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Angostura vuelve a la vida

Ciudad Bolívar a escala nacional


Farruco Sesto
Revista Bigoott N.º, enero-febrero-marzo, 1995

La ciudad, según se ha dicho, es el objeto cultural más


importante hecho por el hombre. Esto es así por su tamaño, por
su trascendencia en el tiempo, por su capacidad de inclusión,
por su carácter de resumen en caso completo, de las
actividades humanas.
La ciudad recoge la historia de las sociedades que la crearon,
la ocuparon y le dieron vida, con sus aciertos y sus carencias.
Van quedando las marcas en su estructura, la van conformando,
la van dibujando huella sobre huella a través de los siglos.
Porque la ciudad nace, salvo en contadas excepciones, para
permanecer en el tiempo, para acompañarnos y acogernos en
el transcurrir de las generaciones.
Si las generaciones que ocuparon la ciudad han sido sabias y
sensibles, las huellas superpuestas son más evidentes. La
historia se revela materialmente sin esfuerzo en los espacios y
en las formas construidas. Pero si en un determinado momento,
por disponer de una riqueza fácil a la mano, por cualquier
particular visión política o social, o por falta de ella, las
sociedades ocupantes de la ciudad han intentado prescindir del
pasado, eso se muestra también como penuria, como
desconcierto formal.
La fuerza de ese drama de superposiciones de espacios y
edificios se expresa intensamente en los centros históricos, en
los propios corazones de la vida urbana. Por ello, si trabajar con
la ciudad planificada y dándole forma es, en términos
generales, una tarea de enorme importancia, trabajar
específicamente con un centro histórico, para preservarlo y
para revitalizarlo, es un privilegio al mismo tiempo una gran
responsabilidad la tarea, en contra de lo que pudiera pensarse a
primera vista, no es, ni con mucho. Estrictamente técnica. Es
fundamentalmente cultural y, en un cierto sentido,
profundamente política. Porque para los problemas que plantea
cualquier centro histórico de manera íntegra no existe una
respuesta técnica, neutral, desvinculada de intenciones que
respondan a una determinada visión del tiempo y el lugar. La
forma en que se analice y se diagnostique ya lleva en sí misma
un conjunto de determinaciones implícitas. El sentido
democrático o no que se le dé al trabajo. La importancia que se
le otorga a la población como elemento definidor de un
momento histórico, el actual, en la vida de ese centro. La
consideración ante los retos de la modernidad. La comprensión
de la arquitectura como soporte de la actividad social, y el
entendimiento del juego económico en la compleja armazón de
la cultura. Todo ello, expresando en las medidas generales que
se adopten, en las decisiones que se tomen inicialmente, va a
marcar el rumbo definitivo de un proceso. Es verdad un trabajo
muy delicado. Pueden enderezarse con el fuerte equívocos y
llegar a producir aportes extraordinarios. Puede también, por el
contrario, en ocasiones, contradiciendo su intensión expresa,
provocar daños irreversibles. Ese es el riesgo.
Con la conciencia de todo esto se ha venido trabajando en
Ciudad Bolívar en los últimos años, después de la creación en
1986 de la oficina técnica para revitalización del centro
histórico, pero es sobre todo a partir de 1991, cuando la política
de revitalización del centro histórico adquiere un impulso
extraordinario y se convierte, a nuestro juicio, en una de las
labores más notables que en materia de cultura se haya venido
haciendo en el país.
De una manera consiente mas no explicita hasta donde
sabemos, pues en ninguna parte está escrito, se replanteó
entonces el trabajo con base en algunos criterios generales que
le sirvieran de andamiaje vale la pena comentarlos brevemente.

Asunto vital para el país y los vecinos


El primer criterio, o línea guía, fue de los trabajos en angostura
un problema nacional.
Desde el primer momento se consideró a angostura, Ciudad
Bolívar, como un problema que en el campo del patrimonio
trascendía por su importancia en el ámbito local. Esta ciudad,
fundada varias veces en distintos parajes a lo largo del Orinoco,
hasta asentarse en el siglo XVIII en su lugar actual es, por
muchas razones, un patrimonio de la humanidad. En ese
sentido, era necesario hacer un esfuerzo para llevar hasta el
conjunto de la sociedad venezolana un problema que le era
propio y al cual debía dar respuesta había que superar el
aislamiento que producen el desconocimiento y la indiferencia.
Venezuela entera tenía que comprometerse con la recuperación
de uno de sus valores esenciales en el campo del patrimonio
edificado.
Con esa intención se convocó en 1993 un Concurso Nacional
de ideas para la revitalización del centro histórico de ciudad
bolívar abierto no solo a arquitectos y urbanistas, sino a
cualquier persona que aceptase participar dentro de ciertas
reglas de juego. El éxito del llamamiento al concurso fue
extraordinario con la participación de más de setenta equipos
de Mérida, Maracaibo, san Cristóbal, valencia, caracas, ciudad
bolívar, puerto Ordaz y otras ciudades del país, se inauguró una
gran muestra de los trabajos que ocupó todos disponibles y el
patio central de la Casa del Congreso de Angostura. Anotar,
como reseña de este éxito, que una de las proporciones
ganadoras del primer premio compartido, resultó
posteriormente galardonadora en los bienes internacionales d
San Juan de Puerto Rico y de Quito.
Con la misma intención se organizaron seminarios, talleres y
foros a lo largo del país y una gran exposición grafica de las
labores de la oficina técnica se inauguró en el centro de las
Artes de Ciudad Bolívar, para después presentarse en el museo
de Arte contemporáneo de Caracas, en Barquisimeto, en coro, y
en otras ciudades de Venezuela y el exterior Todo este esfuerzo
no es de divulgación solamente. Es sobre todo un llamado al
compromiso, a la participación en un problema que, como
hemos dicho, sobrepasa por su naturaleza la circunstancia
local.
El segundo criterio fue hacer la revitalización de Angostura un
asunto para sus propios habitantes.
Se partió del concepto de que no puede existir ningún trabajo
serio de revitalización que no se apoye en la gente real y que
no tenga a la gente como propósito. Hay que decir que no
siempre está presente, a través de los cuales se indujo en
éxodo de la población originaria para sustituirla por una
población de mayor nivel económico. Aquí tal concepción fue
descartada como posibilidad desde el principio. Era con la
propia gente como se iba a conducir el proceso. En el plan de
revitalización de Angostura la población es la gran protagonista.
Así, por ejemplo, la Asociación de vecinos del Casco Histórico
ha demostrado ser uno de los principales agentes para
adelantar los programas. Los grandes temas se discuten
públicamente en asambleas. Y todo lo que se plantea tiene a la
gente como objetivo. Incluso a reconsiderar algunas ideas que
se formularon inicialmente entre ellas estaba ir de convertir a El
Zanjón en un parque que exclusiva a las actuales viviendas,
muy humildes, que lo pueblan. Esa idea, discutida en
colectivos, fue desechada porque se afectaba impropiamente a
los residentes en la zona.
El movimiento vecinal en Angostura se ha hecho muy
consciente y activo y en general la población. Plenamente
identificada con el lugar, se revela como poseedora de
importantes viviendas profundamente vivencias profundamente
enraizadas y trasmitidas a través de las generaciones. De modo
tal que sea población existente, real, con sus virtudes y
defectos, no podía ser dejada al margen de los
acontecimientos.

La ciudad es su cultura
El tercer criterio fue apoyar el proceso de recuperación urbana
es una labor cultural intensa, impulsada desde las instituciones
públicas.
Concretamente, en este caso, la iniciativa y la fuerza de la
dirección de cultura de la gobernación de Bolívar, buscaron
convertir a Angostura en un extraordinario lugar de producción
y encentro del pensamiento y las artes en general. Porque si,
como hemos dicho, el trabajo de revitalización es cultural, mal
podría aislarse de una labor integral en este campo a partir de
esta comprensión de lo que era necesario, se desarrolló un
ambicioso programa en los espacios del Centro Histórico
Y con su gente. La calle se convirtió a todos los efectos en el
escenario cultural por excelencia. La plaza bolívar, la plaza
miranda, el auditorio de la gobernación, la casa de tejas, el
paseo Orinoco, fueron convertidos en auténticos anfiteatros y
tribunas. El teatro, las artes musicales, las artes visuales la
literatura, el folclore invadieron Angostura. Con los artistas
locales como permanentes anfitriones, centenares de
trabajadores de la cultura fueron llegando de toda Guayana y
del estado de Venezuela. Y hubo en cada momento un mar de
gente para recibirlos, para hermanarse con ellos. El tiempo
pasado de fundó con el presente. Tradiciones y sueños la
historia, la geografía, la identidad. El pueblo, sus anhelos y sus
posibilidades expresivas. Todo unificado en una voluntad de
encuentro pocas veces vista. Pero esta actividad intensa
necesitaba también los escenarios profesionales construidos. Y
así, poco a poco, se fueron incorporando al programa de
revitalización elementos como el centro de las Artes, la Casa
lauro y su Sala de Conciertos, el teatro de la ciudad, le escuela
de Artes Alejandro Otero, El Museo del Humor, la recuperación
de la Casa Paschen para Escuela de Música, la Casa de los
Títeres, que unidos a los espacios ya existentes y nuevamente
renovados como la Casa de Tejas y la Casa de la cultura, van a
conformar una red de infraestructura cultural sin precedentes
en nuestro país, revitalización urbana y revitalización cultural
dándose la mano en un proceso ambicioso.
El cuarto criterio fue intentar una recuperación masiva de
edificaciones, reforzando especialmente la revitalización de la
zona de la plaza Bolívar y de otros sectores específicos.
Debe reconocerse que en los años que antecedieron en 1991,
la labor realzada fue significativa. Entonces se restauraron
algunas edificaciones de gran valor. Fue, por así decirlo, la
etapa de recuperación de los monumentos. Pero a partir de ese
año se amplía el abanico. Se intensifica la labor, se concentran
los tiempos y las acciones, se disponen los fondos necesarios y
se comienza a hablar ya de cuarenta, de cincuenta obras de
recuperación total o parcial.
A este proceso en cierto modo explosivo son llamados a
incorporarse profesionales distinguidos, venezolanos y
extranjeros. Como proyectistas y como asesores. Desfilan
personalidades y aportan su obra o su opinión. A efectos de
concentrar el esfuerzo y darle relevancia en la presencia urbana
evitando la dispersión, es decir, la plaza Bolívar con el eje hasta
la cumbre de la antigua prefectura, y el paseo Orinoco, la zona
portuaria de la ciudad histórica que vivía del río Orinoco. Vale la
pena anotar que este esfuerzo coincidió en el tiempo con la
más fuerte crisis económica que haya vivido nuestro país en
este siglo. De tal modo que impulsar ese programa de
intervenciones masivas, en pleno período de escasez de
recursos, exigió y exige) una lucidez y una valentía por parte de
las autoridades del gobierno regional que destaca en el
panorama venezolano. Gracias a esa lucidez, hoy en día, marzo
de 1995, cualquier visitante que llegue a Ciudad Bolívar va a
quedar impactado por la fuerza que ha alcanzado el proceso de
revitalización. Y se sorprenderá al darse cuenta de que el
proceso continúa. Nuevas obras se suman a las ya recuperadas.

Vivienda y nuevas edificaciones


El quinto criterio importante fue el de introducir el tema de la
vivienda como un elemento fundamental de la revitalización.
En la consideración de este problema se ha vivido un poco el
drama más fuerte de este proceso. La clara conciencia de cual
era uno de los puntos neurálgicos de la revitalización se
contradecía cotidianamente con la imposibilidad de acometerlo
con la premura y la extensión que se necesitaba. Y aquí hay
que decirlo con toda la crudeza, no hubo mucho que hacer.
Sin poder intervenir significativamente en términos generales –
pues estamos hablando de más de mil hectáreas), se contó que
muchos de los problemas del centro se relacionaban con la
realidad económica de la población. Se evidenció que el
abandono interno de las edificaciones más grandes tenía que
ver con la discordancia entre su tamaño y morfología
arquitectónica y con la falla de recursos de sus poblaciones y,
como asunto global, se hizo presente la magnitud del problema
de las pequeñas casas cuyo valor de conjunto es del todo
inseparable de las bondades del Centro Histórico, pero cuyo
valor individual se ha ido disolviendo, se ha ido degradando con
el tiempo.
Por otro lado, la pérdida de las tradiciones artesanales,
entendidas como actividades vigentes económica y
urbanamente, eliminó uno de los soportes de la arquitectura del
lugar.
El drama al parecer carece de solución a la vista. Sería preciso
diseñar y poner en marcha un fuerte programa financiero de
carácter social que permitiera la recuperación privada de
centenares de viviendas y, en el caso de las grandes casas de
patio, la transformación interna por subdivisión en dos o tres
apartamentos. Pero las dificultades económicas de la nación
contra esta posibilidad.
La oficina de Centro Histórico, consciente del problema, avanzo
algunos programas puntuales, realizó concursos a escala
nacional sobre el tema de la vivienda, encargó proyectos
específicos que están siendo ejecutados. Pero en todo caso, la
fuerza de la realidad externa se impuso queda la conciencia de
la necedad como un reto futuro.
El sexto criterio fue el de producir algunas inserciones
controladas de arquitectura contemporánea, capaces de darle
continuidad a la evolución natural que toda ciudad requiere.
Sin esa línea estratégica, la experiencia de revitalización no
hubiera estado compleja. Pues ninguna ciudad que pretenda
estar viva admite la congelación en el tiempo, la rigidizarían de
sus formas. Una ciudad es un organismo en permanente
cambio. Se va haciendo, se va delineando a sí misma, con el
aporte de todas las generaciones. Distintas culturas se
superponen y se entremezclan. Van dejando sus señas
particulares. Reciben un patrimonio y se supone que deben
enriquecerlo.
De hecho, en nuestro caso, Angostura fue incorporando
distintas arquitecturas a lo largo de dos siglos. Sobre el
basamento de la arquitectura colonial, readaptada a la
topografía y al clima, se superpusieron populares, sin descontar
la arquitectura comercial de los años sesenta, que tanto daño
hizo al conjunto.
Ahora, en pleno proceso de revitalización, había algunos
programas por formularse, algunas necesidades que debían ser
cubiertas, y existían vacíos en la trama urbana esperando la
construcción de un edificio. Las cosas ocurrieron por sí mismas.
No fue algo premeditado. El asunto estaba allí y la oficina del
Centro Histórico tomó la decisión. Todo edificio nuevo que se
plantease, al menos desde la actividad del estado, debía
constituirse en un significativo aporte cultural. No podía ser de
otra manera. El patrimonio merecía ser no solo conservado sino
enriquecido.
Pero la condición de porte cultural se relacionaba con el tema
de la calidad en el diseño arquitectónico. Había que cuidar la
calidad de la solución. Y así se hizo.
D esta operación quedan cuatro proyectos en ejecución que
pueden ser buena muestra de la mejor arquitectura venezolana
adaptada a un lugar y a una cultura, dialogando con ella, pero
sin mimetizarse la escuela será, la Casa Lauro, la Escuela de
Artes Plásticas y el Teatros de la Ciudad, anexo al Centro de las
Artes.
Sin embargo, no puede ocultarse que esta fue una operación
polémica que alcanzo una audiencia nacional. A la larga
prevaleció el buen sentido y se consolido como uno de los
mayores aciertos del plan de revitalización. Llegados a este
punto hay que anotar que el proceso de revitalización no se
agota enseguida. Es una larga labor para un producto que
nunca culmina del todo. Devolverle el espíritu perdido, el
aliento de vida a un trozo de ciudad, adecuar ese espíritu a los
tiempos que pasan, acondicionar el urbanismo y la arquitectura
a las necesidades de los hombres actuales sin romper, sin
desvirtuar la herencia recibida, enriquecer el patrimonio, exige
una gran sabiduría y paciencia colectiva. Exige un esfuerzo
sostenido que debe pasar de mano en mano.
En Angostura, los primeros pasos están dados.

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