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Discurso de Cierre – Expo: Tres músicos en las nubes de Calder

Ante todo quiero otorgar mi más sincero saludo a las personas que se encuentran
presentes en esta actividad. Primero que todo agradecer a Vince De Benedittis y Claudia
Delgado, colegas del Centro de Documentación e Investigaciones Acústico – Musical
(CEDIAM) por todo su apoyo y diligencia; a la coral de la Biblioteca Central de la UCV y
su director Hilarión Correa; a todo el personal de la Biblioteca Central por su gentileza y
colaboración y a toda la Comunidad Universitaria presente en este momento. Mi nombre es
Ricardo Escorcio. Soy venezolano, oriundo de Puerto La Cruz, Edo. Anzoátegui, territorio
perteneciente a la Región Oriental de este país. Me vine hace siete años desde allá con una
decisión tomada: seguir a mi intuición y dedicarme enteramente al arte. Desde ese entonces
he tenido una actividad constante de tropiezos, triunfos y, sobretodo, aprendizajes. Pero
quiero específicamente fijarme en mi actividad como investigador en el CEDIAM, y en dos
triunfos muy importantes como compositor que poseen una gran relación con dos de los
personajes que están presentes en esta exposición. Aunado a ello, las dos obras premiadas
presentan un factor en común que define mi postura estética y una búsqueda que se mantiene
en desarrollo, sin saber a dónde va a parar. Una relación constante con lo que llaman muchos
teóricos: “El Saber del Pueblo”.

Durante el mes de diciembre del año 2015 comenzó mi actividad en el CEDIAM


por iniciativa de Vince. Definitivamente, es una actividad que complementa con mis estudios
de artes en esta importante universidad; y por eso no dudé en aceptar la propuesta y
advocarme al aprendizaje práctico de la musicología en varias de sus ramas. Una de ellas fue
la recopilación, ordenación y un acercamiento a la catalogación de una parte del archivo
musical de Humberto Sagredo Araya, quien fue uno de los pedagogos y musicólogos chilenos
más influyentes en la segunda mitad del siglo XX en Venezuela. Dicha catalogación contiene
partituras de música coral, específicamente de música latinoamericana arreglada por el
personaje mencionado para los coros que dirigía hasta ese entonces. Y en la actualidad estoy
en proceso de mi trabajo de grado que consta de una edición crítica de los trece joropos para
banda del compositor venezolano Pedro Elías Gutiérrez; cuya tutoría del Dr. Juan Francisco
Sans se enfoca en el rescate de una parte del archivo musical que donó la familia del
compositor a esta institución. Mi objetivo no solo sería de llevar este rescate a las bandas
sinfónicas actuales; sino de generarle al CEDIAM un aporte que permita iniciar un campo de
investigación para los futuros tesistas que quieran dedicar su trabajo al rescate del archivo
mencionado, que consta de una gran cantidad de partituras manuscritas con más de noventa
años de antigüedad y que requieren de un detallado estudio y especialización para el
cumplimiento de dicho objetivo.

Ahora bien, la principal razón por la que estoy presente en este momento es por el
motivo de la exposición. En el año 2013 recibí mi primer galardón con el premio a la obra
para cuatro y orquesta típica del I Concurso de Composición para Cuatro “Freddy Reyna”
con la obra Concierto Típico Nº2. En ella me dediqué a estudiar, previo a la realización de la
obra, un método de escalas, en casi todas sus disposiciones, que dejó Freddy Reyna para su
aplicación a la enseñanza del cuatro como un instrumento no solo concebido para la música
típica venezolana, sino para su concepción como instrumento de salas de concierto. Este
acercamiento me influenció enormemente en mi actividad creadora; pero además, me ayudó
a entender que desde la simpleza que presenta el cuatro en su conformación organológica, su
gama de posibilidades técnicas y musicales es amplia. Entendí que con el paso que el maestro
Reyna dio, el cuatro puede incluirse en cualquier plantilla musical; destacándose por sus
ilimitados recursos que pueden exponerse y, de esa forma, crear una relación de carácter
empático con instrumentos convencionales de cualquier agrupación como la orquesta
sinfónica, orquesta típica, banda sinfónica y agrupaciones de cámara en cualquier disposición
instrumental.

Mi otra relación se da con Antonio Lauro. Compositor que admiro y respeto desde
hace tiempo por mis estudios guitarrísticos; los cuales se dedicaron a una parte considerable
de su catálogo de obras para la guitarra. Pero, no solo existe una influencia con dicho
instrumento; también la hay como creador. El manejo que a nivel motívico realiza el
compositor con cualquier tema me sirvió de ejemplo para plasmarlo en mis obras. Esa
influencia está marcada en la obra para cuatro y orquesta típica: el manejo dialéctico del
instrumento principal con la gama de timbres que ofrecen los instrumentos, tanto de cuerdas
frotadas y pulsadas como los de viento – madera. Con el pasar del tiempo pude seguir ese
acercamiento a esa técnica del compositor, y el resultado que me generó fue la realización de
una obra para guitarra sola titulada Fantasía y Joropo Trivial. Obra premiada en este año
(2017) con el premio único, por decisión unánime del jurado, del VIII Concurso de
Composición para Guitarra “Antonio Lauro”. Considero que esta obra pudiese generar un
aporte al catálogo de obras para guitarra en Venezuela, no solo por haber sido premiada; sino,
por continuar el legado de plasmar un acercamiento hacia la música folklórica venezolana
que representó en su momento la figura de Antonio Lauro a través de la guitarra y otros
formatos como el coro y la orquesta sinfónica. La obra galardonada está compuesta en dos
partes desarrolladas por dos temas provenientes del folklore del Edo. Sucre. El primero es la
Jota Llorona de la folklorista Rosa María Hernández “La Paraulata” y el segundo El Joropo
del Bandolín Morocho del cultor sucrense Cruz Quinal. A partir de allí, mi propuesta fue la
de mostrar la relación de estos temas con las posibilidades técnicas de la guitarra; con el fin
de demostrar lo factible que puede ser unir estas cualidades y, de esa forma, generar una
alianza que no persigue otro objetivo que el de representar un acercamiento a la esencia del
folklore venezolano y una identidad que resalte la obra como característica del gentilicio del
país.

La música folklórica es la parte más importante de mi línea compositiva. No lo pienso


como parte de un espectáculo, y mucho menos para generar chovinismos. No! Para mí
significa una vivencia perpetua con la realidad. Cada día que vivo es un testimonio más de
una obra que puede relucir en un momento posterior. Pienso que el inconsciente de cada
creador, por más que se reprima, desea mostrar ante el mundo lo que siente; y, con ello,
agarrarse de cualquier forma para decir algo, desde el fondo de su origen y sin ningún
impedimento. Pues, creo yo que eso es lo auténtico, lo esencial y lo nuevo. Esa “canción
popular” que Friedrich Nietzsche describe en su ensayo El Nacimiento de la Tragedia, se
convierte a futuro en la expresión popular, esa expresión se convierte en folklore, y ese
folklore no es otra cosa que una energía contagiosa que transmite un habitante autóctono a
una persona ajena a su cultura y creencia. Así pienso yo que pasa con la composición, desde
mi perspectiva. Las figuras de Freddy Reyna y Antonio Lauro se dedicaron a este contexto,
investiguemos su fuerte vinculación con la música popular. Ellos se contagiaron de esa
energía, no se desvincularon, defendieron esa postura y hasta el final de sus días mantuvieron
esa esencia. Finalmente, reflexiono que el ser humano constantemente está evolucionando.
Puede que en algún momento deje de pensar de esta forma; pero lo que si tengo claro es que
siempre queda el testimonio a través del arte y quiéralo o no, la influencia del saber popular
está marcando incesantemente el destino artístico de la actividad en Venezuela.

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