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“En la Nicaragua de hoy tenemos

que decidir entre morir, estar


presos o huir”
Wendy Quintero es periodista, feminista y activista perseguida por
el Gobierno de su país. Denuncia por todo el mundo la situación en
que viven en él los presos políticos y los defensores de Derechos
Humanos
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La defensora de Derechos Humanos Wendy Quintero posa en el Palacio de
las Naciones de Ginebra, Suiza, durante su visita en mayo de 2019. LUIS
SALVA
MELISSA SILVA FRANCO
Ginebra 10 JUL 2019 - 00:00 CEST
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Para Wendy Quintero, la Navidad del 2018 se convirtió en el inicio de una larga
travesía. El 26 de diciembre ella regresaba a su casa en Managua (Nicaragua) para
descansar, cuando un grupo de vecinos le alertó de que integrantes de los cuerpos
parapoliciales la buscaban para detenerla. Quintero entendió que su libertad estaba
amenazada. Esta periodista y feminista había registrado miles de casos de
detenciones ilegales por parte del Estado contra defensores de Derechos Humanos o
periodistas de medios de comunicación críticos con el gobierno de Daniel Ortega.
Así que Wendy metió lo que pudo en una maleta y huyó del país.

Desde entonces vive entre la denuncia de lo que ocurre en Nicaragua y el trabajo


para poder reencontrarse con su hija adolescente, quien se encuentra allí bajo
estricto resguardo. Durante la pasada primavera, esta periodista recorrió algunas
ciudades europeas para dar voz a los casos de persecución, asesinatos,
encarcelamientos y torturas a miles de nicaragüenses.

El pasado mayo, Quintero fue una de las testigos en el Examen Periódico Universal
del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que se discutió en el 33º período de
sesiones ante el Consejo de Derechos Humanos, en el Palacio de Naciones de
Ginebra, en Suiza.

¿Cómo define la situación actual en Nicaragua?

Llevamos más de un año de crisis sociopolítica brutal. Comenzó el 18 de abril de


2018, cuando el Gobierno decidió reducir un 5% las pensiones de la población de la
tercera edad, y los jubilados salieron a protestar. A las pocas horas estos jubilados
fueron reprimidos por los policías y se unieron los estudiantes universitarios. Y
luego de reportarse los primeros muertos, salió la población civil bajo el lema de
“nos están matando a nuestros hijos, tenemos que defenderlos”. A partir de este
momento comenzó una ola de barricadas en las barriadas, en las ciudades y con ello
la represión de la policía y los grupos armados del partido sandinista.

Y desde entonces, ¿las protestas no han parado?


El saldo es sangriento. Hasta ahora llevamos al menos 325 muertos: jóvenes y
ciudadanos de distintos estratos sociales del país que lo único que hicieron fue
marchar, protestar contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Estas
cifran están recogidas en los informes de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH). Tenemos 812 presos políticos, 56 son mujeres y alrededor de 70
periodistas que viven en el exilio, igual que yo. Esto es solo un reflejo de cómo los
Derechos Humanos han sido vulnerados de distintas formas por parte del Gobierno,
que utiliza como brazo ejecutor son la Policía Nacional y la parapolicía.

¿A qué se refiere con parapolicías?

Son fuerzas de choque por parte del Partido Frente Sandinista de Liberación
Nacional que están armados para “defender la revolución”. Estos fueron los que, con
una lista en mano, han ido a los barrios a buscarnos a todos aquellos que somos
críticos.

Como en su caso. ¿Qué ocurrió exactamente?

R: Así es. Yo formo parte del El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos


(CENIDH), donde nos encargamos de registrar todas las arbitrariedades del Estado.
Este es el primero que se fundó en el país hace 29 años. Pero en diciembre del año
pasado, el Gobierno le quitó la personalidad jurídica junto a otras ocho ONG bajo el
argumento que estas organizaciones colaboraron contra el golpe de Estado, como
ellos llaman a estas manifestaciones. A partir de allí todos los que formábamos parte
del CENIDH fuimos perseguidos y acosados por los cuerpos de seguridad. Pero la
persecución fue más fuerte cuando los grupos armados del partido sandinista y los
policías llegaron al barrio donde yo vivía para preguntar por mí y por otros
defensores. Con esto se activó la alarma, y me tocó huir. Hasta mayo de 2019 ya
somos más de 70 periodistas que han vivido la persecución por parte del Gobierno y
por ello han tenido que salir de Nicaragua.
Desde el punto de vista humano, ¿qué ha sido lo más difícil de tener que salir de su
país?

R: Yo nunca pensé dejar mi país, es una tierra que amo y seguiré amando, por eso
intenté siempre trabajar sin irme, contribuir como periodista, como mujer, como
defensora de los Derechos Humanos. Pero creo que lo más difícil ha sido dejar a mi
hija. Desde entonces mi realidad es que mi vida es una maleta. En el ámbito
profesional también fue una decisión difícil, pues yo quería seguir ahí registrando lo
que está ocurriendo en las calles de Nicaragua. Para mí, es un deber hacer que mi
voz se escuche en todas los espacios que sea posible, porque hay miles de voces en
el país que están silenciadas porque el Gobierno no permite que haya más marchas,
que nos expresemos.

Han excarcelado a 212 personas, pero no con libertad como


era el acuerdo, sino a recibir el beneficio de casa por cárcel

La Oficina del Alto Comisionado de la ONU ha cifrado en más de 62.000 los


nicaragüenses que huyeron hacia Costa Rica en el último año.

Son muchísimos más. Nuestro destierro es de unas dimensiones importantes.


La Fundación Techo hizo un informe donde se refleja que el 50% de los
nicaragüenses viven en las calles de Costa Rica, en situación precaria, incluso de
indigencia, sin tener qué comer, ni dónde dormir.

¿Son los defensores de Derechos Humanos el blanco más perseguido por el Estado?

En la Nicaragua de hoy, periodistas, defensores y manifestantes tenemos que decidir


entre morir, estar presos o huir. Hay cuatro lideres campesinos que han sido
sentenciados hasta con 200 años de prisión cuando en el país solo se puede condenar
hasta los 30 años. Y esta tragedia no termina ahí, sino que además fueron enviados a
una cárcel que se conoce como “el infiernito” porque no hay ventilación, es con un
clima húmedo, en el que están los presos de máxima peligrosidad y tenemos
denuncias de que están siendo víctimas de tortura física y psicológica.
En Nicaragua hay una mesa de negociación en la que están suspendidos los juicios y
se ha liberado a muchos de los manifestantes. ¿No es así?

En marzo de este año, esta mesa de negociación llevó a que el Gobierno se


comprometiera a liberar a los presos, y a que se cancelaran los juicios contra los
manifestantes encarcelados. Hasta el momento han excarcelado a 212 personas, pero
no con libertad como era el acuerdo, sino a recibir el beneficio de casa por cárcel. Es
decir, que los juicios continúan.

Usted va a contar su historia en la sede de la ONU en Ginebra, ¿Qué expectativas


hay con esta nueva reunión?

Nicaragua necesita apoyo para unas elecciones adelantadas y que se vigilen más las
sanciones a los funcionarios del Gobierno que no están cumpliendo con su trabajo.
Porque esto es justo lo que causa terror al Gobierno: estas sanciones que le congelan
sus cuentas, que le tocan su dinero, a que les quiten sus pasaportes diplomáticos y
esto algún cambio ocasiona en el poder.

¿Crees que esta situación en Nicaragua tiene visibilidad en el panorama mundial?

Solo fuimos noticia cuando el las protestas arrojaron muertos.


Ahora es un horror

No. Solo fuimos noticia cuando el año pasado las protestas arrojaron muertos. Ahora
es un horror de puertas adentro.

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