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Voces: ​COMERCIANTE ~ RENDICION DE CUENTAS

Título: ​¿Cuándo deben rendir cuentas los comerciantes?


Autores: ​Kabas de Martorell, María Elisa Martorell, Ernesto E.
Publicado en: ​LA LEY1990-A, 571
Fallo comentado: ​Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala E (CNCom)(SalaE) ~ 1988/02/04 ~
Togs, S. A. c. Indumenti, S. A.
Cita Online: ​AR/DOC/13316/2001
Tal como se desprende de la lectura de este pronunciamiento, más allá de las cuestiones alegadas como
defensa por la demandada, el quid del mismo se reduce a la necesidad de obtener la respuesta adecuada para un
interrogante: ¿En qué casos procede hacer lugar a la acción judicial por rendición de cuentas?
Una primera precisión impuesta por la lógica, obliga a determinar qué se debe entender por "rendición de
cuentas". Sobre el punto, y de estar lo sostenido por calificada doctrina, se puede definir al instituto como
"informar adecuadamente a un interesado, de la forma, condiciones y resultados de un determinado negocio,
presentando una representación gráfica y contable de todas las operaciones, acompañadas de comprobantes que
justifiquen y explicaciones que lo hagan claro" (véase Romero, José Ignacio; "Curso de derecho comercial", t. I,
p. 399, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1983).
A su vez, por "cuenta" se debe tener a "la descripción gráfica de los diversos hechos y resultados pecuniarios
relativos a una operación", siendo ése el sentido con el cual ha empleado la palabra el art. 33, inc. 4º del Cód. de
Comercio (Romero, ibídem, p. 400).
Frente a la cuestión de la rendición, la doctrina nacional ha interpretado que la normativa contempla dos
casos bien separados y distintos:
1. Por una parte, la obligación de rendir cuentas que pesa sobre todo comerciante que ha actuado por cuenta
de otro. En la fattispecie, el deber surge de la estipulación contractual que lo ha vinculado con el tercero, y
aparece establecida por el art. 70 del Cód. de Comercio, que regula el caso de manera análoga al Código Civil.
2. Por la otra, se encuentra la obligación de rendir cuentas que la ley pone en cabeza del comerciante, como
obligación propia de su "status profesional", y que se rige por las disposiciones del art. 68 del Cód. de
Comercio.
Cabe señalar, que nuestra normativa mercantil no es al respecto novedosa, ya que --como se ha recordado
acertadamente-- existe un gran paralelismo por ejemplo, entre la misma y el art. 63 del Cód. de Comercio
Portugués, en cuanto este determina:
"Os comerciantes sao obrigados à presentaçao des contas: nas negociacioes no fim da cada una; nas
transaccoes comerciais de curso seguido, no fim de cada año; e no contrato de conta corrente, ao tempo do
encerramento".
Este paralelismo, también ha sido destacado --con abundantes citas de Diego Pereira Forjaz de Sampaio
Pimentel-- por Satanowsky, a cuya obra nos remitimos para evitar mayor abundamiento (vid. Satanowsky,
Marcos; "Tratado de derecho comercial", t. III, ps. 293 y sigts., Buenos Aires, 1957, Ed. Tea).
Llegado a este punto, resulta entonces claro que, en el caso del comerciante que en calidad de socio,
mandatario o gestor, ha intervenido en una operación en la que se halla interesado un tercero, la obligación de
rendir cuentas resultará incontestable (vid. Argeri, Saúl A.; "Diccionario del derecho comercial y de la
empresa", p. 341, Buenos Aires, Ed. Astrea, 1982), ya que aparecerá impuesta por su doble condición de sujeto
que hace del comercio su profesión habitual, y que --además-- ha manejado fondos total o parcialmente ajenos.
Esta es precisamente la hipótesis de autos, en donde el deber de rendir cuentas de "Indumenti S. A." (hoy en
quiebra), lo imponía su doble calidad de comprometida contractualmente a procesar bienes ajenos (en interés
que también --cuento menos parcialmente-- era ajeno), y de comerciante; categoría profesional ésta en la que
incontestablemente se encuadraba, a raíz de tratarse de una sociedad anónima (art. 1º, ley de sociedades --Adla,
XLIV-B, 1319--).
Se agrega también en el voto del doctor Ramírez (camarista preopinante), que la obligación de rendir
cuentas "no requiere la caracterización jurídica de la relación que liga a las partes o la ubicación de ella en
alguno de los contratos típicamente preceptuados por la ley", acotándose luego que basta --a ese fin-- la
existencia de negociaciones en las cuales se hayan administrado bienes, gestionado negocios total o
parcialmente ajenos, o ejecutado un hecho que suponga manejos de fondos ajenos o de bienes que no le
pertenezcan en propiedad o involucren un interés ajeno.
¿Cuál es el fundamento que da base a la obligación referida?
Es sabido desde antiguo, que tanto el liberalismo económico como el individualismo que lo caracterizó,
encontraron en el principio de no injerencia en la esfera jurídica ajena, uno de los grandes pilares del sistema
jurídico que iban a construir (vid. Doral, J. A. y Pasquau, M.; "Unidad y pluralidad en el derecho civil", Anales
de la Cátedra Francisco Suárez, ps. 1 y sigts. Madrid, 1982).
Es que en verdad, sería prácticamente imposible entender el verdadero alcance de la negotioriun gestio, si no
la referenciáramos con el principio anteriormente mencionado, del que constituye una verdadera excepción
(Pasquau Liaño, M. "La gestión de negocios ajenos" ps. 33 y sigts., Madrid, Montecorvo, 1986).
Hace cerca de cuatro décadas, se preguntaba un autor italiano acerca de las razones de que existieran tan
pocos casos de gestión de negocios ajenos en su país (véase Mirabelli, G. "L'atto non negoziale nel diritto
privato italiano", p. 256, Napoli, 1955). La respuesta ha sido hallada por Maruitte en la fisonomía tan particular
que adquiere el instituto, y en las acciones que del mismo se derivan (conf. Maruitte, M., "La notion juridique de
gestion d'affaires", p. 64, París, 1930).
Dichas acciones, nacen --precisamente-- como contrapartida de la tolerancia a la intromisión en la esfera
jurídica ajena, no viéndose enervadas por el hecho que la gestión se produzca con relación a un negocio que sea
en parte ajeno y en parte propio (vid. Messineo, Francesco: "Manual de derecho civil y comercial", p. 445
Buenos Aires, 1971), porque el deber de rendir cuentas aparece siempre que la actuación --mezclada con el
interés propio-- revele alienidad.
Pareciera entonces, que lo que abre la vía para este reclamo, no es que el sujeto que manejó los bienes
poseyera o no un título que lo habilitara a hacerlo, sino el hecho de que los mismos fueran --cuanto más no sea
parcialmente-- ajenos.
En definitiva, y para concluir, estimamos que el pronunciamiento comentado se ajusta a la lógica, y se
adscribe al criterio difundido como pacífico entre la doctrina y los magistrados que actúan en el campo del
derecho comparado, tal como surge del 4º consid. del Fallo dictado por el Tribunal Supremo de España el 14 de
Mayo de 1965, en el que se sostuvo "Sea cualquiera el papel que, en todo caso, pueda atribuirse al demandado,
como mandatario, gestor, socio, administrador, gestor del negocio común, etc., todo ello no le exime de tal
primordial obligación, como es la de efectuar la rendición de cuentas, que alcanza a cuantos manejen o
administren caudales ajenos o comunes" (cit. por Manuel Pasquau Liaño en su op. menc. supra, p. 268).
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723).

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