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Robert J.

Sternberg

El amor es como
una historia

Una nueva teoría de las relaciones

�1�
PAIDÓS
Barcelona
Buenos Aires
México
T ítulo original: Love Is a Story
Publicado en inglés, en 1998, por Oxford University Press, Nueva York
Traducción en castellano publicada con permiso de Oxford University Press, Inc.
T his translation originally published in English in 1998 is published by arrangement
with Oxford University Press, Inc.

Traducción de Paula García Segura

Cubierta de Víctor Viano

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes,
la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprograña y el tratamiento
informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alqwler o préstamo públicos

© 1998 by Oxford University Press, Inc. Nueva York


© 1999 de la traducción, Paula García Segura
© 1999 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599 - Buenos Aires
http://www.paidos.com

ISBN: 84-493-0748-1
Depósito legal: B. 27.305/1999

Impreso en Hurope, S.L.


Lima, 3 - 08030 Barcelona

Impreso en España - Printed in Spain


A Alejandra
Sumario

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Primera parte
LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS

1. El amor como historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17


2. Nuestras múltiples historias de amor . . . . . . . . . . . . . . . . 27
3. Elementos de la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
4. Algunos tipos de historias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
5. ¿De dónde vienen y adónde van las historias ? . . . . . . . . . 47

Segunda parte
HISTORIAS DE AMOR

6. Historias asimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Historia profesor-estudiante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Historia de sacrificio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Historia
. . de gobierno ....... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
,
H1s t oria po lº1ciaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Historia pornográfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
Historia de terror . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
7 . Historias objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 07
La persona como objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 07
Historia de ciencia-ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 07
Historia de la colección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 13
Historia de arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 19
La relación como objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126

9
Historia de casa y hogar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Historia de recuperación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Historia religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
Historia de juego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
8. Historias de coordinación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Historia viajera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Historia de coser y tejer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
Historia del jardín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 64
Historia de negocios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 69
Historia de adicción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 4
9. Historias narrativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 83
Historia fantástica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 83
Historia histórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 89
Historia científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 97
Historia del libro de cocina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
1 0 . Historias de género . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Historia bélica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Historia teatral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 17
Historia de humor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222
Historia misteriosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228

Tercera parte
CONSECUENCIAS

1 1 . Evaluemos la perspectiva de la historia . . . . . . . . . . . . . . . 23 7


12. ¿Qué es el amor? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243

Índice analítico y de nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249

10
Prólogo

Como la mayoría de las personas, he pasado mucho tiempo


intentando descubrir por qué algunas de mis relaciones amorosas
han funcionado y otras no . Como muchos de nosotros, también
he leído sobre ellas, he recibido información a través de los dife­
rentes medios de comunicación y he acudido a la consulta de es­
pecialistas en el tema que prometían ayudarme a entenderlas. He
pasado parte de mi carrera de psicólogo intentando comprender
qué cosas podían ayudarme y cuáles no. Pero, curiosamente, ni
mis propias teorías parecían darme la respuesta que andaba bus­
cando, ya fuera en el ámbito personal o en las relaciones de otras
personas.
Empecé a estudiar el amor a principios de la década de los
ochenta, centrándome inicialmente en su estructura. Presenté, junto
a la licenciada Susan Grajek, una teoría del amor basada en la psico­
metría. 1 El objetivo de la misma era descubrir si el amor se podía en­
tender partiendo de los propios ladrillos que forman su estructura y,
en caso de que así fuera, tratar de identificar la naturaleza de dichos
ladrillos. De acuerdo con esta teoría, el amor se podía entender co­
mo un amplio número de emociones, pensamientos y motivaciones
diferentes; cosas tales como cuidar de otra persona, tener una buena
comunicación y prestar apoyo a los demás. El problema era que este
conjunto de «ladrillos» describía los elementos del amor sin siste­
matizarlos y sin dar una idea de por qué nos enamoramos de unas
personas y no de otras.

1 . Sternberg, Robert]. y Grajek, Susan, «The nature of !ove», en fournal o/persona­


lzty and social psychology 47, 1 984 , págs. 3 12-329.

11
A finales de los ochenta, planteé una nueva y triangular teoría
del amor de acuerdo con la cual el amor podía entenderse como un
compuesto de tres elementos: intimidad, pasión y compromiso.
Los diferentes tipos de amor constarían de las distintas combina­
ciones de dichos elementos. Por ejemplo: el amor romántico se ca­
racterizaría por la intimidad y la pasión, el amor necio o banal esta­
ría compuesto de compromiso sustentado únicamente por pasión,
y el amor consumado o completo contaría con la combinación de
los tres elementos : intimidad, pasión y compromiso.2 A pesar de
que esta teoría sistematizaba los tipos de amor de un modo en que
no lo hacía la anterior, seguía sin explicarse por qué nos enamora­
mos o podemos tener una relación amorosa con determinadas per­
sonas y con otras no.
A mediados de la década de los noventa, comencé a ver las co­
sas bajo otro punto de vista. Me di cuenta de que necesitaba com­
prender y sistematizar las muchas historias que había escuchado so­
bre las relaciones amorosas. Las historias diferían mucho unas de
otras aun cuando formaban parte de una misma relación: los miem­
bros de una misma pareja podían tener concepciones muy diferen­
tes de su relación en común y, cuanto más se alejaban sus historias,
más insatisfechos parecían. Así fue como empecé a ver el amor co­
mo una historia. 3 Punto de vista que aquí presento. La idea princi­
pal del mismo es que tendemos a enamorarnos de aquellas personas
cuyas historias o concepciones del amor son parecidas a las nuestras
pero representan un papel complementario al que desempeñamos
nosotros en las mismas. Es decir, esas personas se nos parecen en
ciertos aspectos, pero son potencialmente diferentes en otros . Si nos
enamoramos de una persona cuya concepción del amor difiere mu­
cho de la nuestra, la relación y el amor que la sustenta se encontra­
rán en peligro.

2 . Sternberg, Robert J. , «A triangular theory of love», en Psychological rewiew 93 ,


1 986, págs. 1 1 9 - 1 3 5 ; Sternberg, RobertJ. , The triangle o/ !ove, Nueva York, Basic Books,
1 988.
3. Sternberg, RobertJ. , «Love is a story», en The general psychologist 30, nº 1, 1 994,
págs. 1 - 1 1 ; Sternberg, Robert J., «Love as a story», en ]ournal of social and personal rela­
tionships 1 2 , 1 995 , págs. 54 1 -546; Sternberg, Robert J. , «Love stories», en Personal rela­
tionshzps 3 , 1 996, págs. 1 .359- 1 .379.

12
Hemos recabado información, que describirnos en este libro, pa­
ra poder analizar el amor corno una historia; sin embargo, todavía no
hemos conseguido obtener conclusiones definitivas y parece ser que
tardaremos tiempo en hacerlo. Este libro, por lo tanto, constituye el
informe de un trabajo que va progresando, más que una conclusión
definitiva sobre una teoría completamente probada.
He escrito este libro para todas aquellas personas que estén in­
t�resadas en el amor, es decir, prácticamente para todo el mundo.
Este no es un libro que dé pautas concretas, ni tampoco un manual
que intente recuperar un determinado tipo de mentalidad. Me he
esforzado en hacer un trabajo serio a la vez que accesible, que pueda
servir de ayuda tanto a los lectores profanos en el terna corno a los
profesionales del mismo. Espero que este nuevo enfoque del amor
consiga aclarar aquellas cuestiones a las que las antiguas teorías -
entre las que se incluyen las mías- eran incapaces de responder.
Preguntas tales corno por qué nos enamorarnos de determinadas
personas y por qué conseguirnos mantener vivo el amor con ciertos
individuos y con otros no.
Hay varias personas que han contribuido directa e indirectamen­
te a la elaboración de este libro. Mis primeros colaboradores en mi in­
vestigación sobre el amor, Susan Grajek y Michael Barnes, jugaron un
importante papel en el desarrollo de mi pensamiento. Más adelante,
mis colaboraciones con Anne Beall me ayudaron a ampliar mis ideas
sobre el amor, sobre todo en lo referente a su construcción social.4
Mahzad Hojjat ha sido un inestimable colaborador a la hora de
desarrollar los cuestionarios que se presentan en este libro con el fin
de evaluar las diferentes historias de amor. Hojjat también ha cola­
borado en la validación de la teoría, incluyendo un estudio en el que
se analizan las relaciones amorosas narradas por un amplio grupo
de personas. También ha sido de gran valor la colaboración de Neil
Wechsler a la hora de recopilar y presentar las historias que aquí
aparecen. Él fue quien me sugirió la historia del profesor-estudiante.
Estoy muy agradecido a todos estos colaboradores que me pres­
taron su ayuda durante las diferentes fases del desarrollo de mi tra-

4 . Beall, Anne E. y Sternberg, Robert]. , «The social construction of love», en]o urnal
o/ social and personal relationshzps nº 12, 1995 , págs. 4 1 7-43 8.

13
bajo sobre el amor. Gracias a Sai Durvasula por pasar tantas horas
con el procesador de textos. Por último, quiero mostrar mi gratitud
a J oan Bossert por haber adquirido los derechos del libro para Ox­
ford University Press, a Sue Warga por transcribir y corregir el ma­
nuscrito, a Kim Torre-Tasso por editar el libro en Oxford University
Press y a todos los miembros de mi familia, que tanto me han ense­
ñado acerca del amor.
Las historias de este libro están basadas en casos reales indivi­
duales o en combinaciones de casos que se han desarrollado en el
transcurso de los años. Sin embargo, todos los nombres y detalles de
los hechos aquí relatados se han cambiado con el fin de mantenerlos
en el anonimato.

R. J. S .
New Haven, Connecticut
Agosto de 1 997

14
PRIMERA PARTE

LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS

¿Qué significa que el amor es una historia? ¿Cuáles son las carac­
terísticas de las historias? ¿Cómo tienen lugar las historias? Tratare­
mos estas cuestiones en esta parte. Os mostraré qué son las historias de
amor, explicaré por qué son tan importantes y también demostraré que
el hecho de que las entendamos puede cambiar nuestras vidas.
1

El amor como historia

Zach y Tammy se casaron hace veintiocho años. Sus amigos


siempre habían augurado su divorcio y parecía no faltarles razón.
Tammy amenazaba constantemente con dejar a Zach quien, por su
parte, le decía que nada le haría más feliz en esta vida.
Zach y Tammy se peleaban continuamente y sus peleas resulta­
ban muy embarazosas para sus amigos, ya que las disputas eran ma­
yores cuando estaban en público. Sus amigos no conocían a ninguna
pareja tan desavenida y habían llegado a la conclusión de que lo úni­
co que podía mantener unidos a Zach y a Tammy era la pura inercia.
Valerie y Leonard, por otra parte, están divorciados. Ninguno de
sus conocidos es capaz de imaginar la causa de su divorcio. Parecían
la pareja perfecta. Claro que también lo parecen todos aquellos que
se limitan a ocultar los problemas y el dolor existentes en su relación.
Pero lo más extraño de este caso es que Valerie y Leonard también
creían tener un matrimonio perfecto. Eso comentaban entre ellos y
también con sus amigos. Sus hijos solían decir que casi nunca discu­
tían y que cuando lo hacían eran discusiones sin importancia.
Finalmente, Valerie y Leonard rompieron cuando éste conoció
a una mujer en su trabajo y abandonó a su esposa por ella. Leonard
se sentía algo incómodo y avergonzado por su conducta y sólo podía
justificarla alegando que por fin había encontrado el amor verdade­
ro. Sin embargo, él mismo admitía que antes de que el tedio se apo­
derara de su relación, pensaba que Valerie era su amor verdadero.
Finalmente, acabó realizando una terapia que le ayudara a com­
prender lo que había sucedido.
Según mandan los cánones, Zach y Tammy se debían haber sepa­
rado y Valerie y Leonard deberían haber permanecido juntos y felices

17
por siempre jamás. Parece que sus destinos escaparon a cualquier pre­
dicción razonable, fuera cual fuese el argumento de dicha predicción.
¿Hay alguna forma de comprender lo que les pasó a estas dos parejas?

HISTORIAS DE AMOR

Podemos entender la conducta de estas parejas si tenemos en


cuenta qué concepción del amor tenía cada uno de sus miembros
dentro de su relación amorosa y cuál era su idea sobre el amor ideal.
Las historias o concepciones de lo que es el amor y de lo que debe­
ría ser pueden coincidir o no dentro de una misma pareja. Me plan­
teé si la supervivencia de una pareja podía estar relacionada con este
hecho. Por ejemplo: si alguien quiere vivir un romántico cuento de
hadas pero en realidad está viviendo una historia bélica, lo más pro­
bable es que se encuentre insatisfecho. Otros, por el contrario, pre­
fieren la historia bélica y se encontrarían totalmente desubicados si
vivieran un «aburrido» y romántico cuento de hadas.
El punto más importante que hay que subrayar en la historia de
Zach y Tammy es que ambos concebían el amor como una historia
bélica. No importa cuán extraña o ridícula resultara su relación al
resto de la gente, lo verdaderamente remarcable es que a ellos les
funcionaba. Ambos tenían la historia que querían y coincidían en
sus preferencias. Por otra parte, Valerie y Leonard mantenían una
relación calificada por los demás de satisfactoria. Sin embargo, no
se ajustaba a la historia que deseaba Leonard. Lo que él quería y lo
que quería su esposa eran cosas bastante diferentes. Siempre habían
tenido distintas concepciones del amor.
Todos desarrollamos nuestra historia de amor. Años atrás, cuando
era mucho más joven, Erich Segal escribió un best-seller al que dio un
título muy sencillo, Love Story. El título fue un gran acierto y el libro
tuvo un enorme éxito y también su adaptación cinematográfica. ¿Aca­
so nuestras propias relaciones están influidas por historias de ese tipo?
Siempre se nos ha dicho que debemos ser realistas y separar las
historias que tenemos en nuestras mentes de las que estamos vivien­
do, con el fin de distinguir la ficción de la realidad. Se supone que lo
que pretendemos cuando intentamos conocer mejor a una persona
es descubrir exactamente cómo es; debemos ir más allá de lo que

18
podemos percibir o imaginar acerca de la misma, ya que estas apre­
ciaciones sólo nos dan una idea de cómo podría ser.
Sin embargo, la separación de la ficción y la realidad, en el con­
texto de las relaciones personales, es prácticamente imposible ya
que utilizamos la realidad de la relación para conformar nuestras
ficciones personales. Como decía Immanuel Kant en su Crítica de la
razón pura, si existe una realidad objetiva ésta es incognoscible. Lo
cognoscible es la realidad que nosotros mismos construimos . Dicha
realidad adquiere forma de historia.
En realidad, el amor es una historia cuyos autores somos noso­
tros y no William Shakesperare, Gabriel García Márquez, Erich Se­
gal o Barbara Cartland. 1 Las historias o concepciones del amor han
existido a través de los tiempos y los principales temas y argumentos
de las mismas han cambiado muy poco. Pero lo que sí ha cambiado
es el modo en que dichas historias influyen en nuestra vida cotidia­
na, puesto que la importancia que les damos no es la misma. Nos
identificamos más con las historias de amor que encontramos en li­
bros , obras de teatro, culebrones, etc . , que con el material de los
libros de autoayuda o de artículos de ciertas revistas en los que se
nos ofrecen listas de pasos que hay que seguir para comprender y
mejorar nuestras relaciones amorosas. El problema de estas listas no
es la falta de racionalidad, sino de efectividad, aunque se presenten
como parte de un procedimiento psicoterapeútico.
Las terapias convencionales para mejorar nuestras vidas no son
válidas si se basan únicamente en las conclusiones que sacamos de
nuestras propias historias; en otras palabras, en nuestra interpreta­
ción personal de por qué no funciona la relación. Tenemos que estu­
diar las historias en sí mismas.2 Podemos acudir a muchos terapeutas

l. Sternberg, Robert]. , «Love is a story», en The general psychologist 3 0 , nº 1 , 1 994 ,


págs. 1 - 1 1 ; Sternberg, Robert J., «Love as astory», en Journal o/ social and personal rela­
tionshzps 1 2 , 1995 , págs. 54 1 -546; Sternberg, Robert J., «Love stories», en Personal rela­
tionshzps 3 , 1 996, págs. 1 .359-1 .379.
2. Sternberg, Robert]., «Love stories». Véase también Cohler, B. J., «Personal narrati­
ve and the life course», en Li/e span development and behavior, Baltes, Paul y Brim, Orville Jr.
(comps.), Nueva York, Academic Press, 1 979, vol. 4, págs. 205-24l; Josselson, R. y Lieblich,
A. (comps.), The narrative study o/ lives, Newbury Park, California, Sage, 1 982 ; Murray, S. L.
y Holmes J. G. , «Storytelling in close relationships: the construction of confidence», en Per­
sonality and social psychology bulletin 20, 1 994 , págs. 650-663 ; Sarbin, T. (comp. ) , Narrative
psychology: the storied nature o/human conduct, Nueva York, Praeger, 1 986.

19
y consejeros matrimoniales y no mejorar en nada nuestra relación.
El motivo de ello es que se tratan los síntomas y no las causas, del
mismo modo en que una aspirina ayuda a calmar los síntomas de una
enfermedad pero no erradica la causa que la produce. Una aspirina
logrará bajar la fiebre provocada por un virus, pero no conseguirá
arrancarlo de raíz. Lo peor es que la fiebre asociada con un virus nun­
ca es provocada por ese virus. Esa fiebre es una reacción del cuerpo
que intenta subir su temperatura con el fin de eliminar al virus. Por lo
tanto, si sólo tratamos los síntomas empeoraremos las cosas.
En el caso de las relaciones amorosas, los síntomas de fracaso -
ya sean depresión, inquietud o ansiedad- son señal de que algo va
mal. Si recurrimos a la ayuda de un psicoterapeuta o de los antide­
presivos podremos aliviar los síntomas de la depresión o ansiedad,
pero eso no contribuirá en modo alguno a mejorar la relación cau­
sante del problema. Corremos el riesgo de acabar tolerando una re­
lación que continúa siendo errónea y que no coincide en absoluto
con nuestra concepción del amor ideal, cuando lo que realmente ne­
cesitamos es cambiar la relación o la concepción del amor.
La película Cuando Harry encontró a Sally tuvo bastante éxito
porque contemplaba la idea de las concepciones o historias sobre el
amor y, especialmente, la diferencia entre las historias de amor y las
amistosas. La relación que Harry mantenía con Sally, así como la
imagen que tenía de ella, se basaba en su concepción de la amistad y
no del amor. A pesar de que mantenían una estrecha relación, Harry
pasó muchos años buscando el amor en otra persona. Finalmente
terminó cambiando su concepción del amor, influido, en parte, por
su relación con Sally. Pero hasta que no cambió dicha concepción,
no consiguió concebir una relación amorosa con Sally. Cuando
Harry cambió su historia, la relación entre ambos mejoró e incluso
le transformó.
Todos tendemos al romanticismo y por ello siempre habrá per­
sonas intentando comprender, mejorar y transformar sus relaciones
amorosas. Hacen todo lo posible para conseguirlo: hablan del pro­
blema entre ellos, con sus amigos, con sus familiares y con profesio­
nales especializados . También compran libros, asisten a charlas y
ven videos que les puedan ayudar. Pero, ¿ cuántas personas han con­
seguido realmente que sus relaciones funcionen ? El porcentaje de
divorcios que, en Estados Unidos y en otros muchos países, oscila

20
en torno al 5 0 % , nos puede dar una idea de ello, aunque no debe­
mos generalizar. Todos conocemos a parejas que mantienen su rela­
ción a pesar de que ésta no es satisfactoria. Es más, la mayoría de
nosotros puede contar con los dedos de una mano las relaciones en
las que las parejas son realmente felices.
Quizás las relaciones íntimas son extremadamente difíciles y, de
alguna manera, nuestros intentos por comprenderlas y mejorarlas
fallan y no podemos saber qué es lo que nos hace seguir mantenién­
dolas. En este caso la concepción del amor como una historia puede
resultar de gran ayuda: cada uno de nosotros tiene su historia o con­
cepción del amor ideal y a través de ella podemos aprender mucho
sobre nosotros mismos.

LAS RELACIONES COMO HISTORIAS

Cuando conocemos a alguien queremos, de forma natural, inti­


mar más con esa persona para saber si congenia con nosotros. Que­
remos que nuestras primeras impresiones se conviertan en realidades
para así reemplazar la realidad por la ficción, la verdad por las histo­
rias. Cuando intentamos conocer a alguien, imaginamos que cambia­
mos la «ficción» por la «realidad» de la no ficción. Pero si reflexiona­
mos sobre nuestras primeras impresiones, sobre los rituales que
rodean al cortejo y al matrimonio, nos daremos cuenta de que esta
sustitución no siempre tiene lugar. Antes de establecer una relación
de pareja tenemos ya unas ideas preconcebidas. Estas ideas o histo­
rias no son correctas o equívocas en sí mismas, sin embargo, pueden
ajustarse más o menos a la situación; es decir, ser más o menos salu­
dables a la hora de potenciar una buena adaptación al entorno. Lo
que se considera adaptable puede variar según el tiempo y el lugar.
Por ejemplo: una determinada cultura verá el amor como una parte
indispensable del matrimonio, mientras que otra cultura lo conside­
rará algo irrelevante. En ambas culturas, estos valores no se tratarán
como simples cuestiones arbitrarias dependientes de las costumbres
culturales, sino que se darán a entender como lo correcto y lo inco­
rrecto. Las consideradas «realidades» son más bien percepciones de
las realidades: historias. La historia hace que la relación cobre signifi­
cado en el contexto de nuestras vidas . A veces, cada miembro de la

21
pareja interpreta de forma diferente las mismas acciones o aconteci­
mientos porque cada uno lo hace en referencia a una historia o con­
cepción del amor distinta.

Mi historia, tu historia

Cuando Tyrone conoció a Samantha pensó que había encontra­


do el amor de su vida. Había cometido errores con anterioridad, pe­
ro no esta vez. Samantha parecía tener todo lo que él andaba bus­
cando, incluso aquello que había pensado que jamás encontraría.
Era una chica guapa, elegante, sexy, extrovertida, lista y además le
gustaban los deportes y tenía un gran sentido del humor. Y lo mejor
de todo es que estaba interesada en él. Tyrone la invitó a un partido
de alevines y ella aceptó.
Al cabo de un mes Tyrone y Samantha salían con regularidad. A
los dos meses eran una sola persona. Después de tres meses de rela­
ción, Tyrone empezó a tener dudas. Estaba prácticamente convenci­
do de que Samantha se estaba viendo con otro hombre en secreto, o
quizás con más de uno. La historia empezaba a estar rodeada de un
halo de inquietante desconfianza: una mujer en quien no se puede
confiar porque pretende ser sincera, pero engaña a la primera opor­
tunidad que se le presenta. Tyrone se alegraba de haberse dado cuen­
ta de cómo era Samantha antes de que fuera demasiado tarde. Tras
algunas desagradables escenas, la relación desembocó en un frío fi­
nal que Tyrone celebraba. Pero también Samantha se alegraba de ha­
ber roto con Tyrone ya que no había estado viendo a ningún otro
hombre a sus espaldas y, por otra parte, ya no deseaba estar con esa
persona que tanto le había decepcionado.
Tyrone puede parecer una persona decepcionante ya que siem­
pre está pensando que todas sus parejas le engañan; sin embargo,
todos somos como él en cierto sentido. Cuando conocemos a una
persona, empezamos a proyectar nuestros pensamientos y senti­
mientos -tanto los conocimientos adquiridos, como el equipaje
emocional de nuestro pasado- sobre ella. El resultado es que, a pe­
sar de que creemos que estamos conociendo a esa persona cada vez
mejor, no conseguimos acercarnos a ella. Al contrario, quizás esta­
mos creando una historia que nada tiene que ver con nuestra pareja

22
y sí con lo que nosotros imaginamos sobre ella. En realidad, sólo co­
nocemos a esa persona a través de nuestras percepciones sobre la
misma.
Seguramente pensamos que no somos como Tyrone; pero qui­
zás nos parecemos a él más de lo que creemos. En cierta ocasión, es­
taba hablando con un famoso investigador en el tema del amor so­
bre la relación que éste mantenía con su esposa. Dicho señor es toda
una eminencia en el campo de las relaciones humanas, un personaje
destacado entre los profesionales que tratan de dar una respuesta
psicológica a tantas parejas. Pues bien, me contaba que un día esta­
ba conversando con su mujer en la sala de estar. La chimenea estaba
encendida, anochecía . . . en fin, el ambiente no podía ser más román­
tico. Pero su mujer hizo un comentario desagradable y, de repente,
la perspectiva de la relación cambió completamente para él. Se dio
cuenta de que el modo en que los dos habían estado viviendo la mis­
ma situación no tenía nada en común. Más de veinte años juntos y
no se había dado cuenta de ello. Posteriores conversaciones confir­
maron, al menos para él, su nueva hipótesis. Finalmente, su matri­
monio se rompió.
Este estudioso del amor no era Tyrone, aunque fue tan suscepti­
ble a las ilusiones como cualquiera de nosotros. ¿Acaso sus percep­
ciones coincidían con la realidad? La verdad es que no hay ningún
modo de averiguarlo. Al igual que Tyrone, empezó una historia pero
la reemplazó por otra. Su mujer, como Samantha, contaba con una
historia diferente. No existe una historia objetiva o «correcta» sobre
una relación o, al menos, no podemos conocerla.
Si tenemos alguna duda sobre ello, bastaría con hablar con dos
personas que estén divorciándose. Lo más seguro es que tengamos
la impresión de que están hablando de matrimonios diferentes. La
descripción de la relación hecha por uno de los miembros de)a pa­
reja no tendrá casi nada que ver con la descripción del otro. Esta es
la razón principal de su divorcio: las historias o concepciones acerca
de la relación que mantenían han ido divergiendo hasta no tener
ningún punto en común.
Sin embargo, la divergencia de historias no acaba siempre en la
ruptura de la pareja. Realicé un estudio, junto a Michael Barnes, en
el que se pedía a un determinado número de parejas rellenar unos
cuestionarios en los que debían decir qué opinaban de su pareja y

23
también qué creían que su pareja opinaba sobre ellos.3 En algunas
de las preguntas, cada uno de ellos debía adivinar cómo contestaría su
compañero. En una escala del O al 1 , en la que el O indicaba que la per­
sona había acertado por casualidad la respuesta de su compañero y el
1 indicaba que siempre daba la respuesta correcta, la correlación entre
lo que el compañero respondía en realidad y lo que se imaginaba su
pareja que contestaría se limitaba a un simple 0,3 . En otras palabras,
apenas existía una pequeña relación entre lo que los individuos res­
pondían y lo que sus parejas imaginaban que responderían. Los in­
dividuos tenían una idea confusa de lo que sus parejas pensaban
realmente acerca de ellos. No olvidemos que esta prueba se realizó en­
tre parejas que mantenían una relación estable. Imaginémonos cuáles
habrían sido los resultados si se hubiese llevado a cabo el experimento
con parejas de relaciones tambaleantes. Según he podido observar, en
la mitad de los casos, cuando un miembro de la pareja muestra su insa­
tisfacción o incluso pide el divorcio, al otro la noticia le pilla completa­
mente por sorpresa. Pero si preguntáramos a la persona que quiere el
divorcio si la decisión ha sido repentina, probablemente nos contesta­
ría que se lo había insinuado a su pareja docenas, incluso cientos de ve­
ces. Las historias de los mi�mbros de la pareja sobre su propia relación
son tan distintas que su comunicación se ha convertido en una com­
pleta ilusión. Por otra parte, las relaciones que tienen más posibilida­
des de llegar a buen puerto son aquellas cuyas historias comparten
puntos de vista, responsabilidades e interpretaciones de los aconteci­
mientos; elementos básicos para establecer una buena comunicación.
El hecho de que los individuos tengan diferentes historias o
concepciones sobre el amor pone de relieve un importante punto
sobre este tema: intentar imaginarnos «qué» es el amor puede ser un
esfuerzo fútil y frustrante, puesto que ni siquiera dos personas coin­
ciden en su opinión sobre el mismo. Es una historia para todo el
mundo, pero los componentes de la misma varían mucho de unos
individuos a otros. Sin embargo, dos personas que mantienen una
relación necesitan crear una especie de historia compartida que se
sume a sus historias individuales.

3 . Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L., «Real and ideal others in romantic rela­
tionships», en Journal o/personality and social psychology 49, 1 985 , págs. 1 .586- 1 .608.

24
Nuestra historia

Cada individuo, además de contar con una historia personal so­


bre la relación amorosa, tiene también una concepción de la historia
que comparte con su pareja. Esta historia compartida puede coinci­
dir o no con la historia individual y, por supuesto, los miembros in­
tegrantes de la pareja pueden tener concepciones diferentes sobre la
misma. Observemos el caso de Beth y Blake.
Beth y Blake llevaban juntos veinte años y ambos se sentían sa­
tisfechos de su relación. Estaban orgullosos de haber salido a flote
durante estos años, a pesar de sus más y sus menos mantenidos, nor­
malmente a causa de sus dos hijos, y consideraban que su matrimo­
nio apenas había tenido problemas . Eran el modelo de pareja feliz,
aunque no en todos los sentidos.
Beth estuvo saliendo con David durante seis, casi siete meses.
David era divorciado y no tenía intenciones de volverse a casar. Beth
no podía imaginar dejar a Blake. Realmente se sentía feliz con él,
aunque su relación era tranquila y algo así como carente de entusias­
mo. Descubrió que sus citas con David le daban esa especie de entu­
siasmo que no conseguía junto a su esposo.
Beth se sentía culpable por su relación con David. Sabía que, en
realidad, carecía de sentido y, además, si Blake la descubría no dudaría
en abandonarla. No habría posibilidades de reconciliación, al menos
por parte de Blake. Era demasiado orgulloso para ceder ante algo así.
Por una parte, Beth quería finalizar su relación con David de forma in­
mediata, antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, otra parte
de ella -que parecía coexistir con la primera- no le permitía hacerlo.
Beth mostraba una extraña ambivalencia ante tal situación. La
misma historia sobre su relación con Blake era un rasgo positivo de
dicha ambivalencia. La historia que ambos compartían era muy po­
sitiva, pero, ¿cuál era exactamente esa historia compartida? Beth sa­
bía que su concepción y la de su marido acerca de la historia com­
partida no podían ser la misma. Era consciente de que, cuando
estaba con Blake, estaba fingiendo. Su historia real con Blake estaba
muy lejos de su historia ideal. Tarde o temprano, algo tendría que
suceder, aunque no estaba segura de qué sería.
El caso de Beth y Blake era todavía más complicado de lo que pa­
recía ya que, sin que Beth lo supiera, Blake también estaba saliendo

25
con otra persona y tenía casi los mismos pensamientos que su mujer.
Si hubieran hablado y compartido el sentimiento de estancamiento
que les invadía, seguramente hubieran podido salvar su relación. Sin
embargo, cada uno optó por mantener al otro en la oscuridad.
Beth y Blake parecían estar fingiendo, cuando en realidad tenían
en común más de lo que ellos creían. A veces, las historias compartidas
por las parejas están tan gastadas que ni siquiera pueden superar con
éxito el más fácil de los test. Un artículo que apareció recientemente en
un periódico norteamericano hablaba sobre una pareja que había roto
a causa de un décimo de lotería. La mujer había comprado el décimo y
le había pedido a su marido que lo guardase. El número resultó pre­
miado y la mujer reclamó el décimo a su marido, ya que lo quería para
ella sola. Pero resultó que el esposo no era de la misma opinión: el dé­
cimo era de los dos, y como hombre de la casa, él era quien debía ad­
ministrar el dinero. Ahora el asunto está en manos de los tribunales.
Ambas personas descubrieron, aunque demasiado tarde, que las con­
cepciones que tenían de su relación tenían muy poco en común.
A menudo se suele decir que con el tiempo los miembros de la
pareja tienden a parecerse más el uno al otro, a tener más cosas en
común. Parte de esta valoración se debe a que las personas no sólo
intentamos elegir compañeros cuyas historias sean iguales a las nues­
tras, sino que tratamos de imitar la conducta de nuestra pareja con el
fin de acercarnos más a su historia. En otras palabras, si nuestra pa­
reja no encaja lo suficiente en el papel deseado, nosotros actuaremos
-ya sea consciente o inconscientemente- adaptando nuestro com­
portamiento a su papel. El resultado puede ser que nos encontremos
desempeñando un papel en la relación que nunca habíamos imagina­
do, lo cual puede parecernos desagradable e incluso inaceptable. En
caso de que nos resulte inadmisible, tal vez nos demos cuenta de que
la relación está ejerciendo un poder negativo sobre nosotros.
Las relaciones amorosas son muy poderosas y absorbentes y
pueden cambiarnos de manera no deseada. No es sólo nuestra his­
toria la que nos empuja a actuar de cierto modo, sino también la de
nuestra pareja. Así pues, la situación resulta bastante complicada, ya
que cada uno de nosotros tiene múltiples historias o concepciones
sobre el amor. ¿Cómo interpretamos dichas historias ? ¿Somos cons­
cientes de ellas? En el próximo capítulo daremos respuesta a éstas y
a otras preguntas.

26
2

Nuestras múltiples historias de amor

Normalmente todos tenemos múltiples historias de amor. Esto


pone de manifiesto el hecho de que, además de ser diferente para
todos, el amor representa varias cosas a la vez para cada uno de no­
sotros. Observemos el caso de Aaron y Lucy.
Aaron y Lucy salieron durante siete meses. Era la segunda
oportunidad para ambos y los dos actuaban en consecuencia. Des­
cubrieron que querían las mismas cosas de la vida y que eran com­
patibles. Cuando estaban juntos, el ambiente era completamente
tranquilo y relajado. ¡Por fin lo habían conseguido ! Ambos proce­
dían de matrimonios conflictivos en los que la tranquilidad y el re­
lax no tenían lugar. ¡Vaya cambio ! Con el tiempo, empezaron a ha­
blar del matrimonio y los hijos, de la vida en común. Esas
conversaciones que, en un principio, tenían carácter de futuro hi­
potético, iban adquiriendo un sentido de futuro inmediato. Lucy
mostraba desconfianza ante la rapidez en que esas simples especu­
laciones se transformaban en algo más. Al menos, eso parecía estar
sucediendo.
Pero desgraciadamente sucedía algo más. Tres semanas atrás ,
Aaron ni siquiera se había preocupado por Dottie. Pero ahora es­
taba pensando que quizás sí debería haberlo hecho. La había co­
nocido durante un viaje de negocios de una semana de duración.
Ella era uno de los directores adjuntos de la fábrica que estaba vi­
sitando. A medida que la semana iba transcurriendo, aquello pare­
cía convertirse en una historia sobre Dottie más que en un viaje de
negocios. Empezó intentando venderle maquinaria industrial y
acabó intentando venderse a sí mismo. Aaron estaba totalmente
confundido .

27
Tenía una buena relación con Lucy y no buscaba otra relación.
Al contrario, pensaba que tanto él como Lucy formaban parte de
una pareja estable. Ambos eran personas serias y habían logrado te­
ner una vida en común libre de pro � lemas y preocupaciones pro­
pias de sus anteriores matrimonios. Ese había sido su objetivo co­
mún. Pero su creciente relación con Dottie no tenía nada que ver
con eso. Es más, era mucho más parecida a la relación mantenida en
su matrimonio. Debería haber huido de Dottie, escapar tan lejos co­
mo sus piernas le pudieran llevar; sin embargo, ni siquiera podía
moverse.
La relación con Dottie era divertida la mayor parte del tiempo y
carecía totalmente de un carácter serio. Pero si alguna vez se peleaban
-cosa que ya habían hecho dos veces- tenían graves enfrentamien­
tos, después de los cuales Aaron se quedaba completamente tenso y
se sentía incapaz de hacer las cosas bien. Entonces pensaba que esta­
ba loco por haberse liado con Dottie, pero siempre volvía con ella.
En realidad, Aaron no le había hablado a Lucy de Dottie, ni vi­
ceversa. A finales de la semana empezó a pensar que debería tomar
algún tipo de decisión. Debía romper con una de ellas y regular su
situación con la otra. Quizás debía hacer algo que todavía no se le
había ocurrido . . . Lo único que sabía con certeza es que no quería
mantener dos relaciones simultáneas en dos ciudades diferentes . Se
sentía como un canalla. No conseguía entender cómo podía sentirse
atraído por dos mujeres tan diferentes; pero así era.
Al final, Aaron rompió con Dottie y volvió con Lucy. Pero al po­
co tiempo su relación con ésta también se vino abajo. No había fun­
cionado para ninguno de los dos. En opinión de ambos, su unión
había sido un intento de distanciarse lo más posible de sus relacio­
nes anteriores. Sin embargo, el hecho de pasar de un extremo a otro
es algo que no suele funcionar. Es una estrategia para evitar el pasa­
do y no un modo de afrontar el futuro.
La situación de Aaron no era extraña. Todos tenemos varias his­
torias que intentamos unir cuando vivimos una relación amorosa.
Normalmente no somos conscientes de cómo son dichas historias,
ni tampoco de que cada una de ellas tiene un significado especial y
nos afecta de forma diferente. En otras palabras, siempre tenemos
nuestras historias favoritas. Las diferentes parejas hacen que des­
pierten en nosotros distintas historias.

28
El resultado de ello es que lo que, en un momento dado, califica­
mos como una satisfactoria o incluso maravillosa relación puede con­
vertirse rápidamente en una relación inadecuada si aparece otra po­
sible pareja que empieza a desempeñar un papel importante en una
determinada historia por la cual sentimos preferencia. Cuando cono­
cemos a una pareja potencial que forma parte de una historia que
ocupa el lugar más alto en la jerarquía de nuestras historias, la pareja
con la que estamos manteniendo la relación actual quizá nos resulte,
, de inmediato, carente de atractivo. Este cambio repentino hasta nos
puede resultar muy molesto y suele tener lugar cuando desconoce­
mos nuestra jerarquía de historias y su efecto sobre nosotros.
Dado que, normalmente, ignoramos el contenido de nuestras
preferencias e incluso la existencia de tal jerarquía, podemos estar
tan sorprendidos como cualquiera cuando nos encontramos anali­
zando nuestra relación actual desde un punto de vista completa­
mente nuevo. Esto es lo que le sucedió a Aaron. Las dos mujeres le
..atraían, puesto que cada una podía desempeñar un papel en una de
sus historias. Aaron estaba muy confuso y no sabía lo qué quería.
En realidad le gustaban las dos historias de amor, pero no quería
mantenerlas de forma simultánea. Así que, al igual que la mayoría de
nosotros, tuvo que elegir entre una de ellas o quedarse sin ninguna.
Seguramente Aaron tuvo suerte al perder las dos relaciones, ya que
ninguna correspondía a una historia que le llenara plenamente.
Lo mismo le ocurrió a Leonard, en la historia que relaté en el
capítulo anterior. En un principio, Valerie parecía reunir todas las
cualidades que Leonard buscaba. Leonard pensaba que Valerie era
todo lo que quería, hasta que conoció a otra persona que se acerca­
ba más aún a su ideal. Claro que todavía podría haber encontrado
una persona más afín o también haber cambiado su historia ideal.
En algún momento, todos tenemos que decidir si la relación que
mantenemos es lo suficientemente fuerte o si corre el riesgo de rom­
perse en poco tiempo.

ESCALEMOS UNA MONTAÑA

Imaginémonos que nos encontramos en la falda de una monta­


ña. Queremos subir hasta arriba, pero está oscuro y nublado y no

29
podemos ver la cima ni tampoco mucho más allá del suelo que esta­
mos pisando. La única forma de subir la montaña es tantear con el
pie a nuestro alrededor y dar pasos que nos hagan ascender. Sin em­
bargo esos pasos deben ser pequeños ya que, de lo contrario, podrí­
amos caer.
Estamos escalando la montaña lentamente, sin saber a ciencia
cierta a dónde nos dirigimos. Finalmente alcanzamos un pico; cual­
quier lugar donde ponemos el pie está por debajo de donde estamos
nosotros. No hay ningún sitio al que dirigirnos, sólo podemos des­
cender. Así que llegamos a la conclusión de que hemos alcanzado la
cima de la montaña, ¿verdad? Pues no, dicha afirmación es errónea.
Realmente no sabemos si estamos en la cima de la montaña.
Puede que simplemente hayamos llegado al punto más alto del ca­
mino escogido, pero no a la cúspide. Y puede que este punto esté
emplazado en un lugar relativamente bajo y creamos que estamos en
la cima. Todo el terreno que nos rodea es de bajada, pero por lo que
sabemos, puede que, a tan sólo cuatrocientos metros de distancia,
haya un sendero que nos guíe hacia un pico más alto.
Tenemos, por tanto, dos opciones: considerar que hemos esca­
lado lo suficiente y queda_rnos donde estamos , o descender hacía al­
gún otro punto de la montaña y empezar todo el proceso de nuevo,
con la esperanza de alcanzar un punto más elevado. Puede que lo
encontremos y puede que no. No tenemos ninguna forma de asegu­
rarnos de ello. Por eso tenemos que decidir si queremos correr ese
riesgo. En el mejor de los casos , encontraremos ese punto más alto,
aunque no sabremos si se trata de la cima absoluta. En el peor de los
casos, nunca conseguiremos alcanzar un punto tan alto como el que
nos encontramos ahora. En otras palabras, quizá nunca podamos
llegar hasta donde hoy hemos llegado.
Lo mismo sucede con las historias de amor. En realidad, nunca
sabemos si la relación que mantenemos y la historia que ésta repre­
senta son las mejores que podemos encontrar. Quizás nos esté espe­
rando una historia mejor. O quizás exista una mejor representación
de la historia que estamos viviendo. Dicho de otro modo, la relación
con otra persona puede responder a otra historia que para nosotros
es muy importante, o convertirse en una versión mejorada de la mis­
ma historia que estamos viviendo. En el amor nos sentimos igual
que el montañero que escala entre la oscuridad y la niebla y no sabe

30
exactamente dónde debe parar; tenemos la sensación de haber sido
abandonados en la penumbra. Pero también nuestras parejas se en­
cuentran a oscuras, lo cual nos crea a ambos una sensación de inse­
guridad que difícilmente nos permite alcanzar la «verdad».

Relación entre historias y acontecimientos

Las parejas a menudo discuten sobre cuáles de sus opiniones re­


presentan mejor la «verdad»; pero si partimos del punto de vista
que considera que el amor es una historia nos resultará difícil, sino
imposible, descubrir alguna verdad sobre las relaciones. Esto es de­
bido a que la información que poseen los miembros de la pareja, así
como la información que ellos dan a otras personas, siempre es fil­
trada a través de las historias de sus relaciones. Cada uno de los inte­
grantes de una pareja puede estar convencido de que el otro le está
mintiendo cuando, de hecho, ambos están diciendo la verdad.
Consideremos, por ejemplo, un problema común en las relacio­
nes entre hombres y mujeres: Dean opina que una relación amorosa
debe ser tranquila y transcurrir sin problemas ni complicaciones.
Piensa que si dos personas se quieren de verdad deben aceptarse tal
como son, lo cual quiere decir que no deben existir enfrentamientos
ni ataques verbales entre ellas. Susan, sin embargo, cree que dos
personas enamoradas deben hacer frente a sus diferencias y forjar
una trayectoria común. Susan está convencida de que si una pareja
no se comunica, especialmente en lo que hace referencia a sus dife­
rencias, no puede avanzar unida. El resultado es que Susan siempre
se enfrenta a Dean, sobre todo cuando ve que les acechan los pro­
blemas.
Dean interpreta estos enfrentamientos como ataques, algo que
no deben hacer las personas que se aman. En consecuencia, huye de
ellos. Susan, frustrada por la huida de Dean, se vuelve más autorita­
ria, lo que hace que éste se aleje cada vez más. La relación se va dete­
riorando y no a causa de que estas dos personas vean la realidad de
forma diferente o porque no se quieran, sino porque sus diferentes
historias o concepciones sobre lo que debe ser el amor les llevan a in­
terpretar los acontecimientos de forma distinta. La relación se puede
romper porque ninguno de ellos ha comprendido la concepción del

31
amor que tiene su pareja. No importa cuántas experiencias hayan vi­
vido juntos, sus diferentes historias les mantienen separados.
Si el hecho de compartir las experiencias no nos conduce hacia
la «verdad», ¿ cómo podremos llegar a conocernos? ¿Vale la pena
preocuparnos por ello ? En realidad, existe una buena razón para
llegar a conocer a los demás , aunque no sabemos cómo hacerlo
exactamente.
Para conocer mejor a alguien, podemos intentar ver nuestras re­
laciones como un reflejo de la historia que estamos compartiendo y
del papel que cada uno de nosotros juega en dicha historia. Como ya
he dicho anteriormente, Kant dijo, hace mucho tiempo, que nunca
podemos llegar a conocer las cosas en sí mismas, en su propia esen-
; cía. Sin embargo, sí podemos conocer nuestras percepciones de las
' cosas, que van aumentando y enriqueciéndose a medida que lo ha­
¡ cen nuestras experiencias. Esto no quiere decir que se conviertan en
algo más válido o de mayor consistencia. Al contrario, cuanto más
conseguimos saber sobre nuestras parejas, más contradictorias nos
parecen. Aunque también puede ser que nuestras impresiones sean
más contradictorias de lo que en realidad lo son nuestras parejas.
La idea de que nunca conseguiremos conocer nada en sí mismo, ya
se trate de personas o cualquier otro objeto de la naturaleza, puede ser
bastante frustrante. Sin embargo, es un concepto importante ya que
nos ayuda a darnos cuenta de que, en cierto modo, nuestras relaciones
con los demás no son más subjetivas que otras cosas que experimenta­
mos en la vida. Tomemos como ejemplo los colores. Miremos la ropa
que llevamos puesta. ¿Qué colores vemos? ¿Existen tales colores?
Los colores , por supuesto, parecen formar parte de las cosas
que vemos. Pero no es así: lo único que hace la ropa es absorber
ciertas bandas de radiación electromagnética y reflejar otras. La in­
teracción entre las bandas reflejadas y nuestros ojos produce lo que
nosotros conocemos como colores.1 Algunas personas, y muchas
clases de animales, son parcial o totalmente daltónicos. Y según sa­
bemos, la cuestión que se plantean los niños: «¿ El azul que tú ves es
el mismo que veo yo?», puede que tenga algo que ver con esto. No
existe ninguna forma de saber si los conos de tus ojos (las células

l. Coren, Stanley, Ward, Lawrence M. y Enns, James T., Sensatzon and perception, 4ª
edición, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 994.

32
que perciben el color) funcionan exactamente del mismo modo que
los conos de los míos. No existe un modo de saber si todos vernos
del mismo modo el color azul.
Puesto que podríamos discutir si todos percibirnos los colores
del mismo modo, no es de extrañar que no veamos de igual manera
los colores del amor. É sos sí son diferentes. Las personas siempre
interpretarán los acontecimientos de forma diferente, cuando del
amor se trate. Lo que para un individuo es un criticismo constructi­
vo, para otro supone un ataque; corno en el caso de Dean y Susan.
Lo que puede ayudar a un in g ividuo a salvar la relación, quizá con­
tribuya a destruir la de otro. Este es el caso de Kate y Ernest.
Kate se había marchado a Francia de nuevo. Su negocio de im­
portación-exportación marchaba bien, lo cual era motivo de satis­
facción y alivio ya que Ernest estaba sin trabajo desde hacía seis me­
ses . Víctima de una reducción de plantilla, se había quedado en el
paro y era incapaz de encontrar cualquier tipo de trabajo relaciona­
do con su anterior puesto directivo en una importante empresa de
telecomunicaciones.
Ernest se sentía avergonzado de no conseguir un nuevo trabajo.
También estaba muy enfadado porque pensaba que, con treinta y
tres años de experiencia a sus espaldas, las compañías deberían de
rifárselo. Se veía a sí mismo víctima de la discriminación por la
edad, pero no podía probarlo de ningún modo. Es más, conocía
bien el mundo de los negocios; él mismo había despedido a gente en
el pasado. ¿Por qué había que pagar más a alguien cuando una per­
sona con las mismas características trabajaba por mucho menos?
A pesar de que Ernest se alegraba de que a Kate le fueran bien
los negocios, estaba algo resentido de que ella siempre estuviese fue­
ra. Era consciente de que, durante los primeros años de matrimo­
nio, Kate nunca se quejó de que él trabajara sesenta horas a la sema­
na. Pero ahora eran mayores y él necesitaba tener a Kate a su lado.
Ella argumentaba que si no viajaba mucho podían caer en la mise­
ria. Para Kate sus numerosos viajes eran la única forma de mantener
a flote la relación, además de ser su medio de supervivencia.
Ernest no la creía. Se imaginaba que Kate no disfrutaba de su
compañía y que por ello nunca le había dicho nada cuando él ocu­
paba tanto tiempo en su trabajo. Los acontecimientos pueden inter­
pretarse de forma tan diferente . . .

33
Ernest veía como un sabotaje aquello que para Kate significaba
salvar el matrimonio y la situación económica. ¿ Quién tenía razón?
¿ Kate, Ernest, ambos, o ninguno de los dos ? Lo único que podemos
afirmar con toda seguridad es que, independientemente de quien
tuviera razón, ambos se sentían ansiosos e inseguros de su relación.

Una sola relación y muchas historias que compiten por ella

La historia de Kate y Ernest nos muestra que las relaciones están


compuestas por muchas historias, no sólo de amor, sino de varios ti­
pos: historias económicas, sexuales, sobre los hijos y sobre muchos
otros temas. Las personas incluso pueden tener historias sobre sus
propias historias, lo que explicaría por qué, por ejemplo, sienten ce­
los de su pareja («Siempre estoy preocupado pensando dónde estará
mi novia, quizás esté con otro tío», o: «Hace veinte años que encon­
tré al que consideraba mi mejor amigo durmiendo con mi mujer»).
Las personas con tendencia a los celos deben darse cuenta de que les
resultará muy difícil estar con alguien a quien no le gusta dar explicacio­
nes sobre a dónde va y con quién pasa el tiempo. Eso es lo que le sucedió
a Julio. Siempre necesitaba saber dónde estaba María. No es que tuviera
nada personal contra ella. Es más, su relación contaba con muchos aspec­
tos positivos. Pero Julio tenía que saber que su mujer le era fiel y la única
manera de averiguarlo era sabiendo cómo pasaba su tiempo.
María interpretaba la necesidad de Julio como una falta de con­
fianza hacia ella. Su relación satisfacía muchas de sus necesidades y le
gustaba otros aspectos de la misma. Pero María sentía que pasaba su
tiempo en una prisión y no quería que eso sucediese. Sin embargo, ese
sentimiento iba creciendo cada vez más. Julio calificaba su necesidad
de curiosidad; ella la calificaba de celos enfermizos. María quería mar­
charse, pero no era tan fácil. Julio no quería que lo hiciese y María esta­
ba realmente preocupada por las represalias que éste pudiera tomar.
Acudió a varios consejeros matrimoniales, a un abogado, a un sacerdo­
te, a sus amigos. Pero nadie parecía capaz de ayudarle, fundamental­
mente porque Julio no había hecho nada ilegal. Se sentía atrapada. Es­
taba atrapada. La historia, que se había desarrollado en el tiempo, no
hacía más que empeorar. ¿De qué modo se desarrollan las historias en
el tiempo? ¿Cuáles son los elementos que componen estas historias?

34
3

Elementos de la historia

Nuestra historia sobre la relación amorosa, así como los elemen­


tos que la conforman, pueden cambiar; sin embargo, la historia con­
tinúa siendo nuestra historia. Aun cuando nuestra pareja nos haya
ayudado a «escribirla», ésta seguirá siendo fruto de nuestra propia
creación y por mucho que lo intente la persona que esté a nuestro
lado nunca conseguirá comprenderla totalmente. Esta historia tien­
de a ser muy resistente.
Las historias suelen cambiar con el tiempo, pero no desapare­
cen. Constantemente vamos elaborando viejas historias y gradual­
mente las vamos cambiando por nuevas. Las nuevas historias pue­
den ser mejores o peores , pero, en cualquier caso, siguen siendo
historias. Desarrollamos nuestras historias sobre la marcha, aña­
diendo nuevos capítulos a. medida que se van incorporando a nues­
tras vidas acontecimientos inesperados o nuevas direcciones que to­
mar. Las historias retrospectivas , aquellas que creamos una vez
finalizada la relación, reflejan nuestros intentos posteriores para
comprender lo que sucedió en la relación. É stas pueden ser bastan­
te diferentes a las historias prospectivas: aquellas que creamos antes
de iniciar la relación. Cuando una relación ha terminado, podemos
cambiar su comienzo con objeto de que encaje mejor con el final.
Las historias sobre las relaciones amorosas son iguales que to­
das las historias : tienen un principio, un desarrollo y un final. Estos
tres estados de la historia cuentan con diferentes propiedades.
Los comienzos son, en gran manera, la parte más excitante de
las historias . ¿ Quién sabe lo que va a ocurrir? Los principios pare­
cen basarse, en buena parte, en la persona que conocemos: cómo es,
cuál es nuestra reacción hacia ella, etc. Normalmente tendemos a

35
sustituir aquellos aspectos que desconocernos en nuestra pareja por
lo que nosotros esperarnos que sean. Por ello, en muchas ocasiones
estarnos proyectando la persona que esperábamos conocer en la
persona que realmente hemos conocido. Parte del entusiasmo del
principio de la relación reside en esa proyección.
Aún cuando la relación no ha hecho más que empezar, la mayo­
ría de nosotros le darnos un final imaginario. Los finales siempre re­
sultan tentadores porque, aunque las relaciones se acaban, nosotros
no nos cerrarnos a ellas. Por lo general, seguirnos desarrollándolas y
adornándolas en retrospectiva y, a veces , cambiando sus historias. A
pesar de que el divorcio puede acabar legalmente con una relación,
la historia quizá se siga desarrollando y cambiando con el tiempo,
aunque no tengamos ningún contacto con nuestro ex compañero.
De este modo, son muchas las personas que descubrirán que la his ­
toria que contaban a los demás y a sí mismos sobre la relación que
terminó, es muy diferente diez años después del divorcio que el día
posterior al mismo.
Los finales no tienen lugar sólo en el momento en que darnos por
concluida la relación amorosa con otra persona. Nosotros, corno au­
tores que somos, trazarnos parte de nuestras historias por adelantan­
do y dejarnos que la otra parte la escriban las propias historias. Pue­
de que, consciente o inconscientemente, tengamos poder para
prever el final de la relación aunque ésta no haya hecho más que em­
pezar, o incluso antes de que haya comenzado «oficialmente». Es ob­
vio que el curso de los acontecimientos puede cambiar nuestras pre­
dicciones y, por consiguiente, el desarrollo de la historia. Sin
embargo, la previsión del final por nuestra parte puede determinar la
relación, del mismo modo que la relación tal vez determine el final
real. El final previsto puede predeterminar el tipo de tramas o argu­
mentos que permitiremos que nuestra historia desarrolle.
Las historias de amor constan de argumentos, ternas y rasgos o
caracteres. Estos elementos, que combinan aspectos de la relación
con aspectos de nuestra historia personal, son, en gran medida, fru­
to de nuestra creación.
El argumento de una historia de amor responde a lo que está su­
cediendo en una relación. Consta de un nivel externo (lo que parece
haber sucedido) y un nivel interno (lo que nosotros creernos que
realmente ha sucedido). Podríamos pensar que el argumento es algo

36
objetivo, pero no es así. Por ejemplo : imaginémonos a una parej a
que acaba de efectuar el pago correspondiente a la entrada de una
vivienda, algo en lo que ambos estaban de acuerdo . Pero, ¿ qué han
hecho en realidad ? Para uno de ellos eso significa que se han com­
prado un sueño, un refugio . El otro , sin embargo, lo ve corno una
forma de meter sus ahorros en un saco sin fondo. Podernos asegurar
que estos individuos interpretarán de forma diferente los aconteci­
mientos que tengan lugar después de la compra.
Hay muchas ocasiones en que las parej as no se pueden poner de
acuerdo en los acontecimientos físicos y, por tanto , mucho menos
en las interpretaciones de los mismos. Una vez , Zach le preguntó a
Tarnrny quién era el p rotagonista de una película, que recordab a
que habían visto juntos . Tarnrny le respondió diciéndole que segura­
mente había ido al cine con otra persona. El hecho en sí mismo tie­
ne menos importancia que las tramas que giran a su alrededor; en
este caso , una trama en torno a una cita secreta de Zach para ir al ci­
ne con otra persona (a saber si esa cita escondía algo más . . . ) a espal­
das de Tarnrny.
El argumento da lugar al terna. El terna nos dice lo que significa
la historia. Los ternas son las lecciones que creernos aprender de las
relaciones. Por ejemplo , en el caso de la compra de la casa, uno de
los miembros de la parej a interpreta el hecho corno una señal de que
su compañero es un derrochador, mientras que el otro piensa que su
compañero no tiene ni idea de los que significa tener una casa, un
refugio. Pero , en realidad, construirnos estos ternas a medida que
crearnos el argumento .
Dos personas pueden partir del mismo hecho y desarrollar te­
rnas completamente diferentes , pensando que han aprendido cosas
distintas de la misma relación . Así pues , dos personas pueden finali­
zar su relación y, mientras que una de ellas renuncia para siempre a
cualquier tipo de compromiso serio con otra persona, la otra empie­
za inmediatamente a buscar una parej a estable . Ambos pensarán
que han aprendido la lección que su relación en común les debía en­
señar. Sin embargo , actuarán de forma muy diferente en un futuro .
Aun cuando pensemos que el carácter de nuestras historias es
bastante obvio , veremos que siempre existen algunas complicacio­
nes. Por ejemplo : las relaciones entre dos personas siempre inclu­
yen a los compañeros actuales y del pasado. La relación que rnante-

37
nemos con otra persona se ve afectada por caracteres pasados y
presentes, independientemente de que seamos o no conscientes de
ellos. Es más, al igual que en la literatura, la realidad de estos carac­
teres adquiere un tono u otro dependiendo del tipo de historias
que aportamos a nuestra relación. Dos personas que mantienen re­
laciones con el mismo individuo lo pueden ver de forma completa­
mente distinta salvo en lo que se refiere a sus características físicas
(y aun así éstas se pueden percibir de forma diferente). Nosotros
mismos «construimos» a las personas que habitan en nuestras men­
tes, del mismo modo en que construimos nuestras relaciones con
ellas. Nuestras construcciones son, en su mayor parte, intuitivas.
Al igual que el amor, las historias funcionan fundamentalmente
en el ámbito intuitivo o en base a la experiencia. Aquellos que ver­
daderamente intentan mejorar sus relaciones suelen acudir a los psi­
cólogos en busca de ayuda. Pero los psicólogos a menudo se olvidan
de que el amor está más relacionado con las historias que se crean
en torno a él, que con los análisis científicos.
El amor es más sintético que analítico. Sintético porque tende­
mos a sintetizar la historia en el transcurso de nuestras experiencias.
Las historias se confor�an de acuerdo con las normas intuitivas y las
que obedecen a la experiencia, no a las lógicas y racionales. Por ello,
necesitamos comprenderlas como tales (como relatos) , no como sis­
temas lógicos que están obligados a encajar. El psicólogo Seymour
Epstein comparó las características de lo experiencia! o narrativo
con las del pensamiento racional. 1 Veamos lo que descubrió.
El pensamiento narrativo tiende a ser holístico, intuitivo, ilógi­
co, concreto, de rápida consecución, lento en lo que a cambios se
refiere y manifiestamente válido («ver para creer»). Por otra parte,
el pensamiento racional tiende a ser analítico, racional, lógico, abs­
tracto, de lenta consecución, rápido a la hora de cambiar y requiere
ser justificado a través de la lógica y la evidencia. Examinemos el ca­
so de Brian y Sylvia.
Cuando Brian le preguntó a Sylvia por qué le dejaba, ésta le expu­
so sus motivos. Sin embargo, esos argumentos pertenecían al pasado.
Consistían en una serie de explicaciones, aparentemente racionales,

l. Epstein, Seymour y Brodsky, Archie, You're smarter than you think, Nueva York,
Simon and Schuster, 1 993 .

38
que alumbraban el motivo de que su relación no funcionase, al menos
para Sylvia. La comunicación era cada vez más pobre, las relaciones
sexuales ya no eran satisfactorias, no pasaban juntos el tiempo sufi­
ciente. Sin embargo, estas razones eran meros síntomas de un proble­
ma subyacente; Sylvia se basaba en el pensamiento narrativo: argu­
mentaba unos hechos pero no la razón por la que se producían. ¿Por
qué había disminuido la comunicación? ¿Por qué las relaciones se­
xuales no eran satisfactorias?
Lo que Sylvia pensaba en realidad era que, a medida que sus carre­
ras profesionales habían ido adquiriendo importancia, su relación se
asemejaba más a un asunto de negocios que a un romance. Para Sylvia
la historia de una relación de amor no debía asemejarse a una relación
comercial. Por ello, se sentía incapaz de comunicarse con Brian y había
perdido el interés en las relaciones sexuales. La relación fracasaba por­
que, desde un nivel intuitivo, narrativo, Sylvia no sentía estar viviendo
una relación amorosa. El hecho de que no quisiera vivir una relación de
amor semejante a una relación de negocios no obedecía a ninguna ra­
zón particular; simplemente, no era lo correcto para ella.
A menudo, el problema de una relación amorosa no responde al
propio pensamiento de las personas, sino a las presuposiciones de
dicho pensamiento: al contenido de las historias que las personas
crean en torno a las relaciones. En el próximo capítulo estudiare­
mos el contenido de dichas historias con más detenimiento.

39
4

Algunos tipos de historias

Durante nuestras vidas , oímos hablar de diferentes tipos de his­


torias . En muchas de ellas, el amor es el protagonista principal. To­
dos , por tanto , conocemos una serie de historias a las que podemos
recurrir para conformar la nuestra. Aquellas que seleccionamos para
desarrollar en nuestra vida son el reflejo de nuestros intereses . Las
historias se pueden clasificar atendiendo a sus contenidos, del mismo
modo en que los libros se agrup an por secciones en las librerías . Es­
tas historias constituyen el corazón de este libro. La segunda parte
del texto se fundamentará en ellas.
La lista de las veinticinco historias que aquí aparecen repre­
senta una amplia variedad de los conceptos del amor. Son las his ­
torias que surgieron con más frecuencia en nuestras entrevistas .
Sin embargo, es prob able que existan muchas más (la mayoría de
ellas en el subconsciente) historias de amor que las personas guar­
dan con recelo . Por tanto , calificaremos a nuestra lista de p rovisio­
nal: una insinuación de los tipos de historias que aquí nos ocup an .
Algunas de las concepciones (por ej emplo : el amor como un j ar­
dín ) nos resultarán más comunes que otras ( el amor como porno­
grafía) .
Cada historia responde a un modo de pensar y de conducta ca­
racterístico. Por ejemplo: una persona que ve el amor como un jue­
go entre dos concursantes se comportará con el ser amado de forma
m uy distinta a como lo haría alguien que ve el amor como algo reli­
gioso. La primera persona puede pensar que los acontecimientos
son atribuibles al destino, pero no lo hará así la segunda, que pensa­
rá lo contrario. Es probable que estos dos in dividuos reaccionen de
forma diferente ante los acontecimientos.

41
Una historia de amor concreta, con sus suposiciones sobre lo
que es o debe ser una relación amorosa, puede funcionar casi del
mismo modo que los «pensamientos automáticos» ( aquellos que
surgen sin esfuerzo alguno) . 1 Tal vez no seamos conscientes de que
esas suposiciones son inherentes a nuestra historia particular sobre
el amor. No obstante, consideramos que nuestras suposiciones res ­
ponden a una caracterización más o menos «correcta» de lo que
debería ser el amor, y a menudo desaprobaremos a aquellas p arejas
que , de algún modo , consideremos que no están a la altura de las
circunstancias. Pero también nosotros podemos autoconsiderarnos
no aptos si no conseguimos adaptarnos a los papeles que pensamos
que debemos desempeñar en nuestras relaciones . Así, si alguien ve
el amor como un arreglo económico, pero no puede establecer este
tipo de relación a pesar de intentarlo, sentirá que no es válido para
establecer una relación amorosa, aun cuando podría establecer un
tipo de relación amorosa diferente. Por otra parte, puede suceder
que la persona posea la historia adecuada pero desempeñe un p apel
erróneo en la misma .
L a s historias d e amor tienen p apeles complementarios . Somos
más felices con alguien . que comparte nuestra historia o, al menos,
cuenta con una historia compatible que puede adaptarse más o me­
nos a la nuestra. Sin embargo, esa persona no tiene por qué ser como
nosotros mismos. Al contrario, buscamos a alguien que comparta
con nosotros una historia similar, pero el papel que deba desempe­
ñar en la misma será complementario .
Consideremos , por ejemplo, la llamada historia de adicción o
dependencia (que describiré más adelante) , en la que uno de los
miembros de la parej a es adicto a la relación y al amor que emana de
ella. Puede que ambos miembros sean adictos a la historia, pero pa­
ra que la relación funcione necesitan asumir papeles complementa­
rios. Uno de ellos sería el adicto, en el sentido más estricto de la pa­
labra, y el otro el codependiente, que «ayudaría» al adicto a superar
las adversidades. La adicción puede ser a la parej a , pero también al
alcohol, las drogas o cualquier otra cosa. El elemento decisivo es la
presencia de la adicción y, prob ablemente, no sea tan importante la
naturaleza de la misma . Por otra parte, si el adicto es capaz de supe-

l. Beck, Aaron T., Lave is never enough , Nueva York, Harper and Row, 1988.

42
rar su adicción, la relación puede fracasar dado que ya no está sus­
tentada por la historia que la pareja compartía.
Tal vez el ex adicto ya no necesite e incluso rechace al codepen­
diente porque, en cierto modo , éste le recuerda su anterior adic­
ción. El codependiente, por su parte, ya no tiene ningún papel que
desempeñar puesto que la adicción ha desaparecido. Por tanto, ve­
mos que una historia que funciona en un determinado momento de
nuestra vida puede dejar de hacerlo en otro; lo mismo sucede con
las historias válidas para unas personas y no para otras.
Lo que funciona para una persona o en una determinada situa­
ción quizá no funcione para otra persona o en otra situación. Por
ejemplo, una historia de amor en la que el humor es el tema princi­
pal -en la cual las bromas y el hecho de ver las cosas con un gran
sentido del humor constituyen la parte más importante de la rela­
ción amorosa- puede ayudar a construir una relación divertida e
interesante para una pareja, ya que ésta considera que el hecho de
bromear frecuentemente mantiene la relación viva y fresca. Al mis­
mo tiempo, el hecho de bromear se puede utilizar para evitar la ver­
dadera intimidad, para ocultar los problemas o para actuar agresiva­
mente hacia el compañero de una forma encubierta y negativa. Por
ello, una historia que funciona para algunas parejas bajo determina­
das circunstancias, tal vez no funcione bajo otras. Para comprender
si una relación funciona o no, necesitamos comprender la historia
que la sustenta.
Algunas historias parecen tener más probabilidades de éxito
que otras, pero de nuevo hay que decir que lo que convierte a la his­
toria en potencialmente exitosa son las personas, su situación y la
cultura en la que se desarrolla. También cuenta la fe que las perso­
nas tengan en ella.
Una historia quizá tenga éxito sólo para la persona que cree en
ella. Leonard, cuya historia hemos descrito anteriormente, vivía una
relación que muchas personas hubieran calificado de idónea. La
historia que compartía era lo que yo denomino del jardín, una histo­
ria que, generalmente, funciona. El objetivo de esta historia consiste
en cuidar muy bien de la relación y de la pareja, del mismo modo en
que cuidaríamos de un jardín. El problema era que Leonard pensa­
ba que quería esta historia, pero existía otro tipo de historia que lla­
maba poderosamente su atención. Y así se desveló en su siguiente

43
relación: su historia ideal era más bien misteriosa. A Leonard le gus ­
tab an el misterio y la intriga, sin embargo Valerie era para él como
un libro abierto. El problema que tienen el misterio y la intriga es
que, normalmente, van asociados con el comienzo de las relaciones .
Las personas que necesitan misterio en sus historias amorosas aca­
ban , tarde o temprano, decepcionadas. Lo que en un principio pue­
de provocar felicidad, más tarde tal vez se convierta en el principal
causante de la infelicidad.
Las historias son causas y efectos ya que interactúan con nuestras
vidas . Las historias que incluimos en las relaciones pueden hacer que
nos comportemos de un modo determinado e incluso provocar que
unas conductas den lugar a otras . Al mismo tiempo, nuestro propio
desarrollo y nuestras interacciones con los demás pueden dar forma
y modificar las historias que aportamos a las relaciones , a través de
las cuales intentamos alcanzar el éxito en las mismas.
La posibilidad de éxito de cada tipo de historia depende de
que lo que entendamos por éxito . Zach y Tammy, cuya historia he
expuesto anteriormente, alcanzaron el éxito cuando todo el mundo
esperaba que fracasaran , puesto que la historia que compartían
comprendía el amor como una guerra . El hecho es que , con todos
sus insultos y peleas , Zach y Tammy eran felices y prob ablemente
no hubieran sabido qué hacer si esos enfrentamientos no hubieran
existido. Ambos procedían de hogares muy conflictivos , muy pare­
cidos al que juntos habían formado. ¿Es ésta una relación «satisfac­
toria» ? Sí, si calibramos la compatibilidad de sus historias de amor.
Sí, si valoramos que permanecían juntos. No, si tenemos en cuenta
que se quejaban constantemente el uno del otro o si tuviéramos que
valorarla por el grado de satisfacción expresado por la parej a, que
alcanzaría una de las cuotas inferiores en una escala numérica de sa­
tisfacción . No existe un criterio unitario para expresar el éxito o la
satisfacción . Es más, los miembros de una misma parej a pueden de­
finirlo de forma diferente, del mismo modo que lo harían terceras
personas que observaran la relación desde un punto de vista más le­
j ano. Las diferentes definiciones del éxito pueden derivar de histo­
rias diferentes.
Las relaciones funcionan mejor cuando las personas cuentan
con tipos de historias compatibles . Examinemos el ejemplo de Jane
y Don . Jane se sentía muy desgraciada por su relación con Don. Pa-

44
ra ella, la historia de su relación era policíaca. Si a Don no le gustaba
la ropa que Jane llevaba puesta pretendía que ella se la cambiara. Le
decía que la hacía gorda o que iba anticuada o desaliñada. Don con­
trolaba lo que ella comía y, cuando estaban en un restaurante, inclu­
so hacía que le trajesen otro plato si no le gustaba lo que Jane había
pedido . Tras muchos esfuerzos, Jane había conseguido que Don la
dej ara trabaj ar, aunque no le permitía desarrollar ningún trabajo
que le ofreciera la posibilidad de promocionarse profesionalmente .
La necesidad de control de Don estaba destruyendo la relación , ya
que Jane no quería vivir el resto de su vida como un preso en liber­
tad condicional. No había versión alguna de la historia policíaca que
pudiera satisfacerla.
Su historia ideal era la del j ardín ; una historia en la que tanto
ella como Don hubieran cuidado con cariño su relación, del mismo
modo en que un probo j ardinero cuidaría su j ardín. Probablemente
Jane hubiera estado mejor con una persona que hubiese querido
cuidar el j ardín de su relación. Por ejemplo, alguien cuya historia es
la del «libro de recetas de cocina» tiende a buscar fórmulas para que
la relación funcione. Jane hubiera podido convencer a ese alguien
para que buscara una fórmula que hiciera florecer su j ardín . Jane no
tenía sitio en su corazón para un policía que le había construido una
cárcel o una vida en la que se sentía constantemente vigilada.
Las personas escriben sus propias versiones de todas las histo­
rias que aquí aparecen y sus historias pueden ser totalmente diferen­
tes a las que describiremos en la segunda parte del libro. Es más ,
nuestras historias cambian con el tiempo . Así pues , el tipo de histo ­
rias que se tratan en la segunda parte deberá servir simplemente de
orientación ; no hagamos de ellas una ley.

45
5

¿ De dónde vienen y a dónde van las historias ?

¿De dónde proceden las historias ? Con nuestras percepciones


construimos lo que consideramos una historia perfecta. Pero las ex­
periencias, emociones, motivaciones y cogniciones afectan a nues­
tras historias. Además, los rasgos inherentes de nuestra personali­
dad pueden llevarnos a percibir las cosas de diferentes maneras.
Estas experiencias constituyen la base de los temas de nuestras his­
torias e influyen mucho en las mismas a la hora de determinar su ca­
rácter (una historia feliz o triste, larga o corta, heroica o infame).
Cuando construimos historias nuevas, solemos seleccionar cier­
tas partes de otras viejas a las que añadimos material nuevo con el
fin de adaptarlas a la nueva relación. Si nuestra historia es de recha­
zo (en cuanto a sentimientos se refiere) tenderemos a ser muy sensi­
bles hacia el mismo e interpretaremos la conducta como un rechazo,
aun cuando no lo sea. El rechazo se convertirá en el tema principal
de nuestras historias de amor y formará parte de todos los argumen­
tos de las mismas. Si siempre hemos desconfiado del ser amado, in­
tentaremos encontrar signos de desconfianza en nuestro amor ac­
tual y, probablemente, incluiremos el tema de la decepción en
nuestras historias puesto que cualquier conducta se puede interpre­
tar de infinidad de maneras, entre las que se incluye también el he­
cho de ser mentiroso. Veamos el caso de Allan y Dale.
Allan constituye el ejemplo de persona que incluye el tema del
rechazo en casi todos los argumentos. Durante su adolescencia,
Allan sufrió el doloroso rechazo de las chicas de su edad. En la ac­
tualidad tiene veintiocho años, pero esos duros días de instituto si­
guen vivos en su interior. Si un día su novia Dale está distraída,
Allan interpreta que está perdiendo el interés. Si Dale hace planes

47
en los que no incluye a Allan, entonces él piensa que ha sido exclui­
do deliberadamente. Cuando Dale rechaza el restaurante que su no­
vio ha elegido, éste lo interpreta como un rechazo hacia su persona.
Como individuo inteligente que es, Allan suele reconocer que
su respuesta no es racional . Sin embargo , el hecho de reconocerlo
no le ayuda porque p ara él ese rechazo le produce el mismo dolor
que sentiría si Dale realmente no le quisiera. La historia de Allan so­
bre lo que le podría suceder a su amor, distorsiona sus percepciones
sobre la realidad. No puede ver las cosas con claridad.
Todos nos decimos de vez en cuando: «Ahora veo las cosas con
claridad». Pero siempre las vemos asociadas a nuestras historias .
Siempre estamos influidos por los temas que las componen, y es me­
jor que nos demos cuenta de ello y no intentemos ignorarlo o nos ne­
guemos a creerlo. Los temas provienen de nuestras infancias, de las
interacciones con nuestros padres , con nuestros hermanos, con
nuestros amigos; de nuestras experiencias durante la adolescencia (a
menudo, de las más dolorosas ) . Y nunca nos abandonan . Los ternas
que más nos afectan son los que proceden de nuestras experiencias
que, en interacción con nuestras personalidades , tienen un mayor
significado para nosotros.
Si desconocernos estos ternas no podernos precisar su influencia
y tampoco veremos de qué forma alteran nuestras percepciones de
los acontecimientos . De ahí deducirnos que tenernos una importan­
te labor que realizar: comprender los ternas que conforman nuestras
historias , tales corno la vulnerabilidad al dolor, el sentimiento de
que tenernos derecho a beneficios ilimitados , el miedo a la pérdida
del control, la creencia de que no podernos ser amados y muchos
otros rnás . 1 Si somos conscientes , por ejemplo , de que tendernos a
sentirnos vulnerables ante los demás , es más probable que reconoz­
camos que nuestros sentimientos particulares de vulnerabilidad
provienen de la propia disposición a sentirnos vulnerables y no de
un agravio a nuestra persona.
De acuerdo con el tipo de historia determinamos el ambiente, al
menos del mismo modo en que el ambiente nos determina a noso­
tros. No nos limitarnos a reaccionar ante cualquier situación que se

l. Young, Jeffrey E. y Kiosko, Janet S., Remventzng your lzfe, Nueva York, Dutton ,
1 993 .

48
nos presenta.2 Al contrario, a través de las historias que introduci­
mos en el mundo del amor y también de otros elementos , creamos
un mundo determinado y sólo reaccionamos ante él . Sin embargo ,
no solemos reconocer o tener conocimiento de ese papel activo que
constituye el principal motivo de que muchas veces oigamos decir:
«Esto sólo me podía pasar a mí».
Por ejemplo , una mujer puede buscar repetidamente compañe­
ros autoritarios y groseros y luego quej arse de que siempre se junta
con perdedores . Tiene razón , pero tal vez se equivoque a la hora de
darse cuenta de que ella misma ha desempeñado un papel activo pa­
ra crear esa situación . Si Zach y Tammy hubieran roto , seguramente
hubieran acabado metidos en una nueva relación de características
bélicas similares a la que ellos mantenían . Más tarde se habrían que­
j ado de su mala suerte . Nuestras historias no sólo determinan nues­
tro modo de actuación en las relaciones , sino también el ambiente
que creamos y el modo en que éste ayuda a mantener o a extinguir la
relación.

LAS HISTORIAS DETERMINAN EL DESARROLLO DE LA RELACIÓN

Nuestras historias , influidas tanto por nuestro pasado como por


las personas con las que nos relacionamos en la actualidad, determi­
nan el carácter que toma nuestra relación . Una vez hemos creado la
historia sobre una persona y sobre la relación que mantenemos con
la misma, hacemos lo mismo que haría el autor de cualquier historia
que se pudiera calificar de buena: intentamos que adquiera cohe­
rencia. A nadie le gusta leer un libro lleno de contradicciones. Del
mismo modo, a nadie le gusta vivir una relación amorosa que carece
de sentido en un contexto previamente establecido. Es más, percibi­
mos los nuevos acontecimientos del mismo modo que las viejas his­
torias.
Imaginémonos a una señora que quiere comprar una cama arti­
culada muy cara. Su marido puede interpretar ese deseo pensando
que su mujer se preocupa mucho por la salud, que siempre quiere es-

2. McAdams, Dan P. , Stories we lzve by , Nueva York, Morrow, 1 993 ; Wolkstein, Dia­
ne, The/zrst !ove storzes, Nueva York, HarperCollins, 1 99 1 .

49
tar a la última moda, que quiere arruinarle, que es una hipocondríaca
o un montón de cosas más. El modo en que el marido interprete las
acciones de su mujer dependerá, en gran manera, de su historia de
amor y del papel que su mujer desempeñe en la misma.
Así, vernos que nuestra historia controla el modo en que perci­
birnos las acciones de los demás que nos ayudan a confirmarla. De
hecho, la misma acción o serie de acciones puede ratificar un deter­
minado número de historias. Una vez que hemos creado la historia,
podernos interpretar ciertos acontecimientos corno elementos ratifi­
cadores de la misma.
Nuestras historias no tienen por qué volverse más exactas con el
tiempo, pero sí resultan más elaboradas. Influyen en el modo en que
percibirnos todo lo que hace nuestra pareja y también en sus reac­
ciones. Con frecuencia, las historias se convierten en profecías que
se cumplen: hacernos que nuestras acciones y reacciones conduzcan
a los demás a actuar tal y corno nosotros esperarnos que lo hagan,
aunque no siempre conseguirnos darnos cuenta de nuestra influen­
cia a la hora de manipular su conducta.
La historias no sólo influyen en el desarrollo de las relaciones,
sino también en el tipo de relaciones que elegirnos. Algunas perso­
nas piensan que cuando escogernos a un amante o esposo/a de entre
un numero potencial de candidatos, lo hacernos partiendo de una
lista de cualidades elaborada racionalmente y luego elegirnos al ga­
nador/ a que reúne la mayor cantidad de atributos. Pero no es así; a
menudo elegirnos a la persona que nada tiene que ver con ese con­
texto racional que hemos creado. A veces, nos enamorarnos de una
persona que hubiéramos rechazado de inmediato si hubiésemos
atendido a la razón. El motivo de ello es que, en la mayoría de oca­
siones, nos influyen las historias y no la razón.
Esto no quiere decir que las consideraciones racionales no for­
men parte de nuestras elecciones amorosas. Algunos de nosotros
preferirnos las historias basadas en el amor eterno, otros las que se
basan en el dinero, y los hay que prefieren aquellas en las que preva­
lece la amistad, el control o el castigo. Los ternas que preferirnos
pueden ser racionales o irracionales, socialmente aceptables o no.
Pero en última instancia, nos sentirnos atraídos hacia compañeros
potenciales que nos permitan crear historias conjuntas en las que
encaje nuestra noción de lo que queremos que sea el amor, sin tener

50
muy en cuenta lo que los demás puedan decirnos sobre lo que debe
ser. Cuando alguien nos atrapa o, dicho en otras palabras, consigue
encandilarnos no lo hace a través de la pasión, el dinero o el poder,
sino invitándonos a compartir una historia pasional, de dinero, de
poder o de cualquier otro tipo. Quizás sería más correcto decir que
nos enamoramos de la historia de una persona, que de la persona en ¡
concreto.
Podemos casarnos o no con la persona de la que estamos enamo­
rados. A veces, decidimos casarnos atendiendo a la elección más ra­
cional, aunque la persona elegida tal vez no sea la que mejor encaje
en nuestra historia. Sin embargo, si hacemos lo que la sociedad y la
familia consideran como lo correcto o racional corremos el riesgo de
sufrir las malas consecuencias de nuestras acciones: lo normal es que
no seamos felices cuando nos demos cuenta de que no sólo no quere­
mos a la persona con la que nos hemos casado, sino que nunca la po­
dremos amar. Podríamos plantearnos si el matrimonio siempre tiene
que ser una respuesta al amor. Pero si así lo creemos, el amor tiene que
ser el elemento principal del mismo. Si las historias son incompati­
bles, el amor será difícil aunque no imposible.
En ocasiones se nos plantea el problema contrario: conocemos a
más de una persona cuyas historias son compatibles, en cierto mo­
do, con la nuestra.
El hecho de vernos involucrados emocionalmente con dos per­
sonas al mismo tiempo no es algo extraño; constituye el tema princi­
pal de muchas historias y canciones de amor. Una de ellas encaja
perfectamente en el papel: tiene todos los atributos que considera­
mos necesarios en la esposa o marido perfecto. La otra no le llega ni
a la suela del zapato, en cuanto a la lista de atributos ideales se refie­
re. Sin embargo, estamos enamorados de ésta y la queremos, aun­
que no estamos enamorados, a la primera. Si consideramos que el
matrimonio debe de ser una historia de amor y nos viéramos forza­
dos a hacer una elección, seguramente elegiríamos a la segunda per­
sona. Veamos el caso de Maria.
Maria estaba saliendo con dos hombres al mismo tiempo.
Sam tenía todo lo que ella siempre había querido: era inteligente,
atractivo, triunfador, atento y estable. Los amigos de Maria le
veían como el candidato perfecto. Kurt, sin embargo, no encaj a­
ba nada en el papel. Era más astuto que inteligente. Era atracti-

51
vo, pero no h abía triunfado demasiado en el trabaj o . El compor­
t amiento de Kurt h acia Maria era irregular: a veces b ebía los
vientos por ella y otras no le h acía ni caso y s alía con otras muj e ­
res . Era una persona tremendamente inestable. S i n emb argo ,
Maria le quería . No s abía por qué, pero le quería . También era
cons ciente de que debía elegir a S am , pero no podía. Kurt en c a­
j ab a en su con cep ción d e l amor, e n su historia. Además, Maria
había crecido vien do historias de amor que s e asemej aban más a
su relación con Kurt que a su relación con S am . Hubiera podido
cambiar su historia aunque, claro , resulta mucho más fácil decir­
lo que hacerlo.
¿Por qué es tan difícil que las historias cambien ? Considere­
mos lo que los psicólogos denominan tendencia a la confirmación .
Normalmente las personas tendemos a confirmar aquello en lo
que creemos . Hacemos todo lo posible para ignorar la informa­
ción contradictoria. Así pues , no resulta sorprendente que intente­
mos , a toda costa , evitar cambiar nuestra historia sobre una rela­
ción amorosa . El hecho de cambiar una historia real resulta muy
incómodo. S upone reorganizar un importante número de infor­
mación , lo cual significa que tenemos que reconocer que estáb a ­
m o s equivocados , q u e tenemos dudas sobre nuestra actual rela­
ción y que la nueva historia también es susceptible a los cambio s.
Podemos llegar a dudar de nuestros sentimientos, de nuestras cre­
en cias , incluso de la confianza en nuestra p arej a . Por todo ello,
nos inclinamos a mantener viva la viej a historia, aun cuando ésta
ya no encaje en la situación actual. Ex aminemos un ejemplo: la
aventura amorosa.
¿ Por qué siempre resulta tan difícil reconocer que nuestra pare­
j a tiene un «affaire» con otra persona? Hace cinco años , Jim tuvo
una aventura amorosa. Ellen se enteró por un amigo de ambos. Al
principio Jim lo negaba pero luego lo admitió, abandonó esa rela­
ción extramatrimonial y no ha tenido otra desde entonces . Sin em ­
bargo , para Ellen la relación había cambiado. La historia de amor
que tenía ahora con Jim era totalmente diferente a la anterior: Jim
siempre había sido su Romeo , pero ahora se había convertido en un
Don Juan. A pesar de que antes Jim estaba perdidamente enamora­
do de Ellen , ahora ella le consideraba capaz de seducir a otra mujer
en cualquier momento.

52
El comportamiento de Jim era básicamente el mismo que el
que tenía antes de la aventura. Ellen , quien anteriormente pensaba
que Jim sólo se interesaba por ella, veía ahora a su esposo como a un
hombre que intentaba resultar atractivo a otras mujeres , aparte de a
ella. ¿ Cómo podía Jim demostrarle que estaba equivocada? Ellen
estab a atrap ada en la historia del Don Juan . Ya no se conseguía ver
en la historia de Romeo y Julieta; sin embargo, tampoco podía enca­
minar la historia hacia un argumento que funcionase mejor. No po­
día cambiar su historia y Jim apenas podía contribuir a ello.
Resulta muy difícil cambiar las historias de los demás . Si procu­
ramos hacerlo, utilizarán nuestros esfuerzos para confirmar la histo­
ria presente, sea cual sea el carácter de la misma (interpretarán que
intentamos manipularlos y controlarlos , y que sólo tenemos en
cuenta nuestro punto de vista) . De este modo, nuestros intentos tie­
nen muchas probabilidades de fracasar; es más, es posible que con­
tribuyan a consolidar la viej a historia en lugar de ayudar a crear una
nueva.
La mayoría de las tentativas para cambiar las relaciones fracasan
porque tratan de modificar los conocimientos, los sentimientos o la
conducta sin enfrentarse a la historia que es el origen de todos ellos .
Pero también resulta difícil enfrentarse a l a historia cuando n o l a co ­
nocemos con exactitud.
La relación b ásicamente no cambia si no cambia la historia. Los
esfuerzos por mejorar las relaciones nunca van encaminados a la
historia en su glob alidad, sino a temas o fragmentos aislados de la
misma. Aun cuando intentemos modificar esas partes de nuestra
historia de amor, todos los elementos nuevos que introduzcamos se
incorporarán a la viej a historia.

LAS HISTORIAS PUEDEN MEJORAR O EMPEORAR

Las historias , así como el papel que desempeñan en nuestras re­


laciones, cambian con el tiempo ya sea para mejorar o empeorar.
Mejoran cuando vamos descubriendo más cualidades agradables en
la otra persona. Curiosamente, también pueden empeorar si no des­
cubrimos nada nuevo en esa persona. Esto se debe a dos fenómenos
psicológicos .

53
El primero es el denominado «efecto de información negativa».3
La información negativa tiene un poder muy superior a la positiva.
Por ejemplo, si en la carta de recomendación de un candidato a un
puesto de trabajo encontramos un rasgo aislado de información nega­
tiva, seguramente la rechazaremos por este motivo, sin tener en cuen­
ta todos los aspectos positivos que se resuman en ella. Un ápice de in­
formación negativa puede hacer más daño que el bien que puedan
ejercer cien piezas de información positiva. La información negativa
influye en nuestras evaluaciones mucho más que la información posi­
tiva. Y por supuesto, la información negativa no puede ser, en ningún
modo, calificada como tal desde un punto de vista objetivo, sino sólo
si partimos del punto inicial de la historia que nos ofrece tal informa­
ción. Así pues, podemos sobrevalorar la información negativa hacien­
do que una persona parezca peor de lo que es en realidad.
El segundo fenómeno se denomina «error de atribución bási­
ca».4 Tendemos a ver una conducta desfavorable en los demás co­
mo si fuera algo inherente a ellos (por ejemplo: un rasgo de la per­
sonalidad que no nos agrada) , mientras que si observamos en
nosotros un comportamiento desfavorable lo atribuimos a una de­
terminada situación. Si nuestra pareja grita es debido a que es una
persona que tiene muy mal humor, mientras que si somos nosotros
los que gritamos será porque nos han provocado o porque tene­
mos un mal momento. Si nuestro compañero/a hace algo descon­
siderado lo atribuiremos a que es una persona desconsiderada,
mientras que si lo hacemos nosotros lo atribuiremos a una distrac­
ción momentánea. Resumiendo: los demás hacen las cosas. mal
porque son malos, mientras que si nosotros hacemos las cosas mal es
porque no nos encontramos bien o porque la situación nos ha
obligado a actuar así. Observemos el ejemplo de J ack y Sandy.
J ack y Sandy parecen compatibles, si creemos que la similitud
engendra compatibilidad. La similitud puede conducirnos, en de­
terminadas ocasiones, a la mutua comprensión. Pero éste no era el

3 . Nisbett, Richard E. y Ross, Lee, Human inference. strategies and shortcomings o/


socialjudgment, Englewood Cliffs, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1 980.
4 . Ross, Lee, «The intuitive psychologist and his shortcomings: distortions in the at­
tribution process», en Advances in experimental social psychology, Berkowitz , Leonard
(comp. ) , Nueva York, Academic Press, 1 977, vol. 1 0 .

54
caso. J ack y Sandy tenían el genio vivo. J ack solía ver sus salidas de
tono como una justificación a la inaceptable conducta de Sandy.
Ella interpretaba su fuerte temperamento como un defecto básico
de su carácter. Desgraciadamente, sus modos de pensar e interpre­
tar la relación eran idénticos. El resultado: constituían un modelo
de conflicto en permanente ascenso. Su relación hubiese mejorado
bastante si se hubieran aplicado a sí mismos los principios que se
aplicaban mutuamente o viceversa.
Con el tiempo, tanto el efecto de información negativa como el
error de atribución básica van haciendo que las historias de nuestras
relaciones sean cada vez más desfavorables hacia nuestra pareja. Da­
do que resulta tan difícil cambiar la historia de forma consciente, es
probable que el cambio se realice de forma paulatina aunque in­
consciente: ni siquiera nos damos cuenta de lo que está sucediendo.
Poco a poco la historia agradable se va convirtiendo en todo lo con­
trario. Finalmente, la historia inconsciente va adquiriendo conscien­
cia; en ese momento nos damos cuenta de que no somos felices. La
historia ya no es lo que queríamos que fuera; si hubiera sido así des­
de el principio no habríamos entrado en esa relación. Una vez alcan­
zado este punto, sea cual sea la actitud de nuestro compañero ten­
deremos a interpretarla de forma negativa.
Sin embargo, si somos conscientes de los temas de nuestras his­
torias y del modo en que procesamos la información, éstas pueden
cambiar de forma positiva. Si comprendemos que el efecto de infor­
mación negativa y el error de atribución básica pueden hacer que
nos equivoquemos, y si nos damos cuenta de que no son sólo las re­
laciones las que afectan a las historias, sino que también las historias
afectan a las relaciones, conseguiremos dar un paso adelante en la
mejora de nuestra relación reconociendo que los defectos que atri­
buimos a nuestra pareja residen, en realidad, en nuestro procesa­
miento de información sobre la misma y no en su persona.

POR QUÉ FALLAN A MENUDO LOS INTENT OS CONVENCIONALES DE


C :AMBIAR NUESTRAS RELACIONES

¿Por qué los intentos de cambiar las relaciones, ya sea a través


de los propios esfuerzos de la pareja o a través de la terapia matri-

55
monial, fallan tan a menudo ? Fallan porque se ignoran las historias
que cada persona utiliza p ara enfocar la relación.
La mayoría de nosotros nos hemos visto envueltos es más de
una relación que no ha funcionado . Suele ocurrir que la decisión de
acabar con la relación no es mutua, y que la persona abandonada in­
tenta averiguar el por qué del fracaso teniendo en cuenta el punto
de vista de su ex p arej a y dej ando a un lado la relación . La persona
que ha dado por finalizada la relación , a veces se siente en la obliga­
ción de encontrar una respuesta que justifique el fracaso de la re­
lación no sólo ante su parej a, sino también ante sí misma. También
puede sentir lo mismo el que ha sido abandonado. Ambos están ha­
ciendo lo correcto. Lo que ambos consideran las causas del fracaso
de su relación son, en realidad, los efectos. Creamos motivos para la
ruptura, del mismo modo que al principio buscamos razones para
estar juntos . Estos motivos son más aparentes que reales y pueden
ser múltiples: quizás el compañero era demasiado exigente, o la re­
lación no iba a ninguna parte, o la comunicación no era completa.
Resumiendo : creemos que estamos pensando de forma racional
cuando, de hecho, el pensamiento nos está haciendo actuar de un
modo narrativo o intuitivo.
Esas «razones» o «motivos» rara vez constituyen la «causa» de
la ruptura . Las utilizamos p ara justificar nuestras acciones ante los
demás y ante nosotros mismos. La verdadera razón de la ruptura es
que ya no nos gusta el carácter que ha tomado nuestra historia. Es
muy difícil que las historias cambien , pero lo harnn con el paso del
tiempo. Por tanto , lo que había comenzado como una historia de
nuestro agrado se puede convertir en algo que no nos complace.
El hecho de que no toleremos una conducta que antes sí admití­
amos , no se debe a que esa conducta haya cambiado , sino a que la
historia ha cambiado. Todas las cualidades de la persona amada que
nos agradaban han dej ado de hacerlo debido a que la historia desa­
gradable ha entrado en acción . Para cambiar la relación , necesita­
mos comprender la historia en que se basa y encaminarla correcta­
mente. También necesitamos entender nuestra historia ideal y la de
nuestra parej a, ya que seguramente constituyen el motivo principal
de nuestra unión . Veamos la historia de Gary y Carla.
Al principio, cuando Gary estaba intentando recuperarse de su
problema con el alcohol, estaba encantado con los cuidados de Car-

56
la. Ella había hecho todo lo posible por él, había estado siempre a su
lado cuando la necesitaba y su deseo de que Gary se recuperara era
totalmente desinteresado. C arla no había cambiado , pero sí la acti­
tud de Gary hacia ella. Gary se sentía agobiado por Carla . Necesita­
ba espacio y pensab a que Carla no se lo daría. S abía que ella le que­
ría bien ; sin embargo , ahora Carla formab a parte de su historia de
rehabilitación , una historia que, por supuesto , prefería olvidar. To­
das las conductas que tanto había admirado en ella se habían con­
vertido en una fuente de ardiente rencor. Lo que una vez fuera la
historia ideal de Gary había dej ado de existir.

COMPRENDAMOS LAS HISTORIAS IDEALES

Para comprender los sentimientos de nuestra parej a hacia noso­


tros , debemos comprender su historia sobre las relaciones ideales.
La historia reside en el sub consciente, lo que motiva que, con fre­
cuencia, nuestra parej a no sea totalmente consciente de ella, del
mismo modo que nosotros no somos plenamente conscientes de la
nuestra.
Creo que las historias particulares que desarrollamos están cons­
tituidas por una amalgama de atributos pertenecientes a determina­
das personas que, de algún modo, quisimos en el pasado pero no fui­
mos capaces de conseguir. La pérdida de uno de nuestros padres , el
rechazo en nuestra infancia por parte de otros niños que se burlaban
de nosotros, los ídolos y desengaños propios de la adolescencia . . . Los
ejemplos son múltiples. Cada vez que perdemos a alguien o algo, in­
teriorizamos los atributos que nos atraen y terminamos construyen­
do, a menudo de forma inconsciente, una mezcla formada por las
cualidades de las que carecimos en el pasado.
Nuestra investigación en la Universidad de Yale demostró que
l as personas tienen ideales en cuanto a las relaciones amorosas se re­
fi ere , y esos ideales son tan importantes como la relación real en sí
misma.5 Los ideales controlan la formación de nuestra historia y
también la felicidad que emana de ella. Además, cuando nos damos

5. Sternberg, Robert ]. y Barnes, Michael L., «Real and ideal others in romantic rela-
1 1onsh1ps», en ]ournal o/personality and soeza! psychology 49, 1 985 , págs. 1 .5 86 - 1 .608.

57
cuenta de que existe una similitud entre una historia real o potencial
y nuestra historia ideal nos sentimos verdaderamente emocionados.
Por tanto, podemos decir que el hecho de encontrar similitudes ge­
nera emociones positivas, como la felicidad y la alegría. Las emocio­
nes negativas como la tristeza, el miedo y la frustración pueden sur­
gir cuando esperamos hallar esa similitud y, sin embargo, no
aparece.6 En ocasiones intentamos forzarla. Cuando conocemos a al­
guien, determinamos cuán cerca o lejos se encuentra esa persona de
nuestro ideal. Si no tiene nada que ver con éste, nos podemos limitar
a descartarla. Sin embargo, si sucede lo contrario intentaremos por
todos los medios acercar cada vez más a esa persona a nuestro ideal.
En otras palabras, interpretaremos sus acciones de modo que enca­
jen perfectamente con nuestros deseos más anhelados. Queremos
que nuestra historia ideal se convierta en realidad.
Muchos de nosotros hemos vivido relaciones en las que hemos
sentido que el modo en que nos implicábamos tanto nosotros como
nuestra pareja no era más que un intento de perpetuar nuestro amor
ideal y que, verdaderamente, esa forma de actuar no tenía nada que
ver con la realidad. Finalmente la ilusión -el intento de hacer reali­
dad el ideal- puede venirse abajo cuando las acciones y comporta­
mientos de la pareja ya no pueden sustentar nuestros esfuerzos por
alimentar la ficción. Veamos el caso de Liz y Larry.
Liz siempre se había sentido atraída por los tipos callados y de
carácter fuerte. Cuando conoció a Larry se pasaba horas intentando
averiguar sus pensamientos. Larry no era una persona de muchos
halagos, pero bastaba un solo cumplido para que Liz se sintiera en
el séptimo cielo. La relación resultaba de lo más excitante, ya que la
historia ideal de Liz se basaba en el misterio: casi todos los aconteci­
mientos quedaban bajo la superficie. Ahora, hace tres años que
Larry y Liz se casaron y Liz ha descubierto algo terrible: bajo el si­
lencio de su esposo se esconde el vacío. Larry no es como una alca­
chofa que esconde un corazón bajo sus hojas, sino como una cebo-

6. Berscheid, Ellen, «Emotion», en Clase relatzonshzps, Kelley, H. H. (comp.) y otros,


Nueva York, W. H. Freeman, 1 983 , págs. 1 1 0- 1 68 ; Berscheid, Ellen, «Interpersonal rela­
tionships», en Annual Review o/psychology 45 , 1 994 , págs. 79- 129; Mandler, G., «T he ge­
neration of emotion: a psychology theory», en Emotion - theory, research, and experience,
vol. 1 , Theories o/ emotion, Plutchik, R. y Kellerman, H. (comps . ) , Nueva York, Academic
Press, 1 980, págs. 2 1 9-243 .

58
lla: una vez que le quitas las capas de reticencia no encuentras nada.
Larry era callado porque no tenía nada que decir y Liz se dio cuenta
de que lo había idealizado en algo que no era. El problema es que
ahora ya es demasiado tarde, la única solución sería que ambos cam­
biasen sus vidas de forma radical.
Algunas parejas potenciales encajan de forma inmediata en
nuestras historias ideales obedeciendo a nuestros caprichos; mien­
tras que otras no lo hacen en modo alguno. Del mismo modo en que
la amistad se va convirtiendo poco a poco en amor, podemos cam­
biar lentamente nuestra historia ideal para que se ajuste a la que es­
tamos viviendo. La nueva historia no tiene por qué reemplazar a la
anterior, sino que puede coexistir junto a ella. En este caso, siempre
existe la posibilidad de que más tarde conozcamos a alguien que en­
caje mejor con nuestra historia original. Si hemos conservado esa
historia puede que cambiemos de relación o nos veamos envueltos
en dos relaciones de forma simultánea.
Los ideales, claro está, cambiarán o no; sin embargo, las relacio­
nes siempre lo hacen. A medida que van cambiando, pueden con­
ducir a las parejas que las viven a experimentar mayor o menor satis­
facción. A menudo las personas que comienzan sus relaciones con
historias poco realistas o que, en última instancia, son más difíciles
de mantener en las relaciones a largo plazo, como las historias fanta­
siosas o misteriosas, descubren que dichas historias se empiezan a
deshacer a medida que aumentan las responsabilidades como man­
tener un hogar, criar a los hijos y pagar los impuestos. Estos elemen­
tos encajarían mejor en una relación de negocios, por ejemplo; sin
embargo, tendrían mucho menos que ver con la historia del cuento
de hadas: aquella en la que el príncipe busca a su princesa o vicever­
sa. El resultado es que las personas cuyas historias resultan más difí­
ciles de mantener se pueden desilusionar más rápidamente que
aquellas cuyas historias son más viables.
A veces esa desilusión nos lleva a cambiar de pareja. Por lo gene­
ral, la historia ideal se mantiene e intentamos cambiar la historia real.
Por ejemplo, un hombre o una mujer con una historia artística -al­
guien que busca una obra de arte en su compañero/a- se siente a
disgusto con la edad de su pareja. A veces los hombres de mediana
edad se fijan en mujeres más jóvenes; eso hace que al hombre le re­
sulte más fácil mantener la historia artística. Del mismo modo, una

59
historia de gobierno ( en la que se impone el mando) tiende, en este
sentido , a ser más factible ya que el hombre mayor es propenso a
sentir que tiene el poder sobre la mujer joven. También hay otras his­
torias que conducen a los hombres a unirse a mujeres más jóvenes o a
las mujeres con otro tipo de hombres . Por ejemplo: una mujer tiene
más posibilidades de encontrar un compañero de negocios en un
hombre de reconocido prestigio. Las historias juegan un importante
papel a la hora de cambiar de parej a , pero también es importante el
contexto cultural en que están inmersas.

LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS : LA MATRIZ CULTURAL

Las historias que contarnos responden a prototipos únicos , ade­


cuados al tiempo y al lugar en que vivirnos,7 que se encuentran in ­
mersos en una matriz cultural . 8 Las culturas aprueban ciertas histo­
rias y desaprueban otras . Por ejemplo : actualmente en los Estados
Unidos se considera que el matrimonio es una historia de amor ver­
dadero. Históricamente, eso es algo poco común. Los norteamerica­
nos contemporáneos consideran que casarse por dinero o por alcan ­
zar una determinada posición social demuestra falta de aplomo ; sin
embargo , este hecho ha sido calificado de aceptable, incluso de de­
seable durante la mayor parte de la historia.
Así pues , crearnos nuestras propias historias atendiendo al con­
texto de nuestras costumbres culturales . Nos encontrarnos bajo una
constante, aunque ligera presión para crear aquellas historias que

7. Aron, Arthur y Westbay, Lori, «Dimens10ns of the prototype of love», Journal o/per­
sonaltty and soeza! psychology 7 0 , 1 996, págs. 53 5 -55 1 ; Barnes, Michael L. y Sternberg, Ro­
bert J., «A hierarchical model of love and its pred1ction of sat1sfaction in close relationsh1ps»,
en Satts/actton in clase relat10nsh1ps, Sternberg, Robert ]. y Hojjat, Mahzad (comps . ) , Nueva
York, Guilford, 1 997 , págs. 7 9- 1 0 1 ; Fehr, Beverly, «Prototype analysis of the concepts of love
and commltment», en Journal o/ personaltty and soeza! psychology 5 5 , 1 98 8 , págs. 5 5 7 - 5 7 9 ;
Fehr, Beverly y Russell, James A., «The concept of love viewed from a prototype perspecti­
ve», en Tournal o/personalzty and soeza! p rychology 60, 1 99 1 , págs. 425 -43 5 .
8 . Ackerman, Diane, A natural history o/ lave, Nueva York, Random House, 1 994 ;
Dion, Kenneth L. y Dion , Karen K . , «Cultural perspectives on romantic !ove», en Personal
relat10nsh1ps 3 , 1 99 6 , págs . 5 - 1 7 ; Hunt, Morton M . , The natural history o/ lave, Nueva
York, Knopf, 1 95 9 ; Singer, Irvmg, The nature o/ lave, 3 vols. , 2' edición, Chicago, Univer­
sity of Chicago Press, 1 984 .

60
sean culturalmente aceptables . Por ejemplo : en una determinada
época o lugar, alguien podría ser ejecutado por una historia de adul­
terio, mientras que en otro contexto esa historia apenas provocaría
el movimiento de una de nuestras cej as .
Más aún, nuestra historia d e amor n o e s más que una d e las mu­
chas historias que creamos . 9 También creamos, como es natural, his­
torias sobre otros tópicos como pueden ser el trabajo o la familia.
Imaginamos cómo preferiríamos vernos en el trabajo y en relación
con otros miembros de nuestra familia. Estas historias pueden ser
complementarias , pero también competir con nuestras historias de
amor. Por ello, a veces resulta difícil que las historias de amor y las de
trabajo se complementen , lo cual nos crea un estado de constante
tensión . Algunas personas prefieren aunar los diferentes tipos de his­
torias que componen su vida y tener una sola, mientras que otras
prefieren mantenerlas separadas . Por ejemplo: alguien a quien le
gusta combinarlas tal vez se decante por mantener una relación ínti­
ma con alguna persona de su trabajo ; la persona que prefiere mante­
nerlas separadas jamás establecería ese tipo de relación . Pero la ma­
yoría de las personas se inclinan por la coherencia cognitiva:
procuran que las historias convivan cuidadosamente unas con otras .
Para comprender completamente nuestra historia de amor necesita­
mos darnos cuenta del modo en que ésta se adapta al contexto global
de nuestras vidas . He aquí el caso de Ben y Lisa.
Ben amaba a Lisa, pero lo que Lisa ignorab a es que él nunca se
casaría con ella. Incluso al propi0 Ben le molestaba reconocerlo .
Ben trabaj aba como adjunto al vicepresidente en un importante
b anco. Todo el mundo sabe que para ascender en un banco, sólo es
posible casarse con un determinado tipo de personas : aquellas que
dan la talla en los acontecimientos sociales del banco. Deben ser in ­
dividuos de aspecto agradable, que sepan mantener una conversa­
ción , relacionarse y entretener. En definitiva, alguien que encaje con
el fondo de un hermoso cuadro . Nadie habla de ello porque se su­
pone que, actualmente, éstos no son los valores que más se aprecian ;
pero así sucede en el mundo bancario . Lisa era maravillosa, pero ca­
sarse con ella suponía comprar un billete al olvido para la carrera de
Ben . Así que Ben dejaba pasar el tiempo, consciente de que debería

9. McAdams, Dan P. , Stories we lzve by , Nueva York, Morrow, 1 993 .

61
cambiar de pareja. Sin embargo, su corazón no se lo permitía. Lisa
no encajaba en la historia que Ben necesitaba para triunfar en el tra­
bajo. Si Lisa hubiera comprendido la historia de Ben, jamás hubiese
establecido una relación con él.
La comprensión de nuestras propias historias, así como de las
de nuestra pareja, juega un papel sumamente importante tanto a la
hora de forjar la relación como a la de cambiarla. Esa comprensión
nos ayuda enormemente a encontrar el compañero idóneo desde un
principio. Limitémonos ahora a considerar cómo son las historias y
el modo en que operan en el contexto de nuestras vidas cotidianas.

62
SEGUNDA PARTE

HISTORIAS DE AMOR

Las historias de amor se pueden agrupar de diversas maneras. Da­


do que no existe un conjunto de historias que podamos calificar de defi­
nitivo, tampoco existe la agrupación definitiva de las mismas. A medi­
da que surgen nuevas historias, los conjuntos o grupos cambian. La
clasificación aquí utilizada tiene como base las características internas
de las historias. Es más bien una clasificación a priori y no el fruto de
un análisis estadístico. Nos ayudará a comprender mejor las exigencias
que los diferentes tipos de historias plantean en las relaciones. Existen
cinco tipos de historias.
Las historias asimétricas se fundamentan en que la idea de la asi­
metría (o conducta complementaria) entre los miembros de la pareja de­
be ser la base de la relación. En una historia profesor-estudiante, uno de
los individuos proporciona la estructura e información, mientras que el
otro se encarga de recibirla. En la historia de sacrificio, un individuo re­
aliza concesiones voluntariamente, mientras que el otro se encarga de
recibirlas y beneficiarse de las mismas. En una historia de gobierno, un
individuo ejerce su poder sobre el otro. (La historia de gobierno tiene
una derivación, que describiremos más adelante, consistente en una his­
toria de coordinación en la que los individuos comparten el poder.) En
una historia polidaca, uno de los miembros se encarga de llevar a cabo
la vigilancia y a menudo también suele proporcionar una estructura al
otro miembro. En una historia pornográfica, un individuo degrada al
otro. En una historia de terror, un individuo es el torturador y el otro la
víctima de sus vilezas. En este tipo de historias, los papeles que los indi-
viduos tienden a desempeñar pueden cambiar con el tiempo y las cir­
cunstancias. Sin embargo, la relación siempre tenderá a ser asimétrica,
independientemente de quién desempeñe cada papel.
Las historias objeto son aquellas en las que se supone que uno de
los miembros de la pareja o la relación constituye el medzo para conse­
guir algo que se encuentra Juera de la relación. Hay dos tipos principa­
les de historias. En el primer tipo, la persona es un objeto. En todas es­
tas historias, la pareja no es valorada por sí misma, sino por el papel
que juega su compañero. En una hzstorza de cienciajicción se valora la
excentricidad o el misterio de la pareja. En la historia de la colección,
se considera a la pareja como parte de una gran colección. En una his­
toria de arte, se valora la apariencia física de la pareja En el segundo
tipo, la relación es el objeto. En ella, la relación es un medio para con­
seguir o encontrar algo importante que se encuentra fundamentalmen­
te Juera de la relación. En una historia de casa y hogar, la relación es
un medio para conseguir una hermosa casa y un ambiente hogareño.
En una historia de recuperación, la relación es el medio para recupe­
rarse de un determinado trauma. En una historia religiosa, la relación
sirve para ayudar a uno o a ambos miembros de la pareja a sentirse
más cerca de Dios, o incluso la propia relación se acaba convirtiendo
en una especie de religión. En una historia de juego, los miembros de
la pareja quieren ser vencedores y la relación les proporciona un juego
para conseguirlo.
Las historias de coordinación se basan en la idea de que ambos
miembros de la pareja trabajan juntos para crear, hacer o mantener al­
go. En la historia viajera, el amor es un viaje y la pareja trabaja unida
para elegir y llegar a su destino común . En la historia de coser y tejer, la
pareja teje o cose la base de su relación conjuntamente. En la historia
deljardín, la pareja cuida de su relación del mismo modo en que un jar­
dinero cuida su jardín. En una historia de negocios, la pareja crea ,o es­
tablece un negocio en el que hay una división de /unciones. En la histo­
ria de adicción, uno de los integrantes de la pareja no puede vivir sin el
otro o, como mínimo, necesita ese contexto de dependencia que le pare­
ce indispensable para la vida de la pareja
Las historias narrativas parten de la idea de que existe algún tipo
de texto, Juera de la relación, que funciona como una norma indicativa
del camino que debería seguir la relación. En una historia fantástica, el
texto se basaría en un cuento de hadas que incluye a un príncipe y a
una princesa, o a un caballero y a una princesa. En la historia científica,
el texto hablaría del modo en que las relaciones se pueden analizar de
acuerdo con unos principios y fórmulas científicas ya existentes. En la

64
historia del libro de cocina, el texto consiste en una receta que, si se si­
gue al pie de la letra, nos conducirá hacia una relación exitosa.
En las historias de género se da importancia al modo o forma de
ser en la relación y no tanta a los objetivos y principios que subyacen en
la misma. En una historia bélica, lo que importa realmente son las ba­
tallas y la guerra que las genera, no el objetivo de las mismas. En una
historia teatral, es importante que uno de los miembros de la pareja es­
té siempre desempeñando su papel, sea éste cual sea (además, ese papel
puede cambiar con el tiempo). En la historia de humor, lo importante
es que la relación sea alegre y desenfadada y que nunca se convierta en
algo demasiado serio. Y en la historia misteriosa, uno de los individuos
debe ocultar constantemente información al otro, sin importar el tipo
ni la importancia de la misma.
En esta parte del libro, voy a tratar cada una de las historias de
amor de forma individual, describiéndolas brevemente, presentando
unos cuestionarios que utilizamos para evaluar las historias de amor,
dando ejemplos de cada historia de amor, describiendo los modos de
pensamiento y conducta característicos de las mismas, explicando los
papeles que desempeñan las personas en ellas y estudiando sus ventajas
e inconvenientes.
Los cuestionarios han sido elaborados con el objetivo de que cada
persona pueda identificar su historia de amor. En nuestros estudios, los
individuos fueron evaluando todas las cuestiones utilizando, en la ma­
yoría de las ocasiones, una escala del 1 al 9. El 1 significa que la perso­
na no se identifica en absoluto con ese punto y el 9 que la define con to­
da perfección. (A veces hemos utilizado otras escalas, como la del 1 al
7.) Las puntuaciones son el resultado de la media de todos los puntos
otorgados a las diferentes cuestiones y nos dan una idea del impacto
que cada historia tiene en cada persona. Por lo general, una media de
puntos entre 7 y 9 se considera alta y demuestra una atracción hacia la
historia. Las puntuaciones del 1 al 3 se consideran bajas y son el indica­
tivo de que la historia no nos interesa en absoluto. Las puntuaciones
medias, del 4 al 6, indican cierto interés, aunque no el suficiente como
para llegar a lo romántico.
Dado que la descripción de cada historia incluye los puntos del
cuestionario que utilizamos en nuestra investigación, vosotros mismos
podréis responder a ellos utilizando una escala del 1 al 9, descubriendo
así cuáles son las características de vuestras relaciones amorosas. En­
tonces descubriréis cuáles son vuestras historias favoritas y podréis cal­
cular hasta qué punto os sentís identificados con ellas. Os daréis cuenta
de que algunos de los puntos son muy parecidos y entre ellos sólo exis-

65
ten unas pequeñas diferencias. Esta coincidencia obedece a tres razo­
nes. La primera es que los test largos tienden a dar resultados más fide­
dignos. La segunda es que los más sutiles cambios a la hora de redactar
los cuestionarios pueden influir en las respuestas, incluso de forma
drástica. Por último diremos que las personas que se ven más refie1adas
en la historia tienden a dar las mismas puntuaciones (normalmente al­
tas) a todas las preguntas, aunque éstas varíen en su redacción y el sig­
nificado no sea el mismo; algo que no les ocurre a las que no se identifi­
can con la historia.

66
6

Historias asimétricas

Como hemos dicho anteriormente, las historias asimétricas son


aquellas en las que el concepto de asimetría entre los miembros de
la pareja constituye la base de su relación. Existen seis tipos de his­
torias asimétricas: la historia profesor-estudiante, la historia de sa­
crificio, la de gobierno, la policíaca, la pornográfica y la historia de
terror.

H ISTORIA PROFESOR-ESTUDIANT E

La asimetría es inherente a la historia profesor-estudiante. En


este tipo de historia, uno de los miembros de la pareja disfruta en­
señando y el otro aprendiendo. En ocasiones, la pareja puede inter­
cambiar sus papeles dependiendo de las circunstancias que la rode­
en. Por ejemplo: una persona puede ejercer de profesor en cuanto
a su relación de pareja se refiere, es decir, de puertas adentro; mien­
tras que la otra asume ese papel a la hora de enfrentarse al mundo
exterior. En este tipo de relaciones, normalmente uno de los indivi­
duos es mayor que el otro, en cuanto a edad se refiere, o más madu­
ro profesionalmente hablando. Por eso no es de extrañar que se
den entre profesores y estudiantes o entre supervisores y supervisa­
dos . En estos casos, existen diferencias de poder y, generalmente,
de experiencia intrínsecas a la relación, lo cual suele tener como re­
sultado la adquisición del papel de profesor por parte del miembro
de la pareja de mayor edad. En cualquier caso, lo realmente impor­
tante en este tipo de historia y en otros tipos de relaciones es la atri­
bución, es decir, el modo en que las personas implicadas delimitan

67
sus p apeles . 1 La asimetría forma parte de la atribución , no de nin­
gún hecho real. Además , la persona calificada de profesor quizá
tenga poco o nada que enseñar, o sus enseñanzas carecer completa­
mente de sentido .

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA PROFESOR-ESTUDIANTE

Profesor
1 . Me doy cuenta de que desempeño el papel de profesor en mis relaciones íntimas.
2 . Suelo enseñar muchas cosas de la vida a mis diferentes parejas.
3. A veces siento que las personas en las que me implico en una relación íntima son
como mis estudiantes.
4. Me gusta que las personas que comparten una relación conmigo tengan mucho que
aprender de mí.

Estudiante
1 . Me doy cuenta de que desempeño el papel de estudiante en mis relaciones íntimas.
2. Procuro aprender bastante de mis parejas.
3. A veces siento que las personas con las que me implico en una relación íntima son
profesores para mí.
4. Me gusta que las personas que comparten una relación conmigo tengan mucho que
enseñarme.

David y Jessica

Era casi la una de la madrugada, pero David y J essica seguían


hablando por teléfono . Bueno, en realidad David hablaba y J essica
escuchaba. Horas antes , por la tarde, ambos habían asistido a la ce­
remonia de entrega de premios a los mejores vendedores de su em­
presa. David le explicaba a su novia cuánto odiab a este tipo de
eventos, comentándole el elitismo que representaban esas ceremo­
nias : la empresa reprendía a todo aquel que no llegaba a su estándar
arbitrario de excelencia.
La empresa se erigía como defensora de todas las personas
-listas y tontas, guapas y feas- que vendieran . Sin embargo , eso

l. Bradbury, T homas N. y Fincham, Frank D., «Attributions in marriage: review and


critique», en Psychological bulletin 107, 1 990, págs. 3 -3 3 .

68
no era más que una forma hipócrita de rechazar a todo aquel que no
encajara en su molde. La empresa defendía, b aj o un velo de liber­
tad e individualidad, las leyes del movimiento eugenésico. David mos­
trab a su total desacuerdo ante la fiesta de aquella tarde y lo que sig­
nificaba. Argumentaba que la idea de que el alto rendimiento de
ventas supusiera alcanzar el éxito , no era más que un caramelo ima­
ginario que la empresa ponía ante los ojos de sus empleados para
que se convirtiera en su único objetivo y no les dej ara ver el resto del
mundo. Debían vivir para vender.
Desde que David y J essica empezaron a salir hacía seis meses,
habían pasado muchas tardes así: David filosofaba sobre la vida y
Jessica se empapaba de su filosofía. Podríamos pensar que la actitud
de Jessica h acia la casi magistral postura de David era condescen­
diente, pero no era así. De hecho, ella disfrutaba escuchando la inte­
ligente y nueva perspectiva que David tenía del mundo y creía que
había aprendido mucho desde que estaba con él. Es más, no sólo
pensaba que había aprendido muchas cosas de la vida en general, si­
no que también creía que había aprendido a conocerse mejor a sí
mISma.
Además, los debates de David no eran simples lecturas imperso­
nales que hubiera podido impartir con facilidad a los alumnos de
una clase, sino que, en su mayoría, iban dirigidos a Jessica específica­
mente. Por ejemplo: antes de conocer a David, J essica siempre había
querido ser jefe de ventas. Creía que un trabajo así le proporcionaría
una vida confortable y le brindaría la oportunidad de ayudar a la
gente. En numerosas ocasiones, David le había descrito otros aspec­
tos que entrañaba un cargo de tal envergadura. Le había hablado so­
bre cómo h abía visto infiltrarse la hipocresía, la codicia y el egoísmo
en los puestos más altos de la empresa y sobre lo difícil que era as­
cender en la compañía sin manipular a los demás. J essica se había da­
do cuenta de que la mayoría de lo que decía David era cierto.
Huelga decir que David apoyaba una postura extrema y polémi­
ca; sin embargo , sus palabras habían tenido un gran impacto en los
planes de J essica. Ahora ella creía que acabaría encontrando un tra­
bajo por el que no necesitaría sacrificar su integridad personal .
A pesar de que la relación que mantenía con David era sólida,
Jessica creía que existían algunos p roblemas . Por lo pronto, pensa­
ba que las constantes filosofadas de David, a veces les quitaban

69
tiempo para hacer importantes cosas juntos. A menudo David esta­
ba tan ocupado hablándole de la vida que parecía no tener tiempo
para vivir la presente. Pero así era David.

]enny y Jonathan

Jenny estaba sentada con su mejor amiga, Paula, en un banco


del parque. Le estaba contando los problemas que tenía con su no­
vio, Jonathan. Hacía casi seis meses que salían juntos y empezaba a
estar muy preocupada porque él escuchaba con excesivo entusias­
mo todas y cada una de sus palabras; era como si cada vez que ha­
blara, dijese una especie de verdad divina. Para explicarlo mejor, re­
lató a su amiga un incidente que tuvo lugar la noche anterior.
Estaban viendo una película en el apartamento de Jenny, cuan­
do Jonathan empezó a preguntarle sobre el significado metafórico
de la misma. Al principio ella le dio una opinión sincera. Él asentía y
aprobaba todos sus argumentos. Pero Jenny comenzó a sentirse in­
cómoda por la infatigable aquiescencia ante todos sus puntos de vis­
ta. Deseaba que Jonathan discutiera con ella, rebatiéndole sus opi­
niones y expresando las suyas propias. Esforzándose para que esto
ocurriera, Jenny comenzó a cambiar todos sus argumentos convir­
tiéndolos en una sarta de comentarios irrelevantes. A pesar de que
al principio se mostró algo confuso, J onathan continuó dándole la
razón en todo. Resultaba increíble...
Al principio de su relación con Jonathan, Jenny realmente aprecia­
ba que él la escuchara con atención y le diera la razón. Pensaba que ha­
bía encontrado su alma gemela: alguien que estaba de acuerdo con su
insólito punto de vista del mundo. Pasaban muchas horas hablando de ·

las creencias y opiniones de Jenny; algo que no parecía cansar a ningu­


no de los dos. Si alguna vez debatían con un grupo de amigos o con al­
gunas personas durante una fiesta, Jonathan siempre salía en defehsa
de Jenny si se rebatía alguno de sus puntos de vista. En gran medida,
ambos habían asumido los papeles de profesor y probo estudiante; de
hecho, uno de los amigos de Jenny comparaba su relación con la exis­
tente entre Sócrates y Platón: Jenny impartía su sabiduría filosófica a
un Jonathan deseoso de aprender. Sin embargo, a medida que pasaba
el tiempo, Jenny se daba cuenta de que David, a diferencia de Platón,

70
no presentaba ninguna teoría propia; se limitaba a ser su eco, imitando
sus palabras y acciones siempre que estaban juntos. A veces, incluso se
sentía agobiada por su presencia.
Jenny le contaba a Paula que, en cierta manera, se sentía respon­
sable del modo en que había evolucionado su relación con Jonat­
han. Creía que si no hubiera sido tan insistente a la hora de contarle
todos y cada unos de sus puntos de vista filosóficos sobre el mundo,
él no hubiera asumido con tanta facilidad el papel de servil estu­
diante. Además, creía que el entusiasmo que mostraba cuando él
coincidía con sus opiniones, no hacía más que potenciar la aquies­
cencia de su pareja. De ahí que, a pesar de que había empezado a
preocuparse por la conducta de imitación de J onathan, también re­
conocía que parte de la culpa la tenía ella.

Modos de pensamiento y conducta

En una relación profesor-estudiante, la asimetría es el fruto de


la asunción del papel de profesor por uno de los miembros de la pa­
reja y del papel de estudiante por parte del otro. Las personas que
mantienen este tipo de relación tienen problemas para alcanzar la
igualdad o algún tipo de simetría. O bien una persona ejercerá el pa­
pel de profesor en todos los aspectos de la relación, o se irán alter­
nando los papeles en función del área de que se trate. En cualquiera
de los casos, siempre existirá una asimetría inherente a las interac­
ciones de la pareja.
A veces, estas relaciones son las derivaciones de papeles reales
desempeñados en la escuela o en el trabajo. Este tipo de relaciones
son de difícil desarrollo, no sólo por el inherente poder diferencial
entre profesor y estudiante o entre jefe y empleado, sino porque ge­
neralmente están mal vistas tanto en el centro de estudios como en
el trabajo. Hay algo que nos impulsa a creer que el profesor saca
partido a su poder y que el «alumno» aprovecha la relación para
avanzar profesionalmente.
Las personas que viven estas relaciones suelen hacer todo lo posi­
ble por ocultarlas; sin embargo, casi nunca lo consiguen. Son tantos los
indicios que señalan que están juntos, que el menor de ellos se les pue­
de escapar incluso a los más cuidadosos. Cuando la relación se hace

71
pública, el resto de compañeros de trabajo o estudios se sienten trai­
cionados, no sólo porque existe tal relación , sino porque han intenta­
do ocultársela. Además, el hecho de ocultar apoya la hipótesis, que
emana del mismo, de que la pareja realmente tiene algo que esconder.
La situación se complica aún más cuando este tipo de relación se
suma a la relación principal de uno o ambos miembros de la pareja. Las
relaciones extramatrimoniales no son algo fuera de lo común, pero
cuando tienen lugar en el puesto de trabajo llevan un peso adicional, ya
que tienden a ser interpretadas como relaciones de poder y aprovecha•
miento, más que como relaciones amorosas. Las personas que cuentan
con esta historia pueden sentir que se hallan entre dos fuegos; es más,
quizá desempeñen unos papeles que les resultan muy incómodos ya
que intentan mantener una relación que es cada vez más insostenible.
En definitiva, las personas que viven estas relaciones y deciden seguir
adelante con ellas, harían muy bien si pidieran trabajar en diferentes
secciones o departamentos , ya que con ello reducirían, o incluso elimi­
narían totalmente las tiranteces que surgen cuando dos personas del
trabajo mantienen también una relación personal.

Papeles complementarías: profesor y estudíante

Los papeles de profesor y estudiante son complementarios ,


abarquen una o todas l a s áreas d e una relación . Si los miembros d e
la parej a comparten los papeles de profesor y estudiante, pueden
aprender mucho uno del otro e incluso mantener un equilibrio de
poder en su relación . Si uno es siempre el profesor y el otro el estu­
diante, es probable que exista un desequilibrio de poder en la rela­
ción , a favor del profesor.

Ventajas e ínconveníentes

La principal ventaj a de las relaciones profesor-estudiante es que


cumplen por completo los obj etivos de la pareja: uno Jisfruta sien ­
do el profesor y el otro aprendiendo. También es posible que gocen
de ambos papeles intercambiándolos según el área de la relación en
que se encuentren .

72
Sin emb argo , estas relaciones llevan consigo un número consi­
derable de inconvenientes . Si la parej a comparte el mismo trabaj o ,
e s probable que ocasione problemas a sus compañeros y puede que
también ella los tenga. Si no comparten el mismo puesto de trabajo,
la diferencia de poder será incómoda para algunas personas. Más
aún: el estudiante dej ará de sentirse identificado con su p apel, lo
cual hace que la relación caiga por su propio peso ; si no por parte
de ambos miembros , sí al menos por parte del que sufre esa crisis de
identidad.

HISTORIA DE SACRIFICIO

Todas las relaciones íntimas implican sacrificios ocasionales por


parte de uno de los miembros de la pareja en favor del otro . Sin em­
bargo , en la historia de sacrificio un individuo se sacrifica de forma
repetida y consistente o se ve a sí mismo sacrificándose por el otro .
Ese individuo es una muestra de lo que J ohn Lee denominó amor
abnegado.2 El amor consiste en dar parte de uno mismo y el indivi­
duo no es realmente feliz a menos que desempeñe, en la mayoría de
las ocasiones , el papel de dador.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE SACRIFICIO

1 . Disfruto sacrificándome en favor de mi pareja.


2 . Creo que el hecho de estar preparado para sacrificarme por mi pareja es el símbolo
del amor verdadero.
3 . No dudaría en sacrificarme por el bien de mi pareja.
4. Renuncio a algo que me gustaría hacer por el bien de mi pareja. De hecho , soy feliz
sabiendo que él/ella es feliz.
5 . Creo que las relaciones personales no se basan únicamente en el amor, sino tam-
bién en los sacrificios que se hacen por amor.
6. Creo que el sacrificio es una parte clave del amor verdadero.
7 . Hago sacrificios para agradar a mi pareja.
8 . Renuncio a mi bienestar para satisfacer las necesidades de mi pareja.

2. Lee, John Alan, Colors o/ lave, Toronto, New Press, 1 973 .

73
El amor hacia Dios puede contar con estas características; una
persona entenderá su relación con Dios o con otra deidad a través
del sacrificio. El individuo también se siente amado por la deidad,
aunque tenga que sacrificarse en su favor. Al mismo tiempo, la dei­
dad puede haber hecho o seguir haciendo sacrificios, como en el ca­
so de la historia de Jesucristo. Los padres e hijos también se suelen
ver implicados en las relaciones de sacrificio.

Wanda y Derek

Wanda creció en un hogar integrado por un padre dominante y


una madre muy sumisa. No había duda alguna respecto a quíen te­
nía el mando. En los años cincuenta, las cosas eran así, o al menos
eso era lo que pensaban los padres de Wanda. É sta se mostraba muy
reacia al servilismo de su madre hacia su padre.
Wanda estaba decidida a hacer las cosas de forma diferente. Te­
nía por delante una prometedora carrera empresarial y quería as­
cender en el escalafón de la compañía tan alto como le fuera posi­
ble. Derek, su novio, le brindaba todo su apoyo en sus planes .
Wanda podía sentirse realmente feliz: tenía una buena carrera y un
novio que la quería. ¿Qué más podía pedir?
En realidad, había otra cosa que también deseaba. Derek estaba
acabando la carrera de Medicina y realizaba los trámites de las soli­
citudes para cursar las prácticas pertenecientes al final del ciclo. El
problema era que los lugares cercanos a su hogar donde podía reali­
zarlas no gozaban de demasiado prestigio. Derek, al igual que las
personas que tenía a su alrededor, consideraba que tenía un futuro
prometedor. Por ello, no debía limitarse a realizar las prácticas en su
localidad. Sin embargo, hacerlas en un sitio mejor significaba cam­
biar de lugar de residencia.
Derek le comentó a Wanda que todas las ciudades donde él te­
nía posibilidad de realizar las prácticas contaban también con un
importante mundo empresarial en el que ella podría realizarse pro­
fesionalmente. Con ello le planteaba la posibilidad de trasladarse
con él. Por supuesto, también le comentó que podían vivir separa­
dos durante los años que durasen las prácticas, ya que ambos sabían
que una pareja no siempre estaba unida, aunque sus miembros vi-

74
viesen en una misma ciudad. La separación podía ser el beso de la
muerte: algo que ninguno de los dos quería experimentar.
Wanda era reacia a irse a vivir a otra ciudad, pero sentía que no
tenía elección. Realmente quería que Derek llevara a cabo su bri­
llante carrera y, después de todo, él estaba en lo cierto al indicar que
las posibles ciudades de destino le brindarían importantes oportuni­
dades empresariales. Ella quería triunfar y Derek también deseaba
su triunfo. Su historia era la misma que la de sus progenitores, en la
que su madre siempre se había sacrificado por su padre. En reali­
dad, no tenía nada que ver. Wanda sabía que se mudaría de ciudad y
al mismo tiempo sentía que algo estaba mal. Pero no sabía qué era ...

Vince y Eva

Vince tenía treinta y dos años y se sentía frustrado. Quería casar­


se con Eva, pero no estaba seguro de que ella quisiera hacerlo. Lleva­
ban cinco años saliendo juntos y Eva le había dado infinidad de ulti­
mátums. Algo realmente asombroso si tenemos en cuenta que él le
había propuesto matrimonío una docena de veces, por los menos.
Está claro que los ultimátums de Eva no tenían nada que ver
con el matrimonio, sino con el modo de vida de Vince. Quería saber
cuál sería su futuro: dónde vivirían y qué vida en común les espera­
ba, en caso de que contrajesen matrimonio.
Vince vivía con su madre de ochenta y ocho años, quien tenía
problemas de salud desde hacía diez años. Sus amigos, y ya no ha­
blemos de sus médicos, no se explicaban que siguiera viva. Sin em­
bargo, ella parecía dispuesta a enfrentarse a todos ellos.
Vince comprendía que Eva no quisiera trasladarse a vivir con él
y su madre. No era el ideal para una pareja de recién casados. Pero
tampoco se veía capaz de dejar a su madre sola o de meterla en una
residencia de ancianos. Cuidar de su madre no era nada fácil: supo­
nía dedicarle tres o cuatro horas diarias que, sumadas a las que dedi­
caba a su trabajo, no le dejaban demasiado tiempo para Eva. Le de­
cía que su madre no iba a vivir eternamente, pero esa afirmación no
hacía más que desembocar en la misma pelea de siempre. Ella res­
pondía que llevaba cinco años escuchando la misma canción y, sin
embargo, su madre seguía viva. En realidad, se alegraba de que así

75
fuera , pero no podía irse a vivir con Vince y con su madre, sobre to­
do teniendo en cuenta las muchas horas de cuidados que éste le de­
dicaba.
Vince se daba cuenta de que estaba a punto de perder a Eva, pe­
ro no podía hacer nada. La idea de perderla le deprimía. Exceptuan­
do las peleas por su futura vida en común, su relación había sido ma­
ravillosa y Eva se había mostrado muY, cariñosa con él, incluso con su
madre. Pero no quería vivir con ella. El debía cuidar de su madre, no
había otra alternativa. Si Eva no era capaz de darse cuenta de ello,
entonces debería buscar a otra persona que le comprendiera.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que cuentan con una historia de sacrificio suelen


dar y no esperan recibir. Para ellos lo recibido (si es que reciben) es
el fruto de lo que han dado. Por ejemplo: se sienten más felices dan­
do un regalo de cumpleaños que recibiéndolo. También sienten que
reciben mucho a cambio , aunque lo recibido no sea tangible u obvio
para los demás. .
Un rasgo clave de la historia de sacrificio es que las personas que
la sustentan la ven como una necesidad y no como una elección. En
cierta manera, Wanda podía elegir entre irse con Derek o no hacerlo.
Sin embargo, ella no vivía su experiencia como una elección . Creía
firmemente que el traslado era algo que debía hacer y si no lo hacía,
se equivocaría. Nosotros podríamos mostrarnos a favor o en contra
de ese traslado; sin embargo el modo clave de pensar que se despren­
de de esa situación , se basa en la ausencia de la elección ( aunque ésta
existe ) . En este sentido, Wanda imitaba el comportamiento de su
madre quien, probablemente, también pensaba que hacía lo debía.
Del mismo modo, Vince hubiera podido pensar que tenía el de­
recho de elegir, pero no lo hizo . En realidad, no había contemplado
todas las posibles opciones en cuanto al problema de su madre se
refería, y probablemente no lo haría. Se sentía atrapado en su deci­
sión : pensaba que hacía lo correcto y que cualquier otra cosa que
pudiera hacer estaría mal . Lo mismo le sucedía a Wanda.
Quizás pensemos que las personas que viven una historia de sa­
crificio dan demasiado , lo cual es cierto en cierto sentido . Sin em -

76
bargo , debemos recordar que su historia se fundamenta en el hecho
de dar, aunque puedan quej arse de ello o reprochárselo a la persona
a la que están dando. Su historia de amor siempre les llevará a de­
sempeñar ese papel, independientemente de las circunstancias que
la rodeen . En los casos más extremos, podemos pensar que estas
personas tienen «complejo de mártir», ya que parecen disfrutar
dando y no piden nada a cambio .

Papeles complementarios: el sacrificado y el bene/táartó

En la historia de sacrificio, encontramos los papeles complemen­


tarios del sacrificado y el beneficiario, es decir, el que se sacrifica y el
que se beneficia de estos sacrificios . Normalmente, uno de los indivi­
duos desempeña siempre el papel de sacrificado y el otro el de bene­
ficiario. También puede suceder, aunque no es tan común, que los
dos individuos se sacrifiquen pero en áreas diferentes . Por ejemplo:
un marido puede sacrificarse por su mujer en el campo profesional,
mientras que ella lo hará por él en el terreno económico. La mujer
puede dejar que el marido gaste todo lo que quiera, ya que ha conse­
guido lo que ella quería en el terreno profesional.

Ventajas e inconvenientes

La historia de sacrificio puede desembocar en una relación feliz


cuando ambos miembros de la parej a están satisfechos con el papel
que desempeñan ; especialmente cuando ambos se sacrifican (nor­
malmente en áreas diferentes ) . Esta historia tiende a desencadenar
tiranteces cuando la pareja esta desempeñando papeles que cons­
cientemente no quiere desempeñar, pero que su subconsciente le
obliga a asumir.
Las investigaciones demuestran que las relaciones, sean del tipo
que sean, tienden a ser más felices cuando son más o menos equita­
tivas . 3 Sin embargo, los individuos no se limitan a interpretar las re-

3. Walster, Elaine, Walster, G . W y Berscheid, Ellen, Equity theory and research,


Boston, Allyn and Bacon, 1 978.

77
laciones exitosas corno simples tira y afloja, en los que se lleva un ri­
guroso recuento de lo que cada uno ha dado y recibido.4 El mayor
factor de riesgo de la historia de sacrificio es que el «dar y recibir»
suele desequilibrarse mucho, de tal manera que uno de los miem­
bros de la pareja empieza a sentirse incómodo.
El hecho de que la historia de uno o ambos individuos tienda a
perpetuar este desequilibrio, aún hace más difícil la situación. Así
pues, alguien se puede mostrar resentido por tener que dar siempre
y, sin embargo, continúa dando, independientemente de que su pa­
reja se lo exija o no. Da porque en eso se basa su historia de amor.
Del mismo modo, el que recibe se puede mostrar incómodo por es­
tar siempre recibiendo y al mismo tiempo ser incapaz de cambiar la
conducta del sacrificado, aun cuando este último se siente cansado
de ejercer ese papel.
Cuando se alcanza un punto en el que no se está a gusto, es ne­
cesario restaurar el equilibrio, pero primero los miembros de la pa­
reja deben reconocer la historia que les conduce a adoptar esa con­
ducta de sacrificio.

HISTORIA DE GOBIERNO

Las historias de gobierno pueden presentarse de diferentes ma­


neras, aunque todas tienen un terna común: el poder. La diferencia
estriba en la forma en que se distribuye el poder entre los miembros
de la relación.
En una relación autocrática, uno de los individuos asume todo
el poder, torna las decisiones y decide cuándo, cómo, dónde y quién
tiene que llevarlas a cabo. Existe un gobernador o autócrata y un
gobernado o sometido.
Las relaciones se convertirán en autocráticas por un determina­
do número de razones. Una de ellas es religiosa. Algunas religiones
confieren todo el poder al hombre, en cuanto a las relaciones de pa-

4 . Milis, Judson y Clark, Margaret S . , «Communal and exchange relationships: con­


troversies and research», en Theoretical frameworks for personal relationshtps, Erber, R. y
Gilmour, Robin (comps. ) , Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 994 ,
págs. 29-42 .

78
reja se refiere. Ejemplo de ello es lo que sucedió cuando los taliba­
nes, fundamentalistas islámicos, conquistaron gran parte de Afga­
nistán en 1 996: las mujeres y niñas fueron expulsadas de sus puestos
de trabajo y colegios de forma inmediata. No existía ningún atisbo
de duda sobre quién debía dirigir esa sociedad.
Una relación también se puede convertir en autocrática cuando
uno de los miembros de la pareja tiene una gran necesidad de po­
der.5 Algunas personas sienten dicha necesidad y utilizan las relacio­
nes íntimas como el medio para expresarla. Hay personas que tie­
nen grandes deseos de poder y que se ven obligadas a reprimirlos en
el trabajo; dichas personas se vuelven especialmente tiranas en el
hogar, puesto que es el medio que utilizan para compensar la frus­
tración que experimentan en el trabajo.
El consentimiento mutuo constituye una tercera vía hacia la
autocracia. La pareja se siente más cómoda si uno de sus miem­
bros toma las decisiones y asume las responsabilidades. Normal­
mente, el otro miembro integrante de la relación se muestra muy
sumiso y prefiere no tener responsabilidades a la hora de tomar
decisiones.
Las relaciones de gobierno también pueden ser democráticas e
igualitarias , en cuyo caso el poder se reparte de forma más o menos
equitativa entre la pareja. En una relación democrática, algunas de
las decisiones las suele tomar principal o exclusivamente cualquiera
de los miembros de la pareja. La base de las mismas es la distribu­
ción igualitaria del poder, lo cual no quiere decir que todas y cada
una de las decisiones las deban tomar ambos miembros en común.
Cuando la relación de gobierno se desarrolla de este modo, su mo­
do de funcionamiento se parece más a la historia de coordinación
(véase pág. 153 ) .
Una cuarta forma de reparto del poder, probablemente menos
común que la autocrática o la democrática, es la anarquía. En ella,
nadie se hace con el mando para solucionar problemas o tomar de­
cisiones; cada uno de los integrantes de la pareja espera que el otro
asuma las responsabilidades. Este tipo de relaciones suelen ser de­
sorganizadas y por tanto desembocan en un modo de vida caótico.

5. Murray, Henry A., Explorations in personalzty , Nueva York, Oxford University


Press, 1938.

79
La pareja tiende a descender en la escala socioeconómica ya que se
ignora por completo cuáles son las necesidades que hay que cubrir y
cuáles están ya cubiertas.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE GOBIERNO

Autocrática (gobernador)
1 . Para mí es muy importante ser la única persona que tiene el control a la hora de to­
mar decisiones en mis relaciones de pareja.
2. Creo que las relaciones de pareja se b asan fundamentalmente en quién controla a
quién y, desde luego, no me gusta en absoluto ser la persona controlada.
3 . Creo que es muy importante dejar bien claro a mi parej a, desde el p rincipio, que yo
seré quien esté al mando de la relación.
4. Me gusta ser la única persona que toma las decisiones; de otro modo, surgiría la
anarquía.

Autocrática (gobernado)
l . Creo que las relaciones son como gobiernos: alguien debe ser el responsable de to­
mar todas las decisiones . La verdad es que prefiero dejar esa responsabilidad en
manos de mi pareja.
2. No me preocupa que mi pareja tome la mayoría de las decisiones, puesto que creo
que es mejor que una sola persona esté al mando de la nave.
3 . Creo que es necesario que una persona sea la responsable de tomar las decisiones im­
portantes para la pareja; normalmente prefiero que sea mi compañero/a quien lo haga.
4. Creo que, realmente, resulta más eficiente que una sola persona asuma el control a la ho­
ra de tomar decisiones importantes en una relación, aunque a mí no me gusta hacerlo.

Democrática
1 . Creo que las relaciones, como gobiernos que son, se deben basar en el reparto del poder.
2 . Creo, contrariamente a mucha gente, que los temas referentes al amor y al poder se
pueden resolver, dado que la pareja desea compartirlos.
3 . Creo que, desde un principio, es muy importante para la pareja aprender a tomar
las decisiones conjuntamente.
4. Es importante que mi pareja y yo compartamos el proceso de toma de decisiones.
5. Creo que una relación sólo puede ser armoniosa si se comparte el poder.
6. Creo que el reparto de poder es la única forma de mantener la igualdad entre los
miembros de la relación .
7 . Creo que las relaciones se deben basar en aprender a compartirlo todo, incluso el poder:
8. Creo que, al igual que en un gobierno, el reparto del poder es fundamental en una
relación .

80
Jerry y Kristen

J erry y Kristen llevab an saliendo casi dos años y parecía que las
cosas les iban bien . Además, todos los que les conocían estab an con­
vencidos de que algún día se casarían . Sin embargo , algunos de los
amigos de Jerry estaban preocupados porque pensaban que Kristen
le controlab a. Ya no salía con ellos como antes y, cuando lo hacía ,
parecía que Kristen estaba allí con él, dispuesta a llevárselo sin pre­
vio aviso .
Una noche, Jerry y sus amigos estaban viendo un importante
partido de b aloncesto, cuya celebración habían esperado ansiosa­
mente, cuando de repente, Kristen apareció por la puerta. Faltaban
sólo seis minutos para el final de la contienda y los marcadores esta­
b an empatados, así que lo último que deseaban era que se les inte­
rrumpiera. Kristen (ue directamente hacia Jerry y le dij o que tenía
que hablar con él. El le preguntó educadamente si podía esperar
hasta el final del partido, pero ella le contestó que era muy impor­
tante . Los amigos de J erry continuaron viendo la televisión , pero al
mismo tiempo se mostraban interesados en saber qué estaba suce­
diendo entre Jerry y Kristen , así que tampoco prestaban demasiada
atención al partido . Cuando Jerry se levantó y abandonó la habita­
ción junto a Kristen , sus amigos empezaron a mirarse unos a otros y
a mover sus cabezas con incredulidad. J erry regresó justo cuando el
p artido acababa de finalizar, comportándose como si no hubiera pa­
sado nada fuera de lo normal.
Hasta entonces , los amigos de Jerry no estaban seguros de si de­
bían hablar con él sob re su relación con Kristen. Después de todo,
Jerry nunca se había quej ado de lo que ellos consideraban una rela­
ción que dej aba bastante que desear. Sin embargo, la anécdota del
partido les pareció motivo suficiente para hablar del tema. Así pues,
los amigos de J erry decidieron que tenían que exponerle sus preo­
cupaciones ; quizás Jerry tuviera verdaderos problemas con Kristen
y le resultara muy difícil contarlos .
J erry respondió a las inquietudes de sus amigos diciéndoles que
coincidía con ellos al reconocer que Kristen le controlaba, pero que
eso no le molestaba en absoluto. Les agradeció su preocupación y les
dijo que para él no representaba ningún problema el hecho de que
Kristen tomara la mayor parte de las decisiones concernientes a la re-

81
ladón . Él ni siquiera quería molestarse asumiendo ese tipo de deci­
siones mundanas y triviales : tenía cosas más importantes que hacer.
Era consciente que muchas personas calificarían su situación de de­
safortunada, pero él se sentía a gusto con ella. Sus amigos se queda­
ron algo confusos, sin embargo se dieron cuenta de que Jerry era fe­
liz en y de que eso era lo verdaderamente importante.

Nancy y Ted

Tanto Nancy como su marido, Ted , sentían que el poder era una
parte integrante de su relación . Sin embargo, reconocían que si no
compartieran ese poder, correrían el riesgo de vivir una relación ti­
ránica. Por ello creían que Ted debía ocuparse de ciertos temas y
Nancy de otros. Nancy podía hacer sugerencias en las áreas que es­
taban a cargo de Ted , pero sería éste quien tomase las decisiones fi­
nales. Resultaba comprensible que surjieran ciertos problemas a la
hora de decidir sobre determinados temas. De hecho, Ted y Nancy
habían tenido recientemente una discusión acerca de su hij a Julia,
de quince años .
Ken, u n chico de dieciséis años, se presentó una noche e n su ca­
sa para recoger a Julia y llevarla al cine. A Ted ese chico le pareció
un insensato que además vestía -llevaba unos vaqueros ajados y
una camiseta raída- de forma completamente inaceptable. Cuando
Julia regresó del cine, le dijo que no le permitiría volver a salir con
Ken . Julia pensó que el planteamiento de su p adre era completa­
mente absurdo ; acudió a su madre y le pidió que razonara con Ted.
Nancy estaba de acuerdo con l o s argumentos de su hija e intentó
convencer a Ted de que había tomado una decisión demasiado drás­
tica. Nancy decía que aunque la ropa de Ted no era apropiada para
acudir a una comida de etiqueta, sí lo era para ir al cine. A pesar de
la indumentaria de Ken , Nancy opinaba que Ted no debía j uzgarle
ya que sólo le había visto una vez . Ted escuchaba a su mujer pero no
estaba de acuerdo con sus argumentos, por lo que manifestó que su
decisión era irrevocable. N ancy únicamente pudo mostrar su decep­
ción . Al fin y al cabo, Ted era el encargado de supervisar la vida so­
cial de Julia. Nancy podía dar su opinión sobre el tema, pero era él
quien tenía la última palabra.

82
Dos días después, Julia se enfrentó a la decisión de su padre di­
ciéndole que le parecía injusto que no le permitiera ver a Ken. En
un tono directo y tranquilo, Ted le dijo que era intolerable que al­
guien como ella saliera con un chico tan desaliñado e insensato co­
mo aquel. Julia le pidió a su madre que la respaldara, pero Nancy se
limitó a decirle que la decisión de Ted era definitiva. Julia corrió a su
habitación, reprochando a su madre su conducta conformista. Las
palabras de Julia tuvieron un efecto casi instantáneo sobre su ma­
dre. Nancy se giró hacia Ted y, en un tono muy serio, le recordó que
si daban tanta importancia al reparto del poder en su relación era
precisamente para evitar que ésta se convirtiera en una tiranía. Al
principio, Ted se sintió amenazado por el hecho de que Nancy cues­
tionara su decisión. Sin embargo, se dio cuenta de que existía la po­
sibilidad de que, en alguna ocasión, él se opusiera fuertemente a las
decisiones de su esposa y pensó que, en ese caso, a él también le gus­
taría ser escuchado. Como resultado, Ted decidió ceder ante Nancy
y le dijo a Julia que podía salir con Ken.

Modos de pensamiento y conducta

Los individuos que poseen una historia de gobierno suelen te­


ner relaciones basadas en el poder. Así pues, aunque el reparto de
poder esté presente en todas las relaciones, lo está con mayor rele­
vancia en aquellas que cuentan con una historia de gobierno.
Dado que existen muchas variantes sobre la distribución del
poder, también hay muchos posibles tipos de historias de gobierno.
En el caso de Nancy y Ted, por ejemplo, un reparto del poder que
casi siempre había funcionado bien, se rompió cuando uno de ellos
pensó que el otro había tomado una decisión arbitraria. En este ca­
so, Ted cedió a los deseos de su mujer, algo que no hace todo el
mundo y que nos conduce al conflicto.
Jerry y Kristen no contaban con la misma distribución del po­
der que Nancy y Ted. Al contrario, casi todo el poder de la relación
estaba en manos de Kristen. El propio Jerry admitió ante sus ami­
gos que se encontraba demasiado ocupado para molestarse en to­
mar decisiones en su relación. Puede que así lo sintiera, o que se
hubiera convencido a sí mismo de ello. También cabe la posibili-

83
dad de que hubiera dich o a sus amigos algo que realmente no pen­
s aba. En este último caso , quizá Jerry tuviera la necesidad de sentir
sumisión ante su novia, lo que permitiría que su relación fuese tan
duradera corno era. 6
Algunas veces , en las primeras etapas de una relación , las perso­
nas toleran ciertas conductas que, más adelante, no serán capaces de
admitir. En el caso de J erry y Kristen el desequilibrio era tan grande
que nadie era capaz de imaginar cómo acabaría la relación. El hecho
de que terminase o no dependía de si Jerry se quería sentir realmen­
te dominado, o de si adoptaba esta conducta porque estaba muy
enamorado de Kristen y prefería no discutir el terna.
Si no nos enfrentarnos al problema, en el caso de que éste exista,
sentarnos u n precedente: una vez que hemos cedido el poder, difícil­
mente podremos recuperarlo . Por eso no tiene demasiado sentido
cederlo con la esperanza de recuperarlo. La recuperación tal vez sea
muy dura y, además, nuestra p arej a puede opinar que debíamos ha­
ber manifestado nuestra insatisfacción desde el principio.

Papeles complementarios: gobernador y gobernado, personas que


comparten el poder y personas que rehuyen al mismo

Los tres tipos principales de papeles compartidos son bastante


diferentes según las versiones de la historia de gobierno. En la rela­
ción gobernador-gobernado ( autocrática) , un individuo tiene casi to­
do el poder de la relación, independientemente de que su parej a le dé
o no su consentimiento. En la relación del reparto del poder ( demo­
crática) , el poder se distribuye de forma más o menos equitativa en los
diferentes aspectos de la misma (por ejemplo: tener el control finan­
ciero a cambio de que el otro disponga del control sobre los hijos) . En
la relación de rechazo al poder, se produce una situación de anarquía
en la que nadie quiere asumir ni el poder, ni ningún tipo de responsa­
bilidad. En los ejemplos citados anteriormente, Kristen es el goberna­
dor y Jerry el gobernado ; Nancy y Ted comparten el poder, pero la
decisión de Ted les llevó a redefinir ese reparto.

6. Ibid.

84
Ventajas e inconvenientes

La mayor ventaja de la historia de gobierno es que deja explícito


un tema que es implícito a cualquier relación : todas las relaciones
implican un reparto de poder.7 Estos repartos quedan mucho más
claros en las relaciones regidas por una historia de gobierno. Si el te­
ma del poder se trata abiertamente, se pueden evitar muchos pro­
blemas a los que se enfrentan otras relaciones en las que la cuestión
del reparto del poder permanece oculta.
El principal inconveniente en las relaciones de gobierno es que
el tema del poder puede acabar absorbiendo por completo la rela­
ción . La pareja quizá se obsesione demasiado con el poder, dejando
de lado otros temas sin disfrutar de los demás aspectos de la relación.
Las relaciones autocráticas son potenciales puentes hacia el
abuso, especialmente si el autócrata empieza a sentirse todopodero­
so. Si el poder corrompe , no es de extrañar que el poder absoluto
corrompa absolutamente; ése es el riesgo que corren las parejas que
están envueltas en una relación autocrática . En muchos casos de
abusos , las personas que los cometen creen que tienen todo el dere­
cho de actuar tal como lo hacen . Existen sociedades que aún apoyan
este punto de vista.
En las relaciones anárquicas, las cosas también se pueden des­
controlar, debido a que nadie quiere asumir ninguna responsabili­
dad. El resultado: economías totalmente destruidas, niños comple­
tamente incontrolados y relaciones caóticas .
Las relaciones anárquicas nos demuestran que las relaciones ne­
cesitan estar regidas por ciertas bases de gobierno. El hecho de ig­
norarlas no hace que desaparezcan .

HISTORIA POLICÍACA

No hace falta ser agente de policía para tener una mentalidad de


este tipo. Las personas que viven una historia policíaca piensan co­
mo los policías, aunque de un modo algo especial. Su modo de pen-

7 . Huston, Ted L., «Power», en Close relationshzps, Kelley, Harold y otros (comps. ) ,
Nueva York, W. H . Freeman, 1 983 , págs. 1 69-2 1 9 .

85
sar se asemeja al del policía interpretado por J avert en Los misera­
bles. J avert veía las cosas en blanco y negro. Existían el bien y el mal,
y J avert creía que representaba al bien. Finalmente, cuando se .dio
cuenta de que no era capaz de adecuar los acontecimientos a su vi­
sión del mundo, decidió suicidarse antes que cambiar su punto de
vista.
Los protagonistas de las historias policíacas se sienten responsa­
bles de reforzar las leyes de la relación, que consideran procedentes
de algún tipo de ley natural o social pero que, en la mayoría de los
casos, son fruto de su propia creación. Estas leyes se corresponden,
en mayor o menor medida, con las leyes de la sociedad (como lo son
la prohibición de la bigamia, el incesto, el adulterio, etc. ) o pueden
ser extrañas creaciones de los propios «policías» (por ejemplo:
prohibir totalmente a una mujer que se relacione con los hombres
en cualquier sentido, prohibir que un hombre trabaje con mujeres
aunque eso forme parte de sus responsabilidades profesionales).
La persona que se ve envuelta en este tipo de relación sólo se
da cuenta de dónde se ha metido cuando las cosas ya han ido bas­
tante lejos. Las que, en un principio, le parecían pequeñas rarezas
de su pareja, empiezan a incrementarse y, con el paso del tiempo acaba
dándose cuenta de lo que está sucediendo realmente. Para entonces,
puede que le resulte muy difícil reducir o debilitar al policía, del mis­
mo modo que le sucedió a Javert con Jean Valjean. El policía inventa­
rá castigos por infringir las leyes y, en caso de percibir una infracción
extrema de las mismas, la seguridad de su pareja quizá se vea seria­
mente amenazada. En las relaciones, lo mismo que en la vida real, la
línea que separa al que se encarga de hacer cumplir la ley y al que se
encuentra fuera de ella se puede volver bastante borrosa. El policía
tal vez abuse de su poder y traspase esa línea.
La persona que recibe el control excesivo que supone esta rela­
ción, puede comparar la historia policíaca con la historia de terror,
tema que trataremos más adelante. La diferencia principal estriba
en que el agente de policía se cree en posesión de una total justifica­
ción moral. El protagonista de la historia de terror se puede ver a sí
mismo como una persona de «gustos extraños». El policía se ve co­
mo un agente de la ley encargado de hacer que ésta se cumpla, aun­
que en ocasiones llegue a cometer serios errores por conseguir ese
objetivo.

86
DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA POLICÍACA

Agente de policía
l . Creo necesario controlar todos y cada uno de los movimientos de mi pareja con el
fin de mantener un cierto grado de orden en la relación .
2 . Creo que siempre debemos dormir con un ojo abierto para controlar a nuestra pa­
reja.
3. Considero una completa locura bajar la guardia y confiar ciegamente en mi pareja.
4 . Nunca me fiaría de mi pareja si trabajase junto a una persona de su sexo opuesto.

Sospechoso
l . Mi pareja me llama varias veces al día para preguntarme qué estoy haciendo exac-
tamente.
2. Mi pareja me vigila.
3. Mi pareja necesita saber todo lo que hago.
4 . Mi pareja se enfada muchísimo si no le digo exactamente dónde he estado.

Walter y Tracy

A Walter le resultaba prácticamente imposible hacer algo sin


que su mujer, Tracy, lo supiera y aprobara. Durante el almuerzo,
Tracy comprobaba si su marido comía correctamente; antes de que
se marchara al trabajo, se aseguraba de que fuese vestido de forma
apropiada; antes de que saliese con sus amigos, quería saber a dón­
de iba y cuánto tiempo tardaría en volver.
Los amigos de Walter creían que estaba loco al permitir que su
mujer le tratase de este modo, sin embargo, había algo en él que le
despertaba la necesidad de sentirse estrechamente vigilado. Quizás
fuera porque tuvo una madre muy estricta o porque siempre había
padecido cierta inseguridad y el hecho de que alguien se interesase
de modo exagerado por su vida le hacía sentirse mejor. De cualquier
modo, Walter no interpretaba la persistente vigilancia de su mujer
como un aspecto negativo de su relación, aunque a veces se sentía
demasiado reprimido.
En algunas ocasiones, Walter sentía un gran deseo de libertad y le
pedía a Tracy que dejara de controlarle. Normalmente, Tracy cedía an­
te esas infrecuentes súplicas de libertad pero, a veces, se volvía aún

87
más desconfiada. Sin embargo, cuando cedía lo hacía durante un corto
período de tiempo o, lo que es peor, lo hacía con el fin de poder obser­
var los movimientos de Walter cuando éste no se creía vigilado.
Tras una de estas súplicas por recuperar su propio espacio,
Tracy empezó a pensar que Walter tenía un lío con alguien de su tra­
baj o . Esa sospecha se vio alimentada por un programa de televisión
en el que un marido engañaba a su mujer. Durante las horas que si­
guieron al programa, Tracy no hizo más que incrementar el senti­
miento de verdad sobre su sospecha. Cuando Walter llegó del traba­
jo, estaba tan convencida de que se estaba acostando con otra mujer
que decidió lanzarle algún objeto nada más verle cruzar el umbral
de la puerta.
Cuando Walter vio a su mujer en tal estado, no supo qué hacer.
Tracy le acusaba de engañarle con otra mujer y él lo negaba de for­
ma vehemente; después de todo, nunca h abía hecho nada ni remo­
tamente parecido. Sin embargo , Tracy seguía gritándole, describien­
do con horripilantes detalles su interpretación de la relación. Walter
le repetía una y otra vez que podía llamar a cualquier persona de su
trabajo para verificar su inocencia, pero finalmente se dio cuenta de
que las sospechas de Tracy no obedecían a la razón . Ya había sospe­
chado de él otras veces , pero nunca de ese modo.
En situaciones como ésta, Walter perdía casi por completo la
paciencia. Sin embargo , eso no sucedía frecuentemente ya que las
súplicas de libertad por parte de Walter eran muy escasas. Es más, la
exhaustiva vigilancia de su mujer le proporcionab a una extraña sa­
tisfacción ya que sentía que nadie podía p reocuparse tanto por él.
En gran parte , Walter disfrutaba del control que su mujer ejercía so­
bre él. Así que, a pesar de la incredulidad de sus amigos , Walter opi­
naba que no había nada malo en tener a alguien que vigilase sus co­
midas , su forma de vestir y su horario de llegada a casa.

Becky y Dan

Hace tres años , cuando Becky empezó a salir con Dan pensó
que había encontrado al hombre p erfecto. Era guapo, inteligente y,
lo más importante: parecía p reocuparse mucho por ella. Desde el
principio se interesó por su apariencia y _también intentaba inculcar-

88
le ciertos intereses y aficiones. En un primer momento, Becky se sin­
tió halagada por el gran interés que Dan sentía por su vida, aunque
a veces se riera de su forma de vestir o se burlara de alguna de sus
aficiones. Normalmente se mostraba muy atento. Sin embargo , las
cosas comenzaron a cambiar.
Al cabo de un tiempo , las bromas ocasionales de Dan empeza­
ron a ser más frecuentes y, algunas veces, se convertían en críticas
mordaces . De forma casi inmediata, Becky comenzó a ser extrema­
damente cauta con sus palabras y acciones . No quería cometer ni el
más mínimo error.
A medida que fue pasando el tiempo , Dan empezó a criticar a
Becky cada vez más, sacando defectos a todos los aspectos de su vi­
da. Es más , siempre parecía querer controlar todos y cada uno de
sus pasos, incluso los detalles más insignificantes . Para entonces,
Becky y Dan habían empezado a vivir juntos y, en algunos momen­
tos , Becky se sentía como en una prisión en la que Dan era el carce­
lero . Sin embargo , siempre que ella expresaba su inquietud al res­
pecto, D a n le decía que para él e r a muy importante saber lo que ella
estaba haciendo. Además, argumentaba que lo hacía por el propio
bien de Becky y añadía que si la criticaba demasiado era porque la
quería mucho y deseaba que fuese la mejor persona del mundo.
Becky sabía que Dan era sincero al expresarle sus opiniones , no
obstante le costaba comprender que sus duras críticas fueran el re­
sultado del amor que sentía por ella. Le sugería que perdiese peso y
que vistiera mejor; incluso la reprendía por ver demasiado la televi­
sión diciéndole que se atontaría y que no podría ser una buena ma­
dre. Así era su exacerbado criticismo. Sin embargo , Becky seguía to­
lerando la conducta de Dan porque, a pesar de todo, aún le amaba.
Quería convencerse a sí misma de que las críticas de su novio eran
fruto del amor que sentía por ella.
Pero en los últimos tiempos, las severas inspecciones sobre la
apariencia y comportamiento de Becky estaban completamente fuera
de lugar. Dan mostraba un interés excesivo por la vida de Becky. Ar­
güía que ésta tenía una actitud «insinuante» e incluso «promiscua» en
público . Cada vez que mostraba interés por lo que decía un chico,
Dan parecía pensar que estaba a punto de fugarse con él. Becky siem­
pre tenía que estar en guardia para asegurarse de que no cometía nin­
guna acción que Dan pudiera interpretar como insinuante.

89
Una noche en la que Dan y Becky se estaban acicalando para ir
a cenar con los J ohnson, Becky se ponía su vestido más recatado al
mismo tiempo que se repetía que no debía mostrar demasiada con­
fianza con Doug J ohnson. Sin embargo, sentía que nunca podría
adivinar qué sería lo que sacaría de quicio a Dan en aquella ocasión.
A pesar de que Becky se preparó y esforzó por tener la más ade­
cuada de las conductas durante la cena, Dan acabó regañándola por
haber tenido una actitud insinuante. Ella insistía diciendo que se ha­
bía comportado correctamente, pero Dan no la escuchaba y se afe­
rraba a la creencia de que Becky estaba pensando abandonarle. Dan
estaba rojo de ira y le amenazó diciéndole que futuras actuaciones
como ésa iban a tener muy malas consecuencias para ella...

Modos de pensamiento y conducta

El rasgo clave de la historia policíaca es la incesante vigilancia a


la que es sometido un miembro de la relación por parte de su pareja.
Ese control va más allá del normal interés por las actividades del
compañero/a y más allá de cualquier tipo de interés razonable por
su bienestar. El interés existente en esta relación es el fruto de una
aparentemente insaciable necesidad de controlar al compañero/ a
hasta el punto de humillarlo.
Estudios realizados en la Universidad de Stanford demuestran
que si a las personas se les asignan arbitrariamente papeles de carce­
leros y encarcelados y posteriormente se les pone en situación para
desempeñar estos papeles, los individuos cuyo papel es el de carce­
leros se van volviendo cada vez más autoritarios hacia sus «prisione­
ros», mostrando una actitud muy poco humanitaria. Los prisione­
ros, por su parte, empiezan a sentir la humillación y degradación
propias de su situación.8
La historia policíaca puede empezar siendo la historia de un so­
lo miembro de la pareja y terminar siendo la historia de ambos, aun
cuando el segundo de los miembros no sepa realmente qué está su­
cediendo. A medida que éste comienza a desempeñar el papel de

8. Zimbardo, Philip G . , «Psychology of imprisonment», en Transition/society, 9 (6) ,


1 972, págs. 4-8.

90
sospechoso, o incluso de prisionero, también lo reafirma, creando
así una extraña realidad: es como si mereciera ser sospechoso de va­
rios crímenes. A medida que la historia adquiere cuerpo, se va dis­
tanciando de cualquier tipo de realidad, impregnándose de un halo
imaginario que sólo puede compartir la pareja que la vive y del cual
resulta muy difícil escapar. Algunas personas, como Walter, pueden
disfrutar de verdad desempeñando el papel de sospechosos, ya que
eso les produce la satisfacción de gozar de algo de lo que carecen en
otros aspectos de su vida. Otras, como Becky, se sentirán incómodas
en el papel, pero no pueden hacer nada para escapar del mismo.

Papeles complementarios: el agente de polida y el sospechoso

Los papeles complementarios en la historia policíaca son el de


agente de policía y el de sospecho (quien, a veces, se convierte en pri­
sionero). Aunque estos papeles pueden intercambiarse, normalmente
una persona adquiere el rol de policía y la otra el de sospechoso. Estos
papeles se intensifican y amplían con el tiempo, lo cual significa que
aumenta la desconfianza hacia la conducta del sospechoso e incluso
puede llegar a ser calificada de «ilegal». Los intentos del sospechoso
por escapar de su papel se interpretan como nuevos crímenes: el pri­
sionero intenta escapar a su castigo. Para el agente de policía el inten­
to de escapar a la relación supone el crimen máximo.
El comportamiento del autoproclamado agente de policía pue­
de fomentar la parte de la conducta de su pareja que, en realidad,
está intentando reprimir. El sospechoso, sea tratado como tal o co­
mo culpable de un crimen que no ha cometido, ya no aprecia el va­
lor de no cometerlo. Después de todo, se le tacha de culpable, inde­
pendientemente de que lo sea o no. Entonces, ¿por qué no hacerlo?
Puede que el individuo reaccione asimilando la imagen que el poli­
cía tiene de él, o que empiece a actuar de la forma en que se espera
que lo haga.
Del mismo modo que sucede en el mundo real, los policías qui­
zá se sientan por encima de sus propias leyes. Pueden llegar a pensar
que el abuso es una forma legítima de castigo y que el asesinato es
una forma legítima de ejecución. Equivocadamente, tal vez se sien­
tan perseguidos por los crímenes de su víctima.

91
Algunos casos destacados que han acabado en los tribunales tie­
nen elementos de la historia policíaca. Un ejemplo de ello es la rela­
ción entre O .J . Simpson y su mujer, Nicole Brown Simpson . Parece
ser que este caso contaba con ambos elementos : la vigilancia conti­
nuada y el castigo . Sin embargo , no podemos emitir juicios de base
partiendo únicamente de la información procedente de los informes
aparecidos en los medios de comunicación.

Ventajas e inconvenientes

Las historias policíacas no cuentan con pronósticos demasiado


favorables ya que son susceptibles de aumentar y escapar a cual­
quier tipo de realidad. Para algunas personas esta historia puede
contar con un cierto aspecto positivo . Ese era el caso de Walter: sen­
tía que alguien se preocupaba y cuidaba de él. Las personas que son
muy inseguras pueden disfrutar de la atención que serían incapaces
de recibir de otro modo. Sin embargo , tal vez acaben pagando un
precio excesivo por ello. La historia es apasionante, pero puede vol­
verse muy peligrosa.
El m ayor inconveniente es que a medida que la historia se vuel­
ve interesante, el sospechoso va perdiendo la libertad, la dignidad y,
por último, el respeto a sí mismo. Finalmente, tanto el bienestar físi­
co como el bienestar psíquico del individuo se pueden ver amenaza­
dos . Mientras , el policía va escapando cada vez más de la realidad y
quizá pierda por completo la noción de la misma. Lo que empieza
como una simple rutina y una inofensiva historia policíaca puede
degenerar con el tiempo y convertirse en una fantasía paranoica que
daña a los dos protagonistas de la historia.

HISTORIA PORNOGRÁFICA

La historia pornográfica es una historia de degradación y deca­


dencia. El individuo que cuenta con ella ve el amor como una degrada­
ción y le resulta difícil, si no imposible, amar a alguien sin humillarle o
sin ser humillado. La pasión de la relación se basa en la degradación.
Normalmente, las personas que tienen estas historias no conocen otra

92
forma de amor, aunque a la mayorí� de nosotros nos resulte difícil aso­
ciar este sentimiento con su comportamiento y actitudes.
La degradación puede surgir en el contexto de una relación úni­
ca o principal, o en el contexto de una o varias relaciones de menor
importancia o secundarias. Si por alguna razón, el individuo no es
capaz o no quiere degradar a su pareja estable o, en el caso de los pa­
peles complementarios, no es degradado por su pareja, buscará esa
degradación fuera de esa relación, aunque seguirá manteniéndola.
A pesar de que nuestras investigaciones demuestran que son
pocas las personas que admiten este tipo de relaciones, lo cierto es
que esta historia es más frecuente de lo que parece.9 El próspero ne­
gocio de la prostitución, los numerosos libros y películas basados en
esta historia y el mercado creado sobre las formas de sexo que de­
gradan a la pareja (las amenazas, los azotes, los encadenamientos,
las mutilaciones, etc. ) son una prueba de que esta historia está más
extendida de lo que nos imaginamos. Esto no quiere decir que viva­
mos en un mundo decadente.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA PORNOGRÁFICA

Objeto
l . En realidad, no me importa que mi pareja me trate como un juguete sexual.
2. Admito que para mí es muy importante ser capaz de satisfacer los deseos sexuales
de mi pareja, aun cuando los demás consideren que me estoy degradando.
3. Me aburro cuando estoy con alguien que no se atreve a introducir algún tipo de
historia o ritual pornográfico durante nuestras relaciones sexuales .
4 . Me gusta que mi parej a quiera probar conmigo nuevas, extrañas e incluso doloro­
sas técnicas sexuales.

Sujeto
l . Me gusta practicar una amplia variedad de técnicas sexuales, especialmente aque­
llas que los demás consideran extrañas o degradantes hacia mi pareja.
2. Lo que realmente me importa en mi relación es que mi pareja sea un excelente ju­
guete sexual que haga todo lo que yo quiera.
3 . Nunca podría ser feliz con alguien que no sea atrevido, en el sentido pornográfico
de la palabra, en su vida sexual.
4. Me gusta que mi parej a se sienta como un objeto sexual.

9. Sternberg, Robert J . , «Love stories», en Personal relationshtps 3 , 1 996, págs.


1 .359- 1 .379.

93
Ray y Ti//any

Ray empezó a mirar fijamente a Tiffany desde el otro extremo


de la barra, hasta que su mirada insistente y seductora la puso ner­
viosa. Tiffany se sentía incómoda, así que se giró hacia otro lado. A
pesar de que estaba nerviosa, se sentía atraída por él y se vio obliga­
da a mirarle de nuevo. Cuando lo hizo, Ray aún seguía mirándola, al
mismo tiempo que agitaba su bebida con una pajita. La mirada de
Ray hacía que Tiffany se sintiera vulgar; podía sentir que su interés
era puramente sexual. Parecían el cazador y la presa que esperaba
ser capturada. Aunque esos sentimientos no le agradaban, no podía
negar que una parte de sí misma deseaba ser cazada por él y some­
terse a todos sus caprichos.
Ray se había dado cuenta de la inquietud y el espíritu de sumi­
sión que emanaban de Tiffany. Se dirigió hacia ella lentamente, cla­
vándole la mirada. Cuando Tiffany se dio cuenta de que él se acerca­
ba, se giró de cara a la pared, pero no se movió. A medida que él se
iba aproximando, su respiración se agitaba cada vez más. Para cuan­
do se dio cuenta, él ya estaba sobre ella y, sin mediar palabra, empe­
zó a recorrer con dos .de sus dedos sus mejillas y su pelo. Ella tragó
saliva nerviosamente pero no fue capaz de decir ni una sola palabra.
Ray seguía deslizando sus dedos por el cuello y los hombros de Tif­
fany. El hecho de sentir su cuerpo tembloroso le excitaba muchísi­
mo. Luego, empezaron a besarse apasionadamente, sus respiracio­
nes eran cada vez más agitadas; de vez en cuando, Ray la provocaba
con su sonrisa maliciosa. Finalmente, se dio la vuelta y comenzó a
caminar hacia la puerta.
Después de subir algunos escalones, se giró para mirar a Tiffany y
movió ligeramente su cabeza indicándole que le siguiera. Tiffany avan­
zó lentamente por el local, preguntándose si alguien les estaría miran­
do; una parte de ella deseaba que así fuera y la otra se sentía avergon­
zada por ese deseo. Salieron del lugar y entraron en el coche de Ray. Se
dirigían al apartamento de Ray y seguían sin intercambiar una sola pa­
labra. Cuando llegaron, se encaminaron directamente a la alcoba. Ray
empezó a desnudar a Tiffany y luego la lanzó sobre la cama, aunque no
se colocó junto a ella. Se limitaba a observar cómo se estremecía y vigi­
laba todos sus movimientos. El corazón de Tiffany empezó a latir aún
más fuerte cuando vio que Ray abría un cajón y sacaba unas esposas.

94
A la mañana siguiente, Tiffany se despertó sola en la cama de
Ray. Estaba avergonzada de sí misma, pero era consciente de que no
tenía ningún tipo de control sobre su necesidad de ser tratada de ese
modo. Se sentía atraída por los hombres corno Ray, por aquellos que
no se preocupaban por su persona sino que simplemente la veían
corno un objeto sexual que debía ser capturado y degradado. Vio
que sobre la mesilla de noche, situada junto a la cama, había un tro­
zo de papel; no había ningún nombre o número de teléfono, sólo
una dirección. Seguramente se trataba del lugar donde Ray quería
volver a encontrarse con ella. Tiffany se levantó, se duchó, se vistió y
se fue. Aun después de haber tornado una ducha, seguía sintiéndose
sucia.
Tiffany, que se conocía a sí misma, se daba cuenta de que proba­
blemente acabaría yendo al lugar que Ray le había indicado pero, al
mismo tiempo, sabía que era mejor no hacerlo. Había vivido situa­
ciones similares con anterioridad y sabía cómo se desarrollaban. Este
tipo de relaciones nunca iba más allá de los aspectos impersonales y
puramente físicos. Además, el miedo que surgía corno fruto de las
primeras experiencias sexuales desaparecía rápidamente y para man­
tener un alto nivel de excitación, el sexo tenía que ser cada vez más
duro. La necesidad de degradar, por una parte, y la de ser degrada­
do, por otra aumentaban hasta alcanzar niveles potencialmente peli­
grosos que pronto se adueñarían de la relación y que eran lo único
que la mantenía. Tiffany era perfectamente consciente de ello.
Tiffany nunca quería que las relaciones se le escapasen de las
manos . Pero sabía que una vez inmersa en una de ellas, perdía por
completo la razón . Se sentía arrastrada por lo que parecía ser su ins­
tinto básico. Tiffany miró el trozo de papel que tenía en su mano y
deseó romperlo con todas sus fuerzas; sin embargo, algo le impulsó
a guardarlo. Se encontraría con Ray en el lugar y a la hora que él le
había indicado.

Caro/ y Tim

Carol estaba cansada de desempeñar el papel de trofeo: la bella


mujer que siempre va acompañada de hombres ricos que la tratan
corno un objeto. Estaba decidida a cambiar la situación por el sirn-

95
ple placer de experimentar qué se sentía estando al otro lado. Así
que aquella noche iría a la ciudad y se ligaría al chico más sexy , ino­
cente y vulnerable que pudiera encontrar.
Tras pensárselo bastante, decidió ir al Dean's Place, una sala de
baile famosa por su ambiente libidinoso. Nada más llegar, se fue di­
rectamente a una esquina con el fin de tener una buena panorámica
de todo el lugar. Hizo caso omiso a todos lo hombres que se le acerca­
ron; de hecho, era ella quien quería tomar la iniciativa en todos los
sentidos. Por fin, vio a un tipo que estaba sentado junto a la barra; era
joven y guapo y, lo más importante, tenía esa mirada vulnerable que
Carol tanto deseaba. Se dirigió hacia él y le invitó a una copa.
El joven se sentía algo desconcertado, pero decidió aceptar la
invitación y le dijo que se llamaba Tim. Carol dedujo, por su forma
de vestir, que no era una persona muy rica, lo cual le agradaba pues­
to que imaginaba que una persona perteneciente a una clase social
baja se adaptaría mejor al papel de objeto. Decidió invitar a Tim a
cenar y éste, a pesar de que se sentía algo desconcertado ante la si­
tuación, aceptó de buen grado.
Dos días después, Carol fue a recoger a Tim a su casa y se alegró
de que éste vistiera vaqueros y una camiseta de franela. Ella lucía un
traje muy caro y creía que ese contraste haría que Tim se sintiera
más vulnerable. Fueron a un restaurante que ella misma eligió: un
lujoso local italiano cuyo dueño era conocido suyo. Nada más en­
trar, Carol vio al dueño del restaurante, se dirigió hacia él y le dio un
beso y un abrazo, al mismo tiempo que prestaba especial atención a
la incómoda actitud de su acompañante. ¡ Por fin estaba gozando
con la experiencia !
Se sentaron y Carol le dijo a Tim que ella pediría por ambos. No
quería que él dijera nada, sólo quería tenerle allí sentado: ver esa ca­
ra bonita e indefensa.
A medida que la noche iba avanzando, Carol se daba cuenta de
que sus esfuerzos por aumentar la inseguridad de Tim iban dando
sus frutos. El hecho de pensar que había conseguido degradarle y
que todavía quedaba mucha noche por delante, le excitaba mucho.
Al final de la cena, Carol se brindó a pagar la cuenta y luego le pre­
guntó a Tim si le gustaría ir con ella a su casa. Tim se limitó a asentir
con la cabeza. Abandonaron el restaurante y se encaminaron al
apartamento de Carol.

96
Mientras conducía, Carol deslizaba su mano por el muslo de
Tim, quien no podía más que esbozar una leve sonrisa. Después de
todo, Tim tenía serias dificultades por descubrir si estaba viviendo
una fantasía o una pesadilla camuflada. Cuando llegaron al piso de
Carol, se dirigieron directamente a su habitación. Carol le- sedujo
hasta la cama. Cogió un pañuelo de un cajón y le preguntó, mejor di­
cho, le dijo a Tim que lo usara para taparse los ojos.
Cuando Tim y Carol llevaban tres semanas saliendo juntos, �ste
empezó a tener dudas respecto a su relación. A pesar de que estaba
de acuerdo con el papel que desempeñaba en la misma, no se sentía de­
masiado orgulloso. Sin embargo, una parte de él siempre había
deseado ser humillada de ese modo. Carol mostraba interés por él,
pero Tim sabía que ese interés procedía únicamente del placer que
experimentaba al degradarle. Es más, sabía que si la relación conti­
nuaba, Carol le querría degradar más aún y que eso no les conduci­
ría a ninguna parte. Tim reconocía que debía cortar esa relación, pe­
ro no estaba preparado para hacerlo y no sabía cuándo lo estaría.

Modos de pensamiento y conducta

En esta historia, para amar hay que degradar o ser degradado.


El amor es algo sucio y no surge si no hay suciedad. Este punto de
vista es, al mismo tiempo, apoyado y rechazado por la sociedad. Así
pues, las personas que tienen una historia pornográfica se encuen­
tran en una extraña situación, ya que su historia es calificada de ina­
ceptable y, al mismo tiempo, de excitante y divertida por diversos
medios de comunicación. La atracción y repulsión simultáneas que
despierta esta historia en la sociedad es, en parte, lo que la provee
de ese carácter tan excitante a la vez que ambiguo.
Las personas con una historia pornográfica pueden casarse con
alguien que también comparta esta historia, pero lo más normal es
que se casen con personas que se mantienen totalmente al margen de
la misma. De esta manera, consiguen ganarse el respeto de la socie­
dad y buscan desarrollar su historia en cualquier otro lugar. Este res­
peto social no debe significar, necesariamente, la justificación de su
conducta ante los demás, sino ante uno mismo. Quizás cuentan con
una doble opinión y piensan que el matrimonio es sinónimo de res-

97
petabilidad (algo muy importante para ellos) y que las relaciones fue­
ra de éste van asociadas con la idea de suciedad (algo a lo que todavía
dan mayor importancia) . Pueden darse otros casos en los que sean
capaces de encontrar, en la misma relación, el respeto social y la de­
gradación (en la privacidad de la alcoba, claro está) .
Esta historia, al igual que la policíaca y la de terror, tiende a ali­
mentarse por sí misma. Lo que un día es suficiente para saciar cierto
tipo de excitación, tal vez no baste al día siguiente. Por eso, las per­
sonas corno Tirn se preocupan por saber a dónde les va a conducir
todo esto. Una vez que nos hemos acostumbrado a la relación y el
aburrimiento se apodera de ella, no queda más que darla por finali­
zada. La pérdida de interés y el aumento del contenido pornográfi­
co son un claro síntoma de que algo va mal. Además , el contenido
pornográfico puede escapar a nuestro control. Así lo demuestran
ciertas crónicas de sucesos aparecidas en los periódicos que narran
el asesinato de uno de los miembros de la pareja debido a la pérdida
del control. Tiffany reconocía que su relación con Ray sólo podía ir
a peor pero, corno se suele decir en estos casos, una cosa es ser cons­
ciente de algo y la otra actuar en consecuencia.

Papeles complementarios: sujeto y objeto

La historia pornográfica cuenta con dos tipos de papeles: el su­


jeto y el objeto, que pueden intercambiarse (corno en la historia de
Carol y Tirn) . Carol, harta de ser objeto, pasó a ser sujeto. Un rasgo
curioso de estas historias es que sus papeles son muy ambiguos :
cuando alguien degrada a otra persona también se degrada a sí mis­
mo y el que es degradado también está degradando a su pareja. En
cierto modo, existe una dualidad en los papeles desempeñados en
esta historia.
Las personas que interpretan la historia pornográfica hacen que
su pareja se sienta despreciable lo que, normalmente, constituye un
intento vano de sentirse, en cierto modo, despreciables ellos mismos.
Pero nunca tienen suficiente, ya que la degradación no les conduce a
sentirse despreciables. El hecho de maltratar a la pareja significa ad­
quirir desprecio hacia uno mismo. Sin embargo, aunque los deseos
de degradación de estas personas tienden a aumentar, los resultados

98
siguen siendo los mismos, por lo que siempre se muestran insatisfe­
chos al no poder satisfacer completamente sus deseos.

Ventajas e inconvenientes

La verdad es que las ventajas de la historia pornográfica no son


demasiado obvias, en caso de que existan. Sin embargo, los inconve­
nientes quedan mucho más claros. En primer lugar, las personas
consiguen alcanzar la excitación a través de su propia degradación o
la de los demás . En segundo lugar, esa necesidad de degradar y ser
degradado va en progresivo aumento. En tercer lugar, una vez que
se adopta este tipo de historia, resulta muy difícil pasarse a otra. En
cuarto lugar, la historia se puede volver física y psíquicamente peli­
grosa. Por último cabe decir que, a pesar de que se intente, resulta
muy difícil adaptar la historia a términos de bienestar tanto físico
como psíquico. Pero las historias son historias y no debemos buscar
en ellas ninguna lógica racional. Además, la mayoría de las personas
que cuentan con la historia pornográfica van en busca de ella aun
sabiendo todos los inconvenientes que representa para ellas y para
sus pare1as.

HISTORIA DE TERROR

La historia de terror resulta muy atractiva al individuo que dis­


fruta aterrorizando a su pareja o siendo aterrorizado. Le gusta pasar
miedo o hacerlo pasar. La novela Buscando al señor Goodbar (más
tarde adaptada a la gran pantalla) narraba la historia de una mujer
cuya historia de terror la conducía a la muerte. En algunas ocasio­
nes, las personas se sumergen en las historias de terror sin darse
cuenta. Este sería el caso de la película Atracción fatal.
Normalmente, las personas que tienen historias de terror sólo
consiguen verse a sí mismas viviendo este tipo de historias. Aquellos
que prefieren el papel de aterrorizar se consideran individuos a
los que les gusta divertirse, o que desean hacer más interesante su vida
y la de sus parejas, o que les gusta el sexo duro, o que se enamoran
de otros individuos a los que les gusta esto. Aquellos que prefieren de-

99
sempeñar el papel de víctimas tienden a autoconsiderarse desafortu­
nados -individuos que, de alguna manera, siempre acaban con la
persona equivocada- o personas buenas por naturaleza que consti­
tuyen fáciles presas. Pero ni la imagen que tiene de sí mismo el que
aterroriza ni la que tiene de sí misma la víctima suelen tener que ver
con la realidad conductual. El hecho de que ciertas personas siempre
se vean envueltas en estas relaciones nos hace pensar que el azar no
es el único factor que interviene en las mismas.
¿Qué factores inducen a determinados individuos hacia las histo­
rias de terror? La agresión y el abuso en el hogar materno se cuentan
entre ellos. También suelen ser comunes los modelos de conducta que
obedecen a altos niveles de agresión incontrolada o de vil sumisión.
Los guiones de cine y televisión pueden ayudar a reforzar estos mode­
los, ya que a través de ellos se llega a una forma de aprendizaje social
mediante el cual los individuos quieren imitar o imitan los comporta­
mientos observados.10 Otro factor bastante común es la necesidad de
poder por parte del que aterroriza, o la necesidad de sumisión o degra­
dación por parte de la víctima. 1 1 Los factores ambientales interactúan
con los factores de personalidad dando como fruto esta historia. Lo
mismo sucede con los .demás tipos de historias.
Pero el hecho de que la historia de terror surja en una relación
no sólo depende de la interacción del medio que nos rodea con
nuestra personalidad, sino también del modo de interactuación de la
relación en particular con estos factores. Alguien a quien una histo­
ria de terror le resulta muy lejana se puede ver involucrado en ella si
se une a un individuo para el que este tipo de historia es muy impor­
tante. Ese individuo puede tener una conducta insultante que su pa­
reja no hubiera tenido que experimentar si se hubiese enamorado
de otra persona. Cuando esta conducta sale a flote eclipsa a las de­
más historias puesto que resulta muy dominante.
Las investigaciones de Stanley Milgram demostraron que las
personas normales y corrientes pueden ser manipuladas para actuar
de forma parecida a como lo hicieron los nazis en la Segunda Gue-

10. Bandura, Albert, Agression. a social learning analysis, Englewood Cliffs, Nueva
Jersey, Prentice-Hall, 1 973 ; Bandura, Albert, Social learning theory, Englewood Cliffs,
Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1 977.
1 1 . Murray, Henry A . , Explorations in personality, Nueva York, Oxford University
Press, 1938.

1 00
rra Mundial. Condujeron a diferentes personas a un laboratorio y
allí las incitaron a acatar ciegamente las órdenes de uno de los indi­
viduos que intervenían en el experimento, que no hacía más que
maltratar a otro individuo (que era desconocido para los participan­
tes y formaba parte del equipo de experimentación) . 12 A pesar de
que esas personas consideraban que los actos del individuo al man­
do eran dolorosos y potencialmente letales, obedecieron sus manda­
tos . El trabajo de Milgram puso de manifiesto que incluso las perso­
nas que piensan que nunca se implicarán en relaciones basadas en
los malos tratos o en el terror, se pueden ver envueltas en ellas. Ade­
más, este tipo de relaciones quizás acabe siendo su modelo de con­
ducta en la vida.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE TERROR

El que aterroriza
1 . Me gusta dejar claro ante mi pareja que yo soy quien está al mando de la relación ,
aunque ello suponga tenerla algo atemorizada.
2. En realidad, me resulta excitante sentir que mi pareja me tiene cierto miedo.
3 . No creo que sea nada malo que mi pareja sienta algún miedo hacia mí.
4. A veces , hago cosas que asustan a mi pareja ya que pienso que eso es realmente
bueno para la relación.

La víctima
l . Me resulta excitante sentir cierto miedo hacia mi pareja.
2 . Me gusta que mi parej a despierte el miedo en mí.
3. Siempre tengo relaciones con personas que parecen recién salidas de una historia
de terror.
4. Siempre acabo saliendo con personas que me asustan .

Sally y Mark

Sally era camarera en un restaurante. Una noche, ya bastante


tarde, se dio cuenta de que alguien la estaba mirando fijamente des­
de un reservado. Desde el primer momento en que puso sus ojos so-

12. Milgram, Stanley, Obedzence to authorzty an experimental view, Nueva York,


Harper and Row, 1 97 4 .

101
bre ese hombre, notó que había algo diferente en él, aunque no po­
día adivinar exactamente de qué se trataba. Se sentía algo incómoda
al verse observada de ese modo, pero el individuo parecía inofensi­
vo y, además, le resultaba muy atractivo. Cuando fue a cobrar la
cuenta, vio que en uno de los billetes había anotado un nombre y un
número de teléfono. El hombre se llamaba Mark. Antes de salir del
trabajo, Sally le llamó.
Mark le preguntó si quería ir a ver con él La matanza de Texas.
Sally hubiese preferido ir a ver otro tipo de película, pero le dijo que
le apetecía mucho y que aceptaba su invitación. Durante la película,
se dio cuenta de que cada vez que ella apartaba la vista de una escena
violenta, él sonreía. Tenía la impresión de que Mark ya había visto
esa película anteriormente, quizás en múltiples ocasiones. También
creía que su miedo le divertía; lo que no sabía es que le excitaba.
Sólo se dio cuenta de ello cuando ya llevaba tres semanas salien­
do con él. Una noche, cuando los dos se dirigían a casa de Mark
después de pasar la velada en la ciudad, Sally le dijo que quería pa­
sar el fin de semana con algunos de sus amigos en la playa. Después
de esto, Mark se quedó muy callado y las manos le empezaron a
temblar. Sally se asustó mucho ante tal reacción y no sabía qué ha­
cer. Finalmente, Mark rompió el silencio y le preguntó por qué que­
ría dejarle. Sally le respondió que únicamente iba a estar fuera du­
rante el fin de semana y que a su regreso podrían hacer algo juntos.
Mark parecía todavía más disgustado ante esa respuesta y le dijo
que le prohibía irse. Sally empezó a darle una respuesta, pero antes
de que pudiera decir una sola palabra, Mark la agarró por los hom­
bros y comenzó a zarandearla. Sally le rogaba que la dejara ir. Él,
con los ojos muy abiertos y brillantes de ira, le advirtió que jamás le
dijera nada que le pudiera hacer enfadar. Sally, que sentía la presión
incontrolada de las manos de Mark sobre sus hombros, balbuceó
que nunca lo volvería a hacer. El hecho de que Sally sintiera miedo
hizo que Mark se excitara y empezara a besarla en el cuello, respi­
rando de forma muy agitada.
A pesar de este incidente, Sally no rompió con Mark. Quizás
fuera porque tenía miedo a sus represalias o quizás porque, de un
modo algo extraño, se sentía atraída por él: por un hombre para el
que una relación sólo puede ser interesante si su pareja siente miedo
de él. Sea cual sea el motivo, la relación entre ambos continúa.

1 02
Keith y Elise

Keith conoció a Elise en un bar. Estaba solo, sentado en una mesa,


cuando ella se le acercó y le preguntó si quería ser su pareja en la pró­
xima partida de billar. Keith le respondió que no era un buen jugador
y ella dijo que no importaba. Keith se sentía atraído por la forma fría y
tranquila en que Elise se dirigía a él, así que decidió aceptar su oferta.
A pesar del mal juego de Keith, fueron derrotando a todas las parejas.
Elise era una gran jugadora. Keith estaba muy impresionado y se dio
cuenta de que estaba empezando a enamorarse de ella. Se citaron para
el día siguiente y, al poco tiempo, ya se veían de forma regular.
A Keith le gustaba pasar el tiempo junto a Elise pero, al cabo de
un tiempo, empezó a sentir que había algo en ella que le incomoda­
ba. La calma y frialdad que transmitía la noche en que la conoció, esa
forma de actuar que le atrajo, no era una simple fachada; Elise era ca­
si imperturbable, no se alteraba por nada. En realidad, era como si
nunca se enfadara o se pusiera triste, pero tampoco parecía feliz.
Días atrás, una noche en la que Elise y Keith se estaban besando
sobre la cama de ésta, Elise se levantó de repente y cogió una vela del
tocador. Con su inalterable tono de voz, le pidió a Keith que pusiera
su mano sobre la llama. Keith no podía imaginar que ella hablase en
serio y se limitó a sonreír levemente. Sin ningún temor, ella cogió su
brazo y dirigió su mano hacia la llama. Keith no era un hombre de­
masiado fuerte por lo que no fue capaz de escapar a la sujeción de
Elise. Empezó a gritarle, pero ella hizo como si no le oyera y siguió
acercando su mano a la llama cada vez más. Cuando la llama empezó
a quemarle la mano, Keith utilizó su otra mano para quitarle la vela a
Elise. Se fue al otro extremo de la habitación y Elise se dirigió lenta­
mente hacia él. Aterrorizado por esa figura que se le acercaba, Keith
huyó despavorido hacia la sala y salió de la casa. Entró en su coche y
se dirigió a su casa a toda velocidad. Cuando llegó a su apartamento,
se fue directo a la cama y se escondió entre las sábanas.
A la mañana siguiente, Keith se despertó al oír sonar el teléfono.
Descolgó y escuchó la voz de Elise, quien se disculpaba por lo suce­
dido la noche anterior y le pedía que se viesen en un restaurante.
Keith estaba seguro de que las disculpas de Elise no eran completa­
mente sinceras y pensaba que el comportamiento que había tenido
la noche anterior volvería a repetirse en un futuro. Después de todo,

1 03
no era la primera vez que vivía una relación en la que su pareja dis­
frutaba asustándole y, por tanto, sabía a qué atenerse. Aceptó cenar
con Elise porque, por alguna extraña razón, parecía sentirse atraído
por este tipo de relaciones. Keith se descubrió a sí mismo deseando
volver a ver a Elise e imaginando qué le haría la próxima vez.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que se sienten atraídas por la historia de terror


pueden tener diferentes percepciones sobre el tipo de historia que
representan sus relaciones. Los individuos maltratados, en su mayo­
ría mujeres, tal vez sientan la historia de terror como tal y, como en
el caso de Sally, tengan miedo de abandonarla por las consecuencias
que eso pueda acarrear, ya que pueden ser potencialmente más peli­
grosas que las que entraña la relación en sí misma. Dado el carácter
débil y superficial de las leyes existentes para luchar contra las per­
sonas que cometen los malos tratos y la debilidad de los mecanismos
de aplicación de su cumplimiento, desgraciadamente, las víctimas
demuestran tener razón al actuar de ese modo.
Por lo general, las diferentes historias son eso: diferentes. No es que
sean «buenas» o «malas». Sin embargo, la historia de terror se encuentra
más cerca de la mala historia por un determinado número de razones.
Primera: cuando la historia no es mutua, el individuo que no la
comparte suele quedar atrapado en ella; probablemente éste fuera
el caso de Sally. El motivo de seguir en esa prisión quizá se deba al
miedo a los malos tratos físicos, a que las costumbres sociales permi­
ten este tipo de aberraciones, a la dependencia económica o a la
presión familiar. Sally, por ejemplo, se sentía atrapada e incapaz de
escapar a lo que para ella se había convertido en una relación espan­
tosa, porque tenía miedo de las posibles represalias de Mark.
Segunda: las historias de terror no son capaces de controlar su in­
tensidad y a menudo desembocan en malos tratos físicos para uno o
ambos miembros de la pareja. Keith, por ejemplo, se estaba buscando
problemas y lo más probable es que se metiera en ellos. Sin embargo,
la víctima no sale siempre perjudicada. En algunas ocasiones, la vícti­
ma pasiva pasa a ser quien aterroriza, haciendo que se intercambien
los papeles. El caso de John y Lorena Bobbitt sería un claro ejemplo

1 04
de ello: Lorena Bobbitt, después de soportar los malos tratos de su
marido durante años, acabó rebelándose contra él y le cortó el pene.
Tercera: en algunas ocasiones, las relaciones empiezan atendiendo a
determinadas historias que acaban convirtiéndose en historias de terror.
Esto se debe a un proceso degenerativo de la relación. Los miembros de la
pareja pueden descubrir que cada vez son más diferentes o, como suele
ocurrir a menudo, uno de ellos quizá se niegue a aceptar el deseo del otro
de acabar con la relación (eso es lo que sucedía en Atracción Jata/). En este
caso, el individuo introduce una historia de terror en la que su pareja pro­
bablemente no desea participar. Además, en tales casos la pareja no quiere
formar parte de ninguna historia en la que intervenga su ex compañero/a.
Cuarta: las historias de terror pueden arrastrar elementos de de­
gradación que aumentan progresivamente. A medida que pasa el
tiempo, las personas que aterrorizan quizá descubran que las degra­
daciones que antes producían miedo a sus parejas ya no lo hacen
porque éstas se han habituado al nivel de terror que provocaban y
necesitan incrementarlo para satisfacerse a sí mismas.

Papeles complementarios: el que aterroriza y su víctima

Los papeles complementarios en la historia de terror están con­


formados por el que aterroriza y la víctima del mismo. Los que ate­
rrorizan buscan en sus parejas potenciales a individuos que sientan
miedo de ellos y que sucumban a sus malos tratos. Las víctimas bus­
can en sus parejas potenciales a individuos que les den miedo. Nor­
malmente, estos papeles no son intercambiables: los que aterrorizan
no quieren convertirse en víctima y viceversa.
En general, las personas que acaban inmersas en las historias de
terror suelen contar con una historia oculta que les induce a sumer­
girse en las mismas. El que aterroriza dice que la víctima tiende a te­
ner lo que él o ella (a menudo, ella) «busca» o «merece», a pesar de
que la víctima se considere desgraciada o vea a todas las personas
del sexo opuesto como presuntos cabrones o putas , que aprovechan
la mínima ocasión para aterrorizar a su pareja.
Como pueden ratificar las personas que se han visto implicadas
en una relación de este tipo, las historias de terror atienden más a la si­
tuación que a la predisposición. Los psicólogos han descubierto que

1 05
determinadas situaciones pueden tener importantes efectos en la con­
ducta; de este modo, personas que se consideran normales y corrien­
tes o incluso más tranquilas que la mayoría, se ven envueltas en una
espiral de degeneración. 13 En dicha espiral, las acciones de uno de los
miembros de la pareja conducen a la represalia, que aumenta cada vez
más hasta que la situación queda completamente fuera de control.
Dado que las historias ejercen fuerzas tan poderosas, las personas
a las que la historia de terror no les resulta particularmente atractiva
quizá consideren que la misma cobra significado cuando uno de los
miembros actúa de forma progresiva arrastrando al otro a desempe­
ñar el papel del que aterroriza o de víctima. Para parar esta progre­
sión es necesario que este último se dé cuenta de lo que esta pasando,
que quiera hacer algo al respecto, que sepa qué hacer exactamente y,
por último, que lo ponga en práctica, que actúe, aun arriesgándose a
las imprevisibles consecuencias. Por ejemplo: una persona que consi­
dera que la historia de terror es algo horrible puede acabar, sin darse
cuenta, manteniendo una relación con alguien que le aterroriza e
identificarse cada vez más con su papel de víctima. Poco a poco, ese
papel se irá apoderando de ella, sumiéndola en un miedo del que no
puede escapar. También hay que decir que esto no siempre sucede.

Ventajas e inconvenientes

Probablemente la historia de terror sea la que cuenta con menos


ventajas de todas las historias que se tratan en este libro. Para algu­
nos, tal vez sea excitante. Sin embargo, las formas de terror necesa­
rias para mantener esa excitación pueden ir aumentando y alcanzar
niveles peligrosos . Las historias de terror suelen escapar a cualquier
forma de control, por lo que sus integrantes e incluso las personas
próximas a los mismos, corren riesgos tanto físicos como psíquicos.
No estaría de más decir a aquellas personas que digan que tienen es­
ta historia o que viven una relación que responde a ella, que bus­
quen ayuda terapéutica e incluso protección policial.

13 . Mischel, Walter y Shoda, Y. , «A cognitive-affective system theory of personality:


reconceptualizing situations, dispositions, dynamics, and invariance in personality structu­
re», en Psychological revzew, 1 02 , 1 995 , págs. 246-268.

1 06
7

Historias objeto

En las historias objeto, tanto las personas como las relaciones


son valoradas por su función como objetos y no por sí mismas. Pare­
ce ser que las personas o relaciones no son tan importantes como
ciertas funciones que desarrollan.

LA PERSONA COMO OBJETO

En las historias de las personas como objeto, el individuo de­


sempeña el papel de objeto. En una historia de ciencia-ficción, la
persona es valorada por su extraño carácter o conducta. En una his­
toria de colección, la persona es considerada como una parte de una
gran colección. En una historia de arte, la persona es valorada por
su apariencia física.

HISTORIA DE CIENCIA-FICCIÓN

Las personas que viven una historia de ciencia-ficción o bien se


juntan con otras que son sumamente extrañas o complicadas, o bien
se consideran a sí mismas muy raras y diferentes de los demás y de­
sean estar con alguien que valore sus extremas rarezas .
En el primer caso, se suelen dar dos tipos de guiones. Aunque
ambos pertenecen a las historias de ciencia-ficción, juegan papeles
muy diferentes. En uno de ellos, el individuo elige de forma cons­
ciente y deliberada a personas que parecen extrañas. Parte del entu­
siasmo de la relación reside en elegir a la persona más misteriosa que

1 07
se pueda encontrar. El individuo que hace esto puede o no aceptar
la existencia de esta tendencia, pero es consciente de que existe.
En el segundo, la persona muestra su perplejidad cuando se da
cuenta de que siempre acaba con personas extrañas. El individuo
quizá crea que sus elecciones son acertadas y que luego se transforman
en todo lo contrario. Por ello, en un principio está asombrado pero
luego se siente desilusionado, ultrajado o incluso amargado. Puede
llegar a pensar que sus parejas le decepcionan intencionadamente o
que están reprimiendo su propia naturaleza. La comunicación es su­
mamente importante en las relaciones, pero resulta muy difícil co­
municarse con alguien tan extraño. 1 También es posible que se consi­
dere una persona con muy mala suerte, puesto que siempre acaba
con los individuos más raros que nadie pueda imaginar.
En el segundo guión, así corno en la totalidad de los guiones de
todas las historias, los individuos no sólo seleccionan a las personas
con el fin de crear su historia preferida, sino que también determi­
nan de un modo activo su conducta. Así, las personas que viven una
historia de ciencia-ficción pero no son completamente conscientes
de ella, tal vez acaben orientando el comportamiento de sus parejas
hacia lo extraño y luego se desesperen por ello.
En este segundo caso, el individuo piensa que ha nacido en el
planeta equivocado. Se siente completamente alienado por la socie­
dad y por las personas que la conforman. Corno consecuencia, bus­
ca a otra persona que se sienta atraída por estos sentimientos tan ex­
traños.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE CIENCIA-FICCIÓN

l . Me atraen los individuos de características extrañas e inusuales, que son considera­


dos como seres de otro planeta por el resto de la sociedad.
2. A veces el comportamiento de mi pareja es tan extraño e impredecible que me
cuesta creer que es de este planeta.
3 . Me asombran las personas que pretenden conocer a sus p arej as como a un libro
abierto, ya que a veces siento que la mía es un ser completamente extraño a mí.

l. Noller, Patricia y Ruzzene, M . , «Communication in marriage: the influence of af­


fect and cognition», en Cognition and close relationshzps, Fletcher, Garth J. O. y Fincham,
Frank D. (comps. ) , Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 99 1 , págs.
203 -23 4 .

1 08
4 . Mi p areja es tan extraña e impredecible que a veces no tengo ni la menor idea de
cómo actuará; incluso dudo que sea human a , en el sentido más estricto de la pa­
labra.
5. En ciertas ocasiones, las actuaciones de mi pareja escapan a los límites de mi com­
prensión : parece que hubiera salido de un libro de ciencia-ficción.
6. Mi pareja me desconcierta de tal modo que a veces pienso que podría ser de otro
planeta.
7. Mi pareja es un ser extraño para mí; soy incapaz de entenderle.

Alexis y Ned

Alexis miraba perpleja a Ned; intentaba comprender el indes­


cifrable discurso que éste farfullaba al tiempo que conducía su co­
che a través de Sunset Boulevard, con el fin de llevarla a casa. Hacía
quince minutos que le había preguntado qué opinaba acerca de la
relación que mantenían y él estaba a punto de finalizar su respuesta.
El hecho en sí no representaba un gran problema, lo malo era que la
respuesta de Ned, que tenía muy poco o nada que ver con la pre­
gunta de Alexis (al menos desde la perspectiva de ésta) , no era más
que otro signo de la extrema peculiaridad de este individuo.
Cuando ella formuló la pregunta, esperaba que él expresara de
algún modo sus sentimientos hacia ella, o realizara cierto tipo de
predicción sobre hacia dónde se dirigiría su relación. Sin embargo,
él le hablaba de la complejidad de la psique humana y sus emocio­
nes y de su propia incapacidad para saber exactamente qué espera­
ba del mundo. Citaba pasajes de sus novelas preferidas, intentando
con ello que Alexis le comprendiera mejor; pero no hacía sino con­
fundirla todavía más.
Si Ned hubiera utilizado este tipo de respuesta para eludir la
pregunta de Alexis, ésta sólo lo habría considerado un mero inci­
dente. Sin embargo, sabía que eso que ella no entendía eran los ver­
daderos sentimientos de su novio. Ned le estaba dando lo que él ho­
nestamente consideraba una respuesta válida a su pregunta. A
menudo, parecía estar hablando de misterios indescifrables.
Alexis y Ned llevaban tres meses saliendo juntos y, durante ese
tiempo, ella nunca le había entendido. Al principio, Alexis creyó
que no era lo suficientemente inteligente para entender los comple-

1 09
jos procesos de pensamiento de Ned. Sin embargo, después de
mantener innumerables conversaciones con él en las que había in­
tentado, sin éxito alguno, comprender sus palabras, se dio cuenta de
que estaban en ondas completamente diferentes. Ahora estaba con­
vencida de que nunca lograría entenderle, ni siquiera contando con
una inteligencia superior. Todo eso hacía que la comunicación entre
ambos no fuera nada fácil. Incluso a veces le resultaba difícil com­
prender cómo pudo entrar este hombre en su vida. Además, el he­
cho de sentirse alienada por él le impedía hacer de su relación algo
más íntimo.
Alexis deseaba poder entender mejor a Ned ya que, a pesar de
tener este problema, había muchas cosas de él que le gustaban real­
mente. A veces , incluso podía ser extremadamente romántico. Una
noche, condujo más de doscientas millas para ir a recogerla por sor­
presa a la salida de una conferencia de trabajo y la invitó a una ro­
mántica cena junto al mar, a la luz de las velas. Además, a menudo la
sorprendía con flores o con algún regalito. Era como si contara con
un sexto sentido que le dijera cuándo debía sorprenderla para le­
vantarle el ánimo. Alexis sólo deseaba que, en alguna ocasión, la pu­
diera sorprender dem9strándole que intentaría cambiar.

Albert y Frieda

Albert y Frieda se encaminaban hacia el aparcamiento, entre


miles de fans de Neil Young. El concierto acababa de terminar y
Frieda estaba intentando explicarle a Albert el significado de la mú­
sica de Neil Young. La describía como «algo espiritualmente tras­
cendental, que va más allá de lo humano y que desprende un esplen­
dor que sólo se puede percibir a través de la imposición
propiciatoria del alma». Albert asentía a sus palabras con notable
confusión. Una vez más, no tenía ni la menor idea de lo que Frieda
quería decir.
Sin prestar atención alguna a la respuesta de Albert, ni a nada
que tuviera a su alrededor, Frieda empezó a describir la canción de
Young titulada «Heart of Gold» como «la búsqueda del artista enca­
minada a olvidar los placeres terrenales y a elegir, en su lugar, una vi­
da de tormento con el fin de alcanzar la identidad sobrenatural con

1 10
la muerte». Albert, a quien le divertía ligeramente esta incomprensi­
ble interpretación, comentó jocosamente que él intentaría evitar el
encuentro con la muerte durante el mayor tiempo posible. Inmedia­
tamente, Frieda se giró hacia él y le advirtió que si continuaba ha­
ciendo esos comentarios tan necios, no volvería a dirigirle la palabra.
Albert llevaba casi dos meses y medio saliendo con Frieda pero,
al igual que el primer día en que la conoció, seguía sin entenderla.
Es más, quizás ahora estuviera todavía más asombrado ante su con­
ducta ya que había tenido más tiempo para observarla. La anécdota
de Neil Young no era más que una de las múltiples ocasiones en que
las que Albert se sentía como si hablase con alguien de otro planeta.
Al principio, Albert disfrutaba de la compañía de Frieda; sus ra­
rezas le intrigaban y divertían a la vez y pensaba que era una mujer
muy interesante que cualquiera desearía conocer. Después de todo,
no era muy corriente conocer a una persona tan diferente a las de­
más. Más aún, nunca sabía qué esperar de ella y, durante una tem­
porada, esa incertidumbre le había dado agradables sorpresas. Una
noche se dirigían a la ciudad para ir a ver una película cuando se
dieron cuenta de que empezaba media hora más tarde de lo que
pensaban. Sin mediar palabra, Frieda cogió un desvío a Bear Rock,
una altiplanicie desde la que se podía ver una completa panorámica
de la ciudad. Cuando llegaron, Frieda se inclinó hacia Albert, recli­
nó su asiento y empezó a besarlo. Al principio, Albert se sentía un
poco incómodo ante tal situación pero, después de ver que estaban
solos en la zona, decidió relajarse y disfrutó de aquel maravilloso
momento.
Sin embargo, la incapacidad de comprender a Frieda hacía que
Albert se sintiera frustrado . La comunicación resultaba casi impo­
sible. Era como si hablasen lenguajes diferentes, incluso peor, ya
que si así fuera, Albert al menos podría utilizar un manual de con­
versación que le orientara. Aunque en un principio sentía curiosi­
dad por las rarezas de Frieda, ahora estaba desconcertado; nunca
sabía cuáles serían sus reacciones. Pongamos un ejemplo: ya habían
pasado treinta minutos desde que había terminado el concierto de
Neil Young y Frieda todavía seguía enfadada por la broma que Al­
bert había hecho acerca de su análisis de la canción «Heart of
Gold» . Albert no sabía si disculparse, sacar otro tema a colación o
no hacer nada. Sabía que un simple cambio en la conversación po-

111
día desatar las iras de Frieda. Ahora pensaba que jamás podría
comprenderla y, al mismo tiempo, estaba frustrado, ya que sentía
una absoluta curiosidad hacia ella y realmente no quería dejarla.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que viven una historia de ciencia-ficción ejercen


cierta atracción sobre aquellas que las consideran extrañas e incom­
prensibles. Cuanto más lo sean, mejor. Ser «extraño e incomprensi­
ble» es un juicio totalmente subjetivo, claro está. Otros individuos
pueden considerarlos bastante normales o no muy normales, pero sí
fáciles de comprender.
Las personas con esta historia tienden a ver a sus parejas corno
visitantes de otro planeta. Pueden sentir a la vez atracción y repul­
sión hacia las mismas, o preguntarse por qué se sienten atraídas por
alguien tan extraño. También se da el caso de que elijan a este tipo
de pareja y se encuentren cómodas con su elección, puesto que les
gustan sus rarezas y reconocen que eso es exactamente lo que bus­
caban.
Cabe la posibilidad de que los individuos que viven la historia
de ciencia-ficción la hayan desarrollado, en parte, para rebelarse
contra la sociedad. Normalmente las parejas que eligen son las últi­
mas que sus padres o amigos quisieran ver con ellos. Además, di­
chas parejas tienden a ir en contra de las normas y comportarse de
un modo que las personas con la historia de ciencia-ficción desea­
rían imitar pero no pueden hacerlo.
En la mayoría de los casos, la persona considerada corno «extra­
terrestre» no es consciente de la historia de ciencia-ficción, ya que
no se ve a sí misma corno tal. Además, su pareja puede pensar que
los demás e incluso la sociedad en su globalidad no tienen sentido y
que ellos son los únicos seres normales.

Papeles complementarios: el extraterrestre y el humano

Los papeles complementarios en la historia de ciencia-ficción


son el de «extraterrestre» y el de «humano». El humano piensa que

1 12
su pareja es un extraterrestre, pero el extraterrestre no se considera
a sí mismo corno tal.

Ventajas e inconvenientes

Las historias de ciencia-ficción tienen corno rasgo positivo la sor­


presa y la constante investigación de la pareja. La persona que de­
sempeña el papel de humano nunca termina de entender a la que de­
sempeña el papel de extraterrestre y puede que a este último le
agrade este hecho. El inconveniente, por otra parte, reside en que la
historia se vuelva aburrida. El «humano» acaba pensando que el
«extraterrestre» no se esfuerza por hacerse entender, que nada de lo
que hace tiene sentido o que no vale la pena entenderle. El «extrate­
rrestre» quizá se sienta alienado por la sociedad que no le compren­
de y llegar a la conclusión de que a su pareja, corno a todo el mundo,
le sucede lo mismo. Así pues, vernos que el potencial de frustración
para ambos miembros de la pareja es bastante elevado.
Otro inconveniente es que si alguien realiza la elección aten­
diendo únicamente a las rarezas de su pareja y no a la compatibili­
dad con la misma o a la valoración de otras cualidades, tiene muchas
posibilidades de acabar junto a una persona con la que apenas tiene
nada en común.

HISTORIA DE LA COLECCIÓN

En esta historia se elige a la pareja corno parte de una colección.


El individuo seleccionado pasa a engrosar esa colección del mismo
modo en que lo haría un sello, una moneda o un cromo. La pareja es
vista con cierta indiferencia, igual que un objeto que forma parte de
una serie. Quizá la pareja encaje perfectamente en la vida del indivi­
duo que la ha elegido, pero casi nunca pasa de ser un mero elemen­
to de la colección. Claro está que a los demás elementos de la colec­
ción se les puede o no tratar del mismo modo que a la pareja.
Incluso puede ocurrir que la pareja no tenga conciencia de la exis­
tencia de los demás elementos.

1 13
DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE LA COLECCIÓN

l . Me gusta salir con diferentes personas a la vez ; cada una de ellas cubre una necesi­
dad concreta.
2. Me parece muy bien tener múltiples parejas que satisfagan mis diferentes necesi­
dades .
3 . A veces me gusta pensar con cuántas personas podría salir al mismo tiempo.
4 . Creo que el amor es como una colección de monedas: cuánto mayor es su variedad,
mayor interés despierta en mí.
5. No creo que una sola persona me pueda dar todo lo que yo necesito. Además, pre­
fiero tener varias parejas para satisfacer mis necesidades.
6. Me gusta tener muchas parejas simultáneamente; cada una de ellas ocupa un único
lugar en mi vida.
7. Me parece muy difícil ser feliz estando con una sola persona.
8 . Tengo tendencia (y me gusta que así sea) a tener varias parejas a la vez; cada una
desempeña un papel diferente.

Jan y Jenni/er

A Ian todas las cosas le salían muy bien. Aquel semestre, al


igual que en los dos anteriores, había obtenido unas calificaciones
excelentes, era capitán del equipo de baloncesto y su vida social se
podía calificar como más que aceptable. Sin embargo, parecía que
le faltaba algo: era su último año en la universidad y no había teni­
do ninguna novia formal. La mayoría de sus amigos había tenido al­
guna y, a pesar de que antes les preguntaba cómo podían atarse a
una sola persona, ahora sentía que le había llegado el momento de
hacerlo. Además, una novia sería el complemento perfecto para su
vida.
Pero existía un pequeño problema: Ian no sabía a quién elegir
como pareja. Muchas mujeres estaban coladas por él y algunas de
ellas habían intentado establecer una relación seria, pero él no sen­
tía nada especial por ninguna. Sin embargo, creía que algunas mu­
jeres podían ser peores compañeras que otras. Kathy, por ejemplo,
podía ser demasiado posesiva y J anet parecía excesivamente de­
pendiente; cualquiera de las dos le hubiera quitado demasiado
tiempo. Por otra parte, Sarah estaba muy ocupada con su música,
lo cual significaba que no la tendría siempre que la necesitara. Pam

1 14
tenía una gran personalidad, pero no era todo lo guapa que a él le
hubiera gustado. Amy y J ennifer parecían independientes y no tan
ocupadas como Sarah. Además , las dos eran guapas y extroverti­
das, por lo que se sentiría a gusto estando con ellas en público. Tras
analizar la situación, Ian decidió que J ennifer era la candidata per­
fecta puesto que también se encontraba en el último año de univer­
sidad y así podría acompañarle a todas las actividades que se reali­
zaran durante el mismo. Además, Jennifer era una de las mujeres
que habían intentado tener una relación más seria con él y eso le
hacía pensar que no tardarían mucho tiempo en consolidar su no­
viazgo.
Una vez tomada la decisión, Ian llamó a Jennifer y le preguntó si
todavía seguía interesada en mantener una relación seria con él. J en­
nifer se quedó algo desconcertada ante su proposición. Después de
todo, Ian nunca había demostrado verdadero interés por ella y su
actitud le parecía extraña. Sin embargo, se sentía halagada y aceptó
empezar a verle con regularidad. Después de colgar el teléfono, Ian
se sentía bastante satisfecho. Aunque demasiado exuberante, Jenni­
fer no era más que el eslabón perdido que completaba la cadena de
su vida.
Las primeras semanas de relación fueron bastante tensas. No
había intimidad entre ellos y apenas encontraban temas comunes de
los que hablar. Sin embargo, a Ian le gustaba la idea de tener a Jen­
nifer como novia. No sólo porque era atractiva y siempre estaba ahí
cuando la necesitaba, sino porque sus amigos siempre le comenta­
ban la suerte que tenía de estar con ella. Pero cada vez que J ennifer
mencionaba la falta de intimidad, Ian intentaba convencerla de que
las cosas cambiarían y de que era normal tener este tipo de proble­
ma al comienzo de una relación.
No obstante, a medida que pasaba el tiempo Ian se preguntaba
si su vida estaba completa en realidad; quizás todavía faltara algo.
No es que ya no quisiera que J ennifer fuese su novia, pero echaba en
falta ciertas cosas de las que gozaba cuando no estaba atado a nadie.
Días atrás había tonteado en una fiesta con una chica de su clase de
biología y le había resultado muy difícil rechazar la invitación de és­
ta para que le acompañara a su casa. Sabía lo que significaba ese ti­
po de petición y si Jennifer no hubiera estado en la fiesta, segura­
mente habría accedido a ella.

1 15
Martina y Chad

Martina llegó a casa y se dirigió rápidamente a la sala de estar.


Sin preámbulo alguno, preguntó a su compañera de piso , Sharon,
si alguien la había llamado. Ante tal pregunta, Sharon movió su ca­
beza con incredulidad. Después de todo, Martina recibía una me­
dia de quince llamadas diarias y ese día no había sido la excepción.
La mayoría de esas llamadas eran de hombres que pretendían con­
seguir una cita con ella. Normalmente, esto no tendría que resul­
tamos chocante y más si tenernos en cuenta que Martina era una
chica guapa y extrovertida. Pero Martina tenía novio. Lo más ex­
traño de la situación es que Martina daba su número de teléfono a
todos los hombres atractivos que se lo pedían, aun cuando no te­
nía intenciones de salir con ellos . Simplemente quería tener una
larga lista de hombres que se interesaran por ella. Así, siempre te­
nía a alguien con quien salir. Además, Chad, su novio, un hombre
atractivo y de dinámica personalidad, encajaba perfectamente en
el papel.
Sharon estaba completamente anonadada por el modo en que
Martina trataba a los hombres de su vida, especialmente a Chad.
Quedaba bastante claro que Martina no se sentía emocionalmen ­
te atada a Chad y que lo veía corno un objeto inanimado que podía
mostrar a todos sus amigos, más que corno a una persona. Dadas las
circunstancias, Sharon siempre preguntaba a su compañera de piso
por qué sólo salía con Chad si contaba con todos esos hombres que
la deseaban. Martina le respondía que le parecía maravilloso tener a
alguien con quien poder contar siempre y que pensaba que ver a
más de un hombre le ocuparía demasiado tiempo. Entonces Sharon
le preguntaba por qué siempre daba su número de teléfono a tantos
hombres; después de todo, si su único propósito era llamar la aten­
ción de montones de tipos atractivos, ¿no le bastaba con que ellos le
pidieran insistentemente su teléfono? Martina comprendía el punto
de vista de su compañera, pero le hizo saber que le gustaba recibir
esas llamadas; de este modo, si algo fallaba en su relación con Chad,
tendría muchos hombres para elegir y uno de ellos desempeñaría el
papel de novio del mismo modo en que lo hacía Chad. Sharon esta­
ba desconcertada por el modo en que Martina llevaba su relación
con Chad.

1 16
Después de devolver todas las llamadas, Martina se cambió de
ropa y acudió a su cita con Chad. Cuando llegó al restaurante, Chad
ya la estaba esperando. Ella siempre lo planeaba así: le gustaba ha­
cerse esperar, pero no lo contrario. Le dio un agradable aunque bas­
tante modoso beso en la mejilla. Cuando miró a su novio de cerca,
se dio cuenta de que su labio inferior estaba algo hinchado. Se lo hi­
zo saber y él le comentó que tenía una infección y que debían practi­
carle una intervención quirúrgica de poca importancia. Martina ni
siquiera le preguntó si se encontraba bien o si la intervención sería
dolorosa; sólo quería saber cuánto tiempo estaría con el labio de ese
modo. Quedó bastante aliviada cuando Chad le dijo que en un par
de días todo habría vuelto a la normalidad. Después de todo, siem­
pre quería que su novio tuviera un aspecto excelente . . .

Modos de pensamiento y conducta

En la historia de la colección, las parejas (ya que normalmente


no se cuenta con una sola) son consideradas piezas de un esquema
global; son tratadas como piezas de arte, sellos o cromos que com­
pletan una colección. La pareja o parejas son tratadas con cierta in­
diferencia, ya que cuentan con muchas de las características que po­
seen los objetos de una colección.
De entre todas las historias tratadas en este libro, la historia de
la colección es la que muestra una tendencia más explícita hacia la
poligamia. Es extraño que una persona que vive este tipo de historia
quede satisfecha con una sola relación , como raro sería que un co­
leccionista tuviera una única pieza de arte o una sola moneda en su
colección. Las relaciones suelen diferir unas de otras, es más, tien­
den a hacerlo; lo mismo sucede con los elementos de una colección,
que resultan más interesantes cuando se observan ciertas diferencias
entre ellos. De este modo, una persona puede satisfacer la necesidad
de intimidad, otra la necesidad de pasión y así sucesivamente. Los
coleccionistas descubren que su mejor amigo no es su amante, ni la
persona que más admiran, ni tan siquiera la persona con quien pre­
fieren pasar su tiempo libre.
Los coleccionistas como Ian o Martina suelen reaccionar de for­
ma negativa ante una relación formal, aun cuando hayan decidido

1 17
establecerla ellos mismos; creen que pierden parte de su libertad.2
Incluso se pueden sentir atrapados. Por ello, es posible que decidan
cortar esa relación o conciban estrategias (como verse con otras per­
sonas) que les permitan continuar disfrutando de sus mentalidades
de coleccionistas.

Papeles complementarios: el colecdonista y el coleccionable

Los dos papeles complementarios en la historia de la colec­


ción son, por llamarlos de algún modo, el coleccionista y el coleccio­
nable. Una persona forma parte de la colección de otra. También
se puede dar el caso de que los dos miembros de la parej a sean
coleccionables ; cuando esto sucede ambos desempeñan los dos
papeles de forma simultánea, aunque a menudo lo hacen sin darse
cuenta. Por ejemplo: si Ian y Martina hubieran salido juntos, ha­
brían estado tan ocupados encargándose de que su compañero/a
desempeñara el papel deseado , que ni siquiera hubieran sido
conscientes de que estaban recibiendo el mismo trato que ellos
daban.
El coleccionista suele sentir cierta indiferencia hacia su compa­
ñero/ a quien, después de todo, no es más que una pieza de su colec­
ción. Por ello, este individuo tiende a mostrar una actitud que a ve­
ces es conocida como actitud de efusión al compromiso: prefiere
mantener una distancia emocional respecto a sus parejas.3

2 . Brehm, Jack W. , A theory o/psychological reactance, Nueva York, Academic Press,


1 966; Brehm, Sharon S. y Brehm, Jack W. , Psychological reactance · a theory o//reedom and
control, Nueva York, Academic Press, 1 98 1 .
3 . Hazan, Cynthia y Shaver, Philip R. , «Romantic love conceptualized as an attach ­
ment process», en Journal o/personality and social psychology 52, 1 987 , págs. 5 1 1 -524; Sha­
ver, Philip R. y Hazan , Cynthia, «Adult romantic attachment: theory and evidence», en A d­
vances in personal relationships, Jones, Warren H. y Perlman, Daniel (comps. ) , Londres,
Jessica Kingsley, 1 987 , vol. 4 , págs. 29-70; Shaver, Philip R. , Hazan, Cynthia y Bradshaw,
Donna, «Love as attachment: the integration of three behavioral systems», en The psycho­
logy o/ !ove, Sternberg, Robert }. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut,
Yale University Press, págs. 68-99.

1 18
Ventajas e inconvenientes

Cabe observar algunas ventajas en la historia de la colección.


Por una parte, el coleccionista suele cuidar bastante de la apariencia
física de su compañero/ a, ya que ésta es un factor importante que da
«brillo» a la colección. El coleccionista siempre encuentra el modo
para crearse múltiples necesidades. Normalmente, da con esas nece­
sidades de forma paralela (teniendo varias relaciones íntimas a la
vez) , pero también puede establecer serias relaciones monógamas si
éstas satisfacen una necesidad o una serie de necesidades que no lo­
gran satisfacer las demás .
En una sociedad donde se valora la monogamia, las historias de
colección funcionan mejor cuando no se convierten en algo serio, o
cuando los miembros de la colección se consideran clara y cualitati­
vamente diferentes en función de las necesidades que satisfacen (al­
guien puede satisfacer la amistad y otra persona la estimulación in­
telectual) .
Los inconvenientes de la historia de la colección quedan paten­
tes cuando las personas intentan establecer relaciones serias y no li­
mitarse a salir con múltiples parejas. Al coleccionista le puede resul­
tar muy difícil establecer la intimidad o algo parecido a una relación
completa que implique la pasión y el compromiso hacia una sola per­
sona. Si la persona que desempeña el papel de coleccionable descu­
bre que no es una pieza única para su coleccionista, puede tener pro­
blemas emocionales, a no ser que también prefiera una relación
menos comprometida. Las colecciones también suelen resultar caras,
consumir demasiado tiempo y, en algunos casos, ser ilegales (cuando
un individuo se casa con varias personas a la vez).

HISTORIA D E ARTE

En la historia de arte, el individuo considera a su pareja una


obra de arte, basándose principalmente en su apariencia física o en
determinados aspectos de la mist;na (los ojos, el torso, las manos,
etc. ) . La admiración que el individuo siente por su pareja se podría
comparar, en cierto modo, con la que se siente hacia una obra de ar­
te de valor incalculable.

1 19
DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE ARTE

l . Uno de los placeres de mi vida consiste en poder disfrutar de la belleza física de mi


pareja.
2. Debo admitir, con toda sinceridad, que el atractivo físico es una de las característi­
cas esenciales que busco en una pareja.
3 . Normalmente no me planteo como posibles parejas a las personas cuyo atractivo fí-
sico no es suficiente para mí.
4. Me gusta estar rodeado de cosas hermosas , especialmente de personas atractivas.
5. Me gusta poder mirar y admirar a mi pareja, como si de una obra de arte se tratase.
6. No consigo imaginarme comprometiéndome con alguien que no sea físicamente
atractivo.
7 . Considero muy importante que mi pareja siempre tenga buen aspecto.
8 . Es muy importante que mi pareja tenga una belleza física por encima de la media

Stan y Ellen

Stan llevaba apenas tres minutos en el Bill's Sports Ernporiurn y


Ellen ya se había fijado en él. Parecía una estatua que había cobrado
vida después de permanecer inmóvil durante miles de años en un
museo. Tenía las mandíbulas perfectamente esculpidas y sus ojos
eran corno dos turquesas . Sus amplias espaldas, su altura y su cuer­
po perfectamente estructurado hacían que su presencia en una tien­
da de deportes resultara de lo más natural. Ellen, que trabajaba en
la tienda, se acercó a él y, con una sugerente sonrisa, le preguntó si
podía ayudarle en algo. Él le dijo que buscaba un balón de balon­
cesto y mientras ella le encaminaba hacia la sección adecuada, le iba
contado lo mucho que le gustaba ese deporte (a pesar de que nunca
había tenido un balón en sus manos) . Después de escoger un balón,
Stan le comentó que jugaba todos los sábados en el centro sociocul­
tural de su barrio y que debería acudir a ver algún partido, ya que
solían disputarse bonitos encuentros. Ella le contestó que iría y, con
otra sugerente sonrisa, le dijo que le haría el 20 % de descuento que
efectuaba a todos sus amigos.
Cuando Stan abandonó la tienda, Ellen se giró hacia su compa­
ñera, Beth, quien acababa de oír toda la conversación. Ellen apenas
podía contener su excitación, mientras que Beth se limitaba a mover
la cabeza con resignación. Ellen, sorprendida ante la reacción de

120
Beth, le preguntó si se había revisado la vista en los últimos tiempos.
Beth admitió que Stan era realmente atractivo, pero también reco­
noció que no le había parecido nada inteligente; pensaba que no ha­
bría conseguido pasar de sexto curso. Ellen reconoció que la inteli­
gencia no era un rasgo destacado en Stan. Sin embargo, lo que
realmente le interesaba era su atractivo físico y Stan era el hombre
más guapo que jamás había visto.
Llegó el sábado y Ellen acudió al partido de Stan. Disfrutaba
viéndole avanzar con el balón por toda la cancha driblando a todos
los jugadores, pero no le gustaba verle defraudado tras haber perdi­
do el balón o un rebote. Después de todo, no quería que ese perfec­
to especimen sufriera daño alguno. Afortunadamente, Stan terminó
de jugar el partido ileso y, después de una reconfortante ducha, se
fueron a almorzar.
Beth tenía razón en cuanto a la escasa inteligencia de Stan; pare­
cía tener problemas para construir la más simple de las frases y apenas
comprendía la conversación si no trataba de baloncesto. Sin embargo,
Ellen conseguía ignorar su insignificante capacidad intelectual y se
concentraba en su cara perfectamente esculpida.
Stan y Ellen llevaban cuatro semanas saliendo juntos y Beth to­
davía no se lo podía creer. Mientras ambas hacían inventario en la
tienda, Beth le repetía a Ellen una y otra vez que nunca podría tener
una conversación seria con Stan y que sólo le podría querer por su
apariencia. Ellen no le rebatió sus argumentos y le dijo que, en ese
momento de su vida, lo único que deseaba era salir con el tío más
guapo que pudiera encontrar.

Steve y Alana

Steve no podía creer que ya había vuelto a la universidad. Sabía


que el verano había sido más largo que los que tenía cuando iba al
instituto, pero no se lo había parecido. Cuando se sentó en el aula
para asistir a la primera clase de su segundo curso universitario, sólo
podía pensar en el ramillete de hermosas mujeres que había visto en
las playas durante sus vacaciones. Sin embargo, los sueños de Steve
se interrumpieron bruscamente cuando una hermosa chica rubia de
ojos azules y cuerpo perfecto entró en la habitación. Al principio,

12 1
Steve pensó que quizás todavía estuviera sumergido en aquellos días
de ensueño. Su aspecto increíble y su piel bronceada la hacían pare­
cer una de aquellas chicas por las que había bebido los vientos du­
rante el verano. Afortunadamente, fue capaz de guardar la compos­
tura cuando ella se sentó a su lado. Aprovechando la oportunidad,
inició una conversación mientras esbozaba la mejor de sus sonrisas.
Se llamaba Alana y era su primer año en la universidad. La ver­
dad es que, durante los primeros minutos, su conversación no fue
de lo más estimulante y Steve tuvo la impresión de que Alana era al­
go arrogante. Sin embargo, seguía embelesado por su físico y estaba
convencido de que era la chica más hermosa de toda la universidad.
Así pues, finalizada la clase, la invitó al cine. Ella aceptó y quedaron
en verse durante el fin de semana.
Dos meses después, Tim, el mejor amigo de Steve, seguía sin
creer que éste siguiera saliendo con Alana. Tim pensaba que, ade­
más del físico, Alana no tenía ningún otro atractivo. La encontraba
engreída, egoísta y despreciable. Steve no estaba de acuerdo con su
amigo. Aunque comprendía que Tim pensara de ese modo, argu­
mentaba que, a pesar de que la primera impresión que causaba Ala­
na era algo decepcionante, una vez que se la conocía mejor, se des­
cubría a una gran persona. Tim opinaba que Steve realmente no
creía lo que estaba diciendo; es más, pensaba que se sentía tan atraí­
do por ella que se negaba a reconocer su horrible personalidad. Ste­
ve también negaba tal afirmación. Tim sacudía su cabeza y advertía
a su amigo de que, en cuanto llegara el invierno, Alana perdería su
intenso bronceado y debería ocupar todo su tiempo estudiando en
la biblioteca y no en el gimnasio, con lo cual ganaría algunos kilos.
Le decía que, cuando esto sucediera, entonces le daría la razón.
Mientras seguía en sus trece, a Steve le resultó casi desagradable
pensar en una Alana sin su piel morena y sin su fabulosa figura.

Modos de pensamiento y conducta

En la historia de arte, los individuos quieren a sus parejas por su


atractivo físico. Sin embargo no pueden y, a menudo, no quieren re­
conocer dicha tendencia. Ven el atractivo físico de su pareja como
una ventaja adicional y no como una prioridad que se antepone a

122
sus sentimientos. También puede ocurrir, como en el caso de Ellen y
Steve, que reconozcan su tendencia a enamorarse de personas atrac­
tivas y que la justifiquen diciendo que obedece a su propia satisfac­
ción. Sin embargo, si el atractivo físico de sus parejas se ve perjudi­
cado por alguna razón, sus sentimientos perderán intensidad de
forma rápida e incluso inmediata. Si Stan hubiera tenido un acci­
dente jugando al baloncesto, seguramente Ellen le hubiera dejado
sin pensárselo.
Dado que siempre se nos ha enseñado que la belleza es algo su­
perficial, las personas se muestran muy reacias a admitir que el des­
vanecimiento de sus sentimientos se debe a un cambio en la apa­
riencia física de su pareja y, normalmente, lo atribuyen a algo más,
como puede ser el descubrimiento de que la personalidad de su pa­
reja no es lo que parecía ser.

Papeles complementarios: el admirador y la obra de arte

Los dos papeles complementarios en la historia de arte son el de


admirador de la obra de arte y la obra de arte en sí misma. En las
historias que acabamos de relatar, los admiradores son, sin duda al­
guna, Ellen y Steve. El admirador busca la obra de arte más hermo­
sa que pueda encontrar.
Las bases de la psicología evolucionista sostienen que la belleza
física no es considerada del mismo modo por hombres y por muje­
res. Aunque la belleza es algo subjetivo, en general los hombres se
sienten atraídos por mujeres más jóvenes cuya belleza es reflejo de
salud y, por tanto, de su capacidad para darles hijos sanos. Por otra
parte, las mujeres se suelen sentir atraídas por hombres mayores que
ellas, de los que puedan aprender y que, al mismo tiempo, pueden .
cuidar de ellas y de sus hijos.4
Pero las investigaciones de J udith Langlois y sus colegas de­
muestran que existe una constante en la que todo el mundo coinci-

4 . Buss, David M . , The evolution o/ desire. strategzes o/ human matmg, Nueva York,
Basic Books, 1 994; Fisher, Helen E. , Anatomy o/ !ove, Nueva York, Norton, 1 992 ; Small,
Meredith F. , What's !ove got to do with it?, Nueva York, Anchor Books, 1 995 ; Wilson,
Glenn, The Coolidge effect, Nueva York, Morrow, 1 98 1 .

123
de a la hora de reconocer el atractivo físico de alguien. Dicha cons­
tante no es exactamente lo que muchos se imaginan. A menudo
considerarnos que el individuo más atractivo de un grupo es aquel
que destaca por sus rasgos e incluso resulta bastante exótico. Sin
embargo, las investigaciones de Langlois demuestran lo contrario:
lo que realmente nos atrae es el conjunto de unos determinados ras­
gos físicos comunes a muchas personas.5 Langlois y sus colegas re­
currieron al análisis computarizado para mostrar a las personas que
participaban en el estudio una serie de rostros generados por orde­
nador que contaban con determinados rasgos comunes. Langlois
descubrió que cuanto mayor era el número de rasgos físicos comu­
nes que representaba la imagen, mayor era el número de personas
que la consideraba atractiva. En otras palabras, el atractivo es una
especie de punto o término medio hallado entre todas las caras que
hemos conocido. Aquel que busca la obra de arte intenta encontrar
a alguien que, en definitiva, reúne las mejores características físicas
comunes a todos sus conocidos.6
El objeto u obra de arte puede o no ser consciente de lo que re­
presenta para el admirador. Algunas personas se sienten halagadas
al ver que se les aprecia por su apariencia física y otras pueden ofen­
derse por ello. Alguien corno Stan podría creer que es valorado por
sus dotes deportivas y no por su aspecto físico. Lo cierto es que la
sociedad favorece a las personas que encajan en sus prototipos y que
las personas que son físicamente atractivas suelen tener más éxito en
casi todas sus ernpresas.7 Nos guste o no, el atractivo físico es un
condicionante en la vida según el cual nuestro paso por la misma
puede tener resultados muy diferentes.
Aquellos individuos que reconocen y aceptan que son obras de
arte suelen hacer todo lo posible para conservar su atractivo físico.
A pesar de que son muy pocas las personas que reconocen dar una
gran importancia a la apariencia física, la buena salud financiera de
la industria de cosméticos -y no hablemos ya del negocio de la ci-

5. Langlois, Judith H. y Roggman, L.A., «Attractive faces are only average», en Psy­
chologzcal science 1 , 1 990, págs. 1 15 - 12 1 .
6 . Ibid.
7. Hatfield, Elaine y Sprecher, Susan, Mi"or, mzrror the importance o/ looks in every­
day lzfe, Albany, Nueva York, State University of New York Press, 1986.

124
rugía plástica- nos demuestra que valoramos el aspecto exterior
mucho más de lo que realmente admitimos.
Lo mismo sucede en los primeros encuentros o citas con una
potencial pareja. Un estudio realizado por Mark Snyder y sus cole­
gas demostró que un grupo de individuos que querían encontrar pa­
reja a través de un programa de ordenador o una agencia matrimo­
nial (pero que en realidad, fueron emparejados al azar) , únicamente
disfrutaron de su primera cita o quisieron tener una segunda cuan­
do el atractivo físico de su pareja fue de su agrado.8

Ventajas e inconvenientes

Un rasgo positivo de la historia de arte es que las personas que


cuentan con ella, o por lo menos el admirador, suelen sentir una
fuerte atracción física por sus parejas que les impulsa a entablar una
relación con las mismas .
Naturalmente, esa atracción va acompañada de una preocupa­
ción por si la pareja seguirá manteniendo su alto nivel de atractivo
físico. Esa inquietud suele tener dobles consecuencias. Por un lado,
el individuo tiene que soportar el continuo deseo de su pareja de es­
tar siempre atractivo, cueste lo que cueste. Por otro lado, el interés
por el atractivo físico puede eclipsar cualquier otro tipo de interés y
ser una preocupación obsesiva a medida que la persona va enveje­
ciendo.
Un peligro obvio que entraña este tipo de relación es que uno de
los miembros de la pareja perderá el interés cuando el proceso normal
de envejecimiento vaya robando su belleza a la «obra de arte». Los
hombres, suelen cambiar sus viejas obras de arte por nuevas adquisi­
ciones. Estos cambios pueden ser consecuencia de diferentes moti­
vos, como por ejemplo el deseo de reforzar la autoestima demostrán­
dose a sí mismo (y posiblemente a los demás) la habilidad para atraer
a personas jóvenes. Claro que este proceso puede resultar intermina­
ble. Tomemos como ejemplo al hombre de edad que tiene mucho éxi-

8. Snyder, Mark, Tanke, E. D. y Berscheid, Ellen, «Social perception and interperso­


nal behavior: on the self-fulfilling nature of social stereotypes», en ]ournal o/ personaltty
and social psychology 3 5 , 1 977, págs. 65 6-666.

125
to en la vida. Tal vez se dé cuenta de que la última de sus esposas, que
es mucho más joven que las anteriores, quizás está con él por su bue­
n� posición social -después de todo, es asquerosamente rico- y no
porque desea estar con un hombre mayor que ella.

LA RELACIÓN COMO OBJETO

En estas historias, la relación es un medio para alcanzar un fin


que tiene poco o nada que ver con la misma. En la historia de casa
y hogar, la relación es el medio para conseguir un hogar conforta­
ble y atractivo. En la historia de recuperación, la relación se utiliza
para ayudar a alguien a recuperarse de un trauma o de una difícil
experiencia. En la historia religiosa, la relación es un medio para
estar más cerca de Dios e incluso se puede convertir en la encarna­
ción de los sentimientos religiosos del individuo. En la historia de
juego, la relación es el vehículo que nos conduce a participar en
un juego, a menudo complejo, que suele contar con unas determi­
nadas reglas y, normalmente, con un ganador y un perdedor, aun­
que a veces sus papel€s se intercambian en las diferentes partidas .

HISTORIA DE CASA Y HOGAR

En la historia de casa y hogar, el hogar es el centro de la rela­


ción. Las personas centran gran parte de su atención en el hogar
procurando que las condiciones del mismo sean las mejores. Nor­
malmente, estos individuos están muy orgullosos de su casa y la con­
sideran el centro de sus vidas. En algunas ocasiones el hogar, que
comienza siendo un mero símbolo de la relación, pasa a ser lo más
importante, anteponiéndose a la misma.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE CASA Y HOGAR

l . Una relación ideal es como una casa bien cuidada: bonita, inmaculada y ordenada,
de la que se puede estar orgulloso.
2. Nuestro hogar es la «hase de operaciones» de nuestra relación . Ahí es donde em­
pieza y acaba todo.

126
3 . La casa donde vive una pareja es como una extensión de la misma y de su relación.
4 . Cuando hago cosas para mi casa siento que también las hago para mi relación.
5 . Lo cierto es que las personas que descuidan su casa hacen lo mismo con su re­
lación.
6 . Se puede saber mucho sobre la relación de una pareja viendo la casa en que vive.
7 . Siento que el hogar que hemos creado juntos es una parte importante de nuestra
relación .

Arnold y Betsy

Si vamos conduciendo por la carretera de Amtach, sin duda nos


fijaremos en la residencia de Arnold y Betsy, ya que destaca entre el
resto. El césped de la parte delantera del jardín es de un verde relu­
ciente y está perfectamente cortado. Unas hermosas flores circun­
dan el mismo y no hay ningún hierbajo que manche ese abanico de
color. Un sendero de gravilla recorre el jardín y llega hasta un garaje
recién pintado, con los cristales relucientes, en el que se almacenan
cuidadosamente los utensilios de jardinería. Justo a la izquierda se
encuentra la casa, con un tejado de tejas españolas, paredes estuca­
das y una puerta de estilo antiguo. No es de extrañar que, en una
ocasión, el personal de una tienda que se dedica a iluminar casas les
preguntara si podían pasar a comprobar si el interior era tan bonito
como el exterior de la casa. A medida que entraban, sus ojos iban
observando esa casa impecable, llena de muebles de artesanía, her­
mosos cuadros y con una maravillosa chimenea. Inmediatamente
preguntaron si podían fotografiar la casa y exponer las fotos en su
tienda.
Arnold y Betsy llevan casados treinta y seis años . Arnold se en­
carga de la mayoría del mantenimiento de la casa, especialmente del
jardín y del garaje. Betsy se ocupa de que el interior de la casa esté
limpio y reluciente, pero es Arnold quien decide lo que hay que
comprar, dónde colocarlo y la frecuencia con que se tiene que lim­
piar. En este momento, Arnold está ocupado trabajando en la parte
delantera del jardín : corta el césped, riega las flores y pone especial
cuidado en eliminar los hierbajos. Esa zona constituye el orgullo y la
alegría de Arnold. Suele dedicarle dos horas diarias -aunque los fi­
nes de semana pasa algunas más- ocupándose de que todo esté

127
bien. Sabe que un solo día de descuido puede conducir al desastre y
eso es algo que quiere evitar a toda costa.
La relación entre Arnold y Betsy siempre se ha centrado en su
hogar. Piensan que la vida sana y productiva empieza por un hogar
confortable. La excelente salud física y el éxito de los que goza toda
la familia avalan su creencia. En cierto modo, todos los esfuerzos
consumidos por mantener la casa y el jardín en perfecto estado se
han restado a la relación de Betsy y Arnold. A veces da la sensación
de que pasan todos y cada uno de los minutos de que disponen cui­
dando la casa y de que apenas tienen tiempo que dedicarse el uno al
otro. Betsy siempre había imaginado que las cosas serían diferentes
cuando sus hijas se marcharan de casa. Cuando vivían con ellos, Ar­
nold y Betsy pasaban la mayor parte de su tiempo cuidándolas e in­
tentando procurarles un hogar limpio y tranquilo. Cuando las chi­
cas se marcharon, Betsy pensó que ya no sería necesario mantener
esos altos cánones de perfección, sin mencionar el hecho de que sin
la ayuda de sus hijas sería casi imposible seguir con esos elevados ni­
veles de mantenimiento de la casa. Pensaba que reducirían los es­
fuerzos dedicados a la casa y esto le parecía lo más natural; por lo
menos podrían eliminar lo innecesario, como los aspectos relativos a
la decoración. Sin embargo, Arnold estaba decidido a mantener los
mismos niveles de perfección. Betsy intenta hacerle entender que no
se debe preocupar tanto por eso, pero él se niega a escucharla. Ella
no le culpa; después de todo, sabe que es muy difícil romper con
treinta y seis años de costumbres. Además, cree que su marido tra­
baja para su hogar: para la casa que han compartido durante más de
la mitad de sus vidas.

Sandi y ]ack

Por primera vez en su vida, los niños estaban jugando a balon­


cesto en el patio de su casa. Su padre, J ack, acababa de instalar una
cesta y un tablero encima del garaje. Le había llevado mucho tiempo
hacerlo porque quería estar seguro no sólo de montarlo correcta­
mente, sino de situarlo a la altura reglamentaria. Después de todo,
tanto él como su mujer, Sandi, querían que quedase perfecto, como
el resto de la casa. Hablando del resto de la casa: Sandi y Jack siem-

128
pre estaban ocupados cuidando de que todo cumpliera sus altos cá­
nones de perfección. Sandi estaba en la parte trasera del jardín, cui­
dando con todo mimo sus flores y árboles frutales . Mientras, J ack se
encontraba en el interior de la casa construyendo una librería para
toda la familia. Ambos hacía varias horas que trabajaban, pero nin­
guno había mostrado el menor signo de cansancio o disgusto; de he­
cho, parecían disfrutar de sus quehaceres.
Los hijos de Sandi y J ack habían estado jugando al baloncesto
durante una hora y su madre se había acercado hasta ellos para de­
cirles que tenían que empezar a realizar sus tareas domésticas antes
de que se hiciera demasiado tarde. Primero tenían que recoger las
hojas secas de la parte delantera y trasera del jardín y luego debían
cortar todo el césped. Al principio los niños se quejaron un poco,
pero sabían lo importante que era para su madre que el césped estu­
viera bien cortado, así que dejaron la pelota y se dispusieron a traba­
jar. También comprendían que no debían trabajar con desgana y
acabar rápidamente; por ello, como siempre hacían, tratarían de no
dejar una sola hoja y de cortar el césped a la perfección.
Después de acabar con sus tareas en el jardín, Sandi entró en la
casa y empezó a encerar toda la madera. Jack acababa de terminar la
librería y, después de que Sandi le diera su aprobación, se sentó en
el sofá para descansar unos minutos . Movió la cabeza con asombro
cuando vio que su mujer seguía realizando las tareas del hogar. Ha­
cía tiempo que J ack pensaba que su mujer dedicaba demasiadas ho­
ras a los quehaceres domésticos, y que todo el esfuerzo que deposi­
taba en esos menesteres lo extraía de la relación que compartían.
Además, en aquel momento ya habían hecho todo el trabajo y toda­
vía les quedaba algo de tiempo para ellos. Por un momento, J ack
pensó que el mantenimiento de su hermosa casa era más importante
que su relación. En muchas ocasiones había intentado convencer a
su mujer de que no debían pasar tanto tiempo ocupándose de su ca­
sa y de que debían ocuparse más de su relación.
Pero Jack cambió de opinión respecto a la persistente dedica­
ción al hogar de su mujer. Ese cambio surgió después de reprochar­
le una vez más que dedicaba demasiado tiempo a la casa, sacrifican­
do parte del tiempo que podían disfrutar juntos. Primero Sandi le
preguntó si había algo malo en su relación; a pesar de que intentó
encontrarlo, J ack no fue capaz de decir nada realmente importante.

129
Luego Sandi le preguntó si había algo malo en querer vivir en un
ambiente confortable; J ack le respondió que no al mismo tiempo
que veía que sus argumentos iban perdiendo fuerza. Sandi conclu­
yó diciendo que pasaban más tiempo en su casa que en cualquier
otro sitio y que la consideraban el centro de sus vidas y de su rela­
ción. Por ello, debían hacer las cosas del mejor modo posible. Jack
quedó más o menos convencido por los argumentos de su mujer y,
desde entonces , dedica más tiempo a la casa que antes . Al mismo
tiempo se lamenta de que el cuidado de la casa se pueda convertir
en sustituto del cuidado mutuo si no se esmeran en que esto no
ocurra.

Modos de pensamiento y conducta

Para las personas con la historia de casa y hogar, la casa cons­


tituye el centro físico de sus relaciones y, a veces , también el cen­
tro emocional. Estas personas suelen invertir mucho en su hogar,
ya se trate de sus recursos económicos o de su tiempo e incluso
compromiso emocional. Pueden cambiar constantemente la de­
coración de su casa, añadir cosas, mudarse a casas mejores e in­
cluso competir con otras personas para ver quién tiene la casa
más bonita.
En la historia de casa y hogar, la casa es algo más que un simple
lugar donde vivir. Se utiliza como centro de canalización de las aten­
ciones y afectos que, de algún modo, son desplazados de la relación.
Los miembros de la pareja que, por alguna razón, son incapaces de
centrar su atención en la relación que mantienen, la centran en su
hogar que, en cierto modo, forma parte de ellos.
Los desplazamientos de este tipo no son exclusivos de la histo­
ria de casa y hogar. Se pueden reflejar en una mascota, en los niños,
en un barco, en un coche o en cualquier aspecto tangible que forme
parte de la vida de los individuos. Una cosa es amar el hogar en sí
mismo y otra trasladar el amor de la pareja hacia el hogar. Se trata de
averiguar quién está recibiendo más atención: la casa (barco, coche
o lo que sea) o la pareja.
Las personas que viven la historia de casa y hogar pueden ser
bastante felices con ella. A pesar de que la relación que mantie-

130
nen no es todo lo que podrían esperar, la casa les ayuda a com­
plementarla proporcionándoles una satisfacción que sin ella no
tendrían . También se puede dar el caso de que el individuo que
vive esta historia tenga dificultades para mostrar su afecto hacia
los demás. Sin embargo , no hay que descartar la posibilidad de
que tenga verdadero interés por conseguir un lugar confortable
donde vivir y, como consecuencia, centre todas sus energías en
ello .

Papeles complementarios: el cuidador


yel receptor de cuidados

Los papeles complementarios en la historia de casa y hogar sue­


len estar representados bien por dos cuidadores (de la casa) , o bien
por el cuidador y la persona que vive con él quien no es el destinata­
rio principal de sus atenciones y cuidados. En este segundo caso, el
cuidador no suele obligar a su pareja a pasar todo su tiempo cuidan­
do de la casa; incluso puede darse el caso de que quiera hacerlo to­
do él solo, sin nadie que le ocasione problemas dentro de su orden
perfecto de las cosas.
Es probable que las historias de casa y hogar funcionen mejor
cuando ambos individuos asuman el papel de cuidadores, ya que
comparten el mismo centro de atención. Cuando sólo uno de ellos
asume este papel, el otro se puede sentir algo excluido. En este caso,
el objeto que constituye el centro de atención no tiene por qué ser
necesariamente la casa, puede ser una mascota, un coche antiguo o
una colección de monedas . Sin embargo, siempre es algo tangible y
que parece recibir más atención que la propia pareja.

Ventajas e inconvenientes

La ventaja de la historia de casa y hogar es el reconocimiento


explícito de que un ambiente confortable en el que vivir puede in­
fluir de forma decisiva en la relación. Las investigaciones han de­
mostrado que las personas suelen tener una actitud positiva hacia
los demás cuando sus experiencias en presencia de éstos son positi-

13 1
vas.9 Así, si los individuos se sienten a gusto en su hogar, esos senti­
mientos positivos se extenderán a la relación que mantienen.
Más aún: una vivienda confortable suele producir menos estrés
que una que no lo es. Las personas que viven estresadas pueden re­
vertir su estrés en la relación, sin darse cuenta de ello. Normalmente,
los individuos que tienen una historia de casa y hogar sienten que su
casa es una fuente de confort y no de estrés, a no ser que lleguen a ob­
sesionarse tanto que les resulte imposible estar en armonía con ella
porque piensen que nunca está completamente perfecta.
Es probable que ahora ya tengamos bastante claros los posibles
inconvenientes de esta historia. La atención y cuidados dedicados al
compañero y a la relación pueden desviarse hacia la casa o cualquier
otro objeto. Arnold, por ejemplo, parecía estar casi obsesionado con
su hogar y eso preocupaba a Betsy, su mujer. A pesar de que J ack
aceptó la preocupación de Sandi por su hogar, seguía preguntándose
a dónde podría conducirle aquella situación. La relación se deteriora
a medida que la casa mejora. Finalmente, la casa se convierte en algo
más importante que la propia relación. En una sociedad que fomenta
la importancia de lo material, los individuos que la integran deben es­
forzarse por no perder su relación puesto que cada vez centran más
su atención en la adquisición de los bienes terrenales.

HISTORIA D E RECUPERACIÓN

La historia de recuperación es una historia de supervivencia. El


individuo ha sufrido algún tipo de trauma: toxicomanía, trato injusto
o discriminatorio, la cárcel, la guerra u otras formas de violencia, y
busca recuperarse a través de la relación. Abraham Maslow habla de
la carencia amorosa. 10 El objetivo de la carencia amorosa es encontrar
en otra persona lo que no somos capaces de encontrar en nosotros
mismos. La metáfora de la carencia es particularmente apropiada en

9. Lott, Albert J. y Lott, Bernice E., <<A learning theory approach to interpersonal atti­
tudes», en Psychological foundatzons o/ attztudes, Greenwald, Anthony G. y Ostrom, Tho­
mas M. (comps. ) , Nueva York, Academic Press, 1 968, págs. 67 -88; Clore, Gerald L. y Byr­
ne, Donn, «A reinforcement-affect model of attraction», en Foundatzons o/ interpersonal
attraction, Huston, T. L. (comp . ) , Nueva York, Academic Press, 1974, págs. 143 - 170.
10. Maslow, Abraham H., Motivation and personality, Nueva York, Harper and Row, 1954.

132
este caso, ya que el individuo que busca recuperarse espera, de algún
modo, que la otra persona sea capaz de proporcionarle esa recupera­
ción que por sí solo no podría conseguir. Claro que resulta extrema­
damente difícil, e incluso imposible, que alguien pueda darnos lo
que no podemos alcanzar por nuestros propios medios.
En esta historia, tanto la persona que intenta recuperarse como
el codependiente -así suele denominarse a su pareja-, se basan en
el pasado para sustentar su relación. La relación se afianza a medida
que deja el pasado tras de sí pero, al mismo tiempo, ese pasado es de
vital importancia para la misma. Resulta algo irónico, pero lo cierto
es que la relación puede dejar de funcionar cuando la persona consi­
gue recuperarse. Tras la recuperación, la relación quizá pierda su
principal razón de ser y, como consecuencia, carezca de la motiva­
ción suficiente que la lleve a seguir hacia adelante.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE RECUPERACIÓN

Codependiente
l . Siempre acabo con personas que tienen o han tenido un problema y les ayudo a su­
perarlo.
2 . Me gusta mantener relaciones en la que mi pareja necesita de mi ayuda p ara supe­
rar algún problema.
3. Creo que una relación realmente buena puede significar el comienzo de una nueva
vida para aquellas personas que han tenido que enfrentarse a circunstancias desa­
gradables.
4. Siempre estoy junto a personas que necesitan mi ayuda para superar sus problemas
del pasado.
Persona en proceso de recuperación
1 . Necesito a alguien a mi lado que me ayude a recuperarme de mi doloroso pasado.
2. Creo que una relación puede evitar que mi vida se desmorone.
3 . Necesito superar mi pasado .
4 . La mejor de las relaciones sería aquella en la que tanto mi pareja como yo pudiéra ­
mos dedicar gran parte de nuestro tiempo y esfuerzo a superar mi pasado.

Jacob y Alice

J acob tenía suerte de estar vivo. Hacía seis semanas que, des­
pués de beberse doce cervezas en un bar, se había estrellado con su

133
coche contra un árbol. Estuvo en coma treinta y seis horas y los mé­
dicos, en un principio, pensaban que no saldría de él. Cuando J acob
recuperó la conciencia, se dio cuenta de que debía hacer algo con su
vida.
A pesar de las advertencias de sus amigos, nunca había buscado
ayuda para solucionar su problema con el alcohol. Por culpa del
mismo había perdido su trabajo y a su novia, pero siempre había
pensado que era un mal menor que tenía controlado. Sin embargo,
después del accidente reconoció que no podía postergar más el pro­
blema. Apenas habían pasado unas horas después de que le dieran
el alta en el hospital, cuando acudió a su primera reunión de Alco­
hólicos Anónimos.
J acob no había vuelto a beber desde el accidente y, aquella no­
che, tenía su primera cita después de que su novia le hubiera dejado.
La verdad es que no le había resultado nada fácil pedirle a Alice que
saliera con él; se acordaba perfectamente de que cuando algo no fun­
cionaba en su anterior relación siempre recurría al alcohol. Claro que
se trataba sólo de la primera cita, pero entre ellos había una gran
amistad y pensaba que ese encuentro se podía convertir en algo más.
Sin embargo, también era consciente de que, independiente­
mente de que las cosas le fueran bien con Alice, debería enfrentarse
a los mismos problemas que, en un pasado, le habían llevado al al­
coholismo. A pesar de eso, confiaba en que las cosas esta vez se de­
sarrollarían de otro modo. Su anterior relación y el casi mortal acci­
dente le habían hecho ver el alcohol de otro modo y había decidido
no volver a utilizarlo como solución a sus problemas. También pen­
saba que los consejos que le daban en Alcohólicos Anónimos le
mantendrían apartado del deseo de consumir alcohol. Además,
también creía que Alice le ayudaría a superar sus problemas del pa­
sado. Parecía una chica compasiva y considerada, el tipo de persona
que no sólo se mostraría comprensiva ante sus problemas, sino que
sería capaz de ayudarle a superar los momentos difíciles a los que
tuviera que enfrentarse.
Jacob llevó a Alice a un pequeño restaurante italiano que un
amigo le había recomendado encarecidamente. Pero ni Jacob ni su
amigo habían tenido en cuenta que lo más normal en estos restau­
rantes es acompañar la cena con vino. Así, cuando Alice le preguntó
a Jack qué vino prefería tomar, éste se quedó sin saber qué respon-

134
der. Él había pensado esperar un tiempo antes de hacerla partícipe
de su historia con el alcohol, pero se dio cuenta de que debía decír­
selo en ese mismo instante.
Después de escuchar la historia, Alice le dijo a Jacob que apre­
ciaba su honestidad y que, a pesar de su pasado, deseaba seguir vién­
dole. J acob, bastante aliviado, le hizo saber que era consciente de
que empezar una nueva relación sería algo difícil para él, pero que
haría todo lo posible por enfrentarse a todas las adversidades sin te­
ner que recurrir al alcohol. Al mismo tiempo que oía sus propias pa­
labras, Jacob pensaba que no era completamente sincero. La tensión
creada al hablar de las dolorosas experiencias del pasado, le hacía
desear de nuevo el alcohol. Eran demasiadas cosas para un solo día.

Leslz'e y Barry

Leslie creía que estaba preparada para dejar atrás su problemá­


tico pasado. Sólo tenía veintiún años, pero había sufrido muchísi­
mo. Cuando era niña, su padre le pegaba y abusaba sexualmente de
ella, lo que hizo que se fuera de casa cuando tenía tan sólo quince
años. Hizo autoestop por todo el país hasta que no le quedó un solo
centavo en los bolsillos.
Leslie buscó trabajo, pero la verdad es que no había demasiadas
oportunidades para alguien que ni siquiera había terminado el institu­
to. Como suele suceder en este tipo de situaciones, Leslie se rodeó de
malas compañías, en este caso de Billy, un tipo bastante persuasivo.
Tras unas atrayentes promesas y cierta información errónea, Leslie se
encontró trabajando en un club de strip-tease. Se sentía avergonzada y
disgustada por lo que estaba haciendo, pero tenía que hacer algo para
alimentarse y procurarse un techo bajo el que vivir. Para empeorar las
cosas, su ansiedad e inseguridad hacían que le resultase muy difícil ac­
tuar en el club. Con el fin de eliminar esas inhibiciones y facilitarle las
cosas, Billy le dio unas anfetaminas. Al cabo de unos meses, era adicta
a las mismas aunque ya no las necesitaba para actuar. Esta adicción a
las drogas, junto con la nociva relación que mantenía con Billy, hicie­
ron que la vida de Leslie se convirtiera en algo insoportable.
Lo más increíble es que Leslie sobrevivió a ese estilo de vida du­
rante seis años y cuando consiguió ahorrar algún dinero a espaldas

135
de Billy, se marchó de esa ciudad en la que su vida había sido un in­
fierno. Cogió un autobús que le llevó a la otra punta del país y, casi
de forma inmediata, empezó a trabajar corno camarera. Anne, una
compañera de trabajo, le dijo a Leslie que podía quedarse en su casa
hasta que encontrara un sitio donde vivir.
Mientras vivía con Anne, conoció al hermano de ésta, Barry, y
ambos se enamoraron. Leslie sabía que debía hablar a Barry sobre
su p asado y eso fue lo que hizo en cuanto surgió la oportunidad.
Sorprendentemente, él se lo tornó muy bien y le dijo que, de to­
dos modos , quería seguir saliendo con ella. De hecho, estaba im­
presionado por la perseverancia y el deseo de Leslie de querer
empezar una relación , a pesar de todo lo que había sufrido. Sin
embargo, comprendía que ese pasado problemático haría que le
resultara muy difícil intimar con alguien . Y más aún : sabía que
Leslie podía retornar su antigua adicción a las drogas, si atravesa­
ba de nuevo una mala racha. Barry también era consciente de que
quizás él no fuese más que una figura de transición para Leslie.
Por primera vez en su vida, vivía en paz y cabía la posibilidad de
que sólo le necesitase para afianzar dicha paz. Pero a pesar de to­
dos estos posibles problemas, Barry era optimista y pensaba que
todo saldría bien .
·

Ahora Leslie y Barry llevan varios meses saliendo juntos y pare­


ce que Barry acertó al realizar sus optimistas predicciones. Anne
suele bromear con Leslie sobre algunas de las pequeñas manías de
su hermano, corno la extraña postura en que duerme, más bien dig­
na de un acróbata. Leslie se limita a mover la cabeza y le dice que,
después de lo que ha tenido que pasar, lo tolera casi todo, más aún si
se trata de una costumbre inofensiva. Además, reconoce que Barry
ha sido fundamental en su recuperación.
Durante los últimos meses, Leslie ha sufrido horribles pesadillas
sobre su pasado y Barry siempre ha estado a su lado para reconfor­
tarla. Leslie cree que sin su ayuda tal vez hubiera recurrido a las dro­
gas para atravesar esos difíciles momentos. Además de brindarle su
apoyo, Barry ha sido muy considerado a la hora de valorar el hecho
de que su relación es la primera relación verdadera para Leslie y ha
decidido ir muy despacio.
Leslie no está segura de hasta dónde llegaría su relación con
Barry. La verdad es que parece demasiado bonita para ser cierta. Pe-

13 6
ro en este momento Leslie necesita a Barry y siente, por encima de
todo, que es muy afortunada por tenerlo a su lado.

Modos de pensamiento y conducta

La historia de recuperación es bastante arriesgada para ambos


miembros de la pareja. Normalmente, la persona que se encuentra
en vías de recuperación piensa que ha sobrevivido a algo -drogas,
alcohol, relaciones desastrosas o cualquier otro tipo de traumas- y
que está preparada para seguir adelante. Pero tras este deseo de re­
cuperación se pueden esconder algunas dificultades.
Uno de los posibles problemas es que, a veces, la persona quiere
recuperarse pero no consigue hacerlo. Quiere dejar de consumir al­
cohol pero no tiene el valor de dejarlo; o quiere dejar las drogas pe­
ro no está preparada para soportar el proceso de desintoxicación.
La persona que elige el papel de codependiente suele ser alguien
que piensa que es capaz de sacar del hoyo al adicto. Pero quien en
realidad tiene la última palabra a la hora de decidir si quiere acabar
con la adicción es el propio adicto. El codependiente se puede ver
absorbido por una interminable historia de recuperación que, final­
mente, no conduce a la recuperación real, sino a un proceso imagi­
nario.
El segundo riesgo que se puede correr en este tipo de relacio­
nes es que el proceso de recuperación tal vez sea tremendamente
doloroso para ambas partes y destroce la relación. Las personas
que proceden de relaciones espantosas , o que acaban de dejar su
adicción al alcohol o a las drogas, no se encuentran en su mejor
momento. Por ello, una relación que en otras circunstancias podría
funcionar, no lo hace cuando la persona está atravesando el pr9ce­
so de recuperación.
Un tercer riesgo, que ya hemos mencionado anteriormente, es
que si la persona consigue recuperarse de su problema, el papel del
codependiente quizá deje de tener sentido. Además, éste tal vez no
sea capaz de cambiar su papel o quizá no quiera hacerlo. Por otra
parte, es posible que la persona que ha atravesado el proceso de re­
cuperación ya no desee tener a su lado al codependiente, ya que le
recuerda su doloroso pasado o lo considera irrelevante.

137
El cuarto y quizás mayor riesgo surge cuando la relación se
construye girando en torno a una enfermedad, en lugar de hacerlo
en torno a algo saludable. Si la recuperación se convierte en el cen­
tro de la relación, la anterior adicción puede representar el inicio y
base de la misma, en lugar de una desagradable etapa de la vida que
hay que dejar atrás.

Papeles complementarios: el que está en


proceso de recuperación y el codependiente

Los papeles más comunes en la historia de recuperación son el


del individuo que se esta recuperando y el del codependiente, cuya
labor es ayudar al anterior. Es importante tener en cuenta que ambos
individuos tal vez dependJln el uno del otro y no sólo el que se recu­
pera del codependiente. Este puede sentir la necesidad de ayudar a
la persona que está atravesando el proceso de recuperación, del mis­
mo modo que ·esta última necesita sentir que alguien le ayuda.
En esta historia también existen parejas formadas por personas
que atraviesan juntas · el proceso de recuperación y que; al mismo
tiempo, desempeñan el papel de codependientes. Ambas pueden
estar saliendo a flote de una mala relación, de una adicción a las
drogas o de cualquier otra cosa. Estas relaciones constituyen un au­
téntico reto, ya que los individuos que las integran cuentan con
unos puntos muy vulnerables y se suelen sentir tan necesitados que
les resulta muy difícil desempeñar al cien por cien su papel como
codependientes. Estas relaciones suelen ser muy arriesgadas, a me­
nos que los individuos se hayan conocido en una fase avanzada de
su proceso de recuperación. En este caso, es probable que sientan
que tienen algo que compartir, lo cual puede hacer que se establez­
can entre ellos unos vínculos afectivos de los que muchas otras per­
sonas no podrían disfrutar.

Ventajas e inconvenientes

La ventaja principal de la historia de recuperación es que el code­


pendiente puede ayudar realmente a su pareja a recuperarse, siempre

138
y cuando ésta haya tomado la firme determinación de hacerlo. Mu­
chos de nosotros conocemos a individuos que se esfuerzan por reha­
bilitar a sus parejas y que experimentan una total frustración cuando
comprueban que éstas no hacen nada por enmendarse. Al mismo
tiempo, el codependiente es una persona que necesita sentir que está
ayudando a alguien y una manera de conseguirlo es haciendo cambiar
a la persona con la que establece una relación.
Los principales inconvenientes de las historias de recuperación son
los factores de riesgo descritos anteriormente. Los demás pueden con­
tribuir a la recuperación, pero la decisión de recuperarse y el sufrimien­
to que este proceso entraña los debe asumir la persona que necesita re­
habilitarse. Así pues, la historias de recuperación pueden contribuir
pero no conseguir por sí solas la recuperación del individuo.

HISTORIA RELIGIOSA

Aunque aquí haremos referencia a dos tipos de historias religio­


sas, debemos tener en cuenta que estos dos tipos se podrían consi­
derar como historias diferentes.
En el primer tipo de historia religiosa, la religión es una parte
integral de la historia de la relación amorosa. Normalmente, los
miembros de la relación no sólo se sienten unidos entre ellos, sino
que se sienten unidos a Dios ya que gracias a Él su relación ha em­
pezado y continúa. En teoría y, a veces, en la práctica, la necesidad
religiosa no tiene por qué implicar a ningún tipo de deidad, sin em­
bargo nosotros haremos referencia a las historias religiosas que im­
plican a Dios en algún papel.
El papel que ha de desempeñar Dios o cualquier otra deidad
puede variar en función de la religión de que se trate. Normalmente
se considera a Dios como la base de toda la relación. Así pues, vemos
que Dios no es algo así como un tercer compañero, sino una parte in­
tegral de todos y cada uno de los aspectos de la relación. No obstan­
te, a Dios también se le puede ver como un tercer compañero (quizás
en un rango superior) , o interpretarlo de un modo más abstracto, co­
mo algo que guía a la pareja y a su interrelación con el mundo.
En el segundo tipo de historia religiosa, la religión constituye la
relación. El individuo busca la salvación a través de la relación por-

139
que cree que ésta le proporcionará lo que no le aporta la religión. El
individuo puede ver a su pareja del mismo modo en que alguien ve­
ría a una figura religiosa, corno si fuera la fuente de su salvación.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA RELIGIOSA

La religión en la relación
l . No puedo imaginarme a mí mismo inmerso en una relación en la que mi pareja no
compartiese mis creencias espirituales.
2. Creo que las personas que integran una relación deben tener creencias religiosas si­
milares si quieren alcanzar la intimidad y la unidad.
3. La devoción que siento hacia mi pareja sólo se puede entender en el contexto de
mi devoción a Dios .
4 . El amor que siento por mi pareja ocupa, al igual que mis creencias religiosas, un lu­
gar sagrado en mi corazón.
5. Creo que el amor verdadero debe formar parte, y no estar separado, de mi vida re ­
ligiosa.
6. Creo que el amor es una especie de creencia espiritual que obedece al corazón y no
a la mente.
7. Creo que las mejoras relaciones son aquellas en las que las personas se ayudan mu­
tuamente para acercarse más a Dios.
8 . Es muy importante para mí 9ue mi pareja comparta mi fe.

La relación como religión


1 . Busco la salvación en las relaciones , del mismo modo que otras personas la buscan
en la religión.
2. Siento que mi relación me ha salvado de caer en la desesperación.
3 . Para mí las relaciones íntimas pueden desempeñar la misma función que la religión
desempeña para otras personas.
4. No sé qué haría sin mi pareja.
5. Mi relación me ha salvado de mí mismo.
6. He descubierto que desde que estoy inmerso en la relación actual ya no necesito
tanto la religión .
7 . Cuando no me siento realmente implicado en una relación, me encuentro comple­
tamente perdido.
8 . Para mí, tener una relación es igual que tener fe, una religión en la que creer.

ferry y Ruby

Jerry, sentado en silencio en su habitación, escuchaba con triste­


za la fuerte discusión que sus padres mantenían en el pasillo. No po-

140
día oír lo que estaban diciendo, pero eso no importaba. Lo que real­
mente le preocupaba era que, con el paso de los años, el amor que se
tenían el uno al otro había quedado reducido a la mínima expresión.
Jerry esperaba que el amor que compartía con su novia, Ruby, nun­
ca se desintegrara de ese modo y deseaba que siempre permanecie­
ran tan unidos corno lo estaban en ese momento.
Jerry y Ruby llevaban seis meses de relación y durante ese tiem­
po habían sido prácticamente inseparables. Para ellos, el amor era
más poderoso que cualquier otra cosa en el mundo.
Siempre que Jerry tenía un problema, acudía a Ruby para que le
ayudara a solucionarlo. Creía que su compasión y su sabiduría, así co­
rno el amor que sentía por él, podrían ayudarlo a superar todos los
obstáculos que la vida le pusiera en su camino. Así que se secó las lá­
grimas y se dispuso a ir a casa de Ruby. Estaba seguro de que su com­
pañía le ayudaría a superar los problemas que atravesaba en su casa.
Jerry salió de casa evitando a sus padres, quienes estaban dema­
siado ocupados gritándose el uno al otro corno para darse cuenta de
la marcha de su hijo. Condujo hasta casa de Ruby y entró por la
puerta de atrás, que siempre estaba abierta por si ocurría algo, corno
en este caso, a altas horas de la noche. Subió las escaleras hacia la
habitación de Ruby, intentando no hacer ruido para no despertar a
su madre. Caminó de puntillas hasta su cama y le tocó el hombro
suavemente. Cuando ella se levantó, vio las lágrimas en sus ojos y le
dio un caluroso abrazo. Se tumbaron sobre la cama y hablaron de la
situación, sin dejar de abrazarse en ningún momento. Jerry prome­
tió a Ruby que ellos nunca convertirían su relación en algo parecido
a la de sus padres . Ruby le dijo que estaba segura de ello y alivió su
dolor haciéndole saber lo mucho que le quería. Añadió que nada se
interpondría entre ellos. Le explicó que lo que sentían el uno por el
otro era más fuerte que cualquier otra cosa en el mundo y nada ni
nadie lo podría romper.
Mientras escuchaba las palabras de Ruby, Jerry asentía con la
cabeza y sonreía al igual que ella. Estaba tranquilo. Ya no había lá­
grimas en su rostro. Una vez más, Ruby había conseguido ayudarle a
superar un difícil momento de su vida, haciéndole saber que el
amor que compartían era y sería eterno.

14 1
Brenda y Timothy

Brenda se dirigía, junto a unas trescientas personas más , al


campus central de la Universidad Mayberry para oír hablar a un
compañero de estudios sobre la importancia de Dios. Brenda escu­
chaba con atención, mientras Timothy decía que todos debemos
luchar contra el horror del mundo y contra el diablo que llevamos
en nuestro interior, encaminando nuestras vidas hacia Dios y hacia
su amor incondicional a toda la humanidad. Timothy siguió dicien­
do que debemos amarnos los unos a los otros, como lo hace Dios.
Brenda, al igual que muchos de los que estaban a su alrededor,
se sintió muy atraída por las palabras de Timothy. Sin embargo, su
implicación emocional era más fuerte que la de cualquiera debido al
reciente acontecimiento que había tenido lugar en su vida. Una no­
che, bastante tarde, pedaleaba en su bicicleta a través del campus,
cuando se acercó a un cruce próximo al gimnasio. Normalmente
nunca pasaban coches por ese cruce y a esas horas de la noche, por
lo que Brenda siguió pedaleando sin detenerse. Pero esa noche ha­
bía un coche en el cruce y además iba a gran velocidad. Milagrosa­
mente, Brenda pudo frenar con todas sus fuerzas y tuvo el tiempo
suficiente para evitar ef accidente. A pesar de que no estaba herida,
el accidente fue algo traumático para ella. Le hizo reflexionar sobre
su lugar en el mundo de forma muy seria. Sus pensamientos le lleva­
ron a sentir que no había seguido el camino correcto en la vida y que
había perdido algo. A medida que escuchaba las palabras de Ti­
mothy sobre Dios y el amor, pensaba que iban dirigidas únicamente
hacia ella.
Al final del discurso, Brenda sintió la necesidad de hablar con
Timothy. Se dirigió hacia donde estaba y le dijo lo mucho que signifi­
caban sus palabras para ella. Le preguntó si era posible que ambos se
vieran de nuevo para hablar acerca de sus ideas con más detalle. Ti­
mothy, halagado por las palabras de Brenda, la invitó a su casa.
Esa noche, Brenda y Timothy pasaron varias horas conversando
sobre sus puntos de vista acerca de Dios y el amor. Hablaron sobre el
casi fatal accidente de Brenda y lo que había significado espiritual­
mente para ella. Timothy escuchó con atención los problemas de
Brenda e intentó ayudarle lo mejor que pudo. Le dijo que él había
pasado por situaciones similares en su vida y que las había superado

142
con la ayuda de Dios. Estuvieron hablando hasta bien entrada la no­
che y seguramente lo hubieran hecho durante más tiempo, pero
Brenda le dijo a Timothy que, aun sintiéndolo mucho, debía mar­
charse. Antes de hacerlo, quedaron en verse de nuevo.
Habían pasado casi seis semanas desde su primera conversación y,
durante ese tiempo, Brenda y Timothy se habían hecho prácticamente
inseparables. Brenda veía su relación con Timothy como la cosa más
importante de su vida. Junto a él su vida había cambiado y esperaba
que el amor que compartían nunca muriera, por la gracia de Dios.

Modos de pensamiento y conducta

Existen dos tipos de historia religiosa: aquella en la que el amor


realiza la misma función que la religión (como en el caso de J erry y
Ruby) y aquella en la que la religión es parte integral del amor (co­
mo es el caso de Brenda y Timothy) . En cualquiera de los casos, la
religión es una parte fundamental de la relación, aunque ésta sea
bastante diferente dependiendo del tipo de historia.
En uno de los casos, el amor constituye la salvación; así lo afir­
ma el psicólogo Theodore Reik. 11 Buscamos la salvación que no po­
demos conseguir de ningún modo, a través de otra persona. En el
otro caso, sólo la religión puede darnos la salvación, pero el amor de
otra persona nos puede ayudar a enriquecer nuestras vidas y a cum­
plir con nuestras responsabilidades hacia Dios .

Papeles complementarios: los correligionarios,


el salvador y el que busca la salvación

En la historia religiosa, existe una variedad de posibles papeles


complementarios. En un primer grupo, se encontrarían aquellos in­
dividuos que son fieles a la relación que mantienen y a su religión.
Existen correligionarios que se implican en la religión de forma in­
dividual y colectiva. Timothy y Brenda podrían incluirse en este gru-

1 1 . Reik, Theodore, A psychologist looks at !ove, Nueva York, Holt, Rinehart &
Winston, 1 944 .

143
po. El segundo posible grupo estaría constituido por el salvador y la
persona que busca la salvación, como era el caso de Jerry, quien bus­
caba la salvación a través de Ruby. En este caso, también es posible
que ambos componentes de la pareja busquen la salvación mutua,
de tal modo que cada individuo desempeña de forma simultánea el
papel de salvador y del que busca la salvación.

Ventajas e inconvenientes

La mayoría de las religiones del mundo fomentan el matrimonio


como fuente de estabilidad (y, como consecuencia, de futuros creyen­
tes) . La historia religiosa en la que sus individuos ven su relación ali­
mentada por la presencia de Dios parece responder a esta creencia, y
las Iglesias que comparten este punto de vista suelen contar con un nú­
mero de divorcios muy bajo entre sus feligreses. Este dato no sólo re­
fleja el grado de felicidad de los miembros que comparten la relación,
sino también la tendencia antidivorcio de estas religiones.
Interpretar el amor como una fuente de salvación -el otro tipo
de historia religiosa- tiene sus riesgos, del mismo modo que los tiene
el hecho de ver el amor como una fuente de recuperación o rehabili­
tación. Por ello, las personas que así lo hacen suelen acabar decepcio­
nadas. Es más, aquellos que buscan la salvación a través de las relacio­
nes se suelen encontrar en un estado de desesperación que no les
permite brindar amor, aunque estén preparados para recibirlo.

HISTORIA DE JUEGO

La historia de juego se remonta a los tiempos de Ovidio, quien


describía el amor como algo lúdico, como un juego . 12 Esta noción
del amor como un juego la comparte también John Lee. 13
Lo que diferencia la historia de juego de otras en las que el amor
es como un juego o algo divertido es que en esta historia el juego es

1 2 . Ovidio (Ovidius Naso, Publius) , The Erotic Poems, traduc. Peter Green, Nueva
York Penguin, 1 982 (trad. cast. : Poemas eróticos, Madrid, Hernando, 1 984) .
1 3 . Lee, John Alan, Colors o/ lave, Toronto, New Press, 1 973 .

144
lo que se denomina «juego de suma nula»: hay un ganador y un per­
dedor y cuando un individuo tiende a ganar, el otro tiende a per­
der. 14 La historia de juego implica cierto tipo de competición, aun­
que uno de los miembros de la pareja tal vez no sea consciente de la
misma. Normalmente son muchos los individuos que toman parte
en el juego, pero sólo uno de ellos puede estar al tanto del mismo.
También es posible que lo estén ambos miembros de la pareja, aun­
que sus contrincantes no sean los mismos. Ambos pueden estar ju­
gando al mismo juego sin darse cuenta.
Una de los ejemplos más conocidos de la historia de juego es la
película ¿ Quién teme a Virginia Wool/?; en ella Richard Burton y
Elizabeth Taylor habían creado un laborioso juego en el que cada
uno de ellos intentaba debilitar al otro cada vez más. Sin embargo,
para poder desarrollar el juego y cumplir sus normas dependían el
uno del otro. El cambio de las reglas significó el desastre para la re­
lación. Burton y Taylor introdujeron a otra pareja en su juego y la
destruyeron junto a ellos mismos .
Los juegos no tienen por qué ser tan destructivos como el de
Burton y Taylor, pero su naturaleza competitiva varía en función de
las relaciones. Judson Milis y Margaret Clark establecieron una dis­
tinción entre las relaciones comunitarias : en las que existen conce­
siones mutuas y no se tienen en cuenta los resultados o «marcas»; y
las relaciones de intercambio, aquellas en las que existe un claro
«ojo por ojo, diente por diente» y ambos miembros de la relación
llevan un riguroso control sobre quién da y quién recibe y sobre lo
dado y recibido. 15 Las historias de juego están basadas en el inter­
cambio, no en las relaciones comunitarias .

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE JUEGO

l . Creo que el amor es como un juego: a veces se gana y a veces se pierde.


2. Cuando salgo con alguien siento que tomo parte en un juego en el que espero ganar.

14. Luce, R. Duncan y Raiffa, Howard, Games and decisions, Nueva York, Wiley, 1 957.
1 5 . Mills, Judson y Clark, Margaret S . , «Communal and exchange relationships: con­
troversies and research», en Theoretical frameworks for personal relatzonshzps, Erber, R. y
Gilmour, Robin (comps. ) , Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 994 ,
págs. 29-42 .

145
3 . Me gusta ver las relaciones como un juego; mi derrota puede significar la victoria
de otra persona y viceversa.
4 . Mis relaciones son como juegos. La incertidumbre de saber quién ganará o perde­
rá forma parte del entusiasmo de los mismos.
5. Creo que los miembros de una pareja son como los rivales de un juego; cada uno
de ellos aspira a minimizar las derrotas y maximizar las victorias .
6. Cuando mi parej a me abandona, siento como si hubiese perdido la partida.
7. Cuando entablo una relación íntima con alguien , siempre pienso en términos de
ganador y perdedor.
8. Creo que las relaciones amorosas son lo más parecido a un juego.

]ill y Stephen

Jill y Stephen frecuentaban el mismo gimnasio. En varias ocasio­


nes habían intercambiado sus miradas, pero nunca habían hablado.
Aquel día, sin embargo, Stephen se dio cuenta de que Jill había olvi­
dado su bolsa en la sala de pesas y, aprovechando la oportunidad, de­
cidió ir a buscarla. Jill se mostró sorprendida y agradecida mientras
cogía la bolsa, aunque la había dejado a propósito pues sabía que él la
había estado observando y que seguramente apreciaría su «olvido».
Mantuvieron una conversación desenfadada en la que quedó
claro desde el principio que ninguno de los dos quería mostrarse de­
masiado interesado en el otro. En un momento determinado, Jill co­
mentó lo mucho que le divertían las clases de yoga que se impartían
en el gimnasio. Stephen le dijo que siempre había pensado asistir a
una de esas clases (lo cual no era cierto) pero que nunca lo había he­
cho. Jill le hizo saber que en cinco minutos empezaba una a la que
podían asistir. Él aceptó la invitación, evitando en todo momento
mostrarse demasiado emocionado.
Cuando la clase terminó, Stephen le pidió a Jill su número de te­
léfono. Ella se lo dio y cada uno se fue por su lado. Esa noche, Step­
hen estaba sentado junto al teléfono, preguntándose si debía llamar a
Jill. Decidió que era mejor esperar un día con el fin de hacerla sufrir
un poco. Cuando por fin la llamó, ella le dijo que estaba ocupada y
que le llamaría cuando tuviera la ocasión de hacerlo. En realidad, Jill
no tenía nada que hacer pero no quería que Stephen pensase que ha­
bía estado sentada junto al teléfono esperando su llamada.

146
Stephen y Jill empezaron a compartir juntos su tiempo, pero só­
lo en el gimnasio y a través del hilo telefónico. Ambos se trataban
corno participantes de una competición amistosa, más que corno
personas a punto de establecer una relación. En cierta manera, ello
se debía a que los dos querían sentirse vencedores a expensas del
otro. Por ejemplo: Jill siempre intentaba simular que Stephen la
quería más que ella a él. Dejaba que él diera el primer paso en lo que
a relaciones sexuales se refiere y, a pesar de que quería mostrarle su
reciprocidad, se echaba atrás, provocándole con una ligera sonrisa.
Stephen, el más competitivo de los dos, amaba la competición
en el sentido más literal de la palabra. Una noche, cuando ambos se
encontraban en un bar, estableció una competición en la que el ga­
nador sería el que consiguiera rodearse de un mayor número de
gente. Así que ambos se separaron, situándose a una distancia lo su­
ficientemente grande para que los demás no pensaran que estaban
juntos y lo suficientemente corta para poder controlarse el uno al
otro. Cuando decidieron hacer el recuento para contrastar los resul­
tados, tuvieron una pequeña discrepancia en cuanto al número de
personas que Stephen decía que se le habían acercado y las que Jill
había visto acercársele.
Al final, Jill quería dejar el terna pero Stephen continuaba insis­
tiendo en que él tenía la razón.
Stephen y Jill casi siempre disfrutaban con los pequeños juegos
que introducían en su relación. Sin ellos, el tiempo que pasaban jun­
tos no les hubiera resultado tan agradable. Ambos consideraban
esos juegos corno algo divertido y excitante. A Stephen le gustaba
que Jill le provocara, ya que así se sentía más atraído hacia ella. Y a
Jill le gustaban todas las situaciones que Stephen creaba para los
dos. No sólo disfrutaba ganándole, sino que también gozaba viendo
cómo él se deleitaba cuando conseguía vencerla.
Sin embargo, la competitividad entre Jill y Stephen les impedía
establecer una relación más íntima. Stephen no le mostraría a Jill sus
sentimientos más íntimos porque no quería que ella pensase que él
la quería más que ella a él y, por ello, le abandonase buscando a otra
persona que le resultase más difícil de conseguir. Jill tampoco se
abriría cornplétarnente a Stephen porque era consciente del dilema
en que éste se debatía y no quería renunciar a un aspecto de la rela­
ción en el que ella se sentía vencedora.

147
Wes y Gina

Wes pensaba que por lo menos Gina le dejaría ganar un punto.


Llevaban casi cuarenta y cinco minutos jugando a frontenis y estaba
mareado de tanto esforzarse inútilmente por alcanzar la pequeña
pelotita azul que rebotaba por toda la cancha, pero nunca iba a pa­
rar a su raqueta. Gina ralentizó su juego intentando que él consi­
guiera algún tanto. Finalmente lo consiguió pero, en lugar de felici­
tarle, ella argumentó que había golpeado la pelota en el segundo
rebote y, como consecuencia, había perdido el tanto. Wes estaba
convencido de haberlo hecho en el primer rebote pero, en ese mo­
mento, eso era algo completamente irrelevante. Después de todo,
era su primer tanto del día y Gina debería de haberse alegrado de
ello. Abandonó la cancha bastante disgustado. Recogió sus cosas y
se dirigió al coche de Gina, se sentó en el capó y esperó a que ella
llegara y se disculpara.
Wes y Gina llevaban saliendo seis meses y, a veces, Wes pensaba
que Gina creía estar viviendo una competición en lugar de una rela­
ción. Quería ser la mejor en todo; no sólo en frontenis o en cual­
quier empresa que entrañara competitividad, sino en cosas tan sim­
ples como en recoger los mensajes telefónicos. Wes sentía que Gina
era capaz de convertir en un desafío la tarea más burda. Se trataba
de ver quién lo hacía mejor, quién daba unos mensajes más explíci­
tos y comprensibles.
Gina también convertía los aspectos más románticos de la rela­
ción en una competición. Una de las cosas que más le gustaba hacer
era jugar a besarse con Wes; ambos debían sentarse de modo que la
separación entre sus labios fuese de apenas unos centímetros, y ga­
naba quien resistía durante más tiempo la tentación de besar al otro.
Gina nunca había perdido en ese juego, ya que Wes siempre sucum­
bía a los deseos de besarla. Después de todo, sabía que si no la besa­
ba estarían sentados así todo el día, puesto que Gina nunca le daría
a Wes la satisfacción de ganar.
Normalmente, el espíritu competitivo de Gina no era motivo de
preocupación para Wes. Es más, con ella algunas de las cosas más
normales, como coger mensajes telefónicos (siguiendo con el ejem­
plo) , se convertían en divertidas actividades . Wes pensaba que el he­
cho de enfocar la relación como si fuera un juego constituía un re-

148
frescante cambio de ritmo, ya que antes siempre había vivido rela­
ciones extremadamente serias. Sin embargo, en algunas ocasiones
Wes creía que para Gina la relación era única y exclusivamente un
juego; aún peor, a veces pensaba que los sentimientos de Gina hacia
él no diferirían de los que tenía hacia sus contrincantes en los parti­
dos de frontenis. En estas ocasiones se preguntaba si lo único que le
gustaba de esa relación era el placer de vencerle en cualquier oca­
sión y circunstancia.
Por fin, Gina llegó hasta el coche mientras Wes estaba pensan­
do lo idóneo que era su número de matrícula: IWIN2 . * Esbozó una
sonrisa y puso una mano en su cuello. Se disculpó por su conducta y
le felicitó por su magnífico tanto. Él le preguntó por qué no había
dicho eso antes y había preferido destruir su único momento de glo­
ria. Gina respondió diciéndole que él ya sabía lo competitiva que
ellá po gía llegar a ser y que había dado lo mejor de sí misma en el
juego. El asintió con la cabeza y sonrió, admitiendo que por eso se­
guía saliendo con ella. Después de todo, si realmente se diera el caso
de que Gina ya no le considerara un rival en una competición, haría
mucho tiempo que él la habría dejado.

Modos de pensamiento y conducta

En la historia de juego, un individuo concibe la relación en tér­


minos de ganar y perder. Los jugadores suelen tener un gran espíri­
tu competitivo y esa competitividad se puede reflejar en el deporte,
como en el caso del partido de frontenis entre Gina y Wes , o en la
propia relación, como son los casos tanto de Jill y Stephen como de
Gina y Wes.
El juego puede adoptar diferentes formas , por ejemplo estar di­
rigido internamente, como sucedía con Jill y Stephen y con Gina y
Wes. En los juegos dirigidos internamente, los miembros de la pare­
ja se ven a sí mismos como jugadores y normalmente ambos son
conscientes de que están jugando. En los juegos dirigidos externa­
mente también se pueden ver implicadas terceras personas (y posi­
blemente cuartas y quintas) . En este tipo de juegos, ilustrados con el

* En inglés «I win» quiere decir venceré. (N de la t.)

149
ejemplo de ¿ Quién mató a Virginia Wol/?, el juego es más complejo,
más intrincado y posiblemente más destructivo, ya que sólo algunos
de los jugadores son conscientes de que la partida se está llevando a
cabo.
Los juegos se convierten fácilmente en destructivos e injustos
cuando no todo el mundo tiene conciencia de los mismos o se des­
conocen sus reglas. El individuo que ignora las reglas o, incluso,
cuando él mismo forma parte del juego, se encuentra en una clara
desventaja de la que su pareja se puede aprovechar fácilmente. Si el
juego se descubre, la relación se puede extinguir de inmediato.
Los juegos pueden tener diferentes intensidades: ser diversiones
sin importancia y de carácter alegre, o serios y elaborados juegos en
los que el límite entre la realidad y la fantasía es cada vez más borro­
so. En estos juegos suelen ser comunes los triángulos amorosos.
Otro rasgo que suele diferenciar a los juegos es la naturaleza de
sus competidores ; es decir, si son reales o imaginarios. A veces, las
parejas inventan falsos jugadores que pueden, por ejemplo, compe­
tir por el afecto de uno o ambos miembros . El otro miembro quizá
se encuentre compitiendo con alguien que no existe. Un individuo
puede inventar una persona con el fin de estimular el interés o los
celos de su pareja.
La mentalidad de juego tal vez derive en algo más constructivo
cuando la pareja comparte equipo y se enfrenta a otros jugadores.
Por ejemplo: en los dobles de tenis, una pareja juega contra otra e
intenta, mediante su unión, vencer a su rival. Sin embargo, existen
otras formas de juego en la que los rivales quizá no sean conscientes
de estar involucrados en el juego o que, aunque lo sean, no deseen
Jugar.

Papeles complementarios: el ganador y el perdedor

Dado que los juegos normalmente implican a dos personas que


se enfrentan, lo más probable es que haya un ganador y un perde­
dor. En los juegos desenfadados, ninguno de los participantes se to­
ma en serio el hecho de ganar o perder. Sin embargo, en los juegos
más serios los intereses pueden ser mayores y los contrincantes com­
petir con fiereza, como si de un partido de tenis se tratase. Este tipo

150
de relaciones competitivas son algo arriesgadas, ya que pueden re­
sultar bastante estresantes y porque uno de los miembros quizá se
sienta como un auténtico perdedor (y el otro individuo lo considere
como tal) .
Cuando ambos miembros juegan en el mismo equipo (como en
el ejemplo de los dobles de tenis) , tal vez se vean a sí mismos como
posibles ganadores. Sin embargo, el objetivo es el mismo: convertir
a uno o varios individuos en perdedores, por lo que los problemas
asociados con la historia de juego siguen persistiendo. Lo único que
ha sucedido es que han sido desplazados fuera de la relación.

Ventajas e inconvenientes

Las relaciones de juego gozan de cierta excitación, cambian rápi­


damente y, en ocasiones, resultan divertidas. También pueden consti­
tuir una forma de ver la vida de forma menos seria. Al mismo tiem­
po, un juego que comienza como algo inofensivo se puede convertir
en serio y perturbar el desarrollo de la relación, sobre todo si uno de
los miembros de la pareja se obsesiona por ganar. El peligro que en­
trañan este tipo de relaciones es que el juego se apodere por comple­
to de las mismas. Si esto ocurre, prevalecerá en la pareja el sentido de
competitividad y no el establecimiento de la intimidad. La relación
tenderá a desaparecer, a menos que ambos miembros de la pareja
disfruten o toleren esa fuerte competitividad.

15 1
8

Historias de coordinación

En las historias de coordinación, el amor es el fruto del trabajo


común que la pareja desarrolla con el fin de crear o mantener algo. En
la historia viajera la pareja identifica su relación con un viaje, que pue­
de o no tener un claro destino. En la historia de coser y tejer, la pareja
teje o cose conjuntamente su relación diseñándola y estructurándola;
también es posible que uno de los miembros de la pareja cosa para el
otro. En la historia del jardín, la pareja identifica su relación con un
jardín que hay que regar y abonar para que crezca. En la historia de
negocios, la pareja ve la relación como un negocio y actúa en conse­
cuencia, intentando desarrollar una empresa de éxito y progreso. En
la historia de adicción, un adicto y un codependiente se alimentan
mutuamente, basando la relación en la desesperada necesidad del
adicto hacia el codependiente y en la necesidad del codependiente
por tener un adicto que dependa de él.

HISTORIA VIAJERA

En la historia viajera, el individuo ve el amor como un viaje que


emprenden dos personas . Existen muchos destinos posibles y quizá
sean ilimitados. La pareja tiene la habilidad de elegir el destino al
que desea viajar.
Un rasgo que cabe destacar en la historia viajera es el énfasis
que se pone no sólo en el destino que hay que elegir, sino también
en el modo de llegar hasta él: qué paradas hay que hacer durante el
camino y a qué velocidad es conveniente ir. En muchos casos, la pa­
reja puede decidir que el destino no es lo más importante, puesto

153
que lo que realmente les gusta es viajar y no obsesionarse por el lu­
gar en el que esperan terminar.
Las historias viajeras suelen tener éxito en la medida que repre­
sentan un proceso que está por venir. Una vez que la pareja llega al
destino que se había propuesto, quizás empiece a aburrirse o a sen­
tir la necesidad de buscar un nuevo destino o una nueva relación.
El hecho de viajar constituye la esencia de la historia y por ello la
llegada supone un problema para la pareja, en lugar de significar
que se ha alcanzado un objetivo o un estado final para la relación.
A veces , la metáfora del viaje toma una forma más o menos li­
teral y la pareja decide disfrutar del placer de viajar hacia nuevos y
excitantes lugares. En estos casos el viaje no es sólo eso (un viaje) ,
sino una parte integral de la relación de la pareja y de su vida en
común.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA VIAJERA

1 . Creo que cuando una relación es buena, sus miembros cambian y maduran conjun ­
tamente.
2. Creo que el amor es un pro � eso de constante descubrimiento que está por llegar.
3 . Creo que empezar una relación es igual que emprender un viaje que promete exci­
tación y desafíos .
' 4 . Pienso que mi pareja y y o somos como compañeros d e viaje que comparten juntos
el viaje de la vida.
, 5. En mis relaciones íntimas, tanto a mi pareja como a mí nos gusta explorar y descu ­
brir lo que la vida nos ofrece.
6. Creo que los cambios y los descubrimientos son la clave del éxito de la relación con
mi pareja.
7. He descubierto que mi relación es un proceso de constante exploración y descu­
brimiento.
8. Me gusta viajar por la vida junto a mi pareja.

Calleen y Rasheed

Colleen y Rasheed trabajaban juntos en una librería. Durante


las dos últimas semanas se habían hecho muy amigos y Colleen se

154
estaba planteando si pedir una cita a Rasheed. Sabía que una rela­
ción con un compañero de trabajo podía acarrear problemas (es­
pecialmente si no funcionaba) pero pensaba que todavía era peor
dejar pasar esa oportunidad. Así que una noche, viendo que Ras­
heed no estaba ocupado, decidió acercarse a él; pero antes de que
Colleen pudiera mediar una sola palabra, Rasheed le preguntó si
quería salir con él. Obviamente, ambos se mostraron muy excita­
dos al descubrir el mutuo interés que se tenían y además pensa­
ban que todo aquello podía desembocar en una hermosa relación.
A medida que transcurrían las semanas, la relación entre Calle­
en y Rashed se afianzaba; era más fuerte de lo que ellos habían ima­
ginado. De hecho, cuando se encontraban trabajando juntos en la
tienda, se sentían agobiados por la falsa profesionalidad que estaban
obligados a mantener; les hubiera gustado poder demostrarse algo
más de afecto en su lugar de trabajo, pero sabían que su jefe no tole­
raría esa conducta.
La situación era tan insoportable que empezaron a pensar en
dejar sus trabajos e irse a vivir a otro sitio. Colleen le contó a Rashe­
ed su deseo de viajar por todo el país y trabajar en un pequeño res­
taurante situado en medio de ninguna parte. Rasheed compartía la
pasión de Colleen por la aventura, y juntos empezaron a imaginar su
pequeño restaurante en un pueblecito del sudoeste. Sabían que po­
dían perder muchas cosas en el intento de hacer realidad su sueño,
pero ambos deseaban correr ese riesgo. Después de todo, ninguno
de los dos sentía apego por su trabajo y ambos estaban cansados de
su ciudad natal. Pero lo más importante es que habían empezado a
enamorarse el uno del otro y no querían poner en peligro su rela­
ción permaneciendo en un medio tan hostil. Querían que su rela­
ción creciera y pensaban que era necesario cambiar para facilitar ese
afianzamiento.
Colleen y Rasheed eran conscientes de que no podían dejarlo
todo de repente y marcharse. Primero necesitaban ahorrar algún di­
nero para poder pagarse al menos el viaje al sudoeste y también para
levantar su negocio, una vez que llegasen allí. Las semanas en la li­
brería transcurrían más lentamente que nunca, pero Colleen y Ras­
heed eran felices porque pensaban en el futuro y planeaban su aven­
tura, llevando unas vidas muy austeras para poder ahorrar el dinero
que necesitaban.

155
Ya no salían por la noche y habían cortado los gastos innecesa­
rios. Ahora pasaban su tiempo libre haciendo cosas menos conven­
cionales. Pensaban que lo importante no era lo que hicieran, sino
hacerlo juntos. Es más, aunque no hubieran tenido problemas eco­
nómicos, también habrían sentido la necesidad de cambiar su ruti­
na, ya que no querían que su relación se estancase.
Tras un par de meses de ahorro, Calleen y Rasheed habían con­
seguido ahorrar el dinero suficiente para emprender el viaje. Deja­
ron sus trabajos, pusieron sus pertenencias en la camioneta de Ras­
heed y emprendieron viaje hacia el sudoeste. Sabían que tendrían
que superar muchos obstáculos y que su sueño de abrir un restau­
rante quizás nunca se materializaría. Sin embargo, ambos creían
que si lo del restaurante no salía bien, siempre habría otra aventura
que emprender. Lo realmente importante era que estaban unidos .

Andy y Stacey

Andy y Stacey se encontraban en su último año de universidad. .


Ambos pensaban que l�s quedaban muchas cosas por hacer después
de la misma y como era muy fuerte lo que sentían el uno por el otro,
esperaban que su relación llegaría muy lejos y que podrían hacerlas
juntos. Sabían que ese objetivo requería una buena planificación pe­
ro, dado el éxito de su relación, ambos creían que merecía la pena
esforzarse.
A medida que hacían planes de futuro, iban adquiriendo con­
ciencia de que lo verdaderamente importante era que su relación
creciera y se hiciese más fuerte. También se daban cuenta de que si
ésta se estancaba, se acabarían aburriendo el uno del otro y buscarí­
an otra pareja.
Por el momento, Andy y Stacey estaban intentando decidir dón­
de realizar sus cursos de posgrado. Andy había sido aceptado por
todas las universidades solicitadas, incluida su preferida. El y Stacey
esperaban ir a esa universidad juntos pero, desgraciadamente, Sta­
cey no fue admitida. Sin embargo, sí la aceptaron en el curso de pos­
grado que se encontraba en segundo lugar en la lista de preferencias
de Andy. Lo único seguro era que Stacey sí iría a ese lugar. Pero ella
no quería presionar a Andy para que eligiera su segunda opción,

156
aunque le agradaba la idea de que pudieran ir juntos a la misma uni­
versidad, ya que así las cosas serían más fáciles para ambos.
Andy deseaba estar lo más cerca posible de Stacey, pero había
soñado con esa universidad desde que era niño y trabajó mucho pa­
ra acceder a ella. Después de pensarlo detenidamente, decidió que
acudiría a la universidad de sus sueños y le aseguró a Stacey que este
plan no interferiría en su relación. Además, las dos universidades no
se encontraban en los extremos opuestos del país . . .
A pesar de que Andy y Stacey siempre habían pensado que las
relaciones a distancia no duran más de un año, Andy aseguró a su
novia que a ellos no les sucedería eso. En realidad, él creía que la se­
paración reforzaría su relación en lugar de deteriorarla. Argumenta­
ba que si hubieran ido a la misma universidad, no hubieran podido
alimentar su relación con tantos cambios, ya que compartirían las
mismas vivencias. Al estar separados, cada uno de ellos tendría la
oportunidad de rodearse de mundos diferentes y, gracias a los cono­
cimientos y experiencias que extraerían de los mismos, podrían te­
ner muchas conversaciones estimulantes. Además, a medida que
evolucionaran corno personas, también lo harían corno pareja. Tam­
bién decía que el esfuerzo que harían por mantener su relación les
recordaría lo importantes que eran el uno para el otro.
Andy y Stacey reconocían que se encontraban en un momento
de sus vidas en el que parecía que se les abrían nuevos caminos para
explorar. Comprendían que si su relación había de ser duradera, lle­
garía un momento en que sus ansias de desarrollo y consolidación
necesitarían de la constancia. Sin embargo, también creían que si su
relación llegaba a un punto en el que no hubiera excitantes decisio­
nes que tornar, corno elegir la universidad para hacer el curso de
posgrado o qué hacer con sus vidas , siempre habría lugar para otro
tipo de experiencias , algo más espirituales, que también esperaban
vivir juntos.

Modos de pensamiento y conducta

La característica principal de la historia viajera es que el amor


se compara a un viaje que dos personas emprenden juntas . Sin
embargo, los individuos no tienen por qué estar físicamente pró-

157
ximos . Aunque Calleen y Rasheed emprendieron un viaje juntos ,
e n el sentido más estricto d e l a frase, Andy y Stacey realizaban
planes conjuntos cuando debían estar físicamente separados. En
ambos casos, el viaje real es algo que ellos construyeron en sus
propias mentes y que pasó a formar parte de sus planes de vida.
La historia viajera es una de las más antiguas y comunes . Pode­
mos encontrar referencias a ella a lo largo de toda la historia de la
literatura, no importa cuánto nos remontemos en el tiempo . 1 Tiene
grandes posibilidades de éxito, dado que la pareja puede elegir el
camino, la velocidad a la que deben circular por el mismo y, quizás ,
hasta el destino. A menudo, las decisiones tomadas sobre dónde ir
y cómo conseguirlo cambian durante el viaje pero lo realmente im­
portante no es la decisión en sí misma, sino el hecho de que ambos
miembros de la pareja la apoyen y trabajen para llevarla a cabo.

Papeles complementarios: los dos viajeros


Normalmente, los dos papeles de la historia viajera están coor­
dinados: dos viajeros que atraviesan la vida juntos. De esa base pue­
den partir diferentes modalidades . Por ejemplo: uno puede ejercer
la función de guía o navegante, mientras que el otro será el piloto o,
quizás, el pasajero. Los papeles se complementan si los individuos
están de acuerdo en ello.

Ventajas e inconvenientes
Las historias viajeras con cierta permanencia en el tiempo suelen
tener un pronóstico favorable, ya que si los viajantes consiguen llegar
a un acuerdo sobre el destino, el camino, la velocidad y el viaje, éste
les llevará hacia el éxito. Si no lo consiguen, se darán cuenta de que
piden cosas diferentes a la relación y pondrán fin a la misma.
Las relaciones viajeras suelen ser dinámicas y se centran en el
futuro. Pueden o no incluir ciertos planes. En caso de que sí lo ha­
gan, la pareja necesita una estrategia coordinada para llevarlos a ca-

l. Wolkstein, Diane, The first lave stories, Nueva York, HarperCollins, 1 99 1 .

158
bo. En este sentido, esta historia es bastante diferente de la historia
histórica, que se basa principalmente en el pasado.
El mayor riesgo de la historia viajera es que, por el camino, uno
de los miembros de la pareja decida cambiar de destino o ruta. En
ese momento la pareja puede sentir que sus caminos divergen.
Cuando las personas hablan de distanciarse, suelen querer decir que
sus caminos por recorrer ya no son los mismos . En tales casos la re­
lación se romperá o tenderá a la infelicidad.

HISTORIA DE COSER Y TEJER

En la historia de coser y tejer, el amor es algo que crea la pareja, una


construcción.2 Las personas elaboran relaciones como si de prendas de
vestir se tratase. El diseño que elijamos para coser o tejer y la forma de
hacerlo depende de nosotros mismos. Podemos seguir un patrón deter­
minado o diseñar nuestro propio patrón; pero, en cualquiera de los ca­
sos, la decisión es nuestra y de nuestra pareja. Cada relación, al igual
que cada prenda, es única en su diseño y en su proceso de fabricación.
Aun cuando sea parecida a otra relación en determinados rasgos, será
inevitablemente diferente de la misma, puesto que no existe una «má­
quina de tejer>> automática que nos permita crear prendas idénticas.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE COSER Y TEJER

1 . Pienso que el amor es como nosotros queremos o lo creamos.


2. Todos creamos el tipo de relación que nos gustaría vivir.
3 . Creo que el tipo de relación que vivimos es consecuencia del tipo de amor que bus­
camos .
4 . Creo que el modo de implicarse en una relación es parecido a coser un vestido: ha­
cerlo bien está en nuestras manos .
5 . Creo que elegir a la pareja es como tejerse un jersey: encontrar el modelo que nos
siente mejor depende de nosotros mismos.
6 . Creo que el hecho de establecer una relación depende única y exclusivamente del
propio individuo.
7. Puedo hacer que mi relación se convierta en lo que yo quiero.
8. Soy capaz de construir cualquier tipo de relación.

2. Beall, Anne E. y Sternberg, Robert J., «The social construction of love», en Journal
of social and personal relationshzps 1 2 , 1 995 , págs. 4 17-43 8.

159
]esse y Nicole

Jesse y Nicole salían cogidos de la mano de la clase de inglés del se­


ñor Peterman. Era la última clase del día y, como era viernes, tenían la
tarde y la noche completamente libres. Mientras se encaminaban al co­
che de Nicole iban haciendo planes para la tarde. Probablemente no
fueran al cine o a alguna fiesta, como la mayoría de las parejas. Al poco
de empezar su relación, decidieron no dejarse arrastrar por los conven­
cionalismos. Jesse y Nicole preferían crear una relación exclusiva.
Después de considerar varias opciones, decidieron ir de picnic a
la playa. Llevaron algunas velas, bocadillos y una manta para sentar­
se encima. Estaban sentados en un lugar entre las dunas, protegido
del viento, y miraban cómo las oscuras olas rompían en la orilla.
Mientras comían sus bocadillos, levantaron sus vasos de soda y brin­
daron por su relación. Luego, tumbados en la manta, miraron las es­
trellas y comenzaron a filosofar sobre su lugar en el mundo, sobre lo
insignificantes que eran en el universo y lo importantes que eran el
uno para el otro. Comentaron lo maravilloso que era que hubieran
sido capaces de alejarse de los cánones del amor convencional, con
sus flores y elegantes c;enas. Si los hubieran seguido, no hubiesen
disfrutado de momentos como el que vivían ahora: un picnic en la
playa bajo las estrellas.
Minutos después , Jesse y Nicole empezaron una extraña discu­
sión . El baile del instituto era dentro de dos semanas y J esse no
quería ir; lo consideraba una auténtica farsa en la que un montón
de jóvenes de dieciocho años se vestían de forma elegante, se em­
borrachaban y bailaban en un gigantesco y pretencioso salón, para
luego perder el conocimiento sobre las camas del hotel. Creía que
él y Nicole debían hacer algo especial esa noche, algo que ninguna
pareja hubiera hecho antes . Nicole no tenía demasiadas ganas de
asistir al baile, sin embargo pensaba que debían ir, por lo menos
para complacer a sus padres. Opinaba que si acudían no tenían que
hacer lo mismo que todo el mundo.
Jesse y Nicole eran conscientes de que manteniendo una rela­
ción convencional no habrían tenido discusiones de este tipo en las
que podían decidir cómo querían que fuese su amor. Por otra par­
te, si hubieran seguido el orden natural de las cosas , no hubieran
discutido sobre el tema. Después de todo, ¿no acudían todas las

1 60
parejas a esos bailes ? Pero las acciones de las demás parejas no les
interesaban.
Jesse y Nicole reconocían que el amor que se profesaban estaba
por encima de cualquier disputa ocasional que pudieran tener sobre
el modo de repartir su tiempo. Normalmente sus discusiones eran
bastante cortas y casi nunca alcanzaban un tono demasiado elevado.
La mayoría de las veces, llegaban a un acuerdo con el que ambos se
sentían satisfechos. En este caso, J esse accedió al deseo de Nicole de
asistir al baile, pero le dijo que se negaba a vestir de esmoquin y que
no pondría un solo pie en la pista de baile. Nicole empezó a reír al
oír las condiciones de su novio, quien decía que acudiría al baile
vestido con unos amplios pantalones cortos y una camiseta ajada. A
pesar de todo, le dijo que podía ponerse lo que quisiera y que ella
también se vestiría de forma nada convencional. Sin embargo, le ad­
virtió que quizás le pediría un baile . . . La decisión de aceptarlo o no
estaba en su mano.

Susie y Arnold

Susie y Arnold estaban intentando decidir dónde irían a pasar el


fin de semana. Tenían claro que no querían ir a uno de esos sitios
convencionales, abarrotados de gente. Lo único que deseaban era
escapar para dejar atrás su monotonía y el vivir cotidiano; para ellos
el hecho de ir a un lugar al que acudía todo el mundo sólo significa­
ba cambiar el emplazamiento de su existencia. Susie y Arnold no
querían que su relación se convirtiera en una serie de rituales estere­
otipados; preferían hacer las cosas a su manera.
Sin embargo , tenían problemas para encontrar ese lugar es­
pecial al que huir. Arnold miraba a través de la ventana de la ha­
bitación en la que se encontraban él y Susie cuando, de repente,
se le ocurrió una idea . Con una sonrisita de complicidad señaló
algo con su dedo y le dijo a Susie que había encontrado el lugar
ideal. Susie se acercó a la ventana y miró hacia donde él estaba
señalando. Era un sórdido motel. Al verlo, ella se echó a reír. Sin
embargo , le gustó la idea y admitió que era una buena elección .
Después de todo, cumplía con sus expectativas de hacer algo di­
ferente.

161
Arnold y Susie se registraron en el motel Sunshine, uno de los mu­
chos moteles atestados de cucarachas que había en su barrio. Cuando
entraron en su habitación, Arnold no pudo resistir tirarse en plancha
sobre la cama. Susie empezó a reír de forma histérica al ver a su novio
de veintisiete años simulando zambullirse en una piscina. A los dos les
gustaba la elección que habían hecho, aunque sabían que muchos la
considerarían una forma ridícula de malgastar el tiempo y el poco dine­
ro que les había costado. No obstante, ellos pensaban que lo que con­
vertía una relación en algo de lo que disfrutar no residía únicamente en
la actividad que se podía realizar, sino en el modo de llevarla a cabo.
Hubieran podido divertirse igual yendo a otro lugar; lo impor­
tante es que eran conscientes de la amplia gama de actividades en
las que podían elegir y de que no debían ceñirse a las formas habi­
tuales de comportamiento. Lo que realmente hacía que su fin de se­
mana en el motel fuese tan divertido era que ambos reconocían que
era algo poco común y fuera de lo normal. Su relación era tan espe­
cial porque siempre estaban creando nuevas situaciones para vivir,
nunca se sentían inmersos en la rutina.
A medida que iba anocheciendo en el motel Sunshine, Susie y
Arnold empezaron a pensar en una actividad nocturna. Hubieran
podido limitarse a quedarse en la habitación, pedir una pizza y ver
una película; sin embargo, la noche era espléndida y decidieron ir a
la playa y dar un paseo por la orilla del mar. Así que se metieron en
el coche de Arnold, que estaba aparcado en la calle que separaba su
apartamento del motel, y se dirigieron a la playa.
Cuando llegaron a la playa, se quitaron los zapatos y empezaron a
caminar por la orilla. Dieron un paseo por la arena cogidos de la mano
y se estremecían cada vez que las olas salpicaban sus pies y tobillos. Ar­
nold sugirió que se desnudasen y se diesen un chapuzón. Susie le dijo
que estaba loco, que iban a coger una pulmonía porque el agua estaba
helada. Arnold le contestó que una vez dentro del agua se habituarían
a su temperatura, pero ella no cedía a su proposición.
Los pocos problemas que enfrentaban a Arnold y a Susie surgí­
an cuando discrepaban sobre el nuevo escenario que podían crear
en sus vidas. Afortunadamente, solían solucionarlo llegando a una
especie de acuerdo. Sin embargo, en esta ocasión Susy se negaba a
hacerlo. Arnold aceptó su negativa, pero decidió cogerla en brazos y
tirarla vestida al mar.

1 62
Modos de pensamiento y conducta

La clave de la historia de coser y tejer reside en que el amor es


algo que construye la pareja. Cada pareja crea su propia relación de
un modo distinto.
Las parejas que viven la historia de coser y tejer se sienten aleja­
das de lo convencional, independientemente de que se encuentren
cerca o lejos de los convencionalismos. Si su comportamiento es
convencional es porque ellos así lo han decidido y no porque lo ha­
yan adoptado de forma totalmente costumbrista sin reflexionar so­
bre ello. La historia de coser y tejer cuenta con muchas opciones vá­
lidas y las parejas que la viven consideran que su objetivo principal
es elegir entre todas esas opciones o crear una nueva. J esse y Nicole
no tenían las mismas preferencias que Susie y Arnold, pero ambas
parejas mantenían relaciones que ellos mismos habían tejido y que
eran únicas.

Papeles complementarios: los sastres


(tejedores) o el sastre y su cliente

Las relaciones de coser y tejer las pueden integrar dos sastres


(tejedores) o un sastre (tejedor) y un cliente que se contenta con que
el sastre (tejedor) cree la mayoría de los diseños. En ambos casos, las
parejas se sienten alejadas de los convencionalismos.
Este tipo de relaciones probablemente sólo tengan éxito cuando
ambos miembros de la pareja deseen crear una relación única y ex­
clusiva. Si uno de ellos se siente atraído por lo convencional y el otro
no, la pareja se verá invadida por la frustración.

Ventajas e inconvenientes

La historia de coser y tejer es una de las más creativas, o por lo


menos cuenta con las características para serlo. Permite a la pareja
realizar las elecciones pertinentes que determinen su relación. Existen
dos posibles peligros. El primero tiene lugar cuando sólo uno de los
miembros cuenta con la historia y el otro se decanta por lo convencio-

1 63
nal. En este caso, el sastre (tejedor) puede rechazar esos convenciona­
lismos. El segundo se da cuando ambos miembros de la pareja son
sastres (tejedores) pero quieren crear prendas diferentes. Puede que
ambos crean que la libertad y la creatividad son importantes, pero no
sean capaces de ponerse de acuerdo en tejer juntos su relación.

HISTORIA DEL JARDÍN

En la historia del jardín la relación se compara con un jardín


que necesita ser continuamente abonado y cuidado. Este tipo de re­
lación es, en algunos aspectos, la cara opuesta de ciertas versiones
del cuento de hadas que obedece al: « . . y fueron felices por siempre
.

jamás», en el que se considera que, una vez iniciada la relación, no


hay que hacer nada para asegurar la feliz continuidad de la misma.
En las historias del jardín, uno o ambos miembros de la pareja creen
que la relación sólo sobrevivirá y prosperará si se riega con cuidado,
si tiene el sol necesario, si no se dejan crecer los hierbajos y si se pro­
tege de las plagas.
Las historias del jardín suelen ser muy positivas, porque casi to­
do -ya se trate de objetos o personas- lo que es bien cuidado sue­
le dar un buen resultado y, en este tipo de historias, el cuidado es el
principal objetivo.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DEL JARDÍN

l . Creo que sólo se puede lograr una buena relación si se desea gastar tiempo y ener­
gía en cuidarla del mismo modo en que se cuida un jardín.
2 . Creo que las relaciones desatendidas no sobreviven.
3 . Creo que las relaciones se deben abonar constantemente p ara sobrevivir a los alti­
bajos de la vida.
4. Creo que el secreto del éxito de una relación reside en los cuidados que se le brin­
dan y en el amor que la sustenta.
5. Creo que ningún tipo de amor puede sobrevivir si no se cuida y alimenta.
6. Creo que una relación amorosa entre dos personas es como una delicada flor: si no
la cuidan , se muere.
7. Para mí es muy importante cuidar y atender adecuadamente mi relación.
8. Dedico gran parte de mis cuidados y esfuerzos a mi relación

1 64
]im y Elaine

Jim acababa de llegar del trabajo bien entrada la noche y estaba


completamente exhausto. Su mujer, Elaine, le saludó y le preguntó
si se encontraba bien. Antes de que pudiera responder, llamaron a la
puerta. Era Barbara, la nueva secretaria de Jim. É ste se había olvida­
do unos documentos en la oficina y a pesar de que Barbara había
corrido en su busca, no había conseguido alcanzarle antes de que
llegara al aparcamiento. Ella creía que esos documentos eran impor­
tantes y por ello había decidido ir a entregárselos. Jim se mostró
bastante complacido por la diligencia de Barbara y le dio las gracias
repetidas veces.
Elaine, que había presenciado el desarrollo de la escena, pensó
que Barbara era muy cariñosa con su marido y que quizás le consi­
deraba algo más que un jefe. Inmediatamente, hizo un repaso men­
tal de las dos últimas semanas intentando recordar si la relación en­
tre ella y su marido había transcurrido sin complicaciones. ¿Habían
hablado lo suficiente? ¿Habían salido bastante? Ambos creían que
si no cuidaban lo suficiente su relación tendrían que enfrentarse a
ciertos problemas.
Jim y Elaine llevaban casados quince años. Al igual que la mayo­
ría de las parejas, tenían sus problemas, pero siempre habían sabido
salir airosos de los mismos. Atribuían la razón de su éxito a la aten­
ción que prestaban a su relación. Hacía mucho tiempo que habían
comprendido que la intensa atracción inicial existente entre los dos
probablemente no duraría siempre y que tendrían que trabajar mu­
cho para seguir manteniendo su amor. Por ello, siempre que tenían
un problema hablaban de él sin tapujos; nunca lo eludían, ya que
luego habrían tenido que enfrentarse a uno mayor. Además, siempre
procuraban hacer algo especial varias veces al mes, con el fin de no
caer en la rutina. También solían sorprenderse el uno al otro con pe­
queños obsequios: recordatorios de lo mucho que se querían y pen­
saban el uno en el otro.
Después de que Barbara se marchase, Elaine le expuso sus du­
das. Jim le aseguro que ella era la única mujer en su vida. Admitió
que Barbara era atractiva, pero dijo que nunca permitiría que nin­
guna otra mujer se interpusiera en la maravillosa relación que ellos
compartían. Elaine también sacó a colación su preocupación de que

1 65
quizás no habían atendido su relación como lo hacían normalmente.
Jim reconoció que Elaine tal vez tuviera razón y añadió que posible­
mente los cuidados que habían brindado a su relación durante las
últimas dos semanas habían carecido de espontaneidad. Después de
todo, el hecho de hacer algo improvisado les ayudaría a reavivar la
llama de la pasión. Siendo consecuente con sus pensamientos, Jim
sugirió que podrían tomarse unas pequeñas vacaciones. Elaine estu­
vo completamente de acuerdo y juntos empezaron a planear a dón­
de ir.

Kelly y Martín

Kelly y Martín habían tenido dificultades para decidir cómo de­


bían redecorar su sala de estar. Normalmente ninguno de los dos se
hubiera preocupado tanto por algo tan trivial. Ambos eran cons­
cientes de que su indecisión quizás tenía algo que ver con la tensión
subyacente que existía entre ellos. Los dos habían tenido unas sema­
nas muy duras en el trabajo y estaban algo irritables . Kelly sugirió
que dejaran el tema de la sala a un lado, ya que creía que era más im­
portante que se sentaran a hablar y reflexionaran sobre sus preocu­
paciones. Kelly y Martín opinaban que debían hablar y hacer todo
lo posible para resolver juntos cualquier problema que surgiese en­
tre ellos. Comparaban su relación con un hermoso rosal que necesi­
taba ser cuidado y abonado para sobrevivir.
Kelly y Martín no siempre habían tenido ese concepto de su rela­
ción. Durante sus primeros años de matrimonio, cuando tenían algún
problema, se limitaban a ignorarlo y esperar que pasara. Sin embargo,
después del nacimiento de su segundo hijo, habían empezado surgir
dificultades en su matrimonio. Pasaban muy poco tiempo juntos y ha­
bía demasiada tensión entre ellos. Para colmo, no disfrutaban de ese
poco tiempo que compartían. Ambos se dieron cuenta de que si que­
rían volver a los días felices de su relación, debían dedicarle más tiem­
po. Ninguno de los dos quería que su matrimonio se convirtiera en al­
go destructivo, especialmente por el bien de los niños, y por ello
decidieron que siempre discutirían los más mínimos problemas o te­
mas que les preocupasen. Además, dado que sabían que si cuidaban
de su relación conseguirían algo más que superar sus problemas, in-

1 66
tentaron planificar algunas tardes de entretenimiento, siempre que
sus trabajos se lo permitieran, y también se repartieron el cuidado de
los niños. Querían convertir su matrimonio en algo más agradable.
Comprendieron que prevenir los problemas era tan importante como
subsanarlos cuando éstos ya eran patentes.
La decisión de Kelly y Martín de cuidar su relación regularmen­
te había dado buenos resultados y la había convertido en algo mara­
villoso. Ambos reconocían que no sólo habían salvado su matrimo­
nio, sino que habían establecido una fantástica relación. Aun
después de haber superado las dificultades iniciales que tuvieron lu­
gar después del nacimiento de su segundo hijo, creían que debían
seguir cuidando de su matrimonio del mismo modo. Ambos sabían
que siempre surgirían nuevos problemas y que, aunque las cosas
marcharan bien, les resultaría difícil mantener una fuerte relación si
no cuidaban de ella.
Cuando Martín y Kelly se sentaron para discutir el problema
que les preocupaba en ese momento, se callaron durante unos ins­
tantes y se dedicaron una sonrisa. Era una sonrisa de reconocimien­
to: del reconocimiento de lo importante que era su amor para am­
bos . Por supuesto que habían tenido problemas y sabían que
todavía quedaban muchos por venir, pero también eran conscientes
de que si seguían dando la importancia merecida a su relación,
siempre serían capaces de superarlos .

Modos de pensamiento y conducta

En la historia del jardín, la pareja reconoce que una relación ne­


cesita ser alimentada y atendida de forma continua, del mismo mo­
do en que alguien cuidaría las flores de un jardín. En consecuencia,
la pareja no da las cosas por sentadas, sino que hace todo lo posible
para reforzar su relación tratándola como un jardín, intentando que
florezca y sobreviva a las diferentes adversidades que la vida conlle­
va inevitablemente.
Las historias del jardín suelen adaptarse bastante bien a las cir­
cunstancias , ya que las relaciones que cuentan con ellas necesitan el
cuidado y atenciones que los jardineros desean dedicarles. Cuando
los miembros de la pareja se consideran mutuamente sus mejores

1 67
amigos, estas relaciones tienden a convertirse en lo que a veces se de­
nomina compañerismo.3 John Lee usaba el termino griego storge para
referirse a la forma amistosa del amor.4 A pesar de que estas relacio­
nes quizá carezcan de pasión, tienden a ser más duraderas.

Papeles complementarios: los jardineros


o eljardinero y la flor

Normalmente las personas que tienen esta relación se ven a sí


mismas corno dos jardineros que cuidan un jardín. Sin embargo, a
veces un individuo se puede considerar jardinero y ver en su pareja
el jardín o la flor del jardín que hay que cuidar. En este último caso,
la mayoría de los cuidados van dirigidos de un compañero que los
da a otro que los recibe. La historia del jardinero-jardín no es corno
la del coleccionista-coleccionable, ya que el jardinero no tiene el
sentido de posesión del coleccionista; además la flor es considerada
corno un ser vivo, mientras que los elementos de la colección tam­
bién tienen las características de los objetos.

Ventajas e inconvenientes

La mayor ventaja de la historia del jardín es el reconocimiento


de la importancia de cuidar y alimentar. Ningún otro tipo de histo­
ria supone ese constante cuidado y atención que encontrarnos en es­
tas relaciones.
El principal inconveniente es que, con el tiempo, puede surgir
la falta de espontaneidad y el aburrimiento. Las personas que viven
estas relaciones no son inmunes, por ejemplo, al atractivo de las re­
laciones extrarnatrirnoniales y, a veces, las viven con el fin de experi­
mentar algo excitante, aunque tengan en alta consideración la rela­
ción con su pareja estable. Sin embargo, al establecer este tipo de

3. Hatfield, Elaine, «Passionate and companionate love», en The psychology o/ !ove,


Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale Uni­
versity Press, 1 988, págs. 1 9 1 -2 1 7 .
4. Lee, John Alan, Colors o/ !ove, Toronto, New Press, 1 973 .

1 68
relaciones corren el peligro de perder las que realmente tienen un
verdadero significado para ellas .
Otro inconveniente potencial es que la relación se convierta en
algo agobiante, debido al exceso de atención que se presta a la mis­
ma. Del mismo modo en que podemos ahogar una flor regándola
demasiado, también podemos ahogar una relación. Por tanto, debe­
mos ser conscientes de hasta dónde podemos llegar y dejar que la
lluvia y la naturaleza hagan el resto.

HISTORIA DE NEGOCIOS

En la historia de negocios , la relación funciona como un ne­


gocio . El individuo se siente atraído por otro al que ve como un
futuro «compañero de negocios» y al que evalúa para comprobar
si realmente encaj a en ese papel. Así pues , el peso de las condi­
ciones económicas , el estatus social y el sentido del negocio jue­
gan un papel muy importante a la hora de establecer este tipo de
relación ; papel que no adquiere tal relevancia en las demás rela­
ciones .

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE NEGOCIOS

l . Creo que las relaciones íntimas, al igual que las relaciones de negocios, son socie­
dades .
2 . Creo que las relaciones íntimas no sólo se basan en el amor, sino también en la eco­
nomía doméstica.
3 . Creo que uno de los temas más importantes en una relación íntima es el relaciona­
do con la ganancia y el gasto del dinero.
4 . Creo que en una relación romántica, al igual que en el trabajo, la pareja debe cum ­
plir con sus obligaciones y responsabilidades de acuerdo con sus «características
laborales».
5. Siempre que me planteo tener una relación con alguien , tengo en cuenta el terreno
económico.
6. Cuando todo ya está dicho y hecho , creo que las consideraciones económicas son
el punto clave de una relación.
7. Creo que las relaciones son , en muchos sentidos, como los negocios que funcionan
bien .
8. Creo que una buena relación es la base de una proposición de negocios .

1 69
David y Meredith

David y Meredith llevaban seis años casados. Casi todo el mun­


do que les conocía calificaba su matrimonio de perfecto. Siempre
tenían las cuentas al día, casi nunca discutían y su hija, Mary, era un
angelito. Era domingo, lo cual significaba que estaban ocupados re­
pasando facturas y planificando la semana siguiente. David se en­
cargaba de los temas económicos. Primero, pagaba las facturas y re­
alizaba un repaso a los gastos de la semana anterior procurando que
las cuentas cuadrasen perfectamente; luego, teniendo en cuenta es­
tos desembolsos, calculaba una determinada cantidad de dinero pa­
ra ingresar en la cuenta para la universidad de Mary y hacía un cál­
culo aproximado del dinero que gastarían durante la semana
venidera. Meredith, mientras, se ocupaba de otros asuntos familia­
res. Primero, se encargaba de decidir quién se haría responsable de
las diferentes necesidades de Mary; luego, hacía una lista de los que­
haceres domésticos y asignaba una persona a cada tarea, indicando
la fecha y el tiempo que se debía dedicar a esos trabajos. Por supues­
to, a veces surgían imprevistos durante la semana que interferían en
sus planes. Cuando esto ocurría, David y Meredith se sentaban y de­
cidían las diferentes formas de afrontar el problema.
Quizás la única persona que no pensaba que este matrimonio
era perfecto era el hermano menor de David: Jimmy. É ste se inclina­
ba por las relaciones románticas y solía preguntarle a su hermano
cómo podía tolerar una relación tan aburrida e impersonal. David le
contestaba que él veía su matrimonio como algo que funcionaba de
forma eficiente y, además, no le resultaba aburrido. No obstante,
admitía que entre él y su esposa existía muy poco romanticismo.
David afirmaba que su relación de negocios le aportaba cosas grati­
ficantes: le ayudaba a mantener la estabilidad económica de su fami­
lia y aseguraba el completo bienestar de Mary.
David le explicaba a Jimmy que, en las primeras etapas de su ma­
trimonio, Meredith y él habían decidido renunciar a las frívolas nece­
sidades, como la excitación y la aventura, y dedicar todas sus fuerzas a
cubrir necesidades más importantes, como la seguridad económica y
la planificación familiar. Este modo de enfocar la vida afectaba a toda
la relación, incluida la vida sexual; se veían a sí mismos como socios
más que como marido y mujer. Podrían haber encontrado que su re-

170
lación era antinatural y cambiar los patrones de su matrimonio; pero
se habían acostumbrado demasiado a su eficiente y metódico modo
de vida. David creía que el amor de su matrimonio residía en el inte­
rés que compartían él y su esposa por el bienestar familiar y no en un
interés apasionado o de cualquier otro tipo.

Warren y Kathy

Warren estaba sentado en su lado de la cama, cortándose las


uñas de los pies . Llevaba puesto su pijama azul, del mismo estilo
que los que había usado durante la mayoría de las noches de los últi­
mos quince años. Su mujer, Kathy, estaba sentada en el otro lado de
la cama; en una mano sostenía un espejito y con la otra se ponía cre­
ma hidratante en las mejillas y en la frente. Llevaba puesto un cami­
són rosa a cuyo estilo también había sido fiel durante años. Después
de que ambos acabaran sus respectivos quehaceres nocturnos, se
dieron las buenas noches de una forma tan agradable como carente
de pasión. Warren apagó la luz de su lado de la cama y Kathy hizo lo
mismo. Se durmieron sin mostrar ni un mero signo de afecto, mi­
rando en direcciones opuestas .
Warren y Kathy llevaban veintiún años casados. Warren era un
importante ejecutivo en una empresa de marketing y Kathy una
prestigiosa abogada. Huelga decir que su situación era muy acomo­
dada y que, cómo no, ambos pensaban que no había nada como la
seguridad económica. Además necesitaban grandes cantidades de
dinero ya que, aparte de tener que adapatrse al elevado coste de la
vida y pagar las universidades (tenían dos hijos que pronto irían a
universidades privadas) , querían jubilarse relativamente jóvenes. A
pesar de sus elevados ingresos, eran extremadamente prudentes con
el dinero y organizaban sus vidas en torno a determinadas necesida­
des y deseos económicos. Pasaban mucho tiempo manejando e in­
virtiendo su dinero, planeando los gastos y llevando un estricto con­
trol de los mismos a lo largo del mes. Con el fin de que estas
actividades se desempeñaran con la máxima eficiencia, Warren y
Kathy se dividían las responsabilidades equitativamente.
Su relación se asemejaba más a un acuerdo económico. Ambos
se dedicaban a afianzar la estabilidad económica de su familia, que

17 1
para ellos era lo más importante. Esta relación de negocios, que fun­
cionaba también en lo que a temas financieros se refería, no tenía
nada que ver con una relación romántica. Warren y Kathy valoraban
más otras cosas que el romanticismo, algo que quedaba totalmente
demostrado con los rituales que realizaban antes de acostarse. El te­
ma del romanticismo quizás hubiera surgido una o dos veces en los
veintiún años que llevaban de matrimonio. Para ellos el bienestar
económico era más valioso que el romanticismo y la pasión y consi­
deraban que así les iba bastante bien.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que viven una historia de negocios ven las relacio­
nes íntimas como asociaciones financieras. Warren y Kathy, y David y
Meredith, veían sus relaciones de este modo. Para ellos, una relación
es un negocio y una historia de amor es la historia de un negocio exi­
toso. La relación se suele caracterizar por contar con lo que John Lee
denominó estilo storge de interrelación: la pareja se profesa un tipo de
amor amistoso.5 Estas relaciones suelen ser más bien cálidas (y no ca­
lientes) y en ellas predomina el compañerismo en lugar de la pasión.6
Todos evaluamos a nuestra posible pareja para descubrir si es lo
que estamos buscando. Pero las personas que buscan una historia de
negocios, tienden a buscar desde un principio aquellas cualidades
que podrían calificar a un compañero de negocios o socio, incluida
su situación financiera. Lo que para unos puede resultar aburrido y
sin aliciente alguno, otros lo considerarán de vital importancia, como
era el caso de Warren y Kathy.
Una historia que empieza de otro modo puede convertirse en
una historia de negocios, aunque sus miembros no sean completa-

5 . Lee, John Alan, «Love-styles», en The psychology o/ !ove, Stemberg, Robert J. y


Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs.
3 8-67 . Véase también Hendrick, Clyde y Hendrick, Susan S . , «A theory and method of lo­
ve», en Journal o/personality and social psychology 50, 1 986, págs. 3 92 -402 .
6. Hatf1eld, Elaine, «Passionate and companionate love», en The psychology o/ !ove,
Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L. (comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale Uni­
versity Press, 1988, págs. 1 9 1 -2 1 7 ; Hatfield, Elaine y Rapson, Richard L., Lave, sex, and in­
timacy thezr psichology, biology, and history, Nueva York, HarperCollins, 1 993 .

172
mente conscientes del cambio. A medida que las exigencias de la vi­
da diaria se introducen en la relación -las exigencias económicas,
la organización del hogar, el saber compaginar la casa con el traba­
jo- los aspectos relativos a la economía cobrarán importancia en la
relación, hasta apoderarse completamente de ella. Algunas personas
luchan contra esta tendencia buscando formas de mantener o, si es
necesario, reavivar la llama de la pasión. Otras se sienten a gusto con
el cambio y lo consideran parte del curso natural de la relación.

Papeles complementarios: los compañeros


de negocios o eljefe y el empleado

Los papeles más comunes en la historia de negocios son el de


los compañeros de negocios o socios, que intentan maximizar lo que
es importante para ellos: el dinero, para la mayoría, y la fama o un
estilo de vida atractivo, para otros. En una sociedad cada individuo
contribuye de igual manera al plan acordado.
También se puede dar la circunstancia de que un individuo se
convierta en el jefe y el otro en su empleado. En tal caso el jefe do­
mina la relación, es decir, uno de los miembros de la pareja puede
tener mayor poder financiero y llevarse la mejor parte de los benefi­
cios económicos. El peligro de esta relación es bastante evidente:
sentimientos de explotación fácilmente justificados.
También se pueden desempeñar otros papeles. Por ejemplo: un
individuo asume el papel de presidente, de jefe del departamento fi­
nanciero o de jefe del departamento de operaciones. David, por ejem­
plo, había asumido el papel de jefe del departamento financiero y Me­
redith el de jefe del departamento de operaciones. Lo más importante
para que este tipo de relaciones tenga éxito es que los individuos que
las integran estén satisfechos con los papeles que desempeñan, es de­
cir, que estén de acuerdo con el reparto de poder y responsabilidades.

Ventajas e inconvenientes

La historia de negocios cuenta con varias posibles ventajas entre


las cuales se encuentra, en primer lugar, la del pago inmediato de las

173
facturas. Esto sucede porque siempre hay alguien que está vigilan­
do, asegurándose de que todo se pague y de que el dinero esté ahí
para poder hacerlo. Otra posible ventaja es que en este tipo de rela­
ción los papeles suelen estar mejor definidos que en otras. Los indi­
viduos se encuentran en una buena posición para «adelantarse» a
conseguir lo que quieren y también para enfrentarse a posibles ame­
nazas, corno pueden ser otros «negocios» que califican de competi­
tivos, independientemente de que lo sean o no. Estos otros «nego­
cios» serían, por ejemplo, otras parejas que intentan conseguir
mayores logros materiales u otros individuos que intentan dar es­
quinazo a uno de los miembros de la sociedad.
Un inconveniente potencial se presenta cuando sólo uno de
los componentes de la pareja ve la relación corno una historia de
negocios. El otro puede aburrirse con este tipo de relación y bus­
car el interés y el entusiasmo fuera de ella. La historia también se
volverá algo amarga cuando la distribución de la autoridad o de
los papeles en general, no satisface a uno o ambos individuos. Si los
miembros de la pareja no desempeñan papeles compatibles, quizá
pasen mucho tiempo luchando por tornar la posición deseada en
el negocio. En estas relaciones es importante mantener la opción
de la flexibilidad, de manera que si uno de los miembros de la pa­
rej a se cansa de la distribución de los papeles , también pueden
asumirse otros. Los problemas surgen de forma inevitable cuando
uno de ellos es feliz con el papel que desempeña y el otro quiere
cambiarlo.

HISTORIA DE ADICCIÓN

En la historia de adicción, un individuo es adicto a su compañe­


ro/a, del mismo modo en que lo sería a una droga. La pérdida de la
pareja tal vez motive el síndrome de abstinencia, el mismo que se
tendría después de dejar los estupefacientes. Pero el miedo a la sole­
dad no nos lleva a la adicción, sino más bien la necesidad de una de­
terminada pareja. La pareja, por otra parte, puede disfrutar al saber­
se necesitada de forma extrema e intransigente.

174
DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DE ADICCIÓN

l . No puedo imaginar mi vida sin mi pareja.


2 . Me convertiría en un ser desesperado sin mi pareja.
3 . Necesito tener a mi pareja a mi lado, del mismo modo que necesito el aire para res -
pirar.
4 . No creo que pudiera vivir sin mi pareja.
5 . Mi vida carecería de sentido sin el amor de mi pareja.
6 . Si mi pareja me dejara, mi vida estaría completamente vacía.
7 . No podría sobrevivir sin mi pareja.
8 . Mi felicidad está en manos de mi pareja.

Amanda y Kevin

Por fin parecía que Amanda iba a dormir un poco. Había esta­
do varias horas hablando por teléfono con Kevin, su novio, quien
estaba pasando dos semanas en casa de su abuela, en Louisiana.
Amanda y Kevin se encontraban en el primer año de universidad y
salían juntos desde los dieciséis años . Cuando estaban en el institu­
to, o en cualquier otro lugar, eran prácticamente inseparables. De
hecho, ésta era la primera vez en casi tres años que se separaban du­
rante más de una semana. La separación había sido dura para los
dos, pero lo había sido más para Kevin. Kevin siempre necesitaba
estar junto a Amanda y, cuando no era así, le atormentaba la idea de
poder perderla. Durante los últimos diez días, la había estado lla­
mando constantemente. Hablaban de muchas cosas pero Kevin
siempre acaba la conversación pidiéndole a Amanda que le dijera
que nunca le dejaría.
Aunque Amanda también lo había pasado mal en ausencia de
Kevin, en varias ocasiones se había sentido bastante incómoda con
algunas de las cosas que éste le había dicho por teléfono. Por ejem­
plo: se había sentido muy mal cuando él le dijo que no sobreviviría
sin ella. Cuando estaban juntos, Amanda reconocía el fuerte apego
que Kevin tenía hacia ella, pero su dependencia no era tan obvia ya
que ella estaba siempre presente cuando él la necesitaba. Por eso,
Amanda interpretaba ese apego como signo de su fuerte amor por
ella y no como una necesidad de tipo neurótico.

175
Sin embargo, a través del hilo telefónico no podía ignorar esa
dependencia y no sabía cómo manejarla exactamente. Realmente
quería estar con Kevin y esperaba que su relación fuera para siem­
pre; sin embargo reconocía que existía la posibilidad de que llegara
el día en que ya no deseara permanecer a su lado. El simple hecho
de pensarlo la hacía sentirse muy culpable, y se imaginaba lo que le
pasaría a Kevin si ella decidía acabar con la relación.
Al día siguiente, Amanda se despertó pasadas las doce y descu­
brió con sorpresa que Kevin todavía no la había llamado. Se pregun­
tó si todo iría bien e intentó ponerse en contacto con él. No había na­
die en casa y se imaginó que habían salido un ratito. Se dirigió hacia
su escritorio y miró una fotografía de Kevin que tenía expuesta sobre
el mismo; empezó a echarle mucho de menos y se dio cuenta de que
no sólo era él quien sentía esa dependencia. Siempre había pensado
que pasaba tanto tiempo con él porque le quería y que lo mismo le
sucedía a él. Sin embargo, ahora reconocía que ella dependía tanto
de él como él de ella y pensó que la reacción adversa que había teni­
do hacia los comentarios telefónicos de Kevin quizás se debía al mie­
do que tenía a que a él le pudiera suceder lo mismo.
Antes de que Amanda pudiera seguir autoanalizándose, sonó el
teléfono. Lo cogió rápidamente y se tranquilizó bastante al oír la voz
de Kevin al otro lado del hilo telefónico. É ste le explicó que él y su
abuela habían ido a dar un paseo en barca. Amanda y Kevin estuvie­
ron hablando durante varias horas pero, en esta ocasión, Amanda
no se sintió incómoda cuando Kevin le dijo lo mucho que la necesi­
taba. De hecho, ella le dijo lo mismo.

Melanie y Jasan

Ya en el andén de la estación, Melanie le dijo a su marido, J ason,


que reconsiderara su decisión de visitar a un viejo amigo en Nueva
York. Jason le explicó que tenía que ir, ya que era la última oportu­
nidad que tendría de ver a su amigo en bastante tiempo. Sin embar­
go, le recordó que sólo estaría fuera durante seis días y que la llama­
ría todas las noches. Consciente de que no le podía hacer cambiar
de opinión, Melanie empezó a sudar de forma exagerada explicán­
dole todas las cosas horribles que podían sucederle mientras él estu-

176
viese en Nueva York y le dijo que pensaba en lo que le ocurría a ella
si algo iba mal. Él le aseguró que todo marcharía bien, la besó y le
dijo adiós. Ella, con lágrimas en sus mejillas, vio como él subía al
tren y le siguió con la mirada hasta perderlo de vista. Esperó en el
andén hasta que el tren no fue más que un insignificante punto en la
distancia.
Melanie conducía camino a casa, preguntándose cómo conse­
guiría pasar esos seis días sin él. Sólo se sentía a gusto cuando J ason
estaba a su alrededor; sin él, se sentía insegura y le parecía difícil
realizar la más simple de las tareas. Además, para empeorar las co­
sas, ya se había imaginado un montón de situaciones que impedirían
el regreso de J ason: desde su asesinato a tiros en la boca del metro,
hasta su total enamoramiento de otra mujer por la que le abandona­
ría. En cualquiera de los casos, se vería obligada a vivir sin él, algo
de lo que ella no se creía capaz. Dependía completamente de él: no
sólo necesitaba la seguridad que le aportaba y su compañía, sino
que también se encargaba de cubrir todas las necesidades de la fa­
milia.
Cuando Jason llegó a Nueva York, estaba entusiasmado con la
idea de ver a su viejo amigo. Ambos salieron a cenar. La verdad es
que, por una parte, se sentía feliz de estar lejos de Melanie durante
unos días. La amaba pero, en algunas ocasiones, la gran dependen­
cia de ella, le agobiaba. Tenía que pasar demasiado tiempo con ella y
siempre debía cuidar sus palabras para evitar decir algo que le hicie­
ra pensar que quería dejarla. El simple hecho de querer ver un parti­
do de béisbol con un amigo era interpretado como un signo de de­
samor. En pocas palabras , estando en Nueva York, Jason sentía una
libertad que raramente experimentaba en su hogar.
Sin embargo, había una parte de J ason que no quería estar lejos
de Melanie. A pesar de que la conducta de dependencia de su espo­
sa a menudo le resultaba opresiva, había algunos aspectos de la mis­
ma hacia los que, con el paso de los años, sentía cierta dependencia.
Por ejemplo: la ansiosa dependencia de Melanie hacía que se sintie­
ra amado y querido; cuando no la tenía alrededor ya no se sentía tan
importante. Aun cuando estaba cenando con su amigo, empezó a
sentir la necesidad de que su mujer estuviera allí para decirle lo mu­
cho que le amaba o pedirle consejo a la hora de elegir el menú. Ya
no volvió a disfrutar como lo había hecho al principio de la cena y

177
sólo pensaba en llamarla. J ason hubiese preferido que él y su mujer
no dependiesen tanto el uno del otro, pero pensaba que peor sería
que no se sintiesen atados en modo alguno.

Modos de pensamiento y conducta

La característica principal de la historia de adicción es la fuerte


y ansiosa dependencia hacia la pareja, o la necesidad de tener esa
dependencia. Una vez que la persona adopta esa dependencia, lo
hace para toda la vida. La idea de perder a la pareja puede hacer que
la persona se derrumbe presa del pánico y la desesperación. El adic­
to tiende a sentir que no puede sobrevivir sin su pareja y si la pierde
experimentará el síndrome de abstinencia. Por ello, los psicólogos
intentan prevenir a sus pacientes sobre este tipo de relaciones.7 Me­
lanie sufrió el síndrome de abstinencia a pesar de que su marido se
acababa de marchar pero regresaría a los pocos días.
Mi «teoría triangular del amor» -de acuerdo con la cual los
diferentes tipos de amor suponen diversas combinaciones de inti­
midad, pasión y compromiso- interpreta la pasión como algo im­
pulsado por la excitación sexual psicofisiológica, que tiende a con­
vertirse en una especie de adicción.8 De acuerdo con esta teoría, la
pasión puede presentarse de forma inmediata, justo después de ha­
ber conocido o visto a una persona. Existe una gran fuerza positiva
que nos inclina a sentir pasión hacia una persona; esta fuerza suele
denominarse amor a primera vista. Sin embargo, a medida que el
tiempo va pasando, otra fuerza comienza a entrar en acción y la pa­
sión empieza a disminuir. El proceso es parecido al de cualquier
adicción (al café, al alcohol, etc. ) , a medida que el tiempo pasa, la
cantidad que inicialmente nos provocaba una gran estimulación ape­
nas nos afecta. Como resultado, buscamos una especie de equilibrio,
en el que la adicción permanece pero la pasión se modifica. Richard
Solomon propuso una teoría generalizada de la motivación de acuer-

7. Peele, Stanton, «Fools for love: the romantic ideal, psychological theory, and ad­
dictive love», en The psychology of love, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L.
(comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs. 159- 1 88; Peele,
Stanton y Brodsky, A., Love and addiction, Nueva York, New American Library, 1 976.
8. Sternberg, Robert J., The trzangle o/ love, Nueva York, Basic Books, 1 988.

178
do con la cual todas las adicciones se pueden entender en los térmi­
nos que aquí se exponen. Además, el mecanismo aquí descrito sobre
la adicción a las personas es una derivación de la teoría de Solomon.9
Las personas que tienen una adicción no quieren experimentar
el síndrome de abstinencia. Por ejemplo: las personas que beben
mucho café pueden haber empezado a hacerlo con el fin de reani­
marse pero, con el tiempo, acaban descubriéndose a sí mismas be­
biendo café de forma rutinaria con el fin de poder mantenerse des­
piertas. Del mismo modo, el individuo que es adicto a una pareja tal
vez no sea consciente de esta adicción en la vida diaria, pero puede
empezar a sentir miedo cuando su pareja se va o con la simple idea
de poder perderla. Lo que ha empezado siendo un sentimiento po­
sitivo se ha convertido en el intento de evitar uno negativo: el sín­
drome de abstinencia, razón por la cual el pronóstico de la relación
de adicción no suele ser demasiado bueno.

Papeles complementarios: el adicto y el codependiente

Al igual que todas las historias, la historia de adicción tiene dos


papeles complementarios. El primero y más dominante es el del
adicto: el que busca la relación y luego no puede dejarla, aunque no
funcione bien. El adicto es adicto a la relación del mismo modo en
que alguien lo puede ser a las drogas. Además, el adicto puede tener
otras adicciones, algo normal en individuos de personalidad adictiva.
El segundo papel es el del codependiente. Esta persona apoya el
papel del adicto. El codependiente siente que está ayudando al adicto,
aunque el tipo de ayuda que se ofrece no siempre es útil. El problema
surge porque, normalmente, el codependiente necesita al adicto del mis­
mo modo en que el adicto necesita al codependiente. Esta necesidad era
obvia en los casos de Amanda y Jason. Ambos se identificaban con el pa­
pel de codependientes, pero eran conscientes de que necesitaban al
adicto del mismo modo en que éste los necesitaba a ellos. Además se
dieron cuenta de que, en cierto sentido, ellos también eran adictos.

9. Solomon, Richard L . , «The opponent-process theory of acquired motivation: the


costs of pleasure and the benefits of pain», en American psychologist 3 5 , 1 980, págs. 69 1 -
7 12 .

179
El adicto proporciona al codependiente la sensación de estar ha­
ciendo algo significativo en la vida, algo importante para alguien. Des­
pués de todo, el codependiente es consciente de que el adicto siente
que no podría vivir sin él. Esto es lo que experimentó Jason en su viaje a
Nueva York. Sin Melanie a su lado, su vida parecía carecer de sentido.
El problema surge cuando las necesidades del codependiente
-como eran los casos de Aman da y J ason- se adaptan y sustentan
la adicción. El codependiente ayuda de forma inconsciente a mante­
ner una conducta que, conscientemente, considera inadecuada para
ambos miembros de la pareja. Este apoyo o mantenimiento puede
adoptar varias formas: el codependiente alimentará la adicción, ac­
tuará halagado por la misma o intentará mostrarse insatisfecho
cuando, en realidad, siente satisfacción.
Cuando ambos miembros de la pareja son felices con la relación,
no existe ningún peligro. Pero si la relación empieza a degenerar,
riesgo que corren todas las relaciones adictivas, los papeles comple­
mentarios tratarán de mantenerla, cuando lo mejor sería acabar con
ella. Normalmente, este tipo de relaciones no tienen grandes posibi­
lidades de éxito a largo plazo, ya que las adicciones de cualquier tipo
tienden a caer en espirales de comportamiento destructivo.
Por ejemplo: el adicto quizá necesite cada vez más al codepen­
diente, haciendo que este último se sienta oprimido. El codepen­
diente intenta crear cierta distancia y espacio entre él y el adicto,
con el fin de gozar de cierta libertad. Sin embargo, esto no hace más
que incrementar el ya elevado nivel de ansiedad del adicto, quien
empieza a estar preocupado por la posible pérdida del codepen­
diente. Por tanto, la actuación del adicto agobia todavía más al co­
dependiente, lo cual hace que la espiral degenerativa funcione a ple­
no rendimiento. Si Kevin fuera cada vez más posesivo con el tiempo
de Amanda, ésta quizás no podría soportar la situación y empezaría
a perder su interés por él.

Ventajas e inconvenientes

La historia de adicción cuenta con algunas ventajas para ambos


miembros. El adicto puede sentir, a través de la relación íntima, algo
que casi nadie experimenta. Para el adicto la relación es como una

1 80
droga y podría tener los mismos efectos psicológicos que algunas de
ellas. La relación aporta al codependiente un sentido de utilidad y
ayuda. Alguien que nunca se ha sentido imprescindible encontrará
el papel de codependiente especialmente atractivo, ya que le ofrece
la oportunidad de poder hacer algo por alguien.

181
9

Historias narrativas

En las historias narrativas, la pareja cree que existe una especie


de texto real o imaginario fuera de la relación que, en cierta manera,
prescribe el modo en que ésta se debe desarrollar. En la historia fan­
tástica, el texto es un cuento de hadas en el que un príncipe o un ca­
ballero rescatan a una princesa con la que viven felices por siempre
jamás. En la historia histórica, el texto es una historia en la que el
pasado nos proporciona las pautas o directrices que hay que seguir
en el futuro. En la historia científica, las leyes y principios científicos
rigen la relación así como los sentimientos, los pensamientos y las
acciones de las personas que la integran. En la historia del libro de
recetas de cocina, existe una receta que contiene todos los ingre­
dientes necesarios para que una relación sea feliz y tenga éxito; para
conseguir la dicha no hay más que seguir esa receta al pie de la letra.

HISTORIA FANTÁSTICA

La historia fantástica es quizás la historia de amor más clásica;


aquella en que el príncipe (o el caballero enfundado en su brillante
armadura) busca el amor de la princesa y viceversa. Una vez que
ambos consiguen estar juntos, se supone que serán felices por siem­
pre jamás. Las personas que tienen esta historia suelen ver a su pare­
ja como un sueño convertido en realidad.
Las historias fantásticas, al igual que el resto de historias, tam­
bién pueden acabar mal. El príncipe o el caballero se convierten en
hechiceros o truhanes, o tal vez la princesa sea una bruja disfrazada.
Aquellos que cuentan con este tipo de historia deben descubrir es-

1 83
tos disfraces antes de que sea demasiado tarde. Tienen que asegu­
rarse de que lo que han encontrado es lo que realmente andaban
buscando.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA FANTÁSTICA

l . Creo que las relaciones de cuento se pueden hacer realidad.


2. Creo que las personas deben esperar a la pareja con la que siempre han soñado.
3 . Creo que las relaciones casi perfectas existen ; todo consiste en encontrar a la per­
sona idónea.
4 . Todavía creo en la idea de vivir feliz por siempre jamás, siempre que encuentre a
mi Don/Doña Perfecto/ a.
5. Creo que ahí fuera está mi p areja ideal esperándome.
6. Creo que los cuentos de hadas se convierten en realidad también hoy en día; ¿por
qué no puede sucederme a mí?
7. Me gusta ver en mi p areja al príncipe o la princesa de antaño.
8 . Creo que las mejores relaciones son como verdaderos cuentos de hadas .

Greg y Heather

Greg no podía esperar más. Quería contarle a su mejor amigo,


Mickey, lo que le había sucedido. Así que le llamó y, sin preguntarle
si estaba ocupado, le dijo que iría a verle en cinco minutos. Al prin­
cipio Mickey quedó algo desconcertado ante el entusiasmo de Greg.
Sin embargo, no era la primera vez que le oía hablar de ese modo,
por lo que imaginó lo que su amigo le quería contar. Cuando Greg
llegó, las intuiciones de Mickey se fueron confirmando a medida
que su amigo le hablaba de la nueva chica de sus sueños .
Greg estaba paseando a s u perro por el parque cuando, d e re­
pente, esa preciosa mujer se dirigió hacia él y empezó a acariciar al
perro. Se llamaba Heather y, sólo con verla, supo que era la mujer
de su vida. Habían tenido una conversación muy interesante y, antes de
marcharse, ella le había dado su número de teléfono. Al día siguien­
te él la llamó y habían quedado para cenar. Ahora Greg estaba a
punto de ir a recogerla y apenas podía contener su emoción. Creía
que Heather era la mujer con quien se casaría y hasta se había imagi­
nado la boda.

1 84
Después de escuchar la historia de Greg, Mickey esbozó una
sonrisa incrédula y le preguntó a Greg si sabía cuántas veces le había
contado la misma historia. Greg insistía en que esta vez era diferen­
te. Era consciente de que ya había sentido esto con otras mujeres y
que ninguna de sus relaciones había sido tan buena como imaginaba
al principio de las mismas . Sin embargo, afirmaba que había apren­
dido de esas experiencias y creía que ahora sabía manejar mejor la
situación. Estaba cansado de sus cortas historias e innumerables fra­
casos; esta vez, intentaría con todas sus fuerzas que todo funcionara
y estaba seguro de que Heather lo merecía.
Michey seguía manteniendo su postura de incredulidad y le dijo a
Greg que el único modo de conseguir una relación buena y duradera era
dejar de fantasear y poner los pies en la tierra. Intentaba hacer compren­
der a su amigo que nadie se adaptaba a su historia de cuento de hadas en
la que él encontraba a su princesa. Greg no le escuchaba. Esta vez estaba
seguro de haber encontrado a la princesa que andaba buscando.
Greg siguió describiendo cuán hermosa era Heather. Habló a
Mickey de la labor que ésta desempeñaba en el centro social de su
barrio y de lo mucho que le gustaban los niños. Greg estaba conven­
cida de que Heather sería la madre perfecta. Mickey iba a respon­
derle pero, antes de que pudiera decir una sola palabra, Greg le dijo
que se le había hecho tarde y que debía dejarle pues no se quería re­
trasar en la cita. Además, todavía tenía que ir a la floristería para
comprar las mejores rosas que pudiera encontrar; después de todo,
la mujer de sus sueños se merecía lo mejor.

Alexis y Cory

Era sábado por la noche y Alexis estaba en casa. Quería salir,


pero había tenido un día espantoso. A su jefe no le habían gustado
sus informes de marketing y había recibido no una, sino dos multas
por exceso de velocidad. Así que, como no estaba de muy buen hu­
mor, había decidido quedarse a ver una película. Se dirigió a su vi­
deoteca y escogió el vídeo de La Cenicienta.
Era su película preferida y, aunque la había visto docenas de ve­
ces, todavía no se había aburrido de ella. Le gustaba verla siempre
que estaba algo deprimida; se imaginaba que era Cenicienta quien, a

1 85
pesar de su baja clase social y aparente insignificancia en el mundo,
conseguía vivir feliz con su príncipe.
Desde pequeña, Alexis soñaba con tener un romance de cuento de
hadas como el de Cenicienta. Cada vez que iniciaba una relación, se
imaginaba que el hombre con el que estaba era un mítico príncipe. Al­
gunas de sus amigas le habían dicho que no era realista al pensar que
existía una persona de esas características. Para demostrárselo, le de­
cían que ninguno de sus novios o relaciones anteriores había respondi­
do a los cánones del cuento de hadas. Cuando Alexis reflexionaba so­
bre ello de forma racional, coincidía con las ideas de sus amigas. Sin
embargo, una parte de ella seguía convencida de que el príncipe encan­
tado estaba en algún lugar y que un día vendría para probarle el zapato.
Mientras veía La Cenicienta, Alexis comenzó a fantasear con Cory,
un nuevo empleado de la oficina donde trabajaba. Alexis sólo había ha­
blado con Cory en una ocasión, pero tenía una excelente impresión de
él. A medida que la película iba avanzando, los sentimientos de Alexis
hacia Cory se intensificaban. Empezó a pensar que él podría ser su ca­
ballero enfundado en una brillante armadura y también imaginaba có­
mo sería la relación que mantendrían. Cory, por supuesto, sería el novio
perfecto: romántico, car.iñoso y protector. Siempre estaría a su lado
cuando ella estuviese deprimida y haría que todos sus problemas desa­
parecieran. La apoyaría en todo momento y la defendería cuando lo ne­
cesitara. Nunca discutirían y su amor no tendría fin.
A medida que Alexis seguía soñando despierta, la imagen que ha­
bía creado de Cory parecía volverse cada vez más real. Estaba casi con­
vencida de que él era el príncipe encantado que había buscado desde
pequeña. Se lo imaginó entrando en la oficina el lunes y confesándole
su amor por ella. Le diría que ella era demasiado especial para trabajar
en esa oficina. Juntos, dejarían el trabajo y emprenderían una nueva vi­
da. Vivirían en una idílica casita en el campo y tendrían unos hijos ma­
ravillosos. Y por supuesto, serían felices por siempre jamás. Era una
fantasía, pero Alexis creía que su sueño se haría realidad.

Modos de pensamiento y conducta

Muchas de nuestras historias fantásticas sobre el amor tienen


sus orígenes en la mitología. En la leyenda sobre Eros y Psique, por

1 86
ejemplo, el dios Eros elegía a un mortal: Psiql}e, como su amante,
pero no quería que ésta descubriera quién era. El la llevó a vivir a un
maravilloso palacio, pero insistió en el hecho de que siempre que es ­
tuvieran juntos estarían a oscuras y Psique nunca intentaría ver su
aspecto o tan siquiera imaginarse cómo era.
Psique era completamente feliz con Eros, pero sus hermanas la
convencieron de que realmente sucedía algo extraño que tenía que
descubrir. ¿Por qué no quería Eros que Psique la viera? ¿Acaso era
tan feo o deforme? ¿Y si se trataba del diablo? Psique cogió una ve­
la y miró a Eros mientras éste dormía pero, accidentalmente, una
gota de cera caliente cayó sobre él y le despertó. Eros huyó al sentir­
se traicionado. Entonces, Psique tuvo que enfrentarse al reto más
grande de su vida: dar con su amado, a pesar de los muchos obstá­
culos que se encontraría en el camino. Finalmente, Eros perdonó a
Psique, se reconciliaron y ella se convirtió en diosa para vivir eterna­
mente junto a él en el Olimpo. 1
El tema de la historia de Psique y Eros es la búsqueda y ésta
constituye a menudo el tema principal de las historias fantásticas .
Las historias fantásticas tienden a ser lo que Francesco Alberoni, un
sociólogo italiano, denomina estado naciente de las relaciones: las
relaciones acaban de empezar y la pareja está profundamente ena­
morada (o una persona está enamorada de otra, independientemen­
te de lo que esta última sienta por ella) .2 Resulta más difícil, aunque
no imposible, mantener el papel de príncipe o princesa una vez que
conocemos mejor a la pareja. A veces, incluso se conserva la imagen
inicial, independientemente de que la pareja se ajuste o no a ella.

Papeles complementarios: el príncipe y la princesa

Los individuos que viven una historia fantástica buscan un prín­


cipe (caballero) o una princesa. A veces consiguen encontrar a la
persona de sus sueños , aunque casi nunca sucede; o puede que en-

l. Wolkstein, Diane, The /irst !ove stories, Nueva York, HarperCollins, 1 99 1 ; véase
también Sternberg, Robert J . , In search o/ the human mznd, Ft. Worth, Texas, Harcourt
Brace College Publishers, 1 995 .
2 . Alberoni, Francesco, Falling in !ove, Nueva York, Random House, 1 983 .

1 87
cuentren a una persona a la que inicialmente califiquen de idónea y
luego descubran que no es así. Aun cuando encuentren a la persona
con la que habían soñado y sean relativamente felices, pueden em­
pezar a fantasear de nuevo, ya que los cuentos de hadas no se basan
en el « . . . fueron felices por siempre jamás» (recordemos que cual­
quier cuento clásico sólo cuenta con una línea dedicada a esta frase) ,
sino en la búsqueda de la pareja luchando contra las adversidades.
El príncipe, la princesa o ambos pueden estar más enamorados
de la idea fantástica que de cualquier forma real que pueda adquirir
la misma. Las desilusiones, por tanto, suelen ser bastante frecuentes
ya que casi ninguna relación responde a este criterio.
El príncipe y la princesa tal vez se conviertan en rey y reina
cuando ya llevan algún tiempo juntos. El problema es que los pape­
les de rey y reina nunca conllevan el mismo entusiasmo que los de
príncipe y princesa. Por eso, cuando los papeles comienzan a cam­
biar, los miembros de la pareja quizá se muestren insatisfechos con
ello. Irónicamente, ese malestar no se siente hacia la pareja, sino más
bien hacia los nuevos papeles que les ha impuesto la relación a largo
plazo.

Ventajas e inconvenientes

La historia fantástica es particularmente poderosa. El individuo


se siente presa de la emoción que le provoca la búsqueda de la pareja
perfecta o del hecho de desarrollar una relación perfecta con la pare­
ja que ya ha encontrado. La fantasía quizás dure siempre, pero lo
más normal es que permanezca viva mientras la relación se sienta co­
mo algo que está por llegar, y desaparezca una vez hecha realidad.
Probablemente no sea fruto de la casualidad el que, en la literatura,
la mayoría de las historias fantásticas se desarrollan fuera del matri­
monio: las fantasías son difíciles de mantener cuando hay que pagar
las facturas, llevar a los niños a la escuela y convivir con los malos hu­
mores que nos invaden de vez en cuando. Para mantener ese maravi­
lloso sentimiento fantástico deberíamos ignorar, al menos en cierta
medida, los aspectos mundanos de la vida.
Los miembros de la pareja que vive una historia fantástica suelen
profesarse respeto y admiración mutua y hacen todo lo posible por

1 88
conservar la felicidad de su compañero/a. Su forma de sentir el amor es
tan intensa que pocas parejas que cuentan con otras historias lo pueden
sentir de forma semejante. El amor, sin embargo, quizás no sea tan pro­
fundo corno parece, ya que el sentimiento de profundidad, al igual que
la relación en sí misma, puede ser tan sólo una fantasía.
Las posibles desventajas de la historia fantástica son bastante
obvias. La mayor de ellas es la desilusión que surgirá cuando uno de
los miembros de la pareja descubre que nadie cumple con las expec­
tativas creadas. La falta de realismo puede hacer que la pareja se
sienta insatisfecha con una relación con la que otros serían bastante
felices.
En nuestra investigación, hemos distinguido dos clases de ideales:
los ideales idealistas, que se corresponderían con los que leernos en los
cuentos o vernos en las películas de Hollywood, y los ideales realistas,
que corresponden a las expectativas más terrenales posibles en una re­
lación.3 Si una pareja crea una historia fantástica basada en ideales más
realistas que idealistas, tendrá más posibilidades de éxito; si decide
crear un mito, lo más probable es que sólo consiga eso: un mito.

HISTORIA HISTÓRICA

En la historia histórica, el presente queda definido, en gran par­


te, en función del pasado. Las parejas con una historia histórica ven
el presente corno una acumulación de acontecimientos del pasado y el
pasado corno un tiempo presente.
Las personas que viven una historia histórica son auténticos «ar­
chivadores». Los archivos que conservan pueden tener forma física o
simplemente estar en sus mentes. Por ejemplo: estas personas suelen
ser particularmente propensas a guardar muchos álbumes de fotos,
cintas de vídeo de acontecimientos importantes y se interesan por los
árboles genealógicos. También se da el caso de que sólo sienten inte­
rés por la historia de su relación. Cuando es así, pueden centrar su cu-

3 . Beall, Anne E. y Sternberg, Robert ] . , «Love and science: can the two be ma­
rried?», en Journal of NIH research 2 , 1 990, págs. 57-6 1 ; Sternberg, Robert ]. y Barnes, Mi­
chael L., «Real and ideal others in romantic relationships», en Journal ofpersonalzty and so­
cial psychology 49, 1985 , págs. 1 .586- 1 .608.

1 89
riosidad en la «consanguineidad», en los árboles genealógicos de sus
futuras parejas o en las parejas en sí mismas. Por ejemplo: estarán es­
pecialmente orgullosos de que ellos o sus parejas sean descendientes
de un determinado individuo, o sentir vergüenza por uno de los ante­
pasados de su familia o de la familia de su pareja.
Las sociedades en las que predomina el sistema de castas tien­
den a fomentar la historia histórica y a considerar determinadas re­
laciones corno simples y únicos nudos de una compleja cadena de
interrelaciones. Algunas parejas se rechazan simplemente por su li­
naje histórico. Los Royalty, por ejemplo, sólo se casaban con perso­
nas pertenecientes a su misma estirpe. El precio de esta endogamia
resultaba bastante caro ya que, normalmente, los descendientes su­
frían retrasos mentales u otros defectos genéticos. Estos defectos ge­
néticos se suelen producir cuando se unen dos personas que son
portadoras del mismo peligroso gen recesivo.4
La mayoría de las parejas que cuentan con la historia histórica no
tienen este problema. Ven su unión y su progenie corno la continua­
ción (o por lo menos, el comienzo) de la «reserva» de la línea de des­
cendientes cuya historia constituye una importante parte de lo que
ellos son en la actualida9-. Las organizaciones corno las Daughters of
the American Revolution (DAR) representan la idea de una larga y dis­
tinguida línea familiar con unas profundas e importantes raíces históri­
cas. Algunas personas que viven una historia histórica no consideran a
la persona elegida corno el factor determinante de su felicidad, sino al
linaje histórico que esa persona representa. N aturalrnente, no todas las
personas que cuentan con la historia histórica dan tanta importancia al
linaje. Puede que la historia que realmente les preocupe sea la suya
propia, en lugar de la de sus antecesores.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA HISTÓRICA

l . A menudo pienso en todos los momentos compartidos con mi pareja y en lo mu­


cho que significa esa historia en común .
2 . Creo que para conocer el futuro de una relación hay que mirar hacia el pasado de
la misma.

4. Sternberg, Robert J. y Grigorenko, Elena L. (comps. ) , Intellzgence, heredity, and


environment, Nueva York, Cambridge University Press, 1 997 .

1 90
3 . Para mí es muy importante conservar los objetos y fotografías que me recuerdan
los momentos especiales compartidos con mi pareja.
4 . Creo que el pasado es una parte muy importante de nuestras relaciones y que nun ­
ca se debe olvidar.
5 . Creo que los aniversarios son especialmente importantes, ya que constituyen el re­
cordatorio de la historia que compartimos.
6. Me gusta recordar algunos acontecimientos importantes de nuestra relación por­
que creo que nuestro pasado es una parte importante de nosotros.
7 . No puedo separar nuestra historia del presente o del futuro ya que, al igual que el
pasado, éstos forman parte de nosotros.
8 . Creo que el pasado compartido por una pareja tiene una gran importancia en el
presente de su relación .

Allison y Eric

Allison estaba extremadamente preocupada porque su novio,


Eric, había aceptado trabajar durante cuatro meses en el proyecto
de una película en Milán. Habían estado discutiendo durante toda
la semana y, en un intento de acabar con sus discusiones, habían
decidido ir al Inspiration Point en el Roger State Park, donde ha­
cía dos años que Eric había pedido a Allison que saliera con él. El
lugar no sólo les recordaría uno de los momentos más felices de su
vida. Los tranquilos alrededores y la maravillosa panorámica de
toda la ciudad les proporcionarían el ambiente idóneo para recor­
dar muchos de los acontecimientos que habían configurado su re­
lación.
Eric y Allison siempre habían pensado que el hecho de reflexio­
nar sobre su pasado les permitía mejorar la perspectiva de sus actual
relación; y no sólo eso: si la situación actual era difícil, eso les ayuda­
ría a superar los duros momentos.
Sentados sobre el Inspiration Point, Allison y Eric empezaron a
recordar todo lo que habían pasado juntos. Eric se levantó y se acer­
co al borde del precipicio. Se giró hacia ella y señaló una minúscula
manchita en la lejanía argumentando que creía que ése era el lugar a
donde fueron a cenar el día de su primera cita. Allison le respondió
que el restaurante estaba mucho más a la izquierda de lo que él se­
ñalaba. Al final, acabaron riéndose de su ridícula discusión, ya que
se dieron cuenta de que era imposible identificar el lugar desde un

191
sitio tan lejano. Allison se giró hacia él y le preguntó si se acordaba
del modo en que había terminado la noche. Eric asintió sonriendo
abiertamente, pues sabía con toda seguridad que Allison se refería
al momento en que él le pilló a ella la mano con la puerta del restau­
rante.
De repente cambiaron de tema y pasaron a hablar de su actual
situación. Allison le pidió a Eric que no se marchara a Milán. Com­
prendía que era una gran oportunidad para él, pero las cosas le
iban bastante bien estando donde estaba. Eric le respondió que era
algo más que una gran oportunidad; estaba seguro de que si hacía
un excelente trabajo en Milán le darían un ascenso a su regreso.
Allison se alejó durante un minuto; Eric sabía que ella estaba pen­
sando en la primera vez que él se marchó a realizar un proyecto.
Eric estuvo fuera durante sólo tres semanas pero, en ese corto
tiempo, tuvo un pequeño romance con otra persona. Allison tenía
miedo de que eso volviera a suceder. Eric caminó hacia ella y le sugi­
rió que se sentaran. Le explicó que lo que había sucedido la primera
vez que se marchó no volvería a pasar nunca má�. Después de todo,
en aquella época llevaban poco tiempo saliendo juntos y él aún no es­
taba seguro de sus sentimientos. Ahora estaba convencido de que la
quería y creía con todas sus fuerzas que acabarían casándose; le dijo
que nunca volvería a hacer lo que hizo en el pasado porque no quería
echar por tierra una relación tan maravillosa como la que mantenían.
Allison apreciaba sus palabras pero hizo hincapié en el largo tiempo
de su ausencia y en las muchas y maravillosas personas que conocería.
Reconocía que la relación se encontraba en un nivel diferente que la
última vez que él se marchó, pero también era consciente de que ha­
bía sido menos tiempo. Esta vez eran cuatro meses de ausencia y ella
no estaba segura de que, él la seguiría queriendo del mismo modo du­
rante todo ese tiempo. El le aseguró que sí lo haría y le dijo que creía
firmemente que, en algunas ocasiones, ella tenía que ser capaz de no
mirar al pasado y darse cuenta de que, en una relación a largo plazo,
siempre se cometían errores. Añadió que a pesar de que era impor­
tante reflexionar sobre los errores y utilizarlos para comprender y en­
frentarse a las situaciones actuales, no debían permitir que éstos con­
trolaran sus opiniones.
Allison reflexionó durante unos instantes y luego asintió con la
cabeza. Se disculpó por no haber confiado en él y le dijo que nunca

1 92
se perdonaría a sí misma haberle prohibido ir a Milán. Después de
abrazarse durante largo tiempo, se despidieron de su lugar preferi­
do sintiendo, de algún modo, que no era la última vez que estarían
en él.

Len y Cecilia

Cecilia, la novia de Len, había estado en Sudamérica durante


casi seis meses. Cecilia, arqueóloga de profesión, estaba trabajando
en un importante proyecto sobre la civilización inca. Debía regresar
pronto a casa, pero nada era seguro. Antes de marcharse a Sudamé­
rica, ella y Len habían planeado casarse a finales de año. Su marcha
había sido motivo de muchos conflictos; Len comprendía que ese
proyecto era una gran oportunidad para su novia, pero creía que
tendría otras oportunidades en el futuro y que lo más importante
para ellos era casarse. Sin embargo, Cecilia argumentaba que sólo
habría otros proyectos en el futuro si aprovechaba los que le surgí­
an. Reconocía que sería difícil para Len estar solo durante tanto
tiempo, pero le dijo que se casarían en cuanto ella regresara. Final­
mente, Len se dio cuenta de que Cecilia no cambiaría de opinión y
decidió dejar de discutir con ella para que, al menos, pudieran sepa­
rarse felizmente.
Los últimos seis meses habían sido particularmente difíciles pa­
ra Len. Sólo había sido capaz de olvidar las punzadas de la soledad
-además de con las cartas que recibía de Cecilia (no había teléfono
donde ella estaba)- mirando las cajas llenas de fotografías que
constituían un amplio recordatorio del tiempo que ambos habían
compartido juntos. Las fotografías no sólo le servían como recorda­
torios físicos del pasado, sino como recordatorios mentales y emo­
cionales. Cada fotografía constituía para Len una historia de los per­
sonajes que reflejaba, repleta de pensamientos y sentimientos. Len
siempre había pensado que él y Cecilia debían tener un recuerdo del
tiempo que pasaban juntos. Creía que eso les permitía tener una me­
jor perspectiva de su relación, ya que podrían comprender su actual
situación en función del pasado.
Len acababa de encontrar una fotografía en la que aparecía Cecilia
junto a su mejor amiga: Melissa. Entonces recordó un acontecimiento

1 93
que casi acabó con su relación con Cecilia. Hace algunos años, él y Ce­
cilia acompañaron a Melissa a una extravagante fiesta de celebración
del Cuatro de Julio. Tanto él corno Melissa bebieron mucho; Cecilia
no lo hizo, ya que no se encontraba de humor. Al poco tiempo, les dijo
que se iba a casa. Después de que se marchara, Len y Melissa comen­
zaron a besarse. Momentos después, Cecilia, que había pensado que
quizás necesitasen su ayuda y había vuelto atrás, los descubrió. Quedó
completamente destrozada por lo que vio. Len y Melissa le explicaron
que no era nada serio; estaban borrachos y habían actuado de forma
estúpida. Cecilia sabía que lo que le estaban contando seguramente era
cierto, pero se sentía muy herida. Consideró la idea de acabar su rela­
ción con Len pero, finalmente, decidió que no tenía sentido que una
locura de Len acabara con los fuertes vínculos afectivos que les unían.
Hoy, mientras Len recordaba ese episodio de sus vidas, se dio cuenta
de que él también debía ser capaz de ver más allá de la decisión de Ce­
cilia de marcharse a Sudamérica. Después de todo, si ella había sido
capaz de perdonarle lo que le había hecho, él debía perdonarle algo
que era mucho más inocente.
Len cogió otra fotografía. Era una instantánea en la que él y Ce­
cilia posaban en el Gr�n Cañón. Llegar hasta la cumbre les había
ocupado todo el día y estaban completamente exhaustos. Len recor­
daba la maravillosa sensación que tenía en el momento en que fue
tornada la fotografía. Estaba cansado pero eufórico por haber llega­
do a la cumbre y el hecho de haberlo conseguido junto a Cecilia le
hacía sentirse aún más feliz. Recordaba que había pensado que que­
ría pasar el resto de su vida con ella. Al mirar esa fotografía, se dio
cuenta de que recuerdos corno ése eran los que le habían ayudado a
soportar esos seis meses de ausencia.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que viven una historia histórica piensan mucho en


los eventos del pasado y en las continuidades y discontinuidades
existentes entre el pasado y el presente. En una relación, la historia
puede desempeñar una papel importante.
Las historias de Allison y Eric y de Len y Cecilia nos muestran
cómo la historia puede reforzar o poner en peligro el futuro de una

1 94
relación. En ambos casos, los recuerdos de algunos momentos muy
felices ayudaron a las parejas a superar difíciles situaciones del pre­
sente. Dado que todas las relaciones serias atraviesan momentos di­
fíciles, el hecho de recurrir a los recuerdos felices puede tener una
gran importancia. En algunas ocasiones, estos recuerdos son el úni­
co motivo que lleva a la pareja a permanecer unida. En estos casos,
la pareja puede prever, o por lo menos, esperar que el futuro les
brinde momentos tan felices como los vividos en el pasado.
Los malos recuerdos suelen seguir ejerciendo un efecto tóxico so­
bre la relación, aún años después de que el problema que los generó se
haya resuelto. Muchos de nosotros hemos estado con personas que no
quieren olvidar lo que ellas consideran un error o una falta por parte
de su pareja. No importa cuántas veces se haya dado una solución al
tema, éste tiende a salir a flote una y otra vez. No importa lo que uno
intente hacer, la pareja es incapaz de olvidar lo sucedido. A menudo se
utiliza la memoria para manipular a la pareja y así conseguir una con­
ducta dócil: «Todavía estás en deuda conmigo por lo que me hiciste en
el pasado, así que yo puedo hacer lo que quiera en el presente». Estos
continuos recuerdos en tono de reproche no sólo son tóxicos por ser
incorrectos, sino porque no permiten que el individuo aprenda de los
errores cometidos en el pasado. Después de todo, una vez cometido el
error es como si se hubiera hecho para siempre.
Los historiadores saben que no sólo los acontecimientos pasa­
dos constituyen la historia. La historia también reside en la selec­
ción, la interpretación y el análisis íntegro de esos acontecimientos.
Del mismo modo, en las relaciones no importa tanto lo sucedido, si­
no lo que se ha aprendido de ello, lo cual puede ayudarnos a recons­
truir o romper la relación. Las parejas que aprenden de sus historias
enriquecen su relación; aquellas que no lo hacen quedan estancadas
o incluso retroceden en la misma.

Papeles complementarios: los historiadores


o el historiador y el personaje histórico

Normalmente, los individuos que viven la historia histórica bus­


can a otros individuos para los que la historia sea algo importante.
De este modo pueden crear una historia compartida.

1 95
A veces una persona desempeña el papel de historiador y la otra
el de personaje histórico. En este tipo de relaciones existe una asime­
tría natural; además, pueden entrar en juego algunos de los elemen­
tos de las historias asimétricas (véase pág. 67 ) . Normalmente se con­
sidera al personaje histórico como el más importante de la relación.
Esa importancia puede derivar del significado que la pareja dé a sus
orígenes familiares, a sus habilidades o a la trayectoria de su vida.
El papel que desempeña la historia en la relación cambiará con
el tiempo. Por ejemplo: cuando los miembros de una pareja empie­
zan a salir juntos pueden tener tendencias históricas, es decir, entrar
en un sinfín de detalles de las historias de sus vidas con el fin de co­
nocerse mejor. O también compartir, de forma íntima, lo que han
aprendido sobre los errores cometidos en relaciones anteriores. Pe­
ro una vez superadas las primeras etapas, cabe la posibilidad de que
uno o ambos miembros de la relación consideren más oportuno ha­
blar sobre los errores más recientes (y menos históricos) cometidos
en la actual relación. Como resultado, las discusiones sobre lo que
se va aprendiendo de los errores desaparecerán. Quizás la pareja no
haya sabido enfrentarse a sus fallos, lo que dará lugar a tensiones y
hostilidades que quedarán sin resolver.
Otras parejas pueden volverse más históricas con el paso del
tiempo, especialmente si han tenido hijos. En algunas ocasiones, el
nacimiento de un hijo hace que la pareja se de cuenta de que algún
día contará con el recuerdo del aumento y posterior desarrollo de su
unidad familiar. Así, la pareja empieza a orientar su vida de un mo­
do más histórico.

Ventajas e inconvenientes

La principal ventaja de la historia histórica es la capacidad para


recordar los momentos felices y utilizarlos para superar las situacio­
nes críticas. La historia histórica también puede resultar de gran
ayuda a la hora de restar importancia a lo que, en el momento ac­
tual, parece ser una gran catástrofe. La visión histórica permite que
la pareja se dé cuenta de que un acontecimiento aparentemente ca­
tastrófico dejará de tener tanta importancia con el paso del tiempo
e, incluso, carecerá totalmente de ella.

1 96
El principal inconveniente de la historia histórica es la capaci­
dad de sacar a flote repetidamente los errores del pasado. Los indi­
viduos que tienen esta tendencia rara vez olvidan y siempre están
dispuestos a recurrir a los conflictos del pasado, asegurando que se
repetirán una y otra vez.
Las relaciones en las que las personas son incapaces de perdo­
nar, olviden o no, suelen acompañarse de ansiedad y sentimientos
de culpabilidad. Es muy difícil ser feliz pensando que los errores del
pasado se pueden repetir en cualquier momento.

HISTORIA CIENTÍFICA

Los individuos que viven una historia científica creen que el amor
en general se puede y debe comprender, analizar y examinar minucio­
samente como cualquier otro fenómeno natural. Además arrastran es­
ta creencia hasta los aspectos cotidianos de su relación, realizando un
examen exhaustivo de casi todo (o de todo) lo que sucede en su rela­
ción. Por ello, pasan mucho tiempo explicándose a sí mismos o a su
pareja lo que piensan que está sucediendo en lo más profundo de sus
vidas. Este comportamiento quizá sea práctico, a menos que se llegue a
un punto en el que el analista hable pero no escuche o incluso interfie­
ra en la relación analizándola excesivamente.
Este último efecto refleja, en cierto modo, el principio de incerti­
dumbre o indeterminación de Heisenberg aplicado a las relaciones ínti­
mas, según el cual el acto de observarlas continuamente acabaría cam­
biándolas. Por ejemplo: el hecho de analizar las relaciones sexuales
mientras se están manteniendo hace que éstas (las relaciones) se alteren
o se vean afectadas, aun cuando está no sea la intención del analista.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA CIENTÍFICA

1 . Creo que entender una relación amorosa es igual que entender cualquier otro fenó­
meno natural; necesitamos descubrir las reglas que lo gobiernan.
2. Creo que para comprender una relación amorosa necesitamos estudiarla desde una
perspectiva científica.
3 . Me gusta analizar los diferentes aspectos de mi relación; además considero que es
muy útil hacerlo.

1 97
4. Creo que el mejor modo de conseguir el éxito en una relación consiste en enfocar
los problemas de la misma desde un punto de vista lógico y científico .
5 . Creo que las personas tienen mayores posibilidades de éxito en sus relaciones si en ­
focan sus problemas desde una perspectiva lógica y no emocional.
6. Me gusta sentarme con mi pareja y discutir de forma objetiva y analítica los dife­
rentes aspectos de nuestra relación .
7 . Creo que las relaciones pueden mejorar a través del análisis racional y el examen
minucioso.
8 . A mí me es posible analizar y comprender a mi pareja casi por completo .

Alisa y Gary

Alisa creía que comprendía de forma bastante amplia las rela­


ciones íntimas. Creía que el amor se podía examinar exhaustiva­
mente como cualquier otro fenómeno natural.
Cada vez que Alisa se enfrentaba a una relación -ya fuera ella
quien la viviese u otra persona- la quería analizar de forma inme­
diata. Gary, un ingeniero químico y marido de Alisa desde hacía die­
ciocho años, había contrastado opiniones sobre el enfoque científi­
co que su mujer daba a las relaciones íntimas. Estaba fascinado por
el conocimiento y comprensión que ella demostraba tener sobre las
mismas. A pesar de que normalmente se mostraba escéptico ante
sus complicados análisis, casi siempre acababa estando de acuerdo
con ella. Después de todo, coincidía con su mujer a la hora de afir­
mar que casi todo el comportamiento humano y muchas de las emo­
ciones humanas, entre las que se encuentra el amor, se podían anali­
zar científicamente.
Sin embargo, Gary opinaba de diferente manera cuando él se
convertía en el objeto de análisis. A Gary le estimulaba que Alisa
analizara su mente y su comportamiento, pero a veces deseaba que
no fuera tan rápida cuando lo hacía. Además, Alisa creía que siem­
pre podía predecir el modo en que Gary respondería a una determi­
nada conducta que ella adoptara y utilizaba este supuesto conoci­
miento para dominar distintas situaciones. En algunas ocasiones ,
Gary se ponía bastante a la defensiva ante los análisis de su esposa,
especialmente cuando ella acababa afirmando algo sobre él y él no
coincidía en su afirmación.

1 98
Es más, aun cuando Gary coincidía con el análisis de Alisa, de­
seaba que ésta no fuera tan cerebral a la hora de analizarle a él y a su
relación. Gary creía que el enfoque de Alisa estaba falto de romanti­
cismo, lo cual le hubiera dado un toque de sorpresa y de falta de
previsión a su relación. Claro que ambas cosas no podían formar
parte de un enfoque científico.
No obstante, a pesar de los problemas que Gary tenía con algu­
nos de los aspectos del enfoque analítico que su esposa daba a su re­
lación, consideraba que existían muchos rasgos positivos. Por un la­
do, el hecho de que Alisa intentara imaginar el modo en que él
reaccionaría ante sus diferentes acciones, significaba que Alisa sen­
tía un gran interés por él y por la relación que ambos mantenían.
Por otra parte, Gary creía que el enfoque científico de Alisa era de
gran utilidad cuando ambos querían comprender e interpretar los
problemas que surgían en su relación y les permitía encontrar la so­
lución más apropiada y mejor para los dos.

Colin y Anita

A Colín siempre le había gustado la ciencia. Cuando iba al insti­


tuto solía hacer experimentos en el patio trasero de su casa. En la
universidad, había obtenido una doble licenciatura en Física y Quí­
mica. Ahora trabajaba como profesor de Física en una importante
universidad. Sin embargo, el interés científico de Colín iba más allá
de las aulas . Creía que las leyes de la naturaleza se podían aplicar a
las personas del mismo modo en que se aplicaban a las cosas. Como
consecuencia, siempre que se relacionaba con otras personas inten­
taba obtener conclusiones científicas y causales del comportamiento
de las mismas. En las relaciones íntimas, Colín ponía especial interés
en intentar comprender a su pareja. Creía que el amor se podía rom­
per y recomponer pieza a pieza, siempre y cuando fuera capaz de
imaginarse el modo de respuesta de su pareja a determinadas accio­
nes, emociones y circunstancias. Intentaba aprender el modo en que
su pareja reaccionaría ante ciertas situaciones y luego utilizaba esa
información para actuar de forma adecuada en el futuro.
A primera vista, podría parecer que el enfoque científico que
Colín daba a las relaciones íntimas era muy impersonal. Sin embar-

1 99
go, a pesar de que su actitud era bastante científica, también contaba
con un rasgo personal: el enfoque científico no era general, sino de
su propia cosecha. Además, Colín bus5=aba comprender a su pareja
para conocerla mejor corno persona. Ese era su objetivo principal.
Quería llegar a comprender sus deseos y necesidades. Es más, su
análisis buscaba que su relación funcionara lo mejor posible.
La actual novia de Colín, Anita, no se preocupaba demasiado
por el enfoque analítico que éste daba a la relación. De hecho,
creía que este enfoque era muy ventajoso. Por una parte, quedaba
patente el interés de Colín por acercarse más a ella y a la relación
que mantenían. Además, la actitud de Colín, que ponía especial
hincapié en estudiar todas y cada una de las partes del terna, le pa­
recía muy útil a la hora de solucionar los problemas a los que te­
nían que enfrentarse, pues tenía la seguridad de que la escucharía
con total atención. Sin embargo, a veces Anita deseaba que su no­
vio no intelectualizara tanto su relación. Comprendía que el enfo­
que de Colín era un reflejo de su personalidad, pero muchas veces
se sentía corno una rata de laboratorio. Por otra parte, estaba segu­
ra de que Colín se preocupaba por ella y que, a pesar de que su
modo de conducir la r�lación podía parecer impersonal, él no lo
consideraba así.

Modos de pensamiento y conducta

La persona que vive una historia científica cree que el amor se


puede comprender a través del análisis y el examen exhaustivo. La
persona confía en su habilidad no sólo para comprender, sino para
predecir e incluso controlar la conducta de su pareja. El científico
observa con bastante atención las regularidades de su conducta y
las de los demás y hace generalizaciones basándose en las mismas.
Pero la objetividad de los científicos, ya sea respecto a los demás
o a sí mismos, no es la misma para todos ellos. Eso pone de manifies­
to el hecho de que no todos los científicos realizan buenos experi­
mentos. Un científico puede pasar todo el día analizando el compor­
tamiento de otras personas y equivocarse al sacar las conclusiones. El
papel del científico sólo asegura la existencia del interés en el análisis
científico, no la calidad del mismo.

200
Algunos individuos, como Colín, trabajan en el campo de las
ciencias e intentan dar un enfoque científico a la mayoría de los as­
pectos de sus vidas. Otros individuos, como Alisa, son científicos en
lo que se refiere a las relaciones amorosas, pero aplican la ciencia a
otros aspectos de su vida.
Existen varios puntos que cabe tener en cuenta en la historia
científica: primero, una persona que puede aplicar con éxito el aná­
lisis científico en un campo determinado (biología o física) no tiene
por qué hacerlo de igual modo cuando lo ejerce en otro campo.5 Así
pues, vemos que el hecho de que alguien sea un gran científico en su
trabajo no significa que lo sea en sus relaciones más íntimas.
Segundo: la persona puede realizar con éxito los análisis de las
relaciones de otras personas y no el de su propia relación. En este
caso, se establece una diferenciación entre la inteligencia interper­
sonal y la inteligencia intrapersonal. La primera hace referencia a
la inteligencia de una persona en relación con los demás y la se­
gunda a la inteligencia de esa persona en relación consigo misma.6
Los dos tipos de inteligencia tienen muy poca relación entre sí, ya
que el hecho de que uno pueda analizar con éxito el comporta­
miento de los demás no implica que haga lo mismo con el suyo
prop10 y viceversa.
Además, los psicoterapeutas tienen los mismos problemas que
los demás en sus relaciones.
Tercero: todos analizamos nuestras relaciones pasta cierto pun­
to, pero son relativamente pocas las personas que viven la historia
científica. La historia científica entra en juego cuando la persona se
detiene a analizar y no se contenta dejando que las cosas pasen sin
más. Los científicos no son realmente felices en sus relaciones a me­
nos que sientan que las comprenden. Por lo tanto, la comprensión
es un elemento fundamental para los científicos a la hora de alcan­
zar la felicidad.

5. Gardner, Howard, Kornhaber, Mindy L. y Wake, Warren K., Intelligence: mu/tiple


perspectives, Ft. Worth, Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 996; Sternberg, Ro­
bert J. , Successful intelligence, Nueva York, Simon and Schuster, 1 996.
6. Gardner, Howard, Frames o/ mind: the theory o/ mu/tiple zntelligences, Nueva
York, Basic Books, 1 983 .

201
Papeles complementarios: el científico y el objeto de estudio

Los dos papeles complementarios más comunes en la historia


científica son el del científico y el de otra persona que, a medida que
transcurre la relación, se convierte en el objeto de estudio. Algunas
veces, aunque no muy a menudo, ambos miembros de la pareja
adoptan el papel de científicos. Este tipo de relaciones serán difíci­
les a menos que los individuos coincidan en las conclusiones de sus
análisis.

Ventajas e inconvenientes

La principal ventaj a de la historia científica es que nos puede


ayudar realmente a comprender la relación y a las personas que
la integran y, en el mejor de los casos, también nos permite reali­
zar un cambio positivo de nuestra conducta. Muchas parejas fra­
casan al intentar mejorar su relación porque son incapaces de
descubrir qué es lo que realmente tienen que cambiar. El cientí­
fico formula hipótesis sobre los puntos débiles y fuertes de la re­
lación con el fin de abrir un camino que le permita realizar un
cambio positivo .
Sin embargo, existe la posibilidad de realizar un análisis inco­
rrecto y eso constituye uno de los inconvenientes de la historia cien­
tífica. La equivocación puede dar lugar a los enfrentamientos o a un
cambio de conducta que, en lugar de mejorar la relación, la empeo­
ra. Las personas que viven una relación con un científico son reacias
al análisis o piensan que merecen algo más que ser tratadas como un
objeto de estudio.
Otro de los posibles inconvenientes es que el hecho de analizar
la relación puede hacer que se pierda un factor fundamental en la
misma: la espontaneidad. Cuando las personas se sienten analizadas
constantemente, dejan de comportarse del modo en que lo harían
de forma normal. Además, también se sienten agobiadas y buscan la
forma de escapar al control del analista.

202
HISTORIA DEL LIBRO DE COCINA

La historia del libro de cocina parte de la idea de que si dos per­


sonas, que comparten una relación íntima, realizan las cosas de cier­
ta manera -es decir, siguen una receta- contarán con muchas po­
sibilidades de éxito. En esta historia, la clave del funcionamiento de
la relación reside en seguir unos determinados pasos y enlazarlos de
forma efectiva.
Esta historia es la que predomina en la mayoría de los libros que
explican cómo hacer que una relación funcione. El problema, claro
está, es que estos libros sólo funcionan para aquellas personas que
cuentan con la historia del libro de cocina. Algunas de estas perso­
nas dan mayor importancia al hecho de contar con una serie de pa­
sos que deben seguir, que al contenido de los mismos . Pero existen
personas a las que no les sirven estas recetas y eso tal vez se deba a
que la vida media de los libros de autoayuda, en lo que a las relacio­
nes se refiere, tiende a ser muy corta. Los libros desaparecen y pron­
to son reemplazados por otros que dicen lo mismo pero de un modo
más enérgico.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA DEL LIBRO DE COCINA

l . Creo que existe una forma correcta y una forma incorrecta de enfocar las relacio­
nes. Si elegimos la correcta obtendremos el éxito en las mismas .
2 . Creo que para mantener una buena relación hay que seguir uno a uno todos los pa­
sos necesarios .
3 . Creo que la receta para una buena relación es igual que la receta para cocinar un
buen plato: necesita los ingredientes idóneos y mucha atención.
4. Creo que las personas que tienen éxito en sus relaciones son aquellas que han des­
cubierto cómo actuar correctamente.
5. Creo que tener éxito en una relación es igual que saber cocinar bien; si abusamos o
prescindimos de los elementos necesarios podemos fracasar.
6. Creo que una buena relación debe seguir determinados pasos para lograr el éxito .
7 . Creo que conseguir que una relación funcione es igual que seguir los pasos de una
receta para cocinar un buen plato.
8. Creo que hay una receta para conseguir el éxito en las relaciones y que algunas per­
sonas la encuentran y otras no.

203
Fred y Pauline

Fred y Pauline no tenían intenciones de casarse a corto plazo.


Ambos habían pasado por sendos divorcios y no querían complicar­
se la vida. Sin embargo, esperaban que su relación fuera buena y du­
radera. Además, si las cosas iban bien tampoco descartarían el ma­
trimonio.
F red y Pauline querían disfrutar de una larga relación y para
conseguirlo sabían que tenían que ser felices y aprovechar el tiempo
que pasaban juntos. Reconocían que encontrar la felicidad no sería
nada fácil para ellos . A Fred le gustaban los deportes, disfrutaba
practicándolos y viéndolos. Pauline, sin embargo, prefería el cine y
salir a bailar. Con el fin de superar este problema, decidieron poner
en funcionamiento un sistema mediante el cual ambos pudieran ha­
cer lo que quisieran. Para satisfacer a Fred, irían a correr juntos dos
veces por semana y por lo menos una vez al mes asistirían a algún
evento deportivo. Para hacer feliz a Pauline, irían al cine una vez a la
semana y también saldrían a bailar. Habían decidido buscar solu­
ción a sus problemas llegando a un acuerdo y eso es lo que hicieron
a la hora de distribuir el .tiempo que pasarían juntos. Fred y Pauline
creían que si seguían su fórmula al pie de la letra conseguirían llevar
a buen puerto su relación.
Pocos meses después, todo parecía indicar que Pauline y F red
habían acertado en su predicción. Seguían su fórmula de forma con­
tinuada y disfrutaban de su mutua compañía. A Pauline incluso le
gustaba correr y, por primera vez en su vida, había gritado durante
un partido de béisbol. Fred, por su parte, había aprendido algunos
impresionantes pasos de baile y se había autoproclamado crítico de
cine. Pauline había decidido irse a vivir con Fred y a pesar de que
ambos determinaron esperar bastante tiempo antes de pensar en el
matrimonio, ya empezaban a sonar campanas de boda.
Fred y Pauline comprendían que no debían ser demasiado rígi­
dos a la hora de seguir su receta para la felicidad. Reconocían que
no existía ninguna fórmula que pudiera aportar todas las garantías
de éxito a una relación y que debían estar dispuestos a cambiar sus
actividades si las circunstancias así lo requerían. Por ejemplo: a me­
dida que se acercaba el invierno, Fred se dio cuenta de que habría
días en los que les resultaría imposible ir a correr. Por otra parte,

204
Pauline sabía que habría noches en las que a Fred no le apetecería
salir a bailar. F red y Pauline coincidían al admitir que se podían dar
estas circunstancias y decidieron que buscarían nuevas actividades
para satisfacer sus respectivas necesidades. Creían que si siempre
conseguían llegar a algún tipo de acuerdo, su relación seguiría sien­
do maravillosa.

Elizabeth e Isaac

Todos los jueves, a las seis de la tarde, Elizabeth e Isaac se reuní­


an en el apartamento de éste para cenar y ver una película. La comi­
da, que preparaban ellos mismos, era bastante elaborada: un par de
aperitivos , una ensalada y un delicioso plato principal. Después de
cenar, iban paseando hasta el video-club y elegían una película que
ninguno de los dos hubiera visto. De regreso a casa de Isaac, ponían
la película, apagaban las luces, se sentaban en el sofá abrazados y se
tapaban con su manta preferida.
No había nada tan idílico en su relación como aquel ritual de los
jueves por la noche. De hecho, las actividades de esa noche eran de las
pocas que les gustaban a ambos. Por lo general, sus gustos eran com­
pletamente diferentes: a Isaac le gustaba ir a escuchar a los grupos de
rock independientes que tocaban en algunos bares del centro de la
ciudad; a Elizabeth le gustaba curiosear en las tiendas de libros anti­
guos. Elizabeth pensaba que la música que le gustaba a Isaac era inso­
portable e Isaac opinaba que no había nada más aburrido que pasar el
día hojeando libros mohosos. Los apretados horarios laborales y sus
diferentes aficiones hacían que Isaac y Elizabeth pasasen menos tiem­
po juntos del que querían. Por eso Elizabeth había sugerido tomar
medidas al respecto y dedicar parte de su tiempo a compartir una ac­
tividad de la que ambos disfrutasen. Como consecuencia, intentaban
aprovechar al máximo su noche de los jueves, llenándola de romanti­
cismo. Claro que no sólo pasaban juntos esa noche, pero era el único
momento en que ambos se sentían completamente compenetrados.
Creían que si seguían teniendo esa noche especial cada semana, con­
seguirían que su relación fuese por el buen camino.
A pesar de su optimismo, tanto Elizabeth como Isaac eran cons­
cientes de que no podían ser demasiado estrictos en el ritual de su

205
noche de los jueves. Comprendían que era una locura pensar que
una fórmula determinada podía garantizar el éxito de su relación.
En varias ocasiones, Elizabeth había expresado su preocupación di­
ciendo que temía que llegara un momento en el que la combinación
de la cena, el helado y la película ya no funcionara tan bien como lo
había hecho hasta el momento. Ambos sabían que si llegaba ese mo­
mento tendrían que cambiar la noche de los jueves o quizás buscar
otras actividades que también fueran de su agrado. Lo importante
era que habían encontrado una receta que les gustaba a ambos y que
serían capaces de cambiarla cuando llegara el momento de hacerlo.
Elizabeth e Isaac creían que si seguían fieles a sus principios su rela­
ción continuaría siendo feliz.

Modos de pensamiento y conducta

La historia del libro de cocina, siempre presente en los libros de


psicología popular, es una historia muy conocida. Además, la mayo­
ría de nosotros hemos crecido pensado que debe existir un modo
«adecuado» para manejar las relaciones íntimas correctamente y
que la clave está en descubrirlo.
Los psicólogos suelen distinguir entre los «problemas bien es­
tructurados» y los «problemas mal estructurados».7 La diferencia
entre ambos es que los bien estructurados cuentan con una vía clara
y correcta para llegar a la solución, mientras que los mal estructura­
dos no cuentan con ella. Por ejemplo: un problema de álgebra sería
uno bien estructurado, mientras que el problema sobre los argu­
mentos que hay que presentar a la hora de defender una determina­
da postura política sería uno mal estructurado. Los consejos que
ofrecen los libros de psicología popular para mejorar las relaciones
íntimas parten de la base de que crear una relación es un problema
bien estructurado. Para aquellos que viven una historia del libro de
cocina, como Fred y Pauline, y Elizabeth e Isaac, sí lo es. Sin embar­
go, para la mayoría no es así.

7. Sternberg, Robert J. con Whitney, Catherine, Lave the way you want tt, Nueva
York, Bantam, 1 99 1 ; véase también Sternberg, Robert ] . , Cognitzve psychology, Ft. Worth,
Texas, Harcourt Brace College Publishers, 1 996.

2 06
¿Por qué podernos pensar que un problema está bien estructu­
rado cuando no es así? Existen varias razones. Por una parte, desde
nuestra más tierna infancia se nos ha enseñado que todos los proble­
mas deben estar bien estructurados. Los libros de texto suelen pre­
sentar los problemas de forma autoritaria, con respuestas correctas
e incorrectas. Muchos de los manuales que caen en nuestras manos
tienen preguntas con respuestas correctas e incorrectas . La religión
también nos enseña que existen respuestas correctas e incorrectas.
Los políticos también dicen estar en posesión de la verdad, de la
respuesta correcta y acusan a sus oponentes de no tenerla. Existen
muchas fuerzas en nuestro entorno que se unen para hacernos creer
que debe haber una única respuesta o solución correcta a los pro­
blemas de la vida.8 Por tanto, no resulta extraño que la historia del
libro de cocina sea la más popular.
El hecho de que los individuos crean o no en la existencia de ese
tipo de respuestas correctas depende de su forma de pensar.9 Una
vez planteé una teoría sobre las formas de pensar según la cual, por
ejemplo, algunas personas prefieren llegar por sí solas a la solución
de sus problemas, mientras que otras prefieren que se les indique lo
que tienen que hacer. Muchas de las parejas que cuentan con la his­
toria del libro de cocina prefieren que se les diga lo que tienen que
hacer y, una vez que se les ha señalado el camino que hay que seguir,
no quieren desviarse del mismo ni una sola vez.
Pero también existen parejas, corno Elizabeth e Isaac, que ela­
boran su propia receta. Sin embargo, una vez que han conseguido
que ésta sea perfecta, pueden ser tan estrictas a la hora de seguirla
corno las otras parejas que la tornan prestada. Probablemente las pa­
rejas que cuentan con esta historia y obtienen mayor éxito en sus re­
laciones son aquellas que tienen capacidad para ser flexibles y cam­
bian su receta con el paso del tiempo o cuando comienzan una
nueva relación.

8. Sternberg, Robert J . , Success/ul zntelligence, Nueva York, Simon and Schuster,


1 996; Sternberg, Robert J. y Spear-Swerling, Louise, Teaching /or thznking, Washington,
DC, American Psychological Association, 1 996.
9. Sternberg, Robert }., Thinking styles, Nueva York, Cambridge University Press,
1 997 .

207
Papeles complementarios: los cocineros,
los chefs y el cocinero y el chef

Los dos principales papeles complementarios siempre implican


a dos personas que trabajan juntas para elaborar un plato (su rela­
ción) con una determinada receta. El origen y la elaboración de la
receta hacen que las relaciones sean diferentes. Los cocineros toman
las recetas prestadas y los chefs elaboran las suyas propias. En el ca­
so del chef y el cocinero, uno de ellos asume la mayor parte de res­
ponsabilidad para idear la receta y el otro acaba cocinándola.
En las relaciones cocinero-cocinero, ambos miembros toman
«prestadas» las pautas que se deben seguir. Suelen ser personas que
leen libros de autoayuda, ven programas televisivos basados en las
relaciones de pareja o escuchan programas de radio en los que se
discuten estos temas. También pueden imitar los comportamientos
que han visto en sus padres o en otras parejas.
Las relaciones chef cocinero pueden funcionar bastante bien, ya
que en ellas las responsabilidades quedan claramente distribuidas:
un individuo es el responsable de inventar la receta y el otro de pre­
pararla. Elizabeth e Isaa_c contaban con este tipo de relación en la
que ella desempeñaba el papel de chef Si nos fijamos en sus formas
de pensar, nos daremos cuenta de que a uno de ellos le gusta decidir
lo que hay que hacer, mientras que al otro le gusta que se le diga lo
que tiene que hacer. El mayor factor de riesgo en este tipo de rela­
ción es que el chefpuede llegar a aburrirse con el cocinero, ya que es
él quien tiene que plantear las ideas. También suele suceder que el
cocinero comienza a sentirse molesto con el chef porque siempre es
éste quien determina el camino a seguir.
La relación chefchef constituye una tercera posibilidad. Fred y
Pauline mantenían este tipo de relación. Ambos tenían el mismo ni­
vel de responsabilidad a la hora de confeccionar su receta personal.
Estas relaciones son más igualitarias que las del che/cocinero. Al
igual que en la relación cocinero-cocinero ambos individuos inter­
pretan el mismo papel. Sin embargo, si la pareja no se pone de acuer­
do con la receta que hay que seguir, surgirán bastantes posibilidades
de conflicto en este tipo de relaciones. En tales casos, haría falta una
buena estrategia para resolver el conflicto o los individuos deberían
buscar otra relación en la que las recetas fuesen más parecidas.

208
Ventajas e inconvenientes

La principal ventaja de la historia del libro de cocina consiste en


que cuenta con una estrategia más o menos definida para hacer que
la relación funcione. Fred y Pauline, y Elizabeth e Isaac contaban
con esa estrategia. Los individuos saben lo que tienen que hacer y,
normalmente, lo hacen.
Estas relaciones también cuentan con cierto tipo de idealismo
que hace que estas personas mantengan la esperanza; aun cuando
no encuentren la receta adecuada pensarán que, en un futuro, la con­
seguirán. De este modo, algunas parejas que cuentan con esta histo­
ria y que son conscientes de que su relación no funciona como de­
bería hacerlo, están dispuestas a buscar ayuda terapéutica, a hacer
ejercicios o cursillos o cualquier otra cosa que pueda orientarles en
su búsqueda de la receta ideal. Las parejas que comparten este tipo
de idealismo se parecen, en cierto modo, a aquellas personas que se
pasan la vida siguiendo diferentes regímenes dietéticos con la espe­
ranza de encontrar el que realmente les permita perder peso. Siem­
pre están dispuestas a comprar el último libro que les indique un
nuevo método para adelgazar y les permita hacerlo de forma defini­
tiva. Algunos individuos dan con la receta, pero la mayoría no.
El principal inconveniente de la historia del libro de cocina es la
falta de flexibilidad: la pareja queda bloqueada por una receta que
no les funciona o tal vez les funcionó antes, pero ya no lo hace en la
actualidad. La historia del libro de cocina tiende a tener mayores
probabilidades de éxito cuando la pareja que la comparte es flexible
a la hora de crear o realizar sus recetas.
Otro posible inconveniente, que acabamos de mencionar, se da
cuando los individuos no saben cuándo deben dejar de usar la rece­
ta. Imaginémonos una pareja a la que las cosas no le funcionan de­
masiado bien y decide acudir a un terapeuta que puede aconsejarles
adecuadamente. Sin embargo, la terapia no funciona. La pareja
piensa que el terapeuta al que acudió quizá no era demasiado bueno
y decide visitar a otro. De nuevo, vuelve a fracasar. ¿Pueden estar
seguros los componentes de esta pareja de que la terapia no funcio­
na estando, como están, abocados hacia el más absoluto de los fra­
casos? No, ya que el problema no está en el número de terapeutas
que visiten sin éxito alguno, dado que siempre existe la posibilidad

209
de que alguno les dé una solución que funcione. Puede que sea el
tercero, el quinto o el número ciento setenta; no importan los fraca­
sos, siempre queda la esperanza. Sin embargo, las personas que
cuentan con la historia del libro de cocina tienen que asumir la res­
ponsabilidad de admitir que la esperanza que mantienen viva es tan
insignificante como un grano de arena en la inmensidad del desier­
to. Deben darse cuenta de que ya no existe receta alguna que les
pueda ayudar.

2 10
10

Historias de género

En las historias de género, el modo o forma de ser en la relación ;


constituye la clave de la existencia y mantenimiento de la misma.
Existe algún rasgo vigente en la relación que domina los demás aspec­
tos de la misma. En la historia bélica, existe una guerra y todas las ba­
tallas que derivan de la misma dominan la relación. La guerra nunca
se gana o se pierde, no puede finalizar ya que si la relación quiere so­
brevivir atendiendo a este tipo de historia necesita de ella. En la histo­
ria teatral, uno de los miembros de la pareja (o, a veces, ambos) de­
sempeña/n cierto papel. La relación es como el teatro: el papel o
papeles pueden cambiar, pero no los aspectos teatrales. En la historia
de humor predominan las bromas, el desenfado y el saber ver la cara
alegre de las cosas. Cualquier intento de mantener una conversación
seria o, incluso, conflictiva se desvía directamente hacia el humor. En
la historia misteriosa, uno de los componentes de la pareja parece es­
tar envuelto continuamente por un halo de misterio. La historia se va
desarrollando a medida que el otro componente intenta cruzar aun­
que nunca con total éxito, por ese halo misterioso. Cuando lo consiga,
siempre habrá un nuevo misterio que descubrir.

HISTORIA BÉLICA

En la historia bélica la pareja interpreta el amor como una gue­


rra, normalmente larga y devastadora, en la que se producen múlti­
ples batallas o enfrentamientos. Lo más curioso es que si ambos indi­
viduos comparten el mismo punto de vista, serán bastante felices con
esta historia que resultaría dolorosa para la mayoría de las personas.

211
Del mismo modo en que algunos individuos eligen ser soldados
de profesión, algunas parejas se convierten en soldados en sus rela­
ciones y son verdaderamente felices peleando y, sobre todo, después
de tener lo que ellos consideran una buena pelea. Al igual que los
individuos que luchan en una guerra, cuando la batalla finaliza la
pareja quizá no esté muy segura sobre lo que debe hacer consigo
misma. Cuando sólo uno de los componentes de la pareja tiene la
historia bélica, lo que uno considera bastante aceptable puede ser
considerado odioso por el otro.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA BÉLICA

l . Creo que discutir constituye un buen ejercicio de salud para la relación.


2. Realmente creo que las peleas hacen más vital la relación.
3 . Creo que las relaciones en las que la pareja no discute a menudo están acabadas.
4. Creo que resulta más interesante discutir que transigir.
5. Creo que las peleas frecuentes dan lugar a que se aireen los temas conflictivos y
mantienen la relación limpia y saludable.
6. Me encanta pelearme con mi pareja para seguir manteniendo el interés.
7. Todos los enfrentamientos que generan las relaciones son muy buenos para las
mismas.
8. Realmente me gusta pelearme con mi pareja.

Bob y Dierdre

Las cosas siempre eran así para Bob y Dierdre. Estaban senta­
dos cenando, cuando Bob preguntó a su mujer, Dierdre, si había re­
considerado su decisión de seguir llevando a su hijo a la escuela pú­
blica. Dierdre cerró los ojos y respiró profundamente para no
perder la calma. La pareja llevaba semanas discutiendo si debía de­
jar o no a su hijo John en la escuela pública y, tras varias semanas de
fuertes peleas, Dierdre había llegado a la conclusión de que ella y su
marido tenían que ponerse de acuerdo. Sin embargo, sentía que se
avecinaba una nueva pelea y era consciente de que el tema estaba to­
davía sin resolver.
Bob ya había visto otras veces esa expresión en la cara de Dier­
dre y sabía cómo interpretarla. Inmediatamente, la acusó de actuar

2 12
de forma condescendiente hacia él; argumentaba que sus opiniones
eran tan importantes como las de ella y que ella debía ser consciente
de eso. Ella estaba de acuerdo con él pero decía que la decisión de
mantener a John en la escuela pública no obedecía a ningún tipo de
opinión. Lo único que importaba era conseguir lo mejor para su hi­
jo. Ante tal comentario, Bob dio un puñetazo sobre la mesa y le pre­
guntó a su mujer si creía que lo mejor para su hijo era tener que en­
frentarse a las bandas y a las drogas durante todos y cada uno de los
días de los próximos cuatro años. Bob gritaba y Dierdre se limitaba
a mover la cabeza con resignación. Su hijo se fue corriendo a su ha­
bitación.
Bob y Dierdre habían mantenido este tipo de peleas durante los
últimos quince años . Dierdre había jurado que intentaría mantener
a flote su matrimonio al menos hasta que John hubiera terminado el
instituto; sin embargo, no sabía cuántas batallas más sería capaz de
aguantar. Bob siempre había pensado que uno tenía que luchar por
aquello en lo que creía y opinaba que los temas familiares no tenían
que ser una excepción. Dierdre siempre había preferido discutir las
cosas con más calma; sin embargo, con el paso de los años había
descubierto que el único modo de soportar las peleas con su marido
era adoptar la misma actitud que él; así que luchaba contra todas las
dificultades que se encontraba en el camino. Por lo demás, solía ce­
der a los deseos de su marido con el fin de escapar a las iras de éste.
Desgraciadamente se había dado cuenta de que, si imitaba la con­
ducta de Bob, éste todavía se enfurecía más y por ello siempre inten­
taba evitar las peleas con él. Sin embargo, consideraba que el tema
de la educación de su hijo era muy importante y después de haberlo
tratado con sus amigos, parientes e incluso con profesores y directo­
res tanto de la escuela pública como de la privada, había llegado a la
conclusión de que la escuela pública era la mejor opción para su hi­
jo. Por ello creía que debía enfrentarse a todos y cada uno de los ata­
ques de su marido.
El tema de la educación de John era algo muy importante y dis­
cutir sobre él resultaba inevitable, pero las luchas que solían mante­
ner Bob y Dierdre no siempre eran de tal magnitud. Hacía apenas
una semana, habían discutido sobre si debían cambiar o no el sofá
de la sala de estar. Bob pensaba que estaba viejo y mugriento y Dier­
dre consideraba que tenía mucho encanto. Bob acusó a Dierdre de

2 13
ser una dejada y le recriminó ser un mal ejemplo para John. Acaba­
ban de mantener una discusión sobre el colegio al que debía ir su hi­
jo y ya estaban peleando por algo sin importancia. Dierdre no daba
crédito a lo que estaba sucediendo.
Sin embargo, Dierdre reconocía que su relación siempre se ha­
bía caracterizado, y probablemente se caracterizaría, por las conti­
nuas discusiones. No importaba cuál fuera el tema, siempre habría
una pelea esperándoles a la vuelta de la esquina.

Natasha y Marcus

Aquella gran noche de lunes, ya bastante tarde, se estaba dispu­


tando el cuarto tiempo entre los Pittsburgh Steelers y los Kansas
City Chiefs. Marcus , un seguidor incondicional de los Steelers, ca­
minaba preocupado de un lado a otro de la habitación, mientras su
equipo favorito se preparaba para realizar un ensayo.
Natasha, la novia de Marcus durante los dos últimos años,
irrumpió en la habitación y le preguntó si todavía no había termi­
nado el partido. Marcus, que estaba demasiado absorto en el juego
para escuchar las palabras de Natasha, se limitó a hacer un rápido
movimiento con la mano indicándole que quería estar solo . Muy
enojada, Natasha murmuró que no toleraría más esa ridícula con­
ducta y se encamino directamente hacia el televisor. Con los ojos
llenos de dolor, Marcus se llevó las manos a la cabeza y soltó un
grito. N atasha respondió chillando que le parecía absurdo que él
se preocupara tanto por un estúpido partido de rugby, cuando
ella acaba de lograr un ascenso. Intentando mantener la calma,
Marcus le dijo que celebrarían ese ascenso al día siguiente; luego
le rogó que le dejase ver los últimos minutos del partido en paz.
Natasha salió furiosa de la habitación y al mismo tiempo rasgó
uno de los pósters de los Steelers que Marcus tenía colgado en la
pared.
Minutos después, los Steelers se habían proclamado vencedo­
res de forma gloriosa, pero la celebración por parte de Marcus
duró muy poco ya que Natasha entró en la habitación y continuó
con su asalto verbal. Marcus intentaba tranquilizarla, pero sabía
que una vez que empezaba, era imposible pararla. Le explicó, co-

2 14
mo había hecho muchas veces , que reconocía lo absurdo e irra­
cional de su pasión por los Steelers; sin embargo , le dijo que eso
no era ningún delito y que ella debería ser considerada y dejarle
disfrutar de las tres horas semanales que jugaba su equipo favori­
to. Natasha le contestó diciendo que su estado de ánimo no tenía
nada que ver con el tiempo que Marcus pasaba viendo a los Stee­
lers , sino con la idea de que él se preocupaba más por su equipo
que por ella.
Marcus quiso darle una respuesta, pero ella no quería escucharle;
salió de la habitación, se fue directa al dormitorio y cerró la puerta
con llave. Marcus se sentó en el sofá y puso su cabeza entre los brazos.
Esa escena se había convertido en algo demasiado común en su rela­
ción con Natasha; cuando no eran los Steelers, se trataba de otra cosa.
Fuera cual fuese el tema, Natasha siempre estaba dispuesta a discutir
sobre lo que ella consideraba correcto. Y seguiría haciéndolo hasta
que Marcus le diera la razón; si no lo hacía, se limitaría a marcharse y
se negaría a hablar con él.
Mientras Marcus meditaba sobre su relación, Natasha irrumpió
de nuevo en la habitación. En un tono de voz bastante cruel, le dijo
que le comunicaría a su jefe que ya no necesitaba el pase de tribuna que
le había prometido a Marcus para ver a los Steelers. El corazón de
Marcus se paró por un momento, pero se repuso rápidamente y se
limitó a sacudir la cabeza con resignación.

Modos de pensamiento y conducta

La historia bélica concibe el amor como una guerra y, por tanto,


define las buenas relaciones como aquellas en las que se producen
frecuentes peleas o enfrentamientos. Las personas que cuentan con
esta historia siempre están dispuestas a luchar por aquello en lo que
creen. Es más, la necesidad de pelearse surge siempre que la pareja
mantiene un punto de vista diferente sobre cualquier tema que se
esté tratando.
Aquellas personas que no comparten esta historia pueden pen­
sar que es increíble que alguien se sienta bien manteniendo este tipo
de relación. ¿Cómo es posible que alguien quiera pelear? Después
de todo, los conflictos están asociados con la disolución, no con la

2 15
construcción de las relaciones . 1 Pero el hecho de plantear esta pre­
gunta supone lo mismo que preguntarse por qué alguien quiere in­
gresar en el ejército. Las personas guerreras, encuentran la satisfac­
ción en la batalla. Y para las personas que viven una historia bélica,
las verdaderas batallas se encuentran en sus relaciones.

Papeles complementarios: los guerreros


vencedores y los guerreros vencidos

La historia bélica que funciona con éxito cuenta con dos per­
sonas que desempeñan el papel de guerreros. Se suceden las esca­
ramuzas y las batallas de mayor importancia y, en cada una de
ellas , hay un vencedor y un vencido, un conquistador y un con­
quistado. Los individuos que mantienen este tipo de relación ex­
perimentan la mayor satisfacción cuando desempeñan, durante el
máximo tiempo posible, el papel de conquistadores. Pero cuando
se pierde la batalla queda la esperanza de que siempre habrá una
próxima y de que en ella quizás se podrá reconquistar lo perdido
en la anterior.

Ventajas e inconvenientes

Está historia presenta ventajas umcamente cuando ambos


miembros la comparten y tienen los mismos objetivos. En estos ca­
sos, las amenazas de divorcio y también de otro tipo suelen ser muy
comunes; sin embargo, la pareja nunca piensa hacerlas realidad,
simplemente se divierte actuando de este modo. El principal incon­
veniente de la historia bélica surge cuando uno de los miembros de
la pareja no comparte esa concepción del amor. Esto da lugar a un
conflicto continuo e intenso que genera un gran sentimiento de frus­
tración en ese individuo.

1 . Gottman, J ohn M . , What predicts dzvorce? The relationships between marital pro­
cess and marital outcomes, Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 994 ;
Markman, Howard J., «Prediction of marital distress: a five-year follow-up», en ]ournal o/
consulting and clínica! psychology 49, 1 98 1 , págs. 760-762 .

2 16
Las personas pueden vivir una relación bélica sin que ésta forme
parte de sus historias favoritas. En tales casos, las constantes peleas
harán que los componentes de la pareja se sientan muy mal y si no
son capaces de escapar a ellas no conseguirán ser felices.

HISTORIA TEATRAL

En la historia teatral, uno o ambos miembros de la pareja se ven


a sí mismos desempeñando un determinado papel en una función.
El amor sigue un guión prestablecido que cuenta con una perfecta
estructura de escenas, actos y personajes.2 El comportamiento de la
pareja puede ser histriónico o carente de entusiasmo, aunque, una
vez que se ha fijado la escena, es predecible.
Algunas de las parejas que comparten las relaciones basadas en
la historia teatral son conscientes de ello y se sienten satisfechas. Sin
embargo, también existen casos en los que uno de los componentes
de la pareja descubre, después de un tiempo de relación, que su
compañero está actuando en el sentido más estricto de la palabra,
siguiendo una especie de guión. Las emociones y el comportamien­
to que parecían verdaderos, en realidad son y han sido artificiales
independientemente de quién fuera el público.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA TEATRAL

Actor
1 . Creo que mis relaciones son como obras de teatro: algunas son comedias y otras
dramas.
2. A menudo actúo para mi pareja.
3. A menudo me encuentro a mí mismo desempeñando un papel en mi relación, co­
mo si de una obra de teatro se tratase.
4. Mis relaciones son como una obra de teatro en la que yo creo el final.

Público
1 . Suelen atraerme las parejas que son capaces de desempeñar diferentes papeles, co ­
mo los actores en el teatro.

2. Goffman, Erving, The presentation o/ sel/ in everyday lz/e, Garden City, Nueva
York, Doubleday, 1 959; Schank, Roger C. y Abelson, Robert P. , Scripts, plans, goals, and
understanding, Hillsdale, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1 977.

217
2 . Me gustan las personas que pueden desempeñar diferentes papeles en pocos minu­
tos, cambiando con facilidad.
3. Me gustan las personas que se autoconsideran actores .
4 . Me gusta salir con individuos que sean capaces de cambiar su conducta según el
contexto, como los actores en una obra de teatro .

Robert y Cindy

Todo el mundo no hacía más que decirle a Robert lo mucho que


le gustaría la nueva compañera de piso de su hermana: Cindy. Esa
noche, ella había organizado una fiesta y Robert tendría la oportuni­
dad de descubrir si a él también le gustaba tanto como a los demás.
Robert pasó varias horas acicalándose para esa noche: en el caso de
que se enamorara de Cindy, quería estar seguro no sólo de tener un
buen aspecto, sino de contar con un amplio abanico de temas de
conversación. Robert sabía, por experiencias anteriores, que la dife­
rencia entre el éxito y el fracaso podía depender de algo tan simple
como la cantidad de emoción expresada al mirarla a los ojos o cual­
quier otro detalle de este tipo.
Completamente preparado, Robert se dirigió al apartamento
de su hermana y llamó a la puerta. Una hermosa mujer, que se pre­
sentó como Cindy, le abrió la puerta. Robert se sintió muy atraído
por ella, pero intentó no parecer demasiado interesado desde un
primer momento; le estrechó la mano educadamente y enseguida
fue a saludar a su hermana. Sabía que si expresaba lo que sentía en
aquel momento, Cindy le rechazaría; nadie querría algo tan fácil de
conseguir. Robert conversó con diferentes personas en la fiesta,
aunque en todo momento controlaba los movimientos de Cindy.
Quería asegurarse de que cada vez que hacía sonreír a alguien, ella
era testigo de su acción.
A medida que la noche avanzaba, Robert empezó a establecer
contacto visual con Cindy. Ya había guardado las distancias duran­
te bastante tiempo; era el momento de hacerle saber que estaba in­
teresado en ella. Cuando la fiesta comenzaba a decaer, se acercó
hacia ella y entabló una conversación . Empezó a hablar de lo rara
que era la vida, con sus azarosas secuencias de emociones y acon-

218
tecimientos . Ella parecía mostrarse interesada y él utilizaba ese in­
terés para llevarla a su terreno. Minutos después de que todos se
hubieran marchado, la hermana de Robert les anunció que se iba a
dormir.
Aprovechando la ocasión, Robert decidió dar un sutil giro a su
conversación y comenzó a hablar de las relaciones íntimas. Tras
unos incómodos minutos de silencio, realizó la mejor de sus imita­
ciones de James Dean y con voz dulce le susurró que creía que ella
realmente le gustaba. Luego le dijo que debía marcharse, pero que
le gustaría salir a cenar con ella algún día. Cindy aceptó y, antes de
que se fuera, le besó suavemente en los labios.
Dos días después, Robert y Cindy tenían su primera cita. Al
igual que en la primera noche que se conocieron, Robert estaba fin­
giendo bastante. Le contaba divertidas historias y realizaba comple­
jos análisis psicológicos de las parejas que estaban sentadas a su al­
rededor. Todo ello prestando especial atención a las reacciones de
Cindy para poder determinar cuál debía ser el próximo acto. Todo
parecía indicar que Robert no podía equivocarse. Cindy estaba dis­
frutando del momento. Sin embargo, pensaba que Robert era dema­
siado perfecto y que quizás le estaba ocultando algo.
A medida que transcurrieron las semanas, Cindy empezó a pre­
guntarse si Robert había fingido en alguna de sus anteriores relacio­
nes. En algunos momentos, le parecía que tenía una vibrante y tea­
tral personalidad; sin embargo, en otros momentos le parecía que se
limitaba a seguir un determinado guión. Por ejemplo: un día encon­
tró en su monedero una caja de caramelos Pez envuelta por una cin­
ta roja. Obviamente, Robert la había puesto ahí. Su primera impre­
sión fue que aquello era un bonito detalle pero, mientras estaba
hablando por teléfono con Robert sobre lo sucedido, se dio cuenta
de que la hermana de Robert movía la cabeza al tiempo que sonreía
ligeramente como si estuviera pensado: «De nuevo lo de la caja de
caramelos Pez en el monedero, ¿ eh?». La verdad es que a Cindy le
habría parecido bastante penoso que el sentido del humor y los ges­
tos románticos de Robert sólo formaran parte de una comedia que
ya había representado ante innumerables mujeres. Pero, ¿era eso
cierto?

219
Kellen y Peter

Nada más entrar en el Wayfarer, un bar del lugar, Peter se fijó


inmediatamente en los ojos de la mujer que estaba junto a la mesa
de billar. En su mano izquierda sostenía un cigarrillo con elegancia.
Cuando fumaba, aspiraba lentamente y espiraba con mucho garbo,
separando los labios ligeramente para evitar que el humo saliera rá­
pidamente y le diera en la cara. En la mano derecha sostenía lo que
parecía ser una margarita; sujetaba la parte superior del vaso con
dos dedos y tornaba pequeños sorbos con una pajita. Su belleza ha­
cia resaltar su elegancia y a pesar de que Peter tenía ganas de hablar
con ella, se sentía insignificante a su lado y pensaba que ella desearía
estar con alguien que estuviese a su altura. Sin embargo decidió in-
tentarlo y, finalmente, se le acercó.
·

Ella ni siquiera había notado su presencia. No obstante, él reu­


nió todo su valor y le preguntó cómo se llamaba. Con una ligera o, al
menos, condescendiente sonrisa le dijo que se llamaba Kellen. Por
raro que parezca, ella no le preguntó su nombre y se limitó a desear
que Peter se marchara. Sin embargo, hubo un momento en que se
giró hacia él y le miró; parecía indicarle que tal vez le gustaba, así
que Peter decidió quedarse.
A medida que la noche avanzaba, Kellen empezó a hablar a
Robert de manera ocasional aunque, en todo momento , guardó
las distancias . Peter estaba bastante intrigado ante la actitud indi­
ferente de Kellen. Quería pedirle su número de teléfono pero, an­
tes de que se decidiera a hacerlo, Kellen sacó un trozo de papel de
su monedero, escribió en él su teléfono y le dijo a Peter que la lla­
mara. Él se quedó más perplejo todavía, aunque estaba muy emo­
cionado por el modo en que había ido evolucionando la noche.
Peter llamó a Kellen y quedaron para salir a cenar. El encuentro
resultó muy bien; el comportamiento fue igual al de la noche en que
se conocieron. Acordaron verse de nuevo y Kellen sugirió la idea de
que podían ir de picnic al lago que se encontraba a las afueras de la
ciudad. Peter accedió y, desde aquel momento, no dejó de pensar en
el futuro día de la excursión. Por fin llegó el momento: era un día
precioso en el que Peter se sentía completamente deslumbrado por
la arrebatadora presencia de Kellen. Se comportaba corno una es­
trella de cine y, en algunos momentos, Peter se imaginaba que esta-

220
ha viviendo una romántica escena del celuloide hollywoodiense. To­
dos y cada uno de los movimientos de Kellen parecían hipnotizarle.
Peter y Kellen empezaron a verse regularmente y él seguía sin
salir de su asombro. No obstante, había empezado a preguntarse
cómo era posible que alguien estuviera siempre tan sereno y consi­
guiera guardar la compostura en todas las ocasiones. También había
pensado preguntárselo a ella pero, antes de hacerlo, recibió una in­
formación un tanto extraña.
Una noche, en la que describía a un amigo cómo era Kellen, al­
guien oyó lo que estaba diciendo. Esa persona había tenido una cor­
ta relación con Kellen y, ante el asombro de Peter y su amigo, resul­
tó que las experiencias que Peter había tenido con Kellen eran casi
idénticas a las que esa persona había compartido con ella. Todo
coincidía: desde la escena inicial en el bar, hasta el modo en que se
habían dado el primer beso. Peter sonrió amargamente y se dio
cuenta de que todo había sido puro teatro.

Modos de pensamiento y conducta

En la historia teatral, todo parece obedecer a un guión. Todos


seguimos unos guiones hasta cierto punto; lo que distingue a esta
historia de las demás es la intensidad de ese seguimiento. En la his­
toria teatral, casi todo, excepto los pequeños detalles fruto de la in­
teracción, se planea anticipadamente no sólo para conseguir lo de­
seado, sino para que parezca improvisado. En la mayoría de los
casos, los individuos no se dan cuenta de que forman parte de una
representación teatral hasta tiempo después de que haya empezado
la relación. A veces no son conscientes de ello.
A la persona que desempeña el papel de espectador, la relación
le puede parecer, de repente, algo artificial e hipócrita. Sin embargo,
el actor siente que los guiones forman parte de la relación y cree que
lo que está haciendo es lo correcto y apropiado para que ésta trans­
curra por el camino adecuado. Quizás el actor siga modelos de rela­
ciones anteriores que obedecían a estrictos guiones o puede que
tiempo atrás intentara improvisar y esa improvisación le llevase al
fracaso y por ello ahora cree que es mejor ceñirse a una estructura
predeterminada. En cualquier caso, las personas que actúan de este

22 1
modo no se sienten hipócritas o artificiales en absoluto. Y en algu­
nas ocasiones puede que no sean conscientes de que están siguiendo
un guión.

Papeles complementarios: el actor y el público

Los papeles más comunes en la historia teatral son el de actor y


el de público. En algunos casos, ambos individuos quizás interpre­
ten una escena en la que el público esta constituido por otras per­
sonas .

Ventajas e inconvenientes

La relación teatral puede llegar a buen puerto cuando ninguno


de los componentes de la pareja es consciente de que se está siguien­
do un guión. En la mayoría de los casos, sólo hay un actor y la rela­
ción fracasará cuando su pareja le descubre. Sin embargo, la re­
lación suele tener éxito cuando el actor no es consciente de su papel.
En este caso, la persona que hace el papel de público reconoce que
lo que parece una escena teatral es, simplemente, la forma de com­
portamiento que le resulta más cómoda adoptar a su pareja en las
relaciones íntimas.

HISTORIA DE HUMOR

La historia de humor suele ser bastante desenfadada y las per­


sonas que la comparten buscan la cara alegre de las cosas . Uno o
ambos componentes de la pareja bromean con asiduidad, lo cual
se puede convertir en un ritual. Cuando surge un problema, in­
tentan resolverlo desdramatizándolo, procuran encontrar el lado
divertido del mismo y luego siguen adelante. Las personas que vi­
ven una historia de humor se encargan de que nada tome un cariz
demasiado serio en la relación y, cuando una conversación ad­
quiere ese aire la desvían o acaban bromeando. Si uno de los
miembros de la pareja no comparte la historia de humor, puede

222
quedar bastante desconcertado ante el aparente ritmo inapropia­
do de bromas.

DIAGNÓSTICO D E L A HISTORIA D E HUMOR

El público
1 . Me gusta tener un compañero/a que sepa encontrar la cara divertida de los conflictos.
2. Me gusta que mi pareja sea capaz de ver el lado humorístico de las cosas .
3 . Creo que si una relación adquiere un aire demasiado serio se puede estropear; por
eso me gusta que mi parej a tenga sentido del humor.
4. Me gusta que mi pareja me haga reír siempre que tenernos que enfrentarnos a una
situación de tensión en nuestra relación .

El humorista
l . Reconozco que, en ocasiones, utilizo el humor para escapar a ciertos problemas de
·

mi relación .
2 . Me gusta bromear cuando mi parej a está enfadada conmigo , principalmente por­
que creo que, aun cuando atravesarnos momentos difíciles, tenernos que conservar
el sentido del humor en la relación.
3 . Me gusta usar el humor cuando tengo un problema con mi pareja porque creo que
todas las situaciones conflictivas de una relación tienen su lado divertido.
4. Cuando me enfado con mi pareja, siempre intento desdrarnatizar el terna.

Dolores y Wally

Desde el primer momento en que Dolores empezó a salir con


Wally, supo que, por lo menos, en su relación no faltarían la risa y el
sentido del humor. El primer día que salieron juntos, tuvieron algu­
nas dificultades de comunicación: ambos se hacían las preguntas
que suelen hacerse las parejas en la primera cita y ambos contesta­
ban del mismo modo: con respuestas estándar. Era una conversa­
ción aburrida y carente de inspiración. De repente, Wally sugirió
que diesen fin a esa apasionante conversación que mantenían argu­
mentando que su cerebro estaba estimulándose demasiado.
Fue muy oportuno, ya que sus palabras sirvieron para acabar
con la tensión reinante y eso les permitió conocerse mejor. Inmedia­
tamente, Wally empezó a fijarse en las parejas del restaurante que
parecían tener dificultades de comunicación y empezó a hacer co-

223
mentarios humorísticos de sus relaciones . Dolores tuvo un ataque
de risa y ella también empezó a analizar a algunas de las parejas del
local. Pronto ambos estaban riéndose sin control alguno y sólo deja­
ron de hacer payasadas cuando notaron que la gente los miraba.
La predicción de Dolores que aseguraba que Wally y ella com­
partirían muchas risas parecía haberse cumplido. Su habilidad por
ver la parte humorística de todos los acontedmientos de su vida les
hacía disfrutar de momentos muy divertidos y también les permitía
superar momentos difíciles. El único problema existente era que, en
determinadas ocasiones, Dolores pensaba que Wally no se tomaba
en serio la relación. Normalmente ella se unía a su estado jocoso; sin
embargo, en ciertos momentos le gustaba estar seria, como cuando
le preguntaba hacía dónde les conduciría su relación. Wally siempre
respondía a estas preguntas con una broma. En una ocasión, ella le
preguntó si se había planteado el hecho de casarse con ella y él le
contestó que sí lo había hecho, pero que ponía como condición que
no viviesen juntos. Esa respuesta no divirtió demasiado a Dolores;
Wally dijo que sólo estaba bromeando, pero siguió esquivando el te­
ma. Situaciones como ésta llevaban a pensar a Dolores que Wally te­
nía miedo a la intimidad y que intentaba disimularlo con sus conti­
nuas payasadas.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo Dolores no se planteaba
el enfoque que Wally daba a la relación. Normalmente adoptaba su
misma actitud y le seguía la corriente. Pensaba que el humor era una
parte muy importante de su relación y que tanto Wally como ella se
preocupaban mucho el uno del otro. No encontraba razón alguna
para poner fin a la diversión provocada por las gracias de su novio.

Nelson y Emily

Emily lo había vuelto a hacer. Su novio, Nelson, le había pre­


guntado si había pensado alguna vez irse a vivir con él y, como siem­
pre, ella se había limitado a realizar comentarios divertidos en torno
al tema sin decir nada serio. Primero hizo referencia a los inconve­
nientes de la convivencia en pareja, como las peleas que surgen
cuando personas de diferente sexo comparten el mismo cuarto de
baño. Entre los aspectos positivos, mencionó el hecho de que existía

224
menos riesgo de quedarse sin poder entrar en casa después de ha­
berse olvidado las llaves dentro; añadió que compartir su cama con
otra persona significaba que había dos oídos más que escucharían el
despertador por las mañanas y que así nunca llegaría tarde al traba­
jo. A pesar de que Nelson no pudo evitar reírse con algunos de los
comentarios de Ernily, se daba cuenta de que éstos constituían su
modo de evadir la cuestión. Deseaba que dejara de intentar ser tan
divertida y que empezase a tornarse más en serio su relación.
Ernily siempre había enfocado el amor y las relaciones bajo un
punto de vista humorístico. Decía que las personas nunca se para­
ban a pensar cuán absurda era la vida y cuán incontrolables eran las
emociones y la conducta humana. Argumentaba que si lo hicieran,
también se darían cuenta de la importancia de bromear y de reírse
de sí mismas y de las relaciones que vivían. A pesar de que Nelson
deseaba que Ernily no se tornara siempre a broma las situaciones
problemáticas o las decisiones importantes, compartía sus ideas has­
ta cierto punto. Es más, creía que el hecho de enfocar las relaciones
con humor tenía muchas ventajas. Además de la diversión y las car­
cajadas que le provocaban la interminable lista de divertidísirnas
bromas e ingeniosos comentarios de Ernily, sentía que también eran
muy beneficiosos para ver el lado bueno de la vida, especialmente
cuando todo parecía ponerse en contra. Por otra parte, había podi­
do superar algunos momentos de tensión gracias a la habilidad de
Ernily para saber encontrar la cara divertida de toda situación. Por
ejemplo: Una noche que salieron, al poco tiempo de haber iniciado
su relación, bebieron mucho y se emborracharon. A la mañana si­
guiente se despertaron en la misma cama y ninguno de los dos re­
cordaba realmente lo que había sucedido. Huelga decir que fue un
momento muy incómodo en el que ambos se preguntaron si aquello
podía significar el fin precipitado de su reciente relación. Hubiera
podido serlo, pero no fue así gracias al debate que inició Ernily so­
bre los encuentros sexuales en estado de embriaguez. Su análisis có­
mico incluía un complejo diagrama, repleto de conejitos, de un ro­
cío con alcohol que bebían esos conejitos y, por supuesto, del
adecuado dormitorio parra conejitos. Cuando acabó, Nelson se sin­
tió más unido a ella de lo que nunca se había sentido hacia otra per­
sona; probablemente este episodio sirvió para fortalecer su estatus
de pareja.

225
Modos de pensamiento y conducta

La historia de humor se caracteriza por considerar el amor co­


mo algo extraño y divertido a la vez. Todos tenemos opción de ver la
cara seria o la cara divertida del amor. Pero las personas que viven
una historia de humor prefieren ver la cara divertida. Utilizan el hu­
mor para estimular el mutuo interés, para minimizar los problemas
y, en ocasiones, para evadir los temas serios y mantener cierto grado
de distancia con la pareja.
El estancamiento es uno de los principales riesgos que corren
las relaciones íntimas; los individuos se llegan a aburrir. La historia
de humor es un modo de evitar la monotonía, ya que las posibilida­
des de vivir divertidas aventuras en una relación son infinitas. Sin
embargo, hay que decir que el hecho de limitarse siempre a ver la
cara divertida de las cosas tambíen puede acabar en aburrimiento.

Papeles complementarios: el humort'sta y el públt'co

Los dos papeles complementarios en la historia de humor son el


de humorista y el de público. Los miembros de la pareja pueden in­
tercambiar o alternar estos papeles pero, en determinados momen­
tos, el humorista necesita del público para interpretar con éxito su
papel. Todos hemos descubierto, más tarde o más temprano, que la
diversión, al igual que la belleza, es algo subjetivo que se encuentra
en el ojo del que mira. Por tanto, si no se aprecian las bromas o co­
mentarios de un humorista, éste puede dejar de hacerlos o, si se trata
de alguien que ve el amor desde un punto de vista humorístico pue­
de que, al sentir que su humor no es apreciado, se distancie mental o
emocionalmente de la relación que esté viviendo.

Ventajas e t'nconvent'entes

La historia humorística presenta una gran ventaja: la mayoría de


las situaciones cuentan con una cara desenfadada y el individuo que
vive esta historia tiene muchas más posibilidades de descubrirla. No
hay nada mejor que un poco de humor dentro de la propia relación

226
cuando ésta atraviesa por momentos de tensión o cuando la pareja
se siente algo agobiada.
Las historias de humor permiten que las relaciones sean creati­
vas y dinámicas y que la pareja pueda disfrutar de las experiencias
positivas de la vida. Los individuos tal vez encuentren en el aspecto
humorístico de su relación una fuente de felicidad y un constante
recordatorio de que existen algunas cosas que no son tan serias co­
mo aparentan ser en realidad.
La historia de humor también cuenta con algunos inconvenien­
tes. Probablemente el mayor de ellos es aquel que surge cuando se
intentan eludir temas de vital importancia haciendo uso del humor.
Las conversaciones que deben mantenerse por el bien de la pareja,
como la que mantuvieron Nelson y Emily sobre su proyecto de vida
en común, son relegadas a un segundo plano ya que lo que impera
es el sentido del humor. Dicho humor también representa un obstá­
culo a la hora de intimar de un modo más profundo.3 Finalmente, la
persona que desempeña el papel de espectador se puede cansar de
tener que reír siempre las gracias a su pareja.
Otro inconveniente es que el humor se puede utilizar para ser
cruel de un modo pasivo-agresivo. Por ejemplo: el humorista tal vez
use las bromas para reírse de su pareja, quien se enfada y le llama la
atención; entonces el humorista le explica que simplemente estaba
«bromeando» y le pregunta dónde está su sentido del humor. Tam­
bién se puede dar el caso de que la pareja sea extremadamente sen­
sible. No obstante, cuando el humor se utiliza para degradar a una
persona, aunque el autor de la degradación no quiera reconocerlo
(«sólo estaba bromeando») , la relación corre un serio peligro.
Por último, cabe decir que el humor se puede utilizar para unir a
las personas y crear intimidad, pero también para lo contrario: estable­
cer distancia entre ellas y eludir la intimidad. Debemos darnos cuenta
de que algo que en cantidades moderadas tiene excelentes resultados
en una relación, tal vez sea destructivo cuando su uso es abusivo.

3 . Harvey, John H., Odissey o/ the hearth: the search /or closeness, intimacy, and !ove,
Nueva York, W H. Freeman, 1 995 ; Levinger, George y Raush, H. L. (comps. ) , Close rela­
tionships: perspectives on the meaning o/ intimacy, Amherst, Massachusetts, University of
Massachusetts Press, 1977; Reis, Harry T. , «The role of intimacy in interpersonal rela­
tions», en fournal o/ social and clínica! psychology 9, 1 990, págs. 15-30.

227
HISTORIA MISTERIOSA

En la historia misteriosa predominan los aspectos misteriosos


de la relación. Históricamente siempre se ha asociado un cierto aire
de misterio al romance.4 Además, lo desconocido de una relación es
lo que hace que sea tan misteriosa en sus primeras etapas . Cada día
aprendemos algo nuevo de nuestra pareja. Los individuos que viven
una historia misteriosa desean que esta excitación no tenga fin. Sin
embargo, la mayoría de las personas esperan que los aspectos más
misteriosos de sus relaciones tiendan a desaparecer a medida que
éstas se van fortaleciendo y que la verdad acabe sustituyendo al mis­
terio.

DIAGNÓSTICO DE LA HISTORIA MISTERIOSA

El detective
1 . Me atraen los individuos que tienen un aire misterioso.
2 . Me gusta tener dificultades para averiguar cómo es mi pareja.
3. Siempre me siento atraído por individuos que ocultan algún misterio.
4. Siempre tengo parejas misteriosas cuyos secretos ocultos forman parte de su atrac ­
tivo.

El personaje misterioso
l . No creo que sea absolutamente necesario dejar que mi pareja sepa demasiadas co­
sas sobre mí.
2. Me gusta establecer cierto aire de misterio en torno a mi persona en mis relaciones
íntimas.
3 . Tengo muchos secretos que no comparto con mi pareja y eso me gusta.
4. Creo que es bueno que mi pareja siempre trate de averiguar nuevas cosas sobre mí.

Laura y Darrel

Laura llevaba seis semanas saliendo con Darrel y las cosas pare­
cían marchar bastante bien. No sólo era atractivo e inteligente, sino
que tenía una personalidad dinámica que hacía que uno se divirtiera

4. De Rougemont, Denis, Lave in the western world, Nueva York, Random House,
1 983 .

228
estando a su lado. Sólo le preocupaba una cosa: se había dado cuenta
de que las relaciones en las que ella había revelado todos sus secretos
de forma inmediata, habían acabado muy pronto. Laura creía que el
amor consistía en intentar conocer mejor a la otra persona y pensaba
que si uno mostraba demasiado de sí mismo, la relación corría el ries­
go de apagarse puesto que no quedaba nada por descubrir. Laura
sentía algo muy fuerte por Darrel y no quería que eso sucediera.
Quería asegurarse de que Darrel estuviera todo el tiempo intentando
descubrir algo nuevo de ella. Por eso le ocultaba muchas cosas de sí
misma, incluidas muchas de sus emociones.
El comportamiento de Laura estaba dando los resultados que
ella quería. El hecho de esconder a Darrel muchos de sus sentimien­
tos y algunos aspectos de su vida, hacía que éste nunca estuviera se­
guro de lo que ella sentía o pensaba. Aunque a menudo se sentía
frustrado por el comportamiento de Laura, le atraía la aventura de
desvelar su misterio. Pasaba todo el tiempo intentando averiguar
qué le ocultaba y ella, a veces, le revelaba parte de su secreto, pero
nunca la historia completa. Por ejemplo: Darrel se había dado cuen­
ta en varias ocasiones de que Laura garabateaba algo en un pedazo
de papel. Cuando le pregunta qué había escrito, ella le contestaba
que nada o que anotaba un recado que tenía que hacer.
Sin embargo, en algunas ocasiones Laura sentía que debía re­
compensar a Darrel por sus esfuerzos y le decía algo sobre sí misma
que él ignoraba. Por ejemplo: que algún día le gustaría llegar a ser
una buena escritora y que cuando escribía cosas en un papel, nor­
malmente eran frases o ideas interesantes que le gustaría incorporar
a su futuro libro. Al hacerle estas revelaciones, abría a Darrel una
parte de sí misma; sin embargo, se reservaba cosas tales como que
una parte de su persona pensaba que había algo malo que la impul­
saba a escribir sus sentimientos más recónditos y después venderlos.
Aunque Laura no pensaba ocultarle esta información para siempre,
creía que aún debía esperar antes de hablar del tema con él.
Normalmente Darrel creía que su intrépida búsqueda de la cara
oculta de Laura le conduciría a interesantes descubrimientos. Pero
en otras ocasiones pensaba que quizás Laura no tenía nada que
ocultar y que sus esfuerzos por saber más de ella eran inútiles. Tam­
bién pensaba que quizás estuviera escondiendo algo que le haría
cambiar su opinión sobre ella. Aun cuando dejaba estos problemas

229
aparte, el misterio de Laura hacía que la comunicación entre ambos
fuese muy difícil, especialmente cuando Darrel no se sentía identifi­
cado con el papel de detective y lo único que deseaba era conocerla
mejor. Además, en determinados momentos sentía que lo único que
hacía que su relación funcionase eran sus esfuerzos por descubrir
los secretos de Laura.
Afortunadamente, Laura era consciente de que Darrel podía te­
ner todas esas dudas y preocupaciones. Se dio cuenta de que le tenía
que revelar cada vez más cosas sobre sí misma si quería que la rela­
ción tuviera posibilidades de éxito a largo plazo. Así que estaba in­
tentando encontrar un punto medio para no pasar sin más de un ex­
tremo a otro. Deseaba que Darrel empezase a descubrir nuevos
aspectos de su personalidad. De este modo, Laura esperaba salvar la
relación y, al mismo tiempo, convertirla en algo más sólido e íntimo.

Martín y ]en

Martín y su mejor amigo, Spencer, estaban cenando en su res­


taurante favorito pero, desgraciadamente, no estaban de muy buen
humor. Martín y su novia, J en, tenían problemas. Spencer estaba
atónito porque pensaba que su amigo podía resolver esos proble­
mas fácilmente. Pero Martín se negaba a revelar todos sus senti­
mientos y emociones a J en.
Había muchas ocasiones en las que Jen se daba cuenta de que
algo preocupaba a Martín, pero cuando le preguntaba qué le pasa­
ba, él se limitaba a encogerse de hombros y decía que todo marcha­
ba bien. Sin embargo su rostro no expresaba lo mismo. Jen se sentía
muy frustrada cuando Martín se encerraba en sí mismo, ya que pen­
saba que nunca lograría conocerle si seguía comportándose de for­
ma tan misteriosa.
Martín ocultaba a Jen algunos hechos de su vida que hubieran
hecho mucho más fácil la comunicación entre ambos. Por ejemplo:
J en era pintora y siempre que se quedaba bloqueada en su obra le
decía a Martín que él no era capaz de comprender sus sentimientos
porque no era artista. Lo que ella ignoraba es que Martín era un
magnífico pintor que había expuesto varias de sus obras en una ga­
lería de arte.

23 0
A Spencer esta situación le parecía insólita; no podía compren­
der por qué Martín no había abierto completamente sus sentimien­
tos y emociones a Jen. Spencer pensaba que Martín se deleitaba
ocultando parte de sus facetas, incluso aquellas que J en hubiera
querido conocer, como sus habilidades pictóricas. Ambos se que­
rían mucho, pero Martín se negaba a ser sincero con ell a, aun en las
cosas más simples, y eso influiría mucho en el futuro desarrollo de
su relación.
Esa noche habían discutido porque J en había empezado a sos­
pechar que la extraña actitud de Martín se podía deber a que le esta­
ba ocultando algo realmente serio, como una relación paralela. Mar­
tín le podía haber dicho que no existía otra relación. Pero no lo
había hecho.
Martín explicaba su conducta partiendo de su punto de vista
sobre las relaciones íntimas. Creía que nunca hay que abrirse com­
pletamente al otro y que el amor consiste en intentar descubrir có­
mo es la pareja. Sentía que abrirse completamente a J en, revelándo­
le todos sus sentimientos y emociones, tendría el mismo efecto que
inculcarle a la fuerza a un estudiante el significado de un libro deter­
minado. El estudiante acabaría conociendo los aspectos del libro,
del mismo modo en que J en conocería los aspectos de su personali­
dad, pero ninguno de los dos conseguiría comprender el significado
de esos aspectos. Martín pensaba que para comprenderlos era nece­
sario que J en averiguara ciertas cosas por sí misma.
Por eso no le había hablado a Jen de su faceta artística. Hubiera
podido limitarse a decírselo y entonces J en se hubiera dado cuenta
de que podía hablar con él de su pintura. Sin embargo, Martín pre­
fería que, de algún modo, ella consiguiese llegar por sí misma a esa
conclusión puesto que eso significaría que la comprensión entre am­
bos era cada vez más profunda. Entonces hubieran podido hablar
de su afición por la pintura, no sólo como artistas, sino como dos
personas que se conocían muy bien.
Spencer estaba de acuerdo, hasta cierto punto, con las palabras
de Martín, pero le advirtió que cabía la posibilidad de que Jen nun­
ca fuera capaz de descubrir todas sus facetas. Martín era consciente
de eso, pero seguía diciendo que si Jen hacía un esfuerzo por com­
prenderle mejor, seguramente descubriría muchas cosas sobre él
hasta el momento desconocidas. Añadió que no creía que la pelea

23 1
que habían tenido significase el fin de su relación. Después de todo,
}en le había dicho en varias ocasiones que le atraía la aventura de in­
tentar descubrir cómo era. Martín atribuía el enfado de su novia a lo
mucho que le estaba costando desenmascararle. Sin embargo, reco­
noció que debía prometerle a J en que su secretismo no tenía nada
que ver con otra mujer.

Modos de pensamiento y conducta

Las personas que viven una historia misteriosa creen que el mis­
terio es un componente importante del amor y que nunca hay que
dejar al descubierto demasiados aspectos de uno mismo. Las revela­
ciones deben hacerse, en última instancia, de forma gradual y nunca
a la ligera. Las personas que viven una historia misteriosa piensan
que tanto ellas como los demás tienen muchos secretos y l�s gusta
que así sea.
De hecho, el aspecto detectivesco del amor puede generar mu­
cha excitación. Descubrir cosas sobre la persona amada es una ex­
periencia sumamente satisfactoria. Al principio de las relaciones los
individuos disfrutan desempeñando el papel de Sherlock Holmes y
prestan atención a todas y cada una de las palabras y acciones de su
pareja, con el fin de descubrir sus misterios. Normalmente el aspec­
to misterioso de la relación queda relegado a un segundo plano con
el paso del tiempo. Pero los individuos que viven una historia miste­
riosa nunca quieren que el misterio se desvele completamente.

Papeles complementarios: el detective


yel personaje misterioso

Los dos papeles complementarios en la historia misteriosa son


el de detective y el de personaje-misterioso. Estos papeles a veces se
alternan; sin embargo, lo más frecuente es que una persona desem­
peñe el papel de detective y la otra sea el personaje misterioso.
Las historias misteriosas, en el sentido más estricto de la pala­
bra, pueden llegar a ser casi góticas ya que el argumento de muchas
novelas románticas consiste en desvelar los misterios de uno de los

232
miembros implicados en la relación. Por otra parte, a veces son bas­
tante tristes cuando uno de los componentes de la pareja oculta in­
formación relevante y posiblemente importante para el otro.

Ventajas e inconvenientes

La ventaja de la historia misteriosa reside en la excitación que


genera. La historia misteriosa convierte la relación en una continua
aventura en la que uno o ambos protagonistas intentan descubrir in­
formación interesante acerca del otro. Muchas personas adoran las
historias de misterio y, por tanto, disfrutan de las relaciones miste­
riosas ya que en ambas impera el mantenimiento del interés.
Por otra parte, cuando hemos leído unas diez historias misterio­
sas escritas por el mismo autor, podemos empezar a predecir las co­
sas. Después de leer varias novelas de Perry Mason, llegamos a la
conclusión de que el culpable suele ser quien menos lo parece. Del
mismo modo, las historias misteriosas de las relaciones a veces se
tornan predecibles y pierden su carácter misterioso.
La historia misteriosa se puede utilizar para manipular o incluso
analizar a la pareja. Eso sucede cuando se le oculta información que
verdaderamente debería conocer. Por ejemplo: a nadie le gustaría
demasiado estar con alguien que tiene una seria y contagiosa enfer­
medad y que se niega a revelarla con el pretexto de que eso forma
parte del misterio y la diversión de la relación. La pareja de esa per­
sona no pensaría que la diversión del misterio justificase en modo
alguno la ansiedad y el mal rato que le provocarían descubrirlo.
La historia misteriosa también se usa para ocultar el hecho de
que la persona no tiene nada que esconder, ni tampoco nada que re­
velar. Por ejemplo: Darell temía que Laura utilizase el misterio para
ocultar su superficialidad. Las personas consideran muy excitante el
hecho de intentar descubrir lo que esconden los demás y acaban
completamente decepcionadas al darse cuenta de que no había na­
da interesante que desvelar.

233
TERCERA PARTE

CONSECUENCIAS

¿PODEMOS CAMBIAR NUESTRAS HISTORIAS Y MEJORAR NUESTRAS


RELACIONES?

En este último apartado, describiremos cómo el hecho de ver


el amor como una historia nos puede ayudar a mejorar nuestras
relaciones amorosas.
11

Evaluemos la perspectiva de la historia

Hace dos años, Karen se dio cuenta de que estaba jugando con
fuego. Frecuentaba bares de alterne, estaba metida en drogas y le
gustaban los hombres destructivos. Después de recibir una brutal
paliza, vio que su vida no tenía sentido; se había metido en un calle­
jón sin salida y se sentía atrapada. Karen empezó a comprender que
su historia influía en sus decisiones y que estaba reviviendo la vida
de su madre. Su madre se había casado con un hombre violento que
abusaba de ella, y Karen, en lugar de escapar de eso, estaba hacien­
do lo mismo. Esperaba revivir las mismas experiencias que su ma­
dre, aunque con un final diferente. Pero después de la agresión de la
que fue víctima, llegó a la conclusión de que si no cambiaba acaba­
ría igual que su madre.
No le había resultado fácil dar por concluida su vieja his­
toria, pero ahora se daba cuenta de que ésta estaba abocada al
desastre. Ahora, cuando le veía de nuevo los cuernos al diablo ,
escapaba de él. Todavía sentía tentaciones , pero sabía que debía
evitarlas .
La mayoría de nuestros deseos no valen demasiado. Es como si
tuvieran su base en lo que creemos que debemos querer y no en lo
que realmente queremos. Sólo podemos saber lo que realmente que­
remos si comprendemos cuál es nuestra historia ideal y quizás lo
averigüemos a través de las puntuaciones obtenidas en los test que
se encuentran al final de cada una de las historias de este libro. Sin
embargo, los libros y guías sobre las relaciones amorosas no resultan
completamente útiles, pues en ellos se enumeran infinidad de carac­
terísticas que responden a modelos con los que deberíamos identifi­
carnos si todos fuéramos perfectos e iguales. El problema es que no

237
lo somos. Para saber lo que queremos, necesitamos tener en cuenta
todas nuestras relaciones del pasado. Debemos preguntarnos cuáles
son las características comunes en las personas que nos atraen en la
actualidad, y cuáles eran esas características en las personas que nos
atrajeron en el pasado. Estas características son diferentes según las
personas.
Si conseguimos saber cuál es nuestra historia ideal, podremos
comprender mejor qué es lo que no funciona en nuestra relación y
qué podemos hacer para mejorarla. A veces nos damos cuenta de
que nuestra pareja reúne todos los ingredientes necesarios para que
la relación funcione, lo cual nos brinda la oportunidad de comenzar
una nueva relación (en caso de que ésta estuviese deteriorada) con
la misma persona. Pero para cambiar nuestras relaciones radical­
mente, tenemos que ser plenamente conscientes de nuestras histo­
rias de amor y trazar de nuevo sus finales. 1 Podemos adquirir con­
ciencia de nuestras historias analizando nuestras respuestas a los
test que acompañan a las historias de este libro (aunque ningún
cuestionario puede representar todos los posibles tipos de historias
que las personas podemos construir) . El hecho de preguntar a los
demás cuáles son sus historias no nos ayudará, ya que, normalmen­
te, las personas no son conscientes de ellas.
Si las relaciones atraviesan malos momentos, los esfuerzos por
superarlos fracasarán si no tenemos en cuenta el modo en que se de­
sarrollan nuestras historias en ellas. Si creemos que nuestras histo­
rias de amor son la fuerza dominante de nuestras relaciones, pode­
mos confundir la causa con el efecto de disolución de las mismas.
En otras palabras, la historia genera el comportamiento destructivo
y ese comportamiento es la causa de la disolución. Cuando las rela­
ciones están a punto de romperse, la decisión de acabar definitiva­
mente con ellas no suele ser mutua. Después de todo, si las cosas no
funcionan, ¿por qué la pareja tiene que seguir unida? ¿Cómo es po­
sible que las cosas hayan empezado tan bien y terminado tan mal?
¿Por qué suele ser siempre así?
Una vez más, la perspectiva de la historia nos obliga a fijarnos
en las historias en las que se adopta la conducta y no en la conducta

l. Sternberg, Robert J., «Love stories», en Personal relationshzps 3, 1 996, págs.


1 .359- 1 .379.

23 8
en sí misma. Lo que importa en realidad no es la acción, sino el mo­
do en que ésta se plasma en nuestras historias y en el contexto en el
que vivimos.
¿Por qué hay personas que toleran los abusos sexuales y los
malos tratos ? Creo que esto sucede porque las historias ejercen
un poder muy importante en nuestras vidas y son muy difíciles de
cambiar. Podemos continuar con una relación que no funciona en
muchos aspectos, simplemente porque para nosotros es el símbo­
lo del amor. Y también pensar que la cultura apoya el tipo de
amor que vivimos. Por ejemplo: muchos de nosotros podríamos
considerar enfermizos los juegos de Richard Burton y Elizabeth
Taylor en ¿ Quién teme a Virginia Wol/?, sin embargo, a ellos les
satisfacían plenamente pues se adaptab an a la historia de juego
que ambos compartían. Sin los juegos, los personajes y aquellos que
tienen este tipo de historia en la vida real se aburrirían muchísi­
mo. La cultura en la que vivían les permitía mantener ese tipo de
historia.
Una vez que comprendemos las ideas que están detrás de las
historias que aceptamos como propias, estamos en condiciones de
plantearnos ciertas cuestiones. Podemos preguntarnos qué es lo que
nos gusta y lo que no nos gusta de nuestra actual (o pasada) relación
y cómo cambiarlo. Entonces nos plantearemos de qué modo pode­
mos reconstruir la historia. El hecho de reconstruir puede significar
cambiar las historias o transformarlas para que se adapten mejor a
las circunstancias. Por ejemplo: es más común fantasear con las his­
torias de terror cuando se desarrolla una actividad sexual o cual­
quier otro tipo de actividad, que interpretarlas físicamente. Necesi­
tamos conocer los factores originarios que determinan y establecen
los temas de nuestras historias. También hemos de entender el con­
texto cultural en el que vivimos . Al mismo tiempo, debemos com­
prender la historia de nuestra pareja y el modo en que a ella le gusta­
ría cambiarla. Los cuestionarios de este libro podrán servir de ayuda
a las parejas a la hora de determinar cuál es su historia y también pa­
ra saber en qué punto se encuentran exactamente y qué dirección
deben tomar.
A veces necesitamos escapar temporalmente de nuestra historia
o de la de nuestra pareja para poder comprenderla mejor. Consegui­
mos mantenernos al margen cuando somos capaces de analizarla,

23 9
como se hace en este libro. Para intentar recomponer las relaciones
hace falta algo más que listas racionales. Necesitamos narradores,
personas que cuenten su propia historia. Todos necesitamos probar
nuevas historias, descubrir cuáles van con nosotros y cuáles no. En
algunas ocasiones, tenemos que dejar que los demás nos ayuden a
reconstruir nuestras historias, en lugar de hacerlo nosotros solos.
Observemos el caso de Louise y J ohn.
Louise y J ohn llevaban mucho tiempo intentando mejorar su re­
lación. Habían leído libros, asistido a consultas terapéuticas y a gru­
pos de encuentro. Nada parecía funcionar. Entonces, casi por ca­
sualidad, Louise le contó a John una fábula que ella misma había
inventando. Trataba de un príncipe y una princesa que, en contra de
todas las expectativas, no habían sido felices por siempre jamás. Por
supuesto, ésa era su propia historia. Unos días más tarde, John le
contestó con otra historia de su propia invención. Hablaba de un
príncipe y una princesa que habían vivido felices por siempre jamás
tras superar una etapa no tan feliz. El intercambio de historias se fue
sucediendo. Permitía que Louise y John comprendieran sus propias
historias sin enfrentamientos directos, sin amenazas, sin ansiedad.
Al poco tiempo, intenta.ron vivir la historia que ellos mismos habían
creado. Actualmente la están viviendo. Ellos son el príncipe y la
princesa que viven felices por siempre jamás.
No tenemos que ser siempre racionales. Las relaciones no lo
son: son historias. Aceptar este hecho supone ir más allá del concep­
to del bien y el mal y llegar a la comprensión y el cambio de histo­
rias, que no son ni buenas ni malas, sino reales, muy reales. Sólo po­
dremos comprender y cambiar las relaciones si las aceptamos tal
como son, en lugar de imaginar cómo desearíamos que fuesen en un
mundo hipotético.
¿La perspectiva de la historia está basada en cuestionarios
empíricos ? Partiendo de la base de que el amor es una historia,
Laurie Lynch y yo elaboramos un cuestionario compuesto por se­
tenta y cinco puntos, con el fin de valorar la importancia que ca­
da una de las veinticinco historias tenía en las impresiones perso­
nales de los individuos sobre el amor.2 Cada una de las historias

2 . Hudson O'Hanlon, Patricia y Hudson O 'Hanlon, William, Rewrltin'g !ove stories,


Nueva York, Norton, 1 99 1 .

240
contaba con tres sentencias o afirmaciones que la definían (por
ejemplo : «Las relaciones son divertidas cuando una persona
siente verdadero miedo hacia otra» [terror] ; «Cuando todo está
dicho y hecho , los factores económicos tienen una importancia
clave en la relación» [negocios] ; y «Siempre acabo con personas
que necesitan que alguien las ayude a superar malas experiencias
o a abandonar malos hábitos» [recuperación] ) . Las sentencias
(diagnósticos) que se han presentado junto a cada una de las his­
torias de este libro pertenecen a una versión actualizada de este
cuestionario.
Las personas que participaron en este estudio puntuaron cada
una de las sentencias atendiendo a una escala del 1 («completa­
mente en desacuerdo») al 7 («completamente de acuerdo») , en la
que el 4 era el valor intermedio («no estoy ni de acuerdo ni en desa­
cuerdo») . En un trabajo posterior situamos la escala entre el 1 y el
9. Cada sentencia recibía una doble calificación: una para la rela­
ción en la que la persona se encontraba implicada y otra para la re­
lación ideal que la persona esperaba tener. Los participantes tam­
bién respondieron a un cuestionario demográfico y a otro de
relación-satisfacción.
Participaron en este pequeño estudio sesenta estudiantes uni­
versitarios (mitad hombres y mitad mujeres) cuyas edades oscilaban
entre los diecisiete y los veintidós años (edad media: 18,8 años ) . To­
dos tenían que haber vivido al menos una relación íntima (pasada o
presente) .
Cuatro de las veinticinco historias utilizadas en el estudio
mostraban una diferencia de sexo significativa: los varones prefe­
rían la historia de arte, la del coleccionista y la pornográfica,
mientras que la historia viajera era deseada por un mayor núme­
ro de mujeres . También había diferencias significativas en las
puntuaciones obtenidas : la historia de terror obtuvo la puntua­
ción más b aj a ( 1 ,56) y la historia del jardín la más alta (5 ,68 ) . Los
hombres eligieron como historias ideales la de arte, la del colec­
cionista y la pornográfica, y las mujeres la historia de negocios .
La media d e todas l a s puntuaciones también dio la m á s b aj a a l a
historia d e terror y la m á s alta a l a del jardín , l o cual significa que
la historia de terror es la menos popular y la del jardín la más po­
pular.

24 1
En otro estudio que realizamos Mahzad Hojjat y yo con cuaren­
ta y tres parejas, descubrimos que los hombres tenían mayor ten­
dencia a contar con la historia de arte, la pornográfica y (ante nues­
tra sorpresa) con la de sacrificio. Así pues, vimos que los hombres
eran más propensos a tratar a sus parejas como objetos, pero que al­
gunos de ellos se mostraban dispuestos a sacrificarse por su rela­
ción. Las mujeres mostraban una mayor tendencia hacia la historia
viajera. Los perfiles de las historias compartidos por las parejas eran
similares; es decir, normalmente las parejas eran compatibles en
cuanto a sus historias preferidas. Así, se demostraba lo que predecía
nuestra teoría: las personas se suelen unir a parejas cuyos perfiles de
las historias son similares. Algunas historias se asociaron a un menor
nivel de satisfacción en las relaciones: la de negocios, la del coleccio­
nista, la de gobierno (autocrática) , la de terror, la misteriosa, la poli­
cíaca, la de recuperación, la de ciencia-ficción y la de teatro. Ningu­
na de ellas garantizaba la felicidad, aunque sí podía facilitarla. Y lo
más importante: cuánto más diferentes eran los perfiles de las histo­
rias de la pareja, menos feliz se mostraba ésta dentro de su relación.
En otro estudio, en el que tomaron parte veinticinco parejas,
Hojjat y yo descubrimos que si realizáramos una distinción entre
dos tipos principales de historias, veríamos que la distribución del
poder en las mismas podría realizarse de forma equitativa o no. Los
individuos que se implican en una relación se deben preocupar des­
de el principio de la distribución del poder, ya que una vez que ésta
se ha establecido resulta muy difícil de cambiar.
Nuestras investigaciones nos hicieron llegar a la conclusión
de que la perspectiva desde la que se considera que el amor es
una historia, sirve para explicar por qué los individuos se sienten
atraídos por determinadas personas y no por otras, y por qué
unas relaciones tienen éxito, mientras que otras fracasan . Tam­
bién nos dimos cuenta de que incluso las relaciones que no son
vistas con buenos ojos por terceras personas pueden funcionar si
las historias de las personas que las viven son compatibles , y que
las relaciones que son bien vistas por terceras personas pueden
fracasar si las historias de las personas que las viven no son com­
patibles. En general, la durabilidad de las relaciones es propor­
cional a la capacidad de la pareja para asumir los papeles de sus
mutuas historias.

242
12

¿ Qué es el amor?

No existe una fórmula mágica para conseguir el estado ideal del


amor; esto es algo que debería estar bastante claro a estas alturas.
Los libros de autoayuda que nos dan una serie de pasos para seguir,
sólo son útiles para aquellas personas que cuentan con la historia
del libro de cocina y realmente pueden y quieren seguir una receta,
o para aquellos que sinceramente quieren intentar probar la fórmu­
la de otra persona. Sin embargo, y dado que las personas cuentan
con una gran diversidad de historias de amor, no existe una fórmula
que funcione para todo el mundo.
La variedad de las historias de amor no queda limitada a las
veinticinco que se describen en este libro. En primer lugar, hay que
decir que el número potencial de historias es infinito y, aunque en
ellas se incluyen las aquí descritas, existen múltiples combinaciones
de las mismas. En segundo lugar, cabe comentar que los individuos
cuentan con una jerarquía de historias, lo cual significa que proba­
blemente se sientan atraídos por todas ellas. En tercer lugar, hay que
dejar constancia de que las historias de los individuos pueden cam­
biar con el paso del tiempo. Y, por último, podemos decir que aun
cuando las historias siguen siendo las mismas, los individuos las
pueden adaptar a su vida personal. Las historias se encuentran en
un constante estado de desarrollo.
Sin embargo, la perspectiva de las historias cuenta con una serie
de implicaciones que nos ayudan a mejorar el amor. Estas implica­
ciones no nos ofrecen fórmulas mágicas para hacerlo, sino que nos
ayudan a replantearnos el concepto del amor y, a partir de ahí, noso­
tros mismos podemos hacer que éste sea más satisfactorio. Al mis­
mo tiempo, debemos ser conscientes de que el amor es una parte

243
importante de las relaciones íntimas, pero no lo es todo . 1 El apoyo
externo, las amistades, el bienestar económico, el bienestar espiri­
tual y los intereses y valores similares son factores muy importantes
a la hora d� encaminar la relación hacia el éxito.

• Comprender y apreciar el papel de las historias en el amor. Si


las personas comprenden el papel que las historias desempe­
ñan en el amor, habrán encontrado un buen punto de partida
para mejorarlas. La mayoría de los individuos ignoran el pa­
pel que juegan las historias y por ello repiten los mismos erro­
res una y otra vez, ya que no cambian ni sus pensamientos, ni
sus sentimientos, ni sus acciones. El hecho de conocer qué
papel desempeñan las historias nos ayuda a darnos cuenta de
que éstas pueden contar con elementos positivos y negativos ,
y d e que debemos hacer todo l o posible por potenciar los po­
sitivos y reducir el impacto de los negativos.
• Intentar deducir cuál es nuestra propia jerarquía de historias.
Existen varias maneras para averiguar nuestra jerarquía de
historias y así comprenderlas mejor.

Un modo de averiguar la jerarquía de nuestras historias consiste


en pensar en las cuestiones planteadas en este libro y evaluar nues­
tras puntuaciones.
Una segunda manera de hacerlo consistiría en pensar en el tipo
de personas que nos atraen y en los acontecimientos sucedidos en
nuestras relaciones con esas personas. ¿ Con qué tipo de historias
identificaríamos a esas personas y acontecimientos ?
En algunas de las investigaciones que realicé junto a Mahzad
Hojjat, nos limitamos a pedir a las personas que nos contaran aspec­
tos, anécdotas de sus relaciones amorosas. Las historias relatadas
eran bastante superficiales y casi todas ellas hablaban de los mo­
mentos iniciales de su relación y de las actividades que realizaban

l . Beck, Aaron T. , Love is never enough, Nueva York, Harper and Row, 1 988; Stem­
berg, Robert J . , The trzangle o/ love, Nueva York, Basic Books, 1 988; Sternberg, Robert J . ,
«Triangulating !ove», e n The psychology o/ love, Sternberg, Robert J. y Barnes, Michael L.
(comps. ) , New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1 988, págs. 1 1 9 - 1 3 8 ; Sternberg,
Robert J., «What's !ove got to do with it?», en Omni 1 0 , 1 988, pág. 27.

244
juntas. Para descubrir cuáles son nuestras historias, debemos con­
centrarnos en el significado de estos acontecimientos (o actividades
que realizamos con la pareja) , no sólo en lo que son objetivamente,
sino en lo que nos aportan como personas.
Un tercer modo de averiguar cuáles son nuestras historias con­
siste en preguntarnos qué tipo de historias nos atraen más en la lite­
ratura, la televisión o en el cine. Aunque estos medios de comunica­
ción no representen todas las historias descritas en este libro, seguro
que sí acogerán algunas de ellas. Dado que las personas tienden a
proyectar sus sentimientos en los personajes de las historias, el tipo
de historias por el que se sienten atraídas nos puede dar una idea del
que les gusta vivir en la realidad.
Una cuarta vía para averiguar nuestras historias se consigue pre­
guntando a los demás qué opinan sobre nosotros. Con toda seguri­
dad los demás podrán percibir ciertos rasgos que nosotros mismos
no percibimos o, por lo menos, no lo hacemos del mismo modo.

• Descubrir la jerarquía de historias de nuestra pareja. Es algo


tan importante como comprender la nuestra. Las técnicas
que acabamos de describir se podrán aplicar también a nues­
tra pareja. Nuestro juicio sobre la jerarquía de historias de
nuestra pareja puede ser tan útil como el suyo propio.
• Considerar las similitudes entre nuestra historia ideal y la his­
toria que vivimos. Los individuos contamos con una jerarquía
de historias ideales. Si la comparamos con la historia real que
estamos viviendo e intentamos comprobar cuáles son las si­
militudes entre ambas , podremos averiguar si la relación ac­
tual cuenta con la historia adecuada para ella.
• Intentar maximizar las características positivas de las historias
y minimizar las negativas. Junto a las descripciones de las his­
torias de este libro se incluyen algunas de sus ventajas e in­
convenientes. Si somos conscientes de ambas podremos to­
mar las medidas oportunas para mejorar nuestras historias.
• Ser conscientes de que a pesar de que las historias nos condicio­
nan a la hora de escoger a nuestras parejas y mantener relacio­
nes, en ningún momento las controlan (ni las parejas, ni las re­
laciones). Está en nuestras manos decidir quién será nuestra
pareja o con quién mantendremos una relación. Las historias

245
sólo pueden dar forma y guiar las relaciones de los indivi­
duos; pero son ellos quienes toman las decisiones en última
instancia. Por ejemplo: un individuo tal vez se sienta atraído
por la historia de terror pero decida no vivirla.
• Comprender que las historias influyen tanto en los aconteci­
mientos que tienen lugar en las relaciones, como en las inter­
pretaciones de los mismos. Los individuos tendemos a ver tan­
to los acontecimientos como sus interpretaciones como algo
determinado. Normalmente, asumimos que los aconteci­
mientos tienen lugar más o menos por sí solos y que existe
una correcta interpretación de los mismos: su propia inter­
pretación. La perspectiva de la historia sugiere que demos
forma activa a los acontecimientos de nuestras relaciones pa­
ra adquirir conciencia de nuestras historias e interpretar el
significado de esos acontecimientos en función de las mismas.
No existe una interpretación «correcta» de los hechos o, al
menos, no la conocemos. Por ello, es muy importante que
comprendamos las cosas desde nuestro punto de vista y el de
nuestra pareja.
• Ser conscientes dtt que las historias se escriben y reescriben
constantemente. Nuestra historia no termina cuando cumpli­
mos dieciocho, veintiún, cincuenta u ochenta años. Escribi­
mos la historia de nuestra relación a medida que ésta progre­
sa. Aun cuando la relación ha terminado, podemos volver a
escribirla varias veces, de tal manera que nuestra opinión so­
bre la misma cinco o diez años después de que terminara,
puede ser muy diferente a la que teníamos nada más finalizar.
Por eso es importante tener en cuenta, a la hora de interpre­
tar nuestras relaciones y las de los demás, que nunca hay un
final, sino un trabajo en progresión.
• Darse cuenta de que un determinado tipo de historia puede
contar con muchas variaciones. No existe una sola forma de
escribir una determinada historia; diferentes recetas funcio­
nan para diferentes relaciones basadas en la historia del libro
de cocina y, en algunas ocasiones, la receta cambia con el de­
sarrollo de la relación. Del mismo modo, existe un número
infinito de variaciones de la historia del viaje; los destinos que
cabe elegir son múltiples, así como las rutas para llegar a

246
ellos. Todas las historias cuentan con esa variedad. Así pues,
aunque nos mostremos claramente partidarios de un deter­
minado tipo de historia, debemos saber que se pueden dar
diferentes versiones de la misma. Y como siempre estamos
escribiendo, esas versiones pueden aparecer en cualquier mo­
mento.
• Comprender que es difícil pero no imposible cambiar las histo­
rias. Es difícil cambiar las historias; sin embargo, lo hacemos
constantemente. Dado que todas las historias tienen sus más
y sus menos, si nos centramos en los más de aquellas que con­
sideremos más ventajosas y dejamos a un lado los menos, con­
seguiremos encaminarnos hacia las que funcionen mejor. Y si
nuestros esfuerzos por conseguir esto fracasan, debemos sa­
ber que una buena psicoterapia siempre nos ayudará a encon­
trar aquellas historias que mejor se adapten a nuestra perso­
nalidad.

El hecho de considerar que el amor es una historia, hace que se­


amos conscientes de la infinidad de opciones que podemos crear
cuando escribimos las historias de nuestras vidas y nuestros amores.

247
Índice analítico y de nombres

Abuso, 85 , 1 00- 1 0 1 , 1 04 , 22 1 Carencia amorosa, 1 3 2 - 1 3 3


Acontecimientos, percepción de, Casa, véase Historia d e casa y ho-
3 1 -3 4 , 248 gar
Actuar, véase Historia teatral Celos, 34
Agresión , 1 00 Clark, Margaret, 1 45 , 145n.
Alberoni, Francesco, 1 87 Codependiente
Amor, 2 4 , 5 1 historia de adicción , en la, 42 -43 ,
carencia, 1 3 2 - 1 3 3 174- 1 8 1
jerarquía histórica , 3 0-3 1 , 245 -247 historia d e recuperación, en la,
mejorar, 245 -249 1 32 - 1 3 9
naturaleza sintética de, 3 8-3 9 Coherencia cognitiva, 6 1
percepción de acontecimientos, Colores, percepción de, 3 2 -3 3
33 Comienzos, d e las historias , 3 5 -3 6
suposiciones sobre, 42 Compañerismo, relación de, 1 67 -
teoría triangular de, 1 2 , 1 7 8 - 1 7 9 1 68
Archivadores d e recuerdos, 1 89 Competitividad, véase Historia de
Argumento, de la historia, 3 6-37 juego
Atracción fatal, 99, 1 05 Cuando Harry encontró a Sally, 2 0
Atractivo físico, búsqueda de, 123 - Cuestionarios, véase Historias indi­
124 viduales
Cuestionarios, sobre las historias ,
Barnes, Michael, 23 , 24n. , 57n. 65 -66, 237 -23 8
Bobbit, John y Lorena , 1 04 - 1 05
Burton, Richard, 1 45 , 2 3 9 De edad, 1 25 - 126
Buscando al señor Goobar, 9 9 Desplazamientos, del afecto, 1 3 0
Buscar, véase Historia fantástica Diagnóstico
Dios
Cambiar, véase Historias , cambios historia de sacrificio, en la, 73
Carácter, de las historias , 3 7 - 3 8 historia religiosa, en la, 1 3 9- 144

249
Divorcio, 2 0 , 2 4 , 3 6 , 144 Historia d e la colección, 64 , 1 07 ,
1 1 3 - 1 1 9 , 24 1 , 242
Efecto de información negativa, 54-55 diagnóstico de, 1 14
Efectos de amor abnegado, 73 Historia de negocios, 5 9 , 63 , 1 69-
Elusión al compromiso, 1 1 8 1 7 4 , 24 1
Emociones , 5 7 -5 8 diagnóstico de, 1 69
Epstein , Seymour, 3 8 , 3 8n . Historia de recuperación, 56-5 7 ,
Eros, 1 86- 1 87 64 , 1 2 6 , 1 32 - 1 3 9, 24 1 , 242
Error de atribución básica, 5 4 -55 diagnóstico de, 1 3 3
Estrés, 1 3 2 Historia de sacrificio , 63 , 73 -78
É xito , e n las historias, 43 -44 diagnóstico de, 73 -7 4
Historia de terror, 63 , 99- 1 06 , 23 7 ,
Finales, de las historias, 3 6 24 1 , 242
Fracaso , síntomas de, 2 0 diagnóstico de, 1 0 1
Historia del libro d e cocina, 65 ,
Historia bélica, 4 4 , 65 , 2 1 1 -2 1 7 1 83 , 203 -2 1 0, 245
diagnóstico de, 2 12 diagnóstico de, 203
Historia de adicción, 42 -43 , 64 , Historia fantástica, 5 9 , 64 , 1 83 - 1 8 9
174- 1 8 1 diagnóstico d e , 1 84
diagnóstico de, 175 Historia histórica, 65 , 1 83 , 1 89- 1 97
Historia de arte, 5 9 , 64 , 1 07 , 1 1 9- diagnóstico de, 1 90- 1 9 1
126 Historia misteriosa, 43 -44 , 5 9 , 65 ,
diagnóstico de, 1 2 0 2 1 1 , 228-23 3 , 242
Historia d e casa y hogar, 64 , diagnóstico de, 228
diagnóstico de, 126- 127 Historia policíaca, 44 -45 , 63 , 85 -92
Historia de ciencia-ficción , 64 , diagnóstico de, 87
1 07 - 1 1 3 , 242 Historia pornográfica, 63 , 92 -99
diagnóstico de, 1 08- 1 09 diagnóstico de, 93
Historia de coser y tejer, 64 , 159- 1 64 Historia profesor-estudiante, 63 ,
diagnóstico de, 1 5 9 67-73
Historia d e gobierno, 6 0 , 63 , 7 8 - diagnóstico de, 68
85 , 242 Historia religiosa, 64 , 126, 1 3 9- 144
diagnóstico de, 80 diagnóstico de, 1 4 0
Historia de humor, 43 , 65 , 2 1 1 , Historia teatral, 65 , 2 1 1 , 2 1 7 -222 ,
222-227 242
diagnóstico de, 223 diagnóstico de, 2 1 7 -2 1 8
Historia de j ardín , 43 , 45 , 64 , 1 64 - Historia viajera, 64 , 153 - 15 9
1 96 diagnóstico d e , 1 5 4
diagnóstico de, 1 64 Historias
Historia de juego, 64 , 1 2 6 , 144- 15 1 cambios, 5 2 -5 7 , 23 7 -249
diagnóstico de, 1 45 - 1 4 6 divergencia de, 23 -24

250
elementos de, 3 5 -3 9 Hombres , historias preferidas por,
jerarquía de, 29, 245 -247 24 1 -242
Historias asimétricas , 44 -45 , 5 9-60,
63 , 67 Infancia, 48
de gobierno, 60, 63 , 7 8 - 85 , 242 Inteligencia, tipos de, 2 0 1
de sacrificio , 63 , 73 -78
de terror, 63 , 99- 1 06, 23 7, 24 1 , Jerarquía d e historias, 2 9 , 245 -247
242 Juego de suma nula, 145
policíaca, 44 -45 , 63 , 85 -92 , 242 Juegos dirigidos externamente, 1 5 0
profesor-estudiante, 63 , 67 -73 Juegos dirigidos internamente,
Historias de coordinación, 64 , 153 149- 1 5 0
adicción, 42 -43 , 64 , 1 7 4 - 1 8 1
coser y tejer, 64 , 159- 1 64 Kant, Immanuel, 1 9 , 3 2
jardín, 43 , 45 , 64 , 1 64 - 1 69
negocios , 5 9 , 64 , 1 69- 1 7 4 , 24 1 Langlois , Judith, 123 - 12 4 , 124n.
viajera, 64 , 153 - 15 9 Lee, John , 73 , 73 n . , 1 44 , 1 44n . ,
Historias d e género, 65 , 2 1 1 1 68 , 1 68n . , 1 7 2 , 172n.
bélica, 44 , 65 , 2 1 1 -2 1 7 Libros de autoayuda, 1 9, 2 06
humor, 43 , 65 , 2 1 1 , 222-227 Los miserables, 86
misteriosa, 43 , 59, 65 , 2 1 1 , 228- Lave Story ( Sega!) , 1 8
233 , 242 Lynch , Laurie, 240
teatro, 65 , 2 1 1 , 2 1 7 -222 , 242
Historias ideales, véase Historias Maslow, Abraham, 132, 132n.
Historias inconscientes , 55 , 5 7 Matrimonio, 5 1 , 60, 144
Historias narrativas , 64 -65 , 1 83 Matriz cultural de las historias, 2 1 ,
científica, 64 , 1 83 , 1 97 -2 02 60-62 , 2 3 9
fantástica, 59, 64 , 1 83 - 1 89 Milgram, Stanley, 1 00- 1 0 1 , l ü l n .
histórica, 64 , 1 83 , 1 89- 1 97 Mills , Judson , 1 45
libro de cocina, 65 , 1 83 , Mujeres, historias preferidas por,
Historias objeto, 64 , 1 07 24 1 -242
arte, 5 9 , 64 , 1 07 , 1 1 9- 1 26 Múltiples, 27-34
casa y hogar, 64 , 1 2 6 - 1 3 2 compartidas , 25-26
ciencia-ficción, 64 , 1 07 - 1 1 3 , 242 comprender la propia, 5 8 - 60 ,
colección, 64 , 1 07 , 1 1 3 - 1 1 9 , 24 1 , 23 7 -249
242 origen de, 47-49, 57, 60-62
juego , 64 , 126, 1 44 - 15 1 poder de, 3 1 -3 3 , 3 5 , 49-57
recuperación, 56-5 7 , 64 , 1 2 6 , sin amor, 6 1 -62
1 3 2 - 1 3 9 , 24 1 , 242 Véase también Historias indivi­
religión, 64 , 126, 1 3 9- 144 duales
Historias retrospectivas, 35 Múltiples parejas, 5 1 -52
Hojjat, Matizad, 242 , 246 en la historia de la colección, 1 13 - 1 19

25 1
Ovidio, 1 4 4 , 144n. como historias , 2 1 -26
compañerismo, 1 67 - 1 68
Papeles complementarios, en histo­ democráticas, 7 9 , 80, 84
rias , 42 , 63 efecto de las historias en, 49-53
Véase también Historias indivi­ fracaso de, 2 0-2 1
duales origen de, 1 86- 1 87
Papeles en las historias , 25 -26, 29 sobre historias retrospectivas,
complementarios , 42 , 63 3 5 -3 6
Véase también Historias indivi- y percepción d e acontecimien ­
duales tos, 3 1
Pelear, véase Historia bélica Relaciones autocráticas, 78-79, 80,
Pensamiento narrativo, 3 8 -3 9, 5 6 83 -84, 85
Pensamiento racional, 3 8-3 9, 5 0 , Relaciones como objeto, 126- 15 1
56 Relaciones democráticas , 79, 80, 8;t
Pensamiento, tipos d e , 3 8 -3 9 Relaciones extramatrimoniales , 5 2 -
Percepciones, 3 1 -3 3 , 5 O 53 , 7 2
Persona como objeto, en la histo­ Religión, 7 8 - 7 9
ria, 64 , 1 07 - 126
Poder, 242 Salvación, véase Historia religiosa
historia de gobierno, en la, 78-85 Segal, Eric, 1 8
historia de terror, en la, 99- 1 06 Sexo, véase Historia pornográfica
Problemas, estructura de, 206-207 Simpson, O. J. y Nicole Brown, 92
Profecías cumplidas, 5 0 Snyder, Mark, 1 25 , l25n.
Proyección , 22 , 3 6 Solomon , Richard, 1 7 8 - 1 7 9 , 1 7 9n .
Psique, 1 86- 1 87 Sternberg, Richard ] . :
Puntos del cuestionario, 65 -66, investigación de, 24n . , 5 7 n . , 93 n . ,
23 7 -23 8 , 240-243 1 89n . , 240-243 , 246n.
modos de pensamiento, 206n . ,
¿Quién mató a Virginia Woolf?, 207n.
1 45 , 150, 23 9, 126- 1 3 2 teorías del amor, 1 1 - 13 , l l n . ,
12n. , 1 3 n .
Rebelión, 1 12 Storge, 1 68 , 172
Rechazo, 47-48 Suposiciones sobre el amor, 42
Reconstrucción de las historias,
23 7 -240 Taylor. Elizabeth, 1 45 , 23 9
Recuerdos , véase Historia histórica Temas de las historias , 3 7 , 3 8 , 55
Reik, Theodore, 143 , 1 4 3 n . origen de los, 47-48
Relación anárquica, 7 9 - 8 0 , 85 Tendencia a la confirmación, 52
Relaciones : Terapia convencional, 1 9-20
autocráticas, 78-79, 80, 83 - 84 , 85
cambios en, 53 -57 , 5 9-60 Universidad de Yale, 57

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