A la base de las políticas de reforma está la satisfacción de un adecuado y fiel
levantamiento de información de cómo es hoy la justicia laboral ordinaria y constitucional
en el Perú. Información que, por lo menos, ha de tener dos componentes: cómo y quiénes son los usuarios de la justicia y cómo y cuáles son los usos en la obtención de aquella; y ello, respecto de dos ámbitos: al interior del Poder Judicial (sujetos incluidos en el servicio de justicia oficial) y fuera del Poder Judicial (sujetos excluidos del servicio oficial de justicia). Conocer los usos y los usuarios del sistema de justicia nos lleva a algunas preguntas anteriores: cuáles son los conflictos interindividuales y sociales, cómo son los tipos de litigios, en qué se sustenta la propensión a litigar y cómo vienen desempeñándose los sistemas de justicia y el Poder Judicial en particular frente a ello. Lo cual permitirá un diagnóstico actual del servicio de justicia en general, y de la justicia laboral en particular. Los países en vías de desarrollo, como el Perú, “se caracterizan en general por ofensivas desigualdades sociales” donde los derechos sociales y económicos a pesar de encontrarse reconocidos en la Constitución tienen una nula o muy limitada vigencia, lo cual ha sido fomentado por el discurso programático de los mismos que los vuelve neumáticos y decorativos. La información —sobre cuáles de esos derechos están siendo vigentes y eventualmente defendidos en su disfrute— es escasa e inconsistente. Las características del servicio de justicia antes que conocerse a partir de concretos datos estadísticos, se intuyen. Prueba de ello es que en el Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia la CERIAJUS expone como un problema detectado “el insuficiente desarrollo de los sistemas de información de las entidades del sistema de justicia, que da lugar a que la información estadística producida no sea confiable y actual. Si bien en algunas entidades se han iniciado procesos de registro y procesamiento de datos sobre la materia, su desarrollo todavía es incipiente.” Agregando como diagnóstico que “los sistemas de información estadística en las entidades del sistema de justicia proporcionan un producto deficitario, incompleto e inconexo, que no sirve adecuadamente a los propósitos de planificación y mejora del servicio, impidiendo una adecuada gestión.” La intuición a la que lleva la falta de datos concretos queda en evidencia cuando la CERIAJUS afirma como otro problema detectado que “muchos usuarios y abogados hacen abuso del sistema de Justicia, lo que se materializa en la presentación de denuncias y demandas maliciosas. A ello se agrega que la falta de estadísticas confiables en cuanto a la carga procesal existente, ocasiona que no puedan tomarse decisiones oportunas y eficientes para afrontar este fenómeno. Aun así, reconocida la importancia de la información en el diseño de las políticas jurisdiccionales, la deficiencia de la misma no ha sido obstáculo para que la CERIAJUS lleve a cabo la misión encomendada. Carecemos, por tanto, de información que revele, en el campo laboral, las zonas de mayor conflicto, aunque podrían ser intuidas: los litigios por cobro de aportes de jubilación en el Sistema Privado de Pensiones, los reclamos de beneficios sociales y las impugnaciones por despido. También podríamos intuir que los sectores marginados del servicio de justicia oficial lo conforman los trabajadores informales, los trabajadores domésticos y los trabajadores menores de edad. Estas afirmaciones, por cierto, son cuestionables porque no tienen respaldo estadístico. Son sólo intuiciones, tan iguales como las que el CERIAJUS ha utilizado en la formulación de su Plan Nacional. Es esta escasa y deficiente información la que justifica que abordemos la revisión de las políticas jurisdiccionales en materia laboral a partir del criterio de acceso a la justicia que permite, desde un nivel de abstracción, evaluar las políticas por el número de obstáculos que ellas pueden significar para cualquier sujeto de derechos.