Todos
hemos
tenido
oportunidad
de
observar
a
un
niño
o
a
varios
niños…
ya
sea
observando
a
nuestros
hijos,
hermanos
menores,
sobrinos
u
otros
niños…
Y
para
entender
y
comprender
lo
que
el
Maestro
Jesús
quiere
decirnos
a
través
de
esta
metáfora,
debemos
comprender
inicialmente
lo
que
implica
ser
un
niño…
Para
empezar
un
niño
es
inocente,
y
esa
inocencia
se
refleja
en
su
mirada,
como
adultos,
en
algún
momento
perdemos
esa
inocencia,
el
ambiente
o
el
entorno
en
el
que
sucede
eso,
no
es
motivo
para
la
presente
tenida…
El
niño
en
su
temprana
edad,
manifiesta
diferentes
comportamientos,
desde
los
que
son
buenos
y
son
los
que
debemos
imitar
a
los
malos
comportamientos
que
en
sí
no
son
malos,
sino
son
parte
del
aprendizaje
que
todos
tenemos
para
desarrollarnos
nuevamente
en
el
plano
físico…
Cuando
le
presentaban
los
niños
a
Jesús,
y
los
apóstoles
reñían
a
los
que
venían
a
presentarlos,
Jesús
se
indignó…
y
dijo
claramente
“dejad
que
los
niños
vengan
a
mí”…
estaba
hablando
metafóricamente,
dejad
que
los
niños
vengan
a
mí,
no
se
los
impidáis,
porque
de
los
que
se
“parecen”
a
ellos
es
el
Reino
de
Dios…
Una
de
las
particularidades
de
los
niños,
es
que
el
niño
en
su
inocencia,
confía…
y
confía
en
sus
padres
en
los
seres
que
le
rodean…
el
niño
no
se
vale
por
si
mismo,
pero
confía
en
alguien
más,
y
lo
hace
plenamente,
de
la
misma
forma
y
en
el
ámbito
espiritual,
y
cuando
hemos
elegido
una
línea
esotérica
para
nuestro
crecimiento,
confiamos
en
alguien
más,
confiamos
en
que
un
maestro
pueda
enseñarnos
y
darnos
los
lineamientos
necesarios
para
crecer,
si
este
maestro
no
es
físico,
podemos
confiar
en
las
enseñanzas
de
maestros
antiguos,
en
lo
que
ya
está
escrito,
pero
entregarse
a
una
enseñanza
sin
desconfianza,
seguramente
podrá
haber
el
peligro
de
caer
en
enseñanzas
que
puedan
hacernos
daño…
pero
eso
podrá
ser
efectivo
si
nuestras
bases
no
están
fundadas
en
la
verdad…
en
el
plano
espiritual
es
necesaria
la
presencia
de
padres…
Debemos
tener
un
corazón
de
niño
que
sea
simple,
espontáneo,
abierto
y
confiado.
En
nuestros
aspectos
de
desarrollo
y
hablando
del
corazón
y
la
mente,
el
corazón
está
relacionado
con
el
niño,
en
nuestros
sentimientos
debemos
ser
como
niños,
nobles,
tranquilos,
confiados,
sinceros,
transparentes
y
en
nuestra
mente,
debemos
ser
como
ancianos,
llenos
de
la
sabiduría
adquirida
en
varias
vidas,
esa
es
la
fórmula
que
debemos
emplear…
porque
si
envejecemos
en
el
corazón,
nos
volvemos
egoístas,
desconfiados,
avariciosos,
preocupados
por
lo
material,
preocupados
por
lo
social,
preocupados
por
el
entorno
en
este
plano
y
peor
aún
si
somos
niños
en
la
mente,
podemos
adoptar
una
posición
inmadura,
infantil,
que
dista
totalmente
del
enfoque
de
parecernos
a
niños,
como
lo
manifestaba
Jesucristo.
Cuando
el
niño
y
durante
su
aprendizaje,
por
ejemplo
para
aprender
a
caminar,
se
cae,
se
levanta,
se
vuelve
a
caer
y
se
vuelve
a
levantar,
hasta
que
aprende
a
caminar
totalmente,
en
cambio
el
adulto
o
el
anciano,
si
se
cae,
se
queda
ahí
e
incluso
es
necesario
que
alguien
le
levante
o
espera
a
que
le
levanten
y
por
temor,
ya
no
quiere
volver
a
intentar
o
emprender
lo
que
estaba
haciendo…
así
como
el
niño
aprende
a
caminar
en
el
plano
físico,
de
la
misma
forma
nosotros
debemos
aprender
a
caminar
en
el
plano
espiritual,
muchas
veces
el
problema
que
tenemos
es
que
racionalizamos
lo
espiritual,
pretendemos
aprender
o
aplicar
cosas
con
nuestra
mente
finita,
en
el
camino
espiritual,
también
podemos
caer,
pero
debemos
levantarnos,
el
problema
no
está
en
caer,
el
problema
está
en
el
empecinarnos
y
dejarnos
en
el
lugar
en
el
que
hemos
caído…
El
niño
se
contenta
con
muy
poco,
para
el
es
igual
si
juega
con
una
bolsa,
con
una
piedra
o
con
algo
pequeño,
en
su
imaginación
esos
objetos
no
tienen
límites,
en
cambio
el
adulto
o
el
anciano
no
se
contentan
con
nada,
muchas
veces
siempre
están
viendo
el
lado
negativo
de
las
cosas,
siempre
con
el
afán
de
la
crítica…
El
niño
no
tiene
preocupaciones,
es
despreocupado,
cuando
le
das
un
entorno
apacible,
vive
tranquilo,
entiende,
comprende
y
acepta
las
cosas
como
vienen,
en
cambio
el
anciano
se
atormenta
con
las
preocupaciones,
deja
de
vivir
tranquilo,
piensa
constantemente
en
el
mañana…
El
niño
vive
en
el
presente,
en
su
aparente
inconciencia,
el
pasado
y
el
futuro
son
extremos
que
no
le
preocupan,
el
vive
en
el
equilibrio,
vive
en
el
ahora…
en
cambio
el
anciano
o
vive
con
los
recuerdos
del
pasado
o
con
las
preocupaciones
del
mañana
y
no
comprende
que
el
presente
es
otro
estado
de
conciencia,
no
comprende
que
debe
hacer
primero
lo
primero,
desvirtúa
su
escala
de
prioridades
o
de
valores,
pone
énfasis
en
lo
que
no
es
importante
y
posterga
lo
importante…
El
niño
tiene
necesidad
de
un
modelo
y
de
igual
forma
debemos
buscar
nuestro
modelo
espiritual
que
en
función
de
nuestro
crecimiento
podremos
ir
observando
a
alguien
en
este
plano
o
algo
dentro
nuestro…
El
niño
no
discrimina,
cuando
los
padres
han
hecho
un
buen
ejercicio
en
ellos,
pueden
jugar
con
cualquiera,
no
se
fijan
en
el
aspecto
físico,
si
son
gordos,
delgados,
morenos,
rubios,
se
toman
de
la
mano
y
ya,
muchas
veces
en
el
mundo
espiritual
prejuzgamos
las
enseñanzas
o
las
prácticas
espirituales,
y
por
prejuzgarlas
las
dejamos
ir
y
se
va
nuestra
oportunidad
de
crecer…
Al
respecto,
recordemos
a
la
divinidad
romana
de
nombre
Ocaccio,
tenía
la
figura
de
una
mujer,
con
alas
talares,
sobre
una
rueda
o
esfera,
con
cabello
en
la
parte
frontal
y
sin
pelo
en
la
nuca,
a
veces
se
la
representaba
con
un
cuchillo
en
la
mano…
sus
movimientos
eran
tán
rápidos
que
no
se
la
venía
venir,
y
no
tenía
cabello
en
la
parte
posterior
para
que
nadie
pueda
tomarla
de
ninguna
parte,
sobre
una
rueda
porque
sus
movimientos
eran
inestables,
así
de
rápida
era
la
oportunidad
y
asi
de
rápido
se
van
nuestras
oportunidades,
para
ello
debemos
estar
siempre
con
los
ojos
bien
abiertos
para
no
dejar
ir
nuestras
oportunidades
de
crecimiento
espiritual.
Jesús
dijo,
sed
como
niños
para
ingresar
al
Reino
de
los
Cielos…
es
un
primer
y
gran
paso
que
debemos
dar
en
la
constante
evolución
de
nuestras
vidas,
seguramente
en
el
Reino
de
los
Cielos
no
hay
ancianos,
porque
cuando
uno
reencarna
aún
siendo
anciano
en
su
corazón,
vuelve,
vuelve
y
vuelve,
hasta
que
aprenda
a
ser
niño
y
acepte
el
retorno
al
Padre…