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Comentario al Evangelio del 5 de mayo de 2019, III Domingo de Pascua

Texto: Jn 21,1-19

Tú sabes que te quiero

La Pascua es amor que persevera. Que no se rinde ante los errores, ante las traiciones, ante las
negaciones. Que no se estaciona en el pecado. Es amor delicado, que vuelve a la raíz de la propia
identidad y de la propia vocación, para lanzarla hacia delante, con renovado arrojo.

En el diálogo del amor, Jesús habla con Pedro con su patronímico: “Simón hijo de Juan”, como
retomando la historia desde el inicio y dándole un toque de solemnidad. Al concluirlo, todo
pareciera estar comenzando de nuevo: “Sígueme”. Se le confían las ovejas y las tareas de
alimentarlas y pastorearlas, pero recordando antes que es discípulo y que el verdadero señor de las
ovejas es Jesús. No le bastará amar a las ovejas y hacerse cargo de ellas para ser buen pastor. Debe
ante todo amar a Jesús, verdadero pastor, para amar adecuadamente a sus ovejas. Y amar con el
sentido humilde de quien se sabe siempre deudor. Del que conoce la fragilidad del propio amor,
pero que al final puede seguirlo afirmando, a pesar de todo.

La respuesta de Pedro es amor pascual. Porque no se asienta sobre las propias fuerzas, sino sobre
una certeza de fe. No dice “sí, te quiero”. Pone como sujeto de su afirmación a Jesús: “Tú sabes que
te quiero”. Más grande, infinitamente más grande que el amor que pueda tener el discípulo por su
señor, es el conocimiento que el señor tiene del discípulo. Por ello, no puede haber arrogancia en la
respuesta de amor. En la desnudez de la propia verdad, el pescador se lanza al encuentro de aquel
que sabe que, a pesar de todo, lo ama. Por eso mismo, es ante todo el amor soberano de Jesús el
que ha vencido y perseverado hasta el final, trascendiendo la insuficiencia del discípulo. Es el
conocimiento de Jesús el que lo vuelve capaz del amor más grande.

En realidad, el discípulo aún desconoce el alcance del amor pascual que lo ha transformado. En el
conocimiento bueno del señor, la debilidad del amor discipular se vuelve glorioso. Él podrá también
extender los brazos y ser llevado a donde no quiera para dar gloria a Dios, en la perfecta asimilación
del amor. Más que los ciento cincuenta y tres pescados que recordará la comunidad, la fecundidad
del amor pascual se manifestará cuando él mismo entregue su vida por los amigos de Jesús. Esa será
su última respuesta de amor.

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