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“El cuerpo de las mujeres, ¿territorio en disputa de quién?

Paloma Vargas Araya

15 de dic. de 17

Históricamente el cuerpo de las mujeres ha sido diferenciado en diferentes culturas


según sus atributos físicos por otorgar y reproducir vida, bajo una diferencia física
entre sexos como elemento diferenciador (Heritier,2007) estos los valores son
adjudicados mediante la asignación del rol de las mujeres mediante sistemas de
representación otorgados por diferentes culturas y sociedades.

La diferenciación entre sexos también generó una conciencia histórica de lo corporal


destacando no solamente la relación entre sexos, sino también su sentido de
clasificación y categorías propias. Esta conciencia histórica de lo corporal, nace
primero en la individualización de los cuerpos, un cuerpo moderno que irrumpe el
sujeto con los otros (Le Breton,1995) y presenta un espacio propio dentro de un
espacio determinado pero limitado por las normas sociales. Este cuerpo es
concientizado mediante la manipulación ideológica, delimitando éste en la relación
con el mundo, conformando al lugar ocupado en las relaciones de producción de la
sociedad mediante la experiencias y vivencias de los sujetos con el mundo a través
de las sensaciones y percepciones.

Miles de años han pasado y la diferenciación social del cuerpo femenino se ha


expresado en condicionamientos físicos y roles sexuales según las creencias e
ideología de la sociedad, donde “las condiciones materiales de conciencia” (Marx,
2011) se expresan en la convivencia del sujeto con el mundo. Sin embargo, la
sociedad capitalista también puede destruir al sujeto, donde la enajenación a través
del desplazamiento de la singularidad y diferenciación del sujeto en el espacio
queda suprimida en la explotación, control y administración del trabajo por parte de
los sujetos. Aquí la concepción del cuerpo de los sujetos de la sociedad es
mecanizado y fragmentado desde una visión del cuerpo como una herramienta más
del engranaje del sistema capitalista.
En tanto a las mujeres y el cuerpo femenino, este resulta también ser enajenado
en el periodo actual a través de las altas cifras de pobreza, trabajo forzado y trabajo
sexual que existen en el mundo, relegando a las mujeres al combate por la caza del
pan, hogar y tranquilidad.

Cuerpo femenino y violencia

A través de la noción de invariancia definida por Heritier como la “disposición a las


asociaciones conceptuales necesarias, uno de los cuyos fundamentos principales
es la violencia diferencial de los sexos” (Heritier,2007: 73), el cuerpo femenino ha
sido objeto de categorías binarias habituales sobre en las cuales se construyen
discursos y jerarquías. La definición binaria de “femenino” y “masculino” se enmarca
en este fenómeno, donde se han construido discursos hegemónicos sobre la
sexualidad y la relación entre los sexos como el derecho natural de los hombres en
el cuerpo de las mujeres, la justificación de la violencia contenida de las mujeres
como una transgresión de la frontera y la justificación de la violencia hacia las
mujeres de parte de los hombres como un asunto exclusivo de éstos.

La violencia hacia las mujeres en Latinoamérica ha sido una discusión que ha


venido tomando forma en este último tiempo, diferentes manifestaciones en contra
de la violencia hacia la mujer han tomado peso en las políticas públicas y en
organismos internacionales. Sin embargo, la visión de la sociedad hacia el sexo
femenino y al cuerpo de las mujeres continúa teniendo una visión hacia un cuerpo
dócil y frágil al cual proteger. ¿Por qué esta visión no ha cambiado? Thomas
Laquerer intenta explicar la construcción del sexo en la sociedad occidental, donde
miles de años atrás había un lugar común para que las mujeres sean consideradas
en una posición similar a la de los hombres desde la idea de sexo único, donde las
gónadas y la forma de concebir un orgasmo se experimentaría en ambos sexos,
pero al ser éste diferenciado a través de la descripción de una biología de “dos
sexos” la intensificación de la diferencia se expresó en el uso del cuerpo femenino
sin su propio consentimiento.

La violencia hacia las mujeres


La consigna “Ni Una Menos” se instaló en distintos países de Latinoamérica como
Argentina, Chile, Colombia, Guatemala, Perú y Uruguay durante fines del año 2016
ante la alta tasa de feminicidios y violencia hacia las mujeres. Las masivas
movilizaciones que protagonizaron las mujeres latinoamericanas en las calles desde
octubre del 2016 pusieron a la palestra la denuncia y visibilización de la violencia de
género en sus múltiples expresiones, exigiendo a los gobiernos e instituciones de
dichos países la implementación de medidas, protocolos y leyes que pongan freno
a la violencia de género mediante marchas, concentraciones o plantones,
campañas de difusión en redes sociales, entre otros.

En Chile, la movilización que impulsó y visibilizó la demanda contra la violencia de


género fue el 19 de Octubre del 2016, cuando los noticiarios develaron el hallazgo
del cuerpo de Florencia Aguirre1, un niña de 11 años, quien fue asfixiada, quemada
viva y enterrada por su padrastro. A esta fecha se sumó el brutal femicidio de Lucía
en Argentina, donde se trasladó al llamado de un paro de mujeres y una gran
movilización en dicho país.

Los conceptos que hoy toma los estudios del género, como patriarcado y género,
son discutidos a través de distintos acercamientos teóricos sobre la percepción del
sujeto social e individual en la sociedad, donde los cuerpos femeninos son oprimidos
por un sistema social heredado por el patriarcado y explotados a través del sistema
económico y social capitalista. Como planteó Federico Engels, en “El origen del
Estado, la familia y la propiedad privada”, la condición de la mujer no es una
situación determinada, esta condición ha sido transformada a través de la historia,
con la apropiación de la riqueza en una cabeza paterna y la supresión del derecho
materno, relegando a la mujer a los roles domésticos y de crianza. La antropóloga
Evelyn Reed, sostiene esta definición con la responsabilidad del desarrollo del tipo
de organización socioeconómica estructuralmente opresiva en la caída histórica de
las mujeres, estableciendo en su argumento de que la subordinación no se debe a
la deficiencia biológica referente al sexo, sino al resultado de los acontecimientos

1
El padrastro de Florencia Aguirre fue formalizado por homicidio calificado por alevosía el 16 de octubre del
2016. (http://www.soychile.cl/Santiago/Policial/2016/10/16/423977/Fiscalia-de-Aysen-Nina-fue-asfixiada-
con-una-bolsa-puesta-en-un-basurero-y-quemada-cuando-aun-estaba-con-vida.aspx, 11 de diciembre)
sociales que destruyeron “la sociedad igualitaria de la gens matriarcal,
sustituyéndola por una sociedad clasista patriarcal que, desde sus inicios, se
caracterizó por la discriminación y desigualdad de todo tipo, incluida la desigualdad
de sexos” (Reed, 2012:12).

Por otro lado, otras visiones feministas discuten la categoría del género y la
normalidad heterosexual establecida desde la concepción binaria de “femenino” y
“masculino” de los cuerpos, como Judith Buthler quien critica la visión de Focault de
buscar los orígenes del género y una identidad sexual genuina que la represión ha
mantenido oculta en vez de investigar los intereses políticos de los orígenes y
causas de las categorías de la identidad a través del “descentramiento” del
“falogocentrismo y la heterosexualidad obligatoria.

De la violencia sexual a la violencia política

Las diferentes dictaduras en Latinoamérica contribuyeron a debatir sobre la relación


del poder del Estado en el cuerpo de las mujeres. En Argentina, ante la desaparición
de jóvenes y mujeres (entre ellas embarazadas) la manifestación de las madres de
los detenidos desaparecidos en la plaza de mayo significó un giro no sólo en la
protesta contra la dictadura, sino también en el cuerpo femenino el cual se rebelaba
contra la pasividad de la mujer instalada en el discurso conservador de aquella
época.

Durante las dictaduras latinoamericanas las mujeres fueron parte de la expresión


del “castigo silencioso” de los represores, donde la violencia sexual se expresó de
manera política mediante la tortura de un cuerpo desnudo y frágil. En el caso de las
mujeres la violación sexual también se expresó de manera política, donde la
violencia sexual es concebida como forma de tortura.

La violación del cuerpo es un método para desalentar al enemigo, donde además


se entiende y considera a la mujer como un sujeto a corregir y subordinar,
manteniendo una posición desiguale respecto a los hombres. También se considera
el acto de feminización en la tortura, como la expresión de como seres pasivos ante
un poder incontrolable al cual obedecer.
Las dictaduras latinoamericanas establecieron un discurso en el que el cuerpo
femenino y el de las mujeres debería concebirse como apéndice del hombre,
convirtiéndose en un símbolo de la propiedad personal del enemigo y su horror,
donde sus cuerpos se convierten en territorio que hay que ocupar.

Neoliberalismo

La emergencia del neoliberalismo en América Latina y el Caribe ha volcado distintas


economías hacia la exportación y el extractivismo de los recursos naturales como
el petróleo, los minerales o productos agroindustriales como la soya, entre otros,
mediante la territorialización del capital a través de concesiones de grandes
empresas como petroleras, mineras e hidroeléctricas junto con la concentración de
la propiedad de la tierra, la cual ha generado efectos significativos en el despojo
escondido por las políticas públicas y de los Estados nacionales. En este síntoma
de despojo y abandono el cuerpo de las mujeres se ha visto fragmentado en el lugar
físico, en su propia naturaleza, pero también desplazado con la realización de las
costumbres y la transmisión de la cultura.

En los centros urbanos, en especial, las grandes urbes, los espacios de segregación
son significativos ante la reproducción de la vida cotidiana de las mujeres, el cual
implica la utilización de estrategias y mecanismos de supervivencia, donde muchas
veces recae en el cuidado cotidiano, en medio de una cadena de violencias en los
espacios de aglomeración. Las estructuras de poder, de clase y raciales tampoco
son alteradas pese a la intervención estatal y es por esto que el cuerpo de las
mujeres es doblemente violentado en espacios rurales e indígenas que han sido
avasallados por las grandes empresas extractivistas y latifundista.

Conclusión

Hoy distintas teorías disputan orientar estrategias que combatan el patriarcado y el


capitalismo, sin embargo, la relación entre los cuerpos de las mujeres y los “cuerpos
no hetenormados” han tomado mayor posición en los últimos años. Y es que no
basta con concebir al sexo al interior del cuerpo, también es necesario destacar las
categorías de clase y etnia para combatir el discurso hegemónico y dominante que
se “adueña” de nuestro cuerpo individual, social y cultural.

Bibliografía

Le Bretón, David (1995). Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión, Buenos Aires

Lacqueur, Thomas (1994). La construcción del sexo. Freud, Cátedra, Madrid.

Héritier, Francoise (2007). Masculino/Femenino, II. Disolver la jerarquía, Buenos Aires,


Fondo de Cultura Económica.

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