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Texto: "Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han
subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman".
(1 Corintios 2:9)
Objetivo: Mostrar que la verdadera felicidad está en una vida fiel a los
mandamientos de Dios.
Textos principales:
2 Corintios 9:7, Hechos 20:35, Mateo 25:23
INTRODUCCIÓN
Muchos creen hoy que la felicidad está en "tener cosas" y que el éxito
verdadero de la vida son posesiones, bienes materiales, estatus. En realidad, la
riqueza es "un talento precioso" que Dios da al ser humano. Esa capacidad no puede
entrar en competencia con los tesoros celestiales; tal vez esa sea la explicación de
por qué no todos logran adquirir riquezas. No siempre ser rico es igual a ser feliz, la
verdadera felicidad está en la fidelidad, y no importa si se es rico o pobre. Ser feliz es
agradar el corazón de Dios. "La búsqueda del bien de los demás es el camino por el
que puede hallarse la verdadera felicidad" (Consejos sobre mayordomía cristiana, p.
27).
Un gran ejemplo es la vida de Job, hombre rico (Job 1:3), que empobreció
(Job 1:13 al 19), acusado por Satanás de ser fiel por la prosperidad; perdió todo y
continuó fiel, continuó feliz (Job. 1:20-21). La historia de Job, José, Abraham, Mateo,
Pablo y el mismo Jesús que dejó las riquezas celestiales para estar en este mundo,
son ejemplos que anulan la teología de la prosperidad.
Dice la sierva del Señor: "Se le ofrece el disfrute de los dones del Señor, se le
pide que los use para su propia comodidad, con propósitos caritativos y en las
buenas obras que hacen que la obra de Jesús progrese; así se forjará un tesoro en el
cielo" (Testimonios para la Iglesia, t. 4, p. 144).
OBJETIVOS DE LA PROSPERIDAD
Ejemplo: Josué invitó a los israelitas a hacer una elección: "Y si mal os parece
servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron
vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los
amorreos en cuya tierra habitáis […]" (Josué 24:15).
Cuidado Dios dice: "[…] Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en
él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2:15,
16).
Decía el fiel Job: "Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era
padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia" (Job 29:15, 16).
Qué infeliz fue, pues no supo administrar los bienes que le fueron confiados.
Cada persona, sea miembro de iglesia o no, es un mayordomo de Dios; y
como mayordomo es puesto a prueba. Si un hombre es ambicioso y codicioso con
relación a los bienes materiales, nunca se le podrán confiar las cosas imperecederas
del Cielo Nuevo y la Tierra Nueva. Si el hombre defrauda a Dios en la parte que le
pertenece, (diezmos y ofrendas voluntarias proporcionales a los medios recibidos)
jamás se le podrá confiar las riquezas inconmensurables del Cielo.
Job en todo fue fiel. Su carácter fue de una firmeza inquebrantable. ¡Qué
expresiones de alegría y satisfacción deben haber resonado por los dominios
celestiales cuando este patriarca probó que se lealtad a Dios no dependía de las
cosas materiales!
CONCLUSIÓN
¡Qué feliz se sintió Job! "Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo
orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.
Después de esto vivió Job ciento cuarenta años [...]" (Job 42:10, 16).
"El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como
ramas". (Proverbios 11:28).