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reeducados y reinsertados porque esas son las reglas y las reglas son
para ser cumplidas. Eso dicen los justos.
Ese es el mundo de los justos. El otro es nuestro mundo.
Somos el otro. El otro es el que no es. No somos.
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El porqué de las prisiones
El sistema de control policial necesita de la delincuencia para justificarse, a partir de los
miedos que genera en la población.
En 1976, ante la pregunta que se le formulara a Michel Foucault en una conferencia
que dictó en Brasil (publicada en la revista Barbarie Nº 4 y 5), respecto a ¿qué tipo de
productividad pretende lograr el poder en las prisiones?, esta fue la respuesta:
Por Michel Foucault*
"Esa es una larga historia: el sistema de la prisión, quiero decir de la prisión represiva,
de la prisión como castigo, fue establecido tardíamente prácticamente al fin del siglo
XVIII. Antes de esa fecha la prisión no era un castigo legal: se aprisionaba a las
personas simplemente para retenerlas antes de procesarlas y no para castigarlas, salvo
en casos excepcionales. Bien, se crean las prisiones como sistema de represión
afirmándose lo siguiente: la prisión va a ser un sistema de reeducación de los
criminales. Después de una estadía en prisión, gracias a una dosmesticación de tipo
militar y escolar, vamos a poder transformar a un delincuente en un individuo obediente
a las leyes. Se buscaba la producción de individuos obedientes.
Ahora bien, inmediatamente, en los primeros tiempos de los sistemas de prisiones quedó
en claro que ellos no producían aquel resultado sino, en verdad, su opuesto: mientras
más tiempo se pasaba en prisión menos se era reeducado y más delincuente se era. No
sólo productividad nula, sino productividad negativa. En consecuencia, el sistema de las
prisiones debería haber desaparecido. Pero permaneció y continúa, y cuando
preguntamos a las personas qué podríamos colocar en vez de las prisiones, nadie
responde.
¿Por qué las prisiones permanecieron a pesar de esta contraproductividad? Yo diré que
precisamente porque, de hecho producían delincuentes y la delincuencia tiene una cierta
utilidad económico-política en las sociedades que conocemos. La utilidad mencionada
podemos revelarla fácilmente: cuantos más delincuentes existan, más crímenes
existirán; cuántos más crímenes hayan, más miedo tendrá la población y cuanto más
miedo en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial.
La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de
aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica porqué en los periódicos, en la
radio, en televisión, en todos los países del mundo, sin ninguna excepción, se concede
tanto espacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad cada nuevo día. Desde
1830 en todos los países del mundo se desarrollaron campañas sobre el tema del
crecimiento de la delincuencia, hecho que nunca ha sido probado, pero esta supuesta
presencia, esta amenaza, ese crecimiento de la delincuencia es un factor de aceptación
de los controles.
Pero eso no es todo, la delincuencia posee también una utilidad económica; vean la
cantidad de tráficos pefectamente lucrativos e inscritos en el lucro capitalista que pasan
por la delincuencia; la prostitución; todos saben que el control de la prostitución en
todos los países de Europa es realizado por personas que tienen el nombre profesional
de proxenetas y que que son todos ellos ex presidiarios que tienen por función canalizar
los lucros recaudados sobre el placer sexual. La prostitución permitió volver oneroso el
placer sexual de las poblaciones y su encuadramiento permitió derivar para
determinados circuitos el lucro sobre el placer sexual. El tráfico de armas, el tráfico de
drogas, en suma, toda una serie de tráficos que por una u otra razón no pueden ser legal
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y directamente realizados en la sociedad pueden serlo por la delincuencia, que los
asegura.
Si agregamos a eso el hecho de que la delincuencia sirve masivamente en el siglo XIX y
aún en el siglo XX a toda una serie de alteraciones políticas tales como romper huelgas,
infiltrar sindicatos obreros, servir de mano de obra y guardaespaldas de los jefes de
partidos políticos, aún de los más o menos dignos. Aquí estoy hablando precisamente de
Francia, en donde todos los partidos políticos tienen una mano de obra que varía desde
los colocadores de afiches hasta los aporreadores o matones, mano de obra que está
constituida por delincuentes. Así tenemos toda una serie de instituciones económicas y
políticas que opera sobre la base de la delincuencia y en esta medida la prisión que
fabrica un delincuente profesional posee una utilidad y una productividad.
* Extraído de la Mesa de Café "Dudemos del Progreso"
12/09/2012
Alcira Daroqui: “La cárcel es una máquina política para producir subjetividades
degradadas”
Así lo aseguró la socióloga del equipo del Registro Nacional de Casos de Torturas.
Además de describir los contextos de encierro de los hombres, la investigadora contó la
realidad de los penales de mujeres
Alcira Daroqui habla con la seguridad de quien describe lo que conoce. No toca de
oído, porque lejos está de ser una improvisada. La socióloga y también coordinadora de
la Facultad de Ciencias Sociales en el programa UBA XXII de educación en cárceles,
habla porque trabaja y además analiza las particularidades de los contextos de encierro.
Y a diferencia de muchos otros, básicamente teóricos, Daroqui lo hace visitando
penales, entrevistando a presos y cuestionando, desde un sentido de realidad, al Estado y
su institución penitenciaria. Ella sabe, y lo reconoce, que es poco lo que se puede hacer
para cambiar, pero así y todo, recomienda seguir intentándolo.
Por eso propone resignificar el concepto de seguridad, y hacerlo extensivo a las
personas que están alojadas tras los muros de las cárceles bonaerenses y federales. Si
bien no se ocupa, ni se ocupará -como dijo- de estudiar el fenómeno de la
inseguridad, Daroqui entiende que es fundamental garantizar la integridad física de las
personas detenidas.
“En términos de seguridad democrática, estamos exigiendo que la seguridad sea para
todos. Porque yo creo que no hay sujeto más inseguro que un tipo que está preso. La
incertidumbre es la violencia más dura. Y que alguien salga vivo de la cárcel es
realmente toda una prueba de resistencia”, definió la profesional en diálogo
con Crítica Penal, programa que se emite todos los jueves de 21 a 23 por FM De la
Azotea 88.7 Radio Comunitaria.
Lo que sigue es la descripción de ese contexto carcelario que lleva a Daroqui a pedir
seguridad también para las personas detenidas en el territorio nacional.
-¿Qué diferencias existen entre los penales bonaerenses y las cárceles del sistema
federal?
-Me gustaría hablar primero de lo que se parecen, porque son iguales. En las dos se
tortura, en las dos se violan sistemáticamente los derechos de los detenidos. Ahora, cada
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una tiene sus singularidades. Ese despliegue de violencia institucional en las unidades
federales se expresa más, sobre todo en prácticas como la bienvenida a cada preso que
entra a la cárcel. Se expresa también un sistema de régimen de vida, ya no de sanción,
de aislamiento de 18, 22, 24 horas. En el sistema provincial está empezándose a
observar eso, aunque no está tan expandido como en el Federal. En la provincia de
Buenos Aires está muy presente la cuestión de los traslados gravosos, de la famosa
calesita por las cárceles. En el sistema Federal, este sistema de tortura y violación de
derechos es menor aunque está presente, porque el 70% de los encerrados en Chaco,
Rawson y Neuquén son del conurbano. Hay una lógica de confinamiento muy fuerte. El
sistema federal es más violento en términos institucionales. Las requisas de pabellón se
hacen entre 30 y 40 penitenciarios a golpes, patadas y balazos de goma. En el sistema
provincial, hay más una delegación de la violencia en los propios presos. Es
escandaloso que en una cárcel como Olmos, que tiene más de 2000 presos, un turno de
guardia esté compuesto por 14 penitenciarios. Eso demuestra, claramente, como el
gobierno lo gestionan los propios presos en términos de sobreviviencia y esa
sobreviviencia es violenta.
Pero esa delegación, de ninguna manera, quita la responsabilidad y la práctica violenta a
la institución.
-¿Cómo se da en la práctica esa delegación del gobierno de la cárcel?
-Hay distintos sistemas de delegación. Un sistema es por medio de los regímenes que
nosotros llamamos evangélicos penitenciarios, donde más del 50% de la población de la
provincia de Buenos Aires está alojada.
Otro es el famoso sistema del “limpieza”, que es el preso que coordina y gestiona el
pabellón, que es muy móvil y endeble. Hay quienes estudian y dicen, y yo no lo puedo
creer, que hay casi una horizontalidad entre el servicio penitenciario y estos “limpieza”.
Uno dice: es cierto, hay una delegación en los “limpieza” para que gestionen el
pabellón, pero el día que se rompió la relación con el servicio, se dispone de esa
persona, se la manda a cualquier lado. Qué horizontalidad. La horizontalidad se termina
en un segundo. Y otra forma que también hay de delegación tiene que ver con los actos
más violentos, que gestiona el propio servicio, que son las famosas muertes o el mandar
a lastimar, que en la jerga carcelaria, en el caso de los hombres, se le dice “coche
bomba”, y en el caso de las mujeres, “gato bomba”. Tiene que ver con negociar con una
persona detenida alguna situación límite por la cual la persona detenida acepta a cumplir
esa orden. Pero más allá de esas lecturas, desde nuestro enfoque político y de
investigación, la responsabilidad siempre es de la institución. No hay que focalizar en si
el preso es más o menos violento. La cárcel se tiene que sobrevivir. Y una diferencia que
me parece importante, que se está empezando a dar también en el sistema Federal, es
que en la Provincia hay producción de la degradación.
-¿Qué supone esa práctica?
-Son las condiciones materiales, las condiciones de vida, que en el Federal se dan por
sectores. Pero en la Provincia, en cambio, es una forma de gobierno: producir
permanente degradación. Están en celdas inundadas, con materia fecal, orinando en una
botella, y así viven días y días, con sus colchones mojados, con bichos. Y de la
alimentación, ni hablar. La animalización de los detenidos se da con obscenidad en las
cárceles bonaerenses. Y uno se pone a ver cuánto le sale al Estado cada preso, y se da
cuenta que la degradación no sólo tiene una finalidad política, sino que hay una
propensión a partir de una corrupción de los recursos. Hay apropiación y eso marca una
cuestión más compleja que la asimetría de poder y la voluntad política de producir
sujetos vulnerados y degradados, que ya vienen de afuera y que la cárcel concluye con
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el proceso. A la expansión de la tortura no hay que resumirla en la agresión física,
porque es otro peligro. Constatamos once tipos de torturas. En la provincia de Buenos
Aires, que los presos son extremadamente pobres, detectamos el robo de pertenencias
como un método de tortura. Les roban las cosas. Hemos encontrado gente sin un riñón,
sin la dentadura, y así y todo, para mí, que le roben lo poquito que pueden tener, me
parece un acto de salvajismo.
-Los traslados son también una forma de ejercitar la tortura sobre los detenidos…
-De los presos que trasladan nosotros decimos que tienen una especie de prisión
ambulatoria; se desconoce dónde están. Lo desconoce la familia, hasta lo desconoce él
mismo. Y eso nos remite a una práctica que hay que repensarla en función de otras
épocas: es un preso que no está en ningún lado, hasta que cae en algún momento en
algún lugar. El concepto de traslado siempre tuvo una simbología muy fuerte para todos
nosotros. Los traslados eran la muerte. Y los presos tienen mucho miedo de morir en los
traslados, porque los meten en el camión con gente que desconocen o que a veces son
sus enemigos de la cárcel o fuera de ella. Además, hemos detectado que en ocasiones
los bajan del camión y los someten a simulacros de fusilamiento. Lo ha dicho uno, lo
han dicho dos, lo han dicho en distintos penales distintos presos.
LAS MUJERES EN EL ENCIERRO
-¿La realidad del sistema carcelario masculino se extiende también al de mujeres?
-Hay cosas que son comunes para hombres y mujeres. Pero primero hay que decir que
es cierto que las mujeres son un porcentaje muy menor al de los hombres encarcelados.
Lo cual también hace que uno generalice la cuestión carcelaria en relación a los varones
porque realmente el porcentaje de mujeres no llega al 8 o 9 por ciento de la población.
Hay singularidades, de todos modos. En la mujer hemos detectado menos ejercicio de la
violencia física. Aunque hay casos, y sobre todo cuando las chicas son jóvenes. Para
ellas hay dos prácticas habituales. El ejercicio de alguna violencia física por parte del
servicio penitenciario y el alojamiento en buzones, es decir, en la celda de castigo. Pero
en general, no hay tanta aplicación del golpe físico.
-¿Y cuáles son las formas alternativas y particulares de degradarlas?
-Tienen que ver con el lugar de la mujer en la sociedad. Las requisas vejatorias, la
desnudez, mostrar los genitales, mostrar el ano, mostrar los senos. Hacerlo con sus
hijos, hacerlo en las visitas de sus hijos, hacerlo con sus hijos alojados en las cárceles.
Las mujeres se quejan mucho de la falta de asistencia a sus problemas de salud. Y es ahí
que detectamos que es una práctica deliberada. No existen los exámenes ginecológicos.
Mujeres con hemorragias, con problemas de salud. La mujer tiene una relación con el
cuerpo distinta a la que tiene el hombre y es ahí a donde apuntan. Y después hay
trabajos de dañosidad psicológica muy fuerte. A la mujer se la culpabiliza en el discurso
permanentemente. Se la hace cargo de cómo abandonó a sus hijos, por ejemplo.
Entonces, en las cárceles de mujeres hay una búsqueda del deterioro psíquico. Y en
algunos casos lo logran. En el año 2010, en la cárcel de Ezeiza, en la Unidad 3, hubo
cuatro suicidios, y de alguno podemos dudar, pero hubo cuatro suicidios y tres o cuatro
intentos. Y todas de chicas jóvenes. Eso habla de los quiebres. Y las mujeres, a las
condiciones de los traslados las sufren peor que los hombres en la Provincia. Hay un
sector en el camión que se llama la latita, y en el que sólo podría ir una persona van
entre tres y cuatro mujeres.
SIN SOLUCIÓN
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-El informe del Comité contra la Tortura habla de un sistema carcelario de la
crueldad. La descripción que hiciste no hace más que llenar de contenido esa idea.
Ahora, ¿qué posibilidad concreta hay de gestar transformaciones genuinas en los
contextos de encierro?
-No hay nada que hacer. Porque no es un problema que funciona mal. La cárcel hace su
trabajo correctamente.
-Iñaki Rivera Beiras dice que la cárcel existe gracias a su propio fracaso, no
gracias a su éxito…
-Claro. Y yo lo aclaré hoy cuando di clases. Yo soy pesimista y los pesimistas somos los
que cambiamos la vida. Lo optimistas no. Yo creo que hay que seguir. Pero que se
piense que esto tiene… por qué debería cambiar. Esa es la pregunta. Por qué. Porque no
es que el Estado incumple. Hasta ahora ejerce prácticas concretas de incapacitación, de
neutralización de determinados sujetos. Y esta es una práctica política. La cárcel es una
maquinaria política de producción de subjetividades, de subjetividades degradadas,
precarias y sometidas, a través de la violencia institucional del Estado. Eso es la cárcel.