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SISTEMA PROCESAL PENAL CHILENO

Introducción

El actual sistema procesal penal, es decir, la forma en que hoy en día se estructuran y relacionan
los órganos y actores que intervienen en la persecución y juzgamiento penal en nuestro país ha
sido objetivo de nutrida controversia, temas como el control preventivo de identidad la
inseguridad ciudadana o la igualdad ante la justicia están en el foco de atención de los medios y la
opinión pública.

Para entender la forma en la cual el sistema procesal chileno se organiza debemos considerar
factores históricos y políticos que hay detrás, la relación entre eficacia en la persecución de los
delitos y garantías del perseguido, está determinada por el rol que tiene el poder estatal y las
garantías del ciudadano en cada sociedad.

El sistema procesal penal actual entró a regir al año 2000 luego de un largo proceso de discusión
que tuvo por objeto compatibilizar la normativa procedimental penal, con las garantías judiciales y
demás derechos fundamentales consagradas en la constitución como en los tratados
internacionales de derechos humanos pero, además, centrando la persecución penal solo en las
transgresiones sociales más significativas, considerando mecanismos de selectividad penal,
estableciéndose así un sistema de justicia penal moderno y de inspiración democrática.

El sistema procesal penal antiguo

El sistema procesal penal anterior a la reforma seguía el llamado modelo inquisitivo, nacido del
proceso de concentración del poder estatal en el monarca, durante la edad media. En base a ese
modelo y como característica más importante El juez concentraba las funciones de investigar,
acusar y juzgar y gozaba de gran discrecionalidad en el curso del procedimiento y obtención de la
prueba; el procedimiento era secreto y escrito y el juez delegaba sus funciones en funcionarios no
letrados (actuarios).

Entre las críticas que recibía el antiguo sistema se indicaba el compromiso de juez en la
investigación y acusación que afectaba su imparcialidad, el inculpado era un mero objeto del
proceso en la búsqueda de la verdad y sus derechos eran desconocidos, existiendo un nulo control
sobre el actuar policial, además los procesos tenían una extensión considerable en el tiempo.

El nuevo sistema procesal penal

Sigue un modelo acusatorio formal nacido en la Rev. Francesa como característica principal, la
distribución de los poderes en el proceso, mientras corresponde al ministerio público la dirección
de la investigación y el ejercicio de la acción penal con auxilio de la policía, las funciones de
controlar la investigación y de juzgar se radican en los tribunales de justicia, los jueces de garantía
quienes controlan la investigación y resuelven asuntos de menor entidad y los tribunales de juicio
oral en lo penal encargados de resolver asuntos de mayor complejidad. Esta distribución de
funciones conocidas como el principio acusatorio determina la denominación de este sistema.
“El principio acusatorio” permite asegurar la garantía del juez imparcial, solucionando la principal
de las críticas formuladas al sistema anterior de manera que el tribual en base a la prueba que le
proporcionen las partes resuelva el conflicto penal sometido a su decisión acogiendo la pretensión
punitiva del Estado, es decir, condenando a una pena determinada o, en caso contrario,
absolviendo al imputado de los cargos formulados. A la anterior característica se le suman otras
que implican la consideración de otros principios que organizan la persecución y juzgamiento
penal y, asimismo, de diversas garantías ante esa persecución y juzgamiento; así el sistema
asegura a quien es perseguido penalmente ciertos derechos como el de contar con un defensor y
también la victima tendrá ciertos derechos como el de ser informada acerca del curso del
procedimiento, pero también considera la necesidad de transparencia hacia la comunidad de lo
que se resuelve y que la persecución y el juzgamiento sean más eficientes en el empleo de los
derechos humanos y materiales.

Constituye también una innovación del nuevo sistema procesal penal el establecimiento de salidas
alternativas al juzgamiento criminal que haciéndose cargo de los problemas que subyacen al
conflicto penal permiten la cabida de acuerdos entre el ministerio público o la víctima y el
imputado. Las salidas alternativas junto con ciertas facultades discrecionales de las que goza el
ministerio público son mecanismos que permiten la descongestión del trabajo del ministerio
público y los tribunales a fin que los recursos humanos y materiales sean empleados en la
persecución y juzgamiento de los delitos graves que son aquellos que más interesan a la
comunidad.

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