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11/03/2014
Restaurar los daños emocionales que nos produjo el abuso en nuestra niñez no es fácil,
se toma su tiempo, pero como todas las cosas de la vida, las buenas, hay que esforzarse
un poco para conseguirlas, yo desde aquí, os propongo una serie de pasos, que otros han
dado antes, que yo misma tuve que dar en un momento de mi vida, que nos pueden
servir de guía en el proceso de «reparación» del corazón y el alma, de nuestras
emociones.
Imagina un filodendro, una hermosa planta de interior, de hojas grandes y verdes, muy
decorativa y resistente, esta planta debe ser trasplantada de tanto en tanto a una maceta
más grande para evitar que las raíces se estrangulen. Este problema no se puede ver
desde el exterior, es algo que sucede bajo la superficie, una planta puede estar
«estrangulada» durante mucho tiempo antes que uno pueda ver lo que algo va mal. Sin
embargo, después de un tiempo las hojas comenzarán a volverse marrones, la tierra se
endurecerá y la planta empezará a oler a podrido. A la larga las hojas se caerán y esa
hermosa y bella planta verde perderá toda su energía vital. Algunos aficionados a las
plantas, al ver tal situación pueden aconsejarte, con buena intención, «Sigue regando tu
filodendro. Ponla al sol un poco más. Cámbiala de sitio. Háblale. Hazla escuchar
música suave…. Volverá a la vida dentro de nada y los síntomas desaparecerán.
Sin embargo, un jardinero entendido te dirá algo distinto «debes cambiarla a una maceta
más grande», pero eso no será suficiente, tendrás que examinar la planta, separar las
raíces, añadir nueva tierra, quizá arrancar o podar algunas hojas. Ese proceso para la
planta es una experiencia «dolorosa» y a veces, al seguir esos pasos, podemos verla un
poco adormecida, como que no sucede nada. Pero después de un tiempo de atención y
cuidado veremos el resultado, volverá a ser un filodendro verde y sano, incluso más
bello que antes. Ignorar la situación de la planta no servirá, sólo la llevará, con el
tiempo, a morir.
Si hemos sido víctimas de abuso sexual, emocional o físico, nuestra situación puede ser
muy parecida a la del filodendro estrangulado. Se puede seguir por años sin manifestar
ningún síntoma visible, pero con el tiempo aparecerán problemas que se pueden
manifestar en forma de depresión, ira, dificultades en tu matrimonio, jaquecas,
ansiedad, trastornos alimentarios…. David Seamands en su libro «Curación de los
recuerdos» dice lo siguiente:
David Seamands
Jan, la autora antes mencionada, nos indica tres categorías de víctimas: reprimidas,
suprimidas y oprimidas.
1. La víctima reprimida.
Suele ser una persona que no es consciente de que ha sufrido una situación de abuso en
su infancia. Ha bloqueado el recuerdo debido al trauma experimentado, lo cual no
impide que experimente los mismos síntomas que quien lo tiene fresco en su memoria.
A menudo se sienten deprimidos, tienen tendencias de suicidio, padecen dolores físicos
inexplicables, presentan niveles de ansiedad elevados, problemas de sueño, ira
reprimida, problemas en las relaciones interpersonales, etc.
2. La víctima suprimida.
3. La víctima oprimida.
Para afrontar el problema hay que mirar nuestra vida honestamente, la idea no es
degradarse a uno mismo, ni sentirnos culpables, sino evaluar la verdad de lo sucedido. A
veces, antes de llegar a este punto se ha llevado una vida de disimulo, dando una falsa
imagen de confianza y seguridad en presencia de otros, pero por dentro lo que se vive es
inseguridad, enfado… Una forma de comprobar si hay algo sin resolver en lo profundo
de nuestro ser es contrastar como soy con los que me rodean y como pienso y siento en
mi interior.
1. Depresión.
Puede ser leve y periódica o severa y continuada (dura muchos meses). Para algunas
víctimas la depresión puede llegar a ser un estilo de vida, que en ocasiones se manifiesta
como carácter irritable. Estos sentimientos pueden ir y venir. Cualquier cosa la puede
disparar; un artículo en un periódico, un documental o película en TV, una conversación
telefónica, una determinada época del año (navidad).
2. Ira.
La ira que experimentan las víctimas de abuso está generalmente mal dirigida. Muchas
incluso niegan su existencia, pero se enfadan con cualquier hecho (un conductor que
realice un mal adelantamiento, el llanto de un niño, etc. Hay que llegar a la raíz de esta
ira, que a menudo es contra alguien cercano que no supo o no quiso defendernos del
abuso (un padre, una madre, un hermano…) En términos psicológicos podemos
llamarlo ira desplazada, se dirige a alguien que no está en la raíz original. Seamands
dice que «el tiempo por sí mismo no puede curar los recuerdos tan penosos, esas
experiencias que tras 10 o 20 años siguen tan vivaces y dolorosas como lo eran 10 o 20
minutos después de que ocurriese el abuso». La ira interior empieza como una tetera
con agua hirviendo. Cuando ya somos adultos la tetera sigue hirviendo vigorosamente y
el vapor y el agua salen sin control. Al afrontar el problema, se comienza a identificar
aquella ira y dirigirla hacia su raíz.
3. Temor/ansiedad.
¿Eres una persona que sin avión podemos temer que se estrelle y muramos. Ante un
dolor continuo podemos pensar en un tumor maligno, etc. Las fobias son muy comunes
en víctimas de abuso, algunos no pueden subir en ascensor, o entrar en algún lugar
cerrado. Otros reaccionan con ataques de ansiedad en situaciones tensas o
problemáticas. El temor experimentado puede ser intimidación, como en aquel
momento de la niñez en que nos sentíamos con deseos de retroceder ante nuestro
agresor. El sentimiento de desesperación de entonces, de rechazo y temor sale a la
superficie y causa intensa ansiedad, aún después de muchísimos años del abuso
recibido.
Dibujo de Ivanesky
4. Culpabilidad/vergüenza.
Para la mayoría de víctimas la dificultad en esta área parte de una falta de confianza.
Son incapaces de permitir a otras personas acercarse demasiado, intimar. Al mismo
tiempo, tienen una profunda necesidad de estar asociados íntimamente a otros. No es
extraño, que ante esta necesidad de amistad, las propias víctimas actúen como
saboteadores de esas posibles relaciones. Tanto víctimas casadas como solteras pasan
por esta situación. Si es este tu caso, no desesperes, podrás superarlo si estás dispuesto/a
a trabajar a fondo con ese pasado.
6. Abuso repetido.
Dibujo de Ivanesky
¿eres una persona a la que le cuesta expresar sus sentimientos? Las personas represoras
son las más difíciles de ayudar en estos casos, pues no se abren a compartir ni a expresar
sus emociones. Son personas que parecen tener todo bajo control. Muestran una
confianza que no es tan real como aparentan, son generalmente bastante independientes,
hasta el punto de en algunos casos vivir aislados, y esconder tanto sus sentimientos que
parecen personas insensibles, que no se dejan afectar por nada que tenga que ver con
emociones. Es difícil ayudar a este tipo de personas, principalmente, porque no
reconocen que tienen problemas. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuál puede ser el
origen? Cuando el abuso se produce en la infancia, a una edad en que no se pueden
expresar con entendimiento las cosas que están sucediendo, en muchos casos se
«elige subconscientemente» no hablar sobre ello para poder sobrevivir. Ese
incidente traumático en nuestra infancia o adolescencia dispara infinidad de emociones
que en su mayor parte nunca fueron expresadas, sino aplastadas y suprimidas por años.
Este mecanismo de defensa nos ayudó a tratar con el intenso dolor emocional que nos
produjo el abuso. Aprendimos a «apagar» la emoción relacionada con el
incidente. Cada vez que empezabas a sentirla quizá te enfocabas a otra cosa más
placentera, y así, al pasar los años, aprendiste que era una manera eficaz de tratar con
esas emociones no deseadas. Aprendimos a «cortocircuitar» nuestras emociones
negativas, de miedo, ansiedad… y a no enfrentarnos a ellas. Quizá en algún momento
dijiste » nunca permitiré a nadie aprovecharse de mí otra vez», y a partir de ahí nació
una persona controladora, que lo único que desea en la vida es que nada se salga de su
lugar, desarrollando tal vez una personalidad dominante. Tranquilo hay solución.
Sigamos.
Dibujo de Ivanesky
9. Baja autoestima.
Es uno de los síntomas habituales y que sufre la mayoría de las víctimas. La autoestima,
es decir, el valor que la persona se confiere como tal, así como la autoimagen ( cómo se
ve uno a sí mismo)se van formando desde la niñez a través de los mensajes que
recibimos de los demás, de nuestros padres, hermanos, de los iguales en el ámbito
escolar, amigos, etc…. Todos hemos dicho alguna vez » que niño/a tan gracioso…tan
revoltoso…. Tan vago……tan inútil…….tan educado…. Cada uno de esos comentarios
imprime una marca positiva o negativa en el menor y éste se va conformando a una
imagen que otros le dan sobre sí. Todos nos hemos hecho una idea de lo que somos, por
los mensajes que nos envían los que están en nuestro contexto próximo (familia, trabajo,
etc) Cuando se produce un abuso la imagen de la víctima se distorsiona y comienza a
pensar sobre sí misma que es malo/a, que es culpable porque experimenta placer, con lo
que a la vez se siente sucio, se va desvalorizando y va entrando en el pensamiento
equivocado de que «las cosas malas le suceden a las personas malas», por tanto lo que
le ha pasado tal vez lo tiene merecido. Esa autoestima/autoimagen se verá o no
potenciada, en un sentido u otro, es decir, positivo o negativo, en base a lo que se recibe
en el ámbito doméstico-familiar. Las víctimas que dentro de su hogar han encontrado
una buena armonía, y han sido estimulados positivamente hacia sus logros y valorados
por ellos tienen mejor pronóstico que aquellas que en el contexto familiar hayan podido
verse infravalorados e incluso maltratados verbal o físicamente.
¿Te concentras en tus fracasos más que en tus éxitos? ¿Frecuentemente eres una persona
escéptica y/o cínica o negativa? ¿Pareces egoísta e introspectivo a otros? En general las
víctimas de abuso no se sienten bien consigo mismas, incluso aquellos que parecen
confiados y con las cosas bajo control pueden padecer de baja autoestima. Muchos
tienen problemas para aceptar las críticas y se ponen constantemente a la defensiva.
Otros se muestras siempre complacientes, aceptando lo que les ofrecen e incapaces de
defenderse, rechazan cualquier cosa positiva dicha de ellos (elogios, cumplidos), la
razón es que las palabras positivas de los demás no encajan con la imagen que tenemos
de nosotros mismos, así que las invalidamos con cualquier comentario negativo sobre
nosotros.
La autoimagen y autoestima de una persona está en la base de esa persona. Cuando ésta
sufre un trauma o un desarrollo inadecuado, se manifiesta en muchas áreas. Imagina el
cimiento de una casa. Si alguien viene y explota (daña, abre brechas) ese cimiento sin el
consentimiento o conocimiento de los constructores, tendrá un efecto dramático en la
estructura. Lo que se continúe edificando está destinado a desmoronarse en cualquier
momento posterior. Cuando la víctima de abuso intenta construir su personalidad y
carácter sobre ese cimiento defectuoso, a la larga las señales del daño aparecerán y
deberá volver al cimiento para restaurarlo, entonces podrá seguir después con el resto de
la estructura.
Síntomas adicionales
Los nueve síntomas anteriores cubren la mayoría de secuelas que presenta un trauma de
estas características, pero en ocasiones hay muchos síntomas físicos que se pueden
encontrar asociados, por otra parte los nueve descritos no conforman una lista
exhaustiva, otros autores pueden mencionar algunos más.
Entre los síntomas físicos el dolor de origen desconocido es uno de los más habituales,
se manifiesta en forma de jaquecas, afecciones digestivas, dolores musculares
(contracturas). También se producen trastornos alimentarios como anorexia (dejar de
comer voluntariamente) o bulimia (atracones de comida seguidos de vómitos). La
obesidad y hábitos alimenticios no controlados son sintomáticos también. Trastornos del
sueño como insomnio, sueño excesivo, pesadillas e imágenes del pasado, son bastante
comunes. El bloqueo de recuerdos sobre el incidente y lapsos de memoria sobre un
periodo largo de la infancia (recuerdos reprimidos), son frecuentes también.
Los adolescentes, víctimas de abuso, pueden presentar conductas de promiscuidad,
huidas de casa, elección de malos amigos, abusos de droga y alcohol y una rebeldía
general.
2. Tienen intimidad con cualquier persona que seles cruce en el camino antes del
matrimonio y después de casarse tienen frecuentes aventuras.
3. Responden de manera errática entre las dos primeras (mostrar una conducta sensible y
seductora en unas ocasiones y apatía y desinterés en otras).
La clave para entender esto está en la relación que el abusado hace entre amor y sexo,
en muchas ocasiones emparejan los dos de manera que para sentirse amados/as y
queridos/as han de participar primero en un acto sexual. Lo que contribuye a una
perspectiva distorsionada tanto del amor como del sexo. Las víctimas a menudo se ven
como objetos y no como personas. Detrás de una conducta promiscua también podría
esconderse un deseo de venganza, es como si la víctima quisiera ofrecerse a todos
menos al agresor.Características de personalidad como ser excesivamente perfeccionista
y/o rígido, un espíritu crítico, una incapacidad de someterse a la autoridad y ciertas
conductas manipulativas, son todas posibles manifestaciones de un pasado de abuso.
Analiza tu condición
¿Te ha sido siempre difícil acercarte emocionalmente a otras personas, o que éstas se
acerquen a ti?
¿Te sientes forzado/a repetidamente por otros que imponen sus demandas sobre ti?
A menudo, al hablar con algunas víctimas de abuso, muchas de ellas hacen la siguiente
pregunta: «¿Por qué es necesario expresar verbalmente el trauma?», ¿has estado alguna
vez envuelto en un accidente de tráfico? Si te ha pasado ¿qué es lo primero que haces
cuando ves a alguna persona que no ha sido testigo de ese accidente y que te es
familiar? Exacto, lo cuentas ¿Por qué? Porque tienes que liberar la energía emocional
interna que está almacenada dentro de ti. Relatar el incidente no lo cambia, ni tampoco
el impacto, pero sí libera algo de la emoción que envuelve tu experiencia.
Tenemos la capacidad de bloquear fuera de nuestra mente cosas que no podemos tolerar.
Lo más triste de esto es que, aunque podemos bloquear el dolor de modo no intencional,
con todo, seguimos sufriendo las consecuencias.
Al comenzar a liberar emociones que llevan mucho tiempo siendo canalizadas por
cauces equivocados, podemos sacar a la luz cosas que por mucho tiempo han estado
ocultas.
En cuanto a quién contar, ya se ha mencionado en varias ocasiones que hay que buscar a
una persona adecuada, elegir a alguien que no sea comprensivo o compasivo puede
causar aún más daño, por tanto hay que buscar una persona que no culpe, ni juzgue o
menosprecie lo que ha ocurrido («no es para tanto, después de tanto tiempo tienes que
haberlo superado ya, así que déjate de tonterías y sigue con tu vida»)
A veces es necesario que la víctima hable sobre su historia familiar, su dinámica dentro
de la casa, para que veamos el abuso en su contexto, en muchas ocasiones el incesto o
abuso surge en un hogar enfermo y disfuncional. El espacio de tiempo que dura el abuso
y su amplitud (hasta dónde se ha llegado, pues no es lo mismo que hayan tocamientos,
que haya habido penetración, etc.), afectarán al grado de devastación sufrido.
Hay que tener en cuenta también que las emociones que se sienten siendo niños son,
claramente, inmaduras, por lo que es importante que la víctima descubra esas emociones
infantiles en vías a una recuperación sana.
Uno puede pasar por diversas etapas a lo largo de la vida, si el abuso fue en la niñez, se
puede tener una adolescencia «movidita», de ser extrovertidos volverse introvertidos, de
estar involucrados en muchas actividades pasar a ser seres solitarios, independientes,
que no necesitan a nadie en sus vidas; pasar por relaciones desdichadas; ser rebeldes y
desobedientes con los padres y otras figuras de autoridad. Se puede, posteriormente,
encontrar a una persona con la que compartir la vida, nos casamos y entonces
comienzan los problemas, ahí es cuando comienzan a mostrarse esas heridas del pasado,
porque nunca se han curado.
Contar el incidente no es una cura mágica, sino un paso vital en el proceso que permite
a la víctima coger ánimo y da explicación a emociones confusas e inexploradas, el dolor
comienza a ser desenterrado y comprendido.
Ayuda también a verse en perspectiva, ya uno no es ese niñito o niñita sin recursos, sin
fuerza, sin apoyo, por tanto, ahora puedo encarar el asunto desde otra posición, ahora
estoy en igualdad de condiciones con el agresor y lo puedo enfrentar.
«ESTOY EN CONSTRUCCION»
Los sentimientos no envejecen. Los sentimientos sobre los eventos pasados están con
nosotros ahora….El tiempo no disminuye los traumas de la niñez….No se erosionan ni
desaparecen.
Esto es fácil verlo cada vez que alguien tiene oportunidad de liberar EMOCIONES que
en su momento no pudieron serlo, se producen las mismas intensidades de ese momento
en que se vivieron.
Se podría decir que todos llevamos dentro un niño interior que representa una parte
significativa de quienes somos como adultos. Si en nuestra infancia vivimos un hecho
traumático (no solo una situación de abuso, sino la pérdida de uno de nuestros padres o
ambos, una enfermedad grave, etc…) y aquellos asuntos y sentimientos quedaron sin
resolver, lo más probable es que formen parte de nuestra vida adulta,
Si nos quedamos con esos sentimientos del pasado, siendo ya adultos, podremos
experimentar frustración, ansiedad y desesperación. Usemos un ejemplo para
visualizarlo mejor, imagina un embalse, lleno de emociones, en vez de agua, con el
tiempo la presa de los sentimientos se llena y rebosa, la mayoría de veces de manera
incontrolable. Podemos deliberadamente empezar a abrir una compuerta de
sentimientos, soltando algo de la emoción y disminuyendo el peligro de un derrame
imposible de controlar. Muchos niños se hacen mayores sólo para ser adultos
necesitados en busca de un amor que nunca conocieron de pequeños. Esto puede
convertirse en tragedia cuando se comienza a transmitir de una generación a otra, pues
padres que no recibieron amor y protección de sus padres, no tienen los recursos
necesarios o los tienen muy limitados, con lo cual sus hijos crecen con esa misma
carencia y así sucesivamente. Los niños necesitan recibir un amor sano.
Fue Jesucristo quien dijo a sus discípulos :»Conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres» La verdad es frecuentemente dolorosa, pero es en encontrar, afrontar y sentir la
verdad que podemos empezar a reconstruir nuestras vidas. Debemos mirar
cuidadosamente las pérdidas y sentimientos que experimentamos en los traumas de la
niñez para poder reunir el material necesario para empezar nuestro programa de
reconstrucción. No es sano fingir que aquellos eventos no ocurrieron, ni negar la
devastación que han causado.
PASO 4 – Estableciendo la
responsabilidad
27/03/2014
Una de las principales dificultades que tienen las víctimas de abuso sexual es el
establecimiento de la responsabilidad en este tema, ya que como he mencionado en otra
parte, la víctima se considera culpable y copartícipe junto al agresor en el acto de abuso.
La siguiente declaración puede ser algo atrevida, pero contiene una gran verdad:
La sociedad en la que vivimos nos ha hecho creer, especialmente en el caso de las niñas,
que pueden presentarse como «seductoras» ante el agresor, de manera que reciben lo
que se merecen, o lo que «están pidiendo». Esto es una locura. Hay pocas posibilidades
de que anden niñas pequeñas de esa manera, pero aún si las hubiera, el adulto siempre
será responsable de su conducta. La experiencia sí nos dice, que una niña que tenga o
manifieste conductas sexuales precoces por lo general ha podido ser ya una víctima de
abuso.
Dibujo de Ivanesky
Temor de pérdida.
Otra dificultad para que una víctima establezca la responsabilidad es el temor a perder
relaciones personales que le son valiosas y/o necesarias. En algunos casos la víctima no
tiene ningún deseo de mantener esa relación con el agresor. Sin embargo, otras lo tienen
formando parte de su propia familia (un padre, madre, tío, hermano…) y la lealtad a esa
familia les impide establecer la responsabilidad debida. Esta situación les lleva a
sentirse entre la espada y la pared. Se sienten culpables por no contarlo a sus padres,
profesores o alguien con autoridad, temen ser culpables de que se rompa esa unidad
familiar.
Cómplices
Es necesario, ahora, tomar un tiempo para hablar de otros responsables en el hecho del
abuso, me refiero no al agresor, sino a cualquiera que sin ser participante directo del
abuso puede tener conocimiento de éste o ve señales que apunten a ello, estas personas
son los que llamamos cómplices. En la mayoría de casos de incesto entre padres e hijos,
incluyendo la figura del padrastro o cualquier hombre que asuma el papel paterno en un
hogar, la madre comparte una parte de la responsabilidad y, por tanto, es cómplice. Esta
parte es variable y depende del caso en cuestión. A veces cuando las madres juegan ese
papel de corresponsables en el incesto, los hijos pueden acumular una ira secreta hacia
la madre, no entiende porque no le protege de lo que está pasando, pero aún así es su
figura de apoyo y no quiere perderla, es después de muchos años que a lo mejor se hace
patente esa emoción contraria. En algunas ocasiones la madre puede estar sufriendo,
igualmente, algún tipo de abuso o maltrato emocional o físico. Otras madres
simplemente saben lo que sucede y dejan que siga pasando por multitud de cuestiones
(p.ej. mientras se desahoga sexualmente con el hijo/a la deja a ella tranquila)
El paso desde negar hasta aceptar la realidad se logra a través de una confrontación, de
esto hablaremos más adelante, pero quiero dejar una cosa muy clara, aún en el caso de
que el resto de la familia siguiera negando los hechos, la víctima puede alcanzar la
restauración completa.
Otros cómplices.
Hemos hablado sobre todo del papel de las madres en este aspecto, pero ¿a quién más
podemos considerar cómplices en una situación de abuso sexual? Algunos niños/as han
sido forzados sexualmente por hermanos, tíos y abuelos. Hay muchos factores que
pueden contribuir al inicio de estas relaciones. En el caso de incesto cometido por un
hermano se suele dar anteriormente en la familia una ruptura en el papel que han de
desempeñar los padres, convirtiéndose éstos en cómplices del incesto. Frecuentemente
los padres están aislados uno del otro y ambos de los hijos, no toman tiempo para
comunicarse con sus hijos, de manera que no observan la conducta de ellos y apenas les
conocen como individuos. A menudo encuentran incómodo hablar sobre ningún tema de
naturaleza sexual. Es un tema tabú en casa. En otras ocasiones los padres pueden ser
muy rígidos y protectores, excesivamente «religiosos», intentan proteger a sus hijos de
todo (desde anuncios de TV hasta ciertos tipos de comidas…), llevan la protección y el
cuidado de los hijos a los extremos, creando un aislamiento que puede fomentar una
atmósfera incestuosa.
Esos tipos de familias, descritos anteriormente se denominan «sistemas cerrados», no
están abiertos a las relaciones con el mundo exterior, creen que lo único adecuado y
socialmente aceptable es lo que sucede en casa, por lo que es muy difícil que puedan
darse cuenta de lo que ocurre en caso de incesto, es más, si llega a suceder y la víctima
lo denuncia, en muy pocos casos llegan a ser creídos. Con frecuencia, los abusos
sexuales ocurren porque los padres y otros adultos responsables no ven las señales de
aviso en la vida de los menores.
En todos estos casos las víctimas pueden considerar cómplices del abuso a todas estas
personas que convivían con ellos o estaban tan cerca que pudieron darse cuenta de lo
que sucedía, y en muchos casos puede ser realmente así, hay que considerar cada
situación en particular. Los niños en estas situaciones piensan, a veces, que sus padres
deberían saber y deberían haberlos protegidos, es decir, les consideran hasta cierto
punto responsables.
Ya hemos comentado que al sentirse la víctima culpable del incidente y por temor a
perder una relación valiosa, en algunas ocasiones está impedida para establecer
responsabilidades sobre lo sucedido. Hay otro asunto importante y es cuando la víctima
en esa imposibilidad trata de minimizar o negar incluso el abuso. Al minimizarlo o
negarlo, la víctima quita importancia del evento para liberarse a sí misma y a su agresor,
ocurre sobre todo en casos de incesto cometidos por hermanos con edades cercanas,
justifican el hecho como «juego» o «curiosidad de niños». Es cierto que los niños/as
pequeños desean «explorar» todo lo relativo a la conducta sexual, es una parte de su
desarrollo y crecimiento normal, pero cuando el menor se siente obligado, usado o
impotente ya no hay «experimento infantil», si no tiene elección por causa de coacción
física, psicológica o emocional, el experimento se ha convertido en un abuso sexual.
En la vida de una víctima de abuso sucede lo mismo. Hay áreas de su vida que están
desoladas. Hay que «arrancar, desarraigar» algunas cosas del pasado, será doloroso.
Algún especialista en temas de abuso sexual puede intervenir como «máquina
especializada» y se comienza el proceso de «remover la tierra». Se comienzan a
«plantar semillas» en esa tierra desolada, y al cabo de un tiempo comenzará a verse un
hermoso jardín.
Hemos visto en este paso las cuestiones que pueden impedir a una víctima establecer la
responsabilidad: culpabilidad falsa, temor a perder relaciones valiosas y minimizar la
importancia del incidente o del agresor.
Busca una foto de aquellos años de tu infancia en que sucedieron los hechos y mientras
la miras hazte las siguientes preguntas:
¿Realmente podría haber sido responsable por lo que me ocurrió a esa edad?
Tenemos que hacer tres cosas con las áreas de dificultad en nuestras vidas:
AFRONTARLAS, LOCALIZARLAS Y BORRARLAS
Significa empezar a mirar las pautas de conducta actuales, particularmente las que
afectan a nuestras relaciones personales y a identificar las características perjudiciales
que predominan en nuestra manera de relacionarnos con los demás. Después de
identificarlas, vamos a tratar de encontrar dónde y cuándo tuvieron su origen en nuestra
vida. Después de localizar el origen, la raíz, comenzaremos de manera disciplinada a
«borrar» esas pautas perjudiciales y dañinas.
¿Qué hay que buscar?
Todas aquellas conductas negativas, que como acabamos de ver resultan perjudiciales
en nuestra relación con otras personas. Hasta cierto punto los estilos de comunicación,
hábitos, gestos e idiosincrasias personales tienen sus raíces en el trasfondo familiar.
Pueden ser características positivas o negativas que llevamos a nuestro matrimonio.
Entonces pasamos una vida entera con una pareja, procurando reformar lo que
aprendieron o no aprendieron de su familia de origen.
Quizá tu esposa/o aprieta el tubo de pasta de diente desde el medio y tú, lo haces
religiosamente desde abajo. Los cajones de su ropa están inmaculados y los tuyos son
un desastre. Ya que el ejemplo es muy importante para los niños, frecuentemente no es
lo que oyen de sus padres lo que les impacta, sino lo que ven.
No nos damos cuenta de nuestros estilos de aprendizaje, en cierta manera, hasta que
comenzamos la convivencia con otra persona. Hay que decir que no todas las
dificultades de conducta y síntomas se derivan directamente de la experiencia de abuso
sexual. Como ya se ha dicho anteriormente, generalmente existen en la familia algunos
problemas de disfunción anteriores al abuso. La mayoría de la investigación en este
campo apoya esta hipótesis. Es este mismo fenómeno, que contribuye al abuso, el que lo
«traspasa» de una generación a la siguiente (pautas de aprendizaje familiar). Los estilos
disfuncionales de comunicación, el grado en que una familia es un «sistema cerrado», y
la incapacidad de la familia para resolver conflictos de una manera sana, son todos ellos
factores que contribuyen a permitir o reducir la disfunción en la siguiente generación
(transmisión de patrones).
Primero, como se ha dicho, hay que identificar las pautas actuales de conducta, es decir
cómo actúo en determinada situación (secuencias), especialmente en nuestra manera de
relacionarnos con los demás, localizar las dificultades. Es similar al proceso de
descubrir un cortocircuito en un sistema eléctrico. El cortocircuito puede hacer
parpadear o apagarse la lámpara del salón sin aviso. Hay que examinar las piezas de la
lámpara con cuidado para determinar por qué se apagó y entonces tomar medidas para
cambiar el elemento o elementos dañados. Así es en nuestras relaciones.
Tenemos que mirar las diferentes áreas de la vida que no funcionan a su pleno potencial
y localizar su raíz, a partir de entonces podremos cambiar esas pautas disfuncionales por
otras nuevas y más sanas.
Ser perfeccionista es otro síntoma del carácter que puede requerir ajuste. A menudo
arranca de un padre o una madre críticos, a los que era imposible agradar. Como adultos
podemos encontrarnos jugando el mismo papel con nuestros hijos. Los hábitos
alimenticios, la manera de gastar el dinero, manipulación, rebeldía a la autoridad y
trastornos psicológicos, pueden venir de las pautas desarrolladas en la infancia.
Una vez que hayamos identificado un problema actual y hayamos localizado sus raíces
en nuestro pasado ¿Qué debemos hacer después?
Tercero, practicaremos estas nuevas conductas hasta que queden bien implantadas.
Como te puedes imaginar, no será fácil cambiar conductas que han requerido una vida
entera para formarse. Borrar las pautas habituales va a requerir constancia, disciplina y
esfuerzo.
Pensamientos prácticos
Cada vez que comparto mi experiencia de abuso con otros no solo me voy «curando»,
sino que en ocasiones doy lugar a que otros puedan abrirse a contar casos parecidos o
distintos pero que nos unen y que producen un crecimiento en nosotros, porque
comenzamos a pasar de ser ayudados, solamente, a ser ayudados y poder ayudar a otros.
Hablar con otros y compartir nos va fortaleciendo.
compartir con otros su misma experiencia y observar y aprender de otros, de cómo van
superando sus procesos particulares, uno puede ser uno mismo, sin caretas, a veces solo
se llora (si es eso lo que se necesita hacer). Son lugares de esperanza, de retos y de
ánimo, la dirección y los temas a tratar son responsabilidad de los responsables de tales
grupos. Es el mismo trabajo que en una terapia individual, pero con la ventaja de que
podemos hablar con otros semejantes a nosotros.
Educarse a uno mismo
Es muy conveniente aprender sobre este tema, leer libros, artículos sobre ello, escuchar
conferencias, programas de radio o televisión, entrevistas, etc.
La verdad es que sí necesitamos unos de otros, por eso es tan reconfortante poder hablar
con otros que me entienden y poder compartir con otros que necesitan esa comprensión.
Desde el punto de vista de la víctima de abuso, confrontar al agresor es uno de los más
difíciles de los diez pasos. Cuando el profesional propone esto, a menudo se encuentra
con caras desencajadas y miles de respuestas contrarias: «De ninguna manera podría
hacerlo», «Lo hice una vez y no funcionó», «¿qué bien puede hacerme esto?»
Vamos a hablar en este paso sobre qué es la confrontación, ¿por qué es necesaria?, ¿a
quién hay que confrontar?,
Cada situación es individual, por eso se recomienda hacer esto bajo la supervisión de un
terapeuta personal o de una persona entendida y de confianza. Una confrontación
prematura puede ser devastadora y contraproducente para la víctima.
¿Qué es la confrontación?
Por tanto se deja bien claro que la confrontación con el agresor se recomienda siempre
en los casos en que agresor y víctima están dentro de la familia inmediata (padres o
hermanos) o extendida (abuelos, tíos, primos), pues se trata de buscar una cierta
armonía en las relaciones familiares, si es ésta posible, hay que tener en cuenta que cada
caso es específico y habrá que sopesar distintos elementos. Tengamos cuidado para no
generalizar ningún método.
Está claro que al agresor, pero también a las personas que han contribuido, es decir, a
los cómplices. Ya comentamos esto en un momento anterior, hay que dejar claro que
algunos cómplices se convierten en tales no tanto por lo que han hecho sino por lo que
dejaron de hacer (proteger a la victima), esto se hace especialmente patente en el caso
de las madres que de alguna manera han sabido que sus esposos han estado abusando de
sus hijos o hijastros. Se ha encontrado que un porcentaje alto de estas madres fueron
víctimas de abuso en su infancia, no afrontaron la realidad y simplemente lo negaron,
por su incapacidad para afrontar su propio abuso y el hábito adquirido de negar en vez
de afrontar, les resulta demasiado doloroso y les produce demasiada culpabilidad
reconocer el abuso de sus hijos.
Además algunas madres pueden encontrarse intimidadas por el daño físico o emocional
o la inseguridad económica, y por lo tanto ignoran los síntomas o acusaciones de la
víctima, manteniendo la situación y continuidad del abuso.
Muchos agresores fueron víctimas en su infancia y a menudo se casan con mujeres que
también lo fueron, de esta manera nos damos cuenta del círculo vicioso que hay detrás
de un abuso sexual no confrontado. El agresor, generalmente se caracteriza por tener
una baja autoestima y una falta de control de impulsos. Puede ser un hombre
dominante, autoritario y rígido que protege excesivamente a sus hijos o, tal vez, un
hombre débil y pasivo que vive bajo la sombra de una esposa dominante. Es importante
darse cuenta de que no es ningún hombre sucio y viejo que está acechando en alguna
esquina de cualquier calle, pues generalmente es un hombre con un alto grado de
inteligencia e incluso puede llegar a ser un pilar dentro de su comunidad (médicos,
policías, sacerdotes, pastores…..)
1º) La víctima debe sentirse en una posición de fuerza, debe saber sin ningún tipo de
duda que es totalmente inocente y libre de cualquier responsabilidad por el incidente o
incidentes.
2º) La víctima debe hacer un trabajo preliminar con su propia autoestima y ganar
firmeza en su vida diaria, es decir, mostrar signos de confianza en sí mismo/a, es
necesario restaurar esa imagen que tienen las víctimas sobre sí mismas, aprender a
canalizar esa ira interior y entender bien cada uno de los sentimientos que se han
producido en nuestra vida por causa del abuso, a veces antes de confrontar al agresor
familiar es necesario un periodo de separación o distancia, mientras se asume esa
posición de fortaleza personal.
El «cómo» es tan importante como el «qué». Hay que empezar siempre de manera
positiva, para que el agresor o el cómplice no levante sus barreras defensivas (esto se
produce cuando iniciamos la conversación con ataques personales), se puede empezar
con algún reconocimiento positivo sobre la persona y proseguir con el relato de los
incidentes del pasado, llevando al agresor a la confrontación con sus acciones, es
necesario explicar cómo se sintió la víctima en esos momentos y sus repercusiones en el
presente, hacerle sentir la responsabilidad por todo ello y por último presentarle un plan
para resolverlo, que debe pasar por el reconocimiento y autoinculpación del agresor
sobre los hechos, decirle que «yo soy inocente por todo esto» y que nunca más se
llevará la culpa por ello, aunque después ambas partes han de comprometerse a la
reconstrucción de la relación, hay que indicar que eso llevará tiempo, no es algo
automático.
Pues no, a veces el agresor sigue negando su responsabilidad, pero aún así, es posible
que las víctimas sanen de todo ello, lo importante, como se ha dicho ya, es estar en una
posición de fuerza antes de iniciar la confrontación y así estar preparados/as para lo que
pueda acontecer. La confrontación valida lo que la víctima ya sabe, su curación no
depende de la respuesta del agresor, uno se quita la carga que ha llevado por años y la
deja a los pies del agresor, no es necesario esperar a que él la recoja para sentirse
descargados ¿te das cuenta? Ya eres libre de ella.
Se puede decir algo como » Hasta que no estés dispuesto a afrontar tu responsabilidad,
no puede existir una relación», en estas circunstancias la decisión queda en manos del
agresor, la víctima ya ha resuelto el asunto, pero debido a la actitud del agresor, la
reconciliación es imposible.
Recuerda que la confrontación es poner los asuntos enfrente de una persona y que se
debe hacer con la meta de la reconciliación. Es necesaria para poner la responsabilidad
en las manos de los dueños legítimos. Espiritualmente beneficia tanto al agresor como a
la víctima. Finalmente es la forma de romper la cadena del abuso. Tener presente
también que hay que incluir en ella a los que se consideren cómplices, para que todo
quede saldado.
Es muy importante que antes de que una víctima confronte a su agresor, ésta se
encuentre en una posición de fuerza. A veces debe producirse previamente una
separación del agresor. Trabajar una nueva imagen sobre uno mismo, y buscar una
terapia especializada o participar en un grupo de apoyo.
Es necesario llevar un plan detallado que incluya un propósito (la restauración), detallar
el incidente, así como cualquier efecto secundario sintomático del cual el agresor pueda
ser responsable y el deseo expreso de un nuevo compromiso que resulte en la sanidad
tanto de la víctima como del agresor.
Algunas veces las personas que confiesan haber sufrido un abuso sexual en su infancia,
y llegados a este punto preguntan:
A todas ellas podemos responder «SI». Después de confrontar a tu agresor, habrás dado
un gran paso adelante. El camino del perdón está delante de ti. Si sientes que aún no
puedes transitarlo, no te preocupes, no estás solo/a.
Actividades prácticas
Perdonar y olvidar. ¡Una meta alta! ¿O no? Un conferenciante cristiano dijo: «El desafío
no es perdonar y olvidar. El verdadero honor es para aquel que tiene la capacidad de
perdonar y aún recordar.»
Muchas personas tienen problemas con este tema, a menudo se aconseja, con buena
intención, que al perdonar de verdad ocurre una sanidad instantánea de las emociones,
como no siempre es el caso (más bien lo raro es que así suceda) cuando no se evidencia
el cambio se suele poner la responsabilidad sobre la persona herida, de manera que para
el ofendido es entrar en una especie de círculo vicioso «tengo que perdonar para
sentirme mejor, no me siento bien porque no lo hago correctamente, me vuelvo a sentir
mal…»
El perdón, como muchas otras áreas de nuestra vida, es un proceso. Algunas personas
son capaces de perdonar verdadera y totalmente a su cónyuge por una frase
desagradable un minuto después de que lo haya dicho, mientras que otros requieren un
poco más de tiempo. Mientras más profunda sea la herida sufrida, más tiempo requerirá
el proceso de perdón. Esto no quiere decir que tenemos permiso para mantener la ira, el
resentimiento o la amargura, sino que necesitamos más tiempo para resolver las
emociones que experimentamos. Cada persona evoluciona y se recupera a su ritmo
personal.
Asuntos de familia
En asuntos familiares la meta debería ser unir a la familia, no dividirla. Habrá que
mostrar en algunos casos una cierta dosis de compasión y empatía, si aprendemos a dar
antes que a recibir nos podrá sorprender, a menudo, el resultado de nuestras acciones en
este sentido, pero como estamos repitiendo muchas veces, dependerá del caso en
cuestión y de cómo se vaya resolviendo. La prudencia debe ir siempre por delante.
Vamos a ilustrarlo con una experiencia cercana a todos, como es la visita a un dentista
por un problema de muelas. Hay personas que tienen dificultades a la hora de salirles las
muelas del juicio, en algunas circunstancias pueden montarse sobre las anteriores y
requieren cirugía. El cirujano maxilo-facial tiene que remover y facilitar que se
reubiquen en el lugar correspondiente. Todo ello provocará durante varios días algunas
molestias como dolor, hinchazón y dificultades a la hora de comer, si al cabo de un
tiempo no pasan estos síntomas puede ser necesario una visita al dentista de nuevo. En
ocasiones se forma lo que se llama «una bolsa de aire», un coágulo de sangre es
desalojado de su lugar durante la operación y el hueso queda expuesto, sobre él se forma
una capa de piel que tapa de manera prematura la herida. Exteriormente da la impresión
de que se «ha curado», pero debajo se ha formado una capa de sangre seca y partículas
de comida que pueden haber provocado una infección, causa del dolor y molestias
prolongadas. Así que hay que volver al dentista y abrir de nuevo la herida para limpiarla
y pasar por un proceso doloroso durante algunos días más.
Tal y como se ha descrito, esa puede ser la experiencia que a veces tenemos con el tema
del perdón. En los casos de abuso (también en otras ofensas que hayan dejado una
huella profunda de dolor), la herida se ha incrustado profundamente, a lo mejor hemos
hecho un esfuerzo personal por llegar a esa profundidad pero se nos ha quedado algún
«residuo» y lo hemos tapado todo con una bonita capa de perdón superficial. No nos
hemos tomado el tiempo necesario para «extraer» las emociones y heridas asociadas al
incidente. Como resultado desarrollaremos una «bolsa de aire» en nuestra vida.
Presentaremos síntomas de una herida no curada, así que tendremos que reabrir esa
herida y limpiar bien la zona para quitar lo que está provocando la «infección» de
nuestra alma, lo cual nos llevará de nuevo, por un largo y doloroso proceso.
Karen Burton Maines, hablando sobre las mentiras en un seminario dijo: «Las ficciones
que nos creamos a menudo impiden nuestro crecimiento» ¿Es ese tu caso?¿Has creado
alguna ficción sobre tu idea de perdón?¿Has aplicado una capa de perdón superficial
sobre tu «herida»? Recuerda que puede que se haya formado una «bolsa de aire» que
más tarde haya que curar con el consiguiente dolor, hasta que no estés dispuesto a
limpiar profundamente la recuperación completa no será posible.
Para las personas de fe, una buena definición de autoimagen sería la que nos propone
Josh McDowell «una autoimagen sana es verte a ti mismo como Dios te ve….ni más ni
menos» ¿Es así como te ves tú? Muchas influencias contribuyen a la formación de la
imagen que cada uno de nosotros tiene de sí mismo: nuestro trasfondo, la relación con
nuestros padres o cónyuges, nuestra experiencia religiosa y un sinfín de otros factores.
Josh McDowell ve nuestra autoimagen como un taburete de tres patas, nos dice «que
hay tres necesidades emocionales básicas comunes a todas las personas, que son:
Es decir, sentir que formamos parte de un grupo, sentirse digno y sentirse capaz.
Primero, tienes que rechazar esa imagen falsa que tienes de ti mismo;
2. Quitarlas y
Muchas nociones falsas sobre nuestro ser están basadas en mentiras, por eso hemos de
desterrarlas con la verdad. Esas mentiras, que otros nos han hecho creer, han crecido en
nuestra vida y hemos llegado a aceptarlas como verdades incuestionables («soy un chico
malo», «Soy un inútil, no sirvo para nada», «No merezco que nadie me quiera»…..)
Todas ellas se han sembrado para destruirnos. Por eso es necesario traerlas a la luz,
exponiéndolas, arrancarlas (como si fuesen mala hierba) y sustituirlas por la verdad de
la realidad que a veces queda oculta. Esto no quiere decir que nuestros sentimientos no
son reales, lo son, pero están basados en mentiras y hay que trabajarlos para que sean
más adecuados y aceptables.
Esto es lo que la Psicología llama «reestructuración cognitiva», que no es otra cosa que
un cambio de mentalidad, identificar las creencias erróneas y cambiarlas por otras más
adecuadas.
En una ocasión Jesucristo dijo» Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos», si
no tenemos un buen concepto de nosotros mismos ¿como podremos expresar amor a
otros?, será un amor desvirtuado, por tanto debo amarme a mí primero, aceptarme y
después puedo amar a los demás (prójimo es cualquiera que me rodea, cónyuge, hijos,
amigos, familiares, etc).
Este proceso de cambio puede asemejarse a un jarrón de flores en el que el agua está
sucia y hay que cambiarla, pero en lugar de tirar de golpe, como es nuestra vida, lo
hacemos gota a gota, al principio no se ve ningún cambio, pero después de muchas
gotas empieza a dejar de ser turbia y se va volviendo limpia y transparente, hasta llegar
ahí los efectos residuales del agua sucia convivirán con las mejoras que se vayan
introduciendo, por eso a veces te darás cuenta de que siguen contigo esas «gotas sucias»
(mentiras, enojos, malas palabras, malas acciones…), no te desesperes, el agua limpia
está entrando y al final quedarás perfecto (entendiendo lo de perfecto como el que en
realidad eres).
Debido a las nociones falsas adquiridas con el abuso/agresión sobre mí mismo y sobre
otros, a veces, no tenemos la capacidad para mantener relaciones íntimas y
significativas, nos retenemos por temor al rechazo o a más daño (nos hiperprotegemos).
Por eso necesitamos desarrollar pautas más saludables y nuevas formas de
relacionarnos. Ello va a requerir grandes dosis de disciplina y de paciencia. Si nos
centramos en los fallos de los demás, estaremos dispuestos «a saltar» sobre ellos al
mínimo fallo. La tarea de reconstruir no es fácil, pero se puede hacer, no va a ser,
tampoco, cosa de pocos días o semanas, puede llevarnos meses, años e incluso toda la
vida, por tanto hemos de mentalizarnos de que estamos en una progresión continua. A
veces nos van a salir al encuentro obstáculos ¿qué hacemos entonces? ¿Tiramos la
toalla? ¿Nos deprimimos? ¿Pensamos que «ya sabía yo que no lo conseguiría»? NO, eso
es rendirse, y estamos en una batalla, en una guerra para reconquistar nuestra vida,
aquella que nos fue arrebatada o al menos obstaculizada, y si valoro en algo mi persona,
lucharé hasta conseguir ser quien debía ser, no quienes las circunstancias o las «malas
gentes» que hay repartidas por el mundo hayan querido que fuera.
Por último citaremos una anécdota del autor que hemos estado considerando, Josh
McDowell:
Somos como un elefante de circo atado por una cadena de bicicleta. Nos preguntamos
cómo una sola cadena pequeña podría sujetar a un elefante tan grande y potente. El
entrenador explica que la cadena no lo sujeta. Es la memoria del elefante lo que le
mantiene sin intentar escaparse.
Cuando el elefante era muy joven, no tenía fuerza para romper la cadena que le ataba y
librarse. Aprendió entonces que la cadena era más fuerte que él y no lo ha olvidado. El
resultado es que el elefante, ahora completamente crecido y fuerte, recuerda solamente
que una vez intentó romper la cadena y que no fue capaz. Así que nunca volverá a
intentarlo. Su memoria, no la cadena, lo sujeta. Por supuesto, si el elefante llega a
descubrir que puede romper la cadena, desde ese momento el entrenador tendrá
problemas para volver a controlarlo.»
Nuestra autoimagen puede ser muy parecida a ese elefante, pero podemos librarnos,
rechazando las falsas creencias (cadenas), renovando nuestras mentes y restaurando
nuestras relaciones.
Ayudar a otros nos da la oportunidad de utilizar algo destructivo para algo constructivo.
Mostrar interés y comprensión a otros trae esperanza y también trae curación continua a
la persona que consuela. Cada vez que compartimos nuestra experiencia es como si una
capa de pomada celestial cubriese nuestro corazón, nuestra cicatriz, el dolor se suaviza
hasta desaparecer. Siempre llevaremos las marcas de nuestro dolor, no para nuestro
recuerdo, sino en beneficio de otros a nuestro alrededor, para decir a muchos que es
posible sanar, que algún día se expresarán como nosotros.
Cada uno que se convierte en superviviente quiere y necesita ayudar a otros, poner a
salvo a aquellos que se ahogan en el mar de la desesperación, las diferentes maneras en
que podamos hacerlo dependerá de nuestra disponibilidad, de nuestra capacidad, etc.
Esperamos que a lo largo de este duro camino hayas sentido que no estabas solo en esto,
que como tú hay muchos otros supervivientes, que desde hoy en adelante irás
conociendo más y más a la persona que en realidad eres, a esa que quedó truncada hace
tiempo y que ahora acabas de recuperar, tómate tiempo, identifica esas áreas en las que
debes seguir creciendo y trabajando, hazlo con ánimo, lo peor ya pasó, ahora tienes la
vida por delante para ser mejor persona y para poner un poquito de esperanza a tu
alrededor, abre puertas para otros igual que fueron abiertas para ti, abre PUERTAS DE
ESPERANZA.