UNAM

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: INVESTIGACIONES SOCIALES
 La utilidad social de los conocimientos científicos
como problema sociológico

Juan Pablo Zabala

INTRODUCCIÓN

La utilidad social de los conocimientos científicos, la capacidad que

éstos tienen de convertirse en un recurso para otros actores ajenos al
campo científico, ha sido uno de los ejes centrales en torno al cual se
desarrollaron las reflexiones sobre las relaciones entre ciencia y socie-
dad. El análisis de los procesos por los cuales estas capacidades se con-
vierten en insumos reales (y las consecuencias que esto tiene) ha ocu-
pado, pues, un espacio fundamental en el desarrollo de diferentes
disciplinas, tal como la política científica, la economía de la innova-
ción y la sociología de la ciencia.
En tanto objeto de análisis, el problema de la utilidad de los co-
nocimientos científicos ha sido abordado a partir de diferentes pers-
pectivas, que pueden a su vez ser remitidas a distintos niveles de los
procesos sociales. En este trabajo se identifican tres niveles de análi-
sis principales en los que se ha planteado el problema de las relacio-
nes entre la producción de conocimiento y los procesos de apropia-
ción: a) uno es el nivel macrosocial, donde la utilidad es pensada en
términos históricos en relación con el desarrollo del orden social; b) otro
es el nivel institucional, donde se analiza la forma en que los entor-
nos institucionales alientan u obstaculizan los procesos de apropiación
de los conocimientos cientificos y e) el nivel de análisis que se centra
en las interacciones entre actores, donde la utilidad es el resultado de
procesos concretos de apropiación.

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 Juan Pablo Zabala
DISTINTOS NIVELES EN EL ANÁLISIS DE LA UTILIDAD
La utilidad de los conocimientos científicos, en tanto problema de las
ciencias sociales, se encuentra vinculado directamente a las relaciones
existentes entre el desarrollo de la ciencia, como principal institución
social de producción de conocimientos, y las transformaciones que es-
to implica en el desarrollo de las sociedades, ya sea en sus capacida-
des de producción, de defensa, en la salud o las comunicaciones. Des-
de un punto de vista histórico, es innegable que ha existido una
relación estrecha entre estos términos y la importancia de los conoci-
mientos científicos y técnicos en el desarrollo de las sociedades indus-
triales modernas, desde la revolución industrial hasta los últimos de-
sarrollos de la informática y la biotecnología, es ampliamente
aceptada.
Ahora bien, la capacidad de los conocimientos científicos de
brindar elementos que permitan una mayor explotación de la natura-
leza se convierte en un recurso concreto en la medida en que se pro-
ducen procesos sociales de apropiación de esos conocimientos. En
estos procesos, que analíticamente han sido concebidos como cadenas
de apropiación de conocimientos (Vaccarezza, 2002), se involucran
múltiples actores e instituciones en las diferentes instancias de pro-
ducción y apropiación de esos productos de conocimiento: los produc-
tores de conocimiento, quienes se apropian de ese conocimiento, como
así también las instituciones donde esos conocimientos son produci-
dos y las diferentes políticas públicas, ya sean éstas de promoción o
regulación de la actividad científica. La idea de concebir a este proce-
so como una cadena resulta útil a esta exposición, en la medida en que
pone al descubierto las múltiples dimensiones presentes en la utiliza-
ción de los productos de conocimiento, concibiendo a éste como el re-
sultado de un proceso social. No significa esto que se plantee la
existencia de relaciones causal es necesarias entre las diferentes instan-
cias de este proceso, tal como sugiere la idea del Modelo Lineal de In-
novación (que considera que existe una relación suficiente y
secuencial entre producción de conocimiento científico, desarrollo de
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La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
tecnologías y desarrollo social), sino que se traza una diferencia ana-
lítica entre estas diferentes instancias, lo que abre paso a un análisis
detallado de cada una de ellas y de las relaciones que entre éstas se
establecen.
El análisis de las relaciones entre producción y utilización de co-
nocimiento ha sido uno de los principales temas en las reflexiones
acerca de las relaciones entre ciencia y sociedad. Gran parte de esa
centralidad se debe a que es en este punto donde se articulan los de-
sarrollos de diferentes disciplinas (en especial la política científica, la
economía de la innovación y la sociología de la ciencia) que toman a
la ciencia como objeto de estudio, si bien cada una de ellas tiene preo-
cupaciones específicas que exceden el tema.
Partiendo de esta base, es posible distinguir entonces diferentes
niveles de análisis de la utilidad, que serán expuestas a continuación
con el objetivo de ofrecer un panorama de los distintos enfoques des-
de los que el tema ha sido problematizado, como una estrategia de ar-
ticulación en la discusión de un problema complejo.
a) La utilidad en el nivel macrosocial
Si bien es indiscutible que la ciencia y la tecnología poseen un papel
fundamental en la articulación y el desarrollo de las sociedades con-
temporáneas, las valoraciones que esta constatación provoca en dis-
tintos grupos sociales no son homogéneas. Por el contrario, mientras
que desde ciertos sectores se postula a la ciencia y la tecnología como
los motores del progreso económico y social, asistimos diariamente a
numerosos debates donde el desarrollo científico es puesto en cuestión
por distintos grupos, ya sea por las consecuencias ambientales que
provoca, por las cuestiones éticas que plantea, pero también por cuá-
les son los sectores sociales que se ven beneficiados por su desarrollo.
Desde el punto de vista teórico, este plano del debate acerca de
la utilidad de los conocimientos científicos se corresponde con un ni-
vel macro de los procesos sociales. Los procesos de producción y uti-
lización del conocimiento son analizados con un alto grado de
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 Juan Pablo Zabala
abstracción, tanto de los periodos temporales en los que ocurren co-
mo con respecto a los actores que involucran. El tiempo, en este nivel,
suele analizarse a partir de la consideración de grandes periodos his-
tóricos, lo que permite dar cuenta de transformaciones profundas en
la sociedad a raíz del desarrollo cientifico y tecnológico. Los actores
sociales, a su vez, también son analizados a partir de categorías que
suponen un alto grado de abstracción (dependiendo el marco teórico
de los autores), como las clases sociales o el orden social.
Sin duda, uno de los desarrollos que ilustra de manera más ca-
bal este tipo de discusiones es el documento Ciencia, la frontera sin
fin [Bush, 1999), que Vannevar Bush elevó en 1945 al presidente de
Estados Unidos Theodor Roosevelt. En él, Bush hace un pormenoriza-
do relato de los beneficios que el desarrollo de la ciencia implica pa-
ra la sociedad, tales como "más puestos de trabajo, salarios más altos,
horarios laborales más cortos, cosechas más abundantes, más tiempo
libre para la recreación y el estudio y para aprender a vivir sin la em-
botante monotonía que fue la carga del hombre común en épocas pa-
sadas" (p. 103). Esta posición ilustra de manera clara uno de los
extremos en la discusión, la cientificista, que atribuye al hecho de que
exista un desarrollo del conocimiento científico (que por otro lado de-
beria llevarse a cabo sin la intromisión de intereses ajenos a la propia
comunidad científica) la satisfacción de las condiciones necesarias pa-
ra la modernización de las sociedades.
El carácter universal de los beneficios planteado en la relación
entre desarrollo cientifico y progreso general de la sociedad ha sido
cuestionada desde el marxismo, cuyos argumentos principales en este
tema se relacionan con la pregunta que se formulara Bernal (1939)
acerca de la función social de la ciencia. Desde esta perspectiva, la
principal preocupación con respecto a la utilidad de la ciencia radica-
ba en la desigualdad con la que ésta se materializaba para las distin-
tas clases sociales, producto de la existencia de la propiedad privada
de los medios de producción. En la misma línea, Hilary y Steven Ro-
se (1979) planteaban las preguntas: ¿de quién es la ciencia?, ¿quién la
pagar, ¿quién se beneficia con ella?, movilizados particularmente por
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La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
el papel preponderante del conocimiento científico en las campañas de
exfoliación de la guerra de Vietnam y desafiando la noción de una
ciencia neutra y al servicio del progreso que se deriva de la posición
ilustrada por Bush. Más que como motor de un progreso beneficioso
para el conjunto de la humanidad, en estos análisis se retorna la idea
de Marx que supone a la ciencia como "una fuerza directa de la pro-
ducción capitalista y también como un medio de control para el man-
tenimiento del orden capitalista" (Rose, 1997, p. 49).
En los dos desarrollos anteriores, la utilidad de los conocimien-
tos científicos adquiere una dimensión política, en el sentido de que
ambos argumentos se asocian a los valores e intereses de distintos
grupos sociales (uno "cientificista", el otro revolucionario) con respec-
to a las consecuencias que tiene para el conjunto de la sociedad el de-
sarrollo de las capacidades de producción.
Dentro de la sociología de la ciencia, en este nivel del análisis se
destacan los trabajos de Merton, quien identificó a la utilidad como una
de las principales razones que permitieron el desarrollo de la ciencia
como institución social. Se destaca, en primer lugar, su tesis doctoral
Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII [Merton,
1984), que inaugura los estudios sociológicos sobre la ciencia, y donde
el autor realiza un paralelismo con el estudio clásico de Weber sobre la
relación entre la ética protestante y el surgimiento del capitalismo, pe-
ro introduciendo el desarrollo científico como una variable intervinien-
te dentro de ese proceso. En ese trabajo, la utilidad de la ciencia para
predecir y controlar la naturaleza en una sociedad donde se había ins-
talado fuertemente la idea de progreso es señalada por Merton como
una de las principales causas que alentaron el surgimiento y desarrollo
de la institución de la ciencia moderna. Al respecto, señala que: "los
valores sociales inherentes al ethos puritano eran tales que llevaban a
la aprobación de la ciencia a causa de una orientación básicamente uti-
litaria, envuelta en términos religiosos y promovida por la autoridad
religiosa. La investigación científica, contemplada desde el sistema pu-
ritano racionalizado de ética, parecía poseer las cualidades caracterís-
ticas de actividades que son medios efectivos para el logro de los
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 Juan Pablo Zabala
objetivos aceptados" (p. 108). En definitiva, si la ciencia tuvo una fun-
ción fundamental en el surgimiento de las sociedades modernas, Mer-
ton identifica a la utilidad de los conocimientos científicos como el
factor clave de este proceso. Utilidad y función social son, en este sen-
tido, las dos caras de la misma moneda.
En trabajos posteriores, como La ciencia y el orden social (Mer-
ton, 1938), donde el análisis se refiere no ya a las condiciones que per-
mitieron el surgimiento de la ciencia en las sociedades modernas del
siglo XVII sino a las estructuras institucionales que permiten su desa-
rrollo en las primeras décadas del siglo xx, la utilidad de la ciencia apa-
rece como la principal dimensión del análisis. Allí, la utilidad se
constituye como una fuerza ambigua: por un lado, cumple una función
manifiesta positiva, al ser la fuente de legitimidad de donde los cientí-
ficos sacan el crédito ante el resto de la sociedad, que acepta financiar-
la aun cuando las promesas de esa utilidad sean lo suficientemente
vagas como para no generar relaciones de subordinación de los prime-
ros respecto de las otras esferas del Estado. Pero, en un sentido laten-
te, esa misma utilidad es analizada como una amenaza contra el libre
desarrollo de la ciencia (o sea, un desarrollo autónomo basado en las
normas prefiguradas en el ethos científico -cornunismo, universalismo,
desinterés y escepticismo organizado-), razón por la cual es combatida
desde el seno de la comunidad científica. Desde este argumento, en la
medida en que se impongan criterios económicos, políticos o incluso
religiosos o raciales (como en el caso del régimen nazi) como los pará-
metros que debe observar el desarrollo científico, las posibilidades de
la ciencia de mantenerse como una institución autónoma disminuyen.
Esta tensión entre autonomía y subordinación al Estado es central
en el momento en el que Merton se plantea este tema, ya que hace re-
ferencia a la creciente importancia del conocimiento científico en la ac-
tividad bélica y con ello la relación cada vez más estrecha que se plan-
tea entre la institución de la ciencia y el Estado, que será la marca
fundamental de la segunda mitad del siglo. Merton identifica como
fuentes de esta tensión a aquellas ocasiones "cuando se juzgan indesea-
bles los efectos sociales de la aplicación del conocimiento científico -co-
156
La utilidad de 105 conocimientos científicos como un problema sociológico
mo el caso de la guerra-, cuando el escepticismo del hombre de ciencia
está dirigido hacia los valores básicos de otras instituciones, cuando la
expansión de la autoridad política, religiosa o económica limita la au-
tonomía del científico, cuando el antintelectualismo cuestiona el valor
y la integridad de la ciencia y cuando se producen criterios no científi-
cos de capacidad para la investigación científica" (1977, p. 354). De tal
forma que la utilidad de los conocimientos científicos, en principio iden-
tificada con el desarrollo de las sociedades modernas, puede ser pensa-
da como un factor problemático para su propia evolución.
Por cierto, si bien Merton entiende a la utilidad como una di-
mensión fundamental para dar cuenta tanto de la función social de la
ciencia como de su proceso 'de institucionalización Y evolución, no se
preocupa por las características de los procesos en los que la utilidad
se realiza, sino que ésta es tomada como un dato que da cuenta de una
realidad histórica. De esta forma, haciendo una analogía con el trata-
miento que recibe el proceso de producción de conocimiento (Whitley,
1972), puede decirse que la utilidad es tratada por Merton como una
caja negra, ya que se especifican los insumos (la existencia de proce.-
sos de producción de conocimiento científico) y los resultados (la
apropiación de esos resultados en distintos ámbitos) del proceso de
construcción de utilidad, pero no los mecanismos internos que operan
en él (Hess, 1997).
b] La utilidad en el nivel institucional
En este nivel, el análisis de la utílidad de los conocimientos científicos
deja de tomar como referencia a la estructura social en su conjunto y se
concentra en el comportamiento de determinadas instituciones en rela-
ción con un objetivo preciso: que los conocimientos producidos se con-
viertan en recursos para el desarrollo económico y social. Para ello parte
de una valoración positiva sobre las relaciones que se pueden estable-
cer entre ciencia y sociedad, esto es, se acepta la premisa de que los co-
nocimientos científicos pueden servir para mejorar las capacidades
(económicas, militares, sanitarias, etc.) de una sociedad determinada.
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 Juan Pablo Zabala
Estos análisis están mediados por un paso lógico previo: supo-
ner que los conocimientos científicos pueden ocupar un rol clave en
el desarrollo de los procesos de innovación que constituyen, a partir
de Schumpeter, el verdadero motor de crecimiento de la economía. La
existencia de casos en los que este supuesto se verifica actúa como un
efecto de demostración y la utílidad (al menos potencial) de los cono-
cimientos científicos pasa a ser una condición taken for qranted. El
problema se traslada, así, a la identificación y puesta en marcha de los
recursos institucionales que regulan el comportamiento de los distin-
tos actores con el fin de favorecer los procesos de apropiación efecti-
va de los conocimientos científicos. Si la utilidad hace referencia a un
proceso de interacción de actores sociales regulados por ciertos meca-
nismos institucionales, es en este plano donde se debate acerca de cuál
es el modo más apropiado de disponer de recursos escasos (incentivos,
~e promoción, regulatorios, punitorios, etc.) en relación con los obje-
tivos definidos a priori.
Es posible distinguir distintos enfoques que se han desarrollado
dentro de este nivel de análisis, principalmente la política científica, la
economía de la innovación y también ciertas corrientes dentro de la
sociología de la ciencia, que comparten las asunciones con respecto a
la asociación entre utilidad e innovación. Las diferencias entre los dis-
tintos enfoques pueden rastrearse en los marcos conceptuales desarro-
llados por cada disciplina y en el tipo de institución que privilegian
para dar cuenta de los procesos de apropiación.
Desde la política científica, el análisis se centra principalmente
en la acción del Estado, en la forma en que éste dispone sus recursos
institucionales de acuerdo a lo que Webster (1991) llama el "modelo
racional de la política científica: escoger los métodos más apropiados
para conseguir la meta de explotar al máximo los conocimientos cien-
tíficos': Este criterio general es llevado a cabo en relación con los ob-
jetivos establecidos como prioritarios en cada sociedad, de los que
dependerá en gran parte la forma en que se dispondrán los recursos y,
consecuentemente, los parámetros con los que se medirá la utilidad de
los conocimientos científicos. Así, en este plano la utilidad queda aso-
158
La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
ciada a cierta idea de eficacia de los instrumentos para dar cuenta de
determinados fines, mientras que el núcleo duro de los planteas de la
politica científica se ha preocupado más por los procesos de definición
de esos objetivos y no por las características de los procesos de apro-
piación. En este sentido, seria posible trazar, esquemáticamente, dis-
tintos tipos de relaciones entre estos elementos -objetivos,
instituciones, concepción de la utilidad- desde el surgimiento de la
politica científica moderna en la posguerra hasta la actualidad, que
han definido distintos modelos de politica científica.
El modelo de política científica instalado desde la posguerra, ori-
ginariamente en los paises centrales y luego trasladado a otras regio-
nes menos desarrolladas como América Latina, adoptó la forma del
Modelo Institucional Lineal (Dagnino y Thomas, 1999), basado en la
concepción de la innovación como una cadena lineal en la que a los
nuevos conocimientos científicos les seguían (al menos potencialmen-
te) desarrollos tecnológicos basados en ellos. El papel del Estado en es-
te esquema era central, tanto como promotor de la ciencia, como
encargado de decidir las áreas prioritarias y como principal deman-
dante de nuevos desarrollos en tecnología.' Dentro de este modelo tu-
vieron un especial desarrollo áreas como la militar y la aeroespacial,
cuyos desarrollos se esperaba que luego se trasladaran a otras áreas de
la economía, y el papel del conocimiento científico era considerado
clave para los procesos de innovación. Así, en este contexto, el pro-
blema de la utilidad se constituye como un problema directamente re-
lacionado con la transferencia de los conocimientos del ámbito en que
eran generadas a otros ámbitos de la producción.
A partir de la década de 1970, esta visión de la innovación co-
mienza progresivamente a dejarse de lado (Webster, 1991) a instancias
de nuevas concepciones que provenían de la economía de la innova-
ción, principalmente de la llamada escuela de Sussex, desde las cuales
1 En América Latina, el modelo del Triángulo de Sabato (cfr. Sabato y Botana,
1968) fue una de las primeras y más influyentes conceptualizaciones sobre las posibili-
dades de los conocimientos científicos y tecnológicos de establecerse como un insumo
clave de los procesos de desarrollo.
159
 Juan Pablo Zabala
se destacaba a los agentes privados como los principales agentes de
los procesos de innovación. Derivado de ello, el conocimiento cientí-
fico pierde su papel determinante en este proceso y deja de ser consi-
derada la variable explicativa del cambio tecnológico.
Un enfoque que ha tenido una gran influencia en este cambio de
modelo de la política científica, es la visión sistémica de los economis-
tas del Sistema Nacional de Innovación (Freeman, 1987; Lundvall,
1992), en tanto conjunto de instituciones que imponen parámetros pa-
ra el desarrollo de las relaciones entre los agentes, a través del incen-
tivo o no de determinadas conductas, funcionando así como un
elemento fundamental en los procesos de selección y orientación de
las trayectorias tecnológicas de las firmas. Esta perspectiva está me-
diada por la identificación de la firma como el principal agente inno-
vador; la pregunta por la utilidad de los conocimientos científicos
queda subsumida en la preocupación central: ¿cuáles son las condi-
ciones del entorno institucional que posibilitan o estimulan la existen-
cia de innovaciones por parte de las firmas?
Desde la perspectiva de la "triple hélice" (Etzkowitz, 2000), la in-
novación está analizada desde el plano de un centro productor de co-
nocimiento, las universidades, y de las posibilidades que éstas tienen
de convertirse en agentes protagonistas de esos procesos. El planteo
también difiere de la concepción del modelo lineal, en la medida en
que concibe una mayor complejidad en las relaciones entre universi-
dad, Estado e industria (cada uno de los cuales es analizado como una
hélice) y de las consecuencias que estas nuevas relaciones tienen en la
transformación de la instítución. Por otro lado, el planteo parte de una
relación estrecha entre ciencia y producción, a partir de la consabida
imbricación entre ciencia básica y desarrollos industriales.I con lo que
la posibilidad de la universidad de jugar un papel clave en estos pro-
cesos excede la mera función de engrosamiento de un stock de cono-
cimientos disponibles y se le adjudica un rol potencial activo en el
direccionamiento de la innovación. De esta forma, y éste es uno de los
2 Verificada principalmente en áreas como la biotecnología y la informática.
160
La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
rincipales puntos en este desarrollo, la hélice correspondiente a la
~niversidad se apropia de las funciones de las otras hélices.
Esta perspectiva es recuperada en los análisis que abordan el
roblema de la relación entre centros de producción de conocimiento
~ sector productivo en términos de vinculación universidad-empre:~,
en tanto se preocupan por los mecanismos institucionales que facili-
tan las interacciones entre los investigadores y la producción. En
América Latina esta perspectiva fue una de las principales para el es-
tudio de la utilidad del conocimiento científico, tomando como hori-
zonte las dinámicas de los países centrales, y tuvo como impacto la
adopción de instrumentos organízacíonales (oficinas de vinculación,
incubadoras de empresas) destinados a dar dirección e incentivar los
procesos de apropiación de los conocimientos producidos en el ámbi-
to universitario. Sin embargo, el desarrollo de los instrumentos no im-
plicó la existencia de la misma dinámica de innovación que en los
países centrales: las relaciones entre científicos académicos y el sector
industrial -generalmente en forma de prestación de servicios en cues-
tiones de baja relevancia académica- dependen más de los contac.tos
personales de los investigadores que de los canales institucionales di-
señados a tal fin (Vaccarezza, 2001).
el La utilidad de los conocimientos a partir de los procesos
de interacción
En este nivel de análisis, el foco se desplaza, respecto a la dimensión
anterior, de los condicionamientos institucionales a las interacciones
entre los distintos actores involucrados en los procesos de apropiación.
Desde un punto de vista conceptual, la utilidad es entendida como un
arreglo contingente surgido de negociaciones entre distintos actores
(básicamente productores de conocimiento y usuarios de ese conoci-
miento, pero también cualquier otro actor o grupo social que por sus
intereses resulte determinante en este proceso) o, de acuerdo con la
metáfora, como una construcción. Esto significa un cambio profundo
con respecto a la forma de concebir el problema de la utilidad: mien-
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 Juan Pablo Zabala
tras que los desarrollos de los niveles anteriores toman a la utilidad
como una "caja negra", es decir, como el resultado de procesos de
apropiación cuyas dinámicas no son problematizadas, desde esta pers-
pectiva se tiende a dar cuenta pormenorizada de esos procesos, y el
objetivo de abrir la caja negra es una metáfora repetida en los traba-
jos que se encuentran dentro de este nivel de análisis (Woolgar, 1991;
Latour y Woolgar, 1995; Vaccarezza y Zabala, 2002).
Teóricamente es posible plantear un continuum entre el nivel
macro y este nivel microsocial, ya que ambos se refieren a distintos
aspectos de los procesos de construcción de la utilidad (o, utilizando
la metáfora de la cadena de apropiación, refieren a distintos segmen-
tos de esta cadena). En los hechos, sin embargo, estos niveles se han
desarrollado como posiciones contradictorias, principalmente como
consecuencia de que las conclusiones de uno tienden a impugnar los
planteos de los otros. En este sentido, uno de los principales motivos
es la idea de ciencia que es puesta en juego en cada uno de los nive-
les: mientras que en el nivel macro la visión de la ciencia responde a
lo que Edge (1995) llama la "concepción heredada" de la ciencia y la
tecnología: "actividades asociales e impersonales, una imagen positi-
vista -hasta mecanicista- de una empresa que define su propia lógica
y evolución, sus propias metas, y legitima su progreso apelando al
postulado de que la autoridad de la naturaleza es independiente de, y
anterior a, la autoridad de la ciencia ". A esta concepción se le opone,
a partir del estudio de los procesos de producción del conocimiento,
una visión de la ciencia y la tecnología como "logros humanos, arran-
cados precariamente de la recalcitrante ambigüedad de la naturaleza,
las contingencias aleatorias de la historia y las arduas disciplinas de
la negociación social por medio de la imaginación humana, su inge-
nuidad e ingenio" (Edge, 1995), donde las condiciones sociales en los
que estos logros son conseguidos tienen una importante función de
determinación sobre estos procesos, y donde las normas que supues-
tamente regirían los comportamientos de los científicos desarrolladas
por Merton son reducidas a una mera ideología destinada a la conser-
vación de la autonomía científica (Mulkay, 1991 l.
162
La utilidad de los conocimientos cientificos como un problema sociológico
Este cambio en la concepción del objeto de análisis con respecto
a los otros dos niveles anteriores implica también la adopción de dife-
rentes estrategias de investigación. Así, en este nivel se privilegia el
análisis de los procesos de construcción de utilidad desde una perspec-
tiva subjetiva de la acción y las investigaciones tienden a dar cuenta
de la forma en que los actores despliegan sus estrategias, cuáles son sus
representaciones, sus condicionamientos y posibilidades de acción tan-
to en la producción como en la apropiación de los conocimientos.
Desde la economía, estos estudios se caracterizan por privilegiar
a la firma -en tanto agente innovador- como unidad de análisis, y los
análisis se extienden sobre las distintas dimensiones que dan cuenta
de las estrategias de innovación, las interacciones que ellas suponen,
las competencias movilizadas en los procesos de innovación y las tra-
yectorias que éstos determinan en las firmas analizadas. Aunque en el
plano teórico (conforme a los desarrollos de la teoria de la firma) las
capacidades cientificas son un factor decisivo para la existencia de los
procesos de innovación (Lundvall, 1992), el conocimiento científico
ocupa un lugar marginal en estos análisis, en la medida en que la re-
currencia a éstos por parte de las firmas no se verifica en la mayoria
de estos procesos. Esta situación se hace particularmente evidente en
contextos como el latinoamericano, donde la mayoria de las innova-
ciones son incrementales (López y Lugones, 1998; Yoguel y López,
2000) y cobra mayor relevancia la generación de conocimientos no
científicos.
La sociología de la ciencia, en cambio, ha centrado su atención
sobre los procesos de producción de conocimiento, con lo que apare-
ce como la perspectiva más fértil para encarar el estudio de la utilidad
de la ciencia en este nivel de análisis. En particular, los desarrollos de
la llamada nueva sociología de la ciencia, al haber tomado como uno
de sus principales objetos de estudio las relaciones entre los producto-
res de conocimiento y el medio social en el que se desarrollan, pro-
veen un importante arsenal de conceptos y teorías que permiten
estudiar la forma en que el conocimiento científico se convierte en un
recurso útil para otros actores. Metodológicamente, una de las estra-
163
 Juan Pablo Zabala
tegias fue la realización de estudios de laboratorio, esto es, "estudiar la
ciencia y la tecnología a través de la observación directa y el análisis
del discurso en las raíces mismas de la producción de conocimiento"
(Knorr Cetina, 1995, p. 140). Llevados adelante con el fin de contras-
tar los procesos reales de producción de conocimiento con la imagen
de la ciencia como un ámbito de dominio de la razón, estos estudios
demostraron la influencia de los factores sociales en la elaboración de
los conocimientos científicos, ya sea a través del estudio de controver-
sias científicas (Collins, 1995), del descubrimiento de una sustancia
(Latour y Woolgar, 1995), del desarrollo de determinadas tecnologías
(Bijker, w., T. Hughes y T. Pinch, 1987) o de las prácticas habituales
. desarrolladas en los laboratorios (Knorr Cetina, 1999).
Una de las principales conclusiones que se puede extraer de es-
tos estudios para el análisis de los procesos de construcción de utili-
dad es la comprensión de los científicos como sujetos inmersos en una
multiplicidad de relaciones simultáneas, las que van constriñendo la
forma en que el conocimiento es producido y apropiado. Los científi-
cos no son sujetos desinteresados cuyo principal incentivo es el avan-
ce del conocimiento de acuerdo con los criterios del método científico,
tal como postulara Merton (1965), sino que pasan a ser concebidos co-
mo actores que se desenvuelven en ámbitos que trascienden los espa-
cios de investigación, echando mano a diferentes recursos disponibles
(cognitívos, pero también retóricos, políticos, técnicos) de acuerdo con
sus necesidades e intereses.
Esta idea general ha sido desarrollada por varios autores, que re-
marcan diferentes aspectos del problema. Uno de los pioneros en sos-
tener este enfoque ha sido Pierre Bourdieu; en su artículo sobre el
campo científico (1994) desarrolla la idea de la ciencia como un espa-
cio de conflicto, donde los científicos son entendidos como sujetos en
pugna por la obtención y acumulación de un capital social específico,
el capital científico, que determinará la posición que ocuparán los ac-
tores dentro del espacio determinado por el campo. Si bien el objeto
de análisis no son las interacciones de los científicos sino las reglas
que definen la forma en que se conforma el campo (en tanto espacio
164
La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
en el que éstos se relacionan), este enfoque comparte con los desarro-
llos de la nueva sociología de la ciencia una imagen de la ciencia co-
mo una actividad determinada por las condiciones sociales en las que
es producida. Así, con la idea de capital científico se concilian dos as-
pectos fundamentales a tener en cuenta para evaluar el comporta-
miento de los científicos: sus intereses personales o "políticos", que se
vinculan al interés individual de posicionarse en el campo a través de
la obtención de reconocimiento institucional, de cargos, de prestigio,
etc., y el interés compartido con los otros científicos -sus competido-
res- en una actividad científica determinada, vinculada al desarrollo
de la disciplina. Estas dos esferas se encuentran intrínsecamente rela-
cionadas, de manera tal que no es posible subordinar una a la otra, es-
to es, suponer que las luchas al interior del campo se dirimirán
estríctamente de acuerdo con intereses políticos, o que el avance del
conocimiento obedece a intereses puramente cognitívos. Así, esta con-
cepción pone en un mismo plano dos dimensiones -la social y la cog-
nitiva- que aparecían escindidas en la imagen funcionalista de la
ciencia impuesta desde Merton y que son puestas en juego en cada
reinversión que hacen los científicos de su capital, procesos a los que
pueden aplicarse algunas de las reglas generales del capitalismo, tal
como la noción de que a una mayor acumulación inicial corresponde-
rá una mayor posibilidad de acumulaciones ulteriores.
Otro de los desarrollos que enfatíza la incapacidad de las visio-
nes intemalistas de la ciencia para dar cuenta de la dinámica de la pro-
ducción de conocimiento es la concepción del ámbito de la investiga-
ción como "arenas transepistémicas" (Knorr Cetina, 1992). Esta
concepción retorna la idea de la ciencia como un espacio de intercam-
bio de bienes simbólicos y materiales de acuerdo con determinadas re-
glas de competencia y cooperación enunciado por Bourdieu, pero a ello
le suma una discusión en tomo a las fronteras de este espacio. Mien-
tras que en Bourdieu un cierto grado de autonomía de un campo podía
hacer pensar en espacios cerrados donde se dirimen las tensiones entre
los científicos, Knorr Cetina plantea la organización científica no ya en
términos de comunidades cerradas, sino como "arenas transepistémí-
165
 Juan Pablo Zabala
cas" donde los investigadores se organizan en términos de relaciones
de recursos, esto es, "relaciones a las cuales se recurre, o de las cuales
se depende, para conseguir insumos o apoyo" (ibid., p. 153). Estas re-
laciones, que pueden dar cuenta tanto de situaciones conflictivas como
de cooperación (dependiendo de cuáles sean los intereses particulares
de los actores involucrados en una situación determinada) no se res-
tringen al ámbito de los especialistas. Por el contrario, también se con-
sideran a las relaciones entre científicos y no-científicos (las que inclu-
yen la obtención de subsidios) como aspectos centrales de la
producción de conocimiento, lo que supone, por un lado, una determi-
nación de la ciencia por factores ajenos a las cuestiones cognitívas y,
por otro, permite -a través de la figura del investigador- vincular de
manera directa la producción de conocimientos con procesos sociales
que se desarrollan aparentemente por fuera de ellos.
Esta idea de borrar las fronteras entre los espacios de producción
de conocimiento y el resto de la sociedad ha sido llevada al máximo
por Bruno Latour (Latour y Woolgar, 1995), uno de los pioneros en
realizar estudios de laboratorio. Este autor parte de la idea central de
que los hechos científicos sólo adquieren significado en la medida en
.. que forman parte de redes de individuos que le confieren un sentido.
Estos procesos de adjudicación de sentido no son el producto de las
cualidades de los objetos -que impondrian a los científicos el conte-
nido de sus teorias científicas-, sino de la negociación entre los acto-
res miembros de la red, que tienen distintos intereses y percepciones
sobre los hechos. Dentro de este marco, los científicos son entendidos
de una forma similar a la que propone Bourdieu, es decir, como suje-
tos que se orientan hacia la obtención de crédito, en un sentido de re-
compensa material por sus actuaciones, pero también de credibilidad
que merecen sus descripciones de los objetos por parte de los demás
integrantes de la red en la que se inscribe.
Si bien en un principio esta idea surge del estudio de un desa-
rrollo científico concreto, y por lo tanto las redes analizadas se encon-
traban más o menos circunscriptas a miembros que compartían un
conjunto de intereses homogéneos, también se aplica en trabajos pos-
166
La utilidad de los conocimientos científicos como un problema sociológico
teriores donde se centra en el estudio de la circulación del conoci-
miento en la sociedad (Latour, 1995). Así, al analizar la forma en que
Pasteur logra imponer sus teorias sobre el ántrax, modificando las
prácticas de combate y las imágenes de distintos actores sociales so-
bre la enfermedad, el concepto de redes implica una distribución es-
pacial que no concuerda con los límites de los laboratorios, ni siquiera
de la comunidad científica, sino que incluyen a todos aquellos que se
vinculan de alguna manera al problema planteado por un actor (en ese
caso un científico, Pasteur) y con ello una multiplicidad de intereses
de distinta naturaleza interviniendo en los procesos de producción y
circulación del conocimiento. El foco, en ese trabajo, está puesto en la
acción del científico y en su capacidad de movilizar distintos recursos
(cognítívos, discursivos, políticos) para alinear a los demás actores en
su posición. El comportamiento de las redes queda en un principio for-
malizado a partir de los conceptos de alineación de los distintos com-
ponentes de las redes con las afirmaciones de los científicos, a la que
se llega por medio de procesos de traducción de intereses, de constitu-
ción de alianzas entre los distintos actores y de interesamiento de unos
por otros. Aunque más tarde esta concepción de las redes progresaría
hacia la teoría del actor-red (Callan, 1991), que implica considerar si-
métricamente a los actores humanos y no humanos bajo la categoría
de actantes -con lo que se pierde el estatus privilegiado que la acción
humana ha tenido históricamente en las descripciones sociológicas
(Yearley, 1993)-, el aporte de Latour es fundamental para el estudio de
los procesos de producción y apropiación del conocimiento, ya que
ilumina aspectos de las acciones de los científicos que habían sido po-
co explorados desde las concepciones clásicas de la ciencia.
También es este el nivel de análisis adoptado por la sociología
constructivista de la tecnología, con la salvedad que los procesos ana-
lizados se corresponden con artefactos o materiales determinados. a
partir de los cuales se investigan las negociaciones que los distintos ac-
tores mantienen en torno a la definición de los criterios de funciona-
miento que van signando el desarrollo de los artefactos. Como en el
caso de Latour, estos criterios de funcionamiento no son atribuidos a
167

Juan Pablo Zabala
las tecnologías, sino a las distintas percepciones que los grupos socia-
les interesados les adjudican. En este sentido, la construcción de la
"utilidad" -en tanto apropiación efectiva que resulta de procesos de
negociación entre actores sociales- puede ser equiparada a la evolu-
ción de determinadas tecnologías, en tanto ambas son el producto de
los criterios negociados o impuestos por los distintos "grupos sociales
relevantes" en procesos mediados por relaciones de poder.
Por último, la utilidad ha sido concebida como representación
que orienta las prácticas de los actores (Vaccarezza y Zabala, 2002;
Kreimer y Thomas, 2000). En esta dimensión el enfoque privilegia el
punto de vista de los actores involucrados en el proceso de producción
de conocimiento, que incorporan a la utilidad como una dimensión
clave en el desarrollo de sus estrategias. Así, la utilidad se define en el
plano de las representaciones de los actores, ya sean estos científicos
o aquellos otros actores involucrados en el proceso de construcción de
la utilidad. Por lo tanto, el análisis toma como objeto las expectativas
de utilidad que los distintos actores adjudican a los productos de co-
nocimiento. Estas expectativas adquieren relevancia en la medida en
que son capaces de orientar las acciones de los actores, definiendo es-
trategias de acción destinadas a convertir esas expectativas en interac-
ciones concretas.
CONCLUSIONES
Se han explorado las reflexiones acerca del problema de la utilidad de
los conocimientos -uno de los ejes en tomo al cual se desarrollaron
las reflexiones sobre las relaciones entre ciencia y sociedad- según el
nivel en el que se desarrollan, ya sea que éstos refieran a un nivel ma-
crosocial, institucional o interaccional. Así, es posible verificar que ca-
da uno de ellos se preocupa por distintos aspectos del problema, a la
vez que asume diferentes supuestos sobre las relaciones entre produc-
ción de conocimiento y los procesos de apropiación concreta de esos
conocimientos.
168
La utilidad de los conocimientos cientificos como un problema sociológico
En el nivel macrosocial, el análisis de la utilidad de la ciencia re-
fiere a las transformaciones que ésta plantea al orden social. Desde un
punto de vista sociológico, Merton ha estudiado a la utilidad de la
ciencia como la principal condición que le permitió desarrollarse en el
mundo moderno, con lo que el análisis de la utilidad queda subsumi-
do en el problema de la función social que cumple la ciencia.
En el nivel institucional, la utilidad de la ciencia se convierte en
un objetivo de las instituciones encargadas de regular su producción
y apropiación, que disponen sus recursos institucionales lo más eficaz-
mente posible con vistas a un objetivo definido a priori. En ninguno
de estos dos niveles, sin embargo, se analizan las características que
tienen los procesos concretos mediante los cuales los co~ocimientos
científicos son considerados como recursos útiles por otros actores so-
ciales, con lo que el problema de la utilidad adquiere las característi-
cas de una "caja negra". En este sentido, partiendo de estos supuestos,
sólo es posible aspirar a un cierto conocimiento de los aspectos vin-
culados a la producción de conocimientos (qué recursos hay disponi-
bles, en qué áreas de conocimiento, de qué forma están distribuidos],
por un lado, y a conocer en qué medida estos conocimientos fueron
incorporados a los procesos de innovación, por el otro. Pero en la me-
dida en que no se avanza sobre las características de esos procesos, las
posibilidades de que el conocimiento científico se convierta en un re-
curso para la sociedad permanecen como una incógnita.
Esta incógnita puede ser develada a partir de concebir a la utili-
dad como el resultado de una construcción social. Para ello, se propone
partir de un nivel de análisis que estudie la utilidad a partir de las inte-
racciones entre los distintos actores sociales en los procesos de apropia-
ción concreta. Desde esta perspectiva, la utilidad es entendida no como
una cualidad de los propios objetos, sino como el resultado de negocia-
ciones contingentes entre los distintos actores que participan en ese pro-
ceso. Para el estudio de esos procesos se cuenta con los desarrollos de la
sociología constructivista de la ciencia y la tecnología, que brindan nu-
merosas herramientas de análisis (conceptos como relaciones de recur-
sos, traducción, alineación, flexibilidad interpretativa) para la
169
 Juan Pablo Zabala
comprensión de la forma en que los aspectos sociales intervienen tanto
en la producción como en la apropiación del conocimiento.
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