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ASTRONOMÍA ›

El sacerdote Georges Lemaître, el padre del Big Bang que


hizo cambiar de opinión a Einstein
El físico y matemático belga, que aunó ciencia y fe en sus trabajos, fue el
primero que habló del origen del universo en expansión y con un pasado
infinito
ALBERTO LÓPEZ

17 JUL 2018 - 08:19 CDT

Foto del sacerdote, físico y matemático belga, Georges Lemaître.

Ciencia y fe no suelen casar muy bien, pero hay excepciones, como la


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del científico y sacerdote católico belga Georges Lemaître, que no
¿Qué había antes del solo supone un ejemplo reconocido por la comunidad científica, sino
Big Bang?
que con gran humildad fue capaz de corregir al mismísimo Albert
Einstein. Estamos hablando del padre de la teoría del Big Bang que
intentaba demostrar el origen del universo.
Sin renunciar a su fe católica, Lemaître habló de un pasado infinito del universo pero que
no entraba en contradicción con su creencia de un Dios creador del mundo, ya que tanto
Aristóteles como santo Tomás de Aquino habían mostrado que un universo creado no
necesita un comienzo en el tiempo.

Su precocidad para la ciencia, destacando en matemáticas y física, fue paralela a su


vocación, ya que a los 9 años decidió que sería sacerdote. Logró ambas cosas gracias al
consejo de su padre para que primero estudiara y después se ordenara sacerdote.
Consiguió becas, viajó por el mundo y obtuvo reconocimientos, pero su humildad
permitió que los honores y la fama de sus hallazgos y contribuciones a la astronomía y la
astrofísica se los llevaran otros.

Tal vez la definición más precisa sobre Lemaître y sus descubrimientos la dio el mismo
Albert Einstein al escucharlo en una conferencia en California. Puesto en pie, afirmó que
la teoría del origen del universo “es la explicación más bella y satisfactoria de la Creación
que alguna vez he escuchado”.

Georges Henri Joseph Édouard Lemaître nació, un 17 de julio de 1894, en la localidad


belga de Charleroi. Era el mayor de cuatro hermanos y desde muy pequeño dio muestras
de su precocidad en matemáticas y física pero también en su vocación personal, al
anunciarles a sus padres con nueve años que quería ser sacerdote.

Animado por su padre, Georges Lemaître se decidió primero a


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estudiar antes de entrar en el seminario, y se matriculó en la Escuela
Un cura dio la “más
bella explicación de Superior Jesuita del Sagrado Corazón en Charleroi, donde destacó
la Creación”, según en química, física y matemáticas. En 1910, el padre consiguió un
Einstein
nuevo trabajo y trasladó a la familia a Bruselas. El joven Lemaître, ya
con 16 años, se matriculó en otra escuela jesuita, el Colegio Saint
Michel, donde sus maestros descubrieron sus habilidades excepcionales en
matemáticas y físicas.

Aunque todavía le gustaba la idea de convertirse en sacerdote, Georges decidió estudiar


ingeniería en lugar de teología. En 1911 ingresó en la Universidad Católica de Lovaina
para estudiar una carrera en ingeniería y en julio de 1913 obtuvo la diplomatura y
comenzó a realizar prácticas como ingeniero de minas.

La Primera Guerra Mundial le obligó a detener sus estudios y sirvió como voluntario en el
ejército belga, alcanzando el rango de sargento mayor. Fue condecorado con la medalla
de la Cruz de Guerra por su valentía, pero las atrocidades que contempló acrecentaron
su vocación sacerdotal, además de ser expulsado de alguna misión después de decirle al
instructor que sus cálculos balísticos estaban equivocados. Algún compañero recordaría
después que su vocación de fe y de ciencia iban tan en paralelo que igual se le veía en el
frente leyendo el libro del Génesis de la Biblia como artículos de ecuaciones de físicos
franceses.

Retomó sus estudios y en 1920, a la edad de 26 años, fue galardonado con la más alta
distinción, un doctorado en Ciencias Matemáticas por su tesis ‘La aproximación de
funciones reales de varias variables’. Georges Lemaître también obtuvo un bachillerato
en filosofía basada en el sacerdote italiano del siglo XIII santo Tomás de Aquino.

Su siguiente paso fue comenzar los pasos para convertirse en sacerdote ingresando en
la Casa de Saint Rombaut en octubre de 1920. Sus profesores, al señalar su continuo
interés en las matemáticas y la física, sugirieron que estudiara el trabajo de Albert
Einstein. Lemaître así lo hizo, aprendiendo sobre el cálculo del tensor y la relatividad
general de los libros escritos por el famoso astrónomo matemático Arthur Eddington.

En 1922, Lemaître presentó una tesis, ‘La Física de Einstein’, que le valió una beca del
gobierno belga y aceptó la posibilidad de ir a la Universidad de Cambridge (Inglaterra)
como investigador de astronomía. Casi de forma paralela fue ordenado sacerdote en
septiembre de 1923, a la edad de 29 años. Sin embargo, en lugar de ejercer como
sacerdote en una parroquia o en un colegio, Lemaître utilizó la beca para estudiar la
relatividad general y trabajar personalmente con Eddington, quien le sugirió a Lemaître
que comenzara a trabajar en un doctorado sobre el universo.

Eddington le pidió a Lemaître que aplicara las reglas de la relatividad general a los
contenidos de su trabajo y que viera cuál era el resultado: Lemaître descubrió dos
soluciones al problema de Eddington: la primera consistía en una propuesta que hizo
Einstein en 1917 de un universo cerrado, estable y estático cuya densidad de masa de
energía es constante; la segunda tenía que ver con la propuesta de Willem de Sitter,
también en 1917, de un universo cuyo comportamiento a gran escala está dominado por
la constante cosmológica (la densidad de energía del espacio vacío).

Georges Lemaître cruzó el Atlántico para llevar a cabo investigaciones en la Universidad


de Harvard y también se inscribió como alumno para un doctorado en Físicas en el MIT
(Instituto de Tecnología de Massachusetts). Durante su estancia en Estados Unidos viajó
mucho y conoció a los astrónomos y físicos más importantes del país, incluidos Forest
Ray Moulton, William Duncan MacMillan, Vesto Slipher, Edwin Hubble y Robert Millikan.

Georges regresó a Bélgica en el verano de 1925 y, apoyado y recomendado por


Eddington, fue nombrado profesor asociado de matemáticas en la Universidad Católica
de Lovaina. En 1927 defendió su tesis en el MIT: ‘El campo gravitacional en una esfera
fluida de densidad invariante uniforme según la teoría de la relatividad’.

En este nuevo papel de investigador y divulgador, Georges Lemaître reralizó la


derivación de lo que ahora se conoce como la Ley de Hubble, que relata la velocidad con
la que una galaxia se aleja y su distancia. A la famosa Conferencia Solvay de 1927
asistieron la mayoría de los principales físicos. Einstein también acudió y habló con
Lemaître diciéndole que las ideas que defendía ya habían sido presentadas por
Friedmann en 1922, y también le dijo que aunque pensaba que sus soluciones a las
ecuaciones de la relatividad general eran matemáticamente correctas, presentaba una
solución que no era factible físicamente. Concretamente, Einstein le dijo: “Tus cálculos
son correctos, pero tu comprensión de la física es abominable”.

Einstein no estaba solo al encontrar inaceptables las ideas de Lemaître; más bien era la
opinión de casi todos los científicos. Sin embargo, en 1929 Hubble publicó un trabajo que
presentaba una evidencia mayor de un universo en expansión, contradiciendo la teoría
entonces aceptada de un universo estático.

Eddington y otros miembros de la Royal Astronomical Society comenzaron a trabajar


para tratar de resolver el problema originado por la discrepancia entre la teoría y la
observación, con una parte de la teoría de Lemaître que los científicos, incluido
Eddington, encontraron imposible de aceptar, como era que el universo tuvo un
comienzo en un tiempo finito en el pasado como defiende la religión católica en el libro
del Génesis.

Lemaître respondió a las objeciones contra su teoría en un documento publicado en la


revista ‘Nature’ en mayo de 1931. “Si el mundo ha comenzado con un solo quantum, las
nociones de espacio y tiempo no tendrían ningún significado al principio; solo
comenzarían a tener un significado sensible cuando el quantum original se hubiera
dividido en un número suficiente de quanta. Si esta sugerencia es correcta, el comienzo
del mundo ocurrió un poco antes del comienzo del espacio y el tiempo”. En realidad,
Lemaître siempre expresó que era importante mantener una separación entre las ideas
científicas y las creencias religiosas sobre la creación.

Esta fue la primera formulación explícita de la teoría del Big Bang, actualmente aceptada
y en aquel momento también aceptada por la mayoría de científicos y a la que Georges
llamó “Teoría del átomo primigenio”. En 1933, Einstein y Lemaître ofrecieron una serie
de conferencias en California. Después de escuchar a Lemaître explicar su teoría en uno
de estos seminarios, Einstein se puso de pie y dijo: “Esta es la explicación más bella y
satisfactoria de la Creación que alguna vez he escuchado”.

Albert Einstein y Georges Lemaitre

Las ideas de Georges Lemaître llegaron a la prensa popular, que lo describió como el
cosmólogo líder del momento. Un artículo en el ‘New York Times’ mostró una fotografía
de él con Einstein con la leyenda: “Tienen un profundo respeto y admiración el uno por el
otro”, y es que el hecho de que Lemaître fuera tanto un científico como un sacerdote
católico formaba parte de la fascinación que tenía la prensa popular, hasta el punto de
que un periodista escribió de él: “No hay conflicto entre religión y ciencia, repite Lemaître
una y otra vez... Su punto de vista es interesante e importante no solo porque sea un
sacerdote católico, ni uno de los principales matemáticos y físicos de nuestro tiempo,
sino porque él es ambas cosas”.

El mayor opositor a la hipótesis de Lemaitre fue el astrónomo inglés Fred Hoyle, uno de
los arquitectos del modelo del Estado Estacionario. De hecho fue él quien le dio su
nombre a la teoría del Big Bang en una entrevista de radio para la BBC y lo hizo de modo
despectivo.

Para el sacerdote belga Georges Lemaître, la historia del universo se divide en tres
periodos: el primero es llamado “la explosión del átomo primitivo”, según la cual hace
5.000 millones de años existía un núcleo de materia hiperdensa e inestable que explotó
bajo la forma de una super-radiactividad. Esta explosión se propagó durante mil millones
de años y los astrónomos perciben sus efectos en los rayos cósmicos y las emisiones X.

“¿Podría, acaso, la Iglesia tener necesidad de la ciencia? No; la


cruz y el Evangelio le bastan. Pero al cristiano nada humano le
es ajeno. ¿Cómo podría desinteresarse la Iglesia de la más
noble de las ocupaciones estrictamente humanas, la
investigación de la verdad?”

Después viene el periodo de equilibrio o el universo estático de Einstein. Afirma que


finalizada la explosión, se establece un equilibrio entre las fuerzas de repulsión cósmicas
en el origen del acontecimiento y las fuerzas de gravitación. Es durante esta fase de
equilibrio que dura 2.000 millones de años, cuando se forman los nudos y dan
nacimiento a las estrellas y galaxias.

Finalmente, siguen los periodos de expansión, iniciados hace 2.000 mil millones de años,
que demostrarían que el universo se encuentra en expansión a una velocidad de 170
kilómetros por segundo de manera indefinida.
En 1948, George Gamov propuso una nueva descripción del comienzo del universo; y
aunque es considerado hoy como el padre de la teoría del Big Bang, las líneas maestras
estaban ya presentes de una forma muy clara en la cosmología del Lemaître.

El reconocido sacerdote belga obtuvo distintos cargos en la Academia Pontificia de las


Ciencias, siendo asesor personal del papa Pío XII y presidente de la misma en 1960. En
1979, durante el discurso del Papa san Juan Pablo II a la Pontificia Academia de las
Ciencias con motivo de la conmemoración del nacimiento de Albert Einstein, citó algunas
palabras de Lemaître sobre la relación entre la Iglesia y ciencia:

“¿Podría, acaso, la Iglesia tener necesidad de la ciencia? No; la cruz y el Evangelio le


bastan. Pero al cristiano nada humano le es ajeno. ¿Cómo podría desinteresarse la
Iglesia de la más noble de las ocupaciones estrictamente humanas, la investigación de la
verdad?”

Al final de su vida, Georges Lemaître se dedicó cada vez más a los cálculos numéricos.
Su interés por las incipientes computadoras y la informática terminó por fascinarlo
completamente.

Murió en la ciudad belga de Lovaina, el 20 de junio de 1966, a los 71 años, dos años
después de conocer la noticia del descubrimiento de la radiación de fondo de
microondas cósmicas, que constituía la prueba definitiva de su fundamental teoría
astronómica del Big Bang.

El nombre en un cráter en la Luna y en un vehículo espacial de la Agencia Espacial


Europea (el ATV5), que ya ni tan siquiera existe, son dos casi insignificantes
reconocimientos para la talla humana y su aportación al entendimiento del origen del
universo que nos acoge.

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