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Los 'problemas' se ven desde la tecnología, la economía y la

sociedad, hasta la cultura y la ética.

La globalización no solo es económica.


La globalización podría haber sido un acontecimiento nuevo y muy positivo para la
humanidad; el problema estuvo en el “cómo” se implementó, asunto más de forma
que de fondo.

Sus principales opositores argumentan que este esquema se está dando en un solo
sentido, desde el primer mundo hacia el tercer mundo, pero no viceversa. Los
países poderosos quieren una apertura de mercados para sus productos en el
tercer mundo pero, a la vez, aplican medidas proteccionistas para las materias
primas del tercer mundo en sus mercados. No es equitativo el intercambio y solo
agranda más la brecha entre uno y otros: el 75 por ciento del comercio mundial
está concentrado en solamente ocho países, dato que confirmará las observaciones
de los antiglobalistas.

Otra crítica apunta a que la globalización entraría en choque con aquellos


elementos que distinguen a algunas culturas de otras, produciendo una
homogeneización negativa para los individualismos nacionales, hecho que, como
veremos más adelante, podría producir situaciones de alta tensión y conflictos de
largo alcance.
La globalización cultural lleva equivocadamente a creer –a mi juicio– que una
cultura es superior a otra. Los medios políticos y económicos posibilitan que los
más desarrollados se sientan con el deber y el derecho de imponer principios
ajenos a otras culturas como la democracia y el mercado, conceptos
absolutamente occidentales.

Esto atenta contra rasgos individuales de algunas culturas con desarrollo político,
económico y cultural diametralmente opuestos a occidente. Este choque entre
individualismos y globalización cultural genera lo que magistralmente Huntington
llamó "el choque de las civilizaciones".
Es una arrogancia política y cultural pretender que las demás culturas, la mayoría
con más historia que la Occidental, deban convivir con sistemas políticos y
económicos alejados de su idiosincrasia y tradición porque occidente (EE. UU.)
Cree, unilateralmente, que es lo mejor para ellos.

Los Derechos Humanos, concepto de origen occidental, es un ejemplo bastante


paradójico de estas incongruencias; hay que inculcar el respeto a estos derechos
fundamentales, pero no a sangre y fuego como en Irán o Afganistán, donde el fin
ha justificado los medios.

El problema radica en que el mundo tras la Guerra Fría se uniformó, por lo menos
en occidente, frente a ciertos principios que parecen inamovibles, como la
democracia, los derechos humanos y la economía de mercado. Pero qué
porcentaje de la población podría ser considerada de Occidente. Si consideramos
las culturas milenarias de la India y China, ambas con más de 2.500 millones de
habitantes, y a eso anexamos el mundo musulmán, nos daremos cuenta de que
Occidente pretende globalizar culturalmente siendo minoría.
¿Por qué ellos estarían equivocados? ¿Quién nos dio a nosotros el monopolio de la
verdad? ¿Acaso Occidente es el promotor de todo el desarrollo moderno? ¿Es que
el cálculo y la trigonometría, instrumentos fundamentales de la ingeniería
moderna, no fueron obra de la civilización árabe?
Es obvio, entonces, que no se puede uniformar culturalmente ni pretender pensar
que la globalización, si bien positiva en algunos aspectos, debe neutralizar otras
culturas.

Es complicado, en el plano cultural, imponer dogmas o verdades oficiales que


carecen de legitimidad para la percepción de estos pueblos. Si el hombre
occidental no lo entiende así, estaremos en presencia, por muchos años más, de la
destrucción y el caos que las ansias civilizadoras de las potencias occidentales han
llevado a muchos países.

POR: FERNANDO CVITANIC (Profesor de de la facultad de Filosofía y ciencias humanas-


Universidad de la Sabana - Colombia)en

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