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Textos filosóficos VII

Borrador del examen

Alfonso Abraham Villa Figueroa

1.- Kant afirma que los juicios establecen una relación entre dos conceptos, los cuales denomina sujeto

y predicado. A su vez, afirma que hay dos tipos de juicios: los sintéticos y los analíticos. En los juicios

analíticos, el concepto del predicado está contenido en el concepto del sujeto. En los juicios sintéticos,

el concepto del predicado no se contiene en el concepto del sujeto. Junto a esta distinción, Kant postula

que todos los juicios son a priori o a posteriori. Los juicios a priori son verdaderos

independientemente de toda intuición empírica. Los juicios a posteriori, en cambio, sí requieren de una

intuición empírica para justificar la relación que establecen entre el sujeto y el predicado.

Para comprender las razones por las cuales Kant considera que las verdades matemáticas son

producto de juicios sintéticos a priori, hay que señalar una distinción epistemológica importante. Según

Kant, si en los juicios analíticos el predicado ya está contenido en el sujeto, entonces no hay ampliación

del conocimiento. Por ejemplo, en el juicio Los solteros son individuos que no se han casado no hay

ampliación de conocimiento. Puesto que el concepto soltero remite directamente, debido a su

significado, al concepto individuo que no se ha casado, en este juicio no se afirma alguna relación no

establecida de antemano. Los juicios analíticos sirven para esclarecer el significado de un concepto.

Esta operación no produce conocimiento. Los juicios sintéticos, al establecer una relación entre dos

conceptos que no es un esclarecimiento del significado, sí producen conocimiento. Para ello es

necesario que haya intuiciones que justifiquen la relación entre el sujeto y el predicado de un juicio

sintético. Por ejemplo, el juicio La especie humana se originó en África requiere que haya intuiciones

empíricas que señalen que, efectivamente, la especie humana se originó en África. No es contradictorio

pensar el concepto originarse en África no está contenido en el concepto especie humana. Así pues, los

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juicios sintéticos producen conocimiento, mientras que los juicios analíticos sólo esclarecen

significados.

Las matemáticas son una ciencia que produce conocimiento, por lo tanto, las verdades

matemáticas deben ser resultado de juicios sintéticos. Sin embargo, parece dudoso afirmar que son

juicios sintéticos a posteriori, pues ello implicaría que sólo son verdaderos gracias a las intuiciones

empíricas. Pero, por ejemplo, 5+7=12 es verdad independientemente de las intuiciones empíricas que

se usen para acceder al contenido del juicio. Es decir, no importa si se usa un ábaco, signos en papel o

dedos para facilitar la operación, 5+7=12 es verdad independientemente del uso de estos u otros

medios. Si las verdades matemáticas no son a posteriori, entonces deben ser a priori. Si éste es el caso,

no pueden recurrir a intuiciones empíricas para justificarse. Pero, en la medida en que las verdades

matemáticas son producto de juicios sintéticos, sí requieren recurrir a algún tipo de intuición para que

haya ampliación de conocimiento. Debido a que Kant postula la existencia de intuiciones puras, este

problema se resuelve. Las intuiciones puras son aquellas que permiten ampliar el conocimiento en

juicios sintéticos al mismo tiempo que no obligan a una justificación a posteriori. Gracias a las

intuiciones puras, Kant puede afirmar que las verdades de la matemática -las verdades aritméticas

incluidas-, son sintéticas y a priori.

Frege no estaba de acuerdo con Kant, pues consideraba que las verdades de la aritmética no

requieren de ninguna intuición -pura o empírica- para justificarse. Frege afirma, que las verdades de la

aritmética son analíticas a priori. Es importante señalar aquí que Frege ofrece una definición de

analiticidad distinta a la de Kant. Según Frege, un juicio es analítico cuando se puede justificar

apelando exclusivamente a definiciones y leyes lógicas. Según él, Kant mezcló dos ámbitos en su

definición de juicios analíticos que deben estar separados: el ámbito psicológico y al ámbito puramente

lógico. El esclarecimiento de significados es algo propio del proceso psicológico del entendimiento. La

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estructura lógica que permite derivar ciertos conceptos de ciertas definiciones es independiente de la

capacidad psicológica de entender claramente cómo funciona la estructura en cuestión.

Si, según Frege, podemos recurrir a un conjunto de definiciones y leyes lógicas bien delimitadas

para justificar un juicio, entonces tal juicio es analítico. Si las verdades de la aritmética se pudieran

obtener de esta forma, entonces se podría afirmar que son analíticas. Según la definición que Frege

ofrece de analiticidad, todo juicio analítico es también a priori. Cuando basta con definiciones y leyes

lógicas para justificar un juicio, no se hace ninguna apelación a la experiencia. Por ello todo juicio

analítico es también a priori. Debido a todo lo anterior, si se prueba que las verdades aritméticas se

siguen a partir de un conjunto de definiciones y leyes lógicas, se habrá demostrado que tales verdades

son analíticas a priori. Esta es la estrategia que emplea Frege para demostrar que las verdades de la

aritmética son analíticas a priori.

2.- Frege parte de la expresión matemática de las funciones para ofrecer una caracterización de las

funciones. La descripción más general que se puede ofrecer de las funciones es que son un algo no

saturado o incompleto, que al saturarse arroja un valor. Esta definición puede resultar un tanto

insatisfactoria, pero la naturaleza primitiva de las funciones las hace algo difícil de definir. El mismo

Frege prefiere exponer una caracterización que ayude al lector a comprender su idea de función, en vez

de intentar exponer una definición más rigurosa. Un argumento es algo completo, que no requiere

ningún insumo. Las funciones, por el contrario, requieren un insumo para completarse y arrojar un

valor. El valor de una función es aquello que se obtiene de una función cuando es saturada. Los

argumentos sirven para completar una función, aunque esta capacidad no es exclusiva, pues las

funciones también pueden saturar funciones. Por ejemplo, en matemáticas, la expresión x²+2x=y

refiere a una función. Hay incompletud porque ‘x’ expresa un lugar vacío que debe llenarse con un

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número que satisfaga la función. También ‘y’ expresa un lugar vacío que ocupará el valor arrojado por

la función cuando se la satura. Si el número 2 satisface la función, el valor que ésta arroja es 8.

Esta caracterización de las funciones, argumentos y valores de la función se ejemplifica

fácilmente con expresiones matemáticas. Sin embargo, para Frege las funciones no son sólo útiles en

las matemáticas. Su propuesta filosófica pretende tratar los conceptos y los objetos como,

respectivamente, funciones y argumentos. Para entender esta idea hay que explicar lo que a Frege le

interesa de los conceptos. En términos lingüísticos, un concepto siempre sirve como referencia de un

predicado. Por ejemplo, en la oración ‘Lázaro Cárdenas fue presidente de México’, el predicado ‘haber

sido presidente de México’ refiere al concepto haber sido presidente de México. Este concepto se puede

aplicar a varios objetos, pues es el caso que, por ejemplo, Lázaro Cárdenas, Salinas de Gortari o Benito

Juárez fueron presidentes de México. El sujeto de la oración, ‘Lázaro Cárdenas’, refiere a un objeto

particular. Así, se puede observar que los conceptos siempre sirven de referencia a un predicado,

mientras que los objetos sirven de referencia al sujeto de las oraciones.

De manera intuitiva, se puede notar que la relación que se establece entre el concepto y el objeto

es muy similar a la que hay entre una función y un argumento, según la manera en que los define Frege.

Retomando el ejemplo del párrafo anterior, el concepto, haber sido presidente de México es algo

incompleto que se satisface cuando se le asocia un objeto. Se puede asociar cualquier objeto a este

concepto y se obtendrá un resultado. Si se asocia el objeto el gato del vecino al concepto haber sido

presidente de México, el resultado que se obtiene es la falsedad, pues el gato del vecino nunca ha sido

presidente de México. Si, por el contrario, asocio el objeto Vicente Fox con el mismo concepto, se

obtiene lo verdadero, pues Vicente Fox fue presidente de México. A partir de esta intuición, Frege

sostiene que los conceptos son funciones que, al ser saturadas, arrojan un valor de verdad. Los objetos

pueden servir de insumo a los conceptos, aunque hay que especificar que también las los conceptos

pueden servir de insumo a conceptos de orden superior.

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Hay funciones que no son conceptos. Este es el caso de las funciones matemáticas, como

x²+2x=y. Esta función no es un concepto porque al saturarla no refiere a un valor de verdad, sino a un

número. Sólo las funciones que al saturarlas arrojan como valor un valor de verdad son funciones. Por

ello no todas las funciones son conceptos, aunque todos los conceptos son funciones. Por ejemplo, la

oración ‘Hou Yifan es inteligente’ es verdadera porque el concepto ser inteligente al saturarse con el

objeto Hou Yifan, refiere a lo verdadero. Esto es así porque Hou Yifan, la jugadora de ajedrez con

mayor rating del mundo, es de hecho inteligente.

Hay que señalar que, según Frege, los valores de una función son objetos. Por lo cual, cuando se

dice que una oración refiere a lo verdadero, lo que se dice es que la función a la que refiere el predicado

de la oración arroja la verdad cuando se la satura de manera correcta. La verdad y la falsedad son

entendidas por Frege como objetos. Lo mismo sucede con los números y los rangos de valores. Aunque

resulte difícil pensar empíricamente la verdad o los números como objetos, Frege señala que esta

dificultad no es suficiente para desestimar su existencia como objetos. Así pues, que un objeto no pueda

ser percibido no es razón suficiente para que no exista. El problema es que es difícil definir la noción

de objeto sin recurrir de alguna manera a intuiciones empíricas. Esto se resuelve si asumimos que la

noción de objeto es una noción primitiva que no requiere de definiciones empíricas.

3.- Ya se definió que las funciones son incompletas y que al saturarse arrojan un valor. Hay distintos

tipos de funciones que se clasifican según aquello que las satura. Las funciones de primer orden son

funciones saturadas por objetos. Esta no es la única posibilidad. Una función puede saturarse con otra

función. Cuando el insumo de una función es una función de primer orden, aquélla es una función de

segundo orden. En las matemáticas esto es muy sencillo de ejemplificar, pues, por ejemplo la función

2x=f(x) puede servir de insumo a la función 3z³=f’(x), de manera que se obtenga 3(f(x))³ =f’(x).

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Si los conceptos son funciones, también debe haber conceptos de primer orden y conceptos de

segundo orden. Es sencillo identificar a los conceptos de primer orden. Todos los conceptos que se

saturan con objetos son conceptos de primer orden. Los conceptos de segundo orden son conceptos

saturados por conceptos de primer orden. La idea es sencilla, pero a primera vista es más difícil pensar

conceptos de segundo orden. Según Frege, los cuantificadores existenciales y universales son funciones

de segundo orden. Un análisis sencillo muestra lo natural de esta idea.

Los cuantificadores sirven para asociar un concepto a un valor de verdad. Por ejemplo, la

oración ‘Todos los x son mortales’ refiere a una función. Aquí, ‘x’ expresa el lugar vacío del concepto

ser mortal. Este concepto no está saturado, pues no se ha especificado el objeto que le sirva de insumo.

Sin embargo, el cuantificador universal señala que no importa cuál objeto sature el concepto ser mortal,

el valor de esta función siempre será lo verdadero. Así pues, si es el caso que todos los objetos que

saturan el concepto ser mortal arrojan como valor la verdad, la función Todo x es mortal arroja a su vez

lo verdadero. Es evidente que aquí hay dos niveles. En el concepto de primer orden la función relaciona

un objeto que sirve de insumo con un valor de verdad. En el caso del cuantificador universal, se

relaciona un concepto de primer orden con un valor de verdad. Esta relación afirma que el concepto de

primer orden siempre tiene como valor de verdad lo verdadero. En términos más intuitivos, se puede

hacer una analogía lingüística. Así como los conceptos de primer orden dicen algo sobre objetos, los

conceptos de segundo orden dicen algo sobre conceptos de primer orden. En el ejemplo mencionado, el

cuantificador universal “dice” que el concepto ser mortal se aplica para todos los objetos, es decir, que

todos los objetos son mortales.

Puesto que el cuantificador existencial es la negación del cuantificador universal, todo lo que se

dijo sobre el segundo vale también para el primero. La función Hay un x que es mortal toma al

concepto x es mortal y lo relaciona con un valor de verdad. En este caso, la relación determina que el

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valor es la verdad cuando hay un objeto que cae bajo el concepto ser mortal. Esto es equivalente a

afirmar que no todos los objetos no son inmortales.

Así pues, el cuantificador universal y el existencial relacionan funciones de primer orden con un

valor de verdad. Por ello, Frege las considera funciones de segundo orden.

4.- En la sección 62, Frege expone la estrategia que le permitirá definir el concepto de número. Los

números son las cosas a las que se refieren los signos numéricos. Pero su existencia no es equivalente a

la de los signos. No hay, de hecho, ninguna vía empírica para que un número en sí mismo se presente.

Sin embargo, los signos numéricos tienen sentido, pues se los usa todo el tiempo en proposiciones que

tienen sentido. Así pues, el sentido de una proposición en la que aparezcan numerales -que son signos

que refieren a un número- es un buen punto de partida para llegar al concepto del número. El problema

con los numerales es que refieren a objetos que existen independientemente de la forma en que se

refieren a ellos. Se puede dar el caso de un signo que en una ocasión sirva para referirse a un número y

en otra ocasión a otro. No hay ninguna razón, además de la costumbre, por la cual el ‘2’ deba referir al

2 y no al 3, por ejemplo. Se debe buscar alguna vía para que una expresión sirva en diferentes

instancias para referirse al mismo número. Si un signo a refiere a un objeto adecuadamente, debe haber

un criterio que permita distinguir en todos los casos si el signo a es igual o distinto a otro signo

cualquiera b. Si es igual, es porque el signo b refiere al mismo objeto que el signo a. Si es diferente, es

porque el signo b refiere a un objeto distinto. Al establecer un criterio que permite identificar el sentido

de la igualdad de dos expresiones con respecto a una referencia numérica, se tiene una definición del

concepto de número. Esto es así porque entonces hay un medio de reconocer en una expresión la

referencia a un número. Así pues, el primer paso que debe tomarse es definir el sentido que tiene la

igualdad numérica. Una vez que se tenga un criterio para definir la igualdad numérica, se puede

proceder a asignar un nombre propio a cada número.

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En la sección 63, Frege introduce el criterio que sirve para determinar la igualdad de dos

números. Este criterio, propuesto por Hume, se basa en una correlación biunívoca. Hume dice que dos

números son iguales si a cada unidad de un número se la puede relacionar con una unidad del otro

número sin que queden unidades sueltas. Esto quiere decir que entre dos números hay una serie

correlaciones que ligan a cada unidad de un número con una unidad del otro número. Si no sobre

ninguna unidad en algún número, los números son iguales.

Frege señala que una objeción que puede hacerse a este criterio es que se está definiendo la

igualdad en términos numéricos, cuando en realidad la igualdad requiere una definición más general. Al

fin y al cabo, no sólo se usa la igualdad para relacionar números. Se dice de muchas cosas que son

iguales. Y el criterio de igualdad numérica de Hume no serviría para determinar la igualdad de objetos

que no son números. Así, lo que debiera hacerse entonces es primero definir la igualdad en general y

luego observar el caso de los números en particular para establecer cómo funciona la igualdad

numérica.

A esta objeción, Frege responde que esa vía no es relevante para su propósito. Si lo que él

quiere hacer es definir el concepto de número, no puede presuponer que conoce tal concepto para luego

conjuntarlo con el concepto general de igualdad. El camino que se debe tomar es el contrario: se debe

partir del concepto de igualdad numérica para desentrañar el concepto de número que implica esta

igualdad. En otras palabras, al decir que ‘el número de x es igual al número de y’, donde ‘x’ y ‘y’ son

conceptos, la noción de número en cada lado de la igualdad puede reducirse a una definición más

elemental.

Esto es un poco complicado de ver a primera vista, por lo cual Frege ofrece una definición

análoga en la sección 64. El juicio ‘La recta a es paralela a la recta b’, o lo que es lo mismo, a//b, se

sirve del concepto de paralelismo. Ahora bien, traduciendo este juicio a una relación de igualdad, es

posible derivar un concepto nuevo: la dirección. Así, se tiene que, puesto que a//b, es verdad que ‘la

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dirección de la recta a es igual a la dirección de la recta b’. El concepto de dirección aparece cuando se

traduce el paralelismo a una igualdad. De manera análoga, Frege pretende que el concepto de número

aparece cuando se traduce a una igualdad otro concepto. Tal concepto es el que busca porque servirá

para definir el concepto de número sin tener que recurrir al mismo concepto de número.

Al final de su exposición, Frege ofrece la siguiente definición de número: “El número que

corresponde al concepto F es la extensión del concepto ‘equinumeroso con respecto al concepto F’”. 1

La extensión de un concepto es el conjunto de objetos que caen bajo tal concepto. En otras palabras, la

extensión es el conjunto de objetos que al saturar un concepto arrojan como valor la verdad. El

concepto equinumeroso con respecto a F es una manera breve de formular el criterio de correlación

biunívoca. Algo es equinumeroso con respecto a F cuando a cada unidad en F se la puede relacionar

unívocamente con una unidad en ese algo.

Si el número del concepto A es igual al número del concepto B, es verdad que A es

equinumeroso con respecto a B. De la misma manera, si A es equinumeroso con respecto a B, entonces

el número del concepto A es igual al número del concepto B. Así pues, se ha definido la igualdad

numérica en términos del concepto equinumerosidad. Si un concepto A es equinumeroso con respecto a

B, la extensión del concepto equinumeroso con respecto a A es igual que la extensión del concepto

equinumeroso con respecto a B. Por ejemplo, está el concepto x es una obra atribuida a Homero y está

el concepto x es un Papa vivo. Ambos conceptos son equinumerosos porque a las unidades de cada uno

se las puede relacionar con las del otro: la Ilíada con Ratzinger y la Odisea con Bergoglio. No sobra

ninguna unidad. La extensión del concepto equinumeroso con respecto al concepto de ser una obra

atribuida a Homero va a incluir a todos los conceptos que tengan 2 elementos. La extensión del

concepto equinumeroso con respecto al concepto de ser un Papa vivo va a incluir a todos los conceptos

que tengan 2 elementos. La extensión de ambos conceptos es la misma. Puesto que dicha extensión es

1 Frege, Escritos sobre lógica, semántica y filosofía de las matemáticas, México, UNAM-IIF, 2016, p. 451,

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la misma para los diferentes conceptos, puede usarse como referencia para el concepto El número que

corresponde al concepto de ser una obra atribuida a Homero. Así, el número que corresponde al

concepto x es una obra atribuida a Homero, es la extensión del conjunto equinumeroso con respecto al

concepto de ser una obra atribuida a Homero.

5.- Conviene comenzar explicando la distinción entre el sentido y la referencia. La referencia es una

relación que remite a un objeto singular. La referencia del nombre ‘Winston Churchill’ remite al

individuo particular que fue Winston Churchill. El sentido es lo que se expresa en una oración o signo,

es el modo de presentación de un pensamiento. La descripción ‘Primer ministro británico durante la

Segunda Guerra Mundial’ expresa algo distinto a la descripción ‘Único jefe de gobierno en haber

ganado un Premio Nobel de Literatura’. Ambas oraciones se refieren a Winston Churchill, pero

expresan sentidos diferentes. Los sentidos son distintos porque expresan distintos pensamientos.

Es importante señalar que Frege no designa ningún tipo de representación o proceso psicológico

cuando habla de pensamiento. Éste es algo objetivo e independiente de cualquier captación mental

particular. La caracterización más general del pensamiento, según Frege, es “aquello respecto de lo cual

se plantea la cuestión de la verdad”. 2 Esto no implica que sólo aquellos pensamientos que son

verdaderos resultan ser pensamientos. Puesto que plantearse la verdad o falsedad de algo es previo a la

determinación de su verdad o falsedad, también los pensamientos que resulten referir a la falsedad son

pensamiento. La oración ‘Único jefe de gobierno en haber ganado un Premio Nobel de Literatura’, el

pensamiento que se expresa es que Churchill es el único jefe de gobierno en ganar el Nobel de

Literatura. Tal pensamiento es susceptible de ser juzgado como verdadero o falso. En este caso, el

juicio del pensamiento refiere a la verdad, porque Churchill ganó el Nobel de Literatura. La oración

‘Churchill ganó el Nobel de Medicina’ expresa el pensamiento de que Churchill ganó el Nobel de

2 Ibid., p. 325.

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Medicina. En este caso, el juicio del pensamiento remite a la falsedad porque tal cosa nunca sucedió.

Así pues, no importa si un pensamiento se juzga como verdadero o falso, su capacidad de plantear la

cuestión de la verdad es suficiente para que se lo considere pensamiento. Se podría caracterizar el

pensamiento, entonces, como el contenido capaz de ser enjuiciado en términos de verdad o falsedad.

Para describir más intuitivamente la naturaleza del pensamiento Frege ofrece un ejemplo muy

ilustrativo. Hay un Dr. Lauben que afirma ‘Yo he sido herido’. Leo Peter tiene noticia del suceso y

afirma ‘El Dr. Lauben ha sido herido’. Ambas oraciones refieren a la verdad, pues es el caso que el Dr.

Lauben ha sido herido. Sin embargo, el sentido expresado en estas oraciones es diferente, pues se

expresan distintos pensamientos. Hay un tercer individuo, Rudolf Lingens. Este individuo escucha a

Leo Peter afirmar que ‘El Dr. Lauben ha sido herido’. En algún otro momento, escucha a un individuo,

cuyo nombre no conoce, afirmar ‘Yo he sido herido’. Los tres sujetos aquí mencionados son hablantes

competentes del lenguaje, por lo cual entienden adecuadamente los significados de las oraciones.

Rudolf Lingens, al escuchar al desconocido afirmar ‘Yo he sido herido’, no identifica el pensamiento

expresado por esta oración con el pensamiento expresado por la oración ‘El Dr. Lauben ha sido herido’.

Resulta que el desconocido que ha afirmado ‘Yo no he sido herido’ es el Dr. Lauben, a quien Rudolf

Lingens no conoce en persona. Rudolf Lingens no puede identificar sólo mediante el significado

lingüístico que el sujeto de ambas oraciones refiere al Dr. Lauben. Esto es así porque el pensamiento

que las oraciones expresan es distinto. Su sentido cambia, a pesar de que la referencia sea igualmente la

verdad. Si ambas oraciones expresaran el mismo pensamiento, debido a que Rudolf Lingren es un

usuario competente del lenguaje, podría identificar que se refieren al Dr. Lauben. Como no es el caso,

deben expresar pensamientos distintos.

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