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La singularidad irrepetible
Otra tautología
Señalaba antes la especie de afinidad subterránea que liga, para la
mayoría de nuestros contemporáneos, los términos «persona» y
«dignidad». Añadiré ahora otra asociación de vocablos también muy
corriente entre todos ellos: la que apareja de manera indisoluble
persona humana y singularidad. «Cada uno es cada uno», «todo ser
humano resulta único e irrepetible», «cada persona es un mundo»:
estas y otras expresiones por el estilo abundan también profusamente
en los diálogos y en los testimonios escritos de cuantos componen
nuestro cosmos.
Se trata asimismo de una doctrina clásica. Por ejemplo, Tomás de
Aquino no duda en sostener, a propósito de ciertas controversias
teóricas, que singularidad equivale, en sentido estricto, a personalidad o
personeidad. A lo que añade:
… con el nombre de persona queremos significar formalmente la
incomunicabilidad o la individualidad de aquellas realidades que subsisten en
la naturaleza.
Y después:
… el nombre de persona no designa simplemente el hecho de subsistir
[…], sino la condición por la que algo es distinto e incomunicable.
1
GILSON, Étienne, El espíritu de la filosofía medieval, Rialp, Madrid, 1981, pp. 206-
207, nota 17.
2
PALACIOS, Leopoldo-Eulogio, “La persona humana”, en AA.VV., El concepto de
persona, Rialp, Madrid 1989, p. 45. La misma doctrina, más general, en este otro
texto: «“Acción” es un término analógico. Su referente primario es la acción humana o
personal —la acción de un agente que es “dueño de sus actos”. Por extensión
analógica, también es atribuido a los sujetos no personales. La analogía es tal que nos
permite aislar ciertos rasgos de acción comunes a acciones personales y no
personales.» (BROCK, Stephen L., Acción y conducta. Tomás de Aquino y la teoría de la
acción, Herder, Barcelona 2000, p. 17).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Cornelio Fabro plantea traducir ese vocablo por «il Singolo», cuya
versión directa en castellano sería «el Singular»: y pone así de relieve
cuanto de irrepetible y, en cierto modo, de extraño y excepcional
encierra cada persona. La misma versión propone Mesnard. Y Viallaneix,
por su parte, traduce den Enkelte mediante el correspondiente francés
de «el único», y deja bien patente la centralidad de la cuestión al
subtitular su más conocida monografía sobre Kierkegaard: El único ante
Dios.
En efecto, Kierkegaard atribuye una importancia excepcional al
individuo en cuanto tal, hasta el punto de llegar a escribir:
«El Singular»: con esta categoría se mantiene en pie, o cae, la causa del
cristianismo (…). Por cada hombre que yo pueda atraer a esta categoría de
«el Singular», me comprometo a hacer que se convierta en cristiano; o
mejor, puesto que nadie puede hacer esto por otro, le garantizo que lo será .
3
3
KIERKEGAARD, Søren, Diario, VIII 1 A 482.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
4
FORMENT, Eudaldo, Principios básicos de bioética, Palabra, Madrid 1990, p. 18.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Y añade:
En las biografías no se determinan las características o propiedades
universales de los hombres, sino que se intenta exponer la vida de un
hombre individual, de una persona. Con una biografía no se pretende
elaborar una antropología, ni tampoco un estudio metafísico sobre el ente
personal, sino explicar la vida de una persona, en cuanto esta es algo
individual y propio, es decir, narrar su vida o vida personal . 5
Las biografías
¿Extrañará, entonces, que la más conocida de las obras de San
Agustín —a quien vimos definir a cada hombre como persona— adopte
el estilo autobiográfico, con una maestría y una penetración que
probablemente todavía no hayan sido superadas?
En efecto, en sus Confesiones no es el hombre en general lo que
atrae la capacidad de reflexión de Agustín de Hipona, sino este y aquel
hombre concreto, cada uno en su propia singularidad irrepetible y con
sus particulares problemas. En definitiva, y si quisiéramos resumir, es el
hombre en cuanto persona, concreta e irreiterable.
Por todo ello, la filosofía de San Agustín se muestra tremenda y
decididamente enaltecedora de la persona. Como acabo de sostener, no
es el hombre lo que le interesa, sino la persona y, más en particular —
parece decir—, mi persona, en toda la riqueza de sus matices y sus
luchas y vicisitudes interiores. O, si se prefiere, el gran problema del yo.
Por eso dejará escrito:
Yo mismo me había convertido en un gran problema (magna quaestio)
para mí.
Y también:
No comprendo todo lo que soy.
5
FORMENT, Eudaldo, Principios básicos de bioética, cit., p. 22.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
El incomparable
Escribe Rafael Tomás Caldera:
La dignidad inalienable del hombre se muestra sobre todo cuando no hay
en el hombre nada más que su humanidad. Cuando ya no le queda juventud,
belleza, poder, inteligencia, riqueza o cualquiera otra de esas características
por las cuales una persona puede dispensarnos un favor, sernos agradable,
ser un motivo de atracción. Cuando a una persona no le queda nada, sino su
condición de persona en el sufrimiento, en ese instante se pone de relieve
con mayor elocuencia su dignidad inalienable. Por ello, la llamada a
manifestar amor a la persona en ese momento es una pieza esencial de la
cultura moral, del cultivo del corazón humano, y piedra de toque de la
civilización .
6
7
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, pp. 43-44.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
8
KIERKEGAARD, SØREN, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, p. 51.
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona
Los débiles
Pero si la grandeza solo se consigue cuando no se establecen
confrontaciones, resalta con especial fulgor, como ya anticipé, la
dignidad de los débiles. Y, si apelamos a ámbitos ciertamente distintos
pero relacionados, la dignidad del alumno menos aplicado o más
cargante, la del amigo que pasa por particulares dificultades interiores,
la del cliente con menos medios económicos, la del cónyuge en
momentos de especial desvalimiento…
En todos estos casos puede ser oportuno reflexionar sobre las
siguientes palabras, que Gonzalo Herranz estampó en otro contexto:
… una de las ideas más fecundas y positivas, tanto para el progreso de la
sociedad como para la educación de cada ser humano, consiste en
comprender que los débiles son importantes. De esa idea nació precisamente
la Medicina. […] Ser débil era, en la tradición médica cristiana, título
suficiente para hacerse acreedor al respeto y a la protección .
11
9
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, pp. 163-164.
10
KIERKEGAARD, Søren, Los lirios del campo y las aves del cielo, Guadarrama, Madrid
1963, p. 164.
11
HERRANZ, Gonzalo, “El respeto médico a la vida terminal”, en Servicio de
documentación Montalegre, año VIII, 3ª época, semana del 22 al 28 de julio de 1991,
p. 8).
Tomás Melendo. Libro: Dimensiones de la Persona