la Fundación Mahatma Gandhi donde salí
totalmente victoriosa: me la otorgaron, ¡que alegría! La Fundación es una entidad
llena de amor para sus becarios, es sincera, confiable y además cree en la
capacidad de nosotros para devolver toda esa ayuda que nos presta. La Fundación
fue la oportunidad de terminar mis estudios, porque como iban las cosas, la familia
no podía soportar una carga tan grande como un crédito de esos. Mis esfuerzos y el
de mi familia no han sido en vano, puedo estudiar más tranquila. Mi hermana
Erika, gracias a los designios de Dios y al esfuerzo por la comunidad, se ganó un
concurso, Mujeres Talento de Medellín; allí se le otorgaron 5.000.000, los cuales
invirtió en un subsidio de vivienda para una nueva casa, que nos la entregaron a
principios del año 2009. Ella ha sido un gran apoyo; nada de esto lo habríamos
logrado sin su esfuerzo, y es una bendición contar con su compañía. El año 2009
no fue nada fácil; mi papá no tuvo trabajo, algo demasiado duro para nosotras;
pero podemos estar tranquilas, porque aunque muchas veces no haya pasajes ni
comida, sé que todo estará bien, porque nunca nada está mal si tenemos la fe y la
paciencia para que las buenas cosas nos lleguen en el debido tiempo; actualmente
curso el 4 semestre, con una mejor calidad de vida; a principios de este año 2010
mi papá consiguió trabajo; gracias a Dios, seguimos juntos y más unidos que
nunca, mis hermanas también se están formando profesionalmente y lo mejor es
ver la sonrisa de mi madre y de mi padre cuando terminamos un semestre más,
porque nadie esperaba que llegáramos tan lejos, pero lo estamos logrando gracias
al apoyo de tanta pero tanta gente que nos rodea; mi familia mahatma Gandhi
quien me ha formado como persona aparte de darme la ayuda económica, cambió

102
Sembrando para servir

el rumbo de mi vida; estoy estudiando, y siempre es lo que más he deseado.


Gracias a cada uno de los integrantes de mi familia, al esfuerzo de mis padres, y a la
ayuda incondicional en todo momento de mis hermanas, ¡vamos hacia adelante!
Mi compañero sentimental, quien ha crecido conmigo, en su visión se enfoca en la
ayuda a las personas, comparte, cree y lucha, con una gran visión de lo importante
en su vida y es uno de los mejores apoyos; mis profesores, de cada una de las
materias que he cursado, a mis amigos y amigas en general. Gracias a todos.
Confió en el gran Dios quien siempre me dice que frente a algún problema, hay una
luz y que mi esfuerzo siga siendo hacia una sola meta, estudiar. Muchas gracias.

La mentira destruye el alma, la verdad la fortalece”.


Mahatma Gandhi

103
Cien voces hechas realidad

F ue difícil escribir estas letras sobre


mi vida ya que no estoy acostumbrado a
contarla a muchas personas; sin
embargo, considero esta oportunidad
importante a fin de resumir algunos
momentos que tuvieron relevancia para
mí, hasta pertenecer a esta gran familia
que es la Fundación Mahatma Gandhi.
Nací en Medellín, una ciudad
muy compleja por los diferentes
contrastes en que se vive: la vida y la
muerte, la alegría y la tristeza. Tal vez
muchos de los becarios saben a qué me Jull Israel Montoya Pulgarın
́
refiero, saben que el discurso de querer Derecho
formarse como profesional es bastante
Universidad de Antioquia
difícil en una ciudad donde se
acostumbró a vivir con los muertos y con la vida fácil que muchos buscaron.
Me gradué como bachiller en el Liceo León de Greiff y es triste saber que
eres el único de tus compañeros de clase que alcanzó a llegar a la Universidad,
saber que en este país solo unos pocos llegan a los claustros de la enseñanza
superior, y todavía, de esos pocos, solo unos cuantos se mantienen allí hasta el día
de la graduación. Es que estudiar en una Universidad no solo es un sacrificio
mental y de tiempo, sino de mucho dinero lamentablemente. En mi caso ha sido
difícil de alcanzar ser uno de esos pocos.
Soy miembro de una familia conformada por mi mamá (pensionada), un
hermano y una hermana (ambos estudiantes). Mi padre nos abandonó
súbitamente, hecho que además de decepcionante me hizo sentir que mi sueño de
estudiar en la Universidad peligraba porque tampoco iba a contar con su apoyo
económico.
Con muchas dificultades económicas (mi mamá era la única que trabajaba
en la casa) logré llegar hasta la mitad de la carrera. Cómo no conseguía trabajo y
los que me ofrecían eran de tiempo completo, y no me permitían continuar mis
estudios, y no iba a aguantar más esa situación, tuve que tomar la dolorosa
decisión de retirarme al próximo semestre.
Ante este panorama oscuro un amigo que sabía de mi situación me habló
de la Fundación, así que me presenté al proceso de selección y para fortuna mía
logré ser aceptado como becario, lo cual significaba poder continuar con mis
estudios y lograr una de mis metas: ser abogado.
Actualmente estoy en los últimos semestres de mi carrera y todo gracias a
la Fundación Mahatma Gandhi, que me permitió a través de la beca sostenerme
104
Sembrando para servir

económicamente en la Universidad, por lo cual me siento muy agradecido. Pero allí


no paran mis agradecimientos porque la Fundación, además de ayudarme a
costear la Universidad, también me ha ayudado a ser una mejor persona a través
de sus enseñanzas de la noviolencia encaminadas a la formación de un individuo
útil para su comunidad.
Un grupo de becarios ejecutamos en el 2007 y 2008 el proyecto
noviolencia hacia los animales, que dio nacimiento al grupo NOVHA, para fomentar
el tema en niños y jóvenes de las distintas comunas de Medellín.
Por esto y por muchas otras cosas más gracias, muchas gracias Fundación
Mahatma Gandhi.

Las tres cuartas partes de las miserias


y malos entendidos en el mundo terminarían
si las personas se pusieran en los zapatos
de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.
Mahatma Gandhi

105
Cien voces hechas realidad

M e siento raro hablando de mí


mismo, y no es que no tenga las palabras
adecuadas para hacerlo, sino más bien
qu e l a c u l t u r a m i s m a n o s t i e n e
condicionados a que siempre somos
nosotros los que tenemos que hablar,
criticar, alagar y opinar del otro. Nos hace
o l v i d a r qu e l a ú n i c a m a n e r a d e
conocernos a nosotros mismos y hablar
de sí mismo es acariciando nuestra
realidad, lo que nos permite a su vez
poder percatarnos de las experiencias
que llenan nuestros días, de pequeños Jonny Alexander Yepes A.
fragmentos que sin pensarlo le dan Psicologıá
sentido a nuestra existencia por simple Corporació n Universitaria Luis Amigó .
que esta pueda llegar a ser. Por esto
podría decir sin temor alguno a equivocarme, que la vida misma nos ofrece tales
pedacitos de existencia que van formando parte de nuestro carácter y de nuestro
desarrollo como personas.
Nací en Medellín 3 de marzo de 1983 en una familia humilde y con
dificultades como lo acostumbra tener la mayoría de las familias, pero con todas
las ganas de brindarme su amor y apoyo incondicional, que es algo que no se
compra y sobre todo que vale más que cualquier bien material. Mi familia esta
conformada por papá, mamá, un hermano y una hermana; estos se encuentran
estudiando actualmente; mi relación con ellos ha sido buena por no decir que
perfecta ya que somos muy unidos; cada uno comparte las alegrías y fracasos del
otro; no faltan las dificultades, pero ahí vamos.
Con los tropiezos y obstáculos que trae la vida me gradué de bachiller en el
colegio Sor Juana Inés de la Cruz, un colegio estrato tres que como en muchos se
presenciaba la violencia y la corrupción; esto es bueno y malo a la vez. Bueno,
porque a diario la vida nos pone a prueba en un juego de ajedrez en donde el que
actúa con inteligencia, serenidad y da los mejores pasos es el que gana, y malo
porque no todos saben de estrategias para tomar decisiones y sobre todo para
darse cuenta de qué es lo bueno y qué lo malo; ¡pero claro! cómo lo van a saber, si
muchos de ellos no tienen a su lado papás comprometidos, que los guíen, los
orienten y les brinden afecto.
Gracias a Dios yo sí crecí con una formación en valores, y con creencias y consejos
de que uno es el producto de lo que siembra y gracias también a la ayuda que me
ha brindado la Fundación Mahatma Gandhi. Con sus constructivos talleres y lo
económico he logrado mantener y fortalecer en mí esa visión de ser un gran
106
Sembrando para servir

psicólogo y de saber que uno debe ser un sujeto dedicado al servicio d la sociedad y
la comunidad.
Cuando salí del colegio empecé a estudiar Psicología, en la Universidad
Pontificia Bolivariana; no se si tiré el chorro muy alto, pero al tercer semestre me
tuve que retirar porque mis padres definitivamente no tenían cómo costearme
dicha Universidad por lo cara que era; muy triste me retiré, y estuve sin estudiar un
año y medio hasta que buscando y buscando dónde estudiar y que no fuera
costoso y tuviera sobre todo relación con mi carrera, conocí el IPSI (Instituto
Pedagógico de Psicología) donde comencé a estudiar Psicopedagogía Infantil, pero
lamentablemente también me tuve que retirar por cuestiones económicas.
Después de eso no hice nada por otro año, hasta que entré a estudiar Psicología en
la Fundación universitaria Luis Amigó y ahí me encuentro estudiando actualmente
muy feliz porque gracias a la Fundación Mahatma Gandhi he seguido con mis
estudios y sin interrumpirlos; ahora me encuentro en el sexto semestre y espero
con la ayuda de la Fundación y con los principios que me ha inculcado poder
terminarla.

Todo lo que se come sin necesidad


se roba al estómago de los pobres”.
Mahatma Gandhi

107
Cien voces hechas realidad

D esde el principio de mi vida mi


madre me inculcó el amor por la
naturaleza, y el respeto por ella; tuve el
privilegio de pasar los primeros años en
Pensilvania, una finca algodonera
ubicada en Codazzi, Cesar, donde
disfruté de la belleza que me rodeaba y
de la compañía de mi padre y mi madre.
Las cosas simples eran las que
más disfrutaba: subirme a los árboles de
ciruelas, meterme a la quebrada o
pasear por los cultivos de algodón que se
asemejaban a inmensas nubes que Paola Andrea Tabares Ortıź
cubrían los campos; sin embargo, no Comunicació n y Relaciones Corporativas
tuve la dicha de disfrutar toda mi niñez Universidad de Medellın
́
en aquel lugar, pues al cumplir dos años
le di la bienvenida a mi hermana Diana Carolina, que es hoy una destacada
ingeniera de alimentos pero que para ese momento se asemejaba a una de mis
muñecas solo que más pequeña y un poco más bullosa. Al cumplir seis años mis
padres consideraron necesario trasladarnos a Medellín para iniciar una nueva
aventura en el colegio; al principio debo aceptar no fue muy placentera para mí a
pesar de la compañía de niños de mi edad y de la seguridad. No creo que
comprendiera el mundo de aventura y tranquilidad del cual privó a mi pequeña
hermana.
El tiempo transcurrió y llego otro integrante a la familia, Andrés Felipe (La
Plaga), quien cursa tercer semestre de Administración de Empresas; recuerdo bien
nuestro primer encuentro; era el niño más gordo y grande que mi hermana y yo
hubiéramos visto jamás; llegó a nuestra casa envuelto en una manta, mi madre lo
puso sobre su cama y lo descubrió para que lo pudiéramos ver bien; él elevó la
mirada y sonrió, aunque dicen que los bebes tan pequeños no lo hacen, pero eso es
lo que recuerdo, que sonrió y en cuestión de un instante nos había orinado
completamente; aunque mamá dijo que era de buena suerte, no quedamos muy
convencidas.
Así transcurrió mi niñez y adolescencia, entre abrazos y sonrisas pero
también regaños, por las múltiples travesuras que constantemente hacía en
compañía de mis hermanos y vecinos; déjenme decirles que no fue una época
nada fácil para mi madre que se vio obligada a criar tres niños prácticamente sola,
pues mi padre debía atender sus obligaciones en la finca, así que cuando el llegaba
a casa, que era más o menos cada mes, durante quince días todo era armonía y
felicidad y por supuesto regalos; claro que no había mejor regalo para mi hogar que
108
Sembrando para servir

su llegada.
Debido al fenómeno de El Niño, el cultivo de algodón desapareció en
Colombia y con el él trabajo de mi padre, que es ingeniero agrónomo; sin embargo,
el banano fue nuestra salvación ya que Urabá le brindó una nueva oportunidad
laboral y estabilidad económica a mi familia, además de permitirnos ver a mi papá
con más regularidad; así transcurrieron otros nueve años de mi vida y de nuevo la
incertidumbre invadió mi hogar. Al graduarme del colegio papá nos dio la noticia de
que un recorte de personal lo obligaba a comenzar de cero; fue entonces cuando
decidió pedir un crédito con el cual compró unos taxis, que no resultaron ser tan
buen negocio como parecían, por lo que perdimos todo, lo que pudimos superar
pues siempre hemos tenido salud y unión para salir adelante.
Mi padre encontró la manera de salir adelante con la dedicación y el
empeño que siempre nos ha inculcado, claro que con el apoyo de mi mamá; este es
el mejor ejemplo del aquel dicho popular detrás de un gran hombre siempre hay
una gran mujer. Así hemos podido superar todos los tropiezos que se han cruzado
en nuestro camino y de la mano de Dios, claro está, que siempre ha traído una
enseñanza con cada una de ellas guiando nuestro camino. Así fue como llegué a la
Fundación, de su mano; por muchos años mi familia luchó por mantenerme en la
Universidad haciendo esfuerzos enormes; la angustia y desesperación que llegaba
con el inicio de cada semestre llegó a su fin al encontrarme con una Fundación que
creyó en mí, en mis capacidades, en mis ansias por cambiar el mundo, por hacerlo
mejor para todos porque en la medida en que pensemos en los otros, en que nos
despojemos de nuestro egoísmo, estoy totalmente convencida de que podremos
transformarnos en mejores amigos, hermanos, compañeros, vecinos, padres,
hijos, seres humanos sensibles ante el sufrimiento ajeno. Con la formación que
estoy recibiendo en la Fundación Mahatma Gandhi podré convertirme en la mujer y
la líder que siempre he querido ser, impactando la vida de todo aquel que me rodea
de una manera positiva, porque en el poco tiempo que llevo haciendo parte de ella
ha ampliado mis horizontes, cuestionado los paradigmas que desde la niñez la
sociedad y mi familia me han impuesto; estoy convencida de que puedo cambiar el
mundo en la medida en que trate de transformar mi relación con los demás y sobre
todo que piense que es posible y ayude con un granito de arena para hacerlo, por
insignificante que parezca; estoy recibiendo mucho más de lo que esperé en cada
uno de los talleres; ahora tengo la seguridad de que voy a ser una profesional
integral porque no solo voy a tener un titulo de idoneidad en comunicación sino
también me estoy formando como un ser humano idóneo porque como dice la
canción, de nada sirve el doctor si es el ejemplo malo del pueblo.

Sé el cambio que quieres ver en el mundo”


Mahatma Gandhi
109
Cien voces hechas realidad

N a c í e n M e d e l l í n , e l 24 d e
Noviembre de 1989. Vivo con mis padres
y, hace más o menos tres años, también
con mi abuela. La verdad es que de mi
infancia no me puedo quejar, a pesar de
un episodio que, si bien no lo tengo
presente en mi memoria, me dejó
marcada por mucho tiempo. Sucedió
cuando apenas tenía unos cinco meses,
cerca de mi casa de ese entonces. En el
barrio La América, explotó una bomba,
producto de la violencia y la guerra entre
militares y narcotráfico por la que Estefanía Valencia Buitrago
atravesaba esta ciudad por esa época y Comercio Internacional
que, de no haber sido por lo que yo llamo Institución Universitaria Esumer
un milagro, habría acabado con mi vida y
la de mi mamá. Luego de un tiempo, mi familia y yo nos mudamos para el barrio
Robledo, donde hemos residido desde entonces.
Mi niñez fue tranquila; los problemas nunca faltan, pero nada grave; mis
mayores preocupaciones eran jugar y el regalo que le iba a pedir al Niño Dios en
Navidad. Como fui hija única, puede decirse que, dentro de la capacidad de mis
padres, siempre tuve lo que soñé, lo que pedía, lo que necesitaba. Estudié toda mi
vida en un colegio que queda cerca de mi casa y que se llama Sagrados Corazones.
Nunca fui de las niñas que más amigas tenían, pero nunca me faltaron, y las que
tenía las escogía muy bien, porque procuro contar con mis amistades cuando lo
necesite y cuando no (jaja) e, igualmente, ser incondicional para ellas también.
Durante el bachillerato, más exactamente cuando cursaba 10°, tuve la
oportunidad de vivir una experiencia que me dejó muchas enseñanzas. Era
requisito de mi colegio para graduarnos que teníamos que hacer 100 horas de
alfabetización, que debían ser cumplidas yendo a un colegio ubicado en
Blanquizal, con el fin de reforzar los conocimientos a los niños que allá estudiaban
y, además, darles un momento de recreación y algo de comida. A pesar de la
pobreza y las carencias permanentes en la vida de estos niños, sin mencionar los
problemas de violencia que generalmente hay en tales barrios, eran niños
extremadamente alegres, agradecidos y tiernos; no faltaban los traviesos y
problemáticos, pero nos dejaron una enseñanza muy importante: Aprender a vivir y
a ser felices con lo que tenemos. No se trata de ser conformistas, sino de mirar la
vida con cara positiva y aceptar las carencias, los errores, las caídas e intentar
mejorar, sin pelear con el destino.
Después de terminar mi bachillerato decidí seguir estudiando Negocios
110
Sembrando para servir

Internacionales en la Universidad ESUMER, donde ahora curso tercer semestre.


Desde el año pasado, cuando me enteré de la existencia de la Fundación, quise
vincularme, ya que, además de brindarnos la ayuda económica que no nos cae
nada mal, nos ofrece la posibilidad de ser multiplicadores de la filosofía de la
noviolencia, herencia de Gandhi para el mundo. Además de eso, me uní al proyecto
NOVHA (Noviolencia Hacia Animales) liderado por Jull Montoya, en el que se intenta
defender a estos seres, que no pueden comunicarse por ellos mismos con nosotros
para alzar una voz en protesta por los maltratos a los que a veces son sometidos.
Espero que nuestro esfuerzo no sea inútil y que, al menos, podamos tocar el
corazón de varias personas que luego sirvan de voceros, por así decirlo, de los
animales. Gracias a la Fundación Mahatma Gandhi por todos los beneficios
recibidos.

La fuerza no depende de la capacidad corporal


sino de una voluntad férrea”.
Mahatma Gandhi

111
Cien voces hechas realidad

Desde sus inicios la Fundación ha llevado a cabo integraciones con sus becarios.

112
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Alfonso Marino


Ricardo, actualmente tengo 20 años de
edad y soy estudiante de ciencia política
de la Universidad Nacional de Colombia.
Soy oriundo del municipio de Buenavista
en el departamento de Córdoba y hace
tres años llegué a la ciudad de Medellín
c o n e l o b j e t i vo d e c r e c e r t a n to
profesional como personalmente. Mi
entramado social se encuentra
conformado por mi madre, Mary; mi
hermana, Dalila, y mi persona. Muchos
de los lectores se preguntaran por mi Alfonso Marino Ricardo
padre, y la respuesta es que él nos Derecho
abandonó, dejándonos expuestos a Universidad Nacional
innumerables peripecias en cuanto a la
carga económica, que, como sucede en la gran mayoría de familias colombianas,
estaba a cargo de él, el hombre, el jefe del hogar. Sin embargo, mi madre, con la
ayuda de mi hermana y por supuesto de mi persona, no se dejo vencer y de
inmediato empezó a luchar por ofrecernos una mejor calidad de vida. Mi madre,
ejemplo de tenacidad y amor, trabajó arduamente día tras día con el objetivo de no
dejarnos caer, demostrándonos que todo es posible, siempre y cuando este
precedido por el amor y el respeto.
La lucha no fue fácil, múltiples obstáculos se presentaron en el camino, los
cuales no siempre estuvieron relacionados con lo económico, sino con algo mucho
más profundo, lo anímico, debido a que mi padre se empeñó en destruirnos. Lo
último que recuerdo de sus acciones negativas es un embargo que realizó a todos y
cada uno de los inmuebles de nuestra casa. Pero mamá siempre expresaba
pensamientos e ideas positivas, que nos levantaban el ánimo a mi hermana y a mí:
“no nos dejaremos vencer”, repetía una y otra vez.
Debido a nuestro esfuerzo y perseverancia, el camino poco a poco se
comenzó aclarar. Mi hermana logró culminar sus estudios de ingeniería química y
yo pasar a través de la modalidad de becado en la Universidad Nacional de
Colombia. Desde mi llegada la ciudad he pertenecido a diferentes grupos y redes
juveniles que realizan trabajos comunitarios en diferentes zonas y comunas de la
ciudad, lo que me permite tener una mirada mucho más profunda de las vivencias y
cotidianidades de algunos de los lugares más pobres y apartados de la ciudad. En
el año 2008, por intermedio de una amiga, conocí a la Fundación Mahatma
Gandhi, una entidad comprometida con el desarrollo y construcción de una
sociedad más equitativa y justa a través de la ayuda con respecto a la educación de
114
Sembrando para servir

jóvenes líderes de los diferentes entramados sociales que hacen parte de la


ciudad. Desde mi entrada a la Fundación Mahatma Gandhi he percibido las
problemáticas con mayor ojo crítico y por supuesto he aprendido a combatirlas,
desde mi yo, individualmente; esto se debe en gran parte a los talleres de
formación en liderazgo y noviolencia que brinda dicha entidad a lo largo del año.
Hoy por hoy soy consciente de que una manera objetiva de combatir la violencia y la
ilegalidad es a través de la ideología de la noviolencia, en tanto se encuentra
permeada por valores esenciales como la vida, la libertad, el dialogo y el amor. La
noviolencia es un valor de valores, que puede deconstruir y a la vez construir una
mejor sociedad.

Nuestra recompensa se encuentra


en el esfuerzo y no en el resultado.
Un esfuerzo total es una victoria completa”.
Mahatma Gandhi

115
Cien voces hechas realidad

S í se puede, cuando aprendes a


confiar en Dios, dejándole a él los
imposibles y entregas tu vida entera a las
estrellas por las que quieres luchar,
podrás entonces el camino a la plenitud
alcanzar.
Nací el día 4 de enero de 1991.
Mi madre me dio a luz en la casa donde
actualmente vivo, ya que no le dio tiempo
a mi padre de llevarla al hospital, y
gracias a Dios y a la ayuda de una vecina
no hubo ninguna complicación. Fui
bautizada a mis dos años de edad en la Saray Melissa Cano Hurtado
parroquia Santa Rita de mi barrio. Administració n de Empresas
Mi familia está conformada por Corporació n Universitaria Luis Amigó
Diego Cano Estrada, un padre tolerante,
trabajador, rebuscador, luchador e inigualable pero sobre todo comprometido para
que humildemente en ningún momento nos haga falta nada; la mayor parte de su
vida ha trabajado independientemente, algunas veces constante y otras veces ha
sido más poco pero aun así siempre ha estado pendiente para darnos nuestros
estudios de primaria y secundaria con el mayor de los esfuerzos, pues él decía que
por lo menos así ya podríamos conseguir un trabajo y defendernos más fácilmente
y costearnos una carrera profesional. Mi mamá es Estela Hurtado Franco, una
mujer templada y alegre; una de las tantas razones que tengo para admirarla es el
tiempo que desde niños nos ha dedicado siempre, desde el mayor hasta el menor;
su vida ha sido únicamente estar al cuidado de nosotros. Ella siempre ha sido
nuestro punto de apoyo y mi motivación para continuar con mis estudios pues
aunque no tuviera económicamente con qué hacerlo tenía fe en Dios de que así
sería. Crecí también junto con mis dos hermanos Adrián y Carlos, ahora personas
trabajadoras, responsables y sanas, que en gran parte llevan el sustento del hogar.
Por último tengo una hermana, la menor, quien cursa grado cero, que es una niña
súper inteligente e inquieta, y es la felicidad del hogar.
Toda mi niñez la viví en un pequeño barrio llamado Zamora Santa Rita, del
municipio de Bello en el que actualmente vivo y que por su situación de
inseguridad, drogas y bandas, a muchas personas les daba miedo; ahora, gracias
a Dios, a la comunidad en general y al párroco de la iglesia, ya todo es más
diferente y se ha ido poblando poco a poco de familias; se han formado grupos de
la tercera edad, y está el grupo juvenil de la iglesia, en el cual participé durante un
largo tiempo, desde mis 14 años de edad. De hecho, considero que es un barrio en
el que hay mucho por qué y por quién trabajar ya que en él también hay jóvenes con
116
Sembrando para servir

ganas de salir adelante y personas emprendedoras.


Tanto la primaria como el bachillerato lo estudié en un colegio salesiano
llamado Laura Vicuña, con un modelo educativo en el cual me inculcaron el amor a
María Mazzarello y María Auxiliadora; me formé con grandes valores y cualidades.
En las monjas del colegio encontré muchísimo afecto y ayuda, ya que me
colaboraban con los uniformes del colegio, el refrigerio, el almuerzo en el
restaurante y además le daban plazo a mi papá para cancelar la matrícula y así no
quedarme sin estudio. Siempre me interesé en participar activamente en las
actividades religiosas y de la institución como tal, en las eucaristías, en el mes de
mayo, que es el mes de la Virgen, en la celebración de la Navidad entre otras
actividades que realizábamos en grupo.
Al finalizar mis estudios tanto mis padres como yo lo que más deseábamos
era que pudiera entrar a la universidad y empezar una carrera profesional, pero
debido a la situación económica de mi hogar era casi imposible y la única
alternativa viable que veíamos era presentarme a la Universidad de Antioquia ya
que así mis hermanos y mi papá me podrían colaborar más fácilmente con los
gastos pues no serían tantos; me presenté dos veces y no pasé; debo reconocer
que mi estado de ánimo estaba por el suelo; ya no sabía ni qué hacer si lo que más
deseaba era estudiar.
Mediante una amiga que es becaria me enteré de la Fundacióny me
interesé por averiguar en la página de Internet cómo era el proceso y los requisitos
para pertenecer; me llamó mucho la atención el trabajo que se realizaba con los
becarios, pues aparte de la ayuda económica había una formación como personas
líderes y con capacidad de transmitirle a la comunidad y a sus familias el mensaje
de la noviolencia, tomando como ejemplo al gran líder Mahatma Gandhi. Gracias a
mi amiga pude asistir por dos veces al festival de la noviolencia, donde conocí más
de cerca la labor tan importante de la Fundación, el mensaje que se llevaba a los
niños y a la comunidad, el trabajo en equipo de los becarios y, lo más importante, el
granito de arena que se aporta para una mejor sociedad.
Después de un largo proceso de conocimiento, participación, angustia
entre otros muchos sentimientos me siento orgullosa y feliz de pertenecer a una
nueva familia como lo es la Fundación Mahatma Gandhi e igual es la alegría por
parte de mis padres y demás personas que me acompañaron en el proceso: Luisa y
su esposo Jeisson, mis hermanos y mi abuela Amantina, que muy seguramente
desde el cielo me envió tantas bendiciones.
Miles y miles de gracias a don Hari por creer en la juventud, en la educación
y en un país mejor; gracias a Ana Lucía Díaz por su buena atención en todo
momento. Qué Dios y la Virgen derramen bendiciones sobre ustedes y sus familias.
Gracias a Dios por mi vida. Gracias a mis padres por enseñarme el camino. Gracias
a ustedes que me han facilitado cumplir mis sueños.

117
Cien voces hechas realidad

N ací el 31 de Diciembre de 1986,


en la ciudad de Medellín.
Mi familia esta conformada por mis
padres, Jairo y Mery, y mis dos hermanos
menores, Marcela y Jonnatan. Casi toda
el tiempo hemos vivido en esta ciudad,
por el barrio Buenos Aires,
acompañados por mi abuela materna y
hace algún tiempo también viven en
casa un tío y un primo de 10 años;
afortunadamente la casa es amplia y hay
espacio para todos. También hacen
parte importante de nuestra familia dos Yenny Catalina Alvarez Castañ o
mascotas que son muy especiales; una Fisioterapia
gata y un ave.
Universidad Ces
C u a n d o te n í a 4 a ñ o s n o s
trasladamos a Bogotá por cuestiones de trabajo de mi papá; ahí vive mi otra
familia; él nació y vivió en este lugar. Permanecimos allí durante año y medio y yo
inicié mis estudios en un jardín infantil de Bogotá; logré terminar transición y
cuando regresamos mi madrina me había conseguido puesto en la escuela de
salesianas, Madre Maria Mazzarello, ubicada en Buenos Aires; en este lugar
realicé toda mi primaria y luego logré pasar al colegio Santa Maria Mazzarello, que
es independiente de la escuela pero igualmente de salesianas; terminé octavo
grado y por ciertas circunstancias familiares mi hermana y yo nos tuvimos que
retirar del colegio y un año más tarde retomamos estudios en el colegio Miraflores;
en esta institución hice noveno grado y me presente con gran ilusión al CEFA y
gracias a Dios pasé el examen y terminé mis dos últimos grados de bachillerato con
media técnica en salud, en la modalidad de Secretariado Médico Clínico; terminé
muy feliz porque ese año fui representante y ademas premiada como la mejor
estudiante mi grupo; esta premiacion significó mucho para mí, inclusive más que
otras anteriores porque era el fin de un ciclo importante de mi vida personal y
académica, que había terminado con gran esfuerzo.
Una vez graduada comencé a buscar oportunidades de estudio; ya me
había presentado una vez a Medicina en la Universidad de Antioquia, pero no logré
pasar; posteriormente me presenté al SENA, para realizar una tecnología en
Administración de Servicios de Salud, pues en ese entonces no había disponibles
otras opciones relacionadas con esta área; sin embargo, me alegré cuando obtuve
el puesto; al mismo tiempo me presenté nuevamente a la Universidad de
Antioquia, y aunque no pasé, a partir de ese momento se generó la gran oportunida
que venía esperando. El puntaje obtenido en dicho examen fue el apropiado para
118
Sembrando para servir

que me incluyeran en un plan de educación que se venía desarrollando el


municipio de Medellín a través de la alcaldía; me enteré de esta gran noticia un día
que recibí una carta en la cual explicaban en qué consistía esta gran oportunidad.
Entonces averigué en las instituciones universitarias que hacían parte del
programa, sobre las carreras disponibles relacionadas con salud y encontré en el
CES aquella que se acomoda perfectamente a mis expectativas y proyecto de vida:
la Fisioterapia. Tras pasar la entrevista inicié esta carrera ocho días después con
algunas dificultades, pero confiando en Dios que todo se iría dando poco a poco; y
hasta ahora soy una persona muy feliz de haber escogido algo tan bonito, porque
me permite servirle a los demás, encontrar soluciones para mejorar la vida, y con el
acercamiento que se genera con las intervenciones, contribuir a que las personas
miren al vida de una manera positiva y agradable; además, recibir la gratitud,
expresada de diversas maneras, de todos aquellos a quienes he tenido el privilegio
y oportunidad de servir y ayudar es lo más grande que como ser humano he podido
tener.
Al comenzar en la Universidad, terminé mi primer trimestre en el SENA y
luego me retiré, porque mi sueño fue siempre poder servir directamente en cuanto
al servicio de salud, y no administrar.
Luego de algún tiempo llegué a la Fundación y encontré en ellos el apoyo que
necesitaba para terminar mis estudios; pero, además, durante todo el proceso me
han hecho crecer como persona y convertirme en mejor ciudadana; el cariño, la
amistad, el empuje y el ejemplo que se encuentran en la Fundación son
irremplazables, por lo que me encuentró enormente agradecida.
Actualmente continúo con mis estudiso académicos y ejerciendo una
práctica desde hace un año en diversas instituciones y centros de salud, de lo cual
me siento muy orgullosa. Anteriormente también realicé otras formas de servicio
social; pertenecí a un grupo de niños y jóvenes misioneros durante siete años;
estaba allí desde muy pequeña y a medida que fui creciendo pasé por diferentes
etapas que me permitieron luego convertirme en asesora de un grupo pequeño de
niños; también tuve la oportunidad de servir en el centro de salud de Buenos Aires
durante 3 meses, debido a los estudios realizados en el CEFA; y durante mis
estudios varias veces fui representante de grupo; esto apoyó mi formacion como
líder, la cual continúo desarrollando con la ayuda de la Fundación.
Trabajé desde muy jovén en varias cosas para ayudarme con mis gastos y
estudios; litografía, almacenes de ropa, vendiendo libros, enseñando matemáticas
a algunos niños y en un almacén de tarjetas y regalos. Pero actualmente no trabajo.
La Fundación Mahatma Gandhi me brindó ayuda y espero poder poder multiplicar
el mensaje de la noviolencia, y dejar más semillas de paz con el desarrollo del
proyecto y poder contribuir en un futuro a que otros cumplan su sueño y a que la
fundacion crezca cada día más.¡Gracias, Fundación Mahatma Gandhi!

119
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Yuliana Tobón


Lopera, tengo 22 años de edad, estudio
en la Universidad San Buenaventura la
carrera de Derecho y vivo en el barrio
Santo Domingo Sabio.
Hasta mis cuatro años de edad
viví en compañía de mis padres Jaime
Alberto Tobón y Norllis Elena Lopera,
pero un día decidieron separarse por lo
que la mayor parte de mi vida la pasé al
lado de mi madre. A la edad de 5 años
ingresé a la escuela, en la cual me
destaqué como excelente estudiante, al Yuliana Tobó n Lopera
igual que en el bachillerato. Siempre me Derecho
interesé en participar en los diferentes Universidad de San Buenaventura
eventos culturales ya fuera en el grupo
de teatro o en el coro, lo que incentivó a las directivas y profesores del colegio a
brindarme una beca; también, por mi desempeño académico me permitieron
ingresar a ser parte del semillero de matemáticas de la Universidad de Antioquia;
en esta oportunidad pude descubrir que deseaba ser profesional algún día para
aportarle a la sociedad mis conocimientos.
En mi adolescencia, al vivir la violencia entre grupos armados entre mi
barrio y otros aledaños vi que los jóvenes por falta de educación escogían el
vandalismo como una salida a la pobreza, lo que no les permitía crecer como
personas de bien; la sociedad para mí estaba llena de dolor al ver muchas veces
que amigos y vecinos cayeron muertos por culpa del conflicto que se estaba
viviendo sin ellos haber sido parte de él. Quería ayudar a que todo el sufrimiento de
mi gente terminara pero no encontraba la forma de hacerlo.
El contexto social en el que crecí me llevó a decidir que me quería destacar
como estudiante de una ciencia en la que pudiera comprender los fenómenos
sociales y de esta forma encontrar una solución y trabajar de alguna manera para
que esto se cumpliera. Después de algunos años, cuando ya me había graduado
del colegio, comencé a trabajar para generar ingresos y ayudar económicamente a
mi familia, la cual estaba compuesta por mi mamá y mi hermanita, ya que nos
encontrábamos en una crisis económica. En esa época, también, después de
mucho reflexión, me interesé en participar en procesos comunitarios ya que
ayudando a que estos prosperaran lograría mejorar la calidad de vida de los
habitantes de mi barrio y de alguna forma aportaría para que se acabaran los
conflictos.
Aunque estaba laborando nunca renuncié a mis sueños de estudiar una
120
Sembrando para servir

carrera profesional y sin saberlo, un día, por medio de la labor social, me enteré de
unos créditos estudiantiles, por lo que me postulé y tuve que concursar con más de
300 aspirantes solo en la comuna uno, que se presentaron para ingresar a la
Universidad en la cual me encuentro estudiando actualmente; presenté el examen
de admisión con mucho temor pero nunca perdí el entusiasmo y me mantuve
siempre positiva ante los resultados; gracias a Dios fui admitida y experimenté una
alegría inmensa; me sentí más segura que nunca de que iba a lograr mis sueños,
las metas que algún día en mi adolescencia me había propuesto.
Luego vinieron las dificultades y una crisis emocional al darme cuenta de
que, si quería lograr mis sueños, estaría sola para luchar, porque mi madre no
estuvo de acuerdo en que dejara de laborar y aportar económicamente; ella tenía
razón en preocuparse porque la situación económica se desestabilizaría pues sus
ingresos no darían para sostenerme en mis estudios y todos los gastos de la
familia, pero yo nunca quise renunciar. Esto produjo varias discusiones y me hizo
pensar que debía luchar por mis sueños aunque no tuviera el apoyo de mi familia y
además que no debía ser una carga económica para mi madre, lo que me llevó a
tomar la decisión de independizarme.
Ingresé a la Universidad y logré sostenerme por algún tiempo con ahorros
que tenía. Tuve la bendición de que mi mejor amiga, Leidy Johana, me abriera las
puertas de su hogar, lo que me permitió soportar de alguna forma la carga
económica; comencé a vender productos de belleza y dulces en la Universidad y
aun así no era suficiente, pero no me dejé vencer aunque muchas veces la
necesidad quisiera hacerme desistir.
Gracias a mi gran amigo Wilton Gómez, me di cuenta de la existencia de la
Fundación y me llamó mucho la atención su filosofía porque me ha preocupado la
violencia que se presenta entre los miembros de las sociedades del mundo;
además, me llamó la atención que vieran la salida a todos estos problemas por
medio del fomento y el apoyo a la educación y brindándonos las herramientas para
fomentar la paz por medio de la noviolencia y de esta forma aportar nuestro granito
de arena para que las cosas cada día seamos mejores.
Me postulé para la Fundación Mahatma Gandhi y me abrieron las puertas,
y le doy gracias a Dios y a mi familia por enseñarme principios y valores para ser
fuerte y no dejarme vencer por las dificultades; a mis amigos y a la Fundación por
apoyarme psicológicamente y económicamente para que pueda lograr mi sueño
de ser abogada, además de lograr mi sueño de aportarle a nuestra Colombia para
que se inunde de amor y de paz por medio de la filosofía de la noviolencia.

Mi trabajo es mi rezo”.
Mahatma Gandhi

121
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Yeison Alexis


Cardona Marín. Nací el 20 de junio de
1992. Afortunadamente me tocaron
unos padres que desde mi infancia
lucharon por mi bienestar y desarrollo;
se llaman Francisco Wilmer Cardona
Vélez y Gloria Patricia Marín Cardona. Fui
el primer hijo de tres que somos; Johan
Camilo Cardona y José Alejandro
Cardona, a los que quiero muchísimo, ya
que todos ellos reflejan y son mi sentido
de ser.
Viví toda mi niñez y adolescencia Yeison Alexis Cardona Marın ́
en Jardín, Antioquia, que es un pueblo Ingenierıá Industrial
bastante bueno; es turístico, hermoso, Universidad de Antioquia
cálido y lo mejor es la amabilidad de su
gente; Cuando terminé el bachillerato tenía muchos planes, metas y un proyecto de
vida, que debía realizar al finalizar mi bachillerato, pero que no se podían realizar
allí, ya que aquel pueblito hermoso no me brindaba la oportunidad de salir
adelante y desarrollar todo mi potencial intelectual y personal al máximo;
entonces, a principios del 2010, específicamente el 15 de enero, me vine a vivir a
Medellín, la tierra firme y competitiva a donde todos los jardineños anhelan venir; al
principio me sentía feliz porque sabía que aquí en Medellín podía estudiar lo que
quería, desarrollarme como persona y alcanzar todas mis metas que desde niño
me inculque y anhelaba conseguir; ya estando en Medellín, empecé a valorar lo
grande que es mi familia y la falta que me hace cada uno de ellos. Ahora comprendí
que yo estaba solo en esta ciudad, compitiendo con muchas personas que quizás
querían lo mismo: luchar contra viento y marea por sus sueños y por su familia;
pero lo mejor fue que mis padres, a pesar de la distancia que nos separa, nunca
dejaron de coger el teléfono para hablar conmigo y preguntarme ¿estás bien, cómo
te fue hoy?
El 15 de Enero de 2010 empecé a estudiar en el SENA, una Tecnología en
Contabilidad y Finanzas; quería terminar primero la tecnología para después con
esta pagarme mi carrera profesional, pero las cosas cambian y en mayo del mismo
año me presenté a la Universidad de Antioquia, en la opción de Ingeniera
Industrial, y gracias a mi Dios que es tan grande en todos los sentidos, pasé a la
Universidad. Empecé a realizar mi carrera profesional el 8 de agosto de la mano
con mi tecnología, lo que requería de mucho tiempo, pero siempre he dicho que
cuando uno desea las cosas con tanta fuerza, todo se puede lograr. Y luego de una
larga temporada de felicidad en mi hogar, se vinieron algunas discusiones por
122
Sembrando para servir

parte de mis padres; por sus diferencias y distintas formas de ver la vida y pensar
dieron por terminada una relación de 18 años; fue un momento y un problema
bastante grande para mis hermanos y para mí, pero que con la ayuda de Dios lo
pudimos solucionar y comprender; mi padre no quiso asumir su responsabilidad
económica con nosotros y le tocó enfrentar todos los gastos del hogar a mi madre;
ahora ya no era solo madre pues mi Dios la bendijo y le dio el título de madre y
padre. Se vino una temporada muy dura económica y moralmente para nosotros, y
era la hora de dejar uno de mis estudios, pero como mi Dios lo ve todo y siempre ha
sido tan grande conmigo, me puso un ángel en mi camino, que me dio la solución a
tantos problemas económicos y personales: la compañera Mónica Marcela
Betancur, a la cual le debo un gran favor y siempre la llevaré en mi corazón. Ella me
contó sobre la Fundación, sobre su filosofía y me llamó mucho la atención por el
espíritu y entrega que tenía la Fundación con las personas necesitadas; realicé
todas las entrevistas, pruebas y reuniones que la Fundación requería para
pertenecer a ella y gracias a mi familia y a Dios pasé y ahora hago parte de un lindo
y agradable grupo de personas, que día a día me ayudan a comprender cómo es la
vida en realidad y a comprender que siempre hay una solución para cada
problema.
Gracias a todo esto no tuve que dejar mis estudios y ahora estoy realizando
mis prácticas en contabilidad y finanzas, y sigo luchando por mi Ingeniería
Industrial la cual me falta varios años para terminar pero que con la ayuda de mi
Dios, mi familia y mi Fundación terminaré con méritos y con un gran conocimiento
intelectual y personal. Como ya hago parte de la Fundación Mahatma Gandhi, mi
vida es alegre, responsable, honesta, culta, agradable y muy divertida, con la risa
que nos contagia Anita, la sabiduría de Harivadan y las conferencias tan valiosas
de Esteban.

La noviolencia no conoce fronteras y jamás fracasa”.


Mahatma Gandhi

123
Cien voces hechas realidad

M i nombre es Mirllan Milena


Quintana Mazo, nací un lunes 18 de
septiembre de 1983 en una familia de
tipo extensa y compuesta, y fui la hija
número 8 en esta; sin embargo, para mi
padre, la número 5 y para mi madre la
número 6. Se preguntarán por que. Todo
sucedió un día en el que mi madre
decide viajar a Medellín, en busca de un
mejor futuro para mi abuela y sus tres
hijas, Elena, Orfilia y Esneda, donde
conoce a mi padre, que ya tenía 2 hijos,
Conrado y Ofelia; se enamoraron y Mirllan Quintana Mazo
empezaron a vivir juntos y de esa unión Licenciatura en Pedagogıá Infantil
nacen 4 más, Nelly, Gloria, Mirllan y Universidad Minuto de Dios
Yaneth.
Como en toda la cultura antioqueña, el sueño es tener un hijo hombre y en
casa solo había niñas; los dos hijos de papá no convivían con nosotros; la mujer ya
estaba casada y el hombre vivía con la mamá; todos esperaban un niño. Mamá no
asistía a los controles, y además los bebés nacían en casa; esta vez no fue así,
pues el parto se complicó y fue llevada a la General, donde sufrió mucho y fue
intervenida con fórceps para que yo pudiera salir. Ambas quedamos
hospitalizadas y muy delicadas; los médicos y mi familia pensaron que nos
perderían. Aunque salimos de la crisis, yo todavía corría peligro, pues solo me
daban 8 meses de vida. Mi madre, una mujer fuerte y valiente, llena de fe me
encomendó a María Auxiliadora; toda mi familia dice que fue un milagro pues
sufría de asfixia y un soplo en el corazón.
Esta historia la conocí como a los 7 años, iniciando mi época escolar, y me
llamó la atención la forma como me había aliviado. Verdad o no, esto me sirvió para
afianzar mi propia fe. A pesar de tener una familia numerosa siempre me sentí muy
sola, pues mi madre con frecuencia estaba enferma, ocupada en sus costuras o
preocupada por sus hijas mayores, que estaban ya casadas y eran
frecuentemente golpeadas por sus esposos; sin embargo, no permitía que ellas se
alejaran de ellos porque el matrimonio es para toda la vida, ¿qué va a hacer una
mujer sola?
Esto me cuestionaba, hasta el punto de llegar a pensar que era cierto. Todas mis
hermanas mayores fueron sacadas del estudio sin terminar la primaria, con la
excusa de que no hay plata, cuando en realidad lo que pensaban era ¿para qué
estudia una mujer?
La época escolar fue fundamental en mi formación; el apoyo de mis

124
Sembrando para servir

profesoras me ayudó a rebelarme y reté a mi madre: ¿si consigo la forma


económica de sostener mi estudio me deja estudiar? Ella pensó que no sería
capaz, pero ¡lo logre! Conseguí apoyo de una emisora llamada Radio Tiempo, de
música popular, de 1995 a1998. Así estudie 6º,7º,8º de secundaria; luego en 9º
gané beca en el colegio por rendimiento académico y liderazgo.
En 1999 mi madre se enferma y nos retira del colegio; durante ese año
sentía rabia contra el mundo, contra mi padre porque no tenía ni voz ni mando, y
me dediqué a pensar en cómo convencerla para seguir estudiando. Las
profesoras, amigos y hermanas lograron hacerlo; y aunque me sentía muy
contenta por estar estudiando, la salud de mi madre era algo que no me dejaba ser
totalmente feliz. Seguí siendo líder estudiantil, adquirí reconocimiento y en 11º fui
la personera.
Me estaba yendo muy bien académicamente y me esforzaba al máximo;
trabajaba de noche en la arepería familiar, un negocio pequeño, para luego ir a
estudiar. Un 25 de octubre a las 6:00 am, me desperté por los gritos de mi hermana
Yaneth: ¡Mi madre había muerto media hora antes! Este hecho me trastornó como
si con la muerte de ella también hubieran muerto todas mis ilusiones. Mi
rendimiento académico no bajó, pero sí mis ganas de seguir estudiando; tan solo
contaba 19 años y tenía que enfrentar un mundo sola y sacar a mi hermana menor
adelante, puesto que cada una de mis hermanas tenía una vida aparte y a mi padre
en esa época no le afectaba si continuábamos estudiando o no (él no era un
referente educativo).
Los problemas comenzaron rápidamente con mi hermana mayor, Elena,
que intentaba seguir la vida cuidándonos y protegiéndonos, pero nosotras dos no
lo veíamos así, y pensábamos que quería remplazar a mamá. Papá no decía nada
por la forma como ellas nos trataban a gritos, insultos, humillaciones; así, decidí
irme de la casa. Empecé a trabajar interna y solo llegaba los sábados a escuchar
quejas de todos por el comportamiento de Yaneth y aunque trataba de hablar con
ella, no me hacía caso; con todo eso logré terminar el bachillerato.
Pronto las cosas se complicaron aún más; como ya no tenía que hacer nada
todo el día dormía, luego salía de noche y llegaba en la madrugada; esto no me
dejaba estar tranquila en el trabajo, y entonces renuncié. Volví a la casa pero nada
cambiaba; intenté hablar muchas veces pero fue imposible. Decidí irme a vivir con
mi hermana Orfilia ¡y fue peor pues en este hogar los problemas se arreglaban a los
golpes! Con ellos viví 6 meses, hasta que conseguí trabajo en Bogotá; pensé que
sería buena idea alejarme de todos y dejar que vivieran como quisieran, pero
nuevamente me equivoqué. Desde allá era más difícil enterarme de los problemas
y no poder hacer algo; trabajé solo 3 meses.
Regresé a casa, esta vez dispuesta a estudiar y a convencer a Yaneth para
que también lo hiciera. Así fue, estudiamos en un programa de la alcaldía, Jóvenes
con Futuro, durante el año de 2007; simultáneamente trabajaba en casas de
familia haciendo aseo por días y cuidaba bebés.
Un día mi amiga me invitó para que hiciera parte de una Fundación que

125
Cien voces hechas realidad

trabajaba con niños y niñas en proceso de desescolarización y en situación de


vulnerabilidad, -confieso que la idea no me simpatizó mucho, pues era un
voluntariado- pero decidí hacerlo; fui, conocí el proyecto y me enamoré de esa labor
y allí me quedé. Llevo 3 años como docente y aunque antes ya había estado en
otras organizaciones como la Cruz Roja y el Simpad (sistema municipal de
prevención y atención de desastres) en esta comprendí la importancia de aportar
en la transformación hacia una mejor sociedad.
La Fundación me apoyó para seguir estudiando e inicié una técnica en
educación en preescolar, en 2008. Asistí a foros de educación inicial para ampliar
mis conocimientos sobre ese mundo maravilloso de los niños. En el año 2009
conocí la red de Mujeres Talento, la cual acrecentó mi perspectiva de equidad de
género; además, en ese mismo año inicié mi educación superior en la corporación
Universitaria Minuto de Dios, apoyada económicamente con el 50% por los H.
Maristas, congregación que acompaña los procesos en la Fundación Huellas; por
último les hablaré de una Fundación que llegó a mi vida como una bendición de
Dios; aunque inicialmente la vi como una solución económica, ahora puedo decir
que es mi oportunidad para proyectarme y demostrarme a mí misma, mi
capacidad de crear y trabajar en equipo. Esta es una forma más concreta de
aportar en la transformación, tanto de mi entorno como de sí misma.
La Fundación Mahatma Gandhi con su filosofía de la noviolencia y sus
integrantes hacen posible la esperanza y el cambio social partiendo de una
formación individual. Llevo un año como becaria y aunque es poco el tiempo para
hablar de un cambio radical en mi personalidad, es evidente que ha trasformado
mi perspectiva respecto a mis relaciones interpersonales en la necesidad evidente
de tener una vida más tranquila, sin dejarme influenciar por la situación o de
ciertas personas que alteran mi carácter y por ende la forma en que los demás
perciben mi personalidad.
Por mucho tiempo he tomado lo que aprendí en los talleres dictados por la
Fundación como escudo para que no me hagan daño; en este aspecto, el mentor
me ha ayudado mucho aportándome otras opciones de decir lo que no me gusta,
sin ofender, sin levantar la voz y sin tener que quedarme callada, para no ser
imprudente. Estas y muchas herramientas más han mejorado mi convivencia
familiar. Bueno se termina un año más, el 2010, y me queda la satisfacción de
haber conocido personas maravillosas con la certeza de que me ayudaron a ser
mejor y con la capacidad de reconocer la noviolencia como una opción activa.

La grandeza de una persona reside en su corazón,


no en su cabeza”.
Mahatma Gandhi
126
Sembrando para servir

S oy Sara Catalina Gallego Zapata.


Nací en el municipio de Frontino,
Antioquia, el 31 de Agosto de 1989.Viví
con mis padres hasta los dos años de
edad. Un día, sin entender por qué, mi
mamá dejó de sonreír; la inundaba el
llanto y la desolación; y esa pequeña que
tenía a su lado no entendía lo que
pasaba; solo sabía que su padre se
había ido a vivir a otro lugar, con otra
familia, y que ahora no lo volvería a ver a
su lado, solo escucharlo a través de un
aparato que no permitía traerlo hasta sí, Sara Catalina Gallego Zapata
como lo anhelaba. Administració n de Negocios
Mi madre quedó a cargo de mi Universidad Ea it
educación, de mi sostenimiento, de mi
aprendizaje y la verdad es que lo hizo maravillosamente a pesar de que ella no
había contado con una buena educación en su casa. Con mucho esfuerzo, amor,
dedicación y a pesar de estar pasando por una situación emocional absolutamente
dura, supo ser fuerte ante su niña de tan solo dos años, quien preguntaba a diario
por su papá y no encontraba explicación para que él no estuviera allí con ella
acompañándola, jugando, dándole de comer, bañándola, llevándola a la guardería,
contándole un cuento cada noche con el fin de que conciliara el sueño; no, ella solo
podía imaginarlo, no lo podía ver y mucho menos sentir, y no hallaba respuestas a
sus inquietudes.
Durante 7 años viví en Frontino, hasta que mi madre decidió venirse para
Medellín en busca de mejores oportunidades para su vida; con ella estaba yo.
Llegamos a lo que los burgueses mal llaman el basurero de Medellín, pues en ese
basurero supe divertirme, conseguir amigos, aprender a multiplicar, a dividir y a
leer; es el recuerdo más bonito que tengo de mi niñez, haber vivido en condiciones
difíciles que hicieron de mí una mujercita con ideales de ser la mejor, de luchar, de
ayudar a mi familia cuando fuera profesional. La pieza en la que vivíamos fue el
mejor recinto, porque cada detalle era conseguido con sudor, con dificultad y por
eso cada cosa se convertía en algo magnífico.
No obstante las dificultades presentes durante varios años, mientras
lográbamos acoplarnos a la nueva vida en la ciudad, mi madre y yo luchábamos
incansablemente por salir adelante. Yo por un lado vendía dulces en la escuelita y
prestaba plata a interés a mis familiares (con alma de banquera desde muy niña) y
mi madre trabajaba como secretaria mientras al mismo tiempo cumplía sus
sueños de ser una gran profesional. Con el transcurrir de los años, la relación con

127
Cien voces hechas realidad

mi padre fue mejorando, y el sueño de conocerlo, de compartir con él, se estaba


cumpliendo, pues viviendo en Medellín él me visitaba una vez cada mes.
Cuando cumplí nueve años, recuerdo que el regalo de mi mamá fue darme la
noticia de que viviríamos en otro lugar, con unos familiares que nos apreciaban
mucho y que nos habían querido recibir en su casa. Y tenía toda la razón, porque
realmente han sido los seres más maravillosos con nosotros, con los cuales hemos
tenido la oportunidad de vivir por 11 años.
En el año 2006, cuando me gradué en el colegio, tenía muy claro la carrera
que quería estudiar, y por ello mi padre hizo un esfuerzo sobrehumano para ahorrar
durante todo un año y poder pagarme el primer semestre en una Universidad a la
que nunca pensé llegar. Para los siguientes semestres solicité un crédito con el
ICETEX, que actualmente sostengo. Sin embargo, los gastos eran tan altos que mis
padres eran conscientes de que eran muy difíciles de cubrir, y de que se tenía que
buscar una solución. Empecé a buscar una beca en la Universidad, pero
lamentablemente mis argumentos no se acoplaban a sus exigencias, y no pude
entonces ganármela. La búsqueda continuó durante un largo año, hasta que llegué
a la Fundación Gandhi, donde empecé un proceso, finalmente exitoso. En este
lugar, además de brindarme ayuda económica para continuar con mi educación
superior, me están enseñando a ser una líder, a desplegar mis posibilidades, a
corregir desde mi círculo social errores que llevan al caos a la humanidad. Puedo
decir que soy una multiplicadora de noviolencia; con mi proyecto busco
sensibilidad, y aunque es una tarea ardua, es posible, y hoy puedo decir que va por
muy buen camino.
Afortunadamente cuento con el apoyo de la Fundación: con don Hari, doña
Hasita, doña Ana, los becarios, los mentores, y muchos otros, que ayudan a
convertir los sueños de todos nosotros en realidad, y, lo más importante, a obtener
la victoria a través del esfuerzo conjunto y no de la anteposición de intereses
individuales.
Indudablemente la Fundación Mahatma Gandhi, ha cambiado mi forma de
ver la vida; ahora, debo admitirlo, soy mucho más humana, estoy convencida de
que el camino para cambiar este mundo es a través de la educación por medio de
la cual se consigue mayor igualdad social. Pertenecer a la Fundación ha sido clave
para entender que el cambio debe iniciar desde nosotros mismos, y no sentarse a
esperar que otros hagan lo que queremos ver; por el contrario, actuar con
convicción y certeza de que se logrará si todos ayudamos, porque muy bien lo dice
Gandhi: “Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”, y ello es exactamente
a lo que nos invitan en cada uno de los talleres de la Fundación, para que el día que
logremos ese cambio en nosotros mismos, podamos hacerle el llamado a otros y
ayudar en sus procesos de transformación con la seguridad de que ese es el
camino correcto hacia la reconciliación, el perdón, el amor y la paz.

128
Sembrando para servir

Integración de los becarios.

129
Arriba: los fundadores, señores Harivadan y Hasita Shah, de la Fundación Mahatma Gandhi.
Abajo: el Embajador de la India en Argentina, Uruguay y Paraguay, señor R. Viswanathan, con
el señor Harivadan Shah.
Sembrando para servir

S oy un joven nacido y criado en el


barrio Santo Domingo Sabio, uno de los
barrios con más déficit social de la
ciudad de Medellín; este hace parte de la
zona nororiental o lo que otros han
llamado las comunas, por la agudización
del conflicto armado, que en algunos
años le arrebató a la ciudad centenares
de jóvenes, involucrados o no en los
grupos insurgentes, contrainsurgentes o
bandas asociadas, que ingresaban a las
filas armadas por falta de
opor tunidades, moda, rebeldía o Johnny Morales Ortıź
problemas con la familia. Desde que Trabajo Social
comencé la primaria pensé que mi Universidad de Antioquia
historia debía ser diferente; había una
gran apuesta desde la inocencia propia de la niñez, por darle un estilo de vida
diferente a mi familia, compuesta por mi madre y dos hermanos, de 19 y 17 años;
incluso soñaba mucho con generar en mí la capacidad de liderar procesos con las
comunidades, para tratar de transformar las situaciones de inequidad y
problemáticas que agobian a la población más vulnerable. Fue así como comencé
a laborar desde muy temprana edad en las temporadas de vacaciones como
recolector de café, vendedor, ayudante en labores de casa de algunos familiares;
complementario a esto algunas personas me aportaban a la matricula, útiles y
uniformes.
Por la separación de mis padres cuando tenía 6 años de edad, viví en los
Municipios de la Ceja, Antioquia, y Supía, Caldas; en estos municipios estudié
hasta cuarto de primaria; luego mi mamá decidió que nos fuéramos a vivir en la
casa de crianza en el barrio Santo Domingo Sabio. Allí comenzó todo de nuevo: no
teníamos nada en la casa, mi mamá no tenía trabajo, y era una hermana la que
conseguía el sustento de la casa; sin embargo, estábamos dispuestos a vencer las
adversidades. Cuando mi mamá comenzó a trabajar me hice cargo de mis dos
hermanos menores, quienes ante la ausencia de un papá vieron en mí la figura
paterna; traté de combinar esta tarea con las labores de la casa y el estudio.
El bachillerato transcurrió con muchas dificultades pero con la certeza de que nada
podría ser demasiado difícil para realizarse, con las dificultades propias de la zona
materializadas en los enfrentamientos armados a la salida del colegio o en el
trayecto hacia la casa, la amenaza de profesores, asesinato de estudiantes,
matanzas colectivas e intimidación constante a la población civil, lo cual hacía
especialmente difícil la continuidad en las clases y cumplimiento del calendario
131
Cien voces hechas realidad

académico en condiciones de normalidad; por supuesto también estaba en juego


la vida.
En la secundaria tuve un relevante apoyo de mi hermana, ahora madre de
tres hijos, que laboraba como empleada del servicio doméstico para sostener la
familia. Egresé del colegio Fe y Alegría en el año de 1996 y comenzó la dura labor
de conseguir empleo para poder estudiar o intentar pasar a alguna Universidad,
teniendo claro que en el momento no contaba con los recursos para hacerlo; mi
lema en este caso fue: una vez tenga la primera oportunidad, las demás se van a
dar, y las que no se den las voy a buscar; así estuve tres años laborando en varias
empresas sin tener la forma de ingresar a la educación superior. En este tiempo
participé además activamente como líder comunitario en grupos y organizaciones
sociales de la ciudad, en temas como juventud, derechos humanos, atención a
víctimas de la violencia sociopolítica y resolución de conflictos. Coordiné algunos
grupos y participé en iniciativas de ciudad que buscaban potenciar la capacidad de
los jóvenes para aportar al desarrollo de su entorno.
En el año 2000 se dieron dos acontecimientos que cambiaron el rumbo de
mi vida; la primera fue una beca que otorgó la Junta de Acción Comunal a los
jóvenes que pasaran el examen de admisión en el Instituto Tecnológico
Metropolitano. La beca consistía en el otorgamiento del 100% del valor de la
matrícula; efectivamente, comencé a estudiar la carrera que elegí: Tecnología en
Telecomunicaciones; al mismo tiempo una trabajadora social de la Pastoral me
regaló el valor del formulario para presentarme a la Universidad de Antioquia; fue
así como en junio del año 2000 comencé la tecnología y en el mes de enero del
2001 comencé la profesión de Trabajo Social en la Universidad de Antioquia,
consciente de que la tarea no sería fácil. Pese a las críticas de las personas
allegadas que argumentaban que no era posible con las condiciones económicas
que poseía estudiar dos carreras simultáneamente, emprendí la tarea de
profesionalizarme para tener lo que desde niño me había planteado.
En esta tercera etapa fue muy considerable el aporte que hizo mi madre,
quien ahora laboraba en oficios varios y sin el apoyo de mi hermana que ahora
tenía un nuevo hogar; ella me alentó a estudiar, reconociendo que esta situación
haría especialmente difícil el sostenimiento de la familia para un bienestar digno.
Para ayudarme en los gastos de las universidades comencé a laborar por días y a
realizar talleres en la pastoral social. También me inscribí en el programa del
municipio de Medellín Tiquete Estudiantil que en principio ayudaba a subsanar el
problema del transporte; en el año 2002 conocí en el barrio una corporación que
ayudaba con la matrícula y pasajes a jóvenes de escasos recursos, realicé la
solicitud y me ayudaron por cuatro semestres académicos a través de la
benefactora Gloria Villegas de Molina; a comienzos del 2004, luego de que esta
Fundación cerrara sus puertas, tuve la gran oportunidad, a través de doña Gloria,
de conocer la Fundación Mahatma Gandhi.
Luego de pasar el proceso de selección comencé a participar en los
talleres que allí se realizaban; así comienza una verdadera experiencia de vida,

132
Sembrando para servir

materializada en el aprendizaje de la filosofía de la noviolencia como elemento


fundamental del mejoramiento de las relaciones humanas, una filosofía
impulsada por el líder hindú Mahatma Gandhi, quien ahora hacía posible que los
jóvenes tuvieran la posibilidad de estudiar de forma digna, a través de la iniciativa
de dos esposos que habían llegado a Medellín para hacer empresa, pero lo más
importante es que además querían consolidar la esperanza de muchos jóvenes,
tratando de dar una respuesta a ese sueño que de niño se tiene, pero que por las
condiciones contextuales en la mayoría de casos nunca se da; alcanzar las metas
propuestas por jóvenes que antes de conocer la Fundación veían truncado su
futuro; en mi caso pese a las dificultades siempre conservé la esperanza y busqué
las oportunidades. Hoy tengo que agradecerle encarecidamente a los
benefactores, amigos de la Fundación y demás personas que hacen posible que el
propósito de la Fundación sea una realidad; especialmente tengo que agradecer a
dos seres humanos invaluables que materializan el sentido y la filosofía de la
noviolencia que profesaba Gandhi, Harivadan y Hasita, quienes tienen la gran
capacidad de identificar las necesidades más sentidas y volverlas una
oportunidad, que en últimas es una oportunidad para transformar las situaciones
de inequidad y violencia imperantes en nuestro país.
Hoy puedo decir, que con el apoyo de muchos, entre los cuales la
Fundación ocupa un puesto destacado, pude cumplir gran parte del sueño: soy
tecnólogo en telecomunicaciones, graduado en el Instituto Tecnológico
Metropolitano, Trabajador Social de la Universidad de Antioquia y trabajo con el
Estado en la coordinación de la gestión social de los proyectos de vivienda a nivel
municipal. Mi gran reto es poder especializarme, para lo cual estoy trabajando
bastante duro; darle una casa digna a mi madre y poder seguir contribuyendo al
propósito que se ha trazado la Fundación.

Un pensamiento puro es mucho más poderoso


que un largo discurso”.
Mahatma Gandhi
133
Cien voces hechas realidad

S iempre resultará odioso hablar


de uno mismo, más cuando lo poco
que se ha logrado ha sido por el
concurso de muchos otros, entre
ellos todos los amigos hallados en la
Fundación, que ha sido para mí más
que una beca, un descubrimiento de
que otro mundo menos alevoso es
posible y uno puede vivir en él. Pero
asumo la tarea puesta acudiendo a la
bondad de quienes leen estas líneas
y de que alguna cosa les quede. Juan Fernando Rojas
Digamos que nací urgido de Periodista
vivir, tanto que no fue en Medellín Universidad Ponti icia Bolivariana
sino en Bogotá donde mi mamá me tuvo en 1980. Fui el primero de tres
hermanos y el último en pensar en irse de un país que a pesar de todo, y de
muchos, sigue siendo parte del mundo donde quiero vivir.
Desde chiquito di lidia a un papá y una mamá liberales de
pensamiento que me criaron con amor y con la premisa de que la norma se
aprende y no se impone, que uno es un afortunado no por el hecho de tener
sino por ser, y eso ya es mucho. Con esas instrucciones básicas terminé en
una primaria capitalina rodeada de exigencias. Por los azares de una
partida no anunciada de mi papá a otro mundo, cuando empezaba a
despuntar mi adolescencia, hice el bachillerato en un colegio de curas en
Medellín donde me obligaban a responder quién era yo, cuando me
interesaba más la vida de los demás.
Quizás sería por eso que mientras mi generación escuchaba Nirvana
y se abría paso en una ciudad sitiada por conflictos sin término, terminé
asaltando alacenas en mi casa y en las de algunos compañeros para llevar
mercados a mujeres cabeza de hogar en lo alto de la zona nororiental de
Medellín. Y siendo parte de un movimiento católico y social, del que me
quedó más lo segundo que lo primero, terminé recorriendo los ríos del
Chocó con las medicinas que los indígenas necesitaron por cuenta de las
enfermedades que les llevaron los blancos.
Ya con 18 años no hubo objeción de conciencia que valiera para
terminar prestando un servicio más obligatorio que militar en la policía. Allí
134
Sembrando para servir

fue donde a punta de órdenes de coroneles aprendí a redactar informes y por ahí
derecho a advertir que esto de escribir me gustaba, pero no sobre armas
incautadas, sino narrando historias de la gente.
Por eso tras ensayarme como laico durante un año -con el mismo
Movimiento Católico- viviendo en Buenos Aires (Argentina), regresé a la ciudad y las
circunstancias decidieron que estudiara Comunicación Social y periodismo en la
Universidad Pontificia Bolivariana. Fue entonces cuando la economía familiar se
derribó con la crisis nacional; los préstamos del ICETEX y mi trabajo como
periodista primíparo no pagaban en el resto y me vi al borde de abandonar los
salones de clase.
Ahí fue donde conocí a Luz Gabriela Gómez, profesora y amiga vital. Y con
ella llegué a la Fundación en el año 2003 que tras un riguroso proceso de selección
no solo me tiró un salvavidas al pagar lo que era impagable para mí del séptimo
semestre en adelante, sino que me abrió el pensamiento a otros horizontes.
Cada taller preparado y dictado con la participación de esa primera promoción
fueron un laboratorio de experiencias acompañadas por el pensamiento
demoledor metido en la frágil figura de aquel que derrumbó mi escepticismo frente
a un mundo mejor: Gandhi. Hasta un foro nos inventamos para difundir lo
aprendido. En tanto, mi oficio de periodista se cultivaba en las salas de redacción
del periódico El Mundo, después en las crónicas descubiertas bajo las piedras de
esta ciudad que se publicaban cada mes en La Hoja y más tarde como practicante y
redactor provisional en El Tiempo.
Después, mientras el amor iba y venía, elegí explorar por año y medio una
veta de la comunicación en contacto directo con comunidades vulnerables desde
la Alcaldía de Medellín. Ahí pude evidenciar, más allá de una agenda informativa,
que lo aprendido en Gandhi y sus replicadores se puede poner en práctica a favor
de la mejor convivencia en entornos tan complejos como los de Moravia, antiguo
botadero de basuras de Medellín.
Y ahora, con el amor cierto y amancebado por dos años, volví al redil del
periodismo como corresponsal de El Tiempo. Eso sí, con el propósito indeclinable
de mostrar que más allá de la guerra, que sitia por días y noche a este ciudad, hay
iniciativas de paz a las que hay que ponerles parlantes. Lo que hoy hay es un
reportero entretenido por vocación que niega desprenderse de su cordón umbilical
que lo une a esa Fundación que enseña que la vida tiene sentido cuando se pone al
servicio de los demás. Y soy feliz cada vez que puedo devolver algo mínimo de todo
lo que la fundación me ha donado con su apuesta auténtica.

No hay riqueza si no hay vida”.


Mahatma Gandhi

135
Cien voces hechas realidad

A ntes de ser parte de la Fundación


Mahatma Gandhi:
Nací en Yarumal un 30 de julio de 1988.
A mi familia la componían cinco
integrantes: Mi madre, mi hermano
mayor, mi tía, mi papá y yo. Mi padre
trabajaba como auxiliar ambiental en el
municipio de Remedios, Antioquia, por
tanto lo veía cada mes y solo tres días se
quedaba con nosotros, pero sostenía
económicamente la casa. Teníamos una
vida cómoda, pues el salario de mi papá
era bueno; lástima que no cumplió con el Lina Marcela Guisao Crespo
p ap el p aterno en los momentos Ciencia Polıt́ica
decisivos de mi vida. Universidad Nacional
Con mi madre, que había sido
parte de grupos religiosos en la parroquia, empecé mi labor social, a los once años,
ayudándole en la catequesis. Luego nos vinimos a vivir a Medellín, al barrio San
Antonio, a una casita que mi padre había comprado. Aquí también hice parte del
grupo de catequesis de la parroquia. El seminarista John Fredy Gómez Quintero me
inscribió en unos talleres de formación de liderazgo con las hermanas carmelitas
de la Estrella, Antioquia. De esa manera obtuve mi acreditación como líder
parroquial y a los quince años ya era coordinadora de catequesis.
Cuando cursé el 9° grado me gané la beca para el grado 10° por ser la
mejor estudiante del curso, y fui representante de mi grupo, al igual que de 11°
grado. Esto último me permitió ser la representante de los estudiantes de toda la
institución.
Un hecho inesperado sucedió al estar terminando el grado 10° y creo que
vale la pena parar un poco: en noviembre de 2004 mi padre ya no regresaba con
tanta frecuencia y nos dio la noticia de que no volvería porque tenía otra familia y se
quedaría con ella. Nos dejó la casa pero junto con ella la deuda en el banco.
Aunque yo quería a mi papá, no me dio tan duro ya que su presencia era remota; lo
que si nos dejó fue un gran hueco en la economía familiar, ya que todo el peso de
esta recayó en mi hermano mayor y mi mamá, pues mi tía ayuda en los quehaceres
de la casa.
Siendo aún representante de las estudiantes se acercó a mí un joven
director de una Corporación llamada Comuna Nueva que estaba formándose en la
comuna: Jorge David Zuluaga Angulo, becario de la Fundación. Su intención era
realizar una marcha por la noviolencia por las calles de la comuna 9, y quería que

136
Sembrando para servir

los y las líderes estudiantiles le ayudáramos en esa labor; así conocí la propuesta
de la noviolencia y me gustó, por lo que empecé a ser parte de la Fundación.
Una de las experiencias más impactantes de mi vida fue el no haber
pasado a la Universidad de Antioquia. cuando me presenté estando en 11. Pero
para el segundo semestre de 2006 me presente a la Universidad de Antioquia y a la
Universidad Nacional y pasé a las dos, a la carrera Ciencia Política. Pero vaya
problema con los pasajes para ir a estudiar, pues tenía que coger dos transportes.
Con Comuna Nueva, mis pasos como líder se vieron más claros, ya que no solo
escribía en nuestro periódico comunitario sobre temas de ciudad, sino que
también empecé a coordinar la primera versión de un proyecto con instituciones
educativas: el Festival de la Canción de la Comuna 9, el cual potenciaba los
talentos musicales de los y las jóvenes y además promovía en la comunidad un
mensaje de convivencia y paz, por medio del arte.
A mediados del año 2006 me enteré de un Concurso de Mujeres Jóvenes
Talento - Feria de las Flores, así que con el aval de la Junta de Acción Comunal del
Salvador me presenté a la modalidad de desarrollo social con un proyecto de
equidad de género en las instituciones educativas; aunque no fui ganadora del
concurso, logré una de las experiencias más especiales de mi vida formando parte
de la Red de Mujeres Jóvenes Talento.
Siguiendo con mi primer semestre en la Universidad Nacional, Jorge David, me
habló sobre la Fundación y me presenté y heme aquí.
Y en la Fundación Mahatma Gandhi:
Ahora sin la preocupación de no poder estudiar por el dinero estoy siendo
sumamente beneficiada con la formación en liderazgo que me están
proporcionando, pero no es solo eso; ahora veo que mi vida social está siendo
altamente influenciada por los principios de la Fundación y en especial de la vida de
Gandhi. Ahora mi vida familiar y mi vida social, gracias a la Corporación Comuna
Nueva, la Red de Mujeres Jóvenes Talento, la Universidad Nacional y la misma
Fundación está más grata, y agradezco en especial a dos personas, por esta
oportunidad: A don Harivadan y muy, muy especialmente a Diego Naranjo, mi
mentor, que ha sido mi más fuerte apoyo en la Fundación. Gracias a su experiencia
personal y profesional, ha sembrado en mí la semilla de esperanza para que yo
pueda ser parte de la transformación social que Colombia y especialmente
Medellín necesitan.
A mi mamá, a los sacerdotes Juan David y Jhon Fredy, a doña Amparo,
Andrea y Lucía, A Jorge David y mis amigas talentosas de la Red, a don Hari y a
Diego, muchas… no, infinitas, gracias por su ayuda a formarme como persona, líder
y profesional.

137
Cien voces hechas realidad

E ra jueves 18 de abril del año 1991,


cuando en horas de la tarde en medio de
una gran tormenta en un pequeño
pueblo llamado San Roque donde nacen
muchos y se crían pocos, nació una
hermosa niña. La verdad, no es que
fuera muy hermosa, porque era toda
rojita y calvita. Ah, pero para su madre
ella era la niña más linda, su primera
alegría y qué decir del papá que aunque,
como todo hombre, esperaba su
primogénito varón, cuando la vio sintió la
sensación más maravillosa de ese Zully Tatiana Zuluaga Marın
́
mundo.
Derecho
Pues esa niña soy yo, Zully
Universidad de Antioquia
Tatiana Zuluaga; mis padres, Pedro y
Fabiola, se casaron estando muy jóvenes aún, pues mi madre solo contaba
dieciséis años y mi papá aunque un poco mayor de igual manera estaba muy joven.
Ellos eran un par de campesinos con pocos recursos económicos pero con un amor
muy grande, capaz de derribar los obstáculos más grandes.
Después de mi nacimiento nos fuimos a vivir a una pequeña finca situada
en lo más recóndito del monte, pues estaba más escondida que una guarida de
conejos. Pero allí se radicó una pequeña familia que se empezaba a formar.
Humildes, sí, pues permítanme contarles que mi cuna fue hecha de palos
redondos y la cama matrimonial de mis padres era una sencilla estera; en la casa
no había ninguna clase de lujos porque ni la luz eléctrica iluminaba nuestras
noches.
Ya cuando yo tuve dos años de edad nos fuimos a vivir al pueblo, donde mis
padres empezaron a trabajar vendiendo madera. Todo transcurría de manera
normal; cuando tenía 5 años de edad un suceso desastroso sucedió en nuestras
vidas, pues mi padre fue victima de un terrible accidente automovilístico que casi
acaba con su vida. En ese accidente perdió un riñón, el bazo y parte del páncreas.
Aunque estuvo muy delicado se pudo recuperar y después de esto nos mudamos
para el pueblo de Remedios, Antioquia, donde vivimos dos años; luego nos fuimos
para Vegachí. Cuando vivíamos allí yo tenía siete años y en ese momento de mi vida
Dios mandó un maravilloso regalo para mí y para mis padres, ya que llegó a
nuestras vidas una hermosa princesa, a la cual le pusimos por nombre Sara.
Después de Vegachí vivimos en Andes por varios meses y después nos
trasladamos para la ciudad de Medellín. Ya en Medellín nos ubicamos en el barrio
Belén Aguas Frías donde yo comencé mi grado tercero de primaria. En este lugar
138
Sembrando para servir

solo vivimos aproximadamente seis meses y luego nos trasladamos para un barrio
llamado El Pinal, una invasión del municipio de Bello situada en la antigua
carretera para Guarne. En este lugar estuvimos dos años y medio y yo estudié en la
escuela de la misionera Hermana Alcira Castro.
Al terminar mi primaria mis padres construyeron una casa en el barrio
Pablo Escobar lugar para el cual nos mudamos a vivir en diciembre de 2001. La
dicha nos embargó porque podíamos tener una casa propia en la ciudad de
Medellín, pues aunque tener la casita no era riqueza sí era una gran bendición. En
esa época yo incursioné en una nueva etapa, el bachillerato, un espacio diferente y
novedoso para mí que era tan solo una niña de 10 años de edad, pero eso no
impidió que me acoplara fácilmente, pues siempre he sido una niña líder y muy
inquieta por descubrir cosas nuevas. Mi bachillerato lo inicié en el colegio
Miraflores, ubicado en el barrio Buenos Aires, donde estudie los grados sexto y
séptimo.
Después de esto, mi papá, como se dedicaba a actividades de comercio,
decidió trasladarse para la ciudad de Pereira porque allí surgió un buen proyecto de
negocio. Comencé mi grado octavo en el colegio femenino Lestonnac, de la
compañía de María. Entrar en ese colegio no fue nada fácil para mí, puesto que
estaba acostumbrada a estar en otro entorno, y, lo reconozco, yo era una típica
ñoñita: con las gafas redondas y uniforme casi hasta los talones. Por eso fui objeto
de muchas burlas y críticas. Pero eso pasó rápido porque me di a conocer bien y
todas me aceptaron tal como era, habladora, participativa y ñoñita.
Al año de estar viviendo en Pereira, sucedió lo más maravilloso que ha
podido ocurrir en mi vida, conocí de la verdad redentora de Jesucristo, y me
convertí al cristianismo protestante.
En el 2006, cuando iba a cursar décimo grado me pasé de colegio para el
Técnico Superior, donde me gradúe en la modalidad de Diseño Mecánico por
Computador. También en el año 2006 nació la alegría de nuestro hogar, mi
hermano Pedro Pablo.
Ya en el 2007 mi padre decidió volverse a vivir a la ciudad de Medellín; la
verdad, me dio muy duro dejar tan hermosa tierra cafetera. Pero qué gran
bendición ha sido poder estar en Medellín, pues en mayo de 2008 me presenté a la
Universidad de Antioquia al pregrado de Derecho, ya que era la única opción que
tenía porque no poseía dinero para pagar una universidad privada. También
confieso que fue como un regalo de Dios poder iniciar mis estudios allí.
Ya a finales del año 2009 una compañera de la Universidad me contó de
una Fundación que trabajaba con la filosofía de Mahatma Gandhi y otorgaba becas
a estudiantes universitarios. Yo muy interesada en un principio, no lo niego, por el
apoyo económico, me presenté a la Fundación Mahatma Gandhi y pasé todo el
proceso de selección. La alegría que mi familia y yo sentimos cuando me
comunicaron que había sido seleccionada no la puedo describir. Haber empezado
en la Fundación ha sido de gran ayuda para mí ya que a través de la formación que
le ofrecen a uno he podido cambiar actitudes inapropiadas frente a la vida a las

139
Cien voces hechas realidad

cuales estaba acostumbrada. Estar en la Fundación me ha permitido crecer como


ser integral y además creer y estar convencida de que se puede tener una ciudad
diferente a través de la filosofía de la noviolencia.

La verdad jamás daña a una causa que es justa”.


Mahatma Gandhi

140
Sembrando para servir

E l 10 de junio de 1986, más


exactamente a las 2:30 pm, nació de las
entrañas de una mujer esplendorosa
una niña a la cual llamaron Diana
Patricia Torres; su progenitor siempre
había deseado un varón, pero al ver su
rostro, ese que despertaba esperanza,
se conmovió su corazón y al instante la
apretó entre sus brazos y comprendió
que era fruto de su corazón.
Con el pasar de los días la niña fue
creciendo en el seno de una familia que a
pesar de los defectos y algunos Diana Patricia Torres Gutié rrez
inconvenientes puestos en el camino, Trabajo Social
siempre sembraron en ella la cualidad Universidad Minuto de Dios
de ser especial y la confianza necesaria
para que pudiese lograr todo que se propusiera.
Pero lastimosamente todo no era color de rosa; el ambiente que rodeaba a
Diana era de miseria y de violencia; no podía concebirse ninguna esperanza para el
futuro, las calles en las cuales jugaba libremente al bote-tarro con sus amigos se
tornaron de repente en ambiente oscuro y pesado que cobraba víctimas que
terminaban sus segundos de vida extendidos en el pavimento; las amigas con las
que compartió los mejores momentos de su niñez ahora eran jóvenes con vientres
abultados, jugando a hacer de mamá.
Esta serie de sucesos que marcaron la infancia y posteriormente la
pubertad de la joven ayudaron a moldear su carácter y a construir un sueño que,
por las condiciones, parecía imposible e inalcanzable, pero en el corazón de Diana
existía la esperanza de realizarlo alguno de los días en el calendario. Luego de
graduarse de la secundaria, su padre, con todo el ahínco del mundo, decidió
patrocinar su sueño, que se trataba de ser profesional; así que con los ahorros de
toda su vida costeó dos semestres de Comunicación, lo que siempre había querido
su hija.
Pasado este tiempo, su padre no pudo seguir acompañando a su hija en el
camino que la conduciría a alcanzar su sueño, puesto que la situación económica
se tornó algo oscura, y estaba la disyuntiva entre lo que quería su hija o darle de
comer a los suyos. Diana, lastimosamente, tuvo que abandonar su sueño, para
poder trabajar y sostener en algo a su familia, pero nunca desapareció el anhelo.
Como dice Nicolás Guillén: “Camina, caminante, sigue; camina y no te pares,
sigue”. Eso fue exactamente lo que hizo, no parar. Para alcanzar su meta, Diana

141
Cien voces hechas realidad

ahorró algo de dinero producto de su trabajo y decidió continuar estudiando; hacía


lo que fuera: cuidar niños, vender comidas preparadas; mientras buscaba empleo
para sostener su estudio, sus compañeros hacían una especie de fondo común
para ayudarla pues ella siempre contó con esa capacidad de saberle llegar a la
gente; a cambio les corregía textos, les preparaba consultas, etc.
La vida puso en su camino una oportunidad inigualable y utópica en el
principio, pero que decidió correr el riesgo de aceptar; se trataba de una Fundación
que becaba a jóvenes universitarios de escasos recursos llamada Mahatma
Gandhi. Diana comenzó un arduo proceso de selección, en el que competían más
de 30 aspirantes a la beca; en el proceso comprendió que más que una Fundación
que proveía dinero era una nueva oportunidad para poder realizar su sueño.
Resultó que la nueva oportunidad se materializó, pues, como dicen, la
suerte favorece a la mente preparada. La Fundación la hizo una de las 20
beneficiarias no solo en la parte económica, sino de un sinnúmero de cosas que le
aportan y la ayudan a crecer cada día como persona; después de esto Diana siente
que su vida comienza a darle los frutos de su trabajo; la Fundación hizo de su
existencia algo más real y lleno de esperanza.

Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala


es el silencio de la gente buena”.
Mahatma Gandhi

142
Sembrando para servir

M i nombre es Luisa Fernanda


Valencia Ortíz. Nací en Medellín el 17 de
septiembre de 1993, tengo 17 años,
estudio Psicología en la Fundación
Universitaria Luis Amigó, soy hija de
Gloria Estela Ortíz Rodríguez y Álvaro
Valencia Henao; tengo un hermano,
Daniel Valencia Ortíz. Al nacer ya mi
hermanito tenía 9 años y mis padres
tenían una vida estable; mi papá tenía
un buen trabajo y estabilidad económica
y mi madre se ocupaba de Daniel y del
hogar. Luisa Fernanda Valencia Ortıź
En mi corta vida, una de las Psicologıá
mejoras etapas fue la de la infancia, que Corporació n Universitaria Luis Amigó
viví y la disfruté al máximo como todo
niño la debe gozar; estudie toda mi primaria en el colegio de La Presentación.
Cuando tenía 9 años mis padres decidieron separarse ya que no se entendían lo
suficiente para vivir juntos. Su separación fue algo muy triste para mí pero no me
afectó tanto ni fue tan traumática ya que mi papá seguía respondiendo por mi
hermano y por mí y además vivía pendiente de lo que necesitáramos; él se
encargaba de nuestro estudio y seguro médico, entre otras cosas.
Al entrar al bachillerato seguía estudiando en La Presentación, y mi mamá
decidió darse una oportunidad con una persona que llegó a su vida, que se llama
Juan, quien decidió con ella que nos iríamos de Medellín, para vivir en Rionegro;
estuve allí un año y medio, ya que mi madre tuvo discusiones con él y se separaron;
de nuevo regresamos a Medellín, volví a entrar en el colegio y mi mamá montó un
almacén de mercancía para bebés. Vivíamos con mi hermanito y su esposa.
Tristemente nos tocó una gran crisis económica y el almacén no pudo
continuar; mi madre quebró y tuvo problemas con mi hermanito así que nos fuimos
a vivir con una prima; para mí fue muy duro este gran cambio ya que estaba
acostumbrada a otros ambientes. Además, me tocó cambiar de colegio y entré a
cursar 10 y 11 en el Inem José Félix de Restrepo; logre acoplarme a la situación,
tanto del colegio como de vivienda. La verdad, vivimos en muchas partes y
teníamos una gran inestabilidad, lo cual me afecto un poco en mi estudio y en mi
ser. Ahora mi mamá trabaja en una floristería y vivimos las dos solas; esta gran
experiencia la tomo como una prueba que Dios nos hizo para comprender mejor la
vida y para luchar por los ideales que se quieren alcanzar; además, doy muchas
gracias porque aprendí a ser una persona más humana que me encanta ayudar y
aportarle a la sociedad.

143
Cien voces hechas realidad

Por eso estoy luchando por mi meta, que es ser una gran profesional y una
gran líder; al graduarme fue duro ya que no teníamos los recursos económicos para
poder ingresar a una Universidad, así que entre mi tía, mi papá y mi hermano
hicieron un esfuerzo para que pudiera formarme y cumplir mi sueño; por medio de
una amiga de mi tía me di cuenta de la Fundación, ya que la sobrina de ella
pertenecía a esta; por eso me presenté. Además, la filosofía de la noviolencia me
encanta y la labor que hace en la sociedad y con los jóvenes es fundamental y es
una gran ayuda para poder realizar mis estudios; y voy a dar todo de mi parte para
ser una gran líder y para vincularme totalmente con la Fundación y poder aportar
mi granito de arena para cambiar un poco la sociedad, teniendo muy presente a
Gandhi, que es un gran ejemplo.
Por último, hay algo que tengo muy presente en mi vida y es luchar por los
ideales; solo de esa manera se alcanzarán; estoy feliz porque mi vida está
cogiendo el giro que deseo; además, porque pertenezco a esta gran Fundación que
sé que va a marcar mi vida de una manera total tanto espiritual como profesional y
le doy muchas gracias a Dios por esta oportunidad.

No se nos otorgará la libertad externa


más que en la medida exacta en que hayamos sabido,
en un momento determinado, desarrollar
nuestra libertad interna”.
Mahatma Gandhi

144
Sembrando para servir

S oy Laura Cárdenas, nací en Bello


hace 18 años y soy la hija única de
Carolina Ceballos, quien junto con mi tía
Libia Amparo Ceballos me han dado el
calor y el amor de una verdadera familia.
Mi tía, que trabaja en confecciones a
terceros, es la cabeza del hogar y nos ha
apoyado mucho económicamente, a mi
mamá, quien no ha contado con una muy
buena estabilidad laboral, y a mí por
supuesto.
De pequeña sufrí unas
amigdalitis agudas que no tenían Laura Milena Cá rdenas Ceballos
explicación clara, por lo que los médicos Comunicació n Social y Periodismo
y psicólogos diagnosticaron que eran Universidad Minuto de Dios
reflejo de la carencia paterna; pero a
pesar de esto pude tener una infancia normal como la debe tener cualquier niño.
En la parroquia Nuestra señora del Carmen empecé a la edad de 8 años, -el norte
de mi vida es Dios- como acolita, y después, a los 11, años ingresé al grupo de
proclamadores de la palabra, al grupo de la guardia de honor en Semana Santa, y a
colaborar con las Pascuas infantil y juvenil.
El canto siempre ha estado presente en la vida mía, soy una apasionada de
la buena música, y por esta razón mi mamá ha pensado que es algo que tengo que
cultivar, y cuando tenía 12 años ingresé a la Casa de la Cultura en Bello a estudiar
técnica vocal y allí estuve durante un año. Como consecuencia de esto pude en
compañía de otro compañero de la parroquia y la ayuda del padre Rubén Andrés
Bedoya formar un ministerio musical del cual todavía hago parte.
A lo largo de estos 10 años en la pastoral he crecido enormemente como
persona, y siento que gran parte de mis principios y valores como mujer son por
este ambiente religioso en el que me he formado.
En la parroquia ha sido mucha la gente que he podido conocer y entre ellos
a Wilman Alonso Rúa actual becario y quien fue el que me hizo conocer la
Fundación. Junto con él y con Adriana Giraldo hice parte del grupo de recreación del
barrio, vinculados con la alcaldía de Bello y la Secretaria de Recreación y Deportes.
También tuve la oportunidad de trabajar con el área metropolitana en la parte de
recreación en ludotecas ambientales.
Una cualidad que me resalta y más que cualidad sé que es un don, es el amor que
tengo por los niños; me hace feliz verme rodeada por ellos; ayudarles y consentirlos
es de las cosas que más me agradan en la vida.

145
Cien voces hechas realidad

Hay dos razones principales que forman mi proyecto de vida; la primera es


una misión que siento que me fue encomendada del cielo -se escapa a toda razón y
lógica- de ayudar; es un compromiso que tengo con Dios y gran parte de estar en la
Fundación se lo debo a este pacto, y la segunda es poder brindarme y brindarle a mi
familia una mejor calidad de vida. La base para lograr todo esto: la educación.
Hoy puedo decir que la mano del Padre del cielo está aquí en esta historia, y
que es una bendición haber encontrado a la Fundación Gandhi, esa que hoy
también es mi familia y por ende mi prioridad.

El amor puro ahuyenta todo exceso”.


Mahatma Gandhi

146
Sembrando para servir

A veces uno no sabe cómo comenzar


a contar una historia que aún no tiene fin,
y que seguramente no lo tendrá, pues
este camino es de por vida. Aun así,
trataré de plasmar en estas líneas un
bonito resumen de lo que he vivido en la
Fundación Mahatma Gandhi.
Mi antes y después de estar en la
Fundación, es el mismo, en el buen
sentido de la palabra, pues he procurado
guardar mi identidad pero con el gran
reto de irme nutriendo y puliendo para
una vida más tranquila. Estar en la Oriana Fernanda Bautista Arrubla
Fundación me ha aportado desde Diseñ adora Grá ica, Animadora Digital
muchos ángulos y a diversas áreas de mi Universidad Salazar y Herrera
vida; desde lo social, donde he recibido
capacitaciones y he podido darle a otros lo que he aprendido; pasando por lo
profesional, donde he tenido la oportunidad de aplicar con pasión lo aprendido en
mi academia; y también en lo económico, pues gracias a ser becada, luego de ser
voluntaria, pude terminar uno de mis pregrados.
En la Fundación Mahatma Gandhi, me he sentido realmente retada a ser
todo eso que hablamos en cada taller o reunión; han habido momentos en los que
incluso he preferido quedarme en la banca, al no sentirme siempre preparada
moralmente para impartir algún tema, y son justamente en esos, en los que he
buscado profundizar para poderlos compartir con ejemplo de vida.
Conocer múltiples personalidades, mirarnos cara a cara y sonrisa a
sonrisa, visitar las comunidades vulnerables para llevarles una voz de aliento y
brindarles juegos y enseñanzas, llegar a instituciones educativas y poder
acompañar procesos culturales con enfoque de noviolencia, observar a directivos,
empleados y compañeros y aprender de ellos, todo esto me ha hecho una mejor
persona.
Hoy soy un reflejo de esto en mi entorno cercano, donde el reto es mayor,
pues como siempre lo he pensado, es allí donde realmente somos probados… Y
con falencias y cosas por seguir mejorando, continuo el camino de ser una persona
integral, es por esto que digo que la historia es de no terminarse.
De las cosas más bonitas que he podido aprender en la Fundación, es el
agradecimiento y la lealtad, a un compromiso, a un sentimiento.
Luego de haberme tenido que retirar de mi academia, por cuestiones
económicas, encontré en la Fundación un apoyo para retomarla y finalizar ese ciclo,
y esto es de gran valor para mí, es un honor que ese logro haya sido posible gracias
147
Cien voces hechas realidad

al acompañamiento de la beca, pero quise comenzar narrando todo lo demás que


también he recibido, pues eso intangible nos llena el alma.
La Fundación sabe que cuenta conmigo, y como dijo Gandhi, “casi todo lo
que realice es insignificante, pero es muy importante que lo haga”.

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo


y no en el resultado.
Un esfuerzo total es una victoria completa”.
Mahatma Gandhi

148
Sembrando para servir

E s mi más fer viente deseo


compartir a los lectores de la segunda
edición del libro Historias de vida “Cien
voces hechas realidad - Sembrando para
ser vir” y en reconocimiento a la
conmemoración de los 15 años del
nacimiento de la Fundación Mahatma
Gandhi, parte de mi experiencia en ella
en calidad de Becario y a lo que hoy
considero un gran privilegio el poder
pertenecer a esta.

Con humildad puedo expresar Idabet Gallego Naranjo


que me llena de inmenso orgullo saber Historiador, Arquitecto
que estas líneas puedan llegar a inspirar Má ster Medio Ambiente y Desarrollo
algún tipo de transformación en aquellos Universidad Nacional
que puedan leerlas y más aún, que
pueda motivarlos a hacer parte de esta gran familia y de compartir con nosotros la
apuesta a una actitud diferente frente al diario vivir, “el actuar sin violencia y el
servicio a los demás como elección de vida”.

Más allá de una beca para estudios superiores que sin duda repercute en
el futuro de aquellos que la reciben, la Fundación quiere verdaderamente lograr
una transformación en aquellos jóvenes que tienen el privilegio de ser
multiplicadores de su experiencia. Llevar a otros la convicción de que a través del
cultivo diario de valores hoy nublados en nuestra sociedad, tales como: la
tolerancia, el respeto por la vida y la búsqueda del bienestar común, se puede
contribuir al camino para una sociedad más equitativa y más consciente de sus
actos. Para ello, ha apostado el lograr cambios en un grupo especial de jóvenes
que no solo a través de la escolaridad superior, sino de una educación en virtud de
una verdadera humanidad continúe haciendo parte de este hermoso y realizable
sueño. Un sueño que nace en su fundador, pero que se pretende continuar como
una flama inapagable por todas aquellas personas que a su alrededor trabajamos
incansablemente por él.

En cuanto a mí, creo que mis palabras pueden expresar en sí mismas mis
pensamientos y el reflejo de lo que me he convertido. Un adulto consciente, culto,
humano, responsable de sus actos, respetuoso de la vida y con gran vocación de
servicio, en cuya formación la Fundación Gandhi sin duda alguna ha hecho parte.

149
Cien voces hechas realidad

La fascinación precoz por las culturas de oriente me llevó desde niño al cultivo de
los conocimientos de las culturas orientales, que me llevaría así mismo a
convertirme en profesor de estas disciplinas, especialmente en el campo del Yoga
y la Meditación, también a convertirme en un practicante asiduo de artes
marciales japonesas y posteriormente a una formación universitaria con un
pensamiento más holístico que fuera de la mano con la concepción de un individuo
integral, que la Fundación ha apoyado desde el inicio y que considero puede ver en
mí día a día. Esta cosmovisión del mundo hoy es mi regalo más valioso y el tesoro
que deseo compartirles. Pues ¿qué sería del mundo sino compartimos aquello que
se nos ha obsequiado? Nuestros logros, nuestros conocimientos, nuestras
riquezas. Indudablemente, siempre que damos a otros libres de retribución alguna
estamos dándonos a nosotros mismos. Nunca se debe dudar que al servir a otros
siempre se ganará.

Dentro de mi formación académica y de la mano con la Fundación hoy poseo un


título de Historiador, Arquitecto y Máster en Medio Ambiente y Desarrollo (los dos
últimos en formación), empero, nada de esto tendría sentido si dichos
conocimientos y dicha formación integral no se encamina al mejoramiento de las
condiciones de vida del medio y de aquellos que hagan parte de él. Necesitamos
una cultura impetuosa pero hacia al servicio y solidaridad con los demás.

A las palabras del líder político estadounidense Martín Luther King, con referencia
a la educación: “Inteligencia más carácter es el objetivo de una buena educación”
respetuosamente yo me atrevería a expresar: “inteligencia más carácter puesto al
servicio de los demás es el resultado de una verdadera educación” y dentro de la
familia de la Fundación Gandhi su pretensión apunta a este norte. Debemos dejar
de lado la cultura nefasta de “me importa un culimbis el otro” (José Saramago),
esa cultura de desinterés y apatía frente aquellos que nos rodean, cultivar nuestra
humanidad y entender que la conciencia de “La verdadera educación consiste en
obtener lo mejor de uno mismo ¿Qué libro se puede estudiar mejor que el de la
humanidad? (Mahatma Gandhi), y que tomando en consideración las palabras de
Steve Jobs, solo aquellas personas que estamos lo suficientemente locas como
para creer que podemos cambiar el mundo, somos quienes lo cambiamos.

Los invito a cambiar el mundo, a creerse lo suficientemente locos para descubrir


en su humanidad que el servicio a los demás a través de las acciones más simples,
y en bienestar de otros, desarrollarán en ustedes las más grandes y hermosas
cualidades, harán florecer todo aquello que toquen, dejarán huella en cada alma,
en cada ser y en cada espacio del que hagan parte.

150
Sembrando para servir

T odo comienza en el pueblo de las


flores y las bicicletas un 8 de agosto de
1991 a las 10 de la mañana para ser
más exactos, ese día conocí el mundo. Si
pudiera recordar ese momento les
contaría qué tal es tener un primer día de
vida, pero mi memoria no me alcanza,
solo sé que nací en el hospital del
municipio de La Ceja – Antioquia, luego
de que mi madre tuviera unas
contracciones fuertes, pues yo tenía
ganas de vivir, de dejar huella, de ser
grande y aquí vamos en ese camino… Santiago Bohó rquez Guzmá n
Mi niñez la pase entre árboles y Director y presentador de TV
lagos, mi abuelo era mayordomo de una Comunicador Organizacional
finca a las afueras de La Ceja, allí vivía Colegiatura Colombiana
con mi abuelastra, mi mamá y todos mis
tíos que en total eran 9, 4 mujeres y 5 hombres, mi madre con tan solo 18 años
cursaba once de secundaria en la Institución Educativa Bernardo Uribe Londoño,
en embarazo continuó sus estudios hasta alcanzar su grado como bachiller,
transcurrió el tiempo y empezó a trabajar ayudando en la finca en las labores
cotidianas de unos mayordomos, yo mientras tanto corría en los verdes, jugaba con
patos y exploraba la vida.
Todo fue así hasta que cumplí cuatro años, mi mamá queda por segunda
vez en embarazo y mi abuelo enojado la echa de la casa con niño y todo, en ese
momento pasamos de vivir del campo al pueblo, un cambio completamente
diferente, en una vida sin recursos, mi mamá era una adolescente, no teníamos
absolutamente nada, ni donde vivir, ni qué hacer, entonces conseguimos una
habitación con cama para quedarnos, mientras ella buscaba trabajo, y con la
suerte que a los días lo encontró en una peluquería cerca al parque haciendo el
aseo, con el tiempo fue aprendiendo y empezó a hacer manicure y pedicure, se fue
volviendo una experta y en la actualidad hace más de 21 años es la labor que
desempeña, ella mujer guerrera con tesón siempre ha sido mamá y papá. De mi
papá no tengo ningún recuerdo, pues hasta el momento no lo he conocido, solo sé
que su nombre es Luis Ediver. Él al enterarse que mi mamá estaba en embarazo
decidió irse, desaparecerse para siempre, fue un hombre cobarde, no le tengo
rencor, agradezco que todo se haya dado así, porque eso me ha hecho el hombre
que soy hoy, un ser fuerte en un mundo donde la cobardía no existe.
Durante mi crecimiento tuve ausencia de seres importantes como padre y
abuelas, no supe que es tener una abuela, pues mi abuela materna murió cuando

151
Cien voces hechas realidad

mi mamá tenía 6 años, y como no conocí a mí papá ,tampoco tuve familia paterna,
mi única figura paterna es mí abuelo, un señor de sombrero, de temperamento
fuerte, terco y llevado de su parecer, pero con una personalidad propia de una
persona que se ha criado en el campo, un hombre realmente verraco al sacar 9
hijos adelante junto con su esposa, “mi abuelastra” cuatro de este último
matrimonio, porque la mamá de mis demás tíos murió cuando estaban pequeños.
A pesar de las circunstancias, nos fuimos abriendo camino en el pueblo,
ingresé a la escuela y tomé mucha independencia, pues, mi mamá debía trabajar
para poder sobrevivir, me iba para la escuela solo, me metía a grupos, jugaba por
mi cuadra, en fin, disfrutaba mi niñez.
Llegó la adolescencia y con ella cambiaron algunas cosas, maneras de
pensar, gustos y actividades, siempre me incliné hacia lo artístico, desde el colegio
bailaba, actuaba, presentaba en los actos cívicos, era de esos chicos
participativos en todos los temas culturales, descubrí desde muy joven una pasión
que me mueve, “la comunicación”, en sí, presentar, a los 14 años estando en un
descanso del colegio llega una chica con una cámara me hace una pregunta,
respondo repentinamente sin pensar, pasaron tres meses y esta mujer fue y me
buscó a mi casa y me dice que le gustó como me expresé y que quiere que haga
parte de su programa de TV llamado: ZONA VIP + QUE MÚSICA un programa de
televisión juvenil que se presentaba en el canal comunitario del municipio, yo
acepté el reto y sin saber absolutamente nada, presenté por primera vez en un
canal, logré encarretarme tanto con este cuento que hoy en día es lo que hago y de
lo que vivo, el programa se transmitía los sábados y eran 4 horas improvisando,
hablando de videos musicales creía que el programa no lo veía nadie, hasta que
llegué el lunes al colegio y oh sorpresa todos mis compañeros me habían visto, en
ese preciso momento me empieza a palpitar el corazón por cumplir ese sueño,
sueño que hoy sigo construyendo, ese sueño de ser presentador de televisión
internacional.
A mis 14 años tuve la oportunidad de hacer parte de un programa de TV
juvenil que transmitían en el canal comunitario del municipio llamado ZONA VIP +
QUE MÚSICA, acepté este reto, presente por primera vez en un canal, debía
improvisar durante 4 horas y en ese momento me empieza a palpitar el corazón por
cumplir este gran sueño “ser presentador de televisión internacional”.
Salí del colegio de 17 años, con mil incógnitas en mi cabeza, con muchos
deseos pero con pocas oportunidades, en mi casa siempre me habían dicho que si
no pasaba a la U de A no había otra forma de que ingresara a la universidad, mi
deseo era tan fuerte que empecé a prepararme, llegó el examen de admisión y no
pasé a Periodismo, sentía que mi futuro se desvanecía, entonces elegí otra opción,
estudiar Tecnología en Gestión Humana en el SENA y así fue, estando allí hice
parte de líderes comunicadores, una estrategia a nivel nacional donde los mismos
aprendices producían notas de radio, prensa y televisión para los medios de esta
entidad en todo el país, estudiaba algo diferente a lo que anhelaba, pero no dejaba
a un lado ese sueño, con el SENA tuve la oportunidad de viajar, conocer jóvenes de
otros departamentos y darme cuenta que quería realmente para mi vida y
152
Sembrando para servir

definitivamente el arte de comunicar me llamaba, haciendo la práctica de la


tecnología empecé a estudiar con mucho esfuerzo Comunicación Social y
Periodismo en la universidad donde siempre me había visualizado, la Universidad
Pontificia Bolivariana, fue tal el gusto por la carrera que desde el primer día sabía
que había nacido para esto, comunicar en cualquier manera, tono y lenguaje, pero
comunicar, para poder estudiar en esta Universidad, algo costosa, me tocó hacer
un préstamo en el Icetex, busque todas las maneras para hacerlo, se dieron las
cosas e inicié mi vida universitaria en el lugar donde siempre había soñado, en la
carrera que me apasionaba, en el lugar que siempre desee estudiar.
Al pasar el tiempo y al tener tantos gastos de desplazamiento para ir desde
La Ceja a Medellin y viceversa, semestre con muchos signos ceros y demás, se fue
sintiendo un golpe grande financieramente hablando, el negocio con el que
trabajaba, ya no me daba, pues me había gastado el capital, no contaba con la
mitad del dinero del que necesitaba para ingresar el próximo semestre, me
enfermé y todo empezó a tornarse gris, sentía que no tenía la forma de seguir
estudiando, sentía poco apoyo aunque mis sueños seguían latentes…
A veces me han dicho que uno tiene ángeles en el cielo y en la tierra y yo lo
creo, pues, en el momento más duro que no sabía que iba a pasar con mi vida y mi
futuro, Dios me mandó las señales, realmente poderosas, me llegó un correo
donde decían que necesitaban jóvenes que quisieran estudiar comunicación para
becar, yo completamente desanimado mandé mi hoja de vida y fui pasando filtros
con muchas personas, luego con menos, luego cinco y de esas cinco se escogían
los becados, hasta ese momento no sabíamos la Universidad para la cual estaban
otorgando la beca, se escogieron los becarios y uno de ellos entre muchos jóvenes
fui yo, qué orgullo, qué regalo y bendición de la vida poder decir que estudié toda mi
carrera becado cien por ciento en una Universidad con prestigio y la única
especializada en creatividad en América Latina, mi vida cambió desde ese
momento gracias al compromiso y gestión de la Fundación Gandhi, gracias a esas
personas que como doña Gaby con sus decisiones y gestiones cambian vidas,
gracias a Ana Lucia por ser una mamá durante nuestra formación, gracias a Don
Hari por traer la No Violencia como mensaje de vida, gracias a Mahatma Gandhi por
su legado de vivir en tranquilidad.
Estudié Comunicación Organizacional con énfasis en Relaciones
Internacionales en la Colegiatura Colombiana, tengo mi propio programa de
televisión, este proyecto nació hace tres años en una clase en la Universidad,
soñaba con dirigir, producir y presentar un formato, fresco, juvenil en el Oriente
Antioqueño y hoy es una realidad, también soy periodista de un medio de
comunicación digital DiariOriente donde cubro eventos importantes que suceden
en la región. Soy feliz haciendo lo que amo hace más de 10 años, sin dejar a un lado
mi profesión de comunicador.

153
Sembrando para servir

Agradecimientos

Si quieres cambiar al mundo,


cámbiate a ti mismo”.
Mahatma Gandhi

153
“Siempre y en cada momento me he sentido respaldada por usted don Hari y por
toda la Fundación en todo. La Fundación hace parte de mí como persona, como
estudiante y como futura profesional, en todo momento pienso en esta familia:
Fundación Mahatma Gandhi. Me siento muy orgullosa de pertenecer a esta familia
y siento que siempre seré una mujer que llevará la noviolencia en su estilo de vida,
esto debe estar presente en nuestro diario vivir. Mil gracias, siempre estaré
agradecida por todo lo que hacen por mí y por todos los jóvenes de la ciudad”.
Erika Acevedo

“Hoy es un buen día para dar gracias a Dios por haber escalado un peldaño más en
mi vida, pues son mis grados, y quiero aprovechar esta ocasión para expresar mis
más profundos agradecimientos a la Fundación Gandhi, gracias a don Hari y Anita
por estar siempre pendientes de los becarios, por estar inquietos para que nos
formemos como seres humanos sensibles a la noviolencia y con una apuesta por
construir un mundo mejor. Quiero decir además que gracias a la Fundación pude
continuar con mis estudios, pues llegó en un momento de dificultades económicas
pero, sobre todo, gracias por brindarme un espacio de aprendizaje, pues el estar
en interacción con los otros líderes de la Fundación le ha aportado grandes cosas a
mi vida. Realmente son muchas las palabras que quisiera decir, pero todas
redundan en un muy sincero agradecimiento por ser parte de mi realidad, además
reitero mi compromiso con la Fundación y desde ella seguir creyendo que un
mundo mejor es posible si le apostamos a una noviolencia que cuestiona, que
critica y que libera”.
Wilman Rúa S.

“Hay momentos especiales en la vida, que nos permiten hacer un alto en el camino
para agradecer a quienes con su colaboración y empeño nos ayudan a alcanzar
nuestros sueños. Para mi ese día es hoy, ya que el viernes 8 de octubre me
graduaré como Comunicador y Relacionista Corporativo; y aunque para nadie ha
sido un secreto el gran cariño que le tengo a quienes conforman la Fundación
Mahatma Gandhi, hoy quiero reconocer y exaltar que este logro mas que mío es
suyo, por apoyarme, guiarme y motivarme a ser un mejor ser humano, a
responsabilizarme por mis actos y por regar esa semilla de esperanza que siempre
estuvo en mi corazón “querer un mejor futuro construido desde el presente para
mi sociedad y mi país”. No ha sido un camino sencillo, ha estado lleno de
obstáculos y pruebas que Dios ha puesto en mi camino para moldearme, ahora las
angustias del pasado se revelan como tramo necesario, pues sin ellas no sería la

155
persona que soy, y aún más importante no estaría con ustedes, me han puesto a
prueba, me han hecho evaluarme, y me han dado la oportunidad de conocer seres
cuya entereza, energía y vocación, nunca hubiera sabido que existían, tomando
como ejemplo cada una de sus actitudes, posiciones y entusiasmo. Agradezco hoy
y siempre por ser parte de su familia, porque es precisamente esto lo que he
encontrado, el apoyo incondicional que solo una familia sabe dar, sin importar los
tropiezos que he tenido en el camino, siempre han estado junto a mí. Espero
continuemos creciendo como el equipo que somos, fortaleciendo nuestros lazos y
permitiendo que juntos soñemos, y así descubrir que hay más allá de nuestros
deseos, construyendo el camino hacia un futuro mejor, lleno de prosperidad,
bienestar y esperanza con visión colectiva”.
Paola Tabares O.

“Gracias por el constante acompañamiento y apoyo que he sentido con su


respaldo durante todo mi proceso formativo. Gracias por la oportunidad que
me dan de formarme como un buen líder y por ende pulirme para lograr ser
una persona íntegra, así mismo la oportunidad de acceder a mis estudios
superiores. Para mí es gratificante contar con personas tan valiosas como
ustedes”.
Héctor Andrés Múnera S.

“¡Definitivamente ustedes son lo mejor que me ha podido pasar en la vida!


¡Muchas gracias de todo corazón por su comprensión y apoyo! Un abrazo
gigante”.
Sandra Velásquez V.

“Un gracias enorme, por compartirme esta alegría de llegar al quinto aniversario de
una idea que nació viva y así se mantiene. Sobra decir lo que representó la
Fundación no solo para mi destino profesional sino para esa formación que hace
ver el mundo con otros ojos, una perspectiva que sobrepone ética a competencia,
corazón a razón, verdad a conveniencia. Un abrazo muy fuerte para todos y cada
uno… muchas veces las aspiraciones pueden más que las acciones, pero igual,
celebro, con ustedes, esta idea que ratifica el compromiso por una sociedad si no
mejor, más aliviada”.
Con aprecio, Juan Fdo. Rojas T.

156
“Feliz cumpleaños Fundación: que Dios todo poderoso los continúe iluminando
cada día, en especial que bendiga enormemente sus espíritus (almas). Se debe de
sentir muy feliz Dios por permitir que sus almas se presten como aposento de Dios,
ya que el habita en ustedes. Estas labores en el mundo son las que realmente
cuentan ante Dios. Gracias por permitir ser instrumentos de Dios. Con mucho
aprecio”.
kelly Blandón V.

“A la Fundación… gracias, por haber confiado en una persona del común como lo
fui en aquel tiempo y recibir esperanzas del nuevo profesional que soy. A Dios…
gracias por haber colocado frente a mi camino personas tan nobles,
colaboradoras, exitosas y no violentas, entre las cuales resalta el doctor Harivadan
Shah. Son ustedes quienes en conjunto con mis conocimientos, son artífices de
este logro, y a manera de agradecimiento me gustaría compartir con ustedes esta
frase: “algún día fui un simple estudiante, hoy que sigo siendo el mismo Juan David
Tabares Tamayo, pero ingeniero civil, listo para aplicar y multiplicar”, espero poder
seguir contando con ustedes y además poder ser parte de la historia de
multiplicadores de la Fundación, muchas gracias”.
Juan David Tabares T.

“Quiero agradecer a la Fundación Mahatma Gandhi y a todos sus integrantes, en


especial a sus fundadores Harivadan y Hasita, que le han metido todo el corazón
para que ésta salga adelante. A Ana Lucía que siempre vivió pendiente de los
becarios, se podría decir que era la “mamá de todos”. A Luis Fernando que fue mi
tutor durante el programa de formación. A Diego Naranjo, a su esposa Claudia y a
todo el equipo de PENTA que nos dictó el programa y nos formó como talleristas del
mismo. Espero retribuir a la Fundación todo lo aprendido de la mejor manera,
empezando por ser multiplicador de la no violencia y luego apoyando
económicamente a otros jóvenes para que tengan la misma oportunidad de
estudiar que yo tuve”.
Carlos Mario Mesa Toro.

“Cuando nuestra vida contribuye a otras vidas y nuestros sueños contribuyen a


otros sueños es ahí, donde realmente reflejamos la grandeza de nuestra alma y el
amor por nuestros hermanos”.
Lina Sorany Morales.

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“Les expreso mis más sinceros agradecimientos por la ayuda que me brindaron
durante este arduo camino hacia la vida profesional, en el cual ustedes han
aportado no sólo de forma económica sino también con la semilla de formación en
liderazgo, no violencia y calor humano. Sin su valiosa colaboración no hubiese sido
posible alcanzar esta meta en tan sólo nueve semestres de estudio, sino que tal vez
se hubiese prolongado mucho más en el tiempo. La labor que ustedes realizan es
sumamente valiosa desde cualquier punto de vista ya que están contribuyendo al
desarrollo del país y al acercamiento a la paz que tanto deseamos los colombianos.
Los profesionales que hoy ustedes ayudan serán los gestores del cambio que
Colombia necesita y espera. Reiterándoles mis más sinceros agradecimientos”.
Jhoanny Duque M.

“El motivo de este mensaje es agradecer todo el apoyo que con cariño me han
brindado. He terminado este semestre satisfactoriamente, y es gracias a la ayuda
que me brindan para que salga adelante... agradezco a la familia Gandhi porque no
solo he escalado un peldaño más de mi vida como profesional, sino que también lo
he hecho como persona y ser humano... mi compromiso sigue muy firme con la
Fundación… pueden contar con mi ayuda incondicional para cualquier evento o
actividad, si así lo requieren... muchas gracias”.
Vanessa Acevedo D.

El valor de un testimonio
Este mensaje de una becaria tiene un fuerte valor testimonial porque se
convierte, para la Fundación Gandhi, en un acto de fe, a futuro, de que sí es posible
el compromiso “voluntario” de multiplicación, como ingrediente esencial del
proyecto formativo en los valores de la noviolencia:
“Hari, Hasita, Ana Lucía y los demás: este mensaje me causa un poco de
vergüenza, pues reconozco mi ausencia durante ya bastante tiempo y tienen toda
la razón en manifestar que parte de lo que somos ahora se lo debemos a la
Fundación. Estaba esperando contar con algo más estable para reiniciar mi aporte
a la Fundación pero es cierto que mañana puede ser muy tarde, y bueno, estoy
segura de que ya contaré con mejores ingresos para aportar a la Fundación.
Antes que nada quiero contarles que gracias a la Fundación Carolina
estuve en España cursando un máster en Tecnologías de la Información
Geográfica en la Universidad de Alcalá. Estuve allí entre septiembre de 2010 y julio
de 2011; fue una experiencia maravillosa, por eso soy consciente de la
importancia de los aportes a estas instituciones que de no existir haría que la
probabilidad de muchos de vivir nuevas experiencias fuera mínima, y pues la vida
me lo ha mostrado por partida doble, inicialmente durante el pregrado gracias a la
Fundación Mahatma Gandhi y luego con un posgrado.
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En este orden de ideas, me comprometo a aportar mensualmente a partir
del mes de noviembre; tal vez no resulte un aporte significativo, pero es lo que por
ahora puedo ofrecer. Me comprometo a no interrumpir este aporte a menos que
me encuentre sin empleo, y tan pronto cuente con uno que me represente un mejor
ingreso me comprometo a incrementar mi aporte. Muchas gracias”.
Laura Posada M.

Gracias a mi esposa, mis dos hijas y la familia, a los empleados de Tecniquímica, a


todas las juntas directivas durante estos 10 años: Luz Gabriela Gómez R., Rafael
Aubad L., José María Muñoz A., Felipe Hoyos V., Rafael Echavarría E., Carlos Beltrán
A., Carlos Castro A., Sergio Fajardo V., Diego Naranjo M., Víctor Sánchez G., Juan
José García P., Luis Mauricio Mesa M., Elsa Gladys Muñoz G., Carlos Eduardo
Arango A., Gloria M. Pérez A., María Teresa Anderson G., Ricardo Gómez A. y
Antonio Machado M. A todos los benefactores, talleristas, mentores, voluntarios,
amigos, simpatizantes, …
a Dios, y muy especialmente a todos y cada uno de los becarios.
Harivadan Shah

Vive como si fueras a morir mañana.


Aprende como si fueras a vivir para siempre”.
Mahatma Gandhi

159
Si tu estás en paz contigo mismo…
entonces al menos hay un lugar pacífico en el mundo”.
Mahatma Gandhi
Sembrando para servir. Cien voces hechas relidad, se terminó
de imprimir en Medellín, Colombia en octubre de 2017.

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