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Teorías sobre

Distintas teorías
adolescencia
sobre

la adolescencia

Psicología
Psicología Evolutiva
II - Evolutiva II
Adolescencia

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Distintas teorías sobre
adolescencia
A continuación, haremos un recorrido por algunas teorías que nos
permitirán entender y caracterizar este período, así como visualizar la
multiplicidad de variables involucradas.

Autores

Se considera a Jean Jaques Rousseau el descubridor de la adolescencia de


la era moderna. Sus pensamientos tienen lugar hacia fines del siglo XVIII y
se orientan a lo que sucede cuando un niño asume las responsabilidades
de un adulto. La obra de Rousseau, Emilio o la educación, escrita en el año
1762, se explaya sobre los métodos educativos apropiados para cada etapa
y, en el cuarto libro, describe cómo el personaje transita la adolescencia.
Debemos tener en cuenta que el lugar que ocupaba esta etapa del ciclo
vital en el siglo XVIII no es el mismo que ahora, ya que la expectativa de
vida era menor y muchos niños morían sin haberla transitado. Para
Rousseau, la adolescencia tenía lugar entre los 15 y los 20 años:

Los mayores peligros de la vida están en sus principios, y


quien menos ha vivido, menos esperanza de vivir puede
tener. De los niños que nacen, solo más de la mitad llegan a
la adolescencia, y quizá vuestro alumno no llegue a la edad
del hombre. (Rousseau, 2005, p. 37).

Es decir, no solo el contexto social, cultural, político y económico


determina lo que se piensa en relación con la noción de adolescencia, sino
también las condiciones de vida y supervivencia que hacen que esta etapa
tome mayor o menor relieve en el marco del ciclo vital de las personas y
aquello que se espera de ellas en cada momento.

Rousseau entiende que el niño es débil y en su desarrollo adolescente


reúne las condiciones que lo fortalecen y le dan las herramientas para
desenvolverse en su adultez. Además, comprende que este proceso es
inevitablemente caótico y cargado de confusiones, y destaca que es un
periodo en el que la persona se abre a los sentimientos de piedad, amistad
y generosidad, y es el momento de recibir educación moral.

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La adolescencia no es la edad de la venganza, ni de la
enemistad, sino de la consideración, de la clemencia y la
generosidad. Lo sostengo, y no creo que la experiencia me
desmienta. Un niño que no es de mala índole, y que ha
mantenido su inocencia hasta los veinte años, a esta edad es
el más espléndido, el mejor, el más amante, y el más amable
de los hombres. Creo que nunca os lo han dicho. Educados
nuestros filósofos en la corrupción de los colegios, están
muy lejos de saber esto. (Rousseau, 2005, p. 147).

El autor identifica diferencias entre pubertad y adolescencia, y entiende la


primera como la última fase de la niñez, en la que el joven experimenta la
pasión sexual y los sentimientos positivos:

A los dieciséis años el adolescente ya sabe qué es padecer,


porque ya ha padecido, pero apenas sabe que también
padecen otros seres, pues verlo sin sentirlo no es saberlo, y,
como he repetido infinidad de veces, el niño que no imagina
lo que sufren los demás, no conoce otros males que los
suyos. Pero cuando el primer desarrollo enciende en él el
fuego de la imaginación, comienza a sufrir con sus dolores.
Entonces la triste pintura de la humanidad doliente debe
despertar en su pecho la primera ternura. (Rousseau, 2005,
p. 148).

Esta distinción es fundamental, ya que la idea de adolescencia ha cambiado


a lo largo del tiempo, las sociedades y la cultura, pero hasta mediados del
siglo XX concordaba con la de pubertad (Griffa y Moreno, 2005). Con el
desarrollo de los estudios, se fue extendiendo el final de la adolescencia,
puesto que, para determinar su duración, ya no se tienen en cuenta solo
elementos biológicos, sino también sociales y psíquicos.

Por su parte, Stanley Hall, psicólogo y pedagogo estadounidense que vivió


entre 1844 y 1924, fue el primero en escribir un tratado sobre
adolescencia a principios de1900. Para Hall, la adolescencia iba de los 12 o
13 años hasta los 22 o 24, cuando se muestran los rasgos más
evolucionados del ser humano, que se eleva a un nivel superior y concilia
sexualidad y ética. El autor considera la adolescencia como un segundo

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nacimiento, en virtud de las transformaciones bruscas que implican estos
cambios.

En el siglo XIX, Sigmund Freud dijo que las transformaciones somáticas de


la pubertad desencadenan los cambios psicológicos de la adolescencia.
Dichos cambios rompen con el equilibrio de la latencia y logran su
conformación normal definitiva.

Un ejemplo de esto podemos analizarlo en relación con la pulsión sexual,


uno de los conceptos abordados en Psicología Evolutiva I. En la
adolescencia, esta noción tiene algunos cambios:

 en cuanto a objeto: pasa del autoerotismo al encuentro de un objeto


sexual fuera del propio cuerpo;
 en cuanto a zona: es el primado de la zona genital que, según Freud,
está al servicio de la reproducción, se vuelve altruista y el objeto sobre
el que caían las fantasías (fundamentalmente, los padres) se vuelve
incestuoso por lo que se debe dirigir a un objeto exogámico.

Para Freud, la infancia sigue siendo la etapa más importante en la vida del
ser humano y en la adolescencia se resignificarían los sucesos acaecidos en
aquella época. Esta modificación con posterioridad se desencadena debido
a la aparición de determinada situación eso a una maduración orgánica que
le permite al sujeto reelaborar su experiencia anterior.
Otro elemento constitutivo del aparato psíquico es el conflicto. Este es
constitutivo del sujeto y forma parte de la vida psíquica, como motor que
pone en juego las organizaciones del aparato psíquico y logra
articulaciones cada vez más complejas. Es el resultado de una transacción
entre dos grupos de representaciones que se contraponen y actúan como
dos fuerzas de sentido contrario. El conflicto puede explicarse, a nivel
tópico, como conflicto entre instancias (yo, superyó y ello o, en la misma
instancia, entre juicios o identificaciones del yo) y, a nivel económico-
dinámico, como conflicto entre pulsiones (pulsiones de vida y muerte,
autoconservación y sexuales, entre libido objetal y del yo y entre metas
antitéticas de la pulsión sexual como activo-pasivo). El adolescente
enfrenta conflictos propios de esta etapa, por ejemplo, la contraposición
entre los deseos del ello y las exigencias morales del superyó, el
sometimiento a lo familiar y la sana dependencia que genera la
individuación, la atracción por el sexo opuesto, el miedo ante lo nuevo y
sus posibilidades, y las exigencias tanto internas como externas.

Griffa y Moreno asocian este concepto con el de trauma y postulan que


una situación se vuelve traumática cuando no se logra integrar en las
estructuras psíquicas una nueva experiencia a través de las defensas
adecuadas. Los autores explican que habría dos momentos: el primero, el
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del trauma original, anterior al desarrollo puberal, y el segundo, después
del desarrollo que evoca la escena anterior por vía asociativa, que puede
llevar a un desborde de excitación y generar la situación traumática.

En el siglo XX, Anna Freud, hija de Sigmund Freud, dedicó gran parte de sus
reflexiones a la adolescencia. En estas, destaca la vida fluctuante del
adolescente y analiza la oscilación entre cualidades antitéticas. Un ejemplo
de esto son los mecanismos de defensa que se ponen en marcha ante la
embestida de lo pulsional. La autora describe dos mecanismos: la
intelectualización y el ascetismo, como los principales a la hora de
controlar el incremento de la actividad pulsional ya desde la pubertad.
Ante esta embestida pulsional, se ponen en marcha mecanismos de
defensa (como se cita en Griffa y Moreno, 2005).

A continuación, expondremos la definición de mecanismo de defensa que


aparece en el prólogo de su libro El yo y los mecanismos de defensa:

Los procesos o mecanismos defensivos son aquellos medios


psicológicos que el yo utiliza para solucionar los conflictos
que surgen entre las exigencias instintivas y la necesidad de
adaptarse al mundo de la realidad bajo determinadas
influencias del ambiente familiar y social.

Un ejemplo de esto son los mecanismos que se ponen en


marcha en la adolescencia son: la intelectualización y el
ascetismo como principales a la hora de controlar el
incremento de la actividad pulsional ya desde la pubertad.
(Como se cita en Griffa y Moreno, 2005, p. 9).

Mediante la intelectualización, se expresa el conflicto afectivo y su defensa,


a través de la discusión teórica. Por ejemplo, el interés por discutir el rol
del Estado o las diversas ideologías políticas y, así, ocultar en el interés
intelectual su conflicto con la autoridad y, fundamentalmente, con sus
padres. Esto se debe al desarrollo logrado a través de su mundo simbólico
y de sus facultades intelectuales. La intensificación de sus energías sexuales
o agresivas suele llevarlo a adherir a distintas ideologías.

El otro mecanismo frecuente es el ascetismo, es decir, la oposición a toda


clase de placer sexual, como forma de controlar las pulsiones. Este es un
mecanismo extremo frente a la invasión de las tendencias impulsivas.

De los mecanismos de defensa y un texto publicado en Viena por la hija del


creador del psicoanálisis, pasamos a los estudios de Arminda Aberastury,
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psicoanalista argentina y pionera en psicología de niños y adolescentes,
que vivió en Buenos Aires entre 1910 y 1972, cuando se suicidó.

Para Arminda Aberastury, psicoanalista argentina y pionera


en psicología del niño y adolescentes, el signo característico
de esta etapa es la necesidad de entrar y formar parte del
mundo adulto. El crecimiento corporal y el desarrollo de los
órganos sexuales, son vividos por los adolescentes como la
irrupción de algo desconocido que conlleva un nuevo rol,
que modifica su posición frente al mundo y lo compromete
en todos sus planos de convivencia. (Griffa y Moreno, 2005,
p. 21).

El adolescente afronta o evita el temor a lo nuevo, aunque también debe


enfrentar la pérdida del mundo infantil al que a veces recurre para
refugiarse. En este proceso, se enfrenta a tres tipos de duelos por el cuerpo
infantil, la identidad infantil y los padres de la infancia.

Ante la pérdida de un objeto, en el duelo normal, lo primero que surgen


son los recuerdos: el joven se enfrasca en ellos y pierde interés en la
realidad que lo rodea. Pasado un tiempo, la realidad termina por
imponerse y le hace ver que el objeto ya no está, por eso, debe retirar la
libido de ese lugar. Cuando toma conciencia de la pérdida, surge el dolor,
pero la capacidad de poder tolerar el dolor es lo que va a permitir la
separación, la tolerancia de la ausencia y, finalmente, la relación con lo
nuevo, es decir, con otros objetos. Por eso, los cambios vividos durante el
período adolescente implican atravesar este proceso de duelo, no sin
dolor, para poder apropiarse de lo nuevo.

Cuando abordemos, en el módulo siguiente, las características específicas ,


retomaremos este concepto de duelo y explicaremos los tres duelos
fundamentales que propone la autora.

El doctor Mauricio Knobel, quien comparte parte de su obra con


Aberastury, considera a los adolescentes como los receptores de gran
cantidad de fenómenos sociales patológicos y entiende que la sociedad
deposita en ellos aspectos que rechaza del mundo adulto y eso los vuelve
vulnerables y en riesgo.

El autor plantea que los adolescentes tienden a actuar las transgresiones a


las leyes que los adultos solo se permiten fantasear, pero asumen un rol
permisivo frente a estas. Debido a que son una población vulnerable, los
fenómenos sociales como la delincuencia, la adicción a las drogas, la
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prostitución o la promiscuidad sexual suelen afectarlos en mayor medida.
Para que se produzca un cambio en ellos, deben producirse modificaciones
en el mundo adulto, que es el encargado de contribuir a estas situaciones,
cuando, por ejemplo, les provee drogas, los explota laboralmente o los
introduce en la prostitución (Aberastury y Knobel, 1991).

Knobel sostiene que este periodo debe considerarse como una etapa con
un bagaje biológico individualizante, pero cuyas manifestaciones adquieren
características particulares, en función de la época y el lugar en los que se
manifiestan (Aberastury y Knobel, 1991). En el capítulo 2 de su libro,
Knobelse refiere a lo que considera normal y patológico en la adolescencia .
Este autor será retomado en el siguiente módulo para debatir sobre el
tema.

Otro autor argentino, Fernández Mouján, un estudioso de la problemática


adolescente, establece su análisis desde un enfoque situacional y considera
elementos somáticos, psíquicos y sociales como factores que intervienen
en esta etapa. Además, destaca la importancia de los duelos en este
momento evolutivo y hace mención a que el adolescente no solo es sujeto ,
sino también un objeto de duelo, ya que los adultos también duelan al niño
que ya no tienen. El autor también manifiesta el conflicto que se genera
entre el adolescente y su mundo externo, ya que abandonar una posición
les provoca sufrimiento.

Según Fernández Mouján, los cambios que debe afrontar corresponden al


área corporal, la social y la de la mente. En cuanto a lo corporal, irrumpen
varios estímulos desde su cuerpo; en el área social, debe asumir nuevos
roles y ser receptor de mensajes indirectos, y en el área de la mente, el
adolescente debe abandonar sus identificaciones infantiles. Todos estos
cambios hacen que estas nuevas situaciones no encuentren límites ni
relaciones definidas; por eso, el joven debe atravesar un período de
confusión, que lo lleva a preguntarse quién es él y cuál es su identidad
(Fernández Mouján, 1993).

Como parte de este proceso de construcción de la individualidad, nos


encontramos con teorías como la de Erik H. Erikson, psicoanalista
estadounidense, quien considera que, así como para el bebé es
indispensable desarrollar el sentido de confianza y el sentimiento de fe en
el mundo que lo rodea y lo cuida, para el adolescente es indispensable
desarrollar el sentido de identidad, puesto que se cuestiona acerca de su
futuro y se pregunta qué y en qué contexto puede desarrollarse. Para
lograr su confianza, debe saber acerca del lugar que ocupa en el presente y
el que ocupará en el futuro. Erikson considera que el logro de este proceso
es la tarea fundamental que tiene que desarrollar el adolescente y la que le
permitirá salir del estado de confusión (Griffa y Moreno, 2005).
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Un concepto fundamental de este autor, planteado para favorecer el logro
de la identidad, es el de la moratoria psicosocial, a través de la cual el joven
se toma un tiempo de reflexión para integrar los elementos de la identidad
y dejar para más adelante los compromisos de la vida adulta.

Esta moratoria es un tiempo intermedio entre la dependencia y la


independencia; por ejemplo, los jóvenes no salen del colegio y eligen una
carrera universitaria, sino que durante ese año ejercitan diferentes
actividades. Incluso, en algunos países del mundo, es una práctica muy
usual que al terminar el colegio se tomen ese año para viajar y posterguen
las decisiones más importantes por un tiempo.

Para Erikson, la adolescencia es una etapa durante la cual el sujeto puede


prepararse para su autonomía, mientras recibe apoyo de los padres y sin la
exigencia de la vida adulta.

Si bien existen numerosos estudios que reflexionan sobre esta etapa del
ciclo vital, de los autores citados, nos interesa recuperar sus estudios sobre
la especificidad de este periodo en relación con la infancia, la pubertad y la
adultez, según cada abordaje. Entre ellos existen discordancias, como en el
caso de Aberastury o Erikson respecto de algunos puntos de la teoría
freudiana. Sin embargo, todos han echado luz sobre lo que entendemos
como adolescencia y hoy nos permiten considerarla un objeto de estudio
específico en el campo de la Psicología Evolutiva.

Analizar el crisol de teorías nos permite tener herramientas para


reflexionar sobre el adolescente de la época posmoderna (que es el que
nos convoca) y tener en cuenta que este contexto determina, de un modo
u otro, que la adolescencia se dé de una manera diferente y con ciertas
particularidades, que son independientes a la etapa evolutiva del joven.

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Bibliografía de referencia
Aberastury A., y Knobel, M. (1991). La adolescencia normal: un enfoque
psicoanalítico. México: Paidós.

Griffa, M.C., y Moreno, J.E. (2005). Claves para una psicología del desarrollo.
Buenos Aires: Lugar.

Fernández Mouján, O. (1993). Abordaje teórico y clínico de la adolescencia.


Buenos Aires: Nueva visión.

Rousseau, J. J. (2005). Emilio o la educación. Madrid: Alianza.

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