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BOLETIN INTERNO: EN BLANCO

MICRORELATOS Y
POEMAS
Frank Asto P.
Y tú, ¿qué me cuentas?

L
a vi por primera vez en el patio de la escuela, durante el descanso.
Una hermosa niña, de inefables ojos negros, largo cabello de matiz
universal y melifluo hablar.

Mi natural timidez me impedía abordarla, no quería equivocar la manera. Mi


padre me dijo siempre que a las mujeres hay que hablarles, no dejar que ha-
blen porque te apabullan con sus eternas historias. Pero yo he sido un con-
vencido de la libertad de expresión, así que terminé por acercarme a ella,
saludarla con repentina audacia y pedirle que me contara su historia. Sus
negros ojos brillaron de emoción un momento, luego, se alisó el cabello con
presumido gesto y comenzó: desde su nacimiento, su primer diente, los cui-
dados de su madre, las peleas con sus hermanos, los inolvidables días de
escuela, su primer romance, con un tímido niño que se atrevió a hablarle un
día durante el descanso, su hermoso noviazgo, su romántica boda, su vida de
cuento de hadas, sus adorables hijos.

Cuando terminó de contarme su historia ya era de noche, habían transcurrido


veinte años, estaba lloviendo y tomábamos un café mientras esperábamos
que nuestra hermosa hija menor volviera del colegio. Entonces, como si vol-
viera de un sueño, volteó hacia mí sus ojos de eterna princesa, aclaró su voz,
se alisó el cabello con vanidoso ademan y me preguntó sonriente: Y tú, ¿qué
me cuentas?

Invisible

Todos pasan presurosos junto a aquel


hombre viejo; sentado, siempre en el
cuarto escalón, con su mano extendida,
suplicante.
Miro a los transeúntes, por si alguien lo ha
advertido, pero nadie parece notar su pre-
sencia.
Me lleno de orgullo: soy el único que
puede ver al legendario hombre invisible.
Capitulo XXV

- ¿La señora Dulcinea del Toboso?

- No, no, debe ser en la casa de al lado.

- Aquel señor parado en la esquina, insiste en que le entregue esta carta.


Que usted es Dulcinea.

- ¿Ese hombre delgado vestido de manera tan extraña? No sé ni quién es.


No lo conozco.

- Me advirtió, si, que no lo reconocería, ya que usted ha sufrido de un en-


cantamiento. No tema, agraciada dama, en tomar esta carta, aquí él relata
todas las victorias que le ha dedicado en sus heroicas luchas, de las que yo
fui testigo. También le declara su inefable amor.

- ¡Están locos! ¡Voy a llamar a la policía!

Para desgracia del desdichado caballero y su fiel acompañante, los policías


llegaron de manera inmediata y no dudaron en bajar del patrullero con lar-
gas varas y tubos de gas lacrimógeno.

- Ya ves, mi entrañable Sancho –exclamó el caballero andante–, las huestes


de maldad vuelven a impedir el encuentro con mi amada, pero más fuerte
que sus espadas es mi lanza, pues llegan al alma mía sus suspiros de pasión,
los que me han conmovido hasta las lágrimas.
MADRUGADA

Vivo en una burbuja urbana de soledad


Puedo dar testimonio con precisión absoluta
cuando se apaga el ruido y se enciende el silencio,
aunque no pienso develar ese instante secreto.
Los gatos y yo somos testigos
culpables son, los sueños de los vecinos
los vemos mecerse en las ventanas
hasta que se evaporan y dejan su estela de cenizas
Al rato, amanece.

TIEMPO

En los embotados rostros del alba


la burlona luz rosada se estira
y con estrepitoso frenesí de pájaros
el éter se ensancha en los jardines en flor.
Una mujer, un niño, un anciano vagabundo
comen manzanas agusanadas
en una callejón estrecho
y sonríen a mi lente abstruso
con un loco ademán, luego desaparecen
tras mi siguiente viraje.
Ya no está el pan en la mesa,
Intuyo que no estoy solo ¿ella o él?
¿Quién juega a los acertijos?
Detrás de las puertas te encontraré algún día.
El reloj se retuerce como en sueños:
Las manecillas se alargan
De pronto todo es intemporal
¿Cuándo encontraré el tiempo verdadero?
SOMBRAS

Los pájaros son de carbón de sombra


ven en mi corazón traviesa Dios de avispas
tu lengua de armadillo la cola del ensueño
usaré la semejanza para cerrar misterios y candados
bajo una sola luz un buzo picado por la plaga
la Georgette fosas moquiabiertas
tu espejo quebrado la bestia entrando por la puerta
mi presunta imagen cayendo inopinadamente desde el techo
el miedo exorbitante dibujo en la pared mi hermana piernafloja
mi hermana desteñida en un fresco Michelangelo
el tiempo es corto
el sueño es largo
el tiempo pasa
el sueño permanece
va a arrastrarse el piano a donde nunca imaginaba
Jean tañe el arpa sólo se ven sus manos moviéndose en el vacío
René ha muerto y André y Philippe lloraron
Guillaume aguarda el nigromante tiene cuervos en los ojos
el vidente no está en casa ni ha de volver

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