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EL ESLABÓN
La danza guerrera
en marcha
Por Alfredo Montenegro Publicada en 10/04/2018 5 min de lectura
“En la marcha del 24 de marzo trabajamos danzando con un orixá, que es un
guerrero, masculino asociado a la lucha de la guerra y del trabajo del día a día.
También tiene que ver con los metales y armas para cortar caña, abrir caminos, y
muy relacionado al trabajo esclavo”, explica Julia Broguet, antropóloga y miembro
del grupo de danza afroamerindia Iró Barade de Rosario.
Para Lali Corvalán, otra de las coordinadoras de la columna danzante que impactó
con su fuerza y expresión en la movilización del sábado pasado, “este año
decidimos bailar con Ogun, que es el orixá, guerrero, quien también es herrero y
que fabrica y maneja armas para cortar, abrir caminos y decir «Esto no lo quiero,
Nunca Más»”.
Entre las cincuenta mil personas que marcharon por calles rosarinas en el Día
Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, con el profundo sonar del ritmo
del berimbao, el pandeiro y el agogo, unas cincuenta personas pusieron el cuerpo
y un mensaje impactante.
Movimientos habitados
“Nos pareció muy importante que nos convocaran para participar en la marcha.
Fue unir fuerzas y movilizar también desde la expresión, no como un accesorio ni
para entretener, sino para hacer política desde el arte”, indica Lali, comunicadora
social, docente y miembro desde hace años de Iró Barade.
“Hay una planificación, algo que practicamos durante un año desde el taller. No se
trata sólo de aprender pasos para bailar, cada uno tiene un tiempo. Además hay
un tiempo previo de conocer, leer, investigar y traducir luego”, dice, y agrega: “La
danza está asociada a la expresión de una población esclavizada y que lucha. Por
eso habrán visto que al principio se muestra el arma, cómo se la afila, prepara y
se comienza a cortar ramas para limpiar el camino, lo que trae la danza al
contexto actual”.
Sobre esa expresión, señala que es “otro modo de abordar el tema, donde no
hacemos movimientos de representación, sino movimientos que están habitados.
Nos movemos desde lo que sentimos. No son pasos simples, es un discurso y en
un lugar con gente que va pasando, en algunas calles angostas y otras anchas,
donde todo va cambiando”.
“Se baila la vida, y es más orgánico bailar en una plaza donde está la gente, que
armar un escenario y poner luces. Ese es un buen circuito, pero nos dimos cuenta
que no nos alcanza”, advierte. “Marchamos entre 20 bailarinas –incluido el
pequeño Moro, de dos meses y llevado por su madre Lali– y unos 20 musiqueros.
Así salió ese andar que tiene que ver con la capoeira, la lucha y en un escenario
especial como es la calle”.
Acompañar y convocar
“Lo hacemos con los organismos de derechos humanos, familiares de
desaparecidos y querellantes. No es arbitrario que estemos en ese lugar de la
marcha, pensamos cómo potenciar y acompañar a los familiares”, sostiene Lali.
También señala que la diferencia de clases, implica que las clases populares hagan
una apropiación de esas religiones, mientras las clases medias lo realizan en
términos de una danza y circula en espacios céntricos y como parte del arte
escénico. Mientras reciben una mirada como de artes menores, no academizada
ni institucionalizada y sin valor estético como el de la danza contemporánea”.
Julia Broguet, antropóloga y miembro del grupo de danza afroamerindia Iró Barade de Rosario
Fuente: El Eslabón
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