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Tiempo, longitud y masa son tres de las magnitudes básicas en Física, a partir
de las cuales se definen y miden todas las otras. El metro y el segundo están
hoy inequívocamente definidos a partir de leyes físicas, basadas en la
Relatividad restringida y en la Mecánica Cuántica. Cualquier laboratorio bien
equipado puede calibrar sus instrumentos de medida por los patrones
internacionalmente establecidos, de longitud y de tiempo, sin tenerles que
desplazar a una institución donde los prototipos de ese patrón estuviesen
guardados.
En este fin de siglo existe sin embargo, metrologistas, físicos e ingenieros, que
recurren a procesos basados en la gran revolución técnica que la Mecánica
Cuántica generó en el universo de lo «muy pequeño». Así, el Instituto de la
Comisión Europea para los Patrones de Materiales y Medidas obtuvo algunos
progresos a través de un método que se basa en contar el número de átomos
contenidos en una esfera de silicio. El diámetro de la esfera se mide usando un
interferómetro de láseres, que tiene errores inferiores a 10-11 m. Después de
(¡bien!) determinado el diámetro, se calcula el volumen directamente. Por otra
parte, las distancias entre átomos vecinos que constituyen la esfera se miden a
través de la difracción de rayos X -los rayos incidentes sufren interferencias con
los rayos reflejados en los diversos planos del cristal, formándose un patrón de
máximos y mínimos de intensidad que revela el interior del cristal. Se obtiene
así una medida también rigurosa del volumen ocupado por cada átomo.
Dividiendo el volumen de la esfera por el espacio ocupado por cada átomo
tenemos el número de átomos en la esfera y el problema de contarlos está
resuelto. Las esferas usadas son de silicio, debido a la perfección con que
estos cristales se organizan -la misma razón por la cual se usa silicio en los
chips de las computadoras-. ¿El patrón de Sevres podrá ser substituido por un
patrón de Silicon Valley? No tan de prisa, porque todavía hay problemas: a
pesar de la perfección, los cristales de las esferas de silicio presentan defectos
-átomos que faltan o que no están en la posición exactamente correcta-. Pero,
peor todavía: los porcentajes con que cada uno de los tres isótopos de silicio
están presentes en los cristales son muy inciertos, a la luz de los criterios
exigidos por la Metrología.