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Quehacer
N° 3 Segunda Época / JUN-AGO 2019
LA REFORMA
UNIVERSITARIA
PERUANA
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Quehacer
EDICIONES ANTERIORES
Presentación
Se cumplen cinco años de la promulgación de la última ley universitaria, definida como
una reforma del sistema de educación superior en el Perú. Los términos del debate
público aparecen dominados por las nociones de calidad y supervisión, y se tiene como
personaje principal de la argumentación creada para legitimar la reforma a la
Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), enfrentada
tanto a una serie estereotipada de universidades “bamba” o “estafa”, que incumplen
estándares de calidad, como a un grupo de universidades “negocio” que tienen en el
corazón de su funcionamiento el lucro antes que el servicio educativo.
El especial de este tercer número de Quehacer sirve como espacio para bosquejar varios
de estos asuntos. Así, analizamos los alcances de la ley 30220 que crea la SUNEDU,
haciendo énfasis en la tensión entre supervisión y autonomía. También se busca dar
cuenta de quién y cómo es el/la universitaria promedio, qué dicen los ranking
internacionales o que pasa con la salud mental y con el acoso y el hostigamiento en las
universidades. Recordamos también el centenario de la reforma de Córdoba (1918) y
reflexionamos sobre universidad, memoria y democracia a propósito de los años de
violencia. Nuestro especial se completa con una revisión de Beca 18 -un programa
público que alienta abundante lucro privado- y una mirada al trabajo a destajo de los
docentes, entre otros temas.
En esta ocasión, nuestro entrevistado es Carlos Roca, importante figura aprista que
mantuvo una larga relación con Alan García, marcada paradójicamente por la distancia,
que es el centro del diálogo que publicamos. En la sección internacional nos detenemos
en distintos temas de actualidad, desde la integración regional en el marco de la crisis
actual hasta una mirada reciente a la China como potencia, pasando por aproximaciones
al significado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para México y América
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La sección Cultura trae dos conversaciones. La primera, entre los escritores Rafael
Dumett y Jorge Frisancho sobre las novelas de espías y dos figuras fascinantes en la
historia peruana: el inca Atahualpa y Eudocio Ravines. La segunda, sobre publicaciones
universitarias e identidad sanmarquina, con la participación de José Luis López Ricci,
Víctor Patiño y Fernando Correa. Este número incluye también semblanzas de tres
peruanos apasionados y comprometidos con el país y su destino: Julio Cotler, Gonzalo
Portocarrero y César Lévano, quienes nos dejaron recientemente.
Agradecemos a quienes contribuyeron a que este número sea una realidad. En especial a
aquellos y aquellas que generosamente y de manera entusiasta aportaron textos e
imágenes de calidad.
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La contrarreforma universitaria
Nicolás Lynch Gamero
Sociólogo. Director de la Unidad de Postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Cuando se refiere a educación, la palabra “reforma” tiene cierto prestigio entre nosotros
y los neoliberales lo han usado para pasarnos gato por liebre. Reforma educativa nos
refiere a la llevada adelante en el gobierno de Juan Velasco Alvarado. Una reforma que
se llamaba tal porque tenía como objetivo democratizar la educación peruana. “Una
educación liberadora” como decía Augusto Salazar Bondy, su principal ideólogo, para
liberar a estudiantes y maestros del yugo feudal que pesaba sobre sus vidas y
especialmente sobre sus cabezas.
Pero más todavía. Reforma universitaria, refiere a la gran gesta de Córdoba de un siglo
atrás, cuando estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina, publican
en junio de 1918 el “Manifiesto Liminar a los hombres libres de América” que tenía
también como fin democratizar la universidad en su país y en el continente todo. La
asociación con reforma es entonces liberación y democracia.
Sin embargo, el 2014, con Jaime Saavedra ya bien posesionado del sillón ministerial de
educación, empezó un movimiento contrario, con un fuerte componente mediático, que
buscaba vender a la opinión pública la idea de que estaba ocurriendo una reforma; es
decir que en un sector tan sensible como la educación estaba pasando una cosa cuando
en realidad estaba ocurriendo otra. Se empezaron a potenciar medidas en la educación
básica, muchas de ellas que venían del segundo gobierno de Alan García, que decían
buscar la reorganización de la educación peruana sobre criterios meritocráticos, cuando
lo que buscaban en realidad, era implementar un gran plan de sobreexplotación del
magisterio, abaratando su costo y aumentando el control político sobre el mismo. El
resultado fue la gran huelga magisterial del julio y agosto de 2017 que tuvo gran
repercusión en el país.
Este conjunto de reformas debía completarse con un ente que cumpliera la función de
regulación del conjunto de las universidades. Habían diversos diseños del mismo, pero
en el debate de la ley se señalaba que debía ser uno que surgiera de las universidades y
que no fuera ajeno a las mismas; una propuesta que en el proyecto inicial se llamaba
Consejo Nacional de Universidades. Desde un punto de vista participativo propuse en
diversos foros que esta instancia debía ser elegida por los profesores principales,
investigadores con el grado de doctor, de manera tal que fueran expertos los que
eligieran un consejo de expertos, para que regulara a las universidades peruanas. Desde
la orilla neoliberal se criticaba este punto de vista señalando que la autogestión ya había
fracasado como forma de regulación y que el ejemplo era la antigua Asamblea Nacional
de Rectores (ANR). Respondimos señalando que la ANR no tenía como función regular
sino tan sólo coordinar y que estaba formada por rectores y no por expertos.
¿Cómo funciona esto en la práctica? Como una alianza entre mediocres universitarios y
tecnócratas de la SUNEDU, el Ministerio de Educación y el MEF; tanto o más
mediocres que los primeros. ¿Qué si hay buenos y competentes? Claro que sí, en varias
universidades públicas y privadas hay buenos, competentes y cumplidores de a verdad,
pero no son la mayoría, ni hacen el verano. Además, el funcionamiento del SUNEDU
remarca su carácter de ente externo a las universidades, no porque tengan cuidado de la
autonomía, sino porque no entienden el mundo universitario. Eso se puede observar
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¿Qué tiene que ver esto con reforma y más todavía con democracia? No lo sé. Ni en la
SUNEDU, el MINEDU o el MEF dan el debate; como buenos neoliberales se esconden
y usan su poder para golpear tras bambalinas a los que consideran sus enemigos.
Mientras tanto, nos toca insistir en el camino reformista, liberador y democrático. Hay
instrumentos en la ley universitaria, como el gobierno democrático en las universidades
públicas o el apoyo a la investigación que prioriza la ley 30220, que pueden servir para
resistir a los tecnócratas y más todavía, para combatir su alianza con la mediocridad. El
horizonte, sin embargo, está más difícil que una década atrás, porque en esos momentos
el único adversario era la mediocridad; hoy, en cambio, tenemos la contrarreforma
neoliberal que no tiene escrúpulos para escoger aliados y que quiere el control total de
la universidad peruana.
En medio de la crisis política que vive el Perú, vinculada a la corrupción del caso
Odebrecht y las millonarias coimas entregadas a ex presidentes, candidatos
presidenciales, ex alcaldes y altos funcionarios, muchas fechas han pasado
desapercibidas o sin lograr el debido reconocimiento. Una de ellas, se conmemora este
año, es el centenario de la reforma universitaria en el país, que recogió las banderas de
la reforma de Córdoba -otra fecha invisibilizada- y tuvo su epicentro en la Universidad
de San Marcos en Lima pero que alcanzó las universidades de Cusco y Trujillo entre
otras importantes de la época.
La reforma resuena a lo lejos como un dato más de la historia; otras reformas impactan
hoy en la universidad pública y otros espíritus invaden nuestra época. Términos como
licenciamiento y estándares internacionales son más frecuentes al abordar el debate
sobre la educación superior y la comunidad universitaria parece exclusivamente
abocada a cumplir lo planteado por nuevas instancias como la SUNEDU. No pareciera
existir tiempo ni ánimo de volver la mirada a las viejas banderas de la reforma, aunque,
paradójicamente, en esas demandas e itinerarios podríamos encontrar pistas para
afrontar viejos problemas vigentes como la conexión entre la universidad y la sociedad,
la calidad de la enseñanza o el horizonte de investigación del bicentenario. En esta línea,
tomando como referencia a San Marcos, mi alma mater y actual centro de trabajo, el
presente artículo reflexiona, sobre las resonancias del espíritu de la reforma universitaria
y su importancia para la sociedad, así como sobre la conexión con el actual momento de
reformas en las políticas de educación superior, explorando posibilidades de encontrar
nuevas pistas en un itinerario de reformas aún inconcluso.
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Entre las pocas publicaciones que llegaron a Lima a propósito del centenario de la
reforma, destaca el libro “Los viajes latinoamericanos de la reforma universitaria”,
coordinado por el historiador argentino Martín Bergel. En sus distintos artículos, el libro
da cuenta de personajes, articulaciones e itinerarios que nos sumergen en ese proceso
que tuvo un hito fundacional en el grito de Córdoba y rápidamente se extendió por el
continente. Podía percibirse entonces el “espíritu de una época”, definido como el
campo de ideas y sentidos compartidos que se desplazó por los diversos países
involucrando y movilizando universitarios de toda Latinoamérica.
En el Perú, tocados por este espíritu reformista y emancipador, en junio del 1919 los
estudiantes de San Marcos reunidos en asamblea eligieron un Comité encargado de
coordinar el movimiento de Reforma Universitaria. Meses después, bajo una huelga
general, el Comité de Reforma presentó las demandas estudiantiles al rector José Pardo
y Barreda. Resaltaron la necesidad de mejorar y modernizar la enseñanza, propugnando
la participación estudiantil en el gobierno de las universidades, la docencia libre, el
derecho de tacha, la libertad de enseñar y la creación de seminarios y becas para
estudiantes pobres. En medio de una sociedad oligárquica, el movimiento tenía una
clara vocación democratizadora, cuestionaba el carácter elitista de las universidades y la
exclusión de intelectuales independientes de la docencia. Exigía también con mucho
énfasis, dejar fuera de los destinos universitarios a los poderes políticos y eclesiásticos
de la época.
Jóvenes de clases medias como Manuel Seoane, Haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez
o Jorge Basadre, lideraron el movimiento estudiantil con ánimo irreverente, vinculados
a sus bases, pero también con ansias de mundo. Establecieron conexiones que
reforzaron un sentimiento de cofradía internacional, apelando al viaje geográfico y
social, como un recurso para ampliar la comunidad política que aspiraban representar.
Justamente, este movimiento universitario fue decisivo en la conformación de los
partidos políticos que disputaron la representación de los sectores populares y el
gobierno de San Marcos buena parte del s. XX; el APRA auroral y el Partido Socialista
fundado por José Carlos Mariátegui (o las variantes de izquierda a las que dio origen).
Lo que vino después de la reforma amerita otro análisis; baste con resaltar la extendida
sobre ideologización que se impuso hasta avanzada la década del ’80 afectando la
perspectiva crítica y desconectando la universidad de la bullente sociedad peruana. La
democratización de las universidades y su consecuente masificación trajo además
nuevos problemas relacionados a los presupuestos públicos, que el Estado estuvo lejos
de atender, condenándola a la precariedad y consecuente mediocridad.
Cien años después otros vientos soplan y el espíritu reformista de entonces pareciera
haberse difuminado. ¿Qué sentidos e ideas de transformación de la universidad y la
sociedad comparten los estudiantes de San Marcos? ¿Qué los conecta con los
universitarios de Latinoamérica? Mucha agua ha corrido bajo el puente y no es sencillo
resolver estas preguntas. Son tiempos de redes y conexiones que deberían hacer más
fácil los viajes y encuentros, pero paradójicamente aíslan, limitando las posibilidades de
articular al movimiento universitario latinoamericano. De otro lado, para los estudiantes
de San Marcos no ha sido sencillo reponerse del impacto de procesos nacionales como
la violencia política, la crisis económica o la intervención fujimorista con su intento
privatizador. Reconstruir la Federación de San Marcos, ha sido un logro digno de
resaltar, pero más allá de labores gremiales casi sindicales, es difícil percibir una
identidad generacional, una posición compartida frente a los principales problemas de
nuestro tiempo…Tiempos de peligrosa arremetida neoliberal donde fundamentalismos
religiosos se toman aulas y auditorios atentando contra el pensamiento crítico sin
encontrar respuestas contundentes. Tiempos también de precariedad y bajos
presupuestos donde la única salida a la crisis pareciera ser la tecnocratización neoliberal
y su razón privatizadora, ante la cual urge por lo menos convocarnos quienes
compartimos el quehacer universitario.
En Perú la Ley Universitaria 30220 del año 2014, se enmarcó en estos procesos de
reforma. Un hito fundamental en estos cambios fue la creación de la Superintendencia
Nacional de Educación Superior Universitaria en reemplazo de la Asamblea Nacional
de Rectores que había acumulado denuncias vinculadas a malos manejos por la creación
de universidades privadas y presuntos actos de corrupción. La SUNEDU es la entidad
para aprobar o rechazar las solicitudes de licenciamiento y funcionamiento de
universidades, filiales, facultades, escuelas y programas de educación, así como para
verificar la calidad mínima para brindar el servicio educativo. Asimismo, es la instancia
responsable de fiscalizar si los recursos públicos y los beneficios (tributarios) otorgados
a las universidades se destinan a fines educativos; y de ser el caso aplicar sanciones.
Otro eje de cambios en la ley fue el referido a los incentivos de investigación, como
condición para que las universidades logren acreditación. También supuso cambios en
la contratación docente, basados en la meritocracia, exigiendo como mínimo el grado de
“maestro” y estableciendo pautas de evaluación periódica como requisito de
permanencia. Finalmente, la Ley dispuso nuevas pautas para la elección de rector y
autoridades, de modo que ahora son elegidos vía votación universal, personal,
obligatoria, directa, secreta y ponderada de todos los docentes ordinarios (2/3) y
estudiantes matriculados (1/3).
Sin duda era urgente implementar algunos cambios al anquilosado y prebendista sistema
universitario, que había hecho de la creación de universidades públicas una clientela
vinculada al Congreso y de las privadas un abierto negocio. No obstante, no puede dejar
de resaltarse el escaso debate que el proceso de reformas generó en los actores
universitarios involucrados. Más aún, a casi cinco años de la promulgación de la Ley ni
las federaciones de estudiantes universitarios, ni los docentes, ni tampoco los rectores y
autoridades, han ensayado algún balance respecto a su aplicación.
No se trata de buscar lo negativo y realizar una oposición cerrada a los cambios; sería
absurdo negar la importancia de la calidad de la enseñanza o de la implementación de
mecanismos de supervisión estatal, pero resulta indispensable discutir el sentido de esos
cambios y cómo se conectan con las necesidades actuales de la sociedad peruana. Ad
portas del bicentenario, y en momentos en que la vieja república se termina de
desmoronar entre casos de corrupción, feminicidio y profundas desigualdades, la
universidad pública y particularmente San Marcos, no puede resignarse a perder el
rumbo en el itinerario crítico y emancipador trazado por la generación del 19.
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Desde fines del siglo XX e inicios del siglo XXI los países que cuentan con las más
importantes universidades a nivel global, han venido construyendo un discurso sobre la
universidad que ubica a la investigación (aquella que la universidad hace, así como los
resultados que produce) como un activo institucional estratégico y la base de
información desde la que se toman las más importantes decisiones. Se parte del
supuesto que no hay gestión eficiente que decida invertir sus recursos en una política,
proyecto o iniciativa, sin apoyarse necesariamente en la evidencia producida por la
investigación o la evaluación sistemática, más aún si se opera en entornos percibidos
como mundos de cambio e incertidumbre. El conocimiento sustentado en la
investigación es un capital muy valorado por cualquier organización competitiva. En ese
marco, la universidad no sólo debe producir investigación, comunicar y capitalizar sus
resultados, sino formar a sus estudiantes desde esos procesos productivos y creativos
(Polster, 2007).
flickr de pronabec
La calidad de las universidades de esta época se explica cada vez más por la
investigación que allí se hace. Los más importantes rankings sobre la calidad de las
universidades a nivel mundial le dan gran importancia a la dimensión investigativa en
sus valoraciones y reportes, al grado que para algunos de ellos lo que se hace en
investigación es lo único que cuenta. Asimismo, los principales sistemas de acreditación
institucional consideran que una universidad es académicamente madura cuando se
tiene una evaluación favorable de aquello que se ha hecho por implementar procesos
que aseguren la práctica de la investigación en sus más importantes actores: docentes y
estudiantes. Esta tendencia en el mundo desarrollado, que incluso es explícita en
universidades que optaron por modelos de gestión que tienen a la rentabilidad como
meta esencial (Kwiek, 2016), no es tal en América Latina (menos en el Perú), ni
siquiera a nivel de discurso. La historia reciente de la universidad peruana así lo
demuestra.
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Los fuertes aires de privatización que caracterizaron las reformas económicas, políticas
e institucionales en la década del fujimorismo, pusieron en agenda la necesidad de
reformas similares en el campo de la educación. El Decreto Ley 882 de 1996 y la Ley
de Promoción de Inversión en la Educación promulgada meses después, se hicieron con
la finalidad de atraer inversión privada en cantidad suficiente para reducir la brecha
abierta por la creciente demanda por servicios de educación superior, principalmente
universitarios. El nuevo marco legal no canceló el marco previo dado por la ley 23733
de 1983 sino que se sumó al mismo, brindando facilidades para la inversión privada
potencial y para aquella ya existente. Se crearon masivamente universidades privadas, a
la vez que se tendía un puente para que otras universidades privadas que venían del
marco previo, que quisiesen acogerse a las nuevas orientaciones, transitaran a un
modelo de gestión donde el lucro era una meta, en un proceso de mutación que resultó
fluido y relativamente rápido.
A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, en que las universidades son
los principales centros de producción investigativa, en el Perú hasta el año 2004 las
universidades producían menos investigación que las instituciones no universitarias que
hacen investigación. Instituciones como INIA, INEN, INS, CIP, SENAMHI, IPEN,
IMARPE, INICTEL, entre otras, la mayoría públicas (aunque no en todos los casos) y
que dependían de los ministerios u operaban muy ligadas a ellos, explicaban entre el
56% y 70% de las publicaciones anuales, pero eran significativamente menos en
número y en personal que las universidades. Es recién desde el 2005 que la situación
empieza a cambiar. Ente 2005 y 2018 la producción de las universidades creció en
870%, mientras en los institutos sólo el 160%. Para el 2018 la producción de las
instituciones sólo explica el 11.2% de lo publicado.
Las peruanas referidas son encabezadas por la PUCP en el puesto 21, sigue la UPCH en
el 70, la UNMSM en el 74, la UNI en el 128, la Pacífico en el rango 161 – 170 y luego
la UNALM en el espacio de 171 al 180. La de Lima y la UPC comparten el tramo 181 –
190.
Con el ánimo de establecer una comparación más acotada puede seleccionarse la que
llamaremos “Región Andina”, compuesta por Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia
y Venezuela. Todos estos países participaron alguna vez del Pacto Andino o Comunidad
Andina y se diferencian de Brasil y Argentina, países más grandes y con un PBI mayor.
Buscando datos que ayuden a explicar el retraso del Perú en el ámbito universitario,
incluso en el marco reducido del área andina, cabe señalar que el porcentaje del PBI
invertido en Investigación y Desarrollo, conforme al portal Index Mundi es en el Perú el
más bajo de la subregión (0,15%), mientras según este cuadro Bolivia dedicaría el
0,16%, Colombia el 0,17%, Ecuador el 0,23% y Chile el 0,43%. En otras fuentes Chile
aparece con menos del 0,40%, y el Perú con 0,12% y hasta 0,08% del PBI, caso del
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En segundo lugar está la calidad de los docentes y egresados donde el máximo puntaje
corresponde a los ganadores de premios Nobel y medalla Fields (en matemáticas); como
son muy pocas las universidades que pueden ostentar semejantes galardones, el esfuerzo
debe concentrarse en que los docentes y egresados tengan doctorados otorgados por las
principales universidades del mundo, las denominadas “de clase mundial”; así mismo
tienen importancia otros reconocimientos, entre ellos éxitos en la obtención de patentes
que llegan al mercado.
Estrategia peruana
Solo asumiendo una línea de base, que por ahora tiene que ser la posición de las
universidades públicas en los rankings internacionales reconocidos, puede plantearse
metas cuantificables. Entre las universidades públicas de los andes en muy razonable
proponerse la meta de alcanzar en dos lustros a colocar tres peruanas entre las 10
mejores y cinco entre las 30 mejores, lo que a escala de América Latina supondría
posicionar esas cinco entre las 100 con mayor calidad, tal como ha propuesto la
Asociación Nacional de Universidades Públicas del Perú – ANUPP, en comunicados
públicos y documentos formales presentados al presidente de la república y otras
autoridades. Como también ha propuesto ANUPP, lo apropiado es que el Estado,
además de posicionar unas primeras cinco, se ocupe de fortalecer todas las
universidades públicas sin excepción.
Sobre este punto, un reciente estudio de Ipsos Apoyo (2016) ha revelado que seis de
cada diez postulantes a la universidad considera que los contenidos educativos
impartidos en sus colegios resulta insuficiente para enfrentar los estudios superiores.
Bajo una lógica empresarial, las universidades responden a esta demanda planteando
una secuencia de cursos de “nivelación”, que junto a los cursos de “introducción a la
carrera” terminan ocupando hasta dos años de formación. La evidencia nos muestra que
en ellos está primando el uso de tecnología educativa propia del contexto escolar, con la
cual se busca desarrollar aquellas habilidades básicas que el colegio no pudo consolidar,
para luego afrontar los cursos de facultad desde un enfoque orientado frecuentemente al
emprendimiento empresarial.
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Este modelo educativo es presentado por las universidades privadas como una ventaja
competitiva, en la medida que se distingue del llamado enfoque “tradicional”. Sin
embargo, su consolidación ha significado también el debilitamiento de los mecanismos
que fomentan la investigación científica. Como lo expresan muchos profesores, y como
lo perciben muchos estudiantes, los primeros ciclos de la universidad parecen haberse
convertido en una repetición mejorada del colegio. Destrezas como la comunicación
escrita, la expresión oral, las habilidades operativas, entre otras, se desarrollan bajo un
enfoque de “contacto con la carrera” que se realiza enfatizando lo vivencial y
suprimiendo los acercamientos teóricos. Esto nos revela la más preocupante de las
tendencias implantadas por el nuevo modelo de universidad: se investiga poco o no se
investiga. La formación epistemológica se ha suprimido, mientras que los contenidos de
metodología se han fusionado con los del proceso de la investigación científica en sí.
Como resultado encontramos cursos condensados que el estudiante cuestiona con una
pregunta que parece consecuente con la formación que está recibiendo: “y esto, ¿cómo
me va a servir en la carrera?”.
juzgan convenientes bajo la lógica del producto que se adquiere para un fin: el ingreso
al mercado laboral.
Este nuevo ethos universitario se posiciona cuando las mismas universidades se adecúan
a estándares de calidad orientados hacia dicho consumidor. Se trata de empresas,
finalmente; y los estudiantes, sus clientes. Ellos son el sustento de una rentabilidad que,
durante los ejercicios 2014 y 2015 ha equivalido a poco más del 2% del PBI del país, tal
como señala Hugo Ñopo (2016). Estas ganancias, comparables incluso a las obtenidas
por el sector minero, parecen haber beneficiado solo a una reducida burocracia
administrativa, con ingresos diametralmente diferentes a los de los docentes, quienes se
perciben más como trabajadores que deben brindar un servicio, antes que como
académicos a cargo de un acercamiento crítico a la realidad, que es lo que, en teoría,
debería propiciar la universidad.
Una estructura como la descrita presenta todas las condiciones como para el surgimiento
de un movimiento estudiantil que, desde adentro, promueva cambios estructurales que
reduzcan los niveles de desigualdad. Sin posibilidad de organizarse institucionalmente
dentro de las universidades, sin referentes políticos con legitimidad, y con una
disminución progresiva del pensamiento crítico, el estudiante modelo (económico) que
hemos formado pareciera no tener muchas posibilidades de lograrlo.
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Y sin embargo, la historia dice que, aun con peores condiciones, fueron los estudiantes
los que nos dieron la lección.
Pensemos qué nos dicen los ejemplos dados. ¿Qué nos dicen esas siglas? ¿Qué dice de
sí mismo alguien que se presenta como una sigla? Que hay una substitución del nombre,
que se identifica con el significado de la sigla… y no mucho más. No es que sean malos
ejemplos, es que el drama es precisamente ese, que no dicen mucho más ni siquiera para
los clínicos, pues sabemos que apenas son un puñado de criterios diagnósticos aplicados
de forma estandarizada a cualquiera que encaje con ellos.
Las siglas y lo que representan no hablan por sí solas, en nada presentan al sujeto. No
dicen quién es, qué desea, cómo ha vivido o cómo quiere vivir. O de repente sí dicen
algo interesante: que sufren, que se trata de gente que sufre. Mejora la comprensión si
observamos que la apropiación, la identificación con la sigla, habla de un sufrimiento
tan íntimo que no deja al sujeto (al punto que lo acompaña como nuestro propio nombre
nos acompaña), y tan ajeno y distante de uno como lo que en verdad es: siglas que
hablan de categorías que solo existen o dejan de existir por convenciones, que nos
auxilian a los clínicos para compartir criterios mínimos de diagnóstico pero que, en
contrapartida, multitudes deben entrar con calzador.
mismas, o sobre sus estudiantes, o sobre la sociedad que nos envuelve? Las respuestas
nos llevan por diferentes escenarios.
Historizar y no naturalizar
La locura siempre fue una experiencia oscura, insondable, que inquietó al ser humano
en cualquier tiempo y cultura. Pero fue Occidente quien más variación tuvo en sus
respuestas. El loco pasó, de sujeto de la convivencia social, a ser el marginal de las
ciudades en expansión, luego el abyecto y finalmente el peligroso que había que
encerrar y castigar.
Con la revolución francesa una lógica empieza a cambiar. Se propone “un trato más
humano” pues la locura, como lo entiende la ciencia en este momento, si no es por
herencia o lesión orgánica, es un daño moral que debe ser tratado. El loco no tiene la
culpa de serlo, está “alienado” de sí mismo. El médico, el llamado alienista, es al mismo
tiempo autoridad científica y portavoz de la moral de una época. El tratamiento estará
basado en una vigilancia y control rigurosos, con criterios jurídicos, religiosos, pero
también paternalistas. La tradición humanista busca la restitución familiar, el alienado
debe reinsertarse en su comunidad.
Es importante notar la dimensión relacional del tratamiento moral porque, bajo otros
ropajes, es lo que sigue estando en disputa. En este momento la medicina propone una
idea de cura a través de diversas formas de relacionarse con el paciente: actividades
sociales, cuidado de animales, largas caminatas. Pero cuando la medicina,
especialmente la psiquiatría, gana fuerza en el siglo XIX, radicaliza su cientificidad
“limpiándose” de interferencias. La precisión diagnóstica se entiende de forma
positivista: la noción de enfermedad mental reemplaza la de alienación, la psiquiatría
busca una etiología biológica, explicar la enfermedad mental en términos fisiológicos.
Su único aliado es la tecnología, que transmite valores “de ahorro”, en tiempo y
recursos humanos y materiales.
Entre los años 50 y 70 habrá un breve paréntesis motivado por el fin de guerra, el
Estado de bienestar, la antipsiquiatría y las revoluciones sociales. Se propone una ética
del cuidado en el área de salud, donde la psiquiatría entabla diálogos y disputas con la
psicología y el psicoanálisis, que ahora gozan de mayor solvencia y difusión académica.
Surgen los primeros servicios psicopedagógicos en las universidades, atendiendo la
organización intelectual, cognitiva, de los estudiantes en relación a su carrera. No hay
idea de salud mental como se entiende hoy, la noción de enfermedad mental está
drásticamente asociada al hospital psiquiátrico. Sin embargo, debido a que la medicina
no encuentra una etiología fisiológica para su idea de enfermedad mental debe ceder
terreno a un concepto menos categórico. Eso de “enfermedad” mental se había
convertido en un oxímoron. La noción de trastorno mental admitirá la comprensión
multidimensional desde un enfoque biopsicosocial.
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Nos preguntamos qué nos quieren decir estos datos. La información revisada tiende a
explicar esa variación por la presión que implican los estudios superiores, no solo en
relación al colegio sino como meta idealizada de la sociedad. Los diagnósticos en el
posgrado (sobre todo en el doctorado) se concentran más en depresiones con síntomas
clínicos y narrativas asociadas a no rendir como lo esperado, con el consecuente golpe
que implica para la autoimagen en relación a la vida académica. En el pregrado el
panorama es más variado: dependencias, consumos compulsivos, autolesiones, intentos
de suicidio, ataques de pánico, agresiones, celos, pérdida de amistades, entre otros.
El reto ineludible
Si las universidades han asumido la responsabilidad de convocar a jóvenes para que
postulen, ingresen y pasen años fundamentales de sus vidas, deben asumir también el
reto de acoger la diversidad de sus historias y necesidades. Es decir, asumir la creación
y promoción de un espacio generador de vínculos que producen nuevos sentidos para la
vida. Experiencia de vínculo que sea en primera o última instancia es lo que demandan
los jóvenes en sus motivos de consulta psicológica, con el que nació históricamente la
atención en salud mental y fue parte de la convivencia social hasta entradas las épocas
oscurantistas.
Sin embargo, como hemos visto, el vínculo que “cura”, o mejor dicho, que repara
vínculos anteriores y permite que emerja posiciones novedosas y éticas en el sujeto, es
el vínculo capaz de amarrar lo personal con lo social y político. No pasa por
necesariamente hacer crecer los servicios psicológicos (lo que no implica desaparecerlos
tampoco, siempre una atención individualizada es un punto de apoyo) sino pensar en
lógicas que nutran desde lo comunitario-institucional. Esto último es importante porque
a veces las intervenciones comunitarias no tocan lo institucional, cuando ese espacio
puede ser un gran productor de malestar.
El acto educativo debe ser pensado y cuidado por la institución, en sus lógicas
organizativas y por los docentes y administrativos que llevan a cabo sus políticas. Esto
pasa por revisar ese estilo empresarial que muchas universidades adoptaron sin
necesariamente coincidir con los objetivos de lucro de la universidad. Y aunque fuera el
lucro un móvil para la institución, es necesario que lo educativo no se determine por
lógicas de mercado. Una cosa es la presión académica y otra la competencia despiadada
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por el promedio. No todos podrán ser quinto o tercio superior. Que unos lleguen implica
que otros salgan: muchos son sus amigos, compañeros, colegas, parejas. Y aunque no lo
fueran, no es la universidad el espacio de la zancadilla sino de la creación colectiva del
conocimiento. El lenguaje competitivo que ofrece becas, prácticas o puestos de trabajo
“a los mejores”, eso que ahora llaman “excelencia” y que, como un auto lujoso o la casa
de los sueños, atrae a muchos con la promesa de alcanzar la gloria del buen nombre o el
ingreso económico. Esto es productor de profundas ansiedades. Donde haya una
vulnerabilidad, golpeará al sujeto, que mirando las vallas y sintiéndose derrotado, hasta
un control de lectura se sentirá imposible.
La promoción de lo colectivo sin que la institución interfiera es más deseable que los
espacios donde hasta el uso del césped o la banquita fueron institucionalizados. La
circulación libre del pensamiento, libre incluso del control institucional, necesita
facilidades mínimas: un salón, una pizarra, encontrar una mesa cuatro sillas y un
enchufe no debería ser un trámite. Salones vacíos cerrados y vigilados, en una
universidad, tienen sabor de crimen. Los proyectos académicos, sociales, políticos se
crean en esos ambientes. Mediatizar el encuentro, los vínculos, con burocracias
vigilantes suele estar justificado muchas veces con lógicas paternalistas, conservadoras.
Cuidar el salón, la pizarra, la pantalla, el plumón. En vez de promover el cuidado
responsable, la vigilancia (y el castigo) están más la mano como vimos en la historia.
El espacio universitario es un espacio de referencia y productor de referencias. Muchos
jóvenes llegan desarraigados así no vengan desde lejos. En los tiempos actuales la
familia puede ser su espacio de lejanía, el espacio donde más soledad se experimenta.
Continuar en el anonimato de ser nadie es lo peor que puede pasarle a alguien. No solo
porque lo sumerge en cuadros o síntomas que producen sufrimiento, también porque es
una forma de desarticulación progresiva de los colectivos. En la universidad la gente se
encuentra y produce lazos de amor y de amistad. En ellos, se experimenta compromiso,
solidaridad, discusión, debate, lo que fuerza a leer, pensar, seguir discutiendo… y en ese
proceso, nacen proyectos comunes. Por algo las universidades son espacios de
resistencia cuando la ofensiva conservadora avanza en la sociedad. Mientras un
proyecto conservador se alimenta de miedos e inseguridades elitistas, las universidades
son, o deben ser, cuerpos sociales que se mueven articuladamente por el compromiso
que se fue construyendo, poquito a poquito, en la libertad de la convivencia.
Quedar ver qué universidades peruanas están caminando por esas sendas.
1. Ver: Amaral y Magalhaes, 2004, Franklin Leopoldo e Silva, 2001 y Rute, Portela,
Sá, Alexandre, 2008
2. Ver Health at a Glance: Europe 2018; Chaves y Henriques (2017); López y
Salomone (2016), Augsburger (2004).
3. Ver Vallejo (2011), McWilliams (2011), Riera, Zúñiga y Carrera (2017).
4. Ver Riveros, Hernández y Rivera (2007), Labrador, Estupiñá y García-Vera (2010),
Santos y Siqueira (2010), Muñoz-Martínez y Novoa-Gómez (2012), de la Fuente y
Heinze (2015), Chau y Vilela (2017).
5. Ver datos globales aquí y aquí; en Perú aquí, aquí; en Brasil aquí; en Chile; en Reino
Unido; en Estados Unidos; en Canadá, y siguen ejemplos.
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Poder y universidad
Alberto Adrianzén y Brenda Cassana
Director de Revista Quehacer | Egresada de Ciencias Políticas de la UNMSM
Las universidades durante siglos han sido y siguen siendo los centros de excelencia y de
enseñanza. Ahí se forman y se forjan los que más tarde serán los profesionales y
técnicos de un país. Por otro lado, son los lugares donde se dan los primeros pasos de lo
que más tarde será llamada la “inteligencia” de un país. Las universidades son, pues,
lugares de formación, de creación del saber y también, para un sector de la sociedad, los
espacios donde inician el largo y complejo camino de la movilidad social. Son
igualmente, una parte importante del mundo de la política. Con ello no nos referimos
solamente a los discursos culturales y al tipo de saber que se imparte en las
universidades y que son como el cemento de una sociedad sino también al personal que
más tarde formará la llamada clase política.
Podemos decir, siguiendo a Althusser, que las universidades son parte importante de los
llamados aparatos ideológicos del Estado. De allí salen quienes administrarán un
Estado, un gobierno y también los partidos políticos. Por eso su relación con el poder es
muy estrecha. En México, por ejemplo, para tipificar a un gobierno se tenía en cuenta de
qué universidad provenían sus ministros (o secretarios). Así tenemos el “sexenio del
Colegio de México”, el “sexenio de la UNAM”, el sexenio del Instituto Tecnológico
Autónomo de México (ITAM); o el del Instituto Tecnológico de Monterrey. Nos
preguntamos, cómo llamar a cada quinquenio en nuestro país si tenemos en cuenta el
origen universitario de los ministros que forman parte de un gobierno.
En QUEHACER hemos construido una base de datos que contiene, por un lado, la lista
de los Consejos de Ministros desde el Gobierno de Transición de Valentín Paniagua
hasta el de Martín Vizcarra, y por otro, la universidad en la que han estudiado los
ministros y ministras que han pertenecido a dichos Gabinetes.
Para esta exploración, hemos considerado el primer y el último Gabinete cada gobierno.
La excepción fue el gobierno de Valentín Paniagua donde hubo un único Consejo de
Ministros. No hemos incluido a los ministros que han pertenecido a las Fuerzas
Armadas y Policiales, más allá que se les puede considerar como profesionales con
grado universitario. Veamos lo que nos dicen los datos.
La composición del primer gabinete del presidente Alejandro Toledo fue la siguiente:
cuatro ministros provenían de la Universidad del Pacífico (tres economistas, uno de
ellos fue el primer vicepresidente del gobierno, y un administrador de empresas); tres
ministros de la PUCP (dos abogados, uno de ellos fue el presidente del Consejo de
Ministros, y un sociólogo); tres ministros habían estudiado en San Marcos, una de ellas
era la única mujer que integraba el gabinete; dos ministros venían de la UNI y dos de la
U. La Molina y uno de la universidad de Oxford. Un ministro de ese primer Gabinete,
que era al mismo tiempo segundo vicepresidente del gobierno, no tenía estudios
universitarios. La única ministra de ese Gabinete tenía la cartera de la Mujer.
El último Gabinete del gobierno de Toledo, de agosto de 2005 a julio de 2006 estaba
integrado por tres ministros con estudios en la PUCP (dos abogados y una socióloga) y
otros tres ministros de San Marcos (dos abogados y una médica). Asimismo,
participaron del gabinete, dos ministros de la UNI. Otras universidades como la U. del
Pacífico, San Martín, la Nacional del Centro, la Federico Villareal y dos extranjeras
(Oxford y la U. de North Carolina) aportaron un ministro cada una de ellas a este
gabinete. Un ministro de este último gabinete no tenía estudios universitarios. Dos
mujeres participaron en distintos puestos ministeriales en este último Gabinete del
gobierno de Toledo.
En el primer gabinete del gobierno de Alan García la Universidad Católica aportó siete
ministros. De ellos, cinco habían estudiado derecho. Una cantidad similar aportó San
Marcos. Uno de estos siete fue presidente del Consejo de Ministros y dos, incluyendo al
premier, eran abogados. La U. del Pacífico contribuyó con tres ministros. Los tres eran
economistas. La Villarreal con dos ministros. Con un ministro colaboraron la U. de
Lima. la U. Pedro Ruiz Gallo de Chiclayo, la universidad Nacional de Trujillo, la
Academia Diplomática del Perú y la universidad de Berkeley, California. De 25
ministros que en momentos distritos formaron parte de este primer Gabinete, solo siete
eran mujeres.
El último Gabinete del gobierno de García que va marzo de 2011 a julio del mismo año
estaba compuesto de la siguiente manera: cuatro ministros habían pasado por los
claustros de la U Católica, incluyendo a la a la presidenta del Consejo, que era al mismo
tiempo ministra de Justicia y militante del partido aprista. Los tres ministros habían
estudiado derecho. Tres ministros provenían de San Marcos. Un número igual de la U.
Villarreal. Las universidades de Lima, del Pacífico, La Molina, San Agustín de
Arequipa, Guzmán Valle (La Cantuta), la U. Católica de Arequipa, la U. San Martín de
Porres, la U. de Berkeley (EEUU) y de la U. Julius Maximilian (Alemania) aportaron un
ministro cada una, además, un ministro que llegó de las filas de la policía. Finalmente,
en dos sectores, agricultura y producción, hubo cambios ministeriales. De veinte
ministros que ocuparon las 18 carteras ministeriales, solo tres fueron mujeres.
29
La composición del Primer Gabinete del presidente Ollanta Humala (julio 2011-
diciembre 2016) fue la siguiente: seis ministros habían estudiado en la Católica,
ocupando las carteras de Relaciones Exteriores, Justicia, Trabajo, Mujer, Ambiente,
Desarrollo e Inclusión Social; dos de ellos habían estudiado derecho. Tres ministros,
uno de ellos fue presidente del Consejo de Ministros, se habían graduado en la U. de
Ingeniería. Las universidades San Agustín de Arequipa, La Molina, Federico Villarreal,
la del Pacífico, Guzmán y Valle, la Católica de Arequipa y la McGill (Canadá)
aportaron un ministro cada una de ellas. Dos ministros venían de la Escuela Militar de
Chorrillos. En este primer gabinete que estaba compuesto de 19 ministerios, solo tres
fueron ministras.
La composición del primer gabinete del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (julio
2016-setiembre 2016) fue la siguiente: diez graduados de la Católica son ministros de
doce carteras en momentos distintos. Cuatro ministros eran economistas, tres
sociólogos, dos abogados y administrador (de esos diez ministros dos ocuparon dos
carteras distintas). Cuatro ministros -uno de ellos fue Presidente del Consejo y Ministro
de Economía al mismo tiempo- eran de la Universidad del Pacífico. De esos ministros,
dos eran economistas y dos administradores. Otros dos ministros se habían graduado en
la UNI. Otras universidades como La Molina, la Universidad Femenina, la Cayetano
Heredia, la Santa María de Arequipa, la San Martín de Porres y la U. de Princeton
(EE.UU) aportaron un ministro cada una de ellas. Un ministro venía del estamento
militar. En este periodo se dieron cambios en las carteras de Economía, Energía y
Minas, Educación Transporte y Comunicaciones, Defensa, Cultura, Mujer y Desarrollo
e Inclusión Social. Dos ministros ocuparon carteras distintas en ese periodo. En este
gabinete participaron siete mujeres.
El primer gabinete del presidente Martín Vizcarra (abril 2018-marzo 20189), estuvo
integrado por siete ministros que había estudiado en la U. Católica. De esos siete, seis
eran abogados y uno economista. La universidad del Pacífico aportó tres ministros,
todos eran economistas. Dos ministros provenían de la U. Villarreal, uno de ellos fue
Presidente del Consejo de Ministros. La UNI aportó con dos ministros. Las
universidades San Marcos, San Martín de Porres, Garcilaso de la Vega, Nacional de la
Plata (Argentina), San Antonio Abad (Cusco), Ricardo Palma, Católica Santa María
(Arequipa) y la Faustino Sánchez Carrión (Huacho) y la de Lima, aportaron cada una
con un ministro.
30
Sin embargo, aunque el acceso viene aumentando, no todo es color de rosa para las
mujeres hoy. El primer gran reto es la disminución de la participación femenina
conforme se avanza en la trayectoria educativa. En el doctorado, la participación de
mujeres es de 40%, y en la docencia universitaria, de 32%. En investigación, la
situación no mejora. Solo 35% de los registros de personas relacionadas a la
investigación en la base de datos del CTIVitae son mujeres. Estas representan 26% de
los investigadores en el Registro Nacional de Instituciones y Empresas Científicas y
Tecnológicas -RENACYT a 2017 y sólo el 17% de los miembros titulares de la
Academia Nacional de Ciencia (ANC, 2016). ¡Y ni hablar de cargos de poder! La
participación femenina en el rectorado es de menos del 10% (ASUP, 2019).
A este gran reto, hay que sumarle otros más. Primero, las brechas de participación se
agrandan en carreras ligadas a ciencias y tecnología – que a su vez son las mejores
pagadas en el mercado laboral. Segundo, si una desagrega aún más los datos, puede
llegar a toparse con situaciones de mayores desventajas. Por ejemplo, aunque la
participación de mujeres en docencia ya es baja, existe cierta concentración de contratos
hacia mujeres más jóvenes, en categorías no principales, modalidades no presenciales y
a tiempo parcial (CENAUN, 2010).
Tercero, las brechas empeoran cuando incorporamos otras variables en el análisis como
nivel socioeconómico, etnicidad y discapacidad. A pesar de no contar con muchos datos
que permitan entender mejor estas dinámicas, sabemos que las barreras al acceso de
mujeres indígenas o con algún tipo de discapacidad son mucho más altas. En contextos
de bajo nivel socioeconómico, las normas de género son más fuertes y se prefiere que
sean los hijos varones quienes acceden a la educación superior.
¿Por qué sucede esto? Muchas razones, pero la mayoría se asocia con los temas de
distribución del tiempo en las labores domésticas y el cuidado de la familia. Los
estereotipos de género y las socializaciones de siglos colaboran en “naturalizar” esta
asociación entre mujer y cuidado. Así, una termina disponiendo de menos tiempo para
estudiar, trabajar e investigar y sobreexigiéndose ¿Y qué puede hacerse? Primero,
reconocer que el género importa y definir y medir indicadores de equidad en cada
institución de educación superior. SUNEDU podría supervisarlos. Segundo, promover
políticas como mentoría, modelos de rol y cuotas en carreras con baja participación
femenina y brindar mayor flexibilidad en la carrera docente. Tercero, colaborar a
desnaturalizar la relación entre mujeres y cuidado entre familiares, amistades y
sociedad.
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De las cifras presentadas al inicio del artículo, se puede inferir que esta situación no es
ajena a la realidad universitaria. Por ejemplo, durante el 2018 solo tres universidades
contaban con un protocolo específico para atender los casos de hostigamiento sexual,
todas procedentes de Lima y pertenecientes al sector privado. Sin embargo, como
consecuencia de una mayor cobertura por parte de los medios respecto a este tipo de
casos y que diversos colectivos feministas aborden el tema en sus agendas y
plataformas, ha generado que el MIMP en coordinación con la SUNEDU, realicen
capacitaciones a fin de comprometer a más universidades con la elaboración de un
protocolo específico.
Cabe señalar, que hacerle frente a este tipo de violencia está enmarcado en el quinto
objetivo de desarrollo del milenio referido a la Igualdad de Género, propuesto por la
Organización de las Naciones Unidas a nivel mundial, y que ponerle fin a todas las
formas de discriminación contra las mujeres no solo es un derecho humano básico sino
que acelera el desarrollo sostenible. No es suficiente velar por la calidad educativa sino
también garantizar el bienestar de las y los estudiantes, donde se respete su dignidad y
se garantice el pleno desarrollo de sus capacidades, a fin de que las universidades sean
espacios seguros, sobretodo, para las mujeres. En ese sentido, es necesario un mayor
trabajo integrado por diversas instituciones para la erradicación de este tipo de
violencia.
Lograr la cátedra universitaria, desde siempre, ha sido un anhelo profesional para quien
ha elegido la docencia como carrera, sea en el nivel escolar o en el aún vigente mercado
preuniversitario. Muchos docentes lo hicieron realidad cuando las nuevas universidades
privadas prácticamente coparon sus cursos de formación básica con profesionales
provenientes de dichas canteras, bajo el conocido régimen del docente a tiempo parcial.
Con él, se forjó la figura del profesor universitario que, cobrando por hora dictada,
recorría la ciudad de campus a campus para poder completar un ingreso conveniente.
aprobación, se observa que los docentes han consagrado sus 30 horas de trabajo al
dictado en aula, con la consiguiente carga laboral fuera del horario de clase que ello
demanda. Esto ha terminado generando las mismas consecuencias negativas que se
registraban antes del cambio de régimen.
Quizá este deba ser el principal indicador que se deba tener en cuenta para evaluar una
universidad que aspire al licenciamiento: cuánto ha sido capaz de investigar y no
cuántas horas han sido capaces de dictar sus agotados docentes.
ante la eventualidad del cierre, debían terminar sus estudios en dos años, o trasladarse a
una universidad ya licenciada. La pregunta entonces es si éstas son opciones suficientes
y viables.
Son alrededor de 27 mil los estudiantes afectados, distribuidos de la siguiente manera:
la Universidad Peruana de Arte ORVAL (Orval) con 176 estudiantes, Universidad
Peruana de Integración Global (UPIG) con 1257 estudiantes, Universidad Peruana de
Investigación (UPEIN) con 420 estudiantes, Universidad de Lambayeque (UDL) con
646 estudiantes, Universidad Marítima del Perú (UMP) con 180 estudiantes, la
Universidad Peruana Simón Bolívar (UPSB) con 538, Universidad Sergio Bernales
(UPSB) con 704 estudiantes, Universidad Arzobispo Loayza (UAL) con 1722
estudiantes y finalmente, la Universidad Telesup con más de 20 mil estudiantes. 1
Mientras SUNEDU señala que la universidad no cumple ningún indicador que sustente
que su servicio sea de calidad, la universidad sostiene haber sufrido “discriminación”.
Ambas posiciones argumentan acerca de procedimientos regulatorios, pero no ofrecen
solución para las y los estudiantes, cuyo proceso de formación se verá por lo menos
interrumpido o postergado, si es que no frustrado del todo. Incluso para quienes logren
concluir sus estudios en el plazo de dos años, lo que muy probablemente les espera es
ser discriminados en el mercado laboral.
De acuerdo a las resoluciones de la SUNEDU, las universidades en proceso de cierre o
ya cerradas tienen en común el haber ofertado programas educativos de bajo costo, pero
de cero calidad. Los estudiantes que acceden a esta oferta son, en promedio, aquellos
que estudian y trabajan, y que además tienen una carga familiar que no les permite
acceder a oferta educativa que cuesta más y que es de mejor calidad. Sin duda, los
responsables de la “estafa educativa” son los promotores de estas universidades que
jugaron con las expectativas y los sueños de los estudiantes y sus familias. Sin embargo
el otro gran responsable es el Estado que las autorizó y les permitió funcionar, hacer
publicidad engañosa durante años y entregar también durante años, títulos a nombre de
la Nación.
Por ello es necesario que ambos actores pongan sobre la mesa soluciones más allá de
sus propios intereses. Está claro que los mecanismos de cierre no pueden ser los mismos
para una universidad de 180 estudiantes que para una de 20 mil. Una opción podría ser
discutir un crédito educativo estatal que permita a los estudiantes costear su traslado a
otra universidad.
Y es que no son solo los dueños de las universidades los que deben responder ante sus
“clientes”. Es también el Estado -que avaló la oferta educativa de baja calidad- el que
debe dar la cara a sus ciudadanos. No solo impidiendo que los mercaderes de la
educación continúen actuando, sino principalmente garantizando el derecho a la
educación de los estudiantes y familias afectadas.
Hace poco la prensa reportó que la universidad con el mayor número de becarios del
programa Beca 18 (PB18) había propuesto construir un campus exclusivo para ellos,
alegando que así – separados de los demás estudiantes – se sentirían más cómodos. Las
autoridades habían rechazado la propuesta, pero la noticia incluía testimonios
verosímiles de exclusión y discriminación de los becados de PB18, el más grande y
ambicioso que se haya implementado en el Perú.
La mayoría de becarios fueron atraídos por universidades con fin de lucro (40% el 2013,
54% el 2014), que operaban con muy poca selectividad y admitían a casi todos sus
postulantes. Las mejores universidades públicas no tenían incentivos para atraer
becarios, en parte porque no recibían recursos adicionales: los becarios no llegaban “con
su pan bajo el brazo”. En un estudio del 2014 encontramos que el programa se había
desviado de su objetivo, privilegiando cantidad (número de becarios) sobre calidad.
Otro más reciente, realizado por el MEF el 2018, examina el impacto de PB18 en los
becarios del 2013, comparando su desempeño con el de un grupo de control de
características similares. El impacto positivo se limita a la matrícula. Para este cohorte
2013 “los becarios han interrumpido sus estudios en algún momento entre el período
2013-2015 en mayor proporción que los no becarios (19% vs 10% respectivamente).”
Asimismo, su tasa de deserción es tres veces mayor, se matriculan en menos créditos y
aprueban menos cursos. Tampoco hay resultados positivos en inserción laboral, aun
cuando por el corto tiempo transcurrido no es posible derivar conclusiones definitivas.
crudos, los negocios educativos organizaron mejor sus “fuerzas de venta” para atraer a
los becarios y elevar sus ganancias.
Ingresé a San Marcos en 1971 con entusiasmo por estudiar medicina, interés por el Perú
y curiosidad por un mundo que se sacudía del colonialismo como de viejos gustos y
convenciones, y en donde —¡cómo dudarlo!— los jóvenes éramos protagonistas.
Estuve rumiando por días el sentido de estas breves notas. ¿Qué decir de las memorias
de la violencia en las universidades públicas en Perú? Ya que no existe punto neutro
para abordar este asunto, quiero evidenciar mi propia ubicación. Fui estudiante
sanmarquino entre 1995 y 2000, y desde el 2010, soy parte de su plana docente. Mi
única incursión en el campo de estudios de memoria, fue una temprana tesis de
licenciatura en antropología (2001), sobre las “memorias” de los estudiantes de La
Cantuta, asesinados en 1992. Trabajé, entre el 2001 y 2003, en el equipo de
43
Dicho esto, comparto algunas viñetas, que parten del reconocimiento de mi propia
perplejidad:
¿Existe en la actualidad una demanda cultural para elaborar políticas de memoria en las
universidades, sobre lo ocurrido en los años 80 y 90? La respuesta es simple: no. Parto
de una evidencia: el absoluto silencio que existe entre los actores e instituciones de la
universidad sobre lo ocurrido aquellos años. Ni las federaciones de estudiantes (que no
tienen una legítima representación nacional), ni los sindicatos docentes (para variar,
ahora divididos), mucho menos las distintas asociaciones de rectores (los que apoyan o
se oponen a la ley universitaria), se han pronunciado al respecto.
“Quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores”, repite la consigna
compartida por muchos. Si esto es así, estamos entonces condenados a un estrepitoso
fracaso democrático. “Las nuevas generaciones tenemos un deber de memoria”, dice
otra frase, cargada también de mandato ético.
Pero esta necesidad de memoria, asume un supuesto problemático: da por hecho que
existe un público activo que demanda y presiona para abrir espacios de reconocimiento
del pasado reciente de violencia. ¿Existe realmente esa demanda ciudadana? ¿cuál es
ese público imaginado que presiona? Luego de revisar, hasta donde era disponible, los
pronunciamientos y documentos de las seis federaciones de estudiantes de las
universidades anteriormente citadas, encontré, para los últimos cinco años, apenas tres
referencias poco relevantes y esporádicas sobre el tema.
Pero para que esta mitología sea verosímil y eficaz, necesitaba promover una antinomia:
la comunidad universitaria debía ser vista siempre como la depositaria de virtudes
democráticas y pulsiones libertarias, mientras el Estado aparecía como el representante
45
Por ejemplo, a los hechos trágicos de La Cantuta se les asignó un significado moral
colectivo, que permitió a estudiantes y defensores de los DDHH, sostener la lucha
contra la impunidad de los años noventa. Pero una vez caído el fujimorismo, y años
después, el 2009, con el mismo Fujimori en la cárcel, por los asesinatos de La Cantuta,
el círculo se cerraba. El significado político de La Cantuta se agotaba, pues había
cumplido su misión de memoria: el restablecimiento de la democracia, y la cárcel para
el artífice intelectual de la muerte de los estudiantes y el profesor. ¿Podríamos decir lo
mismo de otros casos emblemáticos? Valdría la pena seguir la pista. Lo cierto es que en
todas las universidades públicas se ha ido achicando el lugar simbólico de estas
memorias de la violencia. Queda abierta la pregunta: ¿qué se debe recordar? ¿qué se
debe transmitir como memoria? Y quizá lo más importante ¿quiénes, en las
universidades, desearían apropiarse de esas memorias del pasado reciente?
Coda
¿Qué sentiste, como persona, como aprista, cuando te enteraste del suicidio de
Alan García?
Estuve profundamente conmovido. Intuía que él podía tomar una decisión de esa
naturaleza, por su personalidad no iba a aceptar jamás salir enmarrocado, expuesto al
escándalo público. Cuando a mí me llamaron muy temprano y me dijeron “estamos
viendo que han llegado a la casa de Alan, parece que lo llevan a la Prefectura”, yo
respondí “no, es imposible que lo hayan sacado y que lo estén llevando enmarrocado”, a
los pocos minutos me dijeron “no, lo están llevando a una clínica porque se ha
disparado”. Entonces se confirmó lo que yo intuía, conociéndolo. Me apenó mucho que
se nos haya ido así, de una forma tan trágica. Su suicidio me impactó muchísimo.
Estaba muy, muy dolido, inclusive estaba muy preocupado de ir al local del partido
porque no me iba a sentir bien.
En una declaración hace unos años señalaste que a Alan lo ganaba el orgullo y la
vanidad. ¿Crees que el narcisismo, el ego, motivaron su suicidio?
Sí, claro, por un tema de orgullo no iba a permitir jamás verse enmarrocado, él era así.
Alan tenía una personalidad muy difícil, nunca iba a aceptar su detención.
47
Iban a prisión, pero no por presuntos actos de corrupción. Por qué se iban a suicidar si
eran mártires por un ideal.
En el caso de Alan García para muchos su suicidio ha sido una admisión de culpa
de los cargos de corrupción en su contra
¿Cómo te has sentido luego de las declaraciones de Atala revelando que era el
testaferro de Alan García, del hijo de Nava confirmando que su padre recibió
pagos de Odebrecht?
¿Ahora, con las evidencias que se conocen, crees que la corrupción ligada a Alan
García está comprobada?
En este momento yo tengo una actitud de esperar. Estoy a la espera del resultado de las
investigaciones. Vamos a ver qué pasa. Serena y vigilante expectativa, esa es mi
posición.
¿Cómo ves la reacción de la dirigencia del Apra después del suicidio de Alan
García, saliendo en bloque a defenderlo?
Es una imprudencia.
¿Qué requiere el Apra, que está en un momento crítico, para tener un mínimo de
estructura política?
Creo que hay que voltear la página de Alan García. Ahora sí nos jugamos nuestro futuro
y creo que el partido tiene que volver a sus fuentes doctrinarias e ideológicas, tenemos
que volver a ser el partido de los trabajadores, de la izquierda democrática, el partido
del pueblo, el partido que tiene su utopía, que es la utopía de la sociedad sin clases, a
eso tenemos que llegar. Nosotros somos un partido de principios y esos principios
deben ser ahora más que nunca reivindicados. Tenemos que ir a una democratización
real del partido, lo que significa respetar la voluntad de los militantes, que nunca más un
grupo pequeño de compañeros que integran la Dirección Política del partido tome
decisiones al margen de la voluntad del militante. Nuestras autoridades deben ser
elegidas directamente.
Creo que sí, estábamos en ese camino cuando se nos ha venido lo de la muerte de
Alan…
Los hay en todo el país. En todos lados encuentro una juventud deseosa de aprender, de
formarse, por eso insisto mucho en el partido escuela. Yo sí creo que una renovación del
partido es posible.
Vamos a ver. Estoy a la espera del Congreso del partido. Voy a postular a la secretaría
general. Creo que es necesario, viendo la proyección del Apra para afuera, que el
partido presente un rostro no comprometido con estos problemas lamentables que hay
que tratar de superar. Vamos a ver si tenemos el apoyo de los compañeros. Los
miembros del partido me conocen y me respetan mucho porque saben de mi cercanía
con Haya de la Torre, de mi lealtad permanente al partido y de mi honestidad a toda
prueba. Creo que esos son elementos que pueden favorecer la candidatura de un
veterano como yo, pero incorporando a jóvenes, digamos de los 40 años para abajo, que
sean intachables. Tengo un plan de acción para la reconstrucción del partido, que lo
quería presentar en el anterior Congreso partidario, pero lamentablemente no lo pude
hacer…
49
Obviamente esto sigue vigente. No voy a poner nombres, digo lo que pienso y esto es lo
que pienso. Claro que no me imaginé jamás que iba a darse este desenlace trágico de un
amigo, un compañero, un hermano. Voy a adecuar este plan al momento actual. Por
ejemplo, la presidencia del partido, que Alan ejercía como un homenaje a él por haber
sido presidente del Perú, algo que no ha logrado ningún aprista, ni siquiera Haya de la
Torre, ya no tiene razón de seguir existiendo luego de su muerte. Ya no debe haber dos
secretarías generales del partido, algo que no funciona, sino un solo secretario general,
con una Comisión Política consultiva y un Comité Ejecutivo Nacional de gente
mayoritariamente joven. Hay que demostrar un comportamiento ético y solidario. Por
eso en mi propuesta para el partido pongo que debemos reconciliarnos con la
ciudadanía, frente a la cual hemos perdido credibilidad. Si el Apra hace eso, tiene
futuro, si no lo hace, quedará como un recuerdo.
Como están las cosas, que el Apra recupere credibilidad entre la ciudadanía es una
tarea muy complicada, que para muchos puede parecer imposible.
Alan García, que en ese tiempo los resucitó y los llevó a su mejor momento,
también los ha llevado a su peor crisis histórica…
Todavía estamos aquí, veremos qué pasa. Yo tengo mucha fe y creo que el Apra va a
superar sus problemas y vamos a resurgir.
Deben ir a la Comisión Política para desde ahí tener una función de asesorar. La
Comisión Política debe dejar de ser un organismo ejecutivo para convertirse, como era
en época de Haya de la Torre, en un organismo consultivo. Ese es el lugar que deben
ocupar.
En el primer gobierno del Apra intentamos cumplir algunas cosas del programa de la
izquierda democrática aprista. Alan propuso el pago de solamente el diez por ciento del
valor de las exportaciones para la deuda externa, el otro tema fue la estatización de la
banca, que yo la defendí en la Cámara de Diputados con un discurso basado en “El
Antiimperialismo y el Apra”, pero después se retrocedió en el Senado y eso no
prosperó. Ahí comenzó el fin del gobierno aprista. En su segundo gobierno, Alan buscó
el acercamiento con sectores de centro-derecha, pero como consecuencia de no tener
una mayoría propia en el Congreso, y entonces se desplazó hacia ese sector. Ese
gobierno estaba dentro del esquema del neoliberalismo. Se pudo volver a la
Constitución del 79, que tenía un contenido mucho más social que la actual, pero Alan y
el equipo que colaboró con él en el gobierno prefirieron continuar tal y como estaban
establecidas las cosas.
Yo diría que lo que hizo fue llevar al Apra a un centro que dialogaba y gobernaba con
sectores conservadores, como el PPC, que es de centro-derecha pero no es un partido
reaccionario. Más criticable es el acuerdo con Odría el año 63.
Esa alianza la decidió Alan solamente con la Comisión Política del partido, no hubo un
Plenario, no hubo una Convención o un Congreso. Siempre las alianzas de este tipo se
consultan, por lo menos, con un Plenario, pero eso no ocurrió. No sé qué cosa pensó
Alan, tal vez creía que podía ganar, pero el resultado electoral fue sumamente negativo.
No sé, este es un país en que eso no se puede decir. Pero si analizamos los resultados de
las últimas elecciones, los sondeos sobre la presencia y popularidad de los dirigentes
políticos, Alan estaba en una situación de total desventaja. La campaña de los hechos de
presunta corrupción había golpeado mucho su figura. Conversando con la gente,
amigos, familiares, uno comprobaba que ser aprista se había convertido en sinónimo de
corrupción.
cuales la gente pueda pensar así. Confío que esta situación se va a superar. Vamos a
trabajar para eso.
¿Cuál es tu autocrítica sobre lo que han hecho para llegar a esta crisis actual del
Apra?
Hemos cometido errores, unos por acción, otros por omisión, errores que tendremos que
superar. El Apra tiene que sobrevivir a esta crisis, no puede seguir en la situación en la
que se encuentra. Hay que tomar conciencia real de la situación que estamos
atravesando, pero hay gente que no quiere tomar conciencia de eso.
Haya de la Torre no solamente era un jefe político, también era un jefe ideológico
de ustedes, Alan García fue solo un jefe político…
Alan García nunca fue un jefe, fue un líder, jefe solamente Haya de la Torre. Alan fue
un líder más empeñado en ganar elecciones. Uno de los errores de Alan fue
despreocuparse de la formación de los cuadros del partido. Nosotros tuvimos una
formación directa con Haya de la Torre, que estaba todos los días con nosotros. Alan
descuidó eso, él prefería estar en el Instituto de Gobierno de la Universidad San Martín
y no en la Casa del Pueblo, donde debía estar.
¿Eso tenía que ver con que Alan García veía su proyecto político como algo
personal antes que como un proyecto partidario?
Alan vivía muy preocupado, obsesionado, con la historia y cómo ésta lo recordará.
¿Cómo crees que la historia lo recuerde?
No sé, veremos cómo terminan las cosas. Para Alan había dos temas: Dios y la historia.
El suicidio es un pecado mortal, Dios en su infinita misericordia habrá evaluado la
situación anímica de él y lo habrá perdonado. La historia no sé cómo lo juzgará.
“Con Alan, que era tres años menor que yo, hemos tenido siempre una relación muy
cordial, desde que lo conocí. Yo siempre lo voy a recordar como un amigo, un
hermano”, dice Carlos Roca, recordando su relación con Alan García. Relación que
comenzó hace casi cincuenta años”
Nos presentó Víctor Raúl. Era noviembre de 1969. Yo acababa de regresar de Italia, a
donde había viajada en 1964 para estudiar Ciencias Políticas. Había regresado por
pedido de Haya de la Torre, que se había reunido conmigo en Roma después del golpe
de Velasco. A mi regreso Víctor Raúl me pidió que dé una conferencia en el partido, me
promocionó mucho y había gran expectativa. Después de mi conferencia me presentó a
Alan. Al día siguiente nos volvimos a encontrar en Vitarte, en Villa Mercedes. Haya de
52
la Torre nos pidió que vayamos porque se iban a reunir varios jóvenes. Vitarte se
convirtió en un lugar en el que nos reuníamos para cantar, para conversar sobre política,
sobre temas culturales, Víctor Raúl nos hacía escuchar música clásica, ópera. Alan y yo
compusimos juntos la canción aprista “A la conquista de la justicia, vamos apristas…”.
Mi primer acercamiento con Alan no fue solamente ideológico o doctrinario, sino
también musical. Engarzamos en eso y a partir de entonces tuvimos una gran amistad…
Los dos formaban parte de los jóvenes escogidos por Haya de la Torre para que
sean sus sucesores en la dirección del partido…
En esa campaña los dos íbamos juntos a todos lados. Éramos los dos oradores jóvenes
que Haya de la Torre promocionaba. En la lista para la Constituyente yo era el número
10 y Alan el 17, ceo que eso no le gustó mucho. Los dos fuimos electos. Luego vino la
muerte de Víctor Raúl, que era como nuestro padre. Recuerdo que los dos cargamos el
féretro de Haya de la Torre en Trujillo.
El año 80 los dos fuimos elegidos diputados. Alan fue el número uno en la lista de
candidatos y yo el tres. No voy a comentar las razones por las que él fue el número uno.
En el año 82 había que elegir un secretario general, ahí fue que Alan presentó sus
deseos de ser el secretario general del partido, yo no estaba muy de acuerdo, porque
creía, como todos los apristas formados por Haya de la Torre, que se debía ir
ascendiendo progresivamente en la jerarquía del partido, y en ese momento nosotros
éramos coroneles, o comandantes, y había generales, había que respetar eso.
Alan me decía que había que dar el salto, yo le respondía “no es así”. Un día nos
reunimos en mi casa, Alan, Lucho Alva y yo, pero faltaba Negreiros y lo fuimos a
buscar a las 3 o 4 de la mañana. Alan, con esa capacidad increíble que tenía, nos
convenció que había que dar el salto, que juntos nadie nos paraba, y tenía razón. Carlos
Enrique Melgar fue el otro candidato a la secretaría general. Cuando en la Casa del
Pueblo hablaron los dos, Alan estuvo brillante, era la imagen de la renovación que el
Apra necesitaba, era un fenómeno nuevo, y ganó la secretaría general. El Apra
necesitaba una figura como la suya, juvenil. Las chicas lo veían guapo, había un
53
fenómeno de cercanía a él. Y ganamos las elecciones de 1985. A Alan le gustaba que en
los mítines yo hablara antes que él porque levantaba a las masas y después entraba él
con una masa entusiasmada.
Fue el 2 de agosto del año pasado en Villa Mercedes, cuando él me pidió hablar. Nos
encerramos una hora y media en la Biblioteca de Haya de la Torre, los dos solos. Yo le
dije algunas cosas de lo que era mi percepción, él me escuchaba…
Una de las cosas que le dije es que debía ir más al partido. Le dije: “no te pido que
vayas al partido todos los días como lo hacía Víctor Raúl, pero sí te pido que vayas al
menos una vez a la semana para que dictes alguna conferencia, con toda la cultura que
tienes, para la formación de los jóvenes”. Me escuchó, me dijo que sí, salimos muy
contentos, pero nunca fue.
Cuando en diciembre de 1978, en el 3er Pleno del XI Comité Central del PC chino,
Deng Xiaoping consiguió que se aprobara la política de reformas económicas y apertura
al exterior, nadie se imaginaba el futuro económico grandioso que le esperaba a China
40 años más tarde. No había ninguna idea clara del camino a seguir, por ello el consejo
de prudencia de Deng Xiaping de “cruzar el rio palpando las piedras”. En sintonía con
el pensamiento pragmático chino, había que experimentar, aprender, abandonar el
pensamiento dogmático, descartar lo que no funcionaba y generalizar lo que daba
54
han sido los casos de corrupción en los altos mandos del Ejército Popular de Liberación,
EPL.
En China, la dirección del EPL está en manos del PCCh, no del Gobierno. Diversos
casos de corrupción han comprometido a miembros del EPL; el más sonado ha sido el
del general Guo Boxiong, que hasta el 2012 fue uno de los presidentes de la poderosa
Comisión Militar del PCCh que dirige el EPL. La lucha frontal contra la corrupción ha
sido una de las razones del ascenso de Xi Jiping a la cúpula del PCCh y es un objetivo
que continuará como una tarea permanente a riesgo de fragilizar y desacreditar el
liderazgo y la legitimidad del PCCh en su gestión del gobierno.
Algunas cifras pueden darnos una idea de la magnitud de lo sucedido. En los pasados 10
años, luego de la crisis económica del 2008, la economía china creció 139%, la de la
India 96%, los EEUU 34% y la de la Unión Europea -2%. Si a esto le sumamos el error
56
geopolítico mayor cometido por los EEUU luego de la disolución de la URSS, cuando
el lobby neo conservador, básicamente vinculado a la industria petrolera, privilegió una
ambiciosa y brutal reconfiguración del Medio Oriente, donde según Stiglitz los EEUU
gastaron una suma faraónica (entre U$ 500 mil millones y U$ 2 billones de dólares) sin
obtener ninguna ventaja significativa, facilitando así el retorno de Rusia y el acelerado
crecimiento de China.
El desconcierto ante esta situación se lee no sólo en las palabras de Shanahan sino sobre
todo en las profundas divisiones que desgarran a la élite americana: TPP si/Trump no,
acuerdo con Irán si/Trump no, acuerdo de Paris si/Trump no, etc, etc. Mientras China
piensa en décadas y ya tiene claros sus objetivos hacia el 2049, centenario de su
Revolución, los EEUU piensan en plazos electorales, sin ningún consenso estratégico,
enfocados solamente en confabular para contener de cualquier manera a China. ¿Lo
podrán lograr?
Monroe recargado
Debemos tomar conciencia además, que China es más importante comercialmente para
A.L que viceversa. (La inversión China en AL representa sólo el 8.5% de su inversión
mundial.) En el Foro CELAC-China del 2014 se acordó una agenda de desarrollo de
largo plazo para intentar superar estos desequilibrios, crear cadenas globales de
producción con mayor valor agregado y potenciar nuevos sectores: turismo, textiles,
electrónica, etc.
El ascenso de China pudo haber sido la oportunidad para (a) reforzar el multilateralismo
en la gobernanza mundial con un mayor protagonismo internacional de nuestra región
en los asuntos globales, (b) abordar conjuntamente las graves amenazas del cambio
climático, © buscar una relación de beneficio mutuo en el gran proyecto de la Franja y
la Ruta. La agudización del conflicto geopolítico global entre los EEUU y China, ha
hecho volar por los aires estas posibilidades al convertirse AL en un nuevo terreno de su
titánico enfrentamiento.
Con un monroísmo recargado, belicoso y amenazador, los EEUU están buscando barrer
la presencia China en la región. En la pasada reunión del G20 en Buenos Aires, los
EEUU manifestaron su desacuerdo con que Argentina o Brasil aceptaran inversiones
chinas o rusas en obras de infraestructura. En Venezuela, China, detrás de Rusia, se ha
manifestado firmemente en contra de las amenazas de intervención y en defensa de la
soberanía venezolana. El irresponsable alineamiento incondicional de nuestros países
con la política anti China de los EEUU, hará cada vez más insostenible, como lo
presenciamos en Brasil, la posibilidad de mantener una política de cuerdas separadas
con Beijing lo que tendrá graves consecuencias económicas para la región.
57
Tras el informe Muller, que despeja los intentos de “impeachment” a Trump, crecen las
posibilidades para su reelección en noviembre del 2020, por lo que debemos prever que
este peligroso enfrentamiento geopolítico no bajará de intensidad en los próximos años,
y que puede incluso empeorar. El desmontaje de las instituciones soberanas de
integración y la subordinación de la mayoría de países a los dictados de los EEUU, nos
condenan, por ahora, a la marginalidad y la irrelevancia política en este crucial
momento de la historia.
Activistas de extrema derecha y veteranos del conflicto entre el gobierno ucraniano y los
separatistas respaldados por Rusia marchan en Kiev. Octubre de 2018. Fotografía de Genya
Savilov (AFP/Getty Images) tomada de foreignpolicy.com
En este mundo apolar, los arsenales nucleares de los Estados Unidos, Rusia y China han
perdido su sentido estratégico, debido a que los conflictos en las diferentes regiones del
mundo, alimentadas por odios étnicos y mesianismos religiosos fundamentalistas, no se
resuelven con disuasión nuclear. Tampoco, ninguna gran potencia puede hoy sola poner
orden en el mundo con sus armas convencionales, so pena de involucrarse en letales
guerras asimétricas sin fin. Vivimos así una crisis del poder mundial.
La anarquía y violencia de este mundo apolar, solo podría superarse, en gran parte, si
los EEUU, Rusia y China se ponen de acuerdo para luchar contra el terrorismo islámico,
la proliferación de las armas nuclear y el cambio climático, que son las tres más grandes
amenazas que confronta hoy la humanidad. Sin embargo, hasta ahora esto es imposible
porque los EEUU están enfrascados con su política de “American First,” en una
peligrosa confrontación geopolítica con Rusia y China, a la vez.
58
Los EEUU violaron este compromiso. La OTAN, no solo reclutó a casi todos los países
del Este de Europa, sino que intentó reclutar a Ucrania. Y con esta pretensión quiso
llegar hasta la misma frontera con Rusia, haciendo estallar un conflicto armado en
Ucrania, que hasta ahora no tiene solución.
Lo que no tiene explicación estratégica, es como los EEUU teniendo a Rusia de nuevo
como rival mundial militar, se ha lanzado a confrontar a China. No la reconoce como
potencia global y la confronta con una guerra comercial y un desdén geopolítico
peligroso, que consiste en no reconocer, que la China considera el llamado Mar del Sur
de la China como su zona de influencia.
Hoy son nueve los países que poseen el arma nuclear. A las cinco grandes potencias
nucleares, los EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia, se han sumado, Israel,
India, Pakistán y Corea del Norte. Y lo más peligroso de esta proliferación es que la
anarquía apolar ha permitido que un régimen pobre y paranoico como Corea del Norte y
un Estado inviable, rodeado de fanáticos talibanes, como Pakistán, se doten de armas
nucleares.
Por si fuera poco, los EEUU y Rusia se han lanzado a modernizar sus arsenales
nucleares con una nueva generación de estas armas, abandonando peligrosamente el
control mutuo de los armamentos nucleare que existía en la guerra fría.
Por otro lado, ninguna de las grandes potencias industriales ha cumplido con la
recomendación de los científicos de reducir, de aquí al 2030, el 45% de sus emisiones
de C02. Sin duda, esto se debe a que el Acuerdo de Paris, por más que se le glorifique,
es un acuerdo muy débil, porque dispone que la reducción de las emisiones de CO2 se
hagan como contribución voluntarias de cada país. Y así nadie cumple con las metas
que piden los científicos.
Con la modernización sin el control de las armas nucleares y sin el cumplimiento de las
recomendaciones de los científicos, de reducir el 45% las emisiones de C02, la anarquía
apolar se profundiza hoy peligrosamente.
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También Sudamérica está afectada por la anarquía apolar. Hoy existe una carrera
armamentista comenzada por Chile, a la cual se unieron luego, Brasil, Venezuela y
Colombia. Y el Perú no pudo quedarse atrás, ante la masiva presencia de nuevas armas
ofensivas chilenas cerca de su frontera, y también ante el surrealista “triángulo
terrestre”, inventado por Chile, que no es otra cosa, que una revisión del Tratado de Paz
y Límites de 1929.
Ante la carrera armamentista en Sudamérica, que no inició el Perú, debemos superar esa
candorosa percepción idealista, muy peruana, que consiste en pensar que adquirir y
fabricar armamentos es un gasto inmoral inútil, ya que la paz es hija del desarme,
inclusive del suicida desarme unilateral, que alguna vez practicaron ineptos dirigentes
del Perú.
Entonces, si el Perú quiere vivir en paz, debe seguir modernizando sus fuerzas armadas
hasta lograr “un poder de disuasión creíble,” puesto que en el mundo apolar en que
vivimos, los conflictos armados internacionales que se creían imposibles se vuelven
probables, ante la carestía de agua, energía y alimentos que producirá el cambio
climático.
Realpolitik
En este mundo apolar, anárquico y violento, solo se adaptan y sobreviven los países que
saben luchar por sus intereses nacionales con realismo. El Perú por ello debe practicar
una política internacional descarnadamente realista, totalmente desprovista de
percepciones idealistas e ideológicas, solo guiada por nuestro interés nacional.
Esta realpolitik tiene que tener como objetivo lograr una “renta estratégica” que
incremente nuestro poder de negociación internacional. Para ello, debemos fortalecer
nuestras relaciones con los EEUU y también las alianzas estratégicas que tenemos con
Rusia y China, y sobre todo, la que tenemos con nuestro vecino, el Brasil, independiente
esto de la ideología del actual régimen. Las ideología de los gobernante pasan, los
interese nacionales son permanentes.
Para fortalecer nuestra alianza estratégica con el Brasil debemos poner en marcha el
proyecto del mega puerto de Corio (Arequipa) y la conexión del ferrocarril de Santos a
Ilo. Si se logra que Brasil y los países sudamericanos del atlánticos usen, para comerciar
con el Asia, el nuevo mega puerto de Corio en el Perú, en vez de los puertos lejanos y
caros de Los Ángeles y Long Beach, nos convertiremos en el “país puerto” para el Asia,
de toda Sudamérica. Sin duda, esto nos dará una gran renta estratégica sudamericana y
también global.
60
El segundo gran objetivo de nuestra realpolitik, debe ser mitigar al máximo la gran
crisis de agua y de energía hidráulica, que el cambio climático está produciendo, con el
acelerado derretimiento de los glaciares de los Andes.
Nuestra diplomacia debe ayudar a localizar las mejores tecnologías para desalinizar el
agua de mar con energía solar. Y además promover la cooperación del estado y
empresas peruanas con firmas y estados extranjeros para lograr una gran inversión en
energía solar, que abunda en nuestra costa. Ya es tiempo de comenzar a vivir con el sol
del Perú.
La anarquía y la violencia del mundo apolar unida a las catástrofes del cambio
climático, serán una amenaza creciente a la seguridad nacional, puesto que van a
producir graves conflictos internos e internacionales por la escasez de agua alimentos y
energía.
Este proceso se fue consolidando con el giro político del presidente ecuatoriano, Lenin
Moreno, diametralmente opuesto al Movimiento Alianza País, fundado por Rafael
Correa, que lo llevó al poder en abril de 2017; el triunfo del ultra derechista Iván Duque,
en Colombia, en junio de 2018, y las graves acusaciones de corrupción a los
expresidentes Lula y Kirchner. Este conjunto de acontecimientos ha incidido en la
orientación de los procesos de integración, reforzando las aristas liberales.
Sin embargo, el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, en octubre de 2018, trasciende este
cambio de orientación en los procesos de integración y privilegia la negociación
61
Estas ideas fueron pronto empañadas por la política “práctica” de los gobiernos
sudamericanos, pues meses después de la declaración de este propósito en la Cumbre de
Brasilia, Chile, bajo la presidencia del socialista Ricardo Lagos, reinició negociaciones
para un TLC con Estados Unidos. Al cabo de un año, en junio de 2001, se planteó en el
Mercosur iniciar negociaciones con Estados Unidos, fuera del ALCA, en el marco del
denominado acuerdo Rose Garden suscrito por éste, y los miembros del organismo, en
1991. Así, Argentina y Uruguay presionaron a sus socios para activar dicho acuerdo –
que un incómodo Brasil aceptó– para adelantar dichas negociaciones. Pero la propuesta
del Mercosur no prosperó por las complejas circunstancias políticas y económicas en el
Cono Sur, acentuadas por la explosión de la crisis argentina en diciembre de 2001.
En 2005 Venezuela fue aceptada como socio pleno del Mercosur y, en noviembre del
mismo año, ninguno de los cinco socios firmó la declaración final de la Cumbre
presidencial de las Américas en Mar del Plata, hecho que dio lugar al fin de las
negociaciones del ALCA y al fortalecimiento político del Mercosur, al que Ecuador y
Bolivia solicitaron formar parte como socios plenos.
62
La ruptura de la CAN
Creación de la Unasur
En su corta historia tuvo un rol protagónico durante la crisis por los enfrentamientos
entre el gobierno central y los gobiernos regionales autónomos en Bolivia, en 2008; en
las consultas sobre la instalación de bases militares de EEUU en Colombia, en 2009; y
en el intento de destituir al presidente Correa en 2010. Sin embargo, al surgir gobiernos
con diferente signo político al de sus impulsores, la Unasur no pudo albergar ya el
proceso de paz en Colombia ni las conversaciones para lograr un acuerdo entre Nicolás
Maduro y la oposición que evitara la erosión del Estado de derecho en Venezuela.
63
Así, en abril de 2018, Chile, Colombia, Paraguay, Perú, Argentina y Brasil se retiraron
temporalmente del organismo. En agosto de 2018, cuando Iván Duque asumió la
presidencia de Colombia, se retiró definitivamente de la Unasur, al denunciar su
Tratado, debido a su silencio frente a la situación de Venezuela. En marzo de 2019,
Lenin Moreno le siguió los pasos al día siguiente de suscribir un acuerdo con el FMI
por 4.200 millones de dólares. Después de creado el Foro para el Progreso y Desarrollo
de Sudamérica (Prosur) el pasado 22 de marzo en Santiago de Chile, Argentina, Brasil y
Chile anunciaron que denunciarán el Tratado.
Desde 2016, Argentina y Brasil propiciaron este acercamiento sin preocuparse por hacer
pesar la diversidad, pues al sobrevalorar la AP, anhelaban una convergencia sin
diferencias, en los que pudieran reinar también los TLC en el Mercosur. Ambos
consideran que la abundancia de TLC permitiría recuperar el terreno perdido por el
organismo durante los últimos años, el cual atribuyen a la sobre-valoración del mercado
interno y un innecesario proteccionismo.
64
Este entusiasmo permitió que en julio de 2018, tuviera lugar una cumbre presidencial
entre ambos organismos, en la que se emitió una declaración y un plan de acción
conjunto para profundizar los vínculos comerciales entre ambos países y buscar
acciones de cooperación. En esta misma reunión, Ecuador, aún en calidad de
observador, pidió su incorporación a la AP.
No es fácil escribir sobre la extrema derecha cuando toca las puertas y ha logrado entrar
en algunas instituciones del país en el que habitas. No es fácil tampoco trazar una
infalible estrategia política de respuesta a esta amenaza cuando te encuentras en plena
contienda electoral. Tampoco lo es definir al adversario cuando la amenaza es real,
pero, por lo mismo, hay quienes utilizan el “discurso del miedo” para defender un
“continuismo” político y económico que mantiene las condiciones de crecimiento de la
extrema derecha. No es fácil, finalmente, despercudirse del miedo a la hora de enfrentar
este problema que asola Europa hace mucho, pero que ha tocado recién las puertas de la
España del 15M y del 8M, que era una sana excepcionalidad europea. En este texto
intento poner sobre el papel algunos apuntes a partir de reflexiones sobre estas
variables.
En 2011 miles de ciudadanos y ciudadanas se dieron cita en Puerta del Sol -plaza
icónica en la capital española- al grito de “no nos representan”. El movimiento de estos
indignados que acamparon en señal de protesta durante semanas tanto en Madrid como
en otras ciudades de España, recorrió el mundo. Su eco no sólo constituyó una
referencia internacional, sino que cambió el rostro de España para siempre. Vimos lo
impensable: el Rey tuvo que abdicar, líderes políticos de los partidos tradicionales se
vieron obligados a dar un paso al costado para evidenciar -aunque fuera solo en la
forma- algún tipo de regeneración en sus formaciones, vimos a más de un alto cargo del
Partido Popular (PP) o del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) declarando como
imputados en la Audiencia Nacional y hasta al cuñado del actual monarca se le
investigó y condenó por corrupción.
Tres años después de ese 15 de mayo nació Podemos, la fuerza política de izquierdas
que logró articular esta indignación ciudadana y, con un discurso fresco -característica
clave de la “nueva política”- supo señalar al adversario (ellos, la casta, los privilegiados
vs. la gente, el pueblo, nosotros) y entró en las instituciones poniendo punto final al
bipartidismo español. Durante los últimos 4 años Podemos ha estado en las instituciones
(Congreso de Diputados, Ayuntamientos, Municipios, etc.) y ha defendido un marcado
discurso progresista que, con las limitaciones de una formación política con apenas 5
años de vida, ha evidenciado la posibilidad de cambio en España. Pero, ¿hasta qué
punto Podemos ha sido una consecuencia lógica de aquel 15M?
Si algo ha quedado claro en estos años en las instituciones es que las limitaciones de
una formación progresista, sobre todo dentro de un sistema parlamentario que pone el
acento en la correlación de fuerzas, son muchas. El régimen en crisis reaccionó en
66
cuanto lo hizo la gente porque cuando el pueblo se moviliza, los poderosos también.
Los poderes fácticos se resistieron a morir. Basta ver el caso de la banca que sigue
debiendo 60 mil millones de euros del rescate bancario a los españoles y que ningún
gobierno es capaz de cobrarles porque, entre otras cosas, todos los partidos, excepto
Podemos, le deben sus campañas electorales. Por otro lado están los medios de
comunicación que tienen también en la banca o en fondos de inversión a sus principales
inversores y, por tanto, tienen también definidas las agendas en contra de cualquier
intención de legislar en materia mediática.
De otro lado están las grandes empresas, pensemos en las eléctricas, que ponen a
funcionar las puertas giratorias de manera sistemática y logran así que exministros de
energía, industria o incluso expresidentes, ocupen sus Consejos de Administración y
hagan lobby desde la política por sus beneficios empresariales. En este escenario ser una
fuerza política con un discurso de cambio sobre las formas de hacer política y contra los
lobbies no ha sido fácil. Si algo ha quedado claro es que sin el apoyo ciudadano en las
urnas, pero también en el día a día, cambiar las formas de operar en las instituciones es
demasiado difícil.
Del mismo modo, y esta es la paradoja, las limitaciones al llegar a las instituciones, las
mismas que nos demuestran que hace falta tener todo el apoyo popular posible para
emprender cambios de fondo, son las que han permitido que germine un clima de
resignación. De aquel ‘sí se puede’ esperanzado en la plaza del Museo Reina Sofía el
día que Podemos entró en el Congreso de los Diputados como la tercera fuerza política
española, hemos transitado mucho. Los obstáculos han generado desilusión y un
legítimo, aunque peligroso, sentir del ‘no se puede’. Una resignación que es lamentable
en términos electorales para Podemos, pero, sobre todo, alarmante en términos políticos
para España.
Lo cierto es que Podemos fue la formación política que mejor leyó el 15M y que supo
articular tanto las demandas concretas -también muy heterogéneas- como la pulsión
emocional del momento ciudadano que politizó a toda una generación. Pero que fuera
Podemos es una afortunada contingencia. Lo cierto es que aquel 2011 que lo cambió
todo pudo decantar tanto a un lado como al otro. Dicho de otro modo, pudo tanto ser
una fuerza progresista como Podemos la que articulara las indignaciones legítimas,
como un movimiento de otro color y otra ideología. Pudo, en efecto, ser la extrema
derecha la que coleccionara aquel voto de indignación justificado. Es más, basta echar
un vistazo a lo que ocurría en países vecinos para entender la contingencia de Podemos
en dicho escenario.
La excepcionalidad española
Era enero del 2011 -cuatro meses antes del 15M español- cuando Marine Le Pen fue
elegida Presidenta del Frente Nacional francés. Su presidencia ha tenido una serie de
altibajos pero su discurso político ha sido siempre muy claro: cierre de fronteras en
plena crisis humanitaria, discurso antieuropeísta y medidas de corte conservador en
materia de derechos civiles (derechos de la mujer, derechos de los colectivos LGTBIQ,
etc.) En las elecciones al parlamento europeo de 2014 -las primeras elecciones de
Podemos que supusieron un terremoto en España pues lograron entrar con 5 diputados
pese a que las encuestas les daban tan sólo uno- Marine Le Pen logró que el Frente
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Nacional francés fuera la primera fuerza política francesa y obtuviera el 25% de los
votos.
Por otro lado, antes de dichas elecciones europeas (2013), nacía el partido de extrema
derecha alemán, ‘Alternativa para Alemania’ (AfD) y en 2014 lograron obtener el 7%
de votos y siete eurodiputados. En efecto, España se consolidaba como una
excepcionalidad europea donde la extrema derecha había sido neutralizada pues la
indignación ciudadana había sido articulada por una fuerza política progresista y no
ultraderechista.
Mientras que para las extremas derechas europeas el adversario era/es Bruselas, para
Podemos no lo era/es en términos de sujeto, sino de políticas. El dedo acusador de la
formación morada se dirigía a las políticas antisociales y austeritarias de una Europa
que había renunciado a priorizar las urgencias de la gente y había optado por defender a
los grandes poderes. Un discurso que en España logró muchos adeptos y que, aún a día
de hoy con el discurso de la resignación colándose por las esquinas, sigue siendo tan
vigente como aceptado.
He iniciado este artículo con una cita de Bertolt Brecht que apunta a la inutilidad de
denunciar al fascismo si se deja de lado el caldo de cultivo del que surge. Cuando
hablamos de la serpiente y el huevo de la serpiente nos referimos a esto: La extrema
derecha no es otra cosa que la cría (el resultado) de un sistema en crisis cuyo colapso le
permite tanto surgir como crecer y articular, finalmente, el enfado y la indignación de
sociedades que se han visto profundamente golpeadas por causas que la extrema
derecha no pretender resolver. Esta es la clave. Del mismo modo que Podemos logró
articular las indignaciones legítimas de aquel 15M con un discurso impugnador del
sistema, la extrema derecha española lo hace, pero desde la defensa de un retroceso en
derechos y libertades y, sobre todo, exaltando el discurso de odio sin apuntar al
verdadero causante de la crisis.
serpiente. Entonces ¿fuera del voto de enfado, qué proyecto alternativo propone la
extrema derecha? Ninguno.
Centrémonos en el caso español pues la evidencia habla por sí sola. En las recientes
elecciones andaluzas, VOX logró entrar al Parlamento andaluz con 12 escaños que le
permitieron definir el rumbo del próximo gobierno en esta Comunidad Autónoma.
Gracias al blanqueo del PP y Cs, dispuestos a lo que fuera por llegar al Gobierno -
incluido pactar con la ultraderecha- lograron imponer puntos de su agenda y utilizar este
escenario como anticipo de lo que en abril podríamos ver si llegan al Congreso de los
Diputados. Pero basta mirar con un mínimo detenimiento el pacto de las tres derechas
en Andalucía para notar que si bien el voto de enfado está representado en estos doce
escaños ultras, no existe una diferencia programática sustancial entre las tres
formaciones.
Las evidencias más elocuentes son el acuerdo para bajar impuestos a quienes más poder
adquisitivo y patrimonio tienen, defender la liberalización del suelo y la privatización
las pensiones, la sanidad y la educación. El modelo económico no difiere ni en una
coma. Las diferencias son, si acaso, matices en la intensidad conservadora de las
batallas sobre derechos civiles (matrimonio homosexual, aborto, libertad de expresión,
etc.), pero poco más. El huevo se hizo serpiente y la serpiente hizo lo mismo: apostar
por ajustar el cinturón a quienes menos tienen, beneficiar a los grandes poderes
económicos, apostar por los recortes de derechos (en lo laboral, en lo social, en lo
político) y, en suma, dejar tranquilos los bolsillos de los poderosos. Dicho de otro
modo, cambiar nada, garantizando así su subsistencia.
VOX saca réditos de la exaltación entre los más golpeados por las políticas que ellos
mismos defienden. Movilizan a los más perjudicados por el abandono del Estado, por el
quiebre del pacto social de los estados de bienestar y lo hacen sin apuntar a los
verdaderos responsables de la crisis. Si a ello añadimos una “identidad nacional”
repotenciada a partir del conflicto catalán, tenemos una pulsión nacionalista que
constituye el lazo final en este empaquetado de variables útiles para que un discurso
ultra se cuele por la puerta. Por ello es que la frase de Brecht resulta tan clarificadora.
Porque el discurso de enfrentamiento entre el penúltimo contra el último, la exaltación
de xenofobia, el nacionalismo exacerbado, el miedo al extranjero (al diferente), etc. es
antes una estrategia que una ideología. Pero, a la hora de la hora, no tardan en ponerse
de acuerdo sobre los grandes temas de fondo con sus pares del aquí llamado
“trifachito”.
Termino esta columna de reflexiones con una frase del analista político y compañero
Manolo Monereo: “La crisis es el momento en el que la diferencia entre la audacia y la
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mediocridad es saber apelar a un pueblo y decirle: ‘Estos son tus enemigos’”. Una frase
que sirve para la España que no quiere dejar de ser muro de contención contra la
extrema derecha y, claro, para un Perú que siendo vecino de Bolsonaro podría tener -
esperemos que no- que verse en la necesidad de saber apuntar también a los verdaderos
enemigos.
También, una rigurosa e implacable política de austeridad, que AMLO define como
republicana y juarista. Algo que ha exhibido en su obscena opulencia con dinero
público a sus antecesores del PAN y el PRI, principalmente Fox y Peña Nieto. Y
extensivos programas públicos de diverso tipo, también llamados “de bienestar”,
orientado a los jóvenes, madres de familia y tercera edad.
Esas son sus prioridades más visibles, que van dando forma al modelo de gobierno de
AMLO.
López Obrador en su discurso de asunción del mando presidencial, realizó una muy
fuerte crítica y deslinde histórico con el neoliberalismo mexicano. Sin embargo, en
otros momentos de su vida política, llegó a declarar que su objetivo era eliminar “las
alas más ríspidas del modelo”, pero no el modelo. Y según parece, pese a su crítica del 1
de diciembre, esa es su línea y quiere gestionar el modelo con otra lógica, otros actores
y otras prioridades ya señaladas. Es un gran reto, pues en México las prioridades
estratégicas las ha establecido el mercado y el sistema financiero global. La política
constitucional sucumbió a la economía globalizadora.
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El último año del gobierno de Peña Nieto y la etapa de transición para la instalación del
nuevo gobierno, fue aprovechada por Trump para descafeinar el tratado de libre
comercio, y para vincularlo a la migración. En paralelo, los sindicatos norteamericanos
y el ala liberal de los demócratas en el congreso, advirtieron que si no se aprobaban
reformas laborales en México (democracia, libertad sindical, flexibilidad en negociación
salarial) el tratado no sería confirmado en el congreso. Morena el partido de López
Obrador que cuenta con mayoría en las cámaras, apuró el paso. Los empresarios,
beneficiados históricamente con los bajos salarios de los trabajadores, han guardado
silencio y algunos gremios han criticado la llamada reforma laboral.
La migración empero tiene una dimensión que Trump no puede ignorar. El peso de los
gobernadores del sur estadounidense, principalmente Texas y California. Un cierre
fronterizo puede provocar una crisis económica en los condados del sur y en la agro
industria californiana que será de su responsabilidad en los prolegómenos de la etapa
electoral.
La Cuarta transformación, está en sus inicios. Hay un evidente cambio de estilo. AMLO
podría dejar el gobierno en el 2024 sentando las bases estatales para un funcionamiento
público sin corporativismo, sin corrupción y con una dimensión social recuperada.
Puede avanzar en la reforma del modelo económico, cuyo objetivo final no solo es el
crecimiento sino la reducción de la desigualdad en México, uno de los más altos del
orbe occidental, al igual que Brasil.
"Si los trabajadores o pobres son violentos, son noticia; si los trabajados o pobres son
pacíficos, no son noticia", escribió Upton Sinclair en La ficha de bronce (1919), un libro
dedicado a destripar la hipocresía de la prensa estadounidense de la época. "Es el libro
más peligroso que he escrito en mi vida", diría Sinclair, lo que explica por qué nadie
quiso publicarlo, así que el autor tuvo que financiarlo con su bolsillo. Entonces Sinclair
era un reconocido y respetado reportero izquierdista, no trabajaba para ningún diario de
importancia nacional sino en revistas de oposición. No obstante, el presidente Theodore
Roosevelt le contestaba el teléfono y lo recibía en su despacho. Sinclair se hizo notorio
en 1905 cuando el semanario socialista Apelando a la razón publicó una serie de
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reportajes sobre las malas condiciones en las que se empaquetaba carne y los
trabajadores eran sometidos a jornadas inhumanas. Al periodista no se lo contaron, fue
testigo: se convirtió en obrero y se infiltró en las fábricas. Las revelaciones tuvieron
tanto impacto que Roosevelt ordenó verificar si lo que había publicado Sinclair era
cierto, de lo contrario lo enviaría a la cárcel. Resultó que todo era verdadero.
"Upton Sinclair era un amante de la verdad", nos decía el profesor César Lévano en sus
clases de periodismo en San Marcos: "Y cuando un periodista es amante de la verdad
siempre buscará justicia", apuntaba mientras nos leía La ficha de bronce. Lévano era un
amante de la verdad, y los que fuímos inculcados con ese principio rector, sabemos que
él en su vida profesional lo aplicaba. Cada quien es libre de profesar una ideología,
religión o cualquier creencia, pero si se dedica al periodismo debe ser un amante de la
verdad. Así se gana el respeto, como Sinclair, decía Lévano. Me consta, no solo porque
fui alumno de varias de sus asignaturas, sino también porque tuve la fortuna de trabajar
con él. Era una maestro inigualable tanto en el aula como en la sala de redacción, así
como en la cancha periodística.
Cuando Víctor Raúl Haya de la Torre aceptó que César Lévano lo entrevistara junto con
César Hildebrandt para la revista Caretas en 1971, el fundador del Apra sabía
perfectamente que el reportero que cojeaba debido a un accidente de tránsito, era un
comunista, un enemigo jurado del aprismo, y viceversa. Sinclair también era un
comunista, pero Roosevelt se quitaba el sombrero. Turbado por las incómodas
preguntas políticas de Hildebrandt, Haya estaba por dar por terminada la entrevista,
hasta que Lévano apeló a los recuerdos del fundador del aprismo. Por ejemplo, su
amistad con César Vallejo. "¿No querrá que esos maravillosos episodios queden en el
olvido?", Lévano le dijo a Haya tocándole el ego. La entrevista continuó, incluso Haya
recitó un poema de Lope de Vega.
Archivo La República
Lector voraz, en una época en que no había Internet y la correspondencia llegaba con la
velocidad de un caracol que da la vuelta al mundo, Lévano siempre se las ingeniaba
para leer las ediciones recientes de Der Spiegel, Le Monde, New Yorker, y diferentes
publicaciones en ruso. Y compartía sus hallazgos, como el gran reportaje del alemán
Günther Wallraff, quien se infiltró como reportero del diario sensacionalista Bild para
demostrar que los reporteros fabricaban las noticias. Algo muy parecido a lo que hacía
75
En plena Guerra Fría nos enseñaba cómo desde ambos lados se manipulaba la
información con fines ideológicos. Nos dio a leer El conocimiento inútil, de Jean-
Françoise Revel, una furibunda crítica al periodismo de izquierda, y Los guardianes de
la libertad, de Noam Chomsky, una exposición de las mentiras de la gran prensa
estadounidense sobre el mundo socialista. "En una guerra, debemos escuchar a las dos
partes, porque en un conflicto la primera víctima es la verdad", nos decía, citándonos la
famosa frase del senador norteamericano Hiram Johnson.
Recordaba que dos reporteros de distinto punto de vista, el australiano Wilfred Burchett
y el estadounidense John Hersey, arriesgaron sus vidas para romper el bloqueo a la
prensa del ejército norteamericano alrededor de la devastada Hiroshima para informar
sobre el costo humano de la primera bomba atómica lanzada sobre civiles. "Reportar
con la verdad es uno de los oficios más difíciles del mundo y solo se aprende con la
práctica", decía Lévano.
Archivo La República
Dictó clases en tiempos de plomo. No pocas veces rechazó a los senderistas que
pretendían interrumpir las clases, y cuando cerraban la Ciudad Universitaria, dictaba en
su casa del Rímac, modestísima e inundada de libros, revistas, periódicos y discos long
plays de su música favorita, desde ópera hasta jazz, pasando por criollismo y folclórica.
Todo estaba dispuesto en un orden caótico que solo Lévano entendía. Los apagones,
bombazos y tiros eran cosa de todos los días durante el conflicto. "¡Pónganse a leer!",
les decía en su cara a los terroristas cuando pretendían silenciarlo. No pocas veces
recibió amenazas. "Ellos no quieren gobernar un país, ellos quieren gobernar un
cementerio", nos decía: "La revolución es luz, no oscuridad".
"Estoy hablando en serio. Los periodistas no somos superiores a nadie", arguyó: "No es
cierto que el periodismo es el oficio más peligroso del mundo porque arriesgamos más
que nadie nuestras vidas. Es peligroso porque si publicamos mentiras, dañaríamos a
muchas personas".
“En primer lugar déjame decirte que yo no clientelizo a nadie” me dijo Julio Cotler a
fines de 1979 el día en que me iniciaba como su asistente. Con los años me daría cuenta
del significado que -más allá del contexto inmediato- podía tener esa declaración.
En 1966, de retorno a Lima tras casi una década en el exterior, Cotler había publicado
un ensayo --“La mecánica de la dominación interna y del cambio social”— en que
exploraba las posibles vías de transformación de la sociedad rural a raíz de las
transformaciones en curso. Era, en términos de su propia agenda, el esquema de una
investigación de largo aliento a la que pensaba dedicar los años por venir. Razones
político-académicas, sin embargo, alterarían sus planes.
Archivo Quehacer
Si en Arguedas –con cuyo afán de no ser “forastero en este país donde hemos nacido”
Cotler se identificaba plenamente—el desdén de la tradición andina, el suyo era la
persistencia del fundamento étnico sobre el cual se había erigido la sociedad colonial.
La persistencia, vale decir, de “criterios étnicos y racistas para calificar a las personas
(sustento del comportamiento soberbio y prepotente de los poderosos y “la mezcla de
ira y humildad de los subordinados”), la “propensión autoritaria” de los dominantes y
las relaciones clientelistas que estos establecen con quienes los rodean. En busca de los
caminos de la reproducción de la “herencia colonial” al siglo XVI se remontaría Cotler
en CENP. Redondeando así un planteamiento que, frente al nacionalismo republicano
tradicional, abría nuevas perspectivas para pensar el Perú: la idea de un país que se
modernizaba sin poder saldar cuentas con su pasado colonial, quedando confinado así a
un permanente estado coloidal.
A mediados de los años 70, en el punto medio de su larga vida, Cotler hizo un pacto
consigo mismo: sería peruano por voluntad, un ciudadano pleno en un país en que
prevalecía aquello que Manuel González Prada describió como “el pacto infame de
hablar a media voz”. En ese momento de su vida fue que comencé a trabajar con él.
Tenía unos 46 años. Creía aún –como expresó en una entrevista con César Hildebrandt
en 1979—que, ante el riesgo de una dictadura “como nunca antes hemos conocido”, la
izquierda era la llamada a “rescatar la democracia” y elaborar una “alternativa orgánica”
para el Perú; a condición, por cierto, de que entendiera que el Perú no era Francia o
Inglaterra”. En esa misma entrevista, preguntado si no admiraba la “eficacia” de un
Stalin, Cotler respondería que le parecía “profundamente cínico” pensar que la política
fuese “el arte de lo posible” que creía, más bien, que la política consistía “en hacer
posible lo necesario”.
En la incertidumbre de los 80, su opinión sería cada vez más demandada; haciéndose
imprescindible durante los aciagos años 90 en que –como diría Martín Tanaka— Cotler
se convertiría “en una suerte de conciencia moral” del país. Durante los 90, asimismo,
se propuso sumar a liberales e izquierdistas en la lucha por la democracia.
Reconociendo la futilidad de su intento emprendió entonces –como González Prada un
78
siglo atrás—un “apostolado solitario”. No le gustaba dar entrevistas, pero mayor era su
afán por interpelar y esclarecer. A unos les asustaba su “pesimismo”; otros lo veían
como un verdadero “oráculo”. A veces –confesaba—es la rabia que me provoca la
irresponsabilidad, el cinismo, la incultura, lo que me motiva a hablar. El “forastero” de
los 70, para ese entonces, había culminado el ciclo iniciado con su deportación. Por el
significado de “Clases, Estado y Nación” en esa transición pregunté a Cotler en octubre
de 2018. “Me hizo ser consciente de cuáles eran los problemas del país y cuáles eran
mis problemas frente a esos problemas…” Seguiría hablando y criticando hasta que su
condición se lo impidió. Con el mismo tesón luchó contra la enfermedad. Hasta que
tuvo que irse, dejándonos el ejemplo de su honestidad intelectual y su enorme voluntad
crítica.
Gonzalo Portocarrero siempre pronunciaba una frase, creo inspirada en Habermas que, a
mi parecer, alumbró con su simple contundencia su trayectoria: “la esfera de la vida”.
Se la escuché por primera vez en el año 1997 cuando tuve la suerte de ser su alumna en
un curso del diploma de género de la Pontificia Universidad Católica. Por supuesto que
mucho antes había leído sus libros y artículos, sobre todo los que publicaba en la
Revista Márgenes: precisamente mi trabajo final de su curso lo publicó en el N.8 de la
revista. Era un análisis sobre las tensiones entre la modernidad y lo criollo en la poesía
de Blanca Varela. Esa publicación fue la primera de una serie de generosidades que
tendría conmigo y con mi trabajo intelectual.
abría para conversar sobre el racismo, sobre el género, sobre las masculinidades o sobre
José María Arguedas, hicieron la diferencia.
En ese curso de Literatura y sociedad que llevé, él nos ayudó y enseñó a explorar el
mundo criollo, lo que implicaban las tensiones múltiples que se dan dentro de sus
sensibilidades, y precisamente unos años después Gonzalo publicó uno de sus libros
mayores: "Rostros criollos del mal". Entender lo que había sucedido con la altísima
corrupción realizada por Vladimiro Montesinos y poder hacer un análisis a largo plazo
de la sensibilidad criolla, de lo que implican sus profundos quiebres, sus intersticios.
Creo que las reflexiones de Gonzalo, que eran omnívoras, y él las acometía desde
distintos fueros del saber —por ejemplo, le encantaba la literatura— de tal manera que
nos incentivaba a la “in-disciplina disciplinada” para poder lanzarnos un paso más allá
de nuestras propias disciplinas-zonas-de-confort. Tuve la suerte de que Gonzalo me
apoyara en la publicación de mi tesis de doctorado —un híbrido entre el análisis del
discurso y la sociología—, que estuviera como comentarista en la presentación, y que en
ese mismo espacio, polemizara con mis propuestas, permitiéndome aclarar muchas de
sus esquinas invisibles.
El Premio Nacional de Cultura al que lo propusieron sus alumnos Tilsa Ponce y Felix
Lossio fue un justo reconocimiento al trabajo y creatividad que Gonzalo Portocarrero
ponía a todos los temas de ciencias sociales. Pero también un reconocimiento al
esfuerzo por la interdisciplinariedad de sus propuestas y por la búsqueda de aunar
esfuerzos con otros intelectuales. Por eso mismo, sus diversos y heterogéneos diálogos
con Tito Flores Galindo, Nelson Manrique, Guillermo Rochabrún, Santiago López
Maguiña, Fanni Muñoz, Jorge Bracamonte y con otros más jóvenes como Victor Vich
—con quien abrió la Maestría de Estudios Culturales— o Juan Carlos Ubilluz. Gonzalo
Portocarrero mantenía demás un seminario permanente con lecturas profundas de textos
imprescindibles como la “Nueva Coronica y buen gobierno” de Guamán Poma o
"Dioses y hombre de Huarochirí". Ese seminario permanente asumió el nombre de Los
zorros precisamente después de los innumerables debates sobre las novelas y textos de
Arguedas.
Hasta quemar el último cartucho, Gonzalo Portocarrero debatió y defendió sus ideas con
pasión y serenidad: una combinación extraña que, precisamente, lo convierten en un
personaje importante de la cultura peruana del siglo XXI. Sin ninguna duda Gonzalo
80
Portocarrero fue un pensador sensible a las tensiones diversas de nuestro país y siempre
apostó por aceptarnos y luchar por la equidad, la justicia y la libertad.
Dueño de una poderosa y convincente oratoria, en 1985, con apenas 36 años, Alan
García se convirtió en el presidente más joven en la historia del país luego de ganar
ampliamente las elecciones como candidato del viejo Partido Aprista. Más de sesenta
años después de fundada el Apra, se convirtió en el primer aprista en alcanzar la
presidencia. Su juvenil y fogosa irrupción en la escena nacional se convirtió en un
fenómeno político. Cautivó multitudes, despertó esperanzas, pero no pasó mucho
tiempo para que llegara la decepción.
Tres años antes de su arribo a Palacio de Gobierno se había hecho con la dirección del
Partido Aprista, ganando la secretaría general. El aprismo atravesaba una grave crisis
luego de la muerte en 1979 de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, una figura
que lo copaba todo en el partido. El aprismo estaba golpeado y debilitado por las
divisiones internas que siguieron a la desaparición del “jefe” al que sus seguidores
veneraban, acusaciones de vínculos con el narcotráfico y la derrota electoral en las
elecciones presidenciales de 1980.
En ese contexto de grave crisis partidaria, apareció un joven Alan García que supo
posicionarse como una esperanza de renovación y relanzamiento del viejo partido. Alan
triunfó en un Congreso clave y alcanzó la cumbre del partido, saltándose a un par de
generaciones de dirigentes partidarios. Luego vendría la Presidencia de la República. Y
con ella, la gloria de la victoria, el poder, pero también el fracaso y el inicio de una
historia marcada por el signo de la corrupción.
Alan García llegó a su primer gobierno con un discurso que prometía cambios. Inició su
gestión anunciando que limitaba el monto del pago de la deuda externa al diez por
ciento de las exportaciones. Después vino el intento de estatización de la banca. Fue una
decisión que no consultó con su partido, ni con los congresistas oficialistas que debían
defenderla, y que pareció más un exabrupto que una decisión pensada y sustentada en
principios ideológicos y en un plan económico. La sorpresiva medida fue aprobada en
Diputados, pero se cayó en el Senado. Fue un fracaso. Se disparó la crisis, económica,
social, de violencia política y de la moral del gobierno. Esa primera administración de
García estuvo marcada por la hiperinflación, los escándalos de corrupción, el
crecimiento de la subversión armada y las violaciones a los derechos humanos.
Terminado ese primer convulsionado gobierno vinieron las acusaciones contra García y
poco después su fuga del país pidiendo asilo en la embajada de Colombia. El golpe de
Alberto Fujimori, que capturó por asalto todas las instituciones, incluido el Poder
Judicial, le dio la cobertura necesaria para eludir a la Justicia alegando falta de garantías
para un juicio imparcial y persecución política. Después de pasar más de ocho años
81
entre Bogotá y París, volvió al Perú en enero de 2001 cuando los cargos por corrupción
en su contra habían prescrito. Y protagonizó un increíble retorno a la presidencia.
En 2001 pasó sorpresivamente a la segunda vuelta, pero perdió con Alejandro Toledo.
Su buen desempeño electoral, inesperado después del desastre que fue su gobierno,
reforzó el mito del poder de Alan para convencer multitudes. En 2006 le llegó la hora
del retorno. Con habilidad supo aprovechar las debilidades de Ollanta Humala y
explotar los miedos de la población. Triunfó con un voto impulsado en buena parte por
el temor, por el mal menor.
Mesiánico y de un ego que desbordaba su voluminosa figura, García alguna vez llamó
“anticristos” a los que cuestionaban su gestión presidencial. “Fracasados”, “derrotados”,
eran otros epítetos que, con ese gesto de soberbia que lo caracterizaba, disparaba contra
sus críticos.
La espectacularidad dramática del suicidio como fuga final, fue el epílogo para el dos
veces presidente que se había convertido en símbolo de la corrupción y la impunidad.
Murió sin responder a los tribunales por los cargos en su contra, no solamente por
corrupción, sino también por violaciones a los derechos humanos, y como un político
repudiado por la inmensa mayoría del país, con un rechazo ciudadano que superaba el
80 por ciento.
82
debates nacionales. Estoy seguro que llegaremos a eso, pero, para comenzar,
¿cómo lo ves tú? ¿Cómo asumiste el trabajo de hacer esta novela en tanto que
novela?
Mira, lo que te puedo contar es algo que recuerdo de un curso de teoría literaria que
llevé en la universidad con Susana Reisz, hace ya muchos años… Una de las cosas que
Susana mencionó, y no sé si la estoy reproduciendo correctamente, es la noción de
materia. Hay materias literarias que uno reconoce de manera inmediata. Por ejemplo, te
digo el nombre “Merlín” y tú inmediatamente generas en tu cabeza un universo de
castillos, un universo medieval, el Rey Ricardo, todo ese mundo. Te digo “Sherezada” y
tú inmediatamente generas un universo de personas de Las Mil y una Noches, Sinbad el
marino, el Pachá, etcétera. Es todo un universo visual, imaginario… Pero nosotros no
tenemos realmente una materia incaica en ese sentido, y pensé que hacía falta, que había
que generar una materia así, una que permaneciera, penetrara y creara un imaginario de
lo incaico, porque realmente no lo tenemos, no de esa forma.
Me llama la atención que hables de nosotros al decir eso, que haya una persona
plural ahí…
Sí, bueno, por una parte es una tarea de la literatura, pero también, como yo lo veo, es
una contribución a la identidad, y esto lo digo desde un lugar muy personal. Mira, yo
toda mi vida yo he visto a mi padre tratando de reconocerse… Mi padre es de
Ayacucho, llegó a Lima a los 17 años y ha mantenido siempre una relación muy cercana
con su tierra. Yo lo veía y lo veo constantemente tratando de reconocerse en lo que ve, y
siempre fracasando… Entonces, digamos que fue algo muy consciente esto de intentar
crear una materia incaica no solamente en términos de hacer literatura, sino que además
fuera una contribución al Perú, en esos términos. La verdad es que no sé cómo decirlo
de otra forma. Todos esos universos de los que te hablaba, todos esos imaginarios, Las
mil y una noches y demás, son imaginarios ajenos. Realmente no tenemos un
imaginario nuestro a ese nivel, y esto, en términos de literatura, es bien concreto. No es
tanto hacer una contribución a la literatura, sino descubrir que la literatura puede ser
tuya. Pero al mismo tiempo, para crear ese efecto, para llegar lectores de Apurímac o de
Andahuaylas y que vean a estos personajes y se reconozcan, no basta con echar mano de
un asunto identitario. Hay que escribirlo de cierta manera para que apele directamente a
la gente.
Déjame jalar un poco el hilo de la técnica, eso de “escribir de cierta manera”. El
espía del Inca es una novela histórica en el sentido general, y también es una
novela de espías, lo cual la pone dentro un género muy específico, con parámetros
y formas propias, que sin duda utilizas. ¿Por qué pensaste en ese género en
particular? ¿Qué te llevó a trabajar tu materia en esos términos?
La verdad es que no lo pensé tanto en términos de género. Lo pensé, sí, en términos de
hacer algo plot-oriented, como se dice en inglés. Algo impulsado por el argumento y la
trama. Estuve buscando alguien que hubiera hecho algo que me pareciera interesante, un
punto de referencia que yo quisiera imitar, y lo encontré en John Le Carré. Es un
escritor genial.
¿Por qué Le Carré, específicamente?
En líneas generales hay dos tipos de relatos de espionaje con los que yo me confronté
cuando tuve que tomar una decisión sobre lo que quería hacer. Está Ian Fleming, James
Bond, donde el protagonista es un glamoroso hombre blanco al que le ocurren toda
clase de cosas en escenarios exóticos, y donde básicamente el universo de los buenos y
84
los malos está claramente delimitado. No hay ningún conflicto moral. La tensión está
limitada básicamente a cómo se las va a reglar el héroe para salir bien librado, cosa que
siempre sucede. Además, no hay ningún cuestionamiento acerca de los intereses del
Estado que promueve las acciones del protagonista. Lo que a mí me enseñó John Le
Carré, por el contrario, es que la riqueza está en los personajes ambiguos, los que tienen
conflictos interiores. Encontré en sus libros esa ambigüedad moral que ocurre también
en la realidad. Y también un cuestionamiento del rol del Estado, de cómo el Estado
defiende sus propios intereses. Esas cosas son las que justamente John Le Carré trata de
abordar, de entender, de dramatizar. En ese sentido, en términos de cómo abordar el
asunto del relato de espionaje, esa fue mi referencia.
Es interesante que uses este plot de ambigüedad moral y crítica del Estado en el
contexto de un relato sobre el Inca y sus funcionarios… En realidad, eso es algo
que la historiografía sabe pero que no hace parte de nuestra imaginación común o
cotidiana de las civilizaciones andinas. Sus aspectos políticos, que por ejemplo
implican la dominación de personas y pueblos subordinados. Cosas que aparecen
con bastante claridad en tu novela.
Nos permitimos idealizar el imperio incaico porque no lo hemos imaginado en
funcionamiento. Una vez que lo imaginamos en funcionamiento, ya no solamente
estamos hablando de las disputas entre los diversos linajes o cosas así, sino de cómo
afecta la vida cotidiana de las personas. Las cosas toman cuerpo cuando las imaginas
afectando la vida de seres concretos. El protagonista de la novela es simplemente un
runa, un hijo de campesinos chancas que tenía que trabajar con sus padres y con su
grupo, hacer su tributo, trabajar en los depósitos del inca, ese era su rol. Llega a los
lugares a los cuales llega, se convierte en espía, recibe esa educación en Cusco porque
tiene una habilidad especial, pero tú puedes ver ahí las estructuras de desigualdad. No
he querido dorar esa píldora. He querido mostrar las cosas con toda su miseria y con
toda su gloria. Por supuesto, todo es una creación de la imaginación.
historias… Creo que contar con una base historiográfica sólida es lo que me ha
permitido volar mentalmente.
Esto trae a colación el otro aspecto del que hablábamos, el hecho de que El espía
del Inca es una novela histórica, y eso también tiene un significado específico,
impone unos parámetros. En un país como el nuestro, donde la historia es siempre
un campo de batalla, a mí me llama la atención que la novela histórica no sea una
forma canónica, central a nuestro sistema literario. Hay novelas históricas, claro,
pero no es lo que viene a la mente cuando uno piensa en un clásico literario
peruano. ¿Qué te motivó a hacer novela histórica?
Yo tenía una idea muy concreta de lo que quería hacer. Por ejemplo, me doy cuenta de
que soy muy deudor de la noción de catarsis del teatro griego. Yo pienso que la
literatura y el teatro tienen que tener un efecto catártico… La noción de Catarsis, y esto
también es algo que aprendí con Susana Reisz, proviene de la medicina. Quiere decir
literalmente una purga, un enema. En la Grecia clásica, las mujeres embarazadas y los
niños estaban prohibidos de ir al teatro, porque el poder de lo que tú recibías ahí podía
tener efectos devastadores. Pero al mismo tiempo, ese poder era curativo. Yo quería
hacer una literatura que funcionara como una especie de homeopatía, es decir, como una
dosis concentrada de algo que te purga, que te limpia. En el caso concreto de El espía
del Inca, no se me olvidó en ningún momento que estaba lidiando con el conflicto
originario de la historia del Perú, el evento fundacional…
¿Y qué es lo que querías limpiar de esa historia?
Yo quería hacer, literalmente, una liquidación histórica de la figura de Atahualpa. Pero
hacerla de manera completamente honesta. Vamos a sopesar, vamos a poner en la
balanza esta figura que es tan ambigua, y vamos a ver qué pasa con ella. Vamos a
presentar a Atahualpa, vamos a examinarlo en toda su trayectoria, y vamos a limpiarnos
para siempre de su efecto ambiguo, extraño, nocivo…
¿Por qué te parece nociva la figura de Atahualpa?
Creo que los peruanos y en general muchas personas del área andina sufrimos una
suerte de neurosis con respecto a Atahualpa, algo que no hemos resuelto. En nuestras
historias, es a la vez triunfador y perdedor, héroe y villano, victimario y víctima. Su
captura y su muerte son un trauma del que en muchos sentidos no hemos conseguido
recuperarnos.
En tu antiguo blog escribiste que la muerte de Atahualpa fue, al menos en parte,
resultado de sus propios errores de cálculo…
Sí. Creo que es hora de que veamos que en la captura y ejecución de Atahualpa no solo
se mancharon de sangre sus verdugos directos, los españoles, sino también los
miembros de la panaca de Huáscar y muchos grupos étnicos que se aliaron
espontáneamente con los invasores. Y Atahualpa mismo, que quiso utilizar y manipular
a los españoles para tomar represalias contra sus enemigos internos, y creyó que no lo
matarían si seguía dándoles oro. Cuando se dio cuenta de que no era así, ya fue
demasiado tarde. Por otra parte, hay cosas en ese episodio que resultan muy difíciles de
comprender, según las cuentan las crónicas. ¿Por qué se presentó Atahualpa a la plaza
de Cajamarca con tropas desarmadas? ¿Por qué ordenó a Challco Chima, su general más
temido, al mando de decenas de miles de guerreros, que se entregara a Hernando
Pizarro? ¿A qué se debió su actitud reticente ante los rumoreados intentos de liberarlo
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por parte de varios generales que rodeaban la zona? Esos son algunos de los misterios
que explora mi novela.
Ahora bien, en esto que dices, esto de la limpia y la catarsis, está implícito un
lector, no se trata de un proceso estrictamente personal. Hay un lector colectivo del
otro lado, al que le estás hablando. Y por una parte, con respecto a eso, está lo que
decíamos sobre la técnica, sobre escribir de cierta manera…
Claro, yo muy rápido me di cuenta de que esta es una historia grande, muy compleja,
con muchos personajes, y entonces se me hizo obvio que debía utilizar todos los
recursos que tuviera a mi alcance. Estamos hablando, por ejemplo, de drama. Tú sabes
que yo estudié actuación y soy escritor de teatro. Una noción dramática es que lo que
mantiene el interés del espectador es un conflicto, y un conflicto, ¿qué cosa es? Son dos
intereses que chocan. Entonces, tú tienes que utilizar la intriga, el suspenso, los
ganchos, escenas que terminan pero te dejan el bichito para que continúes. Esto en mi
caso es completamente consciente, planificado.
Pero hay un segundo elemento ahí, que es que para llegar a esos lectores hay que
publicar, participar en un mercado, y eso también impone una serie de
condiciones. Y entiendo que ese proceso no fue fácil para El espía del Inca…
Yo no me tomo esto como algo personal, pero… La historia que cuento en mi novela es
realmente una historia increíble. Y yo creo que la conté bastante bien. Uno diría que
presentas esto a cualquier editor e inmediatamente la compran. Pero no fue así.
¿A qué crees que se debe eso?
Racismo. Yo me doy cuenta de que el hecho de que la novela no se haya podido
publicar como libro impreso en 10 años es por un elemento de racismo.
A ver, explícalo…
Mira, cuando presenté la novela a editoriales españolas, fueron muy directos. Me
dijeron, muy interesante, pero la realidad es que a los españoles no les interesan las
culturas prehispánicas… Roma, excelente. Grecia, excelente. Cartago, bacán. Aztecas,
Incas, no tanto. Y qué le vamos a hacer. Lo entiendo. Pero que las editoriales peruanas
no vean esta como una historia que puede llegar a la gente, eso sí no lo entiendo. Lo que
pasa es que no creen en un lector peruano, no creen que existan personas en todo el país
ávidas de historias y de historia. No ven a esos lectores. Y no los ven porque no los
consideran como agentes iguales. Hay un ninguneo constante… Por supuesto, todo es
mejorable, todo se puede trabajar más, no es que mi novela sea la última palabra de
nada, pero que no se vea a esos lectores para mí es puro complejo de inferioridad y
racismo. Ya te digo, no lo tomo de manera personal, mucha gente ha llevado adelante
proyectos muy ambiciosos y ha padecido mucho. Moby Dick fue un desastre
económico, por ejemplo. Pero creo que esa es la razón fundamental.
Otra cosa que está pasando en el mercado editorial es que hay una deriva en una
dirección distinta a la de estas novelas abarcadoras, de espectro amplio,
polifónicas. La tendencia más marcada es más bien hacia miradas intimistas,
espacios privados, autoficciones. Y eso lo vemos también en el Perú.
Yo me aburro. La vida de los escritores y sus pequeñas trayectorias, cómo llegaron a ser
quienes son, me interesan muy poco. Me cuesta pasar de la décima página. Yo
reconozco mis limitaciones, y para mí, hablando así a nivel personal, eso no tiene el
más mínimo interés.
87
¿Qué te interesa?
Te puedo contar que hice un sondeo entre una serie de historiadores sobre cuáles eran
los libros de memorias políticas más importantes del siglo XX, y fue así como conocí
Memorias de un revolucionario de Víctor Serge, que me pareció fascinante. Y sus
novelas también han sido una revelación. El camarada Tulayev, por ejemplo, es el tipo
de cosa que yo quiero hacer. Y Los años sin perdón, su novela póstuma, que trata de
dos espías que están en México después del asesinato de Trotsky, tratando de salir, de
defeccionar, pero tienen este conflicto interno porque no quieren servir al capitalismo…
Yo tengo simplemente el deseo de seguir mis propios intereses y mis estímulos. Y me
está costando muchísimo trabajo, más inclusive que El espía del Inca, pero la novela
que estoy escribiendo ahora me tiene completamente atrapado. Transcurre en Chile,
Argentina, México, Francia, España, la Unión Soviética, Estados Unidos… A veces
creo que es más de lo que puedo dar, y justamente ahí está el reto.
Tu rumoreada novela sobre Eudocio Ravines…
Así es.
¿Por qué Ravines?
Porque a través de él puedes ver todo el panorama del siglo XX, y especialmente puedes
ver su historia subterránea. Ravines realmente tuvo acceso al underground histórico de
su siglo. Y me refiero no solamente a la historia peruana, no solamente a la historia
latinoamericana, también a la historia norteamericana y la europea. Es el subterráneo
histórico del mundo entero. Ravines vivió desde dentro las purgas soviéticas y también
estuvo profundamente involucrado en la Operación Cóndor; fue un agente soviético y
trabajó para dictaduras como la chilena y la boliviana; trabajó directamente con la Allen
Dulles, el jefe de la CIA, y su agente de control fue Howard Hunt, de quien se dice
estuvo metido en el asesinato de Kennedy; tuvo que ver con el golpe de estado de 1957
en Guatemala; tuvo que ver con el intento de invasión de la Bahía de Cochinos… Eso es
lo que yo veo en Eudocio Ravines, la posibilidad de acceder al subterráneo de la historia
del siglo XX. Y yo realmente quiero despedir al siglo XX. Quiero hacer un balance y
liquidación del siglo XX a partir del prisma que ofrece alguien que pudo verlo desde sus
dos polos más importantes, el enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo en el
mundo.
88
Algo que me parece interesante es que el personaje central de El espía del Inca es
un individuo de identidad inestable, fluctuante, que pasa por varios roles a lo largo
del relato e incluso cambia de nombre varias veces, que se oculta y se disfraza. Y lo
mismo puede decirse de Eudocio Ravines, alguien que se inventa a sí mismo varias
veces y en cierta medida se falsifica continuamente en el proceso. Vistos así, son
personajes bastante similares.
Digamos que me interesan, por razones que en realidad me son ajenas, personajes que
tienen lealtades divididas o conflictuadas. Pero es curioso, yo pensaba que había elegido
como protagonistas a Yunpacha primero y a Eudocio Ravines después por razones
completamente diferentes. Creía que los había elegido en ambos casos porque pueden
sostener una buena historia que me mantuviera interesado por años, sino décadas. Que
me siga conmoviendo durante mucho tiempo, incluso si ni yo mismo entiendo por qué.
Ahora creo que la afinidad principal es que ponernos en su perspectiva nos permite ver
toda una época desde dentro. Brindan una extraordinaria amplitud de miras, incluyendo
de miras morales. Pero hay algo más. Es algo que dijo Hilary Mantel, y creo que
corresponde. Cito de memoria, pero es algo así como que uno tiene que elegir como
protagonista a alguien a quien no entiende. Y estoy de acuerdo. Después de 10 años de
trabajo, con la novela ya publicada, aún no termino de entender a Atahualpa. Y después
de cinco, no creo que vaya a entender nunca a Ravines. Pero lo intento, y de eso se trata.
**Tu primera novela publicada empieza en el momento en el que nacen el Perú y
América Latina en el sentido que esos nombres tienen hoy, un punto de origen histórico
más de 500 años atrás. Y ahora estás hablando de despedir, con tu segunda novela, el
siglo XX, que es el siglo en el que tú y yo nacimos, en el que nos formamos, y en el que
el momento presente tiene todavía hundidas sus raíces. Es todo un arco histórico, muy
ambicioso… **
Bueno, sí, pero como escritor lo mejor es pensar en la escena del día de mañana, en la
página que voy a escribir a continuación, enfocarme en hacer eso y no parar hasta que lo
consiga. Eso me va a permitir concentrarme y no dejarme abrumar. Eso me ayuda
mucho. Pensar en lo que tengo que hacer mañana. Si no, no llego.
José Luis López Ricci es sociólogo, Víctor Patiño, periodista y Fernando Ríos,
antropólogo. Tienen en común ser sanmarquinos y haber llevado adelante, aunque en
distintas épocas, proyectos de comunicación nacidos en la universidad y para la
universidad, que luego desbordarían esa comunidad y también sus propias expectativas.
Siendo estudiantes, José Luis como director y Víctor como cronista, fueron parte de “La
Casona”, una emblemática publicación impresa que combinaba opinión, periodismo,
encuestas y humor y que circuló en San Marcos en la convulsa década de 1980 1. Tras
una carrera de empresario gráfico que arrancó en los trajines de su revista universitaria,
Pepe volvió a la sociología para promover políticas participativas desde las ONG y
luego hizo carrera en el Estado, pasando por la Municipalidad de Lima, el Ministerio de
Educación y el Ministerio de Transportes.
Víctor, por su parte, con su experiencia croniquera en las páginas de La Casona, desde
mediados de los años ochenta firmó para diversas revistas y diarios como Amauta, La
República, Página Libre y Monos y Monadas, para luego recalar en el periodismo
deportivo y de ahí pasar a la rutina que lleva desde hace casi dos décadas: ser El Búho,
el popular columnista en el periódico El trome.
También siendo estudiante sanmarquino, Fernando echó a andar en 2010 una hoja
fotocopiada que en un medio como la facultad de Ciencias Sociales pre-boom de las
redes sociales, no podía ser otra cosa que un panfleto, pero uno que no se tomaba a sí
mismo tan en serio. En un par de años El panfleto pasó de impreso esporádico a medio
virtual, y luego a plataforma viral, cuando su humor chusco encontró la manera de
construir historias falsas pero absolutamente verosímiles combinando jerga de ciencias
sociales, clasismo y choledad.
La conversación con ellos repasa tres décadas de transformaciones materiales y
simbólicas de nuestra universidad y es un intento de reflexionar sobre la imagen pública
de las y los sanmarquinos y sobre los esfuerzos de proyectar una identidad por sobre el
ruido de nuestra propia época.
¿Cómo era el ambiente universitario de inicios de los años ochenta, época en la que
surge La Casona?
José López Ricci: En San Marcos, y me atrevería a decir que en general en las
universidades públicas, era un ambiente de hegemonía bastante pronunciada de los
grupos de izquierda, en particular las versiones más radicales y ortodoxas de la
izquierda, lo que traía aparejado problemas como la intolerancia, la falta de un espacio
de diálogo, para reflexiones un poco más abiertas. Esas versiones ortodoxas eran medio
religiosas, asfixiantes y aparecieron grupos políticos que buscaron ir contra de ellas.
La Casona no es la primera manifestación. Antes surgieron experiencias como Inkarri,
alrededor del año 79, que es un año clave, porque la Federación Universitaria la gana
Enrique Jacoby, que representa una corriente por fuera de los dueños del status quo,
además con un perfil nada “nacional-popular”: estudiante de medicina, de ascendencia
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judía, gringo, el estereotipo contrario. Con ese cambio de correlación hubo una movida
muy simpática, de apertura política, cultural, se reactivaron los juegos florales que
llevaban ausentes unos quince años… Los estudiantes tenían mucha vocación por ir a
contracorriente de lo que se había visto y escuchado hasta entonces y en ese contexto es
que surgimos.
José López Ricci, sociólogo, dirigió la revista La Casona. Foto: Víctor Mendívil
Víctor Patiño: En esa época todavía dominaban la universidad los grupos radicales,
pero ya se veía con fuerza un grupo renovador. La universidad, San Marcos, le estaba
dando la espalda al país. No solamente a los estudiantes no les interesaba lo que podían
pensar de la Universidad los de afuera, sino que a los de afuera tampoco les interesaba
San Marcos. Había sido dejado de lado por la sociedad, y estaba dominada por estos
grupos, con un rector prácticamente tomado por ellos. No había tercio, pero estos
radicales tenían “su tercio” con el rectorado: iban, se presentaban donde el rector y le
decían “queremos esto” y se los daban.
En ese contexto surgen voces con la consigna de “basta de este cogobierno”. Ese
movimiento, resistiendo asambleas que empezaban a las siete de la noche y terminaban
a las cuatro de la mañana, logra un referéndum para decidir si se formaba un tercio. A
partir de allí, con estudiantes elegidos democráticamente en el tercio se empieza a dar
otra imagen a la universidad. Son los inicios de los años ochenta y empieza un cambio
en el movimiento estudiantil, en las actividades culturales. Llega a Letras Álvaro
Montaño, un alumno antiguo de la UNI que cuando llega a San a Marcos cambia
totalmente el chip y se dedica a ser promotor cultural a organizar grupos, eventos,
sábados culturales. Todos los sábados en letras se escuchaba jazz y los más radicales no
podían hacer nada. En ese contexto de grupos de debate, de jazz, de rock, en ese
contexto de más profundidad y frescura, entre actividades culturales, literarias y
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políticas que llamaban a los más jóvenes, es ahí, en ese momento que se forma La
Casona.
Fernando Ríos Correa, antropólogo. Ya no forma parte de “El panfleto”. Foto: Víctor
Mendívil
Publicamos un post sobre “el estudiante eterno” y se etiquetaba gente de San Marcos,
pero también de la Agraria o la UNI porque era un problema común en universidades
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y así fuimos creciendo. Por esos artículos empezamos a tener un público de San Marcos
y por esos artículos me jalaron de frente a trabajar.
Lo que dices acerca de conectar con la gente no politizada me hace pensar en que
hay momentos en que no es la política, si no el humor y la experiencia de lo
cotidiano lo que puede hablarte de tu identidad y reflejar mejor tus intereses. En el
caso de El Panfleto me parece que es más intencional esta conexión entre el humor
y la identidad…
FR: Cuando ingresamos decían que San Marcos era terruco, por las cosas que habían
sucedido con el bypass, y claro, por toda la historia anterior, aunque la élite de Sendero
no había salido de San Marcos. En esos años había toda una onda interna, de estudiantes
que querían lavarle la cara a San Marcos, para demostrar a los de afuera que no eran
terroristas. En cambio nosotros decíamos si quieren creer eso que lo crean pues. Cuando
salió la canción del “harlem shake”, el viral de la canción “con los terroristas”, sacamos
un comunicado falso del rector, en el que prohibía que los estudiantes se hagan ese
video, a menos que sea con él.
JLR: Esta semana he estado en un encuentro en Barrios Altos y entre tragos me
terruqueaban. ¿Por qué? Porque soy un sanmarquino, tantos años después y me
terruquean con una facilidad… entre bromas, pero también como parte de una
valoración establecida… Antes de Sendero, el estereotipo no era de terruco sino de
politizado, si eras de Sociales con mayor razón. Me acuerdo que cuando ingresé y un tío
mío se enteró que había elegido sociología, mi tío que era policía se lamentó no hijito
sociología, me dijo, vas a ser un político de porquería. En fin. Otra imagen del
sanmarquino que siempre ha sido fuerte ha sido la del provinciano. Por eso también
siempre ha habido un halo de choleo.
Hay un antes y después de Sendero. Antes la asociación era ser político….
JLR: Era ser revoltoso, tirapiedra. Ya después con Sendero era ser terruco, subversivo,
ya un estereotipo mucho más peligroso. Y más en las clases populares, en el barrio. Es
un tema cultural.
VP: Sí se puede decir que hay un antes de Sendero y un después de Sendero. Porque
hasta antes de Sendero definitivamente la imagen del sanmarquino era de un
politiquero, un revoltoso, de marchas, movilizaciones… pero junto con todo eso del
estudiante siempre politizado había un respeto, porque es tranca estar en san Marcos,
por lo difícil del ingreso, hasta ahora es así, estudioso pero revoltoso y también te
decían que por eso ibas a terminar viejo, también porque el otro estigma es que había
muchas huelgas, ya parecían vacaciones pagadas. Para mala suerte mía yo vivía a una
cuadra de la Universidad, en Mirones, entonces todos mis amigos que pasaban por la
Venezuela me veían a mi en los piquetes de las huelgas. En esa época no te
terruqueaban porque no había terrorismo, te decían comunista. Yo les decía colaboren,
colaboren.
El problema es cuando viene lo de Sendero ya no es solo el politiquero o el revoltoso
sino el terrorista. De hecho lo que explica que salga nuestra propuesta tan libre, es que
en San Marcos no había Sendero. Fue en el comedor de San Marcos donde los de
Sendero irrumpieron en una actividad, iba a haber una polémica entre [los partidos de
izquierda] Patria Roja, Bandera Roja, sobre el cogobierno, y de pronto entra un grupo
numeroso de gente que no era de la Universidad, que eran de Sendero, gritando
“situación nacional, situación nacional”, para que se discuta eso, y se impusieron. Allí
anunciaron los acuerdos del noveno pleno, donde dijeron por primera vez que iniciaban
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la lucha armada. Sendero en ese momento en Lima solo tenía la federación de hoteleros
y chifas, ese era su único bastión. Los de Patria [Roja] los fastidiaban, ¿cómo van a
enfrentar a la reacción? ¿les van a tirar wantán frito? Pero anunciaron la lucha armada, y
la iniciaron…
JLR: Pero anuncian y se desaparecen…
VP: Claro, se desaparecen, en el 79 tenían su pizarrita, estaban bien activos, tenían
bases en Química, pero de un momento a otro desaparecieron, justamente en la época
que nosotros sacamos La Casona. Luego del anuncio se desaparecen… el 83, el 84 y
recién reaparecen en el 87 cuando empiezan a hacer atentados en Lima, y en el 88
recién regresan a San Marcos.
JLR: Con Sendero hubiéramos sido inviables. Si los “fachos” y algunos otros… con
nosotros eran bien hostiles. Cuando sacábamos algo de publicidad nos la rompían, y
como en cada número entrevistamos a un personaje, corría el rumor de que nos pagaba
el gobierno, que éramos el brazo del APRA, dependiendo de a quién habíamos
entrevistado. Con Sendero hubiera sido imposible. Una vez hicimos un anuncio de un
tour para conocer Ayacucho, donde el atractivo de fondo era conocer a Abimael
Guzmán… no, nos mataban.
Sin embargo, se identifica mucho al San Marcos de los ochenta como un espacio en
el que dominó Sendero. Esa creencia se apuntaló muy fuerte con el discurso de la
pacificación, para legitimar la intervención a las universidades públicas.
JLR: Pero no generalicemos. Yo creo que hasta ahora facultades como Medicina,
Veterinaria, tienen un estatus diferente. En Sociales sí estamos jodidos.
Claro, pero estamos hablando de los estereotipos, que son generalizaciones: la
identidad sanmarquina pasó de ser definida por la izquierda, por ser provinciano,
o ser radical, a reducirse al factor Sendero. La pacificación deja su secuela en esta
necesidad permanente de decir que “no somos terroristas”. Ya en la última
década, ¿a qué sienten que se asocia la identidad sanmarquina?
FR: Hay una encuesta de 2018 sobre marcas reconocidas en el sector educación. La
lideraba San Marcos, lo primero que le viene a la mente a la gente cuando preguntas por
educación, es San Marcos.
En mi época ya no se habla de provincianos, si se hablaba, creo que eran residuos del
estereotipo de los ochenta, pero realmente en mi generación es San Juan de Lurigancho.
El estereotipo de sanmarquino es el de 18 años, no el de 16 que es el promedio de
ingreso a la universidad privada, el pata o la chica de 18 años de San Juan de
Lurigancho, de San Martín de Porras.
En 2015 Senaju hizo un perfil sociodemográfico de San Marcos, y el ochenta por ciento
eran limeños, diez por ciento nacidos en otras regiones pero ya con muchos años en
Lima y solo un ocho por ciento de gente que había venido de regiones.
VP: Es que ahora hay universidades por todo el país. Ya no tienen porqué “venir a
Lima”
Es la historia moderna de San Marcos, cambia el equilibrio, la proporción entre
limeños y no limeños.
De hecho una de las alas más fuertes en la Federación de San Marcos era la federación
de estudiantes huaracinos, que vienen a San Marcos, ingresan en mancha y, según
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cuenta Lynch en Los jóvenes rojos es una de las alas más duras entre los radicales de
San Marcos. Pero en mi época ya no. Para cuando yo estudié ya la mayoría de
sanmarquinos eran de clase media.
Un amigo en San Marcos me dijo una vez que la única universidad de pueblo que hay
en el Perú es Alas Peruanas, una universidad a la que entra gente realmente pobre. Es
ahí donde encuentras gente que trabaja todo el día desde los 15 años. Para estar en San
Marcos o en la San Cristóbal de Huamanga necesitas una base económica familiar que
te permita pagar la academia, la pensión. Ser sanmarquino ahora en el 2019 y tener a la
vez que trabajar todo el día… eso es algo que ya no existe actualmente, al menos no
como perfil promedio. Ahora el que estudia es mantenido por sus padres, por sus
madres. Ya no es la situación de los setenta o de los ochenta…
JLR: Pero eso último también es uno de los mitos. Nosotros hicimos las encuestas y
salía que la mayoría eran hijos de la clase media…
VP: … hijos de agricultores medianos que les podían pagar una manutención en Lima y
no trabajaban.
JLR: Muchos ahorraban “jugando” a ser radicales porque tenían ventajas comparativas.
Tenían vivienda, comedor, además de la subvención de sus padres… FR: No es posible
hacer política sin excedente, hasta el día de hoy… ¡tienes que comerte como siete
asambleas al mes! VP: Pero ahora hay muchos chicos de San Marcos que trabajan en
part time, en los restaurantes, en los grifos. También a San Marcos van los de colegio
particular que no pueden pagar las altas mensualidades de las universidades particulares,
ni de Pacífico, ni de UTEC. Tienen que postular a San Marcos. Por eso que también hay
más limeños.
FR: Hasta la Universidad que está al lado también tuvo un proceso de elitización, la
valla subió un montón. Yo sé de personas que están en Católica y piensan pasarse a San
Marcos porque ya no pueden pagarlo.
¿Por qué nos debe importar cómo han evolucionado la riqueza y los ingresos en nuestro
país? Porque nos permite medir la desigualdad. Una elevada desigualdad tiene efectos
negativos en los ámbitos social, económico y político. En lo social, vemos a la
desigualdad como el suelo fértil del que brotan los conflictos sociales y la segregación
residencial. La desigualdad también tiene repercusiones en el crecimiento económico,
ya que, según los autores, los mercados reaccionan positivamente frente a una
distribución de ingresos más igualitaria. Desde el ámbito político, la desigualdad actúa
como una amenaza para el funcionamiento de la democracia, dado que los grupos de
poder presionan y direccionan las políticas a su favor.
Algunos datos interesantes que revela estudio: Al 2014, la riqueza de ocho familias era
equivalente al ingreso que tienen 7 millones 62 mil peruanos que se ubican en la escala
salarial más baja. Tres años después, al 2017, ya eran seis las familias que poseían la
misma riqueza que 8,2 millones de peruanos, es decir, la inequidad aumentó. Se podría
decir que el alza en nuestra economía fue de la mano con el crecimiento de la
desigualdad.
También vale la pena mencionar la evolución del coeficiente de Gini, que se mantiene
en la misma dirección que los resultados de las investigaciones de Mendoza et al, Cruz
Saco y Seminario. El cálculo del coeficiente de Gini a partir de las cuentas de depósitos
bancarios es de 0,87 en cuanto a personas naturales y 0.9 en cuanto a personas jurídicas,
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Tapa de "Odebrecht, la empresa que capturaba gobiernos", publicado en octubre de 2018 por
Oxfam en Perú y el Fondo editorial PUCP. Foto: LaPlebe.pe
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Pocos casos de corrupción han tenido tanta repercusión internacional e impacto sobre la
clase política latinoamericana como “Lava Jato”. Las revelaciones sobre los vínculos de
la empresa brasilera Odebrecht e importantes políticos locales, han dado lugar a sendas
investigaciones fiscales, cientos de reportajes periodísticos y a la publicación de libros,
como la reedición de “El Caso García” (Cateriano, 2017[1994]) y “Estado Corrupto.
Los Megaproyectos del caso Lava Jato en Perú” (Pari, 2017). En Colombia se publicó
“Odebrecht. La historia completa” (González, 2018). En Brasil, el caso Lava Jato
inspiró hasta una serie llamada “El mecanismo”, producida y transmitida por la
plataforma Netflix.
A través del estudio de tres grandes obras de infraestructura, -el Metro de Lima, la
carretera Interoceánica Sur y la irrigación de Olmos-, Durand muestra las prácticas
corruptas, pero además la forma en que se construyen las relaciones empresa-gobierno,
empresa-empresa, empresa-sociedad y Estado-Estado. La hipótesis del libro es que
Odebrecht y sus socios locales operaron en un “sistema de captura corporativa basado
en una red de influencias, recurriendo tanto a mecanismos legales como dudosos y
corruptos, para lograr influencias excesivas e indebidas que los privilegiaron o
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Globalización y corrupción
Por lo menos desde hace dos décadas, el sociólogo Manuel Castells alertaba sobre la
forma en que, de la mano del desarrollo de la sociedad de la información, se venía
articulando una economía criminal global. En este marco podemos entender la actual
corrupción transnacional, relacionada, además, al debilitamiento de los Estados, a
legislaciones sumamente favorables a la acumulación del capital de las grandes
empresas y a una fe ciega en la tecnocracia, situaciones promovidas por el discurso
neoliberal aún hegemónico. Como señala Durand, Odebrecht es un ejemplo de empresas
globales que operan simultáneamente en varios países, que se sirven de los avances de
las tecnologías de la comunicación y de las facilidades de movilidad del capital
(incluidos, por supuesto, los paraísos fiscales).
Capturando el Estado
La vinculación entre el modelo económico y las particularidades del caso “Lava Jato”
no queda allí. En el periodo neoliberal, las grandes corporaciones adquieren un poder
inusitado, en primer lugar económico, pero que —como advierte Durand— deviene
multidimensional: es político (o instrumental) y discursivo (o mediático). Las
corporaciones no solo operan en el mercado, intervienen en todo el entorno. La
utilización de su modelo de negocios (en el que suelen centrarse los estudios sobre el
“éxito empresarial”) y su modelo de influencias, posibilita la captura del Estado. Esto
supone una interacción permanente entre acciones legales e ilegales. En el caso de
Odebrecht, lo ilegal fue cuidadosamente organizado, “estructurado”, para hacer
referencia a su oficina de sobornos. Se sirvió de las nuevas tecnologías, de los sistemas
encriptados, de los paraísos fiscales, de grandes estudios de abogados, de las debilidades
institucionales, etc.
implica, como lo muestra Durand, mucho más que una serie de actos de corrupción:
cuando los intereses privados en esta era de crimen globalizado capturan el Estado, todo
el pacto social está en riesgo.
Marta Lamas y Maruja Barrig son feministas que en los años setenta ya trabajaban por
la liberación sexual de las mujeres. En ese entonces, un debate enfrentaba en los Estados
Unidos a las radicales anti-pornografía y anti-prostitución con las feministas pro
liberación sexual. Si la actividad sexual, la iniciativa sexual, el derecho a cortejo, el
consumo de pornografía y de la prostitución son prácticas asignadas socialmente a los
varones, para ambas, el balance a establecer respecto de las mujeres no pasaba por la
prohibición legal de la pornografía o la prostitución sino por el empoderamiento
paulatino de las mujeres en la sociedad. ¿No era posible que las mujeres crearan o
consumieran pornografía? ¿La prostitución se prohibía desde la moral? La mujer no
debía seguir siendo tutelada, ni siquiera por buenas intenciones en las que se pudiera
coincidir con los conservadores puritanos.
Reconocemos que la penalización es una solución que si bien bajo el lente del
feminismo de la igualdad, amplía la protección del derecho penal existente sobre las
mujeres, no escapa a la lógica patriarcal de este derecho, focalizada en el castigo al
agresor. A esa solución no debe reducirse la cuestión, sin tomar en cuenta la prevención
educativa para ambos sexos desde la infancia, el empoderamiento de la mujer y el
estudio de la construcción de las masculinidades a costa de la “feminización” del más
débil.
Sobre los posibles abusos en redes sociales, hay que tomar en cuenta el nuevo contexto
que estas han introducido. El segundo milenio no es hasta ahora, una era de utopías
sexuales o sociales. La defensa de la esfera individual se maximiza exponencialmente
bajo el lente de las redes sociales, y el fenómeno de una denuncia personalizada se sitúa
más en el terreno de mujeres constituidas como sujetos: profesionales, universitarias, de
cierta autonomía y reconocimiento, que en el de mujeres de vidas mucho más precarias.
#MeToo, fue creado por afroamericanas norteamericanas en 2006 para denunciar la
violencia sexual que sufrían las mujeres en los barrios pobres, hoy sorprendidas 4 de que
el movimiento se convirtiera en una plataforma de mujeres blancas con influencia en
redes para denunciar a sus agresores valiéndose de la presión mediática. En el Perú, la
crítica a los feminismos virtuales –a diferencia de los feminismos de bases sociales en el
pasado- se ha hecho también oír.
de él, los feminismos –y más aún en un país tan desigual como el Perú- difieren en
cuanto a demandas a llevar adelante y así tiene que ser. Los feminismos no deberían
reducirse a solo tratar el tema de la violencia interpersonal contra la mujer y perseguir a
los agresores. Los feminismos deben escapar a la tentación del populismo fácil por el
que las mayorías -aunque sean virtuales- se imponen sin romper con las prácticas
patriarcales; evitar construir cualquier poder apoyado en la victimización, ya que ser
víctimas no es una nueva forma de ser mujeres; rehusar en sus denuncias a despojar a la
víctima de su agencia; cuestionar la idealización del ser feminista y ser conscientes de
que las luchas territoriales impiden un diálogo entre los feminismos.
Qué es el olvido
El olvido puede definirse en muchos sentidos como carencia. Puede ser la ausencia de
registro, la falta de información, la imposibilidad de recuperar o elaborar un recuerdo.
En la experiencia peruana reciente, olvido es un término cargado de dolor ético: se
olvida la historia y sus errores, por eso, dicen los bienpensantes, los errores “se repiten”.
También decimos que algo “quedó en el olvido” como un señalamiento ante una
resolución sin efecto, uno de esos pasmos usuales en la vida nacional. Llamamos
“olvidados” a quienes no tienen la fuerza suficiente para hacerse visibles para quienes
tienen el poder de nombrar y conceder. El olvido como desinterés.
El olvido tiene como condición necesaria el transcurrir del tiempo. Si nos instalamos en
el tiempo nacional, en la narrativa nacional, que es en la que me he situado para esta
exploración, estamos en un transcurrir en el que conviven diversas líneas. La respuesta a
qué es el olvido depende de en cuál de estas líneas narrativas nos situemos.
Una gran narrativa en la que estamos situados es la del capitalismo y su retórica del
tiempo medido como duración de la extracción del valor, donde el tiempo es un ciclo de
acumulación. Esta gran narrativa, a su vez, está imbuida en la experiencia histórica que
se define como dominio de la mente para transformar el cuerpo sensitivo en cuerpo
productivo, a la vez que dominio del cuerpo productivo sobre la naturaleza, o a decir de
Marx, sobre el “material natural transformado en órganos de la voluntad humana sobre
la naturaleza o de su actuación en la naturaleza”, porque “la naturaleza no construye
máquinas”. El tiempo es el progreso y el olvido -lo que se deja atrás- es su condición.
“No quiero decir que sea inconcebible/ Quiero decir que si sucede/ ¿Cómo podría uno
creerlo?”
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Allí es donde nos fuerza a estar este libro. En el tiempo definido únicamente como
continuo entre sentidos y percepción. En estas otras coordenadas, antes que una
carencia, el olvido es parte de un mecanismo que habilita la circularidad del tiempo. Ese
mecanismo se activa como tentación. Algo a lo que se puede ceder.
“El tiempo continúa lo que era/ el mismo insecto que estrangulé de niño/ No ha
nacido”
Esta circularidad o en cualquier caso este devenir cíclico también se evidencia allí
donde los textos expresan el lugar como repetición, como rutina. Aquí digo una
obviedad: el tiempo como constitutivo de la experiencia. Una experiencia en la que la
densidad está en lo infinito. En CUERPOS PERDIDOS, leemos: “El hilo de lo
ininterrumpido/ ¿Qué desata?”
Aquí es donde los textos empatan de modo más nítido con algunos de los postulados del
artista Rafael Hastings, quien en una entrevista con Andrés Hare para La Mula
(18/10/2014) a propósito de su exhibición “El futuro es nuestro y/o por un pasado mejor
1983-1967” aludía a lo infinito como una suerte de para-realidad que posibilita la
creación: el proceso creativo como una realidad y tiempo en sí mismos distintos de la
realidad- real.
Cualquiera sea la idea que tenemos sobre qué es vivir en una cultura visual o gráfica,
ésta queda corta frente a la capacidad de producción y circulación de imágenes que
revelan estos números imposibles, correspondientes al año 2018: En Facebook se
cargaron 243 mil fotos cada minuto, en Instagram, 65 mil fotos cada minuto. En
Whatsapp, de 29 millones de mensajes enviados cada minuto, 1 millón son imágenes.
Pese a la relevancia comunicacional y política del tipo particular de imagen que es una
screenshot no hay estadística de la que se pueda derivar cuántas screenshots forman
parte de ese fluir.
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Los “dibujos mentales” de Rafael Hastings son “registros mentales” (diríamos, una
forma de resistencia al olvido), intentos de fijar elementos gráficos y textuales
desgajados del tiempo real. Si en las piezas plásticas de Hastings el acto de captura va
de lo que no existe (o es operado desde la imaginación) a lo que existe (una superficie
intervenida, coloreada, escrita, tachada), en los textos de Rodrigo Vera ocurre a la
inversa. Si la poiesis es la fuerza de lo que transita del no ser al ser (creación), podemos
afirmar que estos apuntes están escritos bajo la pulsión contraria: van de los dibujos
mentales concretos, a la palabra que los abstrae y en el tránsito del ser al no ser, los
devuelve al espacio de la imaginación.
desco
Jr. Huayna Cápac 1372 Jesús María, Lima - Perú. (51-1) 613-8300.
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