Вы находитесь на странице: 1из 35

PASO 1 – Afrontar el problema

11/03/2014

Restaurar los daños emocionales que nos produjo el abuso en nuestra niñez no es fácil,
se toma su tiempo, pero como todas las cosas de la vida, las buenas, hay que esforzarse
un poco para conseguirlas, yo desde aquí, os propongo una serie de pasos, que otros han
dado antes, que yo misma tuve que dar en un momento de mi vida, que nos pueden
servir de guía en el proceso de «reparación» del corazón y el alma, de nuestras
emociones.

Jan Frank, autora de Puertas de Esperanza,1 menciona 10


pasos que vamos a ir viendo, poco a poco, que iremos trabajando. No os preocupéis por
el tiempo, el ritmo de avance, cada persona tiene su propia dinámica de trabajo,
no todos podemos ir al mismo compás, lo importante es que cada uno avance y vaya
«reconstruyendo» lo que fue derribado, que sane las heridas que aún duelen y sangran,
o aquellas otras que de endurecidas tienen esa «costra» emocional que habrá que ir
retirando paulatinamente. ¿Dolerá? Sí, no os voy a engañar, pero es que ¿acaso no duele
ya, y desde hace mucho tiempo? Alguien dijo «el dolor no resuelto adecuadamente,
distorsiona la capacidad de vivir en libertad». Por mucho tiempo has sufrido y callado tu
dolor, tu vergüenza, tu culpa, tu rabia, ya es tiempo de sacar todo eso y de hacerlo de
manera positiva, no para seguir acumulando, sino para sanidad.

Paso 1 – Afrontar El Problema

En todas las situaciones difíciles de la vida, el primer paso hacia la solución


es AFRONTAR la dificultad, el problema, la herida infectada que aún no está curada.
Para ello os propongo primero un ejercicio de imaginación con la siguiente historia:

«La planta estrangulada»

Imagina un filodendro, una hermosa planta de interior, de hojas grandes y verdes, muy
decorativa y resistente, esta planta debe ser trasplantada de tanto en tanto a una maceta
más grande para evitar que las raíces se estrangulen. Este problema no se puede ver
desde el exterior, es algo que sucede bajo la superficie, una planta puede estar
«estrangulada» durante mucho tiempo antes que uno pueda ver lo que algo va mal. Sin
embargo, después de un tiempo las hojas comenzarán a volverse marrones, la tierra se
endurecerá y la planta empezará a oler a podrido. A la larga las hojas se caerán y esa
hermosa y bella planta verde perderá toda su energía vital. Algunos aficionados a las
plantas, al ver tal situación pueden aconsejarte, con buena intención, «Sigue regando tu
filodendro. Ponla al sol un poco más. Cámbiala de sitio. Háblale. Hazla escuchar
música suave…. Volverá a la vida dentro de nada y los síntomas desaparecerán.

Sin embargo, un jardinero entendido te dirá algo distinto «debes cambiarla a una maceta
más grande», pero eso no será suficiente, tendrás que examinar la planta, separar las
raíces, añadir nueva tierra, quizá arrancar o podar algunas hojas. Ese proceso para la
planta es una experiencia «dolorosa» y a veces, al seguir esos pasos, podemos verla un
poco adormecida, como que no sucede nada. Pero después de un tiempo de atención y
cuidado veremos el resultado, volverá a ser un filodendro verde y sano, incluso más
bello que antes. Ignorar la situación de la planta no servirá, sólo la llevará, con el
tiempo, a morir.

Si hemos sido víctimas de abuso sexual, emocional o físico, nuestra situación puede ser
muy parecida a la del filodendro estrangulado. Se puede seguir por años sin manifestar
ningún síntoma visible, pero con el tiempo aparecerán problemas que se pueden
manifestar en forma de depresión, ira, dificultades en tu matrimonio, jaquecas,
ansiedad, trastornos alimentarios…. David Seamands en su libro «Curación de los
recuerdos» dice lo siguiente:

Cuando no se ha hecho frente a los recuerdos dolorosos y no han sido curados e


integrados a la vida, con frecuencia rompen las defensas e interfieren en la vida normal
de la persona.

David Seamands

Las personas víctimas de abuso pueden necesitar en muchas ocasiones desenterrar el


pasado, es algo que recomiendo hacer con la ayuda de una persona de confianza o algún
terapeuta cualificado. Habrá que empezar a examinar el pasado y trabajar con cuidado y
a fondo con lo ocurrido. Frecuentemente es un proceso doloroso, pero el apoyo e interés
de alguna figura de ayuda permitirá que poco a poco la vida sea más plena y sana.

Tipología de las víctimas de abuso

Jan, la autora antes mencionada, nos indica tres categorías de víctimas: reprimidas,
suprimidas y oprimidas.

1. La víctima reprimida.

Suele ser una persona que no es consciente de que ha sufrido una situación de abuso en
su infancia. Ha bloqueado el recuerdo debido al trauma experimentado, lo cual no
impide que experimente los mismos síntomas que quien lo tiene fresco en su memoria.
A menudo se sienten deprimidos, tienen tendencias de suicidio, padecen dolores físicos
inexplicables, presentan niveles de ansiedad elevados, problemas de sueño, ira
reprimida, problemas en las relaciones interpersonales, etc.

2. La víctima suprimida.

Esta suele ser consciente de un incidente o incidentes en su vida, pero ha suprimido el


recuerdo, creyendo que tiene poca importancia en la actualidad . Puede tener problemas
en su relación de pareja, especialmente en la intimidad sexual, baja autoestima….

3. La víctima oprimida.

Se acuerda del pasado e identifica adecuadamente el trauma, pero piensa que lo ha


resuelto, es consciente de los daños sufridos, pero cree que ahora ya no tiene ningún
dolor.

¿Cómo está tu sistema de raíces?

Para afrontar el problema hay que mirar nuestra vida honestamente, la idea no es
degradarse a uno mismo, ni sentirnos culpables, sino evaluar la verdad de lo sucedido. A
veces, antes de llegar a este punto se ha llevado una vida de disimulo, dando una falsa
imagen de confianza y seguridad en presencia de otros, pero por dentro lo que se vive es
inseguridad, enfado… Una forma de comprobar si hay algo sin resolver en lo profundo
de nuestro ser es contrastar como soy con los que me rodean y como pienso y siento en
mi interior.

Dibujado por Ivanesky

1. Depresión.

Puede ser leve y periódica o severa y continuada (dura muchos meses). Para algunas
víctimas la depresión puede llegar a ser un estilo de vida, que en ocasiones se manifiesta
como carácter irritable. Estos sentimientos pueden ir y venir. Cualquier cosa la puede
disparar; un artículo en un periódico, un documental o película en TV, una conversación
telefónica, una determinada época del año (navidad).

La depresión se puede experimentar como un estado de desesperación, porque en la


infancia y ante la situación de abuso nos pudimos sentir atrapados y sin ayuda
(indefensión aprendida), no pudimos expresar nuestra ira y confusión al ser forzados.
Por ello hemos llevado mucho tiempo, dentro de nosotros, una clase de ira interiorizada,
que se convirtió en depresión como mecanismo de supervivencia. Hasta que una víctima
no afronta el problema que subyace a la depresión el cambio puede no ocurrir nunca, y
en caso de afrontarlo como tal, las pautas de cambio requerirán bastante tiempo, pues se
han instalado en nuestra vida como patrones de conducta bien asentados.

2. Ira.

La ira que experimentan las víctimas de abuso está generalmente mal dirigida. Muchas
incluso niegan su existencia, pero se enfadan con cualquier hecho (un conductor que
realice un mal adelantamiento, el llanto de un niño, etc. Hay que llegar a la raíz de esta
ira, que a menudo es contra alguien cercano que no supo o no quiso defendernos del
abuso (un padre, una madre, un hermano…) En términos psicológicos podemos
llamarlo ira desplazada, se dirige a alguien que no está en la raíz original. Seamands
dice que «el tiempo por sí mismo no puede curar los recuerdos tan penosos, esas
experiencias que tras 10 o 20 años siguen tan vivaces y dolorosas como lo eran 10 o 20
minutos después de que ocurriese el abuso». La ira interior empieza como una tetera
con agua hirviendo. Cuando ya somos adultos la tetera sigue hirviendo vigorosamente y
el vapor y el agua salen sin control. Al afrontar el problema, se comienza a identificar
aquella ira y dirigirla hacia su raíz.

3. Temor/ansiedad.

¿Eres una persona que sin avión podemos temer que se estrelle y muramos. Ante un
dolor continuo podemos pensar en un tumor maligno, etc. Las fobias son muy comunes
en víctimas de abuso, algunos no pueden subir en ascensor, o entrar en algún lugar
cerrado. Otros reaccionan con ataques de ansiedad en situaciones tensas o
problemáticas. El temor experimentado puede ser intimidación, como en aquel
momento de la niñez en que nos sentíamos con deseos de retroceder ante nuestro
agresor. El sentimiento de desesperación de entonces, de rechazo y temor sale a la
superficie y causa intensa ansiedad, aún después de muchísimos años del abuso
recibido.

Dibujo de Ivanesky

4. Culpabilidad/vergüenza.

La culpabilidad experimentada por algunas víctimas en realidad es falsa, se produce al


asumir una parte de responsabilidad en el abuso y por ello se carga con esa culpa
durante años. Algunas se muestran avergonzadas por lo sucedido. Nos sentimos
culpables de que un día soleado se nuble, que falle la TV, que se nos estropee una
comida…. Hasta de los errores de los demás, llevamos la culpa de la familia y de todo
el mundo sobre nuestros hombros. Puede suceder que la víctima muestre una
personalidad totalmente opuesta a la culpa. Entonces se pasa a controlar a todos los que
conviven con nosotros, negando toda responsabilidad y culpabilizando a todos los
demás, sin responsabilizarse nunca de nada. Esa culpa puede venir del propio agresor,
que nos hizo creer que «le estábamos provocando….»

5. Dificultad en establecer relaciones.

Para la mayoría de víctimas la dificultad en esta área parte de una falta de confianza.
Son incapaces de permitir a otras personas acercarse demasiado, intimar. Al mismo
tiempo, tienen una profunda necesidad de estar asociados íntimamente a otros. No es
extraño, que ante esta necesidad de amistad, las propias víctimas actúen como
saboteadores de esas posibles relaciones. Tanto víctimas casadas como solteras pasan
por esta situación. Si es este tu caso, no desesperes, podrás superarlo si estás dispuesto/a
a trabajar a fondo con ese pasado.

6. Abuso repetido.

Es un síntoma común entre todo tipo de víctimas. Algunas personas se encuentran en


situaciones de abuso durante muchos años después del primer incidente. Pueden ser
forzadas en el trabajo ( abuso verbal o emocional), en una relación ( física, verbal o
psicológicamente) o en su mismo matrimonio. Por otro lado es bastante alto el
porcentaje de víctimas de abuso que tuvieron padres o madres, generalmente, que
habían sufrido ellos mismos algún tipo de abuso, con lo que son situaciones que se van
transmitiendo en las familias, a no ser que alguien, en algún momento, como estás
haciendo tú ahora ponga un «hasta aquí», pues al sanar tu propia vida podrás traer
sanidad a tus hijos y a los hijos de tus hijos, pues llegará el día que compartas tu historia
con ellos y puedas darle pistas y ayuda para que ellos no tengan que pasar por eso
( sobre todo enseñándoles a decir NO a ciertas conductas), podrás dotarle de los
recursos que ahora estás adquiriendo y transmitir seguridad y fortaleza.

Dibujo de Ivanesky

7. Represión y control excesivo de emociones.

¿eres una persona a la que le cuesta expresar sus sentimientos? Las personas represoras
son las más difíciles de ayudar en estos casos, pues no se abren a compartir ni a expresar
sus emociones. Son personas que parecen tener todo bajo control. Muestran una
confianza que no es tan real como aparentan, son generalmente bastante independientes,
hasta el punto de en algunos casos vivir aislados, y esconder tanto sus sentimientos que
parecen personas insensibles, que no se dejan afectar por nada que tenga que ver con
emociones. Es difícil ayudar a este tipo de personas, principalmente, porque no
reconocen que tienen problemas. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuál puede ser el
origen? Cuando el abuso se produce en la infancia, a una edad en que no se pueden
expresar con entendimiento las cosas que están sucediendo, en muchos casos se
«elige subconscientemente» no hablar sobre ello para poder sobrevivir. Ese
incidente traumático en nuestra infancia o adolescencia dispara infinidad de emociones
que en su mayor parte nunca fueron expresadas, sino aplastadas y suprimidas por años.
Este mecanismo de defensa nos ayudó a tratar con el intenso dolor emocional que nos
produjo el abuso. Aprendimos a «apagar» la emoción relacionada con el
incidente. Cada vez que empezabas a sentirla quizá te enfocabas a otra cosa más
placentera, y así, al pasar los años, aprendiste que era una manera eficaz de tratar con
esas emociones no deseadas. Aprendimos a «cortocircuitar» nuestras emociones
negativas, de miedo, ansiedad… y a no enfrentarnos a ellas. Quizá en algún momento
dijiste » nunca permitiré a nadie aprovecharse de mí otra vez», y a partir de ahí nació
una persona controladora, que lo único que desea en la vida es que nada se salga de su
lugar, desarrollando tal vez una personalidad dominante. Tranquilo hay solución.
Sigamos.

8. Problemas sexuales en el matrimonio.

No hay víctimas de abuso que no hayan experimentado problemas o dificultades en el


área sexual, es común que la herida infligida en el pasado se manifieste en la intimidad,
es semejante a esas imágenes de guerra que re-experimentan una y otra vez los
veteranos de guerra, en lo que se denomina estrés postraumático. Una situación de
intimidad sexual evoca esas otras imágenes del pasado y las reacciones pueden dar a
entender a la pareja que no hay sentimientos o que es desinterés en la relación. En este
caso hay que comentar a los esposos/as o parejas de las víctimas que en esas situaciones
traten de entender que no son ellos, sino lo que la situación representa. Por otro lado no
es infrecuente, cuando el abuso conlleva estimulación de las zonas erógenas que el
niño/a experimente el placer para el que el cuerpo ha sido preparado, lo cual incrementa
la culpabilidad de la víctima que al «sentirse bien» cree que está «colaborando». Todo
ello se traduce en querer «apagar» ese mecanismo de respuesta sexual, con lo cual
después se producen esos problemas de ajuste y de respuesta ante la relación íntima con
la pareja.

Dibujo de Ivanesky

9. Baja autoestima.

Es uno de los síntomas habituales y que sufre la mayoría de las víctimas. La autoestima,
es decir, el valor que la persona se confiere como tal, así como la autoimagen ( cómo se
ve uno a sí mismo)se van formando desde la niñez a través de los mensajes que
recibimos de los demás, de nuestros padres, hermanos, de los iguales en el ámbito
escolar, amigos, etc…. Todos hemos dicho alguna vez » que niño/a tan gracioso…tan
revoltoso…. Tan vago……tan inútil…….tan educado…. Cada uno de esos comentarios
imprime una marca positiva o negativa en el menor y éste se va conformando a una
imagen que otros le dan sobre sí. Todos nos hemos hecho una idea de lo que somos, por
los mensajes que nos envían los que están en nuestro contexto próximo (familia, trabajo,
etc) Cuando se produce un abuso la imagen de la víctima se distorsiona y comienza a
pensar sobre sí misma que es malo/a, que es culpable porque experimenta placer, con lo
que a la vez se siente sucio, se va desvalorizando y va entrando en el pensamiento
equivocado de que «las cosas malas le suceden a las personas malas», por tanto lo que
le ha pasado tal vez lo tiene merecido. Esa autoestima/autoimagen se verá o no
potenciada, en un sentido u otro, es decir, positivo o negativo, en base a lo que se recibe
en el ámbito doméstico-familiar. Las víctimas que dentro de su hogar han encontrado
una buena armonía, y han sido estimulados positivamente hacia sus logros y valorados
por ellos tienen mejor pronóstico que aquellas que en el contexto familiar hayan podido
verse infravalorados e incluso maltratados verbal o físicamente.

¿Te concentras en tus fracasos más que en tus éxitos? ¿Frecuentemente eres una persona
escéptica y/o cínica o negativa? ¿Pareces egoísta e introspectivo a otros? En general las
víctimas de abuso no se sienten bien consigo mismas, incluso aquellos que parecen
confiados y con las cosas bajo control pueden padecer de baja autoestima. Muchos
tienen problemas para aceptar las críticas y se ponen constantemente a la defensiva.
Otros se muestras siempre complacientes, aceptando lo que les ofrecen e incapaces de
defenderse, rechazan cualquier cosa positiva dicha de ellos (elogios, cumplidos), la
razón es que las palabras positivas de los demás no encajan con la imagen que tenemos
de nosotros mismos, así que las invalidamos con cualquier comentario negativo sobre
nosotros.

He comentado anteriormente que la familia es muy importante en el desarrollo de la


autoimagen y la autoestima de un niño. A menudo se encuentra que en familias donde se
producen abusos existen otro tipo de disfunciones, como malas relaciones o rupturas
entre los padres que se transmiten a los hijos, creando en ellos inseguridad y carencias
afectivas, terreno propicio para que venga el agresor y quiera «proporcionar» al niño ese
cuidado amoroso del que le ve falto. Sin embargo, familias unidas y fuertes contribuyen
a una mejor recuperación y a una autoestima más positiva a pesar del incidente.

La autoimagen y autoestima de una persona está en la base de esa persona. Cuando ésta
sufre un trauma o un desarrollo inadecuado, se manifiesta en muchas áreas. Imagina el
cimiento de una casa. Si alguien viene y explota (daña, abre brechas) ese cimiento sin el
consentimiento o conocimiento de los constructores, tendrá un efecto dramático en la
estructura. Lo que se continúe edificando está destinado a desmoronarse en cualquier
momento posterior. Cuando la víctima de abuso intenta construir su personalidad y
carácter sobre ese cimiento defectuoso, a la larga las señales del daño aparecerán y
deberá volver al cimiento para restaurarlo, entonces podrá seguir después con el resto de
la estructura.

Síntomas adicionales

Los nueve síntomas anteriores cubren la mayoría de secuelas que presenta un trauma de
estas características, pero en ocasiones hay muchos síntomas físicos que se pueden
encontrar asociados, por otra parte los nueve descritos no conforman una lista
exhaustiva, otros autores pueden mencionar algunos más.

Entre los síntomas físicos el dolor de origen desconocido es uno de los más habituales,
se manifiesta en forma de jaquecas, afecciones digestivas, dolores musculares
(contracturas). También se producen trastornos alimentarios como anorexia (dejar de
comer voluntariamente) o bulimia (atracones de comida seguidos de vómitos). La
obesidad y hábitos alimenticios no controlados son sintomáticos también. Trastornos del
sueño como insomnio, sueño excesivo, pesadillas e imágenes del pasado, son bastante
comunes. El bloqueo de recuerdos sobre el incidente y lapsos de memoria sobre un
periodo largo de la infancia (recuerdos reprimidos), son frecuentes también.
Los adolescentes, víctimas de abuso, pueden presentar conductas de promiscuidad,
huidas de casa, elección de malos amigos, abusos de droga y alcohol y una rebeldía
general.

Algunas estadísticas muestran que un alto porcentaje de delincuentes y de prostitutas


han sufrido abusos en la infancia. ¿Por qué se da esa conducta de promiscuidad si han
sido traumatizados/as por un abuso sexual? Las víctimas parecen responder de tres
maneras:

1. Se retiran completamente y no tienen deseo alguno en participar en cualquier relación


sexual, incluso dentro del matrimonio.

2. Tienen intimidad con cualquier persona que seles cruce en el camino antes del
matrimonio y después de casarse tienen frecuentes aventuras.

3. Responden de manera errática entre las dos primeras (mostrar una conducta sensible y
seductora en unas ocasiones y apatía y desinterés en otras).

La clave para entender esto está en la relación que el abusado hace entre amor y sexo,
en muchas ocasiones emparejan los dos de manera que para sentirse amados/as y
queridos/as han de participar primero en un acto sexual. Lo que contribuye a una
perspectiva distorsionada tanto del amor como del sexo. Las víctimas a menudo se ven
como objetos y no como personas. Detrás de una conducta promiscua también podría
esconderse un deseo de venganza, es como si la víctima quisiera ofrecerse a todos
menos al agresor.Características de personalidad como ser excesivamente perfeccionista
y/o rígido, un espíritu crítico, una incapacidad de someterse a la autoridad y ciertas
conductas manipulativas, son todas posibles manifestaciones de un pasado de abuso.

Analiza tu condición

Al considerar todo lo anterior (síntomas) no llegues a conclusiones rápidas. Si ves a una


mujer obesa en la esquina de una calle no pienses que fue víctima de abuso en la
infancia. Ni a un adolescente desobediente le pongas el mismo sello. No son aislados,
sino en combinación que los diferentes síntomas son indicativos de un abuso en la
infancia.

¿Experimentas frecuentes episodios de depresión?

¿Estás irracionalmente enfadado/a con tu esposo/a y/o con tus hijos?

¿Te sientes intimidado/a en presencia de algunos miembros de tu familia?

¿Te sientes avergonzado/a o intensamente culpable cuando no cumples tus expectativas?

¿Te ha sido siempre difícil acercarte emocionalmente a otras personas, o que éstas se
acerquen a ti?

¿Te sientes forzado/a repetidamente por otros que imponen sus demandas sobre ti?

¿Eres incapaz de llorar o sientes la necesidad de controlarlo todo y a todos en tu vida?


¿Disfrutas tus relaciones íntimas dentro del matrimonio o te «arrugas» ante un mero
recuerdo?

¿Puedes aceptar un cumplido amablemente o rechazas cualquier comentario positivo


sobre ti?

Si has contestado afirmativamente a la mayoría de las preguntas, repasa de nuevo los


síntomas y busca consejería con un profesional del tema. No estás solo/a en esto.
Comparte tus sentimientos y no temas afrontar el problema, igual que en la ilustración
que hemos visto de la planta estrangulada, esos sentimientos bajo la superficie no van a
salir o desaparecer solos. Pero desenterrando el pasado y enfrentándolo podremos
buscar ayuda en el presente y experimentar sanidad para el futuro. En ocasiones el
proceso será doloroso, pero no pierdas la esperanza.

PASO 2 – Contar el incidente


16/03/2014

A menudo, al hablar con algunas víctimas de abuso, muchas de ellas hacen la siguiente
pregunta: «¿Por qué es necesario expresar verbalmente el trauma?», ¿has estado alguna
vez envuelto en un accidente de tráfico? Si te ha pasado ¿qué es lo primero que haces
cuando ves a alguna persona que no ha sido testigo de ese accidente y que te es
familiar? Exacto, lo cuentas ¿Por qué? Porque tienes que liberar la energía emocional
interna que está almacenada dentro de ti. Relatar el incidente no lo cambia, ni tampoco
el impacto, pero sí libera algo de la emoción que envuelve tu experiencia.

Un niño pequeño no sabe lo que le está ocurriendo o le ha sucedido, no tienen recursos


verbales suficientes, y ahí quedan las emociones y el horror sufrido.

En general, las víctimas de abuso no tienen posibilidad inmediata de expresar su trauma


a una persona que le comprenda sin juzgarla, a veces no tienen ni siquiera la capacidad
de poder hacerlo, ¿cómo expresar algo para lo que no hay comprensión ni palabras? Un
niño pequeño no sabe lo que le está ocurriendo o le ha sucedido, no tienen recursos
verbales suficientes, y ahí quedan las emociones y el horror sufrido. Por tanto esas
emociones intensas se quedan guardadas, dando lugar al desarrollo de actitudes
defensivas dañinas, que les permiten hacer frente a su dolor interno. Seamands dice en
otra parte:

Tenemos la capacidad de bloquear fuera de nuestra mente cosas que no podemos tolerar.
Lo más triste de esto es que, aunque podemos bloquear el dolor de modo no intencional,
con todo, seguimos sufriendo las consecuencias.

A veces la culpabilidad y la autoincriminación en los sucesos impiden o hacen difícil


expresar el trauma de manera verbal, aunque la oportunidad se presente.
¿Qué beneficio hay en contar el incidente?

Al comenzar a liberar emociones que llevan mucho tiempo siendo canalizadas por
cauces equivocados, podemos sacar a la luz cosas que por mucho tiempo han estado
ocultas.

Jesús, el Hijo de Dios, para los cristianos, dijo «CONOCERÉIS LA VERDAD, Y LA


VERDAD OS HARÁ LIBRES», a veces para conocer los hechos, la verdad de los
hechos solo hay que comenzar a relatarlos, para darnos cuenta de todo aquello que
quedó guardado en la profundidad y que nos ha marcado tan profundamente que ha sido
capaz de cambiar o distorsionar por mucho tiempo nuestra verdadera identidad como
personas, cuando uno es capaz de verse a sí mismo, comienza la libertad. Para la
víctima es importante mirar profundamente su experiencia porque ha pasado toda una
vida evitando el dolor.

Para reconstruir las vidas, de manera


inteligente, primero hay que sentarse a evaluar las pérdidas y los daños, segundo, hay
que preparar un plan de reconstrucción y tercero, buscar apoyos (en profesionales,
amigos, etc.) para poner en marcha ese plan de recuperación. Hay algo importante en
este aspecto, es necesario dar tiempo suficiente para mirar al pasado, pero teniendo
cuidado de no anclarse en ese pasado de manera destructiva y negativa.

En cuanto a quién contar, ya se ha mencionado en varias ocasiones que hay que buscar a
una persona adecuada, elegir a alguien que no sea comprensivo o compasivo puede
causar aún más daño, por tanto hay que buscar una persona que no culpe, ni juzgue o
menosprecie lo que ha ocurrido («no es para tanto, después de tanto tiempo tienes que
haberlo superado ya, así que déjate de tonterías y sigue con tu vida»)

¿Cómo contar el incidente?

A veces es necesario que la víctima hable sobre su historia familiar, su dinámica dentro
de la casa, para que veamos el abuso en su contexto, en muchas ocasiones el incesto o
abuso surge en un hogar enfermo y disfuncional. El espacio de tiempo que dura el abuso
y su amplitud (hasta dónde se ha llegado, pues no es lo mismo que hayan tocamientos,
que haya habido penetración, etc.), afectarán al grado de devastación sufrido.

Hay que tener en cuenta también que las emociones que se sienten siendo niños son,
claramente, inmaduras, por lo que es importante que la víctima descubra esas emociones
infantiles en vías a una recuperación sana.
Uno puede pasar por diversas etapas a lo largo de la vida, si el abuso fue en la niñez, se
puede tener una adolescencia «movidita», de ser extrovertidos volverse introvertidos, de
estar involucrados en muchas actividades pasar a ser seres solitarios, independientes,
que no necesitan a nadie en sus vidas; pasar por relaciones desdichadas; ser rebeldes y
desobedientes con los padres y otras figuras de autoridad. Se puede, posteriormente,
encontrar a una persona con la que compartir la vida, nos casamos y entonces
comienzan los problemas, ahí es cuando comienzan a mostrarse esas heridas del pasado,
porque nunca se han curado.

Contar el incidente no es una cura mágica, sino un paso vital en el proceso que permite
a la víctima coger ánimo y da explicación a emociones confusas e inexploradas, el dolor
comienza a ser desenterrado y comprendido.

Ayuda también a verse en perspectiva, ya uno no es ese niñito o niñita sin recursos, sin
fuerza, sin apoyo, por tanto, ahora puedo encarar el asunto desde otra posición, ahora
estoy en igualdad de condiciones con el agresor y lo puedo enfrentar.

Es un paso doloroso porque es la llave de emociones intensas que tienen prisionero/a a


la víctima aún en su edad adulta. A causa de ese encarcelamiento, es necesario sacar a la
superficie los sentimientos, experimentarlos y, al final, soltarlos, esto lo veremos en el
próximo paso con más detenimiento.

«ESTOY EN CONSTRUCCION»

PASO 3 – Experimentar los sentimientos


27/03/2014

Experimentar los sentimientos es importante para cualquier persona que ha sufrido un


trauma emocional (ventilación de sentimientos) Pensemos en cualquier situación
traumática como por ejemplo un accidente aéreo, los supervivientes y familiares
experimentan una serie de emociones intensas que deben ser canalizadas y expresadas,
para que la energía que provocan en el organismo se libere de la forma adecuada, por
eso cada vez más, los equipos de intervención psicológica en emergencias están más
presentes en este tipo de situaciones, para dar soporte emocional y promover la
expresión sana de las emociones vividas.

¿Son importantes los sentimientos?

Ya se ha dicho anteriormente, que lo primero es poder encontrar a la persona apropiada


para compartir esos sentimientos. En algunas ocasiones, al proponer a las víctimas
expresarse, puede venir el pensamiento de que si lo hacen en profundidad, acabarán
volviéndose locas, esto raramente ocurre, siempre es beneficioso tener la experiencia de
un terapeuta especializado cuando se enfrentan emociones intensas. Tras haber
encontrado a esta persona cualificada, se recomienda «volver a vivir» al menos un
incidente del pasado y procurar expresar cómo se sentía en esa situación. Esto puede
requerir un periodo de tiempo, si hay alguna dificultad, se pueden buscar ayudas del tipo
de buscar fotos viejas o dibujar un plano del lugar en el momento del abuso (habitación
de la casa…), pueden servir de catalizador para los sentimientos, de nuevo hay que
hacer la advertencia de que este tipo de técnicas de ventilación emocional deben hacerse
bajo la supervisión y dirección de un profesional que pueda ayudar si la situación se
«descontrola» un poco. Si la expresión verbal de los sentimientos es difícil, un paso
preliminar es ponerlos por escrito en un papel. Escribir en casa es muy terapéutico y
después leerlo en voz alta. Escribir sobre las experiencias y sentimientos del presente te
facilitará identificar y nombrar los sentimientos del pasado. Tener la capacidad de
expresar y afrontar nuestros sentimientos puede liberarnos de la esclavitud que
frecuentemente ocurre cuando mantenemos las cosas dentro.

En su libro «Entender tu pasado, la clave para tu futuro» el Dr. Osborne escribe:

Los sentimientos no envejecen. Los sentimientos sobre los eventos pasados están con
nosotros ahora….El tiempo no disminuye los traumas de la niñez….No se erosionan ni
desaparecen.

Esto es fácil verlo cada vez que alguien tiene oportunidad de liberar EMOCIONES que
en su momento no pudieron serlo, se producen las mismas intensidades de ese momento
en que se vivieron.

Nuestro niño interior

Se podría decir que todos llevamos dentro un niño interior que representa una parte
significativa de quienes somos como adultos. Si en nuestra infancia vivimos un hecho
traumático (no solo una situación de abuso, sino la pérdida de uno de nuestros padres o
ambos, una enfermedad grave, etc…) y aquellos asuntos y sentimientos quedaron sin
resolver, lo más probable es que formen parte de nuestra vida adulta,

Es necesario aprender a reconocer tus sentimientos y tus anhelos infantiles como


importantes, y aprender también a separarlos de tus sentimientos como adulto

W.H. Missildine «Tu niño interior del pasado»

Si nos quedamos con esos sentimientos del pasado, siendo ya adultos, podremos
experimentar frustración, ansiedad y desesperación. Usemos un ejemplo para
visualizarlo mejor, imagina un embalse, lleno de emociones, en vez de agua, con el
tiempo la presa de los sentimientos se llena y rebosa, la mayoría de veces de manera
incontrolable. Podemos deliberadamente empezar a abrir una compuerta de
sentimientos, soltando algo de la emoción y disminuyendo el peligro de un derrame
imposible de controlar. Muchos niños se hacen mayores sólo para ser adultos
necesitados en busca de un amor que nunca conocieron de pequeños. Esto puede
convertirse en tragedia cuando se comienza a transmitir de una generación a otra, pues
padres que no recibieron amor y protección de sus padres, no tienen los recursos
necesarios o los tienen muy limitados, con lo cual sus hijos crecen con esa misma
carencia y así sucesivamente. Los niños necesitan recibir un amor sano.

Esta área de experimentar los sentimientos es muy importante en el proceso de la


curación. Incluye experimentar los sentimientos del pasado y del presente y es
imprescindible para la víctima que ha suprimido su emoción. Ha aprendido a hacer esto
como un medio para sobrevivir. La supresión ocurre principalmente como resultado de
afrontar un dolor intenso, y llevamos esta pauta a nuestra vida de adultos, con lo cual se
pueden afectar seriamente nuestras relaciones con los demás. A veces es necesario
ayudar a estas personas a identificar primero sus emociones en el presente para que
después puedan descubrir los sentimientos del pasado y de su niño interior.

La verdad puede liberarnos

Fue Jesucristo quien dijo a sus discípulos :»Conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres» La verdad es frecuentemente dolorosa, pero es en encontrar, afrontar y sentir la
verdad que podemos empezar a reconstruir nuestras vidas. Debemos mirar
cuidadosamente las pérdidas y sentimientos que experimentamos en los traumas de la
niñez para poder reunir el material necesario para empezar nuestro programa de
reconstrucción. No es sano fingir que aquellos eventos no ocurrieron, ni negar la
devastación que han causado.

¿Estás luchando con sentimientos secretos?

¿Estás dudando de si explorarlos más o no?

¿O te sientes culpable sobre tu incapacidad para resolver esto por ti mismo?

Entonces, sigue adelante, el próximo paso es establecer la responsabilidad, éste


empezará a abrir tu «puerta de esperanza».

PASO 4 – Estableciendo la
responsabilidad
27/03/2014

Una de las principales dificultades que tienen las víctimas de abuso sexual es el
establecimiento de la responsabilidad en este tema, ya que como he mencionado en otra
parte, la víctima se considera culpable y copartícipe junto al agresor en el acto de abuso.
La siguiente declaración puede ser algo atrevida, pero contiene una gran verdad:

Una víctima infantil es completamente inocente y libre de cualquier responsabilidad, el


agresor siempre es el único responsable.

La sociedad en la que vivimos nos ha hecho creer, especialmente en el caso de las niñas,
que pueden presentarse como «seductoras» ante el agresor, de manera que reciben lo
que se merecen, o lo que «están pidiendo». Esto es una locura. Hay pocas posibilidades
de que anden niñas pequeñas de esa manera, pero aún si las hubiera, el adulto siempre
será responsable de su conducta. La experiencia sí nos dice, que una niña que tenga o
manifieste conductas sexuales precoces por lo general ha podido ser ya una víctima de
abuso.

¿Por qué puede sentirse un niño/a culpable en una situación de


abuso?

Dibujo de Ivanesky

Cuando un menor sufre algún tipo de abuso sexual se produce un despertar de su


sistema sexual de manera anticipada, lo cual le causa una gran confusión, malos
entendidos sobre el tema y en algunos casos un desequilibrio en la identidad sexual, se
encuentra obligado a enfrentarse con emociones y respuestas fisiológicas que están
preparadas para algunos años posteriores, de ahí que en la adolescencia algunos jóvenes
víctimas de abuso en la infancia presenten dificultades en el área sexual, especialmente
de identidad.Muchas víctimas buscan cualquier salida para poder justificar al agresor de
su conducta. Habrá un momento, posteriormente, para que tanto la compasión como la
comprensión lleguen a ser parte de la resolución total del abuso, pero en estas primeras
etapas no hay que racionalizar ni quitar la responsabilidad del ofensor.

Temor de pérdida.
Otra dificultad para que una víctima establezca la responsabilidad es el temor a perder
relaciones personales que le son valiosas y/o necesarias. En algunos casos la víctima no
tiene ningún deseo de mantener esa relación con el agresor. Sin embargo, otras lo tienen
formando parte de su propia familia (un padre, madre, tío, hermano…) y la lealtad a esa
familia les impide establecer la responsabilidad debida. Esta situación les lleva a
sentirse entre la espada y la pared. Se sienten culpables por no contarlo a sus padres,
profesores o alguien con autoridad, temen ser culpables de que se rompa esa unidad
familiar.

Cómplices

Es necesario, ahora, tomar un tiempo para hablar de otros responsables en el hecho del
abuso, me refiero no al agresor, sino a cualquiera que sin ser participante directo del
abuso puede tener conocimiento de éste o ve señales que apunten a ello, estas personas
son los que llamamos cómplices. En la mayoría de casos de incesto entre padres e hijos,
incluyendo la figura del padrastro o cualquier hombre que asuma el papel paterno en un
hogar, la madre comparte una parte de la responsabilidad y, por tanto, es cómplice. Esta
parte es variable y depende del caso en cuestión. A veces cuando las madres juegan ese
papel de corresponsables en el incesto, los hijos pueden acumular una ira secreta hacia
la madre, no entiende porque no le protege de lo que está pasando, pero aún así es su
figura de apoyo y no quiere perderla, es después de muchos años que a lo mejor se hace
patente esa emoción contraria. En algunas ocasiones la madre puede estar sufriendo,
igualmente, algún tipo de abuso o maltrato emocional o físico. Otras madres
simplemente saben lo que sucede y dejan que siga pasando por multitud de cuestiones
(p.ej. mientras se desahoga sexualmente con el hijo/a la deja a ella tranquila)

La negación de la realidad por parte de la familia.

En algunas ocasiones, cuando la familia tiene conocimiento de que se está dando o se ha


dado una situación de abuso dentro de la familia, se escoge el camino de la negación del
asunto y se pasa a una etapa de «fingimiento», se actúa como si no hubiese pasado nada
y no se menciona para nada el incidente. Normalmente se atraviesan una serie de fases
cuando se llega a entender que «algo» está pasando en el seno familiar. Abajo tenemos
una serie de figuras en las que vamos a explicar estas fases.

Figura 1. La familia se mantiene en la esfera de


negación, cada parte sabe lo que ha ocurrido, pero sigue actuando como si nada. Tanto
el agresor, como la víctima, como los cómplices, si los hay, están todos dentro de esta
negación.

Figura 2. La víctima comienza a


afrontar lo ocurrido y se va instalando en la esfera de la realidad, sin embargo, el resto
de la familia puede seguir negando el suceso.
Figura 3. En esta situación la madre se
constituye en un puente entre el agresor y la víctima. Cuando está con el agresor niega
el abuso o lo silencia, cuando está con la víctima lo asume pero con reticencias y
tratando de que el agresor quede justificado.

Figura 4. En la fase final y para que la


restauración familiar se dé tendrán que asumir todos el hecho e instalarse dentro de la
esfera de la realidad, con la disposición de trabajar lo que ha ocurrido de manera
individual y familiar.

El paso desde negar hasta aceptar la realidad se logra a través de una confrontación, de
esto hablaremos más adelante, pero quiero dejar una cosa muy clara, aún en el caso de
que el resto de la familia siguiera negando los hechos, la víctima puede alcanzar la
restauración completa.

Otros cómplices.

Hemos hablado sobre todo del papel de las madres en este aspecto, pero ¿a quién más
podemos considerar cómplices en una situación de abuso sexual? Algunos niños/as han
sido forzados sexualmente por hermanos, tíos y abuelos. Hay muchos factores que
pueden contribuir al inicio de estas relaciones. En el caso de incesto cometido por un
hermano se suele dar anteriormente en la familia una ruptura en el papel que han de
desempeñar los padres, convirtiéndose éstos en cómplices del incesto. Frecuentemente
los padres están aislados uno del otro y ambos de los hijos, no toman tiempo para
comunicarse con sus hijos, de manera que no observan la conducta de ellos y apenas les
conocen como individuos. A menudo encuentran incómodo hablar sobre ningún tema de
naturaleza sexual. Es un tema tabú en casa. En otras ocasiones los padres pueden ser
muy rígidos y protectores, excesivamente «religiosos», intentan proteger a sus hijos de
todo (desde anuncios de TV hasta ciertos tipos de comidas…), llevan la protección y el
cuidado de los hijos a los extremos, creando un aislamiento que puede fomentar una
atmósfera incestuosa.
Esos tipos de familias, descritos anteriormente se denominan «sistemas cerrados», no
están abiertos a las relaciones con el mundo exterior, creen que lo único adecuado y
socialmente aceptable es lo que sucede en casa, por lo que es muy difícil que puedan
darse cuenta de lo que ocurre en caso de incesto, es más, si llega a suceder y la víctima
lo denuncia, en muy pocos casos llegan a ser creídos. Con frecuencia, los abusos
sexuales ocurren porque los padres y otros adultos responsables no ven las señales de
aviso en la vida de los menores.

En todos estos casos las víctimas pueden considerar cómplices del abuso a todas estas
personas que convivían con ellos o estaban tan cerca que pudieron darse cuenta de lo
que sucedía, y en muchos casos puede ser realmente así, hay que considerar cada
situación en particular. Los niños en estas situaciones piensan, a veces, que sus padres
deberían saber y deberían haberlos protegidos, es decir, les consideran hasta cierto
punto responsables.

Minimizar la experiencia de abuso.

Al minimizarlo o negarlo, la víctima quita importancia del evento para liberarse a sí


misma y a su agresor

Ya hemos comentado que al sentirse la víctima culpable del incidente y por temor a
perder una relación valiosa, en algunas ocasiones está impedida para establecer
responsabilidades sobre lo sucedido. Hay otro asunto importante y es cuando la víctima
en esa imposibilidad trata de minimizar o negar incluso el abuso. Al minimizarlo o
negarlo, la víctima quita importancia del evento para liberarse a sí misma y a su agresor,
ocurre sobre todo en casos de incesto cometidos por hermanos con edades cercanas,
justifican el hecho como «juego» o «curiosidad de niños». Es cierto que los niños/as
pequeños desean «explorar» todo lo relativo a la conducta sexual, es una parte de su
desarrollo y crecimiento normal, pero cuando el menor se siente obligado, usado o
impotente ya no hay «experimento infantil», si no tiene elección por causa de coacción
física, psicológica o emocional, el experimento se ha convertido en un abuso sexual.

El objetivo que se persigue al establecer la responsabilidad no es echar la culpa en todas


las direcciones para dar a la víctima una «pizarra en blanco», es, únicamente, poner la
responsabilidad donde pertenece. Una vez que la víctima establece con claridad la
responsabilidad de lo que ocurrió en el pasado (agresor principal y cómplices), puede
avanzar para asumir la responsabilidad de una manera realista en su propia vida hoy, sin
echar la culpa de lo que sucede en el presente a los errores y responsabilidades del
pasado. Un reparto justo de la responsabilidad es un componente imprescindible en la
futura integridad de la víctima y en la restauración de la familia.
Voy a usar, nuevamente, una analogía entre la agricultura y la víctima de abuso sexual.
El procedimiento de arar. Imagina una tierra desértica, quemada por el sol. Nada crece
allí. Es inútil. La tierra se ha endurecido. Hay grietas en algunas áreas. A causa de su
condición, es imposible excavarla sin usar máquinas especiales. El proceso de arar es
desarraigar y remover la tierra. Requiere tiempo. Aún después de labrar la tierra y
plantar alguna semilla, tendrá que pasar un tiempo antes que comience a salir un brote.

En la vida de una víctima de abuso sucede lo mismo. Hay áreas de su vida que están
desoladas. Hay que «arrancar, desarraigar» algunas cosas del pasado, será doloroso.
Algún especialista en temas de abuso sexual puede intervenir como «máquina
especializada» y se comienza el proceso de «remover la tierra». Se comienzan a
«plantar semillas» en esa tierra desolada, y al cabo de un tiempo comenzará a verse un
hermoso jardín.
Hemos visto en este paso las cuestiones que pueden impedir a una víctima establecer la
responsabilidad: culpabilidad falsa, temor a perder relaciones valiosas y minimizar la
importancia del incidente o del agresor.

Cuando seas capaz de establecer la responsabilidad de tus ofensores, la puerta que


te ha mantenido cautivo/a durante años empezará a abrirse poquito a poco. Es el
umbral a tu libertad y a una vida provechosa.

Busca una foto de aquellos años de tu infancia en que sucedieron los hechos y mientras
la miras hazte las siguientes preguntas:

¿Realmente podría haber sido responsable por lo que me ocurrió a esa edad?

¿Cómo vivió el niño/a de la foto aquello que estaba sucediendo?

¿Puedes como adulto/a empezar a «liberar » a ese niño/a de la responsabilidad del


incidente?

PASO 5 – Localizar el orígen de la


conducta y síntomas
29/03/2014

Cierto autor hizo la siguiente declaración:

Tenemos que hacer tres cosas con las áreas de dificultad en nuestras vidas:
AFRONTARLAS, LOCALIZARLAS Y BORRARLAS

En este paso nos vamos a centrar en las dos últimas.

¿Qué significa «localizar el origen» de esas áreas de dificultad en nuestra


vida?

Después de identificarlas, vamos a tratar de encontrar dónde y cuándo tuvieron su


origen en nuestra vida.

Significa empezar a mirar las pautas de conducta actuales, particularmente las que
afectan a nuestras relaciones personales y a identificar las características perjudiciales
que predominan en nuestra manera de relacionarnos con los demás. Después de
identificarlas, vamos a tratar de encontrar dónde y cuándo tuvieron su origen en nuestra
vida. Después de localizar el origen, la raíz, comenzaremos de manera disciplinada a
«borrar» esas pautas perjudiciales y dañinas.
¿Qué hay que buscar?

Todas aquellas conductas negativas, que como acabamos de ver resultan perjudiciales
en nuestra relación con otras personas. Hasta cierto punto los estilos de comunicación,
hábitos, gestos e idiosincrasias personales tienen sus raíces en el trasfondo familiar.
Pueden ser características positivas o negativas que llevamos a nuestro matrimonio.
Entonces pasamos una vida entera con una pareja, procurando reformar lo que
aprendieron o no aprendieron de su familia de origen.

Quizá tu esposa/o aprieta el tubo de pasta de diente desde el medio y tú, lo haces
religiosamente desde abajo. Los cajones de su ropa están inmaculados y los tuyos son
un desastre. Ya que el ejemplo es muy importante para los niños, frecuentemente no es
lo que oyen de sus padres lo que les impacta, sino lo que ven.

No nos damos cuenta de nuestros estilos de aprendizaje, en cierta manera, hasta que
comenzamos la convivencia con otra persona. Hay que decir que no todas las
dificultades de conducta y síntomas se derivan directamente de la experiencia de abuso
sexual. Como ya se ha dicho anteriormente, generalmente existen en la familia algunos
problemas de disfunción anteriores al abuso. La mayoría de la investigación en este
campo apoya esta hipótesis. Es este mismo fenómeno, que contribuye al abuso, el que lo
«traspasa» de una generación a la siguiente (pautas de aprendizaje familiar). Los estilos
disfuncionales de comunicación, el grado en que una familia es un «sistema cerrado», y
la incapacidad de la familia para resolver conflictos de una manera sana, son todos ellos
factores que contribuyen a permitir o reducir la disfunción en la siguiente generación
(transmisión de patrones).

¿Cómo se «localiza el origen»?

Primero, como se ha dicho, hay que identificar las pautas actuales de conducta, es decir
cómo actúo en determinada situación (secuencias), especialmente en nuestra manera de
relacionarnos con los demás, localizar las dificultades. Es similar al proceso de
descubrir un cortocircuito en un sistema eléctrico. El cortocircuito puede hacer
parpadear o apagarse la lámpara del salón sin aviso. Hay que examinar las piezas de la
lámpara con cuidado para determinar por qué se apagó y entonces tomar medidas para
cambiar el elemento o elementos dañados. Así es en nuestras relaciones.

Tenemos que mirar las diferentes áreas de la vida que no funcionan a su pleno potencial
y localizar su raíz, a partir de entonces podremos cambiar esas pautas disfuncionales por
otras nuevas y más sanas.

Con frecuencia, la comunicación es un problema para una víctima de abuso sexual. Si


vienes de una familia donde la comunicación no era clara o era mínima, te encontrarás
comunicándote con los otros de la misma manera. Si vienes de una familia donde la
comunicación era superficial tendrás dificultades a la hora de expresar tus sentimientos
profundos o pensamientos más íntimos.

Ser perfeccionista es otro síntoma del carácter que puede requerir ajuste. A menudo
arranca de un padre o una madre críticos, a los que era imposible agradar. Como adultos
podemos encontrarnos jugando el mismo papel con nuestros hijos. Los hábitos
alimenticios, la manera de gastar el dinero, manipulación, rebeldía a la autoridad y
trastornos psicológicos, pueden venir de las pautas desarrolladas en la infancia.

¿Por qué es necesario hacer esto?

La meta de la terapia es establecer un equilibrio. El agresor es responsable por su parte


en el abuso sexual en el pasado y la víctima queda absuelta.

Un terapeuta, en una ocasión, propuso la siguiente ilustración: » Imagina una balanza.


Frecuentemente cuando las víctimas vienen a terapia, están llevando todo el peso de la
responsabilidad por todo lo que les ha ocurrido» A través del proceso de terapia,
empezamos a transferir el peso de manera que el agresor asuma la responsabilidad por
lo que ha hecho. La meta de la terapia es establecer un equilibrio. El agresor es
responsable por su parte en el abuso sexual en el pasado y la víctima queda absuelta. Es
importante distinguir que la víctima adulta ha de comenzar a asumir la responsabilidad
por sí misma y sus elecciones en el presente y en el futuro. Ya no es apropiado pasar el
resto de su vida culpando al agresor por su conducta actual. Puede ser que la víctima no
olvide lo sucedido, pero cada día tiene que elegir quién es y cómo se relaciona con
otros. No tenemos que estar prisioneros de nuestro pasado para siempre.

El plan de tres pasos

Una vez que hayamos identificado un problema actual y hayamos localizado sus raíces
en nuestro pasado ¿Qué debemos hacer después?

Primero, miramos la circunstancia que precipita la conducta no deseada.

Segundo, cuando aquella situación surja de nuevo, tomaremos nuevas decisiones.

Tercero, practicaremos estas nuevas conductas hasta que queden bien implantadas.

Como te puedes imaginar, no será fácil cambiar conductas que han requerido una vida
entera para formarse. Borrar las pautas habituales va a requerir constancia, disciplina y
esfuerzo.

Localizar el origen es una herramienta usada para encontrar el comienzo de las


conductas erróneas, no es una herramienta para excusar o justificar nuestra conducta
actual. El objetivo es tomar esa información y empezar a trazar un mapa sobre un plan
de acción hacia el cambio.

Pensamientos prácticos

Identifica un problema presente en tu vida que quieres cambiar. Examina las


condiciones bajo las cuales eres vulnerable a esa conducta, es decir, a que te comportes
de esa manera. Haz un plan detallado para evitar esa conducta la próxima vez que surja.
Concéntrate en esa área al menos un par de semanas y evalúa, entonces, si tu plan ha
funcionado o si es necesario hacer ajustes para que sea más eficaz.
PASO 6 – Observar a otros y educarte
29/03/2014

Hasta este momento, nos hemos


concentrado principalmente en lo interior, pero en este paso vamos a empezar a dirigir
nuestro enfoque fuera de nosotros/as. Esto no quiere decir que la obra interna ha
terminado, pero vamos a intentar involucrar y beneficiar a otros por medio de nuestra
sanidad, vamos a ser un poco altruistas, ya no vamos a pensar solo en nuestro daño
personal.

¿Por qué es necesario involucrar a otras personas en el proceso de sanidad? En términos


psicológicos se conoce como «el factor terapéutico de la universalidad», en palabras
simples lo que viene a decir es que aunque pensemos que lo que nos ha sucedido es algo
único, pronto nos damos cuenta que eso no es cierto, tristemente, que no somos los
únicos, que no estamos solos, y que nos encontramos con personas a las que les ha
pasado lo mismo o similar, es importante encontrarse con personas capaces de entender
nuestros sentimientos y nuestro proceso, esto es algo que se ve patente en los grupos de
ayuda terapéuticos.

Cada vez que comparto mi experiencia de abuso con otros no solo me voy «curando»,
sino que en ocasiones doy lugar a que otros puedan abrirse a contar casos parecidos o
distintos pero que nos unen y que producen un crecimiento en nosotros, porque
comenzamos a pasar de ser ayudados, solamente, a ser ayudados y poder ayudar a otros.
Hablar con otros y compartir nos va fortaleciendo.

Los grupos de apoyo son lugares donde uno puede

compartir con otros su misma experiencia y observar y aprender de otros, de cómo van
superando sus procesos particulares, uno puede ser uno mismo, sin caretas, a veces solo
se llora (si es eso lo que se necesita hacer). Son lugares de esperanza, de retos y de
ánimo, la dirección y los temas a tratar son responsabilidad de los responsables de tales
grupos. Es el mismo trabajo que en una terapia individual, pero con la ventaja de que
podemos hablar con otros semejantes a nosotros.
Educarse a uno mismo

Es muy conveniente aprender sobre este tema, leer libros, artículos sobre ello, escuchar
conferencias, programas de radio o televisión, entrevistas, etc.

Es bueno leer sobre autoestima, comprensión de emociones y sanidad interior, el énfasis


se hace en que la persona realice por sí misma acciones encaminadas a su propio
bienestar.

Aunque se pueda participar de un grupo de apoyo, entendemos que cada persona


progresa a su propio ritmo y que para que esto sea así no podemos forzar a nadie para
que entre dentro de un molde específico, un autor cristiano, Chuck Swindoll, dice en su
libro Fortaleciéndose en las épocas de la vida: «Escondidas en una esquina de cada
vida hay heridas y cicatrices. Si no las hubiera no necesitaríamos un médico. Ni
tampoco nos necesitaríamos unos a otros»

La verdad es que sí necesitamos unos de otros, por eso es tan reconfortante poder hablar
con otros que me entienden y poder compartir con otros que necesitan esa comprensión.

PASO 7 – Confrontar al agresor


01/04/2014

Desde el punto de vista de la víctima de abuso, confrontar al agresor es uno de los más
difíciles de los diez pasos. Cuando el profesional propone esto, a menudo se encuentra
con caras desencajadas y miles de respuestas contrarias: «De ninguna manera podría
hacerlo», «Lo hice una vez y no funcionó», «¿qué bien puede hacerme esto?»

Vamos a hablar en este paso sobre qué es la confrontación, ¿por qué es necesaria?, ¿a
quién hay que confrontar?,

¿Cuándo se debe confrontar?, ¿Qué debe incluir la confrontación?, ¿cómo se puede


conseguir? Y si siempre que se confronta se consigue que funcione.

Cada situación es individual, por eso se recomienda hacer esto bajo la supervisión de un
terapeuta personal o de una persona entendida y de confianza. Una confrontación
prematura puede ser devastadora y contraproducente para la víctima.
¿Qué es la confrontación?

Según el diccionario: «Poner una cosa o persona frente a


otra para averiguar la verdad o falsedad de ambas: confrontar la copia de un cuadro con
el original; confrontar la declaración del testigo con la del acusado.
A veces imaginamos la confrontación como una auténtica pelea que puede incluir abuso
verbal y hasta violencia física, pero nada más lejos de lo que se pretende, es hablar cara
a cara con la persona que nos dañó para que admita su responsabilidad en lo que pasó y
darle la oportunidad de que rectifique delante nuestra y nos pida perdón. Hay que tener
presente que cuando se confronta a un agresor dentro de la familia la víctima solo
asume su parte de la responsabilidad, no debe asumir nunca la reacción que tenga el
agresor en ese momento ni en el futuro.

La confrontación no se recomienda para víctimas menores de edad ni para aquellas que


tienen a sus agresores fuera de la familia, si cuando las víctimas sean adultas llega una
ocasión en que se encuentran con el agresor y desean confrontarlo, será una decisión del
todo personal.

Por tanto se deja bien claro que la confrontación con el agresor se recomienda siempre
en los casos en que agresor y víctima están dentro de la familia inmediata (padres o
hermanos) o extendida (abuelos, tíos, primos), pues se trata de buscar una cierta
armonía en las relaciones familiares, si es ésta posible, hay que tener en cuenta que cada
caso es específico y habrá que sopesar distintos elementos. Tengamos cuidado para no
generalizar ningún método.

¿Por qué es necesaria la confrontación?

En el paso 4 vimos que es muy importante establecer las responsabilidades, la


confrontación va un paso más allá de esto. Capacita a la víctima para tomar la carga de
la responsabilidad y ponerla en las manos legítimas del agresor y de cualquier otro
cómplice del abuso, lo cual permite a la víctima dejas de llevar una carga que en
realidad nunca ha sido suya, de esta manera, ahora, se hace cargo de su responsabilidad
únicamente.
La confrontación es un medio para romper también el patrón incestuoso dentro de la
familia, cara. En algunas ocasiones no confrontar a un agresor dentro de la familia nos
convierte en cómplices indirectos del abuso, pues el agresor sigue impune para seguir
abusando de otros miembros de la familia (padres que abusaron de sus hijos y después
prosiguen con los nietos), por tanto, hay que romper la cadena.

Por supuesto entendemos que no es una tarea agradable, en ocasiones producirá


consecuencias desagradables para el agresor, pero eso no debe motivar a la víctima a
evitarla o a sentirse responsable de las consecuencias producidas en la confrontación.

¿A quién hay que confrontar?

Está claro que al agresor, pero también a las personas que han contribuido, es decir, a
los cómplices. Ya comentamos esto en un momento anterior, hay que dejar claro que
algunos cómplices se convierten en tales no tanto por lo que han hecho sino por lo que
dejaron de hacer (proteger a la victima), esto se hace especialmente patente en el caso
de las madres que de alguna manera han sabido que sus esposos han estado abusando de
sus hijos o hijastros. Se ha encontrado que un porcentaje alto de estas madres fueron
víctimas de abuso en su infancia, no afrontaron la realidad y simplemente lo negaron,
por su incapacidad para afrontar su propio abuso y el hábito adquirido de negar en vez
de afrontar, les resulta demasiado doloroso y les produce demasiada culpabilidad
reconocer el abuso de sus hijos.

Además algunas madres pueden encontrarse intimidadas por el daño físico o emocional
o la inseguridad económica, y por lo tanto ignoran los síntomas o acusaciones de la
víctima, manteniendo la situación y continuidad del abuso.

En el fondo de una relación incestuosa hay una ruptura de la relación matrimonial


previa. La habilidad de comunicación en la pareja es mínima y generalmente uno
domina sobre otro.

Muchos agresores fueron víctimas en su infancia y a menudo se casan con mujeres que
también lo fueron, de esta manera nos damos cuenta del círculo vicioso que hay detrás
de un abuso sexual no confrontado. El agresor, generalmente se caracteriza por tener
una baja autoestima y una falta de control de impulsos. Puede ser un hombre
dominante, autoritario y rígido que protege excesivamente a sus hijos o, tal vez, un
hombre débil y pasivo que vive bajo la sombra de una esposa dominante. Es importante
darse cuenta de que no es ningún hombre sucio y viejo que está acechando en alguna
esquina de cualquier calle, pues generalmente es un hombre con un alto grado de
inteligencia e incluso puede llegar a ser un pilar dentro de su comunidad (médicos,
policías, sacerdotes, pastores…..)

Muchos expertos están de acuerdo en que el incidente incestuoso, en realidad, no es un


acto sexual, sino un intento de conseguir control o poder.

¿Cuándo debes confrontar?

La víctima debe identificar a las personas que ha de confrontar en su vida y hacerles


llevar su parte de responsabilidad. El «cuándo» es importante, pues una confrontación
prematura puede ser devastadora y contraproducente, se recomienda esperar en vez de
seguir adelante sin estar preparados/as. Hay algunos requisitos imprescindibles para
intentar cualquier confrontación:

1º) La víctima debe sentirse en una posición de fuerza, debe saber sin ningún tipo de
duda que es totalmente inocente y libre de cualquier responsabilidad por el incidente o
incidentes.

2º) La víctima debe hacer un trabajo preliminar con su propia autoestima y ganar
firmeza en su vida diaria, es decir, mostrar signos de confianza en sí mismo/a, es
necesario restaurar esa imagen que tienen las víctimas sobre sí mismas, aprender a
canalizar esa ira interior y entender bien cada uno de los sentimientos que se han
producido en nuestra vida por causa del abuso, a veces antes de confrontar al agresor
familiar es necesario un periodo de separación o distancia, mientras se asume esa
posición de fortaleza personal.

¿Qué debe incluir la confrontación?

Al confrontar a un agresor o a un cómplice hay que tener un plan, se puede comenzar


con aclarar el propósito que tiene la conversación, seguir con la presentación de la
situación del pasado y sus consecuencias en el presente y por último ofrecer el camino
para resolverlo. De nuevo hacemos la salvedad de que estos son planes personales, cada
caso es diferente y la forma de mantener esa conversación será personal también, pero
debe incluir esos tres apartados, dejar claro que uno no quiere iniciar una guerra, sino,
más bien, al contrario, contribuir a que esas situaciones del pasado dejen de interferir en
la relación familiar y a ser posible reconducirla para bien, pero eso siempre queda en
manos del agresor, pues si niega los hechos y toma represalias en contra de la víctima,
añade a sus actos la responsabilidad de no querer solucionarlos.

¿Cómo se puede conseguir?

El «cómo» es tan importante como el «qué». Hay que empezar siempre de manera
positiva, para que el agresor o el cómplice no levante sus barreras defensivas (esto se
produce cuando iniciamos la conversación con ataques personales), se puede empezar
con algún reconocimiento positivo sobre la persona y proseguir con el relato de los
incidentes del pasado, llevando al agresor a la confrontación con sus acciones, es
necesario explicar cómo se sintió la víctima en esos momentos y sus repercusiones en el
presente, hacerle sentir la responsabilidad por todo ello y por último presentarle un plan
para resolverlo, que debe pasar por el reconocimiento y autoinculpación del agresor
sobre los hechos, decirle que «yo soy inocente por todo esto» y que nunca más se
llevará la culpa por ello, aunque después ambas partes han de comprometerse a la
reconstrucción de la relación, hay que indicar que eso llevará tiempo, no es algo
automático.

¿Siempre funciona la confrontación?

Pues no, a veces el agresor sigue negando su responsabilidad, pero aún así, es posible
que las víctimas sanen de todo ello, lo importante, como se ha dicho ya, es estar en una
posición de fuerza antes de iniciar la confrontación y así estar preparados/as para lo que
pueda acontecer. La confrontación valida lo que la víctima ya sabe, su curación no
depende de la respuesta del agresor, uno se quita la carga que ha llevado por años y la
deja a los pies del agresor, no es necesario esperar a que él la recoja para sentirse
descargados ¿te das cuenta? Ya eres libre de ella.

Cuando el agresor niega la realidad, la víctima elige si quiere continuar o no la relación


con éste. Es recomendable en este punto que quede claro que el rechazo, por parte del
agresor, demuestra el poco interés por la reconciliación, dejando la responsabilidad
sobre éste para que se produzca algún cambio en el futuro.

Se puede decir algo como » Hasta que no estés dispuesto a afrontar tu responsabilidad,
no puede existir una relación», en estas circunstancias la decisión queda en manos del
agresor, la víctima ya ha resuelto el asunto, pero debido a la actitud del agresor, la
reconciliación es imposible.

La confrontación es un asunto individual y los resultados pueden ser tan diferentes


como personas involucradas en ello. La sanidad es posible aunque la confrontación cara
a cara no ocurra, solamente tardará algo más en algunos casos. Recordemos que hay
métodos alternativos como escribir una carta al agresor, o la técnica de la silla, por
ejemplo. A veces se puede escribir primero en papel y después confrontar
personalmente.

Recuerda que la confrontación es poner los asuntos enfrente de una persona y que se
debe hacer con la meta de la reconciliación. Es necesaria para poner la responsabilidad
en las manos de los dueños legítimos. Espiritualmente beneficia tanto al agresor como a
la víctima. Finalmente es la forma de romper la cadena del abuso. Tener presente
también que hay que incluir en ella a los que se consideren cómplices, para que todo
quede saldado.

Es muy importante que antes de que una víctima confronte a su agresor, ésta se
encuentre en una posición de fuerza. A veces debe producirse previamente una
separación del agresor. Trabajar una nueva imagen sobre uno mismo, y buscar una
terapia especializada o participar en un grupo de apoyo.

Es necesario llevar un plan detallado que incluya un propósito (la restauración), detallar
el incidente, así como cualquier efecto secundario sintomático del cual el agresor pueda
ser responsable y el deseo expreso de un nuevo compromiso que resulte en la sanidad
tanto de la víctima como del agresor.

Algunas veces las personas que confiesan haber sufrido un abuso sexual en su infancia,
y llegados a este punto preguntan:

¿Algún día estaré completamente sanado?

¿Algún día disminuirá el dolor emocional?

¿Algún día podré perdonarle por lo que me ha hecho?

A todas ellas podemos responder «SI». Después de confrontar a tu agresor, habrás dado
un gran paso adelante. El camino del perdón está delante de ti. Si sientes que aún no
puedes transitarlo, no te preocupes, no estás solo/a.
Actividades prácticas

Si aún no has confrontado a tu agresor, escribe en un papel lo que te gustaría decirle si


tuvieras la oportunidad. Acuérdate de ser específico sobre el incidente, explicar los
detalles y cada uno de los efectos secundarios que te haya producido el abuso, por
ejemplo, problemas sexuales dentro del matrimonio, baja autoestima, depresión, etc.
Lee esa hoja de papel escrita a tu terapeuta o a alguna persona entendida de confianza.
Después haz los ajustes que sean necesarios. Observa tu lenguaje corporal mientras lo
haces, es importante que sea consistente con lo que estás expresando.

PASO 8 – Reconocer el perdón


01/04/2014

Perdonar y olvidar. ¡Una meta alta! ¿O no? Un conferenciante cristiano dijo: «El desafío
no es perdonar y olvidar. El verdadero honor es para aquel que tiene la capacidad de
perdonar y aún recordar.»

Muchas personas tienen problemas con este tema, a menudo se aconseja, con buena
intención, que al perdonar de verdad ocurre una sanidad instantánea de las emociones,
como no siempre es el caso (más bien lo raro es que así suceda) cuando no se evidencia
el cambio se suele poner la responsabilidad sobre la persona herida, de manera que para
el ofendido es entrar en una especie de círculo vicioso «tengo que perdonar para
sentirme mejor, no me siento bien porque no lo hago correctamente, me vuelvo a sentir
mal…»

El perdón, como muchas otras áreas de nuestra vida, es un proceso. Algunas personas
son capaces de perdonar verdadera y totalmente a su cónyuge por una frase
desagradable un minuto después de que lo haya dicho, mientras que otros requieren un
poco más de tiempo. Mientras más profunda sea la herida sufrida, más tiempo requerirá
el proceso de perdón. Esto no quiere decir que tenemos permiso para mantener la ira, el
resentimiento o la amargura, sino que necesitamos más tiempo para resolver las
emociones que experimentamos. Cada persona evoluciona y se recupera a su ritmo
personal.

Asuntos de familia

El asunto se vuelve más delicado cuando agresor y víctima se encuentran dentro de la


misma familia. Sólo iniciar el proceso que estamos considerando será un tema de
conflicto en la mayoría de los casos, por lo general las personas no reaccionan bien
cuando se las confronta con sus malas acciones, en un caso de abuso esto se potencia,
por las connotaciones negativas que de por sí conlleva un asunto así y porque,
evidentemente, la persona no lo va a admitir a la primera. Todo ello puede provocar
rupturas dentro de la familia, posicionamientos de uno u otro lado, etc. Situaciones que
habrá que tratar con mucho tacto pero con toda sinceridad, como estamos aprendiendo a
lo largo de los diferentes pasos, cada uno deberá asumir la responsabilidad que le
corresponda.
El objetivo en estos casos, siempre que se pueda, será restablecer una relación armónica,
si ello no es posible porque el agresor se niega a reconocer los hechos, no estamos
obligados a mantener una relación con esa persona, según los casos se tomarán las
decisiones que correspondan, en esta parte nos ayudará mucho la visión de personas
objetivas y entendidas, que estén cercanas para que valoren todos los factores de manera
imparcial.

En asuntos familiares la meta debería ser unir a la familia, no dividirla. Habrá que
mostrar en algunos casos una cierta dosis de compasión y empatía, si aprendemos a dar
antes que a recibir nos podrá sorprender, a menudo, el resultado de nuestras acciones en
este sentido, pero como estamos repitiendo muchas veces, dependerá del caso en
cuestión y de cómo se vaya resolviendo. La prudencia debe ir siempre por delante.

El perdón hemos de entenderlo como un proceso SIEMPRE, podríamos subdivirlo en


cuatro pasos o etapas:

Primero, tengo que reconocer y/o confesar el dolor.

Segundo, tengo que ceder mi derecho a aferrarme a la amargura, a la ira y al


resentimiento.

Tercero, debo desear una restauración y, si es posible, una reconciliación.

Cuarto, debo invitar al agresor/ofensor a reconstruir la relación por medio de mi


expresión de amor y aceptación. (todo esto lo vamos a ir matizando)

Vamos a ilustrarlo con una experiencia cercana a todos, como es la visita a un dentista
por un problema de muelas. Hay personas que tienen dificultades a la hora de salirles las
muelas del juicio, en algunas circunstancias pueden montarse sobre las anteriores y
requieren cirugía. El cirujano maxilo-facial tiene que remover y facilitar que se
reubiquen en el lugar correspondiente. Todo ello provocará durante varios días algunas
molestias como dolor, hinchazón y dificultades a la hora de comer, si al cabo de un
tiempo no pasan estos síntomas puede ser necesario una visita al dentista de nuevo. En
ocasiones se forma lo que se llama «una bolsa de aire», un coágulo de sangre es
desalojado de su lugar durante la operación y el hueso queda expuesto, sobre él se forma
una capa de piel que tapa de manera prematura la herida. Exteriormente da la impresión
de que se «ha curado», pero debajo se ha formado una capa de sangre seca y partículas
de comida que pueden haber provocado una infección, causa del dolor y molestias
prolongadas. Así que hay que volver al dentista y abrir de nuevo la herida para limpiarla
y pasar por un proceso doloroso durante algunos días más.

Tal y como se ha descrito, esa puede ser la experiencia que a veces tenemos con el tema
del perdón. En los casos de abuso (también en otras ofensas que hayan dejado una
huella profunda de dolor), la herida se ha incrustado profundamente, a lo mejor hemos
hecho un esfuerzo personal por llegar a esa profundidad pero se nos ha quedado algún
«residuo» y lo hemos tapado todo con una bonita capa de perdón superficial. No nos
hemos tomado el tiempo necesario para «extraer» las emociones y heridas asociadas al
incidente. Como resultado desarrollaremos una «bolsa de aire» en nuestra vida.
Presentaremos síntomas de una herida no curada, así que tendremos que reabrir esa
herida y limpiar bien la zona para quitar lo que está provocando la «infección» de
nuestra alma, lo cual nos llevará de nuevo, por un largo y doloroso proceso.

Karen Burton Maines, hablando sobre las mentiras en un seminario dijo: «Las ficciones
que nos creamos a menudo impiden nuestro crecimiento» ¿Es ese tu caso?¿Has creado
alguna ficción sobre tu idea de perdón?¿Has aplicado una capa de perdón superficial
sobre tu «herida»? Recuerda que puede que se haya formado una «bolsa de aire» que
más tarde haya que curar con el consiguiente dolor, hasta que no estés dispuesto a
limpiar profundamente la recuperación completa no será posible.

A veces cuesta mucho perdonar, porque no se entiende que el perdón es un proceso,


hay una mala interpretación de este concepto. A menudo creemos que perdonar es como
decirle al ofensor » Lo que has hecho es correcto, no pasa nada», pero nada más lejos de
la realidad, perdonar no es condonar o justificar la ofensa, es ceder nuestro derecho a
aferrarnos, como decíamos antes, a la ira, a la amargura y al resentimiento, pues a quien
finalmente hacen daño es a la víctima, al ofendido.

PASO 9 – Reconstruir la autoimagen y


las relaciones
01/04/2014

La autoimagen es esa fotografía interna


(y con frecuencia falsa), que tenemos de nosotros mismos y que está presente, cada vez
que decimos o pensamos «yo soy» o «yo no soy» y es la responsable de decir «yo
puedo» o «yo no puedo».

Para las personas de fe, una buena definición de autoimagen sería la que nos propone
Josh McDowell «una autoimagen sana es verte a ti mismo como Dios te ve….ni más ni
menos» ¿Es así como te ves tú? Muchas influencias contribuyen a la formación de la
imagen que cada uno de nosotros tiene de sí mismo: nuestro trasfondo, la relación con
nuestros padres o cónyuges, nuestra experiencia religiosa y un sinfín de otros factores.
Josh McDowell ve nuestra autoimagen como un taburete de tres patas, nos dice «que
hay tres necesidades emocionales básicas comunes a todas las personas, que son:

1. La necesidad de sentirse amado y aceptado, de tener un sentimiento de pertenencia.

2. La necesidad de sentirse aceptable, de tener un sentimiento de dignidad.

3. La necesidad de sentirse adecuado, de tener un sentimiento de capacidad.»

Es decir, sentir que formamos parte de un grupo, sentirse digno y sentirse capaz.

Si basamos nuestra autoimagen solamente en una de las tres áreas mencionadas,


tenemos un «taburete» que no se aguantará en pie. Las víctimas de abuso a menudo se
sienten indignas y con un fuerte sentimiento de incapacidad, a pesar de que sean
personas que tengan éxito y logros tanto en lo profesional como en lo personal.
Hay tres pasos en el proceso de reconstrucción de nuestra vida:

Primero, tienes que rechazar esa imagen falsa que tienes de ti mismo;

Segundo, debes comenzar a renovar tu sistema de pensamiento, tu mente; y

Tercero, trabajar para restaurar las relaciones con los demás.

Rechazar las creencias erróneas y cambiarlas por creencias


basadas en la verdad

William Backus y Marie Chapian en su libro «Dígase la verdad» hablan sobre el


sistema de creencias falsas que tiñen todo nuestro mundo interior y nos sugieren una
secuencia de tres pasos para convertirnos en esa persona feliz que anhelamos ser:

1. Localizar tus creencias equivocadas

2. Quitarlas y

3. Cambiar las creencias equivocadas con la verdad.

Muchas nociones falsas sobre nuestro ser están basadas en mentiras, por eso hemos de
desterrarlas con la verdad. Esas mentiras, que otros nos han hecho creer, han crecido en
nuestra vida y hemos llegado a aceptarlas como verdades incuestionables («soy un chico
malo», «Soy un inútil, no sirvo para nada», «No merezco que nadie me quiera»…..)
Todas ellas se han sembrado para destruirnos. Por eso es necesario traerlas a la luz,
exponiéndolas, arrancarlas (como si fuesen mala hierba) y sustituirlas por la verdad de
la realidad que a veces queda oculta. Esto no quiere decir que nuestros sentimientos no
son reales, lo son, pero están basados en mentiras y hay que trabajarlos para que sean
más adecuados y aceptables.

Esto es lo que la Psicología llama «reestructuración cognitiva», que no es otra cosa que
un cambio de mentalidad, identificar las creencias erróneas y cambiarlas por otras más
adecuadas.
En una ocasión Jesucristo dijo» Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos», si
no tenemos un buen concepto de nosotros mismos ¿como podremos expresar amor a
otros?, será un amor desvirtuado, por tanto debo amarme a mí primero, aceptarme y
después puedo amar a los demás (prójimo es cualquiera que me rodea, cónyuge, hijos,
amigos, familiares, etc).

Este proceso de cambio puede asemejarse a un jarrón de flores en el que el agua está
sucia y hay que cambiarla, pero en lugar de tirar de golpe, como es nuestra vida, lo
hacemos gota a gota, al principio no se ve ningún cambio, pero después de muchas
gotas empieza a dejar de ser turbia y se va volviendo limpia y transparente, hasta llegar
ahí los efectos residuales del agua sucia convivirán con las mejoras que se vayan
introduciendo, por eso a veces te darás cuenta de que siguen contigo esas «gotas sucias»
(mentiras, enojos, malas palabras, malas acciones…), no te desesperes, el agua limpia
está entrando y al final quedarás perfecto (entendiendo lo de perfecto como el que en
realidad eres).

Restaurar relaciones correctas

Debido a las nociones falsas adquiridas con el abuso/agresión sobre mí mismo y sobre
otros, a veces, no tenemos la capacidad para mantener relaciones íntimas y
significativas, nos retenemos por temor al rechazo o a más daño (nos hiperprotegemos).
Por eso necesitamos desarrollar pautas más saludables y nuevas formas de
relacionarnos. Ello va a requerir grandes dosis de disciplina y de paciencia. Si nos
centramos en los fallos de los demás, estaremos dispuestos «a saltar» sobre ellos al
mínimo fallo. La tarea de reconstruir no es fácil, pero se puede hacer, no va a ser,
tampoco, cosa de pocos días o semanas, puede llevarnos meses, años e incluso toda la
vida, por tanto hemos de mentalizarnos de que estamos en una progresión continua. A
veces nos van a salir al encuentro obstáculos ¿qué hacemos entonces? ¿Tiramos la
toalla? ¿Nos deprimimos? ¿Pensamos que «ya sabía yo que no lo conseguiría»? NO, eso
es rendirse, y estamos en una batalla, en una guerra para reconquistar nuestra vida,
aquella que nos fue arrebatada o al menos obstaculizada, y si valoro en algo mi persona,
lucharé hasta conseguir ser quien debía ser, no quienes las circunstancias o las «malas
gentes» que hay repartidas por el mundo hayan querido que fuera.

Por último citaremos una anécdota del autor que hemos estado considerando, Josh
McDowell:

Somos como un elefante de circo atado por una cadena de bicicleta. Nos preguntamos
cómo una sola cadena pequeña podría sujetar a un elefante tan grande y potente. El
entrenador explica que la cadena no lo sujeta. Es la memoria del elefante lo que le
mantiene sin intentar escaparse.

Cuando el elefante era muy joven, no tenía fuerza para romper la cadena que le ataba y
librarse. Aprendió entonces que la cadena era más fuerte que él y no lo ha olvidado. El
resultado es que el elefante, ahora completamente crecido y fuerte, recuerda solamente
que una vez intentó romper la cadena y que no fue capaz. Así que nunca volverá a
intentarlo. Su memoria, no la cadena, lo sujeta. Por supuesto, si el elefante llega a
descubrir que puede romper la cadena, desde ese momento el entrenador tendrá
problemas para volver a controlarlo.»
Nuestra autoimagen puede ser muy parecida a ese elefante, pero podemos librarnos,
rechazando las falsas creencias (cadenas), renovando nuestras mentes y restaurando
nuestras relaciones.

PASO 10 – Expresar interés y


comprensión a otros
01/04/2014

Ayudar a otros nos da la oportunidad de utilizar algo destructivo para algo constructivo.

Al terminar el proceso de sanidad, muchas personas tienen un fuerte deseo de poder


ayudar a otros, sacar provecho de las tragedias de sus propias vidas. Ayudar a otros nos
da la oportunidad de utilizar algo destructivo para algo constructivo. Cualquier
circunstancia difícil en la vida de los que nos rodean será una ocasión para dar ánimo y
consolar, de la misma manera que nosotros hemos sido ayudados. A veces no estamos
seguros de si aquellos que están en tristeza o pasando un mal momento querrán nuestra
compañía, pero seguro que querrán conocer a otros que han pasado por lo mismo y que
lo han superado con éxito.

Mostrar interés y comprensión a otros trae esperanza y también trae curación continua a
la persona que consuela. Cada vez que compartimos nuestra experiencia es como si una
capa de pomada celestial cubriese nuestro corazón, nuestra cicatriz, el dolor se suaviza
hasta desaparecer. Siempre llevaremos las marcas de nuestro dolor, no para nuestro
recuerdo, sino en beneficio de otros a nuestro alrededor, para decir a muchos que es
posible sanar, que algún día se expresarán como nosotros.

Cada uno que se convierte en superviviente quiere y necesita ayudar a otros, poner a
salvo a aquellos que se ahogan en el mar de la desesperación, las diferentes maneras en
que podamos hacerlo dependerá de nuestra disponibilidad, de nuestra capacidad, etc.

Podemos participar en grupos de apoyo a víctimas de abusos (sexuales, físicos o


psicológicos), podemos colaborar en cualquier asociación que esté a nuestro alcance, ya
sea de índole social o sanitaria (Grupos de voluntariado social, Cruz Roja, Hospitales,
Asociaciones, etc.) En cada ciudad existen diferentes entidades en las que podemos
colaborar y devolver un poquito de ese bien que hemos recibido, cada uno debe elegir la
que mejor se adapte a sus circunstancias, dar apoyo, compañía y afecto en situaciones
desfavorecidas siempre es algo enriquecedor, tanto a quien lo recibe, como a quien lo
ofrece, ya Jesucristo dijo hace mucho, y sigue vigente «Es mejor dar que recibir». Con
esto no hay que entender que de manera obligatoria hay que ayudar a otros, cada uno
obrará según el sentir de su corazón, esto es algo individual y particular.

Esperamos que a lo largo de este duro camino hayas sentido que no estabas solo en esto,
que como tú hay muchos otros supervivientes, que desde hoy en adelante irás
conociendo más y más a la persona que en realidad eres, a esa que quedó truncada hace
tiempo y que ahora acabas de recuperar, tómate tiempo, identifica esas áreas en las que
debes seguir creciendo y trabajando, hazlo con ánimo, lo peor ya pasó, ahora tienes la
vida por delante para ser mejor persona y para poner un poquito de esperanza a tu
alrededor, abre puertas para otros igual que fueron abiertas para ti, abre PUERTAS DE
ESPERANZA.

Вам также может понравиться