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LITERAPOLIS

Por: Grupo de estudio en Psicoanálisis y Literatura de estudiantes de la maestría en Psicoanálisis,


subjetividad y cultura de la Universidad Nacional de Colombia.

Integrantes: Paula Niño Morales, David Alfonso Parada, Diana Lucía Alzate, Zaida Mayorga y María
Fernanda Rodríguez Jaime.

La política ha sido un tema de interés para el psicoanálisis en la medida en que su punto


pivote es la convivencia humana, problemática tratada por Freud en diferentes obras, en
especial en El Malestar en la Cultura donde pone de relieve el conflicto implícito y
estructural del vínculo. Lacan por su parte, va hablar de Los Discursos, cuatro diferentes
maneras de aproximarse a la cuestión del lazo social, cuatro posiciones donde se juega, en
el lazo, el deseo y el goce, siempre con una imposibilidad y una pérdida.

Ahora, respecto a la literatura, lo que el poeta revela de real, la imposibilidad estructural,


es algo que desde el comienzo se ha subrayado como la anticipación a la verdad, eso que se
manifiesta a través de la poesía del orden del deseo no sólo atañe al poeta en particular,
sino que resuena con ecos en lo social.

Si la política es el ejercicio de la convivencia, todos somos políticos y es en ese ejercicio,


donde la palabra tiene lugar, y la literatura viene a cuestionar el orden del vínculo, a
interrogar el lazo, siendo el éste uno de los motivos, sino el más, del sufrimiento humano
tal como lo apunta Freud.

En esta juntura, especie de nudo, es en donde nos centramos para realizar un análisis a la
letra de algunos de los relatos y micro-relatos de Puro Pueblo de Jairo Aníbal Niño con el
objetivo de dilucidar, respecto a la juntura misma, la problemática del sujeto, el deseo y su
relación con el poder, entendiendo como poder de extracción de goce a partir del vínculo.
Dicho análisis se realizará en virtud de las siguientes consideraciones:

La relación entre literatura, psicoanálisis y política consiste en explorar lo que la palabra


quiere decir en relación con el deseo, ya sea del escritor, o de aquél quien lee. En todo caso,
podría decirse que el material literario, muestra una verdad simulada como realidad
ficcionaria.

En la literatura se plasma aquello que viene desde lo más íntimo del autor, haciéndolo
éxtimo, llegando a los lectores gran parte del sí mismo, con la obra se intenta transmitir
algo, que generalmente genera eco y hace pregunta.

La oportunidad de dudar es quizá una de las mejores posibilidades para crear en tiempos
donde se han impuesto saberes y soluciones que no tienen en cuenta el uno por uno.
Preguntarse, inquietarse y lograr abrir un agujero en el saber se constituye en uno de los
actos políticos de Freud, con respecto al discurso imperante de su momento,
particularmente el de la medicina y la psiquiatría. Tras abrir las compuertas de la palabra
Freud instauró un método clínico que trata lo insoportable de la vida, advertido además de
que lo descubierto ya estaba antes de él mismo y de los poetas, a saber, el inconsciente,
siendo el poeta antes que él quien le mostraría el difícil camino que las letras tejen hacía lo
inconsciente.

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Al abordar una obra literaria, desde el psicoanálisis freudo-lacaniano, muchas veces se ha
enfatizado en el hecho de que la obra debe considerarse al margen de la vida del autor, es
decir, que de la obra no podrían extraerse consideraciones sobre su vida psíquica, de
hecho, Lacan sostiene que se puede aprender tanto de la obra como del artista sin deducir
una a partir de la otra (Colette Soler. La literatura como un síntoma. En: Incidencias
políticas del psicoanálisis I. Ediciones del Centro de Investigación Psicoanálisis y Sociedad,
2011, p. 251).

Con todo, quizá imaginariamente, la obra crítica y política de Jairo Aníbal Niño permite
pensar o admirar la coherencia entre su vida y sus letras, en virtud de la convergencia
entre un acto creador y un acto político. Del lado del acto creador está la introducción de la
falta en lo real a través de lo simbólico, donde por definición nada puede faltar (Colette
Soler. La literatura como un síntoma. En: Incidencias políticas del psicoanálisis I. Ediciones
del Centro de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, 2011, p. 253): “la creación hace que
algo sea allí, donde nada había antes, nada sino un agujero, que no es nada” (Colette Soler.
La literatura como un síntoma. En: Incidencias políticas del psicoanálisis I. Ediciones del
Centro de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, 2011, p. 253).

Asimismo, todo acto conlleva la subversión del orden simbólico que engendra algo nuevo
en el sentido pues “el poeta subvierte el llamado “sentido común” (Colette Soler. La
literatura como un síntoma. En: Incidencias políticas del psicoanálisis I. Ediciones del Centro
de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, 2011, p. 257), cortocircuitando la intención del
sujeto y movilizando el inconsciente (Colette Soler. La literatura como un síntoma. En:
Incidencias políticas del psicoanálisis I. Ediciones del Centro de Investigación Psicoanálisis
y Sociedad, 2011, p. 253, 254).

Del lado del acto político se tiene que éste conlleva un estar dispuesto a arriesgar la vida,
una acción que vuelque el orden simbólico como franqueamiento de la ley y sobre todo
suscitar un nuevo deseo que conlleva la insistencia en la división, en la rotura, en la grieta
en virtud de un movimiento permanente no calculado racionalmente. Precisamente, en
Jairo Aníbal existe esa coincidencia entre el acto creador y el acto político, pues su obra
literaria subvierte el orden simbólico, cuestiona lo establecido, metaforiza y agujerea lo
real, suscita repensarse como sujetos de deseo en un orden social y político violento y
opresivo, su vida, por otra parte, se desenvolvió a través de las letras, en virtud de una
mirada crítica a la realidad socio-política de país, arriesgando su vida en un contexto de
persecución y amenazas a los grandes pensadores, con tendencias políticas alternativas
que ponen en cuestión el aparataje burocrático dominante, que se salvaguarda bajo la
ideología del multiculturalismo y los derechos humanos.

Bajo todas estas consideraciones, pasaremos al objetivo de esta intervención, este es,
como se enunció, abordar algunos cuentos de Jairo Aníbal Niño de Puro Pueblo, una de sus
obras más subversivas y críticas de la realidad nacional, a través de los elementos que
brinda el psicoanálisis para abordar lo político y la política, estos son: los discursos, la
dimensión del acto, la literalidad, la dimensión significante intercepta en el inconsciente y
los abordajes freudianos y lacanianos sobre el lazo social, la psicología social y la
individual, etc.

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Para ello se reproducirán los cuentos a la letra considerando que una apreciación
narrativa de los ponentes dejaría por fuera la intencionalidad y vitalidad contestataria,
crítica y poética de la obra:

De las Crónicas del Desierto

Y el obeso sultán extraviado en el candente desierto ordenó a un esclavo que


se colocara frente al sol para guarecerse a su sombra. Pero el esclavo era tan
flaco que su sombraje fue apenas un hilo alargado sobre las refulgentes
arenas.

Entonces el sultán con un látigo en una mano y su alfanje en la otra, obligó a


los demás a que avanzaran en un grupo compacto para que lo protegieran del
sol calcinante.

Al final, el grupo de esclavos se salvó, protegido por la enorme y fresca sombra


del cuerpo del sultán degollado.

Llaman la atención varios aspectos:

El primero, la vida en riesgo, no sólo por efectos del sol calcinante, la vida del esclavo, que
vale porque sostiene al amo, pero cuando ya no lo hace, no importa en absoluto, y la vida
del amo, extraviado en el desierto, dependiente de los esclavos. El desarrollo de la escena
es hasta cierto punto previsible, más cuando el amo es un tirano.

El segundo, el aspecto irónico representado en la obesidad del sultán y la delgadez de los


esclavos, una gran sombra e hilos de sombra, hay algo de sarcasmo en esa "abundancia"
del sultán, a costa de los esclavos, que pone a prender su vida de un hilo, literalmente o
literariamente de un hilo de sombra.

El tercero, si lo previsible es que el sultán muera y se salven los esclavos, lo que resulta
sorprendente es el asesinato, degollamiento del sultán, que hermana a los esclavos en
evocación al asesinato del padre de la horda. A partir de allí se sugiere un nuevo orden, no
basta que el sultán muera por el sol calcinante, el asesinato debe ser cometido.

La sugerencia de un nuevo orden, una nueva organización, a partir del asesinato del tirano,
implica una modificación al interior del discurso, de la lógica de dominio imperante hasta
ese momento.

Tal vez un amo que no sea un tirano, o un esclavo que no sea reducido a objeto resto o,
dado el caso, a objeto plus de goce, destituyéndose tanto amo como esclavo, dando lugar a
otra dinámica como resulta ser la del anti discurso capitalista en la que el sujeto, que deja
de serlo, entra a formar parte del circuito sin fin de los objetos.

El degollamiento del amo, asimismo nos aproxima a la cuestión del acto y su plausible
relación con un viraje político, desafío al estatus quo.

En el Seminario XV, Lacan habla del acto psicoanalítico en términos de que transforma al
sujeto, implicando el franqueamiento de un orden establecido, acto que además no puede
ser atribuible al sujeto, cuyo lugar aparece après coup, y que en este sentido, no funciona
como predicado.

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Esta reflexión aparece reflejada, el asesinato no es imputado, se comparte, todos los
esclavos se salvan y se hace hermandad al interior de un espíritu de justicia transmitido en
el relato. En este, la crítica al lazo se conjuga, en un viraje fantástico, con la descripción de
un acto, viraje del cuento que asombra, similar a una escansión, allí donde se hace corte o
tiene lugar la puntuación afortunada de la poesía.

Código Penal

Este es un país de leyes. Desde los albores de la nacionalidad hemos sido


regidos por la sacrosanta unión de la ley y el orden. Pero usted se ha colocado
criminalmente al margen. Por sus actividades subversivas, por sus punibles
hechos que atentaron contra las instituciones republicanas, ha sido condenado
a muerte.

La justicia, le permite de una manera magnánima, de una manera generosa, la


satisfacción de su último deseo. Ese deseo será garantizado y jurídicamente
respetado. Tiene fuerza de ley. Va a morir ahora y puede en estos momentos
expresarlo.

El condenado a muerte con voz clara y fuerte, exclamó:

-Mi último deseo es que ejecuten al verdugo.

Inicialmente la historia propone un escenario que aparentemente está resuelto, con un


desenlace que podríamos predecir, sin embargo, aparece un elemento sorpresa que nos
pone a pensar en la posición de aquel que por lo regular pasaría desapercibido, el verdugo.

Suponemos un Amo, quien no sabemos si es aquel que tiene la vocería al principio, pero
sabemos que detrás de ello hay alguien que tiene el poder, poder de decidir quién muere
por haber realizado “actividades subversivas” y “punibles hechos que atentaron contra las
instituciones republicanas”, Amo que si bien es el que enjuicia, no asume la ejecución de su
dictamen, se ha escudado en aquel “país de leyes”, que es regido por la “sacrosanta unión de
la ley y el orden” y quien además pone en manos de otro el acto de matar, es una orden no
encarnada.

En consecuencia, encontramos al sujeto sobre el cual recae dicho mandato, a quien se dijo
que por lo regular pasa desapercibido, el verdugo; sujeto generalmente anónimo, portador
de una capucha, quien está para obedecer y ejerce la labor de ejecución.

Aquí se puede notar la existencia de cierta complicidad entre Amo y verdugo, quienes, se
podría decir, “se lavan las manos”, de alguna manera expulsando culpas, debido a que, por
un lado, el primero da la orden pero no la ejecuta y por otro lado, el segundo ejecuta
aquello que se le ha indicado cumplir, a modo de obediencia.

Sin embargo queda la pregunta, si para el verdugo, el hecho generara molestia,


incomodidad, va en contra de su moral o ética, ¿estaría en total derecho de decidir no
hacer parte de dicha escena? Está claro aquí que siempre hay opciones y el sujeto es
responsable del lugar desde el cual se ubica, es entonces como el verdugo decide estar en

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un lugar, que aunque pareciese de sumisión y pasividad toma un papel totalmente activo,
conforme a la dinámica del amo y el esclavo, pues es este último quien sostiene al primero.

Tenemos una escena que podría ser tomada como perversa, aquí, como en el texto de
Freud “pegan a un niño” hay espectadores, alguien que ejerce el poder y sobre quien recae
la acción, recordemos que en este caso el fantaseador no es quien pega, siempre es otro,
Freud lo indica así: “la fantasía seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica, pero
no debe olvidarse que el niño fantaseador nunca es el que pega”1, que para el momento
que se narra en la historia de Jairo Aníbal, sucede de manera similar, no es el enjuiciado
quien matará al verdugo, seguramente será un otro.

Escena sádica que podría anclarse a ese segundo momento en el que en la fantasía de
“pegan a un niño”, pasa de ser otro el que es pegado, a ser el propio sujeto; entendiéndolo
así, el verdugo sería aquel niño del segundo momento y el imputado el del tercer
momento.

Queda el cuestionamiento en torno al ¿por qué el último deseo del sujeto condenado es
que se mate al verdugo? ¿Quizá por no tomar partido en la situación? ¿Por prestarse para
ser el ejecutor del mandato?

Entretanto, la situación expuesta no estaría tan alejada de nuestra realidad política,


podrán sacar sus propias conclusiones sobre la manera de actuar del innombrable en
nuestro país…

Y además surgen aquí algunas preguntas para nuestro contexto, ¿quiénes actuarían como
verdugos? ¿Quiénes como los espectadores? ¿Podríamos hablar de un amo?

Historia

Ayer por la tarde fue extraído de las antiguas aguas del mediterráneo el
cuerpo petrificado de Ícaro.

Al ser colocado sobre la cubierta del barco, sus alas metálicas, limpias y
poderosas, lanzaron una erupción de luz cuando fueron tocadas por el sol de
los venados.

Se sospecha que la afirmación de que Ícaro usaba alas de cera, fue propalada
por sus asesinos.

Es posible que la Historia haya sido escrita por los que legislaron el poder, y ello implica
que somos hijos de esas historias que se contaron con la versión del testigo al que se le
concedió el derecho de contarlo como podía y como quería, justo ahí es donde el escritor
puede devolvernos algo de la ética, del deseo, del sujeto. Los escritores escriben verdades
que no queremos escuchar, también nos conmueven con la potencia de las letras hechas
palabras y algunos se atreven a cuestionar la posición del amo, por ejemplo:

1Freud, S. (1919) En Obras Completas, Vol. XVII, Pegan a un niño. Argentina: Amorrortu Editores. Pág.
182.

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Factótum

Y el presidente de este país, comenzó a decir que el desempleo, el hambre, la


pobreza, eran problemas universales y que todos debían hacer un sacrificio
para preservar la democracia, la libertad, la convivencia pacífica entre todos
los hijos de esta patria inmortal.

Todos se asombraron de oírlo, pues sabían que el Señor Presidente era


incapaz de pensar algo coherente y que los secretos del lenguaje articulado le
eran completamente desconocidos.

El misterio se aclaró cuando se supo que Jimmy Carter era ventrílocuo.

El amo no es aquel que está encarnado, más bien se le parece a esa voz que habla dentro
de cada uno de nosotros, reclamando poder, castigo, sangre y la pacificación de la culpa.
Esa voz es el superyó que pide a las masas se unan en una causa y segreguen y destierren a
los diferentes ¿qué hacer con estos pedidos superyoicos? Otra vez Jairo Anibal nos lanza
un posible salvavidas:

Fábula

Y los ratones hicieron una alianza y la serpiente de cascabel le puso el


cascabel al gato.

La moraleja de esta fábula no está escrita, queda a interpretación del lector, quien en un
primer momento pensaría que los ratones pusieron al gato en aprietos con el cascabel
para hacerlo evidente a los perros y que se lo comieran, pero… parece más bien que
advertidos de la presencia del gato con el sonido del cascabel, los ratones tendrían algo de
tiempo para hacer frente al depredador.

Crónicas de la Ciudad

El señor Presidente, olisqueando su pañuelo empapado en agua lavanda, se


paseaba por el mercado público en cumplimiento de la promesa de su
campaña electoral, de que cada ocho días se pondría en contacto con el
pueblo. Saltó con agilidad un pequeño charco de agua podrida y se puso a
estrechar manos sudorosas y de una aspereza de piedras de volcán. De pronto,
se dio cuenta que su finísimo reloj de oro había desaparecido. Se empinó en la
punta de sus zapatos de charol y vislumbró el correr desalado de un
muchacho. Con todas las fuerzas de sus pulmones, gritó: ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!
¡Agarren al ladrón! ¡Maten al ladrón! Entonces, la muchedumbre se abalanzó
contra el ladrón.

Su guardia personal, sólo pudo rescatar un par de ensangrentados zapatos de


charol (Niño 1977, 41)

El escritor, resalta con sutileza algunos atributos tanto del personaje que está del lado del
poder, como de los otros que hacen parte de lo público que está representado por el
pueblo, puesto en términos de una dinámica de dominación, estaríamos hablando aquí de

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las diferencias y las características del vínculo o la relación política entre gobernantes y
gobernados. Es así, que encontramos en la narración a un dirigente que entra en escena,
en lo público, “olisqueando su pañuelo empapado en agua lavanda” mientras saluda a los
ciudadanos de “manos sudorosas y de una aspereza de piedras de volcán”. Más allá de las
diferencias de clases sociales entre los unos y los otros, para no desenfocarnos de nuestro
tema central convendría interrogarnos sobre el lugar que ocupa cada sujeto para el otro
en dicha dinámica de poder y dominación.

Para el que gobierna, el pueblo simboliza la mugre, lo sucio, la mancha, lo que no huele
bien, (por lo menos en la narración); intenta encubrir el olor de esos otros con un olor que
pueda soportar, de modo que consiga continuar con la tarea de preservar su promesa
expuesta en su campaña electoral; para este dirigente, no existe la diferenciación de los
sujetos, sino un colectivo que demanda cosas y éste, intenta cumplirlas ¿por qué hacerlo, si
está en una posición de privilegio, de amo? Porque en principio, y, pensando lo político
desde la dominación del amo, quien construye el discurso del cual estamos hablando es el
esclavo; la necesidad que tiene el amo, es seguir siendo amo. Diremos entonces, en
nuestras palabras, que el discurso va más allá de las estructuras del nivel del vínculo social
y, aquél que se ubica ahí para que no se caiga el amo, es el esclavo. Sin embargo, es
necesario recordar que para el amo el deseo del sujeto es algo sobre lo cual no se
interroga, ya que únicamente su objetivo es que las cosas funciones según el orden que él
ha establecido.

El escritor continúa en su narración describiendo una escena en la que ocurre un robo; el


político, dice, “se dio cuenta que su finísimo reloj de oro había desaparecido. Se empinó en
la punta de sus zapatos de charol y vislumbró el correr desalado de un muchacho. Con
todas las fuerzas de sus pulmones, gritó: ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Agarren al ladrón! ¡Maten
al ladrón!”. La orden fue dada y puesta en marcha al instante, pero ¿quién era el ladrón?, la
respuesta, quizá con tono de sorpresa para algunos, muestra una verdad que es necesario
resaltar; el pueblo respondió, y el grito a todo pulmón dirigido hacia otro, regresó hacia el
dirigente con tal ímpetu que el sujeto no pudo advertir su propia destrucción, únicamente
quedó de él sus objetos ensangrentados; en efecto, sobre este suceso final, podemos decir
al definir la política como el paso de la horda al Estado, que “el amo termina a veces
decapitado, pero es siempre el tapagujeros de lo reprimido originario” (Zarka 2003, 30).

Melografía

Sus manos caían con la energía de un herrero amoroso, reptaban sobre las
teclas sobando el espinazo de la melodía revolucionaria.

Cuando los policías y los detectives irrumpieron con el alarido de sus armas, el
pianista no interrumpió su trabajo y siguió tocando hasta que uno de los tiras
disparó su ametralladora contra el piano.

En el carro policial, atado y sangrante, el músico pensó en su piano y lo


recordó como un querido elefante con los intestinos al aire. Sonrió con la
comparación, con la imagen del gordo amigo de madera y metal, apandillado
con él, en tantos sudores de músicas.

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El cable verde estalló de pronto en una bombilla saraviada por la cagarruta de
las moscas, y el militar, oculto en un rincón del calabozo, hizo una señal a un
hombre gordo, quién sonrió y mostró desde lo oscuro, el brillo de sus
colmillos de oro. Avanzó y con una barra de hierro destrozó las manos del
pianista.

Cuando lo empujaron fuera del cuarto de torturas y le dijeron que podía irse
para que sirviera de escarmiento a todos los que se dedicaban a la subversión,
el músico metió dolorosamente sus manos destrozadas en los bolsillos de su
chaqueta, miró a la cara a los verdugos y avanzó silbando por el largo y
desolado corredor.

Desde el principio, Jairo Aníbal destaca el engarce vital entre el músico y su oficio,
comparando las manos del pianista con las del herrero, evocando quizá lo que en su
momento destacó Carlos Marx al sostener que el trabajo hace al hombre y que en él
se implican la creatividad y la previsión mental (lo cual diferenciaría el trabajo
humano del trabajo de la araña al construir su telaraña), los músculos, los huesos,
los tendones la sangre, y en suma la vida.

Con la analogía entre el piano y el elefante con los intestinos al aire hay una
“imaginarización” de lo real propia de la metáfora y esto evoca el hecho de que el
acto no recae sobre el semblante del objeto sino sobre lo real, es decir, sobre la
destrucción violenta del piano, instrumento imprescindible y pletórico para el
pianista.

Por otra parte, con la destrucción de las manos del pianista hay un pasaje al acto por
parte del militar, pues hay un acontecimiento que no puede ser traducido al discurso
y se convierte en ideología, pues con la destrucción de los artistas y de los oponentes
del régimen jamás será posible pulverizar la indignación, la rebeldía, la resistencia ni
el descontento de los oprimidos.

Con el final del cuento hay un franqueamiento del orden simbólico, pues quizá el
lector esperaría otro desenlace, como por ejemplo la resignación del pianista, en
reemplazo, este actúa en disconformidad con lo que esperarían los opresores y ello
tiene una dimensión de acto.

De este modo se identifica en Jairo Aníbal y en el pianista de su cuento la


multidimensionalidad de su acto: la creación aparece como resistencia y no requiere
acceder a las armas de fuego, pese a la ideología y represión de los opresores de se
deja de escribir ni de tocar, incluso cuando ello conlleve arriesgar la vida.

Bibliografía:

Niño, J. A. (1997). Puro Pueblo, “Código penal”. Bogotá: Panamericana Editorial.

Freud, S. (1919) En Obras Completas, Vol. XVII, Pegan a un niño. Argentina: Amorrortu
Editores. Pág. 182.

8
Colette Soler. La literatura como un síntoma. En: Incidencias políticas del psicoanálisis
I. Ediciones del Centro de Investigación Psicoanálisis y Sociedad, 2011.

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