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CÁTEDRA DE ÉTICA

CARRERA DE DERECHO. UNIVERSIDAD LA REPUBLICA

Docente: Josefina Prado Tejerina

2017

PRIMERA UNIDAD. Nociones básicas sobre ética.


I. Concepto de Ética

Definición: Disciplina que trata de la valoración moral de los actos humanos, además de
conjunto de principios y de normas morales que regulan las actividades humanas.

La ética viene del griego «ethos», el término ética equivale etimológicamente al de moral (del
latín «mos, moris»: costumbre, modo de comportarse); sin embargo, el uso parece asignar a
este segundo término una connotación teológico−religiosa, atribuyendo al primero otra más
filosófica, o bien reserva el de moral para la moral práctica o vivida, mientras que designa con
el de ética la reflexión sistemático−filosófica sobre dicha moral.

Como filosofía moral, la ética habla del comportamiento humano bueno o malo; sin embargo,
también apunta a aquella fuerza moral a la que

aluden expresiones como moral elevada o alta y moral baja.

La moral ha de empezar como ética antropológica (enraizada en la misma estructura del


hombre: estructura moral de libertad, autenticidad y responsabilidad).

Definición: Ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos.

Con esta definición tenemos que la Ética posee dos aspectos, uno de carácter científico y otro
de carácter racional.

a) El carácter científico: la ciencia es un paradigma fundamentado, paradigma porque


establece un modelo universal o patrón de comportamiento de la realidad y nos puede
decir cómo se va a comportar dicha realidad, o sea que la ciencia puede predecir el
comportamiento de un objeto debido a que proporciona el modelo bajo el cual actúa, así
pues la ciencia nos “indica” como “debe” actuar un objeto. Es fundamentado ya que
utiliza el método científico, que es el encargado de corroborar por todos los medios
posibles la adecuación del modelo con la realidad. En fin el carácter científico de la ética
queda fundamentado en virtud de que esta disciplina presenta un paradigma de
conducta valiosa que el hombre debe realizar.

b) El carácter racional viene por el uso de la razón. La ética no es una ciencia


experimental, sino racional ya que fundamenta sus modelos éticos por medio de la
razón. Ésta razón nos proporciona causas, razones, el porqué de la bondad en una
conducta realizada.

Con todo, se puede decir que a la Ética le concierne proporcionar las razones por las que
ciertas conductas son buenas y por lo tanto dignas de realizarse, también de argumentar en
contra de conductas malas como el homicidio, la drogadicción, el engaño, el robo, etc.

II. Tipos de Ética:

1. Ética personal: Es la decisión que uno como individuo o como persona realiza para
escoger la opción buena o la opción mala, de acuerdo a los valores y la formación de
cada persona.

2. Ética profesional: La profesión puede definirse como “la actividad personal, puesta de
una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a
impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona
humana”.

En virtud de su profesión, el sujeto ocupa una situación que le confiere deberes y


derechos especiales, como se verá:

 La Vocación. La elección de la profesión debe ser completamente libre. Quien elige de


acuerdo a su propia vocación, tiene garantizada ya la mitad de su éxito en su trabajo.

 Finalidad de la Profesión. La finalidad del trabajo profesional, es el bien común. La


capacitación que se requiere para ejercer este trabajo, está siempre orientada a un
mejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el beneficio de la
sociedad.

 El Propio beneficio. Lo ideal es tomar en cuenta el agrado y utilidad de la profesión;


en general las personas se inclinan a la consideración de su provecho personal, gracias
a su profesión.

 Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una preparación especial, en


triple sentido: capacidad intelectual, capacidad moral y capacidad física.

o La capacidad intelectual, consiste en el conjunto de conocimientos que dentro de


su profesión, lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados.

o La capacidad moral, es el valor del profesional como persona, lo cual da


dignidad, seriedad y nobleza a su trabajo, digna del aprecio de todo el que
encuentra.

o La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a las cualidades


corpóreas, que siempre es necesario cultivar, como buenos instrumentos de la
actividad humana.

 Los Deberes Profesionales. Es bueno considerar ciertos deberes genéricos a todo


profesional. El secreto profesional es uno de estos, según el cual, el profesional, que no
tiene el derecho de divulgar información, que le fue confiada para poder llevar a cabo
su labor, esto se hace con el fin de no perjudicar al cliente o para evitar graves daños a
terceros.

3. Ética Cristiana: Según la idea cristiana, una persona es dependiente por entero de Dios y
no puede alcanzar la bondad por medio de la voluntad o de la inteligencia, sino tan solo
con la ayuda de la gracia de Dios. La primera idea ética cristiana descasa en la regla de
Oro.

Lo que quieras que los hombres te hagan a ti, házselo a ellos (Ud.7,12); en el mandato de
amar al prójimo como a uno mismo (lev.19,18) e incluso a los enemigos (ut.5,44), y en las
palabras de Jesús: Dad al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios.

4. Ética Axiológica: Esta corriente confiere al Valor, el puesto central de la teoría ética. Es
bueno aquello que realiza un valor y malo aquello que lo impide. El valor moral de la
persona, radica en los valores objetivos, de carácter positivo o negativo, que encarnan en
su conducta.

Algunos consideran el valor como un ser ideal, otros lo consideran como una cualidad
objetiva que se da en los seres humanos. Los valores plasman ideales de perfección, que el
hombre capta intuitivamente y frente a los cuales se sienten atraídos en orden a una
realización o práctica concreta del mismo. De la percepción del valor, surge el sentido del
deber moral.

5. Ética Comunicativa: la ética comunicativa o dialógica, ha sido desarrollada en las últimas


décadas del siglo XX sobre todo por K.O. Apel y J. Habermas, en Alemania. Es una ética
formal, basada en él dialogo y la comunicación. Estos autores preocupados por la
justificación y la fundamentación de la ética en una sociedad pluralista y demócrata como lo
actual, colocan el énfasis en el procedimiento, para llegar entre todos a una normativa
moral universal.

Según ellos, él diálogo es el único medio que nos queda para saber si los intereses
subjetivos, pueden convertirse en normas universales. Esta ética se fundamenta en la
autonomía de la persona, que confiere al hombre el carácter de autolegislador, y en la
igualdad de todas las personas, que les da derecho a buscar una normativa universal
mediante el diálogo. Para hacer posible la ética dialógica, todos los miembros de la
comunidad se deben reconocer recíprocamente, como interlocutores con los mismos
derechos y se deben seguir las normas básicas de la argumentación.

III. Los Principios Éticos Básicos

Es importante encontrar criterios de carácter general a los que podamos apelar no sólo en las
situaciones de conflicto, sino que ofrezcan una orientación al proyecto global de nuestras
vidas. Los principios pueden parecer casi evidentes; pero son de extraordinaria importancia por
sus consecuencias prácticas y sus conclusiones.

Entendemos por “principio”, una afirmación fundamental, de la que se derivan una serie de
consecuencias o conclusiones. No son algo añadido a la persona, como cualquier calificativo,
sino que fluyen como atributos de su misma realidad y se fundamentan en su naturaleza. Los
principios se caracterizan por lo absoluto de sus exigencias, la universalidad de su validez y la
inmutabilidad de su contenido. (García de Alba, Juan Manuel: Etica Profesional, Págs. 179-180)

1. Principio De Humanización

Llamamos principio de humanización al dinamismo que mueve al ser humano a crecen en


conciencia, libertad, responsabilidad, sentido social y a realizar y promover los valores
humanos. El principio de humanización lo podemos enunciar así: Toda persona está llamada a
hacerse cada vez más humano. Este principio se traduce más en un proyecto de crecimiento,
que en un conjunto de normas. Este principio habla del hombre abierto a todos los valores y lo
ubica en un horizonte sin límites; fundamenta y compendia los derechos humanos, por cuanto
el hombre tiene el derecho y la obligación de desarrollarse en todos los campos.

Va contra este principio aquel que se niega a crecen o que impide el crecimiento de los demás.
Especialmente cuando se trata de lo que hace al hombre más humano. Para entender al
hombre en términos humanos no debemos considerarlo como un problema de física, química o
biología, ni siquiera en términos sociales, económicos o políticos, sino en la raíz de esas
manifestaciones, en su llamamiento (dinamismo) a ser más, cualitativamente, de cuanto es. Se
opone a este principio quien no obra bien, o supone que su acción no lo modifica. (García de
Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs. 180-181)

2. Principio De Autonomía

Cada persona (adulta) posee el derecho irrenunciable a determinar y conducir su vida por sí
mismo, y no se le puede privar de vivir una vida plena y autodeterminada. Al actuar se
encuentra en una situación particular, única e irrepetible, que necesariamente influye en su
acción, pero no necesariamente la determina.

Es verdad que en la vida familiar y de trabajo encontramos una instrumentalización de la


persona, tolerable únicamente si no impide su responsabilidad y la realización plena de su
vocación humana. Interpreta mal este principio, quien piense que la situación no influye en la
acción del sujeto, o que es el elemento único determinante. (García de Alba, Juan Manuel: Ética
Profesional, Págs. 181-182)

3. Principio De Igualdad

Todos los seres humanos son iguales, tienen los mismos derechos y obligaciones, y forman un
todo que podemos llamar familia humana. El axioma: “no hagas a otro lo que no quieras para
ti”, expresa la estricta reciprocidad en las relaciones humanas. Exige una manera de pensar y
de vivir.

Es evidente que la igualdad de que se trata, es una igualdad de naturaleza y de todo lo que de
ella se deriva. El principio de igualdad se opone a las discriminaciones raciales, de religión o de
origen étnico, y la que se basa en la diferenciación sexual. (García de Alba, Juan Manuel: Ética
Profesional, Pág. 180)

4. Principio De Complejidad

Aunque podemos conocer la realidad, nuestra percepción es incompleta, porque abarca


solamente algunos de sus múltiples aspectos; y los que percibimos, los percibimos de forma
aproximada. Además de las dificultades objetivas para conocer la realidad, encontramos
dificultades que provienen del sujeto que conoce. Nuestra captación de las cosas, es posible no
sólo gracias a que la realidad es inteligible en sí misma, sino al acervo de conocimientos que ya
poseemos, a los esquemas de comprensión que hemos ido adoptando, a los métodos de
aproximación propios de cada ciencia y de cada persona, y a los modelos de interpretación de
que disponemos. Habrá que añadir los prejuicios e ideologías que hemos ido haciendo
nuestros. El principio de complejidad lo podemos enunciar así: la realidad es compleja, y el
hombre debe actuar de acuerdo a lo que va conociendo de ella. La necesidad de tomar en
cuenta el todo de la realidad surge de la realidad misma, a esta exigencia la llamamos
“principio de complejidad”. Este es un principio analítico de carácter ético, que mira a la
práctica y obliga al discernimiento. Hablamos de complejidad en atención a la naturaleza de las
personas, de las situaciones y de la realidad.

5. Principio De Totalidad

Llamamos principio de totalidad a la relación determinante del todo sobre la parte, la cual
podríamos expresar: Donde se verifique la relación de todo a parte, y en la medida exacta en
que se verifique, la parte está subordinada al todo, y éste determina a la parte, por lo que
puede disponer de ella en su propio interés. Tratándose del bien de la persona, para el que este
principio tiene su más adecuada aplicación, el todo trasciende a cualquiera de sus partes y
vale más que la suma de todas ellas. Este principio se fundamenta en la unidad del sujeto que
actúa, para el que su identidad y su existencia son los valores primarios.

El principio de totalidad se aplica a un todo moral, como la familia, la sociedad, el Estado, un


equipo o una empresa, solamente de forma análoga (parecida); y en esos casos hay que cuidar
de no rebasar el tipo de unidad y la relación con el todo, sacrificando a las partes. Una parte
puede formar un todo, pero no bajo todos los aspectos. La persona no puede ser sacrificada (su
existencia) por el Estado o la familia.

La aplicación del principio, supone una jerarquía de valores que se fundamenta en la


naturaleza, en la realidad, y por eso no es arbitraria. Así como es necesario atender al todo de
la realidad, por el principio de complejidad, es necesario atender al todo de la persona, por el
principio de totalidad. El principio de totalidad abarca el todo del ser, como también de la
historia, y de las experiencias personales.

Quien se deja dominar por una parte de su vida, sin superarla e integrarla, se opone a la
totalidad de su ser y de su vida, que sobrepasa cualquiera de sus etapas. Si una persona tiene
autoridad o el dominio de una institución, y así presta un servicio, no por eso tiene derecho a
poner cualquier tipo de condiciones, sino sólo aquellas que pida la naturaleza de la institución y
los fines que persiga. Interpreta mal este principio quien no atiende a la naturaleza del todo;
por ejemplo: quien desconoce que la persona no es una parte de la sociedad, o del Estado, y
que estas instituciones no tienen autoridad para ir contra sus derechos fundamentales. (García
de Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs. 185-188)

6. Principio De Solidaridad

El principio de solidaridad surge de la naturaleza social del hombre. Esta condición del ser
humano que nace, vive, crece y se desarrolla en sociedad le da también un sentido de
finalidad: la persona está orientada de forma inmediata, al servicio de los demás.

El principio de solidaridad se entiende como: cada persona ha de contribuir al bien común


según sus posibilidades, de acuerdo con los diferentes estratos del bien común. Y tiene
derecho a recibir de los demás, todo lo que necesita para vivir y desarrollarse, si por justas
causas él mismo no puede adquirir lo necesario.

La solidaridad está vinculada a los valores de justicia, libertad, igualdad, participación, etc.;
expresa la condición ética de la vida humana común, y tiene como acción suprema el compartir
y tomar parte. Todos/as tienen derecho a los valores humanos, como la verdad, la libertad, el
desarrollo, la justicia, la paz, etc.

Interpreta mal el principio de solidaridad quien se escuda en él para no asumir sus


responsabilidades personales. O también, quien abusa de los bienes y servicios comunes,
pensando que con eso no daña a nadie. (García de Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs.
185-190)

7. Principio De Subsidiaridad

El principio de subsidiaridad, surge del derecho que tienen todas las personas a crecer y a
desarrollar sus facultades y exige que quienes tienen mayor capacidad, autoridad, experiencia
o conocimientos, no asuman los trabajos, las decisiones, las funciones y obligaciones que
pueden ir asumiendo la persona subordinada, porque con eso se impide su crecimiento.

Este principio trae consigo, la obligación de atender al desarrollo de la persona y de dejar en


sus manos todo aquello que pueda realizar por sí misma. Es de suma importancia que la
persona sea agente activo de su propio desarrollo, porque tratarla como objeto dentro de un
plan sería despreciar su dignidad, su libertad y su responsabilidad.

El principio de subsidiaridad puede plantear el problema de determinar hasta dónde se debe


ayudar a las personas sin hacerles daño. En el campo social y político el principio de
subsidiaridad implica que ni el Estado ni la Sociedad deberán sustituir la iniciativa y
responsabilidad de las personas, y de los grupos sociales intermedios, en los niveles en que
éstos puedan actuar; ni destruir el espacio necesario para el desarrollo integral de todas las
personas, que forman la sociedad.

Este principio fundamenta la democracia. Se falta a este principio cuando la autoridad piensa,
decide, y actúa en lugar del subordinado, de tal manera que este llega a aceptar y hasta
preferir que sea otro quien tome las decisiones y responsabilidades que le pertenecen. (García
de Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs. 190-191)
IV. Objeto E Importancia De La Ética

Antes de definir el objeto material y el objeto formal de la ética, debemos señalar que muchas
de las acciones que realizamos, se producen sin la representación consciente por nuestra parte
y sin intervención de nuestra libertad. Son acciones, por así decir, que radican en el hombre sin
pertenecerle: "actos del hombre" pero no "actos humanos".

En efecto, hay una gran diferencia entre los "actos del hombre" y los "actos humanos". Los
primeros son actos hechos por el hombre, voluntarios o no. Los segundos son actos propios del
hombre y que, por tanto, provienen de su voluntad libre. Los actos que el hombre realiza
inconscientemente, no comprometen su libertad. Si por ejemplo, uno de estos actos perjudica
a alguien, puedo sentir tristeza, pero no me puedo arrepentir ni sentir remordimiento.

Algo muy distinto sucede cuando, por ejemplo, yo decido materializar, libre y conscientemente,
una acción determinada. En este sentido se trata de un acto estrictamente humano, puesto
que intervienen la voluntad y la libertad. De ahí que el acto moral, implique una referencia a la
fuente de donde emana, a saber; la voluntad libre. En otros términos, obrar humanamente es
obrar libremente; pero obrar libremente es obrar con miras a un fin.

De lo dicho anteriormente, se infiere que el objeto material de la Ética son los actos humanos,
los hábitos o costumbres, el carácter de la persona. La vida, decía Ortega y Gasset, es un qué
hacer, una tarea. El ser humano va haciendo su modo de ser y cuanto mayor sea el número de
actos, tanto mayor la determinación del ser humano: "puede decirse que el ir viviendo o
existiendo consiste en ir haciendo cosas, no sólo materiales sino inmateriales, y al ir haciendo
las unas y las otras, ir haciéndose cada cual a sí mismo; y lo que cada cual va haciéndose es lo
que va siendo" (Aranguren, Op. cit., pág. 395)

V. Definiciones De Conceptos Centrales

Los principios son el conjunto de valores, creencias, normas, que orientan y regulan la vida de
la organización. Son el soporte de la visión, la misión, la estrategia y los objetivos estratégicos.
Estos principios se manifiestan y se hacen realidad en nuestra cultura, en nuestra forma de ser,
pensar y conducirnos. Etimológicamente principio deriva del latín principium 'comienzo,
primera parte, parte principal', literalmente principium es 'lo que se toma en primer lugar'. Se
le puede llamar principio a los valores morales de una persona o grupo.

Un principio es una ley o regla que se cumple o debe seguirse con cierto propósito, como
consecuencia necesaria de algo o con el fin de lograr un propósito. Las leyes naturales son
ejemplos de principios físicos, en matemáticas, algoritmia y otros campos también existen
principios necesarios o que se cumplen sin más o que deberían cumplirse si se pretende tener
cierto estado de hechos.

Los valores son convicciones profundas de los seres humanos que determinan su manera de
ser y orientan su conducta. Los valores involucran nuestros sentimientos y emociones. Valores,
actitudes y conducta están relacionados.

La palabra valores viene del latín “valere” lo que significa “ser fuerte”. Este vocablo alude a
todos aquellos principios que le permiten a los seres humanos mediante su comportamiento
realizarse como mejores personas; es decir son esas cualidades y creencias que vienen
anexadas a las características de cada individuo y que ayudan al mismo a comportarse de una
forma determinada.

Los valores posibilitan la determinación de nuestras prioridades, y ayudan a encaminar la vida


del ser humano a una autorrealización; estas creencias permiten elegir al hombre entre una
situación u otra, o entre una cosa u otra.

VI. Teoría De La Anomia

Según Merton, las estructuras sociales ejercen una presión definida sobre ciertas personas en
la sociedad induciéndolas a una conducta de rebeldía antes que de conformidad.

Al explicar la anomie y la conducta desviada, Merton enfocaba no al individuo, sino el orden


social. Postulaba una dicotomía entre las metas culturales y los medios institucionales para
lograr esas metas. Cualquier meta cultural muy apreciada en una sociedad, es probable que
afecte los medios institucionalizados. Un equilibrio eficiente entre estas dos fases suele
mantenerse mientras los individuos obtengan satisfacciones conformándose tanto con las
metas culturales como con los medios institucionalizados.

La definición de Merton hace hincapié en el desequilibrio entre las metas culturales y las
normas institucionales en una sociedad.

Concibe la anomie como un derrumbe de la estructura cultural que acaece sobre todo cuando
existe una discrepancia aguda entre las normas y metas culturales y las capacidades sociales
estructurales de los miembros del grupo de obrar en concordancia con aquellas. La relación
entre anomie y estructura social puede resumirse como:

1-Exposición a la meta cultural y normas que regulan la conducta orientada hacia la meta.

2-Aceptación de la meta o norma como mandatos morales y valores internalizados.

3-Accesibilidad relativa de la meta: las posibilidades de vida en la estructura de oportunidades.

4-El grado de discrepancia, entre la meta aceptada y su accesibilidad.

5-El grado de anomie

6-Las tasas de conducta desviada de los distintos tipos manifestada en la topología de los
modos de adaptación.

La conducta desviada sobreviene en gran escala solo cuando un sistema de valores culturales
ensalza virtualmente por encima de todas las demás metas de éxito comunes para la población
en general, mientras que la estructura social restringe con vigor u obstruye por completo el
acceso a los modos aprobados de alcanzar esas metas para una parte considerable de aquella
misma población.

Según Merton existen cinco tipos de adaptaciones a una situación en que los medios legítimos
para alcanzar una meta son inalcanzables para ella:

1-Conformismo. El individuo comparte los medios y los fines socialmente aceptados.

2-Ritualismo: consiste en abandonar las metas del éxito y de la rápida movilidad social hasta
un punto en que podemos satisfacer nuestras aspiraciones. La persona comparte los medios
pero no se motiva con los objetivos de éxito económico y ascenso social.
3-Rebelión: donde se encuentran las posturas no conformistas con los fines mayoritariamente
aceptados, que proclaman que es posible vivir la vida con arreglo a fines y valores no
individualistas como los que propone el capitalismo estadounidense. Merton cree ver allí el
germen de conductas revolucionarias o rebeldes.

4-La innovación: la persona comparte los fines pero no recorre los mismos caminos sacrificales.
Por ende, “corta camino” y en vez de medios lícitos utiliza medios “eficaces”. Buena parte de la
conducta delictiva se explica en base a este tipo de respuestas a los problemas de ajuste.

5-Los Retirados (Apatía): es el rechazo tanto a las metas culturales como de los medios
institucionales. El individuo se encuentra frustado. No renuncia a la meta del éxito pero adopta
mecanismos de escape, tales como el derrotismo, el quietismo etc. Se da en los individuos
alcohólicos, en los vagabundos, etc.

SEGUNDA UNIDAD. Sobre la Ética Profesional

LOS MANDAMIENTOS DEL ABOGADO


Eduardo J. COUTURE

1. ESTUDIA. - El derecho se trasforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día
un poco menos abogado.
2. PIENSA. - El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
3. TRABAJA. - La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.
4. LUCHA. - Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el
derecho con la justicia, lucha por la justicia.
5. SE LEAL. - Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que
es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el
juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices; y que, en cuanto al derecho,
alguna que otra vez, debe confiar en el que tú le invocas.
6. TOLERA. - Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la
tuya.
7. TEN PACIENCIA. - El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
8. TEN FE. - Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en
la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la
justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz.
9. OLVIDA. - La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma
de rencor, llegara: un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida
tan pronto tu victoria como tu derrota.
10. AMA A TU PROFESION. - Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que
tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga
abogado.
Introducción
ES PROBABLE que no haya rincón del mundo donde algún abogado no tenga en su despacho
uno de esos textos que, desde el de San Ivo, del siglo XIII, hasta el de Ossorio, del siglo XX, se
vienen conservando en recuadros para expresar la dignidad de la abogacía.
Son decálogos del deber, de la cortesía o de la alcurnia de la profesión. Aspiran a decir en
pocas palabras la jerarquía del ministerio del abogado. Ordenan y confortan al mismo tiempo;
mantienen alerta la conciencia del deber; procuran ajustar la condición humana del abogado,
dentro de la misión casi divina de la defensa.
Pero la abogacía y las formas de su ejercicio son experiencia histórica. Sus necesidades, aun
sus ideales, cambian en la medida en que pasa el tiempo y nuevos requerimientos se van
haciendo sucesivamente presentes ante el espíritu del hombre. De tanto en tanto es menester,
pues, reconsiderar los mandamientos pare ajustarlos a cada nueva realidad.
Hoy y aquí, en este tiempo y en este lugar del mundo, las exigencias de la libertad humana y
los requerimientos de la justicia social constituyen las notas dominantes de la abogacía, sin las
cuales el sentido docente de esta profesión puede considerarse frustrado. Pero a su vez, la
libertad y la justicia pertenecen a un orden general, dentro del cual interfieren, chocan y luchan
otros valores.
La abogacía es, por eso, al mismo tiempo, arte y política, ética y acción.
Como arte, tiene sus reglas; pero éstas, al igual que todas las reglas del arte, no son absolutas,
sino que quedan libradas a la inagotable aptitud creadora del hombre. El abogado está hecho
para el derecho y no el derecho para el abogado. El arte del manejo de las leyes está
sustentado, antes que nada, en la exquisita dignidad de la materia confiada a las manos del
artista.
Como política, la abogacía es la disciplina de la libertad dentro del orden. Los conflictos entre lo
real y lo ideal, entre la libertad y la autoridad, entre el individuo y el poder, constituyen el tema
de cada día. En medio de esos conflictos, cada vez más dramáticos, el abogado no es una hoja
en la tempestad. Por el contrario, desde la autoridad que crea el derecho o desde la defensa
que pugna por su justa aplicación, el abogado es quien desata muchas veces ráfagas de la
tempestad y puede contenerlas.
Como ética, la abogacía es un constante ejercicio de la virtud. La tentación pasa siete veces
cada día por delante del abogado. Éste puede hacer de su cometido, se ha dicho, la más noble
de todas las profesiones o el más vil de todos los oficios.
Como acción, la abogacía es un constante servicio a los valores superiores que rigen la
conducta humana. La profesión demanda, en todo caso, el sereno sosiego de la experiencia y
del adoctrinamiento en la justicia; pero cuando la anarquía, el despotismo o el menosprecio a
la condición del hombre sacuden las instituciones y hacen temblar los derechos individuales,
entonces la abogacía es militancia en la lucha por la libertad.
Arte, política, ética y acción son, a su vez, solo los contenidos de la abogacía. Esta se halla,
además, dotada de una forma. Como todo arte, tiene un estilo.
El estilo de la abogacía no es la unidad, sino la diversidad. Busquemos en la experiencia de
nuestro tiempo al bonus vir ius dicendi peritus, al abogado cuya actividad pueda simbolizar a
todo el gremio, y es muy probable que no lo hallemos a nuestro lado.
Éste es político y ejerce su abogacía desde la tribuna parlamentaria, defendiendo, como decía
Dupin, apenas una causa más: la bella causa del país. Aquél la desempeña desde una pacífica
posición administrativa, poniendo sólo una gota de su ciencia al servicio de determinada
función pública. Aquél otro la honra como juez, en la más excelsa de las misiones humanas.
Aquél la sirve desde los directorios de las grandes empresas, manejan-do enormes patrimonios
y defendiendo los esperados dividendos. El otro se ha situado en la Facultad de Derecho y
desde allí, silenciosamente, va meditando su ciencia, haciéndola progresar y preparando el
vivero para la producción de los mejores ejemplares. Aquél la sirve desde el periodismo y hace
abogacía de doctrina desde las columnas editoriales, alcanzando el derecho, como el pan de
cada día, a la boca del pueblo. El de más allá es, únicamente, abogado de clientela comercial y
sólo se ocupa de combinaciones financieras. Aquél ve cómo la atención de sus intereses
particulares, sus negocios, su estancia, sus inmuebles, le demandan más atención que los
intereses de sus clientes. Aquél otro, que ha conciliado la misión del abogado con la del
escribano, ve cómo la paciencia del notario se ha ido devorando los ardores del abogado. Y
aquél que ejerce solamente la materia penal, en contacto con sórdidos intermediarios,
especulando con la libertad humana para poder percibir su mendrugo, pues sabe que lograda
la libertad se ha despedido para siempre la recompensa; y el que ejerce en las ciudades del
interior y recibe a sus clientes antes de que salga el sol; y el que saca aun la cuenta de sus
primeros asuntos; y el que poco a poco ha ido abandonando sus clientes para reservar su
fidelidad a unos pocos amigos; y el que ya no tiene procurador, ni mecanógrafo, y sube
afanosamente las escaleras de las oficinas en pos del papel que su menudo asunto requiere; y
el magistrado jubilado que vuelve melancólicamente a suplicar la justicia desde el valle luego
de haberla dispensado desde la cumbre; y el que ejerce a la norteamericana, medio abogado y
medio detective; y la joven abogada que defiende los procesos de menores con el ansia
encendida de la madre que un día habrá de ser; y el profesor de enseñanza secundaria que
corre a escuchar un testigo luego de haber disertado sobre la despedida de Héctor y
Andrómaca; y tantos, y tantos, y tantos otros.
Si el precepto no perteneciera ya a la medicina, podría decirse que no existe la abogacía; que
sólo existe una multitud de abogados.
Poco conocido o muy olvidado entre nosotros, un texto de León y Antemio a Calícrates (Código,
2, 7, 14) nos dice de qué manera, ayer como hoy, es la nuestra una magistratura de la
República:
“Los abogados, que aclaran los hechos ambiguos de las causas, y que por los esfuerzos de su
defensa en asuntos frecuentemente públicos y en los privados, levantan las causas caídas y
reparan las quebrantadas, son provechosos al género humano, no menos que si en batallas y
recibiendo heridas salvasen a su patria y a sus ascendientes. Pues no creemos que en nuestro
imperio militen únicamente los que combaten con espadas, escudos y corazas, sino también
los abogados; porque militan los patronos de causas, que confiados en la fuerza de su gloriosa
palabra defienden la esperanza, la vida y la descendencia de los que sufren”.
Así sucede todavía hoy...

1. ESTUDIA
“El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día
un poco menos abogado”.
Nuestro país, que es joven y de organización unitaria, tiene diez códigos y doce mil leyes, con
varios cientos de miles de artículos. A ellos se suman los reglamentos, las ordenanzas, las
resoluciones de carácter general y la jurisprudencia, que son otras tantas formas de
normatividad. Esas disposiciones, reunidas, se cuentan por millones. Pero el Uruguay es sólo
una provincia, – una de las más pequeñas provincias –, en la inmensa jurisdicción del mundo. Y,
además, el derecho legislado no es todo el derecho.
Aquella escritora que un día, queriendo apresar la atmósfera de Giotto, la tituló La cárcel de
aire, estaba lejos de saber que con esa imagen evocaba de sutil manera la envoltura aérea,
tupida e invisible del derecho.
¿Qué abogado puede abrigar la seguridad de conocer todas las disposiciones?¿Quién puede
estar cierto de que, al emitir una opinión, ha tenido en cuenta, en su sentido plenario y total,
ese imponente aparato de normas?
Además, por si su cantidad fuera poca, ocurre que esas normas nacen, cambian y mueren
constantemente. En ciertos momentos históricos, las opiniones jurídicas no sólo debían
emitirse con su fecha, sino también con la hora de su expedición. El abogado, como un cazador
de leyes, debe vivir con el arma al brazo sin poder abandonar un instante el estado de acecho.
En su caso más difícil y delicado, en aquel en que ha abrumado a su adversario bajo el peso de
su aplastante erudición, de doctrina y de jurisprudencia, su contrincante se limitará a citarle un
articulo de una ley olvidada o escondida. Y entonces, una vez más, como en el apóstrofe de
Kirchmann, una palabra del legislador reducirá a polvo una biblioteca.
Es tal el riesgo de situar un caso en su exacta posición en el sistema del derecho, y tantas son
las posibilidades de error, que uno de nuestros más agudos magistrados decía que los
abogados, como los héroes de la independencia, frecuentemente perecen en la demanda.
Como todas las artes, la abogacía solo se aprende con sacrificio; y como ellas, también se vive
en perpetuo aprendizaje. El artista, mínimo corpúsculo encerrado en la inmensa cárcel de aire,
vive escudriñando sin cesar sus propias rejas y su estudio solo concluye con su misma vida.

2. PIENSA “El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”.


El Proceso escrito es un libro cuyas principales páginas han sido pensadas y redactadas
cuidadosamente por los abogados. Estos, como los ensayistas, los historiadores o los filósofos,
son los mediadores necesarios entre la vida y el libro.
Otro tanto ocurre, todavía con mayor acento de espectáculo escénico, en el proceso oral.
El abogado recibe la confidencia profesional como un caso de angustia humana y lo transforma
en una exposición tan lúcida como su pensamiento se lo permite. La idea de Sperl de que la
demanda es el proyecto de sentencia que quisiera el actor, nos dice con gravedad elocuente
qué intensos procesos de la inteligencia deben desenvolverse para trasformar la angustia en
lógica y la pasión de los intereses en un sencillo esquema mental.
Cuando el abogado ha cumplido a conciencia su trabajo, el juez recibe el caso, por decirlo así,
peptonizado. Normalmente, su tarea consiste en escoger una de las dos soluciones que se le
proponen, o hallar una tercera con lo mejor de ambas. El abogado trasforma la vida en lógica y
el juez trasforma la lógica en justicia.
Por eso, el día de gloria para el abogado, no es el día en que se le notifica la sentencia
definitiva que le da la victoria. Al fin y al cabo, ese día no ha ocurrido nada importante para él.
Solamente se ha cumplido su pronóstico. Su gran día, el de la grave responsabilidad, fue aquel
día lejano y muchas veces olvidado, en que luego de escuchar un relato humano, decidió
aceptar el caso. Ese día tenía libertad para decir que si o decir que no. Dijo que si, y desde
entonces la suerte quedó sellada para él.
Lo grave en el pensamiento del abogado es que en esa obra de transformación del drama
humano en libro o en escena; tanto como la inteligencia, juegan la intuición y la experiencia.
No es un razonamiento, dice el filósofo, lo que determina al escultor a ahondar un poco más la
curva de la cadera. Entre sus ojos, fijos en el modelo, y sus dedos que acarician la estatua, se
establece una comunicación directa. El pensar del abogado no es pensamiento puro, ya que el
derecho no es lógica pura: su pensar es, al mismo tiempo, inteligencia, intuición, sensibilidad y
acción. La lógica del derecho no es una lógica formal, sino una lógica viva hecha con todas las
sustancias de la experiencia humana. Algún juez, en un arrebato de sinceridad, ha dicho que la
jurisprudencia la hacen los abogados. Esto es así, porque en la formación de la jurisprudencia,
y con ella del derecho, el pensamiento del juez es normalmente un posterius; el prius
corresponde al pensamiento del abogado.

3. TRABAJA “La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia”.


A quien quiera saber en qué consiste el trabajo del abogado, habrá que explicársele lo
siguiente:
De cada cien asuntos que pasan por el despacho de un abogado, cincuenta no son judiciales.
Se trata de dar consejos, orientaciones e ideas en materia de negocios, asuntos de familia,
prevención de conflictos futuros, etcétera. En todos estos casos, la ciencia cede su paso a la
prudencia. De los dos extremos del místico Clásico que define al abogado, el primero
predomina sobre el segundo y el “ome bueno” se sobrepone al “sabedor del de-recho”.
De los otros cincuenta, treinta son de rutina. Se trata de gestiones, tramitaciones, obtención de
documentos, asuntos de jurisdicción voluntaria, defensas sin dificultad o juicios sin oposición
de partes. El trabajo del abogado trasforma aquí su estudio en una oficina de tramitaciones. Su
lema podría ser, como el de las compañías norteamericanas que producen artículos de confort,
more and better service for more people.
De los veinte restantes, quince tienen alguna dificultad y demandan un trabajo intenso. Pero se
trata de esa clase de dificultades que la vida nos presenta a cada paso y que la contracción y
el empeño de un hombre laborioso e inteligente están acostumbrados a sobrellevar.
En los cinco restantes se halla la esencia misma de la abogacía. Se trata de los grandes casos
de la profesión. No grandes, ciertamente, por su contenido económico, sino por la magnitud del
esfuerzo físico e intelectual que demanda el superarlos. Casos aparentemente perdidos, por
entre cuyas fisuras se filtra un hilo de luz a través del cual el abogado abre su brecha;
situaciones graves, que deben sostenerse por meses o por años, y que demandan un sistema
nervioso a toda prueba, sagacidad, aplomo, energía, visión lejana, autoridad moral, fe absoluta
en el triunfo.
La maestría en estos magnos asuntos otorga el título de princeps fori.
La opinión pública juega el trabajo del abogado y su dedicación a él, con el mismo criterio con
que otorga el título a los campeones olímpicos: por la reserva de energías para decidir la lucha
en el empuje final.

4. LUCHA “Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto
el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.
No solo en los viejos textos se atribuye a la abogacía una significación guerrera. El proceso oral
o escrito con su batalla dialéctica; las ideas de los escritores franceses del siglo XIX que
concebían la acción civil como le droit casque’ et arme’ en guerre y la excepción como un droit
qui n’a plus l’e’pee, mais le bouclier lui reste; el carácter naturalmente belicoso de buena parte
de la humanidad; el endiosamiento de la lucha por el derecho que se hace en el libro
fascinante de Ihering; todo esto y mucho mas, ha hecho que a lo largo de los siglos al abogado
se lo conciba como un soldado del derecho.
Pero la lucha por el derecho plantea, cada día, el problema del fin y de los medios.
El derecho no es un fin, sino un medio. En la escala de los valores no aparece el derecho.
Aparece, en cambio, la justicia, que es un fin en sí y respecto de la cual el derecho es tan sólo
un medio de acceso. La lucha debe ser, pues, la lucha por la justicia.
Los asuntos no se dividen en chicos o grandes, sino en justos o injustos. Ningún abogado es tan
rico como para rechazar asuntos justos porque sean chicos, ni tan pobre como para aceptar
asuntos injustos porque sean grandes.
Por la grave confusión entre el fin y los medios, muchos abogados, aun de buena fe, creen
aplicable al litigio perdido, la máxima medica que aconseja prolongar a toda costa la vida del
enfermo en espera de que se produzca el milagro.
Los incidentes, las dilatorias, las apelaciones inmotivadas, constituyen una confusión de
valores. Podrán todos esos ardides forenses ser eficaces en alguna que otra oportunidad; pero
son justos muy pocas veces. Podrán, en ciertos casos, significar una victoria ocasional; pero en
la lucha lo que cuenta es ganar la guerra y no ganar batallas. Y si en determinado caso, algún
abogado ha ganado la guerra con el ardid, que no pierda de vista que en la vida de un abogado
la guerra es su vida misma y no sus efímeras victorias.
La confusión del fin y los medios podrá pasar inadvertida en algún caso profesional. Pero a lo
largo de la vida entera de un abogado no puede pasar inadvertida.
Día de prueba para el abogado es aquel en que se le propone un caso injusto, económicamente
cuantioso, pero cuya sola promoción alarmara al demandado y deparara una inmediata y
lucrativa transacción. Ningún abogado es plenamente tal, sino cuando sabe rechazar, sin
aparatosidad y sin alardes, ese caso.
Y más grave aún es la situación que nos depara nuestro mejor cliente, aquel rico y ambicioso
cuya amistad es para nosotros fuente segura de provechos, cuando nos propone un caso en
que no tiene razón. El abogado necesita, frente a esa situación, su absoluta independencia
moral. Bien puede asegurarse que su verdadera jerarquía de abogado no la adquiere en la
Facultad o el día del juramento profesional; su calidad auténtica de abogado la adquiere el día
en que le puede decir a ese cliente, con la dignidad de su investidura y con la sencillez
afectuosa de su amistad, que la causa es indefendible.
Hasta ese día, es sólo un aprendiz; y si ese día no llega, será como el aprendiz de la balada
inmortal, que sabía desatar las olas, pero no sabía contenerlas.

5. SÉ LEAL “Sé Leal. Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que
comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando é! sea
desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que
tú le dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez, debe confiar en el que
tú Ie invocas”.
EL punto relativo a la lealtad del abogado reclama rectificar un grave y difundido error. Desde
hace siglos se vienen confundiendo en una misma función la abogacía y la defensa.
Unamuno, en El sentimiento trágico de la vida, escribía estas palabras: “Lo propio y
característico de la abogacía es poner la lógica al servicio de una tesis que hay que defender,
mientras que el método rigurosamente científico pasa de los hechos, de los datos que la
realidad nos ofrece, para llegar o no a la conclusión. La abogacía supone siempre una petición
de principio y sus argumentos son todos at probandum. El espíritu abogadesco es, en principio,
dogmático, mientras que el espíritu estrictamente científico es puramente racional, es
escéptico, esto es, investigativo”.
De esta proposición a la de Vaz Ferreira, cuando afirma en Moral para intelectuales, que la
profesión de abogado es intrínsecamente inmoral , por cuanto impone la defensa de tesis no
totalmente ciertas o de hechos no totalmente conocidos, no hay más que un paso.
El error es grave, porque la abogacía no es dogmática. La abogacía es un arte; y el arte no
tiene dogmas.
La abogacía es escéptica e investigativa. El abogado al dar el consejo, al orientar la conducta
ajena, al asumir la defensa, comienza por investigar los hechos y por decidir libremente su
propia conducta. La abogacía moderna, como la medicina, se va haciendo cada día más
preventiva que curativa; y en esa función el abogado no procede dogmáticamente, sino, por el
contrario, críticamente. El abogado como consejero, no da argumentos ad probandum sino ad
necessitatem; y estos no son sistemáticos ni corroborantes, sino que se apoyan sobre los datos
que, necesariamente, suministra la realidad.
Lo que sucede es que el abogado, una vez investigados los hechos y estudiado el derecho,
acepta la causa y entonces se trasforma de abogado en defensor.
Entonces sí, sus argumentos son ad probandum y su posición es terminante y se hace enérgico
e intransigente en sus actitudes. Pero esto no ocurre por inmoralidad, sino por necesidad de la
defensa. Antes de la aceptación de la causa, el abogado tiene libertad para decidir. Dice que sí
y entonces su ley ya no es más la de la libertad, sino la de la lealtad.
Si el defensor fuera vacilante y escéptico después de haber aceptado la defensa, ya no sería
defensor. La lucha judicial es lucha de aserciones y no de vacilaciones. La duda es para antes y
no para después de haber aceptado la causa.
La lealtad del defensor con su cliente se hace presente en todos los instantes y no tiene más
límite que aquel que depara la convicción de haberse equivocado al aceptar. Entonces se
renuncia la causa, con la máxima discreción posible, para no cerrar el paso al abogado que
debe reemplazarnos.
El día máximo de esa lealtad es el día de ajustar los honorarios; ya que lo grave de la defensa
es que, instantáneamente, de un día para otro, la fuerza de las cosas trasforma al defensor en
acreedor. Y ese día no es posible lanzar al suelo el escudo para que el cliente lo tome en
resguardo de su nuevo enemigo. Sobre este punto, los Mandamientos no tienen enunciaciones.
Pertenece al fuero de la conciencia. Ya lo decía Montaigne: la perfecta amistad es indivisible.
En cuanto a la lealtad para con el adversario, cabe en esta simple reflexión: si a las astucias del
contrario y a sus deslealtades correspondiéramos con otras astucias y deslealtades, el juicio ya
no sería la lucha de un hombre honrado contra un pillo, sino la lucha de dos pillos.
¿Y en cuanto a la lealtad frente al juez? También aquí es necesario rectificar.
Ossorio, en su libro famoso, hace una distinción en punto a los deberes del abogado para con
el juez. Respecto de los hechos, considera él que el juez esta indefenso frente al abogado.
Como los ignore, forzosamente debe creer de buena fe en lo que el abogado le dice. Pero en
cuanto al derecho, no ocurre lo mismo. Allí actúan en pie de igualdad, porque el juez sabe el
derecho: y si no lo sabe, que lo estudie.
¿Será así? Es muy probable que no. El abogado dispone, para estudiar el derecho aplicable a
un caso, de todo el tiempo que desea. Pero el juez, víctima de una tela de Penélope que él teje
de noche y su secretario desteje de día, suministrándole sin cesar asuntos y más asuntos, no
dispone de ese tiempo. Y lo mismo ocurre con el juez honradamente pobre, que no puede
comprar todos los libros que se publican; o con el que ejerce lejos de las grandes ciudades
donde se hallan las buenas bibliotecas; o con el que no puede tener contacto con profesores y
maestros para plantearles sus dudas; o con el que carente de salud, no puede afanarse en la
lectura todo lo que su pasión le demanda. En esos casos una cita deliberadamente trunca, una
opinión falseada, una traducción maliciosamente hecha, o un precedente de jurisprudencia
imposible de fiscalizar, constituyen gravísima culpa.
Una rara filiación etimológica liga ley y lealtad. Lo que Quevedo decía del español, que sin
lealtad más le vale no serlo, es aplicable al abogado. Abogado que traiciona a la lealtad, se
traiciona a sí mismo y a su Ley.

6. TOLERA “Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea
tolerada la tuya”.
Este punto es profundo y delicado. Ser a un mismo tiempo enérgico, como lo requiere !a
defensa y cortés como lo exige la educación; práctico, como lo pide el litigio, y sutil como lo
demanda la inteligencia; eficaz y respetuoso; combativo y digno; ser todo esto tan opuesto y a
veces tan contradictorio, a un mismo tiempo, y todos los días del año, en todos los momentos,
en la adversidad y en la buena fortuna, constituye realmente un prodigio.
Y sin embargo, la abogacía lo demanda. ¡Ay de aquel que la ejerce con energía y sin educación,
o con cortesía y sin eficacia!
Para conciliar lo contradictorio no hay más que un medio: la tolerancia. Ésta es educación e
inteligencia, arma de lucha y escudo de defensa, ley de combate y regla de equidad.
Aunque parezca un milagro, lo cierto es que en el litigio nadie tiene razón hasta la cosa
juzgada. No hay litigios ganados de antemano, por la sencilla razón por la cual Goliat incurrió
en soberbia al considerarse vencedor anticipado en la histórica lucha.
El litigio esta hecho de verdades contingentes y no absolutas. Los hechos más claros se
deforman si no se logra producir una prueba plenamente eficaz; el derecho más
incontrovertible tambalea en el curso del litigio, si un inesperado e imprevisible cambio de
jurisprudencia altera la solución. Por eso, la mejor regla profesional no es aquella que anticipa
la victoria sino la que anuncia al cliente que probablemente podrá contarse con ella. Ni más ni
menos que esto era lo que establecía el Fuero Juzgo cuando condenaba con la pena de muerte
al abogado que se comprometía a triunfar en litigio; o la Partida III, que imponía los dañinos y
perjuicios al abogado que aseguraba la victoria.
Las verdades jurídicas, como si fueran de arena, difícilmente caben todas en una mano;
siempre hay algunos granos que, querámoslo o no, se escurren de entre nuestros dedos y van
a parar a manos de nuestro adversario. La tolerancia nos insta, por respeto al prójimo y por
respeto a nuestra propia debilidad, a proceder con fe en la victoria pero sin desdén jactancioso
en el combate.
¿Y si el cliente nos exige seguridad de victoria?
Entonces acudamos a nuestra biblioteca y extraigamos de ella una breve página que se
denomina Decálogo del cliente y que es común en los estudios de los abogados brasileños, y
leámosle: “No pidas a tu abogado que haga profecía de la sentencia; no olvides que si fuera
profeta, no abriría escritorio de abogado”.

7. TEN PACIENCIA “El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su
colaboración”.
Existe un pequeño demonio que ronda y acecha en torno de los abogados y que cada día pone
en peligro su misión: la impaciencia.
La abogacía requiere muchas virtudes; pero además, como las hadas que rodearon la cuna del
príncipe de Francia, tales virtudes deben estar asistidas por otra que las habitúe a ponerse
pacientemente en juego.
Paciencia, para escuchar. Cada cliente cree que su asunto es el más importante del mundo.
Paciencia, para hallar la solución. Ésta no siempre aparece a primera vista y es menester andar
detrás de ella durante largo tiempo.
Paciencia, para soportar al adversario. Ya hemos visto que le debemos lealtad y tolerancia
hasta cuando sea un majadero. Paciencia, para esperar la sentencia. Ésta demora, y mientras
el cliente se desalienta y desmoraliza, incumbe al abogado contener su desfallecimiento. En
esta misión debe tener presente que el litigio, como la guerra, lo gana en ciertos casos quien
consigue durar tan sólo un minuto más que su adversario.
Y, sobre todo, paciencia para soportar la sentencia adversa.
La cosa juzgada, dice Chiovenda, es la suma preclusión. Agreguemos nosotros que, por ese
motivo, reclama la suma paciencia.
8. TEN FE “Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia
humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo
bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay
derecho, ni justicia, ni paz”.
Cada abogado, en su condición de hombre, puede tener la fe que su conciencia le indique. Pero
en su condición de abogado, debe tener fe en el derecho, porque hasta ahora el hombre no ha
encontrado, en su larga y conmovedora aventura sobre la tierra, ningún instrumento que le
asegure mejor la convivencia. La razón del más fuerte no es solamente la ley de la brutalidad,
sino también la ley de la angustiosa incertidumbre.
Pero el derecho, como hemos visto, no es un valor en sí mismo, ni la justicia es su contenido
necesario. La prescripción no procura la justicia, sino el orden; la transacción no asegura la
justicia, sino la paz; la cosa juzgada no es un instrumento de justicia, sino de autoridad; la pena
no es siempre medida de justicia, sino de seguridad.
Pero a pesar de estas temporales desviaciones, la justicia es el contenido normal del derecho, y
sus soluciones, aun las aparentemente injustas, son frecuentemente más justas que las
soluciones contrarias.
La fe en la paz proviene de la convicción de que también la paz es un valor en el orden
humano. Sustitutivo bondadoso de la justicia, invita a renunciar de tanto en tanto a una parte
de los bienes, para asegurarse aquello que está prometido en la tierra a los hombres de buena
voluntad.
En cuanto a la fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz..., esa no necesita
explicaciones entre los mandamientos del abogado. Porque si éste no tiene fe en la libertad,
más le valiera, como dice la Escritura, atarse una piedra al cuello y lanzarse al mar.

9. OLVIDA “La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras


cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti.
Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota”.
¿En qué círculo del infierno estarán algún día esos abogados que nos recitan inclementes, a
veces tomándonos de la solapa, alzándonos la voz como si fuéramos el adversario, sus
alegatos, sus informes o sus memoriales?
¿Y qué lugar del purgatorio está reservado a aquellos que a la vejez siguen contando aun los
casos que defendieron en la juventud?
¿Y qué recanto del paraíso aguarda a los directores de las revistas de jurisprudencia que se
rehusan a publicar las notas críticas de aquellos que confunden los periódicos jurídicos con una
tercera o cuarta instancia?
Porque la verdad es que existe una insidiosa enfermedad que ataca a los abogados y que les
hace hablar constantemente de sus casos. Aun de aquellos que, por una u otra razón, nacieron
para ser olvidados.
Los pleitos, dice el precepto, se defienden como propios y se pierden como ajenos. También la
abogacía tiene su fair play, el cual consiste no sólo en el comportamiento leal y correcto en la
lucha, sino también en el acatamiento respetuoso de las decisiones del árbitro.
El abogado que sigue discutiendo después de la cosa juzgada, en nada difiere del deportista
que, terminado el encuentro, pretende seguir en el campo de juego tratando de obtener,
contra un enemigo inexistente, una victoria que se le ha escapado de las manos.
10. AMA A TU PROFESIÓN “Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día
en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para tí
proponerle que se haga abogado”.
Sea permitido anotar el último mandamiento con una parábola.
Cuenta Péguy que un día se quedó impresionado viendo a su madre componer una silla. Era tal
la prolijidad, el escrúpulo, la amorosa atención con que ella cumplía su humilde artesanía, que
el hijo le expresó su admiración. La madre le dijo: el amor por las cosas bien hechas, debe
acompañarnos toda la vida; las partes invisibles de las cosas, deben repararse con el mismo
escrúpulo que las partes visibles; las catedrales de Francia son las catedrales de Francia porque
el amor con que está hecho el ornamento externo es el mismo amor con que están hechas las
partes ocultas.
Del mismo modo ocurre en todos los actos de la vida. El amor al oficio lo eleva a la jerarquía de
arte. El amor por sí sólo trasforma el trabajo en creación; la tenacidad, en heroísmo; la fe, en
martirio; la concupiscencia, en noble pasión; la lucha, en holocausto; la codicia, en prudencia;
la holganza, en éxtasis; la idea, en dogma; la vergüenza, en sacrificio; la vida, en poesía.
Cuando un abogado ha llegado al punto de aconsejar a su hijo, en el día tremendo en que debe
asistirle en la elección de su destino, que siga su propia profesión, es porque ha hallado en ella
algo más que un oficio. Oficio ansiamos para nosotros mismos; pero para nuestro hijo
deseamos, de ser posible, la gloria.
La abogacía no es ciertamente un camino glorioso; está hecho, como todas las cosas humanas,
de penas y de exaltaciones, de amarguras y de esperanzas, de desfallecimientos y de
renovadas ilusiones. Pero gran virtud es entrever algún día en ella ese pequeño hilo de oro de
la gloria que ansiamos para nuestro hijo.
Pongamos ese día la mano sobre su hombro y digámosle: ¡busca por aquí, hijo mío, el bien y la
virtud que ansío para tu vida! ¡Y, sobre todo, haz por la defensa de tus semejantes, en la causa
de la justicia, todo aquello que yo quise hacer y que la vida no me permitió! Tendrás con ello un
poco de gloria y un mucho de angustia. Pero ésta en la ley de la vida: que es ésta el precio que
se paga por aquélla.
Ya estaba dicho en los versos que el coro dirige a Wilhelm Meister, en el poema inmortal:
“¡Sé bienvenido, novicio de la juventud! ¡Sé bienvenido con dolor!”

FI N A L
Estos Mandamientos dejan en deliberada imprecisión la línea divisoria de lo real y de lo ideal,
de lo que es y de lo que deseamos que sea.
El abogado está visto, aquí, un poco como lo muestra la vida y otro poco como lo representa la
ilusión. En todo caso, aparece tal como quisiera ser el autor, el día en que pudiera superar
todas aquellas potencias terrenas que obstan., en la lucha de todos los días, a la adquisición de
una forma plenaria de su arte.
Pero la imprecisión en la frontera que separa la presencia de la esencia, lo adquirido de lo que
aún se desea adquirir, es inherente a toda meta. Meta es, en sus acepciones latina y griega,
sucesivamente, el término de una carrera y el más allá. Por tal motivo, nunca sabremos en la
vida en qué medida la conquista es un fin o un nuevo comienzo y por virtud de qué profundas
razones, en las manifestaciones superiores de la abogacía, no hay más llegada que aquella que
deja abiertos indefinidamente ante nosotros los caminos del bien y de la virtud.
Es ésa, en definitiva, en su último término, la victoria de lo ideal sobre lo real.
MONTEVIDEO (Uruguay), 1949.

COLEGIO DE ABOGADOS CONSEJO GENERAL


CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL

Vigencia a partir del 1 de agosto de 2011


Consejo General del Colegio de Abogados de Chile
Período 2007 - 2011

CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL

Índice

Título Preliminar: Principios y reglas generales

Sección Primera: Relaciones del abogado con el cliente


Título I: Formación de clientela
Título II: Constitución y término de la relación profesional
Título III: Deberes del abogado en la relación profesional
§ 1. Deberes fiduciarios generales
§ 2. Deberes de contenido patrimonial
§ 3. Servicios profesionales pro bono
Título IV: Deber de confidencialidad
§ 1. Deber de confidencialidad para con el cliente
§ 2. Revelación consentida por el cliente.
§ 3. Revelación no consentida por el cliente
§ 4. Consideración debida al secreto profesional
Sección Segunda: Conflictos de funciones e intereses
Título I: Conflictos de funciones
Título II: Conflictos de intereses
Título III: Conflictos con el interés o convicciones personales del abogado
Título IV: Conflictos con el interés de otro cliente
Título V: Disposiciones comunes a los conflictos de funciones y de interés
Sección Tercera: Conducta debida del abogado en sus actuaciones procesales
Título I: Deberes de cooperación con la administración de justicia
Título II: Deberes del abogado litigante para con el cliente
Título III: Declaraciones extrajudiciales y relaciones con los medios de comunicación
Sección Cuarta: Deberes en la relación profesional entre abogados y terceros
Título I: Relación entre abogados cuyos deberes fiduciarios se vinculan con clientes distintos
Título II: Relaciones entre abogados y terceros que colaboran en la prestación de servicios en
forma mancomunada
Sección Quinta: Reglas relativas a cargos especiales

TÍTULO PRELIMINAR

PRINCIPIOS Y REGLAS GENERALES

Artículo 1º. Honor y dignidad de la profesión. El abogado debe cuidar el honor y dignidad
de la profesión.
Artículo 2º. Cuidado de las instituciones. Las actuaciones del abogado deben promover, y
en caso alguno afectar, la confianza y el respeto por la profesión, la correcta y eficaz
administración de justicia, y la vigencia del estado de derecho.
Artículo 3º. Lealtad con el cliente y respeto por su autonomía. El abogado debe obrar
siempre en el mejor interés de su cliente y anteponer dicho interés al de cualquier otra
persona, incluyendo al suyo propio. En el cumplimiento de este deber el abogado debe
respetar la autonomía y dignidad de su cliente. El deber de lealtad del abogado no tiene otros
límites que el respeto a la ley y a las reglas de este Código.
Artículo 4º. Empeño y calificación profesional. El abogado debe asesorar y defender
empeñosamente a su cliente, observando los estándares de buen servicio profesional y con
estricto apego a las normas jurídicas y de ética profesional.
Artículo 5º. Honradez. El abogado debe obrar con honradez, integridad y buena fe y no ha
de aconsejarle a su cliente actos fraudulentos.
Artículo 6º. Independencia. El abogado debe preservar su independencia a efectos de dar a
sus clientes una asesoría y consejo imparciales y prestar una debida representación de sus
intereses. El abogado debe evitar que su independencia se pueda ver afectada por conflictos
de interés.
Artículo 7º. Confidencialidad y secreto profesional. El abogado debe estricta
confidencialidad a su cliente. En cumplimiento de su obligación debe exigir que se le reconozca
el derecho al secreto profesional con que la ley lo ampara. La confidencialidad debida se
extiende a toda la información relativa a los asuntos del cliente que el abogado ha conocido en
el ejercicio de su profesión, en los términos establecidos por las reglas del Título IV de la
Sección Primera de este Código.
Artículo 8º. Actuaciones que encubren a quienes no están autorizados para ejercer
la abogacía. El abogado no ha de permitir que se usen sus servicios profesionales o su
nombre para facilitar o hacer posible el ejercicio de la profesión por quienes no estén
legalmente autorizados para ejercerla. Falta a la ética profesional el abogado que firma escritos
de los que no sea personalmente responsable o que presta su intervención sólo para cumplir
en apariencia con las exigencias legales.
Artículo 9º. Responsabilidad por terceros. El abogado debe cuidar que la conducta de
aquellos terceros que colaboran directamente con él en la prestación de servicios sea
compatible con las reglas y principios de este Código.
Artículo 10. Derecho a denunciar actuaciones contrarias a la ética profesional. El
derecho del cliente a reclamar en contra de las faltas a la ética profesional es irrenunciable.
Ninguna convención por la que se libere al abogado de responsabilidad, por más amplios que
sean sus términos, puede comprender la responsabilidad por faltas a la ética profesional. El
abogado que se entera de una trasgresión por otro abogado a cualquiera de las normas de este
Código está facultado para denunciarlo ante quien corresponda.
Artículo 11. Alcance y cumplimiento de este Código. Las normas de este Código se
aplican cualquiera sea la especialidad del abogado. Las referencias que este Código hace a los
abogados se extienden por igual a los estudios de abogados, aunque ninguna referencia
específica sea hecha respecto de estos últimos, a menos que expresamente se señale lo
contrario o que la regla por su naturaleza resulte aplicable sólo a los abogados como personas
naturales. Al incorporarse al Colegio de Abogados de Chile, el abogado deberá hacer promesa
solemne de cumplir fielmente este Código.

SECCIÓN PRIMERA
RELACIONES DEL ABOGADO CON EL CLIENTE

Título I: Formación de clientela


Artículo 12. Información sobre servicios profesionales. Para formar su clientela el
abogado podrá informar honesta y verazmente sobre sus servicios profesionales. En particular,
al abogado está prohibido:
a) prometer resultados que no dependan exclusivamente de su desempeño profesional;
b) ofrecer el empleo de medios contrarios al derecho;
c) dar a entender que posee la capacidad de influir en la autoridad personalmente o por medio
de terceros;
d) revelar información protegida por el deber de confidencialidad;
e) informar la identidad de sus clientes sin contar con su autorización, o;
f) valerse de comparaciones con otros abogados o estudios sobre bases indemostrables.
Artículo 13. Prohibición de la solicitación. Está prohibido al abogado recurrir a la
solicitación para formar su clientela. Se entiende por solicitación toda comunicación de un
abogado relativa a uno o más asuntos específicos, dirigida a un destinatario determinado, por
sí o por medio de terceros, y cuyo sentido sea procurar la contratación de sus servicios
profesionales.
No constituyen solicitación las siguientes comunicaciones:
a) la dirigida a personas con quienes el abogado tenga relaciones de parentesco o amistad;
b) la dirigida a un cliente o a quien fue cliente personal del abogado;
c) la dirigida a otro abogado o estudio;
d) la dirigida a un órgano del Estado;
e) la realizada en el marco de actividades pro bono.
Siempre está prohibida una comunicación dirigida a obtener un encargo profesional si media
engaño, hostigamiento o aprovechamiento abusivo de la situación o estado de vulnerabilidad
de los destinatarios.

Título II: Constitución y término de la relación profesional


Artículo 14. Aceptación o rechazo de asuntos. El abogado tiene la libertad para aceptar o
rechazar los encargos profesionales sin necesidad de expresar los motivos de su decisión. Si el
nombramiento se ha efectuado de oficio, el abogado sólo podrá declinarlo si no le está
legalmente prohibido y expresa justificación razonable.
Artículo 15. Cliente. A efectos de este Código se entiende por cliente la persona natural o
jurídica que ha establecido una relación profesional con un abogado para la prestación de
servicios profesionales. Son servicios profesionales del abogado el consejo y la asesoría
jurídica, así como la representación y patrocinio, y en general, el resguardo de los intereses del
cliente. No es cliente quien remunera los servicios profesionales que benefician a un tercero.
Sin embargo, el abogado, con el consentimiento informado de su cliente, puede mantener
también informado al tercero que remunera sus servicios respecto del desarrollo del asunto.
Artículo 16. Cliente persona jurídica. No son clientes los directores, gerentes,
representantes, empleados, accionistas u otras autoridades o miembros de una persona
jurídica con la que el abogado tiene una relación profesional. Sin embargo, los deberes
profesionales del abogado para con la persona jurídica podrán cumplirse por intermedio de
quienes la administran o representan, de acuerdo con las reglas generales. El abogado puede
prestar servicios a los socios, accionistas, empleados y, en general, cualesquiera miembros de
la persona jurídica que es su cliente, en asuntos a cuyo respecto no exista conflicto de
intereses conforme a las reglas de la Sección Segunda de este Código. En principio, el hecho de
que un grupo empresarial sea cliente de un abogado no impide a éste representar intereses
adversos a los de sus filiales y coligadas, a menos que las circunstancias indiquen que ellas
también son su cliente, haya un acuerdo expreso en tal sentido o exista el riesgo de que la
representación por el abogado de cualquiera de los dos clientes se vea sustancialmente
limitada.
Artículo 17. Inicio de la relación profesional. La calidad de cliente se adquiere al inicio de
la relación profesional. Se entiende que comienza la relación profesional cuando una persona
natural o jurídica manifiesta a un abogado su intención seria de que ese abogado le
proporcione servicios profesionales, y el abogado consiente expresa o tácitamente en prestar
sus servicios. Se entenderá aceptación tácita si el abogado omite manifestar su voluntad al
respecto dentro de un tiempo prudencial, sabiendo o debiendo saber que esa persona
razonablemente confía en que ese abogado le prestará sus servicios. También comienza la
relación profesional cuando una autoridad legalmente competente designa al abogado para
que proporcione sus servicios profesionales a una o más personas determinadas; si el encargo
es excusable de acuerdo con la ley o con este Código, se entenderá que la relación profesional
comienza desde que la excusa le es rechazada.
Artículo 18. Terminación de la relación profesional. La relación profesional termina
cuando:
a) finalizan los servicios profesionales para los cuales el abogado fue contratado;
b) llega a ser imposible continuar prestando los servicios para los cuales el abogado fue
contratado;
c) el abogado renuncia al encargo, cumpliendo con los deberes y cargas establecidos en las
leyes y en este Código; o
d) el cliente pone término a los servicios profesionales.
Artículo 19. Renuncia al encargo profesional. Una vez aceptado un encargo, el abogado
no podrá renunciarlo sino por causa justificada sobreviniente que afecte su honor, su dignidad
o su conciencia, o por incumplimiento de las obligaciones morales o materiales del cliente
hacia el abogado, o si se hace necesaria la intervención exclusiva de un profesional
especializado. También podrá renunciar si el cliente incurre en actos ilegales o incorrectos. El
abogado que renuncia debe continuar cuidando de los asuntos del cliente por un tiempo
razonable, que es el necesario para que éste pueda obtener nueva asesoría o representación
profesional. El abogado debe tomar las medidas necesarias para evitar la indefensión del
cliente.
Artículo 20. Cliente potencial. Se extienden al cliente potencial los deberes del abogado
para con su cliente establecidos en los artículos 22, 27, 42 y 43, así como el Título IV de esta
sección. Es cliente potencial la persona natural o jurídica que consulta al abogado acerca de
cierto asunto. Se entiende por consulta la solicitud del cliente potencial expresando seriamente
al abogado su interés por obtener sus servicios profesionales.

Título III: Deberes del abogado en la relación profesional


§ 1. Deberes fiduciarios generales
Artículo 21. Deberes fundamentales del abogado. El abogado debe observar en sus
relaciones con los clientes los principios y reglas referidos en el Título Preliminar de este
Código.
Artículo 22. Criterio de prevención. Antes de aceptar un asunto, el abogado debe analizar
si la asesoría o representación supone un riesgo serio de trasgredir sus deberes profesionales
respecto de un cliente, en cuyo caso deberá rechazar el encargo. Asimismo debe renunciar al
encargo profesional cuando por cualquier causa sobreviniente surgiera ese riesgo.
Artículo 23. Relación personal del abogado con el cliente. Las relaciones del abogado
con su cliente deben ser personales desde su origen. En consecuencia, el abogado no ha de
aceptar el patrocinio de clientes por medio de agentes, excepto cuando se trate de
instituciones
altruistas para ayudar a quienes no pueden procurarse servicios profesionales por su cuenta.
Artículo 24. Recomendación de servicios profesionales. Ningún abogado puede
recomendar a un cliente otro abogado si no tiene antecedentes confiables respecto a la
idoneidad y capacidad profesional del abogado recomendado. Falta a la ética profesional el
abogado que recomienda o refiere otro abogado en forma onerosa.
Artículo 25. Deber de correcto servicio profesional. Es deber del abogado servir a su
cliente con eficacia y empeño para hacer valer sus intereses o derechos. Por eso, el abogado
no debe asumir encargos que exceden sus conocimientos y capacidades profesionales. El
deber del abogado de servir al cliente no afectará su independencia ni comprometerá su
conciencia. El abogado no puede exculparse de un acto ilícito atribuyéndolo a instrucciones de
su cliente.
Artículo 26. Compromiso con la defensa de derechos del cliente. El abogado debe
realizar las actuaciones y formular los argumentos dirigidos a tutelar los derechos de su cliente
sin consideración a la antipatía o impopularidad que pudieren provocar en el tribunal, la
contraparte o la opinión pública.
Artículo 27. Aseveraciones sobre el buen éxito del asunto. El abogado no asegurará a
su cliente que su asunto tendrá buen éxito; pero sí le está permitido opinar sobre el derecho
que asiste al cliente.
Artículo 28. Deberes de información al cliente. El abogado debe informar sobre los
riesgos y alternativas de acción de modo que el cliente se encuentre en condiciones de
evaluarlos sin hacerse falsas expectativas. El abogado debe mantener informado al cliente, en
forma veraz, completa y oportuna del estado del encargo profesional encomendado, y, de
manera especial, de todo asunto importante que surja en su desarrollo. Falta a la ética
profesional el abogado que oculta o retrasa información al cliente o le hace declaraciones
falsas o incompletas acerca del estado de las gestiones que tiene a su cargo. El abogado debe
responder prontamente a las solicitudes razonables de información del cliente.
Artículo 29. Deber de observar las instrucciones del cliente. El abogado debe actuar
conforme con las instrucciones recibidas por el cliente, cuidando que éste haya sido informado
de conformidad con el artículo precedente. Si las instrucciones fueren a su juicio perjudiciales
para los intereses del cliente o si las estimare contrarias a la ética, el abogado debe
representárselo y, según el caso, podrá poner término a su relación con el cliente.
Artículo 30. Conocimiento por el abogado de hechos relevantes una vez concluida la
relación con el cliente. El abogado que tomare conocimiento o recibiere noticia de un hecho,
directamente en razón de un encargo profesional anterior, y de cuya ignorancia puede devenir
algún perjuicio para el cliente, deberá informárselo a la brevedad posible; salvo que el tiempo
transcurrido desde terminado el encargo, el carácter público del hecho referido u otra
circunstancia similar justifique al abogado no informarlo.
Artículo 31. Responsabilidad del abogado por sus actuaciones erróneas. El abogado
debe reconocer prontamente su negligencia en la gestión del asunto encomendado y realizar
todas las acciones que sean útiles para evitar perjuicios al cliente.
Artículo 32. Conducta incorrecta del cliente. El abogado ha de velar por que su cliente
actúe correctamente, tanto respecto a magistrados y funcionarios, como de la contraparte, sus
abogados y terceros que intervengan en el asunto.

§ 2. Deberes de contenido patrimonial


Artículo 33. Honorarios profesionales. El abogado negociará y convendrá los honorarios
profesionales con el cliente libre y lealmente. En consecuencia, se prohíbe al abogado abusar
de su posición de privilegio en desmedro del cliente, así como obtener un provecho indebido a
partir de la situación o estado de vulnerabilidad en que éste pueda encontrarse. El provecho o
retribución nunca deben constituir el móvil determinante de los actos profesionales.
Artículo 34. Forma y oportunidad para convenir los honorarios. Encargado un asunto
profesional, el abogado procurará acordar los honorarios a la brevedad posible. A su vez, una
vez acordado el monto y modalidad de pago de los honorarios, el abogado procurará hacer
constar dicho acuerdo por escrito de manera clara y precisa, dentro de un tiempo prudencial.
Artículo 35. Estimación de gastos. También efectuará el abogado una estimación razonable
de los gastos en que el cliente habrá de incurrir. Si los gastos necesarios para el desarrollo del
encargo superaren su estimación inicial, el abogado no podrá incurrir en ellos sin autorización
del cliente.
Artículo 36. Pacto de cuota litis. Se entiende por pacto de cuota litis el acuerdo en cuya
virtud el abogado asume la representación del cliente en un asunto con cargo a una retribución
que sólo corresponde si se tiene éxito en el asunto. A efectos de esta regla, no se entenderá
que se ha pactado cuota litis si el abogado recibe por sus servicios una remuneración a todo
evento y, además, se conviene un premio por éxito en el asunto. El pacto de cuota litis se
regirá por las siguientes reglas:
a) constará por escrito;
b) la participación del abogado nunca será mayor que la del cliente o, tratándose de dos o más
clientes, a la suma que a estos les corresponda en conjunto;
c) se aplicará a la distribución de los gastos y las costas la participación del abogado y del
cliente acordada en el pacto; a falta de acuerdo los gastos y costas serán de cargo del
abogado;
d) en el evento que el abogado renuncie al mandato judicial, perderá todo derecho a exigir
honorarios, salvo que dicha renuncia obedezca a una causa sobreviniente justificada; en este
caso el abogado tendrá derecho a cobrar una cantidad razonable por sus servicios y por los
gastos incurridos, atendida la participación originalmente convenida, siempre que sobrevengan
beneficios económicos atribuibles a la actividad profesional desplegada;
e) salvo acuerdo escrito en contrario, si las pretensiones litigiosas se ven anuladas o reducidas
por desistimiento, renuncia o transacción, o porque el cliente pone término anticipado al
encargo, el abogado tendrá derecho a liquidar y exigir el pago de los honorarios proporcionales
a los servicios prestados;
f) si el asunto es resuelto en forma negativa a las pretensiones del cliente, el abogado no
cobrará honorarios ni gasto alguno, y soportará las costas del juicio, a menos que se haya
estipulado expresamente algo diferente.
Artículo 37. Distribución de honorarios. Está permitida la distribución de honorarios
basada en la colaboración para la prestación de los servicios o en la responsabilidad
profesional asumida por los abogados.
Artículo 38. Controversia con los clientes acerca de los honorarios. El abogado debe
evitar toda controversia con el cliente acerca de sus honorarios, hasta donde esto sea
compatible con su dignidad profesional y con su derecho a recibir adecuada retribución por sus
servicios. En caso de verse obligado a demandar al cliente, es preferible que se haga
representar por un colega.
Artículo 39. Administración de bienes recibidos del cliente. Los bienes que el abogado
reciba del cliente con ocasión de la prestación de sus servicios profesionales deben ser
administrados y conservados con la debida diligencia y cuidado. En cualquier caso, en la
administración de los bienes recibidos del cliente, el abogado debe atenerse estrictamente a
las instrucciones recibidas; si no hubiere recibido instrucciones específicas, actuará de la
manera que razonablemente se avenga a la naturaleza del encargo.
Artículo 40. Uso de fondos recibidos del cliente. El abogado debe siempre hacer uso de
los fondos recibidos del cliente exclusivamente para los fines y propósitos de su
representación.
Artículo 41. Rendición de cuentas. La correcta administración de los bienes recibidos del
cliente o recibidos para el cliente exige al abogado una rendición de cuentas documentada
acerca del monto, uso y ubicación material de dichos bienes. El abogado dará pronto aviso a su
cliente de los bienes y dineros que reciba para él; y los pondrá de inmediato a su disposición.
Falta a la ética profesional el abogado que disponga de fondos recibidos para su cliente. No
podrá el abogado retener los bienes y dineros recibidos del cliente o recibidos para el cliente,
con el fin de hacerse pago de honorarios adeudados o para garantizarlos, a menos que exista
acuerdo o autorización expresa del cliente o resolución judicial que lo autorice.
Artículo 42. Uso de la información relativa a los asuntos del cliente. El abogado debe
usar la información relativa a asuntos del cliente exclusivamente en interés de ese cliente,
salvo los casos en que la ley o este Código lo obligan o facultan a darle otro destino. Sin el
consentimiento expreso del cliente está prohibido al abogado usar información confidencial
para obtener un provecho para sí o para un tercero.
Artículo 43. Administración de documentos. Los documentos que han sido entregados al
abogado o que éste haya producido para el ejercicio del encargo profesional pertenecen al
cliente, de modo que deben estar a su disposición si éste desea obtener copias o recuperarlos.
Al término de la representación, los documentos deberán ser restituidos al cliente, salvo
acuerdo en contrario. Queda prohibido al abogado retener dichos documentos, con el fin de
hacerse del pago de honorarios adeudados, para garantizarlos o por cualquier otro motivo,
salvo que se trate de documentos de uso exclusivamente interno del abogado o de su estudio,
o de informes u opiniones preparados por el abogado o a sus expensas, que no han sido
remunerados por el cliente y siempre que el encargo profesional se haya limitado única y
exclusivamente a la preparación de dicho informe u opinión. Con todo, no procederá este
derecho si los intereses del cliente pudieran verse expuestos a un perjuicio inminente e
irreversible si dichos documentos no son prontamente entregados al cliente o a su otro
abogado. En caso que los documentos permanezcan en poder del abogado, éste deberá
conservarlos durante un tiempo prudencial, luego del cual podrá destruirlos, después de haber
advertido al cliente, o en su defecto de haber hecho esfuerzos razonables por advertirlo.

§ 3.Servicios profesionales pro bono


Artículo 44. Actividades pro bono. Es responsabilidad del abogado, en la medida de sus
posibilidades, prestar servicios gratuitos en favor de la comunidad y asistir a quienes no
pueden hacerse de asistencia letrada por sus medios. Se entiende que pueden ser ofrecidas y
ejecutadas pro bono las siguientes actividades:
a) la prestación de servicios profesionales a personas de escasos recursos;
b) la prestación de servicios profesionales a organizaciones sin fines de lucro;
c) la participación en actividades que persigan mejorar el sistema jurídico vigente, incluyendo
la profesión.
Artículo 45. Deber de diligencia profesional. La prestación pro bono del servicio
profesional no exime del deber de diligencia del abogado, ni atenúa sus exigencias. Es
contraria a la ética profesional la instrumentalización por parte del abogado de esta forma de
prestar sus servicios profesionales hacia fines ajenos a la promoción del acceso a la justicia, la
representación legal efectiva o la consolidación del estado de derecho.

Título IV: Deber de confidencialidad


§ 1. Deber de confidencialidad para con el cliente
Artículo 46. Deberes que comprende el deber de confidencialidad. El deber de
confidencialidad comprende:
a) Prohibición de revelación. El abogado debe abstenerse de revelar la información cubierta por
su deber de confidencialidad, así como de entregar, exhibir o facilitar el acceso a los soportes
materiales, electrónicos o de cualquier otro tipo que contengan dicha información y que se
encuentran bajo su custodia.
b) Deberes de cuidado. El abogado debe adoptar medidas razonables para que las condiciones
en las que recibe, obtiene, mantiene o revela información sujeta a deber de confidencialidad
sean tales que cautelen el carácter confidencial de esa información; y
c) Deber de cuidado respecto de acciones de colaboradores.
El abogado debe adoptar medidas razonables para que la confidencialidad debida al cliente sea
mantenida por quienes colaboran con él.
Artículo 47. Duración indefinida. El deber de confidencialidad no se extingue por el término
de la relación profesional, la muerte del cliente, ni el transcurso del tiempo.
Artículo 48. Deber de revelar información por abogado que desempeña una función
pública. El abogado que en el ejercicio de una función pública está sujeto a un deber legal de
revelar o entregar la información de que dispone en razón de esa función no puede excusarse
de cumplir ese deber a pretexto de su calidad profesional de abogado.
Artículo 49. Prioridad del deber de confidencialidad. El deber de confidencialidad para
con un cliente prevalece sobre cualquier deber fiduciario para con otro cliente.

§ 2. Revelación consentida por el cliente.


Artículo 50. Consentimiento del cliente. No falta a su deber el abogado que revela
información sujeta a confidencialidad con el consentimiento expreso o presunto de su cliente.
Artículo 51. Consentimiento expreso. El consentimiento expreso debe ser prestado con la
debida ilustración por parte del abogado que lo solicita. La autorización del cliente no obliga al
abogado a revelar información sujeta a confidencialidad. El abogado informado por terceros de
haber sido relevado por su cliente debe cerciorarse, en forma previa a la revelación, de que esa
liberación es efectiva. En cualquier momento el cliente puede revocar su consentimiento.
Artículo 52. Consentimiento presunto. Se presume que el cliente consiente la revelación
que es conveniente para la exitosa prestación de los servicios profesionales del abogado a ese
cliente, a menos que éste haya dispuesto algo diferente. En caso de duda, el abogado debe
confidencialidad.

§ 3. Revelación no consentida por el cliente.


Artículo 53. Deber de revelar. El abogado debe revelar la información sujeta a
confidencialidad para evitar la comisión o consumación de un crimen.
Artículo 54. Facultad de revelar. El abogado puede revelar información sujeta a
confidencialidad:
a) para evitar un serio peligro de muerte o de grave daño corporal para una o más personas;
b) para evitar la comisión o consumación de un simple delito que merezca pena aflictiva;
c) para obtener consejo ético profesional, siempre que la revelación se haga a otro abogado
bajo confidencialidad;
d) para defenderse de una imputación grave formulada en contra suya o de sus colaboradores
en relación con el servicio profesional prestado al cliente; o en relación con hechos en los
cuales tuvo parte el cliente;
e) para cobrar los honorarios que le son debidos;
f) para cumplir con un deber legal de informar o declarar, en los términos del párrafo 4 de este
título; o
g) en otro caso expresamente autorizado por las reglas de la ética profesional.
Artículo 55. Necesidad. Los artículos precedentes sólo autorizan al abogado a efectuar la
revelación que sea necesaria para el logro del fin que la justifica, a condición, además, de que
el abogado no disponga de otro medio practicable y menos perjudicial para el cliente. Esta
exigencia es particularmente estricta cuando se trata de la revelación que se efectúa para
cobrar honorarios.
Artículo 56. Proporcionalidad. Si el hecho que el abogado intenta impedir o la imputación
de la que se defiende no son atribuibles al cliente, el abogado sólo se encuentra autorizado a
revelar información sujeta a confidencialidad cuando el mal que con ello evita es
sustancialmente mayor que el que causa. Esta exigencia es siempre aplicable a la revelación
efectuada para cobrar honorarios.
Artículo 57. Consideración debida a la defensa en juicio penal. Si la revelación ordenada
o autorizada por los artículos 53 y 54 (a) y (b) puede perjudicar la defensa del cliente en
cualquier etapa de un procedimiento penal, el abogado debe adoptar previamente medidas
razonables encaminadas a evitar ese perjuicio. El abogado que no dispone de medidas para
evitar ese perjuicio no está obligado a hacer revelaciones. Si la defensa penal del cliente está a
cargo de otro abogado, la revelación puede ser efectuada a este último.
Artículo 58. Advertencia al cliente. No falta a la ética profesional el abogado que advierte a
su cliente que revelará información para lograr mediante esa advertencia alguno de los fines
previstos en los artículos 53 y 54, a condición que la advertencia persiga el mismo fin que
justificaría la revelación.
Artículo 59. Divulgación en interés general o profesional. No falta a la ética profesional
el abogado que expone un caso en que haya intervenido, si con ello favorece el desarrollo de la
cultura jurídica o la formación profesional, siempre que adopte las medidas que eviten la
identificación del cliente y del caso concreto.

§ 4. Consideración debida al secreto profesional


Artículo 60. Deber de cautelar el secreto profesional. Si un abogado es requerido por la
ley o la autoridad competente para informar o declarar sobre una materia sujeta a
confidencialidad, el abogado debe procurar que le sea reconocido el derecho al secreto
profesional. En observancia de este deber, el abogado actuará de conformidad con las
siguientes reglas:
a) Interpretación de la ley favorable a la confidencialidad. El abogado debe interpretar las
disposiciones constitucionales y legales que lo eximen del deber de informar o declarar del
modo que mejor garantice el cumplimiento de su deber de confidencialidad.
b) Prerrogativa de calificación. El abogado debe limitarse a expresar que los hechos están
amparados por el secreto profesional y abstenerse de fundamentar esa calificación si esa
justificación pudiere comprometer ese secreto.
c) Deber de impugnar. En general, el abogado debe realizar las actuaciones razonables
dirigidas a impugnar las decisiones de la autoridad que le ordenan declarar sobre materias que
son objeto de secreto profesional.
Artículo 61. Obligación de cerciorarse de la relevación del derecho al secreto
profesional. El abogado que ha sido informado por terceros de que ha sido relevado por su
cliente del secreto profesional debe comprobarlo personalmente, en observancia del artículo
51. Si fuere necesario, el abogado debe solicitar a la autoridad que realice las actuaciones que
le permitan comunicarse con el cliente. El abogado que no ha podido cerciorarse se encuentra
bajo secreto profesional.
Artículo 62. Licitud ética de la negativa a declarar. No falta a la ética profesional el
abogado que se niega a declarar o a informar sobre materias sujetas a confidencialidad con
fundamento en su derecho al secreto profesional.
Artículo 63. Autorización ética para declarar. Citado a declarar como testigo, el abogado
está facultado para revelar información sujeta a confidencialidad, sin cumplir con los
resguardos referidos en el artículo 60, en los siguientes casos:
a) si tiene razones fundadas para considerar que el servicio profesional por él prestado fue
utilizado por el cliente para realizar un hecho que se le imputa a ese cliente como crimen o
simple delito; o como otro hecho grave que la ley sanciona y ordena investigar; o
b) si la información se refiere a un cliente fallecido y su revelación puede evitar que un
imputado que haya sido formalizado sea erróneamente condenado por crimen o simple delito.
Artículo 64. Extensión del derecho al secreto profesional a los documentos y demás
soportes que contengan información confidencial. Las reglas de este párrafo se
extienden en iguales términos a la orden o requerimiento por la ley o la autoridad competente
de incautar, registrar, entregar o exhibir documentos u otros soportes físicos, electrónicos o de
cualquiera naturaleza que contengan información sujeta a confidencialidad. La regla se
extiende a la información producida por el abogado con carácter confidencial, sea que se
encuentre en su poder o en el de su cliente.

SECCIÓN SEGUNDA
CONFLICTOS DE FUNCIONES E INTERESES

Título I: Conflictos de funciones


Artículo 65. Principio general. El abogado no podrá ejercer otras profesiones o actividades,
directamente ni por intermedio o en asociación con terceros, que limiten su independencia,
resulten incompatibles con el ejercicio de la abogacía, o le impidan el cumplimiento adecuado
de las reglas de ética profesional.
Artículo 66. Función parlamentaria. El cargo parlamentario es incompatible con el ejercicio
de la profesión de abogado. En consecuencia, el abogado que ejerza el cargo de parlamentario
no podrá asumir el patrocinio ni la representación de intereses ante los tribunales de justicia,
aun en caso de recaer la causa en una materia de interés público. Tampoco podrá intervenir
como asesor o representante de intereses de un cliente en materias no litigiosas, ni
desempeñarse como árbitro.
El abogado parlamentario sólo podrá participar como socio o colaborador de un estudio de
abogados en forma pasiva. En tal caso, deberá abstenerse de participar en la discusión o
aprobación parlamentaria de toda materia que pueda tener un efecto directo en los intereses
de un cliente del estudio de abogados al que pertenece.
Artículo 67. Abogado que ejerce o ha ejercido funciones jurisdiccionales o de
mediador. El abogado que desempeñe funciones jurisdiccionales no puede intervenir en un
asunto del cual conoció en su carácter oficial; tampoco podrá intervenir a favor de una de las
partes el abogado que ha actuado previamente como mediador en el mismo asunto. El
abogado que haya intervenido profesionalmente en un asunto o que participe, trabaje o
colabore en un estudio que intervino en ese asunto, no puede conocer del mismo en calidad de
árbitro o mediador, a menos que cuente con el consentimiento expreso e informado de todas
las partes.
El abogado que desempeñe funciones jurisdiccionales no puede patrocinar ni representar
intereses en ningún asunto judicial que estuviere o pudiere eventualmente quedar sometido a
la jurisdicción de dicho tribunal mientras ejerza tal función y hasta por dos años después de
haber cesado en ella. El abogado integrante no podrá intervenir como abogado, directamente
ni por intermedio o en asociación con terceros, en ningún asunto o materia que deba ser
analizado, informado o resuelto por el tribunal que integre. Tampoco podrá juzgar aquellos
asuntos que se relacionen, directa o indirectamente, con intereses de sus clientes o de clientes
del estudio de abogados en el que participe.
Artículo 68. Relaciones con el juez. El abogado no puede intervenir como patrocinante o
apoderado en ningún asunto que deba resolver como juez su cónyuge, conviviente, hijo o
parientes hasta el tercer grado de consanguinidad y segundo de afinidad, inclusive. Tampoco
podrá intervenir como patrocinante o apoderado si tiene una relación de íntima amistad con el
juez, o si presta o ha prestado a éste o a cualquiera de sus familiares antes mencionados
servicios profesionales durante el año inmediatamente precedente.
Artículo 69. Abogado que se desempeña en un organismo público. El abogado que,
desempeñándose en un organismo público, no esté impedido de ejercer libremente la
profesión, no podrá en esta última calidad intervenir en ningún asunto que se refiera a
materias específicas o casos concretos que deban ser analizados, informados o resueltos por él
o por el organismo público al cual pertenezca.
Artículo 70. Abogado que se retira de un organismo público. El abogado que se retire de
un organismo público no podrá intervenir en asunto alguno del cual conoció en el ejercicio de
sus funciones. Tampoco podrá patrocinar ni representar en juicio intereses coincidentes o
contrapuestos con el mismo organismo público, por el lapso de un año con posterioridad a su
retiro. Para este efecto, se entenderá como ‘organismo público’ el respectivo órgano o servicio
de la Administración del Estado o de la Fiscalía Regional del Ministerio Público en cuyo ámbito
de competencia el abogado haya ejercido sus funciones y los que dependan directamente de
aquel.
Artículo 71. Abogado que se incorpora a un organismo público. El abogado que se
incorpore a un organismo público no podrá intervenir en ningún asunto en el cual haya
asesorado o representado intereses de clientes.

Título II: Conflictos de intereses.


Artículo 72. Regla general. El abogado no puede intervenir en un asunto en que su
independencia o su juicio profesional pudieran verse menoscabados, por su propio interés o por
motivos de amistad, parentesco, ideológicos, culturales u otros análogos. En general, no
deberá actuar en un asunto sino cuando tenga libertad moral para dirigirlo.
Artículo 73. Criterios para definir el conflicto de intereses. Existe un conflicto de
intereses toda vez que la intervención profesional en un asunto resulta directamente adversa a
la de otro cliente; o cuando existe un riesgo sustancial de que el cumplimiento de los deberes
de lealtad o independencia del abogado se vean afectados por su interés personal, o por sus
deberes hacia otro cliente actual o anterior, o hacia terceros. Si concurren las circunstancias
previstas en el inciso anterior, puede darse por establecido un conflicto de interés aunque las
disposiciones de los artículos siguientes no contengan una regla específica que resuelva el
caso.

Título III: Conflictos con el interés o convicciones personales del abogado.


Artículo 74. Adquisición de interés pecuniario en el litigio. El abogado no puede adquirir
interés pecuniario de ninguna clase, sea éste coincidente o adverso con el de su cliente, en el
asunto en que actúa o haya actuado como patrocinante o apoderado, salvo lo acordado en
materia de honorarios.
Artículo 75. Adquisición de bienes en el litigio. El abogado no puede adquirir directa o
indirectamente bienes en los remates judiciales, licitaciones, subastas, ni aprovechar
oportunidades de negocio, que sobrevengan como consecuencia de los litigios en que haya
intervenido como patrocinante o apoderado. La adquisición de los derechos litigiosos del
cliente está especialmente prohibida.
Artículo 76. Asistencia económica al cliente. El abogado no puede proporcionar ayuda
financiera al cliente en relación con un litigio en el cual actúa como patrocinante o apoderado,
ni convenir con él en asumir los gastos del asunto, a menos que se trate de un cliente al cual
se presten servicios pro bono o se acuerde el reembolso posterior de los gastos, sea en forma
directa o con cargo al pacto de cuota litis en conformidad a lo dispuesto en este Código.
Artículo 77. Adquisición de interés pecuniario adverso en materia no litigiosa. El
abogado no puede realizar negocio alguno que suponga un interés pecuniario adverso al de su
cliente en un asunto en el cual presta a éste servicios de asesoría o consultoría. Tampoco podrá
participar el abogado en la redacción de actos o convenciones que reconozcan al abogado
derechos patrimoniales o personales de cualquier tipo, salvo los relativos al convenio de
prestación de servicios profesionales y al pacto de honorarios profesionales.
Artículo 78. Adquisición de interés pecuniario coincidente en materia no litigiosa.
Está prohibido al abogado intervenir en negocios en que participe como contraparte su cliente,
salvo que éste consienta en forma expresa e informada, sus términos correspondan a
condiciones normales de mercado y el cliente cuente al efecto con asesoría letrada
independiente.
Artículo 79. Extensión de las reglas sobre interés pecuniario. Las reglas que inhabilitan
a un abogado para intervenir en un asunto en razón de intereses pecuniarios coincidentes o
adversos con los del cliente también se aplican al abogado cuando los intereses en conflicto
con los del cliente son los de su cónyuge, conviviente, hijos o parientes hasta el tercer grado
de consanguinidad y segundo de afinidad, inclusive.
Artículo 80. Conflicto por convicción personal. El abogado debe abstenerse de intervenir
en un asunto en que haya de sostener tesis contrarias a sus convicciones personales, tales
como las políticas o religiosas.
Artículo 81. Conflicto en razón de posiciones u opiniones sostenidas por el abogado .
El abogado debe abstenerse de intervenir en un asunto en el que haya de sostener tesis
contrarias a las sostenidas públicamente en otros asuntos, si existe un riesgo significativo de
que ello pudiere perjudicar los intereses del cliente o limitar la efectividad de su asesoría,
patrocinio o representación. No infringe esta regla el abogado que interviene en el nuevo
asunto si admite y justifica su cambio de posición.
Artículo 82. Conflicto sobre métodos. El abogado debe abstenerse de intervenir en un
asunto cuando no esté de acuerdo con el cliente en la forma de plantearlo o desarrollarlo. Si
surgiere una discrepancia fundamental durante la prestación de los servicios profesionales y no
fuere posible subsanarla, el abogado deberá cesar inmediatamente en la representación
informando al cliente por escrito de las razones que justifican su decisión.

Título IV: Conflictos con el interés de otro cliente.


Artículo 83. Conflicto con el interés de otro cliente actual. El abogado no puede
intervenir en un asunto en que deba representar intereses incompatibles con los de otro cliente
actual del mismo abogado o del estudio profesional.
Artículo 84. Representación conjunta de intereses comunes o diversos. El abogado
solo podrá intervenir en favor de dos o más clientes en forma conjunta si antes de aceptar el
asunto les expone por escrito los riesgos y desventajas que pueden surgir durante el
desempeño del encargo profesional, y luego todos los clientes consienten por escrito en la
contratación de ese abogado. El abogado que representa a dos o más clientes en un mismo
asunto o en asuntos diversos no puede participar en la negociación en que unos y otros sean
contrapartes sin la autorización previa y escrita de todos los clientes, previa información
razonablemente detallada y completa acerca de todos los intereses comprendidos en la
negociación. Está prohibida cualquier negociación que suponga renunciar a los derechos de un
cliente en favor de otro sin consentimiento expreso e informado del afectado.
Artículo 85. Conflicto con el interés de un cliente anterior. El abogado no puede
intervenir en un asunto en favor de los intereses de un cliente, si estos son directamente
adversos a los intereses de otro cliente anterior del mismo abogado o del estudio profesional y
existe además el riesgo de que la confidencialidad de las informaciones obtenidas del anterior
cliente pueda ser infringida o tales informaciones pudieren permitir al nuevo cliente la
obtención de una ventaja indebida.
Artículo 86. Conflicto de intereses sobreviniente. Si durante la prestación de los servicios
profesionales surge un conflicto con los intereses de otro cliente, el abogado deberá
comunicarlo a los clientes y cesar inmediatamente en la prestación de esos servicios a todos
ellos, a menos que todos consientan en que continúe prestando tales servicios respecto a uno
o más de ellos. No obstante, el abogado podrá intervenir en interés de todas las partes en
funciones de mediador o en la preparación y redacción de documentos de naturaleza
contractual, cuidando especialmente en tal caso su imparcialidad.

Título V: Disposiciones comunes a los conflictos de funciones y de interés.


Artículo 87. Efectos de los conflictos de funciones y de interés. El abogado a quien
afecte alguna de las reglas sobre conflictos de funciones o de intereses debe abstenerse de
intervenir en el asunto. Si el conflicto sobreviene una vez iniciada la actuación profesional, el
abogado deberá cesar inmediatamente sus servicios. Con todo, no se considerará que el
abogado infringe estas reglas en la medida que actúe para evitar el riesgo de indefensión, y
mientras no sea sustituido por otro abogado.
Artículo 88. Inhabilidad del estudio profesional. Cuando varios abogados integran un
mismo estudio profesional, cualquiera sea la forma asociativa utilizada, las reglas que
inhabilitan a uno de ellos para actuar en un asunto por razones de conflicto de funciones o de
intereses también inhabilitarán a los restantes. a regla anterior no se aplicará si la inhabilidad
de un abogado se debe a conflictos con los intereses de familiares de ese abogado o a
conflictos con convicciones personales, o de posición, opinión o métodos. Tampoco se
extenderán a los demás abogados del estudio las incompatibilidades temporales que afectan a
los abogados que se retiran de una entidad pública o cesan en el ejercicio de funciones
jurisdiccionales, en la medida en que el abogado afectado por la incompatibilidad no participe,
entregue o reciba información, ni perciba ingresos económicos que provengan directamente
del asunto al cual se aplica la inhabilidad temporal.
Artículo 89. Inhabilidad del familiar abogado. Cuando un abogado se encuentra vinculado
a otro abogado como cónyuge, conviviente, hijo o pariente hasta el tercer grado de
consanguinidad y segundo de afinidad, estará inhabilitado para representar en una negociación
o litigio a un cliente cuya contraparte sea representada por el abogado con quien tenga dicha
relación. Sin embargo, esta inhabilidad no se extenderá a los demás abogados de la firma con
los que cada uno de ellos se encontrare asociado.
Artículo 90. Dispensa del conflicto de intereses. No obstante la existencia de un conflicto
de intereses, el abogado puede intervenir en el asunto si resulta posible hacerlo sin infringir los
deberes de lealtad y confidencialidad hacia los clientes involucrados y todos ellos otorgan su
consentimiento expreso e informado. El consentimiento expreso e informado supone un acto
escrito mediante el cual el abogado expone los riesgos y desventajas de la representación en
situación de conflictos de intereses, debidamente suscrito por los clientes cuyos intereses se
encuentren amenazados por el de conflicto de intereses, y en el cual el cliente manifieste que
dispensa el conflicto en conocimiento de la inhabilidad que afecta al abogado y de las reglas
sobre conflicto de intereses aplicables, las que deberán transcribirse íntegramente en el mismo
documento. El consentimiento para actuar pese a la existencia de un conflicto de intereses no
supone autorización para infringir el deber de lealtad hacia el cliente o violar el deber de
confidencialidad. Si durante el desarrollo de los servicios profesionales así autorizados, se
hiciere evidente que el deber de lealtad hacia un cliente exigiría infringir el deber de lealtad
hacia el otro cliente o revelar información sujeta al deber de confidencialidad, el abogado
deberá cesar inmediatamente en la prestación de servicios de todos ellos.
Artículo 91. Conflictos no dispensables. Sólo los conflictos de intereses son dispensables
de acuerdo con las reglas del artículo anterior. No es admisible dispensar conflictos de
funciones, a menos que se señale expresamente lo contrario. Ni aun con el consentimiento
informado de todos los clientes podrá el abogado asumir la defensa o representación de partes
adversas en un mismo juicio.
Artículo 92. Declaración de la inhabilidad. El Colegio de Abogados de Chile contará con un
procedimiento expedito para pronunciarse sobre la habilidad de un abogado para actuar en un
asunto en que cualquier interesado afirme la existencia de un conflicto de intereses. El
procedimiento consultivo no excluirá la iniciación de un proceso sancionatorio dirigido a aplicar
las sanciones disciplinarias que correspondan al abogado que haya intervenido en el asunto a
sabiendas de la existencia del conflicto de intereses o de funciones. Si el proceso iniciado fuere
sancionatorio, la inhabilidad del abogado podrá ser declarada como medida cautelar.

SECCIÓN TERCERA
CONDUCTA DEBIDA DEL ABOGADO EN SUS ACTUACIONES PROCESALES

Título I: Deberes de cooperación con la administración de justicia


Artículo 93. Apoyo a la Magistratura. El abogado debe prestar apoyo a la magistratura. La
actitud del abogado ha de ser de deferente independencia con los jueces y funcionarios
administrativos, manteniendo siempre la más plena autonomía en el libre ejercicio de su
ministerio.
Artículo 94. Resolución alternativa de conflictos. El abogado debe hacer los mejores
esfuerzos para evitar o poner término a un conflicto judicial mediante los mecanismos legales,
siempre y cuando favorezcan una justa transacción o resultado a favor de su cliente.
Artículo 95. Lealtad en la litigación. El abogado litigará de manera leal, velando por que su
comportamiento no afecte o ponga en peligro la imparcialidad del juzgador, ni vulnere las
garantías procesales y el respeto debido a la contraparte. En razón de este deber, está
prohibido al abogado:
a) generar condiciones para obtener un trato preferencial por los jueces llamados actual o
potencialmente a decidir la cuestión debatida;
b) influir en el tribunal apelando a razones políticas, de amistad u otras que no se vinculen
exclusivamente con los antecedentes relevantes en el caso;
c) tratar de influir en los jueces solicitando o participando en audiencias no previstas por las
reglas procesales vigentes y que alteren el principio procesal de bilateralidad; podrá el
abogado excepcionalmente solicitar al tribunal tales audiencias si los procedimientos no
cautelan suficientemente el derecho de una parte a ser escuchada, o bien cuando sean
especialmente dañosas las consecuencias que se pudieren seguir del retardo en el
conocimiento por el tribunal de ciertas circunstancias del caso;
d) ofrecer o dar beneficios a funcionarios que intervengan en un proceso judicial, sea en forma
de regalos de cualquier naturaleza y monto, sea pagando por servicios que no son
remunerados, sea haciéndolo en exceso aquéllos que son naturalmente remunerados;
e) presentar pruebas a sabiendas de que son falsas u obtenidas de manera ilícita;
f) instruir a testigos, peritos o al cliente para que declaren falsamente. Lo expresado no obsta a
que pueda entrevistarlos respecto de hechos relativos a una causa en que intervenga, o que
recomiende al cliente guardar silencio en audiencias de prueba o en la etapa de investigación
cuando así lo autorizan las normas legales aplicables;
g) destruir o impedir el acceso a piezas de información relevantes para un caso y a cuyo
respecto haya deber legal o convencional de aportar al proceso, ya sea directamente o bien
instruyendo o instando al cliente o a terceros para que lo hagan;
h) ofrecer o dar compensaciones económicas a testigos que vayan más allá de los costos que
deben asumir para prestar su testimonio, o bien, que se hagan depender tales compensaciones
del beneficio que pudiere representar la declaración para los intereses del cliente;
i) hacer depender la remuneración de los peritos de que las conclusiones de su informe sean
favorables a los intereses del cliente o de las resultas del pleito;
j) utilizar en los juicios antecedentes respecto de los cuales hubiere confidencialidad, según lo
dispuesto en el artículo 110;
k) violar los acuerdos que hayan sido adoptados con la contraparte. En particular, el abogado
no sacará ventajas de la indefensión de la contraria que ha confiado en el cumplimiento de un
acuerdo relativo a la manera u oportunidad en que se realizaría cierta actuación procesal.
Artículo 96. Respeto a las reglas de procedimiento. El abogado observará de buena fe
las reglas procesales establecidas por la ley o por la convención entre las partes y no realizará
actuaciones dirigidas a impedir que la contraparte ejerza debidamente sus derechos. En
especial, está prohibido al abogado:
a) aconsejar o ejecutar maniobras que constituyan un fraude procesal, como presentar
documentos en que se haga aparecer como cumplida una actuación judicial que en verdad no
se ha realizado;
b) burlar los mecanismos aleatorios previstos en los procedimientos judiciales para la
distribución de causas, la asignación de salas u otros similares;
c) adulterar la fecha u hora de presentación o recepción de escritos;
d) abusar de la facultad de interponer recursos o incidentes judiciales, en especial si por esos
medios se buscare provocar daño injusto a la contraparte o forzarla a celebrar un acuerdo
gravoso.
Artículo 97. Límites en la argumentación. El abogado no debe argumentar ante los
tribunales de manera dirigida a obtener ventajas injustificadas o de modo que resulte vejatorio
para los demás participantes en el juicio. Así, le está prohibido hacer citas de sentencias, leyes
u otros textos de autoridad sabiendo o debiendo saber que son inexactas; o aludir a
características físicas, sociales, ideológicas u otras análogas respecto de la contraparte o de su
abogado, que fueren irrelevantes para la decisión de la controversia.
Artículo 98. Respeto al derecho a guardar silencio de imputados y acusados. En los
procesos penales, el abogado no confundirá al imputado o acusado respecto del alcance de su
derecho a guardar silencio, ni lo presionará indebidamente para que no ejerza ese derecho.
Tampoco empleará artilugios destinados a provocar una declaración autoincriminatoria del
imputado sin la presencia de su defensor, tales como entrevistas dirigidas por profesionales,
amistades u otras personas capaces de despertar su confianza.

Título II: Deberes del abogado litigante para con el cliente


Artículo 99. Empeño y eficacia en la litigación. El abogado responsable de representar los
intereses de parte en un litigio preparará y ejecutará su encargo con el empeño y eficacia
requeridos para la adecuada tutela de los intereses de su cliente. Este deber no supone lograr
determinados resultados, sino poner al servicio de su cliente las competencias y dedicación
profesionales requeridas por las circunstancias. Así, en el desempeño de sus funciones, el
abogado debe:
a) preparar sus actuaciones de manera razonada y diligente, informándose de los
antecedentes de hecho y de derecho relevantes en el caso;
b) ejecutar de manera oportuna y adecuada las actuaciones requeridas para la tutela de los
intereses del cliente;
c) abstenerse de delegar tareas propias de la función de abogado en personas que no se
encuentren suficientemente calificadas para su correcta ejecución.
Artículo 100. Límites a la disponibilidad de los derechos del cliente. El abogado se
abstendrá de allanarse a la acción contraria, de transigir, de admitir responsabilidad, de
renunciar derechos del cliente y de abandonar el procedimiento sin contar con el previo
consentimiento del cliente, debidamente informado acerca de la justificación y alcances de la
decisión. El cliente podrá otorgar expresamente y por anticipado estas facultades al abogado,
debiendo este último velar por que aquél comprenda los alcances de su delegación.

Título III: Declaraciones extrajudiciales y relaciones con los medios de comunicación


Artículo 101. Relaciones con los medios de comunicación. Ante los medios de
comunicación el abogado debe actuar con veracidad en sus aseveraciones, moderación en sus
juicios y contar con el consentimiento informado o presunto de su cliente. Es contrario a la
ética profesional servirse de los medios de comunicación para el elogio de sí mismo, aún a
pretexto de colaborar con ellos o de defender los intereses de un cliente. Lo dispuesto en el
inciso precedente se extiende a toda interacción del abogado con los medios de comunicación.
Artículo 102. Declaraciones prohibidas. El abogado que participa o ha participado en un
proceso pendiente, o en una investigación a él conducente, debe abstenerse de formular
declaraciones o entregar información fuera de la investigación o proceso, cuando dichas
declaraciones o información puedan afectar seriamente la imparcialidad en la conducción de la
investigación o en la decisión del asunto. Falta gravemente a la ética profesional quien infrinja
esta regla valiéndose de otra persona o con reserva de identidad.
Artículo 103. Derecho de rectificación. No obstante lo dispuesto en el artículo precedente,
el abogado podrá formular declaraciones que resulten necesarias para rectificar informaciones
difundidas públicamente que pueda tener efectos perjudiciales para su cliente.
Artículo 104. Extensión de las prohibiciones. La prohibición establecida en el artículo 102
se extiende a todos los abogados que se desempeñen en el estudio o la repartición pública a la
que pertenezca el abogado a que dicha regla se refiere.
Artículo 105. Responsabilidad por terceros. El abogado a que se refiere el artículo 102
debe adoptar medidas adecuadas para impedir que sus colaboradores que no son abogados
formulen las declaraciones o comentarios, o entreguen la información, que a él le están
prohibidos.

SECCIÓN CUARTA
DEBERES EN LA RELACIÓN PROFESIONAL ENTRE ABOGADOS Y CON TERCEROS

Título I: Relación entre abogados cuyos deberes fiduciarios se vinculan con clientes distintos
Artículo 106. Respeto y consideración entre abogados. Los abogados deben mantener
recíproco respeto y consideración. En ese espíritu, deben facilitar la solución de inconvenientes
a sus colegas cuando por causas que no les sean imputables, como duelo, enfermedad o fuerza
mayor, estén imposibilitados para servir a su cliente, y no se dejarán influir por la
animadversión de las partes.
Artículo 107. Relaciones con la contraparte. El abogado no puede ponerse en contacto,
negociar ni transigir con la contraparte sino en presencia o con autorización de su abogado, en
cuyo caso habrá de mantenerlo informado. Si la contraparte no estuviere asesorada por
abogado, el profesional deberá recomendarle que recurra a uno que la asesore, haciéndole ver
que él actúa en interés exclusivo de su propio cliente.
Artículo 108. Substitución en el encargo profesional. El abogado no intervendrá en favor
de persona asesorada o representada en el mismo asunto por un colega sin darle previamente
aviso, salvo que dicho profesional haya renunciado expresamente o se encuentre
imposibilitado de seguir conociendo dicho asunto. Si sólo llegare a conocer la asesoría o
representación del colega después de haber aceptado el asunto, se lo hará saber de inmediato.
En cualquier caso, el abogado que sustituya a otro en un asunto, indagará con el abogado
sustituido sobre la existencia de honorarios pendientes y, si fuere el caso, instará a su cliente
para que los solucione o se dirima la controversia en torno a ellos, para lo cual podrá ofrecer
sus buenos oficios.
Artículo 109. Acuerdos entre abogados. Los acuerdos entre abogados deben ser
estrictamente cumplidos, aunque no se hayan ajustado a las formas legales. El abogado debe
revelar a la contraparte sus facultades para representar los intereses de su cliente. Si no hace
esa revelación, el abogado de la contraparte podrá confiar en que dispone de facultades
suficientes para convenir los acuerdos que negocie. En caso de carecer de poderes suficientes,
incurre en una falta a la ética profesional el abogado que no informa a la contraparte de que
está extralimitando sus poderes, a menos que éstos sean conocidos por esta última. En tal
caso, el cliente solo quedará obligado en virtud de su ratificación, según las reglas generales.
Artículo 110. Consentimiento en mantener una información como confidencial. El
abogado debe confidencialidad al abogado de la otra parte si se ha obligado expresamente a
respetarla. Con todo, no podrán hacerse valer en juicio, aun a falta de pacto expreso, los
documentos y demás antecedentes que se hayan obtenido del abogado de la contraparte en el
curso de la negociación de avenimientos, conciliaciones y transacciones frustradas, a menos
que la conducta procesal de la otra parte justifique inobservar ese deber recíproco.
Artículo 111. Facultad para compartir la información con el cliente. El abogado que
recibe información bajo confidencialidad del abogado de otra parte está autorizado para
compartir esa información sólo con el cliente en cuya consideración esa información le fue
revelada.

Título II: Relaciones entre abogados y terceros que colaboran en la prestación de servicios en
forma mancomunada
Artículo 112. Colaboración profesional y conflicto de opiniones. Cuando los abogados
que colaboran en un asunto no puedan ponerse de acuerdo respecto de un punto fundamental
para los intereses del cliente, le informarán francamente de la divergencia de opiniones para
que resuelva. Su decisión será aceptada, a menos que la naturaleza de la discrepancia impida
cooperar en debida forma a los abogados cuyas opiniones fueron rechazadas. En este caso,
podrán solicitar al cliente que los releve o renunciar al encargo.
Artículo 113. Responsabilidad de los abogados socios o con poder de dirección. El
abogado que ostenta poder de dirección dentro de una organización pública o privada o actúa
en asociación temporal o como abogado independiente, debe realizar esfuerzos razonables
para asegurarse que todos los miembros de la organización, incluyendo personal
administrativo, practicantes y personal no letrado, actúen conforme a las reglas establecidas
en este Código. En el supuesto que conozcan de alguna falta a la ética profesional por algún
miembro de la organización, deberá adoptar las medidas razonables para evitar o atenuar sus
consecuencias.
Artículo 114. Responsabilidad del abogado que ejerce bajo la dirección de otro. El
abogado que colabora en una organización profesional o que ejerce bajo la dirección de otro
abogado o de un superior jerárquico, tiene el deber de rechazar los encargos que se le
encomienden que entren en conflicto con las reglas establecidas en este Código y responde
personalmente por su incumplimiento. En consecuencia, no es admisible la excusa del abogado
que incumple dichas reglas alegando que actuó por orden de otro abogado o un superior.
Artículo 115. Responsabilidad por dependientes no abogados. El abogado debe adoptar
las medidas razonables para que la conducta de los dependientes no abogados que prestan
servicios bajo su dirección, sea compatible con las obligaciones profesionales del abogado.
Artículo 116. Responsabilidad por terceros. El abogado debe realizar esfuerzos
razonables para asegurar que los terceros a quienes subcontrate, delegue o encargue
prestaciones a su cargo actúen conforme a las reglas de este Código. Asimismo, mantendrá la
responsabilidad por la ejecución total del encargo frente al cliente, sin perjuicio de la
responsabilidad personal que le corresponda al tercero.

SECCIÓN QUINTA
REGLAS RELATIVAS A CARGOS ESPECIALES
Artículo 117. Abogados auditores. El abogado que presta servicios en una empresa de
auditoría no puede participar en la auditoría de sus propios servicios profesionales. El
cumplimiento de esta prohibición supone que la empresa de auditoría en la que se presta
servicios mantenga estrictamente separadas respecto de cada cliente las funciones de servicio
profesional y las de auditoría. El abogado que presta servicios profesionales en una empresa de
auditoría debe obtener el consentimiento expreso de su cliente para la revelación de la
información relativa a sus asuntos con ocasión de cada auditoría que incluya dicha
información. No es aplicable a esta revelación lo dispuesto en el artículo 52 de este Código.
Artículo 118. Abogados directores de una sociedad. El abogado de una sociedad que se
desempeñe además como su director cuidará de diferenciar ante el directorio y los ejecutivos
de la sociedad su actividad profesional de la función de director. En consecuencia, debe dar su
opinión legal con la independencia requerida al abogado y participar en los acuerdos como lo
prescribe la ley. Si los deberes profesionales para con la sociedad entraren en conflicto con los
deberes legales como director, el abogado arbitrará los medios razonables para resolverlo, sea
terminando con una de las dos funciones, sea requiriendo del directorio que se solicite una
opinión legal independiente, sea por otro medio equivalente. El abogado no aceptará el cargo
de director de una sociedad ni se mantendrá en esa función si, atendidas las circunstancias, su
desempeño como director implica un conflicto de intereses respecto de algún cliente. El
abogado que imprudentemente acepta o se mantiene en ese cargo de director responderá por
la infracción de cualquier deber de la ética profesional para con ese cliente, sin que
consideración alguna relativa al correcto desempeño del cargo de director pueda justificar o
excusar dicha infracción.
Artículo 119. Deberes especiales para los abogados que ejercen funciones
fiscalizadoras o representan el interés general de la sociedad. Quien en su condición
de abogado ejerza funciones públicas de representación del interés general de la sociedad o de
fiscalización, velará por otorgar en sus actuaciones un trato similar a personas que se
encuentren en situaciones análogas y evitará toda forma de abuso. En especial, cuidará del
respeto de las garantías constitucionales de las personas, actuará con objetividad e
imparcialidad, evitará actuar en razón de preferencias o animadversiones de cualquier tipo,
incluyendo las de orden personal, político, religioso, social o de género y evitará efectuar
declaraciones que den por ciertos hechos o apreciaciones que aún no dan lugar a una
resolución administrativa o jurisdiccional. En consecuencia, el abogado a que se refiere esta
regla debe abstenerse de realizar, en especial, las siguientes conductas:
a) iniciar o perseverar en una investigación a sabiendas de que el cargo o la imputación cuenta
con escaso mérito para servir de antecedente a una sanción o carga; en especial si de ello se
pudieren seguir beneficios procesales, administrativos, políticos o de imagen injustificados;
b) impedir el oportuno ejercicio de los derechos de quienes sean afectados por actos de la
autoridad y, en particular, dificultar su acceso oportuno a una adecuada defensa jurídica;
c) poner trabas a las garantías propias del debido proceso;
d) negar el acceso oportuno a las partes de los antecedentes de la investigación, si ello fuere
pertinente conforme a las normas vigentes;
e) abusar de los medios, facultades y espacios de discrecionalidad que le son reconocidos, a
efectos de burlar la defensa eficaz de los derechos de una de las partes;
f) hacer uso abusivo, irreflexivo o desproporcionado de los medios de investigación, como es el
caso de la intromisión injustificada en la vida de las personas, en especial si ello implica el uso
de policías, funcionarios y, en general, de capacidades operativas disponibles;
g) dictar resoluciones o realizar otros actos que pudieran afectar derechos fundamentales de
las personas, sin expresar una motivación suficiente;
h) omitir la oportuna ejecución de actuaciones necesarias para el cese de medidas que
afectaren los derechos de las personas, si con posterioridad a su dictación se conociere prueba
fiable y suficiente que mostrare la inocencia de quienes se vieren perjudicados por tales
medidas;
i) dar un trato preferente a personas que sean influyentes o poderosas;
j) dar un trato poco deferente o especialmente severo a quienes se encuentren en una posición
especialmente desaventajada debido a su condición social, económica, política, religiosa u otro
motivo similar.
Artículo 120. Honorarios de árbitros abogados. Los árbitros deberán ser especialmente
prudentes al proponer sus honorarios a las partes. En lo que corresponda, los árbitros deberán
sujetarse a las normas éticas generales aplicables a los honorarios de los abogados. En
especial, no pondrán a las partes en la dificultad de rechazar tales proposiciones por excesivas,
especialmente si no les es exigible la sustitución del árbitro. Se presumirán razonables los
honorarios de los árbitros que se ajusten a los mecanismos de determinación de honorarios de
arbitrajes que contemplen instituciones arbitrales nacionales o internacionales.

TERCERA UNIDAD:

 CONSIDERACIONES SOBRE ÉTICA DE LA CORTE SUPREMA

Auto Acordado CS Refunde Principios Ética Judicial Dic 2007.pdf


=========================================================
======
A C T A Nº 262-2007
Santiago, catorce de diciembre de dos mil siete, en uso de la facultades que el Tribunal Pleno
de esta Corte Suprema me ha conferido, por Acta N°156 N°5 de veintinueve de agosto del año
en curso, por la presente acta se refunden los Autos Acordados relativos a la Ética Judicial,
consignados en Acta N° 52-2003 de uno de agosto de dos mil tres, sobre "Principios de Ética
Judicial", en Acta N°156-2007, sobre "Modificaciones al Acuerdo relativo a la Comisión de
Control Ético Funcionario", en el Acta N°157-2007 sobre "Modificaciones a los Principios de
Ética Judicial" y en la resolución de Pleno dictada en los antecedentes administrativos signados
con el número AD-1460-2007 sobre "Recepción de Premios y Reconocimientos de Miembros del
Poder Judicial en un nuevo documento denominado "Principios de Etica Judicial y Comisión de
Ética ", cuyo tenor es el siguiente:

AUTO ACORDADO SOBRE PRINCIPIOS DE ETICA JUDICIAL Y COMISIÓN DE ÉTICA TEXTO


REFUNDIDO

CAPÍTULO I Introducción.
En atención a que los jueces, auxiliares de la administración de justicia y empleados están
obligados a observar un buen comportamiento en el desempeño de sus respectivos cargos y
actuación social, esta Corte Suprema estima conveniente explicitar una serie de principios y
reglas dispersos en nuestro ordenamiento jurídico- que deben regir esa actividad, a fin de
colocar la justicia en manos de servidores de clara idoneidad técnica, profesional y ética que
los habilite para cumplir en forma adecuada con importantes demandas sociales, en continuo
aumento, que se someten a su conocimiento y decisión. Por ello es necesario definir algunos
de los conceptos y normas de orden ético que encierra esa noción y que rigen sin perjuicio de
las facultades, deberes y prohibiciones específicas que establece la ley.

CAPÍTULO II Principios Generales

Primero.- Dignidad. Todo miembro del Poder Judicial, deberá ejercer su cargo con dignidad,
absteniéndose de toda conducta contraria a la seriedad y decoro que el mismo exige.

Segundo.- Probidad. Toda persona que integre el Poder Judicial debe actuar con rectitud y
honestidad, procurando prestar servicio satisfaciendo el interés general de la Justicia y
desechando todo provecho o ventaja personal que pueda lograr por sí o a través de otras
personas. Esta obligación exige abstenerse de mostrar interés por asuntos de que conozca o
pueda conocer un tribunal, interceder o intervenir en cualquier forma a favor o en contra de
persona alguna, cualquiera que sea la naturaleza del juicio o gestión de que se trate. Ella
comprende también los concursos, nombramientos, calificaciones, traslados y demás materias
relativas al personal del Poder Judicial.

Tercero.- Integridad. Todo miembro del Poder Judicial debe tener una conducta recta e
intachable, de modo de promover la confianza de la comunidad en la Justicia. En consecuencia,
con su comportamiento procurará no dar lugar a críticas ni reclamos de parte de quienes
recurren a los tribunales ni de otras autoridades o del público, en general.

Cuarto.- Independencia. Tanto los jueces, como los demás funcionarios judiciales, deben en
conjunto e individualmente, velar por la autonomía de los tribunales y hacerla respetar en toda
circunstancia.

Quinto.- Prudencia. Todo miembro del Poder Judicial debe actuar con diligencia, tino y criterio
en todas las materias en que le corresponda intervenir en razón o con ocasión de sus
funciones, procurando que la forma como las ejercen inspire confianza a la comunidad.

Sexto.- Dedicación. Los jueces y demás funcionarios judiciales deberán tener una disposición
permanente a desempeñar sus cargos con acuciosidad, conocimiento y eficiencia, actuando
con equidad y diligencia en todas las funciones que deban cumplir.

Séptimo.- Sobriedad. Los jueces y otros funcionarios del Poder Judicial deben demostrar
templanza y austeridad tanto en el ejercicio de sus cargos como en su vida social, evitando
toda ostentación que pueda plantear dudas sobre su honestidad y corrección personales.

Octavo.- Respeto. Los jueces y demás funcionarios judiciales deberán demostrar respeto por la
dignidad de todas las personas en las audiencias y demás actuaciones que lleven a cabo con
motivo del desempeño de sus cargos.

Noveno.- Reserva. Los jueces y demás funcionarios judiciales deben mantener absoluta reserva
sobre todos los asuntos que así lo exijan y de los que tomen conocimiento, absteniéndose de
darlos a conocer, emitir opiniones en público o privadas a su respecto, permitir que sean
conocidos por otras personas ni utilizar la información que posean en razón de sus funciones
en beneficio propio o ajeno.
Noveno Bis.- Prohibición de recibir estímulos pecuniarios. Se prohibe a los jueces y demás
funcionarios judiciales la recepción de estímulos de carácter pecuniario, que excedan lo
simbólico, por el ejercicio de sus labores , ya que ello, aparte de crear un ambiente público
desfavorable a la función judicial en general, afecta seriamente la independencia e
imparcialidad de esos funcionarios.

Noveno Ter.- En lo no previsto en este Capítulo, regirán supletoriamente las disposiciones del
Código Modelo Iberoamericano de Etica Judicial, las que pasarán a formar parte del presente
acuerdo".

CAPÍTULO III De la Comisión de Ética de la Corte Suprema Décimo.- La Comisión de Etica tendrá
por objeto prestar cooperación al Pleno de la Corte Suprema en el ejercicio de funciones de
prevención, control y corrección del comportamiento de los Ministros y Fiscal del Tribunal, sin
perjuicio que las faltas de orden propiamente disciplinario en que ellos pueda incurrir se
investiguen y sancionen, si corresponde, a través del procedimiento regulado por Acta
N°1292007, de 1 de agosto de dos mil siete, de esta Corte Suprema.

Undécimo.- La Comisión estará compuesta por el Presidente titular de la Corte Suprema, que la
presidirá y por dos Ministros titulares nombrados por el Pleno de la Corte Suprema, a
proposición de su Presidente".

Duodécimo.- Desempeñará el cargo de Secretario de la Comisión el Prosecretario de la Corte


Suprema, quien hará las veces de ministro de fe de sus actuaciones y acuerdos. Tendrá a su
cargo la custodia y archivo de los antecedentes relativos a los asuntos de que conozca o haya
conocido la Comisión. La Presidencia y la Secretaría de la Corte Suprema facilitarán el personal
y demás apoyo administrativo que requieran las actividades de la Comisión.

Décimo Tercero.- La Comisión actuará presidida por el Presidente Titular de la Corte Suprema.
En caso de ausencia o impedimento de éste, presidirá la Comisión su miembro más antiguo
presente en la sesión. Funcionará con todos sus integrantes y podrá delegar determinadas
actuaciones en alguno de sus integrantes para realizar actuaciones determinadas en asuntos
en que le corresponda participar.

Décimo Cuarto.- Conocerá de las conductas de Ministros y Fiscales Judiciales de esta Corte
Suprema que puedan importar una contravención a la ética judicial o que sean reñidas con la
probidad y la moral y, desempeñará su labor con miras a su prevención, control y corrección.
Salvo que se trata de denuncias manifiestamente desprovistas de fundamento, las que se
desestimarán de inmediato, la Comisión pondrá privadamente en conocimiento del Ministro o
Fiscal afectado la iniciación de un procedimiento a su respecto.

Décimo Quinto.- La Comisión se reunirá convocada por su Presidente, tantas veces como fuere
necesario o también a petición de la mayoría de sus integrantes. Conocerá de los casos que se
encuentren comprendidos en el marco de sus funciones, que le remita el Pleno de la Corte
Suprema o que se canalicen a través de la Oficina de Reclamaciones dependiente de la
Presidencia de esta Corte. Podrá actuar de oficio cuando la naturaleza o urgencia del asunto lo
haga necesario, situación que debe ser calificada por la mayoría de sus miembros.
Los acuerdos que se adopten se consignarán en forma resumida en el acta correspondiente.

Décimo Sexto.- Con cada uno de los asuntos en que intervenga la Comisión se abrirá un
cuaderno reservado al que le otorgará un número de orden y que deberá ser debidamente
foliado. En él se agregarán correlativamente los antecedentes relativos a la situación de que se
trate, y se dejará constancia de todas las actuaciones que se realicen. La Comisión, exigiéndole
reserva, requerirá informes, testimonios y antecedentes a cualquier miembro del Poder Judicial
y podrá encomendarle la ejecución de actuaciones determinadas en que le corresponda
intervenir.

Décimo Séptimo.- Los oficios y demás comunicaciones que debe enviar la Comisión se
despacharán por intermedio del Presidente de la Corte, salvo las que se refieren a citaciones o
asuntos de mero trámite, que serán remitidos por el Secretario de la Comisión, suscribiéndolas
por orden de ésta.

Décimo Octavo.- Comprobada la ejecución de actuaciones que puedan importar una


contravención a la ética judicial, la Comisión reunida o en pleno recibirá las observaciones que
puede formular por escrito o verbalmente el Ministro o Fiscal afectado, dentro del plazo
razonable que se le fije al efecto. Si en ese término no evacuare esa diligencia, se prescindirá
de ella para remitir el informe respectivo Finalizada la labor de la Comisión respecto de un
asunto determinado se acordará el informe sobre hechos investigados que evacuará al Tribunal
Pleno de la Corte Suprema, si el asunto se hubiere originado allí. En los demás casos podrá
disponer se emita el mismo informe, se remitan los antecedentes a quien corresponda resolver
el asunto o se archiven los mismos.

Décimo Noveno.- Transcurridos tres meses desde que se haya producido el término del asunto,
ya sea por haberse evacuado el informe correspondiente u ordenado su archivo, se micro-
filmarán los antecedentes reunidos los que luego serán destruidos completamente. Las micro-
fichas o micro filmes respectivos serán guardados, con la debida reserva, en un archivo que al
efecto llevará el secretario de la Comisión.
Estas micro fichas sólo podrán ser consultadas por los miembros de la Comisión o por aquellas
personas a quienes se les haya facultado para ello por la mayoría de los miembros de la
Comisión de Ética.

Vigésimo.- La Comisión observará estricta y total reserva sobre las materias, asuntos,
antecedentes y documentos que se relacionen con sus actuaciones. La infracción de esta
obligación de parte de los funcionarios o empleados que tomen parte de ellas, constituirá falta
grave para los efectos disciplinarios, sin perjuicio de las demás responsabilidades que puedan
afectarles.

Vigésimo Primero.- La circunstancia de que los integrantes de la Comisión de Ética y Disciplina


hayan intervenido en las indagaciones o actuaciones que lleve a cabo aquella o que concurran
al informe que fuere pertinente, no los inhabilitará para pronunciarse sobre la materia como
miembros del Tribunal Pleno. CAPÍTULO IV Del Procedimiento

Vigésimo Segundo.- Una vez informado el Tribunal Pleno de lo realizado por la Comisión de
Ética, la tramitación de los antecedentes se sujetará a las normas del procedimiento
disciplinario. Transcríbase el presente Auto Acordado a las Cortes de Apelaciones del país y al
señor Secretario de esta Corte Suprema. Publíquese en el sitio web del Poder Judicial. Para
constancia se extiende la presente acta. Lo que cumplo por acuerdo del Tribunal Pleno de esta
Corte Suprema.

 TRANSPARENCIA Y PROBIDAD

Conceptos y Definiciones centrales:

 El concepto de Transparencia, en el sentido que nos interesa es: Una organización


transparente es aquella que hace pública su información. Se trata de una actitud que
despierta confianza en los demás.
 La Transparencia Activa es la obligación que tienen los organismos públicos de entregar
cierta información relevante y actualizada cada mes de cómo están organizados, sus
contratos y contrataciones, así como distintos modos de relación con la ciudadanía
(transferencias, beneficios, mecanismos de participación) entre otros. Esta obligación se
fundamenta en la entrega de información pública relevante a la ciudadanía y al público
en general; entrega que debe ser permanente, actualizada y de forma accesible y
comprensible.

 La Probidad está vinculada a la honradez y la integridad en el accionar. Quien actúa con


probidad no comete ningún abuso, no miente ni incurre en un delito. Lo contrario a la
probidad es la corrupción, que implica un desvío de las normas morales y de las leyes.
La probidad, en definitiva, es una virtud. En una sociedad utópica, todos las personas serían
probas (es decir, actuarían con probidad). De este modo no habría lugar para la corrupción, el
abuso de poder, los sobornos, etc.
Si un juez carece de probidad, no puede administrar justicia. Sus fallos no serán imparciales, ya
que pueden estar determinados por sobornos. De esta manera, un juez que no es probo puede
condenar a prisión a un inocente o dejar en libertad a un asesino.
Todos los funcionarios públicos, de hecho, deben comportarse con probidad. El gobernador de
una provincia que no tiene probidad puede quedarse con fondos públicos, aceptar coimas para
beneficiar a una empresa o impedir que sus opositores políticos hagan uso de sus derechos.

Grupo de Normas que regulan estos temas:

Ley 20742. Perfecciona El Rol Fiscalizador Del Concejo. Fortalece La Transparencia Y


Probidad En Las Municipalidades
Ley 20414 Reforma constitucional en materia de transparencia modernización del estado y
calidad de la política. 04-ene-10
Ley 20285 Sobre acceso a la información pública. 20-ago-08
Ley 20205 Protege al funcionario que denuncia irregularidades y faltas al principio de
probidad. 24-jul-07
Ley 20088 Establece como obligatoria la declaración jurada patrimonial de bienes a las
autoridades que ejercen una función pública. 05-ene-06
Ley 19884 Transparencia limite y control del gasto electoral. 05-ago-03
Ley 19886 Ley sobre bases de contratos administrativos de suministro y prestación de
servicios. 30-jul-03
Ley 19882 Crea la Alta Dirección Pública profesionaliza la función pública establece la
concursabilidad para la promoción de la planta de profesionales y fiscalizadores
determina que el tercer nivel de una planta de personal sea de carrera y no de
exclusiva confianza y fija nuevas políticas de remuneraciones. 23-jun-03
Ley 19880 Establece bases de los procedimientos administrativos que rigen los actos de los
órganos de la administración del Estado. 29-may-03
Ley 19653 Establece la regulación detallada del principio de probidad regula el acceso a la
información pública establece la declaración de intereses. 14-dic-99
Decreto 2 Crea Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés el tráfico de
influencias y la corrupción. Ministerio Secretaría General de la Presidencia. 09-
abr-15
Decreto 20 Aprueba estatutos de funcionamiento del Consejo para la Transparencia.
Ministerio Secretaría General de la Presidencia. 23-may-09
Decreto 250 Reglamento de la Ley Nº 19.886 sobre bases de contratos administrativos de
suministro y prestación de servicios. Ministerio de Hacienda. 24-sep-04
Decreto 826 Complementa regulaciones para el sistema de compras y contrataciones
públicas. Ministerio de Hacienda. 11-dic-02
Decreto 54 Establece política de adquisiciones para el sector público. Ministerio de Hacienda.
28-abr-01
Decreto 1312 Establece sistema de información de compras y contrataciones públicas.
Ministerio de Hacienda. 26-nov-99
Decreto 423 Crea la Comisión Nacional de Ética Pública. Ministerio del Interior.
18-abr-94

CUARTA UNIDAD
 Requisitos Para Optar Al Título De Abogado
• MANDATO JUDICIAL Y CONTRATO DE PRESTACIÓN DE SERVICIOS
PROFESIONALES

El artículo 2116 del Código Civil Chileno dispone que el mandato es un contrato en que una
persona confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta
y riesgo de la primera. El mandato judicial es, entonces, ante todo, un contrato de mandato
especial por el cual se confía una gestión procesal.

El mandato judicial puede ser de dos clases:

a) el mandato de patrocinio; y

b) el mandato de procuratela.

El primero, se encuentra normado entre los artículos 520 a 529 del Código Orgánico de
Tribunales; y, el segundo, entre los artículos 394 a 398 del mismo cuerpo legal. También
existen normas aplicables en la Ley N°18.120 sobre comparecencia en juicio y otras de gran
importancia en el Título II del Libro I del Código de Procedimiento Civil que analizaremos a
continuación. Atendida la naturaleza jurídica del mandato judicial en forma subsidiaria a las
normas citadas habrán de aplicarse, siempre, las generales del contrato de mandato
contenidas en los artículos 2116 y siguientes del Código Civil.

El mandato de patrocinio, entonces, es un contrato de mandato especial mediante el cual una


persona confía a un abogado la defensa de sus derechos en juicio o de otra gestión judicial. En
este caso, un abogado asume la responsabilidad de fiscalizar jurídicamente el asunto a él
encomendado. Con todo, si además se hace necesaria la representación del litigante
(procuratela), el patrocinante también puede asumir esta última, pues el artículo 1° inciso 3°
de la Ley N°18.120 señala en forma expresa que el abogado puede, además, tomar la
representación de su patrocinado en cualquiera de las actuaciones, gestiones o trámites de las
diversas instancias del juicio o asunto.

El mandato de procuratela, en cambio, es un contrato de mandato especial mediante el cual


una persona confía a un procurador la representación de sus derechos en juicio o en otra
gestión judicial. El procurador, por ejemplo, está facultado para hacer presentaciones al
tribunal, asistir a las audiencias de prueba u otras actuaciones que sean necesarias a fin de
agilizar el procedimiento, deducir ciertos recursos, etc.

Diferencias entre el mandato judicial y el mandato civil

a) El mandato civil es naturalmente consensual. El mandato judicial, en cambio, siempre es


solemne, pues la procuratela debe constituirse en alguna de las formas señaladas en el artículo
6° del Código de Procedimiento Civil y el patrocinio en la forma indicada en el artículo 1° inciso
2° de la Ley N°18.120

b) El mandato civil puede ser otorgado a cualquier persona que tenga capacidad civil para
contratar. El mandato judicial, por el contrario, exige que ésta se encuentre, además, habilitada
para ello, esto es, que detenta ius postulandi.

c) El mandato civil termina por la muerte del mandante. El mandato judicial, sin embargo,
subsiste pese a morir el litigante o interesado que lo otorgó (Artículos 396 y 529 del Código
Orgánico de Tribunales)

d) El mandato civil termina cuando ocurre el hecho al que la ley le asigna el mérito para
extinguirlo. El mandato judicial, en cambio, subsiste mientras no conste en el proceso el hecho
que le pone término (Artículo 10 del Código de Procedimiento Civil)
Constitución del mandato Judicial

 El Mandato de Patrocinio

Conforme a lo prevenido en el artículo 1° inciso 2° de la Ley N°18.120 el patrocinio se entiende


constituido por el hecho de poner el abogado su firma en la primera presentación formulada al
tribunal, indicando su nombre, apellido y domicilio.

Esta obligación del abogado de consignar en la primera presentación escrita las exigencias
legales referidas ha sufrido algunas modificaciones a partir de la implementación de los
sistemas de litigación virtual en los diferentes tribunales del país.

Si bien, las exigencias aludidas subsisten para los abogados particulares, ellas no son exigidas
a los fiscales del Ministerio Público que hacen su primera presentación al tribunal por medio del
sistema de interconexión informática, la acreditación de sus calidades de abogado se verifica
con el sólo registro en el tribunal de los decretos en los que constan sus nombramientos. Ello
es así, porque la comparecencia de los fiscales no lleva jamás implícita la existencia del
contrato de mandato judicial, toda vez que sólo representan a los intereses difusos de la
sociedad y, si bien, la ley les impone una serie de obligaciones respecto de las víctimas, las
pretensiones procesales personales de éstas deben siempre ser formuladas al tribunal por un
abogado particular.

 El Mandato de Procuratela

Esta clase de mandato judicial puede constituirse de diversos medios. Los habituales son los
siguientes:

a) Por escritura pública otorgada ante Notario. Si bien es cierto el artículo 6° inciso 2° N°1 del
Código de Procedimiento Civil también alude a la escritura pública otorgada por un Oficial del
Registro Civil autorizado para ello, el artículo 35 de la ley N°19.477 que aprobó la Ley Orgánica
del Servicio de Registro Civil e Identificación dispone que los oficiales civiles titulares de
oficinas ubicadas en circunscripciones en que no exista Notario, sólo se encuentran facultados
para intervenir como ministros de fe en la autorización de firmas estampadas en su presencia
en documentos privados. Así las cosas, la remisión normativa al oficial del registro civil del
Código de Procedimiento Civil debe entenderse, a la fecha, tácitamente derogada;

b) Por medio de un acta extendida ante un juez de letras o un juez árbitro y suscrita por todos
los otorgantes (Artículo 6 inciso 2° N°2 del Código de Procedimiento Civil); Esta forma de
constituir el mandato judicial es la que se verifica habitualmente en la primera asistencia de
alguna de las partes a un comparendo o a una audiencia pública, presidida directamente por el
juez de la causa. (Por ejemplo, lo normal es que el imputado en la misma audiencia de control
de la detención ante el juez de garantía otorgue patrocinio y poder a su abogado defensor)

c) A través de una declaración escrita del mandante (litigante o interesado) autorizada por el
Secretario del tribunal que esté conociendo de la causa o por el Jefe de la Unidad
Administrativa a cargo de la Administración de Causas del respectivo tribunal (Artículo 389 G
del Código Orgánico de Tribunales con relación al artículo 4° de la Ley N°18.120)

Esta constituye la vía ordinaria a través de la cual se constituye el mandato de procuratela. La


declaración escrita a que se refiere la ley se realiza en un otrosí del escrito respectivo que se
presenta al tribunal;

d) El endoso en comisión de cobranza al dorso de una letra de cambio, pagaré o cheque


(Artículo 29 inciso 2° de la Ley N°18.092 sobre Letras de Cambio y Pagarés; y artículo 11 inciso
4° de la Ley Sobre Cuentas Corrientes Bancarias y Cheques)
El endoso en comisión de cobranza es el escrito por el cual el tenedor legítimo de una letra,
pagaré o cheque la entrega en cobro a otra persona. Normalmente este escrito se verifica al
dorso del documento o en una hoja de su prolongación.

El tenedor legítimo de cualquiera de los documentos mercantiles mencionados, entonces, se


encuentra facultado para endosarlo en comisión de cobranza lo que produce como efecto que
el endosatario en cobranza puede cobrar y percibir, incluso judicialmente, teniendo, además,
todas las atribuciones propias del mandatario judicial con relación a dicho documento, incluidas
aquellas que conforme a la ley requieren mención expresa. Sin embargo, como el mandatario
en comisión de cobranza sólo puede comparecer ante los tribunales en la forma exigida por la
ley, si cobro del documento se realiza en juicio, no obstante la existencia del endoso, de todos
modos deberá constituir el patrocinio y poder conforme a las reglas generales ya analizadas.

Sanciones por la Omisión del Mandato Judicial

La falta de designación de abogado patrocinante produce como efecto que la presentación no


pueda ser proveída por el tribunal, esto es, no se le dará curso y se tendrá por no presentada
(Artículo 1° inciso 2° de la Ley N°18.120)

Si la presentación respectiva, en cambio, se verifica sin concurrir mandatario habilitado, el


tribunal ordenará la debida constitución del mandato dentro del plazo de tres días y, si así no
se hiciere, se tendrá por no presentado el escrito para todos los efectos legales (Artículo 2°
inciso 4° de la Ley N°18.120)

Relación Entre El Mandato Judicial Y La Agencia Oficiosa

La agencia oficiosa se encuentra regulada en los incisos 3° y 4° del artículo 6° del Código de
Procedimiento Civil. Constituye una excepción a las reglas sobre constitución del mandato a
que nos hemos referido más arriba.

El agente oficioso, es una persona habilitada legalmente para ser mandatario judicial, pero que
comparece a nombre de alguna de las partes en el proceso, sin exhibir título alguno que la ley
reconozca para tener por constituido el mandato judicial. En la práctica, el agente oficioso
ofrece al tribunal una garantía en orden a asegurar que la parte a quien dice representar
ratificará lo expuesto por aquél más adelante. Esta garantía se denomina fianza de rato o de
ratificación.

Facultades del Mandatario Judicial

Si consideramos que el mandato judicial es un tipo especial de contrato de mandato y


aplicamos las normas sobre la teoría general del acto jurídico bien podemos sostener, a
propósito de las facultades del mandatario judicial, que éstas pueden ser de la esencia, de la
naturaleza y puramente accidentales (Artículo 1444 del Código Civil)

Facultades Ordinarias o de la Esencia

Estas facultades son aquellas inherentes al mandato judicial y, por lo mismo, se entienden
implícitas en él aunque no se concedan expresamente. A estas facultades se refiere el artículo
7° inciso 1° del Código de Procedimiento Civil, cuando indica que el poder para litigar se
entiende conferido para todo el juicio en que se presente y aun cuando no exprese las
facultades que se conceden, autoriza al procurador para tomar parte, del mismo modo que
podría hacerlo el poderdante en los trámites e incidentes del juicio y en todas las cuestiones
que por vía de reconvención se promuevan, hasta la ejecución completa de la sentencia
definitiva. Cualquier cláusula en la que se niegue o limite estas facultades es nula, de nulidad
absoluta.
La excepción a estas facultades de la esencia está referida a aquellos casos en la que ley en
forma expresa limita el alcance del mandato y, particularmente, cuando se exige la
comparecencia personal del litigante al proceso. Esta excepción ha cobrado gran relevancia en
la actualidad con motivo de las audiencias orales a que dan origen los nuevos procedimientos
implementados en los diferentes tribunales del país. Así, por ejemplo, en materia procesal
penal existen varios tipos de audiencias en las que la presencia personal del imputado – no
obstante haber conferido mandato – constituye un requisito de validez de la misma. Por
ejemplo, la audiencia de control de la detención, la de imposición de medidas cautelares
personales, suspensión condicional del procedimiento, etc.

En otros casos, en cambio, la ley faculta al litigante que ha constituido mandato a no


comparecer a una audiencia oral, pero somete la procedencia de lo anterior a un control
judicial previo. Así, por ejemplo, el artículo 60 de la Ley N°19.968 referido al procedimiento
ordinario ante los juzgados de familia establece que las partes deben concurrir personalmente
a la audiencia preparatoria y a la de juicio, sin perjuicio de la presencia de sus patrocinantes y
apoderados, cuando los tengan. Excepcionalmente, sin embargo, esta norma faculta al juez
para eximir a la parte de comparecer personalmente, lo que deberá hacer por resolución
fundada.

Facultades de la Naturaleza

Las facultades de la naturaleza son aquellas que se presumen siempre incorporadas al


mandato judicial. La exclusión de las mismas requiere de una cláusula expresa.

La jurisprudencia ha entendido que la facultad de la naturaleza característica del mandato


judicial es la delegación de éste. Se encuentra reconocida en el inciso 1° del artículo 7 del
Código de Procedimiento Civil cuando indica que el procurador puede delegar el poder
obligando al mandante, a menos que se le haya negado esta facultad.

Esta facultad de delegar el mandato puede ser ejercida por el procurador una sola vez, esto es,
el delegado no puede delegar nuevamente el mandato a otra persona, so pena de nulidad
procesal. Así, por lo menos, lo ha reconocido reiteradamente la jurisprudencia de nuestro país.

Facultades Accidentales o Extraordinarias

Estas facultades son aquellas contenidas en el inciso 2° del artículo 7° del Código de
Procedimiento Civil y se caracterizan por no formar parte del mandato salvo que exista una
mención expresa del mandante. Existe jurisprudencia que ha señalado que para tener por
conferidas estas facultades basta una mención genérica a las facultades del inciso segundo del
artículo séptimo del Código de Procedimiento Civil; otros fallos, en cambio, han sostenido que
se requiere de la mención expresa de las facultades extraordinarias otorgadas, particularmente
cuando se desea garantizar eficazmente los derechos de los litigantes; por ejemplo, la facultad
de transigir o la de percibir.

Las facultades susceptibles de ser incorporadas al mandato por la vía de una cláusula
accidental son las siguientes:

a) Desistirse en primera instancia de la acción deducida: El desistimiento es una declaración


unilateral de voluntad del demandante en cuanto a no perseverar con la pretensión procesal
contenida en una demanda ya notificada a la contraparte; se encuentra regulado a propósito
de los incidentes especiales en el artículo 148 y siguientes del Código de Procedimiento Civil. El
efecto procesal del desistimiento es enorme, razón por lo cual se justifica plenamente la
exigencia legal en orden a exigir cláusula expresa. Efectivamente, el artículo 150 del cuerpo
legal citado dispone que la resolución que acepta el desistimiento extingue las acciones
(pretensiones) a que él se refiere, respecto a las partes y a todas las personas a quienes habría
afectado la sentencia del juicio a que se pone término.
b) Aceptar la demanda contraria: La aceptación de la demanda o allanamiento (Artículo 313 del
Código de Procedimiento Civil) es la declaración unilateral de voluntad del demandado en
cuanto a aceptar todos los fundamentos de la pretensión deducida en su contra en la demanda
– de hecho y de Derecho –

Por regla general la aceptación se encuentra permitida en todos los procedimientos de orden
civil, con excepción de aquellos en que se prohíbe la transacción, porque en estos últimos
aparecen involucrados intereses que el Estado desea cautelar directamente a través del
proceso. Así las cosas, por ejemplo, la aceptación de la demanda se encuentra prohibida en los
juicios que versen acerca del estado civil de las personas (Artículo 2450 del Código Civil)

En materia penal la aceptación de la imputación formal de cargos por parte del imputado
produce importantes efectos según sea la naturaleza del procedimiento utilizado por el
persecutor penal. En el procedimiento monitorio produce la ejecutoriedad de la sentencia
condenatoria; en el procedimiento simplificado y abreviado, en cambio, provoca la sustitución
del marco de penas susceptibles de ser aplicadas y del procedimiento contradictorio propio del
juicio oral. Sin embargo, la naturaleza particular del proceso penal conlleva necesariamente, en
estos dos últimos casos, que el allanamiento conste en una declaración formal y personal del
imputado; en otras palabras, esta facultad no puede formar parte del mandato, pues se trata
de un acto personalísimo e indelegable de quien aparece involucrado en un hecho punible en
calidad de autor, cómplice o encubridor.

c) Absolver posiciones: La absolución de posiciones es una actuación procesal constitutiva de


un medio de prueba en base al cual una de las partes en el proceso declara sobre los hechos
de la causa a petición de la contraparte.

No obstante que el mandatario con poder suficiente puede declarar a nombre de su mandante,
existen algunos fallos que han considerado que la declaración acerca de hechos propios,
faculta excepcionalmente a los tribunales para exigir, de todos modos, la comparecencia
personal del litigante de que se trata.

d) Renunciar a los recursos y a los plazos legales: La facultad de renunciar a los recursos se
encuentra vinculada a la conformidad con las resoluciones pronunciadas por el tribunal,
absteniéndose el litigante, pues, de deducir recursos procesales respecto de la decisión del
órgano jurisdiccional que lo ha juzgado. La renuncia a los plazos regulados en la ley procesal,
por su lado, generalmente tiene su origen en el interés de la parte o de las partes en el proceso
en cuanto a agilizar la tramitación de éste.

e) Transigir: La transacción el artículo 2246 del Código Civil la define como un contrato en
virtud del cual se termina extrajudicialmente un litigio pendiente o se precave un litigio
eventual. Procesalmente, sin embargo, esta convención se hace también extensible para los
efectos de las facultades del mandato a los acuerdos que se producen dentro del proceso a
título de avenimiento o de conciliación.

f) Comprometer: Se trata de la facultad para celebrar el contrato de compromiso. A ello nos


referimos en el capítulo anterior cuando abordamos el tema de la justicia arbitral.

g) Otorgar a los árbitros facultades de arbitradores. También profundizamos en esta materia a


propósito de los jueces árbitros. Se trata, pues, de la facultad para designar árbitros que se
someten al procedimiento fijado por las partes y en su defecto a las normas subsidiarias del
Código de Procedimiento Civil y para que fallen, asimismo, conforme a la prudencia y a la
equidad.

h) Aprobar convenios: Los convenios son convenciones celebradas en el procedimiento de


quiebra entre el fallido (deudor declarado en quiebra) y la masa de sus acreedores.
i) Percibir: Es la facultad para recibir o retirar el dinero o valores que se deban entregar a
alguno de los litigantes durante la tramitación del proceso.

Extinción o Término del Mandato.

El mandato termina por las mismas causales que el contrato de mandato civil, con la salvedad
ya subrayada en cuanto a que la muerte del mandante (demandante o demandado) no
extingue el mandato judicial (Artículos 396 y 529, ambos, del Código Orgánico de Tribunales)

Sin embargo, a partir del artículo 10 del Código de Procedimiento Civil se colige, además, que
el término del mandato judicial exige una causa legal que conste o se acredite
fehacientemente en el proceso.

En consecuencia, el mandato judicial puede terminar por la muerte del mandatario en cuyo
caso habrá que designar otro abogado o procurador en su remplazo; por renuncia del
mandatario, caso en el cual éste se encuentra obligado a poner la renuncia en conocimiento
del mandante, así como también, el estado de avance del proceso (Artículo 10 Inciso 2° del
Código de Procedimiento Civil); y por revocación del mandato, oportunidad en la que el
mandante deberá designar un nuevo procurador para seguir compareciendo en la causa.

La Responsabilidad Del Mandatario Judicial Puede Ser Civil, Penal O Disciplinaria.

 La Responsabilidad Civil: es aquella que deriva tanto del contrato de procuratela como
del de patrocinio, pues respecto de ambos, se aplican las reglas generales de la teoría general
del contrato reguladas en el Código Civil. Así las cosas, el incumplimiento de las obligaciones
contraídas produce todos los efectos de la responsabilidad civil contractual. Además, atendidas
las particularidades del contrato de procuratela, la ley hace personalmente responsable a
mandatario de las gestiones encargadas, sin perjuicio de la responsabilidad que podría
corresponder al mandante. Esta responsabilidad civil se hace efectiva obligando al pago de las
costas procesales al procurador cuando la parte por la cual actúa es vencida totalmente en un
juicio o en un incidente. (Artículos 28 y 144, ambos, del Código de Procedimiento Civil)

Las costas causadas en juicio pueden ser personales o procesales. Las primeras se relacionan a
los honorarios de los profesionales que intervienen en el pleito y son generalmente de cargo
del litigante vencido; las segundas, en cambio, aluden a los costos monetarios derivados de la
litigación (pago de los derechos del Receptor judicial, derechos por inscripciones, subastas o
almacenaje de especies embargadas etc.)

 La Responsabilidad Penal: es aquella que nace de la sentencia ejecutoriada que declara


que el mandatario ha incurrido en una conducta tipificada como delito con motivo del
desempeño del mandato judicial. En el tema que nos ocupa existen dos delitos especiales
susceptibles de ser cometidos por el abogado o el procurador. En efecto, el artículo 231 del
Código Penal sanciona al abogado o procurador que, con abuso malicioso de su oficio,
perjudica a su cliente o revela sus secretos y, por su parte, el artículo 232 del mismo cuerpo
legal, sanciona al abogado que, teniendo la defensa actual de un pleito, patrocina
simultáneamente a la parte contraria en el mismo asunto o negocio. El abogado o procurador
en el ejercicio de su cargo, sin embargo, puede también incurrir en otras figuras penales
respecto de las cuales su calidad resulta indiferente, tales como: apropiación indebida de
dinero de su mandante, falsificación de instrumento público, estafa, falso testimonio, etc.

 La Responsabilidad Disciplinaria: se hace efectiva cuando el mandatario o abogado


incurre en una conducta, si bien no delictual, contraria a los parámetros éticos que deben
enmarcar su actuar. Por ejemplo, expresarse en forma grosera o insolente respecto del juez o
de un colega que representa los intereses de la parte contraria o demostrar una conducta
abiertamente negligente en el desempeño del mandato. Dicha responsabilidad, entonces,
puede hacerse efectiva ante el juez de la causa a partir de la denominada jurisdicción
disciplinaria que ya hemos analizado en capítulos anteriores o solicitando, si es el caso, la
intervención del Colegio Profesional de Abogados a objeto de que éste aplique las sanciones
pertinentes. Con relación a este último conviene tener presente que la última modificación
introducida al artículo 19 N°16 de la Constitución Política de la República por la ley N°20.050 de
2005 estableció que los colegios profesionales constituidos en conformidad a la ley y que digan
relación con tales profesiones, están facultados para conocer de las reclamaciones que se
interpongan sobre la conducta ética de sus miembros. La modificación constitucional que
comentamos además introduce una interesante norma programática, pues se hace cargo de
los profesionales no asociados, indicando que serán juzgados por los tribunales especiales
establecidos en la ley.

 El contrato a honorarios es una convención en virtud de la cual una parte se encuentra


obligada a prestar servicios específicos, por un tiempo determinado a favor de otro, el que a
su vez se obliga a pagar una cierta cantidad de dinero por dichos servicios. Este contrato no
puede tener una duración superior al necesario para desarrollar la labor específica para la
cual se celebró.

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