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El modelo academicista especifica que lo esencial de un docente es su sólido conocimiento de la


disciplina que enseña. La formación así llamada “pedagógica” –como si no fuera también
disciplinaria- pasa a un segundo plano y suele considerarse superficial y hasta innecesaria. “Los
conocimientos pedagógicos podrían conseguirse en la experiencia directa en la escuela, dado que
cualquier persona con buena formación conseguiría orientar la enseñanza”(11). Plantea una
brecha entre el proceso de producción y reproducción del saber, en tanto considera que los
contenidos a enseñar son objetos a transmitir en función de las decisiones de la comunidad de
expertos. El docente no necesita el conocimiento experto sino las competencias requeridas para
transmitir el guión elaborados por otros, como un locutor hábil. La eventual autonomía se ve
como riesgosa, fuente de posibles sesgos. ¿Algunos de los programas de Actualización de
contenidos podrían ubicarse en esta línea?

El academicista ubica al docente como transmisor de las verdaderas certezas que proporcionan los
últimos contenidos científicos de la Academia. ¿Qué certezas científicas? ¿Cuáles contenidos
actualizados?

El método básico del aprendizaje es el academicista, verbalista, que dicta sus clases bajo un
régimen de disciplina a unos estudiantes receptores. Un ejemplo de este método es la forma como
los niños aprenden la lengua materna; oyendo, viendo, observando y repitiendo muchas veces; De
esta manera el niño adquiere la “herencia cultural de la sociedad”, aquí esta representada el
maestro como autoridad.

Las teorías academicistas se enfocan desde el paradigma social de la visión de un mundo


ordenado; especialmente se evidencia el predominio del modo occidental – aunque oriente
guardará sus tradiciones - y de la sociedad sobre el individuo en materia educativa. La educación
se entiende como exógena, de “afuera hacia adentro” del estudiante.

Se remonta desde los primeros siglos del cristianismo con las escuelas catedralicias hasta el siglo
IX aproximadamente, cuando la educación es ofrecida especialmente a los hijos de los nobles y
reyes. Posteriormente, las ordenes mendicantes: franciscanos y dominicos especialemente, las
tienen para la formación de sus miembros aproximadamente en los siglos X - XII. Sin embargo,
obtendrá su apogeo con la aparición de la Compañía de Jesús en el siglo XVI hasta
aproximadamente el ultimo tercio del siglo XIX, cuando aparecen las llamadas escuelas activas en
Ginebra. Su influencia llega hasta los años 50 en pleno siglo XX y en la actualidad aún conserva
mucha vigencia.

Surge en un contexto de pensamiento religioso humanista, donde la fe y la razón se contemplan


desde una síntesis armoniosa, y donde el hombre es considerado criatura divina, capaz de conocer
y comprender con la ayuda de la razón e iluminada por la fe, las verdades humanas e incluso la
Verdad absoluta: Dios.
Los estados y la fe cristiana esta unidos haciendo un solo estado y por lo mismo padecieron el
defecto de la confusión de planos y de responsabilidades. El patronato regio de muchos estados,
hacía que ambos, planos políticos - sociales y religiosos se confundieran y se invadan mutuamente.
Esto terminará abruptamente con la época moderna: el surgimiento de las llamadas escuelas
nuevas o activas, donde el acontecimiento social predominante será la Revolución Francesa, desde
la cual, la escisión de la unidad fe –razón será fundamental, se pasará de la consideración del
hombre ya no como objeto (de la creación) a la de un sujeto pensante y protagonista del mundo
en el que vive. La razón se independiza de la fe y busca sus propios caminos hacia la verdad

Hay a la base determinadas concepciones filosóficas: Epistemológicamente, el conocimiento es


posible gracias a una transmisión lineal de los conocimientos que, por medio de los sentidos se
“imprime” en la memoria del estudiante a manera de “tabula rasa”. No se contemplan procesos
sino que se concibe como algo mecánico y simple.

Esta teoría, como fundamento de la práctica curricular como cuerpo coherente y sistemático de
ideas, propone dos modelos importantes: El de la escuela clásica y el de la escuela activa, ambas
se derivan de la llamada “pedagogía tradicional” y no hacen sino reflejar el carácter
multiparadigmático de la teoría en sí misma.

Los modelos academicistas, basados en la disciplina, la autoridad y la rigidez son modelos


verticales que buscan asegurar la formación del alumno. La formación de un grupo selecto de
ciudadanos.

Los modelos academicistas respondieron por muchos siglos (en comparación a otros modelos) a
los problemas educativos de su tiempo. Con ellos, la escuela empieza a conocerse como
“institución” y a tomar mayor protagonismo frente a la familia ya que tiene a partir del siglo XX un
“encargo social”. Bajo una teoría antropológica, epistemológica y socio cultural determinada,
tanto el modelo tradicional como el de escuela activa se mostraron eficaces y acordes a las
necesidades de una sociedad menos compleja que la actual. Sin embargo, es esa misma realidad y
enfoque antropológico el que le lleva a evolucionar e ir dejando de lado sus propuestas y sus
dogmas en materia educativa. El papel del profesor sea en los modelos clásicos o activos, es
fundamental, tal como empiezó a redescubrirse en materia educativa en los siglos posteriores.

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