que transforma fenómenos radicalmente y cualitativamente diversos, como las
distintas formas de entender y definir la propiedad de tierra, en diferencias
cuantitativas (Scott, 1998:15). La conmensurabilidad es un tema central en el razonamiento público y consiste en el intento de hacer conmensurables dos valores diferentes por medio de un tercer denominador. Si bien ambos principios pertenecen a dos fenómenos amplios, el Estado moderno y el ra- zonamiento público, éstos se vuelven particularmente relevantes en la cultura dominante actual del liberalismo tardío. Como ha propuesto Povinelli (2001), los discursos liberales tardíos del multiculturalismo se materializan gracias a estrategias comunicacionales, que permean los diseños de políticas sociales y los debates sobre la diferencia cultural. Estas estrategias en última instancia operan para hacer que mundos inconmensurables parezcan banalmente simi- lares. El multiculturalismo liberal está centrado en su inherente tensión entre el remedialismo, es decir, la voluntad de cambiar los estilos de vida indígenas con el fin de reducir las consecuencia de las desigualdades económicas que afectan a las minorías étnicas, y el orientalismo, que apunta a preservar la alteridad por medio de forzar a los indígenas a adoptar formas de identidad tradicionales (Kowall 2008). En consecuencia, las estrategias liberales de con- mensurabilidad permiten la demarcación de diferencias culturales aceptables y la consecuente valorización de “una forma tradicional de sociabilidad e (inter) subjetividad domesticada y no conflictiva” (Povinelli, 2002:6). El programa chileno de tierras indígenas comparte el objetivo liberal tardío más amplio de valorar distintos elementos que contribuyen a la diversidad cul- tural conmensurándolos con los valores clave de la cultura neoliberal, en parti- cular la transparencia, las relaciones individualizadas con el Estado y el poder liberador del lenguaje legal (Comaroff y Comaroff, 2001). Los debates públicos en Chile, país bastión de la economía neoliberal en el continente desde la ins- talación de la dictadura militar de Augusto Pinochet en 1973, están domina- dos por una fe incuestionable en gobiernos tecnocráticos (Schild, 2000; Silva, 2009; Winn, 2004). Un fe tal refleja el auge global de la cultura experta (Boyer 2008), según la cual la autoridad de diseñadores de políticas profesionales no puede ser desafiada o afectada por los intentos políticos de controlarlos (Rose, 2008:155). Los programas del Estado en Chile son ideados y representados por sus autores como máquinas burocráticas eficientes, caracterizadas por el acceso abierto a la información y operan bajo la premisa de que todos los ciudadanos pueden participar individualmente en estos programas si cumplen con están- dares homogéneos. Un principio central de la gobernabilidad liberal tardía es la centralidad que tienen los documentos en el aseguramiento de una visión utópica del mundo centrada en la transparencia e intercambio de información
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