Вы находитесь на странице: 1из 16

MÁXIMO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ

Reflexiones sobre Dios y la vida

1
CREER O NO CREER EN DIOS
Máximo Álvarez Rodríguez

Si se hiciera una encuesta nos encontraríamos con que


hay mucha gente que cree en Dios, pero también con otros
que dicen no creer o que "pasan". No vamos a decir que unos
sean mejores y otros peores, porque puede haber creyentes
cuya vida deje bastante que desear y no creyentes que son
excelentes personas. Pero eso no quiere decir que resulte
indiferente la existencia o no-existencia de Dios.

Desde niño tuve la suerte de considerar a Dios como un


ser cercano, como alguien de la familia, como alguien real;
algo tan normal como tener padres o hermanos o amigos. Y
esa experiencia de Dios es siempre muy gratificante. Te
inspira confianza, seguridad, te da ánimo. Aunque eso no
significa que desaparezcan los problemas o las pruebas en la
vida. Por eso me da mucha pena cuando me encuentro con
gente sin fe. Es mucho lo que pierden. Porque en el fondo
vivir sin fe equivale también a vivir sin esperanza. Si Dios no
existe se supone que tampoco habrá vida más allá de la
muerte, que la vida no tiene sentido.

Entiendo que cualquier ser humano pueda tener dudas


sobre Dios o que diga que no entiende nada. Pero de ahí a
negar su existencia hay un abismo. ¿No parece demasiado
atrevimiento que un hombre afirme categóricamente que Dios
no existe? Concedamos que pueda decir que no encuentra
pruebas para demostrar su existencia, pero tampoco de su
no-existencia.

Nadie nace ateo ni agnóstico. Incluso los ateos más


destacados han sido en alguna etapa de su vida creyentes.
¿Puede depender la existencia de Dios de su cambio de ideas?
¿o de su estado de ánimo? Si Dios existe no depende de que
yo crea o deje de creer. Yo no puedo inventarlo ni destruirlo.

2
Pero tampoco puedo pretender ser más que Él, ni pedirle
cuentas, ni querer abarcar sus planes. Hay quien deja de
creer porque las cosas no le salen como él quisiera, porque no
nos concede todo lo que le pedimos o porque se hace
presente el sufrimiento. Si Dios atendiera todos nuestros
caprichos o deseos, si nada en la vida nos hiciera sufrir, poco
mérito tendría creer en Él; nos quitaría la oportunidad de
demostrarle que lo queremos de verdad. Supongamos que
alguien nos da un millón de pesetas y nosotros en
consecuencia le manifestamos nuestro agradecimiento. Eso
no tendría ningún mérito. Pero si nosotros entregáramos
parte de nuestros bienes a alguien que no nos va a dar nada
a cambio, eso sí sería meritorio.

Me duele pensar que haya gente pasa de Dios, pero


tampoco es mérito de uno el creer, por eso deseo vivamente
que todos tengan esa suerte, que Dios les dé ese don y que
les ayude a abrirse a él. En todo caso, sepan que aunque para
ellos Dios les resulte indiferente, ellos no son indiferentes
para Dios.

CONFESIONES

En el fondo lo que más nos cuesta es reconocer que


somos pecadores y que tenemos que cambiar de vida.

Por estas fechas tienen lugar en las distintas parroquias


las confesiones. Es evidente que hay mucha gente que ya no
se confiesa. Y, como decía un cura, de entre toda la gente
que va apenas hay algún pecado decente. Unos van
convencidos, otros un poco por cumpli-miento y muchos dicen
que no quieren o no necesitan confesarse. Siempre se buscan
disculpas. Aunque en el fondo lo que más nos cuesta es
reconocer que somos pecadores y que tenemos que cambiar
de vida.

3
Una de las razones que más se suelen aducir para no ir a
confesarse es el "tener que contarle al cura la vida". Pero
tampoco se trata de contar la vida a nadie. No obstante
puede ser que haya quien sienta reparo o vergüenza en
manifestar sus pecados. Pero esto no es más que una
disculpa. Porque fuera de la confesión a la gente no le da
vergüenza pecar ni siquiera manifestarse como pecadores.
Por ejemplo:

Son muchos los que abiertamente se manifiestan como


agnósticos o ateos, los que manifiestan claramente su
desinterés por las cosas de Dios. Y no les da vergüenza
ninguna que se note.

Se oye blasfemar a todas horas. La gente no se recata


en decir las mayores groserías contra Dios en público. No les
importa que todo el mundo les oiga.

Las ausencias a la misa dominical y el desprecio de las


prácticas religiosas son algo palpable.

Las relaciones familiares deterioradas y las


desavenencias están a la orden del día. Incluso a la gente no
le da reparo salir a la tele o a la radio a pregonarlo.

El adulterio u otros tipos de desórdenes sexuales son


conductas cada vez más extendidas, son un hecho público. Y
en muchos casos, sobre todo si es gente famosa, están
presentes en los medios de comunicación.

Que se roba o se miente no hace falta ser ningún lince


para adivinarlo. La corrupción en estos órdenes es tan
generalizada que difícilmente se puede ocultar.

La muestra es suficiente para demostrar cómo la gente


no se oculta para pecar ni siquiera para divulgarlo o
comentarlo ante quien sea. A la gente no le importa contarlo
todo al psicólogo o al psiquiátra o al periodista de turno, pero
parece que todo el problema está en hablar con el sacerdote,

4
acostumbrado a conocer las debilidades humanas y a oír y
guardar secretos mejor que nadie.

Quiero terminar con una historia tan real como


enternecedora que sucedió en nuestro Arciprestazgo. Una
mujer de cuarenta años era consciente de que se moría al dar
a luz y mandó ir a buscar al sacerdote que vivía a varios
kilómetros y que sólo podía hacer el camino a caballo. Pues
bien, como sabía que el cura no iba a llegar a tiempo escribió
los pecados en un papel y se los entregó a una vecina para
que se los entregara al cura cuando llegase. Ciertamente ya
había muerto cuando éste llegó. ¡Qué fe tan grande! ¡Qué
amor por el sacramento de la Penitencia!.

Sería bueno que viéramos la Penitencia no como una


carga pesada que nos impone la Iglesia sino como un gesto
amoroso de Dios Nuestro Padre.

VALLE DE LÁGRIMAS

Ayer, hablando con un amigo, le comenté que a veces


uno ya no sabe sobre qué tema escribir y él me dijo: escribe
sobre la soledad y el sufrimiento. Ciertamente el tema es muy
importante. Si se echa una mirada alrededor o a lo lejos,
resulta fácil constatar que es mucha la gente que sufre, por
distintos motivos. De ahí que por mucho que intentemos
modernizar la Salve no parece que sea posible quitarle lo del
"valle de lágrimas". Más aún, si se toma en serio la frase de
Ana Frank, podemos padecer de insomnio crónico: "cuando se
piensa en el prójimo es como para llorar todo el día".

A nada que nos pase, un pequeño contratiempo, un


malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla
económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos.
Y sin embargo nos acostumbramos a ver y oír casi todos los
días noticias de gente que se muere de hambre, que perecen
como consecuencia de terremotos, de inundaciones, de
guerras, de accidentes... que ven cómo desaparecen bajo los
escombros o arrastrados por las aguas sus seres más
5
queridos, que se quedan sin hogar y sin los objetos para ellos
más preciosos.

Si intentamos ponernos en el lugar de quienes padecen


todas estas desgracias, como si nos ocurrieran a nosotros, tal
vez podríamos hacernos una pequeña idea de lo que ese
sufrimiento significa. Pero también nos puede servir de
consuelo en el sentido de que, al compararnos con ellos,
podemos comprobar que con frecuencia nos quejamos de
vicio.

De vez en cuando les digo a mis alumnos que su mayor


problema es no tener problema ninguno. En efecto, cuando
uno tiene de todo sin hacer grandes esfuerzos, está tentado a
no valorar las cosas. Tal vez por eso desprecia más la comida
el que la tiene en abundancia; no rinde en los estudios el que
tiene facilidades para estudiar; o desprecia las prácticas
religiosas el que más oportunidades tiene de participar en
ellas.

Digamos que la experiencia del sufrimiento tiene una


función pedagógica en el sentido de que nos enseña a vivir
con menos superficialidad y a tratar a los demás con un poco
más de comprensión. Por una parte debe llevarnos a ser
mucho más solidarios con los que sufren y por otra a ir
descubriendo el verdadero valor y medida de las cosas.

Cuando mi amigo me sugirió este tema, de alguna


manera estaba sintiendo la misma preocupación que Buda:
cómo eliminar el sufrimiento. Si bien la respuesta del sabio
oriental no coincide exactamente con la cristiana, no cabe
duda que tiene mucho de aprovechable:

Si tuviéramos más vida interior, más moderación, más


espíritu de desprendimiento y renuncia... más confianza en
Dios, este valle de lágrimas sería bastante más llevadero.

6
Si confiamos en Dios, nuestro Padre bueno, nuestro
sufrimiento es más ligero, Dios nos ama, nos abraza, nos
acompaña en el camino.

JUZGAR A TODOS POR LA FALTA DE ALGUNOS

¿Cómo se atreven a juzgar a los que, a pesar de sus


debilidades, intentan seguir siendo fieles?

La semana pasada me encontraba en un local en el que


había varias personas, una de las cuales estaba leyendo el
periódico. Al llegar a un titular que hablaba de dos monjas
asesinas, instintivamente se dirigió a mí, quiero pensar que
sin mala fe, pero como si por el hecho de ser cura yo tuviera
algo que ver con la actuación de las religiosas. Es verdad que
no ofende quien quiere, sino quien puede, pero de alguna
manera me molestó. Esto suele pasar con bastante
frecuencia. Así, por ejemplo, sale una noticia sobre el Papa y
te dicen: oye, mira aquí hablan de tu jefe. Y yo les digo: y del
tuyo, si es que no has dejado de ser cristiano. Otra cosa muy
distinta es que personas que te aprecian, al ver noticias
relativas a la religión o a la Iglesia, se acuerden de ti.

Volvamos a la noticia de las monjas. Se trata de dos


mujeres que están siendo juzgadas. Aún no se ha dictado
sentencia. Podrían ser inocentes. Más supongamos que, en
efecto, obraron mal y colaboraron en la muerte de otras
personas... Eso es muy grave y no tiene disculpa. Pero de
ninguna manera se puede achacar a la condición de
religiosas, ni a las normas de la Iglesia o de su congregación.
En todo caso es el fruto de un contexto salvaje de odio y
rivalidad que nada tiene que ver con el cristianismo. Sin
embargo el goteo constante de noticias escandalosas que
implican a gente de Iglesia, como ha sido también el caso de
las misioneras africanas, puede llevar a veces a la
generalización, a decir que todos son iguales o a empañar el
testimonio de entrega y santidad de cientos de miles de

7
personas que viven su fe y su compromiso cristiano de
manera auténtica.

Pero aún hay más, ¿por qué cuando se habla de temas


de Iglesia se tiende a pensar solamente en la Jerarquía o en
las personas especialmente consagradas? Que se sepa, lo que
nos hace miembros de la Iglesia no es la ordenación
sacerdotal o la profesión religiosa, sino el Bautismo. Por tanto
no parece justo que un bautizado intente echar balones fuera,
señalando a los demás y no aplicándose a sí mismo lo que
aplica alegremente a los otros. Y si es que ya ha dejado de
ser cristiano por pereza o por abandono de la fe, ¿cómo se
atreve a juzgar a los que, a pesar de sus debilidades, intentan
seguir siendo fieles?

Hablando de debilidades, la expresión bíblica "hombre de


barro" no pretende presentar a Dios como el dueño de una
cerámica, sino reflejar la fragilidad, la condición pecadora del
ser humano. Y que se sepa no hay ningún producto mágico
que la elimine. Ya lo decía el clásico latino: "hombre soy y
nada humano me es ajeno". Mire sinceramente cada cual
hacia sí mismo y entonces no deberá extrañarse de que los
demás puedan cometer errores. Y si alguien se cree perfecto
ya tiene un defecto grande: la falta de visión para reconocer
sus limitaciones.

¿Monjas asesinas? Presuntamente dos, en medio de


cientos de miles y no precisamente por ser monjas. En todo
caso en la balanza de las cifras es infinitamente mayor el
número de monjas asesinadas por ser monjas. Esa es la gran
verdad y como ésta otras muchas que afectan a la Iglesia.

CRISTO SIN IGLESIA

Hace poco en una reunión con padres de niños de


primera comunión abordamos el tema de la Iglesia. Otros días
habíamos hablado de Dios creador y de Jesucristo.
Correspondía hablar en la última reunión de la Iglesia como
comunidad de los seguidores de Jesús y continuadora de su
8
misión. En estos casos es muy importante el diálogo, el oír
opiniones, aclarar dudas, compartir vivencias, etc... Y hoy
aunque mucha gente no tenga idea de nada siempre hay
quien opina de todo llegando incluso a decir barbaridades
como esta: “¿por qué la Iglesia no respeta la libertad de las
personas y nos obliga a creer en Jesucristo?”. Como pueden
ver la pregunta ya no necesita respuesta ni comentario.

Pero, sobre todo, una de las cosas que con frecuencia


hay que constatar es la agresividad de muchos
padres/madres con relación a la Iglesia. Así, por ejemplo, a la
pregunta “¿se puede ser un fiel seguidor de Jesucristo
prescindiendo de la Iglesia?”, muchos respondían que “por
supuesto que sí”.

Quiero pensar que tienen un concepto muy pobre de


Iglesia, que no saben lo que dicen o que están llenos de
prejuicios... o tal vez que sea una manera de justificar la
comodidad y la falta de compromiso. Ciertamente no solo
estos padres, sino otra mucha gente piensa lo mismo.

Lo más triste es que no hayan tenido la suerte de vivir


de cerca la gozosa experiencia que supone participar de la
inmensa riqueza espiritual que se recibe a través de la Iglesia
(doctrina, amor, gracia....). Los numerosos y graves fallos
que se puedan reprochar a la Iglesia en cuanto institución
formada por seres humanos en nada empaña todo lo bueno y
santo que en ella se encuentra.

Hay inmensidad de obras buenas, de iniciativas


hermosas en favor de los demás, incluidos los más débiles...
que difícilmente habrían surgido sin ese caldo de cultivo que
es la comunidad de creyentes. Y todo ello no solo desde un
punto de vista espiritual, sino también material, cultural,
social, asistencial...

Imaginemos por un momento que la Iglesia no hubiera


existido o que desapareciera totalmente y veríamos el
inmenso vacío que esto produciría en todos los órdenes.
9
Convendría recordar aquella frase de nuestros Obispos
en el Documento Testigos del Dios vivo: “En un mundo como
el nuestro, quienes creen en Dios y en Jesucristo, pero viven
alejados de la Iglesia, corren en riesgo de perder la fe en el
Dios vivo y la esperanza en la salvación cristiana”.

HABLAR CON DIOS

Si la religión se limita a creer que existe un ser superior


al que llamamos Dios o a unas ceremonias rutinarias, no es
de extrañar que muchos de los que se dicen creyentes
terminen por dejar de serlo cayendo en la indiferencia
religiosa. Pero cuando consiste en una relación personal de
amistad entre el hombre y Dios, entonces se llevan las cosas
de otra manera. Uno siente necesidad de hablar y de ser
escuchado, experimentando un gran vacío si le falta ese
tiempo de diálogo con Dios. Mejor aún, todo el tiempo se
convierte en tiempo de oración, porque uno se da cuenta que
no puede vivir fuera de su presencia y que cualquier cosa que
se haga o se piense está patente a los ojos de Dios.

Pero este diálogo a veces se torna dramático, cuando


clamas al cielo ante una dificultad y tienes la sensación de
que Dios no te escucha, porque las cosas van mal y no se ve
solución. Muchas veces pienso en las personas que tienen
familiares desaparecidos y un día y otro día o tal vez después
de varios años siguen sin saber nada de ellos, sin poder
dormir, con angustia permanente. Se supone que habrán
gritado a Dios y sin embargo no hallan respuesta. ¡Qué difícil
tiene que hacerse el orar en estas circunstancias y, a pesar de
todo, con frecuencia es lo único que se puede hacer!. Es la
oración más difícil y al mismo tiempo la más auténtica, como
la oración de Jesús en el Huerto. Por una parte suplicaba al
Padre que lo librara de la muerte y, por otra, tuvo que
resignarse a aceptar que el proceso y condena siguieran
adelante. Es cierto que tuvo fuerzas para decir “que se haga
tu voluntad”, pero también llegó a exclamar “¡Dios mío, Dios
mío!, ¿por qué me has abandonado?”

10
Rezar es hablar con Dios y a veces la gente sólo piensa
en la repetición de unas fórmulas aprendidas de memoria o
acaso en la oración -muy importante también- hecha en
comunidad, junto con otras personas. Pero Jesucristo cuando
nos invita a hacer oración dice que entremos en nuestra
habitación y que allí, en secreto, podemos hablar con Dios y
que Dios nos escucha. Es como una invitación a la intimidad,
a hablar a solas con Él. Por eso aquellas personas que no se
atreven a rezar, ni siquiera a asistir, en lugares públicos no
deberían echar en saco roto esta posibilidad de hablar a solas
con Dios, con sus propias palabras, en el lugar más recóndito.
Por ahí se empieza y por ahí debería terminar la oración de
quienes también rezamos en público.

Pocas cosas hay tan maravillosas como el saber que


nunca estamos solos, que Él siempre nos escucha, aunque
sólo sea para que le manifestemos nuestras dudas o nuestras
quejas... Pero además la oración nunca es un monólogo, una
pregunta sin respuesta. Cuando uno está en actitud de
oración, al mismo tiempo que conectamos el cable para
enviarle nuestros mensajes, Él aprovecha ese mismo hilo para
enviarnos los suyos.

Podemos estar “hablando de” Dios constantemente y


meditar todas las verdades y misterios del cristianismo de la
manera más excelente que podamos imaginar. Pero el hecho
de “hablar con” Dios supera con creces todo lo que podamos
hablar de Él. Es ya como un anticipo del cielo, es llevar a la
práctica en esta vida aquella finalidad para la que fuimos
creados; “para el diálogo con Dios”. Nada hay más simple ni
más sublime: que nunca dejemos de hablar con Él.

EL ROSTRO DE CRISTO ¿CÓMO ES?

Hay un retrato de Jesús que sí tiene mucha influencia en


los demás y es la imagen que damos los cristianos

11
Hace un tiempo unos supuestos científicos se atrevieron
a presentar un retrato de Cristo. Decían basarse en el
hallazgo de un cráneo de una persona judía contemporánea
de Jesús. La conclusión parece un poco atrevida, puesto que
es como si después de veinte siglos intentaran descubrir cómo
era Miss España 2000 por la cabeza de una persona poco
agraciada de la misma época. En aquel tiempo habría, como
ahora, altos y bajos, guapos y feos, de todo...

Lo cierto es que el presunto retrato de Jesús, difundido


por los presuntos investigadores, da un poco de pánico. Sin
embargo, aunque de la tradición y de los datos que ofrece el
Evangelio parece desprenderse la idea de un Jesús atractivo,
no tendría por qué extrañarnos que Jesús hubiera sido una
persona fea.

Dicha teoría existe, basada en el cántico del "Siervo de


Yahvé" de Isaías. La defendieron autores tan famosos como
San Justino, San Basilio, San Cirilo y Tertuliano, en principio
hostiles a todo lo que el cuerpo significa. Pero otros Padres de
la época como San Jerónimo, San Gregorio de Nisa, o San
Juan Crisóstomo, defendieron lo contrario.

En todo caso Jesús, que asumió la pobreza y debilidad


humanas, pudo haber asumido perfectamente la fealdad
corporal. Pero parece que no ha sido así. Por lo tanto el
mencionado retrato virtual parece, cuando menos, una
impertinencia.

Hay un retrato de Jesús que sí tiene mucha influencia en


los demás y es la imagen que damos los cristianos, la imagen
que da la Iglesia.

Y últimamente, por eso de que siempre destaca más lo


negativo, dicha imagen en los medios de comunicación no ha
salido tampoco demasiado bien parada. Que si los Obispos no
condenan claramente el terrorismo, que si los misioneros, que
si un cura hizo o dijo no sé qué...

12
En la mayoría de estos casos si uno se deja llevar de la
primera impresión, de los titulares y aún de los primeros
comentarios, se comprende que puedan suscitar un
sentimiento de indignación.

Pero a medida que se va profundizando en las noticias y


recogiendo datos, las cosas se ven de otra manera.

Pero vamos a ponernos en el peor de los casos: que los


miembros de la Iglesia cometemos errores o que nuestra
manera de actuar pueda causar escándalo (unas veces con
razón y otras sin ella). Lo primero que debería tener presente
la persona escandalizada es aquella frase de Jesús a los
fariseos que querían apedrear a la mujer: "el que esté limpio
de pecado que tire la primera piedra".

Y no olvidemos que la Iglesia somos todos, no sólo las


Jerarquías eclesiásticas, sino en primer lugar todos los
bautizados. Ya el Concilio dejó bien clara la doble condición de
la Iglesia "santa y pecadora".

No es lo preocupante que el rostro de Jesús sea feo o


guapo, sino que la mencionada investigación no responde a
criterios objetivos. No es lo preocupante la imagen a veces
lamentable de la Iglesia sino la incomprensión,
sensacionalismo fariseísmo o mala uva con que algunos que
también forman parte de ella se regodean.

Es como si alguien se recreara en reirse o divulgar los


defectos o debilidades de una persona. Pero sobre todo la
belleza de la divinidad de Jesús y de la Iglesia, en cuanto
sacramento de salvación, es algo que no deja lugar para la
duda.

EL CRISTO DE LA TOLERANCIA

Nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba


de imponer sus ideas, invitaba a que le siguieran.

13
Probablemente no hay ningún Cristo que lleve este
nombre, pero si hay un “Cristo de los faroles” o “de los
gitanos”... con mayor razón se puede hablar del “Cristo de la
tolerancia”.

Desgraciadamente, a lo largo de los siglos, las diversas


religiones en general no sólo no la han promovido, sino todo
lo contrario. El afán de “imponer”, como sea, a los demás las
propias creencias ha dado origen a muchos odios y guerras. Y
no han faltado cristianos afectados por esta lacra.
Afortunadamente nada tiene que ver esta conducta con la
manera de actuar de Jesucristo, ni con el pensamiento de la
Iglesia claramente expresado en el Concilio. Precisamente
San Juan Pablo II en su carta ante el Tercer Milenio dijo:
“Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia
deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento está
constituido por la aquiescencia manifestada con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad”.

Pero si bien es cierto que hubo épocas pasadas en las


que se llegó a hechos extremos (como la Inquisición), hay
que reconocer que en cierta manera en bastantes cristianos
aun permanece vivo cierto espíritu inquisitorial. Curiosamente
entre personas que se creen muy religiosas se puede dar una
especie de afán de meterse en la vida de los demás, en juzgar
a la ligera su modo de actuar, en condenar no a la hoguera,
pero sí con ese fuego destructor que a veces es la lengua,
como si ellos tuvieran el monopolio de la verdad. Por
supuesto que también en las filas de los no religiosos se da
esta misma actitud respecto de los creyentes.

Por eso nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca
trataba de imponer sus ideas. Invitaba a que le siguieran,
pero nunca coaccionaba a nadie. Cuando terminaba de hablar
solía decir: “el que tenga oídos para oír, que oiga”. Más bien
Él fue víctima de la intolerancia de los sacerdotes, escribas y
fariseos, a quienes criticaba por estar demasiado aferrados a
la letra de la ley. Mientras éstos todo lo arreglaban con el

14
cumplimiento estricto de las normas, Jesús dice que no ha
sido creado el hombre para la ley, sino la ley para el hombre.
Y así Jesús “violaba el sábado”, curando enfermos en días en
que la ley lo prohibía; era criticado porque a veces no
cumplían ni él ni sus discípulos las normas del ayuno; aunque
respetaba el templo, lo relativizó (Para orar enciérrate en tu
cuarto, adora a Dios en espíritu y en verdad); consideró
injusta la ley que castigaba a la adúltera, daba más
importancia al amor al prójimo que a ciertas leyes rituales (
Véase la parábola del Buen Samaritano). Cuando algunos de
sus discípulos se celaban de que otros expulsaran demonios
en su nombre, Él les reprendió. Otro tanto ocurrió cuando le
pidieron que mandase fuego del cielo y consumiera a aquellos
que no les quisieron recibir en una aldea de Samaría.

Todos sabemos que muchos de los amigos de Jesús, de


las personas que le acompañaban, no se distinguían
precisamente por su buena fama, llámense, Mateo, Zaqueo,
Magdalena o la Samaritana... Jesús, en este sentido, pasaba
ampliamente de los comentarios y cuchicheos de la gente. Era
una persona verdaderamente libre. Por eso mismo era
tolerante. O en todo caso, si alguna vez sacó el genio, fue
precisamente con los intolerantes. Porque, eso sí, Jesús nunca
renunció a sus firmes convicciones y a su lucha contra la
mentira, la injusticia y el pecado, como tampoco nosotros
debemos renunciar.

Digamos para terminar que aunque todo esto ya lo


sabemos no está de más que refresquemos la memoria, pues
en la práctica no pocas veces lo olvidamos, cayendo con
frecuencia en la tentación de juzgar, de condenar, de querer
imponer nuestros criterios... de distinguir “alegremente” entre
buenos y malos (los malos los demás, los buenos nosotros),
de creernos poseedores absolutos de la verdad, de no saber
comprender al otro “y sus circunstancias” de entrometernos
en ese recinto sacro que es la conciencia de los demás.

Santo Cristo de la Tolerancia, ruega por nosotros.

15
16

Вам также может понравиться