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INTRODUCCION

La enseñanza religiosa es un aspecto fundamental en la formación integral de la


persona y un elemento imprescindible en el ejercicio del derecho de libertad
religiosa y de conciencia. Es un derecho garantizado por la Constitución. Sin esta
garantía la Constitución no habría tenido en cuenta, en efecto, ni la formación
plena del alumno ni la libertad religiosa.
Resulta preocupante que los creyentes vean en ella una asignatura de rango
menor. Esto hace que la labor del docente de religión se encuentre con el
obstáculo de alumnos y padres que piden sistemáticamente una rebaja en la
exigencia de esta asignatura, como si los contenidos de la misma no fuesen
importantes en la formación escolar integral. Tampoco podemos obviar que en
ocasiones se ha identificado la asignatura de religión con la organización de
ciertas campañas solidarias o con la impartición de valores con escasa referencia
al que llena de valor toda la existencia, Cristo.
Sin embargo, cuando el docente realiza con vocación su profesión y el alumno
que se admira ante los contenidos de la misma, los resultados beneficiosos son
incalculables para unos y otros. ¿Por qué no aspirar a que todos demos el lugar
que corresponde a esta importante asignatura? La Asignatura de Religión no es
una simple catequesis Quizá, uno de los grandes problemas que arrastra la
asignatura es el no conocer el verdadero lugar que ocupa. Con mucha facilidad
se identifican las clases de religión y la catequesis. No se habla de ellas como
actividades complementarias, sino como sustitutivas. Según esto, quien hace
una no tiene necesidad de la otra. Catequesis y enseñanza religiosa no se
identifican; son complementarias. Hay aspectos iguales y hay otros que las
diferencian.
Es necesario insistir en que los padres son quienes tienen el derecho de educar
a sus hijos conforme a sus propias convicciones y creencias, como reconoce el
mandato constitucional. La enseñanza de la religión en la escuela no es un
privilegio de la Iglesia Católica en el marco escolar. No es meramente una
cuestión de derecho positivo de unos Acuerdos Internacionales entre el Estado
Peruano y la Santa Sede, que, por supuesto, deben cumplirse. Estos Acuerdos
no hacen otra cosa que concretar lo que corresponde a padres y alumnos y a la
misma Iglesia.
Cuando el Estado garantiza la enseñanza de la religión y moral en la escuela
cumple sencillamente con su deber; y fallaría en ese mismo deber para con los
ciudadanos y por tanto para con la sociedad si no propiciase el libre y pleno
ejercicio de este derecho o no posibilitase de manera suficiente su adecuado
desarrollo.
Defender, proteger y reclamar que se cumpla este derecho en todas sus
exigencias, en equiparación al resto de las otras áreas de aprendizaje o
disciplinas principales, es defender, en su raíz misma, el ejercicio de las
libertades fundamentales. Inhibirse, no reclamar o desproteger todo lo
legítimamente exigible en este terreno, vale tanto como dejar libre el camino al
recorte de otras libertades, e incluso a la desmoralización de la sociedad. Para
los católicos, es un deber muy serio y una necesidad grande la formación
religiosa y moral en los centros escolares, en los que se forma el hombre y la
sociedad de mañana. No se trata de una cuestión ideológica, sino de derechos.
Un estado democrático no debe dar la espalda al ejercicio de este derecho de
padres y alumnos. Con frecuencia en ciertos medios y por algunos grupos se
vierte la idea de que la clase de religión es algo que ata y retrasa a la
modernización de la sociedad que la Iglesia trata de mantener empecinadamente
como privilegio particular.
No faltan quienes opinan que ya estaba bien como estaba la enseñanza
religiosa; pero hay que reconocer que como estaba no fue posible otra cosa– no
respetaba entera y suficientemente lo que el ejercicio del derecho a la enseñanza
religiosa pide, de suyo. La legislación vigente es francamente mejorable, sin
lesionar nada ni nadie; el actual estatuto origina tales dificultades que repercuten
en deterioro de la clase de religión. Hay que reconocer que alumnos y
profesores, a veces, tienen que superar heroicamente no pocas dificultades, que
van en deterioro de la formación integral.
No caigamos en la trampa de considerar que el tema de la enseñanza religiosa
escolar es un asunto privado o de la Iglesia. Es una cuestión en la que está en
juego la persona y la sociedad. Se necesita un apoyo social, legislativo y efectivo
a este derecho y deber, por la importancia que la enseñanza religiosa tiene para
el «aprender a ser hombre», y a realizarse como persona con sentido, libre y
verdadero. Lo que se haga en este terreno contribuirá al rearme moral de nuestra
sociedad y a la humanización de la misma, sin lo que no hay progreso digno de
llamarse así.
DESARROLLO
El contenido doctrinal actual es básicamente el mismo: los elementos
fundamentales de la fe y de la moral católica. Sin embargo, los mismos
contenidos se enseñan en la escuela con la finalidad de que se aprendan junto
con otros conocimientos, con los mismos medios que todas las áreas:
sistemática, orgánica y científicamente expuestos, sujetos a las reglas de la recta
razón, según la edad de los alumnos, y de forma que puedan ser contrastados
con cualquiera otra ciencia. La enseñanza religiosa católica evalúa la adquisición
de fe del alumno. Por lo cual, es una asignatura válida también para los no
creyentes. Tampoco se reduce a simple cultura religiosa No es suficiente dar
clases de cultura religiosa para que los alumnos comprendan mejor la pintura, la
escultura, las costumbres, las fiestas religiosas. La enseñanza de la religión
busca responder a la necesidad más profunda y más radical que tiene el ser
humano: el deseo de infinito, la búsqueda de la verdad y de una Verdad universal
y única. La asignatura de religión responde con rigor académico a las grandes
cuestiones humanas y sale al paso de la actual fragmentación del saber El
pensamiento relativista no se atrevería a contestar de forma segura y coherente
a la pregunta ¿Qué es el hombre? Sin embargo, eso deja sin rumbo a todo el
sistema educativo y su finalidad. Si la educación es la capacitación de que el
alumno llegue a ser aquello que está llamado a ser, y no sabemos qué está
llamado a ser, ¿qué sistema educativo diseñamos? La falta de respuesta unitaria
obliga a una fragmentación del saber que impide tener una visión de conjunto
adecuada.
Inundamos de datos y técnicas, pero no capacitamos a la persona para utilizar
adecuadamente esas técnicas y contenidos para el bien común y personal. Esta
fragmentación del saber ha contribuido notablemente a la proliferación de crisis
de identidad cultural, de valores, de tradiciones, de sentido de la existencia.
El cristianismo es la toma de distancia necesaria para ver lo constante dentro
de la cambiante actividad humana. Es una auténtica sabiduría porque “Cristo
revela el hombre al propio hombre”. La Religión como asignatura es
necesariamente apasionante En otras asignaturas profundizamos en partes de
la Creación. La religión tiene por objeto “al creador mismo” y su relación de amor
y salvación con el hombre a través de la historia. Jesucristo es la persona más
fascinante que ha pasado por la Historia del hombre. Es el Maestro, el Verbo
Encarnado; la sabiduría que lo penetra todo, lo invade todo.
El que es la Verdad, el camino y la Vida. El Maestro que enseña con ejemplos
cotidianos las grandes verdades. Enseña con palabras y hechos. El que
manifiesta el peligro de la ignorancia y el límite de nuestro conocimiento (“Padre,
perdónales porque no saben lo que hacen”). El que enseña el sentido último del
dolor, el perdón, el amor; el que muestra un conocimiento profundo de la
enfermedad, de la psicología, del espíritu humano.
Y la Virgen, de quien se afirma “el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres;
de ti nacerá la salvación”; la que acoge en su seno la sabiduría hecha carne. La
que enseña al maestro y aprende de Él la sabiduría más difícil y complicada: el
sentido de la cruz. Se une a esa sabiduría y la hace vida. Enseña al Verbo a ser
religioso, a adorar a Dios, a respetar la ley, a acompañar y amar
incondicionalmente; y todo desde la humildad y sencillez de la sierva del Señor…
¿no merece ser estudiada también esta mujer tan extraordinaria? La clave moral
de nuestra existencia La asignatura trata de entender al hombre como ser moral.
Somos libres y de nuestras decisiones depende el curso de este mundo y el
destino eterno. Los cristianos pensamos que las bases de la ética son religiosas,
y que, sin estas, no se entiende suficientemente el mandato de hacer el bien y
de evitar el mal. Detrás del “no matar” estamos defendiendo el carácter sagrado
de la vida. Del “no robar” está nuestro ser solidario, el respetar la propiedad ajena
y la necesidad de compartir, etc. Una educación integral debe incluir esta
dimensión moral. De poco servirán la acumulación de conceptos y técnicas si no
hay un espacio específico en el que se eduque en la moral utilización de esos
medios para alcanzar el fin debido. Asignatura que potencia la libertad del
alumno La libertad supone la posibilidad de elegir. Pero no se puede elegir lo
que no se conoce. La clase de Religión potencia la libertad. Quienes deseen ser
católicos lo podrán ser con conocimiento de causa, y los que se inclinen por ser
ateos, lo harán también de forma más consciente y responsable.
Más que el rechazo a la religión, el problema hoy es la ignorancia religiosa,
resulta más fácil negar una verdad que investigarla. Para poder rechazar algo,
primero hay que conocerlo. Hoy en día, muchos reniegan de una religión que no
han conocido, y sobre la cual solamente se les han transmitido determinadas
leyendas negras. La religión nos ayuda a comprender la cultura que hemos
heredado.
Un joven no podrá entender la pintura, la música, la escultura, la arquitectura, la
filosofía, la historia, la política, el folclore, las tradiciones, el lenguaje si no
conocen en profundidad los fundamentos de la religión católica. Y lo mismo
cabría decir, en un nivel más genérico, de una comprensión mínima de las demás
religiones, para poder asomarnos a esta “aldea global” en la que vivimos. Por
último, y no menos importante, el profesor de religión es una persona muy
cualificada. Además de luchar por vivir lo que enseña, está preparado
académicamente con una titulación igual o equivalente a la del resto de los
profesores de su centro escolar. Además, ha hecho un estudio de la teología y
didáctica de la religión católica adecuados a la etapa en la que va a impartir las
clases. Y cuenta con la confianza del Obispo, que le ha entregado la misión
canónica para compartir con él, la misión de enseñar la doctrina católica. En
resumen:
«El estudio de la religión en la escuela –señalaba hace unos años la Comisión
Episcopal de Enseñanza– es un instrumento precioso para que los niños y los
jóvenes crezcan en el conocimiento de todo lo que significa su fe, a la par que
van desarrollando sus saberes en otros campos. Comprenderán que creer en
Dios ilumina las preguntas más hondas que ellos llevan en el alma y que
Jesucristo es la revelación plena del misterio de Dios y del camino del ser
humano. Entenderán la cultura en la que viven, cuyos valores y expresiones
artísticas y de todo orden hunden sus raíces en la fe cristiana. Aprenderán a
valorar lo bueno que hay en otras religiones y a respetar la dignidad sagrada de
todos los hombres, creyentes o no. Adquirirán una visión armónica del mundo y
de la vida humana que les capacitará para ser personas más felices y
ciudadanos más libres y responsables, constructores de verdadera convivencia
y de una sociedad en paz».

La Educación religiosa, tiene por objetivo esencial, el presentar al alumno la


realidad de un Dios que le ama y quiere lo mejor para él, ahora bien, una vez
conocido este amor, o mejor dicho una vez interiorizado y comprendido este
amor, el alumno es inducido al encuentro de Fe con Cristo, en la medida que
descubre y hace suyas estas realidades, y se reconoce a si mismo como el
principal protagonista de la historia de la salvación, encontrando su realización
personal plena en esa amistad con Cristo y en la construcción de la civilización
del amor. Cuando asume este compromiso es capaz de asumir su misión en el
mundo y en el momento actual.
Además de todo lo antes mencionado se suman las transformaciones que en los
últimos años han tenido lugar en el campo de la enseñanza no se deben sólo a
opciones políticas, ni al incremento de los recursos tecnológicos, ni siquiera
al éxito obtenido por las propuestas metodológicas del momento; se debe a
causas más amplias que abarcan desde una nueva comprensión del hombre,
hasta las innovaciones más recientes que acontecen en la escuela.
Ello afecta a todas las materias de enseñanza y, por ende, no le puede resultar
indiferente a la enseñanza escolar de la Religión, como área integrante
del currículo escolar. Su legitimidad viene avalada por la Declaración de
los Derechos Humanos, la Constitución Política del Perú y los Acuerdos entre la
Santa Sede y el Estado Peruano.
CONCLUSION
La asignatura de Religión responde de forma completa y coherente a las grandes
preguntas, aportando razones para amar, razones para creer y razones para
esperar. Ofrece una explicación ordenada y razonada de los fundamentos,
contenidos y exigencias morales de la Religión Católica, y logra una comprensión
de la vida religiosa adecuada a cada edad y nivel de desarrollo cultural.
La religión es el corazón de la escuela, al propiciar que todos los conocimientos
y técnicas del resto de asignaturas descansen en una verdadera persona que
los pondrá al servicio del bien y la salvación de los hombres; para que en toda
actividad humana prime el mandamiento del amo
Es necesario que la enseñanza religiosa se reclame e imparta, se dignifique y se
potencie, se acredite, cada día más ante los alumnos, padres, profesores,
sociedad y se regule mejor.
Es por ello que se hace necesario educar en la fe, desde pequeños a los hijos, ,
resulta por tanto evidente decir que la verdadera vida cristiana nace en el hogar,
recordemos que son los padres los primeros y grandes educadores de la fe de
sus hijos, la educación religiosa, tiene como fin último el encuentro del educando
con Dios, a través del descubrimiento y mayor conocimiento de Cristo. Ahora
bien, si el hogar cumple su parte, luego la escuela completará esa formación. Se
entiende entonces, que resultará fácil ir logrando repuestas positivas de parte de
niños y jóvenes, si desde pequeños nos preocupamos por formarles en la fe,
esto en algunos casos traerá consigo el surgimiento de vocaciones, que a Dios
gracias las hay, porque hay hogares cristianos, así como maestros cristianos que
con su testimonio de vida van cultivando el espíritu cristiano de sus hijos y
alumnos.

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